
Número 174 de diciembre de 2018
Notas del mes
Por José Luis Gordillo
Por Albert Recio Andreu
España, hacia el cierre de las centrales nucleares
Por Miguel Muñiz
Mantras económicos y falsos atajos
Por Albert Recio Andreu
Mujeres abandonadas a su suerte
Por Antonio Giménez Merino
Ensayo
Pobreza ¿energética? Caridad energética
Miguel Muñiz
Asier Arias
De otras fuentes
De los delirios escapistas frente al cambio climático a la búsqueda de respuestas colectivas
Nuria del Viso
¿Un frente antifascista europeo?
Héctor Illueca, Manolo Monereo y Julio Anguita
Rafael Poch de Feliu
Gustavo Duch
La situación es mucho más peligrosa que en la Guerra Fría
Rafael Poch de Feliu
Joan Coscubiela
Entrevista a Rafael Poch de Feliu
Gorka Quevedo
La Biblioteca de Babel
El concepto «violencia obstétrica» y el debate actual sobre la atención al nacimiento
Josefina Goberna-Tricas y Margarita Boladeras (coord.)
Rafael Poch-de-Feliu
...Y la lírica
Los «momentos privilegiados» de Bernardo Bertolucci
Foro de webs
Campañas
Sobre el juicio al procés (I)
José Luis Gordillo
Previsiblemente, en los primeros meses del año próximo dará comienzo la vista oral del proceso penal incoado contra los dirigentes independentistas catalanes. Este texto es el primero de una serie de escritos en los que se intentará enhebrar una serie de reflexiones jurídicas y políticas en relación con ese juicio que, salvo cataclismo planetario o revolución social, se va a celebrar con toda seguridad sin que ningún entusiasta del wishful thinking pueda impedirlo.
Para dejar las cosas claras desde el principio: esas reflexiones se van a hacer desde la convicción de que ese juicio no sólo es inevitable sino también saludable para nuestra cultura democrática.
Ciertamente, lo óptimo habría sido que dicho proceso jamás se hubiera producido, pero para ello hubiera sido necesario previamente que las autoridades catalanas se hubiesen abstenido de violar la legalidad vigente. A partir del momento en que lo hicieron, con la aprobación de las leyes de “desconexión” del 6 y 7 de septiembre, la convocatoria del simulacro de referéndum del 1-0 y las fantasmagóricas declaraciones de independencia posteriores, los fiscales y jueces competentes estaban obligados a abrir diligencias judiciales so pena de ser ellos mismos sancionados.
Eso no significa que quien esto suscribe esté de acuerdo con todas las decisiones que se han tomado en el período de instrucción de la causa. En mi modesta opinión, se ha abusado (aunque eso por desgracia no es nada nuevo en España) de la prisión provisional y se han aplicado tipos penales que, por las razones que se explicarán en otro texto posterior, hubieran debido descartarse tras un primer y somero análisis jurídico de los hechos enjuiciados.
Ahora bien, tras la experiencia del siglo veinte, tras la reiterada comprobación empírica de adonde puede conducir la anarquía del poder (del poder de ellos, del poder de los nuestros, del poder de los vuestros o del poder de quien os dé la gana), esto es, la no sujeción de los poderes públicos a una legalidad mínimamente democrática, las sensatas palabras de Joan Coscubiela en la sesión del Parlament del 6 de septiembre de 2017 hubieran debido recibir el apoyo unánime de todo eso que llamamos izquierda. Que eso no ocurriera resulta cuando menos inquietante. La desobediencia a la Constitución y al Estatuto de Autonomía, textos legales en los que se reconocen derechos muy básicos que todo tipo de autoridades tienen la obligación de respetar, por parte de unos diputados y consellers con capacidad para dictar leyes, reglamentos y órdenes de los que depende la administración de más 30.000 millones de euros pagados con los impuestos de todos, en especial de los trabajadores asalariados, así como la actuación de 250.000 empleados públicos entre los que se incluyen 17.000 Mossos d’Esquadra, no tiene nada que ver con la desobediencia civil (y por tanto desarmada) de los insumisos al servicio militar, los activistas de Greenpeace o los jornaleros de Marinaleda.
En su fase final, el llamado procés ha sido fundamentalmente un conflicto entre administraciones dirigidas por corruptos, encubridores de corruptos, farsantes y mentirosos compulsivos. En ese conflicto, las poblaciones, como las multitudes en las películas de romanos, han jugado más el papel de extras que el de protagonistas. Para convencerse de ello, sólo hace falta pensar en qué hubiera sucedido si el 20 de septiembre de 2017, por decir algo, los dirigentes independentistas hubieran explicado a sus seguidores lo que han explicado después, a saber: que estaba muy bien que sus bases fueran a votar el primero de octubre, pero que ese simulacro de votación sólo serviría para legitimar una declaración simbólica de independencia, no para hacer efectivo ese objetivo político; que ese intento de referéndum sería un brindis al sol, un farol en una jugada de póker que únicamente pretendía forzar una negociación con la administración central para conseguir alguna cosa que permitiera salvar el prestigio político de los dirigentes independentistas.
Sabiendo eso, ¿cuántas personas hubieran ido a las escuelas el primero de octubre a partirse la cara con la policía? Seguro que unas cuantas menos de las que fueron. Más allá de los palos y los actos de brutalidad policial de ese día, que siempre hay que rechazar y denunciar, el primero de octubre tiene más de trágica farsa que de “día histórico”. Y si eso no parece suficientemente convincente, entonces basta con recordar la imagen de las multitudes indepes esperando ansiosas la susodicha declaración y sus caras posteriores cuando aquella se “suspendió”. Eso no son “errores” de menor cuantía, eso es una payasada política de proporciones épicas. Una payasada, además, peligrosa y antidemocrática.
Entre otras cosas, porque también supuso, ni que fuera simbólicamente, un desprecio olímpico a la opinión y los derechos de los 2.120.000 ciudadanos catalanes (es decir, a la opinión y los derechos de la mayoría de los catalanes) que en las elecciones autonómicas plebiscitarias de 2015 votaron a partidos no independentistas, así como a la opinión y los derechos de los 2.277.451 (otra vez la mayoría de los catalanes) que, habiendo vivido todos esos actos con angustia creciente, volvieron a hacer lo mismo en las elecciones autonómicas –y tan plebiscitarias por cierto como las anteriores y cualesquiera otras- del 21 de diciembre de 2017.
Tanto más cuanto que llueve sobre mojado. Los nacionalistas de derecha radical, que han detentado el poder autonómico la mayor parte del tiempo transcurrido desde las primeras elecciones autonómicas de 1980, han practicado reiteradamente la anarquía del poder para, entre otras cosas, favorecer los intereses de un conglomerado público-privado que ha protagonizado graves violaciones del Derecho Penal económico.
La Constitución de 1978 y el Estatuto de Autonomía catalán, con todas sus insuficiencias y carencias, han sido el arco de bóveda legal que ha permitido el procesamiento de varios dirigentes políticos de esa derecha nacionalista radical por una corrupción equivalente a la protagonizada por el Partido Popular en Baleares, Valencia o Madrid. Sólo la elevada autoestima de las clases medias catalanas puede impedir ver un hecho tan palmario. Los encausados por los casos Banca Catalana, Casinos, Planasdemunt, De la Rosa, Pascual Estivill, Pallerols, Palau de la Música o Familia Pujol son tan chorizos como los investigados en los casos Naseiro, Gürtel, Bárcenas, Lezo, Palma Arena, Púnica, Taula o Bankia.
Pues bien, los correligionarios políticos de los chorizos de casa nostra y sus compañeros de viaje en el ilusorio proceso independentista, aprobaron el 7 de septiembre la llamada Llei de Transitorietat jurídica i fundacional de la República en cuyo artículo 79,2 se decía: “Los casos que según el ordenamiento jurídico anterior a la sucesión sean o hubieran sido competencia de la Audiencia Nacional, del Tribunal Supremo o de cualquiera otro órgano judicial español fuera del territorio de Cataluña, incluido el Tribunal Constitucional sólo con relación a los recursos de amparo, serán asumidos inmediatamente, según corresponda, en instrucción, primera instancia, segunda instancia, casación y ejecución por los órganos judiciales catalanes en función de su competencia objetiva y territorial.”
Entre ellos se encontraban todos los casos de corrupción mencionados más arriba. Pero la cosa no acaba ahí, porque, por otra parte, la misma Llei de Transitorietat preveía en su artículo 66,4 que ”El presidente o presidenta del Tribunal Supremo [de Catalunya] será nombrado por el presidente o presidenta de la Generalitat a propuesta de la Comisión Mixta prevista en el artículo 72”. Dicha “Comisión Mixta” debía estar compuesta por “el presidente o presidenta del Tribunal Supremo, que la preside, por el conseller o consellera con competencias en el ámbito de la justicia del Gobierno de la Generalitat, que ejerce la vicepresidencia, por cuatro miembros de la Sala de Gobierno [del Tribunal Supremo], designados por ella misma, y cuatro personas designadas por el Gobierno.” Vamos, que los corruptos nostrats debían ser juzgados por tribunales cuya última palabra la tendrían, en buena medida, personas de la confianza del Gobierno de la Generalitat, es decir, de los correligionarios políticos de los procesados.
Cuando estoy escribiendo estas páginas, los médicos, los bomberos, los estudiantes, los profesores y otros empleados públicos catalanes están llevando a cabo manifestaciones y huelgas dirigidas contra el Gobierno de la Generalitat exigiéndole que reviertan los recortes en derechos sociales perpetrados por el govern dels millors. Eduard Pujol, portavoz de Junts Per Catalunya, ha dicho que eso son cuestiones menores en comparación con el gran asunto de la ilusoria independencia. Sin quererlo, el antiguo director de la emisoria de radio del Grupo Godó, RAC 1, ha hecho una síntesis perfecta de todo lo ocurrido en Catalunya desde que Artur Mas y Felip Puig intentaron desalojar a los pacíficos indignados de la Plaza Catalunya, el 27 de mayo de 2011, y desde que, tres semanas después, se intentase rodear el Parlament con el resultado final de ocho personas condenadas a tres años de prisión por unos hechos bastante más pacíficos que muchas de las cosas que han ocurrido en Catalunya en el último año.
Por todo lo anterior y por unas cuantas cosas más, tan positivo es que sean enjuiciadas las brutales cargas policiales del 1-O como que lo sean todos los abusos de poder protagonizados por los dirigentes independentistas en el ejercicio de sus cargos.
30/11/2018
Ensimismados
Albert Recio Andreu
I
Llevamos demasiados años a la espera; mucho tiempo en el que una tensión política extrema esconde la ausencia de políticas reales. Catalunya ha conseguido ocupar el lugar central de la política española. Nunca había ocupado tanto espacio. El imperialismo medieval catalano-aragonés sólo llegó hasta Murcia (y acabaron cediendo esta región al Reino de Castilla). Ahora Catalunya ocupa un lugar central en el debate de las elecciones andaluzas, y lo volverá a tener a lo largo del nuevo ciclo electoral que ya llama a la puerta. Un debate en que los símbolos, la tensión emocional y la vaciedad argumental lo ocupan casi todo, tanto en Catalunya como en el resto del país.
El debate catalán sirve para esconder, en todos lados, la vaciedad de las políticas reales. En Catalunya la Generalitat hace tiempo que no opera. Tras los brutales recortes que realizó el primer gobierno de Mas (el que pomposamente se autodenominó “Govern dels Millors”), toda la actividad se centró en dar vuelo al procés, en convencer a la gente de que todos los problemas venían de Madrid y de que el futuro sería maravilloso una vez que se alcanzara la independencia. Y, mientras llegaba la apoteosis del fin de fiesta, el país se sumía en un deterioro de los servicios públicos, en la ausencia de políticas necesarias en muchos ámbitos y, poco a poco, aflora la mierda de una corrupción diseñada al alimón por un puñado de empresas habituadas al mangoneo de la cosa pública y el viejo aparato de Convergència Democràtica.
Pero del procés, como del jamón, se aprovecha todo. Y si en Catalunya ha sido útil para tapar la política de la derecha catalana, en el resto del país ha servido para dar a la derecha una batalla a la que apuntarse y tapar también sus vergüenzas. Nada como una buena bandera para arroparse cuando no se tienen ni ideas interesantes ni ganas de afrontar la realidad. Tan jugoso ha sido el envite catalán que ha servido al mismo tiempo para camuflar la inacción política del PP (tan parecida en todo a la de su “enemigo” catalán) y para dar vida a dos nuevos proyectos políticos, Ciudadanos y Vox. Otro producto “tres en uno” surgido de la manufactura catalana.
Tan bueno ha sido el producto que hasta lo ha comprado una parte de la izquierda radical (todos los grupos afines al trotskismo, parte del comunismo ortodoxo y el anarcocarlismo cupero). Y es que en tiempos de hegemonía capitalista no hay nada que atraiga tanto a estos sectores como la posibilidad de creer que una revolución es posible. También en estos espacios la contrapartida ha sido olvidarse de organizar a la gente para otras cosas. Y es que ya se sabe: uno no puede estar en todo.
Mientras, la gente espera que haya gobiernos que mejoren la educación, la sanidad, los servicios sociales, la cultura; que las políticas ayuden a transformar nuestro sistema productivo y nuestra organización social para adaptarse al cambio climático, para que todo el mundo tenga una renta y unas condiciones de vida dignas, para que se afronten los cambios técnicos; para que se tomen medidas de verdad contra los problemas que genera el patriarcado; para que el empleo mercantil sea sólo una parte de una vida social y personal aceptable...
Escribir hoy, cuando ha habido en Barcelona movilizaciones de parte de la profesión médica, de parte de los docentes, de los estudiantes universitarios y de los bomberos, puede dar la impresión de que las cosas están empezando a cambiar, de que la gente está saliendo de la larga sesión de hipnotismo a la que fue convocada (y vale la pena recordarlo, se apuntó con entusiasmo) y vuelve a luchar por lo principal. De hecho, ha habido gente que nunca lo ha dejado de hacer: los de la PAH, los pensionistas, los movimientos vecinales en defensa de los servicios públicos, las kellys. Pero ahora sería distinto. Pues los que se movilizan son en gran medida una parte de los mismos que han apoyado entusiásticamente el procés (por ejemplo, la movilización de enseñanza ha sido organizada por IAC-USTEC y CGT, los dos sindicatos que convocaron el año pasado una huelga general en apoyo del independentismo). No se puede descartar nada. Es posible que, como la gente ya sabe que lo de la independencia va para largo, piense que ya es hora de volver a exigir lo mínimo. Pero también hay malas lenguas que apuntan que es una movilización en la que se mezclan demandas sociales auténticas con estrategias diseñadas ante el próximo ciclo de elecciones sindicales.
Si realmente se quisieran imponer cambios a corto plazo, lo primero que habría que hacer sería presionar para que se aprueben los presupuestos de las distintas administraciones, puesto que en nuestro sistema fiscal el presupuesto de cada nivel (local y autonómico) depende en buena medida de los presupuestos de niveles superiores. Y en este campo todos los niveles de la Administración (al menos Barcelona, Catalunya y España) parecen conformados a una prórroga presupuestaria que no significa más que prolongar la tortura, la inactividad real de las políticas. Y es también la política catalana la que va a impedir la aprobación de un presupuesto estatal.
Todo conspira para que el empantanamiento no tenga fin. En Catalunya hay bastante gente con influencia mediática que vive del procés. Por otra parte, ninguno de los actores está dispuesto a hacer una autocrítica o una seria revisión de lo inviable de la propuesta independentista, y cuando aparece alguna indicación al respecto, enseguida es sepultada por un exabrupto de alguien más radical que impide profundizar en esta línea. De hecho, tampoco las bases están dispuestas a hacer este ejercicio de reflexión pues nadie tiene interés en reconocer que se ha dejado engañar o ha participado alegremente en una aventura insensata. Pero es que tampoco en la derecha española hay nadie dispuesto a frenar la sinrazón de entender que estamos ante una situación que requiere capacidad de innovación institucional y voluntad de reconstruir el encaje de la periferia. La insensata, y poco justificada, acusación de rebelión y sedición a unos líderes que en todo momento llamaron a una respuesta pacífica y que ni siquiera se atrevieron a realizar el acto simbólico de cambiar la bandera tras proclamar (más bien con sordina) la independencia, no hace más que dar gasolina al independentismo. Estamos ante una dinámica petrificada, donde todo parece moverse pero seguimos varados en el mismo lugar. Y, mientras, los problemas sociales, ecológicos y económicos siguen cavando una fosa de la que costará salir.
II
A la espera de que los movimientos sociales ganen fuerza (aunque no sabemos muy bien cómo fortalecerlos), mientras seguimos empantanados en Catalunya, en toda Europa emerge con fuerza una nueva derecha ultranacionalista, reaccionaria, autoritaria que nunca se fue, pero que ahora se alimenta de las amenazas simbólicas y reales que genera la globalización. De hecho, siempre estuvo aquí, aletargada. Descansa en años de cultura imperialista en muchos países europeos, en dos siglos de socialización nacionalista en todos lados, en la pervivencia de viejas ideas reaccionarias habitualmente promovidas por las distintas iglesias y también en buena parte de las políticas culturales del capitalismo consumista.
No cabe duda de que el procés ha hecho mucho por alimentar a la bestia en nuestros lares. Pero la dimensión del fenómeno indica que se trata de un proceso más general, que tiene que ver no sólo con el impacto de las políticas de ajuste y la frustración de las expectativas sociales (recortes que han afectado de forma muy desigual en los distintos países europeos), sino sobre todo con el miedo a la “invasión de los bárbaros” y el rechazo a las voces agoreras de la crisis ecológica y el fin del crecimiento. También se nutre del simplismo y la impaciencia ante la dificultad de resolver muchos de los problemas complejos que afectan incluso a la vida cotidiana de la gente. El autoritarismo siempre tiene como aliado la simplificación de las soluciones. Y, aunque nunca se suele mostrar eficaz, su prestigio nunca decae.
Estamos en una situación tan peligrosa como la de los años treinta, aunque las circunstancias son otras. Entonces el peligro venía de una movilización de fuerzas reaccionarias para atajar la expansión de la revolución proletaria y las frustraciones generadas por la crisis de 1929. Se basó en promover una intensa movilización social, de corte militarista, y en ofrecer políticas claramente orientadas hacia el expansionismo imperialista. Era un reaccionarismo “hacia afuera” aunque también incluyera una criminal política de limpieza interna. Ahora el modelo apunta hacia otra variante, el de blindarse hacia adentro y el de generar un autoritarismo por delegación compatible con mantener a la gente aislada y enganchada a los diferentes juguetes de la industria electrónica. La limpieza interna puede ser incluso más suave, por cuanto en una sociedad mediática el ostracismo es un potente mecanismo de control social.
Frente a esta amenaza no parece que haya otra opción que desarrollar un amplio frente de gente dispuesta a parar una nueva experiencia reaccionaria. Hace unos años, con el 15-M, Occupy Wall Street o el ascenso electoral de Syriza y Podemos, parecía que estábamos en otra fase de cambio intenso. Hoy, en cambio, la situación ha virado en muchos sitios hacia la amenaza de un giro radical a la derecha. En este contexto, no queda otra que hacer frente a esta amenaza tejiendo un verdadero movimiento social en defensa de los valores democráticos de base que deben sustentar cualquier sociedad decente. Para tratar de generar una respuesta racional, socialmente avanzada, organizada a los problemas que ha hecho aflorar la globalización, a los impactos de la última crisis, a las transformaciones que plantea la amenazante crisis ecológica. Y para ello no parece que la batalla principal pase ni por la cuestión nacional ni por un enfrentamiento entre reforma y revolución. Mientras cada cual siga ensimismado en su parcela, el empuje reaccionario se nos puede llevar por delante. Empieza a ser hora de despertar, de buscar mediaciones para reconocer dónde está la amenaza principal.
30/11/2018
España, hacia el cierre de las centrales nucleares
Miguel Muñiz
"Nos va a llevar probablemente más allá de 2030, pero no llegaremos a 2040.
Antes de 2030 habremos cerrado"
José Domínguez Abascal, secretario de Estado de Energía,
el pasado 14 de noviembre en una conferencia con empresarios en Madrid.
Bastaron esas 19 palabras, con dos enunciados contradictorios, para desatar una tormenta informativa nuclear en un vaso de agua. Cada medio eligió de la chusca declaración el enunciado que más se ajustaba a su visión del asunto. Alguno incluso llegó a mostrar enojo cuando, tras proclamar el cierre, no constató ninguna confirmación de su “acierto” [1].
Podemos invertir el orden del artículo: primero las conclusiones y luego los argumentos. Por lo tanto, tres conclusiones y una reflexión.
• Los siete reactores nucleares que aún funcionan cerrarán cuando sus empresas propietarias lleguen a acuerdos sobre compensaciones económicas. Lo más probable es un cierre “a la carta”, reactor por reactor, para exprimir hasta el último céntimo de beneficios. Ello puede alargarse hasta finales de la década de los cuarenta.
• El papel de los políticos en general, y del gobierno de turno en particular, sea del color que sea, se limitará a asumir lo que las empresas acuerden; puede darse algún titular triunfal sobre el calendario relacionándolo con la “transición energética”, pero sin pasarse. La discreción impera. Los plazos y condiciones estarán en la letra pequeña del acuerdo y no serán tan publicitados. La clase política más definida en la cuestión nuclear (sea a favor o en contra) ejercerá su derecho ritual al pataleo a beneficio de tertulianos y otros espectáculos.
• El calendario final de cierre será aplaudido como una “victoria” por una parte del movimiento ecologista.
Conclusión: al conjunto de la sociedad nos quedará la opción de resignarnos y cruzar los dedos para que, a medida que se avance hacia el cierre, no suceda uno de esos “accidentes” que no deberían ocurrir por “los elevados estándares de seguridad” de la industria atómica; o que las emisiones radioactivas cotidianas consideradas “inocuas” no nos provoquen un cáncer.
Hasta aquí las conclusiones, veamos los argumentos.
• Las tres grandes eléctricas llevan meses inmersas en una dinámica febril: reestructuración interna, ventas de “activos”, despidos, compras e inversiones a nivel internacional, cierre de centrales térmicas, etc. Parte de esos cambios incluyen el abandono progresivo del negocio nuclear. Se ha sabido que Iberdrola y Naturgy negocian la venta de su participación en dos empresas de ingeniería atómica (Empresarios Agrupados y Tecnatom). La reivindicación general de 60 años de funcionamiento, con su amenaza de demandas por “lucro cesante”, ha quedado arrinconada. El paso del PP por el gobierno les ha dejado una legislación a la carta, pueden cerrar cuando y como quieran. Por eso la aprovechan y negocian.
El 15 de noviembre, Expansión, uno de los diarios económicos de referencia, titulaba en su edición en papel: "El Gobierno negocia un cierre 'escalonado y viable' de la nuclear”; es decir, “fuentes del sector” declaraban que se estaba conversando para un cierre “realista”: “ni los 40 años de vidas útil que quieren los antiatómicos, ni los 60 años que promulgan los defensores de las nucleares”. Después de los tópicos habituales sobre las posturas de Naturgy, Enel-Endesa e Iberdrola, se concluía: “En todo caso, la idea generalizada es lograr un sistema español totalmente desnuclearizado antes del año 2050”. Nota: en la década de los 40 todos los reactores nucleares de España habrán llegado a los 60 años.
Aunque proliferan los titulares sensacionalistas, la realidad es que se busca la manera de resolver la discrepancia entre los 40 (o más) y los 50 (o más) años de funcionamiento que enmarcan el desacuerdo entre ENEL-ENDESA e IBERDROLA (la participación de Naturgy es muy inferior). La propiedad de los reactores se da en régimen de Agrupación de Interés Económico entre las tres eléctricas mayoritarias, lo que obliga a tomar las decisiones por unanimidad. Por ello una opción que se contempla es el llamado “intercambio de activos”, un pacto de venta, cambio o negociación del porcentaje de propiedad de cada eléctrica para llegar a una situación que permita tomar decisiones. Mientras tanto se ha comprado el combustible necesario para funcionar los próximos años [2].
• La ministra ha multiplicado sus declaraciones en clave “cierre nuclear en 2028”, pero introduciendo progresivamente matices importantes. Parte de la prensa especializada ha elogiado su firmeza, y otra parte su capacidad para desvincular el cierre nuclear del contenido del programa del PSOE. De hecho, Teresa Ribera es la única persona que se pronuncia, pues ni los partidos que apoyaron el cambio de gobierno, ni las organizaciones ecologistas, emiten discurso en momentos claves (como el 14 de noviembre) [3]. Al margen de todo ello, el falso debate sobre los “costes” del cierre y los beneficios para paliar el cambio climático se mantiene en los medios habituales.
A diferencia del PP, el PSOE se adapta más a lo que digan los que mandan. Debatir sobre si el 2030 o el 2040 elude hacer el cálculo de los años de funcionamiento de cada reactor sobre esas fechas partiendo del inicio de su operación comercial.
El papel que jugará en todo esto la renovación del CSN es muy limitado, no se va a llegar a un Pleno del CSN mayoritariamente crítico con la energía atómica, como mucho se incorporará una nueva voz crítica que dé imagen de pluralidad al organismo. Una voz crítica sin un movimiento social organizado genera noticias de prensa y poca cosa más. Tampoco se van a deshacer los cambios normativos hechos bajo el mandato del PP y sus cómplices. Se pueden dar cambios en la composición técnica, pero las maniobras son complejas y el margen de intervención de los políticos es limitado, porque siempre se puede esgrimir la acusación de “politizar” un organismo que es totalmente político, pero que reacciona indignado proclamando su “independencia” ante cualquier denuncia de su politización [4].
• El movimiento ecologista más estructurado dejó escapar la posibilidad de promover una movilización social amplia cuando, en 2016, se negó a apoyar una Iniciativa Legislativa Popular para un calendario de cierre nuclear mediante la no renovación de los actuales permisos de funcionamiento. Sabe que no tiene peso más allá de las personas asociadas y los círculos de activistas profesionales que lo vertebran, y que sin peso social no pinta nada. Puede hacer de “asesor externo”, sin compromisos ni contrapartidas, de las fuerzas políticas que mantienen una postura crítica con las nucleares, o de las que guardan un silencio calculado [5]. La única forma de intervención que le queda es redactar documentos, realizar alguna acción simbólica para salir en los medios y, como mucho, organizar una campaña virtual; algo cuya inutilidad se ha comprobado desde las movilizaciones del 2011. Todo ello despeja el camino para que realice una valoración ponderada, en clave “aspectos positivos”, de cualquier calendario de cierre que surja de la decisión de las eléctricas avalada por el gobierno.
Por tanto sólo queda resignarse y esperar lo menos malo: colectivamente, que, a medida que se avance hacia el 2030, 2040 o 2050, no se produzca un “accidente”, pese a los supuestos “elevados estándares de seguridad” de la industria atómica; individualmente, que las emisiones radioactivas cotidianas llamadas “inocuas” no nos provoquen un cáncer. Siempre será más humano desear que no pase lo primero y asumir la fatalidad de lo segundo.
