
Número 194 de octubre de 2020
Notas del mes
Dos derechas y una izquierda débil
Por Albert Recio Andreu
Por Juan-Ramón Capella
Por Joan Ramos y Sulan Wong
Explotación, precarización y COVID
Por Antonio Madrid Pérez
Concentración de capital y pobreza: de la Caixa al Ingreso Mínimo Vital
Por Albert Recio Andreu
Por Joan M. Girona
Ensayo
Hiroshima y Nagasaki, la Guerra Mundial y la Guerra Fría
Alejandro Pérez Vidal
Escuela digital y clase inversa: dos virus troyanos del liberalismo escolar
Nico Hirtt
Antonio Antón
El extremista discreto
El Lobo Feroz
Más que un club y menos que un equipo
KP
De otras fuentes
Laia Soldevila
Antonio Turiel
Las estadísticas económicas y la incapacidad predictiva
Alejandro Marcó del Pont
Julian Assange, libertad o muerte
Luis Varese
Bankia o el sabotaje del interés público
Juan Torres López
Agustín Moreno
...Y la lírica
La Biblioteca de Babel
Enrique Javier Díez Gutiérrez
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Dos derechas y una izquierda débil
Albert Recio Andreu
I
Estamos en una coyuntura crítica, y nada apunta a que la solución de la misma vaya a ser positiva. Una coyuntura en la que se combinan y solapan múltiples crisis —sanitaria, económica, social, política, ecológica—. Aunque unas se presentan con mayor intensidad que otras, en todas hay un mecanismo común de bloqueo: el enorme poder de la derecha política local. Una derecha que tiene capacidad de condicionar cualquier salida, de impedir la implementación de políticas necesarias y de generar un clima social donde lo irracional, lo identitario y lo emocional se imponen una y otra vez. Una derecha que se presenta en dos versiones —la derecha española y la catalana— que tienen un nexo común que comparten (como ha explicado con detalle Guillem Martínez en sus crónicas en CTXT): la combinación de propaganda y neoliberalismo. Dos versiones que además se complementan, en el sentido de que parte del vigor de sus proclamas depende esencialmente de la confrontación entre una y otra.
Su poder se concentra en su capacidad de influencia en puntos clave de la organización estatal y en una penetración en el orden social de largo alcance en el tiempo, asentada en una vasta red de organizaciones sociales. Es obvio que, a este nivel, el poder de la derecha española es muy superior al de la catalana; a una escala menor, sin embargo, esta última cuenta con una Administración consolidada en los años de Gobierno autonómico.
Su respuesta ante la pandemia es una buena muestra de este parecido. Madrid y Catalunya son las dos comunidades donde más lejos se había aplicado el programa neoliberal en la sanidad. Y también donde sus mandatarios más se han dedicado a desarrollar una retórica que ha tenido su principal hilo argumental en decir lo contrario de lo que proponía el gobierno. Han variado los tonos, más épico y racional el Torra, más desinhibido y cínico el de Díaz Ayuso, pero hay muchas similitudes de fondo: evitar la evaluación de responsabilidades, crítica persistente al Gobierno, apoyo de negocios privados (el costoso hospital madrileño, los contratos de rastreadores, los generosos pagos a la sanidad privada…) e ineficiencia manifiesta. Aunque en una competencia de este tipo siempre se puede hacer peor, y la Comunidad de Madrid parece dispuesta a no dejar que nadie le gane.
Donde es más obvio este poder institucional de la derecha es en su hegemonía en gran parte de la Administración Pública. El ejemplo más visible es en el poder Judicial, pero no el único. La derecha es claramente dominante en campos como el Ejército, la Policía o la Alta Administración Pública. Un control que es tanto el producto de un proceso de reproducción social inercial —basado en los recursos económicos, culturales, relacionales de las familias de las élites— como de una acción política consciente desarrollado tanto por el Partido Popular como por fuerzas que actúan en un plano menos visible, como el Opus Dei. El bloqueo al que el Partido Popular ha sometido al Tribunal Constitucional o al Consejo General del Poder Judicial es la muestra más extrema de esta influencia. Un auténtico abuso de poder en el que se combina su cinismo y desvergüenza, con un diseño institucional que lo favorece y hasta con la pasiva complicidad de sus oponentes en estas instituciones que en el fondo participan de un cierto nivel de intereses y valores compartidos. Si bien el bloqueo de estas instituciones es responsabilidad del PP, es difícil entender que los representantes de la izquierda no adopten una acción que ayude a romperlo, por ejemplo dimitiendo en bloque cuando su mandato ha caducado. Hay algo mal resuelto en la construcción del poder judicial, en su forma de decisión y en su ausencia de necesidad de rendir cuentas, cuando resulta tan patente la facilidad de manipulación sobre su composición.
En este campo, la derecha catalana es mucho más débil, aunque a nivel regional cuarenta años de poder autonómico han consolidado un importante poder local y han permitido crear un poderoso aparato propagandístico que favorece un elevado grado de hegemonía cultural. Uno de los muchos errores del procés fue no entender que su correlación de fuerzas era totalmente desfavorable, y que la Unión Europea no tenía ningún interés en propiciar una aventura secesionista en su flanco sur.
Ambas derechas, la catalana y la española, se apoyan en un esencialismo nacionalista y una concepción oportunista de la democracia que fácilmente se torna en autoritarismo. Esto es más evidente en el caso de la derecha española, continuadora de una larga tradición reaccionaria con la que nunca ha querido terminar. Es más sofisticado en el caso catalán, que ha tenido que sobrevivir con una historia y un medio social más complejo. Pero en ambos casos, son recurrentes tanto las manifestaciones xenófobas como las propuestas políticas autoritarias, como es el caso de la nonata constitución catalana de 2017. Esta misma semana el ínclito Torra ha manifestado que su proyecto es imposible porque hay demasiados funcionarios en Catalunya que cumplen la ley. Una referencia clara a los Mossos d’Esquadra, que actuaron contra los patriotas que actuaban violentamente en octubre de 2019 y contra el secretario del Parlament que acotó la actuación. Aznar o Pujol, Rajoy o Casado, Puigdemont o Torra; están todos muy cerca en su concepción de país unitario, de gestión autoritaria y de corrupción y neoliberalismo económico. Difieren sólo en el país en el que quieren aplicar su política.
Estas fuerzas, cada una con su poder relativo, han conseguido generar, de forma directa o indirecta un verdadero cierre de posibilidades reformistas. Por vía de utilizar toda su cuota de poder para frenar y romper cualquier dinámica de cambio, como se ha puesto de manifiesto con todo lo que atañe al territorio Villarejo, con la ofensiva judicial, con las maniobras de enroque de la Corona, con el bloqueo de las instituciones catalanas… Por su aplicación de políticas neoliberales que no sólo destruyen derechos y condiciones de vida, crean además las condiciones para crear abismos sociales y crispación allí donde es necesario desarrollar racionalidad y solidaridad. Y porque además su enfrentamiento estéril desvía la atención sobre los graves problemas estructurales de nuestra sociedad. Y engancha a mucha gente en una dinámica más próxima a los enfrentamientos entre hinchas de futbol que a un debate político.
II
El poder de las derechas, su capacidad de influir en la dinámica política, es muy grande. Entre otras cosas, por su estrecha relación con el poder económico, a cuyo servicio desarrollan muchas de sus estrategias (aunque no son mera correa de transmisión, como muestra la crispación que el procés generó en una buena parte del gran empresariado catalán). Y también porque, más allá de su espacio político, cuentan con fuerzas que asumen una buena parte de sus planteamientos y son incapaces de despegarse del bloqueo. Es el caso del PSOE y de ERC, incapaces ambos de hacer un planteamiento alternativo real en ámbitos muy diversos.
En el plano político, queda sólo el espacio de Unidas Podemos. Un espacio con insuficiencias notables, y siempre en riesgo de perecer (la disolución de En Marea es otro más de los episodios frustrantes a los que llevamos demasiado tiempo acostumbrados). Sin duda, parte de la debilidad es estructural, se carece de los recursos, los apoyos sociales, el poder mediático con que cuentan las fuerzas conservadoras. Esto nunca lo podrá tener ninguna organización que trate de defender a la gente sin poder, que trate de introducir cambios sustanciales en las instituciones y el funcionamiento social. Pero, con ser muy importantes, no todos los problemas vienen de ahí. Hay también algo en la concepción política de las diversas fuerzas de izquierda que les impide jugar mejor sus oportunidades.
Hay dos ideas básicas que forman parte esencial de la cultura de la izquierda radical: la necesidad de movilización social y la necesidad de transformación profunda de las estructuras. Ambas son ideas valiosas, pero a menudo se transforman en la búsqueda de dinámicas en las que predomina una visión mecanicista de las movilizaciones, y una esperanza de transformaciones en el corto plazo que resultan casi siempre defraudadas. Lo peor es que esta lectura sesgada deja fuera ámbitos importantes. En primer lugar, la necesidad de un conocimiento preciso del tejido de instituciones, normas y procesos sobre los que se asienta el poder del capital y la derecha, pues se tiende a infravalorar ese poder, su complejidad y densidad. Y, con ello, la posibilidad de desarrollar estrategias que identifiquen las debilidades, los puntos de ruptura, y las posibilidades de las coyunturas. A menudo, tengo la sensación que demasiadas veces nos empeñamos en tratar de derribar el muro a cabezazos. En segundo lugar una minusvaloración de la densa red de mecanismos en los que se construye la hegemonía, en cómo se organiza la vida de la gente, en cómo se construye una sociedad civil alternativa más allá de la acción política. Y, en tercer lugar, una prevalencia de la acción política convencional, ya sea en el plano institucional o en el de las movilizaciones. Demasiadas veces nuestros líderes parecen grandes generales con poca tropa.
La nueva política no ha servido para superar estas carencias. Lo cual es paradójico, si se toma en consideración la cantidad de licenciados en Ciencias Políticas y Sociología que han nutrido sus filas. Su éxito se ha basado en saber aprovechar una buena coyuntura y realizar una eficaz campaña comunicativa. Pero se ha desvanecido cuando la coyuntura ha sido menos favorable, su entrada en las instituciones no ha colmado las enormes expectativas generadas en 2015 (era inevitable dada la correlación de fuerzas y los propios límites de la política convencional), y el exceso de egos y la ausencia de claridad en la resolución de conflictos ha provocado desencantos y desencuentros. Era demasiado insensato pensar una generación de nuevos activistas podía resolver en poco tiempo lo que las anteriores no supieron hacer.
Han tenido, además, mucho ruido ambiental que ha despistado a más de uno. En este sentido, el éxito de la derecha catalana es haber sabido generar una dinámica que podía parecer democrática radical, y ahí también se han perdido muchos esfuerzos atizados por personajes ambiciosos y anclados en lecturas viejas de la realidad.
Hoy estamos ante una situación que exige una amplia acción social para evitar las diversas catástrofes que llaman a la puerta. La crisis del Covid-19, lejos de ayudar a construir una conciencia clara de lo que es fundamental, se ha convertido en una centrifugadora de la que puede salir cualquier cosa. Y, mientras la extrema derecha muerde y la situación empeora, tenemos una enorme debilidad para hacerle frente. Con una izquierda institucional que hace lo que puede (y algunas cosas bastante bien) pero que ni tiene una buena organización ni ha sido capaz de hilar un tejido social capaz de sostener una respuesta sostenida. A riesgo de resultar pesado, insisto en que hay que reaccionar. Y empezar a construir una respuesta a diversos niveles.
29/9/2020
¿Cómo miramos a los otros?
Juan-Ramón Capella
Parece que China ha logrado dominar la pandemia. No tiene, al parecer, recaídas como todos los países de Europa occidental y señaladamente España y Alemania. Por otra parte en su día los dirigentes chinos anunciaron que pondrían su vacuna contra el virus, tan pronto como lo consiguieran, a disposición de todo el mundo. Su Estado es eficaz.
El ejemplo chino contrasta con lo que está ocurriendo en los Estados Unidos, con una presidencia completamente fuera de razón ante la pandemia, que además está poniendo en juego deliberadamente una profunda división civil, con asesinatos racistas y violencia contra los manifestantes anti-racistas, con ominosas desconfianzas de la actual presidencia en el sistema electoral del país, y amenazas veladas de no reconocer el resultado de las elecciones si le es desfavorable, para lo que se apresura a cambiar las decisivas mayorías del Tribunal Supremo. Todo eso, por si fuera poco, con el récord mundial de muertos y afectados por el virus pandémico.
China no es —en el sentido occidental de la palabra— una democracia; los Estados Unidos sí, pero sólo en ese sentido, que por experiencia sabemos que significa algo pero no mucho porque la Política con mayúsculas, en "occidente", está en manos de grupos económicos oligárquicos inaferrables por las ciudadanías, a las que se deja optar entre partidos políticos para que éstos instrumenten las grandes decisiones que vienen de arriba, que se deciden fuera de las instituciones públicas.
Los chinos no tienen lo que los occidentales llamamos derechos y garantías políticas (aunque el actual presidente chino ha programado gobernar China como un estado de derecho). Sin embargo tampoco tienen Guantánamos: muchos de los comparables a primera vista a la vergüenza guantanamera, los campos chinos de "reeducación" para intelectuales de la etnia uigur, islamista y secesionista, no lo son, pues no están concebidos para torturar, como Guantánamo, y permiten volver a casa por la noche. Los malos tratos policiales, que en ocasiones alcanzan dimensiones de tortura, no son infrecuentes, como aquí bajo Felipe González. Pero los chinos no tienen aliados como los emiratos, los saudíes y otras joyas de amigos de la "civilización occidental", donde las mujeres no tienen derechos, las penas son mutilaciones o graves daños físicos, además de las cárceles donde se tortura sistemáticamente y, por supuesto, y con la pena de muerte (por ejemplo, por ser homosexual).
Veamos: la población carcelaria de los Estados Unidos, con 330 millones de habitantes, es de 2.300.000 presos. En China, con 1.400 millones de habitantes (más de cuatro veces la población de USA), los presos son 1.640.000. La tasa de presos por población en China es muy inferior no sólo a la americana sino también a la de España (que es, para nuestra vergüenza, una de las más altas de la Unión Europea).
Nada más lejos de mis intenciones que hacer la apología de China, un país con armas nucleares y que intenta tomar el control total de su territorio (lo hizo en el Tibet, lo está haciendo en Hong Kong, y lo hará en la isla de Formosa también llamada Taiwán). Un país que solamente ahora empieza a reducir sus emisiones nocivas, su polución. Pero me he propuesto no comulgar con ruedas de molino, e invito a otros a hacer lo mismo.
Intento mostrar que los clichés con los que los anglos y los ciudadanos de países europeos elaboran la imagen de China, al igual que la imagen del mundo árabe, que no se puede identificar con el islam, y la del islam mismo, son usados demasiado alegremente. Y ahistórica-mendazmente. Como si los gobernantes de los países "occidentales" antes dichos, en toda su serie histórica, fueran angelitos, y jamás hubieran torturado ni asesinado, ni robado los bienes de los menos avanzados tecnológicamente, ni hubieran capturado a personas para esclavizarlas, ni las hubieran masacrado cuando se negaban a ser robadas. Como si las guerras del opio —con las que Gran Bretaña pretendía debilitar a los chinos fomentando el consumo de la droga—, ni los territorios coloniales de franceses, británicos y no sé cuántos más en Shanghái y Cantón no hubieran existido, ni tampoco la ocupación japonesa. Como si los anglos no hubieran colonizado países enteros de oriente próximo como Egipto, Irak o Siria ni los ciudadanos de los colonizadores no se hubieran beneficiado también de eso. (De momento los africanos de Uganda, Mali, Ruanda y otros están demasiado entretenidos en sus luchas interétnicas para ocuparse de los ingleses, belgas y franceses que les han expoliado). Un mínimo vistazo a la historia, sin anteojeras ideológicas, permite comprender mucho de lo que resulta ilógico o incomprensible de las tensiones del mundo contemporáneo.
Viene esto a cuento de nuestra mirada sobre los "diferentes". Diferentes son los chinos, los árabes, las etnias africanas. Cuando los analistas estratégicos chinos empezaron a hablar, hace decenas de años, de "guerras asimétricas" fue porque se dieron cuenta de que la lucha de los pueblos oprimidos contra sus actuales opresores no puede utilizar los mismos medios que éstos. No es que los analistas chinos proyectaran guerras: es que veían lo que iba a pasar. Nosotros no entendemos ni podemos justificar el terrorismo islamista, pero hemos entendido perfectamente que se haya bombardeado Bagdad, que no sé cuántas potencias hayan armado a los rebeldes libios... Y para nosotros es absolutamente necesario comprender, pero de verdad, lo que implica deconstruir nuestras anteojeras culturales.
Para los españoles, con el ejemplo de Andalucía, nuestra gran herencia arábiga, esto debería ser más fácil que para otros, a pesar de la limpieza étnica iniciada por los Reyes Católicos y culminada por los Austrias. Y si empezamos a entender, o bien prohibiríamos el culto católico en esa deshonra que es la catedral de Córdoba en el interior de una mezquita, o abriríamos la Mezquita misma para que quien quisiera entrar a orar o a no orar pudiera hacerlo, y mejor si pudiera hacerlo sin necesidad de pagar entrada. Eso sería un pequeño paso, pero un paso de todos modos, en el camino de la deconstrucción.
Hay que pararse a examinar cómo son las gafas propias, nuestras anteojeras, para ver a los que construimos como diferentes y que quizá no lo sean tanto o lo sean de un modo distinto a como los imaginamos. Esas anteojeras, mantenidas más o menos hipócritamente, son las que permiten a la extrema derecha sus ataques a los inmigrantes. Nosotros, en cambio, hemos de trabajar para la buena convivencia entre personas de diferentes culturas, y para ello preguntarnos cómo se ha construido históricamente la nuestra.
29/9/2020
Innovación para los bolsillos
Joan Ramos y Sulan Wong
Pasados los primeros meses de impacto, en distintos países del mundo las poblaciones se van adaptando a lo que se ha venido a llamar nueva normalidad. [Coincidimos, en este sentido, con las palabras de José Antonio Estévez: «¿qué nueva normalidad? Lo que va a haber es una crisis económica monumental»]. Más allá de las cifras, del distanciamiento social y del más que evidente problema socioeconómico que esta pandemia deja tras de sí, cada vez son más los focos que se centran en lo que parece que va a ser la solución: la vacuna. A falta de tratamientos específicos efectivos que permitan evitar el peligro real de la enfermedad —la saturación de los sistemas sanitarios debido a la alta tasa de contagio—, la vacuna se presenta como el gran objetivo para que lo vivido este 2020 pase a los anales de la historia. Los medios informan a diario de los avances en las distintas vacunas; la rusa, a la que se acusa constantemente de elemento de propaganda, la de Oxford, muy similar a la anterior en su planteamiento de ataque contra el virus, y un amplio elenco de vacunas que se están investigando en Japón, EEUU, China, India, Reino Unido y un largo etcétera. En total, y según datos de la Organización Mundial de la Salud, a 28 de septiembre de 2020 hay 40 proyectos en fase clínica y 151 en fase preclínica (a principios de mes eran 34 en fase clínica y 142 en fase preclínica, lo que permite intuir que las iniciativas van en aumento). Si se accede al documento PDF que ofrece la OMS, no deja de ser ilustrativo ver cómo en los estudios en fase clínica, la gran mayoría se desarrollan en colaboración de centros de investigación o universitarios con empresas farmacéuticas, cuando no de éstas únicamente.
La presencia de las empresas en las universidades públicas ha sido una aspiración constante desde hace años, que persigue el sueño americano prometido por la Ley Bayh-Dole; puede verse, por ejemplo, en la proliferación de los tan laureados «centros de innovación y transferencia tecnológica». Transferencia significa aquí, en algunos casos, el traspaso de una investigación financiada públicamente a manos privadas. Y no sólo eso: entre los méritos académicos (para optar a plazas públicas, por ejemplo, o para ascender en la jerarquía académica) se encuentra el haber patentado algún invento, o el tener derechos de autor sobre alguna obra. Es decir, se premia la privatización del conocimiento, en ocasiones obtenido en su totalidad mediante financiación pública.
A estas alturas, por tanto, a nadie se le escapa que el próximo hito relacionado con la pandemia va a ser quién consiga desarrollar, patentar y comercializar —y a quién se va a aplicar primero, pues las cadenas de comercialización globales le dan ventaja a los países productores, que serán los primeros en disponer del resultado— una vacuna efectiva en primer lugar. Esto último es importante, porque al parecer hemos aceptado con pasmosa facilidad que puedan estar desarrollándose decenas de proyectos para encontrar una vacuna a la vez, que compiten entre sí. La idea, totalmente plausible, de que una actitud más colaborativa de estos proyectos, frente a la carrera por ver quién es el primero, diera mejores o más rápidos frutos, no parece estar en el imaginario colectivo. Que los países se estén ofreciendo para que los ensayos se realicen en su territorio permite intuir que pretenden de esa forma facilitar su acceso a las vacunas que terminen funcionando. No queda claro, sin embargo, que esta estrategia (hasta cierto punto colaborativa) vaya a facilitar ese acceso, pues quienes producen la vacuna son quienes tienen control sobre la misma. Además, las empresas tienen una capacidad de producción limitada, y la situación de pandemia implica que se requerirán miles de millones de dosis de las vacunas exitosas.
En el mundo de la propiedad intelectual (aunque es algo que engloba mucho más que eso), esa es la gran derrota. La asunción acrítica de que el conocimiento (científico, en este caso, pero ocurre también con las expresiones culturales) es en primer lugar objeto de intercambios mercantiles, incluso a costa del sufrimiento de las personas, es un síntoma, pero también una consecuencia, del tipo de sociedad que estamos construyendo desde hace ya décadas. Para quienes nos hemos dedicado a la propiedad intelectual en su sentido más amplio (patentes, marcas, derechos de autor, etc.), la reivindicación de que la normativa es manifiestamente injusta, o discordante con el sentir de algunas sociedades (presentes o anteriores en la historia) tiene un trasfondo que se entronca en algo más primitivo, más humano: la creencia de que es factible pensar en otro tipo de sociedad, y el rechazo de un entorno tecnológico, mercantil y político en el que toda clase de conocimiento es susceptible de ser convertido en un objeto de cambio, quedando otras consideraciones, incluso médicas (y que entroncan, por tanto, con algo tan común como el sufrimiento humano) en un segundo plano. Por decirlo de otra forma: en las sociedades contemporáneas, en la propiedad intelectual ni siquiera se ha llegado a ese mínimo de ¿decencia? que supone la función social de la propiedad.
Una de las grandes lecciones que nos está dejando esta situación de pandemia es que el conocimiento científico debería ser abierto. Entre algunas de las medidas (criticadas y criticables en algunos casos) adoptadas por distintos gobiernos —cuarentenas, confinamientos, toques de queda, distancia social, multas, obligación de mascarillas— hay que destacar la apertura de algunos datos de investigación [1], que ha pasado inadvertida pero que resulta ilustrativa de la importancia de la ciencia abierta “abierta” [2]. De alguna forma, ha quedado patente que la privatización del conocimiento científico resulta un obstáculo a la investigación y obtención de resultados, y no al contrario. La lógica individualista y mercantilista respecto de los resultados de investigación puede funcionar a nivel económico, pero resulta contraproducente para el avance de la ciencia. Lógica individualista que, por cierto, no es apreciable únicamente a nivel de empresas o personas, sino también estatal; cada país está pensando en cómo vacunar a su población, ignorando las necesidades de otros países, su eventual sufrimiento, arrinconando cualquier abordaje colectivo sobre la vacuna, y acumulando el máximo de vacunas posible. Así se desprende de la información ofrecida por Oxfam Internacional, que denuncia que un pequeño grupo de países ricos (que representa el 13% de la población mundial) ha acaparado más del 50% de las principales y más prometedoras vacunas contra el covid-19.
Solo con una configuración tan individualista y centrada en lo económico como la nuestra es posible explicar que, en vez de buscar una solución humana, es decir, de combate de la especie contra el virus, nos encontremos ante una competición por ver quién llega primero y, por tanto, quién gana más dinero. Esta disyuntiva entre salud y dinero no es nueva —ocurrió algo similar con los retrovirales para el VIH y el conflicto con la producción de medicamentos genéricos en países como Sudáfrica o la India, en los 2000—, pero de nuevo se pone de manifiesto que tal vez deberíamos reorientar nuestros objetivos como sociedad. En el boletín de septiembre de esta revista, Juan-Ramón Capella apuntaba que, tal vez, nuestra civilización tecno-industrial somete a la naturaleza a unas tensiones que, en última instancia, provocan situaciones como la actual. No es realista pensar en que podamos cambiar a corto plazo el estilo civilizatorio que arrastramos desde hace siglos. Pero tal vez es el momento, ante los toques de atención y la masiva degradación del entorno en el que vivimos (y del que dependemos) de pensar más como sociedad y menos como homo economicus.
Notas
[1] Pueden verse noticias relacionadas en los siguientes enlaces: https://www.the-scientist.com/news-opinion/journals-open-access-to-coronavirus-resources--67105; https://novel-coronavirus.onlinelibrary.wiley.com/; https://sparceurope.org/coronaopensciencereadsandusecases/
[2] Por ciencia abierta “abierta” nos referimos aquí a aquella que permite no solamente la comunicación de los resultados de investigación, sino también su uso libre. Esperemos que la ciencia abierta no sea solamente para la network de amigos del norte.
30/9/2020
Explotación, precarización y COVID
Antonio Madrid Pérez
A principios de julio el gobierno catalán decretó el confinamiento perimetral de la comarca del Segrià (Lérida) debido a la preocupación que generó el incremento de rebrotes en la zona. Esos mismos días se decretaban confinamientos perimetrales en A Mariña (Lugo), Ordizia (Guipuzkoa), y, a los pocos días, se anunciaban rebrotes en distintas poblaciones. Los rebrotes se fueron generalizando. A finales de julio se contabilizaban más de 400 rebrotes. A finales de agosto más de 1.000.
En el caso del Segrià, el alcalde de Lleida expresó su queja ante la afluencia de inmigrantes que habían llegado durante mayo y junio para ofrecerse como jornaleros en la campaña de la recogida de la fruta. Esta afluencia de jornaleros es estacional. Cada año, miles de personas se mueven por distintas regiones para trabajar, de forma legal o ilegal, allá donde hay trabajo que hacer. Esto no es nuevo. En estudios precedentes (2015) ya se había recogido la cifra de 20.000 trabajadores temporales que llegaban cada año a la zona para recoger la fruta. La inmensa mayoría de estos jornaleros eran y son trabajadores extranjeros (vid. Jordi Barreta Bochaca, “Immigrants-Temporers a la Plana de Lleida”, resumen aquí).
De hecho, y esto no fue dicho por el alcalde de Lleida, el sector hortofrutícola había mostrado su preocupación por la falta de mano de obra para recoger la fruta. Si la fruta no se recoge, se echa a perder. Y la fruta no se recoge si no hay manos, muchas manos, para recogerla. Mano de obra barata que se utiliza masivamente durante un corto periodo de tiempo. El modelo productivo que se sigue en el Segrià, y en otras zonas similares, reúne desde hace tiempo estas características: especialización en pocos productos y utilización masiva de mano de obra durante la campaña de recogida.
Distintos medios de comunicación informaron que una parte importante de los ingresados por COVID-19 en la zona del Segrià eran jornaleros que habían acudido a la zona para trabajar en la campaña de la recogida de la fruta. Lo que no se decía de forma expresa, pero parecía flotar en el trasfondo de la forma de hablar, era que los inmigrantes propagaban el virus.
No he encontrado ningún informe que avale la idea según la cual los jornaleros son propagadores más eficaces que cualquier otra persona. Desde un punto de vista racional, sería posible pensar que la forma en que se celebró la verbena de San Juan (23 de junio), o la relajación en las medidas profilácticas por parte de la población, o la alegría con la que las autoridades aceleraron la desescalada o la infradotación de los servicios sanitarios de asistencia primaria, pueden haber contribuido al incremento de contagios.
La situación sanitaria de los jornaleros podía verse como el resultado de una situación de precarización y explotación o se podía señalar a los jornaleros como agentes propagadores de la epidemia, fácilmente distinguibles por su color, por sus condiciones de vida, por su forma de hablar, por su tejido social. A principios de abril de 2020, la plataforma A Ponent destriem impulsó la campaña “Fruita amb justicia social”. Ante la petición de mano de obra por parte de los sindicatos de empresarios agrarios y las empresas del sector agroindustrial para reforzar la recogida de la fruta dulce, la plataforma había alertado sobre la necesidad de regularizar la situación de los jornaleros.
Esta preocupación va más allá de la situación de la comarca del Segrià. Durante el mes de julio, en Huelva (Lucena del Puerto y Lepe), hubo incendios en asentamientos chabolistas habitados por jornaleros, en su mayoría trabajadores inmigrantes. Estos incendios pusieron de manifiesto la precariedad de condiciones de vida en la que se hace vivir a una parte de los jornaleros, así como la situación de discriminación en la que se hallan.
En los días próximos a los hechos del Segrià, y a los de Huelva, la prensa recogía noticias cuyos titulares reforzaron la presentación del inmigrante como una amenaza: “La policía busca a nuevos migrantes que han roto la cuarentena en el puerto de Cartagena” (La Vanguardia, 9 de julio de 2020); “Buscan a un inmigrante con covid-19 que ha huido del hospital de Cartagena” (Heraldo, 5 de julio de 2020); “Extremadura emite una orden de busca y captura para el hombre que provocó un rebrote de coronavirus” (El Mundo, 26 de junio de 2020). Esta última noticia, que en el titular habla de ‘hombre’ y no de ‘inmigrante’, comienza de esta forma: ‘El inmigrante que fue trasladado desde Almería hasta Navalmoral de la Mata…’; “La fuga de inmigrantes en cuarentena deja a la vista los fallos del sistema de acogida del Gobierno” (ABC, 30 de julio); “Buscan a 44 inmigrantes que llegaron en patera tras fugarse de una cuarentena por coronavirus” (La Vanguardia, 2 de agosto); “Los inmigrantes confinados por la COVID-19 en Albacete se enfrentan a la policía” (Diario Montañés, 5 de agosto). Y se podrían proponer más ejemplos.
Los grupos sociales más precarizados tienden a ser señalados como causantes o intensificadores del problema, antes que como grupos sobre los que la epidemia tiene una mayor incidencia debido a sus condiciones residenciales, económicas, laborales o asistenciales. La forma en que se aborda la crisis provocada por la COVID deja al descubierto estructuras de explotación y precarización que ya existían en nuestro modelo laboral. La COVID tensa estas estructuras. Y al hacerlo muestra el desamparo de una parte de la población, con el riesgo de presentarlos como víctimas propiciatorias de la angustia colectiva.
30/9/2020
Concentración de capital y pobreza: de la Caixa al Ingreso Mínimo Vital
Cuaderno de augurios: 13
Albert Recio Andreu
I
Hay dos tópicos que se repiten en todos los pactos y proclamas públicas de los últimos tiempos: la necesidad de avanzar en la reducción de desigualdades y la inclusión social, y la lucha contra el cambio climático. Estos dos ámbitos reconocen un sentir generalizado en la sociedad. Pero, en general, son mera retórica. Indican sólo que sería impresentable decir otra cosa, aunque expresan, al menos, un cierto avance cultural en las demandas de igualitarismo y ecologismo social. Pero, a la hora de la verdad, son meros placebos. Ello porque las dinámicas van por otra parte, van por la vía de mantener las tendencias a la concentración del capital, de rentas y de poder, y a perpetuar un modelo económico y social que pone a la especie humana y a una parte del mundo natural en grave peligro de supervivencia. Por eso, hoy más que nunca este tipo de manifiesto representa mera retórica. Cuando menos, obliga a hacer un ejercicio de confrontar palabras y hechos y cotejar en qué medida se corresponden unos a otros. En este comentario me centraré sólo en la cuestión de la desigualdad para tratar de cuestiones que han estado las últimas semanas en el candelero.
II
La gran noticia económica del mes ha sido la fusión de CaixaBank con Bankia, en realidad una absorción por parte de la primera camuflada para no encender sensibilidades. Es, seguramente, la primera de las fusiones bancarias que se van a producir, provocando una nueva concentración en el ya de por sí oligopólico sector financiero. Obedece a las orientaciones de la Unión Europea a la vista de las enormes dificultades de la banca. Dificultades que provienen precisamente de la política monetaria expansiva que se ha desarrollado, entre otras cosas, para evitar el colapso del sistema financiero. Unas políticas expansivas que se diseñaron inicialmente para evitar el grave problema de liquidez y endeudamiento de gran parte de la gran banca en la crisis de 2008 y 2010. Hay que contar que, los bancos, como otras muchas grandes empresas, tienen costes fijos muy elevados —generados por su plantilla fija, el coste de las instalaciones, de los equipamientos informáticos— y, si los ingresos disminuyen, los beneficios tienden a evaporarse. En este contexto, la fusión tiene como principal objetivo reducir costes racionalizando la estructura. Es decir, reduciendo plantilla y oficinas. De hecho, lo primero que puede esperarse de cualquier fusión empresarial, excepto en casos muy particulares, es que se esté preparando un recorte de plantillas que implicará el despido o prejubilación de muchos trabajadores (sin contar el impacto que pueda tener el cierre de oficinas para los usuarios modestos del servicio). Resulta grotesco que en la anterior crisis se pusiera de manifiesto el problema de los bancos que eran demasiado grandes para quebrar, y que ahora la solución que se ofrezca sea aumentar el número de bancos de esas proporciones. Una vez más, la solución a la crisis financiera pasa por el modelo de patada adelante a la espera de que pase el temporal y no deba afrontarse una reestructuración de verdad de toda la actividad del sector.
