
Número 163 de diciembre de 2017
Notas del mes
Enric Prat de la Riba y el artículo 155
Por Giaime Pala
Por Albert Recio Andreu
Los "Paradise Papers" en cuatro actos
Por Miguel Ángel Mayo
A vueltas con la tortura en España
Por Rosa Ana Alija Fernández
Hipótesis de un futuro nuclear: 2
Por Miguel Muñiz
¿La crisis ecológica llama a la puerta?
Por Albert Recio Andreu
Educación, instrucción y adoctrinamiento
Por José Manuel Barreal San Martín
Violencia de género y violencia sistémica
Por María Dolores Nieto Nieto
Por María José Aubet
Ensayo
Antonio Antón
José Mª Camblor
De otras fuentes
Jesús Maraña
A cien años de la Revolución Rusa. El problema del pasado es que no pasa
Boaventura de Sousa Santos
¿Por qué se precariza el trabajo turístico?
Ernest Cañada
Nadie hablará de nosotros mientras el conflicto de Cataluña lo eclipse todo
Agustín Moreno
Ciudadanía, nacionalidad, vecindad
Juan-Ramón Capella
El extremista discreto
Los motivos de un lobo psuquero
El Lobo Feroz
La Biblioteca de Babel
Christian Ingrao
En la pantalla
Ulrich Seidl
Tras los Muros
Campañas
Enric Prat de la Riba y el artículo 155
Giaime Pala
Históricamente, a la izquierda catalana le pasó con Enric Prat de la Riba (1870-1917) lo mismo que les pasó a los republicanos franceses con Tocqueville o a Gramsci con Cavour, es decir, que combatía su legado ideológico al tiempo que se sentía atraída por su ingenio político y su talento práxico. No es para menos. No hace falta compartir sus ideas para reconocer que Prat, de quien este año se conmemora el centenario de su muerte, fue el político catalán más importante del siglo XX; el hombre que mejor entendió su tiempo y que supo presentar una estrategia política ciertamente incisiva. No es de extrañar, pues, que siga siendo objeto de estudio por parte de los historiadores. Y, sobre todo, que su pensamiento continúe inspirando a no pocos partidos y movimiento nacionalistas de Cataluña.
Con todo, creo que estos mismos partidos y movimientos aún no han sabido realizar una lectura –por así decirlo− laica y secularizada del ideario de Prat. Quiero decir, una lectura que ubicara su pensamiento en el contexto histórico en que fue formulado (muy diferente del nuestro). Y que, por tanto, identificara aquellas partes que han caído en la obsolescencia histórica y política. Cito aquí la que más me llama la atención: la visión que tenía Prat del Estado español de su época. Para el fundador de la Lliga Regionalista, el Estado era una estructura técnica por lo pronto incapaz de proporcionar los servicios administrativos y sociales indispensables para una sociedad que aspirara a ser moderna; y en segundo lugar, altamente disfuncional y con una propensión a suplir con la fuerza sus debilidades políticas. Lisa y llanamente: en España, y máxime en Cataluña, el Estado eran guardias civiles y capitanes generales poco proclives al diálogo y funcionarios holgazanes (y casi siempre procedentes de Castilla). Más allá del relato nacional que alimentaba y sustentaba las reivindicaciones políticas de la Lliga, un ente como la Mancomunitat (1914-1923/1925), o sea una “estructura de Estado” ante litteram, se justificaba en nombre de las necesidades de una sociedad más compleja que la castellana, que precisaba una administración más eficiente y que proporcionara cuadros técnicos de nivel a su aparato industrial. Esta visión era a la sazón sustancialmente correcta. Y el éxito de la Lliga se debió en buena parte a su capacidad para interpretar las exigencias materiales de una burguesía diferente de la del resto de España. Y por ende, de convertirla políticamente en una “clase nacional”.
Sin embargo, hoy esta visión del Estado español ya no corresponde a la realidad. Y uno de los límites de los soberanistas catalanes es precisamente el seguir creyendo en este esquema pratiano. Actualmente, el Estado español es una estructura técnica harto poderosa (y digo harto sólo porque no llega al nivel de sofisticación que tiene en algunos países europeos como Francia o Alemania) y diversificada. Está formada por inspectores de Hacienda, contables y economistas, abogados del Estado, diplomáticos, funcionarios cualificados, etc., que pasaron por oposiciones durísimas y que poseen una excelente formación profesional. Se trata de una estructura que se empezó a gestar en los años del desarrollismo opusdeísta y que se ha ido potenciando y mejorando a partir de la Transición. Pues bien, la clase dirigente catalana nunca ha acabado de registrar este hecho pese a las numerosas evidencias que se encontró en su camino. Recuerdo que políticos como Antoni Castells constataban, en los años del Tripartito, que las negociaciones con los funcionarios de Hacienda y Economía acerca de las transferencias del Estado a la Generalitat se les convertían en una suerte de terreno pantanoso por la excelente preparación de los economistas de Madrid. Y hasta un liberal independentista como el economista Xavier Sala i Martín siempre recomendaba no subestimar al Estado. En vano. En el imaginario colectivo, y más aún en el imaginario nacionalista, el Estado era una estructura que podía ser lentamente sustituida por una Generalitat en fase de expansión, lo cual es cierto, pero también doblegada por una acción política coordinada y potente. Lo cual ha resultado falso. El Estado español (que no ha de identificarse sólo con el gobierno del PP), mal que pese, es y seguirá siendo sólido. Una muestra de esta solidez es su aplicación del artículo 155. Contrariamente a lo que pensaban muchos cuadros e intelectuales de Junts pel Sí, que vaticinaban una debacle de los Ministerios a la hora de gestionar Cataluña, el Estado ha controlado tanto el territorio como la administración de la Generalitat en 48 horas. Ahora sabemos que estaría en condiciones de gestionar las funciones establecidas por el Estatut, y el último presupuesto aprobado en el Parlament, ad eternum. El problema es sólo y exclusivamente político. En fin, de legitimidad política. Aquí sí que el Estado tiene un problema de envergadura que no podrá soslayar durante mucho más tiempo. Se trata, en todo caso, de una dimensión que nada tiene que ver con la gestión técnica de la Generalitat que está llevando a cabo ahora.
Si de algo han servido estos últimos tres meses es para entender que la “unilateralidad”, entendida como prueba de fuerza del gobierno catalán para doblegar al Estado, ha fracasado y que cualquier solución a la crisis catalana, incluida una que pase por un referéndum de libre determinación, se concretará a través de la negociación política. A esta conclusión ya han llegado el PDeCAT y ERC, si bien, por obvios motivos, la explicitarán definitiva y claramente sólo después de las elecciones del 21 de diciembre y en el marco de una autocrítica que será más o menos amplia en función de los resultados electorales y de cómo acabará la cuestión de los presos. Para estos partidos será importante −y probablemente algo complicado− explicarles a sus bases que, de cara a la articulación de una política más viable y adherente a la realidad, es menester abandonar cuanto antes la visión pratiana del Estado español. Y que, sobre este tema, más vale leer a Max Weber que al gran político de Castellterçol.
27/11/2017
El folletin catalán
Albert Recio Andreu
I
Escribir sobre la política en Catalunya (y ahora toda la política española se resume en Catalunya) es participar de un folletín interminable donde al final de cada entrega subsiste una tensión abierta para el siguiente episodio. Un folletín que absorbe el interés de la gente y que acaba colonizando cualquier debate público.
Tras la aplicación del 155 y el encarcelamiento de una parte de los líderes del procés, hemos entrado en una nueva etapa en la que los principales actores están tratando de recomponer su personaje con vistas a las elecciones del 21-D y el período posterior.
El bando unionista ha tratado de presentarse como el único responsable, exclusivamente interesado en la vuelta a la normalidad (entendida como la aplicación de la ley violada por el bando independentista). Y aunque posiblemente la forma de aplicar el 155 ha sido menos brutal de lo que cabía temer, no faltan las salidas de tono ni las maniobras sucias, como la protagonizada por el fallecido fiscal general del Estado para utilizar la Audiencia Nacional como ariete contra los políticos independentistas, el recurso al delito de odio para perseguir las expresiones discordantes, las declaraciones altisonantes sobre la manipulación de la escuela catalana o la intervención en el conflicto de los bienes de Sigena antes de que concluya el proceso judicial (un conflicto en sí mismo estúpido, pero inflamado por las dos partes en clave territorial). Son actuaciones que desmienten el espíritu de moderación y que sólo sirven para atizar el conflicto, dando carnaza al bando propio y argumentos al discurso victimista de la otra parte.
El bando independentista es el que ha combinado una gama más variada de respuestas, y hay que reconocer a sus guionistas su enorme creatividad a la hora de rehacer el argumento y a sus principales actores su aplomo a la hora de cambiar de discurso. En la postura actual de los líderes de ERC y del PDeCAT se combinan diferentes planos argumentales. En primer lugar el victimista, el de los presos políticos y el exilio, el de utilizar cualquier intervención de la otra parte como muestra de un expolio y un estado de excepción, el más útil para seguir movilizando a sus propias bases. En segundo lugar, el de la marcha atrás: “no declaramos la independencia, acatamos la aplicación de la ley, queremos el diálogo, no la unilateralidad”. Un discurso dirigido al enemigo, a evitar la represión, a volver a encontrar espacio en el juego institucional. Es un discurso totalmente contradictorio con el primero y, sobre todo, con todo lo planteado en los meses anteriores al 1-O, pero necesario cuando su ilusorio discurso sobre las posibilidades de la independencia ha chocado con la realidad de una comunidad internacional completamente opuesta a facilitarla. Aunque contradictorios, ambos discursos se apoyan entre sí, especialmente a la hora de mantener predicamento en su base social: “rectificamos no porque nuestro proyecto fuese erróneo, pasara por alto la correlación de fuerzas y fuera inviable desde el principio, sino porque el nivel de la represión es insoportable y preferimos cambiar de rumbo a exponer al pueblo catalán a un sufrimiento intolerable”.
Hay que reconocer que, si alguien ha sido capaz de manejarse con maestría en esta recreación de la historia, ha sido la antigua Convergència, un partido que hace tiempo que ha perdido la hegemonía electoral pero que cada vez nos sorprende con una nueva jugada que le permite mantener una gran parte del poder político efectivo en Catalunya. La creación de Junts pel Sí, cuando Artur Mas consiguió imponer la lista única a una ERC que hubiera ganado de calle las elecciones de 2015, fue una primera muestra. Y ahora la operación Puigdemont, con su autocreado exilio, en que la utilización de la ANC para fabricar una lista del president supone de nuevo un freno a las expectativas de ERC, y en que la apelación a que es el presidente legítimo (cuando su compromiso al ser proclamado era que dejaría el cargo cuando se proclamara la independencia…) constituye una nueva operación para consolidar la presencia institucional del PDeCAT; un partido que se camufla en la actual campaña electoral, cuando sus dirigentes han reconocido que en la práctica renuncian a la proclamación de la República Catalana.
Los cambios de discurso, la facilidad con que algunos pasan pantallas con suma facilidad, sonarían a farsa si no fuera por los efectos sociales que generan estas maniobras y si las rectificaciones sirvieran para buscar salidas reales a la situación. Pero más bien parece que vamos a entrar en una nueva fase en la que viviremos la enésima versión del conflicto “España contra Catalunya” en forma de demanda de una negociación bilateral y en que cada parte va a culpar a la otra de todos los problemas que generan sus propias decisiones, sus insuficiencias y los muchos problemas creados por el capitalismo español y las políticas neoliberales.
II
El mayor mal que ha generado esta dinámica política ha sido la formación de dos bandos encerrados en sí y el deterioro de la cultura democrática y de las propias instituciones democráticas. Un proceso en el que la polarización de los medios de comunicación no hace sino reforzar los prejuicios de la gente, reafirmarse en sus convicciones e impedir un verdadero debate social que tienda puentes. En Catalunya esto es más visible porque contamos con medios de comunicación orientados al público independentista y con medios estatales. En el resto de España, el discurso es mucho más monocorde y ayuda a reforzar la idea de que la manipulación sólo se produce en los medios catalanes. Pero en ambos lados predominan los mensajes unilaterales, cuando menos subliminales, para el consumo de las diferentes parroquias.
El deterioro democrático en el conjunto de España es obvio en muchos ámbitos. La manipulación realizada por el PP —gracias a su control de parte del aparato judicial y de los medios de comunicación, a la aprobación de leyes que recortan derechos y a su desprecio sistemático hacia las demandas democráticas de la oposición parlamentaria— es obvia, y su ámbito supera con mucho el del conflicto catalán. Se extiende al conjunto de las políticas estatales. Pero el conflicto actual le ha dado nuevas oportunidades de legitimarlas con la apelación constante al cumplimiento de una legalidad deificada, la focalización de un “enemigo exterior” y la neutralización de un PSOE que podía volver a resucitar. El único problema para el PP es que uno de sus aliados, Ciudadanos, se ha apuntado con tanta eficiencia a la campaña que amenaza con convertirse en un duro rival electoral. Y si la derecha usa la lucha identitaria como eje de su posicionamiento social, lo que peligra es, una vez más, la democracia.
La democracia es también el reclamo del independentismo. La mayoría de las personas que defienden esta opción viven el conflicto en estos términos: es el Estado español el que no deja votar, el que mandó aporrear a la gente cuando votaba, el que se niega a reconocer un mandato mayoritario del pueblo, el que encarcela a personas por defender posiciones políticas. Más aún, una parte de esta población se declara independentista por considerar que ésta es la única vía para escapar a la autoritaria política de la derecha española. Y esta visión en blanco y negro de la realidad, esta exageración de los tintes antidemocráticos de la política española, contrasta con la beatificación democrática de todas las intervenciones de la política independentista. Da por buena la celebración de un referéndum en el que ha sido imposible realizar un debate sereno, documentado, de los pros y contras de la independencia (no sólo porque el gobierno de Madrid lo ha impedido, sino también porque los medios locales han sido utilizados básicamente como medios de propaganda). Da por democrática una votación en la que no ha existido ninguna garantía formal. Da por bueno que una votación en que el “sí” no llega ni al 50% de la población es suficiente para declarar la independencia. Y, lo peor de todo, convierte a cualesquiera opositores a los postulados independentistas en meros antidemócratas.
Esta población que ha sido abducida por un relato poderoso sobre la superioridad moral del independentismo (basado en parte en agravios reales como el del Estatut y en la crítica al comportamiento bochornoso del PP en muchos campos) es incapaz de reaccionar ante la evidencia de que el proceso que culminó con la DUI era, cuando menos, una insensatez y una vía muerta. Por eso el gran peligro de la situación actual, evidente en Catalunya pero extensible al resto del Estado, es la consolidación de dos espacios sociales cerrados en sí mismos, incapaces de dialogar y de tender puentes, incapaces de avanzar en verdaderos procesos democráticos de tipo deliberativo. Donde lo racional queda subsumido por una enorme carga emocional y la adscripción a uno u otro grupo impone una peligrosa disciplina social.