Notas
[1] https://cincodias.elpais.com/cincodias/2018/11/15/companias/1542275699_182457.html y
https://elperiodicodelaenergia.com/lio-con-el-cierre-nuclear-ahora-el-gobierno-asegura-que-no-hay-una-decision-tomada-respecto-al-futuro-de-las-centrales/
[2] Una muestra de referencias: http://www.diariodeburgos.es/noticia/ZB8C2111D-91C9-B578-F0A354D16154E09F/Endesa-garantiza-recolocar-los-160-empleos-de-Compostilla ,
https://www.eleconomista.es/energia/noticias/9472401/10/18/Naturgy-reducira-5000-empleos-entre-bajas-prejubilaciones-y-ventas.html ,
https://www.invertia.com/es/-/iberdrola-destina-9-000-millones-a-compras-que-dan-empleo-a-400-000-personas ,
https://www.heraldo.es/noticias/aragon/2018/06/10/el-cierre-central-andorra-pondria-peligro-000-empleos-nueve-municipios-1248466-300.html ,
https://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/noticias/9495137/11/18/ACS-EDF-y-dos-firmas-chinas-pugnan-por-adquirir-Empresarios-Agrupados.html https://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/noticias/9538351/11/18/Endesa-e-Iberdrola-abren-la-guerra-por-alargar-la-vida-de-la-nuclear-de-Almaraz.html https://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/noticias/9529393/11/18/Las-centrales-nucleares-compran-combustible-para-operar-40-anos.html https://cincodias.elpais.com/cincodias/2018/03/11/companias/1520768385_188924.html
[3]
11/07/2018
https://cincodias.elpais.com/cincodias/2018/07/11/companias/1531309083_735719.html
06/09/2018
https://www.cope.es/actualidad/economia/noticias/ribera-fin-nuclear-para-2028-dependera-los-escenarios-climaticos-20180906_255735
15/10/2018
https://www.vozpopuli.com/economia-y-finanzas/Teresa-Ribera-datos-cierre-nucleares_0_1181881907.html
26/11/2018
https://cincodias.elpais.com/cincodias/2018/11/24/companias/1543016446_777131.html
[4] Ver las excelentes informaciones de
https://www.lainformacion.com/espana/csn-pierde-clave-plan-extender-vida-util-nucleares/6437598 y https://www.lainformacion.com/espana/podemos-csn-debate-fin-nucleares/6436099 , ambos artículos explican con detalle el estado de la cuestión en el momento actual y contienen un mapa muy útil indicando la composición de la propiedad de cada uno de los reactores nucleares. También es interesante la entrevista a Nieves Sánchez Guitián, presidenta de ASTECSN en https://www.eldiario.es/economia/Espana-aplicado-lecciones-Fukushima-regulador_0_830817975.html
[5] Ver http://www.sirenovablesnuclearno.org/zportada/nuclearipolitica.html , también
http://www.sirenovablesnuclearno.org/nuclear/nuclearcatalunya/articles/mtjulio2018limitesmovimientoecologista.pdf
[Miguel Muñiz Gutiérrez es miembro del Col·lectiu 2020 LLIURE DE NUCLEARS, y del Moviment Ibèric Antinuclear a Catalunya. Mantiene la página de divulgación energética www.sirenovablesnuclearno.org]
28/11/2018
Mantras económicos y falsos atajos
Cuaderno postcrisis: 13
Albert Recio Andreu
I
La mayoría de las personas tenemos un conocimiento limitado del mundo real. En parte porque nos faltan conocimientos técnicos para entender cuestiones especializadas. También porque la realidad es tan variopinta que es imposible abarcarla en su complejidad. Para orientarnos, tomar decisiones, necesitamos atajos, guías, orientaciones. Y para ello hacemos caso a expertos, asesores, lugares comunes que nos facilitan construir nuestra visión del mundo, adoptar decisiones con relativa facilidad.
Esto es inevitable, obedece al funcionamiento normal de nuestro cerebro, a nuestra necesidad de actuar cotidianamente. Pero ello abre grandes posibilidades para que demos por sentadas cosas irreales, para que nos cuelen pensamientos erróneos, para que en fin acabemos optando por soluciones inadecuadas o transitando hasta lugares sin salida.
En el capitalismo moderno, donde se ha desarrollado una enorme “industria de la comunicación”, donde el marketing es cada vez más sofisticado y donde las voces que representan a intereses de las élites circulan con mucha mayor profusión que los argumentos críticos, la venta de ese tipo de falacias está a la orden del día. Hay toda una legión de personas dedicadas a su producción. Algunas, manipuladores conscientes, muchas otras meros repetidores de “verdades” aprendidas acríticamente. Repetidores de mantras con los que se pretende adoctrinar al personal. A menudo sus primeros clientes son los propios políticos, siempre necesitados de mensajes simples, de respuestas cortas para llenar los valiosos minutos de presencia en campaña. Muchos líderes políticos acaban siendo, a su vez, los principales consumidores y emisores de esos lugares comunes. Y las campañas electorales, el momento de mayor uso de los mismos.
II
En la campaña andaluza estamos asistiendo a una nueva reaparición de los mantras más tradicionales. El más repetido, en diferentes versiones, por Ciudadanos y Partido Popular es que para crear empleo en Andalucía hay que bajar impuestos. El líder popular repite sin rubor que su medida estrella es la BMI (bajada masiva de impuestos). Se trata de entrada de una propuesta sin sentido, básicamente porque la mayoría de los impuestos son estatales y el impacto que puede tener una rebaja de impuestos autonómicos es muy pequeña. No hay ninguna evidencia de que las caídas de impuestos acaben generando el portentoso flujo inversor que preconizan sus defensores. En cambio, sí hay evidencias de que las caídas de impuestos agravan los problemas financieros del sector público y, casi siempre, aumentan la desigualdad en la distribución de la renta. Si los bajos impuestos fueran una solución, no se explica por qué países con elevada fiscalidad se sitúan entre los más prósperos e igualitarios del mundo y muchos otros con bajos impuestos no consiguen salir del subdesarrollo (ni garantizar a su población un mínimo de provisiones públicas).
Otro de los mantras repetidos es el del papel crucial de los autónomos como emprendedores y sostenedores de la economía productiva. Uno de los lugares comunes preferidos de Ciudadanos y asociado al de la clase media. Hay muchas falacias en este planteamiento. En primer lugar se exagera el volumen de autónomos. Toda la larga serie estadística de la Encuesta de Población Activa muestra una clara tendencia al declive de esta figura (y la práctica desaparición de la figura asociada de “ayuda familiar” característica de la explotación familiar). Y dentro del colectivo de autónomos hay una enorme hetereogeneidad en cuanto a renta y posición social. Empezando por los “falsos autónomos” cuya existencia es mera expresión del poder de las empresas para eludir derechos (y que por tanto deben eliminarse). Sabemos además dos cosas: que los autónomos son uno de los principales agujeros negros de la Seguridad Social (porque cotizan el mínimo —aunque posiblemente muchos de ellos suscriban planes de pensiones privados— y después sus pensiones deben cubrirse a mínimos por parte del Estado) y que el grado de evasión fiscal es superior al de los asalariados. Es incluso más que dudoso su papel como innovadores, entre otras cosas porque buena parte de la innovación requiere recursos y modelos organizativos diferentes. La figura del llanero solitario de los autónomos tiene en muchos casos un papel político de creación de una cultura antiobrera y un uso perverso para justificar las políticas antiimpuestos de la derecha.
El tercer mantra puesto en circulación es el del impacto negativo sobre el empleo del aumento del salario mínimo. Este es un clásico. En todo el mundo. Su fundamento se encuentra en la teoría neoclásica de la demanda de trabajo. Sólo se podría cumplir si sus supuestos de partida (competencia perfecta en el mercado de bienes y en el mercado laboral, productividad marginal decreciente de cada nuevo empleado) se cumplen. Dos supuestos realmente improbables y cuestionados por los mejores pensadores críticos. Hace años que en las revistas especializadas anglosajonas se ha elaborado una amplia evidencia sobre el efecto inocuo de los aumentos de salario mínimo que se han producido en diversos países y ciudades. Cuando esta evidencia empírica creció, los economistas neoclásicos más avispados reconocieron que aquellos supuestos eran discutibles, que era posible que en los mercados laborales en lugar de competencia se dieran situaciones monopsonísticas (o sea que los empresarios tenían un poder de mercado excesivo) y que por tanto el aumento del salario mínimo lo único que hacía era restablecer un equilibrio de fuerzas deteriorado. Pero a pesar de que a esta interpretación se han sumado muchos académicos, los think tanks de la derecha e incluso algunas instituciones “respetables” siguen apegadas al mantra y siguen amenazando con una importante destrucción de empleo cuando alguien intente una subida real del salario mínimo. En España, los servicios técnicos del Banco de España (el mismo que ha sido mudo cómplice de las fechorías y desatinos del sector financiero y de los especuladores inmobiliarios) son el guardián de la ortodoxia, quien han corrido a recordar que caerá el fuego divino por aumentarlo a 900 euros. Ya tuvieron capacidad para bloquear el primer intento serio de aumentar el salario mínimo por parte del primer gobierno de Rodríguez Zapatero.
III
Junto con los mantras tradicionales prosperan también las respuestas simplistas. Toda Europa está inmersa en un movimiento sísmico que tiene su origen en los problemas que ha generado la política comunitaria, el euro y las políticas de ajuste. Y la respuesta que gana peso es la de romper la Unión, salirse, volver a una política nacional, ganar autonomía monetaria…
Ahora estamos ante la primera concreción de esta política, el Brexit británico, y podremos empezar a analizar la validez de tal estrategia. Cabe señalar dos cosas de entrada. La primera es que Reino Unido nunca ha estado integrado en el euro, el Banco de Inglaterra ha gozado de total autonomía y la libra esterlina se ha devaluado frente al euro. La segunda es que Reino Unido ha aplicado duras políticas de austeridad sin tener ninguna presión externa que lo exigiera. Fue una decisión autónoma del gobierno conservador de Cameron (y sus políticas inspiraron muchas de las propuestas del Partido Popular español). El Brexit británico no es por tanto una respuesta de rechazo al euro, es una apuesta autónoma de la derecha británica.
Lo que estamos empezando a vislumbrar es que es más fácil decir “me voy” que salir incólume del divorcio. La economía actual en general y la europea en particular están organizadas a partir de una densa red de leyes y tratados que condicionan la autonomía de los estados. Saltarse estas normas es posible a costa de estar dispuesto a aceptar que el país que lo haga va a enfrentarse a grandes presiones. Si es un país con una elevada deuda exterior y tiene una balanza exterior negativa seguramente se enfrentará a problemas importantes de abastecimiento. En otros casos, como es el caso británico, la represalia puede afectar al funcionamiento de alguna de sus actividades centrales. Hace años que Reino Unido es una economía dominada por la City financiera y un bloqueo de la misma puede tener consecuencias inesperadas para las élites locales y el conjunto del país. Lo más probable es que la City acabe presionando para que se acepte una situación de compromiso y todo acabe, como ya apunta el preacuerdo, en una salida a medias.
Si bien es evidente que el euro, el enfoque neoliberal de las políticas comunitarias y la imposición de la austeridad son nefastas, también lo es que los problemas británicos y de otras muchos otros países son el reflejo de procesos económicos de larga duración, procesos que solo son reversibles o transformables con políticas sostenidas en el tiempo y que deben incluir mecanismos diferentes al arsenal que ofrece la política macroeconómica estándar. Por esto la promesa de que lo principal se resuelve con una simple ruptura me parece falaz e inadecuada por diversas razones. Vende una imagen de respuesta simple que es irreal en la práctica. Promete una solución sin costes cuando, por el contrario, una vía de ruptura real entraña siempre una opción de durísimo sacrificio social. Enmascara la naturaleza de muchos problemas enquistados en el tiempo que exigen la adopción de variadas y complementarias políticas que deben analizarse y discutirse. Promueve una visión chovinista de los problemas (de la que curiosamente también participan muchos de los habitantes de las naciones que imponen a otras la austeridad) en lugar de propiciar un movimiento transnacional orientado a cambiar las políticas y las dinámicas de la globalización. Un movimiento imprescindible porque, como ahora constatamos, trabajar por un mundo justo exige pensar en normas internacionales adecuadas
IV
Es obvio que los mantras y falsos atajos que acabo de comentar son propuestas de la derecha. Pero vale la pena subrayar que demasiadas veces la izquierda es débil al responder y hasta siente una cierta atracción por el argumentario. De las cuatro cuestiones planteadas sólo en la del salario mínimo hay un discurso cerrado.
Falta por ejemplo una explicación poderosa que muestre que los impuestos tienen funciones diversas. Que hay muchas actividades donde la provisión pública es mejor en eficiencia y equidad que la provisión privada y que por ello es mejor pagar impuestos que precios de mercado. Un argumento al que se puede aplicar buena evidencia empírica en cuestiones como la sanidad, la educación o los servicios sociales. Limitarse a discutir los impuestos en clave redistributiva y apelar a que los paguen los ricos resulta una defensa débil (lo que no quiere decir que renunciemos al carácter redistributivo del sistema fiscal). Ya hace años Millás explicó en una brillante columna en El País que el problema con el argumento de los ricos es que todo el mundo se siente más pobre de lo que realmente es. Hay en cambio que hacer una buena defensa del sector público en clave más amplia y situar las políticas redistributivas conjuntamente con las de eficiencia social. Deslegitimar toda la argumentación del mantra neoliberal.
Y sobra la atracción de parte de la izquierda por la simpleza de la ruptura. Una simpleza que hoy es capitalizada por esta nueva extrema derecha y que impide la creación de un movimiento alternativo transnacional. Que genera falsas ilusiones y, sobre todo, refuerza la xenofobia y la irreflexión. Romper con el neoliberalismo, construir una sociedad realmente democrática, igualitaria y ecológicamente sensata no es tarea fácil. Pero una precondición básica para hacerlo es una reflexión racional sobre las oportunidades, los mecanismos, los procesos que la pueden ayudar a emerger (la otra es obvia: que se desarrolle un movimiento social en esa dirección). Todo lo contrario de lo que supone trabajar con ideas preconcebidas, atajos milagrosos y soluciones mágicas.
30/12/2018
Mujeres abandonadas a su suerte
Antonio Giménez Merino
En el número de septiembre, alertábamos sobre lo que se les viene encima a las trabajadoras sexuales de este país, una vez desatada la ira del feminismo oficialista contra el registro del sindicato OTRAS (véase también M.L. Maqueda, «¿Desandar lo andado? Lo van a tener difícil»). Antes de que el gobierno tire adelante con las medidas legislativas que ha anunciado, la Sala de lo Social de Audiencia Nacional se acaba de pronunciar al respecto, allanando el camino hacia una regulación abolicionista.
La sentencia declara la nulidad de los estatutos de OTRAS al considerar que no es posible la celebración de un contrato de trabajo cuyo objeto sea la prostitución por cuenta ajena. Estima así (parcialmente, ya que se declara incompetente para juzgar la solicitud de ilegalización del sindicato) las demandas presentadas por la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres y la Plataforma 8 de Marzo de Sevilla (que forman parte de la Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución), representativas del feminismo oficialista. Las razones de la ilegalidad dadas por el tribunal se basan en que «supondría dar carácter laboral a una relación contractual con objeto ilícito y admitir que el proxenetismo —actividad que el Estado se ha comprometido internacionalmente a erradicar— es una actividad lícita, además de que sería como admitir, a su vez, el derecho de los proxenetas a crear asociaciones patronales con las que negociar condiciones de trabajo y frente a las que se pudieran adoptar medidas de conflicto colectivo». En otras palabras, los servicios sexuales (que a pesar de su diversidad son una y otra vez metidos en el saco estigmatizado de la prostitución) no pueden ser objeto de una relación laboral ni, por tanto, quedar amparados bajo un sindicato.
La sentencia aclara que, en cambio, sí es posible un contrato de trabajo válido en la pornografía, «la participación en espectáculos públicos con connotaciones eróticas», o el «alterne», que define como «la incitación al consumo en establecimientos abiertos al público mediante la provocación del deseo sexual en el cliente», en la estela de la doctrina del Tribunal Supremo que lo define como «la captación y entretenimiento de clientes, induciéndoles a realizar consumiciones y obteniendo por ello una contraprestación económica de las propias consumiciones» (STS 5723/2016, de unificación de doctrina).
De modo que la pornografía no es, en opinión de la jurisprudencia superior, una actividad en virtud de la cual «el trabajador asuma la obligación de mantener las relaciones sexuales que le indique el empresario con las personas que este determine a cambio de una remuneración», por lo que no vulnera la dignidad de las mujeres. Como tampoco el alterne, a pesar de que el Supremo admita (y desagregue de la prostitución por cuenta ajena) el hecho de que muchos propietarios de bares de alterne tengan «instalaciones propias destinadas a la habitación del trabajador» donde cliente y trabajadora pueden mantener citas privadas. Se trataría en este caso, al producirse fuera del local de alterne, de una relación por cuenta y riesgo de las empleadas.
Esta peculiar doctrina sexual judicial (cuya doble moral tradicional está tan bien recogida en el libro de J.J. Ruiz-Rico, El sexo de sus señorías. Sexualidad y Tribunales de Justicia en España, Comares, Granada), coincidente con la posición reaccionaria de la corriente feminista mayoritaria en este país, prima así el mantenimiento del negocio empresarial por encima de las expectativas de reconocimiento de derechos de las trabajadoras sexuales. La idea de que la sindicación de quien realiza estos trabajos favorece al proxenetismo es dar la vuelta al sentido que inspira la iniciativa de sindicarse, propio del derecho del trabajo: limitar, justamente, el poder de la patronal de los empresarios del sexo, los auténticos beneficiarios de la situación.
Sin embargo, es importante notar que la sentencia de la AN no excluye la posibilidad del trabajo sexual por cuenta propia, que en la práctica ya viene siendo tolerado por el estado y que figura como el horizonte ideal de las mujeres que ejercen voluntariamente la prostitución. Por lo tanto, se hace necesario distinguir distintas situaciones de discriminación práctica a la hora de enfocar la cuestión, bien recogidas en los documentos de OTRAS.
Lo que pretenden las trabajadoras del sindicato es que no quede desamparada ninguna mujer que presta servicios sexuales, ante la evidente falta de derechos que padecen frente al empresario y al cliente. Lo que incluye naturalmente a las que prestan este trabajo por cuenta ajena, pero también y significativamente (se trata del horizonte que defienden) a aquellas que, lejos de ser presas de una red de extorsión, pretenden voluntariamente trabajar como autónomas o en cooperativas autogestionadas. Este segmento también existe, mal que le pese a muchos, y merece los mismos derechos elementales que cualquier otro trabajador si se acepta hasta el fondo el principio de autodeterminación femenina. Por eso, OTRAS (véase el Manifiesto “Nunca sin Nosotras” en que se pide la retirada de las demandas que han dado objeto a la sentencia que se comenta) reclama algo tan elemental como «que no se utilice una pretendida unanimidad del feminismo como aval de ninguna medida legal que pueda afectar a las condiciones materiales de vida de muchas personas que trabajan en este sector —en todas sus variantes: prostitución, bailarinas, actrices, teléfono erótico, etc.—. No sin al menos abrir un espacio de diálogo donde todas las posturas puedan ser escuchadas en igualdad de condiciones».
***
Por si todo esto no fuera suficiente, el art. 76 de la Ley andaluza 9/2018, que modifica la Ley 12/2007 para la promoción de la igualdad de género, ha dado un nuevo paso para mantener a muchas mujeres en la marginalidad más absoluta. La disposición se arroga con prepotencia la protección de «el bienestar de todas las mujeres y de la población andaluza en su conjunto» y para ello permite imponer multas que llegan a los 60.000 € a quienes «justifiquen» la prostitución utilizando la imagen de las mujeres. Lo que ha dado lugar a una inmediata reacción entre sectores sociales, asociativos, académicos y judiciales de todo el territorio español, quienes solicitan firmas para pedir al Defensor del Pueblo que interponga un recurso de inconstitucionalidad por vulneración del derecho a la libertad de expresión o información y del derecho de las mujeres que ejercen la prostitución a no ser discriminadas (Manifiesto y petición de firmas).
***
Las iniciativas que está tomando el actual gobierno central y andaluz en favor de las mujeres pone a las claras que el feminismo representado por el Psoe se encuadra dentro de una corriente cuyos esquemas de percepción de la desigualdad de género carecen todavía de una visión transversal de otros problemas asociados a la discriminación femenina (la clase social, singularmente). Su visión segmentada de los problemas se manifiesta, en consecuencia, en la poca propensión a dialogar con aquellas voces susceptibles de romper la precomprensión de los problemas que opera en las cabezas del feminismo oficialista.
Por ello, habrá que estar asimismo bien alerta con lo que se haga o más bien se deje de hacer con la situación de las trabajadoras domésticas. El pacto Psoe-Podemos para los presupuestos 2019 incluía algunas mejoras laborales, como la ratificación en 2019 del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo, lo que obligaba a reconocer prestaciones básicas como el paro para los empleados del hogar. Pero el bloqueo nacionalista a dichos presupuestos deja las cosas como estaban, es decir, en la situación posterior a la enmienda introducida del Pp a los últimos presupuestos del estado —no objetada por la izquierda parlamentaria— que mantiene las bases de cotización del empleo doméstico por debajo de sus salarios hasta el año 2024 (cuando la ley de empleadas del hogar establecía como plazo para su regularización con el sistema general el 2019). Dicha ley, de 2011, ya regula un régimen laboral especial muy rebajado en relación al general de la seguridad social.
Como recuerdan recurrentemente las organizaciones de defensa de los derechos de las empleadas del hogar y de cuidados, como Sindihogar o el Observatorio Jeanneth Beltrán (el sindicato de empleadas del hogar, cuidadoras de ancianos o niños, limpiadoras de oficinas o escaleras o empresas, etc.), esas personas, en su mayoría mujeres (el 88,9% de las 635.300 personas que recoge la última EPA, sin contar las empleadas migrantes irregulares), carecen de desempleo, muchas veces no tienen un contrato por escrito, pueden percibir una parte de su remuneración en especie, no tienen una tabla salarial con revisión según el IPC y de pagas extras, han de negociar privadamente sus vacaciones y descansos semanales y pueden ser despedidas arbitrariamente bajo la figura del «desestimiento» del empleador (la misma que es frecuentemente utilizada para cometer fraude con los contratos con periodo de pruebas, que puede entenderse hasta un un año). Una situación que no fue revertida por el anterior gobierno socialista.
En suma, los datos aquí analizados no permiten ser muy optimista con el destino de las mujeres enfangadas en el lodo, esas situadas en el lado opuesto al techo de cristal que parece operar como santo y seña de las políticas feministas que tienen peso en las instituciones.
30/11/2018
Ensayo
Miguel Muñiz
Pobreza ¿energética? Caridad energética
Variables
En 1931, un gran poeta supo expresar los sentimientos contradictorios que provoca que, por un día, el viento frío y la nieve destinados a los excluidos sociales no les afecten por la acción humanitaria de una persona, pero que la desigualdad brutal siga intacta [1].
Han pasado 87 años, y en esa contradicción seguimos.
Pobreza farmacéutica, pobreza infantil, pobreza alimentaria, pobreza energética, pobreza por soledad, pobreza cultural, pobreza monetaria, pobreza ambiental, pobreza estructural, pobreza laboral, pobreza menstrual...; se trata de referencias que aparecen en noticias o en páginas de internet. Pobreza siempre seguida de medidas paliativas, sin vínculo a una visión global ni a un análisis en profundidad, ni a su concepto opuesto, el despilfarro.
La fragmentación, esa herramienta del neoliberalismo, no se limita al trabajo [2]: la globalización, su denominación “neutral”, divide a la sociedad en “ganadores” y “perdedores”, sean grupos de personas, espacios, ciudades o regiones enteras. Terminología y dinámica de juegos. No hay historia, no existen clases dominantes, que imponen el dogma neoliberal; ni clases acomodadas, que sacan tajada de sus políticas (por ejemplo, de las privatizaciones); ni, por supuesto, clases subalternas que lo sufren. Pobreza sin referencia a la explotación o expolio, ni a desigualdades crecientes, guerras o especulación financiera.
Los “ganadores” no requieren análisis; se exhibe en los medios un caso concreto de “triunfador”, una estadística, una falacia del tipo son “el 1%”... o el “20%”. “Ganadores” son todos los no “perdedores”. Los “perdedores”, “menos favorecidos”, “excluidos”, “precarios”, “consumidores vulnerables”, etc. El eje transversal de la categoría “perdedores” es la pobreza.
No es igual la pobreza objetiva que la subjetiva, no es igual ser pobre en Dinamarca, Italia, España, la India o Brasil, pero el discurso dominante elude esos detalles. De hecho, se basa en la llamada “privación multidimensional” [3]; pobreza es la simplificación para unos medios llenos de ruido. La pobreza se explica en clave sectorial como sustitutiva del análisis concreto de las desigualdades sociales.
De entre todas las pobrezas, la energética suscita un elevado consenso entre élites económicas y políticas [4]; por eso recibe tanta publicidad, por eso hay acuerdo en tomar medidas para paliarla. Su referencia casi exclusiva es la “pobreza eléctrica”. El enunciado cumple una función; así como en políticas territoriales, centrar el discurso en delimitar, mantener y preservar “zonas protegidas” permite disimular los conflictos de ordenación global del territorio, la reiteración en la pobreza energética omite la opulencia, el despilfarro, las desigualdades energéticas globales, los impactos ecológicos asociados, las implicaciones de la transición, etc. Y abre la puerta al fácil recurso de debatir sobre “derechos energéticos”. En suma, la pobreza energética es útil, es parte de la estrategia de convertir conflictos en “problemas”, se enmascaran desigualdades globales con el recurso a imágenes puntuales de gran sensibilidad.
Pocas voces se salen del consenso impuesto y señalan que la pobreza energética es una manifestación de la pobreza a secas, de las desigualdades crecientes [5]. Los propagandistas de la pobreza energética afirman, sin muchas pruebas que lo avalen, que la pobreza energética coexiste con la no pobreza en otros ámbitos.
Publicidad
Entre mayo de 2018 y la redacción de este artículo, se contabilizan más de cien referencias a la pobreza energética y su complemento, el bono social, en los medios, y la búsqueda no ha sido exhaustiva. Se pronuncian ayuntamientos, partidos políticos, compañías eléctricas, diputaciones, fundaciones, expertos y analistas de todo tipo y, especialmente, el Tercer Sector. La lista es tan impresionante en cantidad y calidad de referentes como en interrogantes sin respuesta que van asociados. ¿Hay ayudas reales o no? ¿A cuántas personas se atiende? ¿La cantidad de perceptores aumenta o disminuye? ¿Peligra la ayuda por los vaivenes y avatares de la clase política? En el fondo del ruido informativo, una cuestión que no tiene respuesta clara. ¿Cuántas personas sufren la pobreza energética y de qué manera? Multiplicar incógnitas que nunca se resuelven es la mejor manera de validar cualquier actuación paliativa.
Datos
Se dispone de dos tipos de datos, los que se provienen de las solicitudes de ayuda de personas que no pueden pagar los recibos del suministro eléctrico, y los que ofrecen las proyecciones y análisis estadísticos. Ejemplos de los primeros: Aragón: “Unas 27.000 facturas de la luz se han pagado esta legislatura a las familias con menos recursos (5.298 recibos por un valor de 396.000 €) para que no se corte el servicio” (10/10/2018); Castilla y León: “Cáritas y Cruz Roja dan ayuda a 5.000 familias al no remitir la pobreza energética” (3/11/2018); Galicia: “Cerca de 2.500 familias recibieron el año pasado el bono eléctrico para afrontar este gasto corriente” (8/2/2018); España en conjunto: “Cruz Roja ayudará a 12.000 familias al año en esa situación” (23/2/2018), “Los hogares acogidos al bono social se acercan al millón, tras incrementarse en 172.000 en un mes y medio” (23/11/2018), etc., etc.
Entre los segundos: “El 7% de los hogares catalanes sufre pobreza energética” (9/11/2018); “La pobreza energética afecta a más de 5 millones de españoles” (21/1/2018); “Unos 4,5 millones de personas […] en riesgo” (23/2/2018); “Un total de 6,8 millones de personas […] están sufriendo temperaturas inadecuadas en la vivienda o retraso en el pago de recibos, o ambos”.
