
Número 195 de noviembre de 2020
Notas del mes
Por José A. Estévez Araujo
La crisis laboral: Covid y estructura
Por Albert Recio Andreu
Entre la dignidad y la humillación
Por Antonio Madrid Pérez
Por Nedjma Benaziza
Frente a la precariedad de las trabajadoras del hogar y del cuidado... ¡Acción política!
Por Manuela Fernández Bocco
Monotonía... tras los cristales
Por José Manuel Barreal San Martín
Por Miguel Muñiz Gutiérrez
Por Albert Recio Andreu
Ensayo
Judith Butler y la pertenencia al feminismo
Antonio Antón
El extremista discreto
El Lobo Feroz
De otras fuentes
Juan-Ramón Capella
Sin novedad en el empleo de hogar
Isabel Otxoa
Antonio Turiel
Agustín Moreno
Moscú y Berlín envenenan sus relaciones
Rafael Poch de Feliu
Valentín Katasonov
¿Es posible un nuevo sindicalismo clasista?
Por Asbjørn Wahl
Rossana Rossanda: teoría marxista y comunismo radical en el largo otoño caliente
Hernán Ouviña
Entrevista a Adriana Salvatierra
La Biblioteca de Babel
La distancia del presente. Auge y crisis de la democracia española
Daniel Bernabé
...Y la lírica
Tres poemas con la ayuda de Google
Angélica Freitas
Documentos
Conocimientos, ignorancias y especulaciones. Cuatro documentos sobre el colapso ecosocial
Miguel Muñiz Gutiérrez
El agua: un negocio a prueba de burbujas
Martín Alonso Zarza
Ejército Zapatista de Liberación Nacional
Informaciones
Pasolini y la realidad de los desheredados (Galdós, 100 años después)
Señales de peligro
José A. Estévez Araujo
Es normal sentir miedo en el momento presente. Hay un peligro objetivo, estadísticamente medible, aunque no sabemos cómo se traduce la estadística en peligro personal para cada uno de nosotros. No sabemos qué riesgo estamos corriendo cuando vamos a visitar a un amigo o a dar una clase presencial. Sí sabemos que es peligroso reunirse con muchas personas en un lugar cerrado. De ahí parece que provienen la mayoría de los contagios.
Yo no siento mucho miedo. Quizá por esa falta de conciencia de cuál es el riesgo que realmente asumo. Incluso fui a dar clase frente a 40 estudiantes de primer curso que tienen la edad de los mayores transmisores, mientras que yo tengo la edad de quienes corren mayor peligro. Probablemente fue una imprudencia por mi parte.
Pero hay otras cosas que sí me dan miedo. Por ejemplo, Vox. Creo que representa un peligro que ha sido relativamente infravalorado hasta ahora y quizá lo sea más tras la moción de censura. Las cosas que dice Abascal me dan miedo. Remueven algunos recuerdos personales de experiencias vividas y muchos otros de cosas leídas y de películas y documentales vistos. Me producen el mismo efecto que una amenaza de agresión física.
Lo veo como una agresión porque es un modo de utilizar el lenguaje con violencia. No es lo mismo decir que vas a matar a alguien que hacerlo, desde luego. Pero la distancia entre lo que se dice y lo que se hace no es tan grande como se cree. En primer lugar, porque quien usa el lenguaje está haciendo algo: informar, expresar un sentimiento, ordenar, perdonar… Y lo hace en cualquier acto de habla, no sólo cuando usa el lenguaje performativamente. Yo siento el uso del lenguaje que hace Abascal como un acto violento por diversos motivos. En primer lugar, porque miente sistemáticamente como se demostró en su intervención ante el parlamento. Quiere crear falsas verdades como hicieron los militares alemanes cuando se negaron a admitir que hubiesen perdido la Gran Guerra. No fueron ellos quienes la perdieron, sino que los traidores socialdemócratas llegaron a un acuerdo de alto el fuego a sus espaldas cometiendo, así, un delito de alta traición. Para Abascal, Sánchez cometió el mayor fraude electoral de la historia, porque pactó con Podemos cuando había dicho que no lo haría. Eso es radicalmente falso. Ciertamente, no tiene la envergadura que la mentira sobre la guerra. Pero Abascal demuestra estar dispuesto a mentir para reivindicar las bondades del franquismo y reescribir la historia.
Además de la mentira sistemática, Abascal utiliza la manipulación emocional constantemente. Usa términos que corresponden a conceptos vacíos, pero que tienen una gran resonancia emocional como "patria" o "traición". Son palabras muy despectivas o con mucho brillo según esté hablando de él y los suyos (los verdaderos patriotas) o de los enemigos (traidores a la patria). Como botón de muestra, una frase que dijo al presentar la moción de censura:
"(…) en todas partes de Europa y en muchos lugares del mundo occidental están creciendo fuerzas y movimientos patrióticos que no se van a quedar de brazos cruzados, mientras unas oligarquías degeneradas convierten naciones enteras en estercoleros multiculturales".
Es lógico que con los discursos políticos se pretenda movilizar emociones. Todos los políticos lo hacen: sea provocando pasiones frías, como el miedo, o pasiones cálidas como la alegría. El problema es que Abascal sólo hace eso: mentir y manipular las emociones. No informa de nada relevante, no hace ninguna propuesta concreta. Todo se reduce a grandes palabras e insultos. Y cuando un político usa el lenguaje de este modo, uno se da cuenta de que está ante una persona que no atenderá nunca a razones y que no dudará en utilizar los medios más atroces para conseguir sus objetivos. Alguien absolutamente desleal del que uno no puede fiarse. Y eso es lo que da miedo. Si eso es lo que hace con el lenguaje ¿qué podría llegar a hacer con el poder del estado? No es difícil pensar que pasará de la palabra a los hechos, porque sus palabras son actos de violencia y sólo actos de violencia. Recuerdo, a este respecto, la impresión que me produjo leer que Salvini se negaba a que desembarcasen los náufragos recogidos por Open Arms. Ahí me di cuenta cómo se pasaba de las palabras a los hechos. No sólo se incitaba al odio contra los inmigrantes, sino que se les asesinaba usando el poder del estado.
Yo no sufrí especialmente la represión franquista. No fui a la cárcel ni fui torturado. Pero tuve que saltar un día por la ventana de la clase porque los guerrilleros de Cristo Rey entraron en el aula con bates de beisbol. También corrí algunas veces delante de la policía en aquel curso que empezó con la muerte de Franco. Pero ninguna de esas experiencias fue traumática. Lo que sí me generó un miedo indecible a la tortura fueron las informaciones, documentales y películas sobre las dictaduras latinoamericanas, especialmente la argentina y la chilena. Eso de que pudieran venir a tu casa por la noche y secuestrarte para torturarte en un lugar desconocido: arrancarte las uñas, aplicarte electrodos, golpearte…Y luego dejarte solo con el terror de saber que todo volvería a empezar. Me puse a buscar cómo conseguir una cápsula de cianuro para poder suicidarme si alguien llamaba a la puerta a las cinco de la mañana y no era el lechero.
Luego estaban las terribles historias de Colombia, país que he visitado asiduamente desde finales de los noventa. No he sido víctima de ninguna agresión, pero sí me han cacheado los policías varias veces. Lo que me aterraba eran las matanzas de los paramilitares y los secuestros que perpetraban las guerrillas. Las atrocidades que uno leía o veía por la tele me trasladaban a aquellas películas de cine que vi de pequeño en la que los bárbaros entraban en una aldea y decapitaban, cortaban manos y quemaban casas.
Todos esos recuerdos, no de cosas vividas, sino de cosas aprendidas se remueven cuando oigo hablar (en realidad leo lo que dice) Abascal. Y por eso me da miedo él. Vox y el hecho de que tanta gente les vote.
El hecho de que considere que el uso del lenguaje que hace gente como Abascal sea una forma de violencia no significa que esté abogando por combatirlo mediante el código penal. Los delitos llamados "de odio" y, sobre todo, los de incitación al odio han mostrado claramente que tienen un efecto boomerang por muy buenas que fueran las intenciones de quienes propusieron penalizar esos comportamientos. La incitación al odio está definida de manera muy vaga en el código penal y, además, se admiten un gran número de mediaciones o, si se quiere, una cadena causal demasiado larga para determinar si las consecuencias (que, además, no tienen por qué producirse, sino que basta con que se pueda imaginar que se podrían producir) son responsabilidad del que "incita" al odio por medio de lo que dice. Obviamente, quienes van a interpretar esas vaguedades son los fiscales y los jueces y basta con que a un fiscal se le meta en la cabeza que un rapero o un grupo de actores están "incitando" al odio para que le haga la vida imposible, e incluso pueda encontrar un juez que lo condene.
El uso que se ha hecho de esas nuevas tipificaciones contenidas en el código ha sido muy sesgado y, por tanto, no debemos admitir que expresar una opinión sea un delito (especialmente por la cuenta que nos trae a quienes no comulgamos con el discurso mainstream). Para evaluar esas y otras medidas represivas lo mejor es recurrir a la reductio ad hitlerum (o ad abascalum) e imaginar qué podría hacer el dirigente de Vox si estuviera en su mano utilizarlas. Es lo que se hizo en Francia para oponerse a los poderes excepcionales que se concedieron a la policía mediante la ley antiterrorista aprobada en 2017. Los críticos llevaron a cabo una reductio ad lepenum y obligaron a plantearse qué es lo que podía hacer el Frente Nacional si estaba en sus manos el poder de espiar indiscriminadamente a los franceses.
Para combatir a Vox, habría que utilizar un mecanismo que ha demostrado ser eficaz durante milenios: la exclusión del grupo, el ostracismo, el silencio. No parece tener demasiada eficacia que los medios de comunicación se dediquen a reproducir el vocerío de Abascal y sus acólitos para poner de manifiesto lo brutos que son. Siempre es bueno que hablen de uno, aunque sea mal. Peor es que te ignoren (aunque esto no sería aplicable a los acosos que sufren muchas personas a través de las redes sociales: probablemente ellas preferirían el silencio). En vez de hacerse eco y amplificar el volumen del vocerío, sería mejor ignorarlo. No sé si eso es inviable desde el punto de vista del negocio periodístico, pero sí ha habido cosas sobre las que los medios acordaron no hablar en el pasado.
También habría que excluirle de los puestos de mando en las instituciones trazando un cordón sanitario como hicieron los franceses en su día con el partido de Le Pen. Claro que es más fácil hacerlo desde el principio que intentar instaurarlo después. Vox es una escisión del Partido Popular y muchos de sus dirigentes ocuparon cargos con el PP y fueron enchufados en sus administraciones. Aquí no existe una memoria compartida de la resistencia contra los nazis y contra el gobierno de Petain que permita la exclusión de un partido neofascista como el Frente Nacional de Jean Marie Le Pen. Los partidos del establishment francés están obligados a ceñirse a la narrativa antinazi y no pueden mezclarse con una formación que en su genealogía se vincula con quienes colaboraron con el gobierno de Vichy (el cordón sanitario ha sido un éxito, pues ha excluido al ahora llamado "Agrupamiento Nacional" de los puestos de mando en las instituciones, pero también ha resultado insuficiente, porque el partido no ha parado de crecer).
No estoy nada seguro que lo que dijo Casado y el voto del PP en la moción de censura signifiquen que se ha trazado un cordón sanitario para evitar contactos con la extrema derecha. Los pactos de gobierno siguen ahí, la presidenta de la Comunidad de Madrid sigue considerando a Vox como un aliado y la tal Cayetana se lamentó de que se habían roto los lazos emocionales con los compañeros de Vox. Veremos qué efecto tiene el discurso del presidente del PP a medio plazo y hacia donde evoluciona este zigzagueante líder. Y es que, como alguien ha dicho: uno de Vox es alguien del PP después del cuarto cubata. Y en algunos casos ni siquiera necesitan ingerir alcohol: basta que estén en un ambiente "de confianza".
Los votantes de Vox no me dan tanto miedo, porque pienso que, de alguna forma, ese partido está dando voz a personas con necesidades insatisfechas. Habría que ver cuáles son y no descartar a todos esos votantes como "fachas" o "racistas", aunque algunos añoren el franquismo y otros sientan odio hacia los inmigrantes. Vox metaboliza un conjunto de problemas realmente existentes y dignos de la mayor atención, pero lo hace desde el populismo nacionalista y ofreciendo salidas irreales y, a la vez, violentas.
Los grandes desplazamientos de personas que ha traído consigo el mundo de la globalización, desde migrantes a refugiados de todo tipo a los que se suman ahora los desplazados por el cambio climático, plantean una serie de problemas muy delicados. En el presente actual no se pueden romper las fronteras para que las personas que quieran se instalen en nuestro país. Hemos visto lo que pasó en Alemania cuando abrió la puerta a los refugiados sirios y lo que ha sucedido en Gran Bretaña como consecuencia del derecho de libre circulación en la Unión Europea. Lo que hay que hacer es depurar responsabilidades. Si la gente se ve obligada a emigrar de un país que en el pasado fue una colonia, habría que ver cuál es la responsabilidad, histórica y presente, de la metrópoli. En qué medida tiene la culpa de que los habitantes de su antigua colonia no puedan sobrevivir en su propio país. Si hay una responsabilidad compartida, también deben darse soluciones conjuntas. No se puede seguir admitiendo que la facultad de decidir quién entra y quien no siga siendo un componente inapelable de la soberanía de los estados. Las decisiones deben adoptarse a nivel bilateral o multilateral y el objetivo tiene que ser instaurar efectivamente el derecho a no (tener que) emigrar.
En el caso de Gran Bretaña se tacha de racistas y xenófobos a quienes votaron a favor del Brexit por el rechazo a los inmigrantes polacos. Pero antes de hacer ningún tipo de juicio de valor habría que ver si Gran Bretaña ha contribuido, de algún modo, a que los polacos tuviesen que emigrar o si, por el contrario, hay que exigir responsabilidades al gobierno de Polonia que, con sus políticas económicas, mandó a tres millones de personas a buscar trabajo en otro país. La Unión Europea es muy estricta con los déficits fiscales. Pero no parece darse cuenta del efecto desestabilizador que la política polaca ha tenido en Europa.
Que llegue a tu país una oleada de cientos de miles de emigrantes polacos es una experiencia traumática, especialmente en momentos de crisis. Obviamente hay datos que ponen de manifiesto que los inmigrantes dan más de lo que reciben. El valor de los impuestos que pagan y de la riqueza que generan es superior al coste de los beneficios sociales que perciben. Los contrarios al Brexit difundieron las cifras, pero muchos ciudadanos británicos parecieron ser impermeables a ese argumento. Y es comprensible: a quienes se encontraban en las salas de espera de los abarrotados servicios de salud pública era a los polacos, especialmente en las zonas más humildes. Con quienes tenían que competir para lograr determinadas prestaciones era… con los polacos. Un londinense de clase media podría no entrar en conflicto nunca con un inmigrante. Pero otra cosa muy distinta era ser un británico pobre en una ciudad en decadencia como consecuencia de la desindustrialización. Tras años de intensos recortes presupuestarios en materia social ciertamente los servicios de salud británicos, otrora la joya de la corona, eran precarios. Y resultaba fácil hacer creer a las personas que sufrían esa precariedad, que la culpa era de los extranjeros que habían saturado el sistema de salud (y no de una política de "austeridad según para qué").
En cualquier caso, si sólo hacen falta unos tragos para que alguien del PP revele su machismo, homofobia, racismo y autoritarismo, la situación es muy preocupante. Vox está diciendo lo que muchos españoles piensan. Les está dando confianza para saltarse lo políticamente correcto y manifestar lo que realmente sienten. Vox les da Voz (quizá el nombre del partido venga de ahí). Les permite ver que se pueden decir en público ciertas cosas y que no pasa nada. Se dan cuenta de que no están solos y de que otros, que ocupan lugares públicos y que reciben muchos votos, piensan igual que ellos y eso les envalentona.
28/10/2020
La crisis laboral: Covid y estructura
Cuaderno de augurios: 14
Albert Recio Andreu
I
La economía española vive instalada en una historia de grandes altibajos cíclicos. Crece más que ninguna otra en Europa en las fases de expansión y se desploma en las recesiones. Por hacer un símil deportivo, se parece a ciclistas míticos como Bahamontes, capaz de dejar a todo el pelotón descolgado en una subida y perderlo todo en la bajada o en el llano. Cuando esta historia se repite, lo más sensato es pensar que subyace algún elemento estructural explicativo.
Hace tiempo que los economistas neoclásicos del país, siempre tan dogmáticos y clasistas, insisten en que la causa es la regulación laboral, la existencia de un mercado dual con unos empleos fijos muy protegidos y otros temporales fáciles de crear y de destruir. A este análisis simplista le correspondería una solución igual de sencilla: el contrato único de empleo, con todos los trabajadores fijos pero con un despido fácil y barato (pues ya se sabe que si queremos una economía flexible no hay que ponerles muchas trabas a los empresarios). La movilidad laboral entre sectores es esencial para la dinámica económica, y si la gente está muy protegida se apalanca en empleos innecesarios. Todo este análisis es más que discutible. Llevamos incontables reformas laborales en las que se han debilitado los mecanismos de protección al empleo (el despido de los empleados fijos es ahora más fácil y barato), y la mayoría de los contratos temporales incluyen una modesta indemnización. O sea que nos hemos acercado al modelo de contrato único, pero las cosas no han cambiado. Todo parece indicar que las explicaciones hay que buscarlas en otros elementos estructurales, sobre todo teniendo en cuenta que el empleo es siempre el resultado de las decisiones de los empresarios, algo que Keynes y sus seguidores ya explicaron hace muchos años (por no citar corrientes de pensamiento más radicales).
Puestos a buscar candidatos, parece más lógico empezar por analizar la actividad económica del país, su estructura sectorial y su especialización productiva. Esta, al fin y al cabo, es el resultado de una serie de elementos que tienen un carácter estructural: las condiciones naturales, el nivel de desarrollo tecnológico, la estructura de las empresas, el modelo de financiación, las políticas públicas, los condicionantes externos. Es algo que se puso de manifiesto, hace ya décadas, al analizar las economías de los países más pobres, con su historia colonial, sus élites depredadoras, su habitual especialización en materias primas sujetas a grandes vaivenes de precios y su dependencia tecnológica. La economía española es mucho más compleja, pero padece también de problemas de especialización.
Esto resultó evidente en la crisis de 2008. En aquel momento el elemento principal fue el boom de la construcción, alimentado a la vez por una enorme burbuja especulativa en el mercado residencial y por una política económica dominada por la obra pública. La construcción es siempre un sector espasmódico, y la caída fue inevitable cuando se puso de relieve la existencia de un enorme stock de viviendas invendibles (especialmente de promociones de vivienda turística) y los problemas fiscales del Estado pusieron fin a las grandes obras públicas. Al analizar la evolución de la economía española, es bastante evidente que los avatares de la construcción tuvieron un peso importante y creciente en las fluctuaciones del empleo hasta 2010.
La construcción había alcanzado un peso tan importante por una suma de elementos concomitantes que tenían que ver con el proceso de apertura e internacionalización de la economía española a partir de 1975. Es una historia que no puede explicarse sólo por las presiones de la competencia exterior y de Bruselas. Tenía también que ver con decisiones estratégicas de las élites económicas —empezando por la banca— y políticas, y con las oportunidades que ofrecía la nueva situación; una situación marcada, además, por el triunfo de las ideas neoliberales, que se tradujo, entre otras cosas, en la renuncia a la intervención pública sectorial, en la privatización de empresas públicas, en el énfasis en el papel subsidiario del Estado con respecto al capital y en un enfoque fiscal favorable a los ricos. El resultado de todo ello fue el abandono de buena parte de las políticas industriales, sustituidas por medidas de atracción de la inversión foránea y la búsqueda de alternativas de alta rentabilidad, que acabaron por ser encontradas en la banca, la internacionalización de las grandes empresas y el binomio construcción-turismo; un binomio que por su magnitud permitía el juego de mucha gente, que favorecía tanto a la banca como a mucho empresario mediano y grande, hasta que el modelo se desplomó por méritos propios, por la crisis financiera y el alto endeudamiento de la banca local y por los enormes desequilibrios de la balanza de pagos, que facilitaron la adopción de las políticas de ajuste que todos conocemos.
En la crisis de 2010 resultó patente que la enorme especialización en la construcción era un factor esencial para explicar la singularidad de la crisis española, y que el país necesitaba urgentemente un cambio de especialización. Sin embargo, a menudo lo que parece más racional no es siempre lo que acaba haciéndose, pues de por medio están las decisiones de los grandes agentes, con sus intereses y sus ideologías, están las inercias heredadas del pasado y están, también, las dificultades reales que todo cambio de opción implica. Hay que tener en cuenta que para el núcleo central del gran capital español, esto que ahora se confunde con el Ibex 35, la economía española juega un papel relativamente menor: el 64,6% de las ventas de las empresas del Ibex 35 en el primer semestre de 2020 se han hecho en otros países. Solo para algunas empresas con participación pública (Aena, Enagás, Red Eléctrica), algún banco (La Caixa, Bankinter) y unas pocas más (la inmobiliaria Merlin Properties y la eléctrica Endesa, filial de la italiana Enel) España sigue siendo la parte sustancial de sus negocios. Hay que tener también en cuenta que los años de recuperación económica han sido pilotados por el PP y que en las grandes instituciones económicas predominan las diferentes versiones neoliberales (incluida buena parte de los cuadros del PSOE).
No hay nada que ayude tanto a no cambiar como contar con una alternativa más simple, y esta coyuntura ha sido posible, sobre todo, porque en la última fase de crecimiento se han dado diversas circunstancias favorables: un bajo precio del petróleo, que aligera la factura exterior, crédito barato y, sobre todo, un éxito espectacular de la orientación del país hacia el turismo, que ha aportado divisas, actividad y empleo... hasta que la Covid ha puesto al descubierto su fragilidad, pues si a algo afecta el virus es a la movilidad. Más o menos lo mismo que le ocurre a una economía agraria especializada en un cultivo afectado por una plaga específica (como le ocurrió a la economía de la vid con el mildiu).
II
Es fácil percibir la importancia de la cuestión cuando se analiza la estructura del empleo en España respecto a otros países. Por motivos de simplicidad, en la tabla 1 muestro la estructura del empleo en España y en la Unión Europea en 2019. El dato de la UE no corresponde a ningún país real, es simplemente el resultado de combinar las diferentes economías nacionales teniendo en cuenta el peso de cada una. Como la economía española es relativamente grande, influye más en la media que naciones más pequeñas, y aun así las diferencias son significativas y elocuentes (y en muchos casos se mantienen a lo largo del tiempo).
Tabla 1. Estructura sectorial del empleo (2019) | |||
UE 28 | España | ||
Agricultura y pesca | 2,3 | 4,0 | |
Minería | 0,2 | 0,2 | |
Industria manufacturera | 14 | 12,7 | |
Energía | 0,6 | 0,5 | |
Agua y saneamiento | 0,7 | 0,7 | |
Construcción | 6,5 | 6,5 | |
Comercio | 13,5 | 15,5 | |
Transporte | 5 | 5,2 | |
Hostelería | 6,2 | 8,7 | |
Inform. comunicación | 3,4 | 3,1 | |
Finanzas y seguros | 3 | 2,2 | |
Inmobiliaria | 0,8 | 0,8 | |
Profesionales y técnicas | 6,3 | 5,1 | |
Administrativa, auxiliar | 4,6 | 5,2 | |
Administración pública | 6,9 | 6,8 | |
Educación | 7,9 | 6,9 | |
Sanidad, servicios sociales | 12,7 | 8,5 | |
Artísticas y recreativas | 1,8 | 2,0 | |
Otros servicios | 2,6 | 2,4 | |
Servicio doméstico | 1,1 | 3,0 | |
Extraterritoriales | 0,1 | 0,0 | |
Total | 100 | 100 |
Fuente: Eurostat, elaboración propia
Hay dos rasgos que conviene destacar. En primer lugar, la economía española muestra una clara especialización ocupacional en agricultura, comercio, hostelería, servicios administrativos y auxiliares (incluidos los servicios de vigilancia, limpieza, etc.) y servicio doméstico. Son sectores en los que sabemos que predomina la precariedad (cuando no la informalidad y el abuso) y que explican también la fragilidad del proceso. Si analizamos lo ocurrido en los últimos años, es fácil detectar que el núcleo del crecimiento, los sectores con un mayor nivel de crecimiento, ha pivotado en torno al turismo: la hostelería y las actividades recreativas han crecido por encima del 25% en el período de crecimiento, y, en la fase final, a ellas se han unido la construcción y las inmobiliarias, que se empezaban a recuperar tras la debacle de 2008. En el otro extremo, la economía española tiene un menor peso relativo en industria manufacturera, actividades profesionales y técnicas, finanzas, educación y, sobre todo, sanidad y servicios asistenciales. Quizás aquí esté una de las claves de por qué también estamos a la cola en la respuesta a la crisis sanitaria.
Si en lugar de compararnos con el conjunto de la UE lo hacemos con los otros grandes países —Alemania, Francia, Italia—, el resultado es también elocuente. Alemania e Italia tienen una especialización industrial muy superior a la española (19,2 y 18,7%, respectivamente), y Francia posee menos industria pero mucho más sector público y tecnológico. En cualquier caso, en ninguno de estos países es tan grande como en el nuestro el peso de la especialización en sectores inestables y de empleo precario.
III
La última Encuesta de Población Activa refuerza la importancia de estos indicios y permite también analizar otras cuestiones relevantes. Para entender la situación, he comparado los resultados de la encuesta del tercer trimestre de 2020 con los de la del año anterior. Como históricamente la actividad presenta una elevada estacionalidad, siempre es aconsejable comparar las situaciones parecidas.
Aunque las cifras son muy malas, la reducción de la ocupación de un año para otro ha sido de 697.400 personas, un 3,5%, una caída realmente moderada habida cuenta de que la de la actividad rondará el 10%. El paro ha crecido en 508.000 personas, un 15%, una cifra modesta dada la situación. Los milagros no existen. Como es sabido, hay dos fenómenos que contribuyen a moderar las cifras. Por una parte, la aplicación de los ERTE, que permiten no sólo que los trabajadores sigan percibiendo ingresos al tiempo que mantienen sus derechos sobre una eventual prestación por desempleo, sino que además los cuenta como ocupados aunque estén en sus casas; es una buena forma de entender la diferencia entre trabajo y empleo. Por otra, la salida del mercado laboral de 189.000 personas, que en lugar de computarse como desempleadas se cuentan como inactivas.
Cabe llegar a una conclusión bastante clara: las medidas protectoras del Gobierno han conseguido paliar una debacle del empleo y proteger a quien ya lo tenía, pero son insuficientes para proteger a la enorme cantidad de población que todos los años se movilizaba en época turística; una población desprotegida que habitualmente ocupa los puestos más bajos de la jerarquía laboral y que ahora engrosa una brutal masa de pobres, desempleados y superprecarios.
Volviendo al hilo argumental anterior, la estructura productiva cuenta. Más de la mitad de los empleos perdidos lo han sido en hostelería (355.000), a lo que debería sumarse parte de la destrucción de empleo en sectores relacionados con la actividad turística, como las actividades recreativas (39.000), el transporte (47.000), las auxiliares (59.000) y el comercio (20.000), sin contar el impacto indirecto sobre otras actividades que suministran bienes y servicios al sector.
Si se quiere entender la enorme volubilidad de la economía española, hay que empezar por los problemas de un modelo de especialización que es el resultado de un largo proceso en el que las élites económicas han desempeñado un papel predominante, en el que mucha gente se ha enriquecido a costa de generar situaciones de una enorme vulnerabilidad colectiva y en el que las debilidades del sector público salen a la luz en toda su crudeza en los momentos en que más falta hace. Y ello por no mencionar otras cuestiones, como los elevados costes ecológicos y las enormes desigualdades que son la otra cara de este modelo.
Es obvio que es necesario un cambio en la estructura económica del empleo, y que este debe orientarse hacia una mayor diversificación, una mayor sostenibilidad ambiental y un reforzamiento del sector público, también lo es. Pero la travesía entraña grandes dificultades y exige una visión a largo plazo que demanda también organizaciones políticas y movimientos sociales construidos de manera diferente. No podemos esperar que la respuesta provenga de los que se han beneficiado del desarrollo pasado ni que existan autopistas de oro fáciles de transitar. Los cambios sólo pueden venir si se forja una alianza social fuerte y con planes bien pensados de transformación social y económica.
30/10/2020
Entre la dignidad y la humillación
Antonio Madrid Pérez
María se está quedando sorda. Se apaña como puede con su escasa pensión y con las ayudas que recibe de los servicios sociales. Le hace falta un audífono, pero comenta que son muy caros. Con lo que tiene de pensión no le llega. Hay que comer y pagar los préstamos que ha pedido para ir trampeando. No sabe si pedir ayuda a los servicios sociales para comprar el audífono. Comenta: “ya me ayudan mucho”. No acaba de atreverse. Con la trabajadora social que había antes tenía más confianza, pero con las nuevas no sabe. Eso de pedir ayuda da mucho apuro.
Marta vive al día. Tanto ella como su pareja trabajan en lo que va saliendo. Tienen dos hijas. Siempre en la cuerda floja. Los servicios sociales le dieron una tarjeta monedero que le cargan cada mes desde el ayuntamiento. Es una ayuda para la compra de comida. Hace unas semanas ha pedido ayuda para comprar gasoil. Sin gasoil no hay agua caliente y no habrá calefacción este invierno. Ha pedido la ayuda a servicios sociales. Le han hecho preguntas porque no ven necesaria la compra del gasoil. Marta se ha sentido ofendida: “parece que desconfían de mí, sólo pido ayuda para lo básico”.
Para una parte de la población, estas vivencias se repiten continuamente. Son personas, la mayoría mujeres, que solicitan ayudas para tirar adelante. Se trata de personas silenciosas y silenciadas. Acuden a los servicios sociales gestionados desde las administraciones públicas, pero también a instituciones humanitarias como la Cruz Roja, u organizaciones eclesiásticas como Cáritas y cientos de entidades sociales.