La fusión de los bancos culmina un proceso de expropiación y privatización. Ambos bancos provienen de la antigua red de cajas de ahorro, instituciones originariamente orientadas a proteger el ahorro de la gente modesta, con un sentido social (para la mayoría de gente de mi generación los bancos eran espacios vedados). No tenían capital y se regían por un sistema de representación con una asamblea formada por representantes de las organizaciones fundadoras, los empleados y los impositores. Otra cosa es que esta representación fuera transparente (en la práctica devino un sistema controlado sobre todo por las élites locales y los partidos políticos). Pero, en teoría, era un modelo que podía haberse reformado, haciéndolo más democrático y transparente. Cuando llegó la crisis del 2008, muchas de las cajas de ahorro sucumbieron a causa de su mala gestión y excesiva exposición a la inversión inmobiliaria. Aunque no ocurrió en todas; la Caixa es una de las que estaba bastante saneada y pudo resistir y crecer. Se forzó que la salida de la crisis fuera la “profesionalización de las cajas” y su conversión en bancos. Estaba el problema de definir quién era su propietario. Muchas estaban en quiebra, su valor real era prácticamente nulo y acabaron en manos de otras entidades. En las que eran solventes se adoptó un modelo extraño: el valor estimado de capital paso a manos de una Fundación Bancaria. En la práctica, era entregar la propiedad, o parte de la misma, a esta fundación privada. Quién controlara la Fundación se convertía de hecho en propietario del nuevo banco sin haber invertido ni un euro. Un nuevo modelo de capitalismo creado por una mera decisión política. No es un hecho nuevo, como ya explicó Marx al tratar de la acumulación primitiva de capital; a menudo la acumulación inicial se produce por medios políticos, más o menos violentos o coercitivos. La historia del capitalismo español está llena de casos —especialmente en el primer franquismo— en los que alguien se hace rico de golpe gracias a una decisión política.
En el caso de la Caixa, la Fundación pasó a manos de su presidente Isidre Fainé, el factótum de esta nueva fusión, que se rodeó de gente próxima, de personas ligadas a los grandes partidos (PP, PSOE, CDC) y de alguna figura decorativa. En los estatutos de la Fundación queda claro que se entra por cooptación, lo que supone que su propiedad va a estar en manos de una casta que se va a autorreproducir.
Bankia, como otros casos, simplemente quebró y tuvo que recurrir al capital público, vía FROB, para subsistir. Pero, lejos de dar la opción de crear una banca pública solvente, se impuso —desde la Unión Europea, y se aceptó por los Gobiernos españoles— que debería privatizarse más pronto que tarde. Ahora se pasa a una etapa, en un nuevo banco propiedad de una extraña fundación que tiene su origen en una decisión política. Se opta por renunciar a la banca pública, por concentrar aún más el sector bancario y, por tanto, se refuerza una línea de actuación que además tiende a concentrar la riqueza en pocas manos. La historia del neoliberalismo está plagada de hitos parecidos, un discurso económico que defiende la competencia empresarial como eje de la regulación económica y una realidad dominada por oligopolios y monopolios protegidos por regulaciones y políticas públicas. Ahí están los Microsoft, los Google, etc. Empresas cuya realidad es próxima a lo que los economistas neoclásicos denominan un “monopolio natural”, que deberían ser empresas públicas o sometidas a un control muy riguroso de su actuación. Y que, en la práctica, actúan con total impunidad en beneficio de su casta dominante.
III
El Gobierno actual está comprometido con la igualdad, o al menos a luchar contra la pobreza extrema. Aunque éste es también un concepto escurridizo. Básicamente, depende de una decisión política sobre su umbral. A menudo los umbrales de renta que se aplican están diseñados para minimizar el coste de las ayudas públicas. Y suelen dejar mucha gente ligeramente por encima del nivel fijado, y por tanto desamparada a pesar de tener necesidad.
Algunas de las medidas adoptadas son coyunturales. Es el caso de los ERTE, que han frenado el aumento del paro y han proporcionado garantía de ingresos a mucha gente. Es injusta la crítica que publicó Guy Standing en El País el 8 de septiembre de 2020 (“¿Están los ERTE agravando la recesión?”) donde sin datos exageraba la cantidad de empleos que se pueden realizar con teletrabajo. Además, apuntaba alguna idea neoliberal, como afirmar que, si se le quita la protección de los ERTE a la gente, buscarán empleos más eficaces (como si la búsqueda de empleo fuera el determinante básico del funcionamiento laboral). Aunque sí tenía razón en que estas ayudas no han alcanzado a cubrir a todo el mundo. Se ha quedado fuera mucha de la gente con empleos más precarios, o los que estaban pendientes de empleos estacionales que el Covid-19 evaporó.
La medida más estructural es sin duda el Ingreso Mínimo Vital, que trata de garantizar un suelo de ingresos a todo el mundo. Una medida que se suma a las que ya tienen establecidas muchas comunidades autónomas, y con las que tiene muchos puntos en común. Es una medida condicional, pues deben cumplirse unos requisitos, y su cuantía no permite por sí sola salir de la pobreza. De hecho, como la mayoría de esquemas vigentes, permite la subsistencia a quien sea capaz de complementar sus ingresos. Es una buena medida para una economía como la actual, que requiere de muchos empleos temporales para cubrir puntas de actividad, estacionalidades, picos horarios, todo ello con bajos salarios. El liberal Adam Smith argumentó que los empleos temporales deberían estar mejor pagados para compensar su inestabilidad, pero esta idea —sensata hoy— ni siquiera la defienden con ahínco los sindicatos. El discurso sobre la productividad y el valor añadido ha contaminado a todo el mundo. Es, por tanto, una medida que palia algunos daños, pero consolida un modelo social de desigualdad.
Además, su implantación ha sido un desastre (Joan Coscubiela avisó de ello), en un sector público infradotado de mano de obra y mal articulado entre Estado central y autonomías. Estos defectos se pueden paliar (aunque en esto sí tienen toda la razón los partidarios de la renta básica: todos los sistemas de garantía de rentas por reconocimiento de causas tienden a hacer farragoso su acceso y a dejar mucha gente fuera). Lo que no es solucionable es que aún con esta renta se mantiene un enorme grado de desigualdad, y se deja mucha gente fuera. En parte, porque el propio diseño ya ha introducido unos requisitos muy restrictivos para limitar su coste financiero. Pero también porque todas las medidas sociales actuales ignoran la situación de muchas personas inmigradas que, por un lado, cubren muchos espacios de actividad económica y, por el otro, se ven excluidos de derechos. Las sociedades desarrolladas actuales han restablecido el estatus de meteco (y van camino de restablecer la servidumbre y la esclavitud).
Los defensores de la renta básica argumentan que, con su propuesta, se superarían estos problemas. Soy escéptico por una razón básica: en el contexto actual, con la actual correlación de fuerzas a escala nacional e internacional, es impensable pensar que se pueda aprobar una política de renta básica que permita eludir el empleo mercantil (excepto el caso de personas que se adapten a un modo de vida alternativo o que convivan con otras con rentas regulares) y que bloquee las demandas empresariales de empleos marginales, temporales y estacionales. Y es aún más difícil en el momento presente que la aprobación de una renta básica no fuera acompañada de una dura limitación de acceso al país. Sabemos por experiencia que las políticas de flujos migratorios, de control de fronteras, casi nunca consiguen controlar la entrada, pero siempre producen una masa de gente sin derechos particularmente adaptada a aceptar los empleos peores en ingresos y condiciones laborales.
Sin duda, se pueden mejorar los esquemas; la misma insistencia en la renta básica está ayudando a ampliar políticas. Pero una reducción de desigualdades sólo es posible con cambios sustanciales en la organización económica, en la regulación del trabajo, en las políticas migratorias, etc. No hay autopistas rápidas a la igualdad. Y lo que no podemos aceptar es que se reduzca la cuestión a mera referencia retórica. Aquí, de momento, sigue ganando la banca y siguen perdiendo los pobres.
30/9/2020
Más escuela, menos virus
Joan M. Girona
Estamos ante una pandemia que durará unos cuantos meses o años. Desde los centros escolares se vive con preocupación. Las administraciones, como en otros muchos momentos, no están a la altura de sus responsabilidades. Hay un miedo difuso en toda la sociedad. No se confía en los gobernantes. Unos gobiernos insensibles que han suprimido las becas-comedor a medio verano, no han hecho los deberes y han dejado todo el trabajo a los centros escolares sin proporcionarles recursos suficientes.
Por todo ello no es extraño que algunos (o bastantes) alumnos no vayan a clase. Unas cuantas plataformas han estado animando a las familias a no llevar a sus hijos a la escuela, con diferentes argumentos. Se habla de la falta de seguridad, una carencia que la encontramos en la mayoría de espacios y situaciones actuales (lugares de trabajo, transportes públicos, tiendas, restaurantes, bares...). Pero seguramente el miedo que tenemos al Covid, a los contagios, a las enfermedades, a nuestra propia muerte o la de personas cercanas es la motivación que consciente o inconscientemente provoca las actuaciones de las plataformas que han recogido firmas. Ante estos sentimientos no sirve apelar al castigo, a obligar a llevar a las criaturas a la escuela; hay que ayudar a generar confianza con el profesorado, a percibir el espacio escolar como seguro y acogedor. Tan seguro como otros espacios y mucho más acogedor que la mayoría. Aumentar las facilidades para que las familias se sientan parte protagonista de la escuela nos ayudará. Es decir, implicarnos a la vez familiares y enseñantes, facilitando el entendimiento, la participación, compartiendo las angustias de la situación, pensando que intentamos lo mejor para las criaturas... Abrir de par en par las puertas de los centros escolares ayudará a la confianza mutua.
Es importante y necesario valorar las estrategias ante la pandemia para evitar más contagios: mascarillas [1] (¡transparentes!), higiene, limpieza, ventilación, distancia, grupos pequeños, espacios abiertos, actividades al aire libre, clases en otros edificios no escolares, bajas pagadas para los familiares que deban cuidar criaturas en cuarentena... Pero es también muy importante darnos cuenta de la necesidad de que TODO EL ALUMNADO esté escolarizado. Y el profesorado tiene un papel básico para conseguirlo. El riesgo cero no existe: lo sabían los monitores y monitoras que han estado los dos meses de verano organizando y trabajando en casas de colonias y campamentos. Ha habido contagios, pocos, los han atendido y han continuado las actividades. Los maestros deberíamos aprender de ellos: más actividades al aire libre, más salidas a equipamientos del entorno... y debemos aprender a convivir con los contagios que se producirán, como se producen en todas las actividades cotidianas en la actualidad. La escuela es un elemento más de la sociedad, no es una burbuja. El alumnado y el profesorado tenemos un nivel de riesgo parecido al del resto de personas. Si los docentes conseguimos vivir con confianza y seguridad podremos transmitir nuestra vivencia a las familias de nuestro alumnado, podremos ayudarlas a elaborar el miedo que todas y todos tenemos; a convivir con la pandemia y no aumentar los riesgos sobre la salud física y mental que la situación implica. También la red asociativa del entorno, los y las educadoras sociales... pueden colaborar. La educación es una tarea que implica a toda la sociedad.
En medio del enorme trabajo de sacar adelante un curso con la pandemia campando, deberíamos empezar a prever, a mirar más lejos; como me decían a mí cuando aprendía a ir en bicicleta: Mira unos cuantos metros por delante, no cerca de la rueda de la bici.
Porque además de los negacionistas del Covid, de los que hablaremos después, existen los poderes fácticos que siguen propagando que el cambio climático no se da, o no afectará a la vida de las personas. Negacionistas del cambio climático que demandan más producción y consumo. Los que tienen el poder defienden que no hay peligro, que los negocios no pueden esperar, que se puede echar a perder aún más el Ártico para poder extraer más y más carburantes fósiles...
Si no se interviene decididamente para contrarrestarlo, para invertir el proceso actual, la aparición de nuevos corovanirus continuará. ¿Qué haremos cuando llegue el nuevo Covid? ¿Mascarillas más gruesas, lavarnos con lejía, vacunas o medicamentos más potentes y con más efectos secundarios? Si no cambiamos la manera de vivir, más pronto que tarde, nos encontraremos con otra pandemia. Nuestros descendientes sufrirán en un planeta que será caluroso y desértico y con más virus esparcidos por las actuaciones irresponsables que se están llevando a cabo.
Es necesario reflexionar sobre el modelo de sociedad capitalista en el que estamos viviendo, sería un primer paso para empezar a cambiarlo y así frenar la amenaza de las nuevas pandemias.
La enseñanza y la educación tienen un papel fundamental en frenar la situación, en que no evolucione hacia peor, como está ocurriendo día a día. Otra enseñanza es posible, una que ayude a evitar nuevos covid, que anime a cambiar el paradigma actual. Debemos cambiar la manera de vivir, de consumir, de relacionarnos interpersonalmente, de valorar qué es prioritario tener o ser... Debemos implantar una educación que se base en el pensamiento crítico, con argumentos científicos, comprobados. Que potencie la confianza personal, el crecimiento madurativo para no depender de los miedos y de las influencias. Una educación a todos los niveles.
Porque, de momento, tenemos una sociedad donde proliferan terraplanistas, antivacunas, negacionistas de la pandemia, seguidores de falsas medicinas alternativas, y, en la enseñanza, pseudopedagogías sistémicas o la antroposofía, seguidores de Hellinger o Steiner... La educación del pensamiento crítico puede aportar mucho para contrarrestar y para ayudar a abrir los ojos a gran parte de la población.
¿Por qué hay negacionistas y otras ideologías acientíficas o esotéricas? La poca madurez personal provoca olvidar las verdades que no se controlan y refugiarse en unas mentiras que dan seguridad ficticia. Por eso el papel de la educación (en un sentido amplio y no sólo escolar) es básico para ayudar a crecer a niños y jóvenes, para ayudarles a tener seguridad y confianza en su vida y en su futuro, a darles herramientas y estrategias para vivir y sobrevivir en medio de una sociedad llena de incertidumbres, de contradicciones, de liderazgos negativos, de falsas informaciones...
Personas formadas, con criterios, con capacidad crítica, con equilibrio emocional, empáticas, con resiliencia, podrán contrarrestar las tendencias que nos quieren llevar al caos y a la destrucción de la humanidad.
No podemos dejar que el poder económico controle todavía más la enseñanza. La escuela pública debe estar al frente de la educación, del pensamiento crítico para promover unas vidas que en medio de la pandemia sean vidas de verdad. Las familias de clase alta, las escuelas privadas, darán una respuesta diferente a las incertidumbres del momento, seguirán apoyando los privilegios sociales para una minoría. La escuela que educa de verdad piensa en todas las familias y prioriza a las que más lo necesitan. Educar también implica dirigirse a las otras personas, sobre todo a las que malviven o sobreviven. En los barrios pobres es donde hay una cifra mayor de infectados por la Covid19. Hay gente que no tiene la capacidad real ni las condiciones de vida para aumentar la distancia física o confinarse adecuadamente.
Atención a la llamada “opinión pública” a la hora de justificar muchas medidas, pues las opiniones que defendemos, muchas veces, están influidas por la opinión publicada por los medios de desinformación y por las redes sociales. Volvemos a necesitar la educación, la consciencia crítica y el equilibrio emocional para pensar: quizás hoy se piensa poco, se escucha y se acepta o se rechaza sin rechistar lo que piensan otros; se hace difícil tener ideas propias y defenderlas con argumentos... ¡Cuánto trabajo para las escuelas y para todas las personas que se dedican a educar!
Cómo decían defensores de la República, la lucha se debe dar. Se puede ganar o perder, pero debemos hacerlo por necesidad vital, para ser personas.
Nota:
[1] Hablando de mascarillas me parece oportuno hacer un apunte breve sobre las personas sordas. La utilización habitual de las mascarillas es un drama para ellas: quedan aisladas. Tendríamos que pensar en usar mascarillas transparentes. Y también habría que tenerlo en cuenta para todo el alumnado, para puedan ver la sonrisa de los y las maestras. A menudo, las medidas de accesibilidad que nacen para ayudar a las personas CON discapacidad, acaban siendo medidas de accesibilidad universal que van bien al resto de la población.
[Joan M. Girona es maestro y psicopedagogo]
17/9/2020
Ensayo
Alejandro Pérez Vidal
Hiroshima y Nagasaki, la Guerra Mundial y la Guerra Fría
Se desarrolla aquí el contenido del artículo "Hiroshima i Nagasaki, 75 anys després", L'Avenç, no. 470, julio-agosto de 2020, pp. 46-55.
* * *
Pocos meses antes de morir, Primo Levi hablaba en una entrevista en 1986 de las catástrofes que le había tocado vivir: "En los siglos futuros, si llega a haberlos, el siglo XX se recordará como el siglo de Auschwitz y de Hiroshima". En otra conversación, de 1982, había dicho, a propósito del programa norteamericano para obtener la bomba atómica entre 1943 y 1945, que creía "que el programa de Los Álamos era necesario, mientras que la explosión de Hiroshima verdaderamente no lo era", y la calificaba de "hecho criminal". Sobre el modo como le afectaba a él, había escrito que "[...] todo hombre, hasta el más inocente, hasta la propia víctima, se siente corresponsable de Hiroshima, [...] y se avergüenza [...]" [1].
El propio Levi razonaba por otro lado que Auschwitz era, cuantitativa y cualitativamente, "un unicum" [2]. La práctica del odio racial hasta aquellos extremos de engaño, crueldad y tecnificación del asesinato masivo representa la maldad humana de una forma que admite pocas comparaciones. Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, por su parte, ni siquiera si se los considera actos ilegítimos o criminales, si se piensa que obedecieron al menos en parte a una apuesta estratégica que iba más allá de la situación bélica, difícilmente se pueden entender separándolos de la guerra en la que se inscribieron; una guerra, por otra parte, que el ejército japonés había iniciado, atacando también sin previo aviso en Pearl Harbor, y en la que había cometido igualmente actos de gran crueldad, contra poblaciones civiles y prisioneros de guerra [3].
En Japón pueden hallarse puntos de vista que no atienden a ese tipo de distinciones. Kenzaburo Oé, gran escritor de aquel país, dedicó un libro a Hiroshima en el que afirmaba que lo ocurrido allí era "el mayor desastre que ha conocido el hombre", "el acontecimiento más atroz jamás acaecido desde el principio de la humanidad". "La bomba atómica, en el instante mismo en que explotaba, adquirió el valor de un símbolo: el de la voluntad maléfica del hombre." Quien eso escribía no dejaba de denunciar los crímenes de los ejércitos de su país durante la guerra, incluida la "insensata batalla de Okinawa" y la consiguiente y feroz prolongación de una guerra perdida, y no olvidaba lo ocurrido en Auschwitz [4].
Entre quienes han juzgado inaceptable el uso de las bombas en Hiroshima y Nagasaki ha habido quien ha asociado la condena de aquellas acciones a la de los bombardeos convencionales en aquella misma guerra, con bombas explosivas e incendiarias, de ciudades japonesas y también europeas, bombardeos que en algunos casos causaron casi tantas víctimas civiles como en Hiroshima y más que en Nagasaki. Los ataques aéreos a la población civil son una cuestión fundamental en las guerras contemporáneas, que se plantea ya clamorosamente con el bombardeo de Guernica por el bando franquista en la guerra de España, ejecutado por la Legión Cóndor alemana con apoyo de la Aviación Legionaria italiana, y que resurge a mayor escala durante la Guerra Mundial. Asociar el uso de las armas atómicas con aquellas otras acciones está justificado, en particular para considerar si, por el hecho de ser civiles no combatientes la inmensa mayoría de las víctimas, aquellos bombardeos pueden o deben considerarse crímenes de guerra. Aunque no hubiera entonces ningún convenio referente a la guerra aérea que definiera y prohibiera específicamente todas aquellas acciones, pueden considerarse aplicables a ellas determinados principios generales y prohibiciones que figuraban en normas internacionales sobre los conflictos armados vigentes ya en aquel momento [5].
Por otra parte, desde el principio se vio que las bombas atómicas presentaban una diferencia cualitativa respecto a todas las armas existentes. En documentos que se han conocido luego se aludió repetidamente a aquella diferencia, señalando en particular que podrían destruir de una vez ciudades enteras, lo que suponía la imposibilidad absoluta de distinguir entre objetivos militares y civiles [6]. Con la perspectiva de la inmensa capacidad destructiva de las bombas de hidrógeno, una perspectiva hoy obvia y que algunos de los investigadores nucleares ya entonces preveían y formulaban, puede considerarse que la diferencia es fundamental.
La historia de aquellas bombas con anterioridad a su uso contra personas en Hiroshima y Nagasaki muestra, sin embargo, rasgos complejos y que pueden considerarse ambiguos desde puntos de vista morales y políticos. Al menos para algunos de los científicos que participaron en su concepción y desarrollo, se trataba de producir aquellas armas frente a un enemigo temible que se creía que podía obtenerlas, de disponer de ellas con finalidad disuasoria, pero no para emplearlas en operaciones bélicas corrientes. Además, aunque su uso contra aquellas ciudades japonesas se considere condenable, para juzgarlo adecuadamente es preciso tener en cuenta las circunstancias en las que se produjo.
Por encima de todo, la importancia de aquellas acciones destructivas, así como su pertinencia para considerar el hecho de que se mantengan hoy arsenales nucleares, obliga a intentar superar el silencio que predomina en torno a ellas, salvo en medios especializados o en cautelosos recordatorios con ocasión de los aniversarios de los bombardeos. Ese silencio obedece en parte a la voluntad de que se olviden, o de que se recuerden lo menos posible y sin la necesaria reflexión crítica, asociándolos a una única interpretación por lo menos discutible, la de que las matanzas atómicas fueron indispensables para derrotar a Japón. El combate final contra el militarismo imperial japonés hubiera podido ir por otras vías, que ya entonces se plantearon y debatieron, e intentar recordarlo puede quizá ser un estímulo para trabajar las alternativas a los militarismos de hoy.
Inicios del proyecto nuclear
Una de las fórmulas de la teoría de la relatividad enunciada por Einstein en 1905, la célebre E=mc2, permitía prever que cualquier variación de la masa (m) de un elemento había de dar lugar a la emisión de una inmensa cantidad de energía (E), puesto que se multiplicaba por el cuadrado de c, la velocidad de la luz, un factor elevadísimo [7]. En 1934 Otto Hahn, químico alemán que trabajaba en Berlín, empezó a colaborar en el estudio de las propiedades del uranio con Lise Meitner, judía austríaca que en 1926 había sido la primera mujer que obtenía en Alemania una cátedra de física. A finales de diciembre de 1938, poco después de que ella partiera al exilio para establecerse en Suecia, Hahn le comunicó por carta la desconcertante observación de que los átomos de una variedad o isótopo de aquel metal se desintegraban y daban lugar a átomos de bario. En febrero de 1939 Meitner publicaba en la revista Nature, junto con su sobrino Otto Frisch, también vienés, una carta al director en la que interpretaba el proceso observado por Hahn como "fisión" del núcleo de los átomos de uranio, con pérdida de masa, e indicaba la energía que debía generarse, de acuerdo con la fórmula de Einstein [8]. Ya a finales de enero de 1939, en una reunión científica en Washington, el físico danés Niels Bohr, a quien Meitner había puesto al corriente de los nuevos descubrimientos, había hablado de ellos con Enrico Fermi y otros colegas de la especialidad y en pocos meses se publicaron docenas de artículos científicos sobre la fisión nuclear.
En el Servicio de Armamento del ejército alemán (Heereswaffenamt) estaban al corriente de aquellas novedades y de la posible utilidad militar de la nueva fuente de energía y en octubre de 1939, menos de dos meses después de iniciada la guerra, centralizaron en el Instituto de Física Kaiser Wilhelm de Berlín el fomento y el control de las investigaciones que se llevaban a cabo en el país sobre aquella materia [9]. Muchos de los científicos que habían trabajado en ella en Alemania habían tenido que huir, la mayor parte de ellos para escapar a la persecución antijudía que se inició nada más llegar los nazis al poder en 1933. Algunos de aquellos exiliados, conocedores directos de la malvada naturaleza del nuevo régimen, pensaron que los países en los que habían hallado refugio, a los que Alemania había desafiado ya repetidamente y con los que podía entrar en guerra, debían poder disponer lo antes posible de la nueva fuente de energía para defenderse.
En Inglaterra, que tenía en James Chadwick una figura puntera de la física nuclear, se empezó a trabajar pronto en aquella dirección. En marzo de 1940 el ya mencionado Otto Frisch y el berlinés Rudolf Peierls presentaron a quien les había contratado en la universidad de Birmingham, Mark Oliphant, un estudio "Sobre la construcción de una ‘superbomba’; basada en una reacción nuclear en cadena en el uranio" [10]. Oliphant, que trabajaba en las investigaciones sobre el radar, hizo llegar el texto al presidente del comité de investigación de la defensa aérea británica, y éste formó el llamado comité Maud, con el encargo de comprobar y en su caso desarrollar las conclusiones de Frisch y Peierls. Tras un trabajo coordinado de varias universidades y centros de investigación, en julio de 1941 aquel comité redactó un informe en la línea señalada por los dos refugiados, informe que llegó rápidamente a manos de quienes dirigían la investigación nuclear en Estados Unidos [11].
Allí también la física nuclear, con cultivadores destacados como Arthur Compton, Harold Urey o Ernest Lawrence, había recibido un nuevo impulso a finales de los años treinta con la llegada de investigadores europeos que habían huido del fascismo y el nazismo, entre ellos el italiano Enrico Fermi y el húngaro Leo Szilard, vinculados ambos aunque de distinta manera con la Universidad de Columbia, en Nueva York. Se ha escrito que Szilard fue el primero en pensar que la energía nuclear podría utilizarse en un futuro próximo para fabricar explosivos [12]. En cualquier caso, está claro que creyó que el peligro alemán era grave y que en su país de acogida se estaba haciendo demasiado poco para hacerle frente en aquel terreno.
Szilard, que había estudiado en Alemania y había vivido allí hasta 1933, mantenía una estrecha relación con Einstein desde los años veinte, cuando ambos habían coincidido en Berlín [13], y acudió a él para intentar alguna gestión con la que hacer avanzar las cosas. Einstein firmó una carta dirigida al presidente Roosevelt, fechada el 2 de agosto de 1939 y redactada por Szilard, en la que explicaba la situación y recomendaba que Estados Unidos fomentase la investigación y el acopio del material necesario para fabricar bombas [14].
Roosevelt decidió ya entonces apoyar aquellas propuestas, y se crearon algunas estructuras de trabajo, pero fue a partir de diciembre de 1941, una vez visto el ya mencionado informe Maud británico, y sobre todo cuando el ataque japonés en Pearl Harbor y la declaración de guerra de Alemania obligaron a Estados Unidos a intervenir en el conflicto, cuando aquellas actividades se empezaron a planificar y realizar a gran escala. En secreto, bajo el nombre de Distrito de Manhattan del cuerpo de ingenieros del ejército (Manhattan Engineer District), y a partir de setiembre de 1942 bajo la responsabilidad del general Leslie R. Groves, se puso en pie rápidamente en varios lugares una enorme infraestructura de investigación y producción, con participación de varias universidades y grandes empresas, en la que llegaron a colaborar más de 130.000 personas. Entre ellas estaban muchos de los más destacados físicos y químicos del país, bastantes de ellos muy motivados por la idea de contribuir al esfuerzo bélico contra la Alemania nazi, junto con numerosos jóvenes, discípulos suyos de las universidades y laboratorios de investigación. Tras un acuerdo entre Roosevelt y Churchill el Reino Unido participó directamente en el proyecto, enviando a algunos de sus mejores científicos de la especialidad, y también se asoció a Canadá, donde había minas de uranio [15].
Dos meses después de que los aliados desembarcaran en la península italiana, en diciembre de 1943 el general Groves y el Office for Scientific Research and Development, que coordinaba las actividades de investigación y desarrollo con finalidad militar, decidieron enviar a Europa a un equipo, dirigido por un jefe de los servicios de información y con varios asesores científicos, para intentar averiguar hasta dónde habían llegado los alemanes y sus aliados con respecto a la producción de bombas nucleares, así como para localizar las infraestructuras y los materiales disponibles con esa finalidad [16]. Aquella operación, con el nombre de "misión Alsos", se interrumpió pronto en Italia pero se reanudó y amplió tras el desembarco de Normandía en junio de 1944 y al final de la guerra en Europa tenía asignados a 28 oficiales, 43 suboficiales y soldados y 19 científicos civiles y personal auxiliar, hasta un total de 114 personas; en caso necesario, sus mandos tenían además autorización para reclamar el apoyo de cualquier otra unidad militar presente sobre el terreno [17]. Actuaron en varios lugares de Francia, empezando por Rennes, y luego en Bélgica y los Países Bajos y finalmente en Alemania.
El 23 de noviembre de 1944 una división acorazada francesa tomó Estrasburgo en una operación inesperadamente rápida. Los científicos de Alsos sabían que había allí un laboratorio importante, en el que trabajaban entre otros los físicos Carl Friedrich von Weizsäcker y Rudolf Fleischmann, e inmediatamente se desplazó un destacamento que logró detener e interrogar a Fleischmann; éste no les dio información relevante, pero la correspondencia y demás documentación que encontraron en los despachos de los laboratorios les permitió deducir que las investigaciones de los físicos alemanes distaban mucho de poder conducir a un resultado operativo. Se comprobaba así que el peligro que había dado pie al gran esfuerzo del proyecto Manhattan no existía y que por aquel lado no había que temer ninguna sorpresa de última hora que pudiera alterar la situación bélica general en Europa.
Ante el avance del Ejército Rojo hacia el este de Alemania, entre los objetivos de la misión Alsos pasó entonces a primer plano el de impedir que los soviéticos, y secundariamente los franceses, se hicieran con instalaciones y materiales que pudieran ayudarles en sus proyectos nucleares [18]. Así, los jefes de Alsos se enteraron de que en una mina de sal de Stassfurt, en la región de Sajonia-Anhalt, dentro de la futura zona de ocupación soviética, estaba almacenada la mayor partida de mineral de uranio obtenida por los alemanes, mil doscientas toneladas procedentes de los yacimientos del Congo explotados por la Union Minière; asumiendo el riesgo de posibles problemas con los soviéticos, constituyeron con los británicos una unidad especial y, con los camiones necesarios, se trasladaron hasta allí y en pocos días lograron organizar el transporte a una zona controlada por ellos, para enviar luego el material a Estados Unidos [19].
Distinto fue el proceder con la fábrica Auer de Oranienburg, al norte de Berlín, también en la futura zona soviética, donde según la documentación hallada en Estrasburgo se obtenían uranio y torio metálicos para el proyecto nuclear. Allí era imposible adelantarse al Ejército Rojo para hacerse con las instalaciones, por lo que Groves solicitó y obtuvo que la aviación estratégica las bombardeara, con el fin de destruirlas totalmente [20]. El 15 de marzo de 1945 a primera hora de la tarde, en cincuenta minutos, 612 bombarderos B-17 arrojaron 1.506 toneladas de bombas, algunas de ellas con espoleta de efecto retardado, y 178 de bombas incendiarias. Entre las víctimas mortales del ataque hubo más de 300 mujeres de un "campo exterior" femenino asignado a la fábrica, dependiente del cercano campo de concentración de Sachsenhausen, veintinueve de ellas francesas [21], además de otros prisioneros de guerra y trabajadores forzosos de diversas nacionalidades, que se alojaban en barracones separados, y población civil de Oranienburg [22]; hubo 32 bajas norteamericanas [23].
El proyecto nuclear alemán bajo el nazismo ha sido objeto de diversas controversias. En él participaron personalidades científicas de primera fila, como el físico Werner Heisenberg y el químico Otto Hahn. Se ha llegado a afirmar que el primero saboteó la producción de la bomba, y él mismo y algún otro colega suyo argumentaron después de la guerra que su trabajo no tuvo que ver con el uso militar de los nuevos conocimientos y que eludieron deliberadamente trabajar en aquella dirección, orientando su actividad hacia la utilización de la energía nuclear en máquinas para propulsar barcos y generar electricidad [24]. La documentación disponible muestra que quienes dirigían la política científica desde los centros de poder nazis eran menos incompetentes y controlaban las investigaciones mejor que lo que a veces se ha dado a entender, así como que los investigadores conocían el posible uso militar de su trabajo y lo hicieron valer en varias ocasiones, entre otras cosas para obtener recursos.
Los físicos nucleares alemanes obtuvieron medios considerables para sus investigaciones, en proporción con las posibilidades de Alemania en aquel momento. Sin embargo, allí no se pensó que pudieran lograrse resultados a corto plazo, utilizables para una guerra que suponían que iba a ser corta, así que también por ese motivo aquellos medios no pudieron nunca compararse con los que se asignaron al proyecto Manhattan en Estados Unidos, donde sí se creyó que sería posible producir las bombas a tiempo. Además, desde 1943, cuando la suerte de los combates cambió y empezaron los bombardeos aéreos de ciudades alemanas, aquellas actividades tropezaron allí con dificultades materiales cada vez mayores (mudanzas de los laboratorios a lugares menos expuestos, condiciones de trabajo deficientes, tardanza en el aprovisionamiento de materiales indispensables) [25]. Cuando los principales científicos nucleares alemanes, detenidos por norteamericanos y británicos y concentrados en una residencia en Inglaterra, recibieron la noticia del estallido de la bomba en Hiroshima, su primera reacción fue de total incredulidad, salvo en el caso de Otto Hahn, dominado por los remordimientos como autor del descubrimiento que estaba en el origen de todo aquello [26].
A finales de abril de 1945, poco después de suceder Truman a Roosevelt como presidente, tras la muerte de éste el día 12, el general Groves y Henry Stimson, ministro de la Guerra, le explicaron los distintos aspectos del proyecto Manhattan y lo logrado hasta entonces en la fabricación del nuevo tipo de bomba. Estaba claro que se trataba "del arma más terrible que la historia de la humanidad haya conocido jamás" [27], y también que si se usaba influiría en las "relaciones exteriores futuras" de Estados Unidos. El consejero clave de Truman, James Byrnes, quien desde el 3 de mayo le representó en el "comité interino" que le asesoraba sobre el proyecto y el 3 de julio fue nombrado secretario de Estado, creía que podía servirles para "dictar nuestras propias condiciones al final de la guerra" [28].
