La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Carta de la Redacción
Nota: reproducimos aquí la carta de la redacción del último número impreso de la revista mientras tanto.
Lector, lectora:
Éste es el último número de mientras tanto en su edición impresa. Así se ha publicado desde diciembre de 1979 hasta diciembre de 2014: durante treinta y cinco años redactores y lectores hemos logrado sostener una publicación político-cultural independiente de toda institución: sólo con trabajo voluntario de sus redactores y colaboradores, con las aportaciones de lectores y suscriptores y con la ocasional generosidad de algunos amigos, que nos ayudaron a arrancar y convirtieron en hacederas iniciativas imposibles de financiar sin ellos.
Mientras tanto no desaparece: se ha desdoblado desde hace once años al crear una publicación digital mensual, gratuita, sostenida solamente por el trabajo y las aportaciones del colectivo editor.
La edición impresa se abandona ahora debido al contexto social y a ciertos cambios en los hábitos de lectura entre los jóvenes politizados, muchos de los cuales tienen dificultad, en este tiempo de crisis, para asumir el coste de una suscripción a una revista en papel y que, más en general, pertenecen a una generación que lee y se forma con textos publicados en formato digital. Esto es algo que el núcleo redactor de mientras tanto ha podido comprobar claramente en la última década. Y, sobre todo, somos conscientes de que el medio digital tiene una agilidad de la que hoy carece un medio impreso que sólo aparece unas pocas veces al año.
Creemos que en los treinta y cinco años de su recorrido la revista mientras tanto ha batallado por cumplir, con desigual fortuna, con los diversos aspectos de la tarea que se asignó a sí misma en la Carta de la Redacción de su primer número: trabajar por una humanidad justa en una Tierra habitable. Se trataba de renovar la tradicional alianza del movimiento obrero con la ciencia; de conseguir movimientos ecologistas con capacidad política; de procurar que los movimientos feministas se fundieran con las demás fuerzas emancipatorias; y que las organizaciones revolucionarias clásicas se depuraran a través de la autocrítica, de su deslumbramiento por los ricos. Esa tarea, de modo laberíntico e intrincado, y parcial, se ha realizado en nuestra publicación.
Mientras tanto nació en medio de una crisis económica importante y en un ambiente de cambio de chaquetas. El mundo de la izquierda culta, por decirlo así, no la acogió como a su predecesora Materiales. Hubo quien, en la propia izquierda verdadera, la consideró izquierdista y alarmista (Vázquez Montalbán ironizó sobre nuestra iniciativa en una novela; más tarde rectificó); era también el tiempo en que tantos intelectuales que habían sido de izquierdas se pasaban masivamente al PSOE, el partido que toda la socialdemocracia europea auparía al poder. Y empezaba la era de Reagan y Thatcher, la época en que se inició un reforzado ataque simultáneo sobre la URSS y sobre las conquistas seculares de las clases trabajadoras europeas que ha durado hasta hoy.
En este ambiente se desplegaron los colores de la revista, rojo, verde, violeta y finalmente blanco.
El feminismo encontró en los trabajos de Giulia Adinolfi, en los primeros números, la teorización de la diferencia, la consciencia de que la búsqueda de la igualdad política y social no podía arrojar por la borda los valores femeninos tradicionales, sino que se trataba, más bien, de feminizar el sujeto revolucionario, en feliz expresión de Manuel Sacristán. A pesar de desencuentros lamentables con un grupo feminista barcelonés, y también a pesar del hecho de que la redacción de mientras tanto ha sido muy mayoritariamente masculina, los desencuentros se superaron y los análisis y las tomas de posición antipatriarcalistas han sido constantes en la revista, que ha dedicado varios números monográficos al cometido que se expresa con el color violeta.
El ecologismo y el análisis ecológico, que expresa el color verde, ha sido una preocupación evidenciada en casi todos los números de mientras tanto. Creemos que en este orden de cosas mientras tanto ha contribuido a poner de manifiesto el desinterés de gobiernos y corporaciones por las cuestiones ecológicas en nuestro país, y a lo largo de los años se ha percibido socialmente un cierto cambio de tendencia. Por supuesto, han sido las movilizaciones y acciones de los activistas ecologistas los responsables de este cambio, aún insuficiente; pero el trabajo de investigación en este campo publicado por nuestra revista no ha dejado de hacerse sentir.
