COP25. El show terminó
Miguel Muñiz
El 10 de octubre de 2019, Pascual Serrano, periodista de investigación y activista social, publicó en el digital Cuarto Poder el artículo, ¿Qué quedará de las movilizaciones por el clima?, que analizaba el contraste entre las movilizaciones de miles de activistas y centenares de miles de participantes en el movimiento altermundista y la ausencia de resultados: ni objetivos concretos conseguidos, ni creación de estructuras organizativas estables, ni en el Encuentro por la Humanidad y contra el Neoliberalismo (1996), los foros sociales mundiales (FSM, Porto Alegre, 2001), ni en el 15M (2011).
El artículo se publicó días después de la llamada “Huelga Mundial por el Clima”, tan ruidosa a nivel mediático como nula en consecuencias. En el texto destacaba un interrogante: “¿Muchas personas en las calles convocadas por internet sin otro elemento organizativo estable supone mayor músculo para una lucha social?”. Analicemos posibles respuestas desde la base.
Las COPs
El 15 de diciembre, con casi dos días de retraso respecto al calendario oficial, se clausuró en Madrid la 25 edición de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25). Su desarrollo (retraso final incluido) siguió el guion, sobradamente analizado, de las COPs precedentes. La realidad es que desde 2001 no existe relación entre cambio climático y COPs. El cambio climático es un proceso irreversible sobre el que no se puede incidir, que está provocando devastación social y degradación o cambios ambientales acelerados; las COPs, por su parte, son reuniones puramente discursivas y acciones de propaganda sin contacto con lo que está sucediendo. La mejor crónica de la COP25 es el artículo de Antonio Turiel enlazado en la sección “de otras fuentes” de este mismo boletín.
Las claves para interpretar lo que son las COPs están expuestas en el libro Esto lo cambia todo (Naomi Klein, 2014); en resumen, de una parte tenemos las decisiones políticas de los que mandan y tienen poder para actuar (incluidos unos pocos con aparente sensibilidad ambiental), que se organizan y toman decisiones en el marco de la Organización Mundial de Comercio (o así era en la época analizada por Naomí Klein), sin que el cambio climático cuente para nada; de otra parte tenemos las reuniones fruto de la Cumbre de Río (1992), sobre todo las COPs, donde se aprueban miles de documentos e informes sobre el cambio climático, que no influyen en nada de lo decidido por la primera parte.
Un ejemplo de ello son esos inacabables debates sobre el comercio de derechos de emisión (CDE) que se desarrollan desde hace años en las COPs, lo único que queda de los mecanismos originales del Protocolo de Kioto. En teoría, se trata de reducir la concentración atmosférica de Gases de Efecto Invernadero (GEIs) mediante un sistema de compraventa de gases. Pero el CDE, sólo se ha aplicado en la Unión Europea (desde 2005) y ni tan siquiera ha conseguido reducir las emisiones de GEIs en su área de aplicación. Su eficacia es muy discutible. Es uno de los puntos de la COP25 en que hay coincidencia decepcionante.
Porque la información que los medios difunden sobre las COPs en general (y la COP25 no ha sido una excepción) está formada por indirectas, alusiones, y metáforas, lo que contrasta con las crudas realidades que explican sobre territorios afectados por el cambio climático, en una calculada estrategia propagandística. Un ejemplo, entre cientos, sería el caso de Somalia.
La situación de Somalia es, en su mayor parte, consecuencia de años de sequías encadenadas, fenómeno amplificado por el cambio climático [1]. Las sequías han destruido gran parte del sistema productivo del país lo que, junto a un estado de violencia continuada, han llevado a unos 5,4 millones de personas, de un total de población estimado de 14,7, (las estadísticas son menos fiables en el Sur global que en el Norte) a ser dependientes absolutos de la ayuda humanitaria internacional. Somalia ocupa el último lugar (181) en el indice ND Gain (Notre Dame Global Adaptation Initiative) que clasifica los países por vulnerabilidad (incapacidad de adaptación) ante el cambio climático; dicho índice se elabora en la Universidad de Notre Dame (EE.UU), una institución con fuertes vínculos religiosos.
En la geopolítica actual, Somalia está etiquetado como estado fallido, lo que quiere decir un estado objeto de una política deliberada de destrucción violenta de sus estructuras. Así, empresas transnacionales y grupos armados financiados por éstas, imponen su ley para obtener beneficios.
Contrastemos esta brutal realidad con el siguiente texto:
“Vivimos tiempos convulsos de auténtica emergencia ecológica, climática y social. El diagnóstico científico es diáfano respecto a la gravedad y la urgencia del momento. El crecimiento económico se produce a costa de las personas más vulnerables: las personas racializadas, las personas indígenas, el campesinado, las personas empobrecidas, las personas migrantes, las personas LGBTI y queer, las comunidades de vanguardia en resistencia… Y se produce también a costa de nuestro entorno, las demás especies y los ecosistemas. Las mujeres, que forman parte de todos estos colectivos, se ven afectadas diferencialmente y son víctimas de las peores consecuencias del modelo capitalista cisheteropatriarcal.
(…)
Creemos en la justicia climática como el eje vertebrador de la lucha social de nuestro tiempo: porque la sostenibilidad es imposible sin justicia social, y la justicia no existe sin un respeto a todos los seres que viven en el planeta. La justicia climática es el paraguas más amplio que existe para proteger bajo su esfera toda la diversidad de luchas por otro mundo posible: ecologismo, activismo climático, feminismo, LGBTIQ+, sindicalismo, antirracismo, antifascismo, antimilitarismo, movimientos decoloniales, movimiento indígena, movimiento campesino, movimiento rural… Promovemos la justicia climática como un movimiento de movimientos en el que quepan muchos mundos diversos.
(...)
Nos solidarizamos con quienes más sufren, con las personas trabajadoras y con las comunidades que están en primera línea de resistencia en todos los continentes. También nos solidarizamos con quienes menos han participado en alimentar la crisis climática y más acusan sus impactos. Apoyamos a todas las personas de cualquier género, origen, lengua, raza, etnia, capacidad física, orientación sexual, experiencia, edad y creencia.”
Este texto es parte del llamamiento a participar en la Cumbre Social Alternativa de la COP25. Sus tres características definitorias: no presenta reivindicaciones concretas, utiliza un lenguaje ajeno y extraño al de la mayoría de la sociedad, y el único referente activo mencionado son individualidades pertenecientes a movimientos basados en identidades, tan sólo uno, los campesinos, son un grupo social heterogéneo, y relacionado con la producción material.
Se trata del fenómeno descrito por Daniel Bernabé y analizado teóricamente por Héctor Xaubet. En el caso del cambio climático se relaciona con la pregunta planteada en el artículo de Pascual Serrano, y apunta una característica: la conversión de medios en fines, que analizaremos más adelante. Las COPs inciden en el cambio climático, pero cumplen una función social clave: transmitir la impresión de que se está haciendo algo.
La Cumbre Social Alternativa a la COP25
Desde que se supo que el gobierno de Chile dimitía de la celebración de la COP25 por los conflictos derivados de las políticas neoliberales impuestas, y que el gobierno de España se ofrecía a acogerla, comenzó una frenética actividad en el mundillo de las ONGs ambientalistas y algunos movimientos sociales para organizar en Madrid una Cumbre Social Alternativa (CSA). Se trataba de vincularla con la CSA que organizaciones chilenas habían estado preparando en su país y, lógicamente, realizar una manifestación. Lo que suponía trabajar tres medios de incidencia, pero no se definían objetivos concretos, fuera del propio trabajo.
La CSA fue un éxito. Unas 70 entidades ambientalistas y sociales organizaron una manifestación en que, según las fuentes, participaron entre 15.000 y 500.000 personas. Asimismo, y durante siete días, desarrollaron un amplio programa de más de 290 actividades en que se consiguió una presencia importante de personas de Chile y América Latina, y también aprobaron un manifiesto común. Los objetivos de trabajo conseguidos no excusan una pregunta: ¿las más de 290 actividades tenían un objetivo común o eran una muestra heterogénea de expresiones? Basta consultar el programa para responderla. Un dato anecdótico pero significativo: el intenso tráfico de mensajes en internet sobre reuniones, listas y foros de participación, borradores de documentos, citas, llamamientos, carteles en PDF, captación de fondos, etc., se detuvo en seco tras la aprobación del manifiesto El mundo despertó ante la emergencia climática y la manifestación de la CSA del 6 de diciembre. Ni valoración de resultados, ni proyectos de continuidad. Una vez expresada la protesta, todas las ONGs implicadas volvieron a sus trabajos habituales.
Se da la paradoja de que a medida que aumenta la intensidad, complejidad y dureza de procesos ecológicos y conflictos sociales desencadenados por el cambio climático, las reivindicaciones se han vuelto más y más simples. La última versión son las muy divulgadas banalidades de la adolescente sueca y del movimiento Fridays For Future: faltar a clase los viernes para denunciar que los jóvenes son víctimas de la inacción de los políticos, que a su generación les han robado el futuro, y que hay que hacer algo. Todo así, genérico y sin mayores precisiones. El manifiesto final de la CSA, El mundo despertó ante la emergencia climática, leído al término de la manifestación, se sitúa en esa misma pauta desde el propio título: un mundo (¿todo el mundo?), despierta (ahora ¿tras 27 años?) por la emergencia climática (¿sólo climática?). El papel adjudicado a Greta Thunberg es determinante.
Greta Thunberg es la quintaesencia de portavoz políticamente correcta en una globalización acomodada. Elevada por la propagandaa la categoría de símbolo hasta el punto en que la peripecia viajera de la adolescente ocupaba más espacio informativo que la propia COP25, su discurso era más comentado que los contenidos de la reunión, y su presencia parecía el mayor acicate para participar en la CSA; un papel estelar que es parte de una estrategia planificada.
Se trata de una estrategia difusa. Una interpretación de la misma se puede encontrar en este análisis de Nazanín Armanian, vinculando el fenómeno Greta con las pautas del capitalismo global. Sin seguir ahora esa línea, que nos apartaría de la COP25, cabe hacerse una preguntar: ¿por qué el cambio climático es objeto de seguimiento global y atención específica?, ¿por qué un debate continuado que ha ido evolucionando desde propuesta de medidas para combatirlo, luego para frenarlo, y después para paliarlo y, finalmente, para adaptarse?
El cambio climático es sólo uno de los aspectos de un colapso global que no se menciona como tal; algunas variables de ese colapso aparecen puntualmente en los medios, otras se presentan como problemas territoriales, o como parte de catástrofes humanitarias. Ni pérdida de biodiversidad, sequías continuas, agotamiento de recursos minerales y biológicos, acumulación de residuos (sobre todo plásticos), contaminación radiactiva, química o electromagnética; fin de las fuentes de energía no renovable (petróleo, gas, carbón, uranio…), consumismo compulsivo, explosión demográfica, urbanización global…; ninguna de esas expresiones del colapso global goza del seguimiento informativo que tiene el cambio climático.
Las ONGs
Nada de todo lo anterior se entiende sin las ONGs. Como vehículo del neoliberalismo para incidir en cuestiones sociales, las ONGs cubren de difusión de ideologías (religiosas incluidas) a elaboración de investigaciones a la carta y, por supuesto, intervención social directa. En 2013 la revista The Global Journal, con sede en Suiza, publicó una clasificación que determinaba cuáles eran, a su juicio, las 100 ONGs más importantes del mundo; lo significativo era la muestra de partida que, sin ser exhaustiva, incorporó a 10 millones de ONGs. Según la Wikipedia, en 2009 se calculaba que sólo en la India actuaban unos dos millones de ONGs, lo que daba una ONG por cada 600 habitantes.
Muchas ONGs se mantienen mediante fundaciones creadas por poderes empresariales o financieros, otras por convenios con los estados en que radican. Parte de las ONGs actúan en simbiosis con las Naciones Unidas. Desde el final de la Guerra Fría, despojada de peso político en beneficio de las instituciones del capitalismo global (FMI, BM), y marginada en la dinámica de bloques geopolíticos enfrentados, la ONU se ha convertido, en parte, en el paraguas institucional de la actividad de las ONGs. Se trata de un aspecto más de esa realidad virtual paralela que elabora discursos sin conexión con las políticas dictadas por los poderes económicos y financieros. En sus análisis y debates sobre conflictos globales en que no pueden incidir, las ONGs necesitan crear marcos propios adaptados a su actividad; lo más lógico es convertir los medios en fines manufacturando problemáticas.
Convertir medios en fines
El acuerdo final de la COP25 ha sido calificado unánimemente de decepcionante, porque en la sociedad civil, ese concepto tan inconcreto, no sienta bien una palabra tan rotunda como fracaso. Las ONGs no pueden mostrar una carencia absoluta de resultados que deslegitimaría su función, por ello hay que manufacturar una oferta reivindicativa destinada a la sociedad civil. La denuncia de la COP25, en un calculado equilibrio entre radicalismo y posibilismo, debe combinarse con el enunciado de problemas en que se producen avances, que actúen de marcos que generen discurso. La clave es transformar los medios en fines en si mismos, con lo que cualquier avance en los medios se valora como un avance en los fines, aunque no sea así.
En la COP25 los problemas más divulgados han sido el PLAN de ACCIÓN DE GÉNERO EN TEMAS DE CAMBIO CLIMÁTICO (PAGCC), en las sesiones oficiales, y la cuestión de la JUSTICIA CLIMÁTICA (JC) en la Cumbre Social Alternativa.
El PAGCC parte de una resolución de la COP23 (Bonn, 2017), fruto de una iniciativa, el Women Gender Climate, lanzada en 2009 en los EE.UU. Se trata, según su documento de presentación, de “asegurar que las voces de las mujeres y sus derechos estén incrustados en todos los procesos y resultados del marco de la CMNUCC, para un futuro sostenible y justo, por lo que el género, la igualdad y los derechos humanos de las mujeres son fundamentales para los debates en curso.”. En la COP25 el PAGCC estuvo a punto de no ser aprobado, aunque finalmente, tras una serie de presiones de activistas vinculadas a grupos feministas, se decidió incluirlo en los documentos de compromiso de los países participantes.
El PAGCC es parte de la dinámica de insertar problemas identitarios en conflictos globales, la misma que inspira campañas como las de género y energía (con lemas tan surrealistas como “la transición energética será feminista o no será”). Esa dinámica sustituye el debate sobre el núcleo del conflicto por el debate sobre un problema relacionado indirectamente con el conflicto, debate en el que se pueden obtener resultados en forma de documentos aprobados, aunque tales documentos no incidan realmente en el núcleo del conflicto que va por otro lado.
En la COP25 la paradoja de la PAGCC salta a la vista: se aprueba la presencia de género en los ámbitos en que se aborden las políticas climáticas..., cuando aún no existen ámbitos en los que se estén abordando realmente esas políticas, fuera de las propias reuniones de las COPs. Porque también en el caso del género, disponer de recursos para mantener funcionando las ONGs implica dar publicidad a avances, aunque éstos sean más virtuales que reales.
La Justicia Climática (JC), el eje de la CSA, aparece desde el llamamiento de la propia CSA, y apunta a la manufactura de otro problema. Según documentos, la “Justicia climática es un término utilizado para denominar al calentamiento global como un problema ético y político, más allá de solo un problema ambiental o físico en la naturaleza. Esto se hace relacionando los efectos del cambio climático con conceptos de justicia, particularmente justicia ambiental y justicia social, y examinando problemáticas tales como igualdad, derechos humanos, derechos colectivos y la responsabilidad histórica por el cambio climático.” Es un planteamiento más ambicioso, y más ambiguo, que el del PAGCC. El documento de referencia de la JC puede consultarse aquí.
La reivindicación de Justicia Climática se remonta a la CSA de Bali (2002), pero tras un inicio contundente y prometedor el concepto no se desarrolló en las posteriores CSAs. Su referencia en internet está bloqueada desde 2003. Probablemente, y a diferencia del PAGCC, la JC no ha contado con el patrocinio de un grupo de presión importante. En la actualidad el concepto es invocado por entidades que van desde una multinacional de fabricación de helados hasta el ayuntamiento de Barcelona.
A modo de conclusión
Recuperando la pregunta inicial de Pascual Serrano, “¿Muchas personas en las calles convocadas por internet sin otro elemento organizativo estable supone mayor músculo para una lucha social?”, podemos contestar: depende de lo que se entienda por lucha social.
Si lucha social significa afrontar las causas de un conflicto, identificar en detalle a sus responsables (empresas y gobiernos implicados), exigir medidas concretas y aplicables para abordarlo, organizar una estructura para afrontarlo, movilizar a la sociedad en esa estructura, crear mecanismos que verifiquen el cumplimiento de las medidas propuestas, y establecer un sistema de sanciones para aquellos que no las cumplan; la respuesta es evidente: no.
Pero si por lucha social se entiende, como hemos ido analizando, generar movilizaciones de protesta ante un problema para exigir que los actores implicados hagan algo para solucionarlo, emitir documentos denunciando su inactividad, o valorar la idoneidad de dichas actuaciones como punto de partida para nuevas movilizaciones, proceso en el que se crean lazos y complicidades transversales dentro de la diversidad. Lazos y complicidades que se transmiten de movilización en movilización; la respuesta sería sí.
La diferencia entre luchar y protestar es evidente; y no resulta difícil saber en qué terreno se sitúan las reuniones de las COPs, y las CSA que las acompañan. El cambio climático, como casi todos los ámbitos relacionados con el colapso, está controlado por los medios, e intervienen millones de personas profesionalmente implicadas en ONGs con intereses y vínculos con los poderes establecidos. Hay que tener en cuenta, además, el papel adjudicado al cambio climático en la justificación de políticas adaptativas, como el Green New Deal, última versión popularizada del capitalismo verde.
Esta realidad indica, sin lugar a dudas, que no existe margen para planificar y proponer alternativas que permitan incidir de verdad. La conclusión evidente es dejar de escribir y pasar a actuar, como reza una referencia que no corresponde al conflicto del cambio climático: “De lo que no se puede hablar, es mejor callarse”; un aforismo del filósofo Ludwig Wittgenstein sobre la filosofía de las ciencias aplicable, lógicamente, a las ciencias sociales.
Notas
[1] La referencia es Harald Welzer, “Guerras climáticas. ¿Por qué mataremos y nos matarán en el siglo XXI?”. Katz Editores, 2010 (ed. original alemana de 2008). Reseñado aquí.
[Miguel Muñiz Gutiérrez mantiene la página de divulgación energética http://www.sirenovablesnuclearno.org/]
29/12/2019
Tras el fracaso de la COP25: política y economía
Cuaderno de augurios: 5
Albert Recio Andreu
La cumbre del clima celebrada en Madrid ha colmado las expectativas de los más realistas: ha acabado en fracaso, una muestra más de que ante una catástrofe anunciada predominan la inercia y la parálisis frente a la acción. En este sentido poco hay que discutir. Más cuestionable es, como han hecho bastantes comentaristas, considerar la falta de voluntad de los gobiernos como casi la única causa del fracaso. Se trata de una forma de entender la realidad, bastante habitual en los últimos tiempos, que presenta a los gobiernos y a los políticos como perversos y malvados y a la ciudadanía (o la sociedad civil) como un colectivo particularmente bondadoso y bienintencionado. Además de ser falso, ello conduce a errores estratégicos de bulto. Si el movimiento ecologista quiere tener éxito (algo por otra parte totalmente necesario para la supervivencia de la civilización humana), necesita huir de este tipo de interpretaciones y abordar en serio los problemas estructurales que subyacen a los continuos fracasos de los foros del clima (y de la mayoría de los que abordan alguna cuestión ecológica).
La mayoría de los gobiernos no son entes puramente autónomos. Están condicionados, cuando menos, por dos tipos de relaciones clave: por una parte, los intereses económicos dominantes, con los que a menudo mantienen relaciones estrechas, y, por otra, las opiniones del electorado, y en ambos terrenos hay problemas evidentes.
El elemento sobre el que más se ha reflexionado es el primero. La afirmación de que el capitalismo es incompatible con una sociedad basada en el respeto ecológico es fundamentalmente acertada. La relación existente entre determinados grupos empresariales y los problemas ecológicos es bastante fácil de determinar en primera instancia, como resulta asimismo patente que son ciertos grupos empresariales los que están financiando causas como el negacionismo climático. Uno de los aspectos más obscenos de la cumbre de Madrid ha sido sin duda el uso propagandístico que han hecho las empresas españolas más contaminantes —Endesa, Iberdrola, Repsol, Naturgy...—, tratando de presentarse como paladines del medio ambiente. Más discutible es que simplemente neutralizando a estas empresas se pueda resolver el problema, por la sencilla razón de que las que ocupan los primeros puestos en el ránking de contaminación son fundamentalmente suministradoras de inputs que utiliza el conjunto del sistema productivo. Culpar de los problemas a un solo sector es bastante erróneo (otra cosa es atacarlos cuando existen evidencias de que una empresa o un grupo está tratando de bloquear cambios y mejoras que atentan específicamente contra sus intereses). De la misma forma que hay bastante de error en focalizar los problemas en un solo país: Europa ha moderado sus emisiones porque, en parte, la producción de muchos bienes se ha desplazado a China, de modo que parte de la contaminación del gigante asiático debe atribuirse a la concienciada ciudadanía europea. La mejor forma de visualizar estos problemas es calculando el impacto ambiental (por ejemplo, en cuanto a emisiones) de todo el ciclo de producción, se produzca donde se produzca. Transformar ecológicamente la actividad económica implica adoptar una visión de conjunto de los procesos productivos y del consumo, en términos tanto sectoriales como geográficos. Hay en todo caso pruebas de que poderosos grupos empresariales pueden ver afectada su rentabilidad por los ajustes que se realicen, y usan todo su potencial económico para torpedear cambios profundos de la organización productiva. El anticapitalismo razonado parece mejor orientado que el voluntarismo moralista de culpar a los políticos de falta de decisión.
Pero, más allá de los intereses de grupos empresariales específicos, está el conjunto de la sociedad; sociedades que han sido organizadas, socializadas y estructuradas por la propia dinámica capitalista en un largo proceso histórico de cambio tecnológico, urbanización y globalización que arrancó en la Edad Media. Hoy la vida de las personas está fuertemente insertada en estructuras que determinan poderosamente su capacidad de acción. Una de esas estructuras es la del empleo asalariado o autónomo, la única forma que tiene (más allá de las prestaciones públicas) la mayoría de la gente para acceder a los ingresos que le permiten subsistir en una economía mercantil. Y existe una evidencia poderosa de que, cuando se pierde un empleo, lo más habitual es que empeoren los ingresos (no sólo por el paro, sino también porque casi siempre se acaba obteniendo un nuevo trabajo cuyo salario y condiciones son peores). La pérdida del empleo convierte a menudo a mucha gente común en base de maniobra para los grupos empresariales. Otra de estas estructuras es la del consumo en sentido amplio, incluyendo en ello la dimensión espacial en la que se desenvuelve la vida cotidiana. Cambiar los hábitos no siempre es fácil, sobre todo cuando se trata de actividades que no dependen en exclusiva de la voluntad individual. Es el caso del medio de transporte disponible en función del lugar donde se realicen las actividades; por ejemplo, las trabajadoras de limpieza de mi universidad inician su jornada laboral a una hora en la que no está disponible una alternativa de transporte público. Por último, cabe destacar que el desarrollo de las desigualdades y las jerarquías en las sociedades desarrolladas se traduce también en una enorme importancia del consumo posicional y la emulación, que convierte determinados cambios en una percepción de pérdida.
