La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Rafael Poch de Feliu
Putin cruza el Rubicón
No se puede ser antiimperialista y no sentir repugnancia ante lo que sucede. Pero, ¿qué sucede? Estamos ante un pulso entre imperios nucleares con Ucrania como víctima y objeto. Nuestra simpatía está con un pueblo agredido por un matón.
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Con su ataque a Ucrania, el presidente Putin ha cruzado el Rubicón de la violencia militar directa contra un Estado soberano. Se trata de la nefasta agresión de una potencia imperial contra un país mucho más débil y libre que Rusia. Nuestra simpatía está con el pueblo de la Ucrania agredida por un matón. No se puede ser antiimperialista y no sentir repugnancia ante lo que sucede. Pero ¿qué sucede y hasta donde llegará?
Lo que sucede es, precisamente, lo que se anunció: aquellas “medidas técnico-militares” con las que Moscú amenazó en diciembre para el caso de que Estados Unidos y la OTAN no respondieran a su exigencia de negociar un replanteamiento general de la seguridad europea y en especial el insensato y provocador cerco militar contra Rusia acometido desde los años noventa.
Putin ha dicho que “no vamos a invadir Ucrania” y que el objetivo de su “operación militar especial” es la “desmilitarización” y “desnazificación” de ese país.
Sobre lo primero, el ejército ruso ha atacado los puntos de mando militar ucranianos en Kíev y Jarkov, seis aeropuertos y otras infraestructuras militares repartidas por diversas áreas del país. Rusia está destruyendo con misiles recursos militares capaces de obstaculizar avances terrestres generales y de gran envergadura. “La población civil no está amenazada”, ha dicho el portavoz militar ruso, Konashenko, pero en el primer día del ataque ya hay decenas de víctimas. Respecto a lo segundo, el mensaje es meridiano: “desnazificación” significa un cambio de régimen en Kíev.
En una lectura superior, estamos ante un pulso entre imperios nucleares con Ucrania como víctima y objeto. Ese pulso ofrece vitaminas a una OTAN en crisis, consolidación y fortalecimiento al vector antirruso del nacionalismo ucraniano, y enormes riesgos para Rusia.
El objetivo de Rusia no es un enfrentamiento militar con occidente, sino la negociación contenida en los puntos del 17 de diciembre —neutralización de Ucrania y retirada de la OTAN de su entorno—, pero cualquier revés militar se volverá inmediatamente contra su régimen porque creará una gran reacción social en la propia Rusia.
Bombardear, invadir y cambiar regímenes es algo que en Occidente conocemos bien. Lo llevamos practicando 200 años. ¿Tiene Rusia capacidad y potencia para emular los desastres de sus adversarios en Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, etc.? Las breves guerras victoriosas se pueden escapar de las manos de quien las inicia, cobrar vida propia y salirse de los guiones previstos.
La brecha entre la población y el gobierno ruso es latente, grande y gris. Nadie puede pronosticar hoy cómo evolucionará. El cálculo del Kremlin de que el adversario euroatlántico no se atreverá a adoptar medidas militares y no irá más allá de las sanciones, es a la vez racional y de alto riesgo. Tras el ataque de ayer no hay vuelta atrás: o se gana o se pierde. De momento pierde Ucrania, pero ¿cómo encajará el principal matón de este mundo, responsable de más del 50% del gasto militar mundial, un revés en Europa? Si Estados Unidos y la OTAN pierden la cara en Ucrania, las señales para la correlación de fuerzas global y para la recomposición de las alianzas del mundo multipolar, serán inequívocas y nefastas para el hegemonismo.
El gran peligro de esta partida insensata es, obviamente, el de una gran guerra entre potencias nucleares, pero la hipótesis del desmoronamiento de Rusia forma parte de él.
[Fuente: Ctxt]
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2022