Final de la guerra en Europa y guerra del Pacífico. ¿Rendición incondicional de Japón?
Cuando terminó la guerra en Europa, con la capitulación de Alemania el 7 de mayo de 1945, Japón estaba militarmente muy debilitado. La supremacía aérea norteamericana era ya clara y el bombardeo de Tokio del 10 de marzo, con más de 80.000 muertos [29], había mostrado la enorme capacidad destructiva de los bombardeos convencionales, que la defensa aérea japonesa no podía interceptar. El 1 de abril habían empezado los desembarcos en la isla de Okinawa, último bastión defensivo al sur del archipiélago principal, y aunque los combates duraron hasta finales de junio y costaron trece mil muertos y más de treinta mil heridos norteamericanos, allí se vio que el ejército japonés perdía combatividad: aunque seguía habiendo bolsas de resistencia a ultranza y suicidios masivos, el número de oficiales y soldados que se rendían era mucho mayor que nunca [30].
A finales del mismo mes de abril las flotas militar y mercante japonesas habían quedado diezmadas y las fuerzas navales estadounidenses estimaban que tenían el mar bajo control, con todo lo que eso suponía para un país insular. En lo que se refería a los suministros militares y de todo tipo la situación del país, perdida la posibilidad de abastecerse de los territorios conquistados durante la guerra en el resto de Asia occidental, bordeaba el colapso; a partir de la conquista de Okinawa Japón ya no podía importar petróleo y sus escasas existencias limitaban drásticamente su capacidad de actuación. Había todavía un gran ejército movilizado y algunos aviones que podían causar daños a las naves norteamericanas en acciones suicidas, pero estaba claro que el país tenía perdida la guerra.
El 18 de junio Truman aprobó que se iniciaran los preparativos para invadir la isla de Kyūshū, en la que se encuentra la ciudad de Nagasaki, y se fijó la fecha del 1 de noviembre para la operación. No obstante, aquello era sólo una posibilidad y, aunque para poder realizarse tenía que prepararse con tiempo, algunos consideraban posible una rendición temprana en condiciones aceptables que permitiera prescindir de la invasión.
El 5 de abril de 1945 la URSS había denunciado su pacto quinquenal de neutralidad con Japón, firmado en abril de 1941, lo que se podía entender como un anuncio de su participación en la guerra de Asia. Según los acuerdos secretos de Yalta de febrero de 1945, que concretaban un compromiso contraído en Teherán, el ejército soviético intervendría en aquel frente a los tres meses de la capitulación de Alemania, es decir en agosto. Nada más terminada la guerra en Europa los movimientos de tropas soviéticas hacia las fronteras asiáticas del país fueron masivos, y a pesar de los esfuerzos por disimularlos, desde principios del verano los servicios de información japoneses los detectaron [31].
La debilidad militar del imperio japonés se reflejaba en la política. El 7 de abril, nada más producirse los desembarcos de Okinawa, el emperador nombró a un nuevo primer ministro, Kantarō Suzuki, con un ministro de exteriores elegido para que intentara negociar el final de la guerra. En las semanas siguientes el embajador en Moscú inició gestiones en ese sentido. El presidente norteamericano y sus más estrechos colaboradores seguían aquellas gestiones al minuto, porque hacía ya tiempo que sus criptógrafos habían logrado descifrar el código de las comunicaciones diplomáticas japonesas, sin que los espiados lo sospecharan.
Ante aquella situación, para terminar la guerra lo antes posible, entre algunas figuras de primer plano del ejecutivo y los estados mayores norteamericanos se abría paso la idea de intentar obtener rápidamente la capitulación de Japón ofreciendo a cambio que se mantuviera la monarquía. Eso suponía renunciar al principio de la rendición incondicional, proclamado por Roosevelt y Churchill en la conferencia de Casablanca de enero de 1943 y reafirmado respecto a Japón en noviembre de aquel mismo año en la declaración de El Cairo. De hecho, el armisticio con el Reino de Italia en setiembre de 1943, manteniendo una monarquía estrechamente vinculada hasta entonces al fascismo mussoliniano, y con el antiguo virrey de Etiopía como presidente del gobierno, era ya un precedente en aquel sentido.
Varios asesores de Truman que conocían bien la realidad política y militar de Japón, empezando por Joseph Grew, vicesecretario de Estado y antes embajador en aquel país durante ocho años, consideraban que, para establecer allí un nuevo orden político atendiendo a los intereses norteamericanos, era peligroso sancionar al emperador y prescindir de la dinastía. Además, para que cualquier capitulación fuera eficaz y todas las tropas depusieran rápidamente las armas, dispersas como estaban por territorios distantes y con numerosos jefes partidarios de la resistencia a ultranza, era útil que aquella autoridad se mantuviera.
Truman pareció aceptar en algún momento la idea de renunciar a la rendición incondicional, pero en definitiva dio largas a la iniciativa. Las propuestas en aquel sentido se repitieron hasta la conferencia de Potsdam, que se celebró a partir del 17 de julio. En paralelo a la conferencia, Estados Unidos y el Reino Unido negociaron un ultimátum a Japón, con la firma adicional de China, que se hizo público en una declaración del 26 de julio y exigía de nuevo la rendición incondicional; hasta el final algunos participantes en la negociación, tanto por parte norteamericana como por parte británica, mantuvieron viva la idea de incluir un apartado que reflejara la posibilidad de la opción monárquica, pero la decisión final, tomada por el secretario de Estado James Byrnes, fue prescindir de aquella garantía, que hubiera podido facilitar y adelantar la capitulación y que, una vez usadas las bombas atómicas, acabó aceptándose [32]. Estados Unidos y el Reino Unido excluyeron a la Unión Soviética de la negociación del ultimátum, a pesar de que Stalin había pedido expresamente participar y de que estaba claro que sin su firma era aún más improbable que Japón lo aceptara [33].
Usar la nueva arma
Tras la capitulación de Alemania en mayo, ante los problemas políticos abiertos en Europa (principalmente el apoyo de la URSS a un gobierno polaco favorable a sus intereses, contra el gobierno en el exilio de Londres, y situaciones parecidas en Checoslovaquia, Rumanía, Bulgaria y Hungría) y para tratar de las perspectivas de la guerra en Asia, se hacía necesaria una conferencia de los aliados, según el modelo de las de Teherán y Yalta. Truman retrasó la convocatoria, con la esperanza de que la prueba de la bomba, que se esperaba que pudiese tener lugar en el mes de julio, llegara a tiempo para reforzar su posición. La conferencia se había convocado finalmente, como se acaba de señalar, para el día 17 y, tras varios retrasos y bajo enorme presión para cumplir el plazo, el 16 tuvo lugar efectivamente en Nuevo México la explosión de Alamogordo, en el valle de la Jornada del Muerto, la cual superó todas las expectativas sobre la potencia de la nueva arma. Era una bomba de plutonio, como la que se usó contra Nagasaki.
En el desarrollo de la conferencia de Potsdam la disponibilidad del arma atómica no parece que indujera a Stalin a ceder gran cosa. Se ha contado repetidamente la escena en la que Truman le habla de ella sin que Stalin parezca prestarle atención, con Churchill observándolos. El dirigente soviético estaba al corriente del proyecto norteamericano a través de sus servicios de espionaje, pero el contraespionaje norteamericano descifraba a su vez desde 1942 comunicaciones de aquellos servicios entre Nueva York y Moscú, y sabía por esa vía de las filtraciones sobre el proyecto Manhattan, así que en la comunicación de Truman había menos sustancia y sobre todo menos ingenuidad que las que a veces se le suponen [34].
La orden de bombardeo atómico, con cuatro objetivos seleccionados (Hiroshima, Kokura, Niigata y Nagasaki), está fechada el 25 de julio, un día antes del ultimátum de Potsdam. La emitió el jefe en funciones del Estado Mayor del ejército Thomas T. Handy (la fuerza aérea, que debía arrojar la bomba, dependía entonces del ejército), siguiendo instrucciones del titular George C. Marshall y del ministro de la Guerra Henry L. Stimson, que estaban en Potsdam para seguir de cerca la conferencia. El 31 de julio el presidente Truman aprobó allí el comunicado de prensa que había de distribuirse nada más lanzada la bomba, previsiblemente durante su viaje de regreso a Estados Unidos en un crucero militar; el general Groves introduciría los últimos detalles y retoques en el texto [35].
En la gestación de aquella orden habían quedado descartadas otras opciones, que habrían permitido emplear la bomba sin víctimas civiles o con muchas menos. Contra lo que a veces se supone, algunas de esas opciones fueron formuladas por militares, con mucha experiencia y muy bien informados de la situación estratégica. Por ejemplo, el propio general Marshall había planteado el 29 de mayo una propuesta concreta para evitar "el oprobio que podría resultar de un empleo indebido de tal fuerza": primero debía seleccionarse un objetivo puramente militar, por ejemplo una base naval, y luego, si eso no daba resultado, debía anunciarse la destrucción de una serie de grandes centros industriales que el enemigo pudiera evacuar previamente [36].
Por su parte el 27 de junio Ralph Bard, viceministro de Marina y miembro del "comité interino", después de que éste decidiera recomendar que se usara la bomba contra una ciudad y sin previo aviso, reconsideró su postura y formuló por separado en un memorándum dirigido al ministro de la Guerra un breve plan que trataba de reflejar "la posición de Estados Unidos como gran nación humanitaria"; dicho plan incluía avisar del bombardeo con unos días de anticipación, señalar la posición de Rusia y dar garantías respecto al futuro del emperador, ofreciendo así "la oportunidad que los japoneses están buscando" [37].
Entre los físicos nucleares que trabajaban en la concepción de la nueva arma algunos se habían inquietado desde muy pronto por el uso que pudiera hacerse de ella, así como por el riesgo de que la investigación del proyecto Manhattan, mantenida en secreto, fomentara la desconfianza del aliado soviético y de que todo ello diera pie a una peligrosa carrera armamentística. Aunque nadie lo mencionara, hay que suponer que los interesados debían de sospechar que los servicios de espionaje soviéticos tenían información sobre aquellas actividades [38].
Niels Bohr, premio Nobel de especial reputación científica y personal, quien en 1943 huyó de su país a Suecia y luego al Reino Unido y colaboró en el proyecto, se entrevistó con Churchill en mayo de 1944 para exponerle ese tipo de preocupaciones. Al parecer la reunión fue desastrosa: al primer ministro no le interesaban en absoluto las opiniones del físico sobre temas políticos. Bohr tuvo también un encuentro con Roosevelt en agosto del mismo año, y aunque el presidente norteamericano se mostró más receptivo, no hubo ningún resultado práctico [39].
En aquel mismo sentido, la iniciativa principal de los científicos más directamente implicados en el proyecto Manhattan fue el conocido como "informe Franck", por la responsabilidad que asumió en su elaboración el premio Nobel de Física James Franck, otro exiliado alemán. Trataba de los "Problemas sociales y políticos" que la nueva arma planteaba, y fue transmitido al "comité interino" y al ministro de la Guerra el 12 de junio, con las firmas de más de sesenta científicos del equipo de investigadores nucleares de Chicago que disimulaba su actividad bajo el nombre de "Laboratorio metalúrgico" [40].
En la línea de Bohr, el informe argumentaba a favor de la cooperación internacional en el ámbito de la energía nuclear y planteaba los procedimientos posibles para controlar la investigación sobre materiales radiactivos. Como ellos mismos decían, "el modo en que se revelen al mundo por primera vez las armas nucleares, que ahora se desarrollan en secreto en este país, tendrá una importancia enorme, quizá fatídica" [41]. Más concretamente, respecto al uso de la bomba, el informe proponía una demostración en un lugar desértico ante observadores aliados, combinada con un ultimátum al enemigo basado en la amenaza de lanzarla contra él.
Para neutralizar aquellas opiniones, el general Groves llevó la cuestión ante el comité científico ("Scientific Panel") que asesoraba al "comité interino" del proyecto, del que formaban parte Robert Oppenheimer, Ernest Lawrence, Enrico Fermi y Arthur Compton, quienes el 16 de junio concluyeron en un informe bastante contradictorio que "no vemos ninguna alternativa aceptable al uso militar directo” [42]. Cuesta imaginar que quienes así opinaban tuvieran buena información sobre la situación militar general, la debilidad del enemigo, la inminente intervención de la Unión Soviética en Asia y las iniciativas japonesas para negociar una rendición. En cualquier caso, con aquel respaldo, el 21 de junio el “comité interino” decidió fácilmente dejar a un lado las propuestas del informe Franck y mantener su recomendación al presidente para que ordenara el bombardeo atómico.
Leo Szilard, el ya mencionado físico húngaro, que había participado en la elaboración del informe Franck en el laboratorio de Chicago, no se dio por vencido. A principios de julio envió a Los Álamos y a Oak Ridge, otro de los centros de trabajo del proyecto, en Tennessee, el texto de una petición que había de dirigirse directamente al presidente. El 17 de julio redactó una nueva versión y finalmente se dejó convencer para enviar el texto por el conducto reglamentario, recogiendo así las firmas de otros 157 científicos [43]. La petición planteaba respecto al uso de la bomba condiciones muy parecidas a las formuladas por el viceministro Barth [44]. El 24 de julio el jefe del laboratorio de Chicago, Arthur Compton, envió el documento y las firmas al adjunto del general Groves, pero la entrega a través del ministro de la Guerra se retrasó lo suficiente para que la iniciativa quedara sin efecto.
La primera bomba, basada en la fisión del uranio, explotó en Hiroshima en la mañana del 6 de agosto. El 8 de agosto la URSS comunicó a Japón su declaración de guerra, en la que incluyó su adhesión a las exigencias de la declaración de Potsdam, y a primeras horas del día 9 inició el ataque. Aquel mismo día, a media mañana, otro avión norteamericano lanzó la segunda bomba, de plutonio, sobre Nagasaki, porque el mal tiempo había impedido atacar Kokura. Al día siguiente el gobierno japonés dirigía al de Estados Unidos un mensaje según el cual aceptaba las condiciones de la declaración de Potsdam, siempre y cuando se respetaran las prerrogativas del emperador. Tras una breve negociación sobre los límites de aquellas prerrogativas y la aceptación japonesa de que la autoridad imperial para gobernar se sometería al Comandante supremo de las potencias aliadas, el 14 de agosto Truman anunció el cese de hostilidades; aquel mismo día se convocó a los japoneses para que al día siguiente escucharan por radio un mensaje importante y la inmensa mayoría de ellos oyeron entonces por primera vez la voz del emperador, que les comunicó la rendición. El 2 de setiembre los representantes de Japón y de los nueve estados aliados firmaron el documento que la formalizaba, en un buque norteamericano fondeado en la bahía de Tokio.
El relato y las polémicas, hasta hoy
¿Qué influencia habían tenido las bombas atómicas en la decisión japonesa de capitular? ¿En qué medida había sido decisiva la intervención de la Unión Soviética? Aparte de la finalidad declarada de terminar la guerra, ¿hubo otros motivos para emplear las nuevas armas? ¿En qué medida estaban justificados el sacrificio inmediato de casi doscientas mil vidas humanas y la muerte aplazada y los sufrimientos de decenas de miles de supervivientes? [45] ¿Qué legitimidad tenía la decisión norteamericana? El debate sobre las respuestas a esos interrogantes sigue abierto. Lo que haré aquí es indicar algunos de los hitos y de las características de ese debate.
En un primer momento, en los países aliados contra la Alemania nazi y el Japón imperial se impuso la imagen que asociaba el uso de la bomba con la victoria y el fin de la guerra, sin que las víctimas aparecieran para nada en la imagen. Los discursos y comunicados de Truman del 6, el 9 y el 14 de agosto preparaban esa interpretación y en la alegría pública de los norteamericanos por el resultado final apenas cabía otra cosa.
La revista Life, por ejemplo, esperó a la rendición para publicar un amplio reportaje sobre las bombas (con varias fotografías de los hongos nucleares y ninguna a ras de tierra) que las asociaba directamente a la victoria; el titular era menos unilateral: "Final de la guerra. La bomba atómica y la entrada soviética traen la oferta de rendición japonesa", pero aparecía en caracteres poco destacados, y ninguna de las numerosas imágenes ilustraba la intervención de la URSS ni por supuesto la muerte y el sufrimiento de las víctimas de los ataques [46].
El 12 de agosto se había hecho público un extenso informe que explicaba la historia oficial del proyecto Manhattan hasta la explosión experimental del 16 de julio [47]. El informe mismo se presentaba como parte de la obligación que asumían los responsables del proyecto de rendir cuentas ante el pueblo norteamericano. Las nuevas bombas se presentaban como gran realización de la ciencia moderna y de la industria norteamericana pero la decisión de utilizarlas no se abordaba.
Fuera de Estados Unidos, desde el principio hubo algunas voces escépticas o abiertamente condenatorias, no sólo desde medios fascistas o que habían contemporizado con el fascismo y el imperialismo militarista japonés, como alguna fuente vaticana [48], sino también entre quienes los habían combatido. El 8 de agosto, apenas recibidas las primeras noticias de Hiroshima, Albert Camus, entonces redactor jefe y editorialista del diario Combat, se enfrentaba en su columna de portada al júbilo general: "puede pensarse que hay una cierta indecencia en celebrar así un descubrimiento que empieza por ponerse al servicio de la más formidable furia destructiva demostrada por el hombre desde hace siglos". Se alegraba de la perspectiva de que Japón pudiera capitular, pero destacaba el peligro de que a partir de iniciativas como aquella, frente a la posibilidad de construir una "verdadera sociedad internacional", las "grandes potencias" pudieran arrogarse "derechos superiores" a los de las naciones pequeñas y medianas, y concluía que "la paz es el único combate que merece la pena" [49].
También en Estados Unidos se hicieron públicas pronto algunas opiniones disidentes. El 20 de agosto el New York Times publicó fragmentos de una carta abierta a Truman firmada por 34 pastores y teólogos de varias iglesias protestantes que calificaban los bombardeos de "atrocidad de nueva magnitud" y expresaban su "condena sin paliativos", y la revista católica independiente The Commonweal, de Nueva York, publicó el día 24 un elocuente editorial titulado "Horror y vergüenza" [50]. "La guerra estaba casi ganada", se lee allí, introduciendo una descripción de la situación. "Entonces, sin avisar, un avión americano arrojó la bomba atómica en Hiroshima. Rusia entró en la guerra. No había duda ni antes ni después de que Rusia entrara en la guerra de que la guerra contra Japón estaba ganada. Un avión norteamericano arrojó la segunda bomba atómica en Nagasaki." El artículo de Commonweal concluía: "Para nuestra guerra, para nuestros fines, para salvar vidas americanas hemos llegado al punto en que decimos que todo vale. Es lo que los alemanes dijeron al principio de la guerra. Una vez que hemos ganado nuestra guerra decimos que tiene que haber un derecho internacional. Sin duda. Cuando exista, alemanes, japoneses y americanos recordarán con horror los días de su vergüenza."
Cuando se acercaba el primer aniversario del bombardeo, en junio y julio de 1946, aparecieron varios informes oficiales norteamericanos que plantearon la complejidad del proceso por el que había concluido la guerra, aunque evidentemente sin cuestionar la legitimidad de las acciones propias:
No tiene mucho sentido intentar precisar más para atribuir la rendición incondicional de Japón a alguna de las numerosas causas a las que se debió conjunta y acumulativamente el desastre de aquel país. [...] Sobre la base de una investigación detallada de todos los hechos y del testimonio de los dirigentes japoneses vivos que intervinieron, la opinión de la Inspección es que, con certeza antes del 31 de diciembre de 1945, y con toda probabilidad antes del 1 de noviembre de 1945, Japón se habría rendido incluso si no se hubieran arrojado las bombas, si Rusia no hubiera entrado en guerra y si no se hubiera planificado ni contemplado la invasión [51].
El mismo organismo de inspección o estudio, en el que trabajaban personalidades tan distintas como John K. Galbraith y Paul Nitze, defendía en otro informe que lo que la bomba había logrado, junto con la declaración de guerra de la URSS, había sido sólo acelerar las maniobras políticas favorables a la rendición, que al menos desde finales de junio el propio emperador orientaba por persona interpuesta [52]. Anteriormente, ante un comité del Senado norteamericano, el propio Paul Nitze había sido aun más concreto respecto a la fecha: "Según nuestra opinión Japón se habría rendido antes del 1 de noviembre en cualquier caso; la bomba atómica únicamente aceleró la fecha en la que Japón se rindió" [53].
Aquel mismo verano de 1946, poco después del primer aniversario de los bombardeos, Albert Einstein intervino en el debate sobre ellos expresando en una entrevista ideas muy claras: "Sospecho que el asunto se precipitó por el deseo de terminar la guerra en el Pacífico por cualquier medio antes de la intervención de Rusia. Si hubiera estado todavía el presidente Roosevelt no habría sido posible nada de eso. Él habría prohibido una acción como aquélla"; al día siguiente, el 19 de agosto, el New York Times recogía en primera plana un despacho de United Press que incluía aquellas expresiones bajo un claro titular: "Einstein deplora el uso de la bomba atómica" [54].
El 31 de agosto de 1946 The New Yorker dedicaba la totalidad de su entrega semanal a un artículo de John Hersey: "Hiroshima" [55]; Hersey relataba cómo habían vivido el bombardeo y la desolación de los días posteriores una serie de supervivientes: un médico del principal hospital de la ciudad, otro médico propietario de una pequeña clínica, una viuda de guerra madre de tres hijos pequeños, que hasta el bombardeo los había sacado adelante con pequeños trabajos de costura, una administrativa que había quedado con una pierna rota en su lugar de trabajo y había tenido que esperar varios días a que alguien la socorriera, un jesuita alemán, un pastor metodista, y muchas otras imágenes de habitantes de la ciudad de todas las edades vistos a través de la mirada de esos personajes. En su escueta expresividad y veracidad aquel relato ponía en entredicho la imagen de la inhumanidad de los japoneses ampliamente difundida durante la guerra, clave para justificar las matanzas nucleares, una imagen que respondía fielmente, como se ha recordado al principio, a la crueldad de muchas acciones de los ejércitos de aquel país. La revista se agotó inmediatamente y el texto se publicó en seguida en un pequeño libro del que llegaron a distribuirse más de tres millones de ejemplares [56].
La opinión favorable al empleo de la nueva arma, que según las encuestas obtenía al principio el consenso del 85% de la población norteamericana, corría peligro de perder terreno, así que sus partidarios idearon una intervención contundente. En febrero de 1947 Harper’s Magazine publicaba "The Decision to Use the Atomic Bomb" [57]. El artículo invocaba la autoridad de quien lo firmaba, Henry L. Stimson, como secretario (ministro) de la Guerra con Roosevelt y Truman, que en calidad de tal había pilotado el proyecto Manhattan desde sus inicios y había transmitido la orden presidencial de arrojar las bombas. Es un texto de excelente retórica política, en el que se presentan incluso algunos los argumentos de los adversarios, para rebatirlos con una mezcla de hechos, medias verdades y afirmaciones falaces que para muchos resultó convincente. Su principal argumento era que la única alternativa al uso de la bomba hubiera sido la invasión de las grandes islas japonesas, que hubiera costado según el artículo más de un millón de víctimas norteamericanas. Atendiendo a los informes militares sobre las bajas previsibles en las operaciones de invasión, en la isla de Kyushu en noviembre de 1945 y en la de Honshu a mediados de 1946, esa cifra de víctimas hipotéticas era puramente propagandística, y quizá por su rotundidad fue particularmente exitosa [58].
El impulsor de aquella intervención mediática había sido James B. Conant, químico que había formado parte del "comité interino" del proyecto Manhattan, presidente de la Universidad de Harvard de 1933 a 1953 y fundador y primer presidente en 1950 del grupo de presión militarista "Committee on the Present Danger". La publicación del artículo fue acompañada por una amplia y eficaz campaña de promoción, que incluyó entre otras cosas la autorización para reproducirlo libre de derechos, cosa que numerosos periódicos hicieron de inmediato. El artículo sentaba la interpretación ortodoxa de la decisión de usar la bomba y parece claro que durante años, en el ambiente de la Guerra Fría, logró su objetivo de contener las críticas.
Para el público que no leía revistas como Harper's Magazine, Hollywood contribuyó a su manera desde muy pronto al naciente mito. En febrero de 1947 se estrenó The Beginning or the End, dirigida por Norman Taurog para la Metro-Goldwyn-Mayer, en la que se mostraba como a unos héroes a los científicos que habían producido la bomba y más aún a los militares que la habían lanzado. Un papel central en la economía sentimental de la cinta corresponde a un joven físico que se casa poco antes de ir a trabajar a Los Álamos y vuela al final a las islas Marianas (desde donde partieron los bombarderos hacia Hiroshima y Nagasaki) con la espoleta de la bomba en una cartera y sintiendo de vez en cuando escrúpulos de conciencia por lo que va a ocurrir; por un error de manipulación la noche antes de la acción, queda gravemente irradiado y muere en la base militar, de forma que todo el posible dolor del espectador se concentra al final en la pobre esposa embarazada, a la que el militar que acompañaba al moribundo da al volver la triste noticia y entrega su carta de despedida, al pie del monumento a Lincoln. De las víctimas de Hiroshima, por supuesto, absolutamente nada. A las escasas realidades del bombardeo se añadían en la película, entre otras muchas cosas, un fuego antiaéreo que no existió, destinado a ocultar la indefensión de la ciudad, una ficticia escena en el despacho de Truman en Potsdam en la que el presidente explica a su secretario de prensa, "Charlie", entre otras cosas, que se va a avisar previamente a la población del bombardeo atómico, y la falaz repetición de esa idea clave por uno de los oficiales que colocan la espoleta en la bomba al avistar la ciudad: "Hemos estado lanzándoles folletos de advertencia durante diez días" [59].
Japón quedó a salvo de obscenidades como aquella pero a cambio tuvo que soportar una rigurosa censura impuesta por los ocupantes. Desde libros de poemas hasta estudios médicos sobre los afectados por las bombas, pasando por las imágenes en las que éstos aparecían, hasta que en 1952 entró en vigor el Tratado de San Francisco que puso fin a la ocupación norteamericana, sobre lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki lo que pudo verse en el resto del país fue muy poco.
En la política de información sobre Hiroshima y Nagasaki en aquellos años, tanto en Japón como en Estados Unidos y el resto del mundo, parece claro que un elemento clave fue ocultar en lo posible a las víctimas, y más especialmente ocultar al máximo las muertes y las enfermedades causadas por la radiactividad. Desde la Primera Guerra Mundial los "gases venenosos" tenían una pésima imagen y su uso estaba prohibido por un Protocolo internacional, firmado en Ginebra en 1925; el riesgo de que la radiactividad se asociara con aquel tipo de agentes letales era evidente.
Los procedimientos para minimizar la importancia de la radiactividad fueron varios: se decía que las informaciones que se filtraban desde Japón (entre las que había también alguna exageración) [60] eran propaganda antiamericana, que quienes estaban lo bastante cerca del lugar de estallido de la bomba para recibir radiaciones peligrosas morían antes por la onda de choque o las quemaduras, que los afectados por radiaciones eran muy pocos (luego se precisó que eran el 8%, para revisar posteriormente al alza aquella cifra) [61]. El general Groves compareció ante el Comité de Energía Atómica del Congreso norteamericano para explicar diferentes aspectos del uso de la nueva arma y declaró por ejemplo que entre las víctimas que morían instantáneamente y las que recibían dosis pequeñas de radiación, que sobrevivían y con el tiempo, decía él, se curaban solas, estaban unas pocas que morían poco después y, afirmaba, "sin excesivo sufrimiento. De hecho, dicen que es un modo muy agradable de morir" [62]. Las leucemias llegaron más tarde, pero desde muy pronto las autoridades de ocupación supieron de las múltiples lesiones causadas por la radiación y tomaron o requisaron imágenes de quemaduras terribles complicadas por los efectos de ésta; por otra parte el propio Groves publicó años más tarde documentos de 1944 referentes a los riesgos que podían correr las tropas norteamericanas en Europa, redactados bajo su responsabilidad, que muestran que era perfectamente consciente de los daños que podía causar la radiactividad [63].
Un reportaje de Life publicado en setiembre de 1952, con quince fotos tomadas por periodistas japoneses, aludía al vacío creado por la censura en los años anteriores: "Cuando impactó la bomba—Sin censurar"; el anuncio en portada señalaba la insólita perspectiva: "Primeras fotos. La explosión atómica vista por las víctimas" [64]. En aquella selección de imágenes no figuraba, por otra parte, ninguna de las más impactantes.
Aun después de levantada la censura, el activo papel de Japón en la Guerra Fría, en estrecha alianza con Estados Unidos, relegó por largo tiempo la memoria de aquellos hechos a un lugar marginal. Es sintomático lo que ocurrió con el tema de las bombas nucleares en una célebre exposición fotográfica organizada por el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York en 1955, que en una de sus versiones itinerantes se mostró también en Japón, donde a finales de 1956 la habían visto casi un millón de personas. El fotógrafo Edward Steichen se había encargado de seleccionar las fotografías expuestas inicialmente y fue consultado sobre los cambios que se introdujeron en las distintas versiones itinerantes. En alguna de ellas se incluyó una foto de un hongo nuclear, pero en Japón, en cambio, se optó por unas pocas de las tomadas por Yosuke Yamahata en Nagasaki el 10 de agosto, que mostraban elocuentemente a las víctimas. Sin embargo, cuando se anunció la visita del emperador a la exposición, los organizadores decidieron tapar con cortinillas aquellas fotos, y a continuación fueron retiradas definitivamente [65].
Las víctimas directas tuvieron que esperar a 1957 para que una ley reconociera su derecho a una asistencia médica específica. En cambio, desde el principio, aquellas mismas víctimas habían sido objeto de un estrecho seguimiento para estudiar los efectos de las bombas y en especial de la radiación nuclear, por parte de equipos mixtos norteamericano-japoneses, pero los resultados de aquellos exámenes, que no iban acompañados por ningún tratamiento, quedaban en poder de los ocupantes y permanecieron bajo secreto militar hasta 1975.
En Estados Unidos y el Reino Unido hubo pronto algunas voces críticas que analizaron detenidamente las intenciones de los bombardeos atómicos. En 1948 se publicó por ejemplo Military and Political Consequences of Atomic Energy, de Patrick Blackett, premio Nobel de Física de aquel año, deslumbrante personalidad que durante la guerra había contribuido entre otras cosas a orientar eficazmente la guerra antisubmarina británica y que había formado parte del comité Maud. Su lacónica conclusión, muy argumentada, era que "arrojar las bombas atómicas no fue tanto el último acto militar de la segunda guerra mundial como el primer acto de la Guerra Fría diplomática con Rusia que está ahora en marcha" [66].
A los hechos y argumentos que exponía allí Blackett pueden añadirse hoy otros indicios que abonan su tesis de que los motivos políticos o diplomáticos indicados por él influyeron o hasta fueron determinantes en la decisión de usar la bomba. Se sabe que, antes incluso de que concluyera la redacción del informe Franck, Leo Szilard había ido a Washington para intentar entrevistarse con el presidente; iba acompañado por otros dos colegas del proyecto y su objetivo era exponer sus reservas respecto al uso de la bomba, pero no lograron ver a Truman. Su secretaría les remitió a su asesor James Byrnes, que sí recibió a Szilard, acompañado por Walter Barkty y Harold Urey, el 28 de mayo, en Spartanburg (Carolina del Sur). En el relato de aquella entrevista que publicó pocos años más tarde, en 1949, Szilard recordaba que "el señor Byrnes no adujo que fuera necesario usar la bomba contra las ciudades japonesas para ganar la guerra. Por aquel entonces sabía, como lo sabía el resto del gobierno, que Japón estaba esencialmente derrotado y que en seis meses podíamos ganar la guerra. Por aquel entonces el señor Byrnes estaba muy preocupado por la extensión de la influencia rusa en Europa. Rumanía, Bulgaria, Yugoslavia, Checoslovaquia y Hungría vivían todas bajo la sombra que proyectaba Rusia. Yo compartía plenamente la preocupación del señor Byrnes respecto a Rusia, pero su opinión de que el poseer nosotros la bomba y mostrar su uso haría más manejable a Rusia en Europa no podía compartirla. La verdad es que difícilmente podía imaginar una premisa más equivocada y desastrosa en la que basar nuestra política, y quedé consternado al enterarme pocas semanas más tarde de que nuestro secretario de Estado iba a ser él" [67].
Szilard no fue el único implicado en el proyecto Manhattan que creyó percibir antes del bombardeo que la nueva arma iba dirigida también o principalmente contra la URSS. Un colega suyo que coincidió en aquella impresión fue Joseph Rotblat, judío polaco huido al Reino Unido, discípulo del premio Nobel James Chadwick, que como él había terminado trabajando en Los Álamos. En cuanto se vio que la Alemania nazi perdía la guerra y no tenía armas atómicas, a finales de 1944, Rotblat se propuso y logró abandonar el proyecto, tras superar alguna dificultad con los servicios de seguridad. En 1985 publicó un artículo en el que explicó sus motivos de entonces, entre los cuales el principal había sido que el peligro de que los nazis utilizaran la nueva arma había dejado de existir, pero señalaba además la estupefacción que le había causado el oír explicar al general Groves, en una cena en Los Álamos en casa de los Chadwick, que "por supuesto, la verdadera finalidad de fabricar la bomba era someter a los soviéticos" [68].
No es tampoco el único testimonio sobre la postura de Groves. En los interrogatorios que tuvieron lugar en 1954 a propósito de la habilitación de seguridad de Robert Oppenheimer, antiguo director de Los Álamos, el propio general recordó su punto de vista de entonces: "pasadas dos semanas desde el momento en que me hice cargo de ese Proyecto no hubo por mi parte ninguna idea errónea respecto a que Rusia era nuestro enemigo y a que el proyecto se basaba en aquella orientación. Yo no asumía la actitud del conjunto del país según la cual Rusia era un noble aliado. Siempre tuve recelos y la dirección del proyecto se llevó sobre esa base. Por supuesto, al presidente se le informó en el mismo sentido" [69].
