Vosotros, los que estáis ahí, sí, vosotros, mis contemporáneos que os creéis superiores a
las generaciones precedentes y que os consideráis vacunados contra esta propaganda de
guerra simplista y burda que engañó a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestros bisabuelos, ¿estáis seguros de que lo que os dicen ha sido así? Haríais mejor examinando más de cerca lo que acaban de deciros vuestros medios de comunicación, porque puede que os lo hayáis tragado ¡No hay que remontarse a 50 o 100 años atrás! sino a ayer mismo, durante la guerra contra Irak, Yugoslavia, Rusia y Palestina.
Nota sobre literatura y mercado
J.-R. C.
La rápida sustitución de las mercancías causa estragos en el gusto cuando se trata de libros. Lo último es lo más publicitado, y si se trata de un buen tomazo caro muchísimo mejor para el autor, el editor y el librero. Por eso no ha parecido inoportuno mencionar una serie de libros no desaparecidos pero sí poco visibles hoy, con los que un lector de narrativa puede pasar horas muy felices. Hela aquí:
R. L. Stevenson, El señor de Ballantree, 1889
T. Mann, Los Budenbrook, 1901
V. Català, Solitud,[1] 1904
John Dos Passos, Manhattan Transfer, 1925
L.-F. Céline, Viaje al fondo de la noche, 1932
A. Malraux, La condición humana, 1933
A. Huxley, Ciego en Gaza, 1936[2]
J. Steinbeck, Las uvas de la ira, 1939
G. Greene, El poder y la gloria, 1940
C. Laforet, Nada, 1945
V. Nabokov, Pnin, 1957
H. Böll, Billar a las nueve y media, 1959
L. Martín-Santos, Tiempo de silencio, 1962
V. Grossman, Vida y destino, 1980
W. G. Sebald, Austerlitz, 2001
- Solitud de V. Català, pseudónimo de Catalina Albert, se puede leer con gran provecho si el lector consigue dar con una edición anterior a la poda del catalán por P. Fabra y leer el libro tal como fue escrito. ↑
- No es relato, pero sí un libro muy notable, el de G. Bernanos, Los grandes cementerios bajo la luna, 1938 ↑
22 /
9 /
2022