III
La izquierda es la gran perdedora en esta dinámica, tanto la izquierda alternativa que en Catalunya representan Els Comuns como el moderadísimo centroizquierda del PSC. Por más diferencias que existan entre ellos, son las dos únicas fuerzas que han tratado de plantear soluciones alternativas al conflicto, reivindicando un referéndum pactado en el primer caso y un etéreo federalismo en el segundo. Y ambas corrientes han sido vilipendiadas por los aparatos mediáticos de los dos lados.
Para el PSOE-PSC, el envite catalán ha quemado en gran medida las posibilidades de Pedro Sánchez de presentarse como una alternativa estatal. Al alinearse indiscriminadamente con la aplicación del 155 ha acabado por guardar silencio ante los desmanes del PP (por ejemplo, renunciando a plantear en el Congreso la crítica a la operación policial del 1-O), y corre el peligro de acabar ninguneado por el bloque centralista de PP-Ciudadanos. En Catalunya ello ha deteriorado la capacidad del partido de tener un discurso propio (incluso provocando la huida de algunos alcaldes significativos) y lo ha abocado a buscar aliados en sectores de la derecha catalana no independentista (los restos de la muy reaccionaria Unió Democràtica).
Para Els Comuns en particular, y para Unidos Podemos en general, es evidente que su toma de posición tiene un potencial coste electoral (hasta ahora sólo reflejado en las encuestas), no sólo en el resto de España sino posiblemente en Catalunya. Els Comuns son un fiel reflejo de la situación catalana, en que el independentismo es claramente mayoritario en el medio rural y ha ganado predicamento entre amplios sectores de las clases medias urbanas (los asalariados con educación y los restos de la pequeña burguesía comercial), y, en cambio, es claramente minoritario entre la clase obrera industrial y de servicios (en poblaciones y barrios donde han obtenido los mejores resultados). Esta tensión se ha reflejado internamente a raíz del debate (y la votación) sobre la continuación del pacto con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, y quizá pueda volver a repetirse en el futuro.
La propuesta de Els Comuns-Unidos Podemos de seguir apostando por un referéndum negociado es valiente, pero en el contexto actual posiblemente no es viable a corto plazo, ni tiene capacidad de cambiar la situación ni es seguro que vaya a consolidar este espacio. La inviabilidad a corto plazo es obvia para todos los actores sociales. No tiene capacidad de cambiar porque difícilmente va a conseguir, al menos a corto plazo, romper los caparazones en los que se han encerrado los campos enfrentados, especialmente el independentista, receloso de todo lo que provenga de fuerzas con alianzas estatales e incapaz de llevar a cabo una autocrítica profunda de lo que ha significado el procés. Ha habido demasiado calentamiento emocional como para que en un breve plazo de tiempo se produzca una reflexión social serena y un cambio de actitud. Y difícilmente este espacio se podrá consolidar sobre la base de un posicionamiento sobre la cuestión nacional, que es, precisamente, aquel en el que existe una mayor división interna.
Es cierto que el discurso de Xavier Domènech y los demás líderes plantea propuestas necesarias tanto de reforzar las cuestiones sociales, ecológicas y de género en las propuestas políticas como de optar por una salida más constructiva y transversal de la cuestión nacional. Pero es una respuesta que, para consolidarse, requiere de tiempo y de otro tipo de procesos sociales. Y tiempo es lo que no hay en la convocatoria electoral. Ni lo habrá en los debates sobre la formación de un nuevo gobierno tras las elecciones. Una situación en la que es posible que el puñado de escaños de Els Comuns sean decisivos y en que acecharán los peligros de todo tipo, peligros ya visibles en la hostilidad de la mayoría de los medios de uno y otro bando. Si no quieren naufragar en el intento junto con la campaña electoral, se debería hacer un esfuerzo discursivo sobre qué hacer tras el 21-D, qué propuestas lanzar para romper la perversa dinámica actual, para no acabar cayendo en manos de proyectos ajenos. Sobre cómo construir una nueva dinámica social sobre las ruinas que ha dejado el procés. No es tarea fácil. El folletín sigue prometiendo nuevos sobresaltos.
30/11/2017
Los "Paradise Papers" en cuatro actos
Miguel Ángel Mayo
Como si se tratara de una novela de John le Carré, las filtraciones acerca de los denominados “Paradise Papers” han confirmado al mundo la realidad de una evasión fiscal a escala industrial, sin límites, sin escrúpulos ni decencia, y que implica a multitud de conocidas corporaciones y personalidades. Su nombre ha estado bien elegido: “los papeles del Paraíso”. Y es que realmente se trata de un verdadero puente al Paraíso; el paraíso en la tierra para la avaricia, la insolidaridad y la acumulación de riqueza mediante el no pago de impuestos. Recogeremos a continuación la historia de los Paradise Papers en cuatro actos. Cuatro actos, eso sí, cuyo verdadero final está aún por escribir.
Acto 1: la revelación.
El 5 de noviembre de 2017, el mundo descubrió un nuevo escándalo de evasión de impuestos tras una filtración de documentos de una amplitud incomparable: los papeles del Paraíso. Estos documentos, entre otros de la empresa Appleby (con sede en Bermudas), revelan un sistema perfeccionado y desarrollado por y para una élite rica y compañías multinacionales. Nada nuevo bajo el sol, y que, siguiendo la estela de los conocidos Panama Papers (2016), nos confirman una vez más las características de los complicados entramados de ingeniería fiscal que se han ido creando en las últimas décadas. Tal vez la única diferencia con el caso de los Panama Papers, es que la empresa Appleby de Bermudas es una de las firmas líderes de la industria “offshore” y con un nivel de sofisticación técnica mucho más avanzado que el del bufete Mossack Fonseca (Panama Papers).
Así, en el corazón de sus revelaciones aparecen compañías que se encuentran entre las más poderosas del mundo −Nike, Facebook, Apple, Glencore−, parientes de políticos prominentes −Donald Trump, la reina de Inglaterra, Vladimir Putin, Justin Trudeau−, pero también personajes del espectáculo como los cantantes Bono y Shakira. España, como no podría ser de otra manera, no se salvó: empresarios como George Santamaría (dueño, entre otras cosas, del parque acuático Aqualandia), directivos como Juan Villalonga y Daniel Maté, políticos como Xavier Trias, Jesús Posada o Juan Bautista Granell, personajes famosos como el Cordobés, Julio Iglesias, Fernando Alonso, Inés Sastre y hasta un expresidente de fútbol como Joan Laporta, son algunos de los innumerables nombres que se han visto empañados por los Paradise Papers.
Acto 2: la falsa indignación
En un primer momento, la filtración sobre los Paradise Papers causó las más feroces críticas sobre esta realidad paralela que sacude y merma las finanzas de todos los países del primer mundo. Ya en su día, Pierre Moscovici, actual Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Financieros, declaró la extrema gravedad de los hechos: “Si no actuamos tras lo de Panamá, la gente creerá que todo está podrido”. Una vez más se veía que, lejos de ser un problema puntual, se trataba de un problema estructural y de calado.
Sin embargo, la indignación ha acabado siendo ahogada por el espectáculo mediático, e incluso parece que se esté esterilizando políticamente a causa de la repetición constante e irrefrenable de este tipo de filtraciones (lista Falciani, Panama Papers, etc.). Dicho con otras palabras: tenemos la sensación de que esta nueva filtración, lejos de escandalizar y movilizar a la sociedad en su conjunto, haya transmitido la idea de que el problema es crónico e insoluble. Los Paradise Papers muestran de forma inequívoca cómo la élite económica tiene la posibilidad de ser cada vez más rica al no tener que pagar impuestos. Pero los ciudadanos que sí pagan sus impuestos empiezan a mostrar una actitud pasiva y demuestran estar interesados más en problemas inmediatos y en inquietudes cercanas que en la idea de que es urgente e inaplazable cambiar el modelo. De esta manera, ceden de forma casi mayoritaria la solución de estos problemas a sus representantes políticos.
Acto 3: las soluciones “falsas” y la hipocresía de los Estados
El mensaje que los políticos suelen lanzar después de cada filtración ligada a paraísos fiscales es siempre el mismo: describen estas prácticas financieras como “inmorales” e incluso las califican de “ataque contra la democracia”. Y los inculpados siempre repiten excusas o justificaciones del tipo “no he obtenido beneficios”, “yo no poseía la titularidad”, “nunca he evadido impuestos”, etc. Por su parte, la solidez de las respuestas de muchos de los implicados roza la hilaridad, como la del exministro de finanzas de Bermudas, Bob Richards, que adujo que no le correspondía a él cobrar los impuestos de los otros países, sino que es a “ellos a los que les corresponde arreglar sus problemas”. O, como declaró la firma Appleby recientemente, “los off-shore protegen a la gente victimizada por el crimen, la corrupción o la persecución al protegerlos de gobiernos venales”.
Este es el panorama. Pero, ¿dónde están las medidas para evitar esta realidad de impago de impuestos en la práctica totalidad de países del planeta? Obviamente, las propuestas de los gobiernos distan mucho de ser eficaces y tempestivas. Como siempre, la OCDE −Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, fundada en 1948, que tiene solo 35 países miembros pero que representan el 80% del PNB mundial, a menudo conocido como el “Club de los países ricos”− continúa proponiendo medidas que no serán suficientes para cambiar la situación porque no serán lo suficientemente restrictivas para los Estados. Y una vez más, se contentará con ponerle gasas a un cuerpo enfermo, mientras que debería proponer mecanismos para repensar profundamente el sistema tributario internacional.
Y es que, más allá de la debilidad de las propuestas políticas, los Estados juegan principalmente un doble juego que permite que los sistemas de evasión tributaria continúen; a saber: al mismo tiempo que denuncian enérgicamente la evasión fiscal, participan en el peligroso juego de competencia entre los Estados y una nivelación que consiste en pagar impuestos cada vez más bajos por parte de las grandes empresas y grandes fortunas, mientras que gravan de manera implacable tanto el consumo (impuesto que se paga indiferentemente de la renta del consumidor) como la renta del trabajo (más del 85% de nuestro actual IRPF se nutre de las rentas del trabajo), con tipos cada vez superiores. Un ejemplo que nos concierne: un consumidor en España deberá pagar un impuesto adicional del 21% en sus compras (IVA), y será gravado por su trabajo con un IRPF al tipo del 30% para bases liquidables superiores a los 20.200 € (37% bases superiores 35.200 € y 45% bases superiores a los 60.000 €). Compárenlo con el 6,25% del Impuesto sobre Sociedades que se paga en Irlanda para determinadas actividades y del que, a buen seguro, muchas de las empresas que han aparecido y aparecerán en futuras filtraciones se estarán aprovechando de forma totalmente legal.
Acto 4: el verdadero alcance del poder ciudadano
No podemos esperar que otros resuelvan nuestros problemas, y más cuando éstos se agrandan y se vuelven crónicos. ¿Realmente los casos de los Panama Papers y de los Paradise Papers no han servido de nada, o en todo caso muy poco, para avanzar hacia una solución del problema? Pues posiblemente no, porque las agendas internacionales, europeas y de los distintos países van a paso de tortuga cuando se necesitaría una velocidad de crucero. No es de extrañar que la propia OCDE reconociera hace cuatro años que el sistema fiscal internacional está obsoleto y no responde a la realidad del siglo XXI. Aunque la escala y la complejidad de los escándalos de evasión impositiva puedan dar la impresión de que no podemos actuar sobre estas prácticas, este debe de ser un desafío que podemos abordar todos los ciudadanos, por su implicación global y porque, al fin y al cabo, nos supone una sobrecoste individual. Es por ello que el final de esta historia de suspense la debemos de poner todos nosotros, dándole más importancia a los problemas globales y menos a los individuales, porque, si solucionáramos entre todos estos problemas globales, dejaríamos de tener la mayoría de esos problemas individuales. Nuestro papel es fundamental. Tenemos que hacernos oír y pasar de la anestesia fruto de la impotencia al coraje fruto de la información. Como dijo una vez William Faulkner, “no puedes nadar por nuevos horizontes hasta que tengas el coraje de perder de vista la orilla”.
[Miguel Ángel Mayo es colaborador de mientrastanto.e y responsable en Cataluña del Sindicato de Técnicos de Hacienda (GESTHA)]
29/11/2017
A vueltas con la tortura en España
Rosa Ana Alija Fernández
La persistencia en España de prácticas asimilables a la tortura y a los tratos o penas inhumanos o degradantes es un tema que colea desde hace décadas. En 2015, en sus últimas observaciones al informe que periódicamente debe presentar España, el Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas, que vigila la correcta aplicación por los Estados de la Convención contra la Tortura de 1984, identificó algunos aspectos preocupantes que venían ya de antiguo y que el Estado no acababa de resolver satisfactoriamente. En concreto, se refirió a estos aspectos: la configuración del delito de tortura en el ordenamiento jurídico español (tipificación en el Código Penal que no reproduce la definición de tortura contenida en el artículo 1 de la Convención contra la Tortura, penas poco severas para un delito muy grave, y previsión de que el delito prescriba —a no ser que constituya un crimen contra la humanidad—), la duración excesiva del régimen de incomunicación y de aislamiento, la expulsión y/o extradición de extranjeros a países donde pueden ser sometidos a tortura y las condiciones de los Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes, los obstáculos a la represión de los crímenes de la guerra civil y el franquismo (bien por aplicación aquí de la ley de amnistía de 1977 o bien por denegar la extradición de presuntos responsables solicitada en el marco de la querella argentina), y, en general, el favorecimiento de ciertas dinámicas que podrían contribuir a la creación de una cultura de impunidad respecto de la tortura entre las fuerzas del orden españolas.
Algunas de estas cuestiones han vuelto a ponerse sobre la mesa este otoño, después de que el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa (CEPT) hiciera público en noviembre el informe sobre su visita a España en 2016, publicación que se produce apenas unas semanas después de que el Subcomité para la Prevención de la Tortura de las Naciones Unidas visitara también España.
La visita del CEPT se desarrolló entre el 27 de septiembre y el 10 de octubre de 2016, y se centró en examinar el trato dado por las distintas fuerzas del orden a personas privadas de libertad en tres escenarios: dependencias policiales, establecimientos penitenciarios, y centros de detención de menores delincuentes. En general, el CEPT observa avances para salvaguardar a las personas detenidas de maltratos y/o torturas, si bien deja constancia de algunas cuestiones que siguen sin resolverse adecuadamente.
