
Número 143 de febrero de 2016
Notas del mes
La crisis traslada el escenario
Por Albert Recio Andreu
Por Mar Aguilera i Vaqués y Àlex Peñalver i Cabré
Cambio climático y ciudadanía consciente
Por Pablo Massachs
¿Por qué no sobrevivió el homo sapiens?
Por José María Agüera Lorente
Atómicas. El 2016 comienza con un nuevo capítulo del “culebrón” Garoña
Por Miguel Muñiz
El pacto catalán: una interpretación
Por Joan Busca
¿El puente de los terroristas?
Por José A. Estévez Araújo
Ensayo
La visión constructivista de Podemos
Antonio Antón
El extremista discreto
El Lobo Feroz
La Biblioteca de Babel
¿Por qué Marx no habló de copyright?
David García Aristegui
Svetlana Aleksiévich
Dos libros sobre el amor y la memoria
...Y la lírica
Puck
En la pantalla
De otras fuentes
Juan-Ramón Capella
Un apunte para la resurrección
Juan-Ramón Capella
Un acto masivo contra la criminalización del derecho de huelga
Antonio Baylos
Agustín Moreno
Una brecha en el patriarcado: Louise Michel
Antoni Aguiló
La crisis traslada el escenario
Cuaderno de incertidumbre: 6
Albert Recio Andreu
I
El capitalismo neoliberal se caracteriza por una inestabilidad recurrente. La lista de países que han experimentado graves problemas es amplia. En muchos casos se ha tratado de crisis regionales o nacionales, mayormente en países en desarrollo. Lo que fue realmente nuevo en la crisis de 2008 es que afectó de forma simultánea a los países del núcleo duro de la economía mundial. Muchos de ellos experimentaron problemas parecidos a los que en años anteriores se habían generado en “ultramar”. Por ejemplo, el problema de la deuda que había atenazado durante años a gran parte de África y Latinoamérica se acabó experimentando en el Sur de Europa. Ahora que oficialmente se daba por superada la crisis (los países y las personas que han quedado en el camino no cuentan para los jerarcas de la economía mundial), ésta vuelve a aparecer en los lugares donde siempre ha parecido endémica. Aunque la elevada integración de la economía financiera mundial provoca, por ejemplo, debacles en las bolsas de la mayor parte de países. Y aunque hay bastantes posibilidades de que, al final, los problemas retornen a su lugar de origen.
En el contexto actual existen dos grandes focos de preocupación: China, y los países productores de materias primas en general y de petróleo en particular.
II
China no está de hecho en recesión. Su crecimiento económico es superior al de la mayoría de países, pero su ritmo de crecimiento se ha frenado y han aflorado los problemas estructurales de esta economía. Problemas que en buena medida ya habían anticipado John Bellamy Foster y Robert W. McChesney en The Endless Crisis (Monthly Review Press, Nueva York, 2012). La economía china ha crecido en base a convertirse en la fábrica mundial, en una economía de exportación sustentada en bajos salarios y ausencia de verdaderos derechos laborales. Cuando los salarios son bajos el crecimiento descansa en las exportaciones y en la inversión. El éxito exportador alimenta por un período las nuevas inversiones con la expectativa de que seguirá creciendo la demanda mundial.
El problema estriba en que en un mundo donde predomina la inversión privada hay enormes posibilidades que en un determinado momento las expectativas que han justificado las nuevas inversiones se muestren fallidas por numerosas razones: la demanda no crece como se esperaba, se han producido un exceso de inversiones en unas determinadas líneas de producción (esto es lo que ocurrió con la crisis inmobiliaria, se invirtió en construir muchas más viviendas de las que el mercado podía absorber), se hacen inversiones mal planificadas y con costes excesivos, etc. Cuando el error es sólo de una empresa el impacto no es muy grande, pero cuando ocurre en un volumen suficiente el resultado es una caída de la inversión que acaba arrastrando al resto de la economía. En China, a pesar que muchas empresas siguen siendo de propiedad pública, han actuado en la práctica de forma descentralizada y han generado el mismo nivel de sobreinversión que aparece en muchos casos en el capitalismo occidental. Hace tiempo que se reconoce que los salarios son demasiado bajos y hace falta promover el consumo local, pero reconocer el problema no siempre lleva a resolverlo.
Hay demasiado apego al dogma que liga bajos salarios y competitividad y demasiadas resistencias para una nueva gran transformación. A corto plazo, la economía china se enfrenta a un tradicional episodio de sobrecapacidad instalada y, posiblemente, algunas de sus empresas han corrido la misma suerte de aventuras financieras que sus competidoras occidentales. Frenazo en el crecimiento y problemas financieros se traducen de forma visible en una montaña rusa en las bolsas.
Los problemas de China reflejan en gran medida la irracionalidad de las políticas mercantilistas de expandirse a base de exportaciones. Se trata de una política que fuerza a los trabajadores locales a bajos salarios y jornadas de trabajo agotadoras para producir bienes que consumirán otros. Y el mismo empleo corre peligro cuando el ritmo de la demanda externa es insuficiente para absorber la producción china. La ralentización del consumo impuesto por las políticas de austeridad en los países centrales ha acabado por hacer imposible la continuidad de la senda china de crecimiento. Y cuando se han ralentizado las exportaciones, toda la economía ha empezado a tener problemas.
III
En gran parte los problemas de muchos países exportadores de materias primas es de índole parecida. Cuando un país tiene una economía dependiente de un solo producto de exportación (o de una reducida gama de materias primas) está expuesto a caídas de la demanda y de sus precios de exportación cuando se frena la actividad de sus países clientes o cuando por razones de diversa índole (cambio técnico, cambio en las pautas de consumo etc.) su producto de exportación es sustituido por otros. Como además la mayor parte de materias primas están producidas por varios países a la vez, es bastante habitual que las estrategias de cada uno de ellos acaben provocando un exceso de oferta en el mercado y los precios acaben cayendo. Por esto los países especializados en la producción de materias primas han padecido en general graves problemas de balanza de pagos, de estabilidad económica y de empobrecimiento. El “parón” chino ha reforzado esta tendencia bajista de los precios de muchas materias primas y se están traduciendo en problemas graves de países que, como Brasil, hace poco se presentaban como economías emergentes.
Quizás lo que para algunos resulta más sorprendente es la brusca caída del precio del petróleo, especialmente para los que piensan que el paulatino agotamiento del petróleo debería suponer un aumento continuado de su precio. Una situación que sólo es sostenida por la confusión de creer que lo que determina el precio del petróleo es simplemente su escasez.
De hecho, el precio del petróleo y otras materias primas se determina no por la existencia total del recurso sino por su oferta a corto plazo. Ésta no depende de las reservas existentes, sino de la cantidad de petróleo que se extrae en cada momento. Si la demanda de petróleo ha caído por efecto de la crisis china y el bajo nivel de actividad general, bastaría con que los extractores de petróleo redujeran su ritmo de actividad para que el precio no bajara al ritmo que hemos presenciado. Si no lo ha hecho es debido a que algunos de los países productores de petróleo han seguido extrayéndolo a unos niveles que provocan un exceso de oferta en el mercado. Todos los analistas apuntan a que Arabia Saudí ha jugado un papel esencial. Es el país con mayores reservas y posiblemente uno de los que tiene un coste de extracción más bajo. Como confía en que sus reservas van a un a durar muchos años, se puede permitir una operación de hundimiento de los precios con el objetivo de sacar del mercado a competidores con costes de extracción elevados (como es el caso de las empresas de fracking canadienses). Es incluso posible que otros países con menores reservas mantengan ritmos de extracción elevados respecto a la demanda. Al fin y al cabo, cuando un país tiene el petróleo como fuente principal de ingresos y el precio se desploma, no tiene otra opción que aumentar la producción si quiere mantener sus ingresos (que financian gran parte de su presupuesto público).
El juego es perverso, y las decisiones de cada país individual acaban provocando una saturación del mercado que abarata el producto y provoca caídas de ingresos. Por ello, lo de pensar que el petróleo se encarecerá de forma continua y año a año se irá reduciendo su oferta es iluso. La dinámica del precio del petróleo más bien seguirá siendo caótica, a pesar de que la tendencia a largo plazo pueda ser de incremento. Y estas oscilaciones incluso pueden llegar a impedir que se pongan en práctica ambiciosas políticas de transición a las energías renovables cuando el precio del crudo baje mucho.
IV
Aparentemente, el centro ha vuelto a exportar la crisis a la periferia. Pero no está claro cuál va a ser la situación final en un mundo económicamente interconectado. La caída del precio de las materias primas abarata los costes de producción, pero al mismo tiempo se contrae la demanda de productos por parte de los países afectados. Algunas empresas, particularmente las petroleras o aquellas que tienen intereses importantes en los países afectados, van a experimentar pérdidas importantes que pueden frenar las inversiones. En el caso de la economía española, por ejemplo, Brasil representa un mercado crucial para algunas grandes empresas (Banco Santander, Telefónica…), y si allí tienen pérdidas importantes van a salir tocadas. La incertidumbre financiera se transmite a todos los mercados financieros… La crisis de estos países es, en parte, el resultado de la onda expansiva del centro, pero no está claro que la onda no acabe volviendo a su lugar de origen.
Esta posibilidad está reforzada por el inadecuado diseño de las instituciones económicas globales que, lejos de atenuar los problemas, los amplifica. De hecho, la única medida que parece tomarse es la de insuflar dinero por parte de los bancos centrales. Es más bien una medida orientada a reanimar los mercados financieros que a solucionar los problemas que están en la base del paroxismo actual.
V
Las crisis capitalistas han sido explicadas con distintos argumentos por parte de las corrientes de pensamiento crítico (e incluso entre los marxistas hay explicaciones dispares). Para unos es un problema de subconsumo, derivado de la muy desigual distribución de la renta: la caída de las rentas salariales provoca una caída del consumo que no compensan el consumo y las inversiones de los capitalistas. De hecho, estas últimas se debilitan debido a las malas perspectivas de la demanda de consumo. Para otros, se trata de un problema de sobreinversión y caída de la tasa de ganancia, provocada por una inversión crecientemente intensiva en capital. A mi entender hay más puntos en común entre las diferentes explicaciones de la crisis capitalista.
El problema fundamental es que se trata de una economía que produce para el beneficio privado, y donde las decisiones de inversión básicas se toman por entes individuales (personas o empresas) que no tienen una perspectiva de conjunto y por tanto sólo toman en consideración los rendimientos del capital. La financiarización de la economía no ha hecho sino amplificar estos problemas. De hecho lo que he tratado de explicar en el caso chino y en el del petróleo se corresponde con este esquema. En China hay salarios excesivamente bajos y una sobreinversión que no tiene demanda en el mercado. Los problemas del mercado petrolero se amplifican porque cada país opta por una estrategia pensada en clave individual. Y el resultado es siempre el mismo: inestabilidad, crisis y desastre social. La evidencia en contra es el relativo éxito del periodo keynesiano, en el que la intervención pública y los salarios indexados dieron bastante estabilidad al sistema. Pero tanta intervención pública, tanto empleo y presencia sindical no gustaban a los capitalistas porque erosionaba su poder y su tasa de ganancia. La vuelta atrás al capitalismo neoliberal es también la opción por una economía más turbulenta.
VI
Parece bastante obvio que una recuperación económica global debería sustentarse en un aumento de los salarios globales y del sector público. Y hacerse a escala global y fundamentalmente coordinada. Pero es evidente que el juego de poderes económicos y políticos actuales impide que tal estrategia tenga posibilidades de éxito a corto plazo.
Optar por el crecimiento global tiene además el peligro de agravar los problemas medioambientales. Pero evitarlos no pasa por un simple proceso de reducción de la escala de la producción (que en una economía capitalista “normal” se traduce en un desastre social como hemos experimentado en el Sur de Europa) sino por una reestructuración profunda de nuestras infraestructuras productivas, de nuestras formas de producción y consumo, y por reducir unas desigualdades promotoras de injusticias y de consumo posicional. Y esto no puede hacerse sin una transformación institucional en profundidad y la liquidación del experimento neoliberal. Hasta ahora la crisis ya ha generado movimientos alternativos en los países más afectados, pero estos siguen necesitando propuestas más claras y factibles de cambio en la regulación económica. Necesitamos pasar de un anticapitalismo retórico a una propuesta de transformaciones que inicien una verdadera transición.
29/1/2016
La conferencia de Paris de 2015 sobre cambio climático (COP21): cambios de actitudes y una oportunidad perdida
Mar Aguilera i Vaqués y Àlex Peñalver i Cabré
El pasado 12 de diciembre de 2015 concluyó en París la 21ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP21). En ella se depositaron muchas esperanzas para poder frenar el grave proceso de deterioro de las condiciones ambientales, sociales y económicas del planeta. Prueba ello es que reunió hasta 30.372 participantes a lo largo de casi dos semanas (19.208 de los gobiernos, 6.306 de ONGs y 2.798 de medios de comunicación) y 150 jefes de estado el primer día, el 30 de noviembre. No había ocurrido nunca antes en la historia. In extremis, se consiguió llegar a un consenso de todos los 195 estados asistentes que ha culminado en los dos siguientes textos internacionales aprobados: la Decisión de París y el Acuerdo de París. La Decisión tiene efectos desde su aprobación por la Conferencia de las Partes el 12 de diciembre de 2015. Mientras el Acuerdo se adoptará en una sesión de alto nivel de Naciones Unidas en Nueva York el 22 de abril de 2016 y entrará en vigor cuando haya sido ratificado por el 55% de los estados que representen al menos el 55% de las emisiones.
Lo más relevante de la COP21 de Paris es que ha conseguido que, por primera vez, todos los estados (entre ellos, también, Estados Unidos y China que son los dos principales emisores de gases de efecto invernadero –GEI–) se hayan puesto de acuerdo para adoptar medidas contra el cambio climático y se hayan aprobado en el marco de Naciones Unidas los dos textos internacionales antes mencionados. Se trata de un acuerdo global, lo que era impensable hace seis años. En efecto, el mundo ha cambiado desde Copenhague en 2009, donde los estados se reunieron pero no llegaron a un acuerdo. Es una clara muestra de la necesidad de una respuesta mundial y de la inevitable transición hacia una economía no basada en el carbono. En particular, según el preámbulo del Acuerdo, “se reconoce la necesidad de una respuesta progresiva y eficaz a la amenaza apremiante del cambio climático, sobre la base de los mejores conocimientos científicos disponibles”. Y el art. 2 fija los siguientes objetivos principales: mejorar la mitigación del cambio climático estableciendo incrementos máximos de la temperatura en el planeta a finales del siglo XXI, aumentar la capacidad de adaptación al cambio climático, promover un desarrollo resiliente con el clima y de bajas emisiones de GEI y elevar las corrientes financieras hacia estos objetivos. Para conseguirlo se parte del principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas y las capacidades respectivas, en función de las diferentes circunstancias estatales.
Ahora bien, el contenido de los dos textos internacionales dista mucho de aportar mecanismos para conseguir los citados objetivos y poder dar una respuesta rápida, progresiva y eficaz a los retos que, de forma acuciante, plantea el cambio climático.
El primer aspecto a tener en cuenta son los efectos jurídicos de los dos textos internacionales. La Decisión no es ninguna norma jurídica ni es, por tanto, vinculante al tratarse de lo que se conoce como una norma de softlaw. Mientras el Acuerdo sí es una norma jurídica (hardlaw) con efectos que pueden ser vinculantes, excepto su preámbulo que tiene un valor declarativo. Pero tanto la Decisión como el Acuerdo están plagados de expresiones imprecisas y abiertas que dejan un amplio margen de apreciación a los estados, lo que, como veremos, dificulta conseguir los objetivos antes mencionados e incluso impide exigir el cumplimiento de los preceptos más importantes del Acuerdo. Éste ha sido el precio a pagar para conseguir el consenso de todos los estados.
En relación a la mitigación del cambio climático, el art. 2 del Acuerdo establece los objetivos de “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales”. Lamentablemente, ha acabado imperando la propuesta más permisiva de incremento máximo de 2 ºC, si bien sorprende que no esté vinculada a los datos científicos que se vayan actualizando, sin que éstos puedan forzar, pues, a una revisión del acuerdo. En cambio el objetivo más riguroso de 1,5 ºC promovido, en especial, por los países más empobrecidos y afectados por el cambio climático, se ha convertido en una mera declaración de intenciones. Tan sólo la Decisión invita al Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) a emitir para el 2018 un informe especial sobre los efectos que produciría un incremento de 1,5 ºC y las trayectorias correspondientes que deberían seguir las emisiones mundiales de GEI.
Uno de los instrumentos más importantes para hacer realidad los objetivos de incremento máximo de la temperatura son las contribuciones determinadas a nivel estatal (las llamadas Nationally Determined Contributions –NDCs–). El Acuerdo establece la obligación de los estados de presentar este documento donde se deben concretar las medidas de mitigación. Pero es la Decisión la que especifica el 2020 como plazo máximo y su posterior revisión al alza como máximo cada cinco años desde esta fecha. No se trata de un instrumento nuevo sino que ya estaba previsto en anteriores decisiones. De hecho, antes de la COP21 de París, 187 países (de 195) ya habían presentado sus contribuciones previstas determinadas a nivel estatal (las llamadas Intended Nationally Determined Contributions –INDCs–) especificando sus compromisos de reducción de emisiones.