Las previsiones son que, si se alarga la crisis económica incrementada por la pandemia, crecerá progresivamente el número de personas que va a necesitar ayuda. La construcción y defensa de la dimensión social del Estado ha estado caracterizada por una estructura de derechos que se ha visto debilitada en las últimas décadas. El modelo basado en derechos se separó de las ayudas cuya concesión se basaba en los criterios morales y políticos de la beneficencia. Tener derecho a una prestación o a un servicio supone, entre otras cosas, que la persona solicita y recibe lo que le corresponde por ley. La persona podía decir, y en parte todavía puede decir: solicito aquello a lo que tengo derecho.
A finales de mayo de 2020 se aprobó el ingreso mínimo vital. Ha quedado configurado como un derecho de la persona que es definido como: “una prestación dirigida a prevenir el riesgo de pobreza y exclusión social de las personas que vivan solas o integradas en una unidad de convivencia, cuando se encuentren en una situación de vulnerabilidad por carecer de recursos económicos suficientes para la cobertura de sus necesidades básicas” (art. 1).
Se recomienda la lectura del preámbulo de la norma por la que se crea el ingreso vital, ya que compendia buenas razones a favor de la defensa de la necesidad de configurar como derecho la percepción de unos ingresos mínimos que permitan una vida digna. Entre estas buenas razones, algunas se centran en la dignidad de la persona que ve cómo pierde o hace tiempo que perdió sus medios de vida. Y otras buenas razones se centran en el interés colectivo. Por ejemplo, las desigualdades sociales y económicas, pasado un límite, generan infelicidad personal y colectiva (vid. Wilkinson y Pickett, Desigualdad: Un análisis de la (in)felicidad colectiva, Turner, 2009).
La creación del derecho a un ingreso mínimo vital es altamente positiva para muchas personas. Los últimos datos dicen que alrededor de 1 millón de personas ha solicitado el ingreso. El retraso en la tramitación de los expedientes, sumado a que una parte de los solicitantes no reúne los requisitos exigidos, hace que, pese a las agilizaciones de tramitación introducidas, las prestaciones de ingreso mínimo vital estén llegando con retraso. La importancia de un retraso no recae en el lapso de tiempo transcurrido, sino en la situación en la que se halla la persona que necesita la prestación. Una cosa es el retraso en la llegada de un libro, o de un autobús, y otra muy distinta es el retraso de una prestación económica de la que depende la atención de necesidades básicas.
Las personas que se ven forzadas a tramitar ayudas (a echar los papeles) quedan inmersas en un circuito que funciona con una lógica propia. En ocasiones, si la persona tramita directamente la prestación, la primera dificultad está en entender qué se le pide: qué documentos ha de presentar, cómo los tienes que presentar, qué formulario es el correcto, con qué aplicación informática hay que congraciarse… Este primer paso se va a poder finalizar con éxito siempre que la persona cumpla dos requisitos: entender la farragosa terminología administrativa y, en segundo lugar, saber utilizar con cierta solvencia el ordenador y algunos programas informáticos. Ya sea mediante teléfono móvil u ordenador, las personas se ven tendencialmente excluidas si no están familiarizadas con el uso administrativo de estos dispositivos. Para percibir esta dificultad en la tramitación de solicitudes por vía telemática, se puede hacer un experimento: solicite una prestación para ver con qué tipo de obstáculos se encuentra. Con frecuencia, tanto la normativa, como los procedimientos administrativos diseñados, se ajustan antes a una lógica interna de la administración que a lo que necesitan las personas que se hallan en situación de necesidad.
En otras ocasiones, que son muchas, personas como María o Marta solicitan hora y hablan con empleados públicos (administrativos/as y trabajadoras sociales principalmente que con frecuencia se ven desbordadas) que les asesoran y gestionan en todo o en parte sus solicitudes. Tanto por la vía telemática, como cuando las personas son atendidas personalmente, una parte de la vida de estas personas que solicitan prestaciones y/o ayudas queda en manos ajenas. La posibilidad de atender determinadas necesidades básicas (alimentos, pago de suministros, transporte, ayudas al alquiler, ropa, ERTEs, ayudas vinculadas a la dependencia, atención domiciliaria…) va a depender de la gestión que se haga de su caso.
Richard Sennet resumió lo que podía suponer esta experiencia con estas palabras: “En el sistema de protección social, la gente toma plena conciencia de la ardua cuestión de la igualdad cuanto tiene la experiencia de que sus derechos a la atención de otros residen exclusivamente en sus problemas, en la realidad de su desvalimiento. Para ganar respeto, no hay que ser débil, no hay que padecer necesidad” (El respeto. Sobre la dignidad del hombre en un mundo de desigualdad, Anagrama, 2003, p. 13).
Para la parte de la población que no tiene más remedio que solicitar prestaciones y ayudas sociales, el gobierno real lo ejercen los y las empleados/as públicos/as que gestionan sus solicitudes. Lo más cercano, lo más inmediato humano son estas personas. Marta o María es posible que nunca conozcan en persona a un alto cargo de la administración, ni mucho a un miembro del Gobierno o del Parlamento, ya sea estatal o autonómico.
Uno de los ejercicios de poder más directo que pueden percibir, para bien y para mal, es la interacción con las personas y con los sistemas anonimizados que toman decisiones que les afectan íntimamente. Y ante los cuales, como anotaba Sennet en el libro citado, las personas se sienten en ocasiones tratadas como si no fueran auténticos seres humanos. O, podemos añadir, como si tuvieran que pedir perdón por algo.
La desigualdad, así como las estructuras sociales y administrativas que genera, dificulta uno de los requisitos básicos de la cohesión social: la posibilidad de reciprocidad, de reconocimiento y de colaboración entre las personas. Si antes de la pandemia, la lucha contra los factores que generan desigualdad ya era importante, la situación de pandemia ha incrementado la urgencia de esta lucha.
29/10/2020
Notas sobre el Hirak argelino
Nedjma Benaziza
El rechazo al poder actual en Argelia parece alcanzar niveles sin precedentes; la referencia continua a la palabra revolución, una revolución para cambiarlo todo, ha madurado al hilo de las manifestaciones, y esto a pesar de la desafección hacia la vida política mantenida por el régimen. Esta paradoja de la irrupción de las masas en la escena política merece que nos detengamos en ella para comprender la mutación que experimenta la relación con lo político entre las generaciones jóvenes en Argelia, en el marco del movimiento actual.
Los partidos políticos en Argelia, en particular los que se dice que son de la oposición, atraviesan una profunda crisis: crisis de modelo, profesionalización de la política y separación de las clases populares, crisis ideológica y, por fin, desfase total con respecto a las nuevas formas de compromiso de la juventud e implicación de algunos con el sistema, lo que los ha desacreditado por completo a ojos de los/as argelinos/as. A pesar de la urgente necesidad de una organización del movimiento popular actual, los partidos de la oposición no han demostrado aún su capacidad para acompañarlo. Parece que la vieja forma política de la práctica partidista, heredada del siglo anterior, ya no se adapta a las nuevas características de la sociedad y a las subjetividades de las generaciones más jóvenes y va camino del agotamiento en lo que se refiere a las formas de luchar por una transformación profunda de la sociedad.
Sin embargo, nunca ha sido tan fuerte la necesidad de la práctica política. Desde finales de los años 90, se constata en Argelia un aumento de la protesta social, y numerosos actos de contestación, calificados de «disturbios» en lugar de «revueltas» con el fin de minimizar el alcance del desafío al régimen, han visto la luz: movimiento de la primavera bereber, movilización de las familias de víctimas de grupos armados islámicos y de desapariciones forzadas de la década negra, movimientos de diversos grupos profesionales —docentes, médicos, abogados...—, revuelta de las poblaciones del sur en torno al tema del empleo y el desarrollo y contra la explotación del gas de esquisto, movilizaciones estudiantiles y universitarias, fenómeno de la Harga [emigración clandestina], etc. En paralelo al compromiso partidista, desde hace años se desarrollan múltiples formas de compromiso político: asociaciones, sindicatos independientes, redes de luchas, experimentos diversos, …; las modalidades son múltiples, pero su expansión es evidente. Se prueban, se buscan y se sedimentan múltiples formas de hacer política. Se esbozan alternativas cuyos contenidos encajan y convergen, aunque sin llegar aún a unirse.
Estas nuevas formas de movilización se encuentran hoy en la contestación actual, se ejercen y se manifiestan incluso desde el otro lado del Mediterráneo, en la Plaza de la República en Francia, donde han nacido varios colectivos desde el comienzo del movimiento del 22 de febrero en Argelia.
Estos movimientos sociales deben ser entendidos como una forma de resistencia a las políticas que llevan a cabo quienes ostentan el poder aquí y en otros lugares para hacer pagar a los pueblos las repercusiones y las consecuencias de la crisis multiforme del capitalismo, crisis económica y financiera, social, ecológica y política. Argelia, el país más grande de África y con una riqueza significativa, está hoy en el corazón de esta crisis. El desafío, por tanto, es más que nunca poder trazar una salida a la crisis que rompa con el sistema liberal y capitalista, portador de desigualdades e injusticias.
Sin embargo, a la vez que se produce esta proliferación, estos nuevos modos de participación no evitan la división, la fragmentación, a veces la competencia, incluso cuando sus objetivos son similares. ¿Es este estado de cosas inherente al período histórico en el que nos encontramos —donde lo viejo tarda en morir y lo nuevo se esfuerza por nacer— o es necesario buscar a cualquier precio una convergencia ilusoria? ¿Cómo participan los diferentes y múltiples «ladrillos» elaborados por los movimientos sociales en una construcción plural de un proyecto alternativo?
¿Cómo operar en estas condiciones una recomposición real de la vida política en Argelia, hacia una superación o renovación de la forma y de la práctica partidista? Tras el colapso de los países de Europa del Este y el fracaso de un modelo burocrático que ha dado la espalda al ideal comunista, y ante el auge de la preocupación por la democracia y el respeto por los derechos humanos, ¿es posible reconstruir una utopía y llevar un mensaje de emancipación y transformación social y económica?
¿Cómo situar la demanda de justicia para las familias víctimas de la violencia ciega, ya sean del poder como de los grupos armados islámicos, en el centro de las luchas actuales y convertirla en una palanca para la construcción de un Estado de derecho, condición insuperable para la construcción de esta democracia tan reclamada, e iniciar un cambio real en la naturaleza del régimen autoritario y depredador?
En este nuevo contexto histórico, la acción revolucionaria debe hacer que brote lo que está despertando, descifrar y poner al descubierto todos los subterfugios que en este momento despliega el sistema establecido para desviar las luchas e impedir a éstas iniciar una verdadera reflexión para dibujar lo que puede ser la sociedad argelina del mañana. Lo que necesitamos, en efecto, es «detectar los estallidos alegóricos de un estado de cosas diferente, la maduración imperceptible y hasta inmemorial de las semillas del tiempo, las erupciones subliminales y subterráneas de formas de vida y de relaciones sociales completamente nuevas» [1], para liberarnos de la obsesión por el presente, para imaginar otro futuro y empezar a ponerlo en marcha a través de luchas en lo posible coordinadas.
Por «una visión de lo político encantada por la utopía», tal es el lema del Manifiesto de los nueve intelectuales antillanos, de enero e 2009, en medio de la huelga general de Guadalupe. También será nuestro leitmotiv.
Retomando los términos de este magnífico Manifiesto:
«Apelamos por tanto a esas utopías en las que lo Político no se reduzca a la gestión de miserias inadmisibles ni a la regulación de las brutalidades del "mercado", sino que encuentre su esencia al servicio de todo lo que confiere alma a lo prosaico, yendo más allá o instrumentalizándolo lo mínimo posible.
Apelamos a una política con altura de miras, a un arte político, que instale al individuo, su relación con el Otro, en el centro de un proyecto común donde reine lo que la vida tiene de más exigente, más intenso y más brillante, y por tanto más sensible a la belleza.»
Nota:
[1] Fredric JAMESON, «L’utopie comme méthode», en Stathis KOUVÉLAKIS, Y a-t-il une vie après le capitalisme?, París, Le Temps des cerises, 2008, pp. 179-191 [N.d.T.: Disponible también en https://www.contretemps.eu/utopie-methode-jameson/].
8/10/2020
Frente a la precariedad de las trabajadoras del hogar y del cuidado... ¡Acción política!
Manuela Fernández Bocco
Si algo podemos asumir sin mayores discusiones es que los más importantes derechos se han conquistado a fuerza de luchas colectivas. Como mujeres feministas, obreras y migrantes, las trabajadoras del hogar y del cuidado lo saben mejor que nadie.
Hace nueve años que en Barcelona nació Sindihogar, el primer sindicato de mujeres trabajadoras del sector en España. Y hace algunos meses que el Grupo de Acción Política (GAP), integrado por asociaciones de seis comunidades autónomas [1], se consolidó como una red organizada.
El fin de semana del 17 y 18 de octubre, en el espacio Francesca Bonnemaison, se llevó a cabo el Encuentro Estatal de Mujeres Trabajadoras del Hogar y los Cuidados, organizado por Sindihogar con el apoyo de las demás asociaciones pertenecientes al GAP, y abierto a todas las personas y entidades deseosas de participar.
Como ya es sabido, las labores de limpieza y de cuidados constituyen un sector históricamente feminizado. Y desde hace algunos años —como consecuencia de cambios sociodemográficos, de recortes presupuestarios en materia de dependencia y de la débil regulación del sector— este trabajo se ha convertido en el nicho por excelencia de mujeres migrantes, en especial de las sin papeles.
La lucha no es nueva, pero sí tiene gran actualidad. En 1931 se reconoció por primera vez el carácter laboral de la prestación de estos servicios en domicilios particulares; aunque fue recién en 1985 cuando su jurisdicción dejó de ser meramente civil. Y si bien las cosas han cambiado desde aquel entonces, las trabajadoras continúan en una evidente situación de infraprotección.
La legislación española actual considera que estas mujeres integran un sector «especial», por lo cual gozan de menos derechos que trabajadores y trabajadoras de cualquier otro ámbito laboral: no tienen derecho a la protección por desempleo; tienen restringido el acceso a prestaciones por maternidad, enfermedad y accidentes; no están protegidas por las inspecciones laborales ni por la legislación sobre prevención de riesgos de trabajo; pueden ser despedidas en cualquier momento sin percibir la indemnización correspondiente al despido bajo la figura del desistimiento del empleador; y así, una larga lista de carencias establecidas por los sistemas especiales que regulan sus relaciones laborales y determinan la escasa protección social a la cual se les permite el acceso.
Frente a tanta precariedad, las trabajadoras del hogar y de los cuidados han decidido fortalecer su lucha a partir de la creación de redes colectivas y la asunción de objetivos comunes.
El Encuentro Estatal era un tema pendiente entre las organizaciones del sector, y finalmente se pudo llevar a cabo algunas semanas atrás. El sábado 17 se conformaron cuatro mesas de trabajo en las cuales se trataron temas relativos a la normativa sobre extranjería, a las formas de lucha del sector, a la cuestión de la dependencia y al convenio 189 de la OIT (2011), sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos. El domingo 18 se contó con la presencia de la Coordinadora per la Inserció Sociolaboral «Anem per Feina», lo cual posibilitó un extenso debate sobre los aspectos a considerar en el momento de la contratación y durante la relación laboral.
Las conclusiones de las mesas de trabajo se compartieron al finalizar la jornada del domingo y se recogieron en un documento final.
En primer lugar, hubo acuerdo en que difícilmente podrán garantizarse los derechos a todas las trabajadoras del sector sin una regularización administrativa general. Porque la normativa sobre extranjería, al condenar a muchas de ellas a la inexistencia jurídica, genera las condiciones propicias para la explotación sin límites y para la vulneración de sus más elementales derechos humanos.
En segundo lugar, se enfatizó sobre la urgencia de la inclusión total del empleo del hogar y de los cuidados en el régimen general de la Seguridad social. Actualmente, el sector está inmerso en un sistema especial dentro de dicho régimen, razón por la cual las trabajadoras se encuentran en la situación de infraprotección antes mencionada.
En tercer lugar, se señaló la necesidad de diferenciar el trabajo del hogar y el trabajo de cuidados a personas en situación de dependencia. Porque para atender a quien se encuentra disminuido en su autonomía personal, aparte de limpiar, cocinar y realizar otras tareas del hogar, también es necesario contar con formación sociosanitaria específica. En este sentido, se subrayó la importancia de exigir al Estado la incorporación de esta cuestión en la agenda política. Por un lado, se demanda la implementación de capacitaciones en la materia y, por otro, la realización de campañas de sensibilización para que la sociedad en general y las familias empleadoras en particular puedan comprender la importancia y la complejidad de este trabajo y actuar en consecuencia.
Por último, se señaló que, si bien es fundamental ratificar el Convenio 189 de la OIT, los derechos de las trabajadoras no pueden estar supeditados a que ello ocurra. Los cambios requeridos en materia laboral y de seguridad social se deben producir de manera urgente a nivel estatal, independientemente de la ratificación del mencionado convenio.
En el documento donde se recogen estas conclusiones, las trabajadoras finalizan afirmando que su lucha consiste en dar batalla contra el racismo, el patriarcado y el capitalismo y que las reivindicaciones expuestas están basadas en la profunda convicción de que las labores del hogar y de los cuidados deben ser reconocidas por la sociedad como deberes colectivos fundamentales.
Nota:
[1] SINDIHOGAR/SINDILLAR, Barcelona; Asociación de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar de Sevilla; Asociación Nosotras por los Cuidados y Empleo de Hogar, Granada; Asociación SEDOAC, Madrid; Asociación ATH-ELE, Bilbao; Asociación Emplead@s de Hogar y Cuidados, Navarra; EMAKUME MIGRATU FEMINISTAK – Sociosanitarias, Bilbao - Bizkaia; Asociación MALEN ETXEA, Zumaia; Grupo de Trabajadoras de hogar de Santiago de Compostela; Grupo de Trabajadoras de hogar de SOS Racismo de Gipuzkoa; BIDEZ BIDE – Guipúzcoa.
28/10/2020
Monotonía... tras los cristales
José Manuel Barreal San Martín
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales
... Son los primeros versos del poema "Recuerdo infantil" de Antonio Machado, que la maestra, ya jubilada, recuerda en su paseo matinal. Recuerdo que le viene cuando se detiene a contemplar la llamada "nueva normalidad escolar".
Mira con asombro la escena escolar que se abre ante sus ojos. Una fila de niñas y niños, colegiales como los de Machado, todos con la obligada mascarilla, ella también la trae, miden su distancia física con el brazo derecho extendido a tocar el hombro del compañero o de la compañera que tiene cada uno delante. Por un momento, los recuerdos le vienen con fuerza a la mente. Una escena, que creía perdida en el tiempo, se le aparece como una gran fotografía en blanco y negro, en ella se está viendo cuando era una pequeña colegiala en la escuela nacional y tenía que marcar esa distancia, del mismo modo que ahora contempla a las niñas y niños que esperan su entrada en el colegio. La escena marca una diferencia con la actual. En aquel tiempo, ella con el brazo un poco más levantado, tenía que entonar canciones que no le da la gana recordar. Hoy los niños y las niñas, reflexiona, viven otra vida, otras situaciones menos oscuras que ella.
Volviendo a la realidad que tiene delante, y con gesto dubitativo, observa la monotonía del paso infantil, la poca gracia en el gesto y la seriedad con la que afrontan la situación que les viene impuesta por un virus, que a esa edad no les preocupa.
No es una actitud asumida en libertad. Está confeccionada, automatizada. Vienen leídos de casa, también de la propia escuela. Se fija en una niña que pica al compañero que tiene delante, quiere algo..., tal vez un hola. Pero él, rechaza la invitación a romper el protocolo. Es así. El virus lo exige y la salud, también.
Y en el aula, ¿cómo se desenvolverán?, se pregunta. A la luz de algunas noticias y fotografías de prensa, sabe que todos tienen que estar mirando al frente, dándose la espalda. Igual que en aquella escuela que hace unos minutos rememoraba, donde la colaboración entre los niños y las niñas, era nula y hasta perseguida. La solidaridad se rompe con la organización frontal en el aula.
En su época de actividad como maestra ella y algunos compañeros y compañeras, cuestionando la organización del aula insolidaria, rompían esa frontalidad de las mesas, en la que la espalda era la referente. Deshacíamos el "orden establecido", colocando los pupitres bien en grupos, bien en asamblea; hasta su mesa magistral desaparecía, convirtiéndose en una más con el resto. Ahora, se ha vuelto a momentos que para nada son ejemplos de escuela incluyente y democrática: prohibido compartir material; lugares previamente asignados en el comedor y autobús escolar; prohibido moverse en el aula. En algunos centros las mesas se han fijado al suelo con tornillos. El recreo, que ahora va de "grupos burbuja", de convivencia estable, los llaman, parece más un velatorio que un lugar de esparcimiento y socialización. Lo de "convivencia", suena más a broma que a realidad. Pero es así. No hay opción B.
Bueno, he salido a caminar, se dice, colocando la mascarilla que a veces se le cae. No es momento para debilidades nostálgicas. Continúa su paseo. Inevitablemente, la realidad la invade. Piensa que la covid-19 está ahí, azotando sin que se le vea un final a medio plazo. Un virus, que se está cobrado cientos de miles de vidas por todo el mundo. Por ello, en su profana opinión, le parece evidente que es preciso tomar medidas y seguro que las normas en la enseñanza son pertinentes, ella no las discutirá. Pero, también le parece evidente el retroceso que se está dando en derechos y libertades. Una regresión que entiende fácil de aplicar por parte de quienes tienen ese poder y el privilegio de hacerlo, es decir el poder político; pero que siendo así, no debería quedarse en esa facilona acción. Tiene que ir acompañada necesariamente de fuertes inversiones en la sanidad pública. No hay que esperar a que esto pase. Pasó la primera ola y en la actual nos hemos encontrado con lo mismo o parecido: la precariedad de la sanidad.
Hay que volver, lo más inmediatamente que se pueda, a la escuela de las risas; al recreo del juego y de las voces. A la camaradería entre compañeros y compañeras. Al aula activa y no medio moribunda.
Qué diría el maestro Juan de Mairena (piensa la maestra jubilada). Seguro que recurriría a su alumno predilecto y le preguntaría:
— ¿Comprende usted, señor Martínez?
— Creo que sí.
— Salga usted a la pizarra y escriba (la maestra se concede una pequeña licencia), no se resigne al discurso de que ya nada será igual. “Tengo que luchar”.
— Muy bien, señor Martínez.
22/10/2020
Mario Molina (1943-2020)
Miguel Muñiz Gutiérrez
La muerte de Mario Molina, el pasado 7 de octubre, invita a reflexión; sobre el papel que jugó en el descubrimiento del agujero de ozono, uno de los impactos globales que forman parte del colapso, y sobre los resultados de su trabajo desde la perspectiva actual.
Las notas necrológicas siguieron la misma pauta que las relacionadas con el fallecimiento de Sherwood Rowland, su colega de investigación, el 10 de marzo de 2012. En líneas generales: recordar que gracias a sus descubrimientos “se logró un consenso internacional para la adopción del Protocolo de Montreal de 1987, que prohibió el uso de gases CFC logrando estabilizar los niveles de ozono, que siguen recuperándose a día de hoy” [1], mencionar el Nobel de química en 1995, la Medalla de la Libertad otorgada por Barack Obama en 2013, y algunos de los 18 premios internacionales o los 14 doctorados honoris causa [2]. Fin.
Este recordatorio, en cambio, apuntará tres ámbitos diferentes: recordar la naturaleza del descubrimiento, los conflictos que desencadenó, y el estado actual de un agujero de ozono que sigue provocando un grave impacto ambiental, pero que se halla relegado a un cúmulo heterogéneo de desastres que se citan de pasada, eclipsados por la notoria crisis energética, y por el cambio climático.
Para hacer más ligera la lectura de este texto, en [3] se detallan las fuentes generales, y en [4] las fuentes actuales.
1.- Los descubrimientos sobre los CFCs (clorofluorocarbonos) y sus implicaciones.
En el libro “Más allá de los límites del crecimiento”, se informa de que los CFCs, de los que existen unas 10 variedades, son productos de la química del cloro creados en 1928. Se trata de compuestos muy estables que no existen en la naturaleza y que, por sus excelentes propiedades físicas y su nula toxicidad, comenzaron a usarse en multitud de aplicaciones industriales, desde gases de aerosol y sistemas de limpieza, hasta componentes de aparatos, partes de embalajes, y productos “de usar y tirar”. Así, entre 1950 y 1980 se llegaron a producir un millón de toneladas de CFCs al año. En 1980, como gases refrigerantes, se encontraban en 100 millones de frigoríficos, 30 millones de congeladores, 45 millones de aparatos de aire acondicionado, 90 millones de acondicionadores de coches, y varios cientos de millones más de otros equipos en edificios y vehículos. De los dos más utilizados, el CFC-011 y el CFC-012, se fabricaron, sólo entre 1970 y 1978, unas 400.000 toneladas anuales de gas de aerosol, y entre 600.000 y 800.000 toneladas más para sólidos de embalajes y envases, cantidad que se mantuvo hasta 1990.
Más pronto o más tarde, todos los CFCs acaban en la atmósfera, por su uso como gas o por la descomposición de los materiales sólidos de los que forman parte, que los liberan. Como son más ligeros que el aire, y no les afectan los cambios de temperatura y humedad, se elevan hasta la capa más alta (la estratosfera).
En 1973, Mario Molina se incorporó a la Universidad de California como investigador postdoctoral asociado al laboratorio del doctor Sherwood Rowland. El tema de investigación que eligió fue el estudio del destino final de los CFCs. Trabajando junto a Rowland descubrieron que las moléculas de CFCs, antes de descomponerse definitivamente en la estratosfera, reaccionaban durante varios años produciendo átomos de cloro al contacto con un gas clave para la vida: el ozono.
En las capas bajas de la atmósfera, el ozono (un elemento formado por la unión de tres átomos de oxígeno) es un peligroso contaminante, muy inestable y reactivo. Se produce por la combinación de emisiones de gases de motores de combustión con la luz solar, y es la causa de muchos problemas respiratorios en personas y animales, y de oxidación destructiva en las plantas; por suerte, su propia inestabilidad lo limita a un período reactivo muy corto.
Pero la tenue capa de ozono natural que envuelve nuestro planeta, formada por la reacción del oxígeno estratosférico con la energía solar, es muy importante para la vida. La capa retiene la radiación solar más perjudicial, los rayos ultravioletas, los llamados UV-B; partículas de energía que destruyen las células. Los UV-B son los responsables de la mayoría de los cánceres de piel, sobre todo del más peligroso: el melanoma maligno. Además, los UV-B pueden matar todo tipo de organismos unicelulares, tanto en tierra como en las capas superficiales de los océanos (las más ricas en organismos vivos), y perjudicar el desarrollo de la vegetación.
Los estudios de Mario Molina y Sherwood Rowland demostraron que cuando los CFCs llegaban a la estratosfera reaccionaban con las moléculas de ozono, destruyéndolas y formando monóxido de cloro, cada átomo de cloro podía reaccionar con unas 100.000 moléculas de ozono antes de dejar de ser activo y, lo más imoportante, podía volver a la tierra en forma de ácido clorhídrico al combinarse con la humedad, provocando la lluvia ácida que ataca a todos los seres vivos, vegetales y animales.
En resumen, los CFCs son una amenaza porque incrementan la radiación ultravioleta y la lluvia ácida. Y Sherwood Rowland y Mario Molina publicaron dos artículos científicos en 1974 informando de sus descubrimientos.
2.- Los conflictos económicos, sociales y políticos en torno a los CFCs
Las tres principales compañías transnacionales fabricantes de CFCs, Guillette, Imperial Chemical Industries (ICI), y Dupont reaccionaron como era de esperar: atacaron el contenido de los artículos (pagando anuncios en prensa), buscaron asesoramiento científico para desacreditarlos, e iniciaron una campaña contra los dos investigadores.
Las necrológicas silencian esa etapa de persecución de Rowland y Molina que se prolongó varios años y, sobre todo, silencian la reacción inesperada para el mundo científico de la época que tuvieron Molina y Rowland: alertar del problema a los medios de comunicación, con comparecencias, ruedas de prensa y entrevistas que desbordaron las publicaciones científicas.
En esa época no existía internet, la independencia científica era aún muy respetada (un apunte: los fondos de investigación del laboratorio de Rowland provenían de la Comisión de Energía Atómica (AEC) de Estados Unidos que, sin embargo y como hemos visto, permitía un margen de uso muy flexible), el movimiento ecologista era socialmente numeroso y activo (y tenía cierto peso en los medios de comunicación de los países ricos), existían más periodistas honestos en todos los medios, las empresas aún no habían desarrollado los potentes mecanismos de presión, propaganda y desinformación de que disponen hoy y, lo más importante, la ONU aún tenía un cierto prestigio como organismo internacional, y el poder político disponía de un cierto margen de independencia respecto al poder económico.
Por otra parte, hubo campañas ciudadanas de denuncia de los CFCs en los países ricos, centradas en su aplicación más visible, como los aerosoles de higiene y maquillaje. Estas campañas tuvieron un éxito considerable, la prensa las recogió y algunos políticos las vehicularon, poniendo a la industria a la defensiva. Ésta echó mano de un argumento novedoso para la época (luego convertido en letanía): los miles de puestos de trabajo que se perderían si se dejaban de fabricar los CFCs. La presión política no bajó, y en 1977 el Congreso de los EE.UU. decidió que la NASA redactase cada dos años informes sobre el estado de la capa de ozono.
La confirmación definitiva de la investigación científica de Molina y Rowland llegó en 1985: la NASA, y los científicos del British Antarctic Survey del Reino Unido, documentaron la existencia de un gigantesco “agujero de ozono” en el Polo Sur, combinado con un enorme aumento de las concentraciones de monóxido de cloro en la misma zona, el descubrimiento se produjo también (aunque con una dimensión menor) en el Polo Norte. A partir de entonces las evidencias se irían acumulando.
Y se abrió una nueva etapa, que llega hasta hoy y que es enormemente ilustrativa si se investiga un poco. Para empezar, Molina y Rowland fueron reivindicados y comenzó la serie de premios y reconocimientos académicos que, a partir de 1995 (con el Nobel), se amplió a los doctorados Honoris Causa, y a la presencia en organismos nacionales e internacionales de renombre. En 1989, Mario Molina se incorporó al prestigioso MIT y adquirió la ciudadanía estadounidense. Su papel —y el de Sherwood Rowland—, desde el punto de vista social, acaba justo al iniciarse esa etapa.