Lo que quiero subrayar con todo ello es que las regulaciones ecológicas generan potencialmente cambios importantes en las condiciones de vida de la gente; cambios que afectan de forma desigual en función de situaciones que las personas no controlan, que se viven como una sensación de pérdida e imposición que alientan muchos de los movimientos reactivos que atenazan a los políticos a la hora de tomar decisiones. Una cosa es preguntarle en abstracto a la gente qué opina sobre el cambio climático y otra, proponerle una reforma concreta que la obligará a modificar su vida o que afectará a su empleo. Y a menudo los políticos prefieren también la inercia a impulsar cambios que puedan afectar a su propia formación. Llevo muchos años participando en luchas urbanas y, en el tema de la movilidad, no me cabe duda de que el lobby automovilístico es potente y está muy organizado, pero también he podido constatar que, cuando se proponen alternativas al coche, surge una resistencia bastante agresiva (sobre todo masculina) por parte de mucha gente que no puede concebir su movilidad de otra forma (y por parte de sectores sociales que no cuentan con buenas alternativas).
Los cambios que exige la crisis ecológica no son en absoluto sencillos; cada medida importante tiene efectos sobre los intereses privados, el empleo, las condiciones de vida y la distribución de la renta, y no pueden dejarse al albur del mero voluntarismo. Exigen definir bien las alternativas y las transiciones, para ganar apoyos a favor de ellos y minimizar los efectos sociales indeseables. Por esto requieren ser planteados desde una perspectiva global de los procesos que cada cambio exige. Al ecologismo actual le falta perspectiva alternativa global. Le falta plantear propuestas que den respuesta a la variedad de cuestiones que generan los cambios y necesita tener un mínimo de ideas de cómo estructurar una sociedad ecológicamente justa y eficiente. Llevamos demasiados años eludiendo el problema. Defender la economía social y solidaria, el cooperativismo, va en la buena línea, pero es insuficiente ante una transformación que requiere cambios colosales que difícilmente podrán abordarse sólo con la iniciativa de pequeños grupos, que requerirá cambios en la propia estructura de la propiedad y en la organización del trabajo humano.
Cuando acusamos, con razón, a las élites por su responsabilidad en el desastre ambiental pasamos por alto que una transformación ecológica requiere también una reorganización social, que obliga a pensar en qué tipo de procesos de transición son más viables y socialmente menos costosos, a plantear qué formas de relación humana son adecuadas y factibles. Y esta es una tarea que las élites capitalistas y sus servidores intelectuales no nos darán hecha. Es por ello que, más que lamentarse de la cobardía de los políticos, hay que plantear también la necesaria tarea de reflexionar sobre la transición.
31/12/2019
Pasos hacia una política antisexista
A propósito del Manifiesto feminista por un debate sin censuras
Antonio Giménez Merino
La capacidad para el diálogo y el contraste de ideas es una fortaleza del movimiento feminista. Cuarenta años después, en los que nos hemos tenido que enfrentar a muchos enemigos poderosos y a situaciones sociales muy delicadas, a mí me resulta absolutamente incomprensible el nivel de virulencia en temas como la prostitución o el sujeto del feminismo por parte de un sector del movimiento.
Justa Montero
En la nota que encabezaba el número 185 de mientrastanto.e se daba noticia del debate abierto en el seno del feminismo acerca de prostitución en España. En este sentido, la revista se adhirió al “manifiesto por un debate sin censuras”, promovido por feministas del ámbito académico y activistas que llevan meses trabajando por el cese de la violencia contra las mujeres que ejercen la prostitución a través de los Debates Universitarios sobre Trabajo Sexual que se están desarrollando en 22 universidades españolas.
El manifiesto, con mil firmas mayoritariamente procedentes de personas y organizaciones del mundo académico y del activismo social, fue lanzado a la opinión pública el pasado 17 de diciembre, coincidiendo con los actos organizados por quienes trabajan en la industria del sexo con motivo del Día Internacional de la No Violencia contra las Trabajadores Sexuales. Una iniciativa que llama a un debate sereno en torno a estas cuestiones, desde la convicción de que se han de poder ofrecer y representar los argumentos de las distintas posiciones y de que esto incluye necesariamente la voz de las trabajadoras sexuales que reclaman respeto y derechos.
Las coacciones registradas durante la celebración de las actividades universitarias han sido intensas, como registran y analizan Emma Martín y Ruth Mestre en un artículo reciente publicado en la revista Viento Sur. En él destacan hasta qué punto la propia posición condiciona el análisis de estas cuestiones, “especialmente teniendo en cuenta que lo que se analiza no es la actividad de la prostitución, sino las representaciones ideológicas sobre lo que supuestamente es para quien emite el discurso”. Así, quienes niegan la simple posibilidad de debatir dejan fuera de foco, por parecerles irrelevantes, las relaciones homosexuales y la prostitución de las personas transexuales, en una manifestación clara de violencia simbólica. Como también lo sería la victimización de las mujeres que comporta caracterizar la prostitución como la manifestación por antonomasia de la trata de personas, con la consiguiente reclamación de su prohibición. La unilateralidad de estos puntos de partida sirve además para orillar el abordaje necesario de otras formas de trata y de explotación laboral no sexual igualmente relacionadas con el problema migratorio (en el sector servicios, en cadenas manufactureras, en la agricultura o en el trabajo doméstico), a las que en cambio las voces críticas no apelan, o no con la misma insistencia.
En opinión de quien esto escribe, la intensidad de los discursos identitaristas en las últimas décadas ha ido debilitando, hasta hacerlas casi invisibles, las cuestiones relativas a la clase (o si se prefiere, a la condición de pobre) que están por detrás de la mayoría de situaciones que empujan a una mujer a vender servicios sexuales. Las prostitutas, como muchos otros grupos de mujeres marginadas (trabajadoras del hogar, gitanas, musulmanas, por ejemplificar) se han constituido como sujetos políticos violentados por su procedencia geográfica y social y por sus carestías materiales. Algo que tiene que ver con el estigma y la situación laboral que padecen y que en estos términos supone una manifestación clara de la feminización de la pobreza.
La progresiva separación entre un sector académico fuerte del feminismo y la producción de nuevas prácticas y nuevos discursos en el seno del activismo feminista, por un lado, y entre la vindicación histórica sobre la libertad de decidir y la consideración, en primera línea, de los impedimentos sociales y económicos que dificultan para la mayoría de mujeres el ejercicio de dicha libertad, por otro lado, estarían en la raíz del desacuerdo actual entre las distintas corrientes del feminismo. Tal como recordaba recientemente Justa Montero en una entrevista concedida al magacine Píkara, “en este momento de extensión del feminismo también hay una vuelta a lo que en los ochenta llamábamos feminismo cultural, que considera que la opresión sexual es el factor determinante que explica la opresión de las mujeres. Esta corriente mantiene una visión muy reduccionista, binaria y uniforme de la sexualidad, del sujeto mujer y también del sujeto hombre”.
En la búsqueda de espacios de acuerdo, Teresa Maldonado (“El debate feminista sobre la prostitución”) ha llamado la atención sobre el riesgo de fractura que supone la intensa polarización del debate actual sobre la prostitución, recordando que “no es cierto que [las posturas abolicionista y pro-derechos] sean dos posiciones absolutamente irreconciliables, que no se pueda aspirar a la desaparición de la prostitución a la vez que se busca reconocer derechos a las prostitutas, no es cierto que defender los derechos de las prostitutas implique considerar la prostitución una forma de empleo entre otras”. Por lo que demanda acotar terrenos de acuerdo por lo menos en dos puntos: “en la lucha sin cuartel contra la prostitución forzada y la trata y el tráfico de personas con fines de explotación sexual, por un lado y, por otro, en el reconocimiento efectivo de derechos para las mujeres (y personas en general) que ejercen la prostitución vinculándolo a la obtención de papeles por parte de las mujeres migrantes”.
Dejar atrás posiciones esencialistas y contextualizar el debate sobre la prostitución dentro del más amplio sobre la política de fronteras y sobre las formas de explotación laboral, en efecto, parece un requisito sin el cual será difícil salir del actual encasquillamiento del problema, que pone en riesgo el enorme e influyente caudal de los movimientos feministas de este país. Sobre todo a la vista de la emergencia —en realidad previsible desde hace tiempo— de discursos neomachistas, unos directamente patriarcales y otros más camuflados en los ropajes liberales de la individualización de los problemas.
Porque, en efecto, al lado de la extensión de opiniones abiertamente sexistas como las de Vox, que niegan la propia existencia de la violencia de género, también entre la conciencia masculina supuestamente culta encontramos discursos de este tipo. La puesta en marcha de políticas de inversión de la discriminación por motivos de género, por un lado, y el endurecimiento de las penas por delitos sexuales, por otro, son percibidas por un público muy numeroso como una vendetta que pone en riesgo la impunidad de aquellos varones —los más— que siguen rigiéndose por prácticas sexistas difíciles de desarraigar o que simplemente no quieren ver los persistentes datos sobre desigualdad entre hombres y mujeres.
En cuanto al segundo de los factores mencionados, plantear soluciones penales a las violencias que padecen las mujeres desde una parte bastante amplia del feminismo —bien representado en la dirección actual del Psoe— se articula contrafinalísticamente con las tendencias autoritarias del estado neoliberal basadas en la difusión de la inseguridad y el miedo. Algo que resulta chocante con el hecho de que haya violencias al margen de las que se dan entre la pareja en las que el género también juega un papel fundamental pero que no son reconocidas en la estadísticas públicas, como ocurre con los abusos y las agresiones sexuales o con las padecidas cotidianamente por las trabajadoras del sexo. Distintamente, sumarlas comportaría una visibilidad mucho mayor de un problema derivado de una raíz patriarcal común.
Estas y otras expresiones de la desigualdad son susceptibles de forjar alianzas feministas robustas frente a la involución reaccionaria. Algo esencial para revertir los profundos recortes en las estructuras estatales para la prevención de estos problemas, para implementar de una vez programas educativos antisexistas, inspecciones más amplias del trabajo no remunerado en la empresa y en las familias —en gran parte feminizado— o alternativas laborales para las mujeres en situación de prostitución forzada —utilizadas como argumento principal del abolicionismo— que no denuncian por el riesgo de verse expulsadas del país.
Por todo ello, antes que pensar en la intensificación de la intervención penal o en prácticas prohibicionistas al servicio de la victimización simbólica de las mujeres, lo que hace falta es asegurar un terreno común contra el sexismo lo más amplio posible. Eso es lo que está pidiendo, sensatamente, el sector académico y activista del feminismo más consciente de la necesidad tanto de democracia interna frente a las nuevas tendencias reaccionarias como de generación de estrategias en la que se vean también llamados, como sujetos beneficiarios y no antagonistas, los varones. En esta línea, en “Erradicar las violencias: cuestión de justicia”, Ana Castaño, de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía ha lamado a la implementación, por un lado, de medidas restaurativas que partan del acompañamiento de las víctimas y de sus demandas específicas —evitando su revictimización—, y por otro lado de medidas no meramente punitivas contra los violentos, “poniendo el foco en los detonantes que empujan a cada persona a la reproducción de violencias determinadas para poder atajarlas de raíz con herramientas específicas”. Lo cual va más allá de la violencia de género al penetrar en el fenómeno de la violencia en general.
De igual forma que en materia medioambiental la reversión de la catástrofe en curso depende de un cambio cultural profundo que nos permita apreciar las ventajas de vivir con menos, en el ámbito del género es preciso inventar políticas que permitan a todos apreciar las ventajas derivadas de relaciones más igualitarias.
22/12/2019
Cinco tesis sobre el procés
Hèctor Xaubet
Llevamos ya unos cuantos años viendo como la política catalana, que influye en la española, está subsumida en el llamado procés de independencia. Las acciones políticas, los discursos, las relaciones de fuerza... todo se mide y se conceptualiza según los parámetros del procés. Después de todos estos años y llegados al momento actual, creemos que es un buen momento para exponer brevemente unas tesis medio explicativas y medio interpretativas del susodicho proceso.
Primera tesis: el procés como desviación de las protestas sociales
Se acostumbra a decir —quizás ya es por todos aceptado— que el proceso de independencia es y ha sido un manto que ha tapado problemas y también protestas sociales. En efecto, hacia 2011, un año después de la gran manifestación de repulsa a la sentencia del Estatut y un año antes de las elecciones anticipadas convocadas por Mas en las que se presentó como un mesías, estalló el movimiento 15-M, que en Cataluña, en junio de ese mismo año, llamó a “rodear” el Parlament. Cabe recordar que el día en que se convocó esa concentración el Parlament debatía los presupuestos de austeridad... y también que el presidente Mas llegó en helicóptero al hemiciclo. Sin duda, unas protestas que un gobierno de derecha de orden no podía permitir.
Aun así, quizás no prestamos demasiada atención al hecho de que la forma de ignorar las protestas sociales no fue tanto taparlas como desviar la atención hacia otro tema. El procés nació como una forma de recoger el descontentamiento popular, que desbordaba a la vez por la multitudinaria manifestación de julio de 2010 y por las acampadas “indignadas”, y reconducirlo, de tal forma que las ansias independentistas y las excusas que señalaban a Madrid fueran preponderantes. La voz independentista se amplificó y se acogió como la voz de las protestas sociales, a la vez que se acalló lo que podía llevar a indignación popular descontrolada, notablemente la crítica a la profunda corrupción que empezaba a emerger en la derecha catalana. Es un ejemplo de ello la llamada “Consulta sobre el futuro político de Cataluña 2014”, aquella especie de referéndum —que se cuidó mucho de no ser designado como tal— que incluía una doble pregunta. Pues bien, activistas y movimientos sociales, que empujaban hacia la soberanía popular —a veces por la vía ciertamente de la independencia—, en realidad pretendían hacer un “multireferéndum” en el que se decidiera democráticamente sobre cuestiones de derechos sociales. Evidentemente, nada de esto fue aceptado e incluso se podría decir que en aquellos momentos ICV-EUiA discutió más sobre el redactado de la doble pregunta de esa consulta que sobre el contenido de la misma en relación a las condiciones socioeconómicas de la población.
Segunda tesis: independentismo y “procés d'independència” no son lo mismo
Al ver las encuestas de opinión, se observa que la población independentista en Cataluña ha representado siempre en torno al 15% de la población. La mayoría de la gente, al ser preguntada por la preferencia territorial respecto de Cataluña, se situaba o bien en la autonomía o bien en el federalismo. Pues bien, con la sentencia del Estatut eso cambió. El independentismo creció enormemente y se activó para presionar a los políticos. Su punto de partida fue quizás la manifestación de repulsa a la sentencia del Estatut de 2010, ya mencionada, que se convirtió de facto en una manifestación independentista. Tomó una fisonomía y una magnitud inesperadas. Se trataba de un sentimiento popular legítimo, en cierta forma una expresión de soberanía.
El punto de partida del procés, por otro lado, son las elecciones de 2012, donde Convergència i Unió, con el lema “La voluntat d'un poble” y una foto de Mas con los brazos abiertos, se apropió de ese sentimiento de independencia, le dió una forma institucional para poder controlarlo y, como hemos visto en el apartado anterior, evitar que se conviertiera en un auténtico movimiento de protesta que se dirigiera contra el gobierno. Pero lo que Mas inició no es el movimiento de independencia en sí, sino una estrategia política de relación con el gobierno central que recurre simbólicamente a la independencia. Dicho de otra forma: lo que ocupa los titulares de los diarios, lo que siempre vemos sobre la independencia, no es el independentismo como tal, sino la confrontación entre dos gobiernos, el catalán y el español, que ponen los recursos que tienen a mano para intentar cambiar su relación de fuerzas.
Esta segunda tesis —que debe entenderse conjuntamente con la primera y la quinta— afirma, pues, que el procés es la conducción (o sea, el mismo proceso en sí) de ese sentimiento de independencia, la dirección (o sea, la estrategia) de los movimientos tácticos que se justifican en la independencia. Ilustrándolo con las metáforas marineras que tanto se pusieron de moda, el objetivo real no es llegar a Ítaca, sino toda la odisea que hay en medio, que se representa a conciencia con pasión y como éxito. El procés, y con los años lo hemos visto, ha acabado cooptando el movimiento independentista, pues veía en la estrategia gubernamental seguramente la única forma de dar salida a sus peticiones (si el gobierno catalán no se hubiera sacado de la manga Ítaca, el independentismo habría desbordado). El propósito real del procés, que evidentemente no es el mismo que el de los independentistas honestos, no es otro que mantener la rueda en marcha: el procés se retroalimenta a fin de seguir consiguiendo réditos electorales y a fin de que la derecha siga presidiendo la Generalitat.
Tercera tesis: el nacionalismo y el identitarismo, gestados en la respuesta españolista al procés
A menudo se critica al independentismo, al que se confunde con el procés, por nacionalista, en el sentido de excluyente e identitarista. Incluso se le atribuyen esos valores inherentemente. Pero, aunque la agitación de la bandera para desviar la atención de los problemas sociales es ciertamente nacionalista, la crítica que se le hace en este sentido identitarista parte, a nuestro parecer, de un error de análisis. El choque nacionalista que ha significado el procés y la agitación social en base a los sentimientos nacionales es debido a la estrategia de confrontación que la derecha nacionalista españolista inició, concretamente el partido Ciudadanos en Cataluña.
En efecto, la crítica de este partido al independentismo (en la forma del procés) confundía deliberadamente independentismo, un movimiento político legítimo con fines racionales, y nacionalismo, un movimiento político o, como mínimo, estrategia de apelación a las masas, sin otro fin concreto que sus efectos movilizadores y cohesionadores en base a una identidad colectiva. Esto se ve muy claramente en las intervenciones públicas que hacían los portavoces de ese partido, del estilo “los nacionalistas catalanes quieren romper España”. Y esto casa completamente con la mentalidad política del Reino de España, según la cual los nacionalistas son sólo los nacionalismos periféricos, no el centralismo castellano.
Lo que se debe tener en cuenta, pues, es que este discurso se impuso y es el que hasta hoy incluso la izquierda asume a veces. La reacción anti-independentista ha dado al procés, del cual ha acabado formando parte, su carácter identitarista en la medida en que se le criticaba por ser catalán y egoísta con los españoles. Como consecuencia, esto es lo que ha asumido la parte de la población no atraída ni por la independencia en sí ni por el procés y, consiguientemente, se ha formado su identidad (nacional) por oposición. Dicho de otra forma, la estrategia de este partido ha galvanizado a los ciudadanos catalanes que se sienten solo o también españoles [1], en la medida en que se les presenta la independencia como algo solo de catalanes y amenazador a su pertenencia a la comunidad sociopolítica en la que, de hecho, están incluidos. Así es como se entiende que el 10% de aquellos que solo se sentían españoles en el año 2012 fueran independentistas, pero que hoy solo lo sean el 3%. De aquí se deduce que ha habido una polarización política que se ha trasladado también socialmente.
Lo que en estas líneas defendemos es fácil de comprobar en la medida en que nos damos cuenta de que el nacionalismo español se ha avivado en toda España, no solo en Cataluña, porque lo que afecta en Cataluña se ve y se representa como una amenaza al sentimiento de pertenencia global. Pero, como esta polarización política que el nacionalismo españolista ha generado no puede trasladarse en términos puros a todos los territorios del Reino —pues no en todos lugares hay un “nacionalismo periférico” al que confrontarse—, se expresa en forma de exacerbación nacionalista, de forma que los partidos (básicamente la derecha) compiten entre ellos para mostrarse lo más españolistas (“españoles”, dirán ellos) posible.
Cuarta tesis: polarización social
Siguiendo con el punto anterior, el señalar a los otros (independentistas) como nacionalistas es lo que ha llevado a la confrontación nacionalista, que tiene como efecto la fragmentación y polarización parlamentaria en grupos contrapuestos, como reflejo de la sociedad. Sin duda, el hecho de que C's sea el partido más votado y con más representación parlamentaria, pero que los dos mayores partidos independentistas sean los que tienen la mayoría, ya es indicio de esta fuerte polarización. No somos partidarios de designarlo como una división social, que es de hecho lo que hacían desde C's, pero sí como una tensión muy fuerte que, como hemos visto en el punto anterior, interpela a la ciudadanía según sus sentimientos. El llamado “referéndum” del 1 de octubre fue seguramente el punto máximo de la negligencia procesista, que certificó a ojos de muchos catalanes cómo —en la medida en que fue unilateral— los “catalanes” ignoraban a los “españoles”. El discurso de la confrontación nacionalista no había tenido hasta entonces un mejor portavoz que ese mismo referéndum.
Pero vayamos un poco más allá, al núcleo de nuestra tesis: la polarización social, en este contexto de confrontación nacionalista, supone problematizar también aquello que usa la sociedad para comunicarse y que es a la vez distintivo de Cataluña —aunque no solo— respecto del resto de España, o sea, la lengua. Consecuencia indeseada del procés, por vía de la exaltación nacionalista de C's (que justamente entró en el Parlament en el 2006 con un solo punto en el programa: la erradicación de la inmersión lingüística), es y ha sido el ataque a la lengua catalana, el sentimiento de agravio de la comunidad castellanoparlante, el rechazo de la lengua catalana como instrumento de inclusión social, papel que ha desarrollado hasta ahora y que, creemos evidente, ha demostrado ser efectivo. De esta forma, lo que ha conseguido colar C's bajo la apariencia de anti-independentismo es en realidad un profundo anticatalanismo, que muchos inconscientemente reproducen. No podemos ser ingenuos y aceptar ese discurso, porque esto significaría certificar que hay una división social (entre dos comunidades lingüísticas), representaría confirmar una cierta etnicidad y supondría rechazar el que fue lema de integración e inclusión del pueblo catalán en su conjunto por parte de la izquierda: “un sol poble” (‘un solo pueblo').
Quinta tesis: el juego de la gallina y la mutación perpetua
Si se toma en consideración que el objetivo político “realista” del procés era forzar una negociación para llegar a mejores condiciones de autonomía para Cataluña o conseguir que las élites políticas catalanas participaran de la gestión política de España, entonces llegaremos a la conclusión de que, después de las sentencias de prisión de hace unas semanas, se ha demostrado el fracaso del procés porque el juego de tensar la cuerda no ha salido bien. O, mejor expresado, el choque de trenes efectivamente se ha producido, pero el gobierno español tenía ciertamente un tren robusto, mientras que el gobierno catalán tenía una vagoneta.