Los datos de las demandas de ayuda son parciales, y se mezclan con los de los perceptores de descuentos del “bono eléctrico”; los datos que provienen de estadísticas requieren un análisis de sus posibilidades y limitaciones.
Apoyo analítico
La fuente más citada, y la que ha ido más lejos en el análisis, es el informe “Pobreza energética en España. Hacia un sistema de indicadores y una estrategia de actuación estatal” [6], redactado por la Asociación de Ciencias Ambientales en 2018 (ACA 2018). La ACA lleva analizando la pobreza energética desde 2010 y ha publicado informes en 2012, 2014 y 2016. La importancia del ACA 2018 se incrementa con la creación, el 9 de enero, del Observatorio Europeo de la Pobreza Energética de la UE (Energy Poverty Observatory-EPOV).
El informe se ha confeccionado con la participación de 103 personas de diversos niveles profesionales y 63 entidades en reuniones celebradas en ocho talleres de debate y análisis multisectorial. Para pagarlo se puso en marcha un sistema de donaciones en que participaron 33 personas a título individual y 9 entidades, entre las que cabe destacar a Enel-Endesa, Gas Natural Fenosa (Naturgy), Cruz Roja y WWF, y algunas fundaciones y empresas; además de recibir financiación de programas de la Unión Europea.
Por su voluntad de rigor, apoyos y extensión, el ACA 2018 determina las pautas del tratamiento de la pobreza energética desde el Tercer Sector [7], y es un referente para las empresas y los políticos. Es necesario analizar la base analítica y las propuestas que realiza.
Al margen de la recogida de criterios y conocimientos en los ocho talleres, la base de datos que articula el ACA 2018 son dos encuestas anuales del Instituto Nacional de Estadística correspondientes a 2016: la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV), que se realiza mediante entrevistas personales a una muestra de unas 15.000 viviendas distribuidas en dos mil secciones censales de toda España, y la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF), que se realiza sobre una muestra aproximada de 24.000 hogares para conocer el destino de los gastos de consumo de la unidad familiar.
Sobre esa pequeña fracción de respuestas a la ECV y la EPF relacionadas con la energía (a la que el informe denomina “microdatos”), más la información de consumo eléctrico a la que puede acceder y los datos de ingresos familiares disponibles, el ACA 2018 elabora una serie de tablas de porcentajes de extensión y gravedad de la pobreza energética, a las que incorpora dos nuevos indicadores conjugando las series de datos y siguiendo las directrices europeas (EPOV), un “indicador de pobreza energética escondida” (HEP) y un “indicador de gastos desproporcionados” (2M).
Que la base de datos que sostiene el ACA 2018 es precaria lo reconoce el propio informe en el apartado de conclusiones y recomendaciones de actuación, ya que, aparte de constatar que se “plantea la necesidad de seguir avanzando en las metodologías de medición de la pobreza energética” (p. 91), la primera recomendación es el “establecimiento de un sistema de medición estatal basado en múltiples indicadores” y la segunda, la “mejora en la disponibilidad y uso de datos” (p. 97); ello no es obstáculo para que el ACA 2018 realice afirmaciones contundentes como esta: “Una conclusión más general de este análisis de desigualdad por niveles de ingresos es que el solape entre pobreza monetaria y privación energética no es unívoco, y que puede haber hogares por encima del umbral de la pobreza monetaria que se encuentren en situación de pobreza energética, y viceversa” (p. 63), o esta otra: “En cifras totales (elevadas poblacionalmente), se trataría de 3,6 millones de personas que en 2016 no habían podido pagar a tiempo alguno de los recibos de la vivienda, de las cuales una mayoría de 2,8 millones había tenido dos o más retrasos en los últimos 12 meses” (p. 38). La conclusión: “Un total de 6,8 millones de personas, equivalente al 15% de la población de España, estarían sufriendo condiciones asociadas a la pobreza energética, es decir, con temperaturas inadecuadas en la vivienda o retraso en el pago de recibos, o ambos. De éstas, destacan los 2,8 millones de personas que declararon tener dos o más retrasos en el pago de recibos en los últimos 12 meses (el 6% de la población). Además, se contabilizaron 900.000 personas (el 2% de la población) que por dificultades económicas dejaron de disponer de sus fuentes habituales de energía doméstica” (p. 92).
Esta es sólo una pequeña parte del conjunto de cifras que hacen que el ACA 2018 sea mencionado en noticias y artículos de opinión sobre la pobreza energética, y que lo convierten en un referente obligatorio; pero al margen de todo ello es necesario indicar que hay conclusiones que exigirían algo más de lo que dice el ACA 2018 para ser aceptadas. Por ejemplo:
• La oposición de los autores al uso de un único indicador de ingresos-gastos en el hogar “porque es un planteamiento tecnocrático y simplificador falsamente objetivo ya que depende de las decisiones que tome el analista”. Esta descalificación debería ser justificada en detalle porque no se entiende por qué las decisiones de los analistas son tan negativas en el caso del indicador de ingresos-gastos, y no en el caso de centrarse en la pobreza energética, que en el caso del ACA 2018 considera muchas variables.
• La creación de un módulo específico de pobreza energética en la ECV, y el acceso a los datos de las empresas comercializadoras (pp. 99-100). Aquí se debería mencionar un conjunto de indicadores de las pobrezas, del que la pobreza energética sería una parte.
Aunque no justifique las críticas a otros procedimientos, el ACA 2018 se decanta por baterías de indicadores específicos sobre pobreza energética que, se supone, luego serán contabilizados de manera agregada (p. 98). Esa propuesta merecería una argumentación más sólida a la luz del incremento global de las desigualdades que se consignan en muchos otros documentos que estudian los impactos de las políticas neoliberales sobre las sociedades. En el ACA 2018 son parte de una estrategia de largo alcance que aboga por “priorizar enfoques estructurales en combinación con medidas paliativas”, que hacen de la pobreza energética el eje central de una actuación caritativa global.
Intervención caritativa-paliativa global
Uno de los puntos más discutibles del ACA 2018 es la proyección que relaciona pobreza energética con el nivel de estudios, el estado civil, la presencia de menores, la actividad laboral y el tipo de contrato, el lugar de nacimiento, las condiciones de salud física y mental de los miembros del hogar, el tipo de vivienda, el régimen de tenencia, etc., combinando la información de otros apartados de la ECV, pero sin explicar la lógica causa-efecto que justifica la relación.
Porque se trata de partir de la pobreza energética, eludiendo la pobreza a secas y las desigualdades, para extender el análisis y las actuaciones a toda la estructura social. El ACA 2018 denuncia que los estudios “tienden a dejar fuera a consumidores en dificultades, especialmente a aquellos que por diferentes razones no se reconocen como tales o se considera que no son merecedores de este tipo de ayudas, como ocurre, por poner un ejemplo, con las personas jóvenes de bajos ingresos viviendo en pisos de alquiler compartido. Pero la principal problemática es que estas medidas paliativas pueden estar contribuyendo a sostener el statu quo y por tanto reproduciendo las condiciones estructurales de la pobreza y vulnerabilidad energética” (p. 100). A partir de aquí se explica que el cuestionamiento del statu quo que plantea consiste en proponer un bono social energético (electricidad y combustibles) “que considere de forma integral el problema”; desarrollar políticas sobre edificios “como estrategia de adaptación al cambio climático y prevención de la vulnerabilidad energética de los hogares”, mediante peticiones, ayudas, créditos y financiaciones; vincular la salud física y mental con la pobreza energética por el procedimiento de instaurar protocolos en los hospitales; avanzar en la “protección de los derechos energéticos de los ciudadanos”; reivindicar la necesidad de una transición “justa, sostenible y coste-eficiente” (sic); facilitar el acceso a la vivienda y a otros suministros y servicios básicos; incorporar las voces de las poblaciones vulnerables al debate público; mejorar la información, formación y sensibilización de la ciudadanía para un mayor empoderamiento en la toma de decisiones (con acompañamiento ocasional), y fomentar la comunicación y la transparencia.
El de empoderamiento, palabra que se usa de manera frecuente en temas muy dispares, es un concepto complejo y confuso, que puede ser referencia de actividad individual o colectiva [8]; es parte de la estrategia asistencial centrada en “problemas”, en los que el suministro de información o criterios no lleva aparejado una referencia a conflictos de fondo.
Esa huida de los conflictos se comprueba en el único párrafo del ACA 2018 que plantea cuestiones estructurales. Por su interés merece reproducirlo en su totalidad (p. 104; la cursiva es mía):
Sobre la base de legislación específica, el debate y adopción de una estrategia estatal de protección de los derechos energéticos de los consumidores ofrece una oportunidad para concretar vías para una reforma en profundidad del sistema energético del país con criterios de sostenibilidad ambiental y justicia energética y social. Inspirados en la propuesta de Nancy Fraser (1995), se propone seguir aquí un enfoque transformativo que haga frente a las raíces profundas de la problemática en lugar de un afirmativo que simplemente aplica medidas redistributivas que dejan intactas las condiciones estructurales que generan la pobreza energética. En términos más aplicados, esta visión se puede traducir en el objetivo concreto de la sustitución del modelo asistencial predominante —del que la acción de servicios sociales municipales pagando facturas y deudas acumuladas es el ejemplo más claro— por uno predistributivo en el que las administraciones públicas impidan con su acción la aparición de desigualdades en lugar de tratar de revertirlas por medio de servicios y transferencias de carácter redistributivo financiadas por la vía de los impuestos (Hacker, 2011).
Esa estrategia sería además un documento que permita —y obligue— al Estado a posicionarse sobre cuestiones estratégicas como la tensión entre objetivos ambientales y sociales en la transición energética, la electrificación de la demanda de energía doméstica o el establecimiento de prioridades para la rehabilitación energética del parque de viviendas del país”.
No es concebible un documento como el ACA 2018 sin introducir neologismos; modelo predistributivo se añade al uso de métrica, diseminación, microdatos y otros felices hallazgos de una neolengua que parece creer que un cambio en la terminología supone una innovación en el conocimiento. Que “las administraciones públicas impidan con su acción la aparición de desigualdades” es de una aparente inocencia que podría ser debidamente apreciada por los directivos de Enel-Endesa o Naturgy que han financiado el documento, si llegan a leerlo.
Caridad energética, caridad perpetua, capitalismo filantrópico
El reconocimiento de la pobreza energética desde la UE ha incentivado y ampliado una serie de iniciativas de administraciones, fundaciones, parte del Tercer Sector y, sobre todo, las empresas, que ya se desarrollaban hace algunos años. La prensa económica hace tiempo que se hace eco con regularidad de cursillos formativos sobre el uso y ahorro de electricidad patrocinados por Enel-Endesa, Naturgy e Iberdrola, solas o en colaboración con la Cruz Roja, Cáritas, ayuntamientos, concejalías y diversas fundaciones, lo que da la impresión de que la pobreza energética es una consecuencia de la ignorancia, muy en la línea de la reclamación de “formación” para combatir la pobreza global, anterior al crac de 2008.
Las eléctricas también canalizan sus aportaciones materiales, ya sean de reducción de tarifas o anulaciones de cobros, mediante entidades del Tercer Sector; como es lógico, sus aportaciones se limitan a una determinada partida económica que no se corresponde con ningún análisis de cobertura exhaustivo y sistemático.
Las intervenciones desde la política se limitan a aprobar leyes que cumplen una función más que nada publicitaria. El propio ACA 2018 ofrece un ejemplo clamoroso de ello cuando, en la página 26, dedica un extenso y encendido elogio al contenido de la Ley 24/2015 del Parlament de Catalunya sobre pobreza energética, sin reparar en que el Govern de la Generalitat que impulsó dicha ley dejó sin distribuir un 40% del presupuesto destinado a ayudas para paliar la pobreza energética en Cataluña [9].
Nunca el objetivo de la caridad (denominada “actuaciones paliativas” en la actualidad) ha sido eliminar la pobreza, sino hacerla crónica y modular los conflictos que genera. La pobreza es un factor de disciplina y control social de primer orden dentro del capitalismo [10]. Desde ese enfoque, la caridad energética puede ser una estación de paso para la caridad global: la instauración de una renta básica incondicional, como limosna genérica en sociedades ricas que consolide el desorden económico neoliberal, con su secuela de explotación y desigualdades globales y locales crecientes. Pero desarrollar esta reflexión desborda el marco de este artículo.
Notas
[1] https://elciervoherido.wordpress.com/2015/07/14/refugio-nocturno/.
[2] Sobre pobrezas: https://blogsostenible.wordpress.com/2018/05/18/primer-mundo-tipos-pobreza-soluciones-desigualdad/; laboral: https://www.huffingtonpost.es/2018/05/11/espana-lidera-la-pobreza-laboral-en-la-ue_a_23431906/; https://www.eldiario.es/sociedad/Pobreza-menstrual-Espana_0_816118657.html; sobre su fragmentación: http://www.mientrastanto.org/boletin-120/notas/politicas-de-malestar-pobreza-reformas-laborales-y-precios-publicos.
[3] La pobreza y su medición. Presentación de diversos métodos de obtención de medidas de pobreza: https://www.ine.es/daco/daco42/sociales/pobreza.pdf.
[4]
26/9/2018
Mohammad Sanusi Barkindo, secretario general de la OPEP: “La comunidad global tiene la obligación de trabajar contra la pobreza energética”; https://www.eleconomista.es/materias-primas/noticias/9410440/09/18/El-82-de-los-automoviles-usara-petroleo-en-2040-pese-a-las-ayudas-al-coche-electrico.html.
1/6/2018
El Observatorio Empresarial contra la Pobreza es una plataforma creada en 2015 para promover el liderazgo de la empresa en la lucha contra la pobreza. The Boston Consulting Group, la Escuela de Negocios IESE y Fundación CODESPA constituyen el órgano de gestión del Observatorio, que, a su vez, está formado por BBVA, Telefónica, Caixabank, Endesa, Sener, Divina Pastora Seguros y KPMGF: https://www.europapress.es/epsocial/responsables/noticia-negocios-inclusivos-suponen-oportunidad-estrategica-rentabilidad-empresas-espanolas-estudio-20180531183957.html.
29/1/2018.
La Comisión Europea se dota de un observatorio de POBREZA energética en la UE:
https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/PDF/?uri=CELEX:52016IP0136&from=ES https://www.energypoverty.eu/.
[5]
7/10/2018
“A pie de calle. Más que energética, es pobreza”: https://www.elperiodico.com/es/opinion/20181006/mas-que-energetica-es-pobreza-articulo-sandra-tatay-7073585.
24/12/2016
“La pobreza energética no existe: lo que existe es la pobreza”: https://blogs.elconfidencial.com/espana/mientras-tanto/2016-12-24/pobreza-energetica-cortes-de-luz-populismo-renta-minima-salarios-ideologia_1308909/.
[6] S. Tirado Herrero, L. Jiménez Meneses, J. L. López Fernández, V. M. Irigoyen Hidalgo (2018), “Pobreza energética en España. Hacia un sistema de indicadores y una estrategia de actuación estatales”, Asociación de Ciencias Ambientales, Madrid. Disponible en: https://niunhogarsinenergia.org/panel/uploads/documentos/informe%20pobreza%20energ%C3%A9tica%202018.pdf. Todas las referencias a páginas concretas se harán sobre la numeración del pdf, y no sobre la paginación del documento.
[7] Sobre el papel del Tercer Sector, véase: http://www.sirenovablesnuclearno.org/nuclear/nuclearcatalunya/articles/mtjulio2018limitesmovimientoecologista.pdf.
[8] Véanse https://www.infobae.com/parati/news/2018/10/23/empoderamiento-femenino-la-hora-de-los-lideres-intuitivos/; https://es.wikipedia.org/wiki/Empoderamiento; https://www.divulgaciondinamica.es/blog/empoderamiento/; https://www.significados.com/empoderamiento/, y https://www.caritas.es/
[9] 3/10/2018
“Balance de la Generalitat del 2017. Las ayudas a la pobreza energética, en el cajón. Afers Socials solo invirtió el 60% del presupuesto destinado a paliarla”: https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20181002/el-govern-solo-gasto-el-60-del-presupuesto-contra-la-pobreza-energetica-en-el-2017-7066945.
[10] Cuando los superricos simulan salvar el mundo. Anand Giridharadas, autor de Los ganadores se lo llevan todo, habla de un nuevo modelo de activismo filantrópico que impulsa panaceas neoliberales y tecnológicas para males sociales: https://ctxt.es/es/20181121/Politica/22907/Anand-Giridharadas-Chris-Lehmann-activismo-filantropico-marc-zuckerberg-panaceas-neoliberales.htm.
[Miguel Muñiz Gutiérrez es miembro del Col·lectiu 2020 LLIURE DE NUCLEARS, y del Moviment Ibèric Antinuclear a Catalunya. Mantiene la página de divulgación energética www.sirenovablesnuclearno.org]
30/11/2018
Asier Arias
El foco y sus márgenes: sesgos y omisiones en el tratamiento mediático de la economía política del medio ambiente
Nunca es mal momento para echar un vistazo a la cobertura mediática de la intersección entre economía política y medioambiente. El pasado mes de octubre fue, sin embargo, especialmente prolífico en ejemplos de los sesgos y omisiones que sistemáticamente afloran en la cobertura mediática de dicha intersección, de modo que tomaremos un puñado de esos ejemplos para aproximarnos a la flagrante desconexión entre la urgencia y la gravedad de la crisis ecológica y el impacto que la misma produce en los medios de comunicación, en el discurso político y en las propias políticas adoptadas. En estos tres contextos encontramos un marcado contraste entre la relativa insignificancia de las cuestiones que aparecen bajo el foco y la incuestionable centralidad de aquéllas relegadas a la penumbra de sus márgenes.
1. Omisiones: Informe Espacial del IPCC e Informe Planeta Vivo de WWF
Un primer ejemplo de ese marcado contraste lo ofrece la cobertura mediática del informe especial que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó el pasado 8 de octubre de 2018. El IPCC se comprometió a preparar el señalado informe especial hace tres años, en el curso de las negociaciones que condujeron al Acuerdo de París, cuya meta más optimista era la de mantener la temperatura media global por debajo de 1,5 ºC sobre el nivel preindustrial. El objeto del informe especial del IPCC era la provisión y análisis de datos acerca de los riesgos e impactos previsibles de un aumento de la temperatura media global por encima de ese límite, y cuando fue finalmente publicado, anunciando que al ritmo actual dicho límite podría ser rebasado en poco más de una década, la prensa se hizo eco brevemente del mismo. No obstante, lo hizo de un modo ciertamente peculiar, aunque en buena medida predecible. Un buen punto de partida hacia la elucidación del señalado carácter peculiar de la cobertura mediática del referido informe especial lo encontramos en las omisiones. Así, si presuponemos a los medios de comunicación la intención de ofrecer una información de la que sea dable partir hacia una comprensión razonablemente ajustada de los extremos que son el caso, una primera omisión inexplicable es la del necesario contexto. Cabe interpretar esta omisión partiendo de la idea de que los editores asumen que sus lectores han seguido de cerca el curso del debate entre especialistas. Al estar ya disponibles en publicaciones técnicas, mencionar cualquiera de las cuestiones debatidas resultaría redundante. Así, por ejemplo, ¿para qué mencionar que cada informe del IPCC ha sido severamente criticado por una importante proporción de la comunidad científica a causa de su acusado sesgo hacia las conclusiones tranquilizadoras? [1] No parece una información difícil de proporcionar y, ciertamente, da la impresión de que hubiera sido de utilidad a la hora de dotar de contexto al estereotipado comentario que la prensa hizo del referido informe especial del IPCC. Y no se trata, por cierto, de una información que haya de ser rescatada de lugares recónditos. Un vistazo a los números recientes de las revistas científicas de mayor prestigio sirve para hallar ejemplos llamativos. En este sentido, Nature publicaba en diciembre de 2017 un artículo que actualizaba las previsiones de aumento de temperaturas a finales de siglo realizadas por el quinto y último informe del IPCC, de 2014. El IPCC considera cuatro escenarios —las Trayectorias de Concentración Representativas— en virtud de la evolución de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera y asigna probabilidades de rebasar temperaturas dadas dentro de cada escenario. Pues bien, el estudio del que informa el artículo mencionado concluye de forma convincente, tras una detallada discusión de los métodos y datos empleados, que todas esas probabilidades han de actualizarse considerablemente al alza —con correcciones no de decimales, sino de hasta 30 puntos porcentuales—, lo que a su vez significa que nuestra reducción de emisiones debe ser mayor y más rápida de lo que hasta ahora considerábamos necesario para evitar las devastadoras consecuencias del aumento de las temperaturas medias globales [2].
En ocasiones, la evidencia que apunta a la necesidad de revaluar las conclusiones del IPCC no se hace esperar. Así, dos semanas después de que viera la luz el referido informe especial de octubre de 2018 aparecía publicado en Nature un artículo que echaba nueva leña al fuego de las conclusiones funestas. Una vez más, los datos sugieren la necesidad de revaluar al alza las estimaciones previas, en este caso las estimaciones acerca del calentamiento de los océanos, lo cual resulta especialmente preocupante a causa de su papel central en la regulación del sistema climático global. En concreto, la nueva estimación rebasa en más de un 60% a la del último informe del IPCC, lo que nuevamente sugiere la necesidad de una mayor y más rápida reducción de emisiones [3].
Así pues, y en definitiva, incluso un lugar común, una «perspectiva consensuada» como la de que «los análisis del IPCC son mucho menos alarmistas de lo que debieran» parece ser innecesaria de cara a presentar a la audiencia el significado de los análisis del IPCC [4].
Resulta interesante detenerse a considerar otra omisión significativa en la cobertura que la prensa hizo del informe especial de octubre de 2018. La contribución de la agricultura industrial al cambio climático ha sido extensamente documentada en los últimos años [5]. Se trata de un sector que no sólo contribuye con aproximadamente una cuarta parte del total anual de emisiones de gases de efecto invernadero, sino que además es el primer motor de la deforestación y la pérdida de biodiversidad a nivel global [6]. Es más que pertinente subrayar en este punto que los bosques y selvas habían venido siendo concebidos como enormes sumideros de carbono y, de este modo, como los principales amortiguadores —junto con los océanos— del cambio climático. No obstante, la degradación de los ecosistemas tropicales ha avanzado en los últimos años con paso firme bajo el auspicio de la producción agrícola industrial, que da cuenta de en torno a un 80% de la deforestación a nivel global y constituye la «principal impulsora de la deforestación tropical» [7]. En vista de esta exitosa campaña de «gestión» corporativa de nuestros bienes comunes, no extraña que la salud de los ecosistemas tropicales haya decaído hasta el punto en el que, en lugar de absorber carbono, lo emiten a razón de unos 425 millones de toneladas anuales, un ritmo superior al de todo el tráfico de Estados Unidos [8].
A pesar de todo lo indicado, y a pesar de que el informe especial del IPCC mencione al sistema agrario en una de cada dos páginas, incidiendo en el potencial mitigador de la reducción de la deforestación y la transición hacia prácticas agrícolas sostenibles, la cobertura que los principales periódicos españoles hicieron de la publicación del informe especial dedica un espacio realmente exiguo a la cuestión. En concreto, si sumamos los artículos publicados en El País, El Mundo, ABC y La Vanguardia, las menciones al sector alimentario considerado en su conjunto apenas merecieron una de decena palabras. Y la cosa no mejora sustancialmente aunque incluyamos en la muestra a medios más pequeños y considerablemente más serios en su cobertura de cuestiones medioambientales, como eldiario.es [9].
Resulta también interesante echar un vistazo a la cobertura que esos mismos medios hicieran de la publicación del duodécimo Informe Planeta Vivo de WWF sobre el estado mundial de la biodiversidad. Se trata de un informe ciertamente alarmante. La forma más ágil de comprobarlo consiste en echar mano de esas cifras que son la moneda corriente de las notas de prensa. El informe incluye una de esas cifras llamativas; en concreto, apunta a una disminución promedio de las poblaciones de vertebrados de en torno a un 60% en apenas cuarenta años. Es imposible perder de vista al leer el informe que en una de cada dos páginas subraya que la pérdida de hábitats debida a la agricultura industrial constituye el principal motor de la erosión de la biodiversidad y los ecosistemas [10]. Por su parte, si, nuevamente, sumamos las alusiones al sector en la cobertura que los cinco periódicos mencionados hicieran del informe de WWF, nos encontramos una vez más con un total que apenas alcanza la decena de palabras; y si descontamos el par de alusiones oblicuas aparecidas en La Vanguardia, el total puede contarse con los dedos de una mano [11].
Desde luego, la concisión tiene sus virtudes, y una de ellas es que de ninguna manera puede servir para introducir ideas desacostumbradas. Si pretendes repetir cualquiera de los mantras habituales, sólo tienes que hacerlo: no se requieren pruebas, sobran los argumentos; ésta es la magia de los tópicos. En cambio, si intentas alejarte de ellos, entonces necesitas que te dejen un poco de espacio para perfilar y dar sustento a argumentos que en primera instancia habrán de resultar insólitos. Que el petróleo es muy peligroso es un lugar común que está muy bien: podemos subrayarlo tantas veces como queramos, porque por mucho que se organice la población, tanto permanecer enteramente dependientes de los combustibles fósiles como ir gravitando más deprisa o más despacio hacia energías verdes será algo cuya gestión no le resultará complicado acaparar al mundo corporativo. Es un trofeo que tienen ya virtualmente en sus manos. El sistema alimentario es harina de otro costal. La población puede organizarse fácilmente para consumir alimentos ajenos al sistema industrial gestionado por el extraordinariamente concentrado oligopolio de los agronegocios. De hecho, apenas necesita organizarse para que el mundo corporativo pierda el control de este sector: basta con que la información disponible roce la capa superficial de su conciencia y ello le impela a alejarse de los alimentos industriales. Y bien cabe que sea éste el motivo de aquella exigua cobertura, y asimismo el motivo por el cual el 91% de los encuestados a nivel mundial recibe con asombro la noticia de que la industria alimentaria tiene un grave impacto ambiental [12]. Que abandonar la carne industrial sea el gesto más significativo que quepa realizar a nivel individual para enfrentar la crisis ecológica es una afirmación escasamente controvertible, aunque extraordinariamente exótica. Según datos de la FAO, la ganadería es el sector que mayor uso del suelo realiza, dando cuenta del empleo del 80% de las tierras agrícolas y utilizando para cebar ganado una tercera parte de los cereales cultivados anualmente [13]. De este modo, a nadie familiarizado con los datos le cogieron por sorpresa las declaraciones de Joseph Poore, autor de la mayor base de datos acerca del impacto ambiental de la industria alimentaria y asimismo de un detallado estudio al respecto publicado en Science a finales de mayo de 2018. Según Poore, «una dieta vegana es probablemente la forma más sencilla de reducir el impacto humano en el planeta, y no sólo desde el punto de vista de los gases de efecto invernadero, sino asimismo desde el punto de vista de la acidificación global, la eutrofización, el uso de la tierra y el del agua» [14]. Abandonar la perspectiva de la futilidad del compromiso individual en el plano del consumo es tan sencillo como sumar a lo antedicho la evidencia de acuerdo con la cual la mayor parte del impacto doméstico en el medioambiente se debe a la alimentación y, a su vez, la mayor parte del impacto humano en el medioambiente se debe al consumo doméstico, que da cuenta del 60% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y de entre el 50% y el 80% del uso total de tierra, materiales y agua [15].