En verdad, la renovación de la alianza del movimiento obrero con la ciencia, esto es, el darse la mano las instituciones de este movimiento con la ciencia crítica de nuestro tiempo, que expresa la consciencia ecológica, no ha sido completa. Ciertamente, el sindicato CC.OO. ha mostrado cierta sensibilidad, y el principal de los partidos identificados con los trabajadores en España, Izquierda Unida, ha incluido en su definición simbólica los colores verde y violeta, que además del rojo son los colores iniciales de mientras tanto. Pero también es desdichadamente cierto que en caso de conflicto entre las necesidades del empleo y las ecológicas, los trabajadores aún suelen preferir sacrificar estas últimas, y no se ha conseguido evitar esta contraposición sistemáticamente en condiciones difíciles. De todos modos, preciso es decir que el empresariado, que es quien dispone de medios para reducir el impacto ecológico de su actividad, se ha caracterizado siempre por explotar los recursos naturales con tanto ahínco como a los trabajadores. Por otra parte en el número inaugural de Mientras tanto, que como es natural se ha definido siempre como revista roja, un importante artículo de Manuel Sacristán puso las bases esenciales para la renovación autocrítica del pensamiento de la tradición revolucionaria.
Sin embargo el significado de esa autocrítica, que hubiera desarrollado el comunismo democrático, ha tropezado con el derrumbamiento de la URSS en 1993 y la ofensiva cultural generalizada, caspitalista y neoliberal, contra todo lo rojo. El término ‘comunista’, gracias a esa ofensiva en materia de significados sociales, ofensiva que disponía de grandes medios de masas y audiovisuales, y de un buen adiestramiento en el período lleno de mentiras y verdades a medias de la guerra fría, ha sido tergiversado y vuelto casi irreconocible entre la población. Hasta el punto de que hoy muchas personas de las clases trabajadoras son comunistas democráticos sin saberlo. Mientras tanto ha estado atento a los movimientos alternativos y a los Foros sociales que, hasta el advenimiento de la crisis presente, fueron la expresión más clara del color rojo crítico y autocrítico de nuestra revista.
Si volvemos la mirada atrás, en seguida advertimos que mientras tanto ha sido una revista verdaderamente militante o si se prefiere activista. En los primeros tiempos ese activismo alternativo se manifestaba incluso en las prácticas del grupo redaccional, que rompía con la división del trabajo en intelectual y manual al dedicarse él mismo a las tareas materiales de administración, y las de ensobrar los ejemplares de los suscriptores, llevarlos a correos, e incluso a distribuir la revista en los principales kioskos barceloneses. Y el activismo hubo de hacer frente, en el plano social, a la historia que nos tocó vivir.
Desde la formación del primer gobierno del PSOE mientras tanto hubo de contraponerse al ingreso de España en la OTAN y a las políticas neoliberales que introdujo este partido; la revista se dedicó a apoyar y en cierto modo a impulsar un poderoso movimiento pacifista que se opuso al proyecto norteamericano de librar en Europa lo que sus estrategas llamaban una guerra de teatro, esto es, una guerra en el teatro de operaciones europeo, para la que fabricaron los medios bélicos adecuados, o sea, bombas atómicas «limpias» (pequeñas, que matarían a las personas pero no destruirían las instalaciones industriales) y proyectiles de alcance medio (los Cruise, y su contrapartida soviética, los SS-20). A uno y otro lado de Europa se levantaron movimientos contra este horror hoy prácticamente olvidado pero que durante los años ochenta del pasado siglo soliviantó a las buenas gentes. En mientras tanto fue publicado el panfleto de E. P. Thompson Protesta y sobrevive, que sirvió de inspiración a los activistas del oriente y del occidente europeos. Y con él, infinidad de artículos sobre el armamentismo y la amenaza de guerra.