Ahora bien, parece difícil que la regulación aprobada de las NDCs pueda conseguir los objetivos de aumento máximo de 2 ºC de temperatura y, menos aún, de 1,5 ºC. Si bien es obligatorio que los estados presenten las NDCs, no se les puede obligar a modificarlos en el caso que no permitan cumplir con los objetivos de no superar estos aumentos de temperatura. Esto es muy grave porque, según los expertos, las previsiones de reducción previstas en las INDCs ya presentadas antes del COP 21 de Paris no evitarán el aumento de temperatura por debajo de 2 ºC sino que lo duplicarán, al poder alcanzar hasta los 3,7 ºC. De hecho, la misma Decisión de Paris admite que las emisiones previstas en las INDCs para 2025 y 2030 no son compatibles con los escenarios de 2 ºC, ya que comportan 55 gigatoneladas de GEI en 2030 cuando no deberían superar 40 gigatoneladas. La revisión de los compromisos al alza cada cinco años es inútil si dichos compromisos pueden incumplirse sin consecuencia alguna y, además, la primera revisión prevista para 2025 se hará demasiado tarde cuando estemos cerca de haber emitido ya una cantidad de GEI que implicaría superar el límite de 1,5 ºC. Por lo tanto, los esfuerzos de reducción de GEI deberían ser mucho mayores y el reto está en que los estados decidan presentar compromisos de reducción de GEI más ambiciosos antes de 2020 y en cada una de las revisiones posteriores, así como que los cumplan. Según el 5º informe Climate Change 2014 del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), para lograr el objetivo de los 2 ºC las emisiones tendrían que reducirse entre un 40% y un 70% para 2050 respecto al 2010 y alcanzar el 100% a finales de siglo. Y si el objetivo es limitar la temperatura a 1,5 ºC, el nivel de reducción de emisiones para 2050 respecto al 2010 debería ser entre el 70% y el 95%.
Pero hay muchos otros factores que dificultan evitar un calentamiento superior a 2 ºC. Uno importante es la exclusión, en la última fase de la negociación, de las emisiones del transporte aéreo y marítimo. Pero el más significativo es que no se apuesta claramente por el objetivo fundamental de avanzar hacia una economía sin combustibles fósiles mediante, en especial, las energías renovables, como quedaba recogido en otros borradores, cuando se trata de la única solución posible para evitar el recrudecimiento del cambio climático. Ello lo demuestra el hecho que no se fije una fecha en que las emisiones mundiales de GEI toquen techo. El Acuerdo, simplemente, dice que las partes se proponen lograr que dichas emisiones alcancen su punto máximo “lo antes posible”, teniendo presente que los estados en desarrollo tardarán más en lograrlo. Y todo ello a pesar de que el G7 requirió el verano pasado que se optara por la retirada de los combustibles fósiles. También el Acuerdo establece que los estados se proponen lograr “un equilibrio entre las emisiones antropogénicas y las fuentes y absorciones por sumideros de los gases de efecto invernadero”. O sea, en lugar de la reducción de GEI, se deja la puerta abierta a otros mecanismos de compensación de las emisiones como los sumideros y sumideros de GEI. En esta línea, se mantienen los mecanismos de mercantilización del clima que permiten establecer un mercado de compra y venta de emisiones de GEI para cumplir con los objetivos de reducción de emisiones. Se echa de menos una valoración negativa o restrictiva de estos instrumentos de mercado cuando ya se ha constatado su fracaso tras Kyoto, al promover, más bien, la especulación en lugar de fomentar reducciones reales de emisiones. Tan sólo se recuerda, de forma genérica y tímida, la importancia de disponer de enfoques no basados en el mercado.
A pesar de que la adaptación al cambio climático es uno de los objetivos del Acuerdo, hay pocas novedades importantes y están totalmente condicionadas a la voluntad de las partes, como por ejemplo la presentación, cuando sea procedente, de planes de adaptación y su periódica renovación. Algo parecido ocurre con los mecanismos de financiación. El Acuerdo establece, de forma genérica, que los estados desarrollados deberían financiar la mitigación y la adaptación de los estados en desarrollo. Mientras es la Decisión la que especifica la cantidad mínima de 100.000 millones de $ anualmente desde 2020 y a revisar a la alza desde 2025. A parte de la insuficiencia de esta cantidad, esta financiación podrá destinarse, indistintamente, a cualquier mecanismo de mitigación y, por tanto, también a sumideros o capturas y almacenamientos de carbono, pudiendo dejar al margen las energías renovables. Si bien el Acuerdo reconoce la necesidad de un “mecanismo de pérdidas y daños” por los efectos más adversos del cambio climático, no concreta ningún instrumento financiero nuevo ni exige su inclusión en los NDCs dejando esta cuestión para posteriores acuerdos. Es lamentable que el Acuerdo preste muy poca atención al papel de los actores no estatales y de los gobiernos regionales, cuando tienen competencias muy importantes sobre el cambio climático. Y, finalmente, algunas cuestiones esenciales (los derechos humanos, la justicia climática, los refugiados climáticos, etc.) han quedado fuera del texto normativo del Acuerdo y sólo figuran, de forma genérica, en el preámbulo del Acuerdo y en la Decisión.
En cuanto a los instrumentos de control, seguimiento y cumplimento, debe valorarse de forma positiva que el Acuerdo contemple un mecanismo transparente de seguimiento del cumplimiento en virtud del cual, por ejemplo, se hacen públicas las NDCs. También que prevea un balance periódico, a partir de 2023 y cada cinco años, sobre la aplicación del Acuerdo para evaluar el avance colectivo realizado para conseguir sus objetivos. Aún así, uno de los aspectos más criticados ha sido la falta de mecanismos eficaces para garantizar el cumplimiento del Acuerdo. El mecanismo de cumplimiento es muy débil: tan sólo consiste en un comité de expertos de carácter facilitador y que funcionará de forma transparente, no contenciosa ni punitiva. Además, debe tener en cuenta las diversas capacidades y circunstancias de los estados parte. Se trata de un organismo de asistencia y ayuda a las partes, sin que este organismo ni ningún otro puedan adoptar medidas coercitivas ni sancionadoras para los estados incumplidores. Vemos, pues, el peor trato que el derecho internacional otorga al clima, si tenemos presente que muchos acuerdos comerciales contienen mecanismos de cumplimiento coercitivos y punitivos en virtud de los cuales el estado que incumple una cláusula puede ser demandado ante un tribunal de arbitraje.
En fin, Paris ha marcado un punto de inflexión a favor de una respuesta global de todos los estados en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, los avances concretos se han quedado muy cortos para afrontar los graves problemas que ya nos está planteando el cambio climático. Se ha perdido una oportunidad para adoptar soluciones reales y efectivas ante este gran reto ambiental con graves consecuencias sociales y económicas. Ahora, más que nunca, es necesario continuar presionando, sin más demora, para forzar a los gobiernos (locales, regionales, nacionales y estatales) y a la comunidad internacional para que adopten políticas claras en la reducción de los GEI y en la transformación hacia una economía no basada en los combustibles fósiles. Se trata de ir preparando el terreno hacia la Conferencia de las Partes COP 22 que tendrá lugar en Marruecos el 17 y 18 de noviembre de 2016.
13/1/2016
Cambio climático y ciudadanía consciente
Pablo Massachs
El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos, que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.
Bertolt Brecht
La XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático (COP21) se clausuró el pasado 11 de diciembre dando una imagen triunfalista poco disimulada. Atendiendo a la letra del acuerdo, me atrevería a decir que esa imagen de borrachera colectiva tenía mucho de forzada. No en vano, la resaca nos llega en forma de medidas no vinculantes, ninguna referencia a la necesidad de cambiar el modelo energético, e incluso el reconocimiento de que con las medidas propuestas por los diferentes estados no es posible alcanzar el objetivo principal de no superar los 2 °C de aumento de la temperatura media respecto a niveles preindustriales. Algunos analistas destacan como aspecto positivo que se ha llegado a un acuerdo global, y que éste incluye medidas progresivas, de forma que el compromiso de los distintos estados irá siendo cada vez más ambicioso. Otros se preguntan, con razón, para qué sirve un acuerdo global que no ataja el problema desde la base, aplaza las medidas que se deberían aplicar con urgencia y ni siquiera pone el énfasis sobre el cambio de modelo productivo y energético.
Realpolitik
“Estoy totalmente de acuerdo con las medidas que me plantea”, dijo el político al activista. “Ahora solo tiene que llenar la calle de manifestantes y obligarme a que las aplique” [1]. La realpolitik nos aleja de la justicia y del bien común. El desencanto con los representantes políticos es evidente, y no es de extrañar que las movilizaciones hayan sido destacables en los últimos años, si bien los problemas medioambientales han quedado en general fuera de las grandes manifestaciones de descontento. En los países industrializados (los mayores responsables del calentamiento global) han surgido movimientos como el 15-M [2] u Occupy Wall Street; incluso en países en vías de industrialización (donde se prevé que más se incrementen las emisiones), como Brasil, ha habido también fuertes protestas. Por no hablar de las llamadas “Primaveras Árabes” de hace pocos años. Más allá de estos hechos, resulta interesante analizar el margen de maniobra que tienen los ciudadanos ante para hacer oír su voz. ¿Cuál hubiera sido el acuerdo si la presión social por alcanzar un compromiso ambicioso y vinculante en la COP21 hubiera sido mucho mayor? Yendo un paso atrás, ¿han entendido los ciudadanos las implicaciones para las próximas generaciones del calentamiento global? Por otro lado, ¿qué pueden hacer los ciudadanos como individuos para combatir el problema?
Comprensión y consciencia del problema
Aunque los ciudadanos parecen no haber caído en las burdas trampas del negacionismo [3] del cambio climático (menos de un 5% se podrían considerar “negacionistas” en España [4]), en ocasiones puede parecer que se oyen campanas, pero sin saber muy bien de dónde proceden. En esta línea, llama la atención que una gran parte de la sociedad española siga pensando que el agujero de la capa de ozono o la lluvia ácida tienen relación con el cambio climático, cuando son problemas ecológicos que nada tienen que ver. También es curioso que los ciudadanos asocien más los coches eléctricos (93%) que el comercio de emisiones (35%) con medidas medioambientales. No es un capricho querer hilar un poco más fino en la comprensión del problema. De lo contrario, el terreno para las falsas soluciones (captura de carbono, renacimiento nuclear o incluso el gas de esquisto como fuente energética de transición) estaría perfectamente abonado. Estas falsas soluciones tienen en común que se presentan como panaceas tecnológicas que permitirían mantener el statu quo económico y un modelo energético fuertemente centralizado. Suponen un elemento de distorsión importante en el debate, pues mantienen el espejismo neoliberal de que la “tecnología nos salvará” y de que es posible un capitalismo verde.
Otro asunto con el que tienen que batallar aquellos que piden medidas urgentes y radicales para mitigar el cambio climático (activistas del ecologismo, científicos, políticos, etc.) es el cambio del marco de referencia de las medidas a adoptar. Ya que el discurso negacionista no ha calado, la estrategia de los amigos del business as usual pasa por poner el foco y los esfuerzos en la adaptación al cambio climático, más que en su mitigación. Esto supone implícitamente el reconocimiento de que la mitigación no es suficiente, y desde luego no lo es si no se toman medidas radicales en el sistema productivo, transporte, comercio internacional o política energética.
Conciencia y acción medioambiental: la brecha
En una reciente investigación [5] comprobamos que la conciencia medioambiental sobre el cambio climático es amplia: la gran mayoría de individuos entienden que el cambio climático es real y muestran al menos algún tipo de preocupación al respecto. Además, muchos individuos están dispuestos a implementar cambios en su modo de vida para contribuir a solucionar la situación. Sin embargo, también se advierte que hay una falta de coherencia entre la concienciación sobre el problema y los actos, una brecha clara entre las opiniones que los ciudadanos manifiestan y su modo de vida. El estudio ahonda en la relación que hay entre esa discrepancia entre valores y acciones y el tiempo de ocio del que disfrutan los ciudadanos. Cuanto menor es el tiempo de ocio, menos coherentes nos mostramos. Dicho de otro modo, y yendo más allá del lenguaje aséptico de los trabajos científicos: cuando el sistema económico-laboral nos tiene ahogados, sin tiempo para conciliar trabajo y ocio, no nos quedan ganas ni fuerzas para ser coherentes con nuestros valores. Y es que además dichos valores, como expresa Naomi Klein en su último ensayo [6], podrían ser la punta de lanza para cambiarlo todo, y en concreto el propio sistema económico-laboral. Un círculo vicioso que, si se invierte, tiene un efecto sinérgico en el mundo laboral y en el medio ambiente que sin duda redundaría en el bienestar de los ciudadanos y de las generaciones futuras.
¿El foco sobre el ciudadano?
Volvamos a la conversación entre el político cínico y el activista. Seguramente no es suficiente con llenar las calles de manifestantes para que los políticos lleguen a medidas más ambiciosas. No olvidemos que los acuerdos de estas cumbres se toman por consenso (aunque a veces no se tengan en cuenta las voces discrepantes de países poco relevantes [7], y que la movilización, manipulación informativa o la presión de los lobbies es tremendamente variable entre países. Lo que sí es seguro es que una ciudadanía bien informada, asociada, movilizada y dispuesta a modificar su modo de vida es una condición necesaria para conseguir acuerdos ambiciosos.
Pero ¿es justo poner el foco principal de la responsabilidad de este tema tan complejo sobre los individuos? Dada la complejidad del problema, las trampas en que a veces nos vemos encerrados y el poder hipertrófico de algunos intereses creados, la respuesta obvia es no. Sin embargo, la gravedad del problema y la urgencia de los cambios a implementar hacen necesaria a la acción de los individuos y su activismo colectivo. Necesitamos ciudadanos informados, responsables y movilizados, necesitamos cambios estructurales en el sistema económico, y también es necesario modificar nuestro modo de vida.
La elección
El libro que el biólogo Jared Diamond publicó en 2004 tiene por título Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen [8]. El título original es todavía más sugerente: Collapse: How Societies Choose to Fail or Succeed, es decir, “Colapso: cómo las sociedades eligen fracasar (desaparecer) o triunfar (perdurar)”. Como queda patente en el mismo, no somos la primera sociedad que se enfrenta a un problema medioambiental que compromete su supervivencia. La diferencia radica en que esta vez el reto es global. Pero las lecciones que podemos extraer de la historia son numerosas: podemos seguir con nuestro modo de vida suicida, haciendo caso omiso a las amenazas medioambientales de las que nos avisa la ciencia, y comprometiendo el bienestar de las generaciones futuras. Otras sociedades ya siguieron esos pasos en el pasado y desaparecieron. O podemos aceptar la seriedad del problema y salir adelante como sociedad global, con los cambios que sean necesarios para no comprometer (más) el futuro.
Para empezar a tomar en serio los acuerdos globales para luchar contra el cambio climático, uno esperaría que se pusieran sobre la mesa de negociaciones asuntos incómodos, como superar la dependencia de los combustibles fósiles (dejando los mismos bajo tierra), cuestionar la cantidad insostenible de desplazamientos a nivel mundial (ya sean pasajeros o mercancías), o poner patas arriba el modelo de producción de alimentos. También serían necesarios organismos internacionales con autoridad y medios para ejercer el seguimiento y control de los compromisos. Naturalmente, todo esto supondría una enmienda a la totalidad del sistema económico predominante, bien lo saben nuestros realpolitiker. Por eso es necesario redoblar la presión sobre éstos, generar nuevas alianzas de empoderamiento que nos enorgullezcan como ciudadanos conscientes de la situación. El analfabetismo medioambiental también es una forma de analfabetismo político. Consciencia, conciencia y acción. O seguir caminando hacia el precipicio. Es nuestra elección.
Notas
[1] La cita no es textual, y tampoco anónima, si bien a pesar de los esfuerzos he sido incapaz de recordar el autor de la misma. Pido disculpas por mi desmemoria.
[2] El movimiento 15-M no tuvo en sus inicios reivindicaciones en aspectos medioambientales, si bien es cierto que dentro de las comisiones que se fueron creando, así como las charlas y eventos que se organizaron durante el tiempo que permanecieron las acampadas en las plazas, los aspectos ecologistas sí tuvieron su espacio. También podríamos decir que en muchos de estos movimientos hay cierta sintonía con los movimientos ecologistas (aparte de activistas comunes), pero estos últimos no han conseguido que sus reivindicaciones se perciban como prioritarias.
[3] La palabra “negacionista” tiene connotaciones negativas, de ahí que los que cuestionan el cambio climático prefieran autodenominarse “escépticos”. Sin embargo, dada la apabullante cantidad de pruebas de la realidad y causas del cambio climático, en este texto se utilizará el término “negacionista”, pues la actitud de éstos poco tiene que ver con la sana actitud escéptica del mundo científico, y mucho con negar la evidencia para proteger ciertos intereses.
[4] Los datos comentados se han extraído del último informe “La respuesta de la sociedad española ante el cambio climático. 2013”, editado por la Fundación Mapfre y disponible en https://www.fundacionmapfre.org/fundacion/es_es/salud-prevencion/publicaciones-y-estudios/estudios/medio-ambiente/sociedad-espanola-cambio-climatico.jsp. En años anteriores también se realizaron informes similares, lo cual resulta interesante para ver la evolución de las respuestas a lo largo del tiempo. Sin embargo, desde 2013 no se ha vuelto a editar.
[5] Chai, A, Bradley, G., Lo, A. y Reser, J., "What time to adapt? The role of discretionary time in sustaining the climate change value-action gap", Ecological Economics, nº 116.