En el caso de las personas detenidas en dependencias policiales, el CEPT recibió algunas denuncias que considera creíbles sobre uso excesivo de la fuerza en el momento de la detención y de casos de personas que habían sido maltratadas físicamente por los agentes de policía en el momento de su llegada a comisaría, así como de comportamiento irrespetuoso por parte de los agentes de policía hacia personas detenidas. Aunque en general no vio problemas en relación con la aplicación de salvaguardias sobre privación de libertad por parte de las fuerzas del orden (contacto con familiares al poco de la detención, asistencia facultativa rápida, ofrecimiento de asistencia letrada y posibilidad de reunirse con el/la abogado/a antes del primer interrogatorio), sí queda pendiente garantizar que los extranjeros detenidos puedan contactar con familiares que viven fuera del territorio nacional, y que todas las personas detenidas por las fuerzas del orden estén plenamente informadas de sus derechos fundamentales desde el momento mismo de la detención. Igualmente, es crítico con las condiciones materiales de los lugares de detención (dimensiones, hacinamiento en algunos casos, falta de ventilación e iluminación adecuada), e insiste en una de las batallas que los órganos internacionales de protección frente a la tortura tienen con el Estado español: el régimen de detención incomunicada. Aun valorando positivamente que la aplicación de este régimen se haya limitado normativamente, que las decisiones judiciales para aplicarlo hayan disminuido en los últimos años, y que no se haya ordenado ni en 2015 ni en 2016, el CEPT entiende que la mera posibilidad de imponerlo debería desaparecer de la legislación española, para evitar riesgos.
En cuanto a los centros penitenciarios, el comité ve con buenos ojos los esfuerzos por mejorar las condiciones materiales y evitar el hacinamiento en las prisiones, que, en su opinión, está dando buenos resultados en los últimos años. Así, no hay quejas en relación con la situación de la población reclusa en módulos de régimen ordinario. No ocurre lo mismo, sin embargo, respecto de los módulos de régimen cerrado y departamentos especiales, donde no solo presentan algunas deficiencias en cuanto a sus condiciones materiales, sino que además son escenario de un número significativo de casos de maltrato físico (a modo de castigo informal, de acuerdo con el CEPT, tras episodios de desobediencia, violencia entre internos o autolesiones), en algunos casos mientras el preso estaba sometido a sujeción mecánica. También es objeto de crítica el régimen restrictivo de los internos de estos módulos, que habría provocado el empeoramiento del estado de algunos presos con trastornos mentales con los que el CEPT ya se había reunido en anteriores ocasiones (un problema, el de la asistencia psiquiátrica, que considera en general mal resuelto). La necesidad de promover la reintegración a los internos de módulos cerrados y departamentos especiales en módulos ordinarios ya había sido señalada en anteriores informes del CEPT, que sigue estimando que no se hacen suficientes esfuerzos en esta dirección. No podía faltar tampoco una crítica a la duración del aislamiento, excesiva en muchos casos, tal y como pudo comprobar el CEPT.
Mutatis mutandi, similares son las recomendaciones respecto de los centros de detención de menores: buenas condiciones en general, punto positivo —también en general— para el régimen de los internos, pero críticas ante la existencia de denuncias creíbles de maltrato físico deliberado por parte del personal hacia los detenidos, la necesidad de mejorar el régimen de los menores con problemas mentales, preocupación ante el uso de medios de sujeción mecánica y cuestionamiento de la duración del aislamiento disciplinario, que considera excesivo ya en su configuración legal (siete días).
Así las cosas, la visita del Subcomité para la Prevención de la Tortura de las Naciones Unidas (SPT) un año después ha corroborado que hay cuestiones pendientes que requieren soluciones. La visita del SPT a España tuvo lugar del 15 al 26 de octubre de 2017, y se enmarca en las visitas que este órgano realiza regularmente a los países que han ratificado el Protocolo Facultativo de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (OPCAT), ratificado por España el 4 de abril de 2006. Durante la misma, visitó una amplia gama de lugares de detención: comisarías de policía y de la guardia civil, centros penitenciarios, centros de internamiento de extranjeros, un centro de internamiento para menores, celdas judiciales, el lugar de detención del aeropuerto de Barajas, un hospital psiquiátrico, así como el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes en Melilla. De momento, solo se conocen de manera resumida las observaciones preliminares que el SPT presentó a las autoridades al concluir su visita, a la espera de que haga llegar al gobierno el informe correspondiente con sus conclusiones y recomendaciones. Dicho informe es confidencial, si bien el SPT ha alentado al Estado español a hacerlo público, y esperamos que así sea. De lo que ha trascendido, el toque de atención en este caso se refiere a las devoluciones “en caliente” de inmigrantes en la frontera sur. Será bueno conocer su opinión también sobre los centros de internamiento de extranjeros, sobre todo después de la decisión adoptada este mes de noviembre por el Ministerio del Interior de colocar en la prisión de Archidona, aún sin estrenar, un centro “provisional” de internamiento de extranjeros. Una pena que el STP ya hubiera concluido su visita, porque utilizar una cárcel ya está lejos de los estándares internacionales admisibles para el internamiento de inmigrantes, pero hacerlo además cuando el lugar no cumple con las condiciones logísticas mínimas es un signo de desprecio hacia las obligaciones internacionales asumidas por España en materia de prevención de la tortura y los tratos o penas inhumanos o degradantes.
Recapitulando: dos órganos de prevención de la tortura de dos organizaciones internacionales distintas visitando España en dos años diferentes, y siguen apareciendo algunos de los grandes temas anunciados por el Comité contra la Tortura. Se ha limitado el régimen de incomunicación, pero las autoridades se resisten a suprimir la posibilidad de aplicarlo; el aislamiento sigue prolongándose demasiado, y con los inmigrantes irregulares el Estado hace lo que le parece. Suerte que ni el CEPT ni el STP han evaluado la regulación de la tortura en el ordenamiento jurídico español ni la impunidad frente a la tortura, porque el Estado se habría llevado otro tirón de orejas. Parece que no aprendemos.
30/11/2017
Hipótesis de un futuro nuclear: 2
La energía atómica en la Unión Europea
Miguel Muñiz
Continuamos con el análisis de perspectivas de la industria nuclear que ya iniciamos el mes pasado referido a España, y que ahora aplicaremos a la Unión Europea (UE). Se trata de ofrecer datos contrastados para promover un rechazo mayoritario y racional a la energía atómica, para ayudar a tener una visión de la realidad hasta bien avanzado el siglo XXI.
Un análisis de este tipo responde a la necesidad de que la sociedad tenga voz en las decisiones sobre política energética. Política que, hoy por hoy, está determinada exclusivamente por las decisiones de la industria, con un margen estrecho de participación de las instituciones y la apelación puntual a “expertos”, como recurso para legitimar lo que ya se ha decidido en función de las cuentas de beneficios de las compañías.
En el caso de España (ver mt.e 162 noviembre), se llegaba a la conclusión de que, siguiendo el camino abierto por Garoña, las centrales nucleares cerrarán cuando las empresas eléctricas lo decidan. Y en caso de que esa decisión se vea afectada por factores sociales o políticos, la sociedad deberá pagar una vez más, pues está demostrado que cerrar centrales puede generar más beneficios que mantenerlas funcionando. Curiosa paradoja que ilustró la moratoria nuclear de 1984, y que podría volver a repetirse con ocasión del cierre.
Toca pues, ir más allá de España. Existe un cierto tipo de resistencia a las nucleares que se limita a repetir continuamente que la industria está en imparable decadencia, difundiendo selectivamente noticias del extranjero. La difusión selectiva de noticias ahorra avanzar un pronóstico sobre cuál será el momento final de la tal decadencia. Porque no será lo mismo una decadencia que se resuelva con el cierre de las centrales nucleares en los próximos 10 años, que una que lo retrase hasta finales de siglo.
Comencemos por sentar unos puntos básicos; el primero la referencia temporal de la decadencia. Si la política actual de la industria nuclear se compara con las fantasías propagandísticas de los años 50 del pasado siglo, o incluso con la retórica del denominado “renacimiento” de 2001 – 2011, el termino “decadencia” es incluso prudente para describir lo que está pasando.
Pero, si en lugar de partir de esas referencias, las políticas actuales se valoran desde la estrategia desplegada a partir de 1986, inicio de la catástrofe de Chernóbil, debemos sustituir “decadencia” por otro término más adecuado: adaptación. Adaptación de la industria nuclear a crecientes desigualdades globales, a convulsiones ecológicas y sociales resultado del cambio climático, y a un futuro energético confuso marcado por la necesidad de mantener el BAU [1], o algo que se le parezca, en determinadas regiones del mundo.
En la actual situación energética, la palabra "decadencia" podría aplicarse a cualquiera de los elementos del sistema. Podríamos referirnos a la "decadencia" en el suministro de combustibles fósiles, a la "decadencia" de la centrales térmicas, a la “decadencia” de las grandes redes centralizadas, etc. Y si no aplicamos “decadencia” a todos esos campos es porque nunca han usado la retórica triunfalista y fantasiosa propia de la energía nuclear.
Por consiguiente, intentemos afinar el análisis, partir de la realidad, ajustar los escenarios a cada región, a cada trayectoria histórica y política. Si en el caso de España, las conclusiones eran evidentes, procedamos a analizar las perspectivas en el caso de la UE (incluyendo aún al Reino Unido) teniendo en cuenta que, al igual que España, cada país es un caso individual con sus propias pautas de información / desinformación propias, como se deduce del análisis del "cierre" nuclear de Bélgica y Suiza [2].
Una parte de los países de la UE comparten algo: la cultura de la resistencia a la energía nuclear iniciada en la década de los años 70 / 80 del pasado siglo. Pero más allá de esa cultura las diferencias sociales, políticas u organizativas son abismales. Traer a colación noticas sobre Alemania, Francia, Suecia, etc., sin contextualizarlas, como si todo lo que sucede formase parte de una misma dinámica, no sólo es una frivolidad, es una irresponsabilidad. Veamos los datos.
Descontando los casos de España, que ya hemos analizado, de Alemania, cuyas 8 centrales cerrarán en 2022 —mediante el pago a las empresas propietarias, Eon, RWE y Vatenfall, de sustaciosas compensaciones económicas pendientes de concretar— [3] y de Bélgica, que ya fue analizado en su día; según el informe The World Nuclear Industry Status Report 2017 (WNISR2017) combinado con la web de la World Nuclear Association (WNA), hay 11 países de la UE (Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Finlandia, Francia, Hungría, Países Bajos, Reino Unido, República Checa, Rumanía, y Suecia) en los que funcionaban, en 2016, 103 reactores nucleares [4].
De esos 103 reactores, 22 entraron en funcionamiento entre 1973 y 1980, es decir, que en 2020 llevarán funcionando más de 40 años; en el extremo contrario tenemos 18 reactores que se conectaron por primera vez entre 1990 y 2007, es decir, que en caso de imposición de los 60 años de funcionamiento, funcionarán hasta pasada la mitad del siglo XXI. Entre ambos extremos, un grupo de 77 reactores, aquí hay que sumar los 7 de España y los 7 de Bélgica) que llegarán a 40 años operativos en el curso de la próxima década (2020 – 2029), pero que si se consigue la imposición de los 60 años, extenderán su amenaza hasta la mitad del presente siglo.
A ello hay que añadir los proyectos de construcción de nuevos reactores dentro de la UE, El WNISR,2017, un documento especialmente crítico con la retórica nuclear, considera que cuatro de ellos estan lo suficientemente avanzados como para conectarse a la red antes del 2020: dos en Eslovaquia (Mochovce 3 y 4) y los dos prototipos EPR, que acumulan un retraso tan considerable como la voluntad de ponerlos en funcionamiento: Olkiluoto 3, en Finlandia; y Flamanville 3, en Francia. Su conexión a la red, unida a los más que probables 60 años operativos, alarga la presencia nuclear hasta el último tercio del siglo XXI (2079).
Esos son los términos exactos de la decadencia nuclear en la UE: un mínimo de 22 reactores (o un máximo de 94) que marcarán el futuro de Europa hasta más allá de la mitad del presente siglo, y sin contar con lo que se planea en otros paises europeos que no están en la UE, y que trataremos el próximo mes.
La industria nuclear se adapta, abandona las fantasías que siempre la han acompañado y se centra en su mejor mentira: que es necesaria para "paliar" las consecuencias del cambio climático. Según en qué países actúa recurre a uan batería de mentiras complementarias: incremento de precios provocados por el cierre, fiabilidad, carácter imprescindible dada la condición de tal o cual país (en el caso de España, la supuesta "isla energética" que supone la Península), cobertura de una demanda creciente, y bla, bla, bla...
Semejante constatación no hace sino remarcar la necesidad de mantener la resistencia contra la energía nuclear, y aprovechar cualquier oportunidad que brinde la legislación de cada país con centrales para acelerar su cierre, movilizando políticamente la sociedad. Se trata de una tarea urgente por dos motivos: porque la industria nuclear no cesa en su actividad para hacer normal la terrorífica convivencia con la contaminación radiactiva, y porque la experiencia nos demuestra que un accidente que evolucione a catástrofe marcará el futuro de las personas en amplias zonas de Europa hasta mucho más allá del siglo XXI.
Notas:
Los datos generales de este artículo provienen del informe The World Nuclear Industry Status Report 2017 (WNISR2017), disponible en http://world-nuclear.org/getmedia/b392d1cd-f7d2-4d54-9355-9a65f71a3419/world-nuclear-performance-report-2017.pdf.aspx , y de la página de la World Nuclear Association: http://www.world-nuclear.org/ correspondiente a cada país.
Los detalles, junto con otras informaciones relativas a la energía nuclear en noviembre pueden encontrarlos en la HEMEROTECA DE NOVIEMBRE.
[1] Se denomina BAU (iniciales que corresponden a las palabras Bussines As Usual) al planteamiento de transformaciones en el sistema energético sin transformaciones sociales aparejadas. En un escenario BAU las pautas sociales se mantienen inalteradas y la transformación se limita a sustituir las fuentes energéticas fósiles y nucleares por otras renovables. El despilfarro, las desigualdades crecientes, los problemas y conflictos sociales y técnicos vinculados a la producción distribución y consumo de energía simplemente se ignoran.
Para profundizar en la falacia de una transición energética en claves de BAU ver:
http://crashoil.blogspot.com.es/2012/03/que-es-el-bau.html
[2] Ver http://www.mientrastanto.org/boletin-159/notas/cierres-nucleares-y-cierres-nucleares-virtuales-suiza-y-belgica-como-ejemplo
[3] Ver: https://elpais.com/economia/2016/12/06/actualidad/1481029233_852085.html
y WNISR pags. 53/54
[4] Son, Bulgaria (2), Eslovaquia (4 +2), Eslovenia (1), Finlandia (4 +1), Francia (56 +1), Hungría (4), Países Bajos (1), Reino Unido (15), República Checa (6), Rumanía (2), Suecia (8). Para más detalles consultar la HEMEROTECA DE NOVIEMBRE.
[Miguel Muñiz es miembro de Tanquem les Nuclears - 100% EER, y del GRUPO IMPULSOR ILP 2020 LIBRE DE NUCLEARES. Mantiene la página de divulgación energética http://www.sirenovablesnuclearno.org/]
28/11/2017
¿La crisis ecológica llama a la puerta?