Otro olvidado hoy, pero que sin duda los historiadores estudiarán algún día, fue el movimiento de objeción de conciencia al servicio militar en España, y de desobediencia civil, que dió lugar a los que fueron llamados objetores insumisos, que preferían la cárcel predispuesta para ellos a realizar las prestaciones obligatorias ideadas por el gobierno del PSOE para los objectores al servicio militar. Aquel gran movimiento triunfó en casi todas sus vertientes: los objetores insumisos o iban a la cárcel y en torno a ellos se manifestaba la solidaridad social, o no iban porque jueces y fiscales hallaban medios para librarles de la prisión; en cuanto a los objetores no insumisos, fueron tantos que muchos evitaron las prestaciones sustitutorias y otros las realizaron con tareas de gran valor para los ayuntamientos democráticos. El movimiento acabó en España con el ejército de leva, aunque no, ¡ay!, con el ejército profesional que el PSOE puso a disposición de la OTAN tras haber planteado un referéndum con los dados marcados para pseudolegitimar esta opción.
Desde mientras tanto se teorizó la desobediencia civil, la objeción, la insumisión, al tiempo que la mayoría de la redacción, que venía de diversas tradiciones políticas, adoptó también el cultivo del pacifismo, finalmente, con todas sus consecuencias. Ahora nadie quiere acordarse, entre la intelectualidad del régimen, de cuáles fueron sus tomas de posición ante el ingreso en la OTAN —mientras tanto en cambio se opuso a ello, p.ej. con la publicación especial de un número 25 y medio—, y, luego, con la desobediencia, la objeción y la reflexión nos opusimos a la participación en las sucesivas guerras de la OTAN: contra Iraq, contra Serbia, contra Afganistán, de nuevo contra Iraq… Sabíamos, sí, que quienes nos contraponíamos activamente a todo esto éramos muy débiles frente al despliegue de todo el aparato de dominación, pero no nos desnaturalizamos y mantuvimos nuestra voluntad de resistir y de no renunciar a una sociedad no desigualitaria, más justa, y de democracia verdadera. No por azar las primeras reflexiones críticas sobre la constitución de 1978 fueron publicadas en nuestra revista.
En estos treinta y cinco años hemos sufrido pérdidas notables: la primera, la de Giulia Adinolfi, inolvidable; más adelante, en 1985, la de Manuel Sacristán; y luego las de María Rosa Borràs y Paco Fernández Buey, así como las de colaboradores tan importantes y destacables como Octavi Pellissa, Neus Porta y Rosa Rossi. El mero listado de sus nombres nos indica la magnitud de estas pérdidas para la revista; tan grandes que parece un milagro que hayamos sabido sobrevivir. Más si se tiene en cuenta que a lo largo de los años algunas polémicas internas del consejo de redacción no han podido mantener duraderamente la unidad —en la diversidad— de éste, traduciéndose en abandonos de la redaccion por parte de personas muy valiosas a quienes tampoco podemos ni queremos olvidar.
Hemos de agradecer a nuestros lectores y sobre todo a nuestros suscriptores su fidelidad. No hemos tenido capacidad para mantener con estos últimos las reuniones anuales de suscriptores ni los círculos de discusión que caracterizaron la vida de los primeros años de la revista. Nuestra energía no daba para más, sobre todo si se tiene en cuenta que el trabajo intelectual de los redactores se doblaba con su acción activista; en algunos casos ese activismo arrastró fuera de la redacción a personas de talento.
En definitiva, con este número doble 122-123 cerramos una etapa de nuestra aportación a la política y la cultura de la izquierda de este país justamente cuando se inicia una etapa nueva. Previmos el cambio, y desde hace más de once años publicamos mensualmente lo que al principio era un modesto boletín digital con el que queríamos cubrir los huecos que dejaba la cada vez más modesta periodicidad de la revista. Hoy mientras tanto.e se ha convertido en una verdadera revista político-cultural mensual que aprovecha los instrumentos de la tecnología digital. Un crecimiento que no ha terminado y que aspiramos a mejorar substancialmente.
En lo sucesivo mientras tanto en edición digital estará presente en la nueva etapa que se abre de intervención popular en la política. En una etapa en la que es preciso derribar dogmas y construir nuevos significados sociales alternativos. Hay que crear otra vez trincheras móviles, pero sólidas, de defensa de la multitud. Los que aspiráis a un orden y un tiempo nuevos buscadnos en www.mientrastanto.org
Cordialmente,
La Redacción
25 /
5 /
2015