[6] Naomi Klein, Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima, Paidós, 2015.
[7] En el artículo de Miguel Muñiz del boletín 142 de Mientras Tanto, titulado “COP21 de París. The show must go on” (http://mientrastanto.org/boletin-142/notas/cop21-de-paris-the-show-must-go-on) se nombran dos ejemplos de cómo se fraguan estos “consensos” cuando hay voces discrepantes.
[8] Jared Diamond, Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, Debate, 2005.
28/1/2016
¿Por qué no sobrevivió el homo sapiens?
José María Agüera Lorente
Se apagaron los ecos en el ágora de los medios de comunicación. Ya no se habla de la cumbre del clima de París celebrada tan sólo hace poco más de un mes.
“Una meta global ambiciosa pero sin objetivos de emisiones vinculantes”, se lee en uno de los titulares que recupero de aquellas fechas (13 de diciembre de 2015). Uno lee las diversas condiciones que se acuerdan para los distintos países en función de su pertenencia a la categoría de “desarrollados”, “emergentes» y “los más pobres”, y le da una bofetada una vez más la evidencia de la poca conciencia de humanidad que parece mostrar la humanidad. Su división, la preocupación por la salvaguarda de los intereses nacionales —y entre éstos muy especialmente los económicos— indican una frívola idea de humanidad carente de sabiduría.
Puede ser de utilidad aquí traer a colación cierta distinción de puntos de vista sobre la que llamó la atención el gran filósofo Bertrand Russell en uno de sus ensayos. Me refiero al titulado Lo que yo creo. En él distingue entre “la filosofía de la naturaleza” y “la filosofía del valor”. Veamos: a la filosofía de la naturaleza le incumbe lo que es, la realidad. Una de sus enseñanzas principales es que “lo que consideramos bueno, lo que nos gustaría, no tiene ninguna influencia sobre lo que es”. Otra es que los humanos somos parte de la naturaleza, que estamos subordinados a ella por ser imposible quedar al margen del imperio de sus leyes. Ello —ni que decir tiene— no lleva aparejada la obligación de juzgar positivamente todo lo que la naturaleza disponga. Tampoco prohíbe valorar algo en el plano moral que en el natural carece de valor. En esas páginas se refiere Russell a lo que él denomina “humanismo ingenuo”, en el que caben el optimismo y el pesimismo como “filosofías cósmicas”, siendo la desnuda verdad que al universo le trae sin cuidado si nos hace felices o desgraciados.
La filosofía del valor invierte la perspectiva sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza; ésta se convierte en parte del reino de aquél, puesto que es el homo sapiens el creador de los valores, los cuales tienen su génesis en los deseos humanos a decir de nuestro filósofo. Son esos deseos los que dan el vigor necesario a nuestra imaginación para transgredir los límites de la naturaleza. Como “últimos e irrefutables árbitros del valor” —en palabras de Russell— nos otorgamos una importancia que nos eleva por encima del mundo natural y nos convierte en el elemento significativo de la creación.
Nadie con un mínimo de cultura histórico-filosófica puede negar que la filosofía del valor ha predominado durante la mayor parte de nuestra existencia como especie. Se ha expresado en muchas culturas mayormente mediante las distintas religiones. Y sabemos que el gran cataclismo en las creencias tradicionales que supuso la teoría de la evolución cuando fue dada a conocer por Darwin a mediados del siglo XIX tuvo que ver con sus insoslayables implicaciones a ese respecto. La modestia ¡y la cordura! que se derivan de ellas nos deberían prohibir aspirar a ocupar el trono del planeta.
Justamente la carencia de esa modestia y cordura es la que —a mi entender— subyace a la incapacidad humana para enfrentar de forma realista el reto para nuestra supervivencia que supone el cambio climático global. Una prueba de lo que digo es ese eslogan del ecologismo pop con el que se trata de promover ciertos hábitos en la ciudadanía dirigidos a “salvar el planeta” o “cuidemos del medio ambiente”; como si fuese una damisela en peligro o un ancianito que ya no puede valerse por sí mismo. ¡Pero si los que tenemos que salvarnos somos nosotros! Antes que la supervivencia del planeta está en riesgo la nuestra.
Ahora bien, para ser consciente del susodicho reto hay que abandonar definitivamente esa idea del ser humano, cuyos pilares son el antropocentrismo que hemos descrito, sustentado en la concepción finalista de la evolución, y la cosmovisión que nos ve como el ente cuya existencia justifica todo cuanto existe. El ser humano no es la cima de nada; es la conclusión plausible que cabe inferir de los conocimientos científicos a nuestra disposición. Somos una especie única, claro que sí, pero tan única como cualquier otra, como la de los delfines o los ciempiés. La biología rigurosa no admite una evolución entendida como progreso en el que se dé un orden jerárquico que sitúa a unos organismos por encima de otros. Eso es cosa del animal de los valores que es el ser humano. El único valor desde la perspectiva de la filosofía de la naturaleza es la supervivencia de la especie, de la que tenemos, en el caso de la humana, buenas razones para creer que se halla en peligro.
En El planeta de los simios, el clásico de Franklin J. Schaffner estrenado en 1968, un desconcertado astronauta viajero en el tiempo —interpretado por Charlton Heston— que ha llegado a un planeta (la misma Tierra tras un apocalipsis nuclear) dominado por chimpancés y gorilas que tienen las cualidades propias (lenguaje, razón, religión, ciencia, etc.) de los humanos, se enfrenta en la secuencia final con su antagonista simio respecto de la cuestión de quién es superior a quién: si el ser humano al simio o viceversa. El humano defiende la superioridad de nuestra especie, a lo que el chimpancé replica: “entonces, contésteme usted: si el hombre era superior, ¿por qué no sobrevivió?”.
29/1/2016
Atómicas. El 2016 comienza con un nuevo capítulo del “culebrón” Garoña
Miguel Muñiz
La combinación de tenacidad y secretismo es una fórmula infalible para que los intereses de los que mandan se mantengan; y tenacidad y secretismo no faltan en el caso de la industria nuclear y los abundantes palmeros que la acompañan.
Así que el 20 de enero nos enteramos de que el orden del día del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), que debía realizarse ese mismo día, incluía aprobar una serie de puntos para facilitar la reapertura de la central nuclear de Garoña, que comenzó a funcionar en 1970, y que está cerrada desde 2013 [1]. El discreto ruido mediático generado por la filtración hizo que los puntos fuesen retirados en espera de mejor ocasión, ya que no hay prisa en un tema en que la legislación ha mostrado sobradamente que sirve para refrendar las decisiones de los que mandan.
Volver a insistir en los impactos y peligros que supone reabrir el vetusto artefacto rozaría el ridículo [2], también resulta cansino explicar, una vez más, la implicaciones que tiene su puesta en marcha en la estrategia atómica de llegar a los 60 u 80 años de funcionamiento de los reactores [3]. Tampoco tiene mayor importancia insistir en el papel de un CSN que ha abandonado ya los formalismos y se muestra claramente como lo que es: un apéndice técnico de la industria nuclear.
Ante la situación destapada, la respuesta crítica ha seguido la pauta habitual: presentación de iniciativas políticas (proposición no de ley), artículos de prensa limitados a Garoña, entrega de cartas de diputados (?) al CSN, alguna manifestación ciudadana local, y las habituales notas de prensa. Ni un paso más allá, como si lo que pasa en Garoña no afectase a los 7 reactores en funcionamiento en España.
Es más importante, sobre todo teniendo en cuenta que nos jugamos 25 años más de contaminación radioactiva y riesgo de catástrofe, abordar el análisis de la lógica del juego político, la vía a la que parece limitarse hoy por hoy la respuesta crítica. Lo haremos en siete apuntes y una reflexión ya repetida en otros artículos.
Primer apunte: dentro de la discreción que impera en todo lo se relaciona con la industria atómica, existe un consenso político genérico entre la oposición (Podemos en sus diversas versiones, IU, PSOE, ERC, etc.) sobre el final de la energía atómica. Cualquier persona que haya participado en reuniones que aborden este asunto con representantes de fuerzas políticas con representación institucional, a excepción del PP y CDC en España y Cataluña, es consciente de la predisposición favorable, e incluso la complicidad manifiesta, de los interlocutores con la petición de cerrar las nucleares.
Segundo apunte: pero la predisposición favorable se diluye en cuanto se sale de los discursos genéricos y se intentan concreciones o compromisos que vayan más allá de la confortable firma en un documento amplio; si se trata de algo tan elemental como un pronunciamiento público contra una central atómica determinada, aparece el fantasma del rechazo de una parte del electorado; si se pide participación o implicación de la fuerza política en una campaña concreta, se matiza que no se pueden alterar las prioridades de la acción política de la fuerza en cuestión; y si se pide una coordinación de varios partidos que comparten el rechazo atómico la situación aún peor: la petición se pierde en un laberinto de instancias institucionales y no institucionales de coordinación, agendas de trabajo acordadas mutuamente, reuniones de grupo, o intergrupo; o trabajo de comisiones, subcomisiones, áreas, etc.
Tercer apunte: en realidad, la persona o entidad ajena a la lógica de la política profesional que osa abordar el contacto con las fuerzas políticas se encuentra con dos tipos de actitudes: una larga cadena de explicaciones para que entienda el enorme trabajo que conlleva el hecho de poner un punto en el orden del día de una reunión (seguida de una propuesta de nuevas citas para mantenerla informada del proceso); o bien la declaración directa de que no, de que la fuerza política sí se declara contraria a la energía atómica, pero que no se abordará la cuestión en este momento. Dicha declaración puede quedarse aquí (lo que es de agradecer a efectos de ahorro de tiempo) o ir acompañada de una lista de deberes que la persona o entidad, que ha cometido la ingenuidad de intentar traducir las declaraciones en acciones, debe cumplir para que los representantes institucionales den los pasos adecuados.
Cuarto apunte: es en este contexto en el que debe valorarse el titular que en plena pre-campaña electoral informaba de que PSOE, Ciudadanos y Podemos no ampliarán la vida de las nucleares [4]. La mayoría de diputados que dichos partidos ostentan después de las elecciones del 20D no significa, ni mucho menos, que la cuestión atómica se aborde. En realidad lo que se transmite es que el tema nuclear permite actividad parlamentaria, no una acción política y social firme.
Quinto apunte: desde que en 2009 el gobierno PSOE de Rodríguez Zapatero anunció, primero, el cierre de Garoña y, luego, su prórroga por 3 años más, en una de sus muchas sumisiones a la voluntad de los que mandan, se ha marcado una pauta de cómo se abordan estas cuestiones desde la política: basta recordar la inacción y la pasividad del movimiento ecologista más ligado a instituciones, dando por resuelta la cuestión de los 40 años de funcionamiento de Garoña y limitándose a pedir el cumplimiento de la promesa; la agresiva campaña de activismo social y mediático desde la industria nuclear y sus palmeros [5]; el altavoz aplicado a las voces de desacuerdo con la declaración de cargos públicos, ex-cargos públicos y otros estómagos agradecidos del PSOE, sin olvidar el papel importante de periodistas, tertulianos, y opinadores en nómina de la oposición y fieles al sistema.
Luego vendrían las felicitaciones prematuras y los descorches de botellas de cava ante el cierre patronal de Garoña, adjudicándose algo que no se había conseguido, eludiendo profundizar en su significado y contradicciones.
Sexto apunte: es importante, y más en un período de cambios políticos y sociales como el actual, reflexionar en profundidad sobre el papel que juega la tenacidad en el mantenimiento de las aberraciones que forman el desorden en el que estamos viviendo.
Porque está muy extendida la creencia naif de que basta difundir un análisis lógico y riguroso de cualquiera de las monstruosidades vigentes desde unos presupuestos solidarios y éticos, para que la aberración sea primero rechazada, luego descartada y finalmente corregida.
Y es que, séptimo apunte, la visión naif choca con una molesta realidad: las personas y colectivos cuyos intereses se benefician de injusticias, sufrimientos, peligros y catástrofes, los que no van a ceder por mucha evidencia lógica y apelación ética que se despliegue. Y si dichas injusticias, sufrimientos, peligros y catástrofes son el resultado de algo que no se puede percibir directamente, como la radiactividad y sus impactos, la citada creencia naif se convierte en mera ilusión.
La conclusión es conocida. La producción, distribución y consumo de energía son el resultado de un conflicto político, no un problema técnico, de información o de racionalidad económica. En pocas palabras, que sin un movimiento social que presione activamente para conseguir el cierre de Garoña y las centrales atómicas, el activismo virtual, los me gusta, y las recogidas de firmas en internet, tan solo son un consolador entretenimiento.
Y existe, además, una variable perversa: refugiarse en la política para eludir la responsabilidad social. Se trata del aprovechamiento de Garoña, o del tema atómico, para marcar perfil político propio; en lugar de actuar de manera coherente con el amplio rechazo y trabajar para crear movimientos unitarios de presión social y política. Redactar mociones, proposiciones, preguntas, etc., todos los recursos diseñados para justificar la actividad parlamentaria que no salen del estrecho marco de los profesionales de la política, pero que se pueden publicitar para demostrar que mi fuerza política sí que se preocupa por el problema nuclear.
Lo que quiere decir que, de momento, los propietarios de la central nuclear de Garoña tienen ante si un prometedor futuro, a diferencia de la mayoría de los que seguiremos conviviendo con la contaminación radioactiva y la amenaza que representa.
NOTAS
[1] Gobierno y eléctricas quieren reabrir Garoña aprovechando el 'impasse' político.
http://www.publico.es/politica/gobierno-y-electricas-aceleran-reapertura.html
[2] Basta poner en cualquier buscador de internet las palabras Garoña y Doel (la central belga con la misma tecnología de Garoña y que presenta graves riesgos de seguridad) para recibir abundante información sobre la irracionalidad.
[3] Si interesa ver artículo en el Boletín 135 de Mientras Tanto, de Mayo del 2015; 131, de enero de 2015 , o 125, de junio de 2014, entre otros.
[4] Titular en varios medios, un ejemplo en http://politica.elpais.com/politica/2015/11/04/actualidad/1446638208_150290.html
[5] Campaña en la que jugaron un importante papel diversos sindicatos, activamente alineados con la patronal contra el cierre, y pasivamente sumisos cuando esa misma patronal decidió unilateralmente la paralización de la central atómica apenas 4 años después.
Miguel Muñiz es miembro de Tanquem Les Nuclears – 100%EER, y mantiene la página de divulgación energética http://www.sirenovablesnuclearno.org/
28/1/2016
El pacto catalán: una interpretación
Comentarios prepolíticos: 30
Joan Busca
I
El día 9 de enero por la mañana casi todo el mundo en Catalunya estaba convencido que íbamos inexorablemente hacia una nueva convocatoria electoral. Yo mismo consulté la página de Vilaweb (una de las fuentes de información más ligadas al nacionalismo) a eso de las 13 horas para ver si había novedades y todo seguía igual. En el parte informativo de las 14:00 saltó la noticia. Habría acuerdo para que la CUP diera apoyo a un candidato de Junts pel Sí diferente de Artur Mas. Poco después se sabía que el candidato sería Carles Puigdemont, alcalde de Girona, y que al día siguiente se convocaría de urgencia una sesión parlamentaria de investidura para que el nombramiento se hiciera en plazo legal. Lo que vino después es conocido.
Para mucha gente este pacto final fue sorprendente. Sobre todo por la rotundidad de la CUP en su afirmación de no apoyar a Mas y por la negativa de éste a ceder su puesto. Los de la CUP pueden presumir de haber conseguido su objetivo de echar a Mas, aunque a cambio de dar el poder a uno de sus acólitos y a cambio de concesiones que para mucha gente resultan incomprensibles (por decirlo suavemente). Yo mismo estaba tan indignado con lo ocurrido que no supe hacer otra cosa que ponerme a escribir para tratar de entender lo que había sucedido. Más o menos, lo que sigue es una revisión de lo pasado.
II
Para mí, que al final hubiera una pirueta y un pacto no era sorpresivo. De hecho, unos días antes había mantenido este punto de vista en un debate en Whatsapp con algunos colegas de Barcelona en Comú. Aunque no hubiera sido capaz de prever la forma final del acuerdo, más bien lo esperable es que algunos diputados rebeldes de la CUP se salieran de la línea dominante. Por eso me parece que hay que tratar de entender qué ha conducido la CUP al tipo de pacto al que han llegado.
La primera cuestión a tener en cuenta es que la CUP corría más riesgo de ruptura si acababa por provocar un nuevo ciclo electoral. La CUP es una organización donde se amalgaman sectores independentistas –para los que la cuestión nacional ocupa gran parte de sus preocupaciones– y sectores anticapitalistas bastante ingenuos y carentes de una verdadera estrategia transformadora. El apoyo que este sector concede al independentismo es bajo el supuesto de que una ruptura con el Estado daría lugar a un proceso de cambio mucho más radical. Hay que contar además que gran parte de la fuerza de la CUP se encuentra fuera de la región metropolitana de Barcelona, territorios donde el nacionalismo ocupa prácticamente todo el espacio y donde existe un amplio espacio de continuidad con ERC y Convergència. Para muchos activistas de la CUP, aparecer como los culpables de haber provocado el descarrilamiento del “procés” significaba un coste político y social que no estaban dispuestos a correr. De haber acabado las cosas sin acuerdo, es casi seguro que el sector independentista hubiera provocado una ruptura.