Cuaderno de postcrisis: 2
Albert Recio Andreu
Hace tiempo que los ecologistas, incluidos los economistas ecológicos, llaman la atención sobre los problemas que pueden derivarse de la crisis ecológica. Pero aunque estos avisos han empezado a ser tomados en cuenta, su influencia en el diseño de la política económica es prácticamente nula. Es incluso dudoso que los problemas ecológicos hayan tenido una incidencia crucial, ni siquiera importante, en el desencadenamiento de la última crisis económica. El capitalismo tiene suficientes factores desequilibrantes para experimentar crisis recurrentes sin que los problemas ambientales tengan una influencia decisiva. Lo que no significa que los problemas ecológicos no puedan acabar sumándose a los elementos desestabilizadores de la dinámica capitalista.
Lo que es evidente es que la base de toda actividad productiva es la naturaleza; que no hay actividad económica, ni vida humana, sin la base material que proviene de la naturaleza, y que, por tanto, los límites naturales del planeta constituyen un elemento incompatible con cualquier lógica económica de crecimiento sostenido. Hay diferentes tipos de interacción entre la actividad económica humana y la naturaleza que pueden causar problemas. Destaco los que me parecen más relevantes. En primer lugar, la existencia de algunos recursos naturales que están dados en cantidades fijas y que pueden agotarse; este es el problema de los minerales. Su extracción creciente puede poner límites a la actividad económica si no es posible sustituirlos por otros productos diferentes, aunque hay que esperar que una explotación acelerada pueda acercarnos a alguno de estos límites. En segundo lugar, las especies vivas (animales y plantas), que se reproducen y es posible consumir siempre que se tengan en cuenta sus tasas de reproducción. De hecho, sobre este principio se ha basado siempre la agricultura. Pero la cuestión puede desembocar en graves problemas de forma directa si no se respeta la tasa de reproducción —el caso típico es el de la sobrepesca— o de forma indirecta si la eliminación por causas diversas de algunas especies afecta a la reproducción de otras —es lo que ocurre, por ejemplo, con la desaparición de especies que desempeñan un papel crucial en los ciclos de reproducción de otras, como en el caso de las abejas y su relación con la polinización de plantas—. En tercer lugar, está la alteración de los procesos químicos naturales por la acción de la actividad productiva. Las variantes son numerosas y están relacionadas con los subproductos que generan muchas actividades humanas; los residuos contaminantes (básicamente debidos a la generación de residuos, de productos que no existen en la naturaleza y que esta es incapaz de reciclar) y la generación de CO2 (un elemento existente en la naturaleza pero que generamos en proporciones excesivas) son dos ejemplos de libro. Y, en cuarto lugar, las limitaciones espaciales. Las dimensiones del planeta son las que son y, además, el espacio no es homogéneo. El crecimiento de muchas actividades humanas genera colapsos y la transformación del espacio afecta a muchos ciclos naturales de todo tipo.
Todos estos problemas ya están presentes en la actualidad y avisan de lo que puede ocurrir en el futuro. La cuestión es que estos se plantean de forma local y a menudo afectan a las poblaciones más pobres y menos influyentes del planeta. Tienen un impacto imperceptible (excepto cuando se manifiestan en forma de encarecimiento súbito del coste de algunas materias primas) para la dinámica capitalista global y suelen ser relegados a una condición secundaria. Las razones de esta falta de relevancia son varias. Tiene que ver tanto con los intereses económicos dominantes como con las ideas y percepciones de los responsables de las políticas económicas. Cualquier replanteamiento serio de la actividad económica en clave ecológica afecta directamente a los intereses de alguno de los grandes grupos de poder económico (las empresas energéticas, químicas, automovilísticas y alimentarias se encuentran a la cabeza de los lobbies que trabajan para frenar la implantación de regulaciones severas). La mayoría de los economistas confían en las bondades del crecimiento, y sobre todo de la innovación (impulsada por la competencia capitalista), como medio para superar estos problemas. Una confianza de la que también participan legiones de científicos naturales, ingenieros y tecnócratas de todo tipo. Todos piensan en términos de soluciones específicas de cada problema e ignoran el carácter sistémico de los problemas ecológicos. Una prueba de ello es el actual debate sobre el fin del trabajo (una profecía que renace periódicamente) a raíz de la digitalización global. Ninguno de los defensores de esta hipótesis presta mucha atención a los problemas energéticos y a la dependencia de materiales estratégicos que se generarían en la sociedad de los robots.
En el enfoque dominante, la ecología es vista como una ciencia ceniza, que quiere poner palos en las ruedas a la alegría del crecimiento sin fin. Por eso es importante que seamos capaces de explicar las implicaciones ecológicas en la generación de problemas económicos convencionales. Y, en este sentido, los síntomas de que estamos avizorando los primeros desastres generados por el cambio climático deben explicarse también en clave económica. De sus impactos para la vida cotidiana de hoy. Y situaciones no faltan, especialmente los problemas causados por las sequías recurrentes, que afectan a la producción agraria, a los alimentos y al ciclo del agua. O los costes de la devastación por inundaciones, que no sólo repercuten gravemente en la vida de muchas personas, sino que también influyen en las necesitadas arcas públicas y están empezando a generar pérdidas al sector asegurador (no es una profecía, sino una previsión: si estos fenómenos se recrudecen, lo primero que desaparecerán serán algunas modalidades de seguro). O, a escala local, los problemas de colapso que genera el turismo masivo. Hay que actuar antes de que la proliferación de minitragedias haga inviables las políticas públicas. Y hay que partir de la base de que las regulaciones concretas sólo van a ser efectivas si se introducen dentro de un reajuste global de la actividad económica. Un reajuste que los mecanismos de mercado y las lógicas del capitalismo son incapaces de impulsar. Que requieren mucha intervención pública y mucha innovación social democrática.
30/11/2017
Educación, instrucción y adoctrinamiento
José Manuel Barreal San Martín
Ayer, fueron las escuelas vascas a las que se acusó de adoctrinamiento; ahora, con la actualidad del "Procés" catalán, se dice y se afirma lo mismo respecto a las escuelas catalanas. En ambos casos se opone educación a adoctrinamiento. Las diferencias entre ambas concepciones, que las hay, y también parecidos, están en función de cómo se entienda la educación y el adoctrinamiento, solapándose las dos en muchos casos.
Entre ambas concepciones hay, como digo, parecidos y diferencias. Así, tomando como referencia a Carlos Lerena, sociólogo español ( 1940/ 1988) muy leído y citado en los años setenta y ochenta por la izquierda del momento, y hoy indebidamente olvidado, sostenía que educar es, a la vez, "amaestrar y adoctrinar, producir personas, pero también, desde la perspectiva de la mayéutica socrática, educar es dirigir, guiar o extraer". Se plantea, en tal definición, dos aspectos; uno, el amaestramiento y adoctrinamiento, la producción de personas; otro, que el alumno/alumna descubra, por sí mismo la verdad, es el que está presente en la "mayéutica socrática".
Tales diferencias deberían de ser tenidas en cuenta a la hora de manifestar juicios sobre la enseñanza o la educación, en este caso en las escuelas catalanas, a las que se acusa de adoctrinar, tema por otra parte desmentido desde el Ministerio de Educación del PP. Al menos, se deberían de tener como contraste ya que tal vez puedan arrojar alguna luz sobre la pareja de conceptos "educación y adoctrinamiento". Así, nos podríamos preguntar si en las escuelas del resto del país se adoctrina o no; si en las familias se adoctrina, bajo el señuelo de educar, a los hijos e hijas, argumentado además, "a mi hijo lo educo como da la gana, para eso es mío". Si el adoctrinamiento se da o no en los medios de comunicación, o si son transmisores neutrales y objetivos de información, de y para la opinión pública; tal y como Noam Chomsky ha argumentado suministrando una amplia colección de ejemplos sobre la existencia de sesgos sistemáticos en los medios a favor de ciertos intereses de las élites dominantes.
La enseñanza de la lectura y escritura en el contexto de la educación pública fue una conquista de las clases populares; fue, en aquel momento histórico, un objetivo revolucionario. Los hijos e hijas de los obreros dejaban la calle para adentrarse en el mundo del conocimiento. Fue un glorioso momento. Pero pronto las élites gobernantes vieron, en "ese momento", un instrumento poderoso que iba a servir para extender el ideario liberal-burgués. La conformación de las conciencias, en la mente de las niñas y los niños para definir los comportamientos del futuro ciudadano, estaba servida. Las nuevas élites sociales tenían el campo abonado para que "sus valores" fueran los dirigentes en el futuro. La escuela democrática y liberadora que los ilustrados definieron para la educación de las clases menos favorecidas enseguida se convirtió en un lugar en el que disciplinar y adoctrinar, definiendo sus valores como válidos para el "buen orden y el buen ciudadano". Fue la escuela, y es, un campo en el que se confronta una oposición entre aquellos a quienes se les disputaba y disputa el poder de las conciencias, como las iglesias y otras instituciones, y quienes aspiraban y aspiran a construir un mundo nuevo desde bases muy diferentes; antes los movimientos obreros; ahora desde posiciones ampliamente ciudadanas y sociales aspirando a que el sistema educativo sirva a los intereses de la persona autónoma y crítica.
Si admitimos, como decía Lerena, y muchas personas compartimos, que la educación es o debería ser una "creación" de personas autónomas y libres, entendiendo por ello estar liberadas de prejuicios y poder discernir lo que es información y conocimiento de lo que es manipulación y adoctrinamiento parece evidente que, tal y como está planteada hoy día la educación. media un abismo; de tal manera que blandir el demonio del "adoctrinamiento", en Cataluña, como se hizo en su momento en el País Vasco (¿ahora, ya no?) confrontándolo con la educación objetiva e inmaculada de ideología del Estado es, cuando menos, parecido a lo que se intenta combatir: adoctrinamiento.
Los que, voz en grito, tildan de adoctrinar en las escuelas se olvidan o no saben que el Estado, que se dice neutro , también adoctrina en "su nacionalismo" y que no es neutral. La educación no escapa de emanar de una autoridad que puede juzgar y aplicar las leyes de poder en los sistemas de control elaborados por el Estado. Por lo que la concepción de la idea de educación como propósito comprometido con el desarrollo personal, intelectual y profesional de las personas, entra en franca contradicción con la idea "institucional" que de la misma se tiene, una confrontación que forma parte de la historia de la educación desde su principio estando, así, en antagonismo dialéctico permanente. Luego, el hecho educativo, carece de esa pureza y objetividad que se le quiere atribuir, está contaminado, siempre, por la posibilidad de adoctrinar, unas veces explícitamente y otras solapándose.
Tal vez haya que señalar la discusión y debate que sobre "educación e instrucción", aún hoy, se mantiene en la pedagogía y que en su día Ferlosio debatió con Savater, acusando el primero de la poca importancia que Savater daba a los contenidos en beneficio de la "educación", lo que induce a pensar que " los contenidos", instrucción, pueden ser incompatibles con "educación"; para quien esto escribe la educación es un proceso concienciador de la persona que se educa y la instrucción es un aprendizaje que capacita para hacer algo y para algo; ambas, a mi juicio, no son excluyentes. Sin embargo, la instrucción, siendo un aprendizaje a ejercer operativamente, entiendo que también es susceptible de "adoctrinamiento", ya que ella puede ser manipuladora si se conceptúa como mero instrumento de alienación del individuo en función de la explotación para beneficio del capital.
En fin, es un debate abierto que no es nuevo y que en España, se remonta a la Institución Libre de Enseñanza, allá por los años de 1876 a 1936. Y que seguirá en discusión.
Es verdad que "adoctrinar" tiene una clara connotación negativa, ya que si en la escuela, en la familia... se adoctrina se está negando a la persona el " ser ella misma"; así, si se analizan las "heroicidades" de los españoles en la América del siglo XV y no se tienen en cuenta la masacre indígena que las mismas provocaron, es obvio que el adoctrinamiento domina sobre la educación dando explícitamente un sesgo de conformación al tema tratado.
Es el adoctrinamiento el arma a combatir por quienes pensamos en una "educación crítica" y en una "instrucción" que pueda cambiar el actual estado de cosas. El adoctrinamiento, está en función de que perdure el interés de las élites y de las burocracias, sean de partido, sean de gobiernos.
25/11/2017
Violencia de género y violencia sistémica
Preguntas de género al Pacto de Estado contra la violencia
María Dolores Nieto Nieto
La escritora Christa Wolf trató de indagar sobre las raíces de la violencia partiendo de un diálogo con los mitos clásicos desde la experiencia femenina, y ofrece una posible relectura de ellos que es a la vez una exploración literaria sobre los orígenes del nexo entre socialización de la masculinidad, relaciones de dominio, violencia y guerra.
La ciudad, (la polis), fue fundada sobre el delito, descubre su personaje en Medea. En la novela, Casandra, recrea un personaje femenino que lucha por su autonomía y una identidad propia desde la que contribuir a otro modelo para la sociedad y las personas que la conforman. Poco a poco una escalada de las diversas violencias se van sucediendo sobre el mito, en este caso una mujer descendiente de fundadores de ciudad que quiso ser libre, elegir su destino fuera de la sumisión doméstica, y es castigada violentamente en un escenario donde la dominación masculina erige su tiranía de gestas, guerras y muerte. Cuando trata de elegir su profesión eludiendo las exigencias de Apolo será condenada por su osadía a prever la verdad sin ser creída. Obligada por su padre el rey a un matrimonio de conveniencia, violada por Ayax, esclavizada como botín de guerra por Agamenón, y finalmente asesinada en un contexto dominado por la ferocidad de los señores de la guerra
Ambas violencias, la sistémica y la de los hombres hacia las mujeres atraviesan la historia como dos caras del mismo mal. Aunque el relato no ofrece conclusiones fáciles, y en él tampoco las mujeres, cuando tratan de gobernar las instituciones del patriarcado, pueden sustraerse al ejercicio de la violencia: será Clitemnestra, reina del Peloponeso, quien mate a Agamenón, el rey, y a la propia Casandra. “Ella haría lo que tenía que hacer. Ella no ha hecho las cosas. Se adapta al estado de cosas. ..” concluye sin reproches en el monólogo literario la víctima.
Sucedió en febrero de 2016: un hombre con antecedentes de maltrato zanjó la discusión con su pareja tomando a su hija, una bebe de apenas un año, y arrojándose con ella por la ventana. El parricida dejó constancia en el mismo momento de su objetivo: “Te voy a dar donde mas te duele”, le gritó previamente a la madre de la niña. Todas las demás circunstancias, su propia vida y la de la niña, su hija, quedan anulados en el momento del horror. Si la relación de dominio se ve fustrada, ninguna otra cosa cuenta por encima de la venganza que perfiló como la mas definitiva de todas, tanto, que a ella puede sacrificarse la propia vida e incluso la propia descendencia, el vínculo tangible con esa eternidad, que tanto ha obsesionado al ser humano desde sus albores, hasta el punto que en su día llevó a cierto tipo de reflexión feminista a vincular el origen del sometimiento de las mujeres con la obsesión masculina por apropiarse de la generación de la vida. Estadísticamente, se trata de uno mas de la secuencia de asesinatos machistas pero quizás las circunstancias que lo rodean lo cualifican apuntado a los aspectos mas oscuros e inquietantes de la violencia machista: mas allá, mas acá y en el centro de la cuestión de género, un orden social capaz de producir seres dañados hasta ese extremo.