Más en general, sobre la necesidad o no de usar las bombas para acabar la guerra, es interesante lo que escribió Eisenhower, presidente de Estados Unidos desde 1953 hasta 1961 y antiguo comandante de las fuerzas expedicionarias aliadas en Europa, nada opuesto por principio a las armas nucleares. En 1963 recordaba su postura cuando el ministro Stimson le había comunicado en Potsdam en julio de 1945 que se iban a usar: "Le expresé mis graves reservas, en primer lugar porque creía que Japón estaba ya derrotado y el uso de la bomba era completamente innecesario y en segundo lugar porque pensaba que nuestro país debía evitar impactar a la opinión pública mundial utilizando una arma que yo no consideraba ya necesario utilizar para salvar vidas americanas. Yo creía que Japón estaba buscando en aquel mismo momento alguna vía para rendirse ‘perdiendo la cara’ lo menos posible" [70].
En 1995 el historiador y economista Gar Alperovitz publicó un libro básico con el mismo título que el artículo de Stimson de 1947, La decisión de usar la bomba atómica, en el que recorría extensamente la documentación norteamericana disponible hasta entonces para rebatir algunas de las afirmaciones clave de la doctrina oficial [71]. Alperovitz señalaba que algunos documentos que hubieran sido importantes para entender la decisión de usar las bombas habían sido eliminados deliberadamente y que algunas discusiones que probablemente habían influido no habían dejado rastro documental, por lo cual había márgenes de incertidumbre. No obstante, mostraba que podían sacarse algunas conclusiones, en la línea de las afirmaciones de Einstein, Blackett y Eisenhower que se han citado más arriba.
Trabajos como los de Alperovitz no pasaban de tener una difusión limitada. Para el gran público seguía vigente sin discusión la ortodoxia nuclear. Un episodio significativo en ese sentido fue la imposibilidad de organizar en el mismo año 1995 en Washington, en uno de los museos de la Smithsonian Institution, una exposición sobre Hiroshima con ocasión del cincuentenario del bombardeo. Intervinieron contra el proyecto dos asociaciones de veteranos de la guerra (la American Legion y la Air Force Association) y los republicanos del Senado y el Congreso, que obligaron al director primero a modificar los contenidos de la exposición y finalmente a renunciar a ella y dimitir, sin que la presidencia de Clinton hiciera nada para apoyar la iniciativa. En el contexto de aquella polémica, uno de los defensores de los bombardeos llegó a decir que habían evitado seis millones de muertos [72]. Quedó claro en cualquier caso lo difícil que era plantear puntos de vista críticos, así como el poder del militarismo para bloquear los intentos de hacerlos llegar a un público amplio.
Así las cosas, no es extraño que la interpretación ortodoxa de los hechos mantenga su predominio. La defienden obras prestigiosas como la de Antony Beevor sobre la Segunda Guerra Mundial, aunque con algún matiz [73]. Innumerables son los documentales cinematográficos y televisivos que la difunden, especialmente en torno a los aniversarios de los bombardeos [74]. También algunos especialistas de los llamados "estudios nucleares" cultivan esas ideas; en una recopilación reciente que aspira claramente a orientar el debate, uno de ellos sostiene por ejemplo que entre Roosevelt y Truman hubo sobre todo continuidad, aunque admite la escasa base documental de su argumentación y ni siquiera menciona la ya citada opinión contraria de Einstein [75].
Por otra parte, la visión crítica de la historia de los bombardeos atómicos y de los inicios de la Guerra Fría tiene también buenos defensores y divulgadores. El historiador Tsuyoshi Hasegawa, por ejemplo, basándose en fuentes muy amplias, japonesas, soviéticas y norteamericanas, ha argumentado la idea de que muy probablemente la intervención soviética habría sido suficiente para precipitar la capitulación de Japón, sin usar las bombas, y fue de hecho el factor decisivo [76]. Por lo que se refiere a la divulgación histórica puede señalarse a Oliver Stone, con su serie de documentales The Untold History of the United States, en la que el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki es el tema central de un capítulo y se trata en otros varios, así como el libro publicado después por los guionistas de la misma serie, que ha tenido amplia difusión en varias versiones y se ha traducido entre otras muchas lenguas al castellano [77].
Exactamente como habían previsto Niels Bohr y los autores del "informe Franck", los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki provocaron en la URSS una reacción inmediata. El 20 de agosto el Comité de Defensa del Estado presidido por Stalin constituía un Comité Especial dirigido por Lavrenti Beria para acelerar las actividades destinadas a desarrollar su bomba [78]. Se iniciaba así una carrera armamentística que no se ha detenido [79].
Había una alternativa posible, otro final posible de la guerra, que probablemente habría causado menos muertes y sufrimiento y que no habría minado tan gravemente la confianza entre la URSS y Estados Unidos, abriendo tanto espacio al militarismo en ambos bloques. Por encima de las diferencias entre los sistemas políticos, se puede pensar que habrían podido adquirir más protagonismo otras formas de resolución de sus tensiones y conflictos, menos peligrosas y con menos costes económicos, políticos, sociales y medioambientales que las que cristalizaron a partir del uso de las bombas en torno a aquella carrera armamentística, en la desastrosa Guerra Fría [80].
Notas
[1] "Nei secoli futuri, se mai ce ne saranno, il ventesimo secolo sarà ricordato come il secolo di Auschwitz e Hiroshima.", Anthony Rudolf, "Primo Levi in London", London Magazine, XXVI, n.º 7 (octubre de 1986), trad. de Diana Osti, Opere complete, ed. de Marco Belpoliti (OC), III, Turín, Einaudi, 2018, p. 631. "Io credo che il programma di Los Alamos fosse necessario, mentre non era proprio necessaria l'esplosione di Hiroshima", Franco Valobra, "Primo Levi. Conversazione senza complessi con uno scrittore che ama la 'ragione' ", Playmen, XVI, n.º 12, dicembre de 1982, mismo volumen, p. 342; "Come ogni uomo, anche il piú innocente, anche la stessa vittima, si sente corresponsabile di Hiroshima, di Dallas e del Vietnam, e prova vergogna...", "La luna e l'uomo", La Stampa, 27/12/1968, OC, II, Turín, Einaudi, 2016, p. 1.085. Puede verse también el poema "La bambina di Pompei", 20/11/1978, Ad ora incerta, en OC, II, p. 709.
[2] I sommersi e i salvati, en OC, II, p. 1154.
[3] Japón había sentado además un precedente en la guerra aérea estratégica o de terror con los bombardeos masivos de Chongking, la capital de repliegue de la China nacionalista, en la segunda guerra sinojaponesa; entre mayo de 1938 y agosto de 1941 aquellos bombardeos causaron cerca de doce mil muertos (Tetsuo Maeda, "Strategic bombing of Chongqing by imperial Japanese army and naval forces", enYuki Tanaka y Marilyn B. Young, eds., Bombing Civilians. A Twentieth-Century History, Nueva York, The New Press, 2009, p. 141).
[4] Kenzaburô Oé, Notes de Hiroshima, trad. de Dominique Palmé, París, Gallimard (folio), 1996, pp. 65, 154 y 168; sobre Auschwitz pp. 237-238. Sobre Okinawa Notes d’Okinawa, trad. de Corinne Quentin Arles, Picquier, 2019.
[5] Charles Rousseau, Le droit des conflits armés, París, Éditions A. Pedone, 1983, pp. 359-360, refiere por ejemplo que en 1927 y 1930 un tribunal arbitral condenó a Alemania por daños causados a los respectivos demandantes en los bombardeos de Salónica y Bucarest en 1916, durante la Primera Guerra Mundial, aplicando los artículos 25 y 26 del Reglamento anejo a la Convención de La Haya relativa a las leyes y costumbres de la guerra terrestre, de 1907, que prohíben el bombardeo de ciudades indefensas y exigen el aviso previo a sus autoridades. En la misma obra, pp. 365-367, se hace un sucinto balance de la guerra aérea durante el conflicto mundial de 1939-1945 y de su consideración judicial posterior, con esta conclusión: "La regresión no podía ser más completa".
[6] En 1923 una comisión internacional de juristas había aprobado en La Haya unas Reglas de la guerra aérea que definían claramente los objetivos militares y otros objetivos lícitos (fábricas de armamento, etc.) y excluían los ataques cuando no pudieran realizarse "sin implicar el bombardeo indiscriminado de la población civil", pero el resultado de su trabajo no llegó a convertirse en tratado internacional; sobre esas reglas puede verse David Cumin, Le droit de la guerre, vol. 2, Traité sur l'emploi de la force armée en droit international, París, L’Harmattan, 2015, pp. 1.120-1.128. Éric David, Principes de droit des conflits armés, 3ª. ed., Bruselas, Bruylant, 2002, pp. 341-343, argumenta la ilicitud fundamental del uso de las armas nucleares y aduce entre otras muchas cosas la sentencia de un tribunal de Tokio de 7 de diciembre de 1963; se trataba de una demanda de Ryuichi Shimoda y otros, víctimas directas o indirectas de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, contra el Estado japonés (http://www.internationalcrimesdatabase.org/Case/53/Shimoda-et-al/).
[7] Las unidades de medida para la fórmula son respectivamente ergios, gramos y centímetros por segundo; c = 3·1010 cm/s aproximadamente, y 1 ergio equivale a 1 g·cm2/s2 y a 624,15 gigaelectronvoltios (múltiplo de la unidad mencionada en el artículo de la nota siguiente).
[8] "Letters to the Editor. Disintegration of Uranium by Neutrons: a New Type of Nuclear Reaction", Nature, 143 (11 de febrero de 1939), pp. 239-240. Texto en https://www.atomicarchive.com/resources/documents/beginnings/nature_meitner.html. Incluso antes de que se publicara, el 25 de enero Leo Szilard comentaba el contenido en carta a Lewis Strauss: Leo Szilard: His Version of the Facts. Selected recollections and correspondence, ed. de Spencer R. Weart y Gertrud Weiss Szilard, Cambridge, Mass., The MIT Press, 1978, p. 62; Szilard, quien ya en 1934 había estudiado las reacciones en cadena por la emisión de neutrones, las relacionó de inmediato con el nuevo descubrimiento.
[9] Mark Walker, German National Socialism and the quest for nuclear power 1939-1949, Cambridge University Press, 1989, p. 19.
[10] Publicado en Margaret Gowing, Britain and Atomic Energy 1939-1945, Londres, Macmillan, 1965 (1a. edición de 1964), pp. 389-393. En internet, por ejemplo, https://www.atomicarchive.com/resources/documents/beginnings/frisch-peierls-2.html.
[11] El informe Maud tenía dos partes, una sobre la bomba y otro sobre el uso del átomo para producir energía; texto completo en Gowing, Britain and Atomic Energy [...], pp. 394-436.
[12] Albert Einstein, Escritos sobre la paz, edición de Otto Nathan y Heinz Norden, trad. de Jordi Solé Tura, Barcelona, Península, 1967, p. 99.
[13] Hubo épocas en que se veían casi diariamente. Juntos desarrollaron y patentaron un procedimiento innovador para hacer circular el refrigerante de las neveras: William Lanouette y Bela Silard, Genius in the Shadows: A Biography of Leo Szilard, the Man Behind the Bomb, University of Chicago Press, 1992, pp. 81-87.
[14] Digitalización de la carta en http://www.fdrlibrary.marist.edu/_resources/images/sign/fdr_24.pdf. Relato sobre su gestación y traducción castellana del texto, las versiones previas y la respuesta de Roosevelt en Albert Einstein, Escritos sobre la paz [...], pp. 99-106. Se trataba también, como se explica allí, p. 100, de que Estados Unidos se hiciese con el uranio que se obtenía en aquel momento en las minas del Congo belga, evitando que pudiera ser adquirido por los alemanes. Relato de Szilard, con transcripción de los originales alemanes de su correspondencia con Einstein en torno a aquella gestión y traducciones inglesas, en Leo Szilard: His Version [...], pp. 81-100. Indicación errónea sobre la autoría de la carta en Leslie R. Groves, Now It Can Be Told. The story of the Manhattan project, Londres, Andre Deutsch, 1963, p. 7.
[15] Numerosos documentos clave digitalizados en William Burr, ed. https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/nuclear-vault/2020-08-04/atomic-bomb-end-world-war-ii.
[16] Vince Houghton, The Nuclear Spies. America's Atomic Intelligence Operation against Hitler and Stalin, Ithaca, Cornell University Press, 2019, p. 101.
[17] Leslie R. Groves, Now It Can Be Told [...], p. 249.
[18] Groves, Now It Can Be Told [...], p. 234. En p. 240 se lee: "our principal concern at this point was to keep information and atomic scientists from falling into the hands of the Russians". En su conjunto, el relato de Groves muestra que, más allá de la literalidad de esa frase, las instalaciones y el mineral de uranio fueron igual de importantes que la información. Groves expresa también abiertamente su desconfianza respecto a los proyectos franceses y al más distinguido físico nuclear del país, Frédéric Joliot-Curie.
[19] Explica la operación Groves, Now It Can Be Told [...], pp. 236-239.
[20] Groves, Now It Can Be Told [...], pp. 230-231. Documentación digitalizada de los antecedentes del ataque en https://www.marshallfoundation.org/library/wp-content/uploads/sites/16/2015/06/xerox1482-70.pdf. Referencia a otros datos de la fábrica procedentes de París y Bruselas en Zbynek Zeman y Rainer Karlsch, Uranium Matters: Central European Uranium in International Politics, 1900-1960, Budapest, Cenral European University Press, 2008, p. 19. Mencionan los hechos Walker 1989, p. 156, y Holloway 1994, p. 111.
[21] De ese grupo de víctimas, las veintinueve mujeres francesas son las únicas identificadas, con ayuda de los libros de defunciones del campo que se han conservado; los datos son incompletos, debido a la destrucción deliberada de documentación por parte de la SS (archivo del memorial del campo de concentración de Sachsenhausen, comunicación por correo electrónico, 27/8/2020).
[22] Monika Knop, "Jüdische Häftlinge in den Außenlagern 1944 bis 1945", en Günter Morsch y Susanne zur Nieden, eds., Jüdische Häftlinge im Konzentrationslager Sachsenhausen 1936 bis 1945, Berlín, Stiftung Brandenburgische Gedenkstätten-Edition Hentrich, 2004, pp. 249-250, y de la misma autora "Oranienburg (Auer)", en Wolfgang Benz y Barbara Distel, eds., Der Ort des Terrors. 3. Sachsenhausen. Buchenwald, Munich, C. H. Beck, 2005, pp. 241-244. Otros datos en Oranienburg Stadtgeschichte, exposición al cuidado de Herbert Schirmer, 2016, "1944-1945. Bomben auf Oranienburg", https://www.oranienburg-erleben.de/fileadmin/or/pdf/OR_800_Ausstellung/OR_800_Open-Air-Ausstellung_Tafel_24_web.pdf, y Sachsenhausen Projekte, Bildungsprojekte in der Gedenkstätte und Museum Sachsenhausen, "Auer-Werke", 1/6/2018, http://www.sachsenhausen-projekte.de/auer-werke/ .
[23] Informe de la misión de bombardeo en USAAF Chronology: Combat Cronology of the US Army Air Forces. March 1945, http://paul.rutgers.edu/~mcgrew/wwii/usaf/html/Mar.45.html, "Mission 889"; cayeron 8 B-17 y un P-51 de escolta y 66 tripulantes faltaron al final de la misión. Nombres de los 32 muertos norteamericanos y de uno de los pilotos que saltaron en paracaídas y se salvaron en "Gedenken: 75 Jahre nach der Bombardierung Oranienburgs am 15. März 1945", https://www.youtube.com/watch?v=y3H9Fjio90s&t=1236s . Estudian también el bombardeo Werner Schüttmann y Helmut Schnatz, "Ein erster Schritt zum Kalten Krieg? Der amerikanische Luftangriff auf Oranienburg am 15.3.45", en Der Anschnitt, 50/2-3 (1998), pp. 70-75, con documentación de la Air Force Historical Research Agency y de los National Archives in College Park, Maryland.
[24] Werner Heisenberg, "Über die Arbeiten zur technischen Ausnutzung der Atomkernenergie in Deutschland", Die Naturwissenschaften, 33 (1946), pp. 325-329. Sobre el "sabotaje", entrevista con Edward Teller, 19 de abril de 1995, en Michael Schaaf, Heisenberg, Hitler und die Bombe. Gespräche mit Zeitzeugen, Diepholz, GNT-Verlag, 2018, p. 182.
[25] Walker, German National Socialism [...], pp. 102 y 132-134. Muy crítico también con los intentos de Heisenberg y Carl-Friedrich von Weizsäcker en la posguerra de presentar su actividad durante el nazismo como inspirada por una postura hostil hacia aquel régimen, Paul Lawrence Rose, Heisenberg and the Nazi Atomic Bomb Project, 1939-1945: A Study in German Culture, Berkeley, University of California Press, 1998.
[26] Jeremy Bernstein, ed., Hitler's Uranium Club. The Secret Recordings at Farm Hall, 2a. ed., introducción de David Cassidy y notas de Jeremy Bernstein, Nueva York, Springer Science & Business Media, 2001, pp. 114 y siguientes.
[27] "Memorandum discussed with the President. April 25, 1945", sin firma, facsímil digital, https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB162/3b.pdf
[28] "Dictate our own terms at the end of the war", cita de Harry S. Truman, Memoirs of Harry S. Truman, I, Year of decisions, Garden City, NY, Doubleday, 1955, p. 87, tomada de Gar Alperovitz, The Decision to Use the Atomic Bomb, Londres, HarperCollins, 1995, p. 134.
[29] Tetsuo Maeda, "Strategic bombing of Chongqing [...]", ya citado, p. 136.
[30] Charles S. Nichols, Jr., y Henry I. Shaw, Jr., Okinawa. Victory in the Pacific, Washington, D.C., U.S. Government Printing Office, 1955, pp. 252 y 258-260. Sobre la percepción de que desde abril se veía llegar el final, Michihiko Hachiya, Journal d'Hiroshima, trad. de Simon Duran, París, Tallandier, 2011, p. 113: "L'armée avait commencé à perdre la guerre en avril. De nombreux soldats n'avaient plus d'armes et étaient démoralisés". El doctor Hachiya era todo menos un derrotista.
[31] Robert P. Newman, "Hiroshima and the Trashing of Henry Stimson", Robert James Maddox, ed., Hiroshima in History,The Myths of Revisionism, Columbia, Miss., University of Missouri Press, 2007, p. 164.
[32] Sobre la decisión de Byrnes y sus motivos Barton J. Bernstein, "Roosevelt, Truman, and the Atomic Bomb, 1941-1945", Political Science en Yuki Tanaka y Marilyn B. Young, eds., Bombing Civilians Quarterly, 90/1 (1975), p. 56.
[33] Sobre aquella exclusión puede verse Tsuyoshi Hasegawa, "Were the Atomic Bombings of Hiroshima and Nagasaki Justified?", [...], ya citado, p. 109.
[34] Truman afirmaría en sus memorias, publicadas en 1955, que a su información sobre la bomba Stalin había constestado "that he was glad to hear it and hoped we would make 'good use of it against the Japanese' "; en las notas de las entrevistas que sirvieron a sus ayudantes para redactar el texto no figura esa respuesta, y el texto final, aunque validado por Truman, no parece coherente con ellas (Alperovitz, The Decision [...], pp. 386-387, donde cita además otras versiones de la conversación, y 540-542 sobre la elaboración de las memorias de Truman). Interesante también la versión de Anthony Eden, ministro de exteriores británico, no mencionada por Alperovitz: "On the question of when Stalin was to be told, it was agreed that President Truman should do this after the conclusion of one of our meetings. He did so on July 24th, so briefly that Mr. Churchill and I, who were covertly watching, had some doubts whether Stalin had taken it in. His response was a nod of the head and a brief 'thank you.' No comment" (The Reckoning: The Memoirs of Anthony Eden, Earl of Avon, Boston, Houghton Mifflin, 1965, p. 635).
Sobre el hecho de que el presidente norteamericano sabía por sus servicios de contraespionaje que la Unión Soviética recibía información sobre el proyecto Manhattan, Campbell Craig, "The Atom Bomb as Policy Maker. FDR and the Road Not Taken", en Michael D. Gordin y G. John Ikenberry, eds., The Age of Hiroshima, Princeton University Press, 2020, p. 29, y Bernstein, "Roosevelt [...]", p. 30. Alusiones generales, sin fechas concretas, en Robert Louis Benson, The Venona Story, Center for Cryptologic History, National Security Agency, [2001], publicación electrónica, https://www.nsa.gov/Portals/70/documents/about/cryptologic-heritage/historical-figures-publications/publications/coldwar/venona_story.pdf (30/7/2020).
[35] "Begin Directive: 'To General Carl Spaatz, CG, USASTAF [...] Signed Handy' End Directive", facsímil digital en https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB162/41c.pdf digitalización del documento de la orden. Sobre el comunicado revisado por Truman Robert Jay Lifton y Greg Mitchell, Hiroshima in America. Fifty Years of Denial, Nueva York, G. P. Putnam's Sons, 1995, pp. 3-4.
[36] John McCloy, "Memorandum of Conversation with General Marshall. May 29, 1945-11:45 a.m.", facsímil digital, https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB162/11.pdf
[37] Ralph A. Bard, "Memorandum on the Use of S-1 Bomb", facsímil digital, https://nsarchive2.gwu.edu//NSAEBB/NSAEBB162/23.pdf
[38] El espía más conocido y el que al parecer transmitió la información más valiosa fue Klaus Fuchs, comunista alemán hijo de un teólogo protestante. Se exilió en el Reino Unido, trabajó en Oak Ridge y Los Álamos enviado por aquel país y, de vuelta allí, en 1950, sus actividaddes de espionaje se descubrieron y fue procesado y condenado; indultado al cabo de nueve años, se trasladó a la RDA. Transmitió asimismo información importante Theodore A. Hall, antiguo estudiante de Harvard contratado también para Los Álamos, que no fue procesado y pudo seguir trabajando hasta su jubilación en el campo de la biofísica, primero en Estados Unidos y luego en el Reino Unido. Se acusó y condenó igualmente a prisión a David Greenglass, hermano de Ethel Rosenberg, quien con su confesión facilitó la condena a muerte de ésta, junto con su marido Julius Rosenberg. Recientemente se ha afirmado que había además un cuarto espía, Oscar Seborer, quien al parecer acabó emigrando a la Unión Soviética (Harvey Klehr y John Earl Haynes, "On the Trail of a Fourth Soviet Spy at Los Alamos", Studies in Intelligence, 63/3 (September 2019), https://www.cia.gov/library/center-for-the-study-of-intelligence/csi-publications/csi-studies/studies/vol-63-no-3/pdfs/Fourth-Soviet-Spy-LosAlamos.pdf, y Alan Brady Carr, "Oscar Seborer: Father of the Soviet Atomic Bomb?", https://permalink.lanl.gov/object/tr?what=info:lanl-repo/lareport/LA-UR-20-22823).
[39] Martin J. Sherwin, A World Destroyed. Hiroshima and the Origins of the Arms Race, reed., Nueva York, Random House, 1987, pp. 106-107 y 109.
[40] "Memorandum on 'Political and Social Problems' from Members of the 'Metallurgical Laboratory' of the University of Chicago", facsímil digital, https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB162/16.pdf. El informe fue redactado por Eugene Rabinowitch, pero según explicó este posteriormente sus "orientaciones fundamentales" se debieron principalmente a Franck y Szilard (Lanouette, Genius in the Shadows [...], p. 275).
[41] Memorándum citado en la nota anterior, p. 10: "the way in which the nuclear weapons, now secretly developed in this country, will first be revealed to the world appears of great, perhaps fateful importance".
[42] Compton, Arthur. H., Ernst O. Lawrence, J. Robert Oppenheimer y Enrico Fermi, "Recommendations on the immediate use of nuclear weapons. June 16, 1945", transcripción en https://www.atomicarchive.com/resources/documents/manhattan-project/interim-committee.html
[43] En un curioso texto de ficción, "My Trial as a War Criminal", University of Chicago Law Review, vol. 17, n.º 1 (1949), pp. 79-86 (https://chicagounbound.uchicago.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=2592&context=uclrev), Szilard reconocía su culpa por haber aceptado aquel procedimiento para presentar su petición, condenándola a la ineficacia.
[44] William Lanouette, "Three Attempts to Stop the Bomb", en Lanouette y Silard, Genius in the Shadows [...], pp. 266-287, recogido en Kai Bird y Lawrence Lifschultz, eds., Hiroshima's Shadow, 1998, pp. 99-118; texto de la petición también ahí en pp. 109-110 y, con las listas de firmantes, en pp. 552-556.
[45] Sobre el número de víctimas Shampa Biswas, "Nuclear Harms and Global Disarmament", The Age of Hiroshima, ya citado, p. 267, y sobre todo Soichi Iijima, Seiji Imahori y Kanesaburo Gushima, eds., Hiroshima and Nagasaki. The Physical, Medical, and Social Effects of the Atomic Bombings, trad. de Eisei Ishikawa y David L. Swain, Nueva York, Basic Books, 1981, pp. 113-114, 364 y 457. En Hiroshima se calcula que más del 90% de los muertos fueron civiles (Alex Wellerstein, "The Kyoto Misconception. What Truman knew, and didn't know, about Hiroshima", The Age of Hiroshima, p. 34) y en Nagasaki había aún menos militares.
[46] War's Ending. Atomic Bomb and Soviet Entry Bring Jap Surrender Offer", Life, 20/8/1945, p. 25. https://books.google.be/books?id=hkgEAAAAMBAJ&printsec=frontcover&dq=life+magazine+august+20+1945
[47] Henry DeWolf Smyth, Atomic Energy for Military Purposes. The Official Report on the Development of the Atomic Bomb under the Auspices of the United States Government, 1940-1945, Princeton University Press, 1945. Groves afirma (Now It Can Be Told [...], ya citado, p. 351), que antes incluso del 6 de agosto se habían impreso en los talleres del Pentágono mil ejemplares del informe. Luego hubo numerosas ediciones y reimpresiones. Digitalización en https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=mdp.39015035988255&view=1up&seq=6
[48] "Vatican Deplores Atom Bomb; Paper Also Opposes Its Use", New York Times, 8/8/1945, pp. 1 y 6, noticia basada en un despacho de Associated Press recogido por muchos periódicos, entre ellos Combat, 8 de agosto de 1945, p. 1; desmentido papal posterior: "No Vatican Stand Is Taken on Bomb", New York Times, 9/8/1945, p. 9.
[49] Albert Camus, "Le monde est ce qu'il est, c'est à dire peu de chose", Combat, 8 de agosto de 1945, p. 1 (https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k47488670.item), recogido en Oeuvres complètes, II, 1944-1948, París, Gallimard (Pléiade), 2006, pp. 409-410; en esa misma edición, p. 1.268, se da noticia de otros artículos críticos, por ejemplo de François Mauriac.
[50] New York Times, 20/8/1945, p. 21. "Horror and Shame", The Commonweal, XLII, n.º 19 (24/8/1945), pp. 443-444. https://www.commonwealmagazine.org/sites/default/files/wordpress/blog/wp-content/uploads/2010/08/082445-editorial.pdf.
[51] "There is little point in attempting more precisely to impute Japan's unconditional surrender to any one of the numerous causes which jointly and cumulatively were responsible for Japan's disaster. [...] Based on a detailed investigation of all the facts and supported by the testimony of the surviving Japanese leaders involved, it is the Survey's opinion that certainly prior to 31 December 1945, and in all probability prior to 1 November 1945, Japan would have surrendered even if the atomic bombs had not been dropped, even if Russia had not entered the war, and even if no invasion had been planned or contemplated", The United States Strategic Bombing Survey, Chairman's Office, Japan's Struggle to End the War, 1 July 1946, p. 13, https://digicom.bpl.lib.me.us/cgi/viewcontent.cgi?article=1023&context=books_pubs.
[52] The United States Strategic Bombing Survey, Chairman's Office, The Effects of the Atomic Bombs on Hiroshima and Nagasaki, 30 June 1946, Washington, Government Printing Office, 1946, p. 23, (https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=mdp.39015046439926&view=1up&seq=33).
[53] "It is our opinion that Japan would have surrendered prior to 1 November in any case; the atomic bomb merely accelerated the date at which Japan surrendered", citado en Patrick M. S. Blackett, Military and Political Consequences of Atomic Energy, Londres, Turnstile Press, 1948, p. 122, n. 2; sobre la fecha de la sesión del comité senatorial Nuclear Regulatory Legislation Through the Ninety-Sixth Congress, Second Session, August 1981, pp. 330-331.
[54] "Einstein Deplores Use of Atom Bomb", New York Times, 19/8/1946, p. 1: "I suspect that the affair was precipitated by a desire to end the war in the Pacific by any means before Russia's participation. If President Roosevelt had still been there, none of that would have been possible. He would have forbidden such an act". Respecto a la intervención rusa, en Potsdam Truman no planteó ningún obstáculo, pero los debates anteriores entre los jefes militares y el secretario de Estado Byrnes muestran que la idea de Einstein no estaba desencaminada (Bernstein, "Roosevelt [...]", pp. 42-46).
[55] https://www.newyorker.com/magazine/1946/08/31/hiroshima
[56] John Hersey, Hiroshima, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1946. Sobre el efecto de la obra Michael J. Yavenditti, "John Hersey and the American Conscience", en Pacific Historical Review, 43/1 (1974), reeditado en Bird y Lifschutz, eds., Hiroshima's Shadow, ya citado, pp. 288-302, y sobre los límites de la crítica de Hersey, Mary McCarthy, "The 'Hiroshima' New Yorker", publicado en Politics en noviembre de 1946 y recogido en el mismo volumen de Bird y Lifschutz, pp. 303-304.
[57] Transcripción en https://www.asianstudies.org/publications/eaa/archives/the-harpers-magazine-article-from-1947-the-decision-to-use-the-atomic-bomb-by-henry-stimson-to-accompany-peter-frosts-article-teaching-mr-stimson/. Sobre la elaboración y la autoría del artículo Alperovitz, The decision..., pp. 445-457.
[58] Barton J. Bernstein, "A Post-War Myth: 500,000 U.S. Lives Saved", Bulletin of the Atomic Scientists, 42, n.º 6 (junio-julio de 1986), pp. 38-40; versión revisada en Kai Bird y Kawrence Lifschultz, eds., Hiroshima's Shadow, ya citado, pp. 130-134.
[59] "We've been dropping warning leaflets on them for ten days now. That's ten days more warning than they gave us at Pearl Harbor". La escena de Potsdam fue añadida después del visionado de una versión provisional de la película en Washington, para atender a objeciones del propio "Charlie", Charles Ross, y algún otro de los espectadores invitados, que criticaban la imagen que transmitía la versión inicial sobre el modo como se había tomado la decisión del bombardeo; lo explica detalladamente Greg Mitchell, The Beginning or the End. How Hollywood – and America – Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, Nueva York, The New Press, 2020, pp. 186-192 y 200-201.
[60] Michihiko Hachiya, Journal d'Hiroshima [...], menciona por ejemplo repetidamente el rumor de que la radiactividad haría inhabitable el territorio de la ciudad durante setenta y cinco años.
[61] Lifton y Mitchell, Hiroshima in America [...], pp. 42-46, 53-55.
[62] United States Senate. Seventy-Ninth Congress, [...] Hearings before the Special Committee on Atomic Energy. Part 1. November 27,28,29 and 30, 1945. December 3, 1945, Washington, United States Government Printing Office, 1945, p. 37: "without undue suffering. In fact, they say it is a very pleasant way to die". https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=mdp.39015030607827.
[63] "A serious military problem", en Now It Can Be Told [...], ya citado, pp. 199-206.
[64] "First Pictures – Atom Blasts through Eyes of Victims", portada, "When Atom Bomb Struck—Uncensored", Life, 29/9/1952, p. 19. https://books.google.be/books?id=VVYEAAAAMBAJ&printsec=frontcover&dq=life+29.+Sept.+1952.
[65] John O'Brian, "The Nuclear Family of Man", The Asia-Pacific Journal | Japan Focus, vol. 6/7 (2/7/2008), pp. 1-15, https://apjjf.org/-John-O-Brian/2816/article.pdf.
[66] Patrick M. S. Blackett, Military and Political Consequences [...], cit, p. 127: "the dropping of the atomic bombs was not so much the last military act of the second world war, as the first act of the cold diplomatic war with Russia now in progress".
[67] Leo Szillard, "A Personal History of the Atomic Bomb", University of Chicago Roundtable , 601 (25/9/1949, pp. 14-15, reproducido en https://books.google.be/books?id=p4v1U1ZxgqAC&pg=SL1-PA6182&lpg=SL1-PA6182. Relato más extenso de la entrevista y cómo la obtuvo en Leo Szilard: His Version [...], pp. 181-185.
[68] Joseph Rotblat, "Leaving the Bomb Project", Bulletin of the Atomic Scientists, vol. 41, n.º 7, August 1985, pp. 16-19 (la cita es de p. 12: "Of course, the real purpose in making the bomb was to subdue the Soviets. (Whatever his exact words, his real meaning was clear.) Although I had no illusions about the Stalin regime — after all, it was his pact with Hitler that had enabled the latter to invade Poland — I felt deeply the sense of betrayal of an ally". Texto recogido también en Maxwell Bruce y Tom Milne, eds., Ending the War. The Force of Reason. Essays in Honour of Joseph Rotblat, Londres, MacMillan Press, 1999, pp. 9-16.