Si esta presión era posiblemente insoportable, lo ocurrido el 20-D y los sondeos sobre unas hipotéticas elecciones ayudaron a convencer al ala radical de la CUP. En las elecciones autonómicas la CUP obtuvo un número de votos cercano al de Catalunya Sí que es Pot. El carácter plebiscitario de aquellas elecciones polarizó la votación, y de la misma forma que propició que votantes tradicionalmente abstencionistas se movilizaran para apoyar a partidos favorables al No a la independencia (propiciando el éxito electoral de Ciutadans), se produjo también una migración de parte del voto de izquierdas hacia la CUP (y hasta hacia Junts pel Sí). En el 20-D, las cosas cambiaron radicalmente. En Comú Podem alcanzó un éxito rotundo. Y Podemos anunció que adoptaba un posicionamiento pro-referéndum y de reconocimiento del carácter plurinacional del Estado Español (Izquierda Unida lo lleva sosteniendo desde hace tiempo, pero su posición actual es demasiado marginal para contar) en consonancia con sus socios catalanes, valencianos y gallegos. Un contexto donde el independentismo en su conjunto y la CUP en particular podían perder centralidad en Catalunya, y donde se podría abrir un nuevo proceso a escala estatal que significaría un alejamiento del proceso de ruptura a corto plazo en el que se embarcó el independentismo catalán. Evitar unas nuevas elecciones era también una forma de taponar una posible vía de escape. Lo dijo chuscamente Baños (el ya dimitido portavoz, un incongruente dirigente que se pasó todo el periodo post 27-S diciendo claramente que no estaba dispuesto a apoyar a Mas y que presentó su renuncia cuando la CUP anunció definitivamente que no votaría a Mas): “Cómo pueden ser creíbles unos que proponen el referéndum para votar no”. Es decir, que sólo valen los que van a votar sí.
Cerrar el camino a unas nuevas elecciones era esencial para Convergència –pues sabía que iba a perder el liderato del independentismo a manos de ERC–, y posiblemente también para la CUP, que corría el riesgo de ver reducido su espacio electoral por el empuje de En Comú Podem. No se puede olvidar que la CUP ha sido muy sectaria con la izquierda tradicional, no sólo en el plano político sino también respecto a muchos movimientos sociales. Su proyecto se basa en ocupar todo el terreno de la izquierda, algo en lo que coinciden sus dos corrientes. Y, por tanto, unas elecciones que provocaran un nuevo cambio de correlación de fuerzas entre la izquierda producía pánico a más de uno. No cuesta pensar que, en este contexto, los hábiles políticos de CDC y sus adláteres (de ANC y Òmnium Cultural) –que el verano pasado consiguieron acorralar a Oriol Junqueras para ir juntos a las elecciones– ahora hayan conseguido lo mismo de la CUP con la amenaza que el crecimiento de Podemos y sus aliados es un peligro de igual calibre.
Falta por conocer si, además, han funcionado otro tipo de presiones más sucias, aunque a veces a los dogmáticos se les derrota con cosas sencillas (en la transición se contaba el caso de algún comando de ETA que cantó de plano en comisaria porque en lugar de recibir la esperada ración de tortura fueron obsequiados durante un par o tres de días por cordiales comidas con el comisario jefe, hasta que logró ablandarles lo suficiente para desmontar sus defensas). La CUP ha pasado unas Navidades acosada, y es posible que el miedo a convertirse en el malo de la película haya pesado más que cualquier otra cosa.
III
Lo que ha resultado insólito es la forma como se ha producido el acuerdo. Éste, en cinco puntos, no sólo incluye el acuerdo de investidura a Puigdemont, sino que también supone una coordinación permanente de dos diputados de la CUP con el grupo parlamentario de Junts pel Sí, el compromiso de no vetar ningún proyecto que afecte al “procés” (veremos qué ocurre con los Presupuestos), y una declaración insólita de disculpa por parte de la CUP (en un documentado artículo, la revista el Crític explica que esta parte del documento la escribieron los propios representantes de la CUP). Dejaron, además, que el anuncio del pacto lo presentara un resabiado Artur Mas, que aprovechó su intervención televisiva para reprender a los díscolos activistas de la CUP que habían bloqueado su triunfo total.
La CUP ha tratado de sacar pecho, pues ha conseguido la victoria pírrica de impedir que Mas sea presidente. Este fue el tono de la retórica intervención de su portavoz Anna Gabriel en el acto de investidura (que pasaba de puntillas por temas tan conflictivos como la corrupción o las privatizaciones). Una intervención retórica (muy en el estilo cupero) pensada, sobre todo, para reanimar a su área de influencia que había quedado anonadada con el texto del acuerdo y el discurso de Artur Mas. El apoyo que, de todas formas, daban al nuevo candidato de Junts pel Sí, contrastaba con las propias declaraciones que el mismo domingo reproducía Viento Sur de la propia Anna Gabriel, en las que explícitamente afirmaba, refiriéndose a Mas, que “tampoco seríamos justos si dijéramos que ha sido el escollo principal (…). Si la propuesta de Junts pel Sí hubiera tenido otro calado, y sobre todo otro significado en lo que respecta al plan de choque, no sería descabellado pensar que la militancia lo hubiera avalado de otro modo”. Y sigue: “el plan de choque no era satisfactorio y creo que en esto coinciden las personas que han sido favorables a apoyar la propuesta de Junts pel Si”. En un plazo de pocas horas, lo que era insatisfactorio se ha traducido en una hoja de ruta de avance. El discurso retórico de Anna Gabriel hoy en el Parlament es más de reafirmación de la CUP que de otra cosa. Han conseguido que se vaya Mas a costa de que éste imponga su candidato (por cierto, un alcalde que ya había recibido críticas serias por su escasa sensibilidad social, alguien nacido políticamente en el aparato de Convergència). Y han permitido que Convergència gane tiempo para poner en marcha su refundación bajo la dirección de Mas y que éste tenga derecho a poder presentarse como candidato en unas futuras elecciones. Mas ha preferido, de mala gana y con malos modos, presentarse como el héroe que se sacrifica (y que aún tiene una posibilidad de rentabilizar este sacrificio) antes de ir a unas elecciones en que se sabía perdedor. La CUP le ha posibilitado cuando menos un tiempo de descanso (y que Convergència siga manteniendo una importante cuota de poder) a cambio de no aparecer como el malo de la epopeya independentista.
IV
La primera valoración de mucha gente de izquierdas era que la CUP se rompía con este acuerdo. No me parece evidente. Se hubiera roto de haber mantenido el No hasta el final, puesto que el sector independentista puro no hubiera tolerado la “traición”. Pero no está claro que vaya a ocurrir lo mismo en el caso inverso. Hay varias razones para pensar así. En primer lugar, es previsible que ocurra el habitual fenómeno de la “disonancia cognitiva”, que implica que cuando uno toma una decisión forzada que hasta cierto punto le repugna, acaba encontrando justificaciones para amoldarse a la nueva realidad y explicarla. Es lo de la fábula del lobo y las uvas (como no alcanzaba a cogerlas, en lugar de frustrarse decidió que estaban verdes y no valía la pena el esfuerzo). Se trata de un recurso psicológico que evita que la gente que toma decisiones desagradables acabe generando una patología seria. Pero es una protección que tiene el coste de hacer perder la visión crítica de los actos.
Los dirigentes de la CUP tienen una larga tradición de ver la paja en ojo ajeno y ser altamente tolerantes con sus carencias. Y esto les facilita ahora seguir viendo el acuerdo como una cosa que ha pasado en su frontera pero que les ha dejado intactos. El discurso de Anna Gabriel el día de la investidura es, a este nivel, paradigmático. Además, gran parte de su discurso reciente se ha construido no sólo “contra España”, sino también contra la izquierda tradicional (ICV ha sido su gran enemigo) y contra los movimientos sociales tradicionales (y hasta, recientemente, contra Barcelona en Comú). Su pureza contrasta con la corrupción del resto, y por tanto sus decisiones son de un nivel diferente a las transacciones sociales que todos acabamos haciendo alguna vez. Todo ello les protege de la autocrítica y, al menos durante un tiempo, creo que hay que esperar dos cosas. Que la mayoría de la organización acepte lo acordado y lo defienda, y que aumente la respuesta sectaria a las críticas externas. Ha ocurrido en muchos otros casos (pienso, por ejemplo, en el apoyo que dieron los partidos comunistas al pacto Stalin-Ribentropp, verdaderamente criminal). Por desgracia, nuestra historia está llena de experiencias sectarias y dogmáticas que impiden leer las políticas con suficiente actitud crítica y autónoma.
Donde sí puede tener efecto es en la corona de votantes de izquierdas que habían llegado a considerar a la CUP como otra cosa, más viva, más radical, más democrática, menos vulnerable al intercambio con el poder. Ahí sí habrá deserciones. Por todo ello creo que el ataque frontal a la CUP va a ser inmune y que lo crucial pasa por seguir construyendo una cultura política más rica, sensata y autocrítica que la que demasiadas veces hemos experimentado.
V
El panorama político inmediato es aún más penoso. El pacto catalán refuerza las dinámicas de gobierno de concentración en España. Para mí estas ya estaban en marcha por razones que nada tienen que ver “con el desafío catalán”, más bien con la exigencia europea de aplicar un nuevo plan de austeridad. Ahora habrá un segundo contenido que puede llevarse por delante al sector del PSOE que aún aspiraba a ser una fuerza autónoma. Sea cual sea la forma que adopte este acuerdo, tenemos garantizado un nuevo “cierre constitucional” precisamente cuando se abría la posibilidad de que algo empezara a cambiar. Y también ahí, en abortar una izquierda que plantee las cuestiones de otra forma puede haber un interés común entre los nacionalistas de ambos bandos.
Por otro lado, en Catalunya creo que hoy ha quedado claro lo que nos va a venir encima. A falta de políticas concretas para las que no hay interés ni recursos, se va a poner en marcha “el procés”, un amplio proceso participativo nacional para definir el nuevo marco político catalán. O sea, un proceso de agitprop para tener entretenido al personal y para ir propagando la idea de Constitución que ya tienen medio pensada. A costa de seguir manteniendo una inactividad total en las políticas que necesita la gente, de bloquear las iniciativas de los Ayuntamientos de izquierdas, y de seguir colando las políticas camufladas con las que se sigue privatizando parte de la esfera pública. Mucho ruido y pocas nueces. Pero un ruido que impedirá plantear con fuerza propuestas y movimientos alternativos.
VI
La izquierda real, la que trata de articular En Comú Podem, la que se encuentra representada en diferentes Ayuntamientos, la de la gente que se mueve en diversos movimientos sociales e incluso una parte de la periferia de la CUP, va a estar sometida a una sauna continua, diseñada para aturdirla y para disolverla. En este campo lo que es urgente es que se tome en consideración el marco de referencia que he tratado de diseñar para desarrollar una acción política diferente, que sea capaz de capear los diversos temporales que se le vienen a encima y reforzar algún tipo de proyecto de largo plazo. Creo que es una tarea difícil, en un momento en que muchas cosas están bien en formación (como es el caso de Barcelona en Comú), bien en plena reformulación (ICV, EUiA). Quizás sería necesario desarrollar, más allá de lo que cada organización plantee hacer, algunos marcos de debate y reflexión menos constreñidos por las dinámicas organizativas que ayudara a clarificar un entorno tan enrevesado como el que se acaba de presentar. En este sentido, la propuesta de crear un nuevo proceso de convergencia de la izquierda catalana que propugna el entorno Ada Colau es una buena oportunidad siempre que se haga con la paciencia, el respeto, la sensibilidad y la sensatez que exige encajar en un proyecto común a gente con historias políticas, experiencias vitales y sensibilidades diferenciadas. Gente que demasiadas veces en el pasado ha encontrado más sencillo destacar las diferencias que el enorme caudal de cosas que les une. De cómo se lleve a cabo este proceso dependerá también el transcurso del inconsistente proceso que abre el pacto parlamentario del pasado 10 de enero.
29/1/2016
¿El puente de los terroristas?
José A. Estévez Araújo
Cuando acabé de ver El puente de los espías me pregunté si se podría sustituir la palabra “espía” por “terrorista” en los diálogos de esa película.
Me explico:
La primera parte del filme (o quizá habría que decir el primero de los dos filmes) trata de un espía soviético al que la CIA detiene en territorio norteamericano hacia finales de los cincuenta, en plena Guerra Fría. Lo retiene durante un tiempo indeterminado para intentar que se preste a colaborar con el gobierno estadounidense. El detenido se niega. Ni siquiera admite ser un espía. Una vez que la “Compañía” desiste, se monta un juicio penal a efectos propagandísticos. Se pretende mostrar al mundo que incluso los espías gozan del derecho a un debido proceso en USA.
Se encarga la defensa a James Donovan (un abogado interpretado por Tom Hanks). Donovan se toma en serio su trabajo incluso después de que el juez le deja claro que el acusado está condenado de antemano. Así, por ejemplo, intenta que no se admitan determinadas pruebas, porque se obtuvieron sin contar con la preceptiva orden de registro. Finalmente se condena al espía (aunque no a la silla eléctrica por consideraciones estratégicas que aquí no vienen al caso).
Tras la sentencia, el abogado Donovan anuncia públicamente que va a recurrir el fallo ante el Tribunal Supremo por violación del derecho al debido proceso. Eso no sólo le enemista con su jefe, sino que le convierte en un “enemigo público” tan odiado como el propio espía.
Dicho esto, la respuesta a la pregunta que me planteó la película creo que hay que buscarla en el alegato de Donovan ante la Corte Suprema. El abogado afirma con contundencia que la expresión “Guerra Fría” no es un eufemismo, es decir, que Estados Unidos está realmente librando una guerra. Sostiene también que si los cargos contra su cliente son ciertos, entonces éste debe ser considerado como un enemigo. Pero señala, que o bien se trata a ese enemigo (recuérdese que estamos hablando de un espía) como a un “combatiente”, o bien como a un “sospechoso de ser un criminal”. Se utiliza literalmente la palabra “combatiente”, pero “a secas”. Se evita intencionalmente usar expresiones del tipo “combatiente ilegal enemigo” (que es el status que se atribuye a los detenidos en el marco de la “Guerra contra el Terrorismo”). O sea que a esos “combatientes” se les debe considerar o prisioneros de guerra o presuntos delincuentes. Y en ninguno de los dos casos se les puede torturar (la película se encarga de dejar claro que al “espía” no se le torturó mientras estuvo en manos de la CIA).
El sentido de la pregunta que me hice es, por tanto, el siguiente: ¿se puede sustituir “Guerra Fría” por “Guerra contra el Terrorismo” y “espía” por “terrorista” en el alegato? ¿El “mensaje” de la película en este punto es una crítica de las prácticas de Estados Unidos en la actual “guerra”, especialmente de la situación de los detenidos en Guantánamo y de las torturas practicadas por la CIA? ¿O eso no tiene nada que ver con las intenciones de Spielberg, de los hermanos Cohen (guionistas del filme) o del propio Tom Hanks?.
Según mi interpretación, la cinta sí se refiere alegóricamente a la situación presente. Pero el hecho de que ningún crítico español —que yo sepa— haya hecho esa lectura de la película me provocó serias dudas. Así que me fui a los artículos escritos en Estados Unidos sobre The Spies Bridge y me encontré con un panorama totalmente distinto. Hay bastantes autores que han hecho comentarios de la cinta en ese sentido. A algunos les ha parecido muy bien el mensaje y a otros les ha parecido enormemente desafortunado.
Así, Amy Nicholson escribe un texto sobre el filme en el que sostiene que el objetivo de Spielberg es señalar los paralelismos entre los años cincuenta en que está ambientada la película y el presente. Ve una analogía entre la paranoia frente a la posibilidad de un ataque nuclear soviético que retrata la cinta y la paranoia del presente frente al “terror”. Habla asimismo de las torturas que se practican a los sospechosos de terrorismo. Incluso ve una correlación entre los aviones espía U-2 (otro de los temas del film) y los actuales drones.
Por otro lado, Joanna Connors escribe una crítica titulada significativamente “Una historia de espionaje durante la Guerra Fría pone en su punto de mira la Guerra contra el Terrorismo” . En el artículo se afirma que Spielberg utiliza la Guerra Fría para arrojar luz sobre el presente. También se considera central el alegato de Donovan ante el Tribunal Supremo señalando que es imposible no sentir en él las “reverberaciones” de la Guerra contra el Terrorismo y la manera como se trata a los presos en Guantánamo.
El propio Tom Hanks, hablando de la película, señala las concordancias entre ésta y la situación actual y afirma que Estados Unidos nunca debía haber torturado a los sospechosos de terrorismo. En la misma entrevista Spielberg afirma que, comparado con los actuales sistemas de vigilancia, el espionaje que se hacía durante la Guerra Fría era ciertamente “educado”.
También el New York Times o el Washington Post han publicado críticas de The Bridge of Spies en que se señalan semejanzas entre la situación retratada en la película y la actual.
Por tanto parece que mi lectura no iba totalmente desencaminada…
En mi búsqueda por Internet, encontré también un artículo de un británico, Toby Young, que realiza una crítica feroz al “mensaje” de la película. El autor sostiene que hay que luchar contra el terrorismo a la manera de Indiana Jones (una saga también de Spielberg) y no a la manera de El puente de los espías. Con eso se refiere al modo como Indiana Jones combate a los nazis. Ahí, dice, no se plantea ninguna “chorrada” sobre el habeas corpus.