Las estadísticas oficiales en España informan que en 2016 ocurrieron 44 víctimas mortales por la violencia de género según (IAM) y 105 feminicidios y otros asesinatos de mujeres en el 2016 en España, según el informe de la organización “feminicidios.net”. En 2017, en el momento de escribir estas líneas, 90, según la misma web. En la UE entre el 20 y el 25% de las mujeres han sufrido violencia en alguna ocasión y siete mueren cada día asesinadas por sus parejas y ex parejas. El feminicidio está generalizado en la radiografía de la violencia global, junto con el tráfico de mujeres, la prostitución forzada o la esclavitud laboral. En 2013, 260 organizaciones y colectivos de la sociedad civil presentaron ante la ONU, un informe que señala a los recortes como uno de los responsables del incremento de la violencia. La razones de la violencia contra las mujeres son múltiples y previas a la crisis, pero que duda cabe que el impacto social y económico de las políticas de ajuste, están creando un contexto tal de desprotección social, explotación laboral, pobreza creciente, precariedad, violencia económica, recortes, y miedo, que recalan en el silencio de los hogares y se convierten en aliados de la violencia machista.
Los esfuerzos desde el feminismo contra la violencia hacia las mujeres han puesto el foco y extendido un cierto sentido común sobre la necesidad de un cambio de modelos sociales, y educativos, el papel de la concienciación ciudadana y las demandas al Estado.
Es menos visible la relación entre violencia y modelo económico; incluso goza de cierta tolerancia o suele pasarse por alto la responsabilidad de la publicidad, elemento consustancial de modelo. Anuncios, programas, reality shows, y toda la variedad de series y espectáculos, videoclips, eventos televisivos que cotidianamente digerimos sin aspavientos, reproducen una y otra vez la cosificación del cuerpo de las mujeres, la sexualización obligatoria que requiere de ellas la industria de los Mass Media, la continua apelación explícita o implícita a estereotipos y a imaginarios femeninos y masculinos que han sustentado las lógicas de dominación. Todo ello es seguramente una de las aportaciones mas potentes, por su alcance social, a la violencia de género.
Mas ausente aún de los debates queda la relación entre la violencia de género y los propios fundamentos del neoliberalismo. Sin embargo la génesis del capitalismo y las respuesta a sus crisis han sido casi siempre un proceso violento para hacer efectiva la acumulación por desposesión que sustenta el beneficio, con el eterno retorno de los señores de la guerra, una u otra vez en cada crisis. Silvia Federicci ofrece en Calibán y la Bruja, una investigación documentada y un relato exhaustivo sobre los vínculos entre la quema de las brujas —acontecida en Europa en la baja Edad Media—, la acumulación originaria del capital, descrita por Marx, y la potente maquinaria de expropiación social dirigida contra el cuerpo de las mujeres y la reproducción de la vida, en definitiva, la fuerza de trabajo. Para Federicci ese proceso violento originario ha sido universal en todas las fases de desarrollo capitalista y la misma estrategia es relanzada de diferentes maneras ante cada gran crisis, con el fín de abaratar el coste del trabajo y esconder la explotación de las mujeres. En un sistema donde la vida está subordinada a la acumulación de ganancias, la acumulación de fuerza de trabajo sólo puede lograrse con suma violencia. María Mies es mas contundente aún cuando afirma que la violencia misma se transforma en la fuerza mas productiva. La violencia desatada en zonas como Ciudad Juarez tendría mucho que ver, según la autora, “con la expansión del capitalismo y la “maquilización” del trabajo, en territorios donde se crea una especie de tierra de nadie y se puede matar impunemente mujeres para imponer formas de trabajo durísimas”.
Esta perspectiva pone el foco también en la conexión neoliberal con la violencia hacia las mujeres. Los procesos de globalización económica han facilitado de facto la libre competencia entre regiones por abaratar la mano de obra. En ese proceso, fue estratégica la configuración de una fuerza de trabajo global mayoritariamente femenina, intensamente explotada. María Mies (1986) destaca que las implicaciones que se derivan para las mujeres no se agotan en la tasa de mano de obra, sino que existen técnicas de promoción de los países como nuevas zonas estratégicas para la industrialización, situaciones previas y cercanía geográfica, que ella define como “contexto prostitucional”. A menudo los gobiernos han recurrido a estrategias para tratar de atraer a la inversión extranjera, promocionando la disponibilidad de trabajadoras dóciles y sumisas para las tareas delicadas y se terminan articulando nuevas conexiones entre las nuevas áreas industrializadas y la prostitución, de manera que aunque pueda parecer inaudito, con frecuencia encontramos una línea de continuidad entre la expansión de la industria del sexo y la extensión de nuevas áreas industriales en la economía global (Ongaro 2001).
En España, el trabajo no remunerado representa mas del 55% del PIB (María Ángeles Durán). La mayor parte estaría relacionado con el trabajo de cuidados. Es difícil imaginar que pueda darse una realidad económica sumergida de esas dimensiones sin el concurso implícito de cierta violencia estructural. En los últimos tiempos, el capital a la búsqueda de nuevos nichos para la valorización de los excedentes, está aterrizando en el sector de los cuidados. Pero las condiciones laborales y salariales de precariedad están trasladando al ámbito remunerado las condiciones de precariedad que caracterizaban este tipo de trabajos en el ámbito doméstico. Ni la autonomía ni la libertad de las trabajadoras está asegurada con el cambio. El contrato laboral que sustituye a las relaciones familiares opresivas de trabajo familiar, está lejos de ser emancipador. Sin ir mas lejos, la mayor parte del dinero público que la Junta de Andalucía dedica a dependencia va a parar a la cuentas de resultados de multimillonarios como Florentino Pérez, mientras que las mujeres que prestan el servicio denuncian que padecen ansiedad, estrés y unas condiciones laborales de semiesclavitud con 540 euros de salario mensual por jornadas retribuidas a 4,9 euros la hora (Diario.es, diciembre de 2016).
Desde las organizaciones feministas se ha reclamado, convertir en una cuestión de Estado la cuestión de la violencia hacia la mujeres, e incluso un pacto de Estado contra la misma. ¿Con qué Estado? ¿Con el mismo que ha tolerado el desahucio de miles de personas? ¿Con el que ha borrado las prioridades sociales de su Constitución, en beneficio de la élites financieras? ¿Con el que aprobó una reforma laboral que legitimó nuevas formas de explotación? ¿Con el que se ha hecho compatible democracia de baja intensidad y nuevas formas de esclavitud? ¿Con los que pretenden negar con vallas la evidencia de un Mediterráneo sembrado de cadáveres? ¿Con los cómplices de la guerra? ¿Con el gestor de la Ley Mordaza? Cuando los gobiernos, ya sean de Rajoy o Susana Díaz, defienden los éxitos de su política económica están justificando una expropiación social forzosa que ha llenado el país de miles de vidas precarizadas, cuyo dolor no cuenta: sólo cuentan lo mercados. Ese es el contexto general en el que las vidas de las mujeres son consideradas de bajo coste para el capital, siempre dispuesto a reducir la brecha salarial uniformando por abajo. Aunque la reivindicación tuviese éxito y lograse forzar un pacto contra la violencia de género que fuese algo mas que papel mojado ¿puede semejante alianza proteger la vida de las mujeres de la violencia machista?
La relación entre capitalismo y patriarcado, como estructuras de poder diferenciadas, no siempre es fácil de desvelar, pero una parte específica de la dominación sobre las mujeres no podría explicarse como producto del capitalismo; tampoco toda puede explicarse sólo en relación con el patriarcado. En la violencia machista de esta época hay seguramente un componente de reacción airada de la dominación masculina ante la libertad conquistada de las actuales generaciones de mujeres (al igual que en otros momentos de la historia fueron las conquistas del movimiento obrero las que terminaron desencadenando en muchos lugares una reacción violenta de los patronos contra los obreros organizados que estaban erosionando su poder). Pero encontramos también, en la violencia contra las mujeres, los signos de la ira soterrada que las duras políticas de ajuste están dejando en la vida cotidiana y con ellas el fracaso de muchos proyectos vitales. No son tampoco ajenas al machismo las huellas de un tiempo donde la educación sentimental se solapa con una mercantilización extrema de todos los ámbitos de la vida y de las relaciones interpersonales, reproducida hasta la saciedad por los anuncios del mercado, con la cosificación reiterada del cuerpo de las mujeres y la degradación en el imaginario de la condición femenina.
¿Qué tipo de pacto de Estado, se requiere por lo tanto? ¿Qué efectos se pueden derivar, para la vida y la libertad de las mujeres, de una estrategia basada en una intensa alianza con los poderes del Estado en un momento en que de ellos emana también un persistente deterioro de la seguridad vital y de las condiciones de vida para la mayoría la población? ¿Pueden las mujeres ser aliadas, tuteladas preferentes, y al tiempo sustraerse a la ira social que las políticas de esos mismos gobiernos provocan entre sus víctimas?. Mas allá aún, teniendo en cuenta la situación actual de democracia y derechos sociales menguantes, ¿podrían las reivindicaciones de las mujeres ser usadas como excusa para normalizar social e institucionalmente las prácticas represivas y las legislaciones de excepción, tan características del capitalismo global de nuestros días?
Nancy Fraser advierte que el neoliberalismo terminó apropiándose de las reivindicaciones y la crítica feministas reasignándoles nuevos significados acordes con lo que terminó llamándose el nuevo espíritu del capitalismo; y que éste, en algún momento de la crisis que arranca de los años 70, se aupó sobre el sentido común y los cambios culturales provocados por las luchas de los movimientos de mujeres para legitimar algunos aspectos de la restructuración que desembocó en el capitalismo “creativo” flexible neoliberal (Fraser 2008).
No está excluidos, por tanto, nuevos intentos en la nuevas crisis en curso —esta vez, de la financiarización surgida en la recomposición de las crisis de finales del siglo XX— para tratar de legitimar las respuestas de las oligarquías neoliberales, asumiendo algunas de las reivindicaciones feministas, para reconstruir un nuevo régimen de acumulación e incluso un nuevo régimen de represión y liquidación de derechos democráticos. El interés por el sector de los cuidados como nuevos nichos de negocio por parte del IBEX 35 es un dato a tener en cuenta.
En marzo pasado, en mas de 40 países de todos los continentes, las mujeres han respondido a la convocatoria de huelga contra la violencia, la discriminación y la explotación que el capitalismo neoliberal impone a las vidas de millones de personas. Aún es pronto para sacar conclusiones definitivas, pero una movilización de esas dimensiones apunta al renacimiento del movimiento a escala trasnacional, a la posibilidad de actuar a la misma escala a la que se reproduce cada día la violencia patriarcal neoliberal. En España, algunas de las movilizaciones mas numerosas a las que hemos asistido en los últimos años han sido protagonizadas por las mujeres y expresan un gran potencial transformador, si logran extender la conciencia colectiva de que la acumulación por desposesión capitalista pivota en una parte importante sobre la explotación del trabajo invisible y negado de las mujeres, que luego se extiende a otras esferas; si se logra convertir toda la diversidad que aglutina en su seno el movimiento en fuerza de cambio contra la mercantilización de la vida y la destrucción social, ecológica económica; si se logra conectar las exigencias feministas con la crítica al capitalismo y anudar los hilos de Ariadna que unen la expropiación de la naturaleza con la violencia estructural que lo sostiene. En lo inmediato, aquí y ahora, también se necesitaría dar vida a un pacto de los movimientos feministas contra otros acuerdos de los estados, como los Pactos de Estabilidad Presupuestaria, o los Tratados que están asolando el Estado Social y socavando en el conjunto de la UE las bases misma para una vida plena que merezca ser vivida.
Referencias
-El trabajo de cuidados. Cristina Carrasco y Lourdes Bordería
-Caliban y la Bruja. Silvia Federicci
-El feminismo capitalista y las argucias de la historia. Nancy Fraser
-Las mujeres y la globalización. Sara Ongaro
-Casandra. Christa Wolf.
- Acerca de Casandra de Christa Wolf. Carlos García Gual.
-Casandra e Meda. Imma Barbarossa.
-Feminicidios.net
-¿Es la estrategia penal una solución a la violencia contra las mujeres? Algunas respuestas desde un discurso feminista crítico. María Luisa Maqueda Abreu.
-https://elsaltodiario.com/feminismos/silvia-federici-entrevista-vivimos-una-nueva-caza-de-brujas
[María Dolores Nieto Nieto es graduada en Trabajo Social. Miembro de la Mesa Estatal del Frente Cívico y Concejal de Jaén en Común]
26/11/2017
Rosa Luxemburg en el movimiento revolucionario y en la II Internacional: sus críticas a Lenin y a la revolución rusa
María José Aubet
En octubre de 1916 miles de mujeres obreras fueron a recibir a Rosa Luxemburg a su salida de la cárcel (en la que entraría unos meses más tarde como presa preventiva). Pocos meses después de la caída del muro de Berlín, a principios de los noventa, más de 100.000 ciudadanos de la Alemania occidental desfilaron ante su tumba en el Berlín oriental. Aquellos homenajes inesperados, espontáneos y sentidos a una revolucionaria internacionalista demostraban que, pese a los silencios, a los “olvidos” y a la tergiversación selectiva de sus escritos, aquella “Rosa la roja” había dejado su impronta en el movimiento obrero de la primera preguerra y en al menos una parte de la izquierda europea contemporánea.
Esos silencios y tergiversaciones que han perseguido la obra y a la persona de Rosa Luxemburg nos dicen mucho sobre el talante de sus enemigos y censores: estalinistas, derechas contrarrevolucionarias, neoliberales y nacionalistas. Sus “pecados”: ser polaca de origen, judía, revolucionaria, marxista no leninista, internacionalista, pacifista y mujer.
Rosa Luxemburg había nacido, efectivamente, en 1871 en la parte de Polonia anexionada a Rusia tras el reparto del país en 1815 entre Rusia, Austria-Hungría y Prusia. Militó desde muy joven en el partido socialdemócrata polaco, integrado ideológica y orgánicamente en la socialdemocracia rusa, para ingresar muy pronto (1898) en la socialdemocracia alemana (SPD), entonces el partido marxista más importante e influyente de la II Internacional, y que ya constituía un verdadero estado dentro del Estado: un millón de afiliados y casi 5 millones de electores que a partir de 1906 ya serían mayoritariamente de clase media, intelectuales, funcionarios y profesiones liberales. En ambas organizaciones desarrollaría Rosa prácticamente toda su actividad política hasta su muerte, tanto en calidad de militante y periodista como de teórica del ala izquierda. Pocos días antes de su muerte, en enero de 1919, fundaría, junto a muchos escindidos de la SPD, los partidos comunistas de Polonia y de Alemania.