Es difícil pasar por alto estas omisiones en la cobertura mediática del más serio desafío que enfrenta nuestra generación, aunque lo cierto es que las mismas constituyen meras notas al pie de la principal omisión: la de la propia crisis ecológica. La temática ambiental ha venido ocupando entre el 1% y el 3% de las noticias emitidas en las principales cadenas españolas de televisión [16]. Por su parte, en los medios escritos, a la escasez de la temática se suma su tratamiento sesgado. En palabras de Francisco Heras Hernández, coordinador del Área de Educación y Cooperación del Centro Nacional de Educación Ambiental, dichos sesgos pueden apreciarse en la proliferación de producciones mediáticas en las que «se reconoce, de forma tibia y ambigua, la existencia de “retos” o “dificultades”; se resalta el sentido de responsabilidad de las grandes organizaciones en relación con los citados “problemas”; se destaca el ingenio, la creatividad y el tesón humanos y su capacidad para hacer frente a las dificultades; se presentan ejemplos de cómo los problemas están siendo resueltos (sugiriendo a menudo generalizaciones a partir de casos que son de naturaleza puntual); o se dibujan futuros prometedores en los que [habrían sido ya resueltos] los grandes retos (obtener fuentes de energía limpias, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, “rescatar” el exceso de CO2 atmosférico, etc.). En España, [estas] “promesas de futuro” de carácter tranquilizador en relación con el clima [y] estas narraciones “ecooptimistas” no son patrimonio exclusivo de la publicidad: también se reflejan en las piezas periodísticas. En la prensa diaria se repiten con insistencia promesas como la generalización de los combustibles limpios o la aparición de productos milagrosos que, en el futuro, absorberán el exceso de CO2 atmosférico. [A menudo, estas piezas] contienen esencialmente “promesas de generalización” de lo que hoy en día son meras investigaciones o, en el mejor de los casos, iniciativas de muy pequeña escala. La fuente principal de este tipo de mensajes no son los políticos o los expertos en economía, sino las empresas. Y su refugio natural, las páginas de economía o motor de diarios y revistas» [17].
2. Sesgos: el impuesto al sol y el Premio Nobel de Economía
La cobertura mediática del real decreto que a comienzos del pasado mes de octubre suprimiera el así llamado «impuesto al Sol» ofrece un nuevo ejemplo del señalado tratamiento sesgado. El País, El Mundo, ABC, La Vanguardia y eldiario.es aplaudieron la simplificación de los trámites, la reducción de trabas burocráticas, el reconocimiento del derecho al autoconsumo compartido y el incentivo a las renovables que entraña la nueva norma [18]. Sin embargo, por algún motivo, olvidaron dar voz a agentes sociales como Sara Pizzinato, responsable de Energía de Greenpeace España, Soledad Montero, del Área de energía de Ecologistas en Acción, o Javier Andaluz, responsable de cambio climático de dicha organización. De haberlo hecho, hubieran ofrecido al lector la oportunidad de valorar los motivos por los cuales conciben el referido real decreto como una «traba» para el desarrollo de «proyectos comunitarios y ciudadanos» que, en palabras de Javier Andaluz, «lo que hace en principio es limitar bastante el desarrollo de las renovables». En efecto, la medida favorece el autoconsumo en viviendas, pero cuadruplica los avales necesarios para las instalaciones de producción, lo que supone prácticamente un bloqueo a la iniciativa de cooperativas y pequeños productores, dejando el mercado en manos de las grandes compañías que ya dominan el sector [19].
Otro ejemplo de dichos sesgos lo ofrece la cobertura mediática de la concesión del Premio Nobel de economía a William D. Nordhaus, anunciada pocos días después del referido real decreto. La prensa española no escatimó alabanzas para el economista que atinó a avanzar una idea revolucionaria: la de que la economía y el cambio climático tienen algo que ver. No obstante, más allá del hincapié en que se trata de un «premio merecido» (ABC) dadas las «atrevidas propuestas» (El País) y la «independencia intelectual» (El Mundo) del galardonado, no hubo en la prensa nada parecido a una discusión del modo en que Nordhaus desarrolla esta idea, y quizá ello se deba a que tanto Nordhaus como los editores se mueven dentro de un marco ideológico que se presenta a sí mismo en los términos popularizados por Margaret Thatcher: «no hay alternativa». Y, en efecto, si uno se limita al espectro de opiniones que tienen cabida en los medios, no parece haberla. Así, dentro de este estrecho espectro, la necesidad de reformular nuestro sistema económico para hacer frente a la crisis ecológica que el mismo engendró es una cuestión que uno debe abordar sin sugerir dicha necesidad. En otras palabras, mencionar la conveniencia de revertir las conquistas legislativas y judiciales cosechadas por las corporaciones en las últimas décadas, limitar su acceso a los centros de poder político o someter sus actividades a los intereses de los afectados por las mismas, viene a equivaler al silencio: una larga retahíla de palabrotas ordenadas al azar tiene más posibilidades de producir un rumor audible en la cámara de eco mediática.
Podemos aproximarnos al señalado marco ideológico compartido mediante las dos acepciones que la voz «realismo» tiene en el contexto que nos ocupa. En su primera y más extendida acepción, uno es un «realista» cuando acepta que no existe alternativa a un sistema socioeconómico articulado en torno a tiranías privadas regidas por la irracionalidad del imperativo de obediencia incondicional y fidelidad exclusiva a la disciplina de la capitalización bursátil, la ampliación de cuota de mercado y el crecimiento perpetuo. En su segunda y desusada acepción uno es un realista cuando constata que semejante despropósito sólo puede conducir, como de hecho hace, a que sean más las especies, ecosistemas, comunidades y personas arrojadas cada año por el desagüe. Los «realistas» —en la primera acepción— exhiben bajo el foco nuevos modelos de tiritas para enfermos terminales mientras los realistas —en la segunda— contemplan atónitos desde el oscuro y silencioso patio de butacas. El «realismo» de Nordhaus es tan ajustado que su milimétrica desviación de los dogmas oficiales sólo puede ser percibida desde márgenes integristas como el de Robert P. Murphy, que le condena airado por abrir una minúscula grieta para la intromisión del Estado en el mercado [20]. Nordhaus atisba a través de esa grieta una solución a los problemas que hallamos en la intersección entre economía y cambio climático, a saber, gravar con un impuesto las emisiones de gases de efecto invernadero, pues de todos es sabido que ponerle precio es la única solución disponible a cualquier problema que pueda presentársenos. Richard Wolff, otrora colega de Nordhaus en Yale, hablaba recientemente de su desconcierto ante la ortodoxia de la economía del cambio climático en los siguientes términos: «Nordhaus considera que la única solución para el problema del cambio climático es una solución de mercado: subir los precios, aumentar los costes de las compañías contaminantes, un incremento que acabará recayendo en el consumidor (...). ¿No sería más sencillo prohibirles contaminar? (...) Una buena solución de mercado para acabar con el trabajo infantil habría consistido en elevar los salarios a pagar a los niños. Por suerte, [las soluciones de mercado fueron desechadas, se impuso la razón] y la práctica fue prohibida» [21].
3. En los márgenes del foco
Conforme nos alejamos de los dogmas oficiales, nos alejamos también del foco mediático. Así, por ejemplo, otros economistas han presentado propuestas similares a las de Nordhaus, pero cuanto menos acordes son con los dogmas económicos prevalentes, más perdidas en la penumbra allende los márgenes del foco las encontramos. De este modo, la economía de estado estacionario de Herman E. Daly se aleja vagamente de la economía política imperante en su rechazo del objetivo del crecimiento, y aparece por tanto menos perfilada por la luz mediática. Decimos que la propuesta de Daly se aleja «vagamente» por cuanto la economía política imperante abraza el objetivo del crecimiento —como tantas otras cosas— antes en el plano de la retórica que en el de los hechos, y así, a pesar de la constante insistencia en dicho objetivo, lo cierto es que durante la era neoliberal ha prevalecido un acusado debilitamiento de todos los indicadores de crecimiento económico [22].
Con este importante matiz en mente, y aun sin la intención de conceder demasiado espacio al optimismo en torno al crecimiento tras la última «recuperación», sólo la temeridad o la insensatez pueden invitar a desestimar la preocupación de Daly ante la idea de un crecimiento perpetuo en un planeta finito. La alternativa de Daly a la imposibilidad física con la que habrán de chocar las optimistas proyecciones de crecimiento reside en una economía capaz de mantener su tamaño constante respecto del de la biosfera. Para alcanzar este objetivo, Daly articula un programa reformista que radica en la instauración de un sistema de «cuotas de agotamiento» subastadas por el Estado a fin de limitar el uso de recursos.
El mantra esperanzador del ecocapitalismo vino tratando de persuadirnos de que cabe compatibilizar el imperativo estructural de la expansión económica y la siempre creciente rentabilidad con una biosfera finita mediante la eficiencia que una futurible tecnología redentora introduciría en el uso de recursos. Daly opta por dejar de tocar esta melodía para tocar otra similar: juguemos al capitalismo, pero a un PIB constante. Hemos de preguntarnos si algo semejante es posible, y no debemos perder de vista al abordar esta cuestión que «lo que importa es la rentabilidad, no medidas abstractas como el PIB» [23]. El desafío que enfrenta Daly es, por tanto, el de mostrar que la biosfera puede resistir el embate de un sistema socioeconómico dominado por el imperativo estructural de la rentabilidad. Daly entiende que basta con someter también la contaminación y el uso de recursos a este imperativo para salir del apuro: demos vida a un mercado de compraventa de derechos de extracción de recursos y así podrán también la biosfera y las generaciones futuras gozar de las bendiciones del mercado.
La alternativa de Nordhaus es esencialmente la misma, pero goza de la virtud de evitar el radicalismo de llamar la atención sobre la imposibilidad física de un crecimiento perpetuo en un planeta finito. Otro ligero matiz que distingue la propuesta de Daly y la de Nordhaus estriba en que éste ha defendido la idoneidad de un «impuesto» en lugar de una «cuota», y ha echado, además, mano del «método científico» para elaborar modelos abstractos basados en las habituales asunciones economicistas para el cálculo del importe óptimo de dicho impuesto.
Sea como fuere, la eficacia del proyecto de controlar las emisiones de gases de efecto invernadero mediante soluciones de mercado se ha hecho ya manifiesta. Transcurridas más de dos décadas del protocolo de Kioto, y verificado su fracaso a la hora de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero mediante la conversión de la polución en un nuevo mercado, debiera resultar innecesario ofrecer evidencia de que este tipo de remedios están antes en la raíz del problema que en la de la solución. La inoperancia del mercado de derechos de emisión ha sido ampliamente documentada, de tal suerte que sobra añadir nada a la conclusión de que «los mercados de carbono no tienen ningún papel que desempeñar en un escenario que requiere reducciones radicales de emisiones para evitar concentraciones peligrosas de gases de efecto invernadero» [24].
Cabe pues esperar que la suerte que corriera el régimen de comercio de derechos de emisión establecido tras la aprobación del Protocolo de Kioto sea exactamente la misma que hayan de correr estas diferentes clases de soluciones de mercado.
4. Fuera del foco
Frente a estos callejones sin salida, se han elaborado propuestas más ambiciosas, pero, como cabía esperar, las mismas se encuentran a kilómetros del foco mediático. Así, por ejemplo, Troy Vettese, doctorando de historia ambiental en la Universidad de Nueva York, publicaba recientemente un interesante artículo en New Left Review [25]. Vettese opta por dejar de lado los gravámenes a la polución y el resto de las soluciones de mercado, y asimismo por dar la espalda sin paliativos al crecimiento económico, en lugar de buscarle un nuevo disfraz. La finalidad última de su propuesta es la de propiciar la reforestación permitiendo que proliferen espacios naturales ricos en biodiversidad. A tal fin se haría necesaria una transformación radical de nuestro actual sistema socioeconómico y nuestros patrones de consumo, y Vettese subraya en este sentido la urgencia del tránsito hacia energías verdes, pero también la de utilizar menos energía, menos recursos y, decisivamente, menos suelo. Dado su desproporcionado uso del suelo, la agricultura industrial y la ganadería intensiva a ella vinculada habrían de ser los primeros sectores en verse sujetos a un proceso de reducción y racionalización que permitiera hacer sitio para la ingente biomasa que, en la propuesta de Vettese, vendría a interrumpir el deletéreo curso del cambio climático mediante la recaptura natural de carbono atmosférico. Con todo, y a pesar de la importancia de este punto, revertir la industrialización del sector alimentario no bastará. Todo apunta que en los próximos años asistiremos a un continuado aumento del consumo, no de esto o aquello, sino de todo, y particularmente de combustibles fósiles [26]. El mundo corporativo anunciaba recientemente con entusiasmo que en un par de décadas habrá en el mundo el doble de coches, el doble de camiones, el doble de desplazamientos en avión y el doble de comercio marítimo [27]. El crecimiento proyectado en la utilización de la práctica totalidad de materias primas hará, verosímilmente, que las mismas escaseen en el próximo par de décadas, mientras la complejidad del reciclaje se acrecienta de la mano de la miniaturización y la proliferación de productos multimateriales, principalmente electrónicos. Ante perspectivas como la que ofrece la idea de los BRICS y otras economías emergentes acomodándose poco a poco en este tren de consumo, a nadie debiera sorprender el llamamiento de Vatesse a la ecoausteridad en los países desarrollados, en los vive hoy menos del 20% de la población, que consume, sin embargo, más del 80% de los recursos del planeta [28]. Tampoco sobra recordar que son justamente esos países los responsables de la crisis ecológica cuyas consecuencias sufre hoy principalmente el Sur global.
A la vista del fracaso de cada conato de protección ambiental mediante políticas de mercado, Vatesse sostiene que la referida ecoausteridad no podrá hacerse depender de ellas, presentándose así como alternativa una reglamentación explícita capaz de imponer de forma efectiva límites a la explotación y la mercantilización. En la misma línea, dada la negativa a dejarse ver en el horizonte de esa tecnología redentora que habría de permitirnos compaginar consumismo, crecimiento y sostenibilidad gracias a la eficiencia, la ecoausteridad de Vettese se presenta como una opción más razonable que la de seguir escudriñando esperanzados ese horizonte mientras avanzamos hacia el precipicio. No bastan, pues, la retórica de los «mecanismos de mercado» y la buena voluntad de producir de forma más eficiente. Los ecocapitalistas defienden que el crecimiento económico y su impacto ambiental aumentan a la par hasta cierto umbral, a partir del cual, mágicamente, más crecimiento viene acompañado de menos impacto. Sin embargo, los datos se niegan a plegarse a estos postulados, pues lo que la evidencia apunta es que los impactos ambientales no declinan por mucho que aumente el crecimiento económico, sino más bien todo lo contrario. La confianza en la eficiencia y la disociación de crecimiento económico e impacto ambiental está muy bien, pero mientras esa promesa se materializa —y los crecientes niveles de consumo de recursos no invitan al optimismo— la recomendación de sentido común parece clara [29].
Vettese dota tentativamente de contenido a su futurible sociedad ecoaustera. En ella, viviríamos en casas que «requiriesen muy poca energía para calefacción o refrigeración, consumiríamos alimentos veganos y raramente viajaríamos en avión o en coche, sino que usaríamos el transporte público, caminaríamos o montaríamos en bicicleta». Se trata, en definitiva, de una sociedad en la que la compulsión del consumo, el crecimiento y la expansión económica habría periclitado ante el influjo de los intereses de comunidades, ecosistemas y generaciones futuras. Es frecuente que traten de arrojarse a la papelera proyectos como la sociedad ecoaustera de Vettese arguyendo que un descontrolado aumento de la tasa de desempleo es cuanto cabe esperar de su implementación. Vettese concede que su propuesta podría traducirse en una reducción de la clase de trabajos que sostienen hoy los sectores directamente vinculados con la crisis ecológica en curso, pero añade que «el tipo de trabajo que necesitaremos más en un futuro de clima estable es aquel dedicado a sostener y mejorar la vida humana, así como la [...] de otras especies [...]. Eso significa enseñar, cultivar, cocinar y cuidar: trabajo que mejora la vida de las personas sin consumir enormes cantidades de recursos [ni] generar significativas emisiones de carbono». El referido argumento del incremento de la tasa de desempleo se enfrenta así a la réplica de que, en efecto, el trabajo socialmente necesario en una sociedad ecoaustera como la que defiende Vettese sería en algunos sectores inferior, mientras que en otros sucedería exactamente lo contrario. Y nuevamente el sector alimentario reclama nuestra atención, pues en el contexto de su desindustrialización, haciéndose efectivo el remplazo de intensidad energética por intensidad de trabajo, dicho sector podría absorber una enorme cantidad trabajadores. No resulta extemporáneo recordar en este punto que si bien hasta la década de los sesenta el sector agrario absorbía en nuestro país la mayor parte de la mano de obra y era así, según el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), «el soporte principal de la economía española», hoy, según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del Instituto Nacional de Estadística (INE), emplea a menos de un 5% de la población activa [30]. Hay, por tanto, motivos para sospechar que combatir la creciente concentración del sector mediante el consumo de buenos alimentos producidos en pequeñas explotaciones cerca del lugar de su venta no producirá incontrolables aumentos del desempleo, sino más bien todo lo contrario.
La ecoausteridad de Vettese viene a sumarse a la incidencia decrecentista en la necesidad de la transferencia del énfasis en la producción de objetos inútiles al cuidado de los servicios y la vida comunitaria, una incidencia enteramente cabal a la luz de la incontestable evidencia acerca de la incapacidad del consumo privado para aumentar indefinidamente los estándares de calidad de vida. Como ha sido extensamente documentado, a partir de un determinado umbral, aumentar el consumo no supone aumentar la calidad de vida, pero se da el caso de que el consumo per cápita en los países desarrollados triplica y cuadruplica holgadamente esos umbrales. Alan Pasternak publicó en el año 2000 un informe en el que detallaba y analizaba datos que sugieren la existencia de un umbral por encima del cual desaparece la correlación positiva entre consumo anual per cápita de electricidad y calidad de vida, estimada en el caso del estudio de Pasternak mediante el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (IDH) [31]. Triplicar ese umbral, como hacen los estadounidenses, es tan inútil como cuadruplicarlo, como hacen los canadienses: el IDH no asciende por mucho que se incremente el consumo. Este mismo umbral ha aparecido consistentemente desde entonces en estudios destinados a valorar la relación entre consumo y bienestar, estudios cuyos resultados avalan la conclusión de que «1) el aumento del consumo no conduce a niveles más altos de bienestar, y puede incluso hacer que disminuyan en los países de alto consumo, 2) los niveles elevados de consumo no son una condición necesaria para los altos niveles de bienestar, y 3) los muy significativos aumentos registrados en el consumo de Estados Unidos desde 1961 no han producido mejoras sustanciales en los indicadores de satisfacción vital. Estos hallazgos sugieren que las mejoras en el bienestar pueden alcanzarse sin aumentar el consumo de recursos ambientales. En resumen, los datos indican que el consumo y el bienestar no están relacionados linealmente», sino que, al contrario, los más altos estándares de bienestar son posibles con bastante menos de la mitad del consumo per cápita de países como Finlandia (buena aproximación a la media de la eurozona) y prácticamente con una quinta parte del consumo per cápita de países como Estados Unidos [32].
Mientras esperamos ese futuro en el que una indeterminada tecnología nos permitirá disociar crecimiento, consumo e impacto ambiental, lo más oportuno será someter a un análisis desapasionado los motivos por los cuales la economía política imperante empuja a nuestras sociedades a los indicados múltiplos de los señalados umbrales y a sus ciudadanos a una dócil apatía en buena medida alimentada por unos medios de comunicación apegados a los dogmas de dicha economía política. Ese análisis habrá de contemplar en su aspecto económico los medios para eludir la actual deriva hacia el derroche de energía y la producción masiva de objetos de consumo y alimentos de calidad ínfima a miles de kilómetros del lugar en el que serán distribuidos. Por su parte, en su vertiente política, ese análisis habrá de dedicarse a los medios idóneos para la introducción de los intereses de las mayorías populares en la toma de decisiones y la configuración de la actividad económica.
Notas
[1] Véase, v. g., B. P. Horton et al. (2014), “Expert assessment of sea-level rise by AD 2100 and AD 2300”, Quaternary Science Reviews, 84 (15), pp. 1-6. N. Stern (2016) “Economics: Current climate models are grossly misleading”, Nature, 530 (7591), pp. 407-409. K. Brysse et al. (2013), “Climate change prediction: Erring on the side of least drama?”, Global Environmental Change, 23 (1), pp. 327-337. G. Scherer (2012), “Climate science predictions prove too conservative”, Scientific American, 6 de diciembre. J. E. Overland y M. Wang (2013), “When will the Summer Arctic be Nearly Sea Ice Free?”, Geophysical Research Letters, 40 (10), 21 de mayo.
[2] P. T. Brown y K. Caldeira (2017), “Greater future global warming inferred from Earth’s recent energy budget”, Nature, 552 (7683), pp. 45-50.
[3] L Resplandy et al. (2018), “Quantification of ocean heat uptake from changes in atmospheric O2 and CO2 composition”, Nature, 563, pp. 105-108. M. Kelly y R. Monroe (2018), “Earth’s oceans have absorbed 60 percent more heat per year than previously thought”, Princeton University, 1 de noviembre.
[4] N. Chomsky (2018), “Republican party is the ‘most dangerous organization in human history’”, Znet, 6 de noviembre.
[5] Véase, v. g., N. Nakicenovic, et al. (2000), Special Report on Emissions Scenarios, Cambridge: Cambridge University Press/Intergovenmiental Panel on Climate Change, pp. 141 y ss. N. Gilbert (2012), “One-third of our greenhouse gas emissions come from agriculture”, Nature News, 31 de octubre. P. J. Gerber, et al. (2013), Tackling Climate Change Through Livestock: A Global Assessment of Emissions and Mitigation Opportunities, Roma: FAO. J. Bellarby, et al. (2013), “Livestock greenhouse gas emissions and mitigation potential in Europe”, Global Change Biology, 19, pp. 3-18. R. Goodland (2013), “A fresh look at livestock greenhouse gas emissions and mitigation potential in Europe”, Global Change Biology, 20, pp. 2.042-2.044.
[6] Véase P. Lymbery (2017), Dead Zone. Where the Wild Things Were, London: Bloomsbury.
[7] G. Kissinger, M. Herold y V. De Sy (2012), Drivers of Deforestation and Forest Degradation, Vancouver: Lexeme.
[8] A. Baccini et al. (2017), “Tropical forests are a net carbon source based on aboveground measurements of gain and loss”, Science, 358 (6360), pp. 230-234.
[9] M. Planelles (2018), “Los expertos de la ONU urgen a tomar medidas drásticas contra el cambio climático”, El País, 8 de octubre. EFE (2018), “Los científicos de la ONU: limitar el calentamiento global a 1,5 ºC requiere ‘cambios sin precedentes’”, El Mundo, 8 de octubre. I. Miranda y E Serbeto (2018), “La UE debate la limitación de emisiones de los coches tras el ultimátum climático de la ONU”, ABC, 9 de octubre. La Vanguardia (2018), “IPCC: limitar calentamiento global a 1,5 ºC requiere 'cambios sin precedentes'”, La Vanguadia, 8 de octubre. La Vanguardia (2018), “Admiten que aún no hay tecnología para frenar subida temperatura a 1,5 grados”, La Vanguadia, 8 de octubre. A. Cerrillo y C. López (2018), “Geoingeniería contra el cambio climático”, La Vanguardia, 9 de octubre. R. Rejón (2018), “España, empujada a adoptar medidas drásticas tras el informe de la ONU sobre el avance del cambio climático”, eldiario.es, 8 de octubre.
[10] M. Grooten y R. E. A. Almond (eds.) (2018), Informe Planeta Vivo 2018: Apuntando más alto, Gland: WWF.
[11] E. Sánchez (2018), “La población mundial de vertebrados disminuye un 60% desde 1970”, El País, 30 de octubre. C. Fresneda (2018), “La pérdida de biodiversidad puede llevar a la extinción de la especie humana, advierte la ONU”, El Mundo, 3 de noviembre. EFE (2018), “La población mundial de vertebrados disminuyó un 60% desde 1970”, ABC, 30 de octubre. La Vanguardia (2018), “Las poblaciones de vertebrados se han reducido un 60% en 40 años por el descontrolado consumo humano, según lamenta WWF”, La Vanguardia, 30 de octubre. J. L. Gallego (2018), “La peor especie invasora somos nosotros”, eldiario.es, 3 de noviembre.
[12] WWF (2018), “Nueve de cada diez ciudadanos desconoce que la dieta tiene un gran impacto en el planeta”, WWF, 16 de octubre.
[13] FAO (2013), FAO Statistical Yearbook 2013: World Food and Agriculture, Rome: Food and Agriculture Organization of the United Nations, p. 130. The Guardian (2018), “What is the true cost of eating meat?”, The Guardian, 7 de mayo.
[14] J. Poore y T. Nemecek (2018), “Reducing food’s environmental impacts through producers and consumers”, Science, 360 (6392), pp. 987-992. D. Carrington (2018), “Avoiding meat and dairy is ‘single biggest way’ to reduce your impact on earth”, The Guardian, 31 de mayo.
[15] D. Ivanova et al. (2016), “Environmental Impact Assessment of Household Consumption”, Journal of Industrial Ecology, 20 (3), pp. 526-536.
[16] Para un análisis reciente, cf. L. P. Francescutti, F. Tucho Fernández y A. I. Íñigo Jurado (2013), “El medio ambiente en la televisión española: Análisis de un año de informativos”, Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 19 (2), pp. 683-701.
[17] F. Heras Hernández (2013), “La negación del cambio climático en España: Percepciones sociales y nuevos tratamientos mediáticos”, en R. Mancinas Chávez y R. Fernández Reyes (coords.), Actas de las Jornadas Internacionales Medios de Comunicación y Cambio Climático, Sevilla: Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, pp. 155-170.
[18] M. A. Noceda (2018), “El Gobierno aprueba nuevas ayudas a los consumidores para luchar contra la pobreza energética”, El País, 5 de octubre. E. G. Sevillano (2018), “El Congreso acuerda poner fin al polémico ‘impuesto al sol’”, El País, 18 de octubre. Europa Press (2018), “El Gobierno deroga el 'impuesto al sol' y reconoce el derecho a autoconsumir sin peajes”, El Mundo, 5 de octubre. ABC (2018), “El Gobierno suprime el impuesto al sol”, ABC, 6 de octubre. P. Blázquez (2018), “El Gobierno elimina el impuesto al sol y toma medidas urgentes para abaratar la luz”, La Vanguardia, 5 de octubre. La Vanguardia (2018), “El Gobierno elimina el impuesto al sol o cargos al autoconsumo eléctrico”, La Vanguaria, 5 de octubre. La Vanguardia (2018), “Norvento ve la supresión del ‘impuesto al sol’ como ‘un paso clave’ a la modernización del sistema energético”, La Vanguardia, 5 de octubre. J. Herrera (2018), “Eliminado el ‘impuesto al sol’, llega el autoconsumo compartido”, La Vanguardia, 17 de octubre. A. M. Vélez (2018), “El Gobierno liquida el impuesto al sol, amplía el bono social y suspende impuestos para abaratar la luz un 4%”, eldiario.es, 5 de octubre. A. M. Vélez (2018), “El Congreso aprueba el fin del impuesto al sol, la ampliación del bono social y medidas para abaratar la luz”, eldiario.es, 18 de octubre.
[19] E. Bayona (2018), “El Gobierno pone trabas al desarrollo de las renovables en la norma que elimina el ‘impuesto al sol’”, Público, 10 de octubre.
[20] R. P. Murphy (2009), “Rolling the DICE: William Nordhaus' dubious case for a carbon tax”, The Independent Review, 14, pp. 197-217.
[21] R. D. Wolff (2018), “Economic update: A deepening crisis of capitalism”, Democracy at Work, 22 de octubre.