Desde esta perspectiva, es un fracaso. Pero no nos confundamos: primero, el juego de la gallina sigue, porque el gobierno catalán evidentemente no va a dar marcha atrás a pesar de los reveses. Es decir, lo que ha pasado es un contratiempo. No en vano, por las fechas de la sentencia, se oía en algunos círculos independentistas que todavía se tendría que hacer otro referéndum. Es decir, como es propio del juego de la gallina, esto significa empujar fuerte hacia adelante y esperar que el rival se mueva. Segundo, el procés se justifica por el deseo de autodeterminación, por el sentimiento de agravio e incluso por medio de la movilización misma, de tal forma que esa estrategia del juego de la gallina, tan arriesgada y negligente, sigue estando en contacto con el sentimiento del independentismo honesto. Así, un revés como tener los políticos independentistas en prisión no se ve sino como una prueba más de que es necesario seguir tirando de la cuerda.
De esta forma, nos damos cuenta de que los objetivos del procés, siempre circunscritos a los tacticismos circunstanciales que permiten, justamente, mantener la maquinaria en marcha (es decir, el círculo perpetuo de este proceso político), se adaptan, mutan. La independencia no es un objetivo. No lo había sido nunca, pero por lo menos los portavoces, digámoslo así, del procés recurrían retóricamente a ella. Ahora, el objetivo, retóricamente plasmado, que se planteaba el procés después de la sentencia era la libertad de los presos políticos, igual que en otros momentos su objetivo era la restitución del presidente legítimo o la celebración del referéndum. Una vez superado el valor táctico de cada uno de estos “objetivos”, se olvidan, quizás con excepción del 1-O, que se ha convertido en un relato mítico fundacional.
El procés es, como hemos visto, una estategia de gestión autojustificativa y, como decimos, muta continuamente. En su reelaboración aparecen a veces fricciones, sea por su alta negligencia o por disonancias entre los timoneles del procés —entre ellos o entre ésos y las bases independentistas—. Ciertamente, la mutación puede llevar a choques con el principio de realidad así como a choques por la lucha por el poder. Igualmente tenemos que considerar que la mutación no implica, evidentemente, un cambio parejo en las bases independentistas, que siguen siendo independentistas, y que por tanto pueden distanciarse de los líderes. De hecho, podríamos decir que ya estamos viendo síntomas de cierta disonancia: críticas de independentistas entre ellos, arrepentimientos —o, como mínimo, reconocimiento de errores— y protestas independentistas que —seguramente porque no tienen un objetivo claro— se han manifestado últimamente más bien sin sentido y no en el marco de las movilizaciones necesarias para mantener girando la rueda —como hemos visto en el punto 1—, como protestas contempladas por algunos sectores de la población como alteraciones molestas a su vida cotidiana —que probablemente ni siquiera les interesen ideológicamente—. Sería el caso de la “ocupación” de la estación de Sants en Barcelona, por ejemplificar.
Finalmente, estas disonancias —como las hemos llamado— nos llevan a considerar que el procés está entrando en una nueva fase; todavía tiene que adaptarse y acomodarse, hasta que pueda controlar las protestas —que evidentemente no son para nada deseadas por la derecha— y pueda mantener al movimiento independentista firmemente cooptado. Aun así, sabemos que a veces la política genera efectos “indeseados”, como la exacerbación del nacionalismo españolista en el caso del procés, y sabemos también que en el gobierno español ahora toma parte Podemos, un partido que a pesar de no haber estado siempre a la altura, a nuestro parecer, tiene ciertamente un talante distinto y una visión sobre España y Cataluña que no casan con el endémico centralismo castellano. Aunque estos dos motivos nos lleven a estar expectantes, el autor de estas líneas no cree que la lógica del procés expresada en estas tesis —aunque ahora nos interesa especialmente esta quinta, por ser la que recoge la relación entre gobierno catalán y gobierno español— se vaya a ver alterada.
Nota:
[1] Al ser preguntados los ciudadanos catalanes en las encuestas de opinión sobre su sentimiento de pertenencia en una pregunta que incluye cinco categorías de respuesta (solo catalán, más bien catalán, catalán y español, más bien español, solo español), la mayoría responde que se siente igual de catalán que español (un 40% en el año 2010, menos que antes de la sentencia del Estatut). En segundo lugar está ahora, después de estos años, “solo catalán”, seguido de cerca por “más bien catalán”. “Más bien español” agrupa en torno al 4% y “solo español” agrupa ahora al 7%, habiendo subido paralelamente a la bajada de “más bien español”. Pues bien, esto significa que la población catalana se siente casi toda catalana (solo o también). La estrategia de C's ha penetrado en este doble sentimiento de la población catalana de tal forma que los ha confrontado entre ellos y ha puesto la ciudadanía en el compromiso de escoger grupo de pertenencia, ha activado el sentimiento de españolidad compartido en la población catalana.
7/12/2019
Desafíos ineludibles
Albert Recio Andreu
Entramos en 2020 sin haber resuelto ninguna de las grandes incertidumbres políticas que teníamos hace un año. En algunos casos —sobre todo la consolidación institucional de Vox— hemos ido a peor. Los vaivenes del ciclo electoral, la frustrada investidura y el inacabable procés catalán deparan una combinación de hastío y crispación a partes iguales, que son asimismo fábricas de despolitización y de integrismo. Y el panorama es aún más sombrío cuando se visualiza la situación internacional con un fin de año dominado por la victoria de Boris Johnson en Gran Bretaña y el fracaso previsible de la COP25. No es cuestión de pesimismo, sino de tratar de entender la naturaleza y la complejidad de las situaciones para poder desarrollar una respuesta adecuada. En lo que sigue me limitaré al caso español, en concreto a debatir los principales puntos de ruptura que pueden afectar al futuro inmediato, en especial a las aspiraciones de transformación social. Consideraré tres planos de tensión: el que se deriva de la polarización izquierda-derecha a escala nacional, el del conflicto catalán y el que vuelve a emerger en el seno de la izquierda con el posible acceso de Unidas Podemos al Gobierno central.
I
La situación política española vuelve, con todos los matices, a una situación parecida a la que se dio en la Segunda República, caracterizada por una enorme polarización entre el bloque de la derecha y otro en el que a la izquierda se suma el nacionalismo periférico. Por más que este último, más que un bloque, sea una compleja amalgama de grupos enfrentados entre sí, resulta evidente que es la única coalición posible que agrupa a una mayoría de votos capaz de instituir un Gobierno que cierre el paso a la derecha nacional. Es obvio que el contexto histórico ha cambiado, especialmente en el campo de la izquierda, mucho más moderada que en el pasado y, sobre todo, con un proyecto sociopolítico mucho más etéreo.
Hay dos elementos que merecen ser destacados en esta situación. En primer lugar, la existencia de algún tipo de base estructural que explica la persistencia, incluso cuantitativa, de las corrientes políticas de fondo. Esto resulta obvio en el caso de los nacionalismos periféricos, que son el reflejo tanto de su arraigo social como de la incapacidad para construir un marco político más integrador. Pero lo es también en el espacio izquierda-derecha, que sigue en parte ligado a la estructura social y a las instituciones que organizan la sociedad. Es evidente, por ejemplo, que la izquierda tiene mayor presencia en las zonas urbanas y entre las clases trabajadoras, pero la derecha tiene estructuras más sólidas para conseguir una base de apoyo social capaz de bloquear la situación, en particular su control de parte del sistema educativo y de la mayoría de los medios de comunicación. Reconocer la importancia de estos elementos estructurales a la hora de generar conciencia es crucial para captar lo que algunos progresistas no suele entender: que la gente se comporte contra lo que se espera, a menudo en contra de sus intereses materiales.
En segundo lugar, el nivel de acritud de la derecha y su capacidad de activar los poderosos resortes institucionales con los que cuenta; una acritud que contrasta con la moderación de las propuestas de la izquierda y que tiene que ver con el autoconvencimiento de las élites conservadoras de que el poder les corresponde por “derecho natural”. Si esta situación no se produjo en los años ochenta fue en buena parte porque dichas élites eran conscientes de que debían lavar el franquismo (y también porque la apabullante victoria del PSOE en las elecciones de 1982 hizo evidente que la mayoría de la población exigía un cambio) y tenían que hacer concesiones. La misma historia política de la derecha durante la Transición, con el baile de proyectos (UCD, AP, CDS...), es representativa de la necesidad que tuvo de hacer su propia transición hasta consolidarse en el Partido Popular. Pero, una vez resuelto este problema y con una situación política consolidada por los gobiernos de Felipe González (una vez solventados el dilema de la permanencia en la OTAN y la integración a la Unión Europea, debilitados los sindicatos y la clase obrera con las sucesivas reformas laborales, y reformado en parte el sector público), la derecha reclamó su vuelta al poder mediante una política agresiva que inició Aznar y que no ha cesado siempre que su poder ha sido puesto en cuestión (con Zapatero antes y con Sánchez ahora). Aunque han tenido su momento de crisis a causa de la insoportable corrupción del Partido Popular y la irrupción de Ciudadanos, las últimas elecciones parecen apuntar a que ese espacio va a estar repartido entre el PP y Vox, con una marcada inclinación derechista. La historia de Ciudadanos es particularmente significativa: algún estratega soñó con que podía desarrollarse un proyecto de derecha civilizada, capaz de desempeñar el papel de partido bisagra, pero no se tuvo en cuenta que, de hecho, los elementos articuladores de Ciudadanos eran fundamentalmente la negativa a realizar cualquier concesión a los nacionalismos periféricos y la recentralización del poder político, un eje que conduce de modo inexorable a posiciones muy derechistas, como al final ha ocurrido.
Ciertamente no estamos en 1936, pero la derecha actual tiene muchos tics y comportamientos que muestran rastros genéticos de la vieja CEDA (y hasta de Falange). Siguen manteniendo muchos resortes de poder no solo en el sistema educativo y los medios, sino también, muy significativamente, en el sistema judicial y la alta administración del Estado. Conocen muy bien esos mecanismos y los utilizan con impunidad. Tienen el apoyo de gran parte del empresariado y el aliento de los sectores de rentas altas, y cuentan con una situación que genera miedos en los sectores sociales más conservadores. El programa conservador actual no se puede sustentar tanto como antes en algunos valores tradicionales, como el religioso, pero en el fondo se basa en muchas de las cuestiones que ya estaban presentes en las sociedades europeas del siglo pasado: racismo y xenofobia, eurocentrismo imperialista, machismo patriarcal, españolismo centralista y clasismo (las referencias despectivas a los comunistas han vuelto a aparecer en muchos de los discursos de los líderes populares), todo ello condimentado con un discurso sobre la inseguridad, el rechazo a las regulaciones ecológicas y, cómo no, la patria en peligro; en suma, el miedo, el nacionalismo y el desprecio hacia el resto de la población. En un contexto internacional que parece favorable a todo ello, hay que esperar años de ofensiva inmisericorde si al final cuaja el Gobierno de coalición, o algo mucho peor si todo se va al garete y volvemos a tener elecciones.
La polarización ha llegado para quedarse, y la única forma de hacerle frente es con una buena articulación de movimientos, de acciones políticas. No es tiempo de sectarismos, sino de explorar la forma de articular esta inmensa masa de población, la mayoría social, que no desea una regresión autoritaria.
II
El segundo frente de tensión es un viejo conocido, Catalunya. Más en concreto el independentismo catalán. Como en anteriores notas mías (y en muchas otras de esta revista) ya hemos tratado de explicar la base del movimiento y hemos expresado nuestra visión crítica sobre él, no hace falta volver a repetirlo. Me centraré en lo nuevo y en cómo debería servir para darle un giro a la situación. Lo nuevo este mes es la sentencia del Tribunal de la Unión Europea, y lo que dice esta es lo mismo que han ido explicando bastantes juristas y que, en cierto modo, también indicaban tribunales de diversos países al negar la extradición de Carles Puigdemont y de otros políticos emigrados.
No cabe duda de que el movimiento independentista se pasó tres pueblos en septiembre- octubre de 2017. Trató de presentar como una operación delicadamente democrática una acción de fuerza que contenía muchos elementos de putsch autoritario, desde el uso propagandístico de los medios públicos bajo su control hasta intentar dar por bueno un “referéndum” en el que fallaban todas las garantías democráticas básicas (el censo de electores, las mesas elegidas por sorteo entre toda la población, la junta electoral, un recuento transparente...), sin olvidar la forma de aprobar y el contenido de las leyes con las que se trataba de legitimar la operación. Que, además, todo ello fuera solo un simulacro, como han reconocido algunos de sus líderes, supuso añadir un fraude democrático en perjuicio de la propia base a la que movilizaron. Todo ello es condenable, pero no de cualquier forma ni retorciendo la ley. Esto es lo que explican los críticos no independentistas que han analizado todo el proceso judicial, desde su traslado de los tribunales catalanes al Supremo hasta la inusitada calificación de rebelión, la negativa a conceder la libertad provisional a los encausados, el retorcimiento del delito de sedición y la aplicación de penas elevadísimas, pasando por toda la cuestión de la inmunidad de los políticos electos. Todo apunta a que la respuesta de la alta jerarquía judicial estuvo a la altura del desatino independentista, y a que la decisión de la derecha de no tomar ninguna iniciativa política y trasladar el tema al ámbito judicial no era una cuestión de dejadez sino de aplicar una respuesta meramente punitiva. Muy propio de la cultura de la derecha de este país.
La reconducción de la cuestión debería pasar por reconocer estas dos irregularidades, empezando por la izquierda federalista, que tiene en teoría una propuesta atractiva pero que debe ser capaz de articularla. Mi comentario en este sentido obedece a lo que percibo en mi entorno local a través de contactos directos y en las redes sociales. En Catalunya el conflicto se ha enconado tanto que no sólo en el campo independentista siguen predominando el solipsismo y la ignorancia de los argumentos que les contradicen; también en sectores de la izquierda el encono parece haber alimentado una cierta insensibilidad sobre las irregularidades judiciales.
Partir del reconocimiento de ambos desatinos es la única manera de encontrar una salida, de encauzar la situación hacia un ámbito más manejable, siendo conscientes de que no es fácil ni van a faltar en la derecha española y catalana muchos expertos en dinamitar cualquier propuesta razonable. Las negociaciones en torno a la investidura, o las que en materia presupuestaria se están llevando a cabo en el Ayuntamiento de Barcelona y en Catalunya, parecen ir en esta dirección deseada. Buscar fórmulas para reconducir el proceso judicial y las penas debería ser otra. Apostar por el enroque en este terreno no sirve más que para caldear una situación que puede volver a resultar explosiva, precisamente el contexto más favorable a los intereses de la extrema derecha.
III
Hay una tercera tensión emergente que merece ser explorada, la que surge de la posible entrada de Unidas Podemos en el Gobierno. No es nueva, pues afecta de forma persistente a la relación entre la izquierda transformadora y la presencia institucional, un problema que suele tener mal encaje y que obliga a ser repensado de modo permanente.
En lo sustancial, es obvio que muchos de los problemas actuales requieren de una izquierda fuerte capaz de generar hegemonía cultural entre la población y de desarrollar políticas que transformen la realidad. Tenemos, en cambio, una izquierda social y política débil, aunque hay que matizarlo.
El 15-M supuso un proceso de movilización social que sin duda ayudó a la politización y toma de conciencia de una nueva generación de gente con ansias de cambiar el mundo. Este tipo de movilizaciones generales constituyen momentos básicos para renovar y robustecer la base activista crucial para que existan movimientos y organizaciones. Aunque después de una gran movilización viene una resaca, siempre deja un poso social de conciencias y actitudes. Lo sabemos los de la generación de la Transición: mucha de la gente que se movilizó volvió al redil, pero otra mucha siguió activa en partidos y movimientos, y multitud de personas conservaron una serie de valores y actitudes que constituyen el fondo social sobre el que se han apoyado muchos procesos sociales. En este sentido, el 15-M ha significado sin duda un nuevo impulso que se ha traducido tanto en el robustecimiento de movimientos sociales, como el feminista o el ecologista, como en la formación de un nuevo espacio político que ha elevado el suelo electoral a la izquierda del PSOE (los 35 diputados y diputadas de Unidas Podemos, que consideramos un retroceso, son aún bastantes más que los obtenidos nunca por Izquierda Unida).
Sin embargo, para que la situación se consolide hace falta adecuar un buen modelo organizativo y orientar bien la relación entre la esfera política institucional, los movimientos sociales y los núcleos de reflexión política. Y es ahí donde hasta el momento está casi todo por hacer y mucho de lo hecho ha estado mal orientado. Con la entrada de Unidas Podemos en el Gobierno las cosas pueden empeorar aún más. Formar parte de cualquier espacio institucional condiciona y coarta. El peor peligro es que al final se asuma la lógica de las instituciones y se trate de imponer a la base una especie de pensamiento único diseñado para hacerles cómoda la vida a los que ocupan dicho espacio institucional; sobre todo si, como ocurre en este momento, hay personalidades muy dominantes que ocupan u ocuparán esos cargos.
También pueden surgir problemas en el otro lado. En la izquierda y en los movimientos sociales pululan siempre individuos cuya mayor preocupación es marcar su propio terreno, poner verde a sus colegas y generar tensiones, escisiones y todo tipo de capillitas. Individuos para los que lo urgente es siempre lo suyo y para quienes los demás son unos traidores o unos pacatos. La dinámica de un proyecto que trata de moverse entre los movimientos sociales y las instituciones está siempre en peligro de quedar dominada por estas dos perversidades. Y la primera participación de Unidas Podemos en el Gobierno, en un contexto de falta de reflexión, puede provocar muchos episodios, y muy malos, de esta índole.
Por esto debería ser urgente que la gente responsable del proyecto tomara buena nota de las complicaciones de la situación en los tres ámbitos señalados e impulsara iniciativas orientadas a encararlas con determinación y buen ánimo. Enfrente hay desafíos muy grandes que deben ser encarados con energía y buena cabeza, sabiendo dónde está el nudo gordiano de cada uno de ellos y también sabiendo modular los vaivenes que inevitablemente exige una situación tan compleja.
31/12/2019
El extremista discreto
El Lobo Feroz
Dos Vares y dos medidas
Volvió a visitarme mi Big Brother, cabreadísimo, y me soltó el discurso que en seguida os cuento. Yo ni abrí boca, e hice bien, porque Big Brother pasa de una cosa a otra con gran facilidad.
—¿Has visto eso del VAR? En el Barça-Madrid a Varane le marcaron los tacos dentro del área del Barça y ni el árbitro ni el VAR se quisieron enterar. Está visto que en un Barça-Madrid no hay quien le pite un penalty al Barça. Y eso muestra por qué a los dirigentes independentistas no se les puede juzgar en Barcelona: hay que llevarlos a la Audiencia Nacional, y si no, a Lanzarote. Si un árbitro de fútbol, que solo pasa un día en Barcelona y nadie sabe donde vive, no se atreve a pitar, imagina lo que pueden sentir los magistrados que están aquí, con hijos que van al cole, etc., con esos autocalificados de tsunami democràtic, que por no respetar nada ni respetan el catalán, pues si lo hicieran se autodenominarían sisme submarí democràtic. Ni a Pompeu Fabra, respetan. ¡Tsunami! A esos les darán por el tsunami el día que los mossos se cansen de aguantar.
Yo encendí un cigarrillo, aunque no sé si se puede encender un cigarrillo porque igual esta revista la leen menores.
—Esos del tsunami parecen haber ido a la escuela con Ada Colau. Son tan maleducados como ella, que tan pronto quiere hacer negocio con las terrazas de los bares como protesta por la cárcel de Junqueras. ¡Como si fuera competencia de la alcaldesa ocuparse de Junqueras! ¿Y por qué se mete con las terrazas de los bares, una de las pocas cosas estupendas de esta ciudad polucionada? De paso, ya nos armó un buen lío con los números de los autobuses. ¡El abuelo Canelo ni los usa porque según él acaba siempre quién sabe dónde! Eso ha sido una medida discriminatoria contra las personas mayores. Además, también ha quitado los anuncios sonoros en castellano del metro y del bus. Solo los hay en catalán. ¡Como si los catalanohablantes tomaran el metro, que va cargado de currantes y extranjeros de esos que quieren echar! Parece que el Ayuntamiento de Barçalona está ahora con los que quieren una Cataluña monolingüe catalana. Están haciéndole el trabajo a la ultraderecha, a Vox.
Al llegar aquí me miró con ira:
—¡Y tú les votaste, a esos progres! —dijo mi hermano mayor, que usa 'progres' en el sentido que le daba la III Internacional.
No tuve más remedio que contestarle, contrito:
—No lo volveré a hacer. 
22/12/2019
De otras fuentes
Miguel Riera
Sin pelos en la lengua
Entrevista con Manolo Monereo
Es de esa clase de personas que dicen lo que piensan y además escriben lo que dicen. Un rara avis, en estos tiempos. Su posición es clara: las políticas que la UE impone recortan, cada vez más, los derechos sociales de los de abajo. Algo evidente, aunque una buena parte de nuestras izquierdas prefiere ignorarlo.
—Teniendo las elecciones a la vuelta de la esquina, me pregunto si podrías hacer a vista de pájaro un balance de cuál es la situación política general en España.
—Uno de los problemas que tiene la vida pública española es estar sumergida en una cultura del instante que además está ligada a los medios de comunicación. En general, los políticos no tienen una versión de periodo largo, viven al día, rueda de prensa tras rueda de prensa y ocurrencia tras ocurrencia. Eso dificulta el diseño de una política ligada a un proyecto de país. En España no existe un proyecto de país alternativo por parte de ninguna de las fuerzas políticas hoy presentes. Y vivimos una lucha entre lo que podríamos llamar la ruptura democrática y la restauración. O dicho de otra forma, entre la ruptura democrática y el transformismo político.
—Suena a sabido, a repetido…
—Sí, es una vieja historia. España ha estado siempre sometida a un baile entre restauraciones, guerras civiles y golpes de estado, y hoy vivimos de nuevo esa historia. Hubo un 15M, con una crisis de régimen y un nuevo intento de ruptura democrática, y hoy estamos otra vez ante una lucha muy fuerte entre ruptura democrática y restauración.
—¿Y quién va ganando?
—A mi juicio, la batalla la va ganando la restauración. Y la fuerza motriz de esta restauración es el partido de Pedro Sánchez, que ha querido ser el eje de una recomposición del sistema político que consolide la monarquía, no cuestione los poderes fácticos e intente llegar a un acuerdo con las clases subalternas. Este es el papel histórico del PSOE desde la transición, cambiarlo todo para que todo siga igual, en el sentido de que no se cuestione el poder de los que tienen el poder. Y para eso saben que tienen que llegar a un consenso con las clases subalternas. Eso no lo puede hacer el PP; lo ha podido hacer pero no ha querido Ciudadanos; y desde luego Vox está en otra cosa. El problema de fondo que estamos viviendo ahora es la lucha del Partido Socialista para situarse en el eje de la vida pública española durante una década.
