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Ossip Mandelstam

El poema sobre Stalin

Vivimos sin notar la tierra bajo nuestros pies,

nuestras voces a diez pasos no se oyen.

Pero cuando a medias a hablar nos atrevemos

sale siempre el montañés del Kremlin.

Sus gruesos dedos son como gusanos sebosos,

como pesas macizas las palabras de su boca caen.

Aletea la risa bajo sus bigotes de cucaracha

y relucen brillantes las cañas de sus botas.

Una chusma de jefes de cuello blanco le rodea,

infrahombres con los que se divierte y juega.

Uno silba, otro maúlla, otro gime,

pero solo él parlotea y dictamina.

Forja ukase tras ukase como herraduras,

a uno en la ingle golpea, a otro en la frente,

          en el ojo, en la ceja,

Y cada ejecución es un bendito don

que regocija el pecho del oseta.

28 /

9 /

2018

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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