[22] Véase J. Crotty (2003), “Structural contradictions of current capitalism: A Keynes Marx Schumpeter analysis”, en J. Ghosh y C. P. Chandrasekhar (eds.), Work and Well-Being in the Age of Finance, Nueva Delhi: Tulika Books, pp. 24-51. D. Harvey (2005), Breve historia del neoliberalismo, Madrid: Akal, p. 161.
[23] T. Vettese (2018), “Congelar el Támesis: Geoingeniería natural y biodiversidad”, New Left Review, 111, pp. 8-33.
[24] R. Pearse y S. Böhm (2014), “Ten reasons why carbon markets will not bring about radical emissions reduction”, Carbon Management, 5 (4), pp. 325-337.
[25] Véase supra, nota al pie 23.
[26] Véase, v. g., R. Showstack. «High energy growth, fossil fuel dependence forecast through 2040», Eos Earth & Space Science News, 13-5-2016
[27] M. Nitch Smith, «The number of cars worldwide is set to double by 2040», World Economic Forum, 22-4-2016. D. Scutt, «This chart shows an insane forecast for worldwide growth of ships, cars, and people», Business Insider, 19-4-2016.
[28] Véase C. Ngo y J. Natowitz (2016), Our Energy Future: Resources, Alternatives and the Environment. Hoboken: Wiley, p. 120. United Nations Development Programme (1998), Human Development Report 1998. Consumption for Human Development. New York/Oxford. Oxford University Press. N. Ridoux (2009), Menos es más. Introducción a la filosofía del decrecimiento. Barcelona: Los libros del lince, p. 31. C. Taibo (2009), En defensa del decrecimiento. Sobre capitalismo, crisis y barbarie. Madrid: Los libros de la catarata, p. 15. Hemos de tener presente que, incluso aunque las cifras sean ya escandalosas, parece que la cantidad de recursos consumidos en los países desarrollados ha venido siendo subestimada por los indicadores disponibles. Véase T. O. Wiedmann, et al. (2015), “The material footprint of nations”, Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 112 (20), pp. 6.271-6.276.
[29] R. York, E. A. Rosa y T. Dietz, T. (2003), “Footprints on the earth: the environmental consequences of modernity”, American Sociological Review, 68(2), pp. 279-300. R. York, E. A. Rosa. y T. Dietz (2009), “A tale of contrasting trends: three measures of the ecological footprint in China, India, Japan, and the United States, 1961-2003”, Journal of World Systems Research, 15(2), pp. 134-146. M. Renner (2015), Vital Signs, Volume 22: The Trends That Are Shaping Our Future. Washington, DC: Worldwatch Institute/Island Press.
[30] Servicio Público de Empleo Estatal (2013), Estudio prospectivo. El sector hortofrutícola en España, 2012, Madrid: Servicio Público de Empleo Estatal, p. 6.
[31] A. Pasternak (2000), Global Energy Futures and Human Development: A Framework for Analysis. Livermore: US Department of Energy, Lawrence Livermore National Laboratory.
[32] K. W. Knight y E. A. Rosa (2011), “The environmental efficiency of well-being: A cross-national analysis”, Social Science Research, 40, pp. 931-949.
30/11/2018
De otras fuentes
Nuria del Viso
De los delirios escapistas frente al cambio climático a la búsqueda de respuestas colectivas
Resumen: El artículo aborda las diferentes respuestas que se están desarrollando en el contexto de la crisis climática. Se engloban, básicamente, en dos bloques: las respuestas de autoprotección de las elites, ya sea como negacionismo, mercantilización o securitización; y las respuestas desde la sociedad civil organizada, en concreto, el movimiento de justicia climática y la autoorganización comunitaria. Nos jugamos mucho dependiendo de qué criterios se utilicen y quién dirija la adaptación al cambio climático porque esto determinará el tipo de respuestas que se apliquen, si tenderán a ser en clave excluyente y con tintes ecofascistas, o bien con criterios de justicia y equidad.
* * *
Resulta cada vez más evidente que se nos acumulan las décadas de retraso en la aplicación de respuestas verdaderas y efectivas al cambio climático. Respuestas radicales, que vayan a la raíz del problema, y no meros paños calientes que alivien los síntomas o distraigan la atención del meollo del problema, o peor aún, que agraven el calentamiento planetario. Este carácter de urgencia se desprende del informe especial del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) [1], publicado el pasado 8 de octubre, en el que apremia a los decisores políticos a impulsar el recorte de emisiones de CO2 a casi la mitad en un plazo de poco más de una década.
Desde que John Sawyer sintetizó en su obra Man-made Carbon Dioxide and the “Greenhouse” Effect en 1972 [2] el conocimiento de la ciencia sobre las causas antropogénicas del cambio climático, el problema no ha hecho más que agravarse, con una miríada de ramificaciones y repercusiones que se retroalimentan y escalan. Las medidas aplicadas llegan tarde y son demasiado tímidas. La puesta en marcha de las Cumbres del Clima por parte de la ONU hace ya 24 años ha conseguido detener la carrera hacia el abismo, al contrario: el problema se ha ido complicando con falsas soluciones, como la puesta en marcha del comercio de carbono. Actualmente nos encontramos en una situación de alta complejidad, extrema incertidumbre y elevados riesgos, y se reconoce que es demasiado tarde para las medidas de mitigación; nos queda únicamente la adaptación como respuesta, tal y como confirma el Acuerdo de París de 2015. No obstante, esto no nos exime de la urgencia de actuar. Muy al contrario: de lo que hagamos hoy dependerá el nivel y aceleración y los efectos del fenómeno en el futuro.
Como conocen bien los expertos en comunicación política, resulta determinante cómo se define y enmarca un asunto para definir los márgenes del debate y las posibles respuestas. Pues bien, el pensamiento y tratamiento del cambio climático se ha desarrollado en un clima de expansión del neoliberalismo y con un fuerte militarismo, una desafortunada tríada que el periodista y escritor Christian Parenti califica de «convergencia catastrófica». En ella se cruzan cuestiones de poder, reconocimiento y derechos. El cambio climático es una de las expresiones más extremas de las desigualdades del mundo contemporáneo, como aborda Santiago Álvarez en otro artículo de este Boletín ECOS [3]. Así, se están consolidando dos categorías de personas: las que están a salvo y las que están expuestas a la desestabilización del clima; es decir, unos privilegiados y otros desposeídos.
En este contexto, el curso de las políticas que se adopten hoy condicionarán qué tipo de adaptación al cambio climático tendremos en términos de justicia, inclusión y equidad. Este artículo examina un abanico de posiciones, con resultados más o menos esperanzadores que ponen de relieve lo que está en juego.
Negacionistas, escapistas y otras especies (predadoras)
En el escenario de convergencia catastrófica al que se refería Parenti, no resulta sorprendente que el tratamiento político del cambio climático haya tenido que enfrentar un sabotaje sistemático desde las altas esferas gracias a complicidades y alianzas muy poderosas. Desde que se identificó el fenómeno y su relación con las actividades humanas se viene desarrollando una especie de “autismo activo”, es decir, por una parte, absoluto desinterés y falta de compromiso de los principales agentes en abordar sus causas al tiempo que la continuidad del big business as usual, que ha mantenido a ritmo ascendente las actividades que crean el calentamiento global. Repasemos las principales expresiones de esta tendencia.
Negacionismo 2.0
Las posturas negacionistas han constituido una constante que ha acompañado a la crisis climática desde que empezó a identificarse hace ya medio siglo, y ha prosperado con la ayuda interesada de poderosas compañías petroleras, automovilísticas e industrias afines. Desde esta posición han disputado en la arena pública la propia existencia del cambio climático, o bien que, en caso de existir, fuera de origen antropogénico. Negaban así cualquier vínculo con los combustibles fósiles como los principales responsables de la saturación de los gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera.
Dada la extensa literatura a favor y en contra del negacionismo, no me exteneré en este punto. Solo decir que la modalidad negacionista parecía que enfrentaba su pronta extinción en el siglo XXI a la vista de las cada vez más patentes muestras del calentamiento global y la apabullante evidencia científica recogida en los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), pero ha resurgido con fuerza con la llegada de Trump a la Casa Blanca. Desde finales del agosto pasado, otro negacionista, Scott Morrison, ocupa la presidencia de Australia. Así, esta corriente, instalada en los sectores próximos a los combustibles fósiles, se instala ahora también en poderosos gobiernos desde donde tienen la capacidad para promover proyectos con alto impacto socioecológico, como la explotación de hidrocarburos en Alaska, o para confundir a los menos informados.
Nuevas respuestas en clave securitaria
Esta posición empezó a fraguarse a principios de este siglo cuando empezó a concebirse el calentamiento global principalmente como una amenaza y un problema de seguridad. A partir de 2007-2008 comenzaron a aparecer documentos [4] de distintas instituciones internacionales y organismos de seguridad de países ricos que definían el calentamiento global como un «multiplicador de amenazas» y un factor que agravaría las tensiones derivadas de la pobreza, la crisis ambiental o la inestabilidad política. Según sus argumentos, estas circunstancias nos abocan inexorablemente, a un mundo inestable y plagado de conflictos. Así, el cambio climático se redefinió eminentemente en términos securitarios, es decir, aplicando enfoques militares y de fuerza a problemas que son básicamente políticos, institucionales y sociales.
Además, desplazan el foco de atención a los efectos –la amenaza de un mundo convulso– en lugar de abordar las causas del fenómeno –un modelo económico insostenible–. Así, han conseguido diluir su responsabilidad en la generación del problema y transferirla a otros agentes, ya sea la vilipendiada China o el empobrecido Sur global, a base de problematizar y prácticamente criminalizar la pobreza, el maldesarrollo, las crisis políticas, y los flujos de personas. Los argumentos son variados: a) ser fuente de desestabilización e inseguridad global (incluido ser germen de terrorismo); b) activar la “bomba” demográfica, que agravará el cambio climático; c) acelerar la temida escasez con su creciente población; d) ser emisores de migrantes y desplazados [5].
En paralelo, el ejército y organismos de seguridad estadounidenses pretenden gestionar la crisis del clima en clave securitaria y de control [6], [7]. Este enfoque ofrece una visión de la ciudadanía desempoderada y fragmentada, que concuerda con el clima de anomia social que el neoliberalismo se ha esforzado en cultivar.
En círculos políticos y mediáticos reciben gran atención los potenciales desplazamientos masivos de personas a causa de la desestabilización del clima, los llamados «refugiados climáticos». Si bien hasta principios de los 2000 las operaciones del Norte en materia de migración eran básicamente de rescate, las políticas han basculado drásticamente hacia el control y la represión. Actualmente, el objetivo principal es impedir la llegada de desplazados al territorio del mundo rico o, en su caso, el internamiento de los desplazados o rápida devolución. Las medidas se estructuran en torno a tres ejes: la securitización de la política migratoria; la militarización de las fronteras; y la externalización de la gestión a terceros países, México en el caso de EEUU y los países del norte de África y Sahel en el de Europa.
Este mapa muestran las 54 vallas fronterizas fortificadas que existen actualmente en el mundo. Entre ellas, las de Ceuta y Melilla figuran entre las más inexpugnables del planeta. De hecho, la política española de finales de los noventa y principios de 2000 marcó la pauta para las posteriores políticas migratorias comunitarias [8].
Figura 1. Mapa de las 54 vallas de seguridad fronteriza en el mundo
Fuente: B. Hayes, S. Wright y A. Humble, 2017 [9]
La externalización de fronteras convierte hoy amplias franjas del mundo en limbos donde los derechos quedan en suspenso. Sin embargo, el cierre de fronteras no opera igual para todos: son porosas para las elites y cupos de mano de obra barata, pero casi infranqueables para el resto. Fortificar las fronteras tampoco sufre de constricciones presupuestarias, como otras partidas estatales, y representa un negocio pujante para muchas empresas de equipamiento, servicios de vigilancia y control, personal, pero también para estados periféricos y ONG locales e internacionales [10]. La solución securitaria oscurece totalmente las causas de por qué se desplazan quienes se desplazan: guerras creadas o apoyadas por países ricos, destrucción de hábitats y medios de vida por el cambio climático y los negocios corporativos
La actuación de la UE en su frontera exterior ofrece pistas preocupantes sobre las tendencias en marcha. Se está construyendo un discurso alarmista, determinista y distópico, de caos y conflictos en torno a la crisis del clima que puede generar miedo, impotencia, y potencialmente, desesperanza y desmovilización social. A cambio, crea condiciones favorables para que la gente ceda voluntariamente derechos y libertades a cambio de seguridad. Todo ello podría agudizarse en condiciones de presión como el cambio climático. Pero no solo es securitizado el perímetro exterior; los mismos supuestos de control se aplican hacia dentro. Somos testigos del endurecimiento de las leyes de control social y la represión de la resistencia en todo el mundo, mientras la vigilancia masiva alcanza nuevas cotas gracias a las tecnologías de la información y el big data, que hace posible predecir «futuras amenazas, ya sean ataques terroristas, disturbios por el precio de los alimentos o levantamientos populares» [11].
Mercantilizar el cambio climático, o cómo agudizar los comportamientos que han generado el problema
Esta corriente comparte con el negacionismo el imperativo de la continuidad del big business as usual, que ha mantenido a ritmo acelerado las actividades causantes del calentamiento global. Sin embargo, a diferencia de aquel, la mercantilización reconoce la desestabilización del clima como problema global, pero lejos de ir a las causas, se enfoca en las consecuencias, que permiten abrir nuevos nichos de negocio ligados a la crisis climática. Para sectores como el de seguros y el de seguridad, el calentamiento global no puede suponer un escenario de negocio más optimista. La mercantilización y la securitización son, a su vez, procesos simbióticos cuyos intereses confluyen.
En la mercanilización del cambio climático se observan varios procesos. Por un lado, la securitización alimenta la expansión del sector de seguridad. Junto a las empresas de seguridad tradicionales está surgiendo una nueva generación de compañías que cubren el amplio espectro de la seguridad: servicios de vigilancia y control, cuerpos paramilitares, equipos y personal de seguridad fronteriza, construcción y gestión de instalaciones de reclusión privadas, consultoría antiterrorista, logística militar y policial, planificación, y entrenamiento y personal de seguridad, entre otras funciones. De hecho, desde 2008 la industria de la seguridad ha crecido un 5% anual, a pesar de la crisis económica y la recesión mundial [12].
Otras soluciones pasan por el acaparamiento selectivo y excluyente de recursos, mientras se exportan al Sur global los procesos productivos contaminantes y residuos. La desestabilización del clima se ha asociado a proyecciones de escasez de recursos básicos. Tres sectores de negocio resultan clave: la alimentación, donde se está implementando la llamada «agricultura inteligente»; [13] el agua, donde se privatizan los derechos de acceso; y la energía, cuyos negocios se amplían con los combustibles fósiles no convencionales (fracking, arenas bituminosas, extracción en aguas profundas, etc.), junto la producción de los agrocombustibles, todo ello con graves repercusiones ecológicas y sociales.
El tercer bloque de respuestas abre la vía a proyectos basados en un tecnoptimismo ilimitado. Uno de los ámbitos que está recibiendo más atención es la geoingeniería, tecnología que engloba dos ramas: la disminución del calentamiento del planeta, por ejemplo, lanzando millones de partículas de sulfato a la estratosfera para que actúen de parasoles; y la reducción de la concentración de GEI en la atmósfera, por ejemplo, mediante el secuestro de carbono y su enterramiento, o “fertilizando” los océanos con nanopartículas de hierro para que el plancton capture carbono. Hoy se presentan como panacea toda una serie de soluciones técnicas “verdes” sin el necesario respaldo científico, algo que bien pudieran llevarnos a agravar la desestabilización del clima.
El tecnooptimismo y la mercantilización de la crisis climática confluyen con los planes de las elites para emigrar a otros planetas cuando este quede agotado e inhabitable. Quien pueda costearse un viaje interestelar, claro está. En un artículo singular [14], Rushkoff describe los proyectos de las elites para hacer frente a los futuros distópicos que tanto están contribuyendo a crear: encerrarse en búnkeres protegidos por cuerpos de seguridad, subir sus mentes a superordenadores, o migrar a otros planetas, dejando a sus espaldas caos y destrucción.
Pero hay otras respuestas
El artículo mencionado no deja duda de que las elites han desahuciado a la gran mayoría de la humanidad en sus “soluciones” a la crisis climática. Ante ello, la gente se está organizando y construyendo alternativas que se alejan de las respuestas top-down de las elites. Me detengo en dos de las principales expresiones: el movimiento por la justicia climática y la autoorganización comunitaria frente al cambio climático.
Movimiento por la justicia climática
El activismo climático tiene como precedente al de justicia ambiental, surgido en EEUU en los ochenta ligado al “racismo ambiental”. Los principios de justicia social, participación, transparencia en la toma de decisiones y condiciones de sostenibilidad ecológica que estaban presentes en ese movimiento han calado en el discurso de justicia climática. Como aquel, el movimiento de justicia climática es también local y global.
El término de justicia climática fue introducido por Weiss en la literatura académica en 1989 [15]. Entre los primeros en plantear las cuestiones de las desigualdades climáticas figuran Agarwal y Narain a principios de los noventa [16]. Más recientemente, Oxfam, entre otras organizaciones, ha retomado esta cuestión en un informe [17]. El huracán Katrina y su vergonzosa gestión influyó en el tránsito del concepto de justicia ambiental al de justicia climática, y puso sobre la mesa las desigualdades presentes en el cambio climático. En 2002 los movimientos sociales reunidos en Bali hicieron públicos los Principios de Bali por la Justicia Climática [18], que se desarrollan dos años después en el marco del Grupo de Durban para la Justicia Climática. En 2007 surge Climate Justice Now! en la COP13 y en 2009 Climate Justice Action. Un hito importante del movimiento fue la Conferencia de los Pueblos sobre Cambio Climático, organizada por el Gobierno de Bolivia en 2010, que añadió otro peldaño al señalar al sistema capitalista y las grandes transnacionales como principales responsables de la desestabilización del clima.
Las reivindicaciones del movimiento se han refinado progresivamente y los argumentos se han reducido básicamente a cuatro: dejar los combustibles fósiles en el suelo; cubrir la deuda ecológica del Sur con transferencias financieras del Norte; soberanía alimentaria y de la tierra; y una crítica de las políticas basadas en el mercado para gestionar el cambio climático. En general, supone, con diferentes acentos según los grupos, entender la adaptación como oportunidad transformadora, transitar a un modelo post-carbono, cubrir el daño social y ecológico, dar voz y soberanía a los más vulnerables, e interpretar la seguridad en clave de seguridad humana [19].
Si en los primeros años el movimiento trató de influir con sus propuestas en las Cumbres internacionales de Cambio Climático, a medida que las COP mostraron sus limitaciones, la estrategia del movimiento se reorientó a la acción directa a escala global, como la Jornada global por la justicia climática del pasado 8 de septiembre. Además, han establecido lazos con otras luchas, como la de soberanía alimentaria o por el cambio de modelo energético. El feminismo, y concretamente el ecofeminismo, ha entrado también en diálogo con las demandas de justicia climática. Entre otras autoras, Di Chiro introduce el concepto marxista de reproducción social, clave para identificar conexiones en las luchas por los derechos de las mujeres y las de justicia ambiental y climática [20]. Esta autora aboga ‒como lo hace en nuestra geografía Yayo Herrero‒ por un enfoque corporizado de la política climática, trayendo a lo cotidiano los problemas globales, y estableciendo vínculos entre escalas.
El movimiento por la justicia climática, creado fuera de la academia, ha contribuido, sin embargo, a desarrollar conceptos, como el de «deuda climática», y argumentos que sustentan un discurso que comienza a calar más allá del activismo.
Autoprotección comunitaria
A medida que los efectos de la crisis del clima se hacen más patentes surgen organizaciones comunitarias [21] orientadas a elaborar propuestas para contrarrestarlos. A menudo, estas agrupaciones están enraizadas en estructuras previas.
En el marco de la ayuda al desarrollo en el Sur, estas organizaciones comenzaron a suscitar el interés de investigadores, ONG y donantes a principios de este siglo como posibles agentes para enfrentar eficazmente la desestabilización del clima. Existe un nutrido cuerpo de investigación que muestra los éxitos y potencialidades de comunidades activas y cohesionadas ante los desastres [22].
Si en los primeros años de estos estudios, se idealizó la noción de comunidad como panacea, posteriormente se han ido identificando que existe una gran heterogeneidad en las comunidades, a menudo sostenidas en estructuras de poder injustas, lo que ha dado paso a enfoques más críticos y realistas de los procesos basados en la comunidad. Con todo, se ha demostrado que el fortalecimiento de los lazos comunitarios y la existencia de “capital social” contribuyen a generar una verdadera resiliencia ante los desastres. Baldwin y King han estudiado [23] en entornos urbanos de todo el mundo la influencia positiva de lo que denominan «comportamientos pro-comunidad» ‒tales como compartir información fiable en reuniones; métodos de resolución de conflictos; ayuda mutua; y sistemas de alerta temprana‒ a la hora de enfrentar y recuperarse de desastres. Estas autoras muestran en su investigación que:
La resiliencia comunitaria está influenciada por la fortaleza de las redes vecinales y la cohesión, dos rasgos que determinan la sostenibilidad social comunitaria. Las redes que funcionan en tiempos de normalidad pueden actuar de forma resiliente en tiempos de crisis, contribuyendo a la salud, bienestar y calidad de vida cotidiana y capacidad colectiva para afrontar y adaptarse a los desastres [24].
Así, estos estudios apuntan a que la adaptación al cambio climático desde la escala comunitaria puede proporcionar una oportunidad de oro para una transformación profunda del sistema sociopolítico.
En paralelo a los estudios de investigadores y donantes sobre las capacidades comunitarias, las organizaciones de las propias comunidades consideran la adaptación como oportunidad para abordar otras vulnerabilidades, como la pobreza y la falta de servicios básicos, lo que sirve a la vez para combatir injusticias sociales históricas y adaptarse al fenómeno climático. Por ejemplo, en el Norte, Asian Communities for Reproductive Justice [25], una organización de base de ciudadanos de origen asiático y de las islas del Pacífico en Oakland (California), combina la preocupación por el calentamiento global con otras injusticias sociales derivadas de la raza, la clase y el género. El resultado es un activismo climático mucho más transversal, como trasciende de su documento Looking Both Ways [26], que desarrolla originales estrategias para mitigar el cambio climático al tiempo que abordan los derechos de salud reproductiva, la salud ambiental y las necesidades reproductivas de la sociedad.
Otro ejemplo es la Comisión Huairou, una organización global de movimientos de base de mujeres que ha recopilado experiencias de todo el mundo diseñadas por comunidades rurales y urbanas y han elaborado una caja de herramientas para afrontar y reducir la vulnerabilidad ante los desastres [27]. Pese a su posición desfavorecida, las comunidades de base han demostrado que disponen del compromiso y los mecanismos para enfrentar los desastres y salir relativamente bien paradas.
Comentarios finales
Como se hace cada vez es más patente, las elites no están actuando a la altura de sus responsabilidades ante un problema de la envergadura del cambio climático. Sus respuestas priorizan su autoprotección y beneficio, y excluyen a la mayoría de la humanidad. A su vez, sectores cada vez más amplios de esa humanidad olvidada están reconectando con sus propias capacidades para ayudarse a sí mismas. Progresivamente, son más consciente de que la “seguridad” de las elites no les atañe; en todo caso, es otro peligro del que protegerse, ya que se han convertido en objetivo de esas estrategias.
En esta coyuntura crucial nos jugamos mucho dependiendo de qué criterios se utilicen y quién dirija la adaptación al cambio climático. Resulta claro que los actores que han propiciado la crisis y que están agravando el problema con sus respuestas ‒negacionismo, mercantilización y securitización‒ no parecen los más indicados para repararla.
El enfoque y gestión de calentamiento global se plantea ya como conflicto. Un conflicto entre quienes pretenden lucrarse con la crisis mientras se aíslan de sus consecuencias, frente a aquellos que abogan por situar la justicia, la inclusión y la autoorganización en primer plano a la hora de elaborar las medidas. Hasta ahora, este conflicto se dirime sobre todo a escala dialéctica, pero nada impide que pueda escalar y pasar a otros planos en condiciones de creciente presión.
La desestabilización del clima se ha enmarcado primordialmente como una cuestión técnica y de seguridad, obviando las aristas más políticas y sociales. Así, se ha escamoteado un debate público esencial. Es necesario como sociedad abordar ese debate y establecer desde qué bases y con qué agentes aspiramos a afrontar el mayor reto que tiene planteado la humanidad, si desde las injustas propuestas de las elites, o con criterios de justicia y equidad para todos y todas; y si deben encabezarlo los ejércitos y corporaciones, o bien instituciones civiles y democráticas que respondan ante la ciudadanía.
El camino para enfrentar la crisis del clima no debería estar trazado de antemano. Más bien, debería ser un proceso participado de avance y corrección constantes, sin otras directrices que una serie de criterios acordados y compartidos en los que no pueden faltar valores éticos.
Aunque quienes continúan contaminando el planeta quieran viajar a Marte ‒parafraseando a Jorge Riechmann‒ [28], es de esperar que allí donde lleguen no les apliquen las restricciones de entrada que las elites imponen aquí a los que se desplazan. Mientras tanto, más y más personas de las abandonadas terrícolas seguiremos trenzando respuestas colectivas.
Notas
[1] Special Report on Global Warming of 1.5 °C (SR15), IPCC, octubre de 2018, disponible en: http://ipcc.ch/index.htm
[2] J. Sawyer, «Man-made Carbon Dioxide and the “Greenhouse” Effect», Nature, núm. 239, 1972, pp. 23-26.
[3] S. Álvarez, «Amenazas climáticas, injusticia ambiental y violencia», Boletín ECOS, núm. 44, 2018.
[4] Entre los informes que promovieron estas ideas se encuentran Age of Consequences: The Foreign Policy and National Security Implications of Global Climate Change, elaborado en 2007 por dos influyentes think tanks de EE.UU., CNA y GACGC; Climate Change and International Security, Alto Representante de Política Exterior y Política de Seguridad de la UE y la Comisión de Relaciones Exteriores, 2008; Estrategia Europea de Seguridad –o Informe Solana– de 2003 y su revisión de 2008. Puede profundizarse en estas cuestiones en B. Hayes, «Colonizar el futuro: cambio climático y estrategias de seguridad internacional», en N. Buxton y B. Hayes (eds.), Cambio climático SA, FUHEM Ecosocial, Madrid, 2017.
[5] Para un desarrollo de los puntos b) y c), véase N. del Viso, «El cambio climático como problema de seguridad nacional: algunas críticas», Instituto Catalán Internacional para la Paz (ICIP), (pendiente de publicación).
[6] Hayes muestra cómo después de que el Grupo II del IPCC publicara su informe sobre «Impactos, adaptación y vulnerabilidad» (AR5) en 2014, enfocado en la seguridad y defensa nacional frente a conflictos climáticos, el Governor’s Military Affairs Coordinating Committee (GMACC) en su “traducción” del informe apareció una línea que no figuraba en el informe original que aseguraba que las amenazas descritas «afectaban directamente… al ejército». B. Hayes, Op. cit., 2017, p.77.
[7] El ejército de EE.UU., que aspira a gestionar el cambio climático, es la institución que más petróleo consume del mundo. Quema al día tanto petróleo como toda Suecia. El consumo per cápita del Departamento de Defensa de EE.UU. es 10 veces superior al de China y 30 veces al de todo el continente africano. Además, destina el 30% de su presupuesto anual a acciones militares en todo el mundo para asegurar su acceso a las reservas de hidrocarburos. Fuentes: O. E. Cano, «Capitaloceno y adaptación elitista», Ecología política, núm. 53, 2017, pp. 8-11; N. Buxton y B. Hayes, (eds.), Op. cit.; y B. Hartmann y E. Barajas-Roman, «The Population Bomb Is Back With A Global Warming Twist», Women in Action, núm. 2, 2009, p. 77.