Young acusa a Spielberg de doble moral. Todos los medios de lucha contra los nazis le parecen legítimos pero no ocurre así con la lucha contra los “comunistas” y los “terroristas” (supongo que implícitamente quiere decir que esa doble moral se debe a que es judío). El autor concluye que no se puede pelear contra el terrorismo “con una mano atada a la espalda” del mismo modo que no se pudo hacer durante la Guerra Fria. Defiende, pues, una lógica amigo/enemigo de carácter radical: los derechos son sólo para los “amigos”.
En otra parte de su texto, Young se pregunta si Spielberg no se habrá replanteado el mensaje de su film tras los atentados de noviembre en París. Esa cuestión enlaza con lo que podríamos considerar el aspecto “trágico” del destino de la película: Spielberg estaba viajando a la capital francesa para presentarla cuando se produjeron esos atentados. Obviamente, la presentación fue suspendida.
El contenido del artículo de Young es una buena muestra del impacto ideológico de la masacre parisina. Ha dado nueva fuerza a los “halcones”, que estaban relativamente debilitados. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que la época de estreno de la película en Estados Unidos coincidía en el tiempo con el fin de la “prórroga” concedida a la NSA para que desmontara su programa de espionaje telefónico masivo. Quizá por eso, en la entrevista citada más arriba, Spielberg se centra en criticar duramente el actual Estado de la vigilancia.
Finalmente, es necesario resaltar que los atentados parisinos han sido extrañamente “oportunos” y que hay algunos elementos sospechosos, como se ha señalado ya en otros artículos de esta misma revista. Uno que no se ha mencionado es que el 5 de noviembre el gobierno francés anunció que el día 18 el portaaviones Charles de Gaulle iba a partir de su base en Toulon para combatir al Estado Islámico... Los atentados tuvieron lugar el 13 de ese mismo mes.
Pero el trasfondo de la tragedia parisina es un tema que esperemos que los tribunales de justicia franceses sean capaces de poder aclarar, y que no ocurra lo que ha pasado en Norteamérica con el 11-S.
30/1/2016
Ensayo
Antonio Antón
La visión constructivista de Podemos
Diversos portavoces de Podemos han planteado la sustitución de la dicotomía izquierda/derecha por otras polarizaciones y han resaltado la importancia de la elaboración de un nuevo discurso. Ya hemos explicado en otra parte las insuficiencias del eje izquierda/derecha, aunque también la vigencia de la igualdad, y hemos valorado las otras dicotomías propuestas. Ahora abordamos la visión constructivista del sujeto popular de cambio de E. Laclau (La razón populista, 2013), influyente en algunos de sus dirigentes, y lo específico de su aportación. Partimos del criterio compartido de realzar el papel de la cultura y la subjetividad de los actores sociales y políticos, sin caer en el voluntarismo. Este tema afecta al análisis de cómo se construyen las identidades colectivas y se conforma la cultura popular, así como al significado de la polarización social o pugna sociopolítica y la hegemonía cultural y política.
Para Laclau y Mouffe (Hegemonía y estrategia socialista hacia una radicalización democrática, 1987) “una estructura discursiva no es una entidad meramente ‘cognoscitiva’ o ‘contemplativa; es una práctica articulatoria que constituye y organiza las relaciones sociales (p. 109). Y continúan: “A la totalidad estructurada resultante de la práctica articulatoria la llamaremos discurso” (p. 119). Si el discurso es, sobre todo, práctica (articulatoria o hegemónica) se convierte en una afirmación tautológica y no se clarifica el papel específico de las ideas o la subjetividad que las personas incorporan en sus relaciones sociales. Gramsci, según valoran bien estos autores, sin abandonar el determinismo realzaba el papel de la cultura popular. En nuestra investigación, siguiendo a E. P. Thompson, se da un paso más en la crítica al determinismo sin caer en el idealismo, revalorizando la ‘experiencia popular’ en la formación de los sujetos y su acción sociopolítica y relacional, incluyendo su cultura y su participación en el conflicto social. Por tanto, los actores o sujetos incorporan en su práctica social un determinado discurso que, a su vez, la modela y le da sentido.
Cabe una precisión previa para delimitar el significado de la palabra discurso. Conviene distinguir este concepto, usualmente referido al conjunto de opiniones de un grupo social, de su experiencia social y política y su impacto en las relaciones sociales. La práctica sociopolítica y cultural de los distintos actores y cómo interiorizan y encarnan sus ideas y valores es lo que genera la transformación de las relaciones sociales. Si sobrevaloramos el discurso, como ideas, y su capacidad constructiva de lo social, dejamos en un segundo plano el aspecto principal en la articulación social: la gente, los sujetos. Vamos a contar con ello para hacer una reflexión más general sobre la conformación de las identidades colectivas, aspecto ya tratado en detalle en otros textos.
Alguno de sus dirigentes lo formula así:
«(La) visión constructivista del discurso político permitió interpelaciones transversales a una mayoría social descontenta, que fueron más allá del eje izquierda-derecha, sobre el cual el relato del régimen reparte las posiciones y asegura la estabilidad, para proponer la dicotomía ‘democracia/oligarquía’ o ‘ciudadanía/casta’ o incluso “nuevo/viejo”: una frontera distinta que aspira a aislar a las elites y a generar una identificación nueva frente a ellas» (Íñigo Errejón, “¿Qué es Podemos?”, Le Monde Diplomatique nº 225, julio de 2014).
La interpelación a la mayoría social descontenta es positiva. Ese potencial sujeto, al que dirigirse y reclamar su atención, señala la base principal susceptible de apoyo de las fuerzas políticas alternativas. Se ha constituido frente a los recortes sociales, las graves consecuencias de la crisis y su injusto reparto, la política de austeridad y la prepotencia gubernamental y de la troika. Son rasgos fundamentales que configuran la experiencia y la cultura de la corriente social indignada. Se ha generado una nueva conciencia popular en esos temas clave, diferenciada de las élites dominantes. Está apoyada en la práctica social y el comportamiento de una amplia ciudadanía, en su participación y legitimación de la protesta social progresista, y está basada en los valores democráticos y de justicia social. No solo es una base social de izquierdas o de composición de clase trabajadora; es más amplia: progresista, democrática y popular. En esa nueva actitud sociopolítica participan personas que se autodefinen de centro progresista, incluso algunos de centro-derecha o votantes de esos partidos. Sin embargo, la mayoría de ellas se auto-ubican ideológicamente en la izquierda, sin darle a esa palabra el significado de una ideología compacta y cerrada o una vinculación de lealtad fuerte con un determinado partido político. Igualmente, participan sectores de las clases medias y, particularmente, jóvenes ilustrados con bloqueo en sus carreras laborales y profesionales. Elementos centrales de esa actitud progresiva, aparte de los valores democráticos, son la defensa de los derechos sociales y laborales y la igualdad en las relaciones sociales y económicas, así como el importante papel de lo público: Estado de bienestar, regulación de la economía, empleo decente y equilibrio en las relaciones laborales, protección social y servicios públicos de calidad.
Esa transversalidad relativa, referida a la actitud ideológica y la composición de la ciudadanía descontenta, no supone una estrategia electoral atrapalotodo, con una orientación difusa. Se excluyen a las clases dominantes, la oligarquía o la casta, que se sitúan como el adversario a combatir, y se desconsidera la base social conformista con las políticas regresivas y autoritarias o irrespetuosas con los derechos humanos. Estamos hablando, pues, de un proyecto transformador, emancipador y popular, que va dirigido no solo a la gente que se considera de izquierdas sino a la mayoría de la gente crítica, indignada o descontenta. Y presenta un perfil no solo de izquierdas (tradicional) y menos para situarse (o que lo sitúen) a la izquierda de Izquierda Unida o como extrema-izquierda. Se identifica con un nuevo impulso transformador adecuado a las tareas de cambios fundamentales, giro socioeconómico y democratización del sistema político, y se enfrenta a los poderes establecidos. Ha elaborado un mensaje político con un lenguaje que ha conectado con la percepción de un amplio sector de la ciudadanía progresista y sus demandas discursivas y representativas para fortalecer su pugna sociopolítica y electoral.
El nuevo discurso —ciudadanía y democracia frente a casta y oligarquía—, elaborado con una visión constructivista permite a los líderes de Podemos, autores de esas consignas, ‘interpelar’ a esa mayoría social descontenta. Tiene una ambiciosa aspiración: ‘aislar a las élites’ (dominantes) y generar una ‘identificación nueva’ anti-casta o anti-oligárquica. Se enlazan mecanismos básicos de la contienda política: nuevo discurso y liderazgo y base social descontenta, sobre los que se construye una identificación popular con sus mensajes y su representación, así como el aislamiento cultural y la deslegitimación ciudadana de las clases dominantes.
¿Cuál es el rasgo que se infravalora? El que la conciencia popular de esa corriente indignada, en gran parte, ya estaba formada a través de la experiencia masiva de la crisis y sus graves consecuencias sociales, las políticas regresivas y la prepotencia gubernamental, contestadas por todo un ciclo de la protesta social, cívica y democratizadora. Desde el año 2008, con la crisis económica y la ampliación del desempleo masivo y, particularmente, desde el año 2010, con la aplicación generalizada de las políticas de austeridad y la imposición de ajustes antisociales, se ha producido el empeoramiento vital y de derechos de una mayoría ciudadana, su percepción de la desigualdad y la injusticia, así como su desacuerdo con los poderosos y su gestión regresiva y autoritaria de la crisis. En ese proceso, sociopolítico y cultural, han participado millones de personas, miles activistas o representantes asociativos y distintos grupos y movimientos sociales. El choque de esa involución social y democrática, promovida por los poderosos, con la cultura y las expectativas previas de la mayoría de la población ha generado una polarización sociopolítica y cultural. La mayoría de la gente se ha reafirmado en sus valores democráticos y de justicia social. Frente a las dinámicas dominantes hacia la resignación y el sometimiento se ha desarrollado la indignación cívica y la deslegitimación ciudadana de las capas dirigentes, económicas e institucionales, que han actuado con prepotencia.
Por tanto, la acción comunicativa de un discurso y unos líderes, sin contar con este proceso, pueden quedar sobrevalorados en su aportación para la generación de la capacidad identificadora del campo propio y la aisladora del campo adversario. Es insuficiente al margen de las dinámicas de fondo de la cultura popular, las condiciones y expectativas vitales, la experiencia en el conflicto sociopolítico y la articulación del conjunto de tejido asociativo y movimientos sociales. Es razonable, a la vista del éxito obtenido, la pretensión de reforzar la legitimación del discurso y el liderazgo de Podemos y sus dirigentes. Es fundamental para encarar la siguiente fase de consolidación y ampliación de las fuerzas alternativas. Pero se trata también de precisar el valor de lo aportado para evaluar los esfuerzos, mejoras y dinámicas necesarios para avanzar en ese objetivo transformador.
La vinculación de los mensajes y el liderazgo con las demandas y aspiraciones de la ciudadanía descontenta o crítica se debe realizar superando una relación esencialista o ahistórica de ambos componentes. La activación de una respuesta colectiva está mediada por los procesos del conflicto social y político, la experiencia, la cultura y la disponibilidad de la mayoría progresista de la sociedad, así como la propia acción y la organización de sus sectores activos y más representativos. En particular, tiene relevancia para adoptar una posición receptiva y unitaria con los distintos actores. Se ha resuelto aceptablemente en los casos de Cataluña y Galicia y menos en la Comunidad Valenciana. Pero, especialmente, por su representatividad y peso político, sigue pendiente la confluencia entre Podemos e Izquierda Unida-Unidad popular, sin olvidar la dinámica principal de la movilización sociopolítica y la articulación social de una ciudadanía activa, fundamental para encarar los retos inmediatos.
La irrupción de un electorado indignado ha sido posible por el proceso, amplio y profundo, de conformación de una identificación popular por parte de un sector significativo de la población, con unas características definidas: percepción del carácter regresivo del poder, amplitud de la respuesta cívica con una diferenciación cultural y sociopolítica respecto de las élites dominantes, consolidación de una cultura democrática y de justicia social, y articulación variada de un movimiento popular progresista, compuesto de múltiples grupos sociales, un amplio tejido asociativo y una diversa representación social unitaria que ha servido de cauce y expresión de grandes movilizaciones ciudadanas. Es el rasgo que aparece poco realzado al destacar, fundamentalmente, el componente constructivo del discurso y el liderazgo de una formación política sobre una base social descontenta pero solo receptora de interpelaciones. Se dejarían así en un segundo plano el papel de la propia ciudadanía activa como agente crítico y con la interrelación de distintos actores, así como su propia conformación experiencial e identificadora, a través del rechazo a la austeridad y los ajustes regresivos de unos gestores políticos prepotentes y una reafirmación en valores democráticos, solidarios e igualitarios.
Lo nuevo o añadido por el fenómeno Podemos a ese bagaje de cultura popular, actitudes progresistas en lo social y democráticas e integradoras en lo territorial, así como de participación cívica, es haber construido un cauce político para que se pudiese explicitar el apoyo electoral y la simpatía más amplia hacia un nuevo liderazgo político con un discurso crítico. Sus mensajes han sabido interpretar esas ideas fuerza en la ciudadanía indignada y les han permitido a sus representantes públicos recibir un reconocimiento político y electoral significativo. Dicho de otro modo, la visión constructivista ha contribuido, específicamente, a este último hecho, sobre la base de que ya estaban edificados los fundamentos y la experiencia de una nueva polarización sociopolítica y cultural. Y se han configurado no solo a través de discursos sino por la participación cívica, masiva y colectiva en el conflicto social, incluido el esfuerzo de activistas, grupos y organizaciones sociopolíticas. Las ideas y significantes se apoyan, combinan y refuerzan con la articulación participativa de una ciudadanía activa.
La teoría populista de Laclau, además del límite de reducir su contenido a la lógica de la acción política, tiene otras deficiencias. En particular, relacionado con su contenido ideológico o programático, la creencia de que una lógica o técnica de acción política sea suficiente para orientar la dinámica popular hacia la igualdad y la emancipación. O que con un discurso apropiado, al margen de la situación de la gente, se puede construir el movimiento popular. Infravalora la conveniencia de dar un paso más: la elaboración propiamente teórica, normativa y estratégica, vinculada con las mejores experiencias populares y cívicas, para darle significado e impulsar una acción sociopolítica emancipadora e igualitaria. El paso de las demandas democráticas y populares insatisfechas hasta la conformación de un proyecto transformador y una dinámica emancipadora debe contar con los mejores ideales y valores de la modernidad (igualdad, libertad, laicidad…). Estos, en gran medida, se mantienen en las clases populares europeas a través de la cultura de justicia social, derechos humanos, democracia…, cuyo refuerzo es imprescindible.
En resumen, el discurso sobre unos mecanismos políticos (polarización, hegemonía, demandas populares), para evitar ambigüedades que permitan orientaciones, prácticas o significados distintos y contradictorios, debe ir acompañado con ideas críticas, asumidas masivamente, que definan un proyecto transformador democrático, igualitario y solidario. Junto con la activación y la articulación de un fuerte movimiento popular y la relevancia de su cultura democrática y de justicia social, queda abierta, por tanto, la necesidad de un esfuerzo específico en el campo cultural e ideológico para avanzar en una teoría social crítica y emancipadora que sirva para construir hegemonía popular para un cambio social y político de progreso.
[Antonio Antón es Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid y autor de Movimiento popular y cambio político. Nuevos discursos (Ed. UOC)]
25/1/2016
El extremista discreto
El Lobo Feroz
Convecinos indepes
Convecinos independentistas: al darnos tanto la barrila os estáis pasando.
Seguiréis con vuestro procés, pero, por favor, hacedlo un poco más bajito. Sin gritar y sin ocupar tanto espacio, como si sólo se pudiera hablar del procés (y del Barça). Ya nos hemos enterado suficientemente de que la corrupción de Convergència os importa un pito, se la perdonáis, como perdonáis a Millet, y a toda la familia Pujol con la Ferrusola a la cabeza; si s'escau como habéis perdonado a grandes como Macià Alavedra y Prenafeta o a pequeños como tantos alcaldes (y puestos a decirlo todo, como perdonáis a Neymar, a Messi y a sus papás, pues no han hecho más que lo que han hecho siempre muchos papás de Convergència). ¡Luego diréis que España os roba! La paja en el ojo ajeno, ésa sí la veis.
Es una pena que no os preocupen ni los cierres de quirófanos y centros médicos de atención primaria, ni el uso privado de hospitales públicos, ni el recorte de las prestaciones por situaciones de dependencia. También sabemos que no os importa el cierre de aulas escolares o su masificación —pourvu qu'on parle catalan—, el aumento de precio de las matrículas universitarias, la no renovación del profesorado, lo flacas que están las becas y tantas cosas por el estilo. Y es una pena, porque quizá en esta zona de asuntos tal vez tal vez tal vez podríamos entendernos. Suponemos que hay al menos un indepentista —al menos uno— preocupado por lo mismo que nosotros. Y si pensamos en el paro, en la precariedad del trabajo, en su discontinuidad, en los salarios de mierda, en los parados sin subsidio o en el futuro de las pensiones, vuestra capacidad organizativa —sabéis manifestaros, y hablar alto— nos vendría muy bien para hacer piña.
Pero, claro, vosotros no estáis por la labor: estáis por el procés.