[69] In the Matter of J. Robert Oppenheimer. Transcript of Hearing before Personnel Security Board. Washington, D. C. April 12, 1954, through May 6, 1954, Washington, United States Government Printing Office, 1954, p. 173: "There was never from about two weeks from the time I took charge of this Project any illusion on my part but that Russia was our enemy and that the Project was conducted on that basis. I didn't go along with the attitude of the country as a whole that Russia was a gallant ally. I always had suspicions and the project was conducted on that basis. Of course, that was so reported to the President." https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=mdp.39015001322778&view=1up&seq=11
[70] Dwight D. Eisenhower, Mandate for Change, 1953-1956, Garden City, NY, Doubleday, 1963, pp. 312-313 ("I voiced to him my grave misgivings, first on the basis of my belief that Japan was already defeated and that dropping the bomb was completely unnecessary, and secondly because I thought that our country should avoid shocking world opinion by the use of a weapon whose employment was, I thought, no longer mandatory as a measure to save American lives. It was my belief that Japan was, at that very moment, seeking some way to surrender with a minim loss of 'face'"), cit. en Alperovitz, The Decision [...], p. 355. Coincidían de un modo u otro con la opinión de Eisenhower muchos otros militares con mando en las operaciones bélicas o con cargos político-militares, empezando por el general Douglas MacArthur, comandante de las fuerzas aliadas en el Pacífico, que no fue consultado sobre la decisión de los bombardeos atómicos y fue informado cuando eran ya inminentes. Entre los que expresaron convicciones críticas puede mencionarse a William D. Leahy, que presidió el Estado Mayor conjunto, James Forrestal, Chester Nimitz y el ya mencionado Ralph Bard, de la armada, y Henry Arnold y Curtis Lemay, de la fuerza aérea.
[71] Ya citado: Gar Alperovitz, The Decision to Use the Atomic Bomb, Londres, HarperCollins, 1995.
[72] Sobre los seis millones Tony Snow, "Sanitizing the Flight of the Enola Gay", USA Today, 1/8/1994, mencionado en Lifton y Mitchell, Hiroshima in America [...], cit., p. 286. Sobre la exposición, esa misma obra, pp. 264-297, y especialmente Susan Neiman, “Forgetting Hiroshima, Remembering Auschwitz: Tales of Two Exhibits”, Thesis Eleven, 129 (2015), pp. 7-26.
[73] Antony Beevor, The Second World War, Londres, Phoenix Paperbacks ebook, 2014, señala que, aparte de la finalidad de terminar la guerra, "Other considerations, most notably the temptation of demonstrating US power to a Soviet Union then ruthlessly imposing its will in central Europe, played an influential, although not decisive, part." El mismo pasaje en la edición francesa del libro, La seconde Guerre Mondiale, trad. de Raymond Clarinard, París, France Loisirs, 2012, p. 937. Hay traducción española, La Segunda Guerra Mundial, trad. de Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda, Barcelona, Pasado y Presente, 2014.
[74] Valga como ejemplo el episodio Hiroshima, de la BBC History of World War II, guión y dirección de Paul Wilmshurst, 2005, redifundido el 2 de agosto de 2020 en versión alemana por la cadena de televisión pública ZDF.
[75] Campbell Craig, "The Atom Bomb as Policy Maker [...]", 2020, pp. 19-33.
[76] Racing the Enemy. Stalin, Truman, and the Surrender of Japan, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 2005, especialment pp. 5 y 295-296. Igualmente "The Atomic Bombs and the Soviet Invasion: What Drove Japan's Decision to Surrender?", The Asia-Pacific Journal, 5, n.º 8 (1/8/2007), pp. 1-31. https://apjjf.org/-tsuyoshi-hasegawa/2501/article.html, y "Were the Atomic Bombings of Hiroshima and Nagasaki Justified?", 2009, ya citado.
[77] The Bomb (The Untold History of the United States. 3) 1997, documental dirigido por Oliver Stone, 58' (https://watchdocumentaries.com/the-untold-history-of-the-united-states/?video_index=2). Oliver Stone y Peter Kuznick, La historia silenciada de Estados Unidos, trad. de Amadeo Diéguez Rodríguez, La Esfera de los Libros, 2015. Otro documental moderadamente crítico, de 1995, se debe a un célebre presentador televisivo norteamericano-canadiense, Peter Jennings: Hiroshima. Why the Bomb was Dropped, 69' (https://www.youtube.com/watch?v=9-WnLNLe3sk).
[78] David Holloway, Stalin and the Bomb: The Soviet Union and Atomic Energy, 1939-1956, New Haven, Yale University Press, 1994, p. 129.
[79] No deben desdeñarse los esfuerzos que a lo largo de los años han permitido entre otras cosas reducir los ensayos nucleares, después de prohibirlos parcialmente en la atmósfera y en el mar (por un tratado de 1963), reducir también los arsenales atómicos (de las más de 60.000 cabezas nucleares que llegaron a acumular principalmente los Estados Unidos y la URSS hacia 1986 hasta las poco más de 13.000 actuales) y mejorar la comunicación para limitar los riesgos en situaciones de crisis, pero la competición y el gasto bélicos, con todo lo que significan para las relaciones internacionales, las economías, los recursos naturales y el medio ambiente en general, siguen su camino por diversas vías.
[80] Por lo que se refiere a los costes económicos, Lorah Steichen y Lindsay Koshgarian, No Warming, No War. How Militarism Fuels the Climate Crisis—and Vice Versa, National Priorities Project-Institute for Policy Studies, abril de 2020, https://ips-dc.org/wp-content/uploads/2020/04/No-Warming-No-War-Climate-Militarism-Primer.pdf, p. 26, indican por ejemplo que el 62% del gasto del ministerio de Energía de Estados Unidos en 2020 se destina al armamento nuclear.
20/9/2020
Nico Hirtt
Escuela digital y clase inversa: dos virus troyanos del liberalismo escolar
Una amplia coalición de autoproclamados expertos, pedagogos aventureros y economistas biempensantes han aprovechado la crisis del coronavirus y el subsiguiente cierre de las escuelas para avanzar dos piezas maestras del liberalismo en el tablero de los debates escolares. A saber, la escuela digital y la "clase inversa”. En este artículo analizamos estas dos estrategias desde tres ángulos: el de la transmisión del saber, el de las desigualdades escolares y el del contexto económico que subyace en esta ofensiva. Este artículo es una versión ligeramente reelaborada de una videoconferencia llevada a cabo por el autor el 30 de junio de 2020, a iniciativa del Partido de la Izquierda Europea.
* * *
Sobre el terreno, el confinamiento resultante de la COVID-19 ha permitido a los profesores constatar, en su gran mayoría, lo que presentían desde hace tiempo: la enseñanza a distancia y el autoaprendizaje a domicilio, especialmente vía tecnologías digitales de comunicación, no pueden ser, en el mejor de los casos, más que un último recurso impuesto por unas circunstancias excepcionales o un complemento ocasional de la enseñanza "presencial". A la hora de la verdad, los inmensos y voluntariosos esfuerzos realizados por muchos de ellos por mantener una relación pedagógica con sus alumnos, ya sea por correo electrónico, por videoconferencia o por medio de una plataforma dedicada al e-learning, no han evitado la ruptura del vínculo social, la avalancha de abandonos ni la agudización de las desigualdades sociales.
Según los partidarios de la escuela digital, la responsabilidad de este triste balance debería buscarse en la falta de recursos informáticos a disposición de los centros y en el déficit de formación en el uso correcto de estas tecnologías por parte de los docentes. Para estos defensores de una pretendida "modernidad educativa", era necesario aprovechar al máximo la crisis para "velar por que todas las escuelas participen en un movimiento general de transformación pedagógica hacia una enseñanza a distancia de calidad" [1]. Parafraseando a Enrique IV, prometen que, Dios mediante, velarán por que no haya ni un hijo de obrero en nuestra escuela capitalista sin PC o tablet sobre su pupitre [2].
Clase inversa
El confinamiento también ha dado un estímulo a otra doctrina de moda: la de la "clase inversa" o "pedagogía inversa". ¿Otra? En realidad no, pues parece haberse desarrollado una simbiosis natural entre esta pedagogía y las estrategias de digitalización de la enseñanza.
El principio de la clase inversa se basa en la idea de que sería inútil perder el tiempo en clase transmitiendo saberes teóricos: esto podría hacerse fácilmente en casa, a través de un vídeo, un curso grabado al que acceder en línea, un curso programado, etc. Así, el tiempo de presencia en clase se utilizaría para preguntar, profundizar y movilizar los saberes que el estudiante habría estudiado previamente por su cuenta en su casa, probablemente frente a una pantalla de ordenador o de tablet. Véase la definición que el Servicio del Digital Educativo de la Federación Valonia-Bruselas:
La clase inversa o flipped learning consiste en invertir el concepto tradicional de la clase. La parte magistral del curso se imparte utilizando las TICE [3] (cápsulas de vídeo, lecturas personales, visitas virtuales, podcasts...). El descubrimiento y el aprendizaje de los saberes se hacen fuera del aula, al ritmo del alumno, mientras que el tiempo de clase se consagra a las actividades de aprendizaje activas, a los debates y a las discusiones. Puede decirse, por lo tanto, que la parte transmisora de la enseñanza se lleva a cabo a distancia, fuera de las paredes del aula, mientras que la parte “aprendizaje” basada en las actividades, interacciones e intercambios con el enseñante, los otros alumnos, se lleva a cabo presencialmente, en clase [4].
Estas pretensiones de la "pedagogía inversa" revelan un doble error —¿o una doble mentira?—. Por una parte, vehiculan una visión caricaturizada del "concepto tradicional de clase". Pero, por otra parte, pretendiendo distanciarse de este concepto tradicional, en realidad lo llevan paradójicamente a su forma más extrema.
Según el autor del texto anterior, el docente "tradicional" se limitaría, en clase, a recitar conocimientos teóricos frente a unos alumnos dedicados a escuchar y grabar pasivamente su mensaje. Sin duda, no es posible excluir que existan algunos maestros o profesores que actúen de semejante forma. Pero entre nuestros colegas —y entre los profesores que tuve el placer de sufrir hace más de medio siglo— la mayor parte no se ajusta a esta descripción despectiva. La "parte transmisora" de sus cursos, en realidad, no solo está hecha de... ¡transmisión! Incluso durante las sesiones de trabajo calificadas de "magistrales" o "ex cátedra”, introducen pausas en la "transmisión", preguntan a sus alumnos, los invitan a expresar sus dudas o su asombro, se aseguran de que hayan comprendido bien, suscitan su curiosidad a través de pequeñas digresiones reales o simuladas; alternan explicaciones con preguntas, pruebas, diálogos, pequeños problemas; fomentan intercambios con los alumnos y entre los alumnos, leen su perplejidad o su incomprensión en sus miradas.
En cambio, tanto en la clase inversa como en la escuela digital, es decir, cuando "la parte transmisora de la enseñanza se realiza a distancia", esta se reduce efectivamente a una escucha pasiva, por parte del estudiante, de un discurso pregrabado. La comunicación en sentido único, que algunos creen necesario denunciar en lo que ellos llaman "educación tradicional" se materializa, en realidad y de la manera más radical, en su propio proyecto. Bastaría, dicen, con “acotar bien los objetivos de la lección", tras lo cual no habría más que "elegir la forma de trabajo fuera del aula: videoclips, documentales, visitas virtuales a lugares o museos, audiolibros, podcasts, libros, artículos [...] vídeos existentes o vídeos producidos por el enseñante” [5].
Teoría y práctica
En realidad, la pedagogía inversa, así como la pedagogía llamada de "enfoque por competencias”, comparten con la pedagogía "tradicional" —al menos en la acepción caricaturesca que ellos difunden— una misma visión reduccionista de la relación entre teoría y práctica. Según estas tres concepciones, el saber teórico sería una vulgar "información", y bastaría con oírla de boca de un profesor, leerla en la Wikipedia o descubrirla en C’est pas sorcier [6] para poder asimilarla. A continuación, no se habría más que utilizar este saber en ejercicios y problemas, que se hacen a domicilio en la visión llamada "tradicional" o en clase en la concepción "inversa". En el enfoque por competencias, se plantea primero el problema ("definición del contexto"), antes de mandar a los alumnos a visionar un vídeo o buscar en la Wikipedia los elementos teóricos que les faltan para resolverlo. Tanto en un caso como en el otro, se afirma que la teoría solo toma sentido en la medida en que está al servicio de la práctica.
Ahora bien, ya sea en el plano pedagógico o en el epistemológico —es decir, en la producción y validación del saber—, la relación entre teoría y práctica es en realidad mucho más compleja. En el proceso de desarrollo de los conocimientos, la práctica está primero en el origen de conocimientos "empíricos", es decir, simplemente factuales: al andar, el senderista descubre un vado que le permite cruzar un río; al jugar, el niño descubre que el sonajero cae al suelo cuando lo suelta; al investigar o trabajar en barrios populares, Marx y Engels descubren las condiciones de vida de la clase obrera...
Pero a base de prácticas recurrentes y de acumulación de conocimientos empíricos, estos suscitarán interrogantes cuya respuesta depende de la teoría, es decir, de una representación abstracta que intente aportar una respuesta universal a preguntas específicas: ¿cómo encontrar más rápidamente un vado?; ¿qué ley general describe la caída de los cuerpos?; ¿por qué la clase obrera se empobreció en el siglo XIX, a pesar del formidable progreso técnico de la mecanización?
Las respuestas a tales preguntas son teorías. Son el producto de un proceso de construcción abstracta, que puede comportar etapas de generalización, de deducción, de conceptualización, de inducción... Por ejemplo, se puede formular la idea según la cual los vados se encontrarían allí donde los ríos se ensanchan; que los cuerpos caerán más rápido cuanto más pesan; que las máquinas, al aumentar la productividad del trabajo, deberían acabar por enriquecer a todos.
Pero la teoría se confronta entonces con la práctica, con la observación, generando choques, contradicciones que a veces requieren una revisión de las concepciones existentes: para encontrar un vado, es necesario que el río se ensanche, pero también que la corriente sea rápida, porque en caso contrario podría tratarse de un lago; en ausencia de fricción del aire, o cuando esta es insignificante, todos los cuerpos caen siguiendo el mismo movimiento uniformemente acelerado, independientemente de su masa; al remplazar el trabajo complejo por trabajo simple y repetitivo y al romper las antiguas relaciones sociales que ligaban al obrero cualificado con su patrón, la mecanización permitió a los capitalistas del siglo XIX aumentar la explotación de la clase obrera, provocando su empobrecimiento y no su enriquecimiento.
Así, la práctica no es solo la meta del conocimiento teórico. Es también la fuente de interrogantes a los cuales la teoría está llamada a responder. Origina, además, los saberes empíricos cuya acumulación acaba por engendrar saberes "teóricos", abstractos. Produce observaciones que ponen en cuestión totalmente o en parte las teorías existentes y nos obligan a revisar nuestras concepciones. Finalmente, la práctica es el criterio último y único de validez del conocimiento teórico.
Añadamos a todo esto que las teorías existentes pueden a su vez engendrar nuevas teorías. Los matemáticos hacen otras cosas desde hace siglos y siglos; la representación teórica de la acción de la fricción del aire junto con la del movimiento acelerado por la gravedad permite construir una teoría más correcta de la caída de los cuerpos; el análisis marxista de la explotación obrera en el siglo XIX, combinado con el estudio del impacto de las tecnologías de la información y de la comunicación en el trabajo en el siglo XXI, permiten aprehender mejor la naturaleza actual de esta explotación... y su efecto indirecto sobre las políticas educativas, como veremos más adelante.
Todo este proceso de construcción del saber es el que el buen enseñante va a esforzarse por reproducir con sus alumnos. Ello no implica necesariamente pedagogías llamadas "activas", y mucho menos que el enseñante se esfume y olvide su papel de maestro y de transmisor de saberes explícitos. En cambio, requiere que se asegure un vaivén incesante entre teoría y práctica, esa confrontación reiterada de las concepciones del alumno con la observación y/o con otras teorías. En pocas palabras, supone una interacción profesor-alumno que constituye el alma de la relación pedagógica. Y es justamente de esta relación, de esta interacción, de lo que la escuela digital pretende prescindir; y lo que la clase inversa pretende relegar al día siguiente, cuando dicha relación debe, precisamente, ser concomitante con la transmisión del saber: pues es la transmisión real y eficaz del saber.
Entendámonos. Existen vídeos educativos apasionantes. Existen cursos en línea admirablemente bien construidos. Y, ciertamente, no está contraindicado llevar poco a poco a los alumnos a ejercitarse en el uso autónomo de nuevas teorías. El peligro no está en el uso ocasional de herramientas digitales o de los principios de la clase inversa, sino en erigirlos en principio pedagógico, de sistema. Porque entonces ya no estamos en el aprendizaje de la autonomía, sino en el abandono de nuestra misión pedagógica o, al menos, de lo más arduo y preciado de ella: construir saber.
¿De dónde proviene la desigualdad social escolar?
Ciertas críticas a la escuela digital se focalizan en el hecho de que el acceso socialmente desigual a los ordenadores generaría desigualdad de oportunidades en el aprendizaje. Y, desde luego, no se equivocan. En las familias en que cada niño disponía de su ordenador personal, ha sido indudablemente más fácil seguir las instrucciones de aprendizaje a distancia durante el confinamiento que en las familias en las que padres e hijos debían compartir un solo equipo o, a fortiori, en aquellas que no disponían de conexión ni PC o tablet alguna.
Sin embargo, si solo se tratara de eso, bastaría con dotar a todos los niños con un ordenador ad hoc y una conexión a la red. Pero esto sería pasar por alto otros factores generadores de inequidad [7], más importantes que el acceso al hardware y cuyo efecto se ve exacerbado por la escuela digital o por la pedagogía inversa.
Para empezar, las condiciones materiales para un trabajo de estudio autónomo a domicilio son evidentemente muy desiguales. Algunos niños disponen de una habitación individual para trabajar con calma, otros tienen que instalarse en la mesa de un espacio común, compartida con hermanos, hermanas, padres.
Por otra parte, ciertos niños pueden recurrir con mayor facilidad o eficacia a un adulto para que les ayude con el estudio a domicilio. Cuando la institución escolar abandona su rol esencial, a saber, la transmisión activa de saberes mediante esa relación pedagógica de la que hablé anteriormente, entonces, más que nunca, solo salen adelante en la escuela quienes encuentran fuera de la escuela el marco individualizado, el apoyo, la atención, las respuestas a sus preguntas... que todo niño necesita para lograr salir adelante. Es un error garrafal esperar reducir las desigualdades reemplazando los deberes por el estudio individual de la teoría: la asistencia de un adulto competente es, como mínimo, igual de indispensable para guiar y acompañar al alumno en el dominio conceptual de nuevas nociones que para su puesta en práctica.
Finalmente, los niños no gozan de forma "natural" de una relación positiva con el saber escolar ni, por ende, con las exigencias de disciplina, de rigor y de esfuerzo que exige el trabajo a domicilio, así sea ante una pantalla de ordenador. Algunos han asimilado plenamente el hecho de que el éxito escolar es el camino "normal" en su entorno; la vía obligada para convertirse en ingeniero, médico, abogado, profesor... como papá o mamá. Pero entre los hijos del pueblo, que no albergan a menudo tales ambiciones profesionales, la relación con la escuela y los saberes debe construirse día a día, hora a hora, en un diálogo constante entre el profesor y los alumnos. A la eterna pregunta: "¿de qué me sirve aprender física e historia para trabajar en McDonald’s?", hay que responder multiplicando las alusiones a la actualidad, a la vida social, a los grandes problemas ambientales y sociales que les preocupan (o para que empiecen a preocuparse por ellos...). Se trata de aprovechar las oportunidades que se presentan, no antes o después de la "transmisión" del saber, sino precisamente a lo largo de este trabajo, en el momento en que emerge una cuestión interesante o en el momento en que uno observa que la atención se relaja.
Está de moda la reducción del tiempo en la escuela: jornadas de clases más cortas, periodos de 45 minutos en lugar de 50, horas de clase suprimidas en favor del "trabajo interdisciplinario", de la "coordinación pedagógica" o de formaciones de utilidad no siempre muy convincente. Esta moda puede verse aún más reforzada si las doctrinas de la "clase inversa" y de la escuela digital continúan su penetración. Sin duda, esto les viene bastante bien a los niños de clases altas y medias, que pueden así disfrutar de un ritmo de vida más confortable, mientras se benefician en casa de la ayuda, el seguimiento y el apoyo lúcido del que se les habrá privado en la escuela. Pero para los niños de las clases populares, una escolaridad ambiciosa y exitosa supone la elección contraria: ¡más escuela!, ¡más tiempo en la escuela! Y también una escuela abierta después de clase, durante el fin de semana y las vacaciones.
Al servicio de los mercados
Para comprender el éxito —a menos, mediático— de la escuela digital y de la clase inversa, no hay pues que buscar en el campo de la pedagogía. La verdad es que estas doctrinas llegan en el momento preciso para responder a las nuevas expectativas educativas del capitalismo.
Socavado por las sobrecapacidades de producción, el sistema económico mundial, jadeante, tiene dificultades para encontrar nuevas oportunidades de crecimiento. Esto genera, de entrada, un excedente de capital y, por consiguiente, una búsqueda de nuevos mercados en la cual la educación aparece como objetivo privilegiado. De ahí una primera explicación, muy elemental, del discurso sobre el "indispensable viraje digital" de la escuela anhelada por las empresas Gafam [8].
Por otra parte, la exacerbación de la competición económica y la tensión permanente que el contexto económico impone a las finanzas públicas se conjugan para crear un entorno en el que la escuela es conminada a reducir sus costes —o, al menos, a detener su crecimiento— y a concentrarse en sus "prioridades", a saber, sus misiones al servicio de la economía. Ahora bien, las expectativas educativas del mundo económico también han cambiado, especialmente bajo la presión de las mutaciones en el mundo laboral.
Desarrollemos este punto.
La inestabilidad económica junto con el ritmo acelerado de la innovación tecnológica reduce cada vez más el horizonte de previsibilidad de los mercados, de las relaciones técnicas de producción y, por lo tanto, de las necesidades de mano de obra y de capacitaciones. Por ello la adaptabilidad y la flexibilidad de los trabajadores son consideradas, ahora ya, más importantes que sus cualificaciones. Es necesario, dice el Consejo de Ministros europeos, "preparar a los ciudadanos para que sean aprendices motivados y autónomos [...] capaces de interpretar las exigencias de un mercado laboral precario, en el que los empleos ya no duran toda una vida". Deben "hacerse cargo de su formación a fin de mantener sus competencias al día y de preservar su valor en el mercado laboral" [9].
Otra consecuencia: la ampliación, o sea, la polarización de los niveles de formación requeridos por el mercado de trabajo. Para los muchos empleos denominados "poco cualificados", cuyo volumen crece explosivamente en los sectores de servicios —venta en mostrador, recepción de clientes, trabajadores de fast food, operadores de call centers, repartidores, empaquetadores...—, el bagaje intelectual esperado se reduce a una exigencia de adaptabilidad y a algunas "competencias básicas": comprensión lectora, comunicación elemental en una o dos lenguas extranjeras, algunas nociones de matemáticas, de ciencias y de tecnología, una buena dosis de fluidez para desenvolverse en el ámbito digital, así como algunas habilidades relacionales y sociales. La OCDE es clara: “No todos proseguirán una carrera en el dinámico sector de la ‘nueva economía’. De hecho, la mayoría no lo hará, de modo que los planes de estudios escolares no pueden concebirse como si todos debieran llegar lejos” [10].
Las "escuelas", concluye el servicio europeo Eurydice, se ven, pues, "obligadas a limitarse a dotar a los alumnos de las bases que les permitirán desarrollar sus conocimientos por sí mismos" [11].
Las facciones más poderosas del capital —las empresas tecnológicas punteras y las multinacionales del sector servicios— exigen que la escuela común se concentre en esta doble misión: flexibilidad y competencias básicas universales. Que lo haga bien pero que no intente ir más lejos. Hay que garantizar que cada cual alcance un nivel conveniente en las bases comunes a todos los empleos, que cada cual haya aprendido a apañárselas por sí mismo frente a informaciones o conocimientos nuevos. Pues a partir del momento en que son compartidas por todo el mundo, estas competencias ya no tienen que ser reconocidas como cualificaciones en el mercado de trabajo y pueden, pues, ser exigidas a los trabajadores pagados como "no cualificados". Por el contrario, es inútil, desde el punto de vista este capital, apuntar a una escolaridad común más ambiciosa. No son necesarias ni grandes teorías ni literatura clásica, no es necesario profundizar en la historia o las ciencias, no es necesaria una amplia formación politécnica o humanista: todo eso se enseñará escasamente, en función de las exigencias necesarias para los empleos que requieran un nivel más alto de cualificación.
Al promover la individualización de los aprendizajes y al atribuir más tiempo e importancia a la capacidad de usar los saberes (competencias) que a su dominio conceptual (teoría), la terna escuela digital, pedagogía inversa y enfoque por competencias responde perfectamente a estas exigencias de reducción de costes, de flexibilidad y de reorientación hacia las necesidades de la economía.
Contradicciones
Hoy, esta visión de la enseñanza es promovida por grandes instancias internacionales, como la OCDE, el Banco Mundial o la Comisión Europea, pero también por consultoras poderosas como el grupo McKinsey. Frecuentemente se justifica en nombre de una pretendida "modernidad" y de un simulacro de "equidad". Sus promotores se declaran generalmente favorables a la organización de un tronco común de enseñanza hasta los 15 o 16 años, centrado en las competencias básicas y el aprendizaje autónomo. Ello permite conciliar la consecución de sus objetivos educativos mínimos, requeridos para todos los ciudadanos, trabajadores y consumidores, con la voluntad de limitar su coste. Los años de estudio siguientes se dedicarán a itinerarios diferenciados y claramente jerarquizados. Esta concepción ya está ampliamente implementada en la mayoría de los países más avanzados. En la Bélgica francófona, se corresponde bastante bien con los propósitos del Pacte d’excellence.
Sin embargo, esta visión tropieza con contradicciones internas, incluso en el seno de las clases sociales dominantes.
Una parte de la patronal nutre, en realidad, expectativas algo diferentes en materia de formación inicial de la mano de obra. Los empresarios de sectores más tradicionales, como el de la construcción o el de las construcciones metálicas, se quejan desde hace tiempo de que no encuentran suficientes trabajadores cualificados: albañiles, electricistas, soldadores... Frecuentemente, sus recriminaciones reflejan menos una escasez real que un hándicap competitivo en relación a los sectores que pueden contentarse con reclutar trabajadores "no cualificados" (es decir, flexibles y con "multicompetencias básicas"). Pero la contradicción entre estas expectativas minoritarias y el discurso dominante es muy real; unos abogan por una orientación rápida de los alumnos más "motivados" hacia sectores técnicos o profesionales, los otros preconizan un tronco común más largo para garantizar el acceso universal a las competencias básicas.
Otra contradicción, más sutil todavía, opone los intereses colectivos de la burguesía a las expectativas particulares de las familias burguesas. En tanto que poseedoras de carteras de acciones, estas están objetivamente interesadas en respaldar la política educativa dominante, descrita anteriormente: un tronco común minimalista, con miras a la adquisición por todos de las competencias básicas y de una buena adaptabilidad, preferiblemente al menor coste, y por tanto sin repeticiones, recurriendo a lo digital, reduciendo el volumen de horas de clase, etc. Pero en tanto que familias, en tanto que padres de hijos que serán mañana competidores en el mercado laboral, intentan también privilegiar a su propia descendencia y, por lo tanto, respaldan sistemas educativos que favorecen la segregación social (y académica) en beneficio de las élites, en particular mediante una ramificación precoz y un libre mercado escolar.
Esta oposición se traduce en políticas que parecen a veces poco coherentes por parte de los partidos políticos. Se observa que, grosso modo, las formaciones socialdemócratas defienden más bien las posiciones colectivas del gran capital, mientras que los partidos tradicionales de derechas, que cuentan con más electores entre las familias burguesas y los pequeños empresarios, más bien le tienen apego a la selección y a la "libertad" de enseñanza. Igualmente se puede observar una alianza objetiva entre el capital y ciertas capas de la pequeña burguesía intelectual de izquierdas —base importante de reclutamiento de los partidos socialdemócratas—, que tienden a veces a asimilar las exigencias de "rigor", de "disciplina" o de "esfuerzo" en la educación a formas de opresión o a factores generadores de desigualdades. La verdadera naturaleza de clase de tales posturas radica, evidentemente, en que los propios hijos de las familias de intelectuales pequeñoburguesas necesitan menos que el resto a la escuela para instruirse y desarrollarse. Para ellos, la escuela inversa, la escuela digital, todo eso bien podría funcionar. Y, desgraciadamente, resulta que los enseñantes y los pedagogos también forman parte de esa clase social y, de este modo, padecen a menudo de la misma ceguera...
¿Y el pueblo, a todo esto?
Para los hijos del pueblo y sus padres, el problema se plantea de manera completamente diferente. Ciertamente, desde un punto de vista individual, lo que esperan de la escuela es que les asegure el acceso al empleo, que les aporte una formación que optimice su competitividad en el mercado de trabajo. Así, se podría ver en ello cierta convergencia con las expectativas del capital.
Sin embargo, los intereses objetivos y colectivos de las clases populares son diametralmente opuestos. La crisis COVID ha mostrado hasta qué punto las relaciones de producción actuales, de las que dichas clases son las primeras víctimas, son superadas por la amplitud de los desafíos sanitarios, ambientales, culturales, económicos y sociales de las sociedades modernas. Mal utilizado, sin planificación, pues se encuentra enmarcado en el capitalismo, el progreso técnico genera más problemas de los que puede resolver. Como miembros de una clase social explotada, que nada tiene que ganar con la salvaguardia del capitalismo, los hijos del pueblo deberían ser los portadores de los intereses a medio y largo plazo de una humanidad que debe deshacerse urgentemente de relaciones económicas y sociales colectivamente suicidas.
Conducir las clases populares a hacer pasar esta tarea histórica, estos intereses colectivos, por delante de sus intereses particulares, cortoplacistas, en la competición por el empleo, requiere un enorme trabajo de educación. Y además, sobre todo, en el combate por cambiar el mundo, el conocimiento es un arma cada vez más importante. Comprender la economía, comprender la historia, comprender las ciencias y las técnicas, dominar múltiples formas de expresión y lenguajes, de la forma escrita literaria a las matemáticas, del discurso oral a la expresión corporal... Eso es lo que necesitan hoy las clases explotadas, objetivamente, para comprender el mundo y para cambiarlo. Porque nadie más lo hará por ellas.
Ahora bien, resulta que los hijos del pueblo no disponen hoy más que de un único medio y un único lugar para aprender todo esto: la relación privilegiada y viva con un enseñante debidamente formado, en el seno de esa instancia pública, dispensadora de instrucción, formación y educación, que llamamos “escuela”.
Notas
[1] Jean Hhindriks y John Rizzo, miembros del Institut Itinera, La Libre Belgique, 20 de marzo de 2020.
[2] Se atribuye a Enrique IV esta promesa: “Si Dios me da vida, haré que a ningún labrador de mi reino le falte los medios para poner una gallina en su cocido los domingos”.
[3] Acrónimo de Tecnologías de la Información y la Comunicación para la Educación.
[4] Hedwige D’Hoine, dossier TICE, “La classe inversée : historique, principe et possibilités”, enseignement.be, 2017.
[5] Ibíd.
[6] “No es brujería”. Se trata de un conocido programa de divulgación científica para niños de la televisión francesa. (N de la t.)
[7] Aquí me limito a evocar la dimensión pedagógica de las desigualdades sociales. Estos factores son los que producen desigualdad durante los aprendizajes. Además, los factores estructurales —orientación, mercado escolar— vienen a multiplicar estas desigualdades mediante segregaciones sociales y académicas que hemos descrito ampliamente en otros lugares.
[8] Acrónimo de los gigantes de internet: Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft.
[9] Consejo Europeo (2012b), “Conclusiones del Consejo del 26 de noviembre de 2012 sobre la educación y la formación en el contexto de la estrategia Europa 2020. La contribución a la educación y la formación a la recuperación económica, al crecimiento y al empleo”.
[10] OCDE (2001), L’école de demain. Quel avenir pour nos écoles?
[11] Unidad Eurydice de la Comisión Europea (1997).
[Nico Hirtt es un profesor y sindicalista belga, fundador del movimiento Appel pour une École Démocratique. Su última publicación es el libro El menosprecio del conocimiento, con R. Cañadell y A. Corominas, Icaria, 2020. Traducción de Vera Sacristán.]
7/2020
Antonio Antón
Por una teoría social crítica
Introducción
Desde una perspectiva transformadora hay dos aspectos fundamentales en los que profundizar y, específicamente, explicar su interacción para promover un cambio social progresivo o alternativo: avanzar en una teoría social crítica y definir e implementar los proyectos y las estrategias de progreso, por un modelo social y democrático avanzado.
En los últimos años, en diferentes medios se ha ido analizando el declive de la socialdemocracia española y europea, el agotamiento de la llamada tercera vía o nuevo centro, así como sus dificultades para desarrollar un discurso y una política económica y social diferenciada de las derechas hegemónicas y conseguir los suficientes apoyos sociales para un proyecto transformador progresista.
El nuevo sanchismo no tiene un pensamiento social definido, diferenciado del liberalismo social, o una estrategia y un modelo social, democratizador y plurinacional claro de sociedad y de país (de países) para garantizar a medio plazo una transformación de progreso. Lo defino como un vacío teórico socialista, relleno de tacticismo coyuntural tras el interés de su hegemonismo en el control del poder institucional. No obstante, en el equipo económico del Gobierno de coalición predomina el liberalismo económico o, si se quiere, el socioliberalismo. Es, por tanto, pertinente un estudio en profundidad de la interpretación liberal de la cuestión social y sus implicaciones estratégicas para las políticas públicas y el Estado de bienestar y elaborar una teoría social alternativa.
Al mismo tiempo, en esta década, se ha ido consolidando una corriente social crítica y una importante movilización ciudadana, un nuevo campo sociopolítico, electoral e institucional que puede favorecer la constitución de un bloque social y político alternativo y diferenciado del Partido socialista, cuya consolidación necesita nuevos discursos, liderazgos y estructuras organizativas. Su representación política son las llamadas fuerzas del cambio de progreso, en particular Unidas Podemos y sus confluencias.