[8] R. Andersson, Illegality Inc. Clandestine migration and the business of bordering Europe, University of California Press, Oakland, 2014.
[9] B. Hayes, S. Wright y A. Humble, «De la protección a los refugiados a la exclusión militarizada: ¿qué futuro existe para los “refugiados climáticos”?», en N. Buxton y B. Hayes, Cambio climático S.A. FUHEM Ecosocial, Madrid, 2017.
[10] Ibídem.
[11] B. Hayes, Op. cit., 2017, p. 79.
[12] Ch. Parenti, «La convergencia catastrófica: militarismo, neoliberalismo y cambio climático», en N. Buxton y B. Hayes (eds.), Op. cit.
[13] La agricultura climáticamente inteligente (CSA, por sus siglas en inglés) pretende reorientar los sistemas agrícolas para apoyar el desarrollo y garantizar la seguridad alimentaria en el contexto de un clima cambiante. Tiene tres objetivos: el aumento sostenible de la productividad y los ingresos agrícolas, la adaptación y la creación de resiliencia ante el cambio climático y la reducción y/o absorción de gases de efecto invernadero. Fuente: FAO, http://www.fao.org/climate-smart-agriculture/es/. La FAO publicó en 2017 el Manual sobre la agricultura climáticamente inteligente, en el que se detallan las acciones para transformar el sector agrícola en “inteligente”. Un resumen está disponible en: http://www.fao.org/climatechange/37495-0edc2355c27f19ee5cee068a90496add9.pdf.
[14] D. Rushkoff, «La supervivencia de los más ricos y cómo traman abandonar el barco», Contexto, 1 de agosto de 2018, disponible en: https://ctxt.es/es/20180801/Politica/21062/tecnologia-futuro-ricos-pobres-economia-Douglas-Rushkoff.htm.
[15] E. B. Weiss, In Fairness to Future Generations, Transnational Publishers, Ardsley (Nueva York), 1989.
[16] A. Agarwal y S. Narain, Global warming in an unequal world, Centre for Science and Environment, Nueva Delhi, 1991.
[17] Oxfam Internacional, La desigualdad extrema de las emisiones de carbono, Oxfam Internacional, Barcelona, 2015, disponible en: www.oxfam.org/es/informes/la-desigualdad-extrema-de-las-emisiones-de-carbono.
[18] Entre ellos figura la drástica reducción de los GEI; la transferencia de financiación del Norte al Sur; dejar los combustibles fósiles en el suelo y avanzar a modelo de energías renovables; la conservación de recursos con el reconocimiento de los derechos de pueblos indígenas; y la soberanía alimentaria, disponibles en: https://www.ejnet.org/ej/bali.pdf.
[19] D. Schlosberg y L. B. Collins, «From environmental to climate justice: climate change and de discourse of environmental justice», WIREs Clim Change, 2014.
[20] G. Di Chiro, «Acting Globally: Cultivating a thousand community solutions for climate justice», Development, 54(2), 2011, pp. 232-236.
[21] Por comunidad me refiero a agrupaciones sociales que, por lo general, comparten un espacio geográfico y un curso procesual común. Pueden ser de diferentes escalas, desde vecindarios a supraestatal. También pueden estar unidas por otro tipo de vínculo, como las comunidades de interés o afinidad, e incluso ser comunidades virtuales deslocalizadas.
[22] Una interesante revisión puede encontrarse en K. E. McNamara y L. Buggy, «Community-based climate change adaptation: a review of academic literature», Local Environment, 22(4), 2017, pp. 443-460.
[24] Ibídem, resumen ejecutivo p. 1. Traducción propia.
[25] Véase http://reproductivejustice.org/.
[26] A. Rojas-Cheatham et al., Looking Both Ways, Asian Communities for Reproductive Justice, Oakland (California), 2009, disponible en: https://www.reimaginerpe.org/files/ACRJ_Looking_Both_Ways.pdf.
[27] N. Mosaddeq Ahmed, B. Hayes y N. Buxton, «Un estado de excepción permanente: contingencias civiles, gestión del riesgo y derechos humanos», en N. Buxton y B. Hayes (eds.), Op. cit., p. 143.
[28] J. Riechmann, Gente que no quiere viajar a Marte, La Catarata, Madrid, 2004.
[Fuente: Boletín ECOS, nº 44 septiembre-noviembre]
26/11/2018
Héctor Illueca, Manolo Monereo y Julio Anguita
¿Un frente antifascista europeo?
“Quien no quiere hablar acerca del capitalismo
debería callarse también respecto del fascismo”
Max Horkheimer
Era previsible, aunque quizás no tan pronto. La consigna que se está difundiendo es construir un frente político antifascista europeo. Lo estamos viendo estos días. Con gesto adusto y semblante grave, algunos intelectuales proclaman el nuevo credo: “¡Frente a la amenaza del fascismo, unidad de los demócratas!”. El asunto tiene cierta lógica: si lo que está emergiendo en la Unión Europea (UE) es algo más que populismo de derechas, o sea, fascismo puro y duro, hace falta una gran alianza política que haga de freno, de dique, a algo que se presume como un mal absoluto al que hay que derrotar, cueste lo que cueste. En el centro de la propuesta, la defensa de unas instituciones que hay que estabilizar y consolidar. Nos referimos, naturalmente, a la UE y a la democracia liberal.
¿Un frente antifascista europeo? Vivimos la cultura del instante y la memoria desaparece de nuestro horizonte, que es donde realmente juega su papel. Grecia y Tsipras han desaparecido del debate público y no debería ser así. El país heleno fue escarmiento, experimento y, en muchos sentidos, castigo. La presencia del gobernante griego en septiembre pasado en el Parlamento Europeo no mereció la atención debida. Tsipras compareció con el orgullo del deber cumplido y del trabajo bien hecho en representación de un país transformado. Tres años después de haber sido propuesto como presidente de la Comisión por la izquierda alternativa bajo la orientación de “otra Europa posible”, aparecía como el defensor de esta UE frente a la barbarie populista. Es más, propuso una alianza que vaya desde Macron hasta la izquierda, abierta a los liberales y a los conservadores moderados. Se podría decir que estos tres años han dado para mucho y que han terminado por oscurecer cualquier proyecto que no sea la defensa de la UE realmente existente. Efectivamente, Grecia ha cambiado mucho. Ha pasado de tener una deuda pública del 135 por ciento del PIB en 2009 al 180 por ciento en la actualidad, el paro ha pasado del 10 al 20 por ciento y el país ha perdido 400.000 habitantes. Una tragedia asumida a mayor gloria de esta UE y de los mercados.
La realidad acaba siempre chocando con el dominio de lo políticamente correcto. Lo primero que no se quiere analizar es si las políticas que ha venido realizando la UE antes y después de la crisis tienen que ver con el surgimiento y desarrollo de nacionalismos excluyentes y de fuerzas políticas que, por comodidad, definiremos como populismos de derechas. A estas alturas pocos dudan de que las políticas de la Unión han ido desmontando sistemáticamente el Estado social en cada uno de los países, erosionando los mecanismos de control social y político de los mercados capitalistas y debilitando el poder contractual de las clases trabajadoras y sus sindicatos. La UE ha terminado por constitucionalizar las políticas neoliberales hasta hacerlas obligatorias y, lo que es más grave, sancionables, con duras multas para los países que osen infringirlas. La idea de fondo, el dogma que se impone hoy en el debate de la Comisión con España e Italia, no es otro que frenar y reducir el gasto público. El objetivo no es ya el 3 por ciento, sino el superávit en la fase alta del ciclo. La democracia ha devenido en limitada porque, gobierne quien gobierne, tiene que aplicar políticas monetarias y fiscales de corte neoliberal bajo amenaza de los mercados, del todopoderoso Banco Central Europeo y de una Comisión intransigente en la aplicación de los Tratados. ¿Realmente puede sorprender el auge del populismo de derechas en la UE?
Hay que decirlo también aquí y ahora: en momentos en los que el mundo está cambiando de base y atraviesa una transición geopolítica de grandes dimensiones, donde la tendencia de fondo es la multipolaridad, es decir, en pleno proceso de redistribución del poder a nivel global, la UE carece de un proyecto autónomo identificable. La ausencia de una política internacional propia capaz de orientar una transición que se presume conflictiva, condenará a Europa a la subalternidad respecto a la política norteamericana. La “trampa de Tucídides” no es un asunto menor ni una elucubración intelectual. EE. UU. no va a renunciar de forma pacífica a las posiciones de dominio conquistadas tras la Segunda Guerra Mundial, lo que sitúa la guerra como instrumento prioritario para definir los grandes problemas estratégicos. Para Europa, la OTAN implica perpetuar la supeditación a los intereses geoestratégicos norteamericanos, el incremento de los presupuestos militares y convertir las demandas de seguridad en un problema de orden público y de fortaleza del Estado penal.
¿Un frente antifascista europeo? Hay una paradoja que no siempre se tiene en cuenta cuando se reclama la defensa de la democracia. Sabemos lo que se quiere decir: defensa de los derechos y las libertades democráticas. Ahora bien, la paradoja es que, en muchos sentidos, la propuesta que hay delante y detrás de la UE es el retorno a una democracia liberal, es decir, poner fin al constitucionalismo social, a las democracias avanzadas producto del conflicto de clases y de dos guerras mundiales que tuvieron a Europa en su centro. La rebelión de las élites, una vez caído el “imperio del mal” y desaparecido el enemigo interno socialista, tenía como objetivo la restauración de una democracia funcional al mercado, supeditada a él, que expropia la soberanía económica y despolitiza la política. En cierto sentido, se puede hablar de “norteamericanización” de la vida pública europea y de una escisión cada vez más clara entre la democracia como procedimiento y la democracia como autogobierno.
Sin embargo, lo peor de este nuevo frentismo emergente es que no es capaz de entender las relaciones existentes entre la integración europea (la UE) y la crisis de nuestras debilitadas democracias, ni tampoco las profundas transformaciones que se están operando en nuestras sociedades. No deberíamos engañarnos ni dejarnos engañar: la restauración de democracias de mercado requiere, necesita del miedo como fundamento; de personas aisladas, socialmente desvinculadas e inseguras frente al futuro. El tipo de capitalismo hoy dominante necesita personas que actúen según las reglas y modos que éste exige. Cuando hablamos del “momento Polanyi” nos estamos refiriendo a un fenómeno que aparece en todas partes: una reclamación fundante de protección, de seguridad e identidad, de nostalgia de un orden basado en la comunidad.
Este nuevo frentismo confunde los efectos con las causas; pretende combatir el populismo de derechas sin reparar en las circunstancias que lo han engendrado; aspira a legitimar instituciones que están en crisis en todas partes y hace de la conservación de lo existente el fundamento y el horizonte de lo que está por venir. ¿Realmente se cree que desde estos supuestos es posible rearmar política y culturalmente un movimiento de oposición a las derivas autoritarias que experimentan nuestras sociedades? ¿Alguien piensa seriamente que desde estos puntos de partida se generarán el entusiasmo, la adhesión y el imaginario necesarios para una movilización social capaz de ganar y activar a las mayorías sociales? No lo creemos. Más bien pensamos que será lo contrario. Defender instituciones en crisis y socialmente deslegitimadas únicamente propiciará el fortalecimiento de populismos autoritarios y nacionalistas que acabarán por desviar las demandas de protección hacia fórmulas securitarias que impliquen la restricción de las libertades y de los derechos. Si la izquierda acaba defendiendo este nuevo frentismo, terminará por romper sus ya debilitadas relaciones con las clases populares, perpetuando un camino que la llevará de desaparecer como alternativa de gobierno.
Creemos que hay que aprender de la historia. La democracia, nuestros clásicos así lo entendieron, se defiende desarrollándola, ampliándola, extendiéndola. Esto significa poner en primer plano la contradicción entre la democracia y el capitalismo. Más concretamente, exige desmercantilizar, garantizar los derechos sociales básicos y entablar relaciones armoniosas con la naturaleza. También significa democratizar la democracia llevándola a las empresas, a las grandes instituciones financieras, fomentando formas alternativas de organizar la economía y la democracia participativa. Despatriarcalizar la sociedad potenciando la igualdad sustancial y una democratización de la vida cotidiana de las personas. Desglobalizar, recuperar la soberanía popular como fundamento del orden político, como derecho al autogobierno y a la definición constitucional de un proyecto colectivo basado en una sociedad de mujeres y hombres libres e iguales, comprometidos con la emancipación.
Merece la pena recordar una reflexión que nos dejó Perry Anderson hace algún tiempo en un excelente artículo: “para las corrientes anti-sistema de izquierdas, la lección que hay que sacar de estos últimos años está clara. Si quieren dejar de ser eclipsados por sus homólogos de derechas, ya no pueden permitirse ser menos radicales y menos coherentes que ellos en su oposición al sistema. En otras palabras, el futuro de la Unión Europea depende tanto de las decisiones que la han moldeado que ya no podemos contentarnos con reformarla: hay que salir de ella o deshacerla para poder construir en su lugar algo mejor, con otros fundamentos, lo que equivaldría a arrojar al fuego el Tratado de Maastricht” (Le Monde Diplomatique, marzo de 2017).
Nuestra línea de pensamiento está muy próxima a la del historiador británico: se trata de defender el proyecto europeo contra su principal amenaza, que no es otra que la UE, y apostar por una Europa confederal que defienda la paz, las libertades públicas, los derechos sociales y la igualdad entre pueblos y naciones. Para ello, los Estados, la soberanía popular y el autogobierno de las poblaciones europeas no pueden ser considerados como obstáculos a derrotar, sino como instrumentos indispensables que permiten tejer relaciones de cooperación entre los pueblos y garantizar los derechos humanos fundamentales. El debate real en Europa no es entre fascismo y antifascismo. El debate real es continuar con el proyecto neoliberal de la UE o defender un proyecto europeo que realmente lo sea. La respuesta la dará la historia.
[Fuente: Cuarto Poder]
15/11/2018
Rafael Poch de Feliu
Un semáforo francés en ámbar
Si en Francia no pasa nada, entonces no pasará nada fundamental de signo liberador y progresista a medio plazo en Europa.
El sábado [18 de noviembre] 300.000 personas expresaron su activa protesta organizando más de 2000 bloqueos de carreteras y peajes en toda Francia. Hay que seguir de cerca este fenómeno de los chalecos amarillos, movimiento auto(des)organizado a través de las redes sociales, popular e imprevisible. La jornada del sábado continuó el domingo y más allá. Ahora el movimiento llama a bloquear París el sábado 24… Todo esto pone muy nervioso al establishment mediático y político europeo.
El ministro del interior francés, Christophe Castaner constató, el martes, la “degeneración total de una protesta que en general mantuvo el sábado buena conducta”. “Asistimos a una radicalización con reivindicaciones que ya no son coherentes, que van en todas direcciones”, ha dicho. La CGT, el sindicato francés menos manso, se ha desmarcado pero hasta tres de cada cuatro franceses han expresado según las encuestas su apoyo a esta manifestación en la que se escuchan llamadas a la dimisión del “presidente de los ricos”.
La chispa ha sido la subida de los impuestos a los carburantes. Eso ha llevado a declarar a una ex ministra socialista de medio ambiente, Delphine Batho, típica representante de la izquierda-caviar, que la protesta es una, “acción de solidaridad con el lobby petrolero”. Pero tras la fiscalidad al diesel se esconde una clara cuestión de clase, una injusticia fiscal que grava a la gente del extrarradio, la más encadenada al uso del coche para ir al trabajo, o que trabaja con él (transportistas, agricultores), dibujando toda la geografía de la Francia periférica de las zonas rurales y los extrarradios urbanos. Hay en su protesta un agravio comparativo hacia el trato fiscal que reciben los ricos, con la eliminación del impuesto a las grandes fortunas, y una indignación y hartazgo con las despreciativas declaraciones del Júpiter Macron que cada mes evidencia su mentalidad elitista. Es esta fractura de clase la que asusta: desorganizada, radical e imprevisible.
De repente, como se lee en la prensa alemana, se advierte el peligro provocado por lo que antes se consideraba éxito y victoria: el descabezamiento y la integración de las organizaciones sindicales que todavía defendían intereses de clase. La paradoja del resultado de décadas de políticas encaminadas a descafeinar a los sindicatos es que desemboca en una preocupación ante el peligro que supone la ausencia de interlocutores (sindicales) corruptos con los que negociar cabreos como este.
En unos momentos en los que por toda Europa surgen populismos de signo conservador o reaccionario con los que la derecha capitaliza y canaliza los ríos de descontento y sufrimiento social suscitados por la crisis, hay que estar atento a cualquier manifestación de un movimiento que huele a algo de clase, aunque acabe en agua de borrajas. Si en Europa llegara a formarse algo parecido a un bloque popular-ciudadano antiburgués bien podría ser a partir de este tipo de chispas. Con la actual configuración capitalista de los espacios y geografías, el precio del carburante desempeña un papel no muy diferente al del pan en los motines de antaño. Afortunadamente, tras no pocos titubeos, la France Insoumise de Jean-Luc Melenchon se ha dado cuenta de eso y ha expresado su apoyo a esta protesta. Y el lugar es Francia.
Hace tiempo que modestamente sostengo que si en Francia no pasa nada, es decir que si lo que queda de la mayor tradición social y republicana del continente se demuestra incapaz de reaccionar a esta crisis que incrementa la desigualdad social y arrasa con derechos costosamente adquiridos, entonces no pasará nada fundamental de signo liberador y progresista a medio plazo en esta parte del mundo.
Lo último de Macron es aplicar la directiva europea de reducir las pensiones en un país en el que apenas hay jubilados pobres, como es el caso de Alemania donde ese cepillado se hizo hace años. Macrón expresó la semana pasada todo el delirio narcisista que acompaña al “europeísmo” establecido al decir en Berlín que Europa y el eje franco-alemán tienen, “la responsabilidad de que el mundo no se deslice hacia el caos y sea acompañado en el camino de la paz”. La simple realidad es que es la acción de ese eje, que en Francia se vive crecientemente como mera subordinación a Alemania, la que está creando el caos en la propia Unión Europea con una política neoliberal que excita todo aquello que disuelve y desintegra al “europeísmo”.
(P.S. La visita de Macron a Berlín, en la que obtuvo apoyos a su propuesta de ejército europeo, incluyó ofrenda floral en la Neue Wache, el templete de la avenida Unter den Linden. En tiempos de la RDA, la Alemania comunista, aquello era un memorial a las “víctimas del fascismo y el militarismo”. En los años noventa, tras la reunificación, el memorial fue remodelado a las “victimas de la guerra y la tiranía”, concepto éste último que abraza tanto al nazismo como al comunismo. La remodelación regresó así a la línea de la doctrina establecida por los ex nazis que gobernaron la Alemania occidental en la posguerra y que buscaban su redención en la guerra fría bajo el manto general del “totalitarismo”. La unificación conceptual presentaba al comunismo y al estalinismo como hermanos gemelos del nazismo y el fascismo, ignorando la diferencia ideológica fundamental; que no puede haber un “buen” nazismo, contrario a todo planteamiento humanista, pero sí un “buen” socialismo que desarrolle ideales humanistas radicalmente antagónicos con el antihumanismo estalinista. Hoy el templete incluye una placa que menciona entre las víctimas de la tiranía a los alemanes expulsados de sus hogares en Europa central y oriental tras la derrota de 1945 y a los represaliados por el régimen de Alemania Oriental. Una nueva historia nacional a la carta para unos nuevos tiempos).
[Fuente: Blog del autor]
21/11/2018
Gustavo Duch
Google y la agricultura
Estos días, se ha divulgado por internet el anuncio de una nueva innovación tecnológica alimentaria, el huevo precascado y envasado en plástico para facilitar su consumo. El anuncio es falso, pero a mi entender es una mentira que acierta reflejando las tendencias en este sector. De hecho, ¿quién no ha visto las mandarinas peladas y servidas en gajos listas para comer?
Estos ‘avances’ en la forma de presentarnos los alimentos son solo la punta del iceberg; los verdaderos ‘logros’ tecnológicos se dan, a velocidad de vértigo, en las etapas de su producción. En el sector ganadero, algún día podremos hablar de cómo se han ido seleccionando las cerdas que en mis tiempos de estudiante de veterinaria tenían partos de nueve o diez lechones, y ahora están por encima de 16 o 17 lechones (para desgracia de la madre). Pero donde hoy quiero poner la atención es en el sector agrícola, lo que se conoce ya como agricultura digital o de precisión.
Campos con tractores que se conducen solos
Fíjense, uno de los grandes eventos agrícolas del año tendrá lugar los próximos 26 y 27 de noviembre en Córdoba. La inauguración será a cargo de la máxima responsable de Google en España, quien abrirá dos días de conferencias sobre digitalización, robótica y drones. En principio, poco que ver con el oficio campesino, porque cada vez es más habitual manejar campos con tractores que se conducen solos y que deciden sus acciones a partir de información (de plagas, de humedad del suelo, de otros registros meteorológicos, etc.) que les llega, en tiempo real, de sensores y drones de exploración. No solo -dicen sus promotores- mejorará las producciones sino que permitirá que la agricultura no dependa de personas en el medio rural. Se manejará con un simple teléfono móvil desde el sofá de la capital. Justo lo que no se necesita. Justo una tecnología que provocará todavía más despoblación rural y acaparamiento de tierras. Justo otra tecnología que hará de los y las agricultoras unas marionetas movidas por los hilos de las empresas que controlen los datos y la maquinaria especializada.
La única duda que alberga el avance de la agricultura digitalizada es quién se llevará el gato al agua. En estos años se está viviendo una verdadera batalla por parte de las empresas tradicionales del sector agrícola para hacerse con el control de las empresas de la robótica y el manejo y obtención de macrodatos. Monsanto creó una división al respecto y Bayer, antes de absorber a Monsanto, también se preocupó de adquirir empresas que proporcionan información meteorológica o salud vegetal. El gigante de la maquinaria agrícola, los famosos tractores Deere, se ha especializado en maquinaria automatizada al mismo tiempo que busca fusiones para tener acceso a dicha información digital.
Ninguna de estas empresas de ‘hardware’ será la ganadora. Más bien me imagino que la propia Google, la ‘boss’ del ‘software’, dejará las cosas muy claras en la presentación de Córdoba: «Quien controle los datos, controlará el mundo», dirá, y nos rendiremos a sus pies.
[Fuente: El Periódico de Catalunya]
25/10/2018
Rafael Poch de Feliu
La situación es mucho más peligrosa que en la Guerra Fría
Sobre el anuncio de EE.UU. de retirada del acuerdo INF
Hace unos diez años asistí a un distendido cónclave de la mafia local en un bar de la populosa ciudad china de Chongqing. Una tertulia de seis o siete personajes de todo el país que manejaban en torno a una taza de te los negocios de aquella prodigiosa urbe, entonces aún en construcción. Me llevó un americano, quizá agente de la CIA, que mostraba gran familiaridad con todos ellos. Hablaban entre ellos con total desenvoltura de la próxima guerra. Enfrentaría, decían, a Estados Unidos y China. Me impresionó el consenso: el asunto de la guerra era inevitable y China saldría vencedora. De esa conclusión participaba hasta un dinámico capo de Taiwan.
Hablar de la posibilidad de una guerra, sino de su inevitabilidad, se ha convertido en tópico. Pero no en conversaciones de café, por desgracia, sino entre quienes toman las decisiones al respecto. Lo primero es grave cotejado con lo segundo: a diferencia de los años ochenta, la sociedad civil europea es hoy completamente ajena a ese peligro, pese a que las medidas y los discursos de los poderosos son inequívocos y deberían suscitar la máxima alerta social. Eso es lo que marca, precisamente, el doomsday clock, el reloj del juicio final nuclear que mantiene desde 1947 el Bulletin of the Atomic Scientists y que este año marca las doce menos dos minutos, un nivel de alarma que no marcaba desde 1953 en lo más crudo de la Guerra Fría.
Un nuevo desastre
Todo esto viene a cuento del anuncio de que Estados Unidos se retirará del acuerdo firmado en 1987 con la URSS en materia de prohibición de los misiles nucleares de alcance intermedio (INF), realizado el 20 de octubre por Donald Trump. La medida es un nuevo desastre que prosigue el desmantelamiento de los grandes acuerdos que ordenaron la tensión nuclear global entre las dos superpotencias e iniciaron luego, con Gorbachov, un importante desarme estratégico desde finales de los años sesenta del siglo XX; el acuerdo de no proliferación nuclear (de ámbito global pero cuyo primer artículo obligaba a los tenedores de la bomba a desarmarse), el acuerdo ABM de 1972 que limitaba los sistemas interceptores de misiles (con el fin de que no dieran lugar a la instalación de más misiles estratégicos —largo alcance— para escapar a su posible interceptación, lo que abría una escalada de proliferación sin horizonte), así como los sucesivos acuerdos de reducción de misiles estratégicos START. Siempre por iniciativa de Estados Unidos, esos acuerdos han sido anulados (ABM, INF), ignorados, o descafeinados. Eso último es lo que ocurrió con los acuerdos START a partir del firmado en Moscú en 2002, cuando se permitió que las armas retiradas no fuesen eliminadas, sino guardadas en el almacén, lo que permitía su reversibilidad. Aquel acuerdo acabó con el desarme real, es decir, vinculante, verificable y en un marco de disminución, para entrar en otra cosa.
Desde entonces todo ha ido cuesta abajo en el marco de la quimera de la hegemonía unipolar de Washington. Apenas hay garantías ni canales de comunicación contra lo que se llamaba MAD (destrucción mutua asegurada), pero las potencias nucleares están en contacto militar directo diariamente, con barcos y aviones de Estados Unidos provocando y acechando las fronteras de China y de Rusia, en el mar de China meridional, en el Báltico, en Europa del Este y en el Mar Negro, por no hablar de los contactos en el conflicto de Siria. En las actuales condiciones la posibilidad de incidentes o accidentes entre potencias nucleares es solo una cuestión de tiempo.
A los despistados que hablan de “responsabilidades compartidas” y de “expansionismo ruso” hay que enseñarles un mapa: esas fricciones no tienen lugar en el Golfo de México, ni en Canadá. La geografía (y la retirada de acuerdos y la cuantía de los presupuestos militares) delata al principal provocador.
Objetivo China
La retirada de Estados Unidos del acuerdo INF contribuye a esa insana degradación, incrementa el riesgo de guerra o accidente nuclear en Europa y al mismo tiempo está dirigida contra China. El acuerdo de 1987 impedía a Estados Unidos desplegar armas nucleares tácticas. Ahora, saliendo de el, Washington puede desplegarlas alrededor de China, una potencia no concernida por aquel compromiso, y de Corea del Norte, la obsesión del demente John Bolton, consejero de seguridad nacional de Trump.
La visita de Bolton a Moscú para explicarle a Putin la retirada del acuerdo ha supuesto una humillación en toda regla para el Kremlin, cuya obsesión y gesticulación en materia estratégica (recuerden los videos de Putin en su último discurso sobre el estado de la nación, el pasado marzo, jactándose de la nueva generación de misiles hipersónicos “sin análogos en el mundo”) está encaminada a ser tenido en cuenta por Estados Unidos. Eso no es fácil cuando la desproporción de medios es tan enorme: Washington se gasta 700.000 millones de dólares anuales en sus militares, mientras Rusia no llega a los 70.000, y eso sin contar a los aliados europeos de la OTAN que, sumados a EE.UU arrojan 950.000 millones. Bolton les ha dicho a los rusos que la retirada del INF no es contra ellos, sino contra los chinos. Imposible imaginar mayor ofensa a Putin que decirle: “contigo ni siquiera contamos”.