Sois bernsteinianos sin saberlo. Bernstein decía: "El objetivo no es nada; pero el movimiento lo es todo, todo, todo." Vosotros sabéis, en vuestro fuero interno —salvo que tengáis alucinaciones, salvo si os dopáis con LSD a granel, salvo que padezcáis eso que se llama pensamiento desiderativo—, que el procés, por su naturaleza misma, no s'acaba mai. Que no va a ninguna parte, que no obtiene ni va a obtener el resultado que se ha señalado como fin. Pero precisamente por eso el procés lo es todo. Y como lo es todo no puede parar. Tampoco puede virar, porque esa conga se rompería en pedazos.
La verdad es que nos caéis en gracia. Nos ha divertido el tentetieso de Mas, que rompe todo lo que toca (ha roto a C.i.U., ha rajado a las CUP y ha dividido a su partido) pero se salva saliéndose por la tangente; o la clarividencia de los dirigentes de la CUP —que al parecer no sabían que sentarse a negociar significaba hacer concesiones— y su santa inocencia, pues no parece afectarles que en la despensa no haya nada de lo que les han prometido; o los modos y maneras de la presidenta del parlament, necesitada de un apuntador, o las llantinas de Oriol Junqueras; y todo por no hablar de las urnas sin censo y de papel, de los plebiscitos que no son plebiscitos y cosillas de ese estilo, como vuestra tele: el conjunto compone un teatrillo realmente espectacular, dado el aforo de la sala, y que os retrata bien. Hemos disfrutado del espectáculo. Pero, ¿sabéis? Empezamos a estar cansados del repetitivo ostinato de la obra, monocorde además, y lo mejor va a ser que prosigáis la música entre vosotros, pero con sordina.
No lo olvidéis ni os engañéis: nosotros somos la mayoría. Nos gusta la polifonía. Cataluña es una Babel donde todo el mundo tiene el don de lenguas; donde, todavía, a los trabajadores no les gustan los tenderos que engañan al fisco, y tampoco les gusta el capital aunque sea de color cuatribarrado.
Además sabemos la verdad: que Mas tuvo que ceder por el temor a que unas nuevas elecciones catalanas significaran el triunfo de la izquierda, la de verdad, internacionalista, la única que hay.
11/1/2016
La Biblioteca de Babel
David García Aristegui
¿Por qué Marx no habló de copyright?
La propiedad intelectual y sus revoluciones
Enclave de Libros, 2014, 232págs.2014
En este libro con sugerente título, el autor –licenciado en Ciencias Químicas, programador informático y ex-músico– realiza un recorrido histórico por algunos de los momentos más importantes en la formación y configuración de la propiedad intelectual y el copyright. Un recorrido que muestra la importancia del auge del capitalismo y la primera revolución industrial en el surgimiento de un ámbito cultural claramente mercantilizado (o, mejor dicho, en la mercantilización del ámbito cultural). La lectura del libro permite apreciar que la pregunta sobre Marx y la relación de éste con el copyright refleja en realidad un cuestionamiento y una crítica acerca de por qué la izquierda ha rehuido tradicionalmente afrontar la problemática de la propiedad intelectual o lo ha hecho desde posturas claramente defensoras de los postulados capitalistas. Es más, el autor denuncia que, frente quienes abogan por un copyright estricto que trata la producción cultural e intelectual como mercancía, algunos movimientos teóricamente alternativos no suponen sino una apuesta liberalizadora y desreguladora tendente a precarizar todavía más las condiciones de los artistas en aras de una cultura más libre.
En este sentido, el libro resulta interesante fundamentalmente porque huye de la tradicional dicotomía entre defensores de la propiedad intelectual y críticos que abogan por lo que ellos llaman cultura libre. Estas dos realidades resultan excesivamente simplistas y esconden situaciones determinantes para analizar y comprender la producción cultural a día de hoy: la revolución tecnológica informática, el poder de grandes transnacionales del ámbito de internet (enfrentados en ocasiones a grandes propietarios de derechos de propiedad intelectual), la pauperización de las condiciones laborales de la mayoría de autores y artistas o la pérdida de importancia de las Administraciones Públicas –del Estado, en definitiva– en la promoción y gestión colectiva de la producción cultural de la sociedad. Frente a las tradicionales posturas favorables o contrarias al copyright, análisis como el de García Aristegui permiten pensar en modelos alternativos a la propiedad intelectual tomando consciencia de que para ello es necesario «pensar en modelos alternativos de sociedad».
Joan Ramos Toledano
29/1/2016
Svetlana Aleksiévich
Voces de Chernóbil
Crónica del futuro
Debolsillo, 2015, 408págs.2015
El Nobel de Literatura ha propiciado la traducción de los grandes libros de la periodista bielorrusa. Empiezo por el de Chernóbil, que creo que es un texto estupendo. Construye un discurso coral que permite captar lo que realmente significa un accidente nuclear. Como destacan algunos de sus protagonistas, es otro tipo de guerra, sin un enemigo claro, sin, a menudo, efectos directamente visibles, o que sólo aparecen al cabo de mucho tiempo. Pero una guerra, al fin y al cabo, que provoca lo que todas: muertes, enfermedades, desplazamientos masivos de personas, territorios dañados irreversiblemente… El libro permite también conocer de primera mano aspectos esenciales de la sociedad soviética, de la brutalidad de las formas de ejercer el poder, de una sociedad a la vez ingenua y obediente, a la vez solidaria e ignorante. Entender Chernóbil es más necesario que nunca, cuando el accidente de Fukushima ha puesto en evidencia que aquello no fue una mera chapuza soviética, sino que es un riesgo evidente del uso de una tecnología indeseable.
Albert Recio Andreu
2/2016
Obras diversas
Reseña napolitana
Nápoles es una ciudad única en el más fuerte de los sentidos de la palabra. Horroriza o fascina. Si se la ama, se la ama como a pocas. Es una ciudad densa, con las capas y las costras que le ha impuesto su historia. Nápoles ha sido la capital de un reino y ya no lo es, y esta decadencia imprime su huella. Manifiesta alguna hibridación hispánica, también de la España negra. Con cultura y carácter propios, y excepcional en Italia; es una ciudad-masa cuyo protagonista es la multitud.
Por otro lado, es la ciudad de Eduardo de Filipo, de Totó, de actores más jóvenes como el llorado Massimo Troisi o Toni Servillo. La ciudad de iglesias bellísimas; o la ciudad donde se amontonan las basuras cuando la gente se niega a pagar a la Camorra. Donde la postmodernidad no consigue entrar buenamente. Como me recuerda Giaime Pala, Nápoles no es sólo popular: fue también un centro de la Ilustración, y entre sus grandes intelectuales hay que mencionar a Vico, a Guido de Ruggiero, a V. Cuoco y F. de Sanctis; el napolitano de adopción Benedetto Croce creó allí un instituto de estudios históricos envidiable. Nápoles tuvo un alcalde comunista, M. Valenzi, en los años setenta, y otro en los noventa: Antonio Bassolino.
Y he aquí que, para los amantes de Nápoles, me he propuesto recopilar una lista de lecturas y de películas que la mantengan viva en nuestras cabezas.
Películas:
Carrossel Napoletano (Carrusel napolitano), de Ettore Giani, 1954: un "musical" divertido con las legendarias canciones populares napolitanas y una temprana presencia de Sophia Loren; puede dar paso a:
Mani sulla città, de Francesco Rosi, 1963, con guión de F. Rosi y R. La Capria, una película extraordinaria sobre la obscena especulación inmobiliaria padecida por Nápoles; un clásico del neorrealismo. Este excelente cineasta, poco recordado en los gustos de los críticos cinematográficos neoliberales, Francesco Rossi, ha filmado otras pelis más o menos cercanas a Nápoles; recordemos: Cadaveri eccellenti (Excelentísimos cadáveres), 1976, Tre fratelli, (Tres hermanos), 1981. Pero retrocedamos a:
L'oro di Napoli (El oro de Nápoles), de Vittorio De Sica, 1954. Una comedia de episodios con un reparto sensacional (Silvana Mangano, Sophia Loren, Eduardo De Filippo, Paolo Stoppa, Totó...) que nos introduce en pequeñas historias napolitanas muy características; seguimos aún en el neorrealismo puro.
Morte di un matematico napoletano, de Mario Martone, 1992. Narra los últimos días de Renato Caccioppoli, un importante e inventivo matemático napolitano, nieto de Bakunin, activamente antifascista y afiliado en la posguerra al Pci. Con problemas psiquiátricos, acabó suicidándose en 1959. Conviene ver esta película en contacto con los libros de La Capria y Ermano Rea que se mencionan más abajo.
Macarroni, de Ettore Scola, 1985. Con dos actorazos, Mastroianni y Lemmon, un enredo que introduce al espectador en la vitalidad, las creencias y las supersticiones de los napolitanos, en un film de uno de los grandes directores de esa gran cinematografía que es la italiana.
Libros:
Sebastiano Vassalli, Io, Partenope, 2015: Un libro que remite al Reino de Nápoles del siglo XVI, y a la vida de una popular mística napolitana que sufre un proceso inquisitorial para acabar inspirando a Bernini en su Éxtasis de Santa Teresa. Escrito en un italiano transparente y bellísimo.
Raffaele La Capria, Ferito a morte, 1961: La Nápoles de los americanos y de Achille Lauro, la de los trapicheos en los difíciles años de la postguerra, la ciudad que hiere de muerte en sus sueños al protagonista de la novela.
Anna Maria Ortese, Il mare non bagna Napoli, 1994: Despiadado retrato napolitano. Un libro duro: la Ortese llega hasta el hueso.
Ermano Rea, Mistero napoletano. Vita e passione di una comunista negli anni della guerra fredda, 1995; tema sobre el que vuelve en La comunista. Due storie napoletane, 2012: Estos libros remiten a las vidas de los jóvenes comunistas napolitanos que vivieron la guerra y la inmediata posguerra. Es el mundo en el que se movieron en su juventud varias personas muy queridas de mientras tanto: Giulia Adinolfi, Renzo Lapiccirella, Rosa Rossi.
Ermano Rea, La dismissione, 2002: Descripción del desmantelamiento de la gran acería napolitana, y de la historia de las luchas y las vidas de sus trabajadores. Una grandísima novela que, como casi todas las antes citadas, no ha sido traducida al castellano. La acería había sido el centro de la potente clase obrera napolitana. Se desmanteló por exigencias de la Unión Europea; sus mejores instalaciones han ido a parar a China.
Roberto Saviano, Gomorra, 2006: Una incursión en el mundo de la Camorra, la mafia napolitana; un libro de verdadero valor en los diversos sentidos de la palabra. Como es sabido, Saviano ha tenido que cambiar de identidad para escapar a la venganza de la Camorra.
Fabio Ciaramelli, filósofo napolitano, me señala que a destacados escritores foráneos (en realidad Vassalli también lo fue) les ha fascinado Nápoles y han escrito más o menos brevemente sobre ella: de Goethe a Benjamin y a Freud, por una parte; por otra, cabría mencionar también La piel de C. Malaparte o Nápoles 1944, de Norman Lewis, interesante libro, traducido al castellano, sobre la época del armisticio, escrito por un oficial de inteligencia británico.
Y, por acabar cambiando de registro, un recetario de cocina popular napolitana para chuparse los dedos: Gleijeses, A Napoli si mangia cosí, 1981; más completo, la biblia de la cocina de Nápoles, Jeanne Carola Francesconi, La cucina napoletana, 1965 y numerosas ediciones sucesivas.
J.-R. C.
3/1/2016
Dos libros sobre el amor y la memoria
Henning Mankell
Arenas movedizas
Tusquets, Barcelona, 2015, 374 pp.
La obra con la que se despide Mankell de sus lectores es una preciosa reflexión sobre la vida que, lejos de cerrar puertas, las deja bien abiertas a nuestra capacidad de transformarnos, individualmente y como especie. A partir de la enfermedad del autor, éste echa la vista atrás con ojos renovados, aproximándose a la vida con humildad para reflexionar apasionada pero serenamente sobre la necesidad de comprendernos a través de los demás. Plenamente consciente del sinsentido antropológico, social y ecológico característico del presente, Mankell también apela a nuestra capacidad de resistencia en un testimonio vital destinado a perdurar y a actuar en la cabeza de quien lo lea y que, por tanto, no podemos dejar de recomendar con entusiasmo.
John e Yves Berger
Rondó para Beverly
Alfaguara, Madrid, 2015, 54 pp.
Padre e hijo dialogan con su madre a poco de morir ésta. Su evocación, a través de la palabra y de la imagen, nos recuerda de nuevo que estamos hechos de memoria, algo sin lo que no puede existir la conciencia ni la responsabilidad que nace de ella. Como en el libro anterior, nos encontramos con literatura llena de verdad: ambos se sitúan en una proximidad cercana con el lector, en el plano de un diálogo íntimo donde escenarios de la periferia (el África negra en el caso de Mankell, los Alpes franceses en el de los Berger) operan como el marco adecuado para el distanciamiento y la reflexión necesarios sobre el devenir de los tiempos modernos.
Antonio Giménez Merino
5/1/2016
Revista «Dialéctica»
Homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez (Algeciras, 1915-México, 2011)
Con ocasión del centenario del nacimiento del filósofo Adolfo Sánchez Vázquez la revista mexicana de filosofía Dialéctica, que dirige Gabriel Vargas Lozano, le ha dedicado un número de homenaje cuyo interesantísimo índice es el siguiente:
Presentación: 9 Conferencias: La obra filosófica de Adolfo Sánchez Vázquez 19 • La aportación a la filosofía hispanoamericana de Adolfo Sánchez Vázquez 27 Ensayos: Adolfo Sánchez Vázquez y la filosofía del marxismo 39 • La relación entre la filosofía y la ideología (Consideraciones sobre la polémica entre Adolfo Sánchez Vázquez y Luis Villoro) 53 • Alcance y significado de la filosofía de la praxis 67 • La aportación de Adolfo Sánchez Vázquez a la filosofía latinoamericana 79 Entrevista: Filosofía, praxis y socialismo 89 Presentaciones de libros: La polémica de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 101 • Ética y política, de Adolfo Sánchez Vázquez 107 Textos escritos con motivo de su fallecimiento: Semblanza de Adolfo Sánchez Vázquez 111 • Intervención en el homenaje luctuoso en el XVI Congreso Internacional de Filosofía celebrado en la uaem 115 • Las filosofías de la praxis en Adolfo Sánchez Vázquez y Antonio Gramsci 121.
Podemos congratularnos de esta iniciativa que rinde homenaje a uno de los más destacados filósofos marxistas españoles y recupera numerosos textos de Vargas Lozano sobre el filósofo español.
Se puede acceder a la revista a través de http://www.fim.org.es/media/2/2202.pdf. Las primeras páginas aparecen en blanco: pero no hay que desesperar y buscar más abajo.
J.-R. C.
11/1/2016
...Y la lírica
Puck
Materiales líricos
Material lírico 1
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Volando más alto
Tus amigos de siempre
Te invitan a vivir la aventura
Que recomiendan los médicos
Allí donde la competitividad es mayor
Grupos de animales y fieras
Y otras muchas sorpresas
Conoce de forma práctica
Las posibilidades que te ofrece
El juego más divertido
Para mentes sin fronteras
Hay que estar a la que salta
Tienes una cita de lujo
Vas a desear que llegue
El sábado por la noche
Este fin de semana
Con la energía que yo poseo
El triunfo de la razón
Se hace pasar por el más descarado muchachito
Material procedente de textos publicitarios aparecidos en el diario El País del 2 de octubre de 1993.
Material lírico 2
Pociones mágicas
Otra jornada insufrible
Tiempo muerto
El divino egoísmo
Tiene un lado débil
Viejos amigos
Casi inmóviles
Acortan diferencias
Intentan
Salir de La telaraña
Reencuentro de
Resquicios
Entre dos jugadores
Material procedente de titulares de crónicas deportivas publicadas en El País de 4 de octubre de 1993.
29/1/2016
En la pantalla
Las mujeres de Pablo Picasso
25/1/2016
De otras fuentes
Juan-Ramón Capella
Libre determinación
El origen del problema actual
El crecimiento de un proyecto político independentista en Cataluña es fruto de acciones y omisiones políticas importantes en la España postfranquista, tanto de gobiernos autonómicos como de los gobiernos estatales.
Los sucesivos gobiernos de CiU en Cataluña han podido realizar una política cultural independentista en profundidad, generadora de hegemonía, a través de diferentes medios: el uso de la radio y la televisión públicas, medios de prensa y editoriales subvencionados. Pocos saben que se ha usado el requisito de poseer certificación del llamado nivel C de conocimiento de la lengua catalana como filtro para la selección de funcionarios y en especial de enseñantes (con exámenes en que se llegaba a preguntas tan fascistas como —en catalán— "¿Piensa Ud. en catalán?"). Esos gobiernos han abusado de una inmersión lingüística escolar ni siquiera planteada por defecto sino generalizada. Han fomentado entre la población un relato pseudohistórico y desequilibrado de la historia de Cataluña y han propuesto con razones espúreas la insolidaridad con el resto de España, presentado como parasitario. Han ninguneado a los escritores, científicos y artistas catalanes de expresión castellana, y más si cabe a los simples ciudadanos de esta expresión. Han creado un asociacionismo subvencionado, directamente o a través de ayuntamientos afines, crecientemente inclinado hacia el proyecto secesionista. Han utilizado y mantenido el desigual peso del voto en el sistema electoral catalán para minimizar a la ciudadanía de la provincia de Barcelona, que concentra a los inmigrados del resto de España, considerados por los nacionalistas como necesitados de "reeducación", y a sus hijos.