En Rosa Luxemburg confluían tres grandes tradiciones culturales: el cosmopolitismo (internacionalismo), el marxismo y una confianza casi ciega en la capacidad y las aspiraciones revolucionarias de las masas populares. Estaba, pues, en situación relativamente privilegiada para argumentar sólidamente y desde una perspectiva nítidamente de clase, una visión crítica de la imparable derechización y aburguesamiento de la SPD, de la II Internacional y de los sindicatos de su época (véase su Reforma o Revolución escrita en 1898). Pero si en algo destacó su “heterodoxia” fue su crítica contra el nacionalismo y los nacionalismos que emergían en Austria-Hungría, en el Imperio otomano y los Balcanes, en el Cáucaso, en Polonia y también en la propia Alemania.
Su activismo radical en la calle y en los periódicos de la SPD le granjeó muchos enemigos a derecha e izquierda y la alejó no sólo de muchos líderes socialdemócratas de entonces, más atenazados por las cuestiones tácticas y estratégicas del momento, sino también del marxismo ortodoxo cada vez más embobrecido, esclerotizado y dogmático de la II Internacional y de la SPD.
Pero son precisamente esa “heterodoxia” y su compromiso con la ética de clase los elementos que la convierten en una autora todavía moderna o al menos parcialmente vigente. Cabría mencionar, entre otros, su valiente revisión marxista de Marx mediante aportaciones innovadoras a la hora, por ejemplo, de señalar que la teoría marxista no era un todo acabado y completo, sino una teoría actualizable capaz de adecuarse a nuevas situaciones históricas. Para Rosa, estimular el pensamiento, la crítica y la autocrítica era el legado más original que Marx nos había dejado. Con esa convicción, en La acumulación del capital dice que la capacidad depredadora del capital iba más allá del antagonismo básico marxiano entre capital y trabajo porque en su ADN estaba ocupar y expandirse ad infinitum por pueblos, espacios vitales y hábitos insospechados por el maestro, como por ejemplo las regiones, poblaciones y ámbitos no capitalistas —que hoy llamaríamos Tercer y Cuarto Mundo—, el factor consumo (que Rosa tan sólo apunta sin sospechar su alcance posterior), el expolio de recursos ajenos, el sector financiero, etc.
También su posición crítica frente a los timoratos sindicatos alemanes, al proponer la huelga de masas como mejor táctica revolucionaria, habla de su compromiso con la revolución, lo mismo que su denuncia de la guerra y a favor de la paz, pero sobre todo su crítica al socialpatriotismo (que en su versión polaca ya prefiguraba el nacionalsocialismo posterior)… Todas ellas son reflexiones que siguen siendo hoy pertinentes para encarar un debate actualizado sobre el futuro del movimiento y del pensamiento marxistas (¿comunista?).
Durante décadas, las tesis de Rosa Luxemburg en este y en otros muchos temas, como su crítica al reformismo político de la SPD pero también al leninismo y a la propia revolución rusa en sus inicios, fueron consideradas erróneas con el argumento de que en Polonia y en Alemania finalmente no había triunfado la revolución. Rosa “se había equivocado” y, por lo tanto, sus escritos se podían borrar de la faz de la tradición emancipadora del marxismo. Pero las realidades posteriores, como el fin de la Internacional, la Gran Guerra, el nacionalsocialismo, los gobiernos fascistas en la Polonia de posguerra, o las realidades despóticas que ya asomaban en las “repúblicas soviéticas”, convierten sus escritos en premonitorios. Incluso el saqueo de los recursos del Tercer Mundo y las terribles desigualdades sociales y migraciones masivas actuales demuestran que, ya entonces Rosa Luxemburg “lo vió venir”, avisó de los peligros y las miserias que el capitalismo era capaz de provocar (su lema “o socialismo o barbarie”) con la complicidad del seudosocialismo y que nadie más supo ni quiso ver.
Un buen compendio de su examen crítico del leninismo lo encontramos en el texto que escribió en 1918 desde la cárcel sobre la revolución rusa y que sólo se publicó clandestina y póstumamente en 1921, en un momento en que Stalin ya empezaba a descabezar a los líderes espartakistas del recién creado Partido Comunista de Alemania (KPD) y condenaba oficialmente el luxemburguismo como herejía. Rosa consideraba que su crítica a Lenin, “minuciosa y meditada” era necesaria, porque señalar errores durante un proceso revolucionario era la mejor escuela para que las masas trabajadoras acumularan experiencias y enseñanzas. Errores, según ella, peligrosos si se hacía de la necesidad virtud.
Fueron fundamentalmente cuatro las decisiones políticas de Lenin que Rosa criticó, pese a ser plenamente consciente de los enormes obstáculos y fuerzas contrarrevolucionarias que se cernían sobre el proceso revolucionario ruso:
- Su reforma agraria que, contrariamente al propio programa de los bolcheviques, había fragmentado la tierra en pequeñas explotaciones para el campesinado en lugar de nacionalizar la gran propiedad terrateniente, una reforma que había creado, según Rosa, “un nuevo y potente estrato social de enemigos del socialismo en el campo” [1].
- Los bolcheviques, inicialmente comprometidos con la revolución mundial, finalmente decidieron —obligados por las circunstancias— firmar en 1917 la paz con Alemania —“la potencia militar más reaccionaria de Europa”— optando por “el socialismo en un solo pais” y cortocircuitando así los nexos con la eventual revolución alemana y europea;
- Contra la consigna inicial de “todo el poder a los soviets”, en noviembre de 1917 Lenin había disuelto la Asamblea Constituyente para dar “todo el poder a los bolcheviques”, suprimiendo el sufragio universal, la libertad de prensa y de reunión y las libertades democráticas fundamentales de las masas populares. Pero “el remedio […], la supresión de la democracia en general, es aún peor que el mal que se quiere evitar. Sofoca, en realidad, la fuente viva de la que únicamente pueden surgir las correcciones […]: una vida politica activa, libre y enérgica de las más amplias masas” [2]. Y Rosa avisa no contra “la dictadura del proletariado, sino contra la dictadura de un puñado de políticos […] que conduce ineluctablemente a la arbitrariedad [3]. “La libertad reservada sólo a los partidarios del gobierno, sólo a los miembros del partido no es libertad. La libertad es siempre y únicamente libertad para quien piensa de modo distinto” [4].
- El reconocimiento por parte de Lenin del derecho a la autodeterminación de varias naciones del Imperio ruso (de Finlandia, Ucrania, Países Bálticos, Bielorrusia, Polonia, etc.) para tratar al menos de no alienarse a sus burguesías independentistas ante la revolución, aseguraba la disgregación de Rusia y convertía el “derecho de autodeterminación” en un instrumento contrarrevolucionario que arrojaba a los explotados en brazos de sus explotadores y quebraba la solidaridad de clase del proletariado internacional, ya muy mermado por la guerra..
¿Se puede aprender algo de su legado? En la actualidad, frente a la vía muerta o agónica del movimiento obrero organizado, al agotamiento de la vía del “comunismo” estalinista pero también de la alternativa socialdemócrata como fuerza anticapitalista, la voz de Rosa Luxemburg nos invita a repensar nuestras herramientas de análisis para abordar las nuevas —y viejas— formas de explotación en el mundo actual. El antidogmatismo de Rosa Luxemburg, su antiburocratismo, su lealtad y fe en la capacidad revolucionaria —¿excesivamente “naif”?— de “las masas populares", su denuncia de la deriva autoritaria y de la esclerosis de los partidos socialdemócratas y su defensa de derechos fundamentales incluso en momentos revolucionarios la convierten quizás en la mejor continuadora de Marx. No hay que olvidar que ella, a diferencia de los Lenin, Trotsky, Mao, etc. se movió, actuó, pensó y escribió en el marco de un país ya entonces muy industrializado de capitalismo avanzado.
Un último apunte sobre su asesinato en enero de 1919. Sólo desde los años 1990 se sabe a ciencia cierta que los responsables directos de su muerte fueron los líderes ya claramente contrarrevolucionarios del que había sido su partido, la SPD (auténticos ”demoledores del socialismo”, según ella) que en aquellos primeros meses de posguerra y tras la dura derrota bélica, se habían hecho con el gobierno de la recién creada República de Weimar. Fueron especialmente Friedrich Ebert, nuevo canciller, Heinrich Scheidemann, primer ministro, y Gustav Noske, ministro de defensa, quienes crearon y organizaron, junto con la vieja casta militar prusiana, las tropas paramilitares que la asesinaron. En agosto de 1914 el internacionalismo y la II Internacional habían quedado tocadas de muerte cuando la SPD votó los créditos de guerra. En enero de 1919, con la muerte de Rosa Luxemburg, germinaron las semillas del odio y del nacionalismo más irracional que ella tanto había denunciado y que acabaría degenerando en la barbarie de la que ella fue una de sus primeras víctimas.
¿Fue Rosa Luxemburg optimista en exceso respecto a la voluntad y la capacidad revolucionaria de las masas? ¿Hicieron realmente las masas la revolución de noviembre? Y finalmente y ante los múltiples retos —planetarios— que plantea la mal llamada “globalización” ¿han muerto definitivamente la voluntad y las esperanzas que determinaron la creación de la Internacional?
Notas
[1] Rosa Luxemburg, La revolución rusa. Madrid, Castellote Ed., 1975, p. 39.
[2] Ibid., pp. 57-58.
[3] Ibid., pp. 68-69.
[4] Ibid., p. 64
9/11/2017
Ensayo
Antonio Antón
Superar la brecha identitaria
La estrategia del bloque independentista de construir un Estado independiente, una República catalana, ha demostrado sus límites y su impotencia práctica: insuficiencia de apoyo social y legitimación popular y limitados apoyos fácticos, o sea, falta de capacidad de contrapoder o implementación práctica de un Estado propio soberano. La Declaración Unilateral de Independencia, como expresión política, no ha sido capaz de garantizar este paso decisivo del proceso, mostrando el irrealismo de sus dirigentes. Aun con un rechazo popular mayoritario y una fuerte resistencia cívica, la aplicación del artículo 155, con el cese del Govern, junto con la intervención estatal de las instituciones catalanas y su autogobierno, se ha impuesto por parte del Gobierno de Rajoy con la inestimable ayuda de Ciudadanos y Partido Socialista. Es una evidencia, sujeta estas semanas a polémica interpretativa, que hay que esclarecer.
Aquí tras explicar los rasgos autoritarios y centralizadores de la opción de las derechas, me centro en el análisis de esa incapacidad estratégica del bloque independentista para desarrollar la independencia unilateral ante el persistente bloqueo impuesto por el Gobierno del PP y las fuerzas que le apoyan. El objeto de la reflexión es aportar elementos para, una vez demostradas las dificultades de la estrategia unilateral de independencia, fortalecer una nueva estrategia y un nuevo espacio sociopolítico, superador de la dinámica de los bloques confrontados y que ponga el acento en un cambio de progreso, social y democrático, en Cataluña y en España, como opción más realista y transformadora. Se trata de resaltar el respeto a la plurinacionalidad del Estado español con una actitud integradora, al mayoritario sentido doble de pertenencia identitaria, así como a la prioridad por una agenda social, la mejora del autogobierno y un acuerdo sobre los procedimientos democráticos (referéndum pactado) para resolver el conflicto territorial, con legítimas y distintas opciones sobre la forma de configurar la relación de Cataluña con el resto de España, y con la correspondiente reforma constitucional.
Ello es difícil con la mayoría institucional de las derechas. La solución, por tanto, pasa por la unidad de las fuerzas progresistas y de izquierda, en base a las llamadas fuerzas del cambio, para conformar una nueva mayoría social y política alternativa que supere la fractura social y la brecha identitaria. El horizonte del cambio es, salvando la ambivalencia de los dirigentes socialistas, construir un Gobierno de Progreso en España y otro en Cataluña que abra un nuevo ciclo político democratizador, anteponiendo las demandas sociales de las mayoritarias capas populares ante esta persistente crisis sistémica, social, política, institucional y europea.
En consecuencia, en primer lugar, explico el concepto y la realidad de plurinacionalidad y el sentido de un proyecto de país (de países) desde la constatación de la diversidad nacional y política de Cataluña y España; y, en segundo lugar, tras exponer la incapacidad estratégica del independentismo y su vía unilateral de implementación de un Estado independiente, señalo las bases de una estrategia de cambio en Cataluña y el conjunto de España.
Proyecto de país
La sociedad española y, particularmente, la ciudadanía catalana han dado muestras, en las últimas décadas, de madurez cívica, compromiso democrático y valores solidarios y de justicia social. Nuestro país o, mejor, país de países, es complejo y diverso, especialmente, en sus identidades nacionales. España es un país plurinacional, constituido por distintas naciones (nacionalidades según la Constitución) y regiones, aunque sus pueblos tampoco son homogéneos. La frontera entre naciones y regiones no está clara. Esa pluralidad identitaria, cultural y política, no se da solo en el conjunto sino también alcanza al interior de los mismos territorios, sobre todo, en Cataluña (y Euskadi). No hay varias naciones compactas y completamente diferenciadas entre sí. Lo ‘español’, la pertenencia española, atraviesa transversalmente a la mayoría de sus poblaciones y se combina, en diversos grados, con el sentimiento o pertenencia a cada Comunidad.
Veamos algunos datos de la realidad identitaria en el conjunto del Estado de la mano del CIS (Estudio nº 3191 – Barómetro de octubre de 2017). A la pregunta (nº 26) ¿Cuál de las siguientes frases diría Ud. Que expresa mejor sus sentimientos?, las respuestas son: Se siente únicamente español/la, 16,1%; se siente más español/la que (gentilicio C. A. ), 7,5%; se siente tan español como (gentilicio C. A. ), 53,7%; se siente más (gentilicio C. A.) que español/la, 10,2%; se siente únicamente (gentilicio C. A. ), 6,2%; ninguna de las anteriores (se sobrentiende localista o cosmopolita), 5,1%, y no sabe/no contesta, 1,3%. O sea, sumandos los tres segmentos que sienten una doble pertenencia, española y gentilicia de la propia Comunidad, llegan al 71,4%, frente a las otras dos (o tres) minorías (en el conjunto aunque relevantes en varias de ellas) con una identificación exclusiva –española o nacionalista periférica (o cosmopolita)-.
El concepto de plurinacional hay que matizarlo: no solo hay varias naciones sino que esa doble identificación mayoritaria las atraviesa; el sentimiento español es compatible y está presente, con diferente intensidad, en todas las nacionalidades y regiones. España no es solo una suma (institucional) sino un componente de la identificación interna y combinada que caracteriza a segmentos mayoritarios, incluso en Cataluña (y Euskadi), como luego veremos.
Por tanto, más allá de la pertenencia al Estado español, España existe como cultura transversal identificadora, o sea, recorre internamente las distintas Comunidades y conforma una sustancia relacional compartida: es base de un país de países. La dificultad (o la pugna interpretativa y normativa) es definir cuáles y qué profundidad tienen los rasgos comunes, el significado de la experiencia compartida, el peso de los sentimientos de pertenencia y los componentes identitarios respecto de un proyecto común, y cómo se entremezclan con otros sentimientos gentilicios o nacionales, otras identidades socioculturales y los intereses compartidos.