Paralelamente, se desplegó una intensa y desigual actividad político-diplomática: algunos países prohibieron el uso de CFCs en aerosoles, y se abrieron negociaciones globales muy complejas bajo el amparo de la ONU, que culminaron en el llamado Protocolo de Montreal, negociado en 1987 y firmado en 1989.
Es importante señalar que la firma del Protocolo de Montreal zanja el conflicto del ozono estratosférico a nivel mediático: desaparece de la agenda informativa global, y se llega a un consenso social y político en que se considera un éxito definitivo, y se desarrolla un discurso comparativo sobre la dificultad de trasladar ese éxito al problema del cambio climático.
La realidad es que, desde 1989, el Protocolo de Montreal ha sido ajustado en seis ocasiones, y enmendado en otras cuatro, ya que contiene un plan complejo de gestión que detalla países y sustancias. Además, carece de mecanismos coercitivos para aplicarlo. Todos los países de la ONU están adheridos al acuerdo general, pero no todos han ratificado las enmiendas.
Por otra parte, tras una tenaz campaña de resistencia a la hora de asumir la evidencia científica —liderada por DuPont, y que se prolongó hasta avanzados los años 80— las industrias químicas desarrollaron compuestos sustitutos de los CFCs, los llamados hidroclorofluorocarbonos (HCFC) y los hidrofluorocarbonos (HFC), compuestos que reducen (no eliminan) la destrucción de ozono estratosférico, pero que aumentan la captación de radiación solar, algunos hasta 12.000 veces más que el dióxido de carbono. En pocas palabras, que incrementan el cambio climático.
3.- La catástrofe del agujero de ozono hoy
Noticia del 6 de octubre de 2020: El agujero de ozono vuelve a las andadas: el más grande y profundo de los últimos años. Hay que reparar en el ridículo lenguaje coloquial (vuelve a las andadas) que da naturaleza de sujeto a un fenómeno producto de la codicia destructiva del capitalismo, y de las trampas para imponer sus intereses; pero claro, no estamos en 1974, y se trata de no perturbar al público añadiendo conflictos a los problemas reconocidos.
Resumiendo: en octubre de 2020 el agujero de ozono antártico ha llegado a los 24 millones de kilómetros cuadrados, su máxima extensión histórica. En su zona más profunda los niveles de ozono se acercan a cero, pero —tranquilos— no es un proceso lineal, sino una oscilación cíclica causada por los cambios meteorológicos que hacen que se contraiga y se expansione periódicamente. Las radiaciones ultravioletas continúan impactando.
Las supuestas reducciones de CFCs no se pueden contabilizar con precisión, se pueden hacer cálculos. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) calcula que en el Polo Sur se ha reducido, aproximadamente, entre un 1% y un 3% por década desde 2000, un margen de incertidumbre amplio, y predice que podría cerrarse por completo en 2050.
Una fecha que es un tópico recurrente. Hay que tener en cuenta que aún hay fábricas de diversos países (no sólo China, país usado como cabeza de turco en temas ambientales) que continúan produciendo espumas aislantes con CFC-11 y CFC-12. El término reducción gradual a partir de 2010 del Protocolo es de amplia interpretación. Pero, además, hay enormes cantidades de materiales que contienen CFCs que aún no han consumado su degradación liberando los gases. Son fuentes de emisión proyectadas hacia el futuro.
Y, además, hay que contar con factores inesperados, como las emisiones de CFC-113 que inicialmente se consideraron controladas pero que han comenzado a escapar al control, y también conviene no olvidar que los HCFC y los HFC no sólo potencian el cambio climático.
Mario Molina ha muerto, pero la pesadilla que descubrió continua muy viva.
Notas
[2] Ver https://es.wikipedia.org/wiki/Mario_Molina
[3] Tres fuentes para el seguimiento del proceso de los descubrimientos sobre los CFC’s, sus implicaciones, y las consecuencias científicas:
- El libro “Más allá de los límites del crecimiento”, de Donnella H. Meadows, Dennis L. Meadows y Jorgen Randers, El País Aguilar, 1992; esta obra, una revisión y reflexión del informe de 1972, de los mismos tres autores, sobre los límites del crecimiento, aborda el tema en el capítulo 5: “Regresando desde más allá de los límites: la historia del ozono”, con abundantes datos científicos y un excelente nivel divulgativo.
- Página mexicana del portal SciELO sobre Mario Molina: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-00632015000300015 , Mario Molina y la saga del ozono: ejemplo de vinculación ciencia-sociedad contiene una detallada relación de todo lo relacionado con los descubrimientos, los conflictos con la industria y las implicaciones sociales.
- La web BBC News, aporta también datos, en un tono informal, en Cómo se logró el único acuerdo que todos los países del mundo han firmado y cumplido, de Hannah Sander y Lucy Proctor, 20 noviembre 2016 (https://www.bbc.com/mundo/noticias-37990263 )
[4] Sobre el estado actual del “agujero del ozono”, el mismo día de la muerte de Mario Molina, Francisco Martín León, científico de la Agencia de Meteorología, publicó Agujero de ozono 2020: uno de los más grandes y profundos (https://www.tiempo.com/ram/agujero-de-ozono-2020-uno-de-los-mas-grandes-y-profundos.html) en base a los datos del Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus (CAMS).
Sobre las vicisitudes y cambios en el agujero de ozono a lo largo de los años.
(06/10/2020) El agujero de ozono vuelve a las andadas: el más grande y profundo de los últimos años https://es.euronews.com/2020/10/06/el-agujero-de-ozono-vuelve-a-las-andadas-el-mas-grande-y-profundo-de-los-ultimos-anos
(25/10/2020) La inusual razón por la que el agujero en la capa de ozono registró su menor tamaño desde que fue descubierto. https://www.bbc.com/mundo/noticias-50182855
(29/04/2020) Cómo se cerró el agujero más grande detectado en la capa de ozono sobre el Polo Norte (y no tiene nada que ver con el coronavirus).
https://www.bbc.com/mundo/noticias-52479826
(22/01/2020) HFC-23, el gas 12.000 veces más potente que el CO2 que viene de China
https://elpais.com/elpais/2020/01/21/ciencia/1579587890_920133.html
(23/05/2019) Confirman que la mayoría de las misteriosas emisiones de un gas que destruye la capa de ozono provienen de China. Matt McGrath. Corresponsal de Medio Ambiente, BBC. https://www.bbc.com/mundo/noticias-48381530
(17/03/2020) Productos hechos con CFC siguen dañando la capa de ozono. Jose-Luis Olivares. https://www.europapress.es/ciencia/habitat-y-clima/noticia-productos-hechos-cfc-siguen-danando-capa-ozono-20200317171822.html
También la empresa química Tazzetti (grupo internacional líder en el sector de los refrigerantes y gases especiales, así como en las tecnologías y los servicios ambientales según su página web) aporta información sobre el estado actual del Protocolo en HCFC: el tiempo se acaba. http://www.tazzetti.com/es-sv/hcfc
28/10/2020
Sube la tensión
Albert Recio Andreu
Hay una tensión latente bajo las mascarillas y los confinamientos. Se puede observar siguiendo las redes sociales. Tiene grados y motivos diversos. Hay muchas razones que la generan. No es necesariamente un cabreo político, si bien hay sectores de la derecha que simplemente no pueden soportar la mera existencia de un Gobierno de izquierdas, aunque sea tan moderado como el actual. Pero esta es simplemente una parte inevitable.
La tensión a la que me refiero es la que tiene que ver con la marcha de la pandemia; con el brutal cambio que ha supuesto para la vida cotidiana de mucha gente; con el cierre de establecimientos de los que dependen los ingresos de mucha gente; con las colas en los centros de la salud; con las personas que no pueden comunicarse con sus familiares confinados en residencias; con la incertidumbre sobre el futuro del empleo, que afecta a mucha gente; con el miedo a la nueva oleada de desahucios y el hambre; con la sobrecarga de trabajo y la falta de medios en los centros de salud y los centros escolares; con el aislamiento social. Todo el mundo tiene alguna razón para el cabreo, aunque las causas inmediatas que los alimentan son muy variadas, y se entrelazan con las desigualdades sociales. Hay también miedo, sobre todo entre la gente mayor.
En este cabreo hay razones objetivas: el deterioro y las carencias de los servicios públicos, la inseguridad económica, la salud. Otras tienen que ver con la dificultad de entender la fragilidad de nuestra vida cotidiana, de nuestra entera organización de la vida y la economía; con el desconocimiento de las mil y una anomalías que pueden “gripar” su funcionamiento; con las pulsiones de una sociedad consumista en la que aparentemente todo tiene una respuesta fácil, casi inmediata, a corto plazo. Una sociedad cada vez más configurada por las grandes plataformas, las Amazon, las Facebook, las Google que ofrecen respuestas inmediatas a caprichos y preguntas. Seguramente, un estudio sociológico bien hecho mostraría que las razones de la tensión son diferentes según los grupos sociales, las edades y los niveles culturales, pero su efecto agregado puede ser peligroso.
No se trata sólo de lo que pueda capitalizar la extrema derecha, aunque el peligro no es despreciable. Muchos de los cabreos son incompatibles con las propuestas cazurras de Vox, aunque hay otras que pueden resultarle complementarias. El cabreo puede devenir en explosión virulenta, pero también en pasividad. Traducido en términos de política convencional, puede dar lugar a abstención, a voto de orden y, minoritariamente, a una dispersión del voto hacia opciones de izquierda minoritarias. Y la combinación puede traducirse en una nueva regresión política; una combinación que permitió, por ejemplo, el triunfo de Trump. En otras palabras, puede traducirse también en enormes dificultades para los movimientos y las organizaciones que trabajan y luchan por extender los derechos y reducir las desigualdades e irracionalidades.
Evitar que haya cabreo es imposible; llevamos demasiados meses con nuestras vidas alteradas. Pero sí que es necesario impulsar iniciativas para que esta olla a presión no acabe explotando, y en esto se debe trabajar desde el frente institucional y desde los movimientos sociales.
Algunas cosas son elementales. Las medidas que necesariamente se aplican molestan a mucha gente, y lo que se echa en falta es una explicación que permita entender la racionalidad que hay detrás. No vale decir que son recomendaciones de los expertos, que simplemente se apela a un argumento de autoridad (un argumento al que demasiadas veces recurren los propios especialistas, muy en especial los del área de salud). Es necesario explicar por qué se adopta la medida, qué se espera conseguir con ella. Compartir las dudas propias. Ya sabemos que esto no lo van a hacer ni Díaz Ayuso ni el Govern provisional que tenemos en Cataluña, pero sí que lo debería hacer la izquierda allí donde gobierna. Reducir el cabreo exige compartir la reflexión sobre lo que se está haciendo.
Existe también la necesidad de minimizar los costes, especialmente para la enorme masa de damnificados sin grandes ingresos. Algunas cosas, como los ERTE, han funcionado, pero han dejado fuera a mucha gente. Y se ha constatado que falta músculo organizativo para dar respuestas con la rapidez que requiere la situación. Mejoras en los servicios públicos y en los sistemas de protección son tan urgentes como esenciales para combatir el malestar.
Los movimientos sociales debemos esforzarnos en difundir racionalidad, en nuestros discursos y en la organización de la necesaria solidaridad. Luchar contra la entropía social que generan el confinamiento y la crisis. Desarrollar respuestas cooperativas que palien tensiones y canalicen las respuestas hacia las transformaciones sociales que pueden efectivamente minimizar los efectos de esta crisis global (por el espacio y por la cantidad de cuestiones afectadas). Hemos llegado muy frágiles a esta pandemia, pero no podemos dejar de trabajar para que la oleada de rencor que se está cociendo acabe por sepultarnos.
30/10/2020
Ensayo
Antonio Antón
Judith Butler y la pertenencia al feminismo
En una interesante entrevista a Judith Butler sobre las guerras culturales (tiene un acceso en castellano), esta conocida feminista estadounidense de orientación posestructuralista apuesta por “renovar el compromiso feminista con la igualdad de género y la libertad de género”. Otra formulación reciente es “el feminismo es una lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, pero también es una investigación sobre el género en sí mismo, más allá de las categorías de hombre o mujer”. Son ideas que comparto al poner el acento en dos cuestiones básicas para un enfoque realista, multidimensional y sociohistórico: la acción práctica y relacional en los procesos identificatorios y de emancipación, y la igualdad de género, entre hombres y mujeres, al partir de su realidad de desventaja, desigualdad o discriminación. Son relevantes sus posiciones sobre ‘El género en disputa’ y ‘Deshacer el género’. No entro ahora en ello. Tengo una amplia valoración de su pensamiento, así como el de otras corrientes feministas en el reciente libro Identidades feministas y teoría crítica. Me detengo aquí en otras formulaciones sobre un aspecto particular: su posición sobre la pertenencia al feminismo. En conversación con ella y frente a las corrientes esencialistas explico mi enfoque crítico.
Su criterio de pertenencia al feminismo es inclusivo al considerar partícipes a todas las personas, incluido hombres, que se ‘aferran a las proposiciones básicas de libertad e igualdad’. Así se supera la interpretación biologicista y excluyente de que solo pueden ser feministas las mujeres. No obstante, es insuficiente por tener un sesgo idealista (posestructuralista) al poner el énfasis en lo discursivo, o sea, en las ideas o propuestas, con su sobrevaloración de su influencia en la formación de la identidad, feminista en este caso.
Desde la sociología crítica la pertenencia e identificación colectivas se van formado a través de las relaciones sociales, sobre la base de una práctica social prolongada, una interacción relacional solidaria tras esos objetivos de libertad e igualdad. Es decir, el hacerse e identificarse feminista es una conformación social, procesual e interactiva: supone comportamientos duraderos igualitarios-emancipadores y solidarios, interrelacionados con esa subjetividad. Es la experiencia vital, convenientemente interpretada, la participación en la pugna social y cultural en sentido amplio (incluyendo hábitos, estereotipos y costumbres además de subjetividad) frente a la desigualdad y la discriminación, la que va formando la identidad feminista (o cualquier otra de capas subalternas). Veamos algunos enfoques implicados en esta controversia.
En primer lugar, sobre el concepto de sujeto ‘feminista’. Sujeto colectivo (transformador) es un concepto fuerte (hegeliano y conectado a la identidad); está ligado a una posición activa, una participación colectiva (e individual), una relación social o una práctica común, en este caso de capas populares subalternas, de carácter igualitario emancipador, frente a un grupo opresor. Supone una trayectoria duradera, no ocasional o solo discursiva, de reconocimiento, vínculos, diferenciación e interacción frente a la discriminación.
En ese sentido, estar vinculado o sentirse perteneciente al movimiento feminista o en general al feminismo, en sus distintos niveles, es un indicador identitario o de pertenencia relacional, sociocultural y procesual: está conformándose ese sujeto que, en sus comienzos, es un simple actor, agente o movimiento.
En ese proceso influye la subjetividad, es decir, su conciencia, ideas, discursos y emociones. Pero el aspecto definitorio que destaco es el relacional: la oposición práctica a la dominación y la desigualdad de las mujeres y, en todo caso, el compromiso (privado y público) y la solidaridad activa de otras personas. La experiencia vital reclamada no es la vivencia de ser mujer (o varón o no binario), cuestión relevante en la identidad de género, sino la de participar en su proceso de superación o liberación de la subordinación que supone, aunque sea solo por solidaridad y con un papel secundario en el caso de los varones. Esa participación en una trayectoria relacional igualitaria-emancipadora de las mujeres es lo específico de la pertenencia al feminismo. En el sujeto de cambio feminista el protagonismo principal es de las propias mujeres, como las personas más afectadas, interpeladas y dispuestas.
Sin embargo, en segundo lugar, ‘mujer’ no es un sujeto en el sentido sociopolítico: al igual que el individuo obrero o la persona de color no se hacen mecánicamente revolucionario anticapitalista o antirracista, la mujer (habría que hablar en plural, las mujeres) por el hecho de serlo (o padecer discriminación) no se hacen feministas. Otra cosa es la conformación como género femenino (y masculino o no binario) o su identidad de género en pugna y condicionado por las estructuras sociales y de poder.
Hay que diferenciar identidad de género de identidad feminista, tal como explico en el libro citado. Para esta última, hay que considerar la dinámica relacional y las mediaciones sociopolítico-culturales-institucionales, ya que se produce una polarización de intereses y de poder específicos: feminismo frente a machismo (o patriarcalismo). Se forma (mejor que se construye) la identificación feminista asociada a la superación relacional (no solo discursiva, de conciencia o de ideas) de la discriminación de las mujeres, de su estatus subalterno y desigual. No de todo el mundo o de todos los grupos oprimidos, eso sería un bloque popular transformador de conjunto o el ‘pueblo’, unitario, convergente, múltiple, interseccional o superador (trans) de cada sector o movimiento específico. Estamos hablando de la especificidad del feminismo en cuanto a actor social o sujeto sociopolítico, aparte de corriente cultural.
El sujeto mujer, por sus rasgos biológicos o estructurales, es la versión esencialista o determinista que critico en mi libro. La élite vieja (una parte socialista y alguna comunista), junto con algún sector radical o de la diferencia, quiere seguir monopolizando su representación institucional y académica y patrimonializar la capacidad sociopolítica de la nueva movilización feminista que la desborda. Es el trasfondo del debate sobre quién es el sujeto feminista: legitimar su representación y estatus de privilegio institucional y mediático, impugnado por la movilización feminista de estos años y sus nuevas y heterogéneas élites asociativas y culturales que desafían su estatus.
El sujeto feminista lo conforman las personas que acumulan una experiencia prolongada, o sea, un comportamiento duradero en favor de la igualdad y la libertad de las mujeres. Es un significado más restrictivo por su mayor identificación y actividad personal y colectiva que el de actor o el tener solo cierta conciencia feminista.
Por tanto, es insuficiente la posición de Butler de la pertenencia al feminismo de las personas que se ‘aferran a las proposiciones básicas de libertad e igualdad’. Es inclusiva, porque ahí caben personas LGTBI y varones solidarios con la causa feminista. Además, la palabra ‘aferran’ da una imagen de contundencia, pero se refiere a las ‘proposiciones’ (propuestas), es decir, firmeza discursiva. En consecuencia, hay una sobrevaloración de las ideas o discursos en la formación de la identidad y el sujeto, posición típicamente posmoderna. Es una idea significativa que explica profusamente en sus libros. Es el marco conceptual común con la corriente posestructuralista o posmoderna que ella misma admite. Sin embargo, el feminismo tiene un carácter social o relacional, tal como también ha expresado, y por tanto pertenecen a él las personas que interactúan (no solo que proponen, piensan o sienten) por la libertad y la igualdad de las mujeres.
Por otra parte, para identificarse o pertenecer al feminismo es insuficiente hablar en general de personas que solo proclaman la igualdad y la libertad de cualquier grupo social subordinado, sean de clase social, antirracista o LGTBI, etc. El conjunto de su interacción por objetivos compartidos daría lugar a un movimiento global, llámese unidad popular, pueblo, ciudadanía, transversal, anticapitalista o transfeminista. Puede existir un proceso complejo de interacción más o menos interseccional con otros grupos y movimientos sociales y con la esfera política e institucional. Pero estamos hablando, específicamente de feminismo, es decir, de una experiencia relacional vinculada a la acción contra la discriminación, dominación y desigualdad… de las mujeres en cuanto grupo social discriminado o subordinado.
A partir de esa diferenciación, de acuerdo con Butler, se pueden considerar aliados a los dos movimientos, el feminista y el LGTBI (donde se incluyen los grupos trans), con muchos objetivos comunes. Pero el feminismo tiene sus fundamentos propios y específicos. Su pertenencia o sus procesos y niveles identificadores derivan de la dimensión, duración y profundidad de esa experiencia relacional en cambiar las relaciones de dominación y desigualdad de las mujeres, junto con la correspondiente subjetividad igualitaria-emancipadora.
Butler se considera a sí misma posestructuralista, incluso más que el propio Laclau o Lacan, en la versión más constructivista del discurso, aunque hay intelectuales todavía más extremos en su idealismo. Si hay una seña de identidad de esa corriente, defendida con orgullo y cierta prepotencia intelectual, es la preponderancia del discurso en la construcción de la realidad social y de las identidades. A partir de esa evidencia, por mi parte lo juzgo como ‘sobrevaloración’ del mundo de las ideas en la conformación de los sujetos colectivos y la transformación social.
El enfoque posmoderno, muy diverso y contradictorio, tiene un hilo conductor: el idealismo discursivo. Es el efecto péndulo a los excesos estructuralistas, ya sea de determinismos económicos, institucionales o biológicos. Las personas partidarias lo consideran lo más acertado y, por supuesto, hay que reconocer que han aportado muchas cosas concretas de interés, empezando por la propia Butler. Desde su punto de vista critican al resto de corrientes intelectuales, particularmente estructuralistas y marxistas, de ‘esencialistas’, cosa cierta para algunos sectores más deterministas. No obstante, no es cierto para la tradición crítica, sociohistórica, relacional y social que pretendo defender. Es la escuela de pensamiento realista, multidimensional e interactiva que hunde sus raíces en la Grecia clásica frente al idealismo, por un lado, y al materialismo mecanicista, por otro.
Los procesos identificadores, en este caso feministas, se van formando (mejor que construyendo) a través de la experiencia relacional por la igualdad y la emancipación de los grupos y clases subordinadas. La identidad, como decía, no deriva automáticamente de los determinismos biológicos, el sexo mujer, o estructurales, la respuesta mecanicista a su posición subalterna y discriminatoria.
Ese realismo crítico es el mejor enfoque teórico frente a las dos grandes corrientes progresistas, además del socioliberalismo que se ha mezclado con ellas: estructuralismo, más o menos marxista-economicista, biologicista, institucionalista o étnico, y el posestructuralismo, más o menos voluntarista, culturalista e idealista. Ambas han sido hegemónicas en los movimientos sociales y los grupos progresistas y de izquierda desde los años sesenta y setenta. Y hoy día, ante la nueva relevancia sociopolítica y cultural del feminismo, han entrado en aguda confrontación por hegemonizar su interpretación y representación.
Esta tradición crítica, intermedia o superadora de las tres corrientes dominantes, liberal, estructuralista y posmoderna, pone el acento en la acción colectiva igualitario-emancipadora, sociohistórica y relacional. Se reinicia, en entreguerras, a partir de A. Gramsci y la Escuela de Frankfurt, y se desarrolla con pensadores relevantes sobre los movimientos sociales y el cambio sociopolítico, como E. P. Thompson y Ch. Tilly, sobre la teoría política, como Bob Jessop, o sobre el feminismo, como Simone de Beauvoir. Sigue teniendo unas bases teóricas y sociopolíticas más realistas y adecuadas a la nueva etapa de la protesta social y el cambio sociocultural e institucional, en particular con la conformación de las identidades y la configuración de los sujetos colectivos de las capas subalternas, especialmente el feminismo.
[Antonio Antón es Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid]
@antonioantonUAM
29/10/2020
El extremista discreto
El Lobo Feroz
Insolidarios
Resulta que en este país, como no podía ser de otra celtibérica manera, además de cegatos de derecha y de izquierda tenemos un amplísimo plantel de insolidarios, de gentecilla a la que no le ha dado la gana cumplir con los elementalísimos protocolos sanitarios para evitar la propagación de la pandemia actual.
Están, para empezar, los jóvenes que no saben vivir sin botellón y los no tan jóvenes que no saben vivir sin discoteca. ¡Perdónales, Señor, tras darles una buena patada en el trasero!
Están los desidiosos para quienes ponerse una mascarilla es molestia superior a sus fuerzas. ¡Llénalos de pústulas, Nazareno, para que prefieran ponérsela!
Están los políticos que pretenden arrimar el ascua a su sardina a propósito de la pandemia: los de Vox, la presidenta de la Comunidad de Madrid y otras autoridades y cargos púbicos. Estos malditos son como los hongos: los arrancas y vuelven a aparecer. Son flora autóctona española. Malas hierbas. Gente mala.
Están, en fin, los llamados negacionistas —a los que sería preferible llamar directamente desgraciados estúpidos— que no creen en la epidemia, y buscan explicaciones de conjura mundial para lo que pasa: están más locos que un cencerro, pero están.
[Que haya gente incapaz de renunciar a botellones y discotecas indica que en su imaginario cultural han arraigado con fuerza. Pero esas cosas no han germinado solas, sino por pertenecer a un género de cultura muy cultivado por las televisiones tanto públicas como privadas. También a esos programas y a quienes los sostienen habría que darles la patada en el trasero que en su caso les sacara del empleo público.]
Entre todos han facilitado el rebrote de la pandemia. No son, segura ni principalmente, su causa única, pero sí los responsables de que en España la enfermedad se difunda más fácilmente que en otros países.
A los responsables de organizar botellones les quiere ver este Lobo en la cárcel.
A los políticos que hacen más invivible la situación tratando, como Trump, de tirar para casa con la pandemia, quisiera verles crucificados, aunque sólo fuera un ratito.
Hay gente a la que las normas mínimas sugeridas por los especialistas y dictadas por los gobernantes les resbalan: son normas no sólo para protegerse uno mismo, sino para proteger también a los demás, como sabe todo hijo de vecino que no sea analfabeto. Pero los analfabetos funcionales, muy peligrosos porque suelen creerse listos, proliferan en este país.
Acracia pura. ¿Dónde estaríamos ahora si no existiera el Estado?
Como ves, todo el mundo tiene que reflexionar.
Y aprender de los chinos.
Y todo el mundo suspira:¡si pudiéramos estar como antes!
Antes, ¿de qué?
¿De la crisis que empezó en 2008?
Nos han llamado de todo: agoreros, extremistas, pesimistas, catastrofistas. Pues estamos en una crisis catastrófica que no ha hecho más que empezar, con la producción por los suelos, con sectores como el de los servicios para el turismo que no se recuperarán jamás, con el Estado endeudadísimo, con todo el mundo pidiendo la ayuda del Estado, con unos servicios de salud ahora manifiestamente escuálidos tras las oleadas de privatizaciones, con una educación que hace aguas, con una nueva generación perdida de hombres y mujeres; y estamos a la espera de la manifestación de otros aspectos de la crisis ecológica, inevitable a causa de una economía de producir por producir, de crecer por crecer (pues eso beneficia a los que ya tienen). Y lateralmente con otra crisis, la que afecta al modelo de estado, con gente no desasnada empujada a creer que la independencia de su parcela les hará felices y comerán perdices; con un Estado que además experimenta sacudidas en su jefatura, un poder judicial políticamente mediatizado; y además con mucha corrupción y mediocre personal político.
El legado que queda para las gentes jóvenes no permite discernir por dónde vendrán los tiros. Quizá se produzca el milagro de unas nuevas generaciones que, como contra el franquismo, carguen sobre sus hombros la cosa pública y las causas sociales. Pero más bien es de temer un período de piqueta y derribo de las escasas conquistas democráticas que se ha logrado conseguir. De modo que a unirse tocan; cada uno debe saber qué es para él lo principal y qué lo accesorio, y centrarse en lo principal junto con otros.
Te dice este Lobo que puede venir otro lobo.
24/10/2020
De otras fuentes
Juan-Ramón Capella
Voto blanco y voto negro
Cualquier sistema de votación condiciona su resultado pues lo encauza. Los sistemas de votación mayoritaria determinan mayorías y minorías, esto es, polarización, en último término, entre dos opciones principales. Se trata de un modo de votación que, si no crea división, en todo caso la confirma. ¿Es eso deseable? ¿Es eso inevitable?
En los tiempos que corren, y más en los que se nos echan encima, me parecen indeseables la polarización y la división, porque divididos y polarizados nunca sabremos poner en común los esfuerzos necesarios para aliviar la multitud de crisis que va a afectarnos. Pero la división y la polarización no son inevitables.
Un sistema de votación diferente es el inventado por ciertos monjes medievales para la elección del abad y del prior de sus comunidades. Estos cargos solían durar mucho, y podían afectar duramente a los miembros del cenobio en su vida cotidiana, como cualquiera puede entender. De modo que inventaron otra cosa. Había elecciones que hacer y decisiones que tomar, pero en vez de usar únicamente un voto positivo optaron por un voto doble, voto y veto; bola blanca y bola negra.
El efecto, por ejemplo en términos electorales, del doble voto, por el cual se podía votar (o no) por algún cofrade, pero también vetar (o no) a otro, era producir por sí mismo el consenso: si a los votos favorables a cada candidato se le restaban los votos desfavorables, las opciones que a unos y a otros les parecían menos deseables quedaban espontáneamente descartadas —por la misma lógica invisible por la que el voto únicamente mayoritario polariza— y se encontraban automáticamente opciones de consenso, esto es, resultados sin ganadores ni perdedores absolutos y sin cesuras en el cuerpo electoral.
Viene esto a cuento de que con un sistema de voto doble, blanco y negro, a favor y en contra, no me parecería en absoluto disparatado que las elecciones a la dirección del poder judicial en principio quedaran solo en manos de los jueces (y fiscales, uniendo a los dos tipos de magistraturas), pues el sistema de doble voto probablemente permitiría conseguir consenso, órganos de gobierno aceptables para todos.
He escrito "en principio" por dos razones. El sistema de división de poderes se conjuga mal con sistemas en que uno de los poderes del Estado, el legislativo, puede determinar la composición del gobierno del poder judicial. El parlamento puede valer para la formación del poder ejecutivo, porque aquel dispone de la posibilidad de aprobar una moción de censura y el poder ejecutivo la de disolver las cámaras, en un sistema de pesos y contrapesos; pero me parece inadecuado para conseguir que el tercer poder, el judicial, sea realmente independiente de los otros dos. Aquí pesos y contrapesos faltarían.
Cierto que por tendencias de naturaleza histórico-social el cuerpo de los magistrados y fiscales muestra comportamientos, ideologías y estatus social que le diferencian acentuadamente de la gran mayoría de la población. Por eso debe ser a la vez independiente pero estar sometido a la crítica. La crítica de sus actividades cotidianas corre a cargo bien o mal del llamado cuarto poder (hay un quinto, celado, enmascarado: el poder económico), pero no basta: debe haber una posibilidad de crítica institucional ex post de las elecciones; y ésta debe quedar en manos de una mayoría cualificada del parlamento que pueda aprobar, en caso necesario, una moción de censura al órgano de gobierno de los jueces si éste no cumple satisfactoriamente su labor correctora de excesos y de acercamiento de la magistratura a los valores de la mayoría de la sociedad.