—¿Y ahí qué papel juega Unidas Podemos?
—Unidas Podemos se equivocó gravemente cuando se tuvo la idea de que había que gobernar con el Partido Socialista. Aún hoy no llego a entender por qué se enrocó en esa posición. No entiendo cómo es posible que un partido con 72 diputados hiciera del gobierno con el PSOE el eje de su estrategia política. Eso es lo que ha ido fracasando sistemáticamente.
—¿Por qué lo consideras un error grave?
—Porque se renunció a lo fundamental, a disputarle la hegemonía al Partido Socialista y su mayoría en la izquierda española. Desde el primer momento nos convertimos en una fuerza subalterna al Partido Socialista. Esa posición pudo tener alguna razón de ser cuando construimos en Unidas Podemos lo que hemos llamado el gobierno de la investidura, porque la llegada al poder de Pedro Sánchez la dirigió Pablo Iglesias. Puedo entender que Pablo Iglesias en un momento dado pudiera pensar que con el POSOE se podía gobernar, pero en los meses en que nos considerábamos aliados preferentes del PSOE este nos trató, por decirlo suavemente, con un desprecio y un desdén insufribles. Nosotros nos hemos callado sobre cómo fueron estos meses de “cogobierno” con el PSOE. Pero se hizo evidente que el Partido Socialista tenía el propósito –siempre lo ha tenido– de reducir a Podemos a la mínima expresión electoral, sin molestar ni enfrentarse a la oligarquía, es decir, a Bruselas, a los grandes poderes económicos. Así ahora estamos ante el fracaso de una política basada en pretender gobernar con el PSOE y por tanto con una campaña electoral que ha de presentar otra estrategia política, una tarea muy complicada a la que nos ha abocado en los últimos meses una mala política que no era ni realista ni realizable.
—Hubo un momento en que el sorpasso parecía factible, pero no se alcanzó. Y si no existe sorpasso, la experiencia de estos meses parece empujar a Unidas Podemos a asumir un papel de izquierda complementaria, lo cual nunca fue su objetivo. ¿Cómo escapar a esa contradicción?
—El problema de fondo es muy simple y tiene que ver con las debilidades de Podemos como organización política, las de su núcleo dirigente y las de sus relaciones con unos aliados que tampoco han definido suficientemente bien su estrategia política.
—¿Qué aliados?
—IU básicamente. Es importante detenernos un minuto sobre la organización de Podemos, que se ha ido construyendo como un partido de fracciones sin que haya habido una voluntad real de crear un partido sin fracciones. Lo que ha ocurrido es que una fracción se ha impuesto a otras, pero nunca se ha querido construir un partido realmente democrático, plural, abierto y sobre todo con una dirección colectiva. Eso nos ha hecho más débiles, ha dificultado el debate político y se ha concentrado el poder en un pequeño grupo que dirige la vida de Podemos. Un grupo muy pequeño. Es opinable si esa era o no la única alternativa real, pero ha tenido a mi juicio una consecuencia muy grave, que es la de no advertir que el país estaba cambiando. Cuando se entendió eso ya era muy difícil cambiar de ruta y por lo tanto era muy difícil cambiar de estrategia política.
—¿Qué quieres decir exactamente?
—A qué me estoy refiriendo… antes Podemos tenía el viento a favor, todo lo que hacía le salía bien, pero eso se fue acabando cuando el poder reaccionó. Lo que ha ocurrido es que el margen de maniobra de Podemos se ha ido estrechando cada vez más y ha ido perdiendo en cada crisis interna fuerza, protagonismo y poder. En un momento determinado surge la idea magnífica, la idea clave, que dice que hay que gobernar con el PSOE como si gobernar con el PSOE fuese una cuestión de voluntad política. Quiero gobernar con el PSOE y como quiero, puedo. Lo que nadie discutía a fondo era los límites de ese gobierno y la correlación de fuerzas en su seno, y sobre todo cuál era el programa de ese gobierno. La dirección de Unidas Podemos –no solo Pablo Iglesias– dice que hemos aprendido que el PSOE no es de fiar y como no es de fiar tenemos que estar en el gobierno. Y además tenemos que estar en el gobierno para vigilar las políticas sociales. Esa ha sido toda la estrategia. Hombre, es muy difícil gobernar con alguien que te dice que no está de acuerdo contigo y no se fía de ti. Y la discusión del programa conjunto no concierne solo al Ministerio de Trabajo. La finta que hizo Pablo Iglesias es: dejo a un lado la política internacional, no me meto con la OTAN, no me meto en la carrera armamentista ni en el posicionamiento de una guerra comercial y política que está llegando a límites increíbles entre EEUU y China. Dejo todo eso a un lado. Para una fuerza como Unidas Podemos eso es sorprendente. Pero no solo eso, todos sabemos que la política económica la dirige la Unión Europea y todos sabemos que está marcada por los tratados de austeridad, que la UE supervisa los presupuestos económicos y que su teoría básica es siempre la misma: devaluación salarial y austeridad. ¿No decimos nada, aceptamos sin más lo que negocie Pedro Sánchez? Y hay un tercer aspecto, Pablo Iglesias ha repetido que dejamos los temas de la crisis territorial a lo que diga Pedro Sánchez. Es decir, que estando nosotros en el gobierno estaremos a lo que diga Pedro Sánchez en un tema como el de Catalunya, que marcará la crisis del Estado. Entonces, mi pregunta es, si casi todo lo dejamos a un lado, ¿qué pintamos en el gobierno?
—Buena pregunta.
—Adonde voy es a lo siguiente: yo creo que no había base programática para un acuerdo con el Partido Socialista Obrero Español. Entrar en el gobierno era puro voluntarismo que no se sostiene sobre bases sólidas. ¿Qué es lo que ha ocurrido? Pues que al final se impone la correlación de fuerzas. Fuimos a las elecciones de abril y Podemos evitó la catástrofe. Luego fuimos a unas elecciones municipales, autonómicas y europeas, donde estuvimos a puntito de la catástrofe, y no cambió el guion de Unidas Podemos. Ese es el gran error del equipo dirigente de Unidas Podemos, no haber cambiado de estrategia cuándo se vio que la correlación de fuerzas nos era desfavorable. En las elecciones municipales, autonómicas y europeas se vio que Unidas Podemos había tocado suelo y que tenía grandes dificultades para tener una organización solvente a nivel de todo el estado. Se evitó la catástrofe pero estuvimos a punto de ella.
—¿Que tendría que haber hecho Unidas Podemos tras las elecciones de abril?
—Sin renunciar a la idea de gobernar con el PSOE, situar en primer lugar el programa, planteando los problemas reales delante de nuestro socio y en ese marco discutir si gobernar o no con el PSOE. No hicimos eso y ocurrió que al final estábamos hablando de gobierno, gobierno, gobierno, pero nadie ha tenido claro para qué gobernar. Yo nunca he dado por supuesto que había un acuerdo programático entre el PSOE y nosotros. Hoy sabemos que Pedro Sánchez ha estado engañando permanentemente a todas las fuerzas políticas, porque él lo que quería era ir a elecciones y enfrentarse a todos los demás partidos, ya que tiene la convicción de que hay dos fuerzas políticas que van a sufrir rudamente en estas elecciones, Ciudadanos y Unidas Podemos. ¿Y al final qué encontramos?: el bipartidismo. El Gran Acuerdo de las élites en España es el bipartidismo y lo que he llamado en algún momento la acción preventiva, que es lo que realmente se aprueba en Biarritz. Se trata de poner orden en las filas para que cuando llegue la crisis el sistema no se vea en peligro.
—Dices que no había acuerdo programático, no lo había, pero sí unos presupuestos pactados, que en parte son algo parecido.
—Yo era diputado cuando se pactaron, y ninguno de los camaradas que llevaban las negociaciones con el PSOE decía que las negociaciones eran satisfactorias. Todo el mundo se quejaba amargamente. Cuando dije públicamente que Podemos había sido inocente en sus relaciones con el PSOE, Pablo Iglesias me criticó en el primer mitin de la campaña de las pasadas elecciones, pero luego él ha dicho cosas peores, ha dicho que había sido una tomadura de pelo y un engaño, así que yo no estaría tan equivocado. Y solo dije que habíamos sido muy ingenuos pensando que este PSOE iba a querer gobernar con nosotros y meternos en los salones donde se deciden de verdad las cosas. Lo vi venir, y por eso he dado un paso al lado.
—En este momento, las encuestas indican un descenso de Unidas Podemos no dramático, pero sensible. ¿Cuál debería ser la posición de Unidas Podemos tras el resultado electoral?
—Yo creo que Unidas Podemos debe dejarse de mitos y de voluntarismo. Gobernar con este PSOE solamente hubiese sido posible si entre el PSOE y nosotros hubiésemos tenido mayoría absoluta y si nosotros hubiésemos mantenido nuestros 72 diputados. Cada vez que vamos a unas elecciones el PSOE se come una parte de nosotros. No es casualidad, porque si toda nuestra estrategia es gobernar con el PSOE ya estamos admitiendo una subalternidad, le estamos dando el protagonismo de la vida pública al PSOE. Te conviertes en la izquierda complementaria, no en una izquierda autónoma que tiene un proyecto alternativo al del PSOE. ¿Eso significa que para luchar hemos de convertirnos en una fuerza que tenga miedo al poder, miedo a gobernar? No; nosotros tenemos nuestra posición política que hemos de negociar con el PSOE. ¿Que hay posibilidades de aprobar unos buenos presupuestos? Pues se aprueban con el PSOE. Pero de eso a una estrategia que lo fija todo en gobernar con el PSOE hay un margen enorme. Y es un error tan grande que creo que lo pagaremos gravemente. Yo desde luego hago campaña a favor de Unidas Podemos, estoy cerrando la lista por Córdoba. Unidas Podemos es mi proyecto, pero también, con toda claridad, digo que lo que tiene que hacer Unidas Podemos son cosas muy simples que estaban muy claras hace un año y medio y que hoy ya no lo están tanto.
—¿Por ejemplo?
—Primero, tener un proyecto solvente de país, que no lo tenemos. No hemos sido capaces de generar un proyecto de país en los grandes temas. Es decir, plantearnos qué hacemos ante la carrera armamentista, ante la crisis climática, qué hacemos ante la crisis de régimen. ¿Estamos de acuerdo con esta UE? ¿Estamos de acuerdo con el euro? ¿Con las políticas que nos impone Europa? ¿Con el modelo territorial de España? Cuando hablamos de una izquierda federal, ¿lo somos realmente? ¿Estamos de acuerdo en defender la unidad del país desde una perspectiva republicana? ¿En defender un proceso constituyente? ¿En defender reformas constitucionales? Ante estos grandes temas Unidas Podemos necesita tener propuestas.
Y hay un segundo aspecto. La política no es meramente una cuestión de comunicación, una política de izquierda implica un sujeto político organizado. Me resulta increíble que se defienda la alianza con Izquierda Unida pero que se quede solo en una cuestión parlamentaria. A mí me gustaría que los dirigentes y los parlamentarios de Unidas Podemos bajaran a las provincias, a los pueblos, que bajaran a Sevilla, Málaga, Córdoba, Ciudad Real, Albacete… y que vieran lo que hay ahí abajo. ¿Hay unidad? ¿Hay comités de base? ¿Qué Podemos hay por abajo? Todo eso se ha dejado de lado, se menosprecia a la gente organizada. Para muchos dirigentes de Unidas Podemos la campaña electoral es Yo, mi equipo de comunicación y trabajar en redes. ¿Alguien cree que así la izquierda se va a recomponer frente al Partido Socialista? La Izquierda Unida de futuro, la izquierda de Unidas Podemos, en definitiva la izquierda capaz de construir una alternativa requiere algo más que líderes, algo más qué ruedas de prensa; requiere ideas, creencias, proyectos y organización. Y no tenemos ideas, ni creencias, los proyectos son cada vez menores y desde luego no hay organización.
—¿Y hay mimbres para construir todo esto?
—Sin lugar a dudas. En estos días me viene mucho a la cabeza una vieja idea de Pietro Barcellona comentando la obra de Pier Paolo Pasolini, que es que el mayor error de la izquierda italiana ha sido el elitismo. El gran error de Unidas Podemos también es el elitismo. El menosprecio de la gente. El no considerar imprescindible la movilización y la organización desde abajo
—Dicho así parecería que Podemos es un proyecto que nace y se ancla en las clases medias.
—Lo es ahora en gran parte. Un proyecto de unas capas que no tienen en cuenta a las clases trabajadoras. Hay siempre una contradicción entre lo que se hace y lo que se dice, y hoy menos mal que siguen existiendo Izquierda Unida y el Partido Comunista para seguir trabajando en y con el movimiento obrero. La verdad es que encuentro hasta raro encontrar dirigentes obreros en Unidas Podemos.
—De entre los problemas que has enunciado y sobre los que Unidas Podemos no tiene una posición clara, está el del papel de la Unión Europea. Tú has escrito mucho sobre ello, pero tus tesis no han tenido reflejo en las posiciones públicas de Unidas Podemos…
—El gran consenso político de la Transición fue la Unión Europea, y aún hoy para la mayoría de los españoles la Unión Europea es incuestionada e incuestionable. Pero ninguna persona seria de izquierdas, sea comunista, socialdemócrata de verdad o verde puede pensar que esta Unión Europea está impulsando un nuevo papel de Europa en el mundo. Hay un consenso básico en que las políticas de la Unión Europea, desde Maastricht hasta aquí, han resultado negativas para los trabajadores y sus derechos, están matando la democracia y son una máquina de construir fascismos. Eso casi nadie lo niega. Se puede matizar, decir que la culpa no es de la UE sino de los Estados, como si los Estados fueran libres para desarrollar sus propias políticas... Desde que existe el tratado de Lisboa sabemos que hay políticas obligatorias y que si no las sigues te sancionan. Si te sales de las reglas empiezan a ponerte multas y tu situación es cada vez más difícil hasta que te desconectan del Banco Central Europeo, es decir, de la liquidez. Así fulminaron a Tsipras. De Maastricht en adelante la UE ha sido un desastre social, una máquina de lucha contra los derechos de los trabajadores. Poco a poco se está poniendo encima de la mesa la liquidación del Estado social. Lo diré de otra manera: la UE ha conseguido tres cosas fundamentales: constitucionalizar las políticas neoliberales, que se hacen obligatorias para todos los estados; que esas políticas obligatorias se hagan bajo la hegemonía alemana; y la aparición de una especie de asimetría entre centro y periferia, donde los países centrales definen las grandes políticas y las periferias son quienes las sufren. Como consecuencia de ello la Unión Europea ha ido generando un espacio político en el que el populismo de derechas y la extrema derecha están creciendo. Resumiendo: todo el mundo hoy en la izquierda está de acuerdo en que esta Europa va por muy mal camino, y algunos pensamos que hay que salir de ella, y que tarde o temprano implosionará. Otros consideran que se puede reformar desde dentro; yo no lo creo.
—Entonces, ¿qué hacer?
—Nosotros, Unidas Podemos, deberíamos defender la soberanía popular española y el NO al euro. Ahora bien, nosotros no decimos que hemos de regresar a nuestro Estado Nación y refugiarnos en la autarquía. Nosotros defendemos la máxima solidaridad entre los Estados y los pueblos de una Europa confederal. Lo fundamental, y Héctor Illueca y yo hemos dedicado dos libros a explicar esto, es que no se puede construir Europa sin los Estados ni, peor aún, contra los Estados, y que todo lo que sea posible en la Europa del futuro lo harán las poblaciones defendiendo sus derechos sociales y su papel en el mundo. Desde esa perspectiva nosotros estamos en un proyecto realmente europeísta de defensa de lo que ha sido la Europa moderna, creada por 150 años de lucha de clases y por dos guerras mundiales, y que es la Europa que exige mantener unos derechos sociales básicos, controlar el mercado e imponer la democracia como el elemento fundamental para la toma de decisiones. Esa es nuestra propuesta.
—Salir del euro, así, a palo seco, daría lugar a una notable convulsión y no parece que estemos preparados para soportarla.
—Entre salir del euro y estar como estamos hay mucho terreno por medio. Los criterios de convergencia de la Unión Europea son un desastre social y económico, y hay que cambiar los tratados. Es lo que se ha llamado por nuestros socios europeos, Mélenchon, Die Linke, el Plan B. Si no somos capaces de cambiar los tratados y se nos obliga a implementar políticas neoliberales, entonces nos vamos de la Unión Europea.
—Eso implicaría un retorno a la consolidación del Estado-nación, algo que no está de moda. ¿Qué pasa con el Estado-nación? ¿Porque cuando defiendes el Estado-nación se te acusa de rojopardismo y otras lindezas?
—Desde hace mucho tiempo existe una contradicción fundamental entre globalistas y antiglobalistas. Y hay una izquierda globalista. En todos los países europeos el establishment, los grandes medios de comunicación, los grandes partidos están de acuerdo con la globalización tal como es, y cuyo elemento central es la defensa a ultranza de la Unión Europea. Todos los que se oponen a eso son rápidamente descalificados, definidos negativamente, porque el poder define lo que es correcto y lo que es incorrecto, lo que es bueno y lo que es malo. La izquierda española en su mayoría, incluso Unidas Podemos en parte, se ha situado en la izquierda globalitaria. A los que estamos en contra se nos ha acusado de ser la izquierda Viriato. La izquierda que está contra el progreso, nada menos.
—¿Viriato?
—Viriato se enfrentó a Roma no porque Roma significará el progreso, sino porque esclavizaba a los suyos, mataba sus tradiciones. Se nos llama Viriato porque no estamos de acuerdo con el dominio de la UE, como los lusitanos no lo estaban con el dominio romano. Todas las invasiones se han hecho en nombre de la civilización y de la raza superior. Renunciar a ser Viriato es renunciar al derecho de los pueblos a decidir su futuro. Ser Viriato es no aceptar la dominación extranjera de alguien que se considera superior cultural y políticamente, y que se impone con las armas en la mano.
—Armas económicas, supongo...
—Económicas, políticas y militares. Siempre esas cosas han ido juntas. Sabemos que somos minoría, pero lo que más nos molesta de toda esta historia es el triste papel de una parte de la izquierda, que actúa como los agentes y servidores de lo políticamente correcto. Son la infantería ligera de las políticas liberales. Son los que hacen bueno a Soros, los que hacen buena a la UE.
—¿Son estas las izquierdas a las que se refiere el filósofo Diego Fusaro como izquierdas fucsia?
—Sí. Yo creo que odian tanto a Fusaro por este tipo de cosas. Porque los define muy bien. Pero no es solo Fusaro, en Italia están otros como Moreno Pasquinelli, Porcaro, Formenti… gente que está harta de una izquierda subalterna que es capaz de asociarse para defender las peores políticas, a las que se había opuesto siempre la izquierda. El gran problema de Italia es que es la izquierda la que ha generado a Salvini. Salvini es hoy posible porque la izquierda italiana no tiene un proyecto alternativo de país, alternativo al neoliberalismo. Italia es, de nuevo, un laboratorio de Europa y tarde o temprano lo que pase en Italia nos va a pasar a nosotros.
—Según esto, en España podría asomar en cualquier momento un Salvini…
—Hoy podemos ver como crece la desafección a la democracia, y se empiezan a dar las condiciones para que pueda surgir un Salvini. No es Vox, una excrecencia del PP nutrida de señoritos franquistas, pero hoy hay base para el surgimiento de un populismo de derecha. El asunto es, ¿cómo se impide? ¿Aceptando las políticas de austeridad de la UE? ¿Cumpliendo a rajatabla el papel que nos asignan los grandes lobbies europeos? La demanda de seguridad y de futuro que exigen los jóvenes ¿quién las va a atender? ¿Siguiendo las directrices d e la UE? El problema radica en que las políticas que asume la izquierda empiezan a entrar en contradicción con las demandas y las necesidades del pueblo. De los trabajadores. De la mayoría social. Y aparece la derecha de Salvini que con un discurso populista, con una defensa de la soberanía que en este caso no es más que un significante vacío. Ante eso, la izquierda no está siendo capaz de articular un proyecto nacional-popular para darle al pueblo lo que el pueblo necesita. Si no somos capaces de hacerlo estamos condenados a que aflore un Salvini y a que la izquierda desaparezca.
—Las palabras tienen dueño. No sé si eres consciente de que emplear la expresión “nacional-popular” invita a un uso torticero que la asimila a rojopardismo, neofascismo, ultraderechismo, etc.
—Hay que recuperar el lenguaje. La idea de lo “nacional” proviene de las Cortes de Cádiz. La idea de patria tiene básicamente que ver con los liberales españoles. El problema es que le hemos regalado a la derecha nuestro vocabulario. Fusaro dice: valores de derecha y políticas de izquierda. Yo digo: valores de izquierda y políticas de izquierda. Yo soy republicano, y para mí la idea de patria, es perfectamente asumible. Yo me considero parte de la izquierda patriótica republicana española. ¿Me dirás que eso crea contradicciones? Pue sí, porque nuestro lenguaje ha sido colonizado durante cuarenta años por la cultura del franquismo. Pero la idea de patria, de constitución, de democracia, de defensa de la familia, todo eso son ideas y valores de izquierda. Por cierto, y por poner un ejemplo de lo que quiero decir, no vaya a ser que ya me tachen de defensor del patriarcado: yo no defiendo la familia tradicional española, sino la familia real que está surgiendo hoy, con una mujer que se ha puesto en pie y con un hombre que también está cambiando. Yo lo que reclamo son valores de izquierda y propuestas de izquierda. ¿Qué vivimos en la contradicción? Pues es evidente, por ejemplo con la cuestión catalana. Yo defiendo la unidad de España. No tengo la menor duda. ¿Qué ocurre? Que frente a la derecha yo creo que España es un estado plurinacional. Y la mejor manera de encontrar salida a esa plurinacionalidad es un estado federal. Eso lo hemos defendido siempre, en la clandestinidad, en la transición, y ahora hemos de seguir defendiéndolo. Lo que no se puede es combatir el nacionalismo catalán con el nacionalismo español y viceversa. Hacen falta ideas republicanas, ideas federales, políticas que fomenten una solidaridad de clase entre las clases trabajadoras de Cataluña, de Castilla, de Andalucía, etc.
—Acabamos de cambiar de tercio casi sin querer, y no dejaré pasar la ocasión. Hablemos de Cataluña.
—En Cataluña se ha ido construyendo un medio ambiente donde el nacionalismo estaba convirtiéndose en un sentido común con carácter general. No podemos olvidar que en los tiempos del 15M hubo que evacuar a Artur Mas en helicóptero. Recordarás que algún dirigente de Esquerra Republicana señaló al 15M como un proyecto españolista, y sospecho que también temían que fuera una expresión de clase.