Más peligros
El presidente ruso ha advertido, en buena lógica, que sin el INF, “si Estados Unidos despliega nuevos misiles (nucleares) intermedios en Europa, las naciones europeas estarán en riesgo de un contragolpe (ruso)”. Y en Pekín el presidente Xi Jinping ha recibido el mensaje.
Xi comprende perfectamente que las sanciones y barreras comerciales de Trump o son una disputa comercial, sino una ofensiva directa contra el desarrollo y ascenso chino, es decir contra lo más sagrado de la política china. El pivot to Asia (despliegue del grueso de la potencia aeronaval americana alrededor de China), y el cuarteto militar formado en Asia con Japón, Australia e India, forman parte de la misma demencial arquitectura que la retirada del INF.
En un discurso pronunciado el jueves ante los mandos de la región militar del sur, responsables de la vigilancia del estrecho de Taiwan y de las islas en disputa, Xi instó a sus militares a “concentrarse en prepararse para luchar y ganar en una guerra”. “Debemos aumentar las maniobras para disposición al combate, los ejercicios conjuntos y las maniobras de confrontación para mejorar la capacidad de las tropas y la preparación para la guerra”. Casi simultáneamente, en el Foro de Seguridad de Varsovia, el ex jefe de las fuerzas militares americanas en Europa, Teniente General Ben-Hodges, lanzaba su pronóstico; “no es inevitable, pero creo que en los próximos quince o diez años tenemos una gran posibilidad de estar en guerra con China”. Más o menos lo que decían hace diez años mis simpáticos mafiosos de la tertulia de Chongqing, aunque sin el victorioso pronóstico que lo acompañaba…
Reacciones de la ASEAN, señales de la UE
El domingo concluyeron en la costa de la provincia de Guangdong (Cantón, China meridional) las primeras maniobras militares conjuntas de China con la ASEAN, la organización que engloba al grueso de los países de la región, muchos ellos en disputa territorial con China. En ellas participó hasta Vietnam, seguramente el país de la región más receloso de China. Y coincidiendo con esas maniobras visitó Pekín nada menos que el primer ministro japonés, Shinzo Abe. El mensaje que arroja todo eso es claro: Asia Oriental no se deja implicar en una dinámica de bloques y no está interesada en la militarización de las tensiones propiciada por Washington. Ni siquiera Japón, India y Australia, miembros del cuarteto antichino organizado por Washington, están entusiasmados con esta jugada. En la Europa cuya seguridad y política exterior están hipotecadas por la OTAN, algo parecido a lo que emite la ASEAN es impensable. El agravio comparativo es inmenso.
Las potencias europeas tampoco están entusiasmadas con la retirada americana del INF que abre un escenario de tensión nuclear en Europa en el que los europeos pagan los platos rotos. Eso se suma al enfado por la retirada de Washington del acuerdo nuclear con Irán y al despecho por los nuevos proteccionismos y presiones comerciales de Donald Trump. En ese contexto, Angela Merkel y Emmanuel Macron aparecieron retratados el sábado en Estambul cogiditos de la mano con Erdogan y Putin tras firmar una búsqueda negociada y consensuada al avispero sirio que hasta ahora era para ellos un asunto de cambio de régimen. Y en la foto no estaba Estados Unidos. Aunque pequeña, es una buena noticia. No dan para mucho más: la UE está todavía muy lejos del sentido común.
La guerra no tiene futuro si los corderos no se dejan arrastrar al matadero, pero en Europa los corderos están entretenidos con otros asuntos y parecen enteramente ajenos al claro incremento del peligro de guerra que vivimos.
[Fuente: Blog del autor]
1/11/2018
Joan Coscubiela
Elogio de la complejidad
Sabemos de la existencia de los ciclos económicos desde mucho antes que la economía fuera considerada una ciencia -social, por cierto-. Baste recordar el pasaje bíblico del sueño del Faraón de las siete vacas gordas y las siete flacas.
La Gran Recesión sufrida estos años nos ha recordado de manera brusca que los ciclos económicos no han desaparecido, a pesar de las afirmaciones teológicas de los apóstoles del mercado y de su perfección.
Los ciclos, no solo los económicos, son inherentes a la humanidad, como lo es la periodicidad con la que se suceden épocas de equilibrio con otras en las que la Hybris de los clásicos y la desmesura que la acompaña se apodera de nosotros.
Algunos de estos equilibrios han sido básicos en nuestra evolución como seres humanos. Quizás el más determinante de todos es el que mantenemos -o no- entre competitividad y cooperación. Y el alto precio que pagamos en términos de injusticia y de ineficiencia cuando este equilibrio se rompe.
La competitividad, adorada en las últimas décadas como el gran dios de una sociedad convertida en mercado, esta sobrevalorada. Hasta el punto de hacernos olvidar que aquello que nos permitió evolucionar de la condición de primates a la de humanos fueron las actitudes y estrategias de cooperación.
Otro de los grandes equilibrios que el ser humano persigue desde la noche de los tiempos es entre libertad e igualdad, entre igualdad y libertad. Objetivos que cuando se plantean como contrapuestos, suelen comportar un alto coste en vidas humanas, miserias y sufrimiento. Por eso una renovada utopía seria la del igualitarismo liberal o liberalismo igualitario, que nos aleje del riesgo de distopía que conlleva romper el equilibrio entre justicia y libertad.
A lo largo de la historia los momentos de progreso han venido de la mano del equilibrio entre estos valores y objetivos, a los que nos aproximamos cuando los humanos conseguimos construir estructuras sociales con capacidad de gobernar los cambios que llegan de la mano de las grandes innovaciones tecnológicas y su impacto en la sociedad.
Esta capacidad de gobierno es relativa y se valora siempre con los parámetros de cada época que, en algunos casos con el paso del tiempo, nos resultan del todo rechazables, por ejemplo la limitación en el acceso a los derechos políticos, que en su momento se restringieron a los propietarios o más tarde solo a los hombres – excluyendo a las mujeres, o sea la mitad de la humanidad-. Ello nos permite intuir que en un futuro cercano nos resultará incomprensible que hoy se restrinjan los derechos políticos a los nacionales de un Estado, negándoselos al resto de ciudadanos, cuando vivimos en un mundo global con sociedades constituidas en buena parte por ciudadanos no nacionales.
En contraposición los momentos de desequilibrio se instalan entre nosotros cuando los cambios tecnológicos convierten las estructuras sociales en obsoletas para cumplir su función de gobernar las sociedades. Hoy asistimos a una de estas etapas históricas con efectos brutales en términos de desmesura y desequilibrios. Quizás porque la profundidad de los cambios, la velocidad a la que se producen y su dimensión global están generando más desconcierto, perplejidad, inseguridad y miedo del que nosotros y las estructuras sociales que hemos creado en los dos últimos siglos somos capaces de soportar.
Recuperar la mesura, huir de la Hybris, deviene vital. Y entre los muchos equilibrios que necesitamos recuperar nos encontramos con viejos conocidos: en relación al modelo de sociedad entre libertad e igualdad; en relación a las estrategias para conseguirlo y a la manera de relacionarnos como personas y como grupos, entre competitividad y cooperación; y también en relación a la manera de mirar, leer, interpretar y comprender la realidad, en la que la pugna entre simplicidad y complejidad deviene clave.
La complejidad nos protege de la tentación de apostar por soluciones mágicas, fáciles y únicas a problemas cada vez más complejos. Bajando al terreno de lo cotidiano la complejidad nos permite combatir el determinismo de la tecnocracia –la verdad indiscutible de las soluciones técnicas que se presentan como ideológicamente eunucas–. También nos permite huir del simplismo de las respuestas fáciles del populismo, en todas sus facetas, orientaciones y variables.
La complejidad no lo tiene fácil y menos en momentos de gran desconcierto y perplejidad. Cuanto más perdidos estamos, los humanos, más necesidad tenemos de respuestas fáciles y simples. Quizás eso es lo que explique la construcción humana de las religiones y su traslación posterior al terreno de las ideologías y el espejismo de las soluciones sistémicas.
La complejidad nos permite entender que todos y cada uno de los problemas y los conflictos pueden tener muchas miradas, no solo una. Y nos lleva también a asumir que no es creíble que alguien tenga toda la razón y los otros ninguna.
La complejidad incentiva la duda que ha sido y es una gran aliada de los avances científicos y sociales y al mismo tiempo actúa como antídoto ante la certeza de los dogmas y las actitudes inquisitoriales, tan en boga en estos tiempos.
La complejidad nos permite alejarnos de la tentación muy actual a dejarse arrastrar por el zoroastrismo y su visión del mundo organizada entre la verdad y la mentira, la bondad y la maldad.
En este sentido la complejidad nos ofrece mecanismos de defensa como sociedad frente a las estrategias de desinformación que se practican desde el poder (cualquier poder) y su difusión masiva. La complejidad, en la medida que ayuda a dudar, nos hace más fuertes frente a las trampas de la manipulación organizada.
La complejidad abre la puerta al diálogo, al consenso y al pacto que tan mala fama han cosechado últimamente. Mientras la simplicidad dificulta, cuando no impide, que las respuestas sean fruto del dialogo y del acuerdo y nos arrastra hacia un final en el que una parte intenta la victoria frente a la parte contraria, a la que se pretende derrotada. Una salida pactada siempre es más fuerte y duradera que una impuesta de uno sobre el otro.
Por último la complejidad nos permite aliviar algunos de los efectos que los ciclos tienen en nuestras sociedades. Con complejidad los ciclos pueden ser más suaves y no tan bruscos.
Para salir de la Hybris en la que estamos inmersos necesitamos recuperar los grandes equilibrios de la humanidad, entre libertad e igualdad, entre competitividad y cooperación. Y para intentarlo necesitamos rescatar la complejidad de ese barranco al que ha sido arrojada por nuestro desconcierto, perplejidad y miedos.
[Fuente: eldiario.es]
19/11/2018
Gorka Quevedo
Entrevista a Rafael Poch de Feliu
¿En qué situación se encuentra la Unión Europea en esta coyuntura mundial de "cambio" y "desorden"? ¿Qué papel juega en este tránsito tras la Guerra Fría de un mundo unipolar —con una potencia hegemónica— a otro multipolar?
La crisis que parece desintegradora de la UE, la sensación de que cada vez está más dividida entre los intereses y tendencias del Norte y del Sur, del Este y del Oeste, de Francia y Alemania, así como de algunas regiones, con el resultado de una parálisis fenomenal, ejemplariza, precisamente, ese desorden más general y forma parte de él. En esas condiciones se está mostrando completamente incapaz de configurarse como actor autónomo, como uno de esos actores de ese “mundo multipolar”, con varios centros de decisión que teóricamente sería la alternativa al hegemonismo de una sola potencia que se resiste a morir. La UE cada vez sale menos en la foto del mundo de mañana. Hasta ahora solo la hemos visto en el papel del “ayudante del sheriff”. Su vasallaje de Estados unidos no tiene precedentes. Recordemos la guerra de Vietnam; ni siquiera el Reino Unido envió allí tropas, algunos gobiernos —el de Olof Palme en Suecia— se enfrentaron a Washington y toda Europa era un mar de crítica. Ahora, todos están en Afganistán, una guerra criminal y sin sentido imposible de ganar, casi todos han pasado por Irak y nadie levanta la voz…
Con la segunda guerra de Irak hubo aquel pequeño plante de Francia y Alemania en 2003, pero más allá de eso hubo, como ahora se sabe, una plena cooperación a nivel de servicios secretos y demás. En Libia la iniciativa fue francesa, seguramente para borrar los rastros de la financiación de la campaña de Sarkozy. Luego hemos tenido el caso del espionaje de la NSA a sus aliados y a todo el mundo. En Berlín el teléfono de Merkel se espía desde la embajada de Estados Unidos, a menos de un kilómetro de la cancillería. En París la embajada es el edificio contiguo al Elíseo… Todo esto es del dominio público, ha generado documentos gracias a los Snowden y Assange, los héroes de nuestro tiempo que diría Lérmontov, y no ha pasado nada. Ahora Trump, el presidente broncas, está trabajando activamente para emancipar a la UE de esas tutelas. Todo está resquebrajado y Trump aun lo tritura más; el G-7, la OMC, la OTAN, la OPEP, hay que darle las gracias a Trump por ello, pero no parece que la UE esté en posición de sacar provecho… Así que la Unión Europea, a la que se daba como seguro poder ascendente, está sumida en una seria y paralizante crisis desintegradora pero no es el único aspirante a un papel en el mundo multipolar que se encuentra en esa situación.
Los avances de América Latina sacudiéndose gran parte del tradicional tutelaje del vecino del norte conocen inquietantes reacciones en países clave como Brasil, Argentina y la caótica Venezuela chavista, que cometió, a diferencia de la Rusia de Putin, el imperdonable delito de repartir entre los pobres renta petrolera. Es cierto que un país tan importante como México ha conocido un cambio con la holgada victoria de López Obrador, pero el nuevo presidente no parece tener propósitos de encabezar un liderazgo hacia la soberanía continental semejante a los de Lula y Chávez en la década anterior. Oriente Medio está más desorganizado y tenso que nunca, con la novedad de que ninguna potencia externa —y desde luego tampoco Estados Unidos gran factor de caos allá— es capaz de intervenir con eficacia determinando el curso de los acontecimientos. Rusia se ha restablecido militarmente, pero en todo lo demás, en su estructura económica y en su régimen político, sigue siendo un país atrasado. Y en Asia, más allá de la evidencia del ascenso chino, son fundadas las dudas de que ese paquidermo llamado Organización de Cooperación de Shanghai pueda llegar a bailar un vals y ser verdaderamente operativo en la esfera internacional… Así que podemos concluir que la tendencia mundial, la evolución de la correlación de fuerzas entre potencias y regiones, erosiona ciertamente al hegemonismo, pero, que al mismo tiempo, los aspirantes al relevo multipolar, quizá con la excepción de China, están bastante averiados.
La Unión Europea se ha convertido en una construcción oligárquica y antidemocrática que poco o nada tiene que ver con los teóricos principios fundacionales. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Aclaremos primero eso de los “principios fundacionales”. La integración europea fue, sin duda, un producto de la Guerra Fría. Como explicaba Eric Hobsbawm, el proyecto evidenciaba la fuerza del miedo que mantenía unida a la alianza antisoviética: miedo a la URSS, pero también miedo de Francia a Alemania, de Alemania a una condena eterna a la falta de soberanía, y miedo de ambos a Estados Unidos, a la certeza de que Washington ponía siempre su propia agenda por delante de los intereses de sus aliados europeos. En cualquier caso, todo venía cosido por (y no habría sido posible sin) la convicción de Estados Unidos de que una Europa (lo mismo vale para Japón) económicamente fuerte e integrada, era la mejor estrategia para la “contención” contra la URSS. En ese marco, lo único que les quedaba a los franceses era vincularse con Alemania en un cuadro superior de integración que imposibilitara el conflicto. De ahí sale el proyecto francés de Unión Europea. Ese impulso de paz continental es positivo y hay que cuidarlo, pero sin idealizar todo eso del “continente de paz”, porque no se puede olvidar la guerra incesante que esa Europa ha venido practicando en el mundo no europeo y colonial después de la Segunda guerra mundial, por no hablar de la desintegración inducida de Yugoslavia, del actual conflicto en Ucrania, ambos con claras responsabilidades de la UE, y del papel de “ayudante del sheriff”. Ese es el “continente de paz” realmente existente. Dicho esto, particularmente desde Maastricht esta UE ha sido, ciertamente, la autopista de la globalización oligárquica y neoliberal en esta parte del mundo. ¿Cómo hemos llegado? Pues sin la menor democracia: se ha ido construyendo un corsé de tratados e instituciones a cargo de funcionarios y organismos al servicio del interés empresarial, con gran peso de la economía exportadora alemana, que ha encerrado a los estados y a las ciudadanías en una especie de cárcel.
Esta última década, o mejor dicho desde 1992, cuando la gente ha podido votar sobre diferentes aspectos en referéndum, los postulados del establishment han sido derrotados, desde el Brexit a Grecia, pasando por la ratificación/rechazo de los diferentes Tratados de la Unión. ¿Tiene futuro una Unión que se construye continuamente en contra de la opinión mayoritaria de la gente?
Todo menos el Brexit ha sido ignorado. Los marcos de la soberanía y de la democracia son estatales. La ciudadanía es estatal, no existe el “pueblo europeo”, sino la suma de los pueblos español (multinacional), francés, alemán, polaco, etc. Sin embargo, todo se decide en instancias tecnocráticas que están por encima de la soberanía y de la democracia, inalcanzables para la ciudadanía. “No hay democracia fuera de los tratados europeos”, dijo Jean-Claude Juncker hace año y medio. ¿Tiene futuro esto? Yo creo que depende de la gente, de su acción en los estados nacionales. No creo en una “rebelión europea” a la Varufakis, sino en la suma de transformaciones en los Estados, porque es en ellos donde está el marco ciudadano.
Con alguna excepción, la izquierda europea es incapaz de ofrecer una alternativa real que haga frente al actual statu quo. ¿Qué responsabilidad tiene la izquierda en esta situación?
En general la izquierda en Europa no cuestionó la integración europea, cultivó el mito del “continente de paz” por miedo al nacionalismo y quedó prisionera de su marco, es decir de la versión local de la globalización capitalista neoliberal “made in USA”. Ahora asiste al espectáculo de que el grueso de la rebelión contra el orden establecido lo capitaliza la extrema derecha. Supongo que la izquierda debería dar una patada a la puerta de esa cárcel conceptual en la que está metida y debería reivindicar el soberanismo para cambiar las cosas en cada país y luego en la Unión Europea. Algo de eso está pasando en Francia con la France Insoumise de Jean-Luc Melenchon y en Alemania con el recién creado movimiento Aufstehen, iniciativa de Oskar Lafontaine, el político europeo de izquierdas más sólido, desgraciadamente en vías de retiro… En España estamos retrasados en ese debate. En Catalunya en lugar de desembocar en la extrema derecha el descontento ha desembocado en la payasada del “procés” y se ha perdido gran parte del positivo impulso del 15-M.
¿Por qué se siguen aplicando recetas capitalistas neoliberales que no funcionan y que tienen graves consecuencias para la mayoría de la gente? ¿Hay condiciones objetivas para construir una alternativa real de izquierdas que haga de contrapeso a quienes imponen estas políticas, tal y como las había para el llamando "mundo occidental" cuando existía la URSS?
Esas recetas funcionan perfectamente para lo que fueron diseñadas: engordar a los ricos, maximizar el beneficio e incrementar la explotación vía deslocalización, privatización, desregularización y emigración de mano de obra. Hasta que la mayoría social perjudicada no les de un puñetazo en el morro no se inmutarán. Fue el miedo a la insurrección y a la inestabilidad lo que impuso el estado social en Europa tras el shock de la Segunda guerra mundial. Claro, el adversario soviético y su tan poco atractivo modelo, también influyó. Desde el hundimiento del bloque del Este se sienten más fuertes y además con la integración de todo aquello en la economía mundial y el ingreso de India y China en ella, se ha duplicado el número de obreros en el mundo, añadiendo unos 1.400 millones más. La correlación de fuerzas entre capital y trabajo ha cambiado en beneficio del primero. ¿Cómo modificar todo esto en un sentido de mayor justicia social? ¿Cómo crear una fuerza que asuste tanto que obligue a imponer reformas sociales? Son preguntas enormes cuya respuesta está en la historia de la humanidad.
Mientras tanto la extrema derecha está creciendo en los diferentes procesos electorales. ¿Cuáles son los motivos? ¿Hasta qué punto influye la inmigración; o, mejor dicho, la gestión que se está haciendo de este tema?
Desde finales del siglo XX, una creciente desigualdad territorial y social, crisis y conflictos, así como la circulación de la información que estimula la comparación y las ganas de irse, aceleraron y mundializaron las emigraciones. Una encuesta realizada en 2014 por la OIT en 150 países, sugiere que más de una cuarta parte de los jóvenes de la mayoría de las regiones del mundo quiere residir permanentemente en otro país. Nada más comprensible en un planeta en el que 1.200 millones de personas viven en la extrema pobreza y donde a una quinta parte de la población le corresponde sólo el 2% del ingreso global, mientras el 20% más rico concentra el 74% de los ingresos. El vector de esta política apunta hacia una división del mundo en dos categorías, dos castas geográfico-sociales, en la que el estrato superior que podría implicar al 20% de la población del planeta podría vivir en un cuadro de relativa distribución, suficiente para generar un consenso y una fuerza militar capaz de mantener al 80% restante en una posición totalmente subyugada y paupérrima. Evocando este escenario, el sociólogo Immanuel Wallerstein observa con razón que, “el orden mundial que Hitler tuvo en mente no era muy diferente”.
El actual flujo migratorio hacia esta Unión Europea de 500 millones de habitantes es insignificante, pero el futuro y el calentamiento global cambiarán las cosas. Lo que hemos visto hasta ahora ha bastado para cambiar la geografía política de algunos países en beneficio de la extrema derecha. Para la izquierda el problema es irresoluble si no se enmarca en una acción general de transformación del mundo, sin una acción antibelicista, contra el comercio injusto, contra el crecimiento y por el multilateralismo en las relaciones internacionales. Encerrarse en el feliz mundo “sin fronteras” y en el “open arms” que nos vendieron los gringos junto con su globalización, un mundo en el que los estados son sustituidos por ONG y la política por la manipulable ideología de los derechos humanos, equivale a practicar una caridad que hace la cama a la ultraderecha. Pero ¿cómo meter todo esto en un programa y al mismo tiempo evitar el escándalo de las muertes en el Mediterráneo?
Llevas tiempo denunciando la deriva militarista de la Unión Europea y su estrategia de búsqueda de culpables para explicar su fracaso. Rusia es un claro ejemplo. Salvando las distancias y dejando claro que todas las comparaciones son odiosas, ¿estamos ante una nueva Guerra Fría?
Durante 25 años, occidente estuvo metiéndole el dedo en el ojo al oso ruso. La cosa funcionó mientras la clase dirigente rusa se dedicó a la gran juerga de privatizar y enriquecerse, pero pasado eso, a partir de 2008, el oso lanza zarpazos cuando le atosigan y además se ha crecido militarmente. El problema es que occidente no acepta la recuperación del oso y así hemos llegado a esta segunda guerra fría sin justificación ideológica, pues ya no hay diferencias ni enfrentamientos entre sistemas socioeconómico. En esta dialéctica la UE en crisis desintegradora encuentra un enemigo hacia el que dirigir su fracaso, mientras que Rusia asume grandes riesgos porque si vuelve a ser humillada su régimen podría hundirse como un castillo de naipes. La situación es particularmente peligrosa porque Estados Unidos fue destruyendo y retirándose de los acuerdos que ordenaban y prevenían desastres nucleares durante la guerra fría y hoy apenas hay canales. Eso hace más imprevisibles posibles incidentes, en el Báltico, Ucrania o Siria, que impliquen a los ejércitos de las potencias nucleares que allí están en contacto. Una solución sería volver a los documentos de 1990 (La Carta de París de la OSCE) sobre seguridad en Europa, que prometían un esquema de seguridad integrado, sin perjuicio de la seguridad del otro, en el continente. La OTAN violó aquello. Todo lo demás, incluida la actual chulería militar rusa, es consecuencia.
La victoria de Trump supone la victoria de la política del "Me first". Trump ha declarado una guerra comercial a los "competidores" de Estados Unidos. ¿Qué consecuencias puede tener esta guerra comercial, tanto a nivel global —postura de China, potencia emergente— como de la UE?
Trump llegó a la Casa Blanca en ese momento. Su “America First” combinaba un refuerzo del proteccionismo desmarcado del discurso liberal con cierta idea de una administración tripartita de los asuntos mundiales en rivalidad con China y Rusia. Trump partió del presupuesto de que el principal adversario de Estados Unidos a medio plazo era China e intentó repetir la jugada de Henry Kissinger de 1972, pero invirtiendo sus términos: si en la época de Nixon se trataba de llegar a acuerdos con China para confrontar a la URSS y alterar así la correlación de fuerzas en perjuicio de quien se consideraba enemigo principal, Trump deseaba un acuerdo con Rusia para debilitar a China. Eso no va a funcionar, porque nadie se fía de Trump ni sabe cuanto va a durar en el cargo. Supongo que con los competidores europeos se llegará a acuerdos. El problema es con China, y no es comercial —porque el 40% de la exportación china al resto del mundo procede de multinacionales americanas y europeas instaladas en China— sino que tiene que ver el hecho de que el ascenso de China en el mundo solo puede ser detenido por la guerra. De momento guerra comercial, pero no olvidemos que ya con Obama se realizó el llamado “pivot to Asia”, es decir desplegar el grueso de la capacidad militar aeronaval de Estados Unidos alrededor de China. Pekín ha respondido con una estrategia comercial inclusiva, la llamada “nueva ruta de la seda”, pero también está dejando claro que no permitirá atropellos militares en sus fronteras. El actual fortalecimiento militar aeronaval de China en su frontera, en el Mar de China meridional, tiene por objetivo complicar para los militares de Estados Unidos cualquier posibilidad de victoria militar regional (que no global) en esa zona. La “guerra comercial” forma parte de un pulso general contra el ascenso de China, cuya política internacional, hay que decirlo, no es militarista ni excluyente, sino más bien integradora y prudente.
[Fuente: Alda, revista de ELA, 28-10-2018]
30/11/2018
La Biblioteca de Babel
Josefina Goberna-Tricas y Margarita Boladeras (coord.)
El concepto «violencia obstétrica» y el debate actual sobre la atención al nacimiento
Tecnos, 2018, 185págs.2018
Partos infelices
La lectura de este libro ha sido muy ilustrativa para mí, pues trata de un problema cuyas dimensiones y alcance desconocía hasta el momento en que llegó a mis manos.
La violencia obstétrica comprende prácticas terroríficas como amordazar o atar a la mujer que está pariendo, abusar sexualmente de ella o negarle medicamentos para paliar el dolor. Las parturientas también sufren humillaciones o muestras de desprecio y ven cuestionada su conducta sexual, especialmente en el caso de ser madres solteras.
Otros abusos que incluye la violencia obstétrica y se analizan en el libro sí me resultan más familiares como la utilización en exceso de la cesárea que, resulta innecesaria en muchos casos o, incluso, peligrosa. Cuando se puso en marcha el proceso de desprivatización de la sanidad en Valencia, uno de los datos que salieron a la luz es que se realizaban muchas más cesáreas en los centros privados que en los públicos. Una de las razones de esa diferencia es la comodidad de los médicos que, con las cesáreas pueden planificar mejor sus agendas y realizar más intervenciones (facturándolas) en lugar de esperar a que se produzca un parto natural. Pueden consultarse datos cuantitativos sobre este tipo de intervenciones quirúrgicas en España en la página web del Observatorio de la Violencia Obstétrica.
En el libro se señala asimismo que a las cesáreas se suman también otras prácticas prescindibles, como la medicación para acelerar químicamente el parto, o las incisiones quirúrgicas para ampliar la abertura de la vagina (episiotomías).
El alcance de los abusos y las agresiones a las parturientas llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a redactar una declaración en el año 2014 titulada "Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud" en la que se afirma que "un número cada vez mayor de investigaciones sobre las experiencias de las mujeres en el embarazo y, en particular, el parto, plantean un panorama alarmante".