Esto, por supuesto, no es todo lo necesario para dotar al Estado de un poder judicial independiente a la altura de los tiempos: se debe incluir en el poder judicial, con especificidad propia, al cuerpo de fiscales; y se debe dotar al poder judicial no solo de los medios adecuados, sino también del necesario medio principal: una policía judicial diferenciada no solo funcionalmente sino sobre todo orgánicamente de las policías de orden público. Una policía que no dependa orgánicamente de un ministerio sino del propio poder judicial.
Otro día podríamos ocuparnos de un sistema de toma de decisiones también consensuador. Un sistema en que el número de opciones en liza debe ser reducido de uno en uno (o de dos en dos) mediante votaciones sucesivas (como en el juego infantil en que hay menos sillas que niños y un niño queda fuera del juego cada vez). Su existencia muestra que estamos hipnotizados por los sistemas de votación meramente mayoritaria. ¡Ay, los politólogos!
[Fuente: Infolibre]
23/10/2020
Isabel Otxoa
Sin novedad en el empleo de hogar
Tras ocho años de gobierno, el 20 de noviembre de 2011 Rodríguez Zapatero perdía las elecciones frente a Rajoy. Solo cuatro días antes había publicado el RD 1620/2011, que regula hoy el contrato de trabajo doméstico. Esta norma derogó el RD 1424/1985, suprimiendo sus aspectos más impresentables: el salario mínimo interprofesional tenía en hogar 13 pagas y no 14, los descuentos de manutención podían llegar al 45% del salario y no era obligatorio pagar el llamado tiempo de presencia, que podía llegar a las 8 horas diarias.
Meses antes de la reforma en materia laboral, había llegado la de Seguridad Social. La Ley 27/2011, de 1 de agosto, más conocida porque reformó la pensión de jubilación, integró el Régimen especial de seguridad social de hogar en el Régimen general, en una reforma pactada con los sindicatos CCOO y UGT. La integración no fue total al no incluir la prestación de desempleo y de implantación gradual, porque la cotización por salarios reales y la cobertura de vacíos de cotización en el cálculo de las pensiones se dejaban para el 1 de enero de 2019, siete años y medio después. En el lado positivo está el que a partir de 2012 se empezó a reconocer la existencia de accidentes de trabajo, las bajas dejaron de cobrarse a partir de los 29 días y el alta en la Seguridad Social pasó a ser posible y obligatoria desde la primera hora, y no a partir de las 18 horas semanales.
Después de años de ignorar la cuestión, la prisa del PSOE en realizar reformas laborales y de seguridad social para el sector tenía su explicación. El 16 de junio de 2011 acababa de aprobarse el Convenio 189 de la OIT sobre trabajo decente para los empleados de hogar, con unos estándares de derechos muy superiores a los entonces vigentes en el Estado español. El asunto era bochornoso tanto para un gobierno socialista como para los sindicatos mayoritarios que acababan de pactar la reforma de las pensiones y que con su firma avalaban un estado de cosas. Además, en vísperas de unas elecciones que sabía que iba a perder, el PSOE pasaba al gobierno del PP la responsabilidad de poner en marcha los cambios que no había sido capaz de hacer durante su mandato. Con el PP las cosas no fueron a mejor, pero no es asunto de interés aquí y ahora.
En 2 junio de 2018 el PSOE recupera el gobierno. Durante el segundo y tercer trimestre se debate el proyecto de Presupuestos del Estado para 2018, con la Enmienda 6777 del PP, que consistía en aplazar hasta 1 de enero de 2024 las reformas de Hogar que debían entrar en vigor el 1 de enero de 2019.
El EAJ-PNV del “compromiso con las personas” como lema de gobierno se descuelga de su compromiso con la igualdad de género por el tiempo suficiente para votar a favor de la 6777, que finalmente se aprueba. Por el contrario, el PSOE vota en contra, y además se solidariza públicamente con el movimiento de protesta de trabajadoras de hogar y cuidados, que aparecían como una fuerza amplia y organizada —creo— por primera vez.
En este contexto, el 11 de octubre de 2018 llega el Pacto PSOE-Unidas Podemos para los Presupuestos del Estado de 2019. En su apartado 1.3 se acuerda la plena integración del Sistema especial de Empleadas de Hogar en el Régimen General de la Seguridad Social, a más tardar en 2021. Plena integración significaba no solo cotización por salarios reales, cobertura de los vacíos de cotización para el cálculo de las pensiones, sino también la prestación de desempleo.
Llegan las elecciones generales de 10 de noviembre de 2019 y después el acuerdo de coalición de gobierno PSOE-Unidas Podemos de 30 de diciembre de 2019. En relación al empleo de hogar, el pacto supone un retroceso porque ya no sitúa la equiparación en 2021, sino en fecha sin determinar a lo largo de esta legislatura que terminará en diciembre de 2023.
El acuerdo de gobierno recogió también el compromiso de ratificación del C189 de la OIT. El respeto hacia las interesadas exige no seguir abonando la idea de que la equiparación de derechos laborales y de seguridad social necesita de la previa ratificación del C189, porque es falso. Tampoco hace falta la ratificación para empezar a aplicar la legislación vigente desde hace muchos años en el Estado español; como se puede comprobar en las estadísticas de la ATH-ELE, el grado de cumplimiento en todos los capítulos no llega ni de lejos al 50%, y qué decir de los datos referidos a jornada y salario.
El incumplimiento masivo y abierto de la legalidad es posible porque el grupo a quien benefician las normas no tiene fuerza para exigir su efectividad, y el Estado se niega a intervenir. Aquí no hay neutralidad, los poderes legislativo, judicial y ejecutivo son parte interesada en este tema, la mayoría tiene contratadas trabajadoras. Como poco, el progreso del sector no es su prioridad.
A meses de salir del confinamiento, las cotizaciones de muchas continúan por debajo del salario mínimo aplicable a sus jornadas laborales. La responsabilidad es de la Tesorería General de la Seguridad Social, que lleva años cobrando cuotas ilegales, y lo sabe. Lo sabe también el Defensor del Pueblo del Reino de España, ante el que se presentó una queja muy documentada hace un año, y respondió dando como toda explicación la versión de la Administración, que consiste en culpar del asunto a la falta de diligencia de los empleadores. La dejación institucional sigue; este año 2020 la Tesorería no ha aplicado tampoco la subida de cotización que se deriva del incremento del salario mínimo a 1.108,33€. El 14/11/2019, el Parlamento Vasco discutió una proposición no de ley para instar al gobierno de Madrid a que regularizase las cotizaciones, y la votación se perdió gracias a la alianza neoliberal PNV-PSOE, que instaron a las trabajadoras a ser ellas mismas quienes denunciasen individualmente el desajuste. Cínica propuesta: en caso de denunciar se les despediría y, a diferencia del resto de los sectores, no habría readmisión obligatoria en el cese-represalia por haber reclamado, y tampoco posterior prestación de desempleo.
Acabamos de conocer el último borrador de recomendaciones que el Pacto de Toledo enviará al Parlamento. No hay novedad: la plena integración del Sistema de Hogar en el Régimen General, con la consiguiente cotización por salarios reales, cobertura de vacíos en el cálculo de las pensiones y prestación de desempleo, se vuelven a dejar pendientes de análisis y de implantación gradual, sin plazo. Sobre confiar en el resultado del análisis por hacer, el RD 1620/2011 daba un plazo hasta el 31/12/2012 para que una Comisión de personas expertas, propuestas por el Ministerio de Trabajo y las organizaciones sindicales y patronales más representativas se pronunciase, entre otras cuestiones, sobre la implantación de una prestación de desempleo en hogar. La comisión nunca existió.
Una parte del trabajo de hogar consiste en realizar tareas domésticas, que muchas personas bien podrían cubrir por sí mismas y prefieren pagar, para tener más tiempo de ocio, relaciones sociales, descanso o cualquier otra actividad de realización personal. Para justificar la exigencia de condiciones laborales de dignidad en todos los aspectos, no hace falta que tu empleo sea esencial, o que tus tareas sean necesarias para que el mundo siga. La cuestión es que no pueden admitirse relaciones de servidumbre, eso es todo y no es poco.
Pero mejorar derechos en esta clase de contratación supondría encarecer un servicio para la clase media, a la que todos los gobiernos intentan no incomodar. A la salida del confinamiento, estamos viendo un movimiento de mujeres autóctonas que buscan trabajar unas horas para compensar el descenso de ingresos de la familia; es una población que entra y sale del empleo de hogar según la coyuntura y que trabaja, por supuesto, en la economía sumergida.
De acuerdo con las estadísticas de la ATH, la mitad del trabajo externo y la práctica totalidad del trabajo interno consiste en tareas de cuidado de menores y mayores con diferentes grados de dependencia. En el caso de las personas mayores, en ocho de cada diez casos viven solas o conviven con algún familiar que no les atiende directamente, y utiliza la prestación de cuidados en el entorno familiar de la Ley de Dependencia para pagar empleo de hogar. Mejorar derechos en esta clase de contratación supondría tensionar los servicios sociales, a los que se volvería la población en busca de soluciones.
El empleo de hogar es una vía de ahorro para familias y para el presupuesto de gasto social. En Bizkaia, el costo mensual de la plaza en una residencia privada está en torno a los 3.300€ al mes, y el costo para la Diputación de una plaza concertada en residencia es algo más de 2.700€ al mes, sujeta a copago. La opción de las personas por el cuidado en su casa, en una residencia o la atención parcial en un centro de día no atiende solamente a factores monetarios, está claro, pero este es un elemento que pesa.
Cuando la atención requerida es de 24 horas, la cobertura privada del cuidado a domicilio en condiciones de legalidad es más cara que una residencia. Es aquí donde encontramos una de las razones de la retirada voluntaria de la intervención estatal, no hay que encarecer el producto. Exclusión de las estadísticas, de los controles, exclusión del discurso también. Los planes contra la contratación irregular, las horas extras no declaradas, el trabajo sumergido… no hacen mención al sector. Nunca.
La atención de 24 horas se resuelve con un recurso que se renueva una y otra vez: trabajadoras internas migrantes, muchas de ellas sin papeles. En nuestras estadísticas de 2019 eran casi el 30%. Bastantes pagan por estar empadronadas en otra vivienda, ya que sus empleadores no les permiten hacerlo en la casa. A este mercado ya viejo se le ha sumado el de las citas previas para acceder a las instituciones que gestionan los permisos; de no comprar la cita, las tarjetas no llegan, caducan,… este es el nivel de indignidad en el que se mueve el asunto. “Coged el teléfono” era la consigna más coreada en la última concentración ante la Oficina de Extranjería de Bilbao.
A largo plazo, el objetivo no puede ser otro que la desaparición del contrato privado de hogar, ya sea para trabajo doméstico o para cuidados. Entre otras cosas, está demostrado que no puede garantizar derechos laborales. Su sustitución por fórmulas que cubran de otra manera las necesidades que satisface exige cambios en muchas áreas de nuestra organización social, que creo que no tenemos del todo dibujadas y, por cierto, no se dibujarán hasta que la “solución” empleo de hogar se mantenga tal cual.
Para conseguir cambios en hogar hace falta un movimiento situado en las realidades concretas, con memoria suficiente para desconfiar de las promesas, con objetivos precisos a corto plazo. Capaz de convertirse en un problema, capaz de generar un costo político a quien le dé la espalda. Con voluntad de gastar las mejores energías no en la descripción de la situación sino en la acción política para resolverla.
Isabel Otxoa es profesora de Derecho del Trabajo en la Universidad del País Vasco
[Fuente: Viento Sur]
29/10/2020
Antonio Turiel
Asalto al tren del hidrógeno
Queridos lectores:
Durante las últimas semanas, han proliferado las noticias y los anuncios de grandes empresas, de gobiernos y de la propia Comisión Europea anunciándonos la llegada de un nuevo mesías salvador en el panorama energético, una nueva fuente de energía que conseguirá al tiempo descarbonizar nuestra economía (evitando así las emisiones de dióxido de carbono que están desestabilizando el clima de nuestro planeta) y nos proporcionará una alternativa a los combustibles fósiles, ahora que empiezan su declive energético. Y esta fuente milagrosa tiene nombre: el hidrógeno verde.
Todo parece perfecto. Demasiado bonito para ser verdad, para ser sinceros, puesto que la idea de usar hidrógeno como combustible lleva circulando ya varias décadas sin que hasta ahora haya podido cuajar. ¿Qué es lo que ha cambiado ahora?
Las repetidamente alabadas ventajas del hidrógeno:
A principios del siglo XXI tuvo mucho predicamento el concepto de "Economía del hidrógeno", acuñado por el economista norteamericano Jeremy Rifkin. De acuerdo con esta idea, se iba a producir durante el siglo XXI una revolución energética y la Humanidad haría una transición desde los combustibles fósiles hacia el hidrógeno.
La principal ventaja del hidrógeno es que es un gas cuya combustión produce un producto inocuo: agua, simplemente agua.
Además, se puede sintetizar de manera simple gracias a un proceso de electrólisis, que consiste en hacer circular electricidad por una cubeta de agua (a la que en ocasiones se le añaden sales para acelerar la reacción); en el cátodo se acumula el hidrógeno y en el ánodo el oxígeno, que quedan así separados.
Por si todo eso fuera poco, el hidrógeno tiene un alto contenido energético en peso, siendo su densidad energética por kilogramo hasta tres veces la de la gasolina.
La idea de Jeremy Rifkin era aprovechar la electricidad generada por fuentes renovables para convertir agua en hidrógeno por electrólisis, aprovechando los excedentes que se producen a ciertas horas para poder utilizarlos en otro momento. De ese modo, se compensa la intermitencia de las fuentes de renovables y se tiene un combustible que permite mover vehículos de manera autónoma (sin depender de una red eléctrica o unas vías).
La desventaja más obvia del hidrógeno:
La principal desventaja del hidrógeno es que no es una fuente de energía. En la naturaleza no se encuentra hidrógeno puro, siempre está formando parte de compuestos químicos, y para obtenerlo se tiene que extraer de alguna parte (con una reacción físico-química como la electrólisis que comentábamos más arriba, o directamente química, como la reforma del metano - un proceso por el cual se separa el gas natural en hidrógeno y dióxido de carbono). El proceso de extracción implica siempre una pérdida considerable de energía de la fuente que se ha usado para producir la síntesis del hidrógeno (los sistemas de electrólisis más eficientes tienen pérdidas de "solo" el 30% de la energía eléctrica usada en el proceso, aunque lo normal es que suban hasta el 50%, en tanto que en el proceso de reforma de hidrocarburos, ya sean fósiles o de origen vegetal, las pérdidas de energía son similares). A día de hoy, dada la todavía abundancia de gas natural, sigue siendo más barato producir hidrógeno por transformación de metano: el 95% del hidrógeno (que se usa en diversos procesos industriales) se produce de esta manera.
Ello implica que, por tanto, debe haber una fuente de energía que se debe usar para producir hidrógeno con ciertas pérdidas. Si el problema al que se tendrá que enfrentar la sociedad en los próximos años es el del descenso de la energía disponible, utilizar hidrógeno implica perder más de esa energía que se va a volver escasa. Y es que la premisa de Rifkin de que habrá sobrantes de energía renovable es muy discutible, ya que las fuentes renovables tienen muchas limitaciones. Eso no quiere decir que el hidrógeno sea inútil: para algunas aplicaciones puede ser conveniente tener un combustible potente que te dé autonomía aunque pierdas energía en producirlo. Sin embargo, lo que está claro es que no se podrá adoptar masivamente porque eso implicaría derrochar mucha de esa energía cada vez más escasa.
En resumen, el hidrógeno no es una fuente de energía (algo que produce energía), sino que es un vector energético (algo donde guardar energía). No del todo interesante en un momento en que nos faltará energía.
Los "otros problemillas" del hidrógeno:
Además de los problemas mencionados, el hidrógeno tiene otros cuantos problemas bastante serios (pueden encontrar más detalles en este post de Beamspot):
- El hidrógeno es un gas: Aún cuando la densidad energética en peso del hidrógeno sea muy alta, su densidad energética en volumen depende de a qué presión esté almacenado (más moléculas de gas, más presión) y en general es mediocre. Hay que almacenar el hidrógeno a alta presión para conseguir densidades energéticas en volumen medianamente decentes (750 bares de presión, que es como la presión del mar a 7.500 metros de profundidad). Eso implica usar depósitos con paredes muy gruesas y resistentes (y por tanto muy pesados), y una grieta en el depósito puede provocar una explosión.
- El hidrógeno es muy fugaz: La molécula de hidrógeno es una de las más pequeñas en la naturaleza, y eso hace que sea muy fugaz: incluso en los mejores depósitos, a las presiones de trabajo que se usan, pérdidas diarias del 2 o el 3% del gas contenido son normales. Eso, hablando de un gas invisible, inodoro y altamente inflamable hace que se deba tener especial cuidado con la ventilación en los alrededores de los depósitos de hidrógeno, aparte de que ese escape diario disminuye aún más la eficiencia del hidrógeno como combustible.
- El hidrógeno corroe las conducciones: Es conocido que el hidrógeno reacciona con el acero al carbono formando hidruros que las corroen, fragilizando así las cañerías que lo trasportan (brittlening). Para evitar ese problema se deben revestir internamente las conducciones con un polímero (un plástico), lo cual añade costes y dificulta usar las actuales conducciones de gas natural para su transporte.
- La eficiencia final en vehículos es muy baja: Contando todas las pérdidas, la eficiencia energética desde la boca de producción hasta el movimiento motor del vehículo (well to wheel) suele rondar el 25%, frente al 75% o incluso más de los vehículos eléctricos. Encima, las pilas de combustible que se tienen que usar y que encarecen estos vehículos llevan materiales escasos como el platino.
Entonces, ¿por qué se habla tanto del hidrógeno ahora, precisamente?
Es llamativo que ahora que hasta BP reconoce (a regañadientes y disfrazándolo de pico de demanda) que nos estamos adentrando en la era post-petróleo, de repente hayamos vuelto los ojos a este vector energético, el hidrógeno, que puede usarse en aplicaciones concretas pero nunca a escala masiva.
Una de las cosas que más llama la atención es la insistencia (por ejemplo en Francia, en Alemania y recientemente en España) en hablar del tren de hidrógeno. Si hay un vehículo para el cual el uso de hidrógeno no tiene ningún sentido es el tren. El tren es un vehículo no autónomo porque está forzosamente ligado a la vía y por tanto circula por donde está predeterminado. El tren es el caso perfecto para la electrificación, donde está más que demostrado un aprovechamiento eficiente de la energía, ya que además parte de la energía se recupera en los frenados. El porcentaje de vías electrificadas en Europa supera el 50% y hasta hace unos años la tendencia era a aumentar este porcentaje. Tiene mucho más sentido expandir el cableado eléctrico de las vías que crear toda una compleja infraestructura para producir y almacenar masivamente una materia muy volátil e inflamable con grandes pérdidas, que encima implica usar unos motores más complejos, caros e ineficientes.
Entonces, ¿por qué ahora? ¿Por qué esa obsesión con el hidrógeno verde y el tren de hidrógeno?
La clave está en el proyecto impulsado por Alemania de crear una central hidroeléctrica en el río Inga, en el Congo, que además produciría hidrógeno por hidrólisis. Las dimensiones del proyecto son colosales: la presa produciría el doble de potencia, 44 Gw, que la gigantesca presa de las Tres Gargantas en China, y sería así la mayor del mundo. De acuerdo con fuentes del Gobierno alemán, quien apoya el proyecto, el objetivo declarado sería exportar "hidrógeno verde" a Europa. Por descontado que el proyecto ha recibido muchas críticas porque no sería provechoso para la población local.
Es conocido que el potencial hidroeléctrico de Europa y América del Norte está prácticamente aprovechado al máximo, y en Asia poco más o menos. Solo Sudamérica y sobre todo África tienen aún un gran potencial para la generación hidroeléctrica. Así que se trata de aprovechar ese potencial, aunque sea con unas pérdidas atroces en la conversión a hidrógeno, y luego llevar ese hidrógeno a Europa para que mantenga en marcha nuestra industria aquí.
Sólo hay un problema: ¿cómo transportar el hidrógeno desde el corazón de África hasta Europa? El barco no es una buena opción, porque aunque es el transporte más eficiente en energía consumida por kilogramo transportado, es también el más lento, y con la fugacidad del hidrógeno los depósitos llegarían con la mitad de su carga original a Europa tras dos o tres semanas de singladura. Hace falta algo más rápido. Aquí es donde entra el tren: es el segundo medio de transporte más eficiente, y es mucho más rápido que el barco: el hidrógeno que se recoge hoy en el Congo podría estar en dos o tres días en Alemania. Además, África ya tiene una extensa red ferroviaria que se podría aprovechar. Pero esa red está casi toda sin electrificar. Es aquí por tanto que nos hace falta desarrollar un tren de hidrógeno.
Así que ya lo saben: toda esta historia tan moderna del tren del hidrógeno en realidad camufla una historia mucho más antigua (y oscura): el colonialismo, en este caso energético. Vamos a ir a África para arrebatarles sus últimos recursos, los renovables.
Ésta es la respuesta que está preparando la Unión Europea delante de la grave crisis energética que nos plantea el peak oil. Es un último intento por no cambiar nada, esquilmando una vez más a los países del sur.
¿Qué puede salir mal?
Básicamente, todo.
No está claro que las poblaciones locales se dejen esquilmar sus recursos sin reclamar su propiedad.
No es evidente que se puedan mantener abiertos los miles de kilómetros de vías que hay desde Kinshasa hasta Berlín, atravesando un docena de países, en una situación de hundimiento económico y social generalizado que nos van a acompañar durante los próximos años.
No está claro de dónde vamos a sacar el resto de materiales que necesitamos para hacer una implementación masiva de una "economía del hidrógeno" a escala europea en ese mismo escenario de hundimiento económico cuando algunos de esos materiales tendrían que venir de aún más lejos, de otros continentes.
Y cuando el hidrógeno esté en Europa, no está nada claro cómo lo vamos a aprovechar. Siendo muy, muy optimistas los 44 Gw de Inga nos proporcionarían una potencia media de 22 Gw (pérdidas totales de solo el 50%): incluso asumiendo que habláramos de energía final, en 2017 Europa consumió 1.222 millones de toneladas equivalente a petróleo, lo cual equivale a unos 14.200 Tw·h de energía, o una potencia media de 1,62 Tw, es decir, 1.620 Gw o 73 veces la potencia media que aprovecharíamos muy idealmente de Inga. Lo malo es que África no puede darnos 73 Ingas; como mucho, dos o tres, lo cual, como se pueden imaginar, no va a aliviar mucho nuestra situación.
Lo peor es que para garantizar el suministro de esas gotas de energía a arrojar en el desierto de nuestra sed energética, Europa puede manu militari asegurárselo. Hace años comenté sobre el peligro de la deriva belicista del Viejo Continente, y me temo que ese peligro sigue muy vivo. Y la reciente visita de nuestro presidente a Argelia me ha hecho avivar una vieja y acuciante pregunta... ¿Qué sentido tiene enviar a nuestros hijos a morir en tierras lejanas luchando por salvar algo que de todos modos es insalvable? ¿Qué sentido tiene que maten a los hijos de los pobres desgraciados a los que iremos a hostigar?
Conclusiones
El hidrógeno verde no es solo un grandísimo error, porque supone un malgasto energético enorme, sino que, en el contexto de la crisis energética que se nos viene encima con el declive del petróleo, probablemente oculta una voluntad infame de apropiación por parte de los países ricos de las fuentes de energía que les quedan a los pobres. Pero quienes diseñan estos planes no se dan cuenta de que ni el potencial renovable de un gran continente como es África basta para satisfacer el actual derroche energético europeo. Todo apunta a que la cosa saldrá mal, a que esta aventura será un peligroso fracaso, así que más valdría comenzar a hacer planteamientos más pragmáticos (y honrados) para los tiempos que vienen.
[Fuente: The Oil Crash]
9/10/2020
Agustín Moreno
La educación nos hace mejores
Acabo de ver Uno para todos, una película de David Ilundain -director de Bárcenas-, protagonizada por David Verdaguer. Se basa en una historia real: un maestro interino es destinado a la escuela pública de un pueblo que no conoce, donde será tutor de una clase de sexto de primaria y tendrá que gestionar la reincorporación al aula de un alumno enfermo de leucemia y las relaciones dentro del grupo. De aquella experiencia nació el “Proyecto Guillén”, que buscaba mantener el contacto emocional entre un alumno ausente y sus compañeros a través de un blog con los contenidos que se impartían en clase y que se grababan en vídeo. Esta situación puede parecer un caso singular, pero no lo es ya que en España, por ejemplo, se diagnostican 1.400 cánceres infantiles al año. Quizá por reflejar un hecho real y por el buen trabajo del director y los actores, la película es verosímil y logra conmover al espectador sin tirar de recursos fáciles.
Aunque la historia principal se produce en torno a Carlos, el niño enfermo, la película es, al tiempo, un homenaje al profesorado interino. A esos profesionales marcados por la inseguridad, por la angustia de tener que aprobar las oposiciones, por la incertidumbre de ser llamados o no para poder trabajar, por el temor de la vuelta del profesor titular. Ese profesorado empieza cada curso en un centro o localidad diferente a la que se llega con una maleta cargada de libros y, a veces, de tabaco para soportar la soledad. Son personas que se mueven en ese difícil equilibrio entre el intento de no comprometerse afectivamente con algo que es efímero y los enamoramientos y amores imposibles. Pero combinan una fértil mezcla de entusiasmo, capacidad de adaptación y supervivencia, empatía y amor a la escuela.
Aleix es muy creíble porque no es el profe superguay, sino un profesor normal, que tiene recursos como aprenderse el nombre de sus alumnos desde el minuto uno y controlar bien la clase. Que les ayuda a pensar, les hace trabajar en equipo y va mejorando el espacio físico del aula. Pero es también una persona con sus problemas familiares, con un pasado laboral de precariedad, sus miedos a no saber gestionar el conflicto y su necesidad de encontrar afecto.
El buen cine educativo no abunda en España. Es aquel que plantea la aventura de educar a partir de una situación escolar concreta y que desarrolla el juego de relaciones y emociones entre un grupo de alumnos muy diversos en un contexto determinado. Ilundain huye de ese tipo de cine que convierte a los profesores (generalmente hombres, aunque sea una profesión muy feminizada) en superhéroes que con una guitarra o siendo más macarras que los alumnos malotes se hacen con la clase. Se inserta más en la excelente tradición francesa de cine sobre educación que nos ha dejado joyas como Hoy empieza todo, Ser y tener, La clase o Los chicos del coro.
Es una película necesaria porque plantea que hay que repensar cómo educamos y la importancia de centrarnos en lo esencial (en este caso, en un conflicto que bloquea la clase). Y es más necesaria aún en estos raros tiempos de pandemia. Tiempos en los que no se garantiza la seguridad ni la presencialidad; en los que las familias se ven obligadas a elegir entre educación y seguridad, ante la caótica organización de vuelta a la escuela. Los poderes públicos tienen la obligación de intentar conseguir la máxima seguridad posible. Para ello hay que invertir lo que sea preciso. Y aunque el Gobierno central ha puesto 2.000 millones de euros a disposición de las comunidades autónomas, no es una cifra suficiente y hay que recordar que todavía se deben 9.000 millones a la educación por los recortes de la etapa Rajoy. También le ha faltado valentía del Gobierno central para fijar una ratio máxima que obligase a organizar espacios, desdoblar grupos y contratar a profesorado interino –como Aleix-, algo que han hecho masivamente países como Italia.
La película habla del uso de la tecnología (vídeojuegos) para trabajar en común, crear cohesión e integrar al alumno que no puede asistir a clase por estar hospitalizado. Pero la película nos recuerda algo mucho más importante: no hay educación sin afecto. Del profesor hacia su alumnado, del alumnado entre sí, superando los graves problemas de convivencia existentes que vuelven aflorar como todo lo que no se trata y cura. Es irrenunciable la presencialidad, porque sin afecto el proceso de educación-aprendizaje no funciona de forma óptima y porque con la educación online un tercio del alumnado se descuelga y aumentan las desigualdades educativas y sociales.
Como decía Dantón, la educación siempre debe ser lo primero. Porque se educa fundamentalmente para ser personas. Porque su finalidad es esa: acompañar a los niños y niñas y a la juventud en su proceso de convertirse en individuos formados, informados y comprometidos con la mejora de su sociedad. Porque les ayuda a crecer, a superar etapas en su desarrollo emocional y moral. Y, efectivamente, un profesor puede cambiarte la vida y un alumno también. Porque la escuela puede ser el lugar donde nacen los sueños, donde se aprende a convivir y donde se desarrollan los valores humanos.
[Fuente: Cuarto Poder]
23/9/2020
Rafael Poch de Feliu
Moscú y Berlín envenenan sus relaciones
El caso Navalny destruye uno de los escasos puentes que quedaban
Las relaciones entre Moscú y Berlín han entrado en septiembre en una crisis que va a complicar aún más la situación en Europa. El deterioro viene de lejos. Comenzó con claridad hace diez años, y no por casualidad, tras el hundimiento financiero del casino neoliberal. Es conocido que la agudización de las tensiones internacionales y la guerra suelen ser la “solución” de tales crisis. La espiral de Estados Unidos contra China es una muestra de ello. Lo de Alemania hacia Rusia forma parte de lo mismo. Tendencias claramente alarmantes. El desencadenante inmediato ha sido la protesta de los bielorrusos y sobre todo el presunto envenenamiento de Aleksei Navalny, un opositor del Kremlin, y ha tenido lugar cuando se cumplían 65 años del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre la República Federal Alemana y la Unión Soviética.
En 1955 habían pasado solo diez años desde el fin del holocausto ruso-soviético de 27 millones de seres humanos que la criminal invasión alemana de la URSS ocasionó. Hoy ese terrible dato del extremo sufrimiento que los invasores alemanes infligieron a los rusos, bielorrusos, ucranianos y demás, se ha borrado de la memoria de los políticos germanos. Mantienen las formas con los judíos, a los que intentaron exterminar, por el procedimiento de renovar una y otra vez su cheque en blanco a los crímenes del estado de Israel, curioso concepto de contrición, pero no tienen ningún complejo hacia Rusia. Así, en Alemania se conmemora casi todo, desde la culpa del holocausto hebreo, hasta el bombardeo de la Westerplatte o cualquier otro evento de la Segunda Guerra Mundial, pero ni palabra sobre la operación Barbarroja que desencadenó la gran matanza en el Este.