—Recuerdo, sí. Carod Rovira invitó a los manifestantes a que se fueran a mear a España– Las clases dirigentes catalanas cerraron filas y organizaron un proyecto de secesión que la izquierda no ha sabido entender. Consentimos demasiadas cosas cuando se rompió la legalidad, las consentimos y nos callamos, aunque era el momento de tener una posición clara. Lo que vino después ha sido mucha confusión, y al final pérdida de votos y de identidad. El secesionismo ha planteado una ruptura con el autonomismo que significaba la ruptura de la comunidad catalana. Sin duda la sentencia del Tribunal Constitucional a instancias del PP contribuyó a la “desafección” que señaló Montilla, pero eso no debe impedirnos ver que la secesión rompería la comunidad catalana en dos. El intento de ruptura del Estado español es algo que debiera pensarse mucho teniendo en cuenta la tradición de este país. Intentar romper un Estado como el español, con toda su terrible historia, es una irresponsabilidad. Las rupturas de Estados suelen estar acompañadas o bien de una intervención extranjera, o bien de una guerra civil. Deberíamos tenerlo bien presente.
—Regresemos a Diego Fusaro. Si creyéramos lo que a veces se lee en las redes este joven filósofo marxista sería nada menos que ideólogo de Salvini, miembro de la extrema derecha y no sé cuántas descalificaciones más. Obviamente lo dice gente que habla de oídas y no lo ha leído. A ti se te ha asociado a este nombre acusándote de mantener parecidos planteamientos a los suyos, aunque sin que se hayan atrevido a descalificaciones tan gruesas.
—Hay varios aspectos que en relación con Fusaro me gustaría precisar con claridad. En Italia, y en otros países, hay una derecha soberanista, pero lo que no hay es una izquierda soberanista. O hasta ahora no ha emergido. Y en los últimos años, en muchos países de Europa se ha ido configurando una defensa del Estado-nación, de la identidad y de la cultura nacional. Pero eso no lo ha protagonizado la izquierda, sino la derecha. Es verdad que una cosa es Le Pen, otra Berlusconi o Salvini, y otra los hermanos Kuczynski en Polonia, pero en muchos países nace lo que podríamos llamar una oposición nacionalista a la Unión Europea, bien porque están en contra de la inmigración, bien porque están contra lo que ellos llaman la disolución de la identidad nacional, o bien por qué consideran que la Unión Europea es demasiado intervencionista. El resultado es que en muchos países oponerse a la Unión Europea, defender la soberanía popular, la soberanía económica, la salida del euro o políticas de desarrollo nacional se considera que son propuestas de extrema derecha. Cuando algunos de la izquierda defendíamos cosas parecidas hace años de alguna manera nos consideraban nostálgicos, gente fuera del mundo, marxistas reaccionarios. Todo este mundo de la izquierda ilustrada a lo Negri, socialdemócratas de diversos lados, tiene la idea de que el Estado-nación es algo arcaico. Por eso se nos ha descalificado permanentemente.
¿Dónde está el problema con Fusaro y de paso conmigo? Pues en la reivindicación de un soberanismo de izquierdas frente al soberanismo de la derecha. Es más, creo firmemente que nosotros somos los únicos que podemos derrotar a los soberanistas de derecha. Algunas veces he dicho que el enfrentamiento del populismo de derecha con el populismo de izquierda será el último combate. Todas estas izquierdas fucsia, como las llama Fusaro, tienen miedo no de Salvini, lo que les da más miedo es que pueda haber una izquierda soberanista con un proyecto socialista. Se han pasado 30 años negando esa posibilidad y nos consideran sus verdaderos enemigos. Por eso nos descalifican, nos persiguen, nos desprecian. ¿Qué pasa con Fusaro? Yo a Fusaro lo conozco desde hace años, porque lo he leído en El Viejo Topo, porque lo he seguido en Italia y porque leí mucho a su maestro, Costanzo Preve. Decir que Preve era rojobruno es… bueno, yo creo que si lo oyera se levantaría de la tumba enormemente cabreado. Fusaro es un joven intelectual que creo que tiene una visión demasiado ingenua de la política, que hace que se meta en todo tipo de charcos facilitando que sus enemigos retuerzan argumentos para usarlos contra él. Decir que Fusaro es racista, decir que está en contra de la inmigración, que es fascista o antifeminista, es una barbaridad y no tiene nada que ver con el debate real que se está dando en Italia. El gran miedo que tiene la izquierda globalitaria es que en España surja una izquierda soberanista, una izquierda republicana democrática que tenga en su centro la soberanía nacional desde una perspectiva socialista. Yo estoy convencido de que en lo que me pueda quedar de vida pública estaré siempre con estos sambenitos, que provienen de personas que no son solo zafios intelectualmente, sino que no tienen ninguna voluntad de transformación real.
—Una de las cosas que se le reprochan a Fusaro –y que igual algún día te lo sueltan a ti– es el desprecio a los inmigrantes. El ataque a lo que Fusaro llama la deportación de los emigrantes.
—Lo que no puede hacer un Estado es que haya unas personas al borde de la muerte y que no se les ayude. No se puede consentir tener a personas hacinadas en un barco sin que se les dé protección. Lo primero que hay que hacer es recogerlos y luego redistribuirlos en función de acuerdos que se establezcan en la Unión Europea. Y una cosa es el refugiado y otra el inmigrante económico. Al refugiado hay que protegerlo siempre, y la ley internacional así lo dice.
Ahora bien, España no necesita más inmigrantes. En España tenemos un 14% de paro, y un 30% de paro de los inmigrantes que están en territorio nacional. Es irreal plantearse una política de llegada masiva de inmigrantes distorsionando el mercado laboral. Eso llevaría a un conflicto entre los pobres, y es fundamental evitarlo.
Lo diré de otra manera: sin cambiar la política económica dominante no se puede cambiar la política inmigratoria de este país. Un segundo aspecto tiene que ver con el antiimperialismo. Porque yo reivindico un punto de vista antiimperialista contra el dominio y control de Europa sobre la riqueza y las poblaciones africanas.
Recientemente La Vanguardia ha publicado un suplemento extraordinario que demuestra que África es el futuro. Yo estoy convencido de que el futuro de Europa, sobre todo del sur de Europa, va a depender de tener buenas relaciones de colaboración y fraternidad con África. No solamente rechazo cualquier idea de una emigración como chivo expiatorio de nuestros problemas, sino todo lo contrario, reivindico una nueva relación entre Europa y África, la del norte y la subsahariana. Porque la África que está ahí no es solamente la África de las pateras, hay otra África que está en transformación. De los nueve primeros países del mundo en crecimiento demográfico cinco son africanos. De los nueve en crecimiento económico cinco son africanos. Uganda, Nigeria, República del Congo, Etiopía, Tanzania… ahí estará la mayor explosión demográfica de África. Se equivocará quien crea que sin un cambio en las políticas africanas de Europa con África vamos a poder soportar la presión demográfica de países como Nigeria, que tiene hoy 190 millones de habitantes y que tendrá 264 millones en el 2030, y 411 millones en el 2050 . En la República Democrática del Congo hoy son 120 millones, y en el 2030 serán casi 200. Etiopía tiene hoy 105 millones y dentro de 20 años serán 140. Hoy África tiene 1.200 millones pero en el 2050 serán 2.400 millones. Estamos ante cifras gigantescas que nos hacen ver que África está creciendo, que las cuestiones demográficas se convierten en un problema importantísimo y que la única manera de resolverlo es conseguir para África un desarrollo sostenido y justo, y eso significa ayuda económica y dejar de depredar los recursos naturales africanos. La cuestión climática será mucho más grave para África que para nosotros, y por tanto hay que adelantarse, hay que hacer planes. Lo absurdo es, como está haciendo la Unión Europea, llevar a cabo una política de frontera adelantada en la zona del Sahel para impedir la emigración. Pero para impedir la emigración de verdad lo que hace falta es desarrollo económico y justicia social. África está creciendo demográficamente, pero también lo hace económicamente; se está industrializando gracias a China. Yo no veo a África como una amenaza, sino que la veo como una solución a nuestros problemas. Hay que poner África en condiciones económicas y sociales que hagan no necesario que unas mafias más o menos articuladas estén cobrando para traer gente a Europa para que vivan en condiciones miserables, porque lo que están haciendo en Europa una gran parte de los inmigrantes es convertirse en carne de cañón, sometidos a una nueva forma de esclavitud.
El problema actual de la emigración lo hemos de solucionar con la solidaridad de los trabajadores con los inmigrantes y combatiendo el capital y sus políticas. Sé que no es fácil porque la inmigración en las condiciones que ha impuesto el liberalismo inevitablemente implica un enfrentamiento entre clases de los trabajadores; por eso la mejor política de la defensa de la inmigración es la lucha por los derechos sociales, la lucha por un sindicalismo fuerte, es decir, una política democrática y socialmente avanzada. Esa es la única manera. Si no lo conseguimos, la inmigración será un problema muy serio para nosotros.
[Fuente: El Viejo Topo]
1/11/2019
Rafael Poch
Destruir puentes, apuntalar ejércitos
Cuantas más sanciones y castigos imponga Washington a la comunicación económica de la Unión Europea con países como China y Rusia, tanto más se acelerará el rearme militar alemán en el marco de la “defensa europea”.
* * *
La Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó, el 11 de diciembre, el mayor presupuesto militar de la historia: 738.000 millones de dólares, infame enormidad que “será dolorosamente sustraída de la batalla contra el calentamiento global y los efectos de la austeridad neoliberal” (W. Streeck, dixit). El voto contenía también el compromiso de sancionar a las empresas europeas que participan en el gaseoducto Nord Stream 2 que conectará Rusia con Alemania a través del Báltico, paralelo al ya existente Nord Stream 1, duplicando la capacidad de suministro de gas ruso de 55.000 a 110.000 millones de metros cúbicos. Trump firmará este paquete en los próximos días.
Nord Stream 2 está casi terminado. Solo falta un 20% del trabajo. Las sanciones contemplan congelar en Estados Unidos los fondos de las empresas europeas implicadas y retirar los visados para entrar en el país a sus ejecutivos. Una empresa suizo-holandesa que coloca los tubos submarinos del gaseoducto frente a las costas danesas (Allseas) ya ha anunciado la suspensión de sus trabajos.
La inclusión de estas sanciones en el paquete del presupuesto militar es plenamente coherente con las declaraciones de los responsables americanos. “Es evidente que Estados Unidos tendría un problema si la tecnología alemana se uniera con las materias primas rusas, por eso desde hace un siglo es objetivo principal de Estados Unidos impedir una alianza germano-rusa”, ha dicho el consejero de seguridad George Friedman.
Que las sanciones por Nord Stream 2 son asunto geopolítico, lo ilustra el hecho de que su pauta se repite en muchas otras operaciones económicas y comerciales, todas ellas con un claro objetivo: destruir las relaciones que los aliados europeos establecen con los adversarios estratégicos de Estados Unidos.
La pauta Nord Stream 2 es la misma que conocen los esfuerzos europeos por salvar el acuerdo nuclear con Irán, un gran país adversario y un gran mercado repleto de oportunidades de negocio para las empresas europeas. La misma pauta que preside la agresiva exigencia de Washington para que la Unión Europea excluya a la compañía de telecomunicaciones china Huawei de la construcción de la red 5G en Europa. El secretario de Estado para seguridad y economía, Keith Krach, ha amenazado con reducir la cooperación a nivel de servicios secretos con aquellos países europeos que se abran a Huawei. En el caso alemán, la misma reacción agresiva ha ocasionado en Washington las noticias de un incremento —del 5% al 10%— de la participación del consorcio automovilístico chino BAIC (Beijing Automotive Industry Holding) en Daimler, que tiene importantes intereses en el enorme mercado chino del automóvil.
El denominador común de esta política es destruir los puentes económico-comerciales entre los aliados europeos y los países adversarios de tal forma que en caso de conflicto militar esos puentes no interfieran.
Las sanciones por Nord Stream 2 han provocado un gran griterío en la Unión Europea. El ministro de exteriores alemán, Heiko Maas, ha escrito en Twitter que, “la política energética europea se decide en Europa, no en Estados Unidos. Rechazamos por principio las intervenciones y sanciones exteriores con efecto de extraterritorialidad”. La cámara de comercio germano-alemana pide “contramedidas contra lo que diputados conservadores alemanes como Joachim Pfeiffer califican de “acto hostil”.
Junto a este griterío, el vector militar europeo, dominado por la OTAN, es decir, por Estados Unidos, sigue su propio curso, consagrando la esquizofrenia de la Unión Europea germanocéntrica. Entre abril y mayo de 2020, la OTAN celebrará las mayores maniobras militares de su historia en Bélgica, Alemania, Holanda, países bálticos y Polonia, con participación de 44.000 soldados de dieciocho países. En estas maniobras (Defender Europe 20) “Alemania será el principal eje logístico”, proclama con orgullo el Bundeswehr. Y algo parecido ocurre hacia China. Bajo el mando de Annegret Kramp-Karrenbauer (“Frau KK”), se envían unidades navales alemanas, junto a las francesas y británicas, a navegar por el Mar de China meridional: “es hora de demostrar presencia en la región junto a nuestros aliados”, dice la ministra ¿Tiene algún sentido esta esquizofrenia?
Como dice Wolfgang Streeck la cosa se pone seria. Cuando dentro de unos años, Alemania gaste el 2% de su PIB en su ejército, eso ya superará por si solo en un 40% al gasto militar de Rusia, que ya dedica hoy catorce veces menos que la OTAN. Francia y Alemania han perdido su confianza en Estados Unidos (Trump es de gran ayuda en eso), constata Streeck, pero no se ponen de acuerdo en las prioridades. “Francia tiene poco interés en Europa oriental, mientras que Alemania necesita de ella como mercado y reserva se mano de obra”. Francia ya tiene su paraguas nuclear, mientras que Alemania depende sus aliados. El foco de Francia son sus guerras poscoloniales en África occidental, donde sus intereses rivalizan con Estados Unidos y China, algo que no interesa demasiado a Berlín...
Un reciente y extenso estudio de la Stiftung Wissenschaft und Politik, uno de los principales centros de pensamiento del establishment alemán, titulado “El papel de la OTAN para la defensa de Europa”, explica con bastante claridad el sentido de esta esquizofrenia alemana de tender puentes económico-comerciales con países como Rusia, China e Irán, mientras mantiene la subordinación militar hacia Estados Unidos que destruye esos mismos puentes. La simple idea que subyace es que para poder romper con el actual esquema subordinado a Washington en materia de defensa, las potencias europeas deben antes rearmarse y hacerse fuertes militarmente.
“Sin la contribución política, convencional y nuclear de Estados Unidos, no será posible disponer ni de una disuasión creíble ni de una defensa europea”, señala el estudio. “Una capacidad independiente de acción en materia de defensa no es posible a corto plazo sin Estados Unidos”. Por eso, “va en interés de Alemania afianzar las funciones militares y políticas de la Alianza e impedir su debilitamiento e incluso su disolución”. Al mismo tiempo, “a la vista de los cambios de la política americana, los aliados europeos deben reflexionar sobre una futura forma de la OTAN y de la defensa europea en la que los Estados Unidos tengan una menor participación”. Por todo ello, hay que ir hacia un “doble planteamiento: por un lado fortalecimiento del puntal europeo de la Alianza mientras se mantienen los esfuerzos para estabilizar las relaciones transatlánticas, y por otro asegurar los compromisos a largo plazo de Estados Unidos con la defensa de Europa”. Es decir, mientras en París Macron habla de la “muerte cerebral” de la OTAN, los alemanes se saben condenados a la esquizofrenia, mientras van realizando poco a poco su plan de emancipación neoimperial convirtiendo en una primera etapa su Bundeswehr en “la fuerza armada convencional más fuerte de Europa”, en palabras del ex ministro de defensa Volker Rühe.
La inevitable conclusión es que cuantas más sanciones y castigos tipo Nord Stream 2 imponga Washington a la comunicación económica de Unión Europea con países como China y Rusia, tanto más se acelerará el rearme militar alemán en el marco de la “defensa europea”.
[Fuente: Ctxt]
23/12/2019
Antonio Turiel
Escondida y a la vista de todos
Queridos lectores:
Como muchos de Vds. sabrán, estos días he estado en la COP 25. Bueno, en realidad no he asistido propiamente a la presente edición de la Convención de Naciones Unidas sobre el Clima (que eso propiamente es la COP 25), sino a un evento paralelo que ha montado el Gobierno de España en el mismo recinto ferial donde estaba la cumbre real. Este evento paralelo (albergado en lo que han denominado "zona verde") es un espacio financiado y ocupado en su mayoría por empresas. Yo he pasado unos días en el stand del CSIC, ubicado en esa "zona verde" de libre acceso al público general, mientras la verdadera cumbre tenía lugar en la "zona azul", a la que no se podía acceder sin acreditación tramitada por la ONU. Mi trabajo estos días ha consistido en atender al público general y a medios de comunicación que se acercaba al stand, explicándoles que el CSIC es el mayor organismo de investigación de España, con más de 120 centros y 11.500 trabajadores (la mayoría de la gente desconoce esto, e inclusive que en el CSIC se realiza investigación de muy alto nivel), explicándoles también mi propio trabajo y contestando preguntas sobre el Cambio Global. Eso, en un stand pequeñito, compartido con otros Organismos Públicos de Investigación españoles (el stand era del Ministerio, no del CSIC) y en un lugar un tanto arrinconado de la zona verde (tanto que pasó Greta Thunberg con todo su revuelo por la zona verde y ni me enteré). La mayor parte de la zona verde estaba ocupado por grandes empresas, sobre todo españolas, en cuyos mostradores contaban a todo quien les quisiera escuchar cómo se están esforzando ya en disminuir sus emisiones y lo mucho más que las van a disminuir en los próximos años.



El camino desde el metro hasta el pabellón de la zona verde no es que fuera mucho mejor, en cuestión de hipocresía empresarial.





El resto del espacio estaba organizado en diversos auditorios más o menos separados, donde se efectuaban mesas redondas y charlas, algunas de las cuales eran ligeramente interesantes; por desgracia, dado que el pabellón era un espacio diáfano, sin tabiques, la acústica era horrorosa y en algunos momentos de mayor afluencia el simple rumor de los visitantes hacía difícil inclusive hablar de tú a tú en nuestro stand (no digamos ya seguir las ponencias de los auditorios). A las 6 de la tarde comenzaban los ensayos de los conciertos que se retransmitían por Radio Nacional desde el auditorio central, y a partir de esa hora ya no tenía sentido continuar allí, en parte porque ya no pasaba nadie y en parte por el estruendo.
En suma: una feria en la que las grandes empresas han intentado convencer al gran público de que están haciendo realmente algo para hacer frente a la crisis climática, y en la que los que realmente trabajamos en estos temas fuimos arrinconados y ninguneados. Teniendo en cuenta que para el público general ésta era la única parte accesible, no sé qué impresión se habrán llevado de lo que es una COP. Para mi, el mejor resumen de lo absurdo que era todo es la imagen que COTEC había puesto justo en frente de mi stand.

Para quien no conozca la historia de esa foto, se denomina "pálido punto azul", y es una imagen captada por la sonda espacial Voyager 1 a 6.000 millones de kilómetros de distancia de la Tierra. Se le dio la orden a la sonda de girarse y transmitirnos esa imagen justo cuando estaba a punto de abandonar el Sistema Solar. A esa distancia, la Tierra se ve como un punto de color azul pálido, casi imperceptible (la imagen se ha mejorado para resaltarlo). Esta imagen, una de las más emblemáticas de la exploración espacial, dio lugar a una famosa reflexión de Carl Sagan que si desconocen les recomiendo leer (en el enlace de la Wikipedia, por ejemplo). Todo el texto es imprescindible, pero quiero rescatar aquí las frases finales:
Se ha dicho que la astronomía es una formadora de humildad y carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de los conceptos humanos que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos mejor los unos a los otros, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido.
Después de leer esto, relean el mensaje que el "creativo" ha puesto al lado de tan emblemática imagen. Sinceramente, no sé si reír o llorar. En todo caso, creo que la absoluta disfuncionalidad comunicativa de ese cartel ilustra perfectamente qué ha sido la zona verde de la COP.
¿Y qué pasa con la zona azul, la verdadera COP25? Pues de momento poca cosa, aunque las sesiones durarán aún hasta el viernes. La discusión está centrada en farragosas cuestiones "técnicas", entendidas como tales las componendas y chalaneos de las partes negociadoras sobre aspectos que se nos presentan como fundamentales cuando son en realidad accesorios y que no abordan el fondo de la cuestión: que si cuáles son los plazos para la comprobación de los objetivos, que cuáles son los mecanismos para la compra y venta de derechos de emisiones, etc. En esencia lo que se está haciendo es cerrar aspectos legales de cuestiones que quedaron en el aire en el Acuerdo de París (que ya tiene bemoles que estén aún abiertos, cuatro años después). En suma: no cabe esperar nada realmente útil de esta COP25.
Y sin embargo es obvio que algo se mueve, y mucho. En la opinión pública, es cierto, gracias a figuras como Greta Thunberg entre otras; pero sobre todo entre los grandes agentes económicos y políticos. Al fin y al cabo, la opinión pública es fuertemente influenciable a través de los medios de comunicación de masas, y es muy destacable la campaña continua que están haciendo los medios para poner por fin de relieve la gravedad de la crisis climática. En sí, tal énfasis no me parece mal: hace años que digo que el problema del cambio climático (así como el del Peak Oil, pero eso es harina de otro costal) es tan grave que debería ser noticia de portada cada día en los noticieros. Y justamente eso está pasando ahora mismo: exacerbado estos días con la cumbre de Madrid "capital de Chile" (Pedro Sánchez dixit), por supuesto; pero que en realidad se ha venido fraguando desde hace ya unos cuantos meses, y presumiblemente va a continuar, aunque sea con menor intensidad, en el futuro. Lo que para mi es importante es que la opinión mayoritaria ahora en el mundo empresarial (principalmente el español, que es el que conozco de primera mano, aunque sé que pasa también internacionalmente) es que el cambio climático es cierto. Este cambio de posición es muy significativo, porque ese mundo empresarial ha mayoritariamente defendido hasta hace poco justo lo contrario, y ahí están los voceros de la intoxicación y desinformación climática, bien pagados por esas mismas empresas, aún gritando sus mentiras (los más avispados ya han plegado velas, mientras que los más cerriles, por falta de agilidad mental o mera estulticia, perseveran contumazmente en lo que estaban, sin comprender que sus amos ya no ven con buenos ojos lo que hacen y que ya no les van a pagar el estipendio por unos servicios que ya no desean).
