La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
La democracia económica. Una aproximación
Prólogo de Miquel Caminal, trad. de Mireia Bofill
Hacer Editorial,
Barcelona,
163 págs.
Joaquim Sempere
Robert Dahl, profesor emérito de la Universidad de Yale, es un eminente sociólogo político perteneciente a la izquierda «liberal» norteamericana. Es poco conocido en España. Junto con Charles Lindblom, introdujo la noción de poliarquía, que ayuda a revelar las carencias democráticas de las supuestas democracias en que vivimos. En esta breve obra, excelentemente traducida, Dahl polemiza con la idea que se remonta a Tocqueville- de que la igualdad acaba minando la libertad. Defiende que es la falta de igualdad la que pone en peligro la libertad y la democracia, y que sin democracia económica no puede haber auténtica democracia política. El eje del libro es un análisis de los derechos anejos a la propiedad. Examina las consecuencias de los derechos que la propiedad privada otorga a las minorías que controlan los recursos productivos, y a partir del análisis de numerosos casos reales, concluye que la propiedad cooperativa combinada con otras formas de propiedad, públicas y privadas, colectivas e individuales- es la más apta para edificar una sociedad de personas libres. Ofrece una perspectiva libre de prejuicios para abordar de manera novedosa y eficaz una crítica del capitalismo y una reinvención del socialismo.
3 /
2003