Las cosas no eran así en los años setenta, cuando la generación socialdemócrata de Willy Brandt y Egon Bahr diseñó la Ostpolitik con una conciencia aun muy viva de todo aquello. Claro, Brandt había sido uno de los raros alemanes (unos 100.000 en total) que se resistieron activamente al nazismo y no tenía nada que ver con los nazis reciclados que levantaron la RFA de posguerra. Fue entonces cuando Alemania firmó los primeros contratos energéticos con la URSS. Aún recuerdo los artículos del gran André Gunder Frank llamando la atención sobre la importancia de aquellos acuerdos.
A finales de los ochenta aquella amistosa distensión germano-rusa llegó a su apogeo cuando el Moscú de Mijail Gorbachov hizo posible la reunificación alemana de 1990. Aquello dejó una sólida impronta de respeto y gratitud en toda una generación de políticos alemanes como Helmuth Kohl o Hans Dietrich Gensher que habían conocido la guerra, por no hablar de la población alemana, donde Gorbachov encontraba un apoyo y una simpatía sin igual. Parecía que se había creado una histórica garantía de reconciliación, cooperación y pacífico futuro.
Todo ese capital tan importante para la estabilidad europea se fue deteriorando a causa, fundamentalmente, del drang nach Osten emprendido por la OTAN en abierta violación de los compromisos que cerraron la guerra fría, de la propia evolución de la Rusia autocrática pero occidentalista de Boris Yeltsin, que Alemania en particular y Occidente en general hicieron pasar por democracia homologable y cubrió de elogios mientras Moscú actuaba como su vasallo, aunque fuera un poco caótico, en la esfera internacional. Pero en cuanto su elite se llenó los bolsillos -operación en la que necesitaba el beneplácito y la cooperación occidental- Rusia volvió a ser Rusia y restableció la autonomía internacional que se deriva de su potencia y lugar en el mundo.
Mientras en la Alemania reunificada y embargada por el subidón nacional de su liderazgo europeo, accedía al gobierno una nueva generación sin el menor complejo de culpa por las facturas del nazismo, la generación de Merkel, la Rusia de Putin perfeccionaba la autocracia heredada de Yeltsin y endurecía su relación con Occidente conforme éste le metía una y otra vez el dedo en el ojo al oso ruso.
En ese proceso de deterioro de las relaciones entre Moscú y Berlín al que asistimos desde hace diez años, hay dos pilares que impiden llegar a una definitiva y abierta hostilidad. Uno es la relación energética definida por un analista ruso como “el principal fundamento de su relación no solo económica, sino también política”. Hoy ese pilar lleva el nombre de Nord Stream 2 el último tubo de gas ruso trazado bajo el Mar Báltico al que le quedan muy pocos kilómetros para ser completado. Hay más de cien empresas de doce países europeos participando en ese proyecto, la mitad de ellas alemanas. El segundo pilar es el papel de refugio que Europa tiene para los capitales de la elite rusa que resultaron de la gran operación de privatización y saqueo que ésta realizó en los años noventa con la ayuda de socios occidentales. Los bancos de Londres ya no son tan seguros para los rusos -y no solo por el Brexit- pero en Alemania se había tejido toda una red de imbricaciones y complicidades de intereses derivados de la importancia de las cifras del negocio alemán en Rusia, red que el ex canciller Gerhard Schröder personifica como nadie por sus empleos energéticos rusos.
Esta situación hacía que Berlín fuera prudente y relativamente cuidadoso en su relación con Moscú, incluso ya metidos en el clima de nueva guerra fría post reventón neoliberal de los últimos diez años. No tenía nada que ver con la distensión de la Ostpolitik de los años setenta y sus sanos componentes de responsabilidad histórica. Tampoco con la gratitud y los respetos vinculados a la reunificación nacional que Gorbachov hizo posible. Era puro y frío pragmatismo. Ahora el presunto envenenamiento de Aleksei Navalny, o la oportunidad que ese suceso ha abierto, ha hecho saltar por los aires el puente que tanta animadversión generaba en Washington por razones geopolíticas, pues fomentar la hostilidad europea hacia Rusia es una prioridad ya histórica de Estados Unidos. Para facilitarla, y contra toda lógica de mercado, Washington ha venido presionando fuertemente a Merkel en los últimos años, con amenazas de sanciones para las empresas implicadas, y proponiendo sustituir el gas ruso por el gas licuado americano resultado de la desastrosa fracturación hidráulica.
“Gracias al firme apoyo de la canciller Angela Merkel al gasoducto Nord Stream 2 de Rusia, Alemania se ha convertido en el mayor facilitador de Putin en Europa. La posición de Merkel de que la Unión Europea debería mantener relaciones económicas y políticas separadas (de las de Estados Unidos) con Rusia, nunca fue justificable. Ahora es indignante”, resumía con meridiana claridad un artículo de opinión del New York Times del 5 de septiembre.
El caso Navalny ha tenido el efecto de una carga de dinamita en el derribo del ambiguo puente germano-ruso, es decir uno de los últimos vínculos europeos de distensión con Moscú. Que Merkel haya trasladado a la Unión Europea la decisión sobre si se debe cancelar el Nord Stream 2, sugiere el entierro del casi concluido proyecto. Si eso es así, Rusia resultará aún más aislada en Europa.
Uno tras otro, en la Europa de los últimos años y a base de escándalos muy oportunos, han ido cayendo políticos que pregonaban la cooperación con Rusia. En Francia dos candidatos a la presidencia de la república, Dominique Strauss-Kahn y François Fillon, en Italia el viceprimer ministro Matteo Salvini, en Austria el vicecanciller Heinz-Christian Strache… En el Reino Unido el caso Skripal, otro supuesto envenenamiento, dinamitó las relaciones de una forma muy parecida a lo que ocurre ahora con Navalny. Ahora es en Alemania donde la ministra de defensa Annegret Kramp-Karrenbauer, alias Frau KK, arremete contra el “sistema de Putin” definido como, “un regimen agresivo que persigue sin escrúpulos fortalecer sus intereses por medios violentos violando repetidamente las normas de conducta internacionales”.
Toda esa línea de sucesos que destruyen puentes sigue una pauta y crea una situación internacional con mayores riesgos, en la cual la confrontación de la UE de matriz alemana con Rusia se suma a la de Estados Unidos con China. La débil cooperación franco-germana con Rusia en la crisis del Donbas, en el este de Ucrania, el llamado “formato de Normandía”, se resentirá. Privada de aquel nexo, la crisis de Bielorrusia se agudizará internacionalmente.
En la propia Rusia pueden madurar contradicciones internas contra Putin cuando los intereses económicos de la elite rusa con cuentas en la UE se vean mermados por este clima… Como hemos explicado en otro lugar, el sistema de Putin no es sólido y hay que preguntarse cual sería su consecuencia y alternativa si se desmoronara. Sin ir más lejos, el propio Navalny mantiene posiciones políticas bastante inquietantes.
Al final queda la pregunta sobre qué ocurrió con Navalny. Sobre Moscú se acumulan las preguntas de ese género: el caso Litvinenko, el derribo del avión de pasajeros MH 17 de Malaysia Airlines sobre el Donbas (seguramente el menos misterioso de todos), el caso Skripal y ahora el de Navalny… Puede haber mucho enredo en estos sucesos, en algunos más que en otros, pero dejemos clara una cosa: la Rusia de Putin es perfectamente capaz de eliminar oponentes. El propio Presidente llegó al poder en los alrededores de una masacre de explosiones indiscriminadas en cuatro bloques de viviendas de Moscú, Volgodonsk y Buinaksk oscuramente atribuidas al terrorismo checheno (septiembre de 1999) que dejaron la friolera de 300 muertos. La misma “razón de estado” que elimina a un presidente en Estados Unidos (“thousands were watching, no one saw a thing”, Dylan dixit, que lleva a François Mitterrand a volar el Rainbow Warrior de Greenpeace en Auckland y a un gobierno español a crear los GAL, o que descuartiza al periodista disidente Jamal Khashoggi en un consulado saudí de Estambul, que coloca una bomba lapa bajo el coche de Daphne Caruana Galizia en Malta, o que elimina al periodista eslovaco Jan Kuciak, actúa en Rusia cuya tradición de brutalidad es larga y conocida.
Podemos, y debemos, buscar los tres pies del gato en este y otros sucesos. Ir siempre con el escepticismo por delante. Como dice Craig Murray, cuyo trabajo sobre el caso Skripal es sólido, es incongruente envenenar a un oponente con un arma química y que sobreviva, que se permita interrumpir el vuelo para que la víctima reciba asistencia y que se acceda a evacuar a la persona a Alemania donde un hospital vinculado al ejército dictamina “sin ningún género de dudas” que la causa del envenenamiento es un agente químico de uso militar. Al mismo tiempo, la consideración de Murray de que “si Putin quería matar a Navalny, lo habría matado” sin todas esas piruetas, desecha la posibilidad, muy rusa, de una chapuza.
Naturalmente las conjeturas son de doble sentido: si Navalny fue envenenado, las hipótesis sobre la autoría son muchas, desde luego en Rusia, y -¿por qué no a la vista de sus consecuencias? – fuera de Rusia. En cualquier caso, como dice Dmitri Trenin, analista de un think tank occidental en Moscú, que Rusia responda a todo eso con el habitual, “no sabemos qué ha pasado, tenemos una docena de versiones de lo que podría haber sucedido, etc.,” es algo que no funciona bien…
Al final todo eso es anecdótico, pues en la competición de canalladas internacionales Rusia no lidera la liga. Por más que la hipocresía habitual de condenar el caso Navalny pasando por alto fechorías similares o mucho peores en sustancia y cantidad (el lector puede aquí confeccionar la lista a su gusto), responda a la lógica de las cosas. Contra lo que se pretende inculcar, no son los derechos humanos quienes determinan las relaciones internacionales, pero si es la política de derechos humanos la que se maneja para promover determinadas causas. Y en este caso se trata, nada menos, que de las relaciones germano-rusas, pilar de la seguridad europea, gravemente heridas en plena crisis del capitalismo global.
[Fuente: Ctxt]
2/10/2020
Valentín Katasonov
La quinta esfera de la guerra
Los ciberataques estadounidenses contra Rusia pueden expandirse dramáticamente este otoño.
Estados Unidos ha estado librando una guerra cibernética contra Rusia durante al menos diez años. Como dice Richard A. Clarke, asesor de seguridad de la administración presidencial de los Estados Unidos durante el gobierno de Bush Jr., en Cyber War (HarperCollins, 2010): «la guerra cibernética son las acciones de un Estado nacional para infiltrarse en las computadoras o redes de otro estado nacional con el fin de lograr el objetivo de causar daños o destrucción».
Hace diez años, la revista británica The Economist llamó al ciberespacio «la quinta esfera de la guerra, después de la tierra, el mar, el aire y el espacio exterior» [1]. Se puede suponer que una guerra cibernética a gran escala contra Rusia comenzó en 2009, cuando se creó el Comando Cibernético de Estados Unidos (USCYBERCOM). Desde el principio, Rusia se encontró en la corta lista de los países objetivo para las operaciones planificadas por el Comando Cibernético de EE.UU.
La guerra cibernética tiene dos áreas principales: 1) la inteligencia cibernética (ciberespionaje); 2) los ciberataques.
El ciberespionaje contra Rusia se llevó a cabo incluso antes de la creación del Comando Cibernético de EE.UU. a través de la NSA, la CIA, la inteligencia militar y otros servicios especiales. Todo esto fue bien descrito por Edward Snowden. Pero los ciberataques comenzaron a llevarse a cabo desde principios de esta década; su frecuencia y escala aumentan cada año. Las principales áreas de operaciones activas en el marco de la ciberguerra son: 1) destrucción y daño a la información electrónica del enemigo; 2) propaganda: colocar materiales de propaganda en el espacio de información del enemigo; 3) bloqueo de servicios (interrupción del funcionamiento de sitios o sistemas informáticos); 4) interferencia en el funcionamiento de los equipos, su apagado o avería (ataques a las computadoras que sirven al funcionamiento de dichos equipos).
Pueden ocurrir daños a gran escala como resultado de ataques a computadoras que sustentan la vida de las ciudades, su infraestructura (sistemas de comunicación, sistemas de suministro de agua, redes eléctricas, brigadas de bomberos, transporte urbano, etc.). Existe la posibilidad de bloquear el trabajo de grandes empresas industriales, instituciones bancarias, empresas de transporte, centrales eléctricas, etc. Finalmente, el objeto de los ciberataques pueden ser sistemas de gobierno, fuerzas armadas, sistemas de armas complejas. En 2010, dejaron claro al mundo que Estados Unidos podía bloquear el funcionamiento de instalaciones estratégicamente importantes con la ayuda de «armas digitales». Luego, los servicios de inteligencia estadounidenses, junto con los servicios de inteligencia israelíes, lograron infligir graves daños a las centrifugadoras de una instalación nuclear iraní Natanz utilizando el virus informático Stuxnet.
Durante mucho tiempo, Washington ocultó cuidadosamente el hecho de la guerra cibernética contra Rusia. Las actividades del Comando Cibernético de los Estados Unidos y las organizaciones bajo su mando que realizan operaciones de guerra cibernética se clasificaron de manera confiable. Al mismo tiempo, incluso durante la época del presidente Barack Obama, Washington acusó a Moscú de librar una guerra cibernética contra Estados Unidos. Cualquier ataque de piratas informáticos que se llevara a cabo en Estados Unidos contra agencias gubernamentales, bancos, instalaciones de infraestructura, etc., Washington casi siempre las calificaba como «intrigas de Moscú». Dicen que los ataques los llevan a cabo personas detrás de las cuales se encuentra el Kremlin y que trabajan bajo las órdenes del Kremlin.
Bajo el presidente Obama, se recurrió a operaciones cibernéticas activas contra Rusia y otros países, pero con cautela. La inteligencia cibernética prevaleció. Los ciberataques seguían siendo raros, temían el «efecto bumerang». Por ejemplo, bajo Obama, funcionarios del Departamento del Tesoro de Estados Unidos propusieron abstenerse de ataques cibernéticos contra bancos extranjeros, creyendo que tales acciones podrían socavar el sistema financiero global.
Las acusaciones de que Moscú está librando una guerra cibernética contra Estados Unidos han aumentado drásticamente desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Moscú fue acusada de interferir en las elecciones presidenciales de 2016 con la ayuda de «tecnologías digitales». Dicen que hubo una influencia activa de Moscú en el contenido de Internet y las redes sociales a favor de Trump y en contra de los demócratas.
El Comité de Inteligencia del Senado de EE.UU. publicó este año la quinta parte de un informe de investigación secreto sobre la «injerencia rusa en las elecciones de 2016» (informe del 6 de enero de 2017). Aquí hay un extracto de ese evento: «El gobierno ruso, en una actitud agresiva y multidimensional, influyó o trató de influir en el resultado de las elecciones, y el presidente ruso Vladimir Putin dirigió personalmente los esfuerzos para piratear redes informáticas y cuentas asociadas con el Partido Demócrata de Estados Unidos». ¡Personalmente!
Han pasado cuatro años desde esa campaña electoral, pero no se ha presentado ninguna evidencia concreta de la interferencia cibernética de Moscú en el proceso electoral estadounidense. En marzo de 2020, un tribunal estadounidense cerró el caso contra la empresa rusa Concord Management and Consulting, de la que se sospechaba que «interfería» en las elecciones estadounidenses. También hubo otros intentos de procedimientos legales contra personas físicas y jurídicas rusas, pero todos terminaron en un fiasco. Además, se han registrado casos de falso testimonio contra esas personas por parte de algunos ciudadanos estadounidenses. El fiscal especial Robert Mueller, que investigaba la supuesta colusión entre Rusia y el equipo de Trump, se vio obligado a dimitir.
Pero no hay duda de que Washington está librando una guerra cibernética contra Rusia. El reconocimiento de este hecho vino de labios del presidente de los Estados Unidos. Donald Trump, durante una entrevista con el columnista del Washington Post, Mark Thyssen, en la Oficina Oval en julio de 2020, admitió que en 2018 autorizó un ciberataque encubierto contra la Agencia de Investigación de Internet de Rusia, con sede en San Petersburgo [2]. Algunos medios de comunicación estadounidenses lo llamaron una «fábrica de trolls».
¡Y cuántas operaciones de este tipo contra Rusia hubo! Nos enteramos de que algunas de ellas son obra de los servicios de inteligencia estadounidenses de exfuncionarios del gobierno estadounidense. The New York Times (NYT) publicó un artículo en junio de 2019 sobre un aumento en el número de ataques cibernéticos estadounidenses a las redes eléctricas rusas. En estos artículos, los expertos se refirieron a fuentes no identificadas entre ex funcionarios del gobierno que brindaron esta información relevante durante la entrevista [3]. Se señaló que las redes eléctricas rusas durante la primavera de 2019 fueron objeto de ataques cibernéticos masivos por parte de Estados Unidos. El propósito de los ataques era inyectar códigos maliciosos en el sistema cibernético que pudieran paralizar el funcionamiento de las redes eléctricas. La información filtrada sobre esta operación especial ha enfurecido a Trump.
En septiembre de 2018, John Bolton, entonces asesor de seguridad nacional de Donald Trump, anunció que el presidente había ampliado las capacidades de las agencias de inteligencia y el ejército para realizar operaciones ofensivas en el ciberespacio. Los detalles aparecieron dos años después. Yahoo News ha publicado revelaciones de exfuncionarios de la administración Trump sobre un decreto presidencial de Estados Unidos de hace dos años. El decreto de 2018 fue clasificado [4]; le dio a la CIA mayores poderes y herramientas para llevar a cabo ciberataques. Este decreto liberó a la CIA de la necesidad de justificar la elección del objetivo del ataque (estructuras empresariales, medios de comunicación, ONG) mediante una conexión con un Estado «hostil». Uno de los exfuncionarios de la administración presidencial de Estados Unidos dijo bajo condición de anonimato: «Anteriormente, era necesario durante años recolectar evidencias (en decenas de páginas) de que esta organización en particular está directamente relacionada con las autoridades referidas. Ahora, si se puede demostrar de manera aproximada que ella está actuando en interés del gobierno referido, se le puede dar luz verde».
Además, un decreto secreto de 2018 otorgó a la CIA autoridad adicional para realizar operaciones activas destinadas a desactivar las instalaciones económicas y de infraestructura. Finalmente, la CIA recibió carta blanca para un uso más amplio de una herramienta de guerra cibernética como la publicación de pruebas comprometedoras sobre personas y entidades legales que están en la lista negra de Washington. Lo que, por supuesto, requiere una ciberinteligencia más activa en relación con esas personas.
Según Yahoo News, la CIA, a la que se le han otorgado poderes adicionales, ha realizado más de una docena de operaciones activas durante los últimos dos años. Se menciona un ciberataque contra tres bancos iraníes presuntamente vinculados al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica. Esto terminó con el hecho de que los datos personales de millones de depositantes de estas instituciones de crédito llegaron a Internet. También se mencionó a la empresa rusa SyTech, cuyo servidor fue pirateado en julio de 2019. Los atacantes obtuvieron acceso a 7,5 TB de información. Los documentos de la empresa se publicaron en la red, de lo que se desprende que era un contratista del FSB y otros servicios especiales rusos. Los piratas informáticos estadounidenses de la CIA enviaron información sobre veinte proyectos no públicos de SyTech a los principales medios de comunicación. Los piratas informáticos de Tsereushnye compartieron la información obtenida con el grupo Digital Revolution, que un año antes pirateó el servidor del Instituto de Investigación «Kvant», que estaba bajo el control del FSB.
En octubre de 2019, el secretario del Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia, Nikolai Patrushev, informó que se habían llevado a cabo varios millones de ciberataques en la red de organismos estatales en varios distritos federales de Rusia. Casi todos fueron rechazados con éxito. Añadió que los servicios de inteligencia estadounidenses y extranjeros están buscando «puntos débiles» en la infraestructura de información de Rusia para la posterior realización de ciberataques a gran escala. Por lo tanto, la tarea de mantener y fortalecer la seguridad de la información y digital de Rusia es cada vez más urgente.
A fines del año pasado, los medios estadounidenses informaron que la CIA y otros servicios especiales, bajo el liderazgo general del Comando Cibernético de Estados Unidos, estaban desarrollando tácticas para las elecciones presidenciales en Estados Unidos en 2020 (se llevarán a cabo el 3 de noviembre). En particular, están considerando un escenario en el que Moscú interfiere en estas elecciones, y en el que luego Washington responderá con una serie de ciberrespuestas a Moscú. Si, en vísperas de las elecciones, los servicios especiales sienten el «aliento» de Moscú, comenzarán a filtrar información clasificada sobre ciudadanos rusos sospechosos de interferencia en el espacio de la información (la dirección del FSB, el Ministerio de Defensa, otros departamentos y, posiblemente, algunos oligarcas; con la excepción del Presidente de la Federación de Rusia).
Los expertos señalan que en 2016 el Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU. desarrolló tácticas para una guerra de información con Rusia durante la campaña presidencial y las propias elecciones, pero las reacciones cibernéticas de Washington fueron extremadamente lentas. Esta vez, la CIA y otras agencias de inteligencia estadounidenses prometen que las respuestas a Moscú serán muy duras. Como señala el Washington Post el 18 de diciembre del año pasado, las medidas desarrolladas por el Comando Cibernético de Estados Unidos para las actuales elecciones son tan distintas a las propuestas en 2016 «como lo son el día y la noche».
No hay duda de que, cualquiera que sea el resultado de las elecciones estadounidenses, Moscú será acusado de «interferencia» y es probable que siga una serie de ciberataques graves contra Rusia. Entonces tenemos que prepararnos.
PD: Ya se han realizado las primeras acciones en el marco de las tácticas desarrolladas por el Ciber-Comando de Estados Unidos. En agosto de 2020 el Departamento de Estado de EE.UU. comenzó a enviar mensajes SMS a los rusos sobre una recompensa de $10 millones por datos sobre interferencia en las elecciones estadounidenses. Las presentaciones son parte del programa Rewards for Justice. El 5 de agosto de 2020, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, anunció el inicio de este programa [5].
Notas:
[1]https://www.economist.com/leaders/2010/07/01/cyberwar?story_id=16481504&source=features_box1
[2] https://www.washingtonpost.com/people/marc-a-thiessen/
[3] https://www.bbc.com/news/technology-48675203
Traducido del ruso por Juan Gabriel Caro Rivera
[Fuente: Fondsk.ru]
5/10/2020
Por Asbjørn Wahl
¿Es posible un nuevo sindicalismo clasista?
Los sindicatos están a la defensiva en todo el mundo, bajo la enorme presión de poderosas fuerzas económicas y políticas. Enfrentamos una multiplicidad de crisis. Las patronales atacan desde todos los frentes y la pandemia se está usando como excusa para debilitar aún más a los sindicatos, los salarios y las condiciones de trabajo.
Desde que empezó la ofensiva neoliberal alrededor de 1980, hemos experimentado un cambio enorme en el equilibrio de poder, desde la fuerza de trabajo hacia el capital. A pesar de eso, grandes sectores del movimiento sindical siguen aferrándose a la ideología de la concertación social –con el diálogo social como principal método de influencia–, lo cual, en las actuales circunstancias, está demostrando ser contraproducente.
Sin embargo, un número creciente de sindicatos están tomando conciencia de que estamos en una situación crítica y de que tenemos que dar nuevos y audaces pasos para enfrentar a nuestros adversarios. Tenemos que reformar nuestros sindicatos, para convertirlos en instrumentos más eficaces y prepararlos mejor para las confrontaciones por venir.
Falta de discusión
Los sindicatos se oponen a la reestructuración neoliberal de nuestras sociedades. Están unidos contra la privatización y la desregulación de nuestros servicios públicos. Demandan empleos más seguros, mejores condiciones laborales, de salud y de seguridad en el trabajo y una «transición justa» para evitar una catástrofe climática. En general, los sindicatos tienen una lista impresionante de demandas progresistas.
El problema es que esto suele terminar ahí. Hay una ausencia de discusión y de políticas respecto de cómo seguir en caso de y en el momento en que nuestras demandas específicas se adopten y cumplan. Y dado que los procesos económicos, sociales y políticos van mayormente en el sentido opuesto, es importante que también evaluemos nuestras organizaciones, tanto sus debilidades como sus fortalezas.
El desarrollo de nuestras estrategias es un desafío singular. Nuestros objetivos más amplios requerirán transformaciones sociales y económicas profundas, por lo que enfrentamos una lucha basada en el interés. En verdad, es una cuestión de poder. Por lo tanto, necesitaremos más sindicatos que sean capaces de luchar y que estén dispuestos a hacerlo. Tenemos que construir alianzas sociales más amplias. Serán necesarias la movilización masiva de las fuerzas sociales y la solidaridad mutua. Sin embargo, enfrentamos un problema, ya que sectores importantes del movimiento sindical internacional están presos en la trampa del diálogo social.
Otro ámbito de lucha
En la interpretación dominante, el diálogo social se ha convertido en un fin en sí mismo, una forma de avanzar en relación con los empresarios y con los gobiernos. Por supuesto, la posibilidad de hablar cara a cara con los empresarios es importante, pero en sí misma no nos da más poder. Simplemente nos presenta un nuevo ámbito de lucha en el que podemos expresar el poder que ya tenemos. Es la representación de nuestros integrantes, con su habilidad y predisposición para tomar acciones, lo que nos da poder en el «diálogo», como así también en la mesa de negociaciones. No obstante, la ideología de la concertación social se ha distanciado cada vez más de las relaciones de poder de las que surgió.
Nadie critica a los sindicatos por concurrir a reuniones con empresarios. Por supuesto, eso es necesario e importante. Lo que cuestionamos es que se actúe como si el diálogo social fuera el medio principal para ganar influencia. En lugar de humillarse implorando por «un lugar en la mesa», debemos dirigir nuestros recursos y políticas hacia construir sindicatos más fuertes con musculatura en la industria. En la sociedad capitalista de hoy, queda bastante claro que quien no representa una amenaza potencial para los intereses de las empresas, no tiene poder, con o sin diálogo social.
Compromiso de clase
Es muy útil echar un vistazo al origen del diálogo social. Todo se remonta a la institucionalización del compromiso de clase histórico entre la fuerza de trabajo y el capital después de la Segunda Guerra Mundial, con su epicentro en Europa occidental. Este compromiso (no importa lo que opinemos de él) se construye sobre la base del poder. Fue el resultado de un desarrollo histórico muy específico, en el que el movimiento sindical y de trabajadores fue capaz de amenazar los intereses del capital mediante la movilización y la lucha.
El compromiso de clase no fue el resultado de los reclamos a los empresarios, sino de haberles enseñado una lección mediante la acción en las industrias. Los empresarios se interesaron en cerrar un acuerdo con los trabajadores no por ser amables, sino para evitar algo peor, cualquier tipo de socialismo. El compromiso de clase se estableció sobre la base de 50 años de dura lucha de clases. Fue el cambio asociado en las relaciones de poder en favor de la fuerza laboral lo que le dio al movimiento sindical influencia a través de negociaciones tripartitas y diálogo social.
Ahora, dado que las relaciones de poder se han modificado considerablemente en favor de los empleadores, el compromiso de clase ya ha colapsado o está a punto de hacerlo. Con un movimiento sindical y de trabajadores débil, muy a la defensiva, los empresarios ya no están interesados en compromiso alguno, incluido un diálogo social eficaz. Una prueba de la crisis que enfrentamos es que los sindicatos europeos se han reducido en promedio a la mitad durante los últimos 40 años, una embestida contra los sindicatos sin precedentes en tiempos modernos. Confiar en que el diálogo social nos salve en esa situación es como mínimo ingenuo.
Estrategias eficaces
No es difícil entender qué es lo que persiguen los empresarios. Quieren abolir el Estado de Bienestar, privatizar porciones aún mayores de nuestras economías y sociedades y derrotar al movimiento sindical. Para enfrentar eso, necesitamos sindicatos más fuertes que estén dispuestos a desafiarlos. Debemos analizar la coyuntura política presente, desarrollar programas y políticas e idear visiones que puedan crear entusiasmo y optimismo; también generar estrategias eficaces para poder concretarlas.
Pero las relaciones de poder son cruciales: el lugar en la mesa de negociaciones estará disponible tan pronto como los empresarios se den cuenta de que es mejor tenernos ahí antes que en las calles o en los piquetes de huelga.
Fuente: Social Europe
Traducción: María Alejandra Cucchi
[Fuente: Nueva Sociedad]
9/10/2020
Hernán Ouviña
Rossana Rossanda: teoría marxista y comunismo radical en el largo otoño caliente
La madrugada del pasado domingo 20 de septiembre falleció Rossana Rossanda, una de las marxistas más originales y relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Nacida en 1924 en Pula, actual territorio croata, adquiere sus primeras armas intelectuales de la mano del filósofo Antonio Banfi, quien oficia de puente para su acercamiento al universo de las ideas y la militancia de izquierda. En 1943 se incorpora a los 19 años a la Resistencia partisana en el norte del país, lo que la lleva a sumarse al Partido Comunista Italiano tras la culminación de la guerra. En él cumple diversas tareas y asume crecientes responsabilidades: además de ser la única mujer que integra su comité central, ejerce el rol de editora del seminario Rinascita, la dirección de la política cultural de la organización a nivel nacional (previa coordinación de la Casa de Cultura en Milán) y el cargo de diputada a partir de 1963.
Este derrotero inicial no está exento de polémicas y sinsabores, que la ubican siempre en el ala izquierda del PCI, ante eventos trágicos como la crisis de 1956 (generada por la rebelión húngara y el XX Congreso del PCUS), o luchas políticas internas precipitadas por un movimiento de masas donde, en sus propias palabras, “la oposición ya no fue entre la paz y la guerra, democracia y derecha, sino entre la clase obrera y el gran capital, en su expresión ‘democrática’ y ‘coexistencial’”.