Lo que se ve claramente, en todo caso, es que hay un reposicionamiento del gran capital, que aspira a convertir el cambio climático en una nueva "oportunidad de negocio". No lo digo yo: esa misma expresión se ha podido encontrar en muchas de las "mesas de debate", tanto en la zona verde como en la azul de la COP25. Al mismo tiempo, veo en los medios un masivo bombardeo a la ciudadanía de ciertas consignas, y particularmente que va a hacer falta hacer "sacrificios", "hacer cambios importantes en nuestro estilo de vida", "priorizar la protección del planeta al bienestar" y otras ideas-fuerza del mismo jaez. Es decir, que los empresarios están pensando en la "oportunidad de negocio", mientras que a los ciudadanos se les pide "sacrificios". Y como guinda de este pastel, una idea que cada vez se repite con mayor fuerza: el Green New Deal.
El Green New Deal se ha convertido en poco tiempo en la bandera bajo la cual se quiere agrupar a todo el mundo, es la respuesta a nuestros problemas que todo el mundo parece aceptar. La última sesión de la COP25, este viernes, está dedicada al Green New Deal. No casualmente, el Parlamento Europeo, a instancias de la nueva Presidenta de la Comisión Europea, va a debatir hoy mismo un Green New Deal para Europa. El Green New Deal es el Plan A, es la tabla de salvación, es la gran solución a nuestros problemas, es el programa de futuro al cual todos debemos adherirnos.
Solo hay un problema.
El Green New Deal es un fiasco total. No tiene ningún sentido, no aborda en absoluto los problemas reales que tenemos. El documento original es de una vaciedad hiriente. La falta de contenido real, siquiera de comprensión de la situación general, hace que esas palabras, Green New Deal, realmente no signifiquen nada en absoluto. O en realidad sí. Porque el planteamiento que de una manera cada vez más o menos abierta se está haciendo del Green New Deal es una idea ya conocida y en su momento denostada porque no iba a la raíz del problema y en realidad lo agravaba: el Capitalismo Verde. El Green New Deal es, ciertamente, el Capitalismo Verde versión 2.0; pero incorpora algunas ideas nuevas que son muy preocupantes. Así, si en el Capitalismo Verde versión 1.0 el planteamiento era que podíamos mantener tal cual el capitalismo (a pesar de que la finitud del planeta contradice por completo un sistema económico basado en el crecimiento perpetuo), simplemente substituyendo las energías fósiles por energías renovables, el planteamiento del Green New Deal es que no basta con esa substitución, sino que además va a hacer falta algunos sacrificios, sobre todo a corto plazo. Sacrificios que se le están pidiendo a la ciudadanía, porque sobre todo lo que no se puede comprometer es el crecimiento económico.
Ese discurso del "sacrificio necesario" obviamente no es muy estimulante y por supuesto genera contestación social, que probablemente se irá haciendo más fuerte a medida que se vaya implementando este plan. Está claro que es algo que se ha intentado evitar tanto como se ha podido, pero ya estamos en una situación de emergencia y no va a quedar más remedio que tomar medidas drásticas, duras e impopulares. Pero la emergencia no es la climática (ésa es una urgencia, pero no es algo realmente inesperado). La verdadera emergencia es el peak oil.
Recordemos los hechos clave.
La Agencia Internacional de la Energía lo avisó claramente en el informe anual de 2018 (aunque este año lo hayan disimulado): de aquí a 2025 la producción de petróleo podría llegar a caer de tal manera que no cubriese hasta el 32% de la demanda en el peor de los casos. Según la propia AIE, se espera que se produzcan diversos picos de precios antes de 2025 y puede haber problemas de suministro en algunos países.

De hecho, si las petroleras continúan su desinversión creciente la situación de la producción de petróleo para 2040 podría ser catastrófica.

Conviene no olvidar que el petróleo representa un tercio de toda la energía primaria consumida en el mundo, que el carbón (segunda fuente en importancia, con casi el 30%) también está en retroceso, que exactamente lo mismo le pasa al uranio y que el gas natural llegará a su máximo probablemente la década que viene. Las fuentes de energía que nos proporcionan el 90% de toda la energía que se consume hoy en día están tocando su máximo producción, y en las próximas décadas irán dándonos cada vez menos energía, en una caída que a veces será más paulatina y otras veces será más rápida. Y a pesar de tantas exageraciones publicitadas en los medios, las energías renovables no están en disposición de producir tanta energía, y mucho menos en tan breve plazo.
El hecho es que las compañías petroleras están retirándose del negocio del petróleo, pero no por conciencia ecológica, sino simplemente porque no hay negocio. Las fuentes de hidrocarburos líquidos que nos quedan son cada vez más caras y poco rentables (no solo económicamente, también energéticamente). Ya lo dijo Antonio Brufau, presidente de Repsol, en unas declaraciones al Financial Times el año pasado: Repsol ya no va a invertir en buscar nuevos yacimientos porque no son rentables. Y cuando hace unos días Jon Josu Imaz, Consejero Delegado de Repsol, anunció que van a provisionar casi 5.000 millones de euros este mismo año (lo que les mete en pérdidas) para cubrir la devaluación de sus activos (yacimientos de gas y petróleo) no es por su objetivo de ser "neutrales en carbono" para 2050, como anuncian, sino porque simplemente saben que en realidad la mayoría de ese gas y petróleo no es producible porque no es rentable ni energética ni económicamente.
La situación es, en realidad, muy apurada. Al inminente (si no se ha producido ya) peak oil del mundo le acompaña la situación aún más grave del diésel: la producción de diésel lleva ya cuatro años estancada y probablemente ha comenzado ya su declive, anticipándose por tanto al declive del petróleo.

Ese declive más temprano del diésel es debido a que los petróleos no convencionales, introducidos en los últimos años para compensar la caída del petróleo crudo convencional (recordemos que el petróleo crudo convencional ha caído desde su máximo de 70 millones de barriles diarios —Mb/d— en 2005 a menos de 67 Mb/d actualmente), no son tan buenos para producir diésel. Por eso la producción de diésel cae antes. Y recordemos las graves consecuencias económicas que tiene ya y va tener el retroceso del diésel.
Ésta es la situación, y ésta es la verdadera emergencia, el problema que pasa desapercibido al común de la ciudadanía: nos estamos quedando sin energía fósil y las renovables no pueden, ni de lejos, cubrir un vacío tan grande. Un problema que, si se entendiera de verdad, explica por qué el Green New Deal es solo una capa de maquillaje para evitar abordar el problema de fondo, a saber, que no se puede mantener el capitalismo tal y como lo hemos entendido en las últimas décadas. Porque si se aceptase que en realidad hemos empezado el inevitable declive energético, entonces se tendría que empezar a hablar sobre cómo afrontar el postcapitalismo, en qué vamos a hacer a partir de ahora. Y en ese caso seguramente el esfuerzo a hacer se tendría que repartir de otra manera, porque ya no valdría el argumento de que se tiene que proteger a las empresas para mantener el crecimiento económico, ya que solo con crecimiento económico se pueden resolver problemas como el paro o las desigualdades sociales. En un mundo en decrecimiento energético, el decrecimiento económico es inevitable: ésta es la realidad física inexorable. Por tanto, si el crecimiento económico ya no será posible (no de manera duradera), el debate cambia de raíz, y el foco se tendría que poner en el replanteamiento del sistema productivo, económico y social; en cómo garantizar el bienestar y los derechos a la mayoría de los ciudadanos. Porque mientras que el foco se ponga en favorecer la actividad económica y a las empresas para poder tener ese crecimiento económico ya imposible, lo que va a suceder es que se van a reducir ese bienestar e incluso esos derechos; encima, a pesar de ello y de todas maneras, sobrevendrá el decrecimiento económico.
Ése es el debate que se hurta de todas las miradas aunque sus signos sean evidentes, a plena luz del Sol. El decrecimiento es inevitable, pero se intenta disfrazar de otra cosa para no cambiar las estructuras de poder, para no tener que hablar de cómo distribuir esta carga de una manera más equitativa. Por eso se dicen las cosas que se dicen, para disfrazar los síntomas de nuestro inevitable declive. Por eso se anuncia el pico de la demanda de petróleo y en general de energía, porque "los consumidores, concienciados, pretenden disminuir las emisiones de sus coches", cuando en realidad el grueso de las emisiones lo produce el transporte y no el vehículo privado. Se pretende hacer creer que los ciudadanos se van a pasar a la quimera imposible del coche eléctrico, cuando en realidad lo que va a pasar es que no van a poder permitirse tener un coche propio (excepto los ricos, claro, que esos sí que van a tener coche que alimentarán con placas fotovoltaicas subvencionadas por todos nosotros). Se nos dice que la conciencia ciudadana va a hacer que en las grandes ciudades se utilice más el transporte público, sin explicar que ya está saturado y que es insuficiente para cubrir las necesidades de tanta gente que viven en ciudades dormitorio y urbanizaciones crecidas al calor de la pasada abundancia energética. En suma, se hace creer a la ciudadanía de que se van a poder hacer ajustes para mantener el sistema capitalista tal cual, cuando en realidad éste está tocado de muerte y si nos empeñamos en mantenerlo va a causar mucho más dolor y sufrimiento, y pondrá en peligro hasta el concepto mismo de democracia.
Como colofón de mi implicación en los actos que el CSIC ha organizado con motivo de la COP25, ayer participé en una mesa redonda celebrada en la Residencia de Estudiantes, en la que un grupo de científicos proponíamos a los políticos medidas concretas para luchar contra el cambio climático (en realidad, yo siempre voy más allá y hablo de Crisis de Sostenibilidad, que incluye todos los problemas ambientales —no solo el cambio climático— y también el problema de la escasez de recursos, de biodiversidad, de acceso al agua, de salud, de equidad, y así un largo etcétera).
Yo incidí en un dato que me parece preocupante: unos días antes de la COP25 la ONU anunció que para tener un 66% de no superar el peligroso umbral de 1,5ºC de calentamiento respecto a la temperatura de la época preindustrial se necesitaba que de 2020 a 2030 las emisiones de CO2 se redujeran un 7,6% anual. Eso quiere decir que de aquí a 2030 tendríamos que reducir las emisiones un 55%. Como comenté, con la tecnología que tenemos hoy en día y en tan breve lapso de tiempo, eso no es posible si no va acompañado de una disminución del consumo de energía de un tamaño semejante, quizá no del 55% pero desde luego no lejos del 40%. Piensen que la Gran Recesión supuso una caída (momentánea) del consumo de energía global del orden del 8%; aquí estamos hablando de 5 veces más y además con carácter permanente. Es difícil imaginar la magnitud de la contracción de la actividad económica que sería necesaria para conseguir tal objetivo, pero eso es a lo que deberíamos de aspirar. Eso solo tiene un nombre, por más que se quiera ocultar: Decrecimiento. Una periodista asistente quiso que cada uno de los miembros de la mesa (éramos 8) dijéramos qué, concretamente, propondríamos a los políticos para hacer frente a esta crisis de sostenibilidad. 6 de nosotros lo dijimos con toda claridad: Decrecimiento. Ésa es la realidad, no solo necesaria pero inevitable. Ésa es la verdad que se esconde cuando está a la vista de todos.
[Fuente: The Oil Crash]
11/12/2019
Rafael Poch
Un millón de uigures
Cuando Estados Unidos sufrió los atentados del 11 de septiembre de 2001, su gobierno utilizó la ocasión para bautizar su nueva campaña imperial como “guerra contra el terrorismo”. Se invadieron países, se destruyeron Estados y sociedades enteras, se legalizó la tortura y se crearon centenares de cárceles secretas en decenas de países al margen de todo derecho. Miles de sospechosos pasaron por una de ellas, Guantánamo, que continúa abierta. Aunque el nivel de los crímenes del gobierno chino en lugares como Tibet o Xinjiang no llegan, ni de lejos, a esas enormidades, hay cierta pauta común.
China también sufrió serios atentados. Por citar algunos, en 2009 una violenta revuelta de la minoría uigur en Urumchi, la capital de Xinjiang, dejó un abultado balance de incendios y saqueos, y unos 160 muertos, casi todos ellos chinos hana manos de uigures. En 2013, activistas uigures arrollaron a la multitud con un coche en la Plaza Tiananmen de Pekín (cinco muertos). Cuatro meses después, en marzo de 2014, otro grupo uigur atacó con cuchillos indiscriminadamente en la estación de autobuses de Kunming, en el sur de China, matando a treinta personas e hiriendo a más de un centenar. Miles de uigures nutren como guerrilleros las filas de los grupos armados yihadistas en Siria e Irak.
La respuesta china a esta realidad se ha visto agudizada por la estrategia de la nueva ruta de la seda (BRI), que traza importantes ejes comerciales y logísticos a través de Asia Central, cuya puerta china es la región de Xinjiang. Por un lado hay que aplastar al yihadismo local, por otro hay que “normalizar” una importante puerta de salida de la nueva ruta de la seda.
“Reeducar”
La política china para “estabilizar” Xinjiang recuerda más a las “campañas de reeducación” de la Revolución Cultural maoísta que a la guerra contra el terror de Washington. La diferencia con la época de Mao es que si entonces era la gente de la ciudad la que era enviada al campo para reeducarse, ahora es un ejército de semivoluntarios chinos de las ciudades quienes acuden a las zonas rurales para “reeducar” a los uigures, considerados como una especie de atávicos y peligrosos paletos.
Desde 2014 cerca de un millón de funcionarios chinos han sido enviados a hogares uigures a convivir en ellos durante ciertos periodos con el objetivo de “enseñarles a vivir correctamente”. Se trata de que los uigures seleccionados aprendan a beber cerveza como estos “hermanos mayores” que ni rezan a Alá, ni se dejan barba, ni se ponen pañuelos. En 2018 el diario oficial chino Global Times informó de que 1,1 millón de funcionarios habían sido asignados para estas humillantes experiencias de convivencia a 1,69 millones de “ciudadanos de minorías étnicas en Xinjiang” (léase uigures y también algunos kazajos). Estos visitantes realizan un informe de la familia asignada y valoran su nivel de aceptación del modo chino de vida: su apego a la tradición patriarcal y a la religión se considera una especie de enfermedad. En los casos más graves, el enfermo será ingresado en los llamados “Centros de transformación a través de la educación”, también designados como “centros de enseñanza contra el extremismo” o “centros de enseñanza vocacional”. Esta realidad es descrita por el antropólogo Darren Byler como “paternalismo violento”.
Una mina para la propaganda
Desde esta realidad, los aparatos de propaganda de Estados Unidos, a través de Radio Free Asia, las ONG´s vinculadas a la CIA, senadores como el ultra Marco Rubio ( y desde allí los habituales medios de comunicación del establishment), han lanzado desde hace más de un año una intensa campaña contra el adversario chino.
La población uigur de Xinjiang ronda los diez millones, sobre un total de 21 millones. La campaña pretende que “un millón”, dos e incluso tres millones de uigures, según Radio Free Asia, han pasado por estos “campos”, lo que tiene todo el aspecto de una inflada exageración.
Sobre lo que ocurre en esos centros se sabe poco. “Muchos detalles de ese sistema carcelario se ocultan y se desconocen, de hecho hasta el propio objetivo último de los campos no está del todo claro”, reconocía el New York Times en un despacho del 15 de mayo de 2018. La oscuridad no impide que los más audaces se tiren a la piscina: “En China, cada día es una Kristallnacht”, titulaba el 3 de noviembre el Washington Post, sugiriendo el holocausto uigur. Muchos testimonios periodísticos beben de fuentes como Adrian Zenz, un académico alemán vinculado a think-tanks ultraconservadores y al World Uyghur Congress, financiados por tapaderas de la CIA como el National Endowment for Democracy (NED). Nada fiable.
Esta campaña que ha llegado profusamente a las páginas de nuestra prensa establishment, apenas ha tenido eco en países musulmanes. China ha llevado a cabo allí una contracampaña, invitando a clérigos musulmanes a visitar Xinjiang. En Indonesia, principal país asiático musulmán, se ha neutralizado por completo la acción realizada por la embajada de Estados Unidos. “Funcionarios americanos en Yakarta se han dado cuenta de que la embajada china en Indonesia ha hecho el mismo trabajo que ellos, pero con un mayor presupuesto”, se queja amargamente esta semana el Wall Street Journal. La opinión indonesia sobre “los campos de concentración para uigures” ha cambiado después de que los chinos invitaran a una delegación de personalidades indonesias a Xinjiang.
Más allá de esta guerra de propagandas, lo que está claro es que la situación en Xinjiang no es un “contubernio extranjero”, sino que es un problema interno muy serio que el adversario imperial intenta utilizar. Sus elementos son: una cruda represión, una autonomía sin verdadera soberanía, rechazo, paternalismo y control hacia la cultura tradicional islámica más allá de lo puramente folclórico, una modernidad que los uigures no pueden gobernar y que consideran destructiva, y, finalmente, una angustia demográfica derivada del constante incremento de población hanen su región, en la que ya no son mayoría. En resumen, un catálogo muy parecido al de Tibet.
¿Quiénes son?
Si dividimos las más de cincuenta nacionalidades reconocidas en China en dos grupos según su grado de afinidad con los chinos han, los uigures son la mayor minoría del grupo de los más diferentes. Muchos de ellos sienten una gran aversión hacia la cultura china, que es, al mismo tiempo, la que les aporta la modernidad. Esa situación les crea un conflicto muy complicado. En la idiosincrasia uigur, la religión desempeña un papel central. El islam es la esencia de su reivindicada diferencia con la cultura china. Es un atributo nacional. Ese atributo está secuestrado por el enojoso control ejercido sobre la religión por la administración china. Y ese control es un dato milenario de la “correcta y natural” tradición política china hacia las religiones, algo inaceptable para una cultura de tradición religiosa como la uigur.
En Xinjiang, como en Tibet, el Estado se mete en cuestiones como el control de los clérigos, la prohibición de ir a mezquitas a los menores de dieciocho años, e incluso en el llevar barba. La religión es refugio. Otros refugios menos importantes como la arquitectura tradicional llevan años siendo demolidos sin contemplaciones por el martillo de la modernización. En la antes pintoresca ciudad de Kashgar, la administración hace lo mismo que se hizo en Pekín con los barrios tradicionales de hutong: sanear/destruir.
Que no haya condiciones para una autonomía real en Xinjiang no solo tiene que ver con defectos del gobierno chino. El nacionalismo uigur es tan poco democrático como el gobierno chino. En su vertiente religiosa es integrista, y en lo poco que queda de su tradición laica panturquista es ferozmente excluyente y agresivo. Por ahí tampoco hay que hacerse excesivas ilusiones.
Los uigures suelen ser comparados con los tibetanos, pero en realidad están peor. En condiciones normales en Xinjiang hay más represión y más miedo que en Tibet. El patrocinio extranjero y de diversas onegés del irredentismo uigur es mucho menor. Los uigures son musulmanes, una religión poco “sexy” en Occidente, al lado del budismo tibetano. Y finalmente, no hay un líder nacional uigur comparable al Dalai Lama.
Es poco probable que Pekín cambie su política esencial en Xinjiang. Los chinos están convencidos de que la modernización, el desarrollo económico, aliviará y suavizará poco a poco esos conflictos nacionales, pero la realidad es tozuda, y sugiere que una modernización que se percibe como foránea y disolvente de la propia cultura no hace más que exacerbar el desafío.
[Fuente: ctxt.es]
18/12/2019
Nazanín Armanian
La «Cruzada de niños» de Greta dirigida a la privatización de la naturaleza
Cuentan que, en la Europa medieval, un chaval de 10 años llamado Nicholas se presentó como enviado de Dios, reclutando a decenas de miles de niños con el fin de conquistar Palestina, la Tierra Santa. Ninguno llegó, obviamente: murieron de hambre, de enfermedades o fueron traficados por los adultos. Los “yihadistas” también reclutan a los niños, no solo como su carne de cañón o para limpiar campos de minas antes de que crucen los adultos, sino para avergonzar a los hombres que se niegan a ir a matar a otros.
Hoy, en la era de la globalización, una tropa universal de menores, dirigida por Greta, la adolescente de cara angelical, con su tono de predicador y con la seguridad que da el estar respaldada por una fuerza sobrenatural que deja mudos a los poderosos mandatarios adultos del mundo, nos transmite el sagrado mensaje del IPCC, el alias de la nueva divinidad llamada Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. El Fin del Mundo ya tiene fecha: será dentro de 11 años (y unos meses) si la humanidad incrédula no sigue sus instrucciones.
En la misión de la nueva superheroína, cuya carrera meteórica la ha convertido en la rival del mismísimo Trump para recibir el Nobel de la Paz (premio que es una inversión en alguien para que juegue un papel en el futuro; Donald ya es pasado), se destacan dos cuestiones: 1) el fenómeno de la “Generación Z”, y 2) los intereses que ella o Jamie Margolin, su colega estadounidense, representan.
La Generación Z
Ser joven, rico y guapo es una virtud en la sociedad capitalista. En la mente de Greta, “los mayores”, que son parte del problema del calentamiento global, no pueden ofrecer soluciones. Pero, ¿cómo unos niños que ni han terminado la escuela y no son investigadores de nada se atreven a dar lecciones al mundo adulto y menospreciar el conocimiento y la sabiduría (que sólo se consigue a golpe de años) de millones de expertos en la lucha de clases, del feminismo, de la sociología de la pobreza, o del complejo funcionamiento del poder? Si ella hubiera oído algo sobre la primera científica que habló del «efecto invernadero», la feminista y mayor Eunice Foote (1819-1888, EEUU), por ejemplo, hubiera elaborado un discurso algo humilde, además de coherente y lógico.
Los “niños digitales” o la “Generación Z” , nombre dado en EEUU a los nacidos entre 1995 y la década de los 2000, y cuya característica es el uso de la tecnología e internet, se han convertido en actores sociales por: a) ser el 40% de los consumidores en las potencias mundiales y el 10% en el resto del mundo, estando en el centro de las políticas de mercado de las empresas; b) ser una generación programada no para pensar sino para consumir y “seguir a” alguien, y c) por la influencia que tienen en el gasto familiar, debido a su conocimiento digital, que además les da un estatus de poder.
Ella se equivoca al afirmar que el cambio climático es el principal problema de la humanidad: ¡se trata solo de una de las consecuencias de un sistema económico-político llamado capitalismo que hoy y ahora ha convertido en un infierno la vida de la mitad de los habitantes de la Tierra, que padece pobreza, que muere en las guerras de rapiña, o en las minas de diamantes y coltán! Mienten las encuestas en EEUU cuando indican que el cambio climático ya es la principal preocupación de los ciudadanos: ¿que un país donde 45 millones de personas viven en el umbral de la pobreza, sufre un profundo racismo contra la población no blanca y una violencia social que es única entre los países occidentales, donde medio millón de sus mujeres son víctimas de agresiones sexuales y rapto, pierde el sueño por el deshielo del Ártico? ¿En serio?
