La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Juan-Ramón Capella
Negociar, hacer la paz
Parece que el papa Francisco, con excelente criterio, está realizando gestiones para el establecimiento, al menos, de un alto el fuego al objeto de poner fin a la terrible guerra de Ucrania, a la destrucción creciente de ese desdichado país.
No lo tiene fácil.
El papa Francisco señala implícitamente una línea de acción pacifista: buscar negociaciones y no trofeos bélicos; no enredarse enviando armas o solidarizándose con uno u otro bando, sino enviar mantas, alimentos, medicinas…
El papa no lo tiene fácil, decía, porque estamos ante una guerra en la que Ucrania es un chivo expiatorio a través del cual se enfrentan Rusia por un lado y los Estados Unidos por otro. Rusia trata de asegurarse el Dombás y Crimea, y los Estados Unidos busca un esencial debilitamiento ruso.
La guerra de Ucrania es, desde el punto de vista occidental, una guerra subrogada, subsidiaria o por delegación (en inglés una proxy war) entre EE.UU. y Rusia. Las guerras subrogadas han existido desde la noche de los tiempos, pero se hicieron muy frecuentes en la guerra fría por una razón muy obvia: las potencias nucleares pretendían evitar a toda costa un enfrentamiento militar directo entre ellas porque eso podía conducir a la mutua destrucción asegurada. Por eso, para resolver sus conflictos de poder, subcontrataban a terceros para que mataran y muriesen por sus intereses geopolíticos. Si ganaban los suyos, avanzaban posiciones en el tablero mundial; si perdían, los daños humanos y materiales los padecían los terceros subrogados. Una práctica que, como se puede ver, ha continuado hasta hoy.
La prolongación de la guerra parece fundamental para Estados Unidos y sus satélites. Al bando ruso, pese a sus conquistas militares, el tiro de la guerra le ha salido por la culata: en sus fronteras va a haber ahora nuevas potencias de la Otan, esto es: esta guerra ya incrementa su inseguridad. Rusia está muy aislada, no solo políticamente sino incluso culturalmente
Los pacifistas no debemos aceptar el envío de armas a Ucrania —decidido entre nosotros por el poder ejecutivo, y también por la Unión Europea ademocrática— ni la voluntad del régimen ruso de implantarse por la fuerza en el este de Ucrania. Debemos poner al desnudo la falta de verdadera voluntad de paz. Y, en otro orden de cosas, poner en cuestión el servil seguidismo del gobierno español a las órdenes de arriba. Nunca como ahora ha quedado más clara la conversión militar de España en una provincia menor del Imperio americano; en la reciente reunión de Otan el Emperador ni se tomó la molestia de mirar siquiera de soslayo al presidente del gobierno español. El gesto (o la falta de gesto) nos dio la solución a un enigma lateral: que el cambio de la política para el Sahara le había sido ordenado al gobierno español por su señorito (y los socios de gobierno, calladitos). Estos americanos por donde avisan ordenan: pretenden ser la Guardia Civil del mundo.
Biden aprovechó su visita al Japón para atribuir a China una intención plenamente consciente de que tal intención es completamente falsa: la de incorporar a Taiwán por la fuerza. Desde hace muchos años los gobernantes chinos han afirmado siempre que Formosa es parte de China, pero que China acepta su autogobierno y que no se incorporará al régimen general chino mientras el pueblo taiwanés no quiera. Va a llover sobre las poblaciones la demonización del pacífico pueblo chino. En cambio han desaparecido de los media las informaciones sobre la guerra de Libia, sobre la continuada agresión a Yemen por parte de Arabia Saudí (con armas vendidas, entre otros países, por España), sobre las desoladoras situaciones de Iraq y Afganistán. Lo que no sale en la tele no existe, ya se sabe.
La esperanza en el final de la guerra o en un alto el fuego en Ucrania depende de que los medios de comunicación norteamericanos, como tantos intelectuales de allí, cobren consciencia de que el intento de acogotar a Rusia puede convertirse en una guerra verdaderamente peligrosa para todo el mundo. En noviembre hay elecciones legislativas en USA, preludio de las presidenciales. Temibles, porque tal vez salgamos de Guatemala para caer en Guatepeor. El cuarteamiento político de la opinión norteamericana no dibuja precisamente un futuro mejor.
Entretanto el planeta languidece y los problemas ecológicos pasan a segundo plano. Mucho hablar del gas y el petróleo rusos, pero la crisis energética no ha hecho más que empezar.
Post Scriptum: el 28 de mayo se ha celebrado oficialmente en Huesca, con el Día de las Fuerzas Armadas, el 40 aniversario de la entrada de España en la Otan. Ante lo cual se me ocurren dos preguntas elementales: 1) ¿qué nos ha dado a nosotros la Otan?; 2) si no existiera la Otan, ¿habría guerra en Ucrania?
28 /
05 /
2022