Dicha conjunción, acicateada por la agudización de la lucha de clases a nivel internacional y en la propia Italia, da lugar al surgimiento de lo que se conoce como ingraísmo (en alusión a Pietro Ingrao, dirigente de enorme respeto y gravitación en las filas del PCI), una corriente de contornos difusos unificada más por el espanto ante el ala derechista del partido, liderada por Giogio Amendola, que por sus propuestas concretas en una clave afirmativa. “Ingraianos fueron los muchísimos que le tenían como referente, por sus intervenciones en las que siempre había la afirmación de un principio y el reconocimiento de la complejidad, la percepción aguda e interrogativa del cambio que se estaba produciendo a nuestro alrededor, la otra parte que nunca habría flirteado con los socialistas y no se habría enrocado en el pasado”, recuerda Rossanda en su magistral autobiografía.
Tiempos de rebelión y ruptura
El conflicto chino-soviético, la proliferación de guerrillas y movimientos de liberación en América Latina, África y Asia, así como la “revolución cultural” impulsada por Mao y un avivado “retorno” a Marx ante el descubrimiento de muchos de sus borradores heréticos, hacen resquebrajar aún más la hegemonía de la URSS en materia teórico-política. A ello se suma la ebullición fabril y un creciente descontento obrero, amplificado por un relevo generacional a través del cual numerosos jóvenes se fogonean en asambleas, acciones directas, huelgas salvajes y disputas antiburocráticas.
No obstante, el verdadero vendaval acontece en 1968. Es por supuesto el año del mayo francés y de otras protestas callejeras en Europa Occidental y el Tercer Mundo, pero también el de la Primavera de Praga, que culmina con la invasión de Checosvolaquia por parte de las tropas rusas. En Italia la revuelta tiene al movimiento estudiantil como protagonista descollante de manifestaciones callejeras, ocupación de facultades, “contra-cursos” y confrontaciones con la policía, lo que descoloca a un esclerosado PCI, que desestima los acontecimientos y sólo tardíamente decide intervenir en ellos. Cuba, Argelia y Vietnam fungen de referencia emblemática para este ciclo de luchas. Mientras tanto, Rossana Rossanda, rigurosa conocedora de la problemática educativa, elabora un minucioso análisis desde las entrañas de este proceso, que publica en formato de libro bajo el título de El año de los estudiantes.
Una nueva izquierda nace y se multiplica al compás de esta abrupta politización signada por una espontaneidad de masas, en lo que se conoce como el otoño caliente de 1969, lo que redunda en la proliferación de grupos, colectivos y movimientos de lo más variados, con una común vocación por revolucionarlo todo. Sin embargo, como recordará más tarde la propia Rossanda, el concepto de “masa” ya no aludía como en el PCI a esa pretendida ampliación de un marco de alianzas de naturaleza “nacional-popular”, sino que “ve en las masas la mezcla de sujetos nuevos y más radicales: estudiantes, jóvenes, marginados, incluso mujeres, que alargaban la idea de clase, pero hacia la izquierda”. En las fábricas se crean los Comités Unitarios de Base (CUB) y a nivel organizativo surgen infinidad de plataformas y espacios de confluencia política, entre los que se destacan Lotta Continua y Potere Operaio.
En esta coyuntura tan álgida y movediza, el PCI realiza su XII Congreso. En las semanas previas, en diferentes asambleas de sección y plenarios de base surgen voces disidentes, que expresan la necesidad de una discusión a fondo que —en sintonía con lo manifestado por Rossana Rossanda y otros referentes importantes del ala izquierda, como Luigi Pintor, Aldo Natoli, Massimo Caprara y Lucio Magri— incluya una revisión de la estrategia revolucionaria y formule una crítica constructiva al derrotero general del partido. Con el convencimiento de que nuevamente “un fantasma recorre Europa”, esta disidencia de izquierda —como la define la propia Rossanda en más de una ocasión— insta a que el PCI se reconfigure y actualice en función de aquella constelación de luchas y resistencias anticapitalistas, es decir, que esté a la altura de la crisis sistémica a la orden del día en Occidente.
Il Manifesto y la apuesta por un comunismo radical
El Congreso hace caso omiso de estos cuestionamientos y reafirma sin medias tintas los lineamientos principales del partido. Ante esta situación, en la primavera de 1969, Rossana Rossanda, Aldo Natoli y Luigi Pintor (integrantes del comité central), junto a Lucio Magri (un joven intelectual del norte del país), deciden fundar Il Manifesto, revista teórico-política en la que aspiran a volcar de manera detallada las discusiones y análisis planteados en el Congreso. Con un tiraje de casi 60 mil ejemplares, la publicación sale a la calle y genera de inmediato tanto receptividad y empatía en la nueva izquierda, como la incomodidad y el hostigamiento de la dirección del PCI que, tras una ardua polémica interna y bajo la acusación de “fraccionalismo”, define la exclusión del partido de todo su núcleo editor. Aunque técnicamente le llaman “radiación”, hecho que equivalía a una suspensión temporal, en los hechos era una expulsión encubierta. “Para ser comunista no hace falta carnet”, le responden con sorna a estos grises funcionarios.
En el Editorial del primer número, titulado “Un trabajo colectivo”, Il Manifesto explicita los principales problemas que es preciso afrontar de manera urgente en la coyuntura crítica abierta en el ‘68: “¿cuál es la naturaleza de la crisis que sacude el capitalismo avanzado?, ¿qué es lo que ha provocado la fractura del movimiento obrero y comunista?, ¿cuáles son las vías de transición hacia el socialismo en una sociedad ‘avanzada’ como la nuestra?, ¿en qué condiciones es posible vincular los impulsos que aparecieron en estos últimos años con una tradición vieja de medio siglo?”. Lejos de toda respuesta facilista, en sus páginas asumen que la única vía posible para enfrentar estos desafíos es la de una dialéctica abierta en el interior del movimiento de masas, que escamotee tanto el puro espontaneísmo como las lógicas reformistas y dogmáticas.
Recuperar el sentido perdido de la revolución “como ruptura y derrumbe del orden de cosas existente”, que permita superar el modo de producir y consumir, de pensar y de hacer pensar, de organizar la vida colectiva y las relaciones humanas, es el eje teórico-político que estructura el espíritu último de la revista durante sus primeros años de existencia, en un territorio clave en experiencias de insubordinación como Italia, verdadero epicentro de la lucha de clases dentro del Occidente capitalista.
Ante una realidad que se supone “compacta”, Il Manifesto se suelda, al decir de Rossanda, “con la intuición fundamental de Gramsci, la riqueza de su análisis de las formas de la sociedad desarrollada, y por consiguiente la complejidad de la revolución en Occidente, de su carácter no jacobino sino de masas, no puramente político sino social, y con todo ni minoritario ni frentista”. Sin embargo, a diferencia de la lectura gradualista e indolora predominante en el PCI, en este caso se busca reafirmar —a partir de un aporte insoslayable del maoísmo en esos años— el carácter radicalmente destructor de la revolución y la concepción del comunismo como sociedad totalmente otra.
Consejos para hacer la revolución
Una obsesión de Rossana Rossanda —extensible por supuesto al grupo impulsor de la revista— es la relación entre espontaneidad y organización. Si frente a los partidos comunistas y otras plataformas burocráticas rechaza la separación de todo aparato de su base, así como una concepción de partido burocrático y autosuficiente, sede exclusiva de la iniciativa política y exterior a la clase, también se diferencia de ciertos grupos surgidos en la oleada del bienio ‘68-69, que desestiman la necesidad de una estrategia concreta y un plan de acción definido, haciendo de la improvisación una constante.
Su artículo “Clase y partido”, publicado en el número 4 de Il Manifesto, al igual que otros textos abocados a problematizar este tema tan espinoso para la izquierda, como los de Luigi Pintor (“Hacia un nuevo movimiento político” y “El Partido de nuevo tipo”) y Lucio Magri (“Análisis del Partido Comunista Italiano” y sobre todo “Parlamentos o Consejos”), sumados a la discusión que desde la revista mantienen en Roma con Jean Paul Sartre (editada bajo el nombre de “Masas, espontaneidad, partido”), resultan de conjunto materiales imperecederos y de suma actualidad. En particular, el texto de Rossanda deja en claro que “la teoría de la organización está estrechamente ligada a una hipótesis de la revolución, y no puede separarse de ella”.
De ahí que el debate en torno al tipo de organización política, de acuerdo a estas lecturas, tenga como trasfondo clarificar el sentido y carácter de la revolución en tanto alternativa histórica, que debe involucrar ineludiblemente un quiebre radical del orden existente y, al mismo tiempo, una labor positiva de construcción de “organismos nuevos”, algo exaltado por Gramsci, pero dejado de lado por el PCI según el planteo de Il Manifesto. Como ironizará tiempo después Rossanda, estas utilizaciones “sedativas” y “edulcoradas” de la obra del marxista italiano, “han hecho de su antijacobinismo una imitación gradualista y de su guerra de posiciones se ha sacado la teoría de la renuncia a la ruptura”, instrumentalizando así a Gramsci como “peón de apoyo para operaciones políticas” y poniéndolo entre paréntesis “en su versión más corrosiva”.
A contrapelo, la propuesta es dotar de centralidad a los consejos como “real alternativa de autogobierno”, punto de enlace y prefiguración de una nueva institucionalidad anticapitalista, encarnación de un contrapoder que amalgama espontaneidad y conciencia e implica la impugnación de la separación entre economía y política, a partir de la puesta en práctica de una modalidad diferente de democracia y un salto cualitativo con respecto al Estado parlamentario-liberal burgués. “Rosa Luxemburgo, el Lenin de los años de la revolución, Gramsci en L’Ordine Nuovo, vieron en los consejos precisamente el camino de salida que la experiencia misma sugería para el problema”, expresa Lucio Magri. La temática de los consejos es para Il Manifesto un elemento permanente de la teoría de la revolución, y no cabe encapsularlos al interior de las fábricas ni parangonarlos con intereses económico-corporativos. Su surgimiento y expansión se asienta en una estructura de poder autónomo y se enmarca en un proyecto estratégico, unitario y de masas, en el que toma forma y encarnadura material una nueva hegemonía.
Otra arista de suma relevancia para Rossanda era lo acontecido en otras latitudes del mundo. Abnegada internacionalista, consciente de “la naturaleza unitaria del proceso capitalista en el curso de la fase imperialista”, hizo de la solidaridad y el hermanamiento con los pueblos y clases oprimidas del mundo una actitud ético-política, que jamás se tradujo en condescendencia. Antes bien, consideraba que la discusión fraterna y la polémica franca, basada en el respeto mutuo, pero sin transigir en sus convicciones y su interpretación crítica del marxismo, era lo que permitía hacer avanzar el proyecto revolucionario a escala global, desde una articulación orgánica entre teoría, análisis de situación y experiencia real.
Muestra de ello son sus agudas reflexiones, artículos periodísticos, notas de viajes, entrevistas y balances provisorios realizados desde territorios sumamente convulsionados de América Latina, como la Cuba socialista y el Chile de la Unidad Popular, o la incidencia y repercusión que sus intervenciones políticas y ponencias generan en las organizaciones de la nueva izquierda y las corrientes heréticas del marxismo de países como la Argentina del “Cordobazo” o el México de la activación estudiantil. Sus advertencias acerca de la imposibilidad de servirse de las instituciones estatales burguesas para dar inicio a un proceso de transición al socialismo, y del carácter no neutral de las fuerzas productivas, las cuales no pueden gestionarse o “utilizarse” sin más en un sentido contrario o cual instrumento aséptico, tuvieron eco al interior de movimientos y plataformas de lucha críticas del populismo y las perspectivas reformistas.
Por ello no dudó en asegurar a comienzos de los años ’70 en las páginas de Il Manifesto que “los problemas de las fuerzas revolucionarias latinoamericanas son los nuestros, y viceversa”, una convicción que incluía a la vez a los países de Europa del Este. Tanto en un caso como en el otro, a ella le interesó siempre tener como interlocutores, más que a posibles gobiernos de izquierda, a los sujetos políticos de carne y hueso portadores del cambio radical, que logran salir de su propia inmediatez para combatir de manera certera las lógicas de reproducción sistémica del capitalismo.
El declive transitorio de una ilusión
No resulta sencillo periodizar el ajetreado itinerario intelectual y político de Rossana Rossanda, algo que por supuesto excede la intención de este texto. Su autobiografía, La muchacha del siglo pasado, espléndida por donde se la mire, se interrumpe a mitad de camino y escamotea por supuesto esta tarea, aunque deja traslucir ciertas pistas borrosas. Indudablemente uno de los momentos de mayor productividad teórica y política en su vida, fue aquel que acompañó —como la sombra al cuerpo— a esa década de extrema experimentación militante que va de 1968 a 1977. Si en Francia la rebelión de mayo dura apenas unas pocas semanas, en Italia el otoño caliente se prolonga con vaivenes por casi diez años, e incluso hasta inicios de los ‘80 según la caracterización de Sergio Bologna.
El saldo, se sabe, es terriblemente trágico. A nivel institucional el PCI establece un acuerdo con la Democracia Cristiana, lo que allana el terreno para el famoso “compromiso histórico” y genera un mayor desencuentro aún con los movimientos y organizaciones de la izquierda extraparlamentaria. A su vez, el homicidio de Aldo Moro por parte de las Brigadas Rojas encarna la culminación de una intrincada espiral de violencia, en el que la “estrategia de tensión” orquestada desde los aparatos estatales e implementada durante todos estos años, logra desarticular la lucha antagonista gestada desde abajo, a través de la criminalización de las formas abiertas o difusas de lucha socio-política, que redunda en el encarcelamiento de miles de militantes, cuando no en su liso y llano asesinato.
Acaso un simbólico cierre ideológico de este período sea el encuentro de intelectuales y activistas de la izquierda europea en Venecia, durante noviembre de 1977, sobre “Poder y oposición en las sociedades posrevolucionarias”. Organizado por Il Manifesto, el debate fue más allá del contexto de los llamados “socialismos reales”, e implicó saldar cuentas, también, con un marxismo que agotaba su capacidad praxiológica de comprensión y —especialmente— intervención crítico-transformadora en la propia realidad, desde aquella voluntad de ruptura tan defendida por el grupo editor de la revista. La polémica suscitada en aquel entonces tuvo su continuidad durante 1978, a partir de unas provocativas tesis formuladas por Louis Althusser acerca del marxismo “como teoría finita”, que en rigor ponían el dedo en la llaga al aseverar la ausencia en él de una teorización sobre el Estado y la política.
La publicación ese mismo año por parte de Il Manifesto, de dos libros en los que se compilan una serie de artículos y ensayos críticos que evidencian el paciente trabajo de edición de Rossana Rossanda, bajo el título de Poder y oposición en las sociedades posrevolucionarias y Discutir el Estado, son quizás el cierre de un pliegue al que ella supo adherir con pasión y razón: el de la radicalidad comunista como impulso militante y horizonte de alternativa civilizatoria, frente a la crisis del sistema capitalista abierta durante esos años de enorme intensidad y movilización. “Nosotros somos los comunistas de la transición, sin revolución y sin los dramas de la revolución”, se atreverá a ironizar años más tarde.
Nuevos horizontes, viejas certezas
Casi al final de su vida, Rossanda apela retrospectivamente a la metáfora de la lagartija a la que el gato le muerde la cola para graficar su propio recorrido: a pesar de la pérdida, ella vuelve a crecer. Sin renegar de sus convicciones, tal vez su coherencia haya que situarla más en las nuevas búsquedas, “descubrimientos” y encuentros, que le permiten en los años siguientes al largo otoño caliente no transigir ni perjurar de aquella radicalidad comunista, sino dotarla de nuevos —o más bien renovados— ropajes y osamentas de lucha, desde las que seguir interpretando a la revolución no como mera “forma de gestión de una sociedad heredada”, que se agotaría en la certidumbre de “abatir a un enemigo tradicionalmente político”, sino a partir de la necesidad de “convertirse, contra la existencia, en otra organización de la vida y del trabajo”.
Uno de ellos es, por cierto, el del feminismo. Como vuelta de página y recomienzo en su incansable periplo biográfico, la publicación en 1979 del libro Las otras. Conversaciones sobre las palabras de la política, marca el inicio de una nueva fase, que lejos de abjurar del marxismo amplía sus contornos entre panes y rosas, habilitando un dialogo tejido de escucha colectiva con esta y otras tradiciones anti sistémicas con similares aspiraciones emancipatorias, algo que tendrá ocasión de sopesar y reivindicar con audacia una década más tarde en su libro También por mí, en cuyas páginas no teme confesar que “la identidad del sexo es la intuición de una dimensión inmensa, antes no vista por mí e infravalorada”.
A la vuelta de la historia, parecería que en este y otros puntos de juntura, retroalimentación e interseccionalidad tan potentes, de resistencias, batallas a contracorriente, transitorias derrotas, autoafirmaciones, perspectivas afines y posibles confluencias, se cifra sobre todo hoy la vigencia de las reflexiones teóricas y las apuestas políticas esbozadas por Rossana Rossanda. Calibrar la contemporaneidad de su “conciencia inquieta”, teniendo en cuenta un presente como el nuestro, apocalíptico y tan difícil de asir, resulta una tarea urgente que requiere no solo ejercitar la memoria colectiva, sino también revitalizar su obra desde los sueños y esperanzas irradiados por las nuevas generaciones militantes, al calor de las revueltas en América Latina y el sur global que —al igual que esta indisciplinada muchacha del siglo XX— ansían revolucionarlo todo.
[Fuente: Gramsci en América Latina]
25/9/2020
Entrevista a Rossana Rossanda
Entrevista para el diario La Repubblica del 1 de febrero de 2015, en la que Rossana Rossanda reflexiona sobre su vida y trayectoria política. Fue publicado en sin permiso (de cuyo Consejo Editorial formó parte) y de nuevo en el mismo medio en septiembre de este año, con el título: «La vida y el ejemplo de Rossana Rossanda (1924-2020). Entrevista».
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En su casa de París la fundadora de Il Manifesto recuerda encuentros e incomprensiones, amigos y adversarios, decepciones y grandes sueños vividos con el Partido Comunista. La entrevista de Antonio Gnoli se publicó en el diario La Repubblica el domingo 1 de febrero.
Sumergidos como estamos en los lugares comunes sobre la vejez, ya no conseguimos distinguir un carricoche de una tapiz rodante. El estereotipo de la vejez sonriente que corre y hace gimnasia ha terminado por imponerse a la imagen bastante más melancólica de una decadencia que provoca dolor y tristeza. Miro a Rossana Rossanda, con su lunar inconfundible. La miro mientras sus delgadas muñecas rozan los brazos de la silla de ruedas. La miro inmersa en la gran habitación de la planta baja de un hermoso edificio junto al Sena. La miro en ese concentrado de pasado importante y de presente incierto que representa su vida. En alguna parte ha escrito Philip Roth que la vejez no es una batalla sino una masacre. La miro con la ternura con la que se aman las cosas frágiles que se pierden. La miro pensando en que es una figura importante de nuestra historia común. Vinculada al Partido Comunista [Italiano], fue expulsada en 1969 y junto a Pintor, Parlato, Magri, Natoli y Castellina, entre otros, contribuyó a fundar Il Manifesto. Me mira con una pizca de resignación y otra de curiosidad. Hace unos meses perdió a su compañero, K. S. Karol. «Para una mujer como yo, que ha tenido la suerte de vivir años interesantes, el amor ha sido una experiencia particular. No tenía modelos. No me había entregado a las aspiraciones de las tías y de mi madre. No quería ser como ellas. Con Karol, hemos estado juntos largo tiempo. Yo, en Roma, y él, en París. Luego ya nos reunimos. Cuando perdió la vista, me trasladé definitivamente a París. Nos volvimos como dos ancianos cónyuges con su alfabeto privado», dice.
¿Cuándo se conocieron?
En 1964. Vino a una reunión del Partido Comunista Italiano como periodista del Nouvel Observateur. Ese año murió Togliatti. Dejó un memorándum que me entregó Luigi Longo y que yo a mi vez pasé al diario Le Monde, lo que suscitó la cólera del Partido Comunista Francés.
Cólera, ¿por qué?
Era un partido cerrado, ortodoxo, cumplidor de los rituales soviéticos. Louis Aragon se lamentó conmigo de que debía haberle pasado ese escrito. Él se habría encargado de organizar un bonito debate en el seno del partido. Para luego concluir en nada. Era típico.
¿El qué?
Ver a estos personajes acreditados, cierto, pero al final capaces sólo de pensar en sus propios intereses.
Pero ¿no era comunista?
Era antes que nada insoportable. ¡Revestido de la fatua certidumbre de ser "Louis Aragon"! Conservo de él un recuerdo molesto. La estupenda casa de la rue Varenne. Los retratos de Matisse y Picasso que lo homenajeaban como a un príncipe del Renacimiento. Yo experimentaba consternación y fastidio.
¿Cómo se convirtió usted en comunista?
Eligiendo serlo. La Resistencia influyó en ello, como influyó en ello mi profesor de estética y filosofía, Antonio Banfi. Yo iba con él, alegre e inconsciente. Me han dicho que es usted comunista, le dije. Me observó curioso. Y alarmado. Fue en 1943. Luego me sugirió una lista de libros que leer. Entre ellos El Estado y la revolución, de Lenin. Me convertí en comunista a espaldas de los míos, sobre todo de mi padre. Cuando lo descubrió, se dirigió a mi con dureza. Le dije que volvería a hacerlo cien veces. Tenía yo un tono malvado, provocativo. Me miró con estupor. Me respondió fríamente: hasta que no seas independiente, olvídate del comunismo.
¿Y usted?
Me licencié rápidamente. Luego empecé a trabajar en Hoepli. En la editorial, no lejos de San Babila, realizaba labores de redacción, y por la tarde frecuentaba el Partido.
En los años 40 y 50 era fuerte el atractivo del estalinismo. ¿Cómo lo vivió?
Hoy hablamos de estalinismo. Entonces la referencia no era ésta. El Partido tenía una estructura vertical. Y no es que uno hiciera lo que quisiese. Pero yo era bastante libre. Me casé con Rodolfo, el hijo de Banfi. Me ganaba la vida en el Partido. Hasta que en 1956 entré en la Secretaría. Se me confió la tarea de poner en pie la casa de la cultura.
Usted estuvo entre los artífices de esa hegemonía cultural que hoy se les reprocha a los comunistas?
¿Qué hegemonía? En la Universidad no nos dejaban entrar.
Pero tenían las editoriales, el cine, el teatro.
Teníamos sobre todo relaciones personales.
Pero también una línea que respetar.
Togliatti era mucho más libre mentalmente de lo que se ha dicho después. A mí el realismo soviético me daba horror. ¿Qué le puedo decir? No creo haber sido nunca estalinista. Nuna he pisoteado al prójimo. A veces ha habido relaciones complicadas. Pero forman parte de la vida.
¿Con quién se complicó la vida?
Con Anna Maria Ortese [escritora romano-napolitana, 1914-1998], por ejemplo. Le ayudé a realizar un viaje a la Unión Soviética. Al volver describió un país pobre y arruinado. Yo no estaba contenta con eso. Creía que no había comprendido que el precio de una revolución a veces es alto. Me dí cuenta de su decepción y se lo dije. Como una sensación de infelicidad que habían provocado mis palabras. Luego, repentinamente, nos abrazamos y rompimos a llorar.
¿Creía tener razón?
Yo pensaba que la URSS era un país justo. Sólo en 1956 descubrí que no era lo que me había imaginado.
Ese año algunos devolvieron el carnet.
Y otros se quedaron, aunque fuera en una posición crítica. Mi libertad nunca se vio amenazada ni oprimida. Lo que no significa que no hubiera choques o críticas duras. En 1965 escribí un artículo sobre Togliatti para Rinascita [revista mensual teórica y cultural del PCI publicada entre 1944 y 1991]. Lo comparaba con el protagonista de Las manos sucias de Sartre. Cuando apareció el artículo me hizo trizas Giorgio Amendola. ¿Cómo te has atrevido a escribir algo así? De los jóvenes era de verdad el más intolerante.
Citaba usted a Sartre, que estuvo muy próximo a los comunistas italianos.
Lo estuvo durante un cierto periodo. En realidad, era un movimentista. Venía todos los años a Italia con Simone De Beauvoir. En Roma se alojaban en el Hotel Nacional. Yo lo veía con regularidad. Una noche se encontró cenando también a Togliatti.
¿Dónde?
En una trattoria romana. Fue en 1963. Togliatti tenía curiosidad por la fama de Sartre y éste miraba al jefe de los comunistas italianos como recurso político. Desde luego, más interesante que los comunistas franceses. Pero no se causaron gran impresión mutua. La única que hablaba de todo, pero sin gran emotividad, era Simone. En cuanto a Sartre, era muy accesible. Sólo me sorprendió cuando le nombré a Michel Foucault. Reaccionó con dureza.
Foucault había tirado a matar contra el existencialismo. Se podía entender la reacción de Sartre.
Tenían dos visiones opuestas. Y Sartre se daba cuenta de que, tanto Foucault como el estructuralismo, le estaban cortando, como suele decirse, la hierba bajo los pies.
¿Conoció personalmente a Foucault?
Estupendamente: un hombre de una rara dulzura. Estudiaba a menudo en la Biblioteca Mazarine. Y algunas tardes venía a tomar el té a una casa cercana en la que vivíamos Karol y yo en el Quai Voltaire. Era una inteligencia de primera clase y un escritor maravilloso. Cuando descubrió que tenía SIDA, me conmovió su defensa de su compañero joven.
Otro destino trágico fue el de Louis Althusser.
Yo estaba en París cuando mató a su mujer. Yo la conocía bien y nos veíamos a menudo. Me llamó una amiga común y me dijo que Helene, su mujer, había muerto de infarto y él estaba ingresado. Naturalmente, las cosas habían sucedido de otro modo.
Las crónicas dicen que la estranguló. Nunca se entendió la verdadera razón de ese gesto.
Hélène vino a verme unos días antes. Estaba desesperada. Decía que había comprendido hasta qué punto había llegado la enfermedad de Louis.
¿Qué enfermedad?
Althusser sufría terribles y violentas depresiones. Y pienso que se había convertido para él en algo insostenible. No creo que quisiera matar a Helene. Pienso más bien que debió tratarse de un accidente, por confusión mental, como resultado de los fármacos.
Había sido uno de los grandes innovadores del marxismo.
Algunos de sus libros fueron fundamentales. No las últimas cosas que salieron después de su muerte. No se puede publicar todo.
A propósito de depresiones, querría preguntarle por Lucio Magri que hace algunos años, en 2011, escogió morir. Usted desempeño un papel en ese suceso. ¿Cómo lo recuerda hoy?
Lucio no era en realidad un depresivo. Era espantosamente infeliz. Tenía frente a sí un fracaso político y creía que se había equivocado en todo. O mejor, creía tener razón, pero haber perdido. Después de haber discutido tantas veces con él, le acompañé a morir a Suiza. No me arrepiento de ese gesto. Y creo incluso que ha sido una de las elecciones más difíciles, pero también profundamente humana.
Entre las figuras importantes de su vida ha estado la de Luigi Pintor.
La suya, pero también las de Aldo Natoli y Lucio Magri. Tres hombres fundamentales para mí. No se soportaban entre ellos. Tejí un tenue hilo que logró mantenerlos juntos.
Hablaba de fracaso político. ¿Cómo ha vivido el suyo?
Con el mismo dramatismo intenso de Lucio. Lo que me ha salvado ha sido una gran curiosidad por el mundo y por la cultura. Cuando Karol quedó bloqueado por la enfermedad, solía tomar un tren por la mañana y pararme a visitar algunos lugares maravillosos de la provincia y del campo y volver por la noche. Disfrutaba de la belleza de lugares que no se han destrozado, a diferencia de Italia.
Si no hubiese sido funcionaria comunista y periodista, ¿qué habría querido hacer?
Tengo una cierta envidia por amigas mías, como Margarethe von Trotta, que han hecho cine. En el fondo, las buenas películas, como los buenos libros, quedan. Mi trabajo, admitiendo que haya sido bueno, ha desaparecido. En todo caso, si se hace una cosa, no se hace otra.
El que usted fuera comunista, ¿habría podido convivir con alguna forma de fe?
Carezco de idea de Dios desde la edad de 15 años. Pero las religiones son una gran cosa. El cristianismo es una gran cosa. Pablo y Agustín son pensadores absolutos. He amado a Dietrich Bonhoeffer. Extraordinario magisterio el suyo. Y su sacrificio.
¿Se acepta más fácilmente la disciplina de un maestro o la de un padre?
Los maestros los eliges, o te eligen. Los padres, no.
¿Cómo fue la relación con su padre?
Era un hombre a la antigua. Hablaba griego y latín. Se licenció en Viena. Habías muchas aprensiones económicas en la familia. La crisis del 29 también nos golpeó a nosotros, que habíamos sido parte del imperio austro-húngaro. Nuestra relación, hermosa, la arruiné con palabras inútiles. Con mi madre, veinte años más joven, estábamos en sintonía.
Parecíamos casi hermanas. Nos escapábamos en bicicleta por las callejuelas de Pola.
¿Donde usted nació?
Sí, somos gente de frontera. Gente istriana, un poco extraña.
¿Se reconoce un lado romántico?
Si lo hay, tiene una miedo de sacarlo. No hay mujer que no sienta con fuerza la pasión. Desde los 17 años he advertido a menudo la necesidad del enamoramento. Y luego he tenido la suerte de casarme con dos maridos pasablemente divertidos, a los que nunca se les pasó por la cabeza decirme lo que tenía que hacer. He compartido muchas cosas con ellos. Luego, los azares de la vida a veces reman en contra.
¿Cómo vive el presente, este presente?
¿Cómo quiere que lo viva? La mitad del cuerpo no me responde. Y descubres entonces sus miserias. Trato de no resultarle insoportable al que está cerca de mí y pienso que, en todo caso, hasta los 88 años he estado bien. El balance es, desde este punto de vista, positivo. No me gustaría morir por los libros que no he leído y los lugares que no he visitado. Pero le confieso que ya no tengo ningún apego a la vida.
¿Nunca ha pensado en volver a Italia?
No. Aquí en Francia no me disgusta no ser ya nadie. En Italia la cosa me molestaría.
¿Se lo impide el orgullo?
Es una componente. Pero además, ¿qué país somos? Bah.
¿Y sus raíces: Pola, Istria?