Además de los nacionalismos periféricos, parte de cuyos seguidores (no todos y diferenciando posición independentista de nacionalista) son opuestos a la identificación española, hay, al menos, dos ideas de España en pugna histórica y con una distinta actitud respecto de la articulación del conjunto: Una, conservadora y centralizadora, dominante y dirigida por la oligarquía española y la derecha (y el franquismo) que, en estos dos siglos, han fracasado en su idea de homogenización nacional-cultural total, al estilo de otros países europeos, y que han solido tratar de imponerse con rasgos prepotentes o autoritarios; otra progresista y federativa (o confederal), con mayor relevancia en algunos territorios y momentos históricos, como en la Iª y la IIª República y la transición democrática (¡Libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía!). Aunque dentro de la derecha ha habido posiciones descentralizadoras y dentro de las izquierdas, jacobinas (como manifiestan algunos dirigentes socialistas). Aquí, cabe añadir que la tradición dominante del republicanismo, las izquierdas y el movimiento obrero en Cataluña, desde la IIª República (CNT, POUM…) y el antifranquismo (PSUC, PSC…) hasta ahora (Catalunya en Comú-Podem, CCOO…), ha sido federal o confederal con componentes soberanistas.
El pacto intermedio de la Constitución de 1978 con el llamado Estado Autonómico, ha mantenido un equilibrio inestable que ha empezado a agotarse con la mayor presencia de las tres dinámicas contrapuestas, con sus apoyos institucionales y de poder: centralizadora, federativa e independentista. Ya en el proceso de su elaboración, un ‘padre’ constituyente de centroderecha, Herrero de Miñón (UCD) hablaba de ‘nación de naciones’. ¿Cuáles son? España no es la cuarta nación compuesta por el ‘resto’ del Estado Español excluidas las llamadas nacionalidades históricas: Cataluña, País Vasco, Galicia; Andalucía ya se ganó en aquellos tiempos y mediante referéndum su derecho a similar capacidad de autogobierno. Pero también tienen una singularidad especial zonas como Comunidad valenciana, Les Illes, Canarias, Navarra, incluso Aragón y Asturias. Por citar a todas las Comunidades, qué queda: ambas Castillas con Comunidades limítrofes (Extremadura, Región Murciana, Rioja y Cantabria) y Madrid. Desde luego, ese segundo resto tampoco es España, a veces simbolizado por el Madrid-España, hecho en gran media de aluvión migratorio del resto del Estado –como en mi caso, de origen aragonés-; en todo caso, en una España nueva bien podría aspirar a ser un distrito federal renovando los símbolos y compartiendo proyectos e instituciones estatales con otras capitales (por ejemplo, el Madrid de Manuela Carmena y la Barcelona de Ada Colau podrían colaborar en ello).
Por tanto, (dejando aparte la significativa presencia de inmigrantes, muy diferenciados entre sí por su origen –latino, magrebí, del Este europeo…- y con características culturales y problemáticas de integración específicas) nos encontramos con una gradación de identidades nacionales o comunitarias. Éstas tienen mayor o menor peso (o ninguno, en sectores cosmopolitas o a-nacionales) en distintas personas y grupos sociales, según momentos y circunstancias. Y no necesariamente son soporte de un movimiento nacional o nacionalista (tampoco españolista) como actitud político-cultural central. Además, los nacionalismos (en plural) pueden ser más o menos densos, moderados, democráticos y excluyentes o inclusivos, así como encajar en distintos diseños institucionales.
Más allá del ‘patriotismo cívico’, basado en la democracia y la ciudadanía social, también los componentes nacionales se entremezclan con otros componentes identitarios (de clase, género, generación, étnicos, culturales, etc.) para plasmarse en actitudes, intereses y comportamientos diversos e interrelacionados. La persona es un ser social, tiene vínculos sociales y, por tanto, experimenta, interactúa y se siente partícipe con distintos grupos sociales con los que comparte dinámicas y objetivos. Y aquí el concepto de ‘experiencia en común’, frente al individuo abstracto liberal, es fundamental para reconocer esa situación relacional de pertenencia grupal y articularla a través de la convivencia, la solidaridad y el diálogo intercultural bajo una cultura universalista respetuosa de los derechos humanos.
A veces, alguna izquierda ha infravalorado esa ‘realidad’ (real) multidimensional de las clases trabajadoras y la necesidad de su interpretación, representación y conformación en una dinámica integradora de los legítimos intereses y derechos socioeconómicos, político-culturales e identitario-nacionales. Para las fuerzas progresistas de base popular, la acción por la igualdad, la libertad y la solidaridad, frente a la subordinación, la segregación y el autoritarismo, debe cubrir todos los campos sociales y culturales. Lo social (no solo de clase) debe ir unido con lo nacional (o cultural), aun con equilibrios y contrapesos diversos. Si lo primero es clave para las clases populares (trabajadoras y capas medias estancadas o en descenso), lo segundo también es básico y forma parte de su vida en común. Bajo una ética universal democrático-igualitaria hay que encajar las prioridades estratégicas e institucionales y la conformación de sujetos colectivos, con sus contextos, combinaciones y preferencias, con un horizonte emancipatorio.
Diversidad nacional y política en Cataluña
Dejamos aparte el sentido de pertenencia local y europeo (o al mundo). Comparemos esa tendencia dominante en el conjunto de España y la de Cataluña. Existen varios análisis demoscópicos con distintos resultados, coincidentes en señalar esa diversidad, aunque con una asimetría política evidente entre la media de España y, en este caso, la de Cataluña.
Por ejemplo, según la encuesta de Metroscopia, del 30-10-2017, entre sus residentes considera: sólo catalán, el 19%; más catalán que español, el 25%; tan catalán como español, el 46%; más español que catalán el 5%, y sólo español el 3%. Sumadas las personas que albergan un doble sentimiento español junto con el catalán, constituyen una mayoría del 76%, similar (algo superior) a la media de España (con el gentilicio correspondiente), y aunque una parte de ellos se haya vuelto independentista instrumental (no identitario). Dicho de otra manera, Cataluña no se puede comprender sin esa doble identificación catalana-española. Según el mismo estudio, el 29% están a favor de la independencia, el 19% a favor de seguir como ahora, y el 46% formar parte de España pero con nuevas y garantizadas competencias exclusivas.
El barómetro del tercer trimestre (31-10-2017) del CEO, CIS catalán, con un muestreo más amplio, ofrece otros porcentajes donde hay más diferencias en el plano político: a la pregunta ¿quiere que Cataluña se convierta en un Estado independiente?, responde SÍ el 48,7% (el independentismo sube 7,6 puntos desde el anterior estudio de junio), y contesta NO el 43,6% (baja 5,8 puntos) (no sabe/no contesta, el 7,8%). Está por ver el impacto de los hechos de estas últimas semanas y si se consolida o no esa tendencia.
En la evolución de los últimos años, el porcentaje de independentistas (siguiendo con los sondeos del CEO) ha estado entre 42%/48% y los no independentistas entre el 45%/50%. Ello supone un práctico empate, ya que en estas encuestas el margen de error es de 2,69 puntos arriba o abajo, es decir, el rango puede variar hasta 5,4 puntos. Por tanto, son significativas las variaciones de este último trimestre, aunque hay que ver cómo evolucionan y contando que ya en los años 2014/15 el independentismo estaba igual de alto, cercano a la mitad pero sin llegar a ser mayoría.
Por otro lado, ante el impacto de la aplicación del Gobierno de Rajoy del artículo 155 de la Constitución con el cese y encarcelamiento del Govern y la convocatoria de elecciones autonómicas para el 21-D, según la reciente encuesta de Metroscopia (12-11-2017), ha bajado drásticamente el porcentaje de personas que antes veían la independencia como una posibilidad real en un futuro cercano (51%) y ahora el 66% lo descartan. Habrá que volver sobre ello en otro momento.
La diferencia comparativa de los distintos resultados tiene también que ver con el tipo de opciones propuestas: si se reducen a dos, con una polarización extrema, o a tres, con una propuesta intermedia, que se corresponde más con la realidad diversa. Así, a la pregunta ¿estás de acuerdo con un Estado independiente? dicen SÍ el 40,2%; cuando se les ofrece como alternativa la otra opción de un Estado dentro de un Estado Federal la escogen el 21,9%, y la del actual estado de autonomía el 27,4% (o una región de España, el 4,6%). Lo relevante aquí es que ocho puntos y medio se definen independentistas si la única alternativa a ello se supone que es el inmovilismo o statu quo; pero, si se les ofrece la posibilidad, prefieren una opción federal (o confederal), llegando junto con una parte del otro bloque no independentista a ese destacable 22% partidario de una opción de mayor autogobierno sin independencia (y mayoritario en los resultados de Metroscopia).
Por tanto, expresadas las tres opciones, también ha crecido más de seis puntos la opción independentista este trimestre (desde el 34,7%, porcentaje más cercano al obtenido por la primera encuesta), pero aun así sigue siendo minoría entre la población. Sumadas estas dos posiciones (62,1%) los porcentajes de casi dos tercios de la población coinciden con el bloque que considera que Cataluña ha conseguido un nivel insuficiente de autonomía (64,6%), y que desde 2007 se ha mantenido entre el 60% y el 72%; mientras el bloque que cree que ha conseguido un nivel suficiente de autonomía es el 23%, similar durante los últimos diez años (5,4%, expresa demasiada autonomía). O sea, en Cataluña es ampliamente mayoritaria la crítica a los límites de la autonomía y la exigencia de mayor capacidad de autogobierno. La Constitución y el Estatut ‘cepillado’ por el Tribunal Constitucional están agotados entre su población.
Por último, hay que recordar que, según diversas encuestas, entre el 70% y el 80% de personas son partidarias de poder decidir sobre sus instituciones y su futuro, dato que se asocia a una posición soberanista y en la que participan también una parte del electorado autonomista del PSC e incluso del PP y Ciudadanos. Es decir, esa corriente catalanista y relativamente transversal, ampliamente mayoritaria, está compuesta por un sector independentista (45%) y otro no independentista (hasta el 35%), con una parte del primero y, sobre todo, del segundo, con doble sentido de pertenencia identitaria, es decir, con sentimientos catalanes y también españoles.
Contrastan estos datos con los del CIS antes comentados para la media estatal, aunque casi la cuarta parte se muestra partidaria de superar el marco actual, sumadas las personas que desean ‘mayor autonomía que en la actualidad’ (13,4%) y el reconocimiento de la ‘posibilidad de convertirse en un Estado independiente’ (10,2%) -con un 39,2% de mantenerse igual y un 28,2% con mayor centralización-.
Como conclusión, junto a una realidad de identidad nacional exclusiva (en sectores nacionalistas periféricos y también en el nacionalismo español) lo que predomina es el doble sentido de pertenencia a España y a la correspondiente Comunidad Autónoma. Con ese diagnóstico se debe articular, sobre la base de lo común, un discurso coherente con ambas realidades, con una óptica social y democrática, un proyecto de país plural que es el objeto último de esta reflexión.
¿Independencia o Gobiernos de Progreso?
El Govern de la Generalitat, actualmente cesado y procesado (o exiliado), ha fracasado en su proyecto de implementar ya una República catalana, un Estado independiente. Es un hecho evidente, reconocido por los dirigentes del PDeCat y de ERC. La estrategia del bloque independentista ha mostrado sus debilidades frente al bloque de poder representado por el Gobierno de Rajoy. Sus líderes han comenzado una reflexión y una readecuación estratégica basada en el reconocimiento de ese desequilibrio en la relación de fuerzas sociopolíticas y fácticas y de control institucional. Esperan reeditar su mayoría en el Parlament en las elecciones del 21 de diciembre e insisten en continuar la ‘construcción’ de la independencia, en el sentido de ampliar su base de apoyo ciudadano, así como económico, institucional y europeo. Pero descartan (ambiguamente) la vía unilateral como constitución inmediata de un Estado soberano en confrontación abierta con el Estado. No es la posición de la CUP que insiste en lo acertado de la proclamación de la independencia y exige su construcción inmediata desafiando el poder estatal y las dificultades estructurales.
Por mi parte, en un artículo publicado el día 3 de octubre en el diario Público (http://blogs.publico.es/otrasmiradas/11103/1-o-el-fracaso-de-rajoy/ ), valoraba el fracaso del Gobierno de Rajoy en su actuación contra la masiva y exitosa expresión cívica del 1-O, aunque insuficiente para considerarlo un referéndum vinculante; pero también explicaba ya los límites del independentismo, señalando las ‘dificultades estructurales para imponer la independencia de Catalunya’. En esos momentos las expectativas sobre la proclamación de la independencia y su implementación práctica estaban en lo más alto.
Los nuevos acontecimientos, con una evolución frenética, están claros. El Gobierno de Rajoy, con sus apoyos parlamentarios de Partido Socialista y Ciudadanos, ha aplicado el artículo 155 con el cese del Govern, a pesar de la desaprobación popular mayoritaria en Cataluña y las grandes movilizaciones democráticas y soberanistas, y ha bloqueado el despliegue o desarrollo de la República catalana. Al mismo tiempo, se ha mostrado la impotencia fáctica de la vía unilateral desarrollada por el bloque independentista cuyos dirigentes, finalmente, han reconocido solo su carácter simbólico o declarativo con renuncia a su construcción operativa. Así, aun defendiendo simbólicamente la legitimidad del Govern y el Parlament, han aceptado la participación en las elecciones autonómicas para el 21-D, convocadas por el Presidente del Gobierno español, cuyos resultados representativos, en el marco de la nueva realidad impuesta con los equilibrios de poder manifestados, abrirán una nueva etapa.
Reafirmación democrática y percepción más realista sobre el Estado independiente
Veamos algunos datos de la percepción de la ciudadanía y su evolución. Según la encuesta de Metroscopia, publicada el 12-11-2017, en esas semanas de octubre tras el 1-O y el 3-O (huelga general democrática contra la represión policial), en torno a la primera aprobación (dejada en suspenso) de la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) por el Parlament el 10 de octubre y hasta su aprobación definitiva el 27 de octubre, el 51% de la población catalana consideraba factible la secesión en ‘un futuro más o menos cercano’.
No obstante, tras la aplicación por el Gobierno del PP del artículo 155, tras su aprobación por el Senado con los apoyos del Partido Socialista y Ciudadanos ese mismo día, el 62%, casi dos tercios (aunque el diario El País transcribe el 66%) ‘de catalanes ve poco probable la independencia de Cataluña’, es decir, descartan la idea de que Cataluña pueda separarse de España y convertirse en un estado independiente en un futuro más o menos cercano. O sea, de la mitad pasa a un tercio los residentes que confían en la implementación inmediata de la República catalana, por mucho que la afirmen como objetivo a largo plazo.