Condenar el consumismo sin situarlo en el lugar y el tiempo es populismo: un estadounidense medio gasta casi 2.000 veces más agua que un residente en Senegal.
Thunberg reprocha a los políticos que la contaminación “le ha robado la infancia”, no sabemos cómo, pero su movimiento elitista no habla de cientos de millones de niños y niñas a quienes les roba la infancia el ser explotados en los talleres oscuros y húmedos, recibiendo a cambio un solo plato de comida al día; por ser víctimas de las guerras de rapiña y sus consecuencias más brutales; ser traficados por la megaindustria de pornografía en un capitalismo que lo convierte todo incluido a los fetos y niños en una mercancía.
Las “soluciones” de la pequeña Greta
“Ya tenemos todos los hechos y soluciones –afirma la joven– y todo lo que tenemos que hacer es despertar y cambiar».
Los defensores de Greta pueden desmontar los argumentos de la derecha negacionista, pero no son capaces de responder las preguntas del ecologismo progresista.
Los niños como ella desconocen que el capitalismo depende del crecimiento, y este se consigue reduciendo los gastos, explotando más y más a los seres humanos y a la naturaleza y destruyendo a ambos, aumentando los beneficios. Tampoco saben que la acumulación de capital es el núcleo del sistema que pretenden reformar, y que las compañías privadas para crecer, e incluso para existir, deben apartar y/o devorar a sus competidores gastando cada vez más los recursos públicos. Un sistema que ha feminizado la pobreza o que fuerza a millones de personas huir de sus tierras, porque unas compañías o estados quieren robar sus recursos, genera graves desequilibrios ambientales. Es imposible salvar la Tierra sin reducir la pobreza y luchar contra la desigualdad, sin el empoderamiento de las mujeres, la protección de los derechos de los animales, o sin impedir que el Sur Global se convierta en el basurero tecnológico de los ricos caprichosos, esos jóvenes que cambian de móvil como de camisa, sin preguntarse de dónde viene su batería, y a dónde va el aparato que aún no está obsoleto.
Obviamente, ningún movimiento de esta envergadura llamado “Nuevo Poder” es espontáneo, ni hay nada nuevo en esta otro peligroso movimiento de masas.
¿A quiénes beneficia?
- Al “imperialismo climático”: la «Cuarta revolución industrial» del complejo industrial busca un New Deal Verde. Y lo busca a través del Instituto de Gobernanza de los Recursos Naturales que pretende sacar 100.000 millones de dólares de las arcas públicas de todos los países del mundo para salvar el capitalismo tiñéndolo de verde. Y tiene mucha prisa, de ahí la “emergencia”: presiona para desregular el sector, conseguir la autorización para explotar aún más los recursos naturales, y la financiarización-privatización más grande de la naturaleza jamás realizada, y así poder atraer a los inversores con fines especulativos. Y están apropiándose de más tierras arboladas y el agua de todos los continentes produciendo biomasa para energía, destrozando las selvas y la biodiversidad de aquellos espacios. Ganarían con el endeudamiento de los países pobres, que se verán obligados a comprar la biotecnología verde (coches eléctricos, turbinas eólicas, etc.).
- A la industria nuclear: Greta desea “alinear Suecia con el Acuerdo de París”, cuando este acuerdo otorga a la energía nuclear el papel de “mitigar el cambio climático”, y así reducir el “CO2 a gran escala».
- Al Instituto Global de Captura y Almacenamiento de Carbono (IGCAC), que impulsa biotecnología para lanzar «emisiones negativas», operación para la cual consumirá una ingente cantidad de combustible fósil. Tiene preparado unos 3.800 proyectos que permitirán a la industria petrolífera, por ejemplo, seguir esparciendo carbono por la atmósfera. La energía fósil es tan rentable para sus empresarios que para obtenerla han matado a millones de personas, han destrozado la vida animal, arrasando bosques, contaminando aguas. Según el ambientalista Ernest McKibben «Un barril de petróleo, actualmente de unos 70 dólares, proporciona la energía equivalente a unas 23.000 horas de trabajo humano«. La justicia climática es incompatible con un capitalismo que está basado en el ánimo de lucro y a cualquier precio.
- A las megafundaciones de apariencia filantrópica, corporaciones que controlaron los negocios de energía, y políticos hipócritas. El Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, un entusiasta de la joven sueca, cuyo gobierno compró con el dinero público el oleoducto Trans Mountain por 45.000 millones de dólares, los gobiernos europeos que siguen vendiendo ilegalmente armas a los países en guerra, Google que sigue invirtiendo en las compañías que niegan el cambio climático, o la industria de los combustibles fósiles, que dedica sólo el 1% de sus inversiones a energía baja en carbono, pero depositan 50.000 millones de dólares en nuevos proyectos de exploración de petróleo y gas. El objetivo de MacArthur Fundation (2010) es, por ejemplo, “acelerar la transición a la economía circular”. Además de donar diez millones de dólares a Climate Nexus, es la que dirigió, junto con otros lobbies del capitalismo verde (Avaaz, 350.org, Extinction Rebellion, etc.) la Marcha Popular del Clima del 21 de septiembre de 2014. Otras empresas como Ikea, el promotor de “compra, tira y vuelve a comprar«, que ha convertido sus tiendas en el lugar del paseo de las familias, o Avaaz, la red dirigida a cambiar mente y corazones en todo el mundo, o Johnson & Johnson, que ha tenido que pagar mil millones de dólares a veintidós mujeres por el cáncer de ovarios que causaron sus productos, ganan dinero y prestigio.
- A la “Oenegeización” de la militancia política de los jóvenes, neutralizando los movimientos ecologistas auténticos, y sustituyendo la conciencia de clase por un “asunto gris de masas” ajeno a la causa común de la humanidad.
Estas personas pretenden cambiarlo todo, para que todo siga igual: Malala Yousafzai, la muchacha paquistaní, recogió el Nobel de la Paz en 2014, después de haber recibido varios disparos de los Taliban (grupo anticomunista armado por la CIA) cuando tenía catorce años por defender la alfabetización de las niñas en su país Pakistán. Hoy, su país sigue siendo uno de los peores del mundo en esta materia.
¿Cómo se salva el planeta, de verdad?
Cuando Marx llamó la «Ruptura metabólica» a la desconexión entre la humanidad y el resto de la naturaleza generada por la producción capitalista, y la “ruptura irreparable en el proceso interdependiente del metabolismo social”, estaba señalando que la destrucción de la naturaleza es inherente al capitalismo.
Sólo un sistema de producción dirigida a satisfacer las necesidades humanas, siempre en su vinculación con los derechos del resto de la naturaleza, que no a las ganancias de unos cuantos, puede impedir el apocalipsis. Y esto se consigue con la propiedad pública sobre la tierra, la industria, los grandes bancos, corporaciones, y servicios y un control democrático sobre el poder, que en vez de promocionar coches eléctricos particulares, por ejemplo, proporcione el transporte público gratuito, el uso de la energía solar y eólica, entre otras medidas.
La justicia climática es anticapitalista o no lo es.
[Fuente: Público.es]
3/12/2019
Juan Francisco Martín Seco
A los enfermos catalanes les roban los enfermos del resto de España
El nacionalismo corrompe cualquier ideología, la deforma, la desnaturaliza y la convierte a veces en todo lo contrario. El secretario general de la UGT, para justificar su peregrinaje a la cárcel de Lledoners, ha declarado que no se entiende un gobierno de progreso sin la izquierda catalana. Lo de Progreso es un término bastante ambiguo. Deriva del latín progressus, del verbo progredi, que significa “caminar adelante”. Luego, todo depende de donde se ponga el adelante y el detrás, y ciertamente las opiniones son diversas. El nacionalismo siempre es retroceso, retorno a la tribu. Lo de izquierda catalana también es equívoco, incluso puede haber una contradictio in terminis, de forma especial en los que oficialmente se han apropiado del calificativo de izquierdas. Casi todos ellos están contaminados por el nacionalismo.
El actual Síndic de Greuges (defensor del pueblo catalán), Rafael Ribó, es un buen ejemplo de que lo que ha dado de sí la izquierda catalana. Aparentemente se trata de un prócer de izquierdas, de la gauche divine. Secretario general del PSUC y más tarde presidente de Iniciativa per Catalunya Verds (ICV). Los que desde Izquierda Unida (IU) sufrimos las veleidades de esta última formación política sabemos hasta qué punto en la época de Ribó estaba trufada de nacionalismo y conocemos bien las posturas ambiguas que mantenía en materia social y económica.
En el reparto de tareas del grupo parlamentario de IU, los temas fiscales y presupuestarios recayeron entonces en el diputado Ramón Espasa de ICV y médico de profesión. Es curiosa la atracción que la Hacienda Pública ejerce sobre los doctores en medicina. Lo cierto es que desde la presidencia de IU costaba un gran esfuerzo vencer el pasteleo y el pactismo al que en esta materia se inclinaba el grupo parlamentario, arrastrado por su responsable en esa área.
Desde que fue nombrado, el actual Síndic de Greuges no ha dejado de ser un instrumento a favor, primero del nacionalismo, después del independentismo, un altavoz más en el ámbito internacional, orientado a denigrar el sistema político estatal. “El Estado español oprime a los catalanes”. Pero la dificultad de mantener este mensaje con credibilidad le ha hecho retornar al clásico “España nos roba”, aunque en una versión más moderna: “Los enfermos españoles (se entiende del resto de España) roban a los enfermos de Cataluña”.
Si la sanidad catalana funciona mal, si sus cifras están entre las peores de España, si las listas de espera son de las más abultadas entre las de todas las Comunidades, si en Cataluña en los últimos años se han perdido un millón de camas, si han desaparecido 800 médicos de asistencia primaria; en suma, si el funcionamiento de la sanidad en Cataluña es muy deficiente, la razón no se encuentra en los recortes que Mas realizó, sin que se hayan corregido hasta la fecha, ni en que el gasto en sanidad sea del 4,8% de su valor añadido mientras la media en España se sitúa en el 5,5%, ni en la incompetencia de la Generalitat, ni en que el modelo seguido fuese el de concesión a las entidades privadas, ni en que Cataluña lleve varios años sin presupuestos, ni en el 3%, ni en el gasto desproporcionado de las mal llamadas embajadas catalanas, ni en que los sueldos de los altos cargos -incluyendo al presidente de la Comunidad y al Síndic de Greuges- carezca de parangón en ninguna otra Administración, ni en que los distintos gobiernos independentistas hayan desviado recursos de la sanidad a otras finalidades, incluso ilegales, ni en que sea la Comunidad con menor gasto sanitario por habitante, sino en el hecho de que a Cataluña van a tratarse los enfermos de otras Autonomías.
El señor Ribó muestra en primer lugar una gran ignorancia y, lo que es peor, no siente ninguna vergüenza de ella, cuando ante la pregunta del periodista de la SER acerca de la desproporción de las listas de espera en Cataluña con respecto a las del resto de España contesta: “Yo no sé si es la lista de espera más larga, depende de cómo lo enfoquemos, lo que le puedo garantizar es que uno de los déficits que tiene la sanidad pública en Cataluña es que tiene un sobrecoste por la gente que viene a Cataluña a intervenirse. ¿Por qué? Porque ha habido un modelo excelente que, si no lo mimamos, se nos puede ir al garete”.
Lo primero que sorprende es que confiese con todo el descaro su ignorancia de la dimensión de las listas de espera, un tema que debería entrar dentro de sus preocupaciones prioritarias, porque pocas cosas importan más a los ciudadanos que el correcto funcionamiento de la sanidad. Pero su ignorancia va mas allá demostrando un desconocimiento total del funcionamiento del sistema nacional de salud y de los mecanismos que el sistema tiene para compensar los distintos servicios en materia sanitaria que unas Comunidades se prestan a otras. Parece ignorar también que, como han puesto de manifiesto los mismos sindicatos médicos, se estima en un escaso 1% el número de los pacientes que piden ser atendidos fuera de su Comunidad.
Dada la trayectoria del síndico, cabe la sospecha de que tales afirmaciones no obedecen tanto a la ignorancia como a prejuicios xenófobos. Que sus palabras son fruto inconsciente de su ideología supremacista. Desde su cargo, el contubernio con los independentistas y con el procés ha sido total, al tiempo que se despreocupaba de menudencias como esa de saber si las listas de espera son largas o no.
La tarea del defensor del pueblo es atender las quejas que los ciudadanos realizan con respecto a los errores o defectos de funcionamiento de la Administración. Teniendo en cuenta que el Estado de las Autonomías ha multiplicado este organismo por 15, habría que suponer que el cometido de cada uno de ellos se orienta a la Administración en la que está incardinado. Es decir, que la tarea del Síndic de Greuges debe circunscribirse a canalizar las protestas de los catalanes frente a la Generalitat. Mientras que las dirigidas a la Administración central por los españoles, sean catalanes o no, son competencia del Defensor del Pueblo estatal.
Pues bien, parece ser que Rafael Ribó ha entendido su papel de otra manera y, ante el defectuoso funcionamiento de los servicios sanitarios en Cataluña, en lugar de canalizar las quejas de los ciudadanos a la Administración (esto es, a la Generalitat), defiende a la Generalitat cantando las excelencias de la sanidad pública en esta Comunidad y responsabilizando de cualquier defecto a los intrusos extranjeros de otras Autonomías. Marcando diferencias. Todo ello, muy de izquierdas.
Según parece, a los catalanes, a la hora de manifestar sus reclamaciones en aquellos casos en los que sufren un defectuoso funcionamiento de los servicios públicos de la Generalitat, no les sirve de nada acudir al Síndic de Greuges y eso a pesar de que dicen que el número de empleados, muchos de ellos nombrados a dedo, son numerosos y los sueldos, abultados, comenzando por el del Síndic. Pero el Síndic no tiene ningún interés en censurar o denunciar a la Administración catalana. No tiene tiempo de ocuparse de tales naderías. Su destino es más alto, librar a Cataluña de la opresión de los extranjeros. Bien es verdad que gracias a ello continua en el puesto tras 15 años.
Así, se puede dedicar, amparado en su cargo y con fondos públicos, a recorrer el mundo censurando al Tribunal Supremo con la acusación de venalidad por las sentencias emitidas en el caso del procés. Con una gran osadía y desconocimiento del Derecho Penal, se atreve a llevar la contraria a siete magistrados que están en lo más alto de su carrera técnica y profesional. Claro que él no habla, aunque debería, como un profesional o un técnico, sino como un militante -y bastante sectario, por cierto- del procés. En ese campo no valen razones o argumentos, solo fe y tergiversar los hechos. Desde ese mismo pedestal se pronunció en contra del Tribunal Constitucional, declarando ilegal la aplicación del art. 155 de la Constitución.
Porque no actúa como un técnico ni como un profesional, sino como militante, emite -totalmente al margen de sus competencias- un informe arbitrario y parcial al dictado del Presidente de la Generalitat acerca de la actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (no de la Autonomía) en los acontecimientos del 1 de octubre, tendente a denigrar al Estado español. De alguna forma, los independentistas lo consideran y él lo acepta, con una cierta usurpación de funciones, el tribunal supremo de la República Catalana. Quizás la única autoridad judicial (aun cuando no sea un órgano jurisdiccional) que los golpistas admiten y que les sirve de estratagema en su intento de eludir el poder judicial. Por eso Torra cuando se vio acorralado por la Junta Electoral Central con el mandato de que debía quitar los lazos amarillos de los edificios oficiales, recurrió como coartada al Síndic de Greuges para dar a entender que él solo obedecía a una institución catalana.
Ciertamente el actual Síndic de Greuges está muy ocupado para dedicarse a esas pequeñas cosas que constituyen su responsabilidad y su cometido. Bien es verdad que sí parece que tuvo tiempo en 2015 para viajar a Berlín, gratis total, al final de la Champions, en un jet privado invitado por el empresario Jordi Soler, uno de los implicados en el 3%. Hay que decir, no obstante, en su descargo que jugaba el Barcelona y ya se sabe que este equipo es más que un club y, por lo tanto, se puede entender que el viaje era un servicio más a la causa del procés.
En fin, no sé si es a esta izquierda a la que se refería el secretario general de la UGT. En Cataluña, sin duda, hay otra izquierda, la de los trabajadores, obreros, empleados, pertenecientes a las clases modestas, muchos de ellos o sus padres emigrantes hace años desde otras partes de España buscando trabajo y una vida mejor. Pero en buena medida esa clase ha quedado secuestrada por la izquierda caviar, que ha ocupado las cúpulas de las formaciones políticas de izquierdas. A esa izquierda de trabajadores se le ha hecho creer que el origen de sus problemas se encuentra fuera de Cataluña en un Estado español que oprime a los catalanes. Se le ha inculcado que la lucha, la contienda, no tiene que plantearse en términos de clases o de grupos sociales, sino de territorios. Izquierda y nacionalismo, contradictio in terminis.
[Fuente: Republica.com]
19/12/2019
Ana Martín Arahuetes y Agustín Moreno
Las pensiones no corren peligro si no se saquea el sistema
Hay una obscena campaña de miedo sobre el futuro del sistema público de pensiones que busca su recorte y privatización a través de planes y fondos privados. Para ello se tiene que mantener y ocultar el saqueo al que se viene sometiendo al sistema adjudicándole la financiación de partidas sociales que no deberían pagarse a cargo del presupuesto de la Seguridad Social.
Veamos. El presupuesto de la Seguridad Social se nutre fundamentalmente de las cotizaciones sociales y le corresponde el pago de las pensiones contributivas previstas, cuando se producen las contingencias de jubilación y/o incapacidad en sus diferentes grados. Es evidente que para garantizar las pensiones es necesario aumentar los ingresos de las cotizaciones sociales.
Para ello se precisa no solo mayor, sino también mejor contratación (control del abuso indebido de los contratos a tiempo parcial, adopción de medidas contra la precariedad y la temporalidad); incremento de salarios; y derogación de las medidas más perniciosas de las últimas reformas laborales (sobre todo la de 2012). Es también urgente la lucha contra el fraude en materia de cotización, entre otros el exceso de horas extras sin control y la situación de los falsos autónomos, así como acabar con la infracotización, estableciendo para ello todos los mecanismos y medidas legales necesarias.
Sin embargo, hay una cuestión fundamental de la que apenas se habla: la separación de fuentes en cuanto a la financiación del Sistema de Seguridad Social y la verificación o no de su cumplimiento. Y esta es la clave.
Los Pactos de Toledo de 1995 recogían como primera recomendación la separación de fuentes y patrimonios. Esto es, se configuraban dos presupuestos distintos, el del Estado y el de la Seguridad Social, con una aportación finalista del Estado a la Seguridad Social. Dicha aportación debía ser expresamente dedicada a la financiación de la asistencia sanitaria, las pensiones no contributivas de invalidez y jubilación, los servicios sociales (IMSERSO), los complementos para mínimos de las pensiones y las prestaciones familiares reguladas en la Ley General de Seguridad Social.
Expresamente delimitadas ambas fuentes y patrimonios, a la Seguridad Social corresponde en exclusiva el pago de las pensiones en el nivel contributivo, como ya quedo dicho.
Para garantizarlas es obligado mejorar la gestión y administración de todo el sistema (recomendación que también figuraba en el Pacto de Toledo) y que la lucha contra la infracotización sea real y efectiva. Pero, sobre todo, que no se cargue al Sistema de Seguridad Social con pagos que exceden, no competen y deberían estar al margen de su concepto y finalidad.
Así, corresponderían a los Presupuestos Generales del Estado y NO al Presupuesto de la Seguridad Social, entre otros, los siguientes gastos:
Medidas de Fomento de Empleo: desde las bonificaciones y reducciones de la cuota empresarial de los contratos, hasta tarifas planas para empresas y/o autónomos, o los incrementos de pensión por prolongación de la vida laboral después de los 65 años.
Políticas de Igualdad de Género: prestaciones de Maternidad/Paternidad, Bonificación y Cotizaciones del RETA por conciliación de la vida familiar y laboral; contrato de Interinidad por maternidad, o excedencia por cuidado de hijos y familiares; reducción de cuotas por riesgo durante el embarazo; el incremento al 100% de la cotización durante los dos primeros años en los supuestos de guarda legal o cuidado directo de un familiar; bonificación en la jubilación por maternidad e incremento de la pensión para madres con 2 o más hijos
Políticas de Empleo para Discapacitados: bonificaciones y reducciones en las cuotas de Seguridad Social.
Tesorería de la Seguridad Social: coste de personal y mantenimiento, con cargo al presupuesto de la Seguridad Social, en lugar de a los PGE, como ocurre con el resto de los Ministerios y Organismos de la Administración Central del Estado
Igualmente procedería ser objeto de debate si las pensiones de viudedad y las de orfandad deberían ir a cargo del Sistema de Seguridad Social. O, si por el contrario, deberían ser a cargo de los PGE, al igual que las Pensiones no contributivas, en coherencia con el hecho de que la Seguridad Social en su modalidad contributiva tiene un ámbito profesional y se financia exclusivamente a través de trabajadores y empresarios, mientras que en la modalidad no contributiva o asistencial es de ámbito universal y se financia a cargo de las aportaciones de los PGE.
En definitiva, se deben apoyar todas las políticas sociales que emprenda el Estado. Pero en ningún caso deben ser sufragadas, ni siquiera en parte, con las cotizaciones sociales abonadas por trabajadores y empresarios, cuya única finalidad es el mantenimiento del Sistema de Seguridad Social y asegurar las pensiones públicas legalmente determinadas; máxime cuando los trabajadores, también como ciudadanos, contribuimos a la efectividad de los PGE a través de la correspondiente tributación.
Las pensiones son una prioridad social y económica (participan del consumo, del crecimiento de la actividad y en el PIB). Su defensa es una cuestión política: las pensiones contributivas se financian exclusivamente con cotizaciones sociales pero, de ser necesario, deben ser garantizadas con todos los ingresos del Estado. Hay que recordar que las pensiones en España son menos generosas que en la Unión Europa, que nuestro gasto en ellas es muy inferior a la mayoría de los países de Europa Occidental, y que la presión fiscal española se sitúa 8 puntos por debajo de la media de los países de la Unión Europea.
Estos son los datos. En los Presupuestos de la Seguridad Social para 2019, se estimaban unos ingresos de 123.584 millones de euros por cotizaciones sociales. De ellos, 76.277 millones de euros se gastarían en pagar jubilaciones contributivas y 12.913,8 millones en pensiones de invalidez, que sumados al gasto en incapacidad temporal dejaría un sobrante de unos 16.000 millones de euros al año, ajustable en función del grado de ejecución de los ingresos y gastos.
Dicho de otra manera: la Seguridad Social tendría superávit si solo tuviera que pagar las prestaciones contributivas cuyo derecho ha sido generado por cotizaciones sociales. De esta forma se daría exacto cumplimiento a la separación de fuentes y patrimonios, fruto de los Pactos de Toledo y se alejaría del horizonte ese fantasma de “quiebra del sistema de seguridad social”, tan falso como reiteradamente aireado por intereses espurios, ajenos y contrarios a los trabajadores. Este es un reto inaplazable del nuevo Gobierno progresista.