Qué quiere usted que sean las raíces. No pienso en ello. La verdadera identidad la escoge uno, el resto son casualidades. Hace ya tantos años que no voy a Pola que no consigo siquiera llevar la cuenta. Recuerdo el mar istriano. Algunos islotes con narcisos y conejos silvestres. Extraño ese mar: nadar y perderme en el sol del Mediterráneo. Pero no es nostalgia. Ninguna nostalgia es tan fuerte como para no poder reemplazarla por la memoria. Cada tanto, suelo contemplar algunas fotos de ese mundo. De mi padre y de mi madre. Y creo ser, pese a todo, una parte de ellos, como ellos son parte de mí.
Traducción: Lucas Antón
[Fuente: sinpermiso]
27/9/2020
Entrevista a Adriana Salvatierra
El pasado domingo 18 de octubre, el MAS triunfó en las elecciones bolivianas por un margen contundente. Desde Jacobin América conversamos con Adriana Salvatierra sobre el banace de la victoria, las implicancias en la región y sus expectativas de cara al futuro.
Se vuelve difícil no comparar la enorme victoria del MAS en las elecciones del pasado 18 de octubre con aquella de 2005, que llevó por primera vez a Evo Morales a la presidencia de Bolivia.
Las elecciones de aquel año habían estado precedidas por una serie de crisis y conflictos que resultaron fundamentales para impulsar al líder sindical de los cocaleros a la presidencia. El modelo económico neoliberal, impuesto a Bolivia a través de la dictadura militar de Hugo Banzer Suárez y los posteriores gobiernos de derecha de Jorge «Tuto» Quiroga, Gonazalo Sánchez «Goni» de Lozada y Carlos Mesa, alcanzaba el apogeo de su impopularidad. Las demandas de nacionalización de la industria del gas y del petróleo del país se imponían a cualquier otro tema en la agenda política.
Particularmente la Guerra del Gas, iniciada contra los gobiernos de Sánchez de Lozada y Carlos Mesa y su intento de exportar grandes cantidades de gas natural a Estados Unidos a través de Chile, detonó los vestigios finales de la estabilidad que el sistema neoliberal aparentaba mantener. Las masacres del Octubre Negro a manos de «Goni» de Lozada, en El Alto, aún estaban frescas en la memoria popular del pueblo. Se creaban las condiciones para un cambio radical. Llegaría un nuevo gobierno, socialista, que también incorporaba las tradiciones políticas del indigenismo y las luchas de las organizaciones kataristas.
Los once meses anteriores a la victoria de Luis Arce del pasado domingo parecen una repetición en cámara rápida de aquellos años. La economía boliviana, una de las de mayor crecimiento en la región antes de noviembre de 2019, experimentó una caída del 6% (algo que no sucedía desde principios de siglo). La pandemia del COVID-19 y la mala gestión económica bajo el régimen de Áñez pasaron factura. Las masacres de Senkata y Sacaba –más violentas, incluso, que las de El Alto en 2003– revelaron el carácter ferozmente represivo del régimen. Los casos de corrupción (como el «Caso Respiradores», que involucró cientos de costosos equipos médicos para la pandemia que fueron robados por miembros del gobierno de facto) aumentaron la bronca de las izquierdas y generaron decepción en las derechas. El nuevo régimen era pura podredumbre. La persecución contra activistas políticos, periodistas, líderes de MAS, el desmanejo ante la pandemia del COVID-19 y el reiterado aplazamiento de las elecciones desató otra revuelta popular y masiva en agosto, que paró el país y forzó al gobierno a comprometerse a realizar elecciones el día 18.
El resultado final de 2020 fue casi idéntico al de 2005. Mientras que el MAS obtuvo el 55,1% de los votos totales, el expresidente neoliberal Carlos Mesa logró el 28,83% y el candidato de la extrema derecha cruceña, Fernando Camacho, se llevó el 14%. Ese 55% a favor del MAS también le garantiza la mayoría en ambas cámaras de la Asamblea Plurinacional: 73 diputados (de 130) y 21 senadores (de 36), lo que augura, en el terreno institucional, cierta estabilidad política para gobernar e iniciar el proceso de recuperación económica y social del país.
Denis Rogatyuk y Bruno Sommer Catalan conversaron con Adriana Salvatierra, expresidenta del Senado de Bolivia, acerca del futuro del país y de los retos que se avecinan ante esta renovada y contundente victoria, festejada por los pueblos de toda América Latina.
DR: Has estado recorriendo todo el país haciendo campaña por el Movimiento al Socialismo (MAS). ¿Cómo viviste las últimas semanas de campaña? ¿Cómo se sienten los compañeros y compañeras luego de haber conseguido tamaña victoria?
AS: Ha sido una campaña bastante tensa, porque se construyó el relato del fraude electoral para legitimar lo que sucedió en noviembre, que fue un golpe de Estado. Así como ganamos las elecciones de 2019, ganamos las elecciones este 2020… y ahora hemos alcanzado el 55% de los votos, y ese es un dato importante porque derrumba los argumentos sobre los cuales intentaron legitimar el golpe. El segundo elemento importante es que ha sido una muestra de valor y de coraje del pueblo boliviano. Un día antes de la realización de las elecciones, el gobierno de Jeanine Áñez realizaba ejercicios militares y demostración de la fuerza policial y militar en las calles buscando amedrentar al pueblo boliviano. Y, sin embargo, el pueblo boliviano se manifestó contundentemente en las urnas, con más del 55 % de apoyo.
Ha sido también un año de profundos aprendizajes para nosotros como militantes del MAS. Un año cargado de dolor, pero que ha abierto una senda de esperanza que para nosotros es ampliamente importante.
DR: El MAS ha superado el 55%, pero además ha obtenido mayoría en ambas cámaras de la Asamblea Plurinacional. ¿Se esperaban algo así? ¿Qué explicación encuentras para esos resultados en relación a los del año pasado?
AS: Teníamos nuestros cálculos establecidos, que nos decían que ganábamos en primera vuelta. Pero a mi me sorprendió la contundencia. Creo que la razón de la victoria radica fundamentalmente en que nosotros interpretamos las necesidades de la población en este contexto adverso, mientras que hubo partidos políticos que se disputaban quién era el legítimo opositor al MAS o el mejor adversario al MAS. Nosotros nos enfocamos en responder las preguntas que tenía la gente, responder cómo íbamos a recuperar la estabilidad y el crecimiento económico, cómo íbamos a impulsar un nuevo proceso de generación de empleos, cómo se reactivaría la economía en la gestión de Luis Arce y David Choquehuanca, y creo que esas explicaciones han supuesto una diferencia fundamental.
El segundo elemento es que la gente ha podido contrastar. Aquella oposición, que durante catorce años cuestionó y denostó el proyecto político del MAS, nuestra revolución democrática y cultural, demostró su total ineficiencia en el ejercicio del poder. Demostró su incapacidad de gestionar el aparato del Estado y, fundamentalmente, de administrar lo político en torno al cumplimiento de intereses de clases a los que ellos responden. Y en ese contraste, la gente pudo ver cómo estaba hace un año y cómo estaba ahora; cómo hace un año tenía organizada su vida, planificadas sus finanzas, y cómo ahora todo eso se había venido abajo, no solo por la crisis sanitaria sino por una deficiente gestión pública.
Entonces creo que esos han sido los motivos fundamentales: el haber acercado nuestro programa de gobierno a las necesidades reales de la población, pero también el haber tenido este tiempo donde la gente ha podido contrastar los proyectos políticos y saber cuáles realmente obedecen a las necesidades del pueblo boliviano.
BS: Pese al contundente triunfo electoral del MAS, seguimos viendo diversos grupos paramilitares de extrema derecha atacando a grupos afiliados al MAS y sin reconocer la derrota. ¿Cómo ha impactado esto en los movimientos sociales? ¿Han pensado cómo abordar esto en las próximas semanas?
AS: Creo que en la realidad lo que existe es un calentamiento de la calle. Un calentamiento con rumbo a fortalecer el liderazgo de Luis Fernando Camacho (Creemos) en las subnacionales. Existen grupos paramilitares de carácter fascista, pero cada vez más reducidos. Es que hasta Mike Pompeo, en Estados Unidos, reconoce la victoria del MAS. Nuestra victoria ya fue reconocida por la comunidad internacional, por los Estados, los observadores internacionales, el propio Tribunal Supremo Electoral, los partidos políticos que participaron en esta elección… Por todos, a excepción de Luis Fernando Camacho. Entonces, creo que es una posición que se va quedando cada vez más sola, más abandonada, carente de propuesta alternativa, pero que busca reivindicar la participación de Luis Fernando Camacho en una elección de carácter local con el fin de convertirlo en el interlocutor válido de la región.
DR: Santa Cruz siempre ha sido una provincia decisiva en términos políticos. ¿Cómo afrontará, el futuro gobierno del MAS, el problema de separatismo y extremismo en esta región?
AS: Creo que partimos de un escenario altamente complejo, en la medida en que el MAS ya no tiene el monopolio de la calle. Nosotros tenemos capacidad de movilización nacional, sí… pero debemos reestructurar nuestra presencia; específicamente, en la ciudad de Santa Cruz, porque el área urbana de Santa Cruz de la Sierra, como municipio, se encuentra dividida en ocho circunscripciones. Nosotros, por supuesto, tenemos una fuerte presencia en el área rural; sin embargo, en las elecciones de 2014 alcanzamos tres circunscripciones, las tres en la zona sur-suroeste de nuestra ciudad, y hoy hemos alcanzado solo una. Es bastante delicado y complejo que se haya perdido en el Plan 3000, que siempre ha sido considerado un bastión del MAS.
Eso debe llamarnos profundamente la atención. Porque perdiéndose dos circunscripciones y quedando solo una en el área urbana, estamos en condiciones adversas para la resistencia ante un proyecto fascista en términos territoriales. Esto implica la necesidad de reestructurar la militancia en el territorio. El conflicto más importante ronda en torno a la figura de Luis Fernando Camacho: su extremo conservadurismo y su regionalismo son características que han marcado su línea de campaña y que han instrumentalizado la religión como identidad demográfica del poder. Pero también ha hecho uso del regionalismo como bandera para la imposición ante el país, y creo que nosotros no buscamos construir aquello como bolivianos y como bolivianas. Creo que como bolivianos y bolivianas creemos fundamentalmente en la integración como elemento esencial para el desarrollo nacional.
BS: ¿Qué perspectivas se vislumbran para la derecha boliviana? ¿Cuánto ha golpeado la derrota? ¿Se quedan sin líder?
AS: No hay que desmerecer aquello. Creo que la posición de Fernando Camacho, si bien está territorializada en el Departamento de Santa Cruz, enclaustrada en los límites departamentales, no podemos desconocerla, porque detrás de eso hay un proyecto político. El problema del proyecto político es que es de imposición desde lo local hacia lo nacional, y no de carácter nacional para la integración. Otra cuestión refiere al liderazgo de Luis Fernando Camacho y qué pasará con eso. En realidad, se trata de la historia del repliegue de las clases dominantes locales: cuando se ven derrotadas ante la emergencia de un proyecto político nacional (ya lo vivimos en 2008, cuando se genera ese escenario de confrontación región versus Estado y se produce lo que Álvaro García Linera llama «proceso de bifurcación»), la oposición –particularmente la asentada en el oriente cruceño– tiende a volver a su núcleo territorial a disputar los escenarios locales, las alcaldías, las gobernaciones, las cooperativas… La institucionalidad de lo cruceño se repliega, nuevamente, a lo local, y desde ahí plantea ejercer la resistencia. Pero a mí lo que me parece más complicado es la naturaleza del proyecto político y, más allá de eso, el alcance que ha tenido éste en la ciudad de Santa Cruz, creo que es algo que tenemos que analizar bien.
BS: ¿Cuál va a ser el rol de las mujeres en este nuevo gobierno del MAS? ¿Hay alguna autocrítica a este respecto sobre el período anterior?
AS: Hemos tenido profundos avances, sin lugar a dudas. Somos el primer país que conquistó la paridad de género en las instancias de representación legislativas. Incluso en el ámbito local, hemos tenido grandes avances en torno a la modificación de la estructura de la tenencia de la tierra, garantizando pasar de un 15,6 a un 46,5 de los títulos agrarios a nombre de mujeres. Hemos avanzando en normativas que han garantizado a las mujeres mecanismos de protección contra la violencia (también la violencia política). Pero, por supuesto, todavía falta.
Tenemos que saldar distancias históricas que se construyeron a partir del patriarcado como sistema de reproducción de privilegios de género. Creo que debemos reflexionar profundamente en torno a la participación de las mujeres, y sobre cómo nosotras nos convertimos en portadoras o no de las agendas de género. El ser parlamentaria mujer no necesariamente quiere decir que seamos portadoras de aquellas agendas, y eso debemos reflexionarlo, en la medida en que esa representación se constituye en un avance importante para nuestra sociedad.
Además, creo que hoy hay una emergencia de compañeras (y también compañeros) jóvenes que tienen certidumbre acerca de la vigencia del proyecto político. De que esto va trascendiendo fronteras generacionales, y que va garantizando su permanencia en el tiempo en la medida en que nosotros avanzamos en la materialización de los pilares que nosotros ya tenemos: la soberanía, la democratización de la riqueza, la ampliación de las oportunidades para todas y todos.
DR: ¿Cuál es el futuro de las organizaciones juveniles en la Revolución Boliviana?
AS: Una vez, en un congreso, Chávez se dirigió a la juventud venezolana y le dijo que eran la mejor generación «no por lo que hayan conquistado, sino por el desafío que tienen por delante». Y creo que eso hoy aplica a nuestro país: nuestra generación ha cumplido el enorme desafío de retornar a las vías democráticas, a un gobierno legítimo. Tiene el desafío de reconocer los avances y continuar transitando por un camino que garantice esto que hemos conquistado en catorce años, porque la emergencia de proyectos políticos conservadores nos ha demostrado que es posible retroceder en torno a las conquistas. Nos ha demostrado que aquello que considerábamos irreversible en realidad sí lo es. Nos los ha demostrado Brasil, a cabalidad, y también el gobierno de Macri en Argentina.
Pero la juventud tiene, también, el enorme desafío de enfrentar la militancia con una naturaleza distinta. Tenemos un problema, y es que muchos jóvenes probablemente van abandonando la vida de la participación sindical en el ámbito de lo campesino, toman nuevas formas de organización, tienen nuevas formas de comunicarse, de expresarse, y ahí radica también el desafío de esta generación: continuar construyendo ese horizonte común de ideas, valiéndose de estas nuevas herramientas. Este escenario es altamente complejo, y esperemos que nuestra generación, como lo ha demostrado este 18 de octubre, continúe estando a la altura de los grandes desafíos.
BS: ¿Qué piensa acerca del proceso que está llevando adelante el pueblo de Chile para la redacción de una nueva Constitución?
AS: Admiración. Un proceso constituyente es altamente complejo, porque implica discutir el origen de la construcción del Estado como herramienta de reproducción de privilegios de clase, de género, de privilegios coloniales, también, y esa interpelación de privilegios no siempre tiene una reacción pacífica de las clases dominantes que se sienten interpeladas; tienen reacciones muchas veces violentas y buscan apelar, además, a banderas que parecerían comunes, y principios fundamentales para llevarte a una posición conservadora. Por ejemplo, en Bolivia dijeron que la Constitución política del Estado aprobaba el aborto, empezaron a hacer propagandas con imágenes de fetos abortados, y uno decía: «oye, en ninguna parte de la Constitución dice eso». Pero claro, despierta tal conmoción en un sector de la población, que había gente que lo creía. O, por ejemplo, la sagrada propiedad privada: decían «si tenés dos casas, te van a quitar una». Y la Constitución política del Estado no solo respeta la propiedad privada, sino que el proceso de cambio le dio casas a miles de bolivianas y bolivianos. O cuando empezaron a jugar con la fe y la religión, y había afiches que decían «escoge entre Dios y la nueva Constitución política del Estado»… y vos decías, ¿por qué es necesario tocar aquellas fibras tan sensibles que no son parte del debate esencial?
Por eso yo creo que el pueblo tiene que prepararse para vivir un fuerte escenario de confrontación de ideas, donde estos sectores apelarán a las sensibilidades de la población. Pero es un escenario de confrontación donde, al mismo tiempo, también radica la posibilidad de construir un destino distinto para todas y todos, reconociendo injusticias históricas y construyendo el camino a partir del cual comiencen a ser progresivamente saldadas. Por supuesto que la Constitución no es la respuesta a todo. Vendrá también un proceso post constituyente, que también implica un fuerte proceso de movilización y participación. Pero si hay algo esencial en el debate constituyente es, precisamente, ese ejercicio movilizador de la población que toma parte en la discusión de elementos esenciales del Estado y la consolidación de los derechos.
DR: ¿Crees que Bolivia necesita algunas reformas en el ámbito comunicacional? ¿Cómo se puede pensar la creación de medios alternativos de comunicación capaces de competir con los medios privados, para sacarlos de ese lugar prominente que ostentan ahora desde el que –como vimos–pueden colaborar en la gestación de golpes de Estado?
AS: Creo que los medios de comunicación jugaron un rol importante como aparato mediático de la propagación del relato de un fraude electoral que legitimaba el golpe de Estado, pero nada fuera de eso. La última encuesta que sacó Página Siete decía que Carlos Mesa encabezaba la intención de voto, empatado y con décima superior a Luis Arce. Y vos ves el resultado electoral del domingo y no tiene absolutamente ninguna conexión con la realidad. ¿Qué te demuestra esto? Que, por supuesto, este era un medio que estaba sirviendo a los intereses electorales de una fuerza política. Y eso deslegitima el medio, porque claramente a partir de eso uno entiende por qué ataca al MAS, por qué tanta virulencia en los comentarios, en los titulares, en la creación de una imagen de vivir en una dictadura, de legitimar y aplaudir todo lo que guarde relación con Carlos Mesa.
Después de la elección, incluso, había una publicación de que Carlos Mesa era una de las treinta personas más influyentes del mundo para hablar del medioambiente. Carlos Mesa, el mismo que acababa de perder una elección por más de veinte puntos de diferencia, y cuyo único gesto con el medioambiente fue poner en las manos las cenizas del incendio en la Chiquitanía y sacarse una selfie con eso. Ese fue su «gesto medioambiental».
Ahí uno ve el rol de los medios de comunicación, que toman una posición política. Y es legítimo que asuman una posición política. Lo que no es ni legítimo ni correcto es que mientan al respecto. Lo único que nosotros demandamos de los medios de comunicación es verdad; verdad para la información, para la investigación y para asumirlo frontalmente. No puedes decirte un medio «independiente» si empatas los resultados de Luis Arce con Carlos Mesa y el domingo te muestran claramente que existía un resultado absolutamente distinto al que planteaste.
BS: ¿Cómo se prepara el MAS para el futuro? ¿De qué forma piensan que se puede fortalecer a los medios alternativos, independientes, y a la prensa, más allá de la que es parte del aparato público?
AS: Hay dos respuestas para eso. La primera es que hicimos un esfuerzo importante con la creación de radios comunitarias, que además construyeron un equilibrio al cerco mediático que existía en torno a la construcción de una narrativa que mostraba a los militantes del MAS como salvajes, personas intolerables, como un proyecto político que parecía destruido, con múltiples acusaciones que nos realizaron y para las cuales utilizaron los medios de comunicación. Realizamos aquel esfuerzo pero nos encontramos, de todas maneras, con que existe también una concentración de la preferencia de la fuente a partir de la cual me comunico; esto no es un hecho espontáneo, obedece fundamentalmente a cómo se invierte en los diferentes medios de comunicación para lograr mayor alcance. Por ejemplo, Detrás de la Verdad, que ha surgido como una red de información propia de Facebook, de las redes sociales, y es la de mayor alcance (incluso mayor al de las redes oficiales de los medios que tienen un mayor alcance por televisión).
Nosotros hemos vivido un proceso de polarización altamente complejo; yo escuchaba compañeras y compañeros en El Alto, en el Trópico de Cochabamba, que decían «yo el 11 de noviembre apagué la tele y no la escucho hasta el día de hoy, porque la tele me desinforma». Entonces creo que lo que debemos hacer, en realidad, no es seguir construyendo más y más medios alternativos, sino fortalecer la calidad de los medios alternativos que tenemos para que ofrezcan productos que deseen ser consumidos por la población. Creo que radica esencialmente en eso: no se trata solo de crearlos, sino sobre todo de fortalecer los contenidos a partir de los cuales se vuelven atractivos para la población. Contenidos que, además, coadyuven en el sostén de determinados principios.
DR: ¿Qué rol te gustaría desempeñar en el nuevo Gobierno? ¿Qué planes tienes, seguirás trabajando con la juventud en la formación de nuevos cuadros?
AS: No sé qué me depara, la verdad. Yo me postulé a una maestría en Desarrollo Humano y Democratización y estoy a la espera de la respuesta. Creo que, de todas maneras –independientemente de la administración pública, donde ya trabajé durante cinco años y espero haber cumplido los objetivos y pasar de forma positiva la evaluación– la militancia no acaba solamente en el servicio público. El aporte al país no se restringe a una responsabilidad de Estado, el aporte al país radica en la formación académica, que es necesaria también para contribuir con un mayor desarrollo del conocimiento. Creo que es necesario también volver a la militancia, porque si no perdemos la esencia. Yo apuesto a que los compañeros y compañeras que asuman esta gestión, tanto legislativa como al frente de la administración pública, sean compañeros profundamente comprometidos con las bases sociales de las cuales emergen.
No sé qué me depara el futuro, pero cualquiera sea la responsabilidad, desde la más sencilla hasta la más compleja, la asumo con total compromiso.
DR: ¿Qué puede hacer la comunidad internacional y los amigos de Bolivia para ayudar al pueblo a recuperarse y restaurar el Estado Plurinacional?
AS: Creo que la tarea de reconstrucción es altamente compleja, por supuesto, pero creo que nosotros debemos aportar en el fortalecimiento y en la reactivación de organismos de integración internacional como la CELAC, como Unasur… Espacios en los cuales se prescindió del tutelaje norteamericano, donde se establecían relaciones entre los Estados y los pueblos, fundamentalmente, no basados solo y exclusivamente en un intercambio comercial, sino también en una relación solidaria de los pueblos. Esos espacios, como Unasur, CELAC, el ALBA, que tenían otras lógicas de intercambio entre Estados, deben ser reactivados y fortalecidos. Porque eran espacios que no solamente contribuían a la democracia y a la estabilidad política en la región sino que eran espacios sobre los cuales, además, primaba el principio de soberanía y de respeto a las opciones que hubieran triunfado en determinados Estados.
Por eso es necesario rearticularlos. Nosotros sentimos la ausencia de esos espacios de integración precisamente en la pandemia, donde los Estados prefirieron darse la espalda y cerrar las fronteras en vez de contribuir de forma conjunta a la lucha contra la crisis sanitaria. Creo que ese debe ser un escenario importante que tomemos en cuenta para la reactivación de relaciones internacionales entre los Estados y los pueblos, basadas en la solidaridad y complementariedad.
DR: ¿Qué efecto crees que tendrá la victoria del MAS en el resto del continente?
AS: Muchos se ilusionaron con el cierre del ciclo progresista, pero llegó la victoria del MAS a ratificar la vigencia de este proyecto político. A ratificar que es desde este lado de la historia desde donde los pueblos desean construir un porvenir soberano, digno, con justicia social. Creo que la victoria del MAS en Bolivia representa eso, y pone en evidencia la clara intencionalidad política de organismos como la Organización de Estados Americanos (OEA), que lo único que hicieron fue buscar legitimar un golpe de Estado, convertirse en actores centrales, mentirle al pueblo boliviano y finalmente acabar con la vida de más de treinta y cuatro compatriotas. Nos hicieron perder un año, trajeron desorganización a nuestras vidas y muchísimo dolor a nuestras familias el dolor que trajeron a nuestras familias. Esa también debe ser una lección.
Adriana Salvatierra es Senadora del Estado Plurinacional de Bolivia y expresidenta del Senado
[Fuente: Jacobin América Latina]
27/10/2020
La Biblioteca de Babel
Daniel Bernabé
La distancia del presente. Auge y crisis de la democracia española
Akal, 2020, 400págs.2020
Tras el revuelo provocado por su anterior libro “La trampa de la diversidad”, y tras resistir la agresiva campaña de boicot desatada en las redes sociales por un sector del “progresismo alternativo”, campaña sobre la que el autor reflexiona con detalle en el capítulo 9 de este nuevo libro, Daniel Bernabé pasa a aplicar las conclusiones de su primera obra a un período muy concreto.
Para remarcar su importancia, una breve digresión.
Las pautas informativas del liberalismo han creado un modelo de periodismo mayoritario (muy bien analizado por Pascual Serrano) que se sintetiza en una fórmula: fidelidad a la actualidad que dictan los poderes; ello supone un seguimiento estricto —sea crítico o justificativo— de cada coyuntura mediante comunicadoras/comunicadores famosos y muy publicitados, o por artesanos de la crónica cotidiana. Se comparten pautas fácilmente identificables: saber callar en lo que toca, tener el nivel de elogio, o de crítica, adecuado, y conocer qué líneas rojas no hay que traspasar.
Luego está el otro periodismo, el que antepone profesión a coyuntura, veracidad a gustos del público, el que investiga. Una lista (ni muy escasa ni muy larga), que incluiría nombres conocidos, y controvertidos, como Gregorio Morán, Pascual Serrano, Rafael Poch de Feliu, Víctor Saura, Marta Peirano, etc., y otros menos conocidos. Son los que se arriesgan, se implican, toman partido pero luchan por mantener la objetividad, investigan, se especializan, tienen memoria, aportan claves y, sobre todo, trascienden la actualidad de moda. En este grupo estaría Daniel Bernabé.
El libro es necesario y ambicioso. Necesario porque implica reflexión, voluntad de orientar al lector superando el griterío informativo (casi caos), impuesto por la coyuntura cotidiana, un griterío que ha marcado diez años claves en la historia de este país (2010 – 2020), un griterío que busca (y que consigue la mayoría de las veces) embotar la sensibilidad del público receptor, mediante la acumulación de escándalos (de corrupción y de otros tipos), sensacionalismos, rumores, informaciones contradictorias, tuits, vocerío de “opinadores”... Libro necesario porque aporta perspectiva.
Y ambicioso, por la aplicación concreta de la teoría contenida en “La trampa de la diversidad”. A estas alturas, y en gran medida gracias a esa obra de Bernabé, sabemos que la trampa de la diversidad es la trampa de la identidad, que uno de los éxitos del neoliberalismo ha sido reducir/vehicular casi todos los conflictos en clave identitaria, levantando muros entre ellos.
Aporto un ejemplo que no está sacado del libro para ilustrar este punto. Proviene del feminismo, un fragmento de un breve artículo en que su autora reflexiona sobre el concepto de género, diferenciando entre sus inicios comunes, instrumentales, y su condición actual de barrera:
“¿Cuándo se jodió la marrana entonces? Aunque el proceso es muy largo y complejo para reducirlo a 500 palabras, creo que la conversión de la noción de género como imposición social a la idea de género como identidad se produce cuando se abandona el estudio de la organización social y las relaciones de poder derivadas de la división sexual y se reemplaza por el estudio de las subjetividades y el psiquismo individual. Es decir, cuando se pasa de analizar la sociedad como estructura jerarquizada a la sociedad como suma de individualidades autónomas. Cuando se desprecia lo colectivo y se entroniza lo personal. Cuando se fabula con que cada uno puede elegir su propia posición en el mundo sin atender a las condiciones materiales de existencia ni a las relaciones de poder inherentes a la jerarquización social. Cuando se propone que se puede subvertir el sistema convirtiendo la vida en una performance. Cuando la realidad deja de ser algo objetivo, exterior al individuo y se predica absurdamente que cada uno puede construir su propia realidad.” [1]
Diagnóstico genérico, pero acertado. Profundizar ese diagnóstico exige pasar de las 500 palabras a las 400 páginas de La distancia del presente. Diez años, diez capítulos, precedidos de uno introductorio que sintetiza la década anterior. Cada capítulo detalla hechos, sus causas, y claves que permiten entenderlos. Un análisis rico e imposible de sintetizar. Sólo unos breves apuntes para despertar interés: el auge de la democracia a la que alude el título (2010) se identifica con la eclosión del movimiento de indignación ciudadana causado por el estallido del capitalismo especulativo en 2008, la decadencia (2020) se plasma en la disolución de la indignación, integrada políticamente pero socialmente desestructurada, y sin perspectivas definidas.
Más apuntes: no hay complacencia, ni mitificación, en el análisis de la reacción social de 2011. El capítulo 4 (2013) aborda el marco social y económico en que se encuadra la indignación del 15M detallando sus limitaciones, denuncia trampas del lenguaje, como priorizar lo común sobre lo público, o reducir igualdad a diversidad. El capítulo 5 (2014) expone crudamente la cuestión generacional, las limitaciones de una movilización social falta de cultura organizativa por la dimisión de las izquierdas durante décadas. Se detallan (2017) los éxitos y las miserias del procés en Cataluña desde una mirada distante y externa, se constata la inmensa trampa que el procés supuso para las izquierdas, y se apunta su cuota de responsabilidad en la eclosión del otoño rojigualdo que dará nueva forma política a la ultraderecha, y en el papel que juega la violencia en Cataluña con motivo de la sentencia, violencia azuzada desde el poder político (2019). También se analizan (2018) las causas de la persistencia de Rajoy, pese a unos escándalos de corrupción que hubiesen dado al traste con varios gobiernos europeos, se desmenuzan las lógicas que condujeron a la destitución, y el detalle de las presiones que bloquearon un gobierno PSOE–UP hasta enero de 2020.
Esto son sólo breves apuntes, la calidad del libro exigiría una recensión de decenas de páginas. No merece la pena, pues todo se pueden sintetizar en tres palabras: es necesario leerlo. Y luego reflexionar.