Por otro lado, siguiendo con Metroscopia, en Cataluña, el 69% de personas encuestadas muestran su desaprobación con la gestión del Gobierno de Rajoy y, expresamente, el 61% son ‘contrarios a la manera en que se está aplicando el artículo 155’. Ya anteriormente, a la pregunta ¿Cree que una aplicación del artículo 155 sería beneficiosa para apaciguar la situación actual?, había contestado NO el 61% y SÍ el 13% (65% entre votantes del PP). Dato que contrasta con el 61% de la población española (incluido el 56% de los votantes socialistas) que apoya la aplicación del artículo 155.
En relación a la posibilidad de llegar a un acuerdo que permitiera la permanencia de Cataluña en España, el escepticismo social es algo asimétrico y muy fuerte, aunque ha descendido ligeramente en ambos casos. Antes, un 56% de catalanes lo veían como algo muy difícil y después ha bajado al 49%; y otro 49% cree que aún hay esperanza, porcentaje que alcanza hasta el 60% para el resto de españoles.
No obstante, a la cuestión de “La mejor manera de resolver el problema entre Cataluña y España es que se celebre un referéndum pactado y plenamente legal sobre la independencia de Cataluña en el que los catalanes decidan si quieren o no seguir formando parte de España”, contesta De acuerdo el 82% (la casi totalidad de independentistas y de Catalunya en Comú-Podem, e incluyendo el 75% del PSC, el 57% de Ciudadanos y el 49% del PP), y En desacuerdo el 16% (el 21% del PSC, el 41% de Ciudadanos y el 43% del PP).
Por tanto, aunque la mitad de la sociedad catalana ve difícil llegar a un acuerdo es muy mayoritaria (más de cuatro quintas partes) la aspiración a poder decidir mediante un referéndum pactado y legal su relación institucional con España. En definitiva, se combina una reafirmación democrática –referéndum pactado- como procedimiento para resolver el conflicto, se mantiene un amplio bloque independentista, cercano a la mitad, pero se rebaja a un tercio la expectativa de poder implementar de forma inmediata una República catalana independiente.
La incapacidad de la estrategia independentista
Volvamos a este último aspecto. La aprobación de la Declaración Unilateral de Independencia por la mayoría del Parlament que, no olvidemos, representa solo el 47,8% de la ciudadanía catalana y la aplicación del artículo 155 de la Constitución por parte del Gobierno del PP, junto con la actuación del aparato judicial, han demostrado los límites de la estrategia independentista tal como habíamos avanzado. Había, y se han demostrado posteriormente, dos tipos de razones.
Uno de carácter democrático, derivado de los déficits democráticos de la consulta realizada, sin suficientes garantías al no estar pactada y sin interpelar en condiciones de igualdad y con una actitud inclusiva a la otra mitad de la sociedad catalana. Sus resultados no podían legitimar la independencia, tal como ha sido (y todavía es) el núcleo justificativo del bloque independentista. Otro tipo de motivos eran de carácter fáctico, los límites de su ‘contrapoder’ institucional (y popular) frente al poder del Estado y sus aparatos judiciales, de seguridad y económicos, así como la falta de reconocimiento internacional.
Es decir, antes de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, por parte del Gobierno de Rajoy con el apoyo de Ciudadanos y el Partido Socialista, cesando y encarcelando al Govern y procesando a parte de la mesa del Parlament, ya se podían constatar dos hechos ‘verdaderos’: primero, la ausencia de una mayoría ciudadana reforzada o un consenso social y político suficiente que legitimase claramente el paso inmediato a un Estado independiente; segundo, la ‘incapacidad’ operativa de las supuestas estructuras de la nueva República y la impotencia para convertir las instituciones autonómicas en instituciones ejecutivas independientes en confrontación con el Estado español: desde el propio Govern y el Parlament, pese a la insistencia en su soberanía total, hasta las estructuras de seguridad (Mossos d’esquadra) y administrativas (por ejemplo, de Hacienda) o la capacidad de ‘contrapoder’ organizado en la calle.
Ambos hechos han sido producto de interpretación interesada e irrealista. Primero, el embellecimiento de los propios apoyos ciudadanos (que no llegaban a la mitad), confiando en su necesaria tendencia ascendente, en particular intentando absorber, neutralizar o instrumentalizar la autonomía del tercer espacio representado por En Comú-Podem (y en menor medida del PSC), con infravaloración del distanciamiento y la brecha producida respecto de la otra mitad de la sociedad catalana.
Segundo, la sobrevaloración del poder institucional propio y su capacidad operativa independiente, que sólo necesitaría una cobertura jurídica propia para instaurar una legalidad contrapuesta a la del Estado español y ser soberano en el plano ejecutivo. De ahí el idealismo discursivo y formalista del papel (poco) operativo de la Declaración unilateral de independencia, ahora rebajada a acto simbólico.
Tercero, infravaloración del poder, la capacidad operativa y la legitimidad del contrario, el Estado Español, incluido el poder judicial, así como la determinación del Gobierno del PP apoyado por la alianza del bloque monárquico y la subordinación del Partido Socialista. No se trataba de un Gobierno fascista y desacreditado que utilizaba la violencia explícita de forma generalizada y, por tanto, fácil de desenmascarar y aislar cívicamente y en la opinión pública europea. El Estado, que utilizó la represión abierta el 1-0, no ha tenido necesidad de utilizarla para imponer el cese del Govern; solo su gran capacidad de coerción, incluida la judicial, con una aplicación desproporcionada de la ley vigente, ha disuadido la actitud de desobediencia del aparato administrativo o la rebeldía de las fuerzas de seguridad catalanas (Mossos), así como la operatividad de las hipotéticas estructuras de doble poder (Comités de defensa de la República).
Cuarto, la movilización social democrática de rechazo al 155 y defensa de las instituciones catalanas se ha expresado masiva y cívicamente, especialmente en las dos grandes manifestaciones, con participación no solo independentista sino democrática, vinculada a los comunes. Pero tampoco ha sido suficiente para impedir la intervención del poder ejecutivo en el Govern, liberar a los presos y revertir el 155. El desacuerdo mayoritario de la ciudadanía contra la intervención del autogobierno se puede convertir en una mayor deslegitimación del poder estatal, en particular del PP, y una mayor legitimidad para las fuerzas soberanistas, no solo independentistas. Pero en el cálculo electoral también interviene la credibilidad política de las alternativas propuestas y su gestión. Y en eso, he dicho que, en el caso independentista, ha faltado fuerza y coherencia y de ahí su perplejidad.
El peso del poder económico y europeo
A todo ello se han añadido dos elementos que han afianzado la realidad y la sensación de impotencia en el control de su economía y el aislamiento institucional al no conseguir reconocimiento internacional. Así, el desplazamiento de la sede social de varios miles de empresas (más de mil, su sede fiscal, con su impacto presupuestario), ha supuesto una demostración de desconfianza en el proceso independentista de la oligarquía empresarial y financiera catalana, en gran parte imbricada con el capitalismo español, vinculada a su mercado, conectada con las estructuras económicas europeas -y mundiales- e insertada en sus élites dominantes.
Además, el Govern ha demostrado su impotencia reguladora, así como las desventajas de un proceso incierto fuera de la UE, que contrastaba con una supuesta superioridad y mejora económica como país independiente sin la rémora de España, menos modernizada. Pero ese relato se ha dado de bruces con la realidad. En la lógica subyacente de la hegemonía neoliberal de sus principales responsables económicos, el Govern mantenía la creencia de la bondad de las mismas políticas económicas de austeridad y pérdida de derechos laborales y sociales, es decir, de conectar mejor con las estructuras de poder económico europeas y el poder liberal conservador al que está inscrito el dominante (hasta ahora) PDeCAT.
La gran frustración popular por la crisis social y la responsabilidad del Govern de Mas y, después, de Puigdemont había sido hábilmente trasladada hacia la cuestión nacional. Su salida no era cambiar las políticas de austeridad del Gobierno de Rajoy y el bloque de poder representado por Merkel, sino esperar que un Estado independiente construyese una Cataluña próspera, separada de la atrasada España. La ausencia de pacto fiscal y la solidaridad impuesta en la distribución interregional, completaban el discurso de las ventajas de la independencia: estar en mejores condiciones económicas y materiales, beneficiosas para el conjunto de la ciudadanía, incluido sus capas populares, y así constituir una alternativa de salida a la crisis con toda su secuela de desigualdad y empobrecimiento. Aquí, conviene separar dos dinámicas contrapuestas: una la económica, con orientación neoliberal; otra, la social de carácter progresivo. Pero el modelo social de la República catalana no está claro; más bien es el de continuidad con las políticas dominantes en España y la UE. Motivo añadido para la desconfianza en amplios sectores de las capas populares.
Y la alternativa social, aparte de hacer ajustes redistributivos de lo existente, es terminar con la austeridad y los presupuestos restrictivos de gasto público e incrementar el porcentaje de gasto social por habitante; es decir, aumentar el conjunto de la tarta presupuestaria (incrementando los ingresos) a repartir entre las Comunidades Autónomas que, sobre todo, va a gasto público social (sanidad, educación, dependencia…) y que está infradotada en los presupuestos (España gasta unos siete puntos de PIB menos que los países de la UE-15, los más avanzados de la UE). La salida debe ser progresista, no de competencia interregional-comunitaria.
En el plano internacional, la ilusión del apoyo europeo también ha prevalecido y se ha ido desvaneciendo. No hay ningún interés fundamental de ningún país importante para apoyar a la nueva República catalana (como fue Alemania –y la OTAN- para la independencia de Eslovenia y Kosovo o las repúblicas bálticas –para aislar a Rusia-). El Gobierno de la derecha es fiel aliado al bloque de poder europeo y la integración política, económica y geoestratégica una realidad que interesa a todos los poderes en la UE, todavía más en la incertidumbre estratégica de sus alrededores (Rusia, Oriente Medio, Norte de África…) y de las dinámicas centrípetas y xenófobas en el interior de muchos Estados. Sin una negociación o salida pactada, la unilateralidad añadía incertidumbre para los poderes europeos (y mundiales), institucionales y económicos, que se han manifestado en contra de una República catalana.
Mayorías sociales tras una nueva agenda social y plurinacional
Por tanto, el proceso independentista necesitaría más legitimidad democrática y/o más poder político-institucional (y de seguridad) y control económico, con mayores aliados (en España y en Europa), o bien un fuerte debilitamiento del poder de las derechas en el Gobierno central. En estos momentos, su debilidad comparativa es evidente: el Estado español es más fuerte, especialmente en lo segundo y con suficiente respaldo legítimo, legal e internacional, en parte derivado del apoyo de la dirección socialista.
La perspectiva independentista, tras el 21-D, y aunque vuelva a ganar la mayoría parlamentaria e incluso una ligera mayoría de votos, todavía no tendría un nivel suficiente de las dos condiciones básicas –legitimidad y poder- para desafiar con otra vía unilateral al Estado Español, al menos con la suficiente credibilidad para ganarle. Su posible reajuste estratégico pasa por controlar el Govern, ensanchar su apoyo social y conformar estructuras soberanas como acumulación de fuerzas y medio para negociar un acuerdo ventajoso de incremento del autogobierno. Pero, para ello, bajo la previsible nueva hegemonía de ERC en el campo independentista, tendría que activar una agenda social que permitiese acercar posiciones con Catalunya en Comú-Units Podem, aunque le llevase al distanciamiento con el PDeCAT, y dejar aparcada la vía de la imposición de la unilateralidad. Se abriría la única vía realista y trasformadora de verdad, progresista en lo social, democrática y pactada en el conflicto nacional, superando las brechas identitarias, y unitaria y solidaria con el cambio político en España (y Europa).
En definitiva, ante el conflicto en Cataluña y el bloqueo autoritario y regresivo del Gobierno de las derechas de Rajoy (y Rivera), se ha demostrado las dificultades de la estrategia independentista. Solo cabe una nueva estrategia, una salida de cambio más democrático y más operativo (aun con sus enormes dificultades, incluido la ambivalencia del PSOE): echar al PP por parte de las fuerzas progresistas, ganar a las derechas unas elecciones generales, con un Gobierno de Progreso en España, junto con otro Govern progresista en Catalunya, con nuevas mayorías sociales y políticas que aseguren el avance hacia una agenda social (también en el marco europeo), una fuerte democratización (empezando con la lacra de la corrupción) y un mayor acuerdo en la cuestión territorial, con una respuesta democrática, pactada y social en Cataluña y una reforma sustancial de la Constitución.
[Antonio Antón es Profesor Honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid y autor de El populismo a debate, de la editorial Rebelión]
11/2017
José Mª Camblor
El dilema del funambulista
El amor a la verdad es el más noble de todos los amores.
Juan de Mairena (Antonio Machado)
El visitante perplejo
Proponemos aquí el siguiente ejercicio de imaginación: figurémonos a un alienígena que, en uno de sus viajes con rumbo a regiones ignotas de la galaxia, arribara accidentalmente —acaso por algún fallo en los motores de su nave— a nuestro planeta, y viniera a aterrizar un poco por casualidad en este lugar al que los terrícolas llaman España. Se convertiría de esta manera en espectador privilegiado de nuestra vida y costumbres, y, como observador de los últimos acontecimientos que asolan este territorio, no le sería difícil llegar a la conclusión de que ha desembarcado en tierra de sordos. A poco que se relacionara con nosotros, los habitantes de este extraño lugar, notaría que apenas escuchamos las razones de los demás, como si no fueran sino un lejanísimo eco casi imperceptible. Se preguntaría, quizá, si la densidad del aire no es la adecuada para transportar las ondas sonoras o si nuestro aparato auditivo es disfuncional. Si indagara un poco más, tal vez acabara pensando que no solo adolecemos de una deficiencia acústica, sino que, además, la nuestra es tierra de ciegos, pues enseguida se daría cuenta de que los nativos de estos pagos confundimos la realidad con una suerte de goma elástica, que estiramos o distendemos a nuestro antojo y conveniencia. Y es que, lamentablemente, apenas quedan ecos ya en nuestro país de aquella llamada del poeta que emplazaba a transitar el camino del conocimiento juntos: ¿Tú verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela.
¡Salve, Edipo, patrón de las Españas!
Estos días nos han enseñado que vuelven a existir dos “verdades”, que además son incompatibles entre sí: la mía y la del otro. Por si eso fuera poco, Internet y las nuevas tecnologías parecen haberse sumado a ese afán de derogar los principios en los que se venía fundamentando el discurso racional, la manera en que las gentes procuraban conjuntamente encontrar la verdad. Hasta ahora, con mayor o menor acierto, eso se hacía escuchando lo que decía el vecino y ofreciendo al respecto una opinión (siempre sujeta a revisión) para ir levantando, mano a mano con él, el templo del saber. Pero estas antiguas reglas de construcción epistemológica van quedando en desuso. Y eso está ocurriendo en mayor medida justo en el momento en que el navegante extraterrestre ha aterrizado en nuestro país. Le será dado pues asistir con estupefacción al espectáculo que ofrece la singular coyuntura en que vivimos, en la que la tensión entre lo racional y lo emocional se decanta decidida y peligrosamente hacia el músculo cardiaco. El alienígena podrá comprobar de primera mano que ya no es necesario que exista conformidