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Gabriel Gatti

Desaparecidos

Cartografías del abandono

Turner,

Madrid,

2022,

236 págs.

Mariana Norandi

El libro Desaparecidos. Cartografías del abandono, de Gabriel Gatti, ha sido catalogado de distintas maneras. Existen coincidencias en situarlo entre el ensayo y la crónica, pero también, como se indica en la contraportada, esta obra toma prestados recursos de la investigación etnográfica, la crítica filosófica y el ensayo autobiográfico. Siguiendo con la línea de vincularlo con algún género literario, diría que se trata de un cuento sociológico en el que el autor, a través de la categoría “desaparecido”, cuenta lugares de abandono habitados por vidas para las que no tenemos nombre.

El cuento parte del planteamiento –la hipótesis– de que la desaparición es un nombre posible para calificar vidas quebradas, que no tienen relato, ni registros, ni tan siquiera importan. En palabras del autor, “vidas sin cuento, ni cuentas, vidas que no se tienen ya en cuenta” (p. 16). A partir de ahí, Gatti narra la historia y la propagación de una categoría –desaparecido– que lo llevará a recorrer lugares de abandono sistémico, vacíos de ciudadanía y de ciudadanos, donde el proyecto civilizatorio moderno revela sus lados más oscuros. Lugares en los que la vida no es vida, sino otra cosa para lo que “desaparición” resulta una categoría plausible para pensarla, para reflexionar sobre formas de existencia que ya no caben en los ordenados y lineales mapas de la modernidad, tampoco en su modelo social ni de ciencia.

Este cuento, cabe mencionar, tiene un antecedente, El detenido-desaparecido. Narrativas posibles para una catástrofe de la identidad. Un libro publicado en 2008 (Trilce), producto de una investigación realizada en Uruguay y en Argentina y en la que el autor, desde sus propios zapatos, como sociólogo y como familiar de desaparecidos, analiza los sinsentidos que constituye la desaparición forzada y los quiebres que la figura del detenido desaparecido supone para el lenguaje y la identidad. Y cabe evocar ese antecedente porque en aquel libro Gatti iniciaba un camino en su trayectoria científica con dos ejes de gran calado teórico y metodológico que en este constituyen la urdimbre de la obra. El primero, un interés por la figura del desaparecido y los mundos que la desaparición genera a su alrededor. El segundo, una forma de hacer sociología que en este libro adquiere especial brillo y consolidación. En aquel libro la llamó sociología “desde el estómago”, en este “fragmentaria”, que sin ser lo mismo nos hablan de una posición epistemológica situada y crítica con la objetividad positivista que busca sin descanso otras formas de acercarse a la realidad y de narrarla.

Desde entonces, desde aquella investigación y con esta sociología, Gatti se ha dedicado a estudiar la desaparición y su producto, el desaparecido. A observar sus movimientos y a analizar sus contextos, que recoge ahora en esta obra en la que nos cuenta los viajes de la categoría “desaparecido”, a la que ha seguido muy de cerca por Uruguay, Colombia, Brasil, Suiza, República Dominicana, México, el norte de África y España.

La historia comienza con el trazo de una cartografía de la desaparición que construye, con la ayuda de su pequeña hija Ainara, en tres momentos y que teje en un diálogo reflexivo con su propio proceso de investigación del desaparecido. El primero remite al origen, allá por los años setenta, a la Argentina de la dictadura militar. Es el lugar de la cuna y el “estallido” del nombre desaparecido, encarnado en un sujeto con agencia política, enemigo de la dictadura, detenido y desaparecido por el Estado. Este nombre, con ese uso, se fue expandiendo por la región durante las décadas de los años ochenta y noventa. De Argentina viajó por países cercanos –Uruguay, Chile, Paraguay y Brasil– hacia el norte –pasando por Colombia, Guatemala y México– hasta protagonizar un segundo momento, el de la “consolidación”. Este momento se materializa en Ginebra, en 2006, cuando la categoría se incluye en la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra la desaparición forzada y adquiere un triunfante estatus jurídico en el derecho internacional. Pero ahí no se acaba el cuento. Este no tiene un final tan feliz ni un final cerrado, ni tan siquiera tiene un final porque la categoría siguió viajando hasta desbordarse, hasta globalizarse. Es el tercer momento en la construcción de esa cartografía en el que este nombre siguió –sigue– viajando, sin mapa ni brújula, atravesando países, regiones y continentes. Aterrizando en grandes ciudades, como São Paulo o Ciudad de México, o colándose en rincones menos urbanos entre la exuberante vegetación tabasqueña o entre cañaverales dominicanos. En espacios sólidos y áridos como Tijuana, y líquidos y escurridizos como el mar Mediterráneo. En todos ellos hay desaparecidos, en todos ellos hay lugares de desaparición y abandono.