[1] Género, de imposición social a identidad. Juana Gallego (01/09/2020) https://rebelion.org/genero-de-imposicion-social-a-identidad/
Miguel Muñiz
28/10/2020
...Y la lírica
Angélica Freitas
Tres poemas con la ayuda de Google
Poesía feminista: 9
la mujer va
la mujer va al cine
la mujer va a hacer de las suyas
la mujer va a ovular
la mujer va a sentir placer
la mujer va a pedirte más
la mujer va a volverse loca por ti
la mujer va a dormir
la mujer va al médico y se queja
la mujer va notando el crecimiento de su vientre
la mujer va a pasar nueve meses con un niño en la barriga
la mujer va a realizarse el primer ultrasonido
la mujer va al quirófano y la anestesian
la mujer va a casarse a tener hijos a cuidar a su marido y a sus niños
la mujer va a un curandero con un grave problema de hemorroides
la mujer va sintiéndose abandonada
la mujer va gastando sus folículos primarios
la mujer va a arrepentirse hasta la última lágrima
la mujer va a la perrera dispuesta a comprar un perro
la mujer va al fondo de la camioneta y se sienta a lloriquear
la mujer va a poner orden en la casa
la mujer va al supermercado a comprar lo que se necesita
la mujer va a entrar en la casa para poner la mesa
la mujer va a renunciar a intentar cambiar a un hombre
la mujer va más temprano a la agencia
la mujer va al trabajo y deja al hombre en la cocina
la mujer va a salir con otro al final
la mujer va a ganarse un lugar bajo el sol
la mujer va a poder manejar en afganistán
la mujer piensa
la mujer piensa con el corazón
la mujer piensa de otra manera
la mujer piensa en nada o en algo muy semejante
la mujer piensa tal vez en compras quién sabe
la mujer piensa mediante metáforas
la mujer piensa en el sexo
la mujer piensa más en el sexo
la mujer piensa: si lo hago con él, va a pensar que lo hago con todos
la mujer piensa mucho antes de hacer tonterías
la mujer piensa embarazarse
la mujer piensa que puede dedicarse de tiempo completo a la carrera
la mujer piensa en esto, antes de embarazarse
la mujer piensa inmediatamente que puede estar embarazada
la mujer piensa más rápido, pero el hombre no le cree
la mujer piensa que sabe de hombres
la mujer piensa que debe ser una “supermamá” perfecta
la mujer piensa primero en los demás
la mujer piensa en la ropa, en los niños, en los viajes, en los paseos
la mujer piensa no sólo en su ropa, sino en su pelo, en su maquillaje
la mujer piensa qué podría haber pasado
la mujer piensa que fue su culpa
la mujer piensa en todo esto
la mujer piensa emocionalmente
la mujer quiere
la mujer quiere que la amen
la mujer quiere un tipo rico
la mujer quiere conquistar a un hombre
la mujer quiere un hombre
la mujer quiere sexo
la mujer quiere tanto sexo como el hombre
la mujer quiere que la preparación para el sexo se dé lentamente
la mujer quiere ser poseída
la mujer quiere un macho que la domine
la mujer quiere casarse
la mujer quiere que su marido sea su compañero
la mujer quiere un caballero que la cuide
la mujer quiere amar a sus hijos, a su hombre y a su hogar
la mujer quiere hablar para analizar la relación
la mujer quiere hablar y el botafogo quiere ganarle al flamengo
la mujer quiere simplemente que la escuches
la mujer quiere algo más que eso, quiere amor, cariño
la mujer quiere seguridad
la mujer quiere meterse en tu correo
la mujer quiere tener estabilidad
la mujer quiere nextel
la mujer quiere tener una tarjeta de crédito
la mujer quiere todo
la mujer quiere que la valoren y respeten
la mujer quiere separarse
la mujer quiere ganar, decidir y consumir más
la mujer quiere suicidarse
(2012)
De: Un útero es del tamaño de un puño (Kriller 71, 2016)
Traducción de Paula Abramo
29/10/2020
Documentos
Miguel Muñiz Gutiérrez
Conocimientos, ignorancias y especulaciones. Cuatro documentos sobre el colapso ecosocial
Se sabe que el colapso ecosocial determina ya la existencia de personas y seres vivos en varias regiones del mundo. Se sabe que en la región en que vivimos las personas redactoras de este Boletín, el colapso aparece como algo lejano y sospechoso, mezcla de catastrofismo y teoría conspirativa; y se sabe que los medios se encargan (vía entretenimiento) de que parezca más lejano aún.
Se ignora lo más importante, cómo conectar el conocimiento de los impactos sociales y económicos del neoliberalismo, con el conocimiento de los impactos globales y locales, de tipo ecosocial.
La combinación de conocimiento e ignorancia lleva a la especulación imaginativa.
Sobre esta cuestión presentamos cuatro propuestas de lectura necesaria, lecturas que requieren tiempo y digestión intelectual, adecuadas a la periodicidad mensual de este Boletín, que invitan a reflexionar a fondo. Abrimos con el debate sobre estrategias adaptativas y resilientes, que se desarrolla desde hace meses entre Emilio Santiago Muiño (y otras personas) y Jorge Riechmann (y otras personas); seguimos con la continuidad de las posturas de Jorge, respetuosamente críticas con las opiniones de Jaime Vindel; continuamos con un despliegue especulativo e imaginativo de Andreas Malm, y cerramos con un documento, difícilmente clasificable, también de Jorge Riechmann.
1) El artículo de Emilio Santiago Muiño, Futuro pospuesto: notas sobre el problema de los plazos en la divulgación del Peak Oil, de marzo de 2019, no podía prever las desastrosas consecuencias del coronavirus sobre la industria del fracking. Es el único punto débil de un texto extenso y riguroso (4 apartados, 476 líneas en total, con un mínimo de enlaces) que analiza las variables que impiden hacer predicciones ecosociales, pese a que tienen una fuerte base analítica y un sólido soporte científico. Muiño valora las causas, consecuencias e implicaciones de ese hecho, y propone estrategias de corrección.
2) En octubre de 2020 –con la pandemia marcando respuestas sociales y económicas en un laberinto de desconciertos--, Jorge Riechmann publica un breve artículo de 45 líneas: Sobre los puntos ciegos del “colapsismo”: diálogo con Jaime Vindel, en que traza un boceto contrapuesto al texto de Santiago Muiño. Una interesante y matizada exposición de duras discrepancias.
https://vientosur.info/sobre-los-puntos-ciegos-del-colapsismo-dialogo-con-jaime-vindel/
3) El 8 de mayo de 2020, en medio de las limitaciones impuestas por el estado de alarma. Se publicó un artículo cuyo título hacía referencia a la edición de un libro colectivo: Como si hubiera un mañana: ensayos para una transición ecosocialista. El artículo contiene la contribución completa de Andreas Malm al libro: Una estrategia revolucionaria para un planeta en llamas, una lectura interesante. Profesor de la Universidad de Lund y activista político y social, Malm, desde el confort de una de las mejores universidades del norte de Europa en un entorno idílico, especula, sobre datos sólidos, con la dimensión revolucionaria de un colapso apocalíptico. Otro texto largo (595 líneas, 4 apartados, 77 notas –mal reseñadas-- a pie de página), heterodoxo e imaginativo, abundante en referencias concretas…, y con mucho Lenin; un texto que entra de lleno en territorios que Muiño y Riechmann sólo mencionan vagamente y se resisten a pisar.
https://vientosur.info/como-si-hubiera-un-manana-ensayos-para-una-transicion-ecosocialista/
4) Y finalizamos con lo más duro. Ocho días después del breve texto anterior, Jorge Riechmann publica Decrecer, desdigitalizar —quince tesis, lectura muy recomendable, por lo que dice y por lo que no dice. Un riguroso análisis atravesado por la angustia que personas intelectualmente honestas experimentan ante los hechos brutales. No son 15 tesis, pues si contamos una tesis intercalada (la 9,5), y la "coda final", tenemos 17. Un extenso artículo, de 551 líneas, que traza su hilo argumental mediante un encadenado continuo de citaciones de toda clase de autores. La consecuencia son 104 notas a pie de página; notas que, entre enlaces y citas textuales, acompañadas en ocasiones de comentarios del autor, ocupan 632 líneas más. Es decir, forman casi un segundo artículo. El resultado final es de, más o menos, 1182 líneas de texto. Al margen del impresionante despliegue de erudición, el artículo merece una lectura reflexiva y crítica, pues pivota sobre dos líneas de análisis, mayoritaria y minoritaria, que, en cierta medida, se contradicen.
https://www.15-15-15.org/webzine/2020/09/07/decrecer-desdigitalizar-quince-tesis/
28/10/2020
Martín Alonso Zarza
El agua: un negocio a prueba de burbujas
Texto introductorio de Miguel Muñiz
Aunque publicado como artículo en CTXT, y reproducido posteriormente en Crónica Popular, este trabajo del profesor Martín Alonso Zarza, redactado en colaboración con Fernando Urruticoechea, puede considerarse un documento divulgativo, por la extensión (20 páginas) y amplitud de su contenido. Trata de los complejos intereses que se mueven tras algo aparentemente tan sencillo como abrir un grifo y que salga agua. Algo vital en un tiempo en que se ha demostrado, además, la importancia del agua potable para hacer frente a la pandemia del coronavirus.
A partir de una breve introducción teórica, sobre aparentes contradicciones entre el neoliberalismo y la pandemia, se analiza la importancia del agua como factor para conservar la salud. En todo el texto, Martín Alonso detalla, con nombres y apellidos, empresas y personas que se aprovechan de las crisis (coronavirus hoy, y otras que puedan venir) para hacerse con el control del agua aplicando creativamente la “doctrina de shock”, explica las operaciones del capitalismo especulativo con el servicio básico del agua (y sus vínculos con la especulación inmobiliaria), muestra los intercambios de personal gestor y directivo entre empresas privadas y administraciones públicas (y viceversa), expone maniobras territoriales de grandes grupos empresariales para controlar la gestión del suministro —y para bloquear los intentos de que se recupere su carácter público desde algunas opciones políticas—, y denuncia las intermediaciones y complicidades de administraciones y fuerzas como C’s y PDECat (pese a su antagonismo en cuestiones nacionales) para “blindar” legalmente la gestión privada, así como el uso de mecanismos constitucionales y democráticos para oponerse a las privatizaciones. También traza una panorámica de los grandes intereses que se mueven a nivel internacional.
Un apunte de muestra
“La transformación del agua en negocio tiene un corolario nada desdeñable en tiempos de crisis climática, que constituyen una razón más para consumir agua del grifo. En España se compran 3.500 millones de botellas de plástico al año. Pero la cuestión principal es la infiltración de la lógica de los negocios en la arena pública, con un doble registro: privatización de los beneficios y socialización vía presupuestos de los gastos en costosas infraestructuras.”
La privatización del suministro de agua es una de las amenazas más graves que penden sobre las clases subalternas en este tiempo de colapso. Lo demuestra lo sucedido en Argentina, África del Sur, Tanzania, Filipinas…, y otros países que han realizado privatizaciones en el marco de una falsa campaña de propaganda que las presentan como un paso que “sirve para universalizar el acceso al agua”. Tras las grandes retóricas se esconden los grandes negocios, los grandes beneficios de unas pocas personas, y los grandes desastres y sufrimientos que afectan a grandes grupos sociales de personas. Todo un campo de mentiras que el documento pone en evidencia.
- Versión del texto completo en PDF sin publicidad
- Publicación original en Ctxt
- Publicación en Crónica Popular con nuevos enlaces añadidos
28/10/2020
Ejército Zapatista de Liberación Nacional
Comunicado del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
Sexta parte: Una montaña en alta mar
México, 5 de octubre del 2020.
Al Congreso Nacional Indígena-Concejo Indígena de Gobierno:
A la Sexta Nacional e Internacional:
A las Redes de Resistencia y Rebeldía:
A las personas honestas que resisten en todos los rincones del planeta:
Hermanas, hermanos, hermanoas:
Compañeras, compañeros y compañeroas:
Los pueblos originarios de raíz maya y zapatistas les saludamos y les decimos lo que llegó en nuestro pensamiento común, de acuerdo a lo que miramos, escuchamos y sentimos.
Primero.- Miramos y escuchamos un mundo enfermo en su vida social, fragmentado en millones de personas ajenas entre sí, empeñadas en su supervivencia individual, pero unidas bajo la opresión de un sistema dispuesto a todo para saciar su sed de ganancias, aún y cuando es claro que su camino va en contra de la existencia del planeta Tierra.
La aberración del sistema y su estúpida defensa del “progreso” y la “modernidad” se estrella contra una realidad criminal: los feminicidios. El asesinato de mujeres no tiene color ni nacionalidad, es mundial. Si es absurdo e irrazonable que alguien sea perseguido, desaparecido, asesinado por su color de piel, su raza, su cultura, sus creencias; no se puede creer que el hecho de ser mujer equivalga a una sentencia de marginación y muerte.
En una escalada previsible (acoso, violencia física, mutilación y asesinato), con el aval de una impunidad estructural (“ella se lo merecía”, “tenía tatuajes”, “¿qué andaba haciendo en ese sitio a esa hora?”, “con esa ropa, era de esperar”), los asesinatos de mujeres no tienen ninguna lógica criminal que no sea la del sistema. De diferentes estratos sociales, distintas razas, edades que van desde la niñez temprana hasta la vejez y en geografías distantes entre sí, el género es la única constante. Y el sistema es incapaz de explicar por qué esto va de la mano de su “desarrollo” y “progreso”. En la indignante estadística de las muertes, mientras más “desarrollada” está una sociedad, mayor es el número de víctimas en esta auténtica guerra de género.
Y la “civilización” parece decirnos a los pueblos originarios: “la prueba de tu subdesarrollo está en tu baja tasa de feminicidios. Tengan sus megaproyectos, sus trenes, sus termoeléctricas, sus minas, sus presas, sus centros comerciales, sus tiendas de electrodomésticos –con canal de televisión incluido-, y aprendan a consumir. Sean como nosotros. Para saldar la deuda de esta ayuda progresista, no bastan sus tierras, sus aguas, sus culturas, sus dignidades. Deben completar con la vida de las mujeres”.
Segundo.- Miramos y escuchamos a la naturaleza herida de muerte, y que, en su agonía, advierte a la humanidad que lo peor está todavía por venir. Cada catástrofe “natural” anuncia la siguiente y olvida, convenientemente, que es la acción de un sistema humano la que la provoca.
La muerte y la destrucción no son ya algo lejano, que se limite a fronteras, respete aduanas y convenios internacionales. La destrucción en cualquier rincón del mundo, repercute en todo el planeta.
Tercero.- Miramos y escuchamos a los poderosos replegándose y escondiéndose en los llamados Estados Nacionales y sus muros. Y, en ese imposible salto hacia atrás, reviven nacionalismos fascistas, chauvinismos ridículos y un palabrerío ensordecedor. En esto advertimos las guerras por llegar, las que se alimentan de historias falsas, huecas, mentirosas y que traducen nacionalidades y razas en supremacías que se impondrán por la vía de la muerte y la destrucción. En los distintos países se vive la disputa entre capataces y quienes aspiran a sucederles, escondiendo que el patrón, el amo, el mandón, es el mismo y no tiene más nacionalidad que la del dinero. Mientras tanto, los organismos internacionales languidecen y se convierten en meros nombres, como piezas de museo… o ni eso.
En la oscuridad y confusión que preceden a esas guerras, escuchamos y miramos el ataque, cerco y persecución de cualquier atisbo de creatividad, inteligencia y racionalidad. Frente al pensamiento crítico, los poderosos demandan, exigen e imponen sus fanatismos. La muerte que plantan, cultivan y cosechan no es sólo la física; también incluye la extinción de la universalidad propia de la humanidad -la inteligencia-, sus avances y logros. Renacen o son creadas nuevas corrientes esotéricas, laicas y no, disfrazadas de modas intelectuales o pseudo ciencias; y las artes y las ciencias pretenden ser subyugadas a militancias políticas.
Cuarto.- La Pandemia del COVID 19 no sólo mostró las vulnerabilidades del ser humano, también la codicia y estupidez de los distintos gobiernos nacionales y sus supuestas oposiciones. Medidas del más elemental sentido común fueron despreciadas, apostando siempre a que la Pandemia sería de corta duración. Cuando el paso de la enfermedad se fue haciendo cada vez más dilatado, empezaron los números a sustituir tragedias. La muerte se convirtió así en una cifra que se pierde a diario entre escándalos y declaraciones. Un comparativo tétrico entre nacionalismos ridículos. El porcentaje de bateo y de carreras limpias que determina qué equipo, o Nación, es mejor o peor.
Como se detalla en uno de los textos previos, en el zapatismo optamos por la prevención y la aplicación de medidas sanitarias que, en su momento, fueron consultadas con científic@s que nos orientaron y ofrecieron, sin titubear, su ayuda. Los pueblos zapatistas les estamos agradecidos y así quisimos demostrarlo. Después de 6 meses de la implantación de esas medidas (cubre bocas o su equivalente, distancia entre personas, cierre de contactos personales directos con zonas urbanas, cuarentena de 15 días para quien pudo haber estado en contacto con contagiados, lavado frecuente con agua y jabón), lamentamos el fallecimiento de 3 compañeros que presentaron dos o más síntomas asociados al Covid 19 y que tuvieron contacto directo con contagiados.
Otros 8 compañeros y una compañera, quienes murieron en ese período, presentaron uno de los síntomas. Como carecemos de la posibilidad de pruebas, asumimos que el total de los 12 compañer@s murieron por el llamado Corona virus (científicos nos recomendaron asumir que cualquier dificultad respiratoria sería Covid 19). Estas 12 ausencias son responsabilidad nuestra. No son culpa de la 4T o de la oposición, de neoliberales o neoconservadores, de chairos o fifís, de conspiraciones o complots. Pensamos que debimos haber extremado más todavía las precauciones.
Actualmente, con la falta de esos 12 compañer@s a cuestas, mejoramos en todas las comunidades las medidas de prevención, ahora con el apoyo de Organizaciones No Gubernamentales y de científicos que, a título individual o como colectivo, nos orientan en el modo de afrontar con más fortaleza un posible rebrote. Decenas de miles de cubre bocas (diseñados especialmente para evitar que un probable portador contagie a otras personas, de bajo costo, reusables y adaptados a las circunstancias) se han distribuido en todas las comunidades. Otras decenas de miles más están siendo producidos en los talleres de bordado y costura de insurgent@s y en los poblados. El uso masivo de cubre bocas, las cuarentenas de dos semanas para quienes pudieran estar infectados, la distancia y el lavado continuo de manos y rostro con agua y jabón, y evitar en lo posible salir a las ciudades, son medidas recomendadas incluso a herman@s partidistas, para contener la expansión de contagios y permitir el mantenimiento de la vida comunitaria.
El detalle de lo que fue y es nuestra estrategia podrá ser consultado en su momento. Por ahora decimos, con la vida latiendo en nuestros cuerpos, que, según nuestra valoración (en la que probablemente podemos estar equivocados), el enfrentar la amenaza como comunidad, no como un asunto individual, y dirigir nuestro esfuerzo principal a la prevención, nos permite decir, como pueblos zapatistas: aquí estamos, resistimos, vivimos, luchamos.
Y ahora, en todo el mundo, el gran capital pretende que se vuelva a las calles para que las personas reasuman su condición de consumidores. Porque son los problemas del Mercado los que le preocupan: el letargo en el consumo de mercancías.
Hay que retomar las calles, sí, pero para luchar. Porque, como hemos dicho antes, la vida, la lucha por la vida, no es un asunto individual, sino colectivo. Ahora se está viendo que tampoco es asunto de nacionalidades, es mundial.
-*-
Muchas cosas de éstas miramos y escuchamos. Y mucho las pensamos. Pero no sólo…
Quinto.- También escuchamos y miramos las resistencias y rebeldías que, no por silenciadas u olvidadas, dejan de ser claves, pistas de una humanidad que se niega a seguir al sistema en su apresurado paso al colapso: el tren mortal del progreso que avanza, soberbio e impecable, hacia el acantilado. Mientras el maquinista olvida que es sólo un empleado más y cree, ingenuo, que él decide el camino, cuando no hace sino seguir la prisión de los rieles hacia el abismo.
Resistencias y rebeldías que, sin olvidar el llanto por las ausencias, se empeñan en luchar por -quién lo diría-, lo más subversivo que hay en esos mundos divididos entre neoliberales y neoconservadores-: la vida.
Rebeldías y resistencias que entienden, cada quien con su modo, su tiempo y su geografía, que las soluciones no están en la fe en los gobiernos nacionales, que no se gestan protegidas por fronteras ni visten banderas y lenguas distintas.
Resistencias y rebeldías que nos enseñan a nosotros, nosotras, nosotroas, zapatistas, que las soluciones pudieran estar abajo, en los sótanos y rincones del mundo. No en los palacios gubernamentales. No en las oficinas de las grandes corporaciones.
Rebeldías y resistencias que nos muestran que, si los de arriba rompen los puentes y cierran las fronteras, queda navegar ríos y mares para encontrarnos. Que la cura, si es que la hay, es mundial, y tiene el color de la tierra, del trabajo que vive y muere en calles y barrios, en mares y cielos, en los montes y en sus entrañas. Que, como el maíz originario, muchos son sus colores, sus tonalidades y sonidos.
-*-
Todo esto, y más, miramos y escuchamos. Y nos miramos y nos escuchamos como lo que somos: un número que no cuenta. Porque la vida no importa, no vende, no es noticia, no entra en las estadísticas, no compite en las encuestas, no tiene valoración en las redes sociales, no provoca, no representa capital político, bandera partidaria, escándalo de moda. ¿A quién le importa que un pequeño, pequeñísimo, grupo de originarios, de indígenas, viva, es decir, luche?
Porque resulta que vivimos. Que a pesar de paramilitares, pandemias, megaproyectos, mentiras, calumnias y olvidos, vivimos. Es decir, luchamos.
Y en esto pensamos: en que seguimos luchando. Es decir, seguimos viviendo. Y pensamos que durante todos estos años, hemos recibido el abrazo hermano de personas de nuestro país y del mundo. Y pensamos que, si acá la vida resiste y, no sin dificultades, florece, es gracias a esas personas que desafiaron distancias, trámites, fronteras y diferencias culturales y de lengua. Gracias a ellas, ellos, elloas – pero sobre todo ellas-, que retaron y derrotaron calendarios y geografías.
En las montañas del sureste mexicano, todos los mundos del mundo encontraron, y encuentran, oído en nuestros corazones. Su palabra y acción fue alimento para la resistencia y la rebeldía, que no son sino continuación de las de nuestros antecesores.
Personas con las ciencias y las artes como camino, encontraron el modo para abrazarnos y alentarnos, aunque fuera a la distancia. Periodistas, fifís y no, que reportearon la miseria y la muerte antes, la dignidad y la vida siempre. Personas de todas las profesiones y oficios que, mucho para nosotros, tal vez poco para ell@s, estuvieron, están.
Y de todo esto pensamos en nuestro corazón colectivo, y llegó en nuestro pensamiento que ya es el tiempo ya de que nosotras, nosotros, nosotroas, zapatistas, correspondamos al oído, la palabra y la presencia de esos mundos. Los cercanos y los lejanos en geografía.
Sexto.- Y esto hemos decidido:
Que es tiempo de nuevo para que bailen los corazones, y que no sean ni su música ni sus pasos, los del lamento y la resignación.
Que diversas delegaciones zapatistas, hombres, mujeres y otroas del color de nuestra tierra, saldremos a recorrer el mundo, caminaremos o navegaremos hasta suelos, mares y cielos remotos, buscando no la diferencia, no la superioridad, no la afrenta, mucho menos el perdón y la lástima.
Iremos a encontrar lo que nos hace iguales.
No sólo la humanidad que anima nuestras pieles diferentes, nuestros distintos modos, nuestras lenguas y colores diversos. También, y sobre todo, el sueño común que, como especie, compartimos desde que, en la África que pareciera lejana, echamos a andar del regazo de la primera mujer: la búsqueda de la libertad que animó ese primer paso… y que sigue andando.
Que el primer destino de este viaje planetario será el continente europeo.
Que navegaremos hacia las tierras europeas. Que saldremos y que zarparemos, desde tierras mexicanas, en el mes de abril del año del 2021.
Que, después de recorrer varios rincones de la Europa de abajo y a la izquierda, llegaremos a Madrid, la capital española, el 13 de agosto del 2021 -500 años después de la supuesta conquista de lo que hoy es México-. Y que, inmediatamente después, seguiremos el camino.
Que hablaremos al pueblo español. No para amenazar, reprochar, insultar o exigir. No para demandarle que nos pida perdón. No para servirles ni para servirnos.
Iremos a decirle al pueblo de España dos cosas sencillas:
Uno: Que no nos conquistaron. Que seguimos en resistencia y rebeldía.
Dos: Que no tienen por qué pedir que les perdonemos nada. Ya basta de jugar con el pasado lejano para justificar, con demagogia e hipocresía, los crímenes actuales y en curso: el asesinato de luchadores sociales, como el hermano Samir Flores Soberanes; los genocidios escondidos detrás de megaproyectos, concebidos y realizados para contento del poderoso -el mismo que flagela todos los rincones del planeta-; el aliento monetario y de impunidad para los paramilitares; la compra de conciencias y dignidades con 30 monedas.
Nosotros, nosotras, nosotroas, zapatistas NO queremos volver a ese pasado, ni solos, ni mucho menos de la mano de quien quiere sembrar el rencor racial y pretende alimentar su nacionalismo trasnochado con el supuesto esplendor de un imperio, el azteca, que creció a costa de la sangre de sus semejantes, y que nos quiere convencer de que, con la caída de ese imperio, los pueblos originarios de estas tierras fuimos derrotados.
Ni el Estado Español ni la Iglesia Católica tienen que pedirnos perdón de nada. No nos haremos eco de los farsantes que se montan sobre nuestra sangre y así esconden que tienen las manos manchadas de ella.
¿De qué nos va a pedir perdón la España? ¿De haber parido a Cervantes? ¿A José Espronceda? ¿A León Felipe? ¿A Federico García Lorca? ¿A Manuel Vázquez Montalbán? ¿A Miguel Hernández? ¿A Pedro Salinas? ¿A Antonio Machado? ¿A Lope de Vega? ¿A Bécquer? ¿A Almudena Grandes? ¿A Panchito Varona, Ana Belén, Sabina, Serrat, Ibáñez, Llach, Amparanoia, Miguel Ríos, Paco de Lucía, Víctor Manuel, Aute siempre? ¿A Buñuel, Almodóvar y Agrado, Saura, Fernán Gómez, Fernando León, Bardem? ¿A Dalí, Miró, Goya, Picasso, el Greco y Velázquez? ¿A algo de lo mejor del pensamiento crítico mundial, con el sello de la “A” libertaria? ¿A la república? ¿Al exilio? ¿Al hermano maya Gonzalo Guerrero?
¿De qué nos va a pedir perdón la Iglesia Católica? ¿Del paso de Bartolomé de las Casas? ¿De Don Samuel Ruiz García? ¿De Arturo Lona? ¿De Sergio Méndez Arceo? ¿De la hermana Chapis? ¿De los pasos de los sacerdotes, hermanas religiosas y seglares que han caminado al lado de los originarios sin dirigirlos ni suplantarlos? ¿De quienes arriesgan su libertad y vida por defender los derechos humanos?
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El año del 2021 se cumplirán 20 años de la Marcha del Color de la Tierra, la que realizamos, junto con los pueblos hermanos del Congreso Nacional Indígena, para reclamar un lugar en esta Nación que ahora se desmorona.
20 años después navegaremos y caminaremos para decirle al planeta que, en el mundo que sentimos en nuestro corazón colectivo, hay lugar para todas, todos, todoas. Simple y sencillamente porque ese mundo sólo es posible si todas, todos, todoas, luchamos por levantarlo.
Las delegaciones zapatistas estarán conformadas mayoritariamente por mujeres. No sólo porque ellas pretenden así devolver el abrazo que recibieron en los encuentros internacionales anteriores. También, y sobre todo, para que los varones zapatistas dejemos claro que somos lo que somos, y no somos lo que no somos, gracias a ellas, por ellas y con ellas.
Invitamos a que el CNI-CIG forme una delegación para que nos acompañe y sea, así, más rica nuestra palabra para lo otro que lejos lucha. Especialmente invitamos a una delegación de los pueblos que levantan el nombre, la imagen y la sangre del hermano Samir Flores Soberanes, para que su dolor, su rabia, su lucha y resistencia llegue más lejos.
Invitamos a quienes tienen como vocación, empeño y horizonte, las artes y las ciencias a que acompañen, a la distancia, nuestros navegares y pasos. Y que así nos ayuden a difundir que en ellas, ciencias y artes, está la posibilidad no sólo de la supervivencia de la humanidad, también de un mundo nuevo.
En resumen: salimos a Europa en el mes de abril del año del 2021. ¿La fecha y la hora? No la sabemos… todavía.
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Compañeras, compañeros, compañeroas:
Hermanas, hermanos y hermanoas:
Éste es nuestro empeño:
Frente a los poderosos trenes, nuestras canoas.
Frente a las termoeléctricas, las lucecitas que las zapatistas dimos en custodia a mujeres que luchan en todo el mundo.
Frente a muros y fronteras, nuestro navegar colectivo.
Frente al gran capital, una milpa en común.
Frente la destrucción del planeta, una montaña navegando de madrugada.
Somos zapatistas, portador@s del virus de la resistencia y la rebeldía. Como tales, iremos a los 5 continentes.
Es todo… por ahora.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
A nombre de las mujeres, hombres y otroas zapatistas.
Subcomandante Insurgente Moisés
México, octubre del 2020.
P.D.- Sí, es la sexta parte y, como el viaje, seguirá en sentido inverso. Es decir, le seguirá la quinta parte, luego la cuarta, después la tercera, continuará en la segunda y terminará con la primera.
[Fuente: https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2020/10/05/sexta-parte-una-montana-en-alta-mar/]
5/10/2020
Informaciones
Pasolini y la realidad de los desheredados (Galdós, 100 años después)
Congreso Internacional 23-25 noviembre de 2020
http://pierpaolopasolini.net/2020/
La EuroMed University (Salento-Roma-Madrid), el Centro Studi e Ricerche Pier Paolo Pasolini (Roma-Madrid) y el Departamento de Derecho Internacional de la Universidad Complutense de Madrid organizan anualmente en Roma un encuentro internacional sobre Pier Paolo Pasolini, que este año tendrá un formato virtual debido a la situación sanitaria.
La presente edición aprovecha el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós para abordar la realidad de los desheredados, a través de las analogías entre el proyecto literario y político-moral del autor español y el de Pasolini.
Las personas interesadas en enviar alguna propuesta pueden hacerlo directamente través de la web del congreso o bien escribiendo a: http://mientrastanto.org/contacto
30/10/2020