Los gobiernos centrales, tanto del Psoe como del PP, han sido ciegos ante todo eso: han mirado para otro lado debido a sus necesidades de apoyo parlamentario para gobernar. Han dado alas a los proyectos de los nacionalistas conservadores catalanes sin querer ver sus disimulos independentistas. Han cerrado los ojos ante la corrupción de algunos de los partidos. Esos gobiernos, además, han sido insensibles ante demandas de la ciudadanía de Cataluña más que justificadas. Así, la escandalosa prolongación de los peajes de las autopistas, inclinándose ante las empresas concesionarias, y favoreciéndolas, y no ante los ciudadanos; el inaceptable estado de la red ferroviaria de cercanías, trenes necesarios para ir y venir del trabajo; la pequeñez de la red de metro de Barcelona, que en un área metropolitana de sus características debería ser cuestión de estado; la escasez general de infraestructuras. Todo ello por no hablar de la casi nula presencia en Cataluña de instituciones culturales como el ballet, el teatro y la orquesta nacionales de España, y la ausencia de las selecciones deportivas. Dicho, pues, en plata: por sus gobiernos, España ha optado por ausentarse de Cataluña. Los gobiernos del estado han abdicado en los de la Generalitat por su propia conveniencia partidaria.
Desde medios de masas, estatales y no, se ha alentado irresponsable y alegremente una actitud anticatalana en el resto de España, como si la mayoría de los catalanes fuéramos independentistas y rácanos, y se sigue cultivando el fracasado ideario institucional unitarista que hizo suya la dictadura.
Se ha creado así un problema político: la existencia de un movimiento independentista en Cataluña, potente y organizado, aunque aún minoritario. Pero en cualquier caso un movimiento que divide a la ciudadanía políticamente y cada vez más también culturalmente.
Este problema está necesitado de solución política, que no puede ser otra que una reforma federal del estado y la consulta a todos los españoles acerca de si admiten o no el derecho de libre determinación en su sistema constitucional.
El derecho de libre determinación*
¿Por qué reconocer a las ciudadanías autonómicas o federadas un derecho de libre determinación? ¿En qué consiste? ¿Es compatible el reconocimiento de ese derecho con la defensa de la unidad de una España federal?
Aquí se sostiene que, contando con el paso previo de su aceptación por la mayoría de los ciudadanos españoles, el derecho de libre determinación es un instrumento democrático de gran valor para encontrar una solución política aceptable por todos para el problema planteado. Y, sí, el reconocimiento de ese derecho es compatible y hasta bueno para la defensa de la unidad en una España federal.
Como es natural, el derecho de libre determinación ha de configurarse de un modo claro y democrático, y no como el opaco y ambiguo "derecho a decidir" propugnado por el independentismo.
Para que pudiera plantearse de modo inobjetable sería necesario, en primer lugar, que su ejercicio sólo pudiera ser convocado de existir una voluntad sostenida de ejercer tal derecho en una comunidad autónoma.
Eso exigiría que la convocatoria de un referéndum de libre determinación implicara la inmediata disolución del parlamento que la hubiera aprobado y su ratificación por el surgido de las elecciones subsiguientes.
Corolario: el ejercicio de este derecho no puede ser reiterado indefinidamente; en todo caso tendría que mediar, de repetirse, un lapso de tiempo que se podría fijar en el de la mayoría de edad de las personas.
En segundo lugar, se debe exigir que cualquier decisión de cambio del statu quo ante sea abrumadoramente mayoritaria entre la población: en asuntos de derechos como es el estatuto de ciudadanía es injusto e impolítico dividir por la mitad o por estrecha mayoría a las gentes. Los cambios sensatamente se pueden dar, pero sólo por amplia mayoría. Ésta puede ser referida bien al censo electoral y no a los votantes, bien a éstos pero con mayorías cualificadas, como del 60% p.ej.
En tercer lugar, se debe exigir que una hipotética institución política nueva reconozca los derechos ya adquiridos de los ciudadanos y respete los de las minorías, incluido también el derecho de libre determinación mismo, o sea, la reversibilidad del cambio institucional.
La necesidad política
Crear una institución como el derecho de libre determinación será en sí mismo un paso adelante en la democratización de las instituciones estatales al implicar, como es natural, un marco federal y el cumplimiento de muchas aspiraciones legítimas. Y es a la distribución de las competencias, más que a la institucionalización de microestados independientes y problemáticos, adonde se trasladará probablemente la polémica política. Si pese a todo eso se llegara a plantear un referéndum de libre determinación, su configuración democrática permitiría un análisis a la vez concreto y sosegado de las consecuencias de las diversas opciones y un debate poblacional racional y no emocional, un debate práctico y realista.
En un ámbito así se conseguiría afianzar el fortalecimiento de la unidad en la diversidad de la España federal. En democracia es la voluntad de los ciudadanos —y no ninguna otra institución— la que ha de garantizar la unidad de España.
Nota
* El derecho de autodeterminación está referido a países colonizados; el derecho de libre determinación, a grupos poblacionales no coloniales.
[Fuente: Cuarto Poder]
10/1/2016
Juan-Ramón Capella
Un apunte para la resurrección
Creo que de las recientes elecciones generales se desprende que el pueblo de la izquierda está en fase de renacimiento o de resurrección.
Las elecciones no han sido el primer indicio: las concentraciones de indignados primero, las manifestaciones en varias ciudades los últimos tres años; el movimiento de las distintas Mareas, incluso el surgimiento de Podemos, y la renovación iniciada por IU con la candidatura de Alberto Garzón ponen de manifiesto un movimiento de fondo, ciertamente todavía débil.
Los resultados electorales no deben desanimar: de una parte porque muchísimos votos se han quemado, no se han traducido en escaños, debido a la ley electoral; de otra, porque las coaliciones en la buena dirección, en Madrid, Barcelona y otras ciudades, han obtenido resultados muy buenos, que hubieran sido mejores si Podemos hubiera decidido apostar seriamente por la unidad.
Pero el movimiento que surge es todavía débil. Que es débil lo muestran hechos como que Podemos encontrara motivos (debemos aprender a ver las razones de los otros, incluso cuando se equivocan) para no entrar decididamente en una vía cuando menos de coalición, o los reiterados problemas que han surgido en IU con las candidaturas de Madrid, y el todavía insuficiente impulso de IU hacia una renovación a fondo y verdadera.
En el resurgimiento de la izquierda la dotación simbólica, el bagaje cultural de IU, es un elemento que asegura su flotabilidad, su perdurabilidad, a pesar de todas las insuficiencias.
Si paso revista a debilidades prácticas, encuentro al menos dos:
Una es la tendencia a la división de la izquierda, que parece estar en sus genes: cuando alguna persona o grupo no está de acuerdo con quienes coyunturalmente son la mayoría, se va, se escinde. Pocos saben aguantar dentro aunque sea minorizados, con el agravante de que los motivos de disidencia, que en términos personales, subjetivos, pueden ser importantes, son como granitos de arroz para quien se toma la molestia de situar la coyuntura política en relación con la estrategia, con los objetivos de fondo, y un poco ilógicos además si se tiene en cuenta que el actuar humano ha de proceder por ensayo y error. Si la mayoría se equivoca, si se equivoca de veras, la minoría se convertirá en seguida en mayoría.
Éste es un problema importante. Cualquier mayoría, por su parte, debe aprender a escuchar a la minoría y a respetarla, por difícil que resulte (y resulta tanto más difícil cuanto menos experiencia se tiene de respetar y de escuchar). Pero la cuestión no es sólo importante para convivir con diferencias internas en cualquier organización política o social. Hoy es importante sobre todo porque tras la ruptura de las tradiciones, tras las derrotas reiteradas, con escasa intergeneracionalidad, la renovación de la izquierda nace en la división. Nadie tiene polvos mágicos que le digan cómo evolucionará esa división, o cómo se configurará la izquierda si se unifica generalizadamente. Habrá que aprender cada día a impedir que el estado de división perjudique al movimiento de renovación.
Por tanto hay que adoptar una actitud de mano tendida hacia los otros, pero sin que nadie pretenda remolcar a unos u otros hacia su propia posición de partida.
Una segunda debilidad de la izquierda, de toda la izquierda, es lo que podríamos llamar la escasez de cuadros.
Por escasez de cuadros aludo a un problema real, y trataré de explicarlo a partir de un ejemplo. Durante esos largos años de dominio neoliberal en las Facultades de Económicas han desaparecido en la práctica los grandes especialistas en Hacienda Pública, en Economía Política, en Política económica. Esas Facultades se han convertido en poco más que escuelas de negocios. Y es difícil encontrar —a diferencia de lo que ocurría en los años 70 a 90, p. ej.— economistas jóvenes capaces de tener análisis y reflexión propios sobre problemas sociales actuales. Si un milagro colocara hoy a la izquierda en el gobierno no sabría a quién responsabilizar de numerosas instituciones del estado; ni siquiera podría nacionalizar bancos, porque los técnicos bancarios sólo saben aplicar políticas y recetas neoliberales, y no hay otros.
Pues bien: se necesitan personas capaces de pensar alternativamente, solidariamente, en los ayuntamientos, en las asociaciones de vecinos, en los sindicatos, en todas partes. Personas jóvenes, capaces de echar horas a los problemas de la vida en común. Capaces de gestionar y de enseñar a otros a gestionar. Capaces de delegar. Y ello, a ser posible, sin profesionalizarse en la actividad política.
Esto, sin embargo, es asunto mucho más complejo de lo que permiten estas líneas, y debe ser abordado de manera específica. Otra manera de hacer política sería el tema que abordara la historia de los intentos nuevos, de los desastres organizativos, de las rigideces de los partidos y el problema de su tendencia a la burocratización. Dentro de este tema estaría todo lo relativo a la invención de instituciones y de formas nuevas. Instituciones y formas que nacerán de la práctica, que se inventarán en la práctica social.
No hay duda de que la propuesta de Unidad Popular de Izquierda Unida es un paso importante para la renovación. Y lo será si se comprende que la Unidad Popular no es necesaria sólo ni principalmente para las elecciones, sino para la política fuera de las elecciones.
Muchos años, desde la transición, de inserción de la izquierda en las instituciones, a pesar del ninguneo de los medios de masas y de la limitación de esa inserción, han dado de sí una consecuencia funesta: la pérdida de una concepción de la política basada en la generación de hegemonía.
Generar hegemonía no es directamente conseguir el dominio político. No consiste en conquistar poder, por ejemplo el poder de un alcalde o de un grupo municipal. Generar hegemonía consiste en conquistar las cabezas para el proyecto social que se defiende, esto es: consiste en convencer a las personas para que desde su propia cabeza elaboren y colaboren en la divulgación y defensa de las ideas de sociedad alternativa, en cada campo de actividad; hegemonía significaría que hubiera muchos médicos, escritores y artistas, enseñantes, estudiantes, actores.. y transportistas, trabajadores, colectivos antisexistas y feministas, etc., que hicieran suyo el ideario de transformación social alternativa, que supieran orientarse por sí mismos político-socialmente.
La inserción en las instituciones no se puede hacer a costa de la pérdida de hegemonía social, del olvido de esta tarea.
Porque los problemas que ha de afrontar la izquierda son graves e inmediatos. Para empezar, debe colocar en primer plano la necesidad de que decrezca la desigualdad. Eso significa no sólo impulsar una fiscalidad progresiva y dura con las rentas más altas, sino sobre todo tratar de promover actividad productiva en ámbitos dejados de lado por un capital que parece preferir expandirse fuera de España: promover todo el ámbito productivo ecológico y de las energías renovables en las empresas; promover la repoblación urbanizada del campo, las industrias de la salud y la investigación biomédica, etc. Todo ello sabiendo que la Unión Europea se ha convertido en un problema en vez de ser una solución. Y se debe estar por una redistribución que beneficie a los parados y a quienes no encuentran un primer empleo; y también contra los pseudocontratos que proliferan en la economía neoliberal.
Y la izquierda ha de hacer éstas y otras cosas sabiendo hacia dónde va. Aquí está toda la dificultad de la formulación de objetivos a largo plazo. Eso exige aprender de los fracasos del pasado. Aprender de verdad. Descartar todo lo equivocado en la ideología o en la "teoría" que los presidía.
En el pasado, antes de que se impusieran las políticas neoliberales, el estado keynesiano, al que se llamó muy apologéticamente estado del bienestar, introdujo algunos cambios redistributivos que significaron un primer desgarrón en la relación salarial capitalista: con los salarios indirectos en la sanidad y la educación los trabajadores empezaron a percibir bienes al margen de la relación salarial directa. Claro es que eso fue sólo una reforma del capitalismo para protegerle de sí mismo. Pero aparecieron también fórmulas de solidaridad forzosa como las que dieron lugar al sistema de pensiones. Ciertamente, todo ello lo gestionaban funcionarios de estado absolutamente respetuosos con la propiedad privada de los medios de producción. Pero así y todo esas brechas de solidaridad y redistributivas que el neoliberalismo se ha apresurado a tapar, y a echar abajo lo que tenían también de conquistas sociales, indican el camino a seguir. El camino de un socialismo de la solidaridad.
El mercado, el intercambio de bienes, ha existido en cualquier sociedad compleja. Lo conocían ya los antiguos babilonios. Lo que hace capitalista al mercado es la conversión en mercancía de la capacidad para trabajar de las personas, sin dejar a la inmensa mayoría de la población otra posibilidad de vida que la servidumbre del trabajo asalariado. Abrir brechas en este sistema, para que de la producción socializada contemporánea puedan vivir no sólo los asalariados sino también aquellos que no encuentran trabajo, o que tienen dificultades especiales, es avanzar en el socialismo de la solidaridad y en la lucha contra las desigualdades reproducidas socialmente. Pero eso es sólo el principio.
[Fuente: Mundo Obrero, nª 292, enero 2016]
6/1/2016
Antonio Baylos
Un acto masivo contra la criminalización del derecho de huelga
Ayer, 19 de enero, en el Auditorio Marcelino Camacho, tuvo lugar el acto de reivindicación sindical del derecho de huelga en respuesta a la oleada de procesamientos de dirigentes y activistas sindicales como parte de una estrategia de agresión selectiva a la acción colectiva y el ejercicio del derecho de huelga.
Cabe resaltar varios elementos en este acto, cuyo desarrollo ha sido ya narrado por la prensa digital con cierto detalle. (No son ocho, somos miles; Los sindicatos sacan músculo)
En primer lugar su carácter masivo. El auditorio estaba a reventar y una buena parte de la gente tuvo que desplazarse a otra sala para poder seguir en directo el desarrollo del mismo. El segundo elemento de relieve fue la importancia de la dimensión europea y subsidiariamente internacional, como ingrediente central de una reivindicación, el derecho de huelga no asediado por la represión penal, que era asumida por los sindicatos europeos y en primer lugar por la CES –el acto se abrió con un saludo grabado de Luca Visentini, secretario general, y durante el mismo intervino el presidente de la misma, Rudy De Leeuw– con una precisa advertencia sobre la degradación de las libertades democráticas que estos procesos penales a sindicalistas están generando, y que deben inscribirse en una tendencia autoritaria que se puede detectar asimismo en otros países, como Inglaterra, Chequia, Finlandia e incluso Francia recientemente. Los saludos de organizaciones sindicales de otros países que expresaban su solidaridad fueron numerosísimos, como también la presencia en la sala de enviados de los sindicatos de los estados más cercanos, Italia (CGIL), Francia (CGT), Portugal (UGT), Bélgica (FGTB), además del Comité Económico y Social Europeo y la Confederación Sindical de los Trabajadores y Trabajadoras de América (CSA). La consideración de un país como España, tras esta deriva represiva, entre los países que ponen en riesgo las libertades se manifestó por el representante de la Confederación Sindical Internacional, Jeffrey Vogt, que resaltó que esta organización global había situado a España un escalón más bajo en la clasificación que hace de los países en relación con la tutela de los derechos sindicales. Esa vertiente internacional además resultó especialmente resaltada por Joaquín Nieto, director de la Oficina de la OIT en España, que dio noticia de la situación en la que se hallaba la queja de CCOO y UGT ante esa organización por violación del Convenio 87 OIT, y recordó la jurisprudencia del Comité de Libertad Sindical condenatoria de otros gobiernos en casos muy semejantes.
El tercer componente del acto era la conexión directa entre la defensa del derecho de huelga y la presencia solidaria de los campos de la cultura, del derecho y de la universidad. El acto fue conducido magistralmente por Almudena Grandes, y fue Miguel Ríos el encargado de leer el manifiesto – No olvidemos lo importante – que habían firmado una larga serie de las gentes de la cultura que, como diría Toxo en su discurso de cierre, siempre están ahí cuando el sindicalismo requiere que hagan oir su voz en defensa de los derechos colectivos democráticos. Aunque no estuvo físicamente, Almudena Grandes leyó el mensaje que, en nombre de Jueces para la democracia, dirigió a la asamblea Joaquin Bosch, en el que recordaba hechos evidentes sobre la necesidad de tutelar el derecho de huelga y la de que los jueces realizaran una interpretación conforme a la constitución de la norma penal, restringiendo el alcance punitivo de la misma en referencia al ejercicio de derechos fundamentales de conflicto.