Pues bien, en términos políticos hay un acuerdo básico de mutua necesidad y conveniencia de ambas formaciones progresistas o de izquierda frente al acoso de las derechas y de respuesta a los dos grandes retos de la sociedad española: por un lado, una salida de progreso a la crisis socioeconómica, la grave desigualdad social, la precarización laboral y las insuficiencias del Estado de bienestar; por otro lado, una democratización institucional, incluido el imprescindible encauzamiento de la plurinacionalidad y el conflicto catalán. Además, contando con el fuerte impacto de la crisis sanitaria, de cuidados y económica por la pandemia, se acumulan otros factores de crisis, como la medioambiental, la desigualdad de género, la construcción europea, los conflictos geopolíticos o la convivencia intercultural y la inmigración.
De la capacidad transformadora y la consolidación de este gobierno progresista de coalición, su orientación estratégica y sus vínculos con una amplia base progresista, va a depender el futuro del país. No entro en ello. Solamente sitúo un marco básico de la encrucijada política del cambio de progreso para poner el énfasis en los elementos teóricos que predominan en las élites dirigentes, fundamentalmente del ámbito socialista, condicionan sus análisis, discursos y estrategias y constituyen un foco de conflicto en el Gobierno de coalición. Por otra parte, tengo en cuenta el sustrato cultural o político-ideológico en las bases sociales de progreso, mayoritariamente de izquierdas y progresistas, detalladas en otro estudio (Ver primera parte y segunda parte).
Se trata de aportar algunos elementos de reflexión para elaborar un pensamiento social crítico, superador de los esquemas liberales, las inercias deterministas o esencialistas y los enfoques posestructuralistas, predominantes en muchos ámbitos progresistas. Una amplia valoración la he tratado en tres libros recientes: Movimiento social y cambio político. Nuevos discursos (UOC, 2015), Clase, nación y populismo (Dyskolo, 2019) e Identidades feministas y teoría crítica (Dyskolo, 2020).
Parto, por tanto, desde la tradición de la teoría crítica, superadora a mi modo de ver del bloqueo producido por la prevalencia y la polarización entre dichas corrientes. Solo cito dos autores, especialistas en movimientos sociales en el marco más general del cambio social: E. P. Thompson y Ch. Tilly.
Un pensamiento crítico se distingue por estos tres rasgos fundamentales: realismo analítico (objetividad y procedimientos científicos), finalidad transformadora (ética y sociopolítica) y función identificadora (cohesionadora y legitimadora) para la formación de un actor o sujeto colectivo. Los tres están en tensión, en una interacción compleja respecto de las prioridades y necesidades de la acción colectiva. No se pueden valorar en abstracto, cada uno tiene sus propias reglas y su integración es difícil.
Existe la dificultad para mantener el rigor (principios, valores y procedimientos) de la ciencia y evitar su subordinación al poder, neoliberal o liberal, así como es necesario defender su autonomía y su papel. Aunque sea difícil la neutralidad de la llamada ciencia, especialmente, en las ciencias sociales, hay que reafirmarse en el valor de la ciencia (auténtica) y desenmascarar la pseudociencia, con el irracionalismo y el subjetivismo. Después es cuando viene la complejidad de su relación con el comportamiento social y los intereses materiales de la gente, así como con la psicología, la ética y las teorías sociales, más o menos científicas y/o utópicas.
Aquí, de forma complementaria a la crítica al liberalismo realizada en dos artículos recientes, Los fallos del mercado e Insuficiencias del liberalismo, explico un aspecto particular: la importancia de un enfoque y una actividad críticos en el terreno de las ideas, la importancia de la nueva cuestión social y las implicaciones prácticas de la reflexión y el debate críticos.
Son cuestiones ya tratadas hace siete años en mi libro Ciudadanía activa. Opciones sociopolíticas frente a la crisis sistémica (Sequitur, 2013), en el contexto del primer lustro de la protesta social en España (2010/2014). Las he reelaborado ante la experiencia de este segundo lustro (2015/2020) de consolidación de un espacio político-electoral e institucional, democrático, crítico y popular, diferenciado de la socialdemocracia y con responsabilidades gubernamentales compartidas con el Partido Socialista, con los correspondientes desafíos inmediatos para la unidad de su referente político, Unidas Podemos y sus confluencias, así como para la articulación de un amplio bloque alternativo y un cambio real de progreso.
Importancia de un enfoque y una actividad críticos en el terreno de las ideas
Esta sección es una reflexión sobre uno de los temas relevantes para la gente alternativa y de izquierdas: las dificultades para elaborar un pensamiento crítico, con un enfoque social diferenciado del discurso liberal dominante, así como superador de límites y deficiencias de otras corrientes ideológicas, como las ideas postmodernas y populistas o el propio marxismo más determinista.
Se trata de analizar en qué situación estamos la intelectualidad progresista, qué orientación y características tiene la actividad en la esfera de las ideas, qué impacto práctico tiene esa dificultad de menor intensidad y calidad de la teoría social y qué dependencias o eclecticismos se pueden conformar respecto de otros pensamientos dominantes en la sociedad que dificulten el sentido de la realidad y la labor crítica y transformadora.
Al mismo tiempo, se trata de abordar qué contenidos de interés existen en las aportaciones de diversas escuelas de pensamiento, para integrarlos con el conveniente reciclaje. La teoría social depende de la calidad y la influencia de la acción práctica de la izquierda social y política, de los movimientos sociales progresistas, pero también de la actividad específica en el plano de la investigación y el debate científicos.
Existen muchas investigaciones sociales y variada elaboración de ideas ‘parciales’ (y algunas cosmovisiones) en el mundo académico y asociativo, con distintas perspectivas teóricas, así como diferentes combinaciones entre ellas con diversos equilibrios e influencias doctrinales e intereses contrapuestos. La labor de discernimiento crítico es compleja, la valoración de su validez es difícil, y la simple asimilación y adaptación funcional o instrumental con pequeñas correcciones es lo usual. Es la tendencia dominante entre las gentes progresistas y los activistas sociales y políticos. En particular, existen un relativo eclecticismo, con la combinación o suma de ideas de diversas escuelas liberales y postmodernas, y una desideologización respecto de los cuerpos doctrinales más sistemáticos y compactos como el marxismo, del que se conservan algunos aspectos en distintos sectores sociales.
Al mismo tiempo, hay un relativo estancamiento teórico de las ciencias sociales, incluido en el ámbito académico, junto con un enmascaramiento o deformación, mayor o menor, de la realidad. Existe una relativa crisis del pensamiento social, en general, y del pensamiento progresista y de las izquierdas, en particular: social-liberal, socialdemócrata, marxista, anarquista, populista… Respecto de la acción social, hay teorías más deterministas y otras más voluntaristas, y, en otro plano y combinadas con ellas, algunas más inclinadas hacia la armonía y el consenso y otras hacia el conflicto.
Aparte del intento de contrarrevolución conservadora y neoliberal, irracional, idealista y regresiva, las ideas dominantes, más o menos sistemáticas, en ese ámbito de lo social se asientan, sobre todo, en ideologías, ideas y enfoques con sesgos liberales. Se pueden citar tres. 1) El positivismo: infravalorando el sentido de los hechos, su conexión interna y su relación con los procesos y los contextos; 2) el formalismo: relativizando el significado u otros elementos sustantivos de la realidad distintos a las formas o apariencias; 3) el posibilismo, como simple adaptación, embelleciendo o sobrevalorando el peso del poder y las estructuras sociales y desconsiderando la ética progresista, los conflictos sociales y las tendencias de la sociedad por el cambio.
En la izquierda social o la ciudadanía indignada esas ideas confluyen y pugnan con otras tradiciones y culturas básicas, condicionadas y canalizadas a través de la experiencia popular y la ilustración de los distintos medios. Entre ellas se puede destacar, por su relevancia en el comportamiento colectivo, una cultura progresista (ideas, valores o actitudes) de justicia social y equidad (o de derechos civiles, democráticos, sociales y económicos) frente a privilegios, desigualdades y discriminaciones. Todo ello se asienta en distintas posiciones socioeconómicas, de poder y de estatus. Sobre ese substrato, en conciliación y conflicto, hay que intentar elaborar un pensamiento social específico.
Especialmente, la máxima dificultad interpretativa —rigurosa y adecuada— se encuentra respecto de la combinación entre distintos procesos sociales y las apuestas normativas y éticas de cambio social, igualitario y solidario. Y, particularmente, en relación con el papel de los distintos agentes sociales o sociopolíticos, las respuestas del mundo asociativo y las izquierdas sociales y políticas y fuerzas alternativas, y, por el otro lado, los intereses y la legitimación de los poderosos. De todo ello depende la configuración de sujetos sociales y las expectativas ciudadanas de cambio sociopolítico y su orientación.
Un problema particular respecto de la elaboración de ideas, en este plano social, afecta a la conformación de los cimientos organizativos o elementos identitarios de los distintos grupos sociales, a su actividad y su bagaje cultural. La renovación y la adecuación del pensamiento social, así como el debate de ideas condicionan la legitimidad y la operatividad de líneas de actuación, posiciones sociales y liderazgos de las distintas élites sociopolíticas. Muchas veces no estamos solo ante un estricto debate intelectual sino ante diagnósticos, propuestas y actividades expresivas o reformadoras ligadas a la consolidación o no de un proyecto asociativo o político, por lo que hay que acotar y diferenciar planos.
Por todo ello, la discusión teórica se hace más compleja. Es evidente en las actuales polémicas feministas, especialmente sobre la conformación del sujeto, donde convergen ideas esencialistas y deterministas con discursos posmodernos y culturalistas. E, igualmente, en el espacio de las llamadas fuerzas del cambio, Unidas Podemos y sus convergencias, donde confluyen distintas tendencias ideológicas y culturales e intereses de las distintas élites políticas.
Aquí voy a hacer referencia a una temática particular dentro de las ciencias sociales, la llamada cuestión social, dada las nuevas características y la relevancia que tiene y que exige una nueva interpretación. Por tanto, se debe realizar un esfuerzo específico para superar viejos esquemas interpretativos que distorsionan la realidad y profundizar en los nuevos hechos con rigor y objetividad.
Nueva importancia de la cuestión social, inercias y debate interpretativo
En estos años de crisis socioeconómica, y sin que la mayoría social hubiera salido de ella, se han visto incrementadas sus graves consecuencias por la actual crisis sanitaria y económica y, particularmente, se ha ampliado la conciencia cívica de su injusticia. Paralelamente, ha tomado mayor relevancia teórica y sociopolítica el tema ya clásico de la cuestión social. Según las interpretaciones modernizadoras (y postmodernas) estaba superada y desaparecida, aunque siempre ha estado presente; ahora resurge como una realidad grave para la población y la principal preocupación de la ciudadanía.
Presenta, al menos, cinco planos interconectados diferentes a la época anterior de crecimiento económico y ascenso social: 1) la crisis socioeconómica: sus características y consecuencias sociales (paro, desigualdad, empobrecimiento, exclusión social…), junto con la responsabilidad de los poderosos; 2) la gravedad de las políticas regresivas iniciales, todavía no revertidas: recortes sociolaborales y reestructuración del Estado de bienestar; 3) la gestión antisocial de las élites políticas incluido los aparatos socialdemócratas gobernantes; 4) el distanciamiento del poder y su carácter elitista y dependiente de los mercados, respecto de los ciudadanos, o bien el debilitamiento de la calidad democrática de las instituciones, y 5) las respuestas de la sociedad: desafección, indignación/resignación, ciudadanía activa, resistencias…
Las grietas económicas y sociopolíticas producidas, especialmente las brechas internas y entre países, el Norte y el Sur, han supuesto que, ahora, las políticas económicas dominantes en la Unión Europea y, específicamente, su nuevo plan de reconstrucción económica para los próximos años haya tenido que abandonar la rigidez austeritaria y adoptar medidas más expansionistas.
En este tema y sus apartados se están produciendo en el ámbito social y académico distintas discrepancias no sólo analíticas sino de enfoques y prioridades. Es difícil el consenso, o dicho de otra forma, en el mundo asociativo, institucional e intelectual hay pluralidad de posiciones. En una primera aproximación se puede decir que las ideas diversas en este campo específico están condicionadas por dos tipos de rasgos.
Uno es de carácter teórico. Parto de la insuficiencia del marxismo economicista clásico para analizar la sociedad; su crítica es necesaria. También se han quedado viejas las interpretaciones, liberales o modernizadoras y postmodernas, que relativizaban la importancia de la problemática socioeconómica, ante la evidencia y la subjetividad popular de su gravedad. Además, hay que hacer frente a la construcción de una interpretación de esa realidad distorsionada por enfoques liberales dominantes en el poder económico, institucional, mediático y académico, que pretendía minusvalorar esa situación y la conciencia social sobre ella. La tarea intelectual es doblemente necesaria: por un lado, crítica, deconstructiva, de ideas falsas o erróneas; por otro lado, analítica, interpretativa y normativa. Se hace difícil la aprehensión completa de la realidad, y es imprescindible el rigor analítico y la ausencia de prejuicios. Y también hay que evitar la interpretación de las discrepancias o la crítica a otras posiciones por la vía de adjudicarles una intencionalidad o su carácter erróneo por su dependencia de tal o cual prejuicio o adscripción; sería un mal debate.
El resultado, en un entorno social progresista, es una pluralidad de ideas, más o menos consolidadas, que refleja insuficiencias en tres planos: rigor científico en el análisis de los hechos; comprensión y unidad en los enfoques interpretativos, y apertura de miras y talante modesto y autocrítico para aprender y cambiar. La diversidad de opiniones puede ser positiva o simplemente reflejar distintas sensibilidades. En distintos grupos sociales, desde partidos políticos, movimientos sociales y sindicatos hasta el asociacionismo solidario, es preciso convivir con una relativa pluralidad de opiniones.
El problema, a mi modo de ver, es que, en distintos ámbitos, cuesta analizar con rigor algunas realidades nuevas de la sociedad, elaborar ideas apropiadas y, en particular, reconocer la relevancia de la cuestión social y la emergencia de una ciudadanía activa frente a la desigualdad social y el déficit democrático de las instituciones públicas y privadas. Esa dificultad es mayor porque se enfrenta al pensamiento liberal dominante que intenta relativizar y enmascarar esa realidad en una coyuntura crucial para el devenir de la sociedad, el modelo social y la legitimidad de diferentes actores.
La cuestión es que sectores amplios de la propia sociedad han desarrollado, en aspectos concretos relacionados con el sentido de la justicia social, una capacidad crítica y un pensamiento más acertado y, sobre todo, más justo que la mayoría de las élites institucionales y la clase política. Es más, millones de ciudadanos han adoptado posiciones críticas más realistas que, incluso, el aparato socialista y gran parte de la élite académica e investigadora. Eso se ha producido con fenómenos como la desafección hacia el Gobierno socialista de Zapatero o la indignación y la resistencia ciudadanas frente a las consecuencias de la crisis y su gestión regresiva que culminó en un nuevo espacio político, las llamadas fuerzas del cambio.
Dicho de otro modo, parte de la actividad interpretativa en los medios de comunicación ha estado a la zaga de la evolución de la conciencia crítica de sectores relevantes de la propia sociedad o la ciudadanía activa, tanto respecto de la comprensión de aspectos significativos de la realidad cuanto de su transformación. La labor selectiva y crítica se complica. Las dificultades son diversas, pero una de ellas tiene que ver con prejuicios teóricos, liberales y postmodernos, e inercias intelectuales que dificultan el análisis de la realidad para transformarla.
Implicaciones prácticas del esfuerzo reflexivo y crítico (o su ausencia)
Otro rasgo que condiciona las ideas es de carácter práctico y normativo. Aparecen, con otras formas, dos viejos debates sobre la orientación general de las izquierdas o fuerzas alternativas: 1) la importancia de la acción por la igualdad, en todos sus aspectos e incluida la de género, junto con la diferenciación con la pasada gestión liberal o retórica de la socialdemocracia y la reaccionaria de las derechas; 2) las formas organizativas y de acción social y política para propugnar el cambio y la mejora de la sociedad. Y ligado con ello, 3) cuáles son las necesidades y perspectivas teóricas para favorecer una interpretación más rigurosa y realista, que sirvan para mejorar la acción práctica y la conformación de un bloque social progresista y alternativo y, en particular, una configuración más sólida de las propias bases del espacio del cambio de progreso.
Junto con la necesaria crítica a las rigideces doctrinarias, en la conformación cultural de los miembros activos de las organizaciones políticas, sindicales y sociales progresistas, además de la exclusiva investigación empírica rigurosa o la experiencia práctica, cada cual (o por grupos o sensibilidades internas) también recoge ideas o interpretaciones, académicas o de diferentes medios, y se forma su punto de vista, su particular sentido común. Y en ese proceso tiene relevancia su relación interpretativa, analítica, sintética con las ideas más generales del corpus asociativo, la propia capacidad crítica individual, el arraigo social, el compromiso solidario y la actitud psicológica y ética. Esto último, la conformación moral o el compromiso ético con la igualdad y la solidaridad, es fundamental para cimentar un pensamiento crítico con un enfoque social. Pero todavía es insuficiente para garantizarlo.
Gran parte de jóvenes son ahora más ilustrados que la generación anterior. No obstante, entre las personas más activas y solidarias, son necesarios un esfuerzo y una actividad específicamente reflexiva y de debate, teórica y crítica. No es imprescindible participar directamente en investigaciones empíricas o tener un nivel cultural cualificado o académicamente alto, cosa que muchos actuales jóvenes tienen más que muchos mayores cuando éramos jóvenes; pero sí realizar una labor de selección de ideas, tener una opinión más o menos fundada y enmarcarla en un contexto social y una dinámica histórica. Y, particularmente, desarrollarla desde una perspectiva que se puede definir como social y crítica.
No existe una teoría social acabada y menos una ideología como cosmovisión sistematizada que pueda auxiliar a una interpretación realista y rigurosa de la dinámica social. En los activistas sociales y políticos progresivos existen ideas compartidas o comunes con distintas corrientes de pensamiento. Es imprescindible la actividad autocrítica sobre las distintas tradiciones culturales —liberales, socialdemócratas, marxistas, postmodernas, populistas, anarquistas…— que condicionan a las distintas élites asociativas, partidarias o grupos de activistas. Existe una experiencia diferente de las dos cosas en cada generación: la adulta, formada en los años setenta y ochenta; la intermedia, socializada desde los años noventa y primeros dos mil, con relativo ascenso social y de empleo, aunque precario, y la más joven, afectada directamente por las crisis socioeconómicas y la precarización mayoritaria, aunque con otra experiencia sociopolítica frente a las injusticias, incluido el potente y masivo movimiento feminista, y nuevas expectativas de cambio político. Todas ellas se enfrentan a grandes bloqueos estructurales y a la necesidad de una profunda transformación socioeconómica e institucional.
Pero esa labor deconstructiva, aunque se haga bien, es medio camino. El otro medio es el análisis concreto de la situación concreta y la pugna cultural frente a las ideas problemáticas dominantes, sobre todo, las justificaciones liberales, más complejas. En otro sentido, las ideas conservadoras y de ultraderecha, aunque teñidas de liberalismo, tienen mayor rechazo social entre la gente progresista, y hay que hacer hincapié contra ellas para la movilización en su contra. Por otro lado, las ideas izquierdistas aunque con cierta relevancia todavía en algunos círculos, están bastante desacreditadas en la mayoría de la población.
Por tanto, la cuestión a valorar es que el debilitamiento de la dimensión, la profundidad y la unidad de ideas propias, independientes y críticas, en las izquierdas, incluida las alternativas y radicales, así como en distintos movimientos y agrupaciones sociales y políticas progresistas, facilita el relleno con ideas ajenas a esa tradición, heterogéneas entre sí y acríticas y dependientes de otras instituciones y grupos mediáticos. La dificultad para elaborar ideas diferenciadas del discurso liberal dominante y mantener un pensamiento social progresista y democrático facilita la permanencia de una cultura más o menos ecléctica en asuntos clave. Las condiciones de la pugna cultural son muy desiguales.
Estudio y debate sobre los cambios sociopolíticos
En círculos sociales y políticos progresistas perviven retazos esquemáticos y rígidos de viejas ideologías de las izquierdas: socialdemocracia clásica, marxismo, anarquismo… con diversas variables, eclecticismos y combinaciones con ideas postmodernas o populistas. En esas mismas personas y en la mayoría de la opinión pública (publicada) influyen, no obstante, dos corrientes dominantes de pensamiento: liberal-conservadora, y liberal-social.
No existe, siquiera, un pensamiento coherente de izquierda reformista o progresista y, últimamente, la tercera vía del liberalismo social ha demostrado su fracaso como corriente diferenciada y con arraigo social. El republicanismo cívico es un pensamiento de interés en defensa de la democracia y la no dominación, pero quedó desfigurado e instrumentalizado en manos del equipo de Zapatero y después fue desconsiderado por la nueva dirección socialista. Hay un vacío teórico socialista que afecta también al tacticismo del sanchismo. Dicho de otra forma: hay muchas aportaciones concretas interesantes, entremezcladas con ideas menos valiosas, y poca teoría social crítica y científica. Dejo aparte las ciencias naturales y la tecnociencia con grandes implicaciones en aspectos como el aparato productivo o la ecología.
Una asociación sociocultural o un movimiento social pueden ir perdurando con sólo algunos valores básicos y distintas ideas parciales, justas y acertadas, en algunos campos específicos. Una gran y duradera movilización cívica, como la del movimiento feminista, o, bien, un sindicato o un partido político deben poseer además un programa básico de actuación que fije prioridades, propuestas más globales y horizontes a medio plazo. Incluso para satisfacer una demanda mínima en esos ámbitos ya es necesaria una gran labor de elaboración y confrontación con el resto de las ideas, de todo tipo y orientación, que convergen en cada campo particular.
Pero, para impulsar una corriente sociopolítica más amplia o unificar un bloque social y político más complejo, por las diferentes sensibilidades existentes y su configuración plurinacional como el configurado por las fuerzas del cambio, es más necesaria una actividad crítica y teórica significativa, al menos en las élites de las organizaciones sociales y políticas, y madurar una comunidad intelectual progresista y con cierta actividad divulgativa. En particular, es una tarea ineludible para Unidas Podemos y sus confluencias, el incrementar su labor de estudio, debate y formación de cuestiones más teóricas que atraviesan y condicionan los programas de acción práctica y la propia viveza, participación y cohesión organizativas.
Se han producido, en los últimos años, grandes cambios en la situación socioeconómica, las respuestas individuales, colectivas y del mundo asociativo, así como en diversas esferas de las políticas institucionales, incluido la experiencia de la gestión regresiva del segundo gobierno socialista de Zapatero y el lustro posterior de pugnas internas, que sigue lastrando la representatividad del Partido Socialista. E, igualmente, hay que tener en cuenta la nueva expectativa del Gobierno de coalición progresista entre PSOE y Unidas Podemos y sus confluencias y sus dificultades para la consolidación de ese espacio político.
Me refiero, ahora, solamente a este ámbito más específico, los cambios sociopolíticos. Como en otras elaboraciones de pensamiento social se pretende favorecer la labor interpretativa y la acción práctica, crítica y transformadora. Aquí se intenta poner de relieve la importancia de las nuevas condiciones materiales de existencia, la nueva subjetividad, experiencia y actitud de la población, los nuevos procesos de interacción social y la necesidad de nuevas teorías interpretativas. Hay que valorar la actualidad, con una nueva dimensión, de la clásica cuestión social, o la diferenciación por clases o capas sociales y distintos procesos de discriminación. O si se prefiere, adquiere más relevancia la acción contra la desigualdad, social, de género, territorial, y por la distribución, la solidaridad y la justicia social, en otro plano distinto a la anterior época de los años noventa y hasta la crisis que comienza en el año 2007.
Esos temas se han asociado al marxismo o a la vieja izquierda (o los sindicatos), pero son preocupaciones fundamentales de la ciudadanía y los jóvenes. Todo el proceso de protesta social del lustro 2010/2014 tuvo, junto con el eje de acción por más democracia, la oposición a los recortes sociales y la pugna por la justicia social, y están presentes en la actual exigencia de un cambio social y político de progreso. Por ello exige una mayor labor crítica, ya que estas cuestiones sociales y democráticas están cargadas de fuertes condicionamientos, históricos e intelectuales. Es un motivo más para el análisis riguroso y el estímulo para elaborar un pensamiento diferenciado en ese ámbito tan sustancial para la mayoría de la sociedad. La gravedad y la urgencia para responder a esa temática ha empujado a diferentes representantes sociales y políticos a utilizar las armas interpretativas disponibles, desde el marxismo, el anarquismo y la teoría populista hasta el liberalismo o el simple empirismo.
Entre la intelectualidad progresista y las élites políticas y asociativas es necesario un impulso crítico, científico, para analizar también este campo, en pugna con las interpretaciones irracionales e idealistas, o simplemente superficiales. El aspecto central no es exclusivamente mejorar el conocimiento de la realidad, que ya es importante, sino prepararse mejor para dar respuestas adecuadas y justas ante esos problemas: conocer la realidad para transformarla. En ese sentido, es conveniente modificar y adecuar los esquemas interpretativos del pasado para analizar la sociedad actual y particularmente las nuevas generaciones y sacar las correspondientes enseñanzas para renovar el pensamiento social y ayudar a esclarecer y adaptar las prioridades prácticas y teóricas del mundo asociativo, las izquierdas y las fuerzas alternativas.
En definitiva, es conveniente un esfuerzo en el terreno de las ideas, cultivar la actividad reflexiva y crítica y avanzar en la elaboración de un pensamiento social riguroso y comprometido, que sirva para favorecer la transformación progresista, igualitaria-emancipadora, de la sociedad.
[Antonio Antón es profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid y autor del libro]
23/9/2020
El extremista discreto
El Lobo Feroz
Federación de cocinas
Cuando se habla de cultura, la gente, educada por los periodistas, piensa en literatura y obras de arte de cualquier tipo. Cierto: cualquier obra de arte es cultura. La cultura, sin embargo, en su función social más importante, debe examinarse a partir de sus elementos básicos, menos periodísticos. Uno de ellos es la lengua. Otro la cocina. La cocina es una creación cultural probablemente tan antigua y desde luego tan básica como el lenguaje, y la creación histórico-social de los distintos grupos humanos se manifiesta en sus diferentes variantes. Así las cosas, ¿por qué no examinar eso que tanto preocupa a gente obnubilada, "el ser de España", desde un punto de vista que se centre en sus cocinas?
Ciertamente, lo primero que salta a la vista, o asalta el paladar, es la variedad cultural de la llamada en abstracto "cocina española". Pero es evidente que esa variedad tiene en común cuando menos el jamón y la tortilla de patata. Veremos más adelante el calado de esta apreciación. Para empezar, podemos paladear las cocinas del Levante. Se lleva la palma Alicante con sus exquisitos arroces y guisos de pescado; más al norte, Valencia, con sus paellas, se diferencia de Alicante por una cuestión de calidad, de grado, no exactamente de ingredientes; tal vez pueda verse como una variedad dialectal de la cocina alicantina (de la misma manera que de algún modo castellano y catalán fueron variedades dialectales del latín). Lo que llamamos aquí cocinas del Levante difiere notablemente de la cocina catalana, con su pan con tomate, sus galtes de porc amb llanegues, su conejo con all i oli, y sus platillos ampurdaneses de hibridación francesa (su sopa de ceba es una copia avarienta de la soupe à l'oignon) [*]. Aragón se puede caracterizar por sus ternascos, su cordero y por sus migas aragonesas, muy diferentes de las más bien ascéticas migas de pastor extremeñas. La cocina navarra está basada en la exquisitez de sus verduras, en sus cochifritos y su calderete, y emparenta —pero difiere claramente de ella— con la cocina vasca, donde reinan, simplificando muchísimo, la merluza frita y el bacalao al pil pil.
Punto y aparte porque me temo que el lector está empezando a salivar.
Pasemos a la Vieja Castilla, con sus excelentes sopas y los inventos extraordinarios de la sopa de ajo y las gambas con gabardina; en Castilla hay mucha variedad, pues es obligado tomar en consideración sus asados, sus lechazos, sus cochinillos segovianos, el cocido y los callos madrileños; y, ascendiendo hacia León, nos encontraremos con una estupenda chacinería y las variedades culinarias maragata y del Bierzo. En general a los viejos reinos de León y de Castilla les van los cocidos.
¿Qué decir de la gastronomía asturiana? Está la sidra, para acompañarlo todo, e inventos de un país de currantes en minas y acerías: patatas o cebollas rellenas, quesos azules, fabadas, la particular variedad de sus cocidos, y el pescado azul en la costa, para que sus chiquillos crezcan elásticos y sin grasa. El refinado trato a la sardina y a la anchoa es propio de Cantabria, aunque no exclusivamente.
Para no eternizarme renuncio a ser exhaustivo, pero no puedo dejar de mencionar la cocina del marisco, del pulpo y de la carne en Galicia, ni detenerme en la inventiva cocina andaluza de maridaje árabe: su gazpacho, su salmorejo cordobés, sus fritos, en especial el de la berenjena en Córdoba, el pescaíto frito, los pestiños. De Extremadura hay que recordar las perdices en escabeche y los garbanzos; de Mallorca, las calderetas; de Canarias, las papas arrugás, el sancocho canario... Y todo esto sin contar con cocinas estrictamente locales, como las de Salamanca, Murcia, Málaga...
Tras este larguísimo exordio podemos empezar a hablar más sociopolíticamente de la cocina española. Lo primero que salta a la vista es que, aunque parcialmente, la cocina italiana de pasta y pizza se ha incorporado a ella [**]. Los spaguetti han convertido en obsoletos los fideos a la cazuela tradicionales —es una lástima que este plato haya desaparecido de los restaurantes—. Y, sin integrarse afortunadamente en la cocina española, la barbarie norteamericana hace estragos entre los jóvenes con las hamburguesas; está claro que esa cultura del fast food no puede competir con la cocina que se hace en casa aunque haya metido el ketchup en la nevera. Esto en lo que se refiere a las importaciones recientes.
Está claro que se puede hablar de una auténtica federación de cocinas que componen lo que podemos llamar la cocina española. Una federación que se ha convertido en buena medida en hibridación. La cocina vasca del pescado, la levantina del arroz, la andaluza del pescadito, la catalana del pan con tomate, la castellana de asados y sopas y las legumbres asturianas, cántabras y leonesas se han integrado a la cocina efectivamente practicada en todo el país. También los ingredientes, gracias a los transportes rápidos y al sistema del frío industrial. Por un lado hibridación cultural, pues, y por otro federación. Habría que reflexionar con tranquilidad: si la hibridación ha sido buena para nuestra alimentación, ¿por qué ha de resultar dudosa la hibridación con las culturas de los inmigrantes? Históricamente recogimos los hojaldres de los árabes entre tantas otras cosas. Hoy, de momento, hemos añadido el cuscús y la dulcería árabe (de la que procede, vía Sicilia, la excelente pastelería catalana), el kebab pakistaní, el curry, el aguacate mexicano y al menos el arroz tres delicias de los chinos.
La intensidad con que se mantienen unidos, hibridados y generalizados los modos culturales de tratar los alimentos es imposible de deshacer. Nadie se puede independizar de los calamares a la andaluza, de la merluza a la vasca, del marisco gallego, de los arroces de toda la costa levantina de la Península ni, si me apuran, de la cultura portuguesa del bacalao. No hay en esto autodeterminación posible, como tampoco la pizza y los spaguetti tienen vuelta atrás.
El barbarismo con la comida de los jóvenes tiene que ver con su andar cortos de dinero; la extensión de la pobreza puede hacer degenerar la cocina: éste es el peligro principal. Y la conclusión de estas reflexiones es en primer lugar que en España, gastronómicamente hablando, nadie se puede autodeterminar y menos aún secesionar, pues las prácticas de las personas, en todas partes, van en sentido contrario, en el de hacer suyo lo que era ajeno; y que los problemas de este aspecto de la cultura que es la comida cocinada no son, en realidad, de especificidad, pues todo el mundo ha tomado de los otros lo que ha querido, sino de desigualdades económicas. El problema, en este asunto prepolítico que es la cocina, no es de autodeterminación, sino de desigualdad. Quod erat demonstrandum.
Ya saben, como se decía antes: que los pobres coman pan y los ricos...
26/9/2020
KP
Más que un club y menos que un equipo
Una vez le preguntaron a Vicente del Bosque si quería a Ronaldo —el brasileño— en su equipo, y Del Bosque respondió: "Pero ¿hay algún entrenador en el mundo que no quiera tener a Ronaldo en su equipo?". La respuesta parecía obvia pero no lo era tanto. ¿Por qué la había formulado Del Bosque en forma interrogativa? Eso traslucía una cuestión quizá subconsciente: si tienes a Ronaldo, lo tienes que poner. Incluso cuando su alineación esté desaconsejada desde el punto de vista táctico.
Vayamos ahora a Messi: un gran futbolista, el mejor regateador que se ha visto en el fútbol. El fútbol de Messi se caracterizaba por regatear a toda velocidad a un defensa tras otro: era imparable; feo, pero efectivo como nadie; y como venía de La Masía la hinchada culé lo elevó a mito. Con él tuvo el icono que necesitaba desde Cruyff. Y mientras Messi conservó su agilidad, su rapidez y su independencia de lo que hicieran los colegas las victorias estaban cantadas.
