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Prosper-Oliver Lissagaray

Historia de la Comuna de París de 1871

Pról. de Eric Hassan. Introd. de Eleonor Marx. Trad. de Blanca Gago Domínguez

Capitán Swing,

Madrid,

2021,

648 págs.

Tienes que leerlo

Josep Torrell

Éste es un libro que las personas que seguís siendo de izquierda tenéis que leer (si no lo habéis hecho ya): con la aparición de Historia de la Comuna de París de 1871, por primera vez un autor rescató todo el valor y el coraje de la Comuna. Se había publicado aquí en 1971, en las Ediciones de Bolsillo de la editorial Estela (en dos volúmenes), pero la editorial cerró al poco (y, con su desaparición, se esfumaron también sus libros).

Prosper-Oliver Lissagaray era un publicista, aunque fue también un destacado communard (conocido como Lissa). Su historia es objetiva, documentada y muy fiable, tan fiable como lo son los títulos de Eric Hobsbawm, Edward P. Thompson o Josep Fontana.

Aunque Lissagaray tiene además un valor sumamente importante: su innata sabiduría y la empatía ante un relato de los hechos de la Comuna. No se trata de una historia de los dirigentes (o no sólo): por el contrario, es uno de los testimonios dedicados a las mujeres y los hombres que vivieron (y murieron) en pro de la Comuna. Dicho de otro modo: trata del coraje (aunque también de los fallos) de los communards del 18 de marzo de 1871 y del levantamiento de la bandera roja, que llevó a la izquierda al ayuntamiento (con el consiguiente ataque de los versallescos y la semana sangrienta posterior a la Comuna). Por cierto, el ejército prusiano detuvo la guerra contra Francia hasta el fin de París: nobleza obliga, dicen.

Hay un hecho que explica esta diferencia. Al contar el 18 de marzo, Lissagaray sólo cita los partidos de izquierda: 172 electos. ¿Por qué? Sencillamente porque los de derechas huyeron rápidamente hacia Versalles; otros decidieron que ya habían conseguido el objetivo que querían (la izquierda en el gobierno de París) y siguieron continuando con su vida cotidiana; y otros más se dedicaron a levantar los cimientos de la Comuna (y no tuvieron el tiempo de asistir a las tres asambleas diarias de la Comuna). Sólo una vez –en pleno bombardeo de París— se efectúa una reunión urgente con menos de ochenta delegados.

Los miembros de la Comuna estaban en la defensa de París: hombres, mujeres —fueron ellas las que levantaron la defensa ante el intento de sacar los cañones de Versalles— y niñas y niños (todos fusilados sin compasión). Lissagaray pone el acento en el papel desempeñado por algunas de mujeres (ejemplar en 1789, 1848, etcétera).

La documentación es exhaustiva. Basta poner algunos ejemplos: una colina de los soldados de la Comuna era bombardeada con un explosivo cada minuto y durante las 24 horas por unos cuarenta cañones versallescos; a medida que el ejército versallesco iba penetrando en París, sus cañones iban bombardeando los lugares que iban a tomar; cada mujer que portaba un jarro —seguramente para ir a buscar agua— era inmediatamente fusilada por los versallescos por ser considerada como incendiaria; además, hay que considerar que un cañón del siglo XIX podía fallar y hacer estallar un edificio distinto del que estaba destinado. El resultado fue —para los versallescos— la demolición de París… ¡hecha por la Comuna!

El libro se abre con una amplia perspectiva histórica de los hechos político-sociales de Francia en 1848 y 1871. Y se cierra con los veinte mil fusilados, los encarcelamientos en los pontones y el envío de los presos a Cayena y Nueva Caledonia (hasta finales de los ochenta del siglo XIX).

Karl Marx discutió —parágrafo a parágrafo— con el texto del libro y su hija Eleonor tradujo al inglés la primera edición. (Por cierto, ¿cuándo se editará en castellano una obra sobre Eleonor Marx, traductora, militante y propagandista?)

Ahora que la España, república de trabajadores de Iliá Ehrenburg parece más que nunca una entelequia, tal vez sea la mejor ocasión para leer este histórico relato de las y los communard que tuvieron izada su bandera roja durante veinte días.

En mi opinión es interesante que leas este formidable homenaje de este esfuerzo los insurrectos. Es un consejo. Sólo un amistoso consejo… de un viejo militante.

Agosto /

2022

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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