La universidad estuvo asimismo presente mediante la lectura, por Yolanda Valdeolivas y Antonio Baylos, del Manifiesto de los profesionales del derecho contra la criminalizacion de la huelga, que ya conocen los lectores del blog. Este manifiesto lo habían firmado hasta el día del acto 225 personas en su mayoría profesores y profesoras universitarias de 28 universidades (Complutense de Madrid, Autónoma de Madrid, Alcalá de Henares, Carlos III, Rey Juan Carlos, UNED, Universidad de Barcelona, Autónoma de Barcelona, Pompeu Fabra, Universidad de Valencia, Politécnica de Valencia, Castilla La Mancha – en sus cinco centros de Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Toledo y Talavera de la Reina – Córdoba, Málaga, Granada, Almería, Jaén, Sevilla y Pablo de Olavide, Oviedo, Vigo-Ourense, A Coruña, Santiago de Compostela, Murcia, Burgos, Salamanca, País Vasco – en sus centros de Bilbao y San Sebastián – y CSIC), así como abogadas y abogados laboralistas. Historiadores como Bartolomé Clavero o Juan Sisinio Pérez Garzón, penalistas como Luis Arroyo Zapatero o Juan Terradillos, constitucionalistas como Antonio de Cabo, filósofos del derecho como Juan Ramón Capella, Rafael Escudero o Juan Carlos Bayón, laboralistas como Maria Emilia Casas, Jesús Cruz Villalón, Carolina Martínez Moreno o Joaquin Aparicio – seguidos de un buen número de profesores, titulares y catedráticos de Derecho del Trabajo-, y varios otros internacionalistas, iusprivatistas y administrativistas, como Julio González , junto con otros científicos experimentales, como Raúl Villar o Santiago Carrillo, han expresado su adhesión al manifiesto en compañía de abogados como Manuel de la Rocha, Bernardo González, Enrique Lillo, Eva Silván, Antonio Garcia o Maria Luisa Turrión y dirigentes sindicales veteranos como Jose Luis López Bulla, Juan Moreno o Natividad Camacho.
En el acto se promovía la derogación de los preceptos penales que habían sido la excusa para el plan represivo antisindical que había llevado al procesamiento de más de trescientos sindicalistas, y el marco más general de la Ley de Seguridad Ciudadana, pero con mucha fuerza se insistió no solo en que los partidos políticos de progreso se comprometieran a impulsar estos cambios legislativos, sino a que se lograra un gobierno de progreso que tradujera la voluntad mayoritaria en votos de las últimas elecciones y que desalojara al PP y a las políticas que éste partido ha llevado a cabo del gobierno de la nación. El mensaje fue muy explícito, y en la sala estaban en efecto exponentes muy importantes de IU, Podemos y PSOE – también de Democracia y Libertad – que aplaudieron con fuerza estas solicitaciones sindicales.
Sobre todo ello, los sindicalistas procesados, que hicieron las intervenciones más instructivas de la tarde. Rubén Ranz, del equipo de comercio de SMC-UGT, al que le solicita el fiscal tres años y medio de prisión, y José Alcázar, que hizo subir entre atronadores aplausos a sus compañeros procesados de Airbus, los 8 de Airbus que pusieron en pie a la sala. Ellos explicaron de forma muy clara por qué entienden que se exponen a la prisión, como consecuencia de una estrategia gubernamental de reprimir las acciones colectivas reivindicativas conducidas sindicalmente y reducir el apoyo de las trabajadoras y trabajadores a las mismas; convertir, mediante la acción de la policía en cargas brutales contra los piquetes pacíficos, un acto de masas en un problema de orden público. Alcázar dio cuenta de las ofertas que habían recibido de la Fiscalía para evitar su ingreso en prisión, propuestas que llevaban consigo la declaración de culpabilidad por cargos menores, y de cómo se negaron a las mismas. Si hemos de entrar en la cárcel, afirmó, lo haremos, pero no podemos aceptar que la acción de un piquete pacífico se convierta en un delito. Un ejemplo de coherencia ideológica y sindical.
El 9 de febrero se celebrará en Getafe el juicio penal contra los 8 de Airbus. En el acto se convocó a la presencia ese día ante el juzgado. Es una cita importante, porque está en juego la credibilidad democrática del Estado español a la hora de respetar el derecho fundamental de huelga.
[Fuente: Blog de Antonio Baylos]
20/1/2016
Agustín Moreno
Educación y profesorado
El tema de la Educación no está ocupando mucho espacio en el debate de la campaña electoral del 20-D, aunque todos los partidos dicen considerarla de carácter estratégico. Por si fuera poco, la antidemocrática marginación de Izquierda Unida (IU-UP) de los debates en los grandes medios deja fuera el mejor programa educativo, según la valoración de 500 ONGs y movimientos sociales, de la iniciativa Polétika. IU-UP obtiene en el campo educativo un 9,6, Podemos un 7,4, PSOE un 5,8, UPyD 3,2 y Ciudadanos un 2. El PP aparece sin programa, solo defiende la LOMCE.
Los objetivos que tienen en cuenta las ONGs para valorar los programas son una educación pública, laica y gratuita a partir de 0 años. Un Pacto de Estado por la Educación sin intromisiones de los poderes fácticos y la calidad de la educación entendida como equidad. Destacan que respecto al derecho a la educación pública, IU-UP es la única que se compromete a una supresión progresiva de la escuela concertada. PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos, en cambio, mantendrían esta vía educativa.
Han sido varios los factores que han contribuido a abrir un debate sobre la situación de la educación en España: el gran malestar por los recortes y la ley Wert, y el impulso proporcionado por el Documento de Bases para una Nueva Ley de Educación elaborado por decenas de organizaciones en representación de la comunidad educativa.
Convendría tener en cuenta dicho documento como criterio para votar. Fijarse, por ejemplo, en quién defiende la derogación de la LOMCE; la reversión de los recortes efectuados; el porcentaje del PIB que se propone para educación y el blindaje de la inversión educativa en la Constitución; las medidas en favor de la equidad, la inclusión y la atención a la diversidad; las propuestas para fortalecer la red pública y la supresión —o no— de la concertada; los compromisos de ampliación y estabilidad de las plantillas de profesorado; la defensa de la laicidad en serio. Es mucho lo que está en juego.
Pero ahora llega el profesor de filosofía y divulgador, José Antonio Marina, contratado por el gobierno del Partido Popular para acabar de distraer el debate de los temas realmente importantes. Con un llamado “libro blanco de la profesión docente” lanza una serie de propuestas con la idea central de que el profesorado es una mercancía evaluable. La jugada tiene como objetivo fundamental regalarle al PP en plena campaña electoral la apariencia de que se preocupa por la educación y evitar que se hable del destrozo realizado con la LOMCE y el recorte de 7.700 millones de euros.
Es muy significativo que, al mismo tiempo, Ciudadanos haya salido cuestionando que “los profesores tengan que ser funcionarios”, lo que implicaría que la educación tampoco tiene que ser un bien público y un derecho fundamental, sino un simple servicio más y por lo tanto privatizable. En definitiva, PP, Ciudadanos y Marina coinciden en la misma campaña falaz: el problema de la educación no son los recortes, sino el profesorado. Y lo hacen porque es precisamente el profesorado público el último valladar contra la privatización, auténticos héroes anónimos que trabajan a contracorriente para defender la calidad de la educación pública.
Situar el problema del sistema educativo español en el profesorado es algo absurdo y malintencionado, porque las medidas de mejora tienen que ser estructurales y en todas las partes del sistema. Y porque no es cierto: los resultados académicos del alumnado dependen del profesorado en cierta medida, pero hay circunstancias de tipo socioeconómico y cultural que inciden más en el éxito o fracaso escolar.
Al final lo que propone Marina es que se tardaría más años en acceder a la profesión docente y que habrá una evaluación obligatoria, aunque no se sabe cómo ni quiénes asegurarían su objetividad. Todo apunta a un nuevo nicho de negocio de agencias privadas de evaluadores o a estar sujeta a la decisión clientelar del ‘dedo’ de los directores. Se recupera la vieja idea de una especie de MIR educativo, sin que esté claro qué modelo de profesorado se va a defender. También hay alguna ocurrencia absurda y nada útil como crear un Consejo Pedagógico presidido por el rey (sic). Lo curioso es que la evaluación obligatoria solo se haría a los profesores de la educación pública, no a todo el sistema, cuando es manifiestamente mejorable la gestión de la administración educativa. Por ejemplo, la consejería de Educación de Madrid ha dejado sin gastar 130 millones de euros en personal en 2014, a pesar de haber despedido a 4.500 profesores públicos y no cubrir miles de bajas desde el primer día.
En definitiva plantea más burocracia (gerentes en los centros, portafolio personal acumulando obsesivamente todo tipo de méritos), menos democracia (un cuerpo de directores con más poder), más divisiones y desigualdades entre el profesorado (9 niveles en primaria y 11 en secundaria) y más costes (los sistemas de evaluación periódica, los nuevos centros de formación, las prácticas retribuidas). Los profesores nos conformaríamos con que Marina tuviera la honestidad de pedir al gobierno que nos respete y deje de insultarnos, que mejore las condiciones laborales y salariales, que asegure el derecho a la formación y que ésta sea científica y laica.
Creo que lo que realmente necesita el profesorado es abordar cuatro importantes cambios, tal y como propone IU-UP:
- Cuerpo único de profesorado a partir de una formación inicial con rango de postgrado.
- Formación inicial y permanente del profesorado de todos los niveles que combine teoría y práctica, para garantizar su óptima capacitación docente y disciplinar en la etapa y especialidad correspondiente.
- Estatuto docente, acordado con los sindicatos, que regule las condiciones de trabajo y desarrollo profesional tanto de docentes como del resto de profesionales de la educación.
- Estabilidad de las plantillas y reconocimiento de la experiencia del personal interino en las bolsas de trabajo. Las plazas interinas se reducirán al mínimo necesario (8%) para asegurar la funcionalidad del sistema.
Todo ello tendrá que ir acompañado de amplias Ofertas Públicas de Empleo para recuperar los 32.000 puestos de trabajo perdidos con los recortes y no amortizar las futuras jubilaciones.
Por último, recordar una obviedad: educar es una tarea colectiva, no un acto solitario e individual del profesor. También hay que hablar de lo que es un buen profesor. Sería aquel que tiene capacidad de enseñar conocimientos y educar personas; que aprende de los demás y coopera con sus colegas; que se implica en la marcha del centro más allá de su aula; que considera la formación un derecho y un deber, al margen del cobro de sexenios; que cree en la capacidad de todo su alumnado; que tiene un buen desarrollo personal (estabilidad, empatía, gestión de sus emociones, habilidades de comunicación, valores claros en base a los derechos humanos); que educa desde la afectividad y el respeto; que se siente reconocido y justamente retribuido… ¿Qué tendrá que ver el pago de un pequeño incentivo para lograr todo lo anterior? ¿Vamos a dedicarnos a educar en serio o a ganar premios y concursos de méritos?
[Fuente: Cuarto Poder]
10/12/2015
Antoni Aguiló
Una brecha en el patriarcado: Louise Michel
Acaban de cumplirse 111 años de la muerte de Louise Michel. La ocasión nos brinda la oportunidad de reivindicar no sólo la figura de esta maestra, escritora y luchadora anarquista, sino también una praxis subversiva para el patriarcado. Ello permite, en la estela de Walter Benjamin, una lectura “a contrapelo” de la historia que rescata el papel de las mujeres en la construcción de poder popular.
Pese a que no se consideraban feministas en sentido militante, las pioneras del feminismo anarquista contribuyeron a la lucha contra el machismo y el patriarcado, sobre todo si se tiene en cuenta que el feminismo, como dice Bell Hooks, es un “movimiento para acabar con la explotación sexista y la opresión”.
El patriarcado es un régimen criminal que desprecia la vida de las mujeres, sobre todo de aquellas que claman libertad e igualdad. Desmontarlo exige abrir brechas capaces de subvertir las instituciones, creencias y prácticas que, en palabras de Marcela Lagarde, perpetúan los “cautiverios” de las mujeres. Las brechas son una zona de combate que puede provocar rupturas o interrupciones del orden establecido. Representan resquicios u oportunidades para el avance feminista.
Louise Michel abrió una brecha en el patriarcado burgués y católico del siglo XIX mediante una conciencia feminista articulada en torno a cinco premisas fundamentales:
Primera: las mujeres pertenecen a un colectivo subordinado y como tal sufren injusticias. Como escribió en sus Memorias (1886): “Lo primero que debe cambiar es la relación entre sexos. Hombres y mujeres deberíamos estar caminando de la mano. En lugar de ello, hay antagonismo, y este durará el tiempo que la mitad más fuerte controle o piense que controla a la mitad más débil”.
Segunda: la condición de subordinación femenina no es natural, sino socialmente determinada. Dice al respecto: “Admito que el varón también sufre en esta sociedad maldita, pero ninguna tristeza puede compararse con la de la mujer. En la calle ella es la mercancía. En los conventos, en donde se oculta como en una tumba, la ignorancia la ata, y las reglas ascienden en su máquina como engranajes y pulverizan su corazón y su cerebro. En el mundo se dobla bajo la mortificación. En su casa, sus cargas la aplastan. Y los hombres quieren mantenerla así. No quieren que ella usurpe su función o sus títulos”.
Tercera: las mujeres deben organizarse entre ellas para remediar esta situación. Para ello reivindica el poder de las mujeres como fuerza instituyente capaz de desbordar el sistema patriarcal y crear nuevas formas de relación social: “Nosotras simplemente debemos tomar nuestro lugar sin pedir permiso por ello”. Y en un tono más amenazante: “Tened cuidado del día en que las mujeres se cansen de todo lo que les rodea y se levanten contra el viejo mundo. Ese día comenzará un mundo nuevo”.
Cuarta: la necesidad de una visión alternativa de la sociedad y de la vida, donde el ser humano tuviera plena autonomía. Indicios de esta nueva sociedad pueden vislumbrarse en su crítica a la moral familiar y sexual tradicional. Louise Michel condenaba el matrimonio por tratarse de un negocio más, que con el patrocinio de la Iglesia y el Estado fomentaba la mercantilización del sexo y la apropiación del cuerpo de las mujeres. Ni los varones ni el Estado ni la Iglesia debían tener potestad para decidir sobre la sexualidad y el cuerpo de las mujeres. Anticipándose a feministas como Simone de Beauvoir, concibió el matrimonio como una especie de prostitución legalizada: “¿Acaso no hay mercados donde se venden, en la calle, en los puestos de las aceras, las hermosas hijas del pueblo, mientras que las hijas de los ricos son vendidas por su dote? A una la toma quien quiere; a la otra, se la dan a quien quieren. La prostitución es la misma”. No en vano rechazó casarse.
Como maestra defendió una escuela libre de segregación de género en las aulas y la importancia de introducir la educación sexual en un encorsetado currículum educativo que domesticaba a las niñas enseñándoles costura y catecismo. Porque “la tarea de los profesores es dar a la gente los medios intelectuales para rebelarse”.
Quinta: terminar con la opresión sexista requiere la participación activa de las mujeres en la lucha revolucionaria. Se trataba de combatir la sociedad machista y clasista a partir de la autoorganización desde abajo y la acción colectiva, mediante una democracia popular basada en la acción directa, pues el voto femenino por el que luchaban las sufragistas burguesas no representaba una amenaza para la estabilidad del sistema capitalista y patriarcal. En este sentido, el feminismo anarquista nos dejó una reflexión memorable: las mujeres nunca se liberarían por la fuerza de los votos, sino por su propia fuerza. El compromiso era con la “revolución social”, no con la política parlamentaria, con el gobierno de la gente común y no con la representación política profesionalizada.
Esta conciencia rebelde la llevó a encabezar manifestaciones contra el paro y el hambre, a fundar periódicos, a ser encarcelada, deportada a Nueva Caledonia y a combatir, con un Remington en la mano y el uniforme de la Guardia Nacional enfundado, en las barricadas de la Comuna de París en 1871. Durante la Comuna, descrita como el “periodo revolucionario del que saldría el mundo nuevo”, formó parte del movimiento de las “petroleras” (mujeres acusadas de incendiar París con latas de petróleo para frenar el avance enemigo), fundó el Comité de Vigilancia femenino de Montmartre, creó, junto con otras revolucionarias, la Unión de Mujeres por la Defensa de París (una organización feminista de masas que ya planteaba el principio de a igual trabajo, igual salario) y trabajó como enfermera de ambulancia. Dice Sheila Rowbotham que su experiencia allí sirvió para que las parisinas asumieran posturas feministas en tensión con el machismo imperante también entre los comuneros.
Lo cierto es que no estamos ante un umbral democrático revolucionario como el del París de 1871, sino ante el predominio de sistemas electorales restringidos incapaces de satisfacer plenamente las exigencias y expectativas de las mujeres. En su largo camino hacia la emancipación, los feminismos tienen por delante el reto de ahondar las brechas abiertas en la democracia machista y elitista institucionalizada. Pero también el de abrir nuevas brechas en articulación con otros movimientos para ganar más espacios en la sociedad. Para ello, de acuerdo con Andrea Beltramo, tendrán que proseguir su lucha sin tregua para organizar la rabia, politizar la alegría, renovar las confianzas, aumentar la combatividad reivindicativa, no ceder, tomar las calles, diluir la línea entre lo legal y lo ilegal, resquebrajar viejos consensos, construir nuevos acuerdos, inventar nuevas utopías, crear otras maneras de vivir el amor y de habitar nuestros cuerpos, arrebatándolos al control de las corporaciones financieras, las iglesias, la medicina, la tecnología, la ciencia, la moral, la publicidad, etc. Sólo así estaremos en condiciones de luchar contra el presente en dirección hacia ese nuevo mundo imaginado por Louise Michel.
[Fuente: eldiario.es]
9/1/2016