Ser un icono da poder en un club; no sólo dinero. Messi tuvo problemas con el entrenador Luis Enrique hasta que éste se convenció de que era a la vez un bien y un mal necesario; Luis Enrique, inteligentemente, acabó abandonando su puesto técnico sin dar más explicación que el cansancio. Eso habría debido obligar a reflexionar a los directivos, pero deportivamente las cosas habían ido tan bien que seguramente pensaron más en los dineros. Empezó a haber grupitos en el vestuario, una de las peores cosas que pueden pasar. También se fue Zubizarreta (le echaron, y tiene un mal fario con el Barça si se recuerda la ignominiosa salida como jugador que le impusieron Cruyff, otro divo, y el club); el Barça empezó a fichar como pollo sin cabeza: buenos jugadores que no modificaban el problema deportivo planteado. Que no era sino el siguiente: con Messi, y portero aparte, el Barça atacaba con 10 y defendía primero con 9 y al final con 8, y además, sin la conjunción astral de Iniesta y Xavi, el centro del campo ya era no lo que había sido. Tampoco la defensa, con algún intocable por amigo de Messi. El cual Messi era cada vez menos Messi (lo disimulaba tatuándose cada vez más). En los últimos tiempos necesitaba un ayudante arriba —los años no pasan en vano para nadie—, y de ahí la asociación con el uruguayo. Ninguno de los dos baja, defiende. Messi también tenía sus preferencias para el medio campo, y por ellas ha sido sacrificado Rakitic, de lo mejor que le quedaba al Barça como en el Sevilla se verá. Las preferencias de un primer capitán que dividía al vestuario y además se ha negado siempre a admitir su parte de culpa en los resultados no pudieron ser combatidas por unos entrenadores como Valverde y Setién que ganaban muchísimo menos que él y que para la directiva eran menos importantes que el divo. Ahora se recurre a Koeman, aquel defensa que saltaba con el codo preparado para darle en la cara al delantero si no lo veía el árbitro, cuyo mérito principal es haberle regalado al Barça con un golito una de sus escasas copas de Europa. Y Koeman, el Señor nos pille confesados, quiere tener a Messi.
Veamos: Messi es un gambetero que ha perdido velocidad y necesita ayuda y por eso le daba el último pase al socio uruguayo, pero no es un jugador que juegue para el equipo. Jugar para el equipo es lo que hacían otros: Di Stefano, sobre todo; era llamado la Saeta Rubia por la velocidad con que pasaba del ataque a la defensa al otro lado del campo. También lo era Kubala, o Laudrup, o Cruyff; jugadores que hacían mejores, mucho mejores, a sus equipos. Romario era como Messi pero menos: era letal pero no ayudaba. Y resulta que el fútbol de ahora es verdaderamente un juego de equipo. Un equipo solidario capaz de emplear diversas tácticas según el contrario y las circunstancias. A veces los divos estorban.
En el fútbol cuentan la grada y los dineros. La grada es por naturaleza irreflexiva —por algo va al estadio—; hoy seguramente está dividida pero no quiere perder a Messi. Tampoco quiere —¡ay!— que envejezca. Del lado de los dineros, en el fútbol gran espectáculo del negocio televisivo, las cosas se complican. En primer lugar se producen pérdidas de sabiduría y códigos de honor deportivos. Por ejemplo: ahora los comentaristas llaman blocar a lo que son simples paradas del portero (ignoran que blocar es apresar el balón el portero con las manos y los brazos apoyándolo sobre el vientre). Y los porteros raramente blocan, porque eso es duro, y prefieren echar la pelota al suelo (invento de Arconada). Hoy los goles de penalty son celebrados como si fueran goles auténticos, cuando el lanzador lo tiene todo de su parte y el verdadero mérito corresponde al portero que logra parar uno; antes ni se celebraban, pero se aplaudía al portero, local o visitante, si paraba el penalty. El código que manda echar el balón fuera para atender al caído del equipo contrario ya ni se observa; es el árbitro quien detiene el juego: así los jugadores no han de temer críticas de directivas o entrenadores resultadistas. Tampoco se observa el canon de lanzar el balón fuera si el penalty a favor es manifiestamente injusto. Algunas aficiones se pierden el respeto unas a otras. La deportividad se evapora con la lluvia de dinero. Idolos funcionalmente analfabetos —pero iconos, imágenes— son llamados a opinar en los media sobre lo divino y lo humano. Las directivas de los clubs, antes formadas por gentes ansiosas de prestigio en el microcosmos futbolero, han sido sustituidas por aficionados con dinero y por tanto ávidos por conseguir más, no necesariamente para el club. El Fisco (los fiscos, si hay extranjeros de por medio) les ronda a ellos, a los jugadores y a los intermediarios (una figura relativamente reciente que personifica el negocio). Con toda la razón, aunque para un público que considera normal engañar a Hacienda eso sólo tiene importancia si te pillan.
La actual dirección del Barça será un yogur caducado antes de que termine la temporada. Es prácticamente imposible que renueve el actual y autoacreditado presidente. Éste no ha dejado irse a Messi porque ningún presidente del Barça puede hacerlo: a esto hemos llegado. A primera vista, parece que se ha equivocado: Messi es cada vez menos Messi y se hubiera podido obtener por él buenos dineros todavía ahora, pero no cuando expire su contrato. Quizá la directiva entrante pretenda renovar a Messi —pero eso es dudoso si quiere que el Barça vuelva a competir con los más grandes—, y éste acepte, para que todo acabe no mucho después como el rosario de la aurora. O tal vez el divo prefiera irse a China, pues cuando se ha empezado a ganar mucho dinero siempre se pretende, insaciablemente, mucho más. O a Quatar, una dictadura inmunda que les ha parecido atractiva a Guardiola y a Xavi.
El Barça de los años cincuenta (Ramallets; Seguer, Biosca, Segarra; Gonzalvo, Bosch; Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón) fue el equipo —sobre todo Kubala— que llevó a construir el Camp Nou. Entonces el Barça era un club integrador: atraía tanto a burgueses con alma de la Lliga, con los textileros en la directiva, cuanto a proletarios autóctonos y no. Vázquez Montalbán, el intelectual pecador que elevó su ilusión infantil por aquel equipo a valorar el fútbol gramscianamente como hecho cultural-popular, siendo él mismo xarnego e hijo de xarnegos, es representativo de esa capacidad de integración que el Barça tuvo. Pero que ya no tiene (y quizá nunca vuelva a tener), al haberse decantado parcialmente por el independentismo —pese a jugar el 1 de octubre de marras contra lo que pedían los indepes—, con una de sus más preclaras inteligencias (futbolísticamente hablando, claro), Guardiola, de vocero, y con un claro aspirante a presidente de ideas independentistas. En una sociedad dividida. Los jugadores del Barça han de gritar por los micros "¡Visca Catalunya!" —salvo Iniesta, que en su día tuvo el relativo valor de entonar para casa un "¡Viva Fuentealbilla!". Entre todos han convertido de verdad al Barça en lo que pretendía ser: más que un club, pero de otra manera, o sea: un verdadero curiosum social; una anécdota curiosa de la historia.
21/9/2020
De otras fuentes
Laia Soldevila
Entrevista a Lourdes Benería
Entrevista a la economista feminista para hablar sobre desigualdad de género, crisis económica y propuestas para situar la vida en el centro.
* * *
Parecía que detener la economía capitalista era imposible pero, durante los meses de confinamiento, una parte importante del ámbito productivo no se pudo desarrollar.
La dimensión del parón ha sido, efectivamente, muy grande. Necesitaremos tiempo para ver en qué se traduce, pero ya hay quien habla de una caída respecto al año pasado de entre el 8% y el 12% del producto interior bruto español.
En cambio, el ámbito reproductivo, el que se dedica a las tareas del hogar y al cuidado de niños y personas dependientes, no solo no se ha detenido sino que ha sido percibido como más imprescindible que nunca.
Sí, y esto ha afectado más a las mujeres porque son las que cargan con el peso de la gestión familiar y del hogar. Según datos de la Cámara de Comercio, las mujeres hacen, de media, casi dos horas más de tareas del hogar respecto a los hombres. A escala mundial, es mucho peor. La ONU Mujeres dice que el 75% del trabajo doméstico no retribuído lo hacen ellas. Con los años, estos porcentajes se han reducido porque algunos hombres se han hecho más conscientes de su necesaria implicación. Pero, de momento, la cifra no se acaba de revertir.
Hay previsiones, como las del World Economic Forum, que dicen que las mujeres son las que saldrán más malparadas de la crisis que empieza. Esto ya pasó en 2008. ¿Qué aprendimos?
La importancia del trabajo femenino para el sostenimiento de las familias. El 2008 la tasa de paro de las mujeres aumentó mucho. Muchas de ellas tuvieron que reducirse la jornada laboral o tuvieron que dejar los trabajos fuera de casa para atender tareas de cuidado. Lo que pasó entonces fue una copia de las crisis que vivían muchos países de América Latina durante los años 80 y 90. Las políticas de ajuste estructural que, como aquí, recomendaban organismos como el Banco Mundial no eran neutras respecto al género y tenían efectos muy negativos para las mujeres. Los recortes de servicios públicos las afectaban directamente y ahora puede volver a pasar el mismo.
Precisamente la economía feminista quiere superar la visión androcéntrica de los análisis económicos. A pesar de que el término no surgió hasta principios de los noventa, muchas economistas trabajáis en esta dirección desde hace más tiempo. ¿Crees que se han conseguido cambios en el modo de ver económico?
Dentro de la economía feminista hay diferentes visiones sobre la economía. Desde las liberales, que ponen el acento en la igualdad de género sin cuestionar el sistema económico, hasta las más progresistas, que creen que un cambio de sistema nos llevaría más fácilmente a la igualdad. Por lo tanto, el análisis de hasta dónde han llegado las aportaciones que ha hecho la economía feminista dependerá de cada una de estas visiones, aunque creo que hay algunos hitos compartidos.
Por ejemplo?
Se ha conseguido cambiar nuestra visión de la división del trabajo entre hombres y mujeres. El concepto rígido de qué tenía que hacer una mujer (ama de casa) y un hombre (aportar dinero) ha cambiado radicalmente, o por lo menos ya no tenemos aquel modelo que situaba a las mujeres en una posición de subordinación. También ha cambiado nuestra definición de economía, al poner en el centro de sus objetivos la vida de todas las personas y su bienestar, y no el crecimiento del PIB (a escala macro) o la obtención del máximo rendimiento (a escala micro). Además, pienso que la economía feminista también ha puesto de relieve la economía de los cuidados como un aspecto fundamental para conseguir la igualdad de género. El problema de los cuidados es un obstáculo con el que siempre se topa si buscamos la igualdad. Y, finalmente, creo que ahora muchas economistas feministas trabajan en cuestiones de ecología porque es una manera de poner la vida en el centro de nuestras preocupaciones. Hasta hace poco, no era una cuestión prioritaria dentro de la economía feminista, pero por fin ha llegado ¡y con urgencia!
¿Qué propuestas concretas crees que se podrían hacer desde este ámbito para salir de la nueva crisis sin que ello signifique más desigualdad?
Hay que analizar qué supone para las mujeres trabajar en el ámbito productivo y no dejar de asumir las tareas reproductivas. Lo tenemos que mirar desde la macroeconomía y también desde los presupuestos públicos. Cuando apareció la economía feminista, la macroeconomía no la estudiábamos desde este punto de vista porque nos parecía que no era un tema nuestro. Estudiábamos más las cuestiones laborales y las tareas del hogar. Pero después vimos que era muy importante porque las políticas macro también perjudicaban a muchas mujeres. Con esta mirada amplia, yo veo tres líneas. Primero, promocionar sectores que puedan favorecer el trabajo de las mujeres y tener claro qué industrias ponen la vida en el centro, a las cuales se tiene que apoyar, y cuáles no. Segundo, empujar al estado a proteger cada vez más las tareas de cuidado. Por ejemplo, en España no hay bastantes guarderías, es el país de la Unión Europea que tiene menos. Y, tercero, ayudar y repartir el trabajo en la esfera reproductiva.
Precisamente, en los últimos años muchas familias han externalizado algunas tareas reproductivas que han asumido mujeres migradas de manera muy precaria e invisible. ¿Cómo crees que podemos darles el valor que tienen?
La crisis de los cuidados en España empezó en los años noventa, cuando las mujeres se incorporaron de manera masiva al mercado de trabajo. Su implicación en las tareas reproductivas se pudo reducir porque las asumieron, sobre todo, mujeres latinoamericanas. Ahora se sabe mucho más de ellas de lo que sabíamos, pero todavía faltan datos de todo lo que hacen y de lo que ello implica en el ámbito económico. Es el primer paso para dar valor a su aportación. Les cuesta mucho conseguir papeles y esto hace que vivan situaciones de explotación enorme y que no tengan garantizados algunos derechos. En este sentido, creo que es muy importante organizarse. En el sector de la hostelería y los servicios, donde trabaja mucha población migrada, Las Kellys me parecen un buen ejemplo de cómo han conseguido cambios auto-organizándose y haciendo visible su situación.
Muchas de las demandas del feminismo (corresponsabilidad con los hijos, igualdad laboral, mismos derechos sociales, situar la vida en el centro…) son las mismas que ya se hacían hace cuarenta años. ¿Hasta qué punto han avanzado en la práctica estas reivindicaciones?
¡Se han cambiado muchas cosas! Por ejemplo, hace cuarenta años, contabilizar el trabajo no remunerado era algo revolucionario. Yo lo empecé a hacer en un proyecto para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) a finales de los setenta. Me enviaron en Marrakech a estudiar las mujeres rurales y allá vi que ellas trabajaban tanto o más que los hombres sin que su trabajo se contabilizara en el ámbito productivo. Vi claro que no estábamos haciendo un retrato real de la sociedad. Cuando propuse contabilizarlo, se rieron de mí. Implicaba hacer cosas que no se habían hecho nunca: entrar dentro de casa, ver todo lo que hacían las mujeres y ponerle números. Quienes entonces se mofaban años más tarde trabajan con este punto de vista, para el que muchas contribuimos. El libro Si las mujeres contaran que la política neozelandesa Marilyn Waring escribió el 1987 me parece interesante para entender todo lo que estábamos omitiendo. Decía que era muy triste que los países consideraran parte del PIB la producción de armas y, en cambio, no incluyeran el trabajo no remunerado de las mujeres.
La economía feminista habla de poner la vida en el centro. Pero ¿que implica, esto, exactamente? ¿Qué políticas concretas nos podrían encaminar hacia este escenario?
La renta mínima vital del gobierno español, por ejemplo, creo que es un paso. Las familias tienen un pequeño presupuesto para gestionar y, aunque sé que se han destinado pocos recursos, me parece una manera de empezar a poner la vida en el centro. También es importante que los gobiernos garanticen servicios de salud y de educación de calidad independientemente de la renta. Otra línea es reducir las desigualdades sociales. No es aceptable que haya tantos millonarios acumulando tanto porque no dejan que todo el mundo pueda desarrollarse en condiciones. Hay que transferir capital de las rentas altas a las que no tienen mucho o ningún poder adquisitivo, con impuestos a las multinacionales y las grandes fortunas. A escala internacional, estoy a favor de un impuesto como la tasa Tobin para recaudar capital de las transacciones financieras. También habría que gravar el dinero que va a parar a paraísos fiscales, que es mucho. Si lo hiciéramos al 10%, imagínate todo lo que tendríamos para los presupuestos nacionales...
A la hora de cuidar el sostenimiento de la vida, más que nunca hemos que tener presente el cambio climático, que no deja de agravarse. ¿Cómo afecta esto a los planteamientos económicos del crecimiento ilimitado? ¿Puede representar el fin de lo que denominas el homo economicus o el hombre de Davos?
El homo economicus es el modelo que ha hecho que el capitalismo haya crecido tanto y tan rápido desde la revolución industrial. Es quien toma decisiones solo pensando en las ganancias, sin tener en cuenta los efectos de su actividad sobre los demás. El capitalismo está obsesionado con el crecimiento del PIB sin pensar que en su seno se contempla, por ejemplo, la producción de armas o de productos nocivos para el medio ambiente. Se han extraído productos de la tierra pensando que eran ilimitados, y no lo son. Todos estamos amenazados por el extractivismo. Hemos llegado al límite.
¿Qué salidas tenemos a estas alturas?
A mí me gusta la idea del feminismo que dice que la situación que vive la tierra es otro problema de cuidados. A la tierra, como a las personas, la tenemos que cuidar. La población mundial seguirá aumentando y nos tenemos que preparar para cuidar a la gente que haya y no hacer tanto daño al planeta. Yo era partidaria de un crecimiento constante o un crecimiento cero, de que se utilizaran productos no nocivos para la tierra, etc. Pero ahora veo que no será suficiente. Hemos de programar el decrecimiento.
La economía social y solidaria está atenta a su impacto en la sociedad a todos los niveles: económico, laboral, ambiental, de género… ¿Es una buena alternativa?
El cooperativismo me parece un modelo muy interesante: pretende trabajar de forma cooperativa, repartir el beneficio en vez de acumularlo, tener en cuenta las consecuencias de tu actividad más allá de la propia empresa. Las cooperativas funcionan, y no solo aquí: también son una apuesta en América Latina. Ahora bien, de momento, no son una alternativa que atraiga a los grandes negocios. El mundo todavía funciona de otro modo. Las empresas no entienden que no sólo sirven para hacer negocio, sino que también tienen una función social.
Uno de los libros en los que has participado más reeditados y actualizados es el de Gender, developement and globalization. Género, desarrollo y globalización, tres elementos clave que explican el funcionamiento económico de las tres últimas décadas. ¿Cómo se entrelazan y como han evolucionado?
En los años sesenta no se pensaba que el desarrollo pudiera tener un efecto diferente para los hombres y para las mujeres. Fue la economista danesa Ester Boserup quien estudió los efectos en los países más pobres de Asia, África y América Latina, y corroboró que las mujeres habían salido perjudicadas. Algunas tuvieron que volver a casa cuando ya estaban integradas en la economía productiva, por ejemplo. A partir de entonces, muchas de nosotras nos pusimos a estudiar casos concretos de estos efectos y las políticas fueron cambiando. En los años 80 y 90 los estudios giraron en torno a la globalización.
Fue entonces cuando en muchos países se feminizó la fuerza de trabajo.
Sí, las mujeres salieron de casa en muchos casos por primera vez. Yo lo estudié en las maquiladoras de la frontera entre México y los Estados Unidos. Pero la feminización trajo consigo algunas cuestiones controvertidas, como el hecho de que las mujeres fueras elegidas porque trabajaban a precios más baratos. Ahora estamos en un momento en que no sabemos si se producirá una desglobalización. Si por ejemplo Zara decide cerrar las empresas que tiene en Bangladesh, India, etc., y volver a traer la industria a Galicia, es posible que la fuerza de trabajo de estos países se desfeminice. Si esto pasa, habrá que examinar sus implicaciones, especialmente para las mujeres. —Trad. AGM.
[Fuente: Crític]
26/8/2020
Antonio Turiel
Nadie al timón
Queridos lectores:
Se acerca el final del verano en el hemisferio septentrional, y esta efemérides astronómica va a marcar muchos cambios en este agitado año 2020.
Las inquietudes de muchos están centradas en el impacto que el cambio de estación tendrá sobre la propagación de la Covid en los países del norte (y también se dilucidará si, con suerte, la llegada de la primavera austral supone una mejora de la situación en los países del sur). La pandemia de este nuevo virus ha puesto patas arriba nuestro mundo, agravando la crisis económica que de todos modos tenía que sobrevenir. La angustia personal de las personas económicamente más vulnerables y la inseguridad que ha generado este evento inesperado han favorecido el afloramiento de discursos simplistas y falaces de escasa base científica y contraproducentes para lidiar con las dificultades del momento.
Pero mientras se discute intensamente sobre los galgos y los podencos de la Covid, muchos otros fenómenos de impacto telúrico sobre nuestro mundo tienen lugar de manera bastante acallada.
Tenemos, por un lado, las quiebras masivas de compañías petrolíferas de mediano (y no tan mediano) tamaño. Solo en EE.UU., las quiebras de este año representaban, a principios de agosto, un pasivo de 55.000 millones de dólares.
La caída del sector petrolífero estadounidense es muy relevante porque, como comentábamos recientemente, la producción de petróleo de todo el resto del mundo lleva estancada desde 2015. Pero ni siquiera se puede echar la culpa de todo este hundimiento económico a la Covid: lo cierto es que en EE.UU. las quiebras de compañías petroleras son muy onerosas desde al menos 2015, aunque bajaron desde 2016 gracias al apoyo de la Administración Trump.
Y ahora que el fracking muerde el polvo se empieza a hablar más alto y claro de las consecuencias del frenesí de la última década, y en particular el envenenamiento masivo de las aguas subterráneas. Pero ahora ya es tarde para lamentarse.
La debacle no acaba aquí. Con la actual crisis económica y caída de la demanda, la degradación del sector petrolero está tomando una aceleración que va mucho más allá del ruinoso fracking estadounidense. A mediados de agosto quebró Valaris, la mayor compañía del mundo en operaciones de pozos de petróleo en el mar. La mayor compañía mundial de servicios al sector petrolíferos, Schlumberger, despide 21.000 personas y reduce drásticamente sus actividades. Y una de las grandes compañías petrolíferas del mundo, Exxon, se ha visto expulsada del Dow Jones después de un siglo formando parte de ese selectivo índice bursátil. Los días de gloria de la industria del petróleo quedan atrás, y no volverán. Y con la caída de la industria del petróleo, no hay esperanza para la recuperación de la economía.
Tan grave es la situación del sector del petróleo, y tan incierto el mercado de la energía, que la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha tomado dos decisiones sin precedentes con respecto a su próximo informe anual, el World Energy Outlook 2020. Por una parte, adelante su publicación un mes (saldrá el 13 de octubre). Por la otra, aunque mantengan la proyección temporal de sus escenarios de previsión en los próximos 25 años, el foco de la discusión se centrará en los próximos 10; más aún, ofrecerán datos detallados de esos escenarios (que yo analizaré gustoso cuando llegue el momento). Tal cambio de perspectiva en la predicción es un claro indicio de que estamos en un punto de transición: en cualquier sistema físico, un cambio de fase significa un límite en el horizonte predictivo. La nueva estrategia de la AIE es un reconocimiento implícito de que, llegando al peak oil, no se pueden hacer predicciones a largo plazo. Forzada por las circunstancias, la AIE reconoce, a su manera, que estamos en el umbral de un cambio de grandes dimensiones.
Y si mala es la situación en el sector de la energía, que alimenta a tantos otros, ¿qué decir del resto de actividades económicas? En España el tráfico aéreo se ha reducido a menos del 10% de lo que llegó a ser (sí, una caída del 90%), y en el mundo en su conjunto se le estima una caída de alrededor del 60%, en consonancia con la caída del turismo mundial. El sector del automóvil (principal manufactura de los países más desarrollados) registra un hundimiento de más del 95% en Europa y del 90% en EE.UU. Y todo así. Se intenta mantener una apariencia de normalidad, pero cuando en octubre se proyecten los balances anuales, muchas compañías de todos los sectores económicos y de todos los países quebrarán, con consecuencias funestas. Estamos en medio de una crisis económica que hará palidecer a la del 2008.
Esta hecatombe económica, tan profunda y tan rápida, obviamente está creando una oleada de pobreza y riesgo de exclusión. La tensión social va a ir creciendo, inevitablemente, en los próximos meses, y si no se gestiona correctamente se pueden crear nuevos problemas de inseguridad ciudadana, sobre todo en aquellos países con menores sistemas de protección social...
Entre tanto, la crisis ambiental no da tregua. Este agosto vimos un fenómeno inusual: dos huracanes entraron simultáneamente en el Golfo de México. Entre tanto, los incendios en la Amazonia son aún mayores que el año pasado (aunque los medios no lo publiciten tanto) y en California la extensión de los fuegos forestales es tal que las estampas de San Francisco recuerdan a la película Blade Runner 2049.
https://www.youtube.com/watch?v=gO2W93nrBg0&feature=emb_logo
Y en el Ártico, la evolución de la extensión del hielo marino ese año se ha parecido mucho a la del 2012, año que marcó el mínimo por culpa de una tormenta persistente que destrozó grandes extensiones de hielo (circunstancia que no ha concurrido este 2020).
Y así todo; las noticias ambientales tampoco dan un respiro.
Como ven, el mundo parece ir de mal en peor, en un proceso que no acaba de comenzar, sino que lleva ya años e incluso décadas de desarrollo.
Delante de este caos creciente (y recientemente acelerado), no es raro encontrarse con dos posiciones extremas, opuestas pero paradójicamente con un nexo común. Una de esta posturas es la habitual entre los neoliberales y anarcocapitalistas: lo que sucede es normal y todo se autorregulará, típicamente gracias al mercado y al ingenio humano. La otra postura es más del gusto de los amantes de las teorías de la conspiración: todo lo que sucede es fruto de un plan malvado, ideado por odiosas corporaciones.
Ambas ideas pecan de simplistas, de negar la existencia del caos en el orden establecido. En ambos casos existe la ilusión del control, la idea infundada de que alguien está al cargo y, o bien ya se encargará de arreglarlo todo (según los primeros), o bien es el culpable de que todo haya ido mal (según los segundos). En ambos casos la idea de que hay cierto control es reconfortante, incluso en el segundo: es preferible creer que todo esto es orquestado, porque así habría alguna posibilidad de reconducir la situación. Alimenta esta segunda posición el hecho cierto de que los grandes poderes económicos se aprovechan de situaciones como ésta para aumentar su riqueza y su poder; pero de ahí a creer que todo es un plan perfectamente preparado media un abismo total. Por ejemplo, en el caso de la actual pandemia de Covid-19, pensar que el virus fue preparado en un laboratorio para causar la situación actual no tiene ni pies ni cabeza: como arma biológica es una auténtica birria, con su baja mortalidad; como mecanismo de extorsión económica tampoco es muy eficaz, porque al final acaba afectando a todos los países y no puedes evitar infectarte tú mismo. Y sin embargo hay un montón de gente que insiste en que todo responde a un plan, porque en el fondo les da mucho más miedo que no haya un plan y que en realidad lo que tenemos son las limitaciones que nos imponen el mundo físico y la cutrez gestionando las crisis habituales al género humano.
Nadie está dirigiendo la desbandada de las compañías petrolíferas. No hay un plan para rentabilizar el hundimiento de la industria automovilística. No se están consiguiendo beneficios con el parón de los aeropuertos. Nadie gana con el desastre ambiental.
No hay nadie al timón. En primer lugar tenemos que entender esto. No para cambiar el rumbo, sino para tener uno.
[Fuente: The Oil Crash]
14/9/2020
Alejandro Marcó del Pont
Las estadísticas económicas y la incapacidad predictiva
La única función de la predicción económica es hacer que la astrología parezca algo más respetable.
J. K. Galbraith
Si torturas los datos durante suficiente tiempo, confesarán lo que sea.
Ronald Coas
Es muy común que existan burlas a los economistas, y más cuando involucran predicciones y estadísticas. La más habitual es “pedirle el número de teléfono a un economista y que te dé un estimado”. Hasta 2008 la economía, a fuerza de engaños, había logrado que el mundo aceptara un par de fantasías: en principio, que los modelos matemáticos servían como predictores de indicadores futuros, y como resultado de esta premisa, quedaba en evidencia que la economía era una ciencia superior a sus hermanas, las ciencias sociales, dada su capacidad de anticipar eventos.
Esta idea se apoya en el hecho que la economía, al utilizar modelos matemáticos, indicadores estadísticos y algoritmos financieros, puede anticipar movimientos, y, más aún, no solo preverlos sino fijar algunas leyes apoyadas en el “rigor” de estos modelos. La conclusión y aspiración de esta lógica ortodoxa es la de discriminar a la economía de las ciencias sociales, pero, por sobre todo, desprestigiar a estas últimas por no utilizar instrumentos duros, teniendo que explicar los hechos del contexto para esclarecer un indicador.
Esta capacidad de predicción llegó a su fin en 2008, cuando todos se sorprendieron de la incompetente clarividencia económica para alertar acerca de una de las crisis económicas más brutales de la historia. Cuando ese año se inauguró el nuevo edificio de la prestigiosa London School of Economics, la reina Isabel II de Inglaterra le preguntó a los economistas presentes cómo era posible que los expertos en economía no hubieran previsto la crisis, cómo nadie advirtió esta caída. La respuesta, el fin de las profecías.
Lo cierto es que, al contrario de lo que se piensa, las ciencias sociales no solo utilizan indicadores, estadísticas y datos matemáticos, sino que su interpretación de basa en explicar los hechos del entorno, que son, en definitiva, los que realmente le dan apoyo a una sucesión de preguntas que nos aproximan a una respuesta. ¿Qué significa que el PBI haya caído un 2% o aumentado un 1.5%? Un número por sí solo no aclarar el rumbo de un país. El mundo ha crecido a una tasa menor en los últimos años, ¿esto explica por qué ocho millonarios tienen los mismos ingresos que 3.600 millones de personas?
Paul Krugman, en su reciente columna del New York Times, "La miseria interna bruta está en ascenso", nos dará una señal de los hechos del contexto para interpretar los números y, más aún, las absurdas comparaciones interanuales de indicadores de meses normales del año anterior con un mundo en pandemia. Y arremete contra los últimos cálculos preliminares que sugieren que el PBI de Estados Unidos ha crecido con rapidez en el tercer trimestre, que termina en el mes de septiembre.
Wall Street cerró su mejor agosto desde 1984 de la mano del crecimiento de las empresas tecnológicas. Sin embargo, el mercado bursátil no es la economía: más de la mitad de todas las acciones, inversiones en fondos mutuos pertenecen al 1% de los estadounidenses, mientras que la mitad inferior de la población solo posee un 0,7% del mercado. Los indicadores que tengan que ver con la economía real, están apoyados sobre los rangos de ingresos medio que se encontrarían en el percentil debajo del 50%, como muestra la FED, ya sea en la participación en las hipotecas, los créditos al consumo, etc.
Participación de acciones corporativas y de fondos mutuos en manos del 1% superior (percentiles de riqueza 99 a 100)
Tanto el PBI como los empleos, entre otros, son más o menos la economía, dependiendo cómo se los tome. No obstante, quizás el trabajo sea más parte central de la economía, porque con frecuencia, algunos economistas y muchos políticos, olvidan que la economía no tiene que ver, en esencia, con los datos, sino con la gente.
La encuesta mundial anual encargada por la Confederación Sindical Internacional, con 200 millones de miembros, muestra que los trabajadores y sus familias vivían al límite antes de la pandemia que detuvo al mundo. La encuesta, realizada en 16 países, que representan el 56% de la población mundial, muestra la aterradora imagen que, en un mundo entonces sin COVID-19, tenían los trabajadores del futuro modelo neoliberal.
La encuesta se levantó en febrero y marzo del 2020 en Argentina, Bélgica, Brasil, Bulgaria, Canadá, Chile, China, Francia, Alemania, India, Japón, Rusia, Sudáfrica, Corea del Sur, Reino Unido y Estados Unidos. Y muestra como principales preocupaciones la creciente desigualdad (69%) y la pérdida de empleo (67%). Estas inquietudes surgen en un momento de 2020 cuando una de cada dos personas (52%) calificaba como mala la situación económica de su propio país. La encuesta revela que:
- Casi la mitad (42%) de las personas piensa que es poco probable que la próxima generación encuentre un trabajo decente.
- Más de un tercio (39%) ha experimentado directamente el desempleo o la reducción de las horas de trabajo en los últimos dos años, o alguien en su hogar los ha sufrido.
- Tres cuartas partes (76%) dice que el salario mínimo no es suficiente para vivir.
- Un tercio (33%) de las personas ha experimentado menos control sobre su elección de un trabajo decente.
- Más de uno de cada cuatro (28%) tiene menos control sobre las horas que trabaja.
El empleo total no agrícola en nómina aumentó en 1,4 millones en agosto y la tasa de desempleo cayó al 8.4%, según informó la Oficina de Estadísticas Laborales de EE. UU. En agosto, la tasa de desempleo se redujo en 1.8%, del 10.2% al 8.4%, haciendo que el número de desempleados bajara a 13.8 millones de personas. Como se ve, la cantidad de desempleados sigue bajando en los Estados Unidos, pero este mes a una tasa considerablemente menor que la de los meses anteriores, más aún si se considera que unos 350 mil son trabajos temporarios.
Lo anterior significa que de abril a junio la economía americana despidió a 51 millones de personas, y si bien se está recuperando y absorbió casi 38 millones de desempleados, la nómina laboral está por debajo de los números que tenía en febrero de 2020 en 13 millones de personas. Cabe destacar la facilidad que tiene la economía americana para expulsar trabajadores, la flexibilidad en sus contratos y las nuevas modalidades de negocios que traen aparejada esta uberisación del convenio laboral.
La situación sigue siendo grave para los trabajadores más afectados. La caída provocada por la pandemia afectó de manera desproporcionada a los empleados del sector del ocio y el esparcimiento —los restaurantes, por ejemplo—, el empleo en ese sector sigue disminuyendo, es decir, perdieron su trabajo las personas que tenían aún antes de la crisis el menor rango salarial.
Un hecho inquietante del informe laboral de agosto fue que los salarios promedio aumentaron, y aquí sí ingresan los hechos del contexto, porque de otra forma la explicación no tendría sentido. Que el salario promedio haya aumentado no se trata de un error de imprenta, lo sería si los trabajadores de bajos salarios más afectados por la crisis fueran contratados de nuevo, lo que haría que los promedios cayeran. Pero no es así, no se los está contratando, el aumento de los salarios promedio es la señal de que los que realmente necesitan trabajo no lo están consiguiendo. Los trabajos de menor paga quedan más y más fuera de la grilla salarial, por eso el promedio aumenta.
La idea de la economía predictiva se esfumó, y hay que empezar a explicar los hechos del contexto, porque detrás de los números, desdichadamente, suele haber personas.
[Fuente: El tábano economista]
16/9/2020
Luis Varese
Julian Assange, libertad o muerte
Un gran objetivo inmediato de la política exterior de Trump y del Gobierno de los EE. UU., es la destrucción del Estado de Derecho a nivel mundial. Lo he escrito multiplicidad de veces y parece absurdo o paranoico, pero es parte de la estrategia de dominio universal. Irritados por los límites mínimos que logran imponer las leyes de control de comercio, armas nucleares, tratados de paz y desarme y otros, los poderes imperiales pasan a una ofensiva desmedida contra todo aquello que se permita atarles las manos o al menos intentarlo.
Cuando se abrió la puerta de la Embajada en Londres y los policías entraron a recibir a Julian Assange, de manos de funcionarios ecuatorianos, se iniciaba uno de los más tristes y trágicos episodios del Derecho a Asilo y de los más terribles sucesos en contra del Derecho Internacional y de la Libertad de Prensa, inscrito en esa política mencionada.