En el transcurso de estos viajes, nos narra Gatti, la categoría “desaparecido” se desprendió de su nombre “detenido” y la desaparición de su apellido “forzada” para nombrar otras cosas. Muchas cosas. Cosas que recuerdan al viejo desaparecido –los feminicidios en Ciudad Juárez o los estudiantes de Ayotzinapa en México– y otras que en nada se asemejan y revelan otras modalidades de desaparición –muertos civiles, bebés robados, migrantes ahogados, cadáveres no identificados–. Y ahí se llega al nudo del cuento, al verdadero meollo de la trama. “Desaparecido” no nombra solo a muertos, también a vivos. Nombra vidas desprotegidas, sin derechos ni ciudadanía. Seres que están, pero no vemos, que son algo sin alguien, desechos de la trituradora civilizatoria de la modernidad, invisibles al registro sensible de la sociedad y de la sociología.

Pero como todo cuento, tiene un desenlace en donde desde la mismísima capital de la desaparición —México— Gatti corrobora su hipótesis “de que la desaparición ya no refiere hoy a lo que les pasa a las vidas y a los cuerpos de los enemigos políticos sino a otros que son tan otros, tanto, que están totalmente fuera de nuestra esfera de aparición, que no existen para nuestros registros de lo común, lo compartido, de la vida” (p. 190). Y no es casualidad que este libro acabe en la ciudad de Tijuana, ya que el paso de la categoría por México es la traca final del éxito del nombre “desaparecido”, no porque sea el final de su recorrido sino por la espectacularidad de su expansión. En cantidad y en variedad, porque en México, señala el autor, hay desaparecidos en todas sus modalidades y hay tantos que ya ni se cuentan.

Tal y como nos lo presenta Gatti, es impresionante la potencia y la potencialidad del nombre “desaparecido”, también sus escenarios. Pero ¿cómo representar lo que nombra? ¿Cómo contar lo indecible con los conceptos e instrumentos heredados de la sociología? ¿Cómo hablar de estas vidas para las que las viejas categorías como pobre o marginal ya no son suficiente?, se interroga el autor. La respuesta es el mismo libro, en donde pone en práctica una propuesta sociológica creativa, adaptada a los nuevos tiempos. En la que el sociólogo debe, nos dice, “forzarse, forzar sus lenguajes; aunque yerre: mezclar estrategias, jugar, inventar formas de contar, hacerse un poco cronista […] Y debe ese sociólogo mostrarse más, situarse. Ya pasó la era de las torres de observación asépticas y distanciadas, de la ciencia de bata blanca. Confundimos durante mucho tiempo eso y la neutralidad con la objetividad” (p. 24). En este trabajo Gatti deja además al descubierto las costuras del proceso de investigación científica, que pasa desde las lecturas y colaboraciones que lo nutren hasta el uso de una enorme e imaginativa caja de herramientas de las que no desdeña ninguna, prestando atención a una noticia de prensa o a un WhatsApp; a una nota en una servilleta o a una conversación; a un olor o a un rumor; a un paseo o a una silueta.

Los humanos de las sociedades contemporáneas requieren de nuevas miradas y este libro constituye un esfuerzo por comprender esos cambios y por contar lo que queda fuera de nuestro lenguaje. Con este nombre –desaparecido– y con esta propuesta sociológica –la del cuento– Gatti nos acerca a esos mundos difíciles de contar y nos invita a ir un poco más allá de los cánones, de la herencia y de las limitaciones de la disciplina. A flexibilizar el lenguaje y llevarlo allá a donde no hay ni nombres.


Desaparecidos. Cartografías del abandono se presentará en Barcelona (Casa América, 27 de septiembre, 19h), Bilbao (Librería Cámara, 29 de septiembre, 19h) y Valencia (Librería Ramon Llull, 26 de octubre, 19h). También están programadas presentaciones en Montevideo (UDELAR, edificio central, 14 de septiembre, 18h), Stanford (Humanities Center, 22 de noviembre) y en Ciudad de México.


[Mariana Norandi es periodista, doctora en Sociología e investigadora posdoctoral de la Universidad del País Vasco]

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8 /

2022

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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