[Ana Martín Arahuetes, es inspectora de Trabajo y Seguridad Social; y Agustín Moreno, es profesor de Historia]
[Fuente: cuartopoder]
26/12/2019
La Biblioteca de Babel
Luigi Ferrajoli
Manifiesto por la igualdad
Trotta, 2019, 245págs.2019
Contra la desigualdad
El más destacable de los filósofos del derecho hoy vivientes acaba de descolgarse con un libro titulado Manifiesto por la igualdad. Y el más garantista de los altos magistrados españoles, ahora emérito, Perfecto Andrés Ibáñez, se ha apresurado a traducirlo. Todo un síntoma: el asunto de las desigualdades está pasando al primer plano de las consciencias ilustradas, por mucho que el ambiente cultural dominante —es decir, el de las clases altas y sus corifeos— siga siendo todavía neoliberal.
El libro de Ferrajoli no es formalmente un manifiesto, aunque sí lo es en el intento de llamar la atención; es un tratamiernto pormenorizado de la desigualdad, al que aplica su afilado bisturí analítico.
El libro se abre con consideraciones básicas y generales sobre los basamentos de la igualdad en los derechos fundamentales. Aparece en seguida el problema de las garantías de los derechos iguales.
El centro del libro lo constituye el capítulo dedicado a los derechos sociales y la economía. Ferrajoli propone un proyecto reconstituyente de los ordenamientos estatales, en la Unión Europea y en el derecho internacional para hacer frente a las desigualdades substanciales.
El libro recorre también otras temáticas relacionadas: los enemigos de la igualdad; las agresiones al trabajo; la renta básica garantizada; las personas sin derechos —los migrantes—. Y se cierra con una reflexión sobre el constitucionalismo del futuro, centrado en los bienes; en las diferentes clases de bienes (incluidos los mortíferos).
Una breve reseña como esta no puede recoger casi nada de un pensamiento jurídico muy vigoroso que afronta con decisión uno de los temas sociales centrales de nuestro tiempo: el de la desigualdad. Se debe recomendar su lectura sobre todo a las generaciones jóvenes que quieran distanciarse del caos del presente. Ferrajoli presta ayuda de emergencia.
J.-R. C.
30/12/2019
Novela negra italiana de valor
Obras de Antonio Manzini y Gianfranco Carofiglio
Pocas de las obras siguientes han sido traducidas al castellano. Casi en todos los casos han sido publicadas por Sellerio editore, de Palermo, la editorial que publicaba al fallecido Andrea Camilleri. Aquí se hablará de ellas teniendo en cuenta que el italiano no resulta difícil de leer incluso cuando no se ha estudiado, y también que es idioma conocido por muchos lectores de mientras tanto. Hay dos motivos para hacerlo: ambos autores tienen algo que decir además de saber elaborar un buen relato negro. En particular, en el caso de Carofiglio, del que hablaré en segundo lugar
*
La primera novela de Antonio Manzini traducida al castellano ha sido 7-7-2007, 2016, editada en 2018 por La Salamandra Black. Esta novela me sedujo. Posee el rasgo fundamental de la buena narrativa: exigir ser devorada.
Manzini ha inventado un tipo de investigador muy particular, Rocco Schiavone: un comisario de policía que de joven estuvo integrado en ambientes de la mala vita romana. Como policía es un investigador correcto, de una ética profesional ejemplar y una ética personal (si es que ambas no son una sola) muy particular: para hacer justicia Rocco Schiavone no vacila en robar a los ladrones para ayudar a quien lo ha menester, recurriendo para ello a sus antiguos amigos delincuentes, con quienes le vincula una estrecha amistad. No cede ante la criminalidad protegida desde las alturas, lo que le acarrea un traslado al valle de Aosta, entre la nieve. Los rasgos de la vida, tan difíciles de llevar al papel, se vuelven así densos. La ética está por debajo de toda la acción de las novelas.
Las ediciones Sellerio han publicado la serie con Rocco Schiavone como investigador protagonista. Se compone, además del ya citado 7-7-2007, de las obras siguientes (cabe que haya descuidado alguna reciente):
Pista nera (2013); hay trad. cast. de T. Clavell Lledó para La Salamandra Black (2015).
La costola di Adamo (2014); 26.ª ed., 2019; hay trad. cast. de Regina López Muñoz, La costilla de Adán, La Salamandra Black (2015).
Non é stagione (2015).
Era di maggio (2015); trad. cast. de J. Osuna Aguilar, titulada Sol de mayo, La Salamandra Black (2017).
Pulvis et umbra (2017).
L'anello mancante (2018).
Fate il vostro gioco (2018).
Creo que resulta recomendable empezar por la que parece la mejor de todas, 7-7-2007, y seguir luego el orden cronológico de edición.
Las novelas de Gianrico Carofiglio valen para todos los buenos aficionados a la novela negra. Pero además son un verdadero lujo para los estudiantes de derecho, los abogados, los magistrados, los fiscales y hasta los periodistas. El autor es un magistrado completamente distinto de la idea que tiene cualquiera sobre los magistrados, siempre manifestándose con la característica máscara de distanciamiento a la que Pierre Bourdieu daba un nombre particular: el habitus. Resulta que el magistrado, en este caso, es también un excelente escritor. Su personaje protagonista es un abogado. Un abogado no especialmente penalista pero buen abogado penalista al que se le presentan casos en que tiene todas las de perder. En cada uno de los títulos se habla en realidad de algún problema del derecho procesal y penal: la prueba, los indicios los testimonios inconscientes, la duda razonable, la condena de un inocente... Y ello desde una consideración no solo jurídica, sino también de táctica procesal en el que el mundo de la administración de justicia se manifiesta tal como es desde el punto de vista sociológico: desde magistrados autoritarios a otros competentes o bien que se duermen, de fiscales burocráticos a los que desean realmente entender el caso; desde los abogados perezosos, malos defensores, a los capaces de ver no sólo lo que permite entrever la verdad sino también los ejercicios de táctica procesal en los que el tiro puede salir por la culata.
Creo que los libros de Carofiglio tienen el peligro de suscitar vocaciones jurídicas tardías o precoces. A quienes las experimenten he de decirles que no vale la pena estudiar derecho si no se hace hasta el final: hay que saber sacar el jugo de las lecciones universitarias, que son una especie de vaho o neblina que impide ver lo trágico de tantas situaciones de la vida y facilita la construcción de corazas mentales en que no cabe la duda, en que las ambigüedades son objeto de ambiguofobia, y los prejuicios o juicios apresurados introducen a las personas en túneles mentales en los que es imposible captar la complejidad de la vida real. La gente se pone a estudiar derecho creyendo que es una carrera universitaria fácil, y lo es; pero el trabajo del jurista no lo es, y la universidad no prepara para él. Los libros de Carofiglio son un antídoto (leve, claro) contra la mediocridad jurídica
Los libros protagonizados por el abogado Guerrieri son destacadamente los siguientes: Testimoni inconsapevole (2002), Ad occhi chiusi (2003), Ragionevoli dubbi (2006), Le perfezioni provvisorie (2014), todas ellas editadas por Sellerio, y La misura del tempo (Einaudi, 2010). Y no es exactamente novela negra, sino de intriga, otra novela excelente de Carofiglio, traducida al castellano con el título de El silencio de la ola (2011), publicada al año siguiente por La Esfera de los Libros en excelente traducción de Isabel Prieto. Se recomienda también calurosísimamente.
Excluyo de esta reseña la novela negra tremendista, como la de Luca D'Andrea, La sustancia del mal, excelente en este orden tremendista que quien suscribe aprecia cada vez menos. El libro de D'Andrea, de 2016, ha sido publicado por Alfaguara en 2017, traducción de Xavier Gonzalez Rovira. Añadiré una consideración final sobre la novela negra. Las hay terribles, como algunas de Highsmith, con el personaje de Ripley, en las que se lleva acaso perversamente al lector a adoptar el punto de vista del malvado (o del perturbado, por mejor precisar); el juicio de perversidad es dudoso, pues los seres humanos somos capaces de muchas cosas, y nos pueden pasar también muchas cosas: Highsmith puede estar advirtiéndonos. Están también las brutales novelas del autor de La dalia negra, que parece descender en sus siguientes obras por una escalera de caracol del horror; o las novelas ambientadas en la mafia mexicana. Las novelas europeas, desde Simenon y Camilleri son más sutiles, poco truculentas, en realidad hijas de maestros como Chandler o James Cain.
No es necesaria mucha truculencia para mostrar los horrores de la sociedad contemporánea. Bastaría adentrarse en las mentes de esos desgraciados mandamases que siempre quieren más, a toda costa, caiga quien caiga, criminales o demonios de guante blanco, bien defendidos (y las de sus defensores) para obtener buenas representaciones de la cotidianidad del mal.
J.R.C.
8/12/2019
Documentos
Ana Almirón Mengíbar
4 de diciembre de 2019: Andalucía por sus derechos. ¡Ni un paso atrás!
Hoy se cumplen 42 años del 4D de 1977 en el que más de dos millones de andaluces salimos a la calle en todo nuestro territorio y fuera de Andalucía. Seguimos recordando a M. García Caparrós muerto en aquella manifestación en Málaga. Fue un gran acto de afirmación como aquel otro 4D de 1868, cuando Cádiz se alzó reivindicando la República Federal. Luego nos negaron ser comunidad “histórica” y el 28 de febrero de 1980 conseguimos en referéndum el acceso a nuestra autonomía en pie de igualdad con otras comunidades. Y lo conseguimos, tuvimos autogobierno, la Junta de Andalucía, gobernada desde el principio por el PSOE, gracias a una mayoría social de izquierdas, con R. Escuredo como primer Presidente. Después vendrían M. Chaves, durante 18 años, luego J. A. Griñán y finalmente S. Díaz, quien sin mayoría suficiente gobernó primero con IU, luego optó por CS y convocó unas terceras elecciones en diciembre de 2018 en las que PP y CS, con el apoyo de Vox, consiguieron arrebatarle el Gobierno al PSOE, por primera vez desde la transición democrática. Tremendo. ¿Qué puede haber pasado?
Tal vez lo explique en parte la Sentencia de los ERE, condenando a M. Chaves, J. A. Griñán y hasta un total de 21 altos cargos socialistas a penas de cárcel e inhabilitación. Un diario calificaba la Sentencia de hundimiento del socialismo andaluz con dos muertes políticas en un año, el 2 de diciembre de 2018 perdiendo el Gobierno tras cuatro décadas en el poder y el 19 de noviembre de 2019 perdiendo la legitimidad moral sobre 20 años de gobiernos socialistas, impugnados por la condena del “gran fraude” de los ERE. Dice el PSOE de Andalucía en su defensa que, a diferencia del PP, ellos no se llevaron nada a sus bolsillos, pero aunque así fuera el caso de los ERE muestra una descarnada fotografía de soberbia política, clientelismo y caciquismo electoral sostenido a lo largo de casi 40 años, difícil de soportar, que no podemos dejar de criticar con toda su dureza.
Soberbia de la que S. Díaz continuó haciendo gala pese a las pérdidas electorales, dentro y fuera de su partido. Lamentable su batalla contra P. Sánchez, quien le pareció que “no valía, pero sí servía” hasta estar ella misma preparada, que perdió estrepitosamente llevando a la abstención a una buena parte del electorado socialista. Soberbia con IU rompiendo unilateralmente el acuerdo de Gobierno, luego con Podemos y Adelante Andalucía, optando por un pacto con CS a quienes encumbró hasta 21 diputados. Finalmente, en lo que más ha destacado la ex Presidenta ha sido en su discurso andalucista que, partiendo del “agravio comparativo” con vascos y catalanes, le ha llevado hasta el más rancio españolismo en defensa de la unidad de España, de peineta, toros y rojigualda, sumándose a las críticas de la derecha, defendiendo con la misma vehemencia la aplicación del 155 en Catalunya, que no el más mínimo diálogo político, compitiendo con M. Rajoy e I. Arrimades en la carrera por sacar votos del conflicto catalán, debilitando al mismo tiempo el andalucismo autonomista de aquel 4D del 77, abonando la senda de Vox, especialmente entre las nuevas generaciones que no han tenido la oportunidad de escuchar un discurso distinto que contrarrestara el de la derecha más hostil.
Con estos mimbres llegamos al 4D de 2019, con Gobierno PP, Cs, apoyado por Vox. Y dado que los tres caballos de batalla de Vox son su ataque a la llamada “ideología de género”, a migrantes y refugiados, y la defensa de la “unidad de España” frente a la multinacionalidad, volviendo a planteamientos franquistas anteriores, las 19 medidas que Vox presentó a PP y CS como condición para apoyar el nuevo Gobierno iban todas en esa línea, empezando por la creación de una Consejería de Familia y Natalidad para reducir abortos, derogación de la Ley de Igualdad, Violencia de Género y LGTBI; continuando con la persecución y expulsión (52.000) de la “inmigración ilegal” y, respecto a nuestra Comunidad, devolución al Estado de las competencias en sanidad y educación, proclamando día de Andalucía el 2 de enero de la Reconquista, y la derogación de la Ley de Memoria Histórica. Más claro agua: ¡aquí estamos los de siempre!
El peaje que PP y CS pagaron a Vox queda reflejado en las 34 medidas del Acuerdo de Gobierno firmado por los tres. Contra la “ideología de género”, cambiando “Transversalidad de Género” por “Principio de Igualdad de Trato y Oportunidades” y negando así el sesgo de género; así como la “Violencia de Género” por “Violencia Intrafamiliar”, negando el sesgo machista; o el “control” de subvenciones a grupos feministas, por la libertad y la diversidad sexual. Una claudicación que se constata añadiendo Familia a la Consejería de Salud, encauzando ahí las políticas de promoción de “la familia” y trasladando competencias y recursos de Igualdad. Un peaje que pagamos las andaluzas, por lo que recibimos al nuevo Gobierno al grito de “Con nuestros derechos no se negocia”. Recortes que se trasladaron a los Presupuestos desapareciendo ayudas específicas por violencia de género a vivienda e inserción laboral o reduciendo recursos al asociacionismo y promoción de la igualdad, intentando retrotraer el papel de las mujeres en la sociedad, retrocediendo en lo que habíamos ido consiguiendo. El 8 de Marzo hicimos huelga general y el 25N salimos a la calle contra todas las violencias de género, violencias que ellos niegan.
Un peaje que pagan las personas migrantes en Andalucía, sufriendo los discursos del odio, como la campaña en La Macarena de Sevilla contra un Centro de Menores Migrantes, a la que respondieron la Plataforma “Macarena para Todas”, asociaciones de inmigrantes, pro migrantes y pro derechos humanos, como la APDHA. La situación se complica en la Frontera Sur, con menores recursos para atender a las personas que llegan heridas y desfallecidas a las costas andaluzas. Y lo mismo podríamos decir de los centros para refugiados cuya “acogida”, reducida casi al “almacenamiento” en inadecuados edificios, cubriendo escasamente alojamiento, transporte y manutención, se ha trasladado a las ONG, constatándose claros síntomas de abandono y pésimas condiciones al respecto. Sin olvidar a quienes intentan trabajar en Huelva y Almería, alojados en tiendas de plástico o cartones que, como ocurrió en Lepe, a veces salen ardiendo con grave peligro para sus vidas; o las pésimas condiciones de vivienda y sanidad de quienes vienen a trabajar a los invernaderos en los cupos acordados, muchas de ellas mujeres seleccionadas por sus responsabilidades familiares asegurando así su regreso, sufriendo además abusos sexuales cuya denuncia fue puesta en Huelva.
No queremos una Andalucía más machista, con más violencia de género; menos acogedora con migrantes y refugiados siendo como somos un pueblo de migrantes y refugiados; no aceptaremos recortes de competencias a nuestro autogobierno por el que nos movilizamos aquel 4D del 77, ni más bandera ni más himno que el que nos unió y empoderó, ni celebrar la Reconquista rechazando nuestras raíces árabes y africanas hoy más cercanas con las nuevas llegadas, y nunca renunciaremos a nuestra memoria antifranquista hasta rescatar de las cunetas y enterrar con dignidad a nuestros muertos. Pero también queremos una Andalucía más social que la que nos han dejado de legado las cuatro décadas de gobiernos anteriores, con los peores índices del Estado en exclusión de nuestros barrios, pobreza y desempleo, sin rentas básicas que las palíe, deficientes accesos a vivienda, educación y salud, que tan grandes mareas verdes y blancas han levantado. No nos gusta esa forma de gobernar en las instituciones políticas, jurídicas ni académicas, a base de Ley Mordaza, prohibiciones y multas, negando derechos elementales como la libertad de expresión a quienes reivindicamos o tenemos otros puntos de vista. Hay que erradicar ese viejo caciquismo de las instituciones y de la sociedad andaluza en general.
Transmitamos a las nuevas generaciones lo mejor de lo que fuimos y de lo que somos: la humanidad del eterno mestizaje fronterizo, reflejado en la belleza de nuestros paisajes naturales y urbanos, la voz de nuestros poetas o el cante que sale del alma. ¡Espantemos juntos a los cuervos!
Por una Andalucía más social e igualitaria, más acogedora y humana, más diversa y plural, democrática y soberana. Por nuestros derechos, ¡ni un paso atrás!
Sevilla, 4 de diciembre de 2019
[Ana Almirón Mengíbar pertenece a la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA). Publicado en El Salto, 3 de diciembre de 2019]
3/12/2019
Foro de webs
Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía

www.apdha.org
La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) denuncia desde 1990 las violaciones de los derechos humanos y sensibiliza a la ciudadanía sobre sus principios, desde la opción por los sectores más desfavorecidos de la sociedad y las personas excluidas. Despliega esta actividad en diversas áreas (marginación social, chabolismo, migraciones, racismo y xenofobia, cárceles, trabajo sexual, paz y desarme, educación para la paz y los derechos humanos, o solidaridad internacional) las cuales elaboran documentos, propuestas, campañas y alternativas. Esta activa asociación se organiza en 9 delegaciones en territorio andaluz: Sede Andaluza, Almería, Bahía de Cádiz, Campo de Gibraltar (Algeciras), Córdoba, Granada, Huelva, Málaga, Sevilla.
Entre sus informes, pueden verse los recientes Guía de Defensa Jurídica para Personas Sin Hogar y Voces de la Ciudad: Vivencias de discriminación de personas migrantes y minorías étnicas.
Su página web contiene, además, un interesante boletín informativo y un enlace al blog Frontera Sur, en el que se analizan las numerosas violaciones de derechos humanos relacionadas con los flujos migratorios que se producen hacia Andalucía y España.
18/12/2019
LIESS
LA RED LIESS
https://red-liess.org/
El Laboratorio Iberoamericano para el Estudio Sociohistórico de las Sexualidades (LIESS) surge en 2011 a partir de un proyecto I+D+i, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España. Como parte de los resultados de este proyecto se conforma una red de investigadores con una clara vocación iberoamericana, que tienen en el análisis de la sexualidad, desde el punto de vista de las Ciencias Sociales y Humanidades, su campo prioritario de investigación.
La Red LIESS ha sido reconocida oficialmente por la Asociación Universitaria Iberoamericana de Postgrado (AUIP) y entre sus objetivos se encuentran:
- Potenciar las investigaciones en el ámbito de las Ciencias Sociales y las Humanidades, del estudio de la sexualidad y su articulación con otras variables (género, clase, etnia), la construcción del cuerpo, las manifestaciones identitarias en relación a los sexos sociales…
- Divulgar las investigaciones que se realicen en este ámbito y potenciar la creación de una biblioteca virtual.
- Propiciar espacios de encuentro, reflexión e intercambio de información tanto sobre estudios de caso como de cuestiones teórico-metodológicas, haciendo una especial incidencia en las perspectivas feministas.
- Crear cauces de comunicación entre la comunidad científica y la sociedad civil.
- Facilitar la articulación y propuestas de proyectos de investigación de carácter supranacional.
LA REVISTA RELIES

https://www.upo.es/revistas/index.php/relies/index
La Revista RELIES se crea en 2009 con el fin de contribuir a divulgar las investigaciones vinculadas con la sexualidad y el género. Su ámbito de investigación es fundamentalmente Iberoamérica, por ello la revista admite artículos en castellano y en portugués, aunque está abierta a contribuciones de otras zonas. Tiene un carácter pluridisciplinar y abarca ámbitos como la Antropología, la Sociología, la Psicología, la Filosofiía, el Derecho, la Educación, los Estudios Culturales…. De la misma forma que se admiten reseñas de libros y artículos, que deben pasar la revisión anónima por pares, también se admiten propuestas de monográficos temáticos. Su frecuencia mínima es de un número anual. Hasta la fecha se ha publicado el primer número, en el que se abordan temas diversos, tanto por la perspectiva disciplinar como por el contexto geográfico. Así nos encontramos textos que abordan la represión durante la dictadura en Portugal, la situación de los niños trans en Chile, la maternidad subrogada, interacciones sexuales entre varones en México o la necesidad de contemplar la perspectiva de género en los procesos de intervención. De la misma forma se ha cerrado un monográfico que será publicado en breve sobre prácticas y discursos sobre la sexualidad en los espacios públicos.
CONGRESO LIESS Natal 3-5 de agosto de 2020

https://congreso.red-liess.org/2020/
Conforme al acuerdo del IV CIEDSI, realizado en la ciudad de México en 2018, el V CIEDSI se realizará en Natal (Brasil), en la Universidad Federal de Rio Grande del Norte, entre el 3 y 5 de agosto de 2020.
Una de las actividades fundamentales de la Red del Laboratorio Iberoamericano para el Estudio Sociohistórico de las Sexualidades (Red LIESS) se centra en la organización de congresos bienales. Hasta la fecha se han realizado en las ciudades de Sevilla/España (2012), Cuenca/Ecuador (2014), Granada/España (2016), México/México (2018). El objetivo principal es la divulgación de actividades de investigación en el ámbito latino-americano e ibérico.
En Brasil el grupo de investigadores vinculados a la red se articula principalmente a partir de la red constituida por el NIGS/UFSC, con ramificaciones en todas las regiones del país, articulándose a partir de actividades investigadoras e intercambios docentes, tanto nacionales como de carácter internacional. En función de la importancia que la Red tiene en nuestras actividades de investigación en género y sexualidad, y como forma de ampliar la participación de estudiantes y docentes de la UFRN, es para nosotras una enorme alegría organizar el V Congreso del CIEDSI. Una organización que se hace en colaboración con el Grupo de Pesquisa Gênero, Corpo e Sexualidade – GCS/UFRN, el Núcleo Tirésias/UFRN y el Núcleo de Identidades de Gênero e Subjetividade – NIGS/UFSC.
23/12/2019