Todo se puede disfrazar como se quiera. Sobre cualquier cosa se puede mentir, inventar, distorsionar, falsear. Dos mujeres lo acusaron de violación en Suecia, luego resultó que era falso. Assange es torturado, secuestrado, impedido de ver a sus abogados, insultado, tratado de loco, hasta lograr que su figura quede cuestionada en la mente las mayorías. Todo ello es inventado, lo que no se puede disimular ni inventar es que, la política exterior de los Estados Unidos se ha impuesto sobre la dignidad y la soberanía de las Cancillerías de lo que fue el triste e inútil mal llamado Grupo de Lima, insultando a la capital del Perú.
Wikileaks, bajo la dirección de Julian Assange, puso sobre el tapete datos valiosísimos recogidos de diversos informantes, que fueron publicados por periódicos de dimensión mundial como The Guardian, Der Spiegel o el New York Times, además de otros periódicos a nivel planetario, entre ellos El Telégrafo de Guayaquil. Miles de cables circularon a partir de ello y evidenciaron la brutalidad de las formas estadounidenses de ejecutar las guerras, las torturas y la insolencia de sus embajadores y embajadoras en relación a sus “aliados”.
Hoy Assange está siendo juzgado en Londres y corre el riesgo de ser deportado a los Estados Unidos, donde puede ser condenado a prisión de por vida, ejecutado, o asesinado en alguna cárcel de ese país.
La libertad de Assange no es un tema ajeno a ningún ser humano que se precie de honesto y de demócrata. La libertad de Assange tiene que ver con el futuro de nuestros hijos, nietos y el futuro de la Libertad de Prensa de la Humanidad entera. La violación del Derecho de Asilo y la entrega de Assange es uno de los peores actos que nos pueden haber ocurrido. Así como fue un acto de gran coraje de la Cancillería de la Revolución Ciudadana y de Rafael Correa de otorgar el asilo, fue un acto de gran irresponsabilidad su entrega al Reino Unido, fortaleciendo al fascismo y violando el Estado de Derecho a nivel Mundial.
Todos pagaremos por ello y sobre todo lo pagaremos perdiendo el derecho a opinar, el derecho a la libertad como bien supremo de las sociedades que queremos construir, el derecho a enfrentarnos a los grandes poderes.
Ya lo estamos pagando en Bolivia, Brasil o Ecuador donde se proscribe a un partido político y se proscriben a sus posibles dirigentes futuros. Se proscribe la opinión de los jóvenes, ya ni siquiera necesitan las fake news o el lawfare. Simplemente, “no me gusta lo que piensa ni su posible programa de gobierno y por lo tanto no quiero que sea candidato”. Así se resume la democracia de los poderosos.
Julian Assange, libertad o muerte de la democracia y del futuro que queremos para la humanidad, así de grave es la cosa. Toda acción por la libertad de Assange es por la vida y por el futuro. Los periodistas, las periodistas, los seres humanos que no entiendan esto, o que no lo quieran ver o peor aún, que estén al lado de sus verdugues, están condenando a la humanidad al más oscuro fascismo y persecución que nos podamos imaginar. Parece exagerado, pero hacia eso caminamos.
[Fuente: América Latina en movimiento]
24/9/2020
Juan Torres López
Bankia o el sabotaje del interés público
La fusión de Bankia con Caixabank es el último episodio, de momento, del gran expolio al Estado que supuso la última crisis financiera.
Todo tipo de instituciones y analistas han demostrado hasta la saciedad que la hipertrofia del sector financiero y la creciente concentración bancaria son un factor indiscutible de inestabilidad macroeconómica, de freno de la actividad y de ineficiencia. Un estudio del nada sospechoso Fondo Monetario Internacional demostró en 2012 (aquí) que cuanto mayor es el peso del sector financiero en el PIB más alta es la volatilidad de las economías y más ineficiente la asignación de recursos. Sin embargo, y en contra de todas las evidencias disponibles, se sigue incentivando la concentración bancaria y la generación de deuda como motor de las economías que son las fuentes que alimentan el crecimiento desproporcionado de las finanzas.
Nadie en su sano juicio pone en cuestión la importancia vital que tiene el sector financiero en cualquier tipo de economía porque suministra la savia, la sangre que se necesita para que haya actividad económica. Pero, precisamente porque debe prestar un servicio de interés público fundamental, es por lo que se debe impedir que se desarrolle como un lastre para el resto de la economía que es lo que viene ocurriendo en las últimas décadas, cuando se ha dado pleno poder de decisión y actuación a los directivos de los bancos y responsables de las finanzas internacionales.
El crecimiento tan exagerado del sector financiero es muy negativo porque no implica que haya más y mejor financiación para la economía real sino que la banca actúe como un rentista que gana dinero sin crear riqueza, simplemente explotando como un fin en sí mismo la deuda que genera para hacer frente a la deuda generada antes y gracias al privilegio que tiene de crear dinero de la nada cada vez que se concede un crédito (lo explico sencillamente aquí).
Un estudio de 2018 (aquí) demostró que el excesivo y mal funcionamiento del sector financiero le costó al Reino Unido la friolera de 5,1 billones de libras de 1995 a 2015 en recursos, habilidades e inversiones que beneficiaron al sector financiero en lugar de destinarse a las actividades más productivas de la sociedad. Y eso, sin tener en cuenta que, como demostró la National Audit Office, la financiación privada de los proyectos públicos es un 40% más cara que la pública (aquí).
La concentración financiera como la que supone la fusión entre Bankia y Caixabank es ineficiente, un peligro más para la economía española y un nuevo robo al Estado.
No hay en España una institución que haya costado y esté costando al Estado más dinero que la banca privada. La forma en que se resolvió su insolvencia generalizada en la última crisis fue una auténtica jugada maestra de la manipulación cuya auténtica naturaleza espero que se pueda poner de manifiesto con todo detalle y difundir libremente en algún momento.
Para entender la operación, imagínense una calle en donde compiten los comerciantes de una acera con los de la otra y que ambos sufren el impacto de una crisis en un momento dado. Sin embargo, los de una acera disponen de mayor capacidad de decisión y hacen creer que los comercios de la otra acera son ineficaces y que deben desaparecer porque sus responsables han gestionado mal sus recursos. Cuando logran que efectivamente desaparezcan se habrá rescatado a los poderosos simplemente poniendo a su disposición la mitad del negocio de la calle que antes tenían sus competidores.
Eso fue lo que pasó en nuestro sector financiero a partir de la última crisis. Gracias al enorme poder mediático de la banca privada se pudo hacer creer que las cajas de ahorro habían fracasado y que debían desaparecer por ser entidades semipúblicas cuando en realidad cayeron (además de por los empujones que les dio el Banco de España) porque habían actuado no como entidades de interés público sino privado. Si una institución, o un tipo de banca en este caso, debe desaparecer porque alguna de sus partes ha sido mal gestionada en algún momento ¿cuántas de ellas seguirían funcionando?, ¿cuántas veces debería haber desaparecido entonces la banca privada en España?
Ahora, una nueva concentración bancaria a costa del dinero y del interés público como la que supone la fusión entre Bankia y Caixabank, no sólo va a traer, como he dicho, menos actividad económica, peor financiación, más ineficiencia y más volatilidad y riesgo de crisis económica, como han demostrado los análisis empíricos. Supone, además, un peligro para nuestra democracia ya de por sí limitada.
La banca internacional no es sólo un colaborador necesario de las grandes organizaciones y mafias criminales y terroristas, cuyo dinero blanquean, tal y como de nuevo se acaba de descubrir en los últimos días. Es ella misma una fuente constante de actividad criminal como demuestran las docenas de casos que se han descubierto en los últimos años dentro y fuera de España: la manipulación del Libor, la evasión fiscal, la malversación de fondos, la venta de hipotecas basura, el fraude de las acciones preferentes, el continuo falseamiento de la información a la clientela, el cobro de comisiones abusivas o indebidas, la manipulación de cuentas con la ayuda de las auditoras... por no hablar del dinero clara u ocultamente recibido de los Estados y que nunca se devuelve.
Sin embargo, lo peor y el gran peligro para la democracia no sólo procede de que la banca se haya convertido en una especie de parásito que controla el cerebro y el cuerpo entero de la política, la economía y la sociedad en su conjunto, incluso a veces en una auténtica organización criminal que produce las peores crisis de la historia, o en cómplice de traficantes de drogas, de armamento o de personas, o del terrorismo internacional. Lo peor es que —gracias al enorme poder que le proporciona la creciente concentración bancaria— todo lo eso lo hace, la inmensa mayoría de las veces, con total impunidad.
El fiscal general de Estados Unidos Eric Holder declaró con toda sinceridad ante el Congreso que no había procesado a algunos bancos porque eran tan grandes que cobrarles las multas que merecieran podría dañar a la economía (aquí). Y en España lo hemos podido comprobar en la persona de los banqueros más poderosos. Así ocurrió con el vicepresidente y consejero delegado del Banco de Santander, Alfredo Sáenz. Fue condenado por amañar documentos y hacer chantaje confabulado con un juez corrupto (aquí) pero diferentes indultos y reformas legales y los retardos del Banco de España le permitieron seguir en el cargo a pesar de tener antecedentes penales. Y algo peor sucedió con Emilio Botín: debido a las irregularidades que cometió como responsable máximo del Banco de Santander, la acusación solicitó para él un total de 170 años de prisión y una multa de 46,2 millones de euros, además de una responsabilidad civil de 84,9 millones de euros, que era el perjuicio causado con su actuación a la Hacienda Pública. Sin embargo, recibiendo órdenes de la entonces Vicepresidenta del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, la Abogacía del Estado, en representación de la Agencia Tributaria, y el Ministerio Fiscal pidieron el sobreseimiento de la causa y el Tribunal Supremo cambió su propia doctrina anterior utilizando esas peticiones para no encausarlo (aquí).
Escribió hace años el economista Thorstein Veblen que "los financieros buscan activamente controlar y dominar los mercados para maximizar sus ganancias, incluso si eso significaba adoptar prácticas comerciales anticompetitivas, inmorales y ocasionalmente ilegales". Lo que hemos visto que ha ocurrido en España y en otros países en los últimos años, o el nuevo descubrimiento hace unos días del masivo blanqueo de capitales que realizan los bancos internacionales para ayudar a todo tipo de organizaciones criminales y terroristas, son una buena prueba de ello. Pero el caso Bankia, como antes la forma en que se actuó ante la crisis financiera, nos vuelven lamentablemente a demostrar que ni existen en España auténticos poderes públicos dispuestos a hacer frente al sabotaje del interés colectivo que permanentemente lleva a cabo el poder financiero, dueño y señor de la política en casi todos los países del mundo, ni una sociedad informada, valiente y dispuesta a ser dueña de sus destinos. Y así nos va.
[Fuente: Público]
25/9/2020
Agustín Moreno
La educación nos hace mejores
Acabo de ver Uno para todos, una película de David Ilundain -director de Bárcenas-, protagonizada por David Verdaguer. Se basa en una historia real: un maestro interino es destinado a la escuela pública de un pueblo que no conoce, donde será tutor de una clase de sexto de primaria y tendrá que gestionar la reincorporación al aula de un alumno enfermo de leucemia y las relaciones dentro del grupo. De aquella experiencia nació el “Proyecto Guillén”, que buscaba mantener el contacto emocional entre un alumno ausente y sus compañeros a través de un blog con los contenidos que se impartían en clase y que se grababan en vídeo. Esta situación puede parecer un caso singular, pero no lo es ya que en España, por ejemplo, se diagnostican 1.400 cánceres infantiles al año. Quizá por reflejar un hecho real y por el buen trabajo del director y los actores, la película es verosímil y logra conmover al espectador sin tirar de recursos fáciles.
Aunque la historia principal se produce en torno a Carlos, el niño enfermo, la película es, al tiempo, un homenaje al profesorado interino. A esos profesionales marcados por la inseguridad, por la angustia de tener que aprobar las oposiciones, por la incertidumbre de ser llamados o no para poder trabajar, por el temor de la vuelta del profesor titular. Ese profesorado empieza cada curso en un centro o localidad diferente a la que se llega con una maleta cargada de libros y, a veces, de tabaco para soportar la soledad. Son personas que se mueven en ese difícil equilibrio entre el intento de no comprometerse afectivamente con algo que es efímero y los enamoramientos y amores imposibles. Pero combinan una fértil mezcla de entusiasmo, capacidad de adaptación y supervivencia, empatía y amor a la escuela.
Aleix es muy creíble porque no es el profe superguay, sino un profesor normal, que tiene recursos como aprenderse el nombre de sus alumnos desde el minuto uno y controlar bien la clase. Que les ayuda a pensar, les hace trabajar en equipo y va mejorando el espacio físico del aula. Pero es también una persona con sus problemas familiares, con un pasado laboral de precariedad, sus miedos a no saber gestionar el conflicto y su necesidad de encontrar afecto.
El buen cine educativo no abunda en España. Es aquel que plantea la aventura de educar a partir de una situación escolar concreta y que desarrolla el juego de relaciones y emociones entre un grupo de alumnos muy diversos en un contexto determinado. Ilundain huye de ese tipo de cine que convierte a los profesores (generalmente hombres, aunque sea una profesión muy feminizada) en superhéroes que con una guitarra o siendo más macarras que los alumnos malotes se hacen con la clase. Se inserta más en la excelente tradición francesa de cine sobre educación que nos ha dejado joyas como Hoy empieza todo, Ser y tener, La clase o Los chicos del coro.
Es una película necesaria porque plantea que hay que repensar cómo educamos y la importancia de centrarnos en lo esencial (en este caso, en un conflicto que bloquea la clase). Y es más necesaria aún en estos raros tiempos de pandemia. Tiempos en los que no se garantiza la seguridad ni la presencialidad; en los que las familias se ven obligadas a elegir entre educación y seguridad, ante la caótica organización de vuelta a la escuela. Los poderes públicos tienen la obligación de intentar conseguir la máxima seguridad posible. Para ello hay que invertir lo que sea preciso. Y aunque el Gobierno central ha puesto 2.000 millones de euros a disposición de las comunidades autónomas, no es una cifra suficiente y hay que recordar que todavía se deben 9.000 millones a la educación por los recortes de la etapa Rajoy. También le ha faltado valentía del Gobierno central para fijar una ratio máxima que obligase a organizar espacios, desdoblar grupos y contratar a profesorado interino –como Aleix-, algo que han hecho masivamente países como Italia.
La película habla del uso de la tecnología (vídeojuegos) para trabajar en común, crear cohesión e integrar al alumno que no puede asistir a clase por estar hospitalizado. Pero la película nos recuerda algo mucho más importante: no hay educación sin afecto. Del profesor hacia su alumnado, del alumnado entre sí, superando los graves problemas de convivencia existentes que vuelven aflorar como todo lo que no se trata y cura. Es irrenunciable la presencialidad, porque sin afecto el proceso de educación-aprendizaje no funciona de forma óptima y porque con la educación online un tercio del alumnado se descuelga y aumentan las desigualdades educativas y sociales.
Como decía Dantón, la educación siempre debe ser lo primero. Porque se educa fundamentalmente para ser personas. Porque su finalidad es esa: acompañar a los niños y niñas y a la juventud en su proceso de convertirse en individuos formados, informados y comprometidos con la mejora de su sociedad. Porque les ayuda a crecer, a superar etapas en su desarrollo emocional y moral. Y, efectivamente, un profesor puede cambiarte la vida y un alumno también. Porque la escuela puede ser el lugar donde nacen los sueños, donde se aprende a convivir y donde se desarrollan los valores humanos.
[Fuente: CuartoPoder]
23/9/2020
...Y la lírica
Maram al-Masri
Poesía Feminista: 8
HATIFA
Madre: fallecida
Padre: Safar Ali
Edad: 16 años
Profesión: la muerte no le ha dejado trabajar
¿Es un crimen
si mis pies se alegran de tocar la esencia
de la tierra
cuando bailo?
¿Es un crimen
si desnudo mis hombros
y dejo flotar mi pelo?
¿Es un crimen
pintarme los labios
y decir que tengo boca?
¿Es un crimen
si soy una chica
como todas las otras chicas del mundo?
¿Si tengo un cuerpo,
si duermo,
si canto
si escribo
si tengo deseos
si amo?
¿Es un crimen vivir en un país
donde ahorcan
la libertad?
AMINATA
Madre: Diatou
Padre: Samba
Edad: 45 años
Profesión: cocinera
Ella decía
Señalando lo que hay entre sus piernas:
“Aquí
hay un dolor vivo
que sangra
que grita
que llora
Que cuenta la historia del sufrimiento
y de la injusticia.
Ellos lo cortaron
pedazo a pedazo.
Cosieron su boca
para que no gimiera.
Dijeron con orgullo:
“Hemos cortado la cabeza de Satán.”
Mataron a la mujer que había en mí.
Me transformaron
en cadáver
ambulante.”
ZOHRA
Madre: Hinda
Padre: Ismaïl
Edad: 35
Profesión: limpiadora
3h. 30 de la mañana
Zohra se despierta
y sale a la calle desierta y fría
sola,
con el corazón
acostumbrado al miedo.
6h.
está en su trabajo
para limpiar el suelo
antes de que lleguen pies.
5h. de la tarde
Zohra regresa a su habitación
en la que viven cuatro niños
y la foto de un marido
muerto recientemente
de una crisis cardiaca.
A las 3h.30
será hora de volver al trabajo.
A Zohra no le da tiempo
a limpiar su propia casa.
La abandona
como un zapato en la carretera…
Zohra se pregunta
por qué ni las personas
ni la foto de la pared,
ni la suerte
le sonríen
en Francia?
MADELEINE
Madre: Ginette
Padre: Maurice
Edad: 69 años
Profesión: ex mercera
Aún hace demasiado frío
para calzar sandalias abiertas
Los dedos de sus pies retorcidos de reumatismo
no encajan en ningún zapato.
Aún hace demasiado frío
para que la señora Dupont
se ponga vestidos de verano
y se siente como una turista
los días de canícula
en la acera.
La señora Dupont tiene dos hijos.
Los dos han perdido su número de teléfono.
De: Almas con pies desnudos (Colección Lancelot, nº 7. Artsolut, 2020)
Traducción de M. Guillermo y E. Castejón
Revisión poética de J. Marín
Contacto: coleccionlancelot@gmail.com. +34 619182389
29/9/2020
La Biblioteca de Babel
Enrique Javier Díez Gutiérrez
La asignatura pendiente
Plaza y Valdés, 2020, 192págs.2020
Seguimos pendientes de la asignatura pendiente
La última publicación del profesor e investigador de la Universidad de León Enrique Javier Díez Gutiérrez [*], La asignatura pendiente, refleja cómo se ha construido todo un mecanismo de desmemoria a través del silencio, el miedo y el olvido que impuso la dictadura y que también afecta a los libros de texto. En especial, en los temas a los que no se suele llegar o por los que, a veces, se pasa de puntillas.
Hoy en día, el resurgimiento y auge del fascismo ha alentado a partidos conservadores y neoliberales a unirse a esos postulados negacionistas y a acusar de “adoctrinamiento” o de “reabrir viejas heridas” a quien pretende recuperar la memoria histórica.
No podemos olvidar que la utilidad del conocimiento sobre el pasado es el aprendizaje colectivo para que no se vuelva a repetir la barbarie. La democracia tiene el deber de fomentar el acceso a este conocimiento histórico, porque es la única garantía de adquisición de criterios propios y hace a la ciudadanía más sabia y, por lo tanto, más libre. De ahí que sean necesarias propuestas alternativas a los libros de texto actuales como la que ha elaborado el profesor del Departamento de Didáctica Enrique Díez Gutiérrez, junto con Javier Rodríguez González, profesor del Departamento de Historia Contemporánea, ambos de la Universidad de León, titulado “Unidades Didácticas para la Recuperación de la Memoria Histórica” en formato digital, con contenidos y actividades interactivas, accesibles en formato web de forma gratuita en: http://memoriahistoria.unileon.es para poder utilizar con el alumnado. Afortunadamente la Editorial Plaza y Valdés volverá a publicarlo próximamente en edición de papel, dada la continua demanda de profesorado y centros educativos, tras haberse agotado su edición inicial.
La consolidación de nuestra democracia precisa que se hagan efectivos los principios de verdad, justicia, reparación. Sin ellos será imposible garantizar un presente y un futuro auténticamente democráticos.
El estudio de la Historia es un elemento fundamental de la actividad escolar por su valor formativo. Las leyes educativas recuerdan que sirve para profundizar en el conocimiento de la herencia personal y colectiva. Proporciona conocimientos relevantes para la comprensión de los fenómenos históricos del pasado que influyen en la visión colectiva sobre el presente. Pues, como el propio libro refleja, contribuye a construir una memoria colectiva y a la formación de personas responsables y conscientes de sus derechos y de sus obligaciones para con la sociedad. El estudio de la asignatura durante la escolarización, en muchos casos, representa el único momento en que la población tiene contacto con la historia.
De hecho, la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas recordaba, el 17 de abril de 1998, que el “derecho a saber”, en tanto que derecho colectivo, implica el derecho inalienable a conocer la verdad de lo que ocurrió y el “deber de recordar”. Por eso la inclusión de la memoria histórica en nuestras aulas supone satisfacer el derecho a saber que tiene toda sociedad. Rompiendo, de esta forma, la política del silencio y del olvido que impuso la dictadura franquista y que continuó posteriormente la Ley de Amnistía de 1977 durante la transición española.
Tras analizar los libros de texto de 4º de la ESO y de 2º de Bachillerato, que son los dos cursos escolares donde se imparte la asignatura de Historia contemporánea, y tras entrevistar a cientos de profesores y profesoras, el autor llega a cinco conclusiones fundamentales:
- Extensión: Los contenidos sobre este tema (casi la mitad del siglo XX entre guerra civil y dictadura) se extienden sobre la guerra civil y las batallas de la contienda, mientras que la represión de la posguerra y la lucha antifranquista ocupan cuadros de detalle o breves párrafos.
- Teoría de la “equidistancia”. Perdura el enfoque de que hubo un “enfrentamiento fratricida” o un “conflicto entre hermanos”, como si dos bandos igualados se hubieran enfrentado en las mismas condiciones o legitimidad. Aunque ya hay manuales que han empezado a diferenciar entre las “responsabilidades” y entre la tipología de las violencias y represiones, cuestionando esta teoría de la equidistancia.
- Equiparación: Se busca en muchas ocasiones hacer un paralelismo entre los que se levantaron contra la democracia elegida y las y los defensores de la democracia, hablando de “desmanes de ambos bandos” o afirmando en algunos manuales que “uno y otro lado provocaron las mismas víctimas”.
- Invisibilidad y minimización de la represión: Solo la mitad de los manuales hace referencia a la represión de la dictadura franquista que se prolongó durante 40 años. Algunos hacen referencia a temas como los “paseos”, pero, en general, las cunetas, las fosas y la represión sistemática y organizada de los sospechosos y de sus familias están muy invisibilizadas, sin explicar algunas veces quién, cómo ni por quién.
- Temas “tabú” que no se abordan: Hay una serie de temas que sistemáticamente se ocultan o minimizan: (1) El papel legitimador de la Iglesia Católica en el proceso de represión de forma sistemática y bendecida por la jerarquía católica. Solo la mitad de los libros de 4º de la ESO y de 2º de bachillerato señalan el papel que desempeñó dentro del régimen, aunque en ocasiones de una manera minimizada o justificando su participación debido a los ataques del bando republicano. (2) La resistencia antifranquista se trata de manera superficial. (3) El enriquecimiento de la represión: Otro tema tabú que no se aborda son los mecanismos “legales” de incautación de bienes de familias republicanas represaliadas y las consecuencias de ello, en el proceso de generación de nuevas fortunas que asentaron la oligarquía del régimen. (4) La represión de las mujeres: Prácticamente nada se dice de las formas de represión específicas que sufrieron las mujeres, como el rapado del pelo (símbolo cultural de feminidad en el modelo tradicional), la ingesta del aceite de ricino (lo que les provocaba diarreas constantes, al tiempo que eran paseadas por las principales calles), las humillaciones públicas o la violencia sexual y las violaciones, y la separación de los hjos e hijas de las mujeres republicanas presas. Las mujeres fueron reprimidas como “rojas” y como mujeres porque habían roto moldes, normas y estereotipos del modelo de mujer tradicional durante la República y se las quería volver a su posición de subordinación. (5) El reconocimiento y la reparación de las víctimas del franquismo.
Como dice el Ministro de Consumo, Alberto Garzón, en el prólogo del libro, “la obra de Enrique Javier Díez Gutiérrez es una importante contribución para seguir avanzando en materia de memoria democrática. Una contribución para mejorar el país”. No podemos olvidar que la utilidad del conocimiento sobre el pasado es el aprendizaje colectivo para que no se vuelva a repetir la barbarie. La democracia tiene el deber de fomentar el acceso a este conocimiento histórico, porque es la única garantía de adquisición de criterios propios y hace a la ciudadanía más sabia y, por lo tanto, más libre.
Seguimos pendientes de esta #AsignaturaPendiente.
Nota:
[*] El autor es también vicepresidente del Foro por la Memoria de León, que trabaja en la recuperación de la memoria histórica. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: La educación en venta (Octaedro, 2020), Educación para el bien común (Octaedro, 2020), La revuelta educativa neocon (Trea, 2019), Neoliberalismo educativo (Octaedro, 2018), La polis secuestrada. Propuestas para una ciudad educadora (Trea, 2018) y La educación que necesitamos, con Alberto Garzón (Akal, 2016).
Eloina Terrón Bañuelos
27/9/2020
En la pantalla
Visual Books
¿Qué es el peak oil?
28/9/2020
Documentos
Geopolítica, peak oil, recursos finitos y colapso global: dificultades de comprensión desde las ciencias sociales y necesidad de un enfoque integrado
Pedro A. García Bilbao, "Geopolítica, peak oil, recursos finitos y colapso global: dificultades de comprensión desde las ciencias sociales y necesidad de un enfoque integrado"
Disponible en https://transecos.files.wordpress.com/2014/04/pedro-garcia-bilbao-geopolc3adtica-peak-oil-colapso-global.pdf
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El momento actual combina cinco variables ecosociales: consecuencias de la catástrofe ecológica, incremento acelerado de las desigualdades materiales por imposiciones políticas neoliberales, inicio del declive en la extracción de recursos a consecuencia de la tasa de retorno energético, pandemia como “oportunidad” para reforzar la gobernanza de las élites y realidad territorial y social asimétrica, en que violencia, sufrimiento y muerte reales coexisten (sin aparente conflicto) con violencia, sufrimiento y muerte como entretenimiento virtual en medios audiovisuales online y con novedades culturales o eruditas; es decir, con todo el complejo artificio que mantiene a las clases acomodadas en su burbuja cognitiva y ética.
Ante esta situación se agradece una síntesis orientativa. Cuando Pedro A. García Bilbao publicó este análisis en 2013, aún no existía la variable coronavirus [1], pero su ausencia no resta un ápice de interés a estas 38 páginas que combinan calidad informativa y claridad expositiva; sin abusar de citas o autores, la exposición no se desvía de su objetivo: sentar las bases de una síntesis que permita interpretar y afrontar esa realidad omnipresente llamada colapso.
Cabe destacar el papel clave que el autor adjudica a la nueva geopolítica, diferente a la geopolítica clásica que marcó el inicio del siglo XX; como ilustración sólo una cita:
En los debates de la geopolítica de la energía lo importante es la seguridad energética y que depende de la ubicación geopolítica tanto propia como de las fuentes de suministro, junto al nivel de riesgo geopolítico de todos los países en la cadena fuente-ruta de suministro-consumidor y a la importancia de la estabilidad regional tanto en ambos extremos como en el corredor de ruta. El resultado de todo esto es que la situación internacional en los primeros años del siglo 21 se está viendo marcada por una lucha geopolítica denodada por el control de los espacios físicos de ubicación de reservas y de los corredores geográficos (terrestres o marítimos) que los unen a los centros de consumo (p. 22)
Esto puede aplicarse a recursos energéticos o a cualquier otro bien necesario. La geopolítica clásica implicaba continentes, estados y fuerzas militares; la actual, regiones, gobiernos, empresas, ONG y paraviolencia privada.
Ese sería el frente exterior, mientras que el frente interior supone control estatal (democracia y elementos de distracción) bajo la autoridad de poderes corporativos que condicionan y marcan la pugna entre todas las agendas. El caso del amianto es un ejemplo de resistencia corporativa al conocimiento científico y el poder político.
El autor analiza las dificultades para abordar estos conflictos desde las ciencias sociales en general y desde una perspectiva científica marcada por la hiperespecialización, separación universitaria entre docencia e investigación (el ejemplo del campus virtual Iberdrola ilustra a la perfección cómo se maquilla tras una fachada científica lo que es en realidad un campo de estudios de liberalización) y subordinación de la ciencia a la lógica economicista estrecha.
Un apunte histórico sobre el papel de Daniel Bell y su sociedad postindustrial como diseño de prioridades antes de que el neoliberalismo tomase el timón, abre la reflexión a las tres llamadas de Malthus y a tres posibles escenarios de futuro alejados de las convenciones que marcan este tipo de pronósticos.
En resumen, la lectura de esas 38 páginas ahorran muchas otras lecturas y proporciona un excelente mapa de situación.
Nota:
[1] La reflexión del profesor Pedro A. García Bilbao sobre el coronavirus puede leerse en https://revistas.uam.es/didacticasespecificas/article/view/12234/12183
30/9/2020
«Pays Basque et liberté, un long chemin vers la paix» (2019). Respuestas a los comentarios de los intervinientes
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El 27 de abril de 2020 el canal público francés FR3 emitió el documental de cincuenta minutos Pays Basque et liberté, un long chemin vers la paix («País Vasco y libertad, un largo camino hacia la paz»), un reportaje financiado por France Télévision con el apoyo de Public Sénat (canal de
televisión parlamentario del Senado de Francia) y del Centro Nacional de Cine e Imagen de Animación y de la región de Nouvelle-Aquitaine.
Dirigido por Thomas Lacoste, documentalista francés de larga trayectoria, recoge opiniones de 28 personas: Pierre Joxe y Christiane Taubira, ex ministros del Gobierno; Serge Portelli, ex presidente de la corte de justicia; Max Brisson, senador del País Vasco francés del Partido Republicano; Jean René Etchegaray, alcalde de Bayona; Xavier Crettiez y Jean-Pierre Massias, profesores universitarios; Gabriel Mouesca, antiguo miembro de Iparretarrak; Eugenio Etxebeste (Antxon) y Josu Urrutikoetxea (Josu Ternera), antiguos miembros de ETA; Brian Currin, mediador internacional; Francisco Etxeberria Gabilondo, médico forense; Jean-Pierre Massias, profesor de Derecho; Iñaki Anasagasti, diputado y senador del PNV; Christiane Taubira, ex ministra de Justicia; Xavier Crettiez, profesor de Ciencias Políticas; Román Orbe, víctima del GAL; Jonathan Powell, ex jefe de gabinete de Tony Blair (1997-2007) y experto en resolución de conflictos; Rufino Etxeberria, miembro de la dirección de Sortu; Anita Lopepe, portavoz de EH-Bai, coalición independentista del País Vasco norte; Anaiz Funosas, presidenta de Bake Bidea (El Camino de la Paz); Raymond Kendall, ex secretario general de la Interpol; Jean-Noël Etcheverry, miembro de Bizi (artesano de la paz); Alberto Spektorowki, ex consejero de Asuntos Exteriores de Israel en la cumbre de Camp David; Gerry Adams, líder del Sinn Féin; Gabriel Mouesca, miembro de Iparretarrak y presidente del Observatorio Internacional de las Prisiones; Véronique Dudouet, experta en resolución de conflictos de la Fundación Berghof y el US Institute of Peace, y Josu Ibargutxi.
Ya desde el nombre, el documental se alinea con una determinada interpretación del terrorismo iniciado en el País Vasco y extendido al resto de España; “País Vasco y libertad” se traduce al euskera como “Euskadi ta askatasuna”, el acrónimo de ETA, de lo que resulta fácil deducir el título ETA, un largo camino hacia la paz. Si a ello añadimos la selección de personas que se entrevistan y los comentarios en off que se reproducen, se entiende por qué, entre otras cosas, según los autores del documento,
“[...] queremos hacer patentes silencios inaceptables: nada sobre las víctimas de ETA; nada sobre los presos de ETA que han optado por la vía de la reinserción; nada sobre las escisiones internas o divisiones dentro de ETA motivadas por el debate sobre la estrategia criminal; nada sobre el hecho de que los nacionalistas vascos han gobernado durante cuarenta años.” (p. 3)
Los autores de “Pays Basque et liberté, un long chemin vers la paix (2019). Respuestas a los comentarios de los intervinientes” son conocedores de la realidad social y política del País Vasco: Barbara Loyer, catedrática francesa que enseña e investiga en el Instituto Francés de Geopolítica de la Universidad París-8, especialista en geopolítica de España y en nacionalismo vasco y catalán; Francisco Javier Merino Pacheco, profesor de Historia y miembro de Bakeaz; Martín Alonso Zarza, doctor en Ciencias Políticas, licenciado en Sociología, Filosofía y Psicología, formó parte del grupo de expertos de la Escuela de Paz de Bakeaz (Bilbao), y Juan Luis Fabo, profesor jubilado, cofundador de Basta Ya y UPyD y ex diputado en la Asamblea de Madrid.
La técnica del documento es sencilla: a lo largo de 73 páginas se reproducen declaraciones y comentarios de la voz en off del documental, y se exponen hechos, sólo hechos, que muestran desconocimiento, parcialidad, silencios calculados, inexactitudes y falsedades. Mediante esa técnica elemental los autores consiguen un catálogo de técnicas de manipulación historicistas que va más allá del caso concreto que analiza, ya que se pueden aplicar a cualquier nacionalismo, ya sea vasco, español, catalán, francés, inglés, etc. Una lectura recomendable.
30/9/2020