Los estudios empíricos a los que se refiere la declaración de la OMS han sido realizados en muy diversos lugares y ponen de manifiesto que el fenómeno de la violencia obstétrica no es privativo de países pobres, sino que se manifiesta también en los que se consideran "desarrollados". No obstante, la magnitud del problema a nivel global resulta difícil de cuantificar. Un artículo, publicado por un conjunto de investigadoras y citado en el libro como un texto de referencia, revisa los análisis cualitativos y cuantitativos realizados acerca de los abusos contra mujeres durante el parto, partiendo de un rastreo de más de siete mil textos científicos. La bibliografía localizada en la primera fase fue sometida a una serie de procesos de selección para identificar las investigaciones más relevantes y rigurosas, escogiéndose finalmente unos setenta trabajos relativos a una treintena de países. Sin embargo, los datos recopilados en los estudios seleccionados no son susceptibles de agregación, por referirse a prácticas diferentes y utilizar metodologías dispares.
El objetivo que se persigue en el artículo mencionado es elaborar una tipología que constituya un instrumento útil para realizar estudios cuantitativos y cualitativos susceptibles de proporcionar resultados homogéneos y comparables. La categorización distingue los siguientes tipos de maltratos contra las mujeres durante el parto: abuso físico, abuso verbal, estigmatización y discriminación, incumplimiento de los estándares profesionales de atención, mala actitud de los profesionales respecto a las mujeres y malas condiciones o deficiencias del sistema sanitario.
Una de las cuestiones más debatidas en el libro es la que se refiere a la conveniencia de utilizar la expresión "violencia obstétrica" para referirse a los abusos y maltratos que sufren las mujeres en el momento del parto.
La utilización del término "violencia" resulta adecuada en discursos sociológicos o antropológicos que incluyen la violencia estructural, no restringiendo su alcance a prácticas abusivas de carácter individual. La coacción inscrita en el funcionamiento de las instituciones se oculta hasta resultar invisible al recubrirla con el manto de la "normalidad", como señala Fina Birulés en uno de los capítulos del libro. En la universidad, que es la organización que mejor conozco, se llevan a cabo prácticas abusivas por parte del profesorado que son vistas como elementos del funcionamiento "normal" por parte de los estudiantes, especialmente en el caso de los de nuevo ingreso. Los alumnos pueden ir adquiriendo una visión crítica y cuestionar algunas de estas actuaciones, pues permanecen en la institución durante varios años y pueden contrastar sus impresiones con las de los compañeros. Sin embargo, en el caso de las mujeres internadas en un hospital, la posibilidad de identificar prácticas abusivas presentadas como "normales" en el momento del parto es mucho menor que la de los universitarios por el poco tiempo que permanecen ingresadas, por la situación de dependencia en que se encuentran y por la limtada posibilidad de compartir sus experiencias con otras pacientes.
Desde el punto de vista de la eficacia retórica, la expresión "violencia obstétrica" resulta muy contundente lo que puede ser útil para que la sociedad, las mujeres afectadas y los profesionales tomen conciencia del problema. Muchos de estos abusos implican lesionar físicamente a la paciente (así ocurre con la práctica de operaciones quirúrgicas como la cesárea o la episiotomía) sin contar con su consentimiento, por lo que usar el término "violencia" en estos supuestos no resulta exagerado. En un artículo referido a este problema en Estados Unidos se refieren casos en los que no se ha tenido en cuenta la negativa explícita de la mujer a que se le practique una cesárea, alegando que no hacerla representaba una grave amenaza para la vida de la madre. Con independencia de que el riesgo fuese real o ficticio, ese tipo de casos pone de manifiesto la situación de desamparo de las mujeres (como de otros múltiples pacientes) en el momento de decidir si prestan o no su consentimiento para que se lleve a cabo una intervención quirúrgica.
En el ámbito del derecho, la utilización del término "violencia" puede resultar inadecuada, pues, desde la perspectiva jurídica, si se producen actos de violencia debe haber una reacción sancionadora. La utilización de ese término en el terreno legal puede fomentar el populismo punitivo tan caro a las feministas "oficiales" de nuestro entorno y llevar a penalizar esas conductas tipificándolas como un delito específico de violencia obstétrica. Venezuela y algunos estados de México han incluido ya la violencia obstétrica en su legislación considerándola sancionable penalmente.
La intrusión del derecho penal en cualquier ámbito social complejo resulta contraproducente por diversas razones, como se señala en uno de los capítulos del libro, poniendo como ejemplo la experiencia mexicana. El derecho penal tiene una perspectiva muy restringida de los hechos que juzga y se ocupa de acciones específicas teniendo en cuenta únicamente las consecuencias y su previsibilidad, las intenciones del sujeto, su capacidad mental y unas pocas circunstancias que pueden agravar o atenuar la respuesta jurídica, que se limita a la imposición de una sanción. Esa "miopía" del derecho penal es admisible, pues constituye uno de los componentes del conjunto de garantías que pretende impedir el uso abusivo de ese instrumento coactivo por parte de las autoridades. Pero lo convierte también en un mecanismo inadecuado para abordar las causas sociales de los problemas o los elementos estructurales subyacentes a los mismos. Eso no quita que pueda existir responsabilidad penal en los casos en que los maltratos caigan bajo la tipificación de algún delito, como los que penalizan los abusos sexuales o las lesiones.
Dejando de lado la discusión sobre la idoneidad de la expresión "violencia obstétrica", lo cierto es que esa denominación tiene ya una notable presencia en los medios y en el ámbito de la militancia feminista como se puede comprobar realizando una búsqueda con Google. Se ha popularizado especialmente en el ámbito hispanoparlante, debido a su inclusión en la normativa de diversos países latinoamericanos a los que se ha hecho referencia. Pero su uso en la esfera anglosajona parece mucho más limitado y la expresión no aparece habitualmente en la bibliografía en lengua inglesa que se ocupa de estos problemas, como puede comprobarse en el caso del artículo analizado más arriba cuyo título es "El maltrato a las mujeres durante el parto en centros de salud a nivel mundial: una revisión sistemática utilizando métodos mixtos". Como se ha visto, tampoco se hace uso de esta expresión en el encabezamiento de la declaración formulada en 2014 por la Organización Mundial de la Salud sobre el tema, ni se usa en el cuerpo de su texto.
En cualquier caso, dar nombre a un conjunto de conductas lesivas equivale a crear la realidad que ese concepto refleja. Algo similar ocurrió cuando Catharine Mackinnon acuñó la expresión "acoso sexual" para referirse a un conjunto de prácticas abusivas, que se daban con frecuencia en el ámbito laboral, pero que eran percibidas como fenómenos independientes fruto de la falta de sensibilidad o la actitud ofensiva de quienes las practicaban. Al aglutinarlas mediante la creación de un concepto general fue posible concebirlas como manifestación de una conducta típica, desvelándose las condiciones estructurales que la favorecían. Independientemente de la responsabilidad individual de quienes se aprovechaban de la situación y del carácter más o menos ofensivo y humillante de las prácticas concretas, su categorización permitió que fuesen excluidas de la "normalidad" de las relaciones entre hombres y mujeres en el lugar de trabajo. El acto de nominación es especialmente importante en el caso de los maltratos que se analizan en el libro, pues las mujeres afectadas aceptan frecuentemente esas conductas abusivas porque las consideran normales.
Finalmente, el libro reseñado resulta de gran utilidad tanto para legos como para especialistas o personas afectadas por el tema, pues contiene capítulos cuyo objetivo es presentar y delimitar el problema, junto a textos más específicos escritos desde la perspectiva de disciplinas diversas como la medicina, el derecho, la antropología, la filosofía o, incluso, de carácter interdisciplinar.
José A. Estévez Araujo
30/11/2018
Rafael Poch-de-Feliu
Entender la Rusia de Putin
De la humillación al restablecimiento
Akal, 2018, 157págs.2018
Imprescindible
Este breve libro de Rafael Poch-de-Feliu es una muestra excepcional de comprensión de la historia y de la geopolítica de nuestro tiempo. Su contenido, sin embargo, va mucho más allá de lo que promete su título. Es el trabajo de un periodista doblado de historiador, o, quizá mejor: de un historiador doblado de periodista. El libro tiene la virtud de ser extraordinariamente claro desde el punto de vista expositivo. Ésta es una reseña de urgencia que probablemente no le hace justicia.
El primero de los tres capítulos que componen el libro se titula “Raíces de la autocracia”. Analiza los elementos fundamentales de la cultura rusa y de su tradición política. Al autor de estas líneas sus explicaciones le han resultado particularmente iluminadoras porque dan razón de las raíces profundas de esa cultura y de la génesis sus prácticas políticas seculares.
El segundo capítulo. “¿Por qué se disolvió la Urss?”, aborda tres de sus aspectos, llamados disolución “técnica”, “degenerativa” y espiritual”. La segunda, la disolución “degenerativa”, tiene particular interés para comprender las razones que impulsaron a una parte substancial de la nomenklatura soviética a convertirse en propietarios privados de los bienes que administraban. La disolución “espiritual” explica la apatía de la población soviética, que no encontró razones para contraponerse al expolio.
El tercero de los capítulos, “La Rusia postsoviética en el mundo de hoy”, se ocupa de lo que propone el subtítulo del libro, y es una visión desideologizada tanto de las tensiones internas de Rusia como las del mundo visto geopolíticamente.
La lectura del libro aquí reseñado se recomienda a cualquier persona que desee entender sin anteojeras el mundo contemporáneo.
J.R.C
19/11/2018
...Y la lírica
Los «momentos privilegiados» de Bernardo Bertolucci
Se rescata aquí un rico y vivo diálogo poético entre Pier Paolo Pasolini y un jovencísimo Bernardo Bertolucci. Un modo de recordar a este último distinto al de los abundantes obituarios que circulan estos días.
La iniciación de Bertolucci en cine se debió justamente a Pasolini, quien le convirtió en «ayudante de dirección» de Accatone. Se habían conocido poco antes en Roma, en 1959. Bernardo tenía 19 años y Pasolini 37. La familia Pasolini se trasladó al mismo edificio de los Bertolucci, habida cuenta de la amistad que unía a Pier Paolo, desde su llegada a Roma en 1950, con el padre de Bernardo, el gran poeta Attilio Bertolucci.
El primer poema, que se ha preferido dejar en su lengua original, está dedicado a Bernardo. Como joven de su tiempo, es tomado por Pasolini como vehículo de una contraposición entre un pasado campesino, repleto de ilusiones dejadas atrás con el traslado a Roma (y ahí emerge la figura de otro joven, su hermano Guido asesinado en 1945 en un trágico incidente entre partisanos) y el presente simbolizado en una Roma que Pasolini irá descubriendo a partir de un primer sentimiento de repliegue interno (que más adelante, tras la consolidación de la transformación consumista de Italia, reaparecerá con fuerza).
Le sigue otro poema en italiano de Bertolucci, a modo de respuesta, y (ya en prosa y traducido) el recuerdo posterior de aquella relación tan decisiva en la brillante y vitalista trayectoria de este comunista que nos dejó el pasado 25 de noviembre.
***
A un ragazzo (1956-1957)
En P. P. Pasolini, La religione del mio tempo (1961)
Così nuovo alla luce di questi mesi nuovi
che tornano su Roma, e che a noi altrove
ancorati a una luce d’altri tempi,
sembrano portati da inutili venti,
tu, con fresco pudore, e ingenuamente senza
pietà, scopri per te, per noi, la tua presenza.
Col sorriso confuso di chi la timidezza
e l’acerbità sopporta con allegrezza,
vieni tra gli amici adulti e fieramente
umile, ardentemente muto, siedi attento
alle nostre ironie, alle nostre passioni.
Ad imitarci, e a esserci lontano, ti disponi,
vergognandoti quasi del tuo cuore festoso…
Ti piace, questo mondo! Non forse perché è nuovo,
ma perché esiste: per te, perché tu sia
nuovo testimone, dolce-contento al quia…
Rimani tra noi, discreto per pochi minuti
e, benché timido, parli, con i modi già acuti
dell’ilare, paterna e precoce saggezza.
Esponi, orgoglioso, la tua debolezza
di adolescente, leso appena al ridicolo
che ha la troppa umiltà in un mondo nemico…
Al giusto momento, ci lasci, ritorni
alla segreta luce dei tuoi primi giorni:
alla luce che certo tu non puoi dire
né, noi, ricordare, una luce d’aprile
in cui la coscienza con le sue gemme sfiora
solo la vita, non la storia ancora.
Tu vuoi SAPERE, da noi: anche se non chiedi
o chiedi tacendo, già appartato e in piedi,
o tenti qualche domanda, gli occhi vergognosi,
ben sentendo in cuore ch’è vano ciò che osi,
se di noi vuoi sapere ciò che noi ai tuoi occhi
ormai siamo, vuoi che le perdute notti
del nostro tempo siano come la tua fantasia
pretende, che eroica, com’è eroica essa, sia
la parte di vita che noi abbiamo spesa
disperati ragazzi in una patria offesa.
Vuoi sapere le mute paure e le immature azioni
– tra macerie, strade deserte e prigioni –
delle nostre figure per te ormai remote.
Vuoi sapere, e il viso infantile ti si infuoca,
tu, così puro, il male, così limpido l’odio,
ch’è nei riaccesi ricordi su cui inchiodi
l’occhio ferito, parteggiando intero
per chi lottava in nome del sentimento vero.
Vuoi sapere che cosa abbiamo ricavato
da quell’avventura, in che cosa è mutato
lo spirito di questa povera nazione
dove provi tra noi la tua prima passione;
sperando che ogni atto che ti preesiste, Chiesa
e Stato, Ricchezza e Povertà, intesa
trovino nel tuo dolce desiderio di vita…
Vuoi sapere l’origine della tua pudica
voglia di sapere, s’essa ha già dato prova
di tanta vita in noi, e adesso cova
già nuova vita in te, nei tuoi coetanei.
Vuoi sapere cos’è l’oscura libertà,
da noi scoperta e da te trovata,
grazia anch’essa, nella terra rinata.
Vuoi SAPERE. Non hai domanda su un oggetto
su cui non c’è risposta: che trema solo in petto.
La risposta, se c’è, è nella pura
aria del crepuscolo, accesa sulle mura
del Vascello, lungo le palazzine
assiepate nel cuore del sole che declina.
Le sere disperate per il troppo tepore
che nei freddi autunni, dimenticato muore,
o, dimenticato, in nuove primavere
torna improvviso – le disperate sere
in cui, tu, felice pei tuoi abiti freschi,
o il fresco appuntamento con giovani modesti
come te, e felici, esci svelto di casa,
mentre nel rione suona la sera invasa
dall’ultimo sole – penso a quel serio, candido
ragazzo, il cui silenzio è nella tua domanda.
Certo soltanto lui ti potrebbe rispondere,
se fu in lui, com’è in te, pura speranza il mondo.
Era un mattino in cui sognava ignara
nei rósi orizzonti una luce di mare:
ogni filo d’erba come cresciuto a stento
era un filo di quello splendore opaco e immenso.
Venivamo in silenzio per il nascosto argine
lungo la ferrovia, leggeri e ancora caldi
del nostro ultimo sonno in comune nel nudo
granaio tra i campi ch’era il nostro rifugio.
In fondo Casarsa biancheggiava esanime
nel terrore dell’ultimo proclama di Graziani;
e, colpita dal sole contro l’ombra dei monti,
la stazione era vuota: oltre i radi tronchi
dei gelsi e gli sterpi, solo sopra l’erba
del binario, attendeva il treno di Spilimbergo…
L’ho visto allontanarsi con la sua valigetta,
dove dentro un libro di Montale era stretta
tra pochi panni, la sua rivoltella,
nel bianco colore dell’aria e della terra.
Le spalle un po’ strette dentro la giacchetta
ch’era stata mia, la nuca giovinetta…
Ritornai indietro per la strada ardente
sull’erba del marzo nel sole innocente;
la roggia tra il fango verde d’ortiche
taceva a una pace di primavere antiche,
e i rinati radicchi da cui vaporava
un odore spento e acuto di rugiada,
coprivano il dorso della vecchia scarpata
grande come la terra nell’aria riscaldata.
Poi svoltava il sentiero in cuore alla campagna:
liberi nell’umile ordine, folli nella cristiana
pace del lavoro, nel parlante amore muti,
tacevano gelseti, macchie d’alni e sambuchi,
vigne e casolari azzurri di solfato, –
nel vecchio mezzogiorno del vivido creato.
Chiedendo di sapere tu ci vuoi indietro,
legati a quel dolore che ancora oscura il petto.
Ci togli questa luce che a te splende intera,
ch’è della nuova gioventù ogni nuova sera…
Noi invecchiati ora nient’altro diamo
che doloroso amore alla tua lieta fame.
Anche la tua stessa pietà, che cosa dice
se non che la vita solo in te è felice?
Perché, per fortuna, quel nostro passato,
vero, ma come un sogno, è nel tuo cuore grato.
In realtà non esiste, ne sei libero e cerchi
di esso solo quanto può adesso valerti…
Nella tua nuova vita non è esistito mai
fascismo o antifascismo: nulla, di ciò che sai
perché vuoi sapere: esiste solamente
in te come un crudele dolce fiore il presente.
Che tutto sia davvero rinato – e finito –
sia tutto – è scritto nel tuo sorriso amico.
È vizio il ricordare, anche se è dovere;
a quei morti mattini, a quelle morte sere
di dodici anni or sono, non sai se più rancore
o nostalgia, leghi il nostro cuore…
L’ombra che ci invecchia fosse astratta coscienza,
voce che contraddice la vitale presenza!
Fosse, com’è in te, la spietata gioia
di sapere, non l’amarezza di sapere ch’è in noi!
Ciò che potevamo risponderti è perduto.
Può parlarti – se, tu ragazzo, sai il muto
suo nuovo linguaggio di ragazzo – soltanto
chi è rimasto laggiù, nella luce del pianto…
Era ormai quasi estate, e i più bei colori
ardevano nel mite, friulano sole.
Il grano già alto era una bandiera
stesa sulla terra, e il vento la muoveva
fra le tenere luci, riapparse a ricolmare
di festa antica l’aria tra i monti e il mare.
Tutti erano pieni di disperata gioia:
sulla tiepida polvere delle vie ballatoi
e balconi tremavano di fazzoletti rossi
e stracci tricolori; pei sentieri, pei fossi
bande di ragazzi andavano felici
da un paese all’altro, nel nuovo mondo usciti.
Mio fratello non c’era, e io non potevo
urlare di dolore, era troppo breve
la strada verso il granaio perso nei campi, dove
per un anno l’ingenua, eternamente giovane,
povera nostra mamma aveva atteso, e ora
era lì che attendeva, sotto il tiepido sole…
Ma ha ragione la vita che è in te: la morte,
ch’è nel tuo coetaneo e in noi, ha torto.
Noi dovremmo chiedere, come fai tu, dovremmo
voler sapere col tuo cuore che si ingemma.
Ma l’ombra che è ormai dentro di noi guadagna
sempre più tempo, allenta ogni legame
con la vita che, ancora, un’amara forza
a vivere e capire invano ci conforta…
Ah, ciò che tu vuoi sapere, giovinetto,
finirà non chiesto, si perderà non detto.
***
A PASOLINI
B. Bertolucci
Vicino a te, timida come una sposa
era la mia emozione l’unica spia
dell’umiltà provinciale che riposa
in me, che scopro fragile poesia.
Per questo ho potuto vedere
nei tuoi giovinetti il tesoro
del sesso salvarsi: e cadere,
traditi, per una culpa non loro,
propio quei giovinetti in cui l‘asprezza
dei sensi m’era parsa una salvezza.
Ma se poi ti allontani e nei tuoi versi
la disperazione è furia, la speranza polvere,
non vedo per i tuoi giovinetti diversi
stracci, dagli antichi, in cui vivere,
se tu non sei come me, come noi,
comunista nell’anima, sulla pelle,
se non ci aiuti tu che puoi e vuoi
farlo. Usa la tua ribelle
passione per i giovinetti traditi
se non per noi poveri borghesi pentiti.
***
Nadie podrá describir, jamás, aquellos que quiero llamar mis momentos privilegiados. En cuanto supe escribir, me puse a escribir poemas. Mi padre fue el primer (y único) lector y mi generoso e implacable crítico.
Hacia los dieciséis años, mi producción poética se había ido empobreciendo. «Te estás estancando…», me pinchaba mi padre. La verdad es que durante el verano había rodado mi primera película, El teleférico, diez minutos en dieciséis milímetros, la iniciación correcta para un director adolescente. Pero también mi primer y desconcertante descubrimiento de que existía una alternativa a la poesía, que a esas alturas, para el hijo de un poeta, se había convertido en una trampa resbaladiza.
En 1959 la familia Pasolini (Pier Paolo, Susanna y Graziela Chiarcosi) se mudó a la via Carini 45. Nosotros estábamos en el quinto piso, ellos en el primero. Reemprendí la escritura de poemas para poder llamar a la puerta de Pier Paolo y hacérselos leer. Apenas había escrito uno bajaba las escaleras a grandes saltos, hoja en mano. Él era muy ágil leyéndolos y emitiendo su juicio. La operación entera no duraba más de cinco minutos. En mi interior, comencé a llamar a aquellos encuentros «momentos privilegiados». De ahí salió un grupo de poemas que Pier Paolo, tres años después, me animó a publicar. A saber cómo se lo tomaría mi padre, degradado sin mediar palabra a lector número dos.
B. Bertolucci
***
[Textos extraídos del Centro Studi Pier Paolo Pasolini di Casarsa delle Delizie: http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/molteniblog/a-un-ragazzo-dedicata-a-bernardo-bertolucci-che-risponde-con-una-sua-poesia/ Introducción y traducción de AGM]
28/11/2018
Foro de webs
Campaña Ropa Limpia
www.robaneta.org
www.cleanclothes.org
Una vez confirmado que el Black Friday ya es una nueva fiesta patronal en el santoral capitalista y encontrándonos a las puertas de la furia consumista navideña, no está de más recordar el trabajo que realiza la Campaña Ropa Limpia (Clean Clothes Campaign, CCC) para mejorar las condiciones laborales de quienes trabajan en la industria global de la confección —de manera que se ajusten a las establecidas por la Organización Internacional del Trabajo— y para minimizar el impacto de la producción textil sobre el medio ambiente. La CCC es una red de ONGs, sindicatos y organizaciones de personas consumidoras que está presente en 17 países europeos y colabora con más de 200 organizaciones de trabajadores y trabajadoras de todo el mundo. En España, la CCC está coordinada por SETEM.
En su página web se pueden encontrar las campañas vigentes (por ejemplo, la que exige salarios dignos a H&M), noticias, informes y consejos para una compra consciente. — RAF
30/11/2018
Western Sahara Resource Watch
WSRW es una red internacional de organizaciones y activistas que investigan y realizan campañas para denunciar a empresas que están involucradas en la explotación de recursos en el Sahara Occidental en contra de los intereses o los deseos del pueblo saharaui. Su objetivo es la conservación de los recursos naturales en este territorio para el uso por los saharauis, cuya soberanía sobre dichos recursos es un derecho plasmado en múltiples resoluciones de Naciones Unidas y en instrumentos internacionales de derechos humanos
Entre otras demandas exigen que la ONU y España asuman su responsabilidad en la protección de los recursos naturales del Sahara Occidental; que todas las compañías que comercian ilegalmente con recursos naturales del Sahara Occidental dejen de hacerlo inmediatamente, y que la UE exija a las empresas de sus países miembros que cesen sus actividades en este territorio. —RAF
30/12/2018
Campañas
Manifiesto para denunciar la inconstitucionalidad de sancionar «comportamientos» que «justifiquen la prostitución»
El artículo 76 de la vigente Ley andaluza para la promoción de la igualdad de género (Ley 9/2018) ha dado un paso más en el avance imparable de las políticas públicas y jurisdiccionales que persiguen la prostitución y garantizan el estigma y la exclusión de quienes la ejercen voluntariamente. Como si no fuera suficiente con sancionarlas administrativamente a ellas y a sus clientes a partir de ordenanzas municipales y de la Ley de Seguridad Ciudadana o con privarlas del derecho a autoorganizarse para defender sus derechos sindicales frente a los posibles abusos y la explotación de la patronal o de terceros (Sentencia de la Audiencia Nacional de 21/11/2018), ahora, con la nueva Ley, pueden imponerse multas que llegan a los 60.000 € a quienes “justifiquen” la prostitución utilizando la imagen de las mujeres.
A falta de otras vías posibles, las y los abajo firmantes, pertenecientes a distintos sectores sociales, asociativos, académicos y judiciales de todo el territorio español, se proponen pedir al Defensor del Pueblo que interponga un recurso de inconstitucionalidad frente a unos preceptos que, bajo el pretexto de promoverla igualdad de género, representan una flagrante vulneración de derechos fundamentales: del derecho a la libertad de expresión o información (art. 20 CE) de quienes, mediante campañas de publicidad o anuncios, “utilicen la imagen de las mujeres asociada a comportamientos que justifiquen o inciten a la prostitución o a la violencia contra ellas” o realicen esa justificación “en actos culturales, artísticos o lúdicos de carácter sexista”; y del derecho de las mujeres que ejercen la prostitución a no ser discriminadas (art. 14 CE) porque con infracciones como estas, se les condena a la inexistencia social para no comprometer la imagen pública de las mujeres: una finalidad abiertamente simbólica que nos trae a la memoria esa vieja contraposición entre mujeres buenas y mujeres malas, entre “madreesposas” y “putas”, que tan útil ha sido para los intereses del patriarcado.
No es un problema menor la infracción que este precepto representa para otros principios constitucionales esenciales como el principio de legalidad (art. 9 CE) por la forma extremadamente ambigua e imprecisa con que se formula, que impide conocer la materia de prohibición produciendo una indefensión peligrosa e indeseable. ¿Cómo determinar si los actos culturales, artísticos o lúdicos son “sexistas” (“uso discriminatorio del lenguaje que se hace por razón del sexo”, según la propia Ley)? ¿Son sexistas simplemente cuando exhiben “comportamientos” que “justifican” la prostitución? ¿Y qué significa “justificar” la prostitución? Por ejemplo, ¿quedarían dentro de esos “comportamientos” prohibidos los de defender la autodeterminación sexual de las mujeres o argumentar que la prostitución es un trabajo como otro cualquiera o pugnar por el reconocimiento del derecho a su sindicación? ¿Podría incluso afirmarse que con ello se incita indirectamente a su ejercicio? O aún más, ¿a qué se refiere la ley cuando habla de prostitución, un concepto que no está legalmente definido y que es hoy escasamente unívoco? El grado de inseguridad jurídica que esta disposición representa es insoportable y desalienta el ejercicio de los derechos de libre actuación y expresión de la ciudadanía.
En cuanto al principio de lesividad, tan necesario para garantizar la dañosidad social de una conducta, cabría preguntarse:¿cuál es el bien jurídico que se tutela sancionando la justificación de la prostitución? ¿Acaso es la prostitución una actividad prohibida? ¿Por qué ley? ¿A qué clase de prostitución se refiere, a la autónoma o a la que se realiza por cuenta ajena, o da igual? Y, sobre todo, ¿no es un despropósito equiparar la justificación de una práctica, si se quiere alegal, con otra tan ilegal como la violencia contra las mujeres? No, no pueden ser lo mismo: es otra incoherencia legislativa que denunciamos. Si lo que se quiere proteger sancionando la justificación de la prostitución es la igualdad de género para garantizar “el bienestar de todas las mujeres y de la población andaluza en su conjunto”, como declara programáticamente la Ley en su Exposición de Motivos, pensamos que no ha elegido el mejor camino. Con este paso de gigantes se condena a demasiadas mujeres a la marginalidad más absoluta.
María Luisa Maqueda Abreu, catedrática de Derecho penal de la Universidad de Granada
María Acale Sánchez, catedrática de Derecho penal de la Universidad de Cádiz
Guillermo Portilla Contreras, catedrático de Derecho penal de la Universidad de Jaén
Para firmar esta petición: https://www.peticiones24.com/manifiesto_para_denunciar_la_inconstitucionalidad_de_sancionar_comportamientos_que_justifiquen_la_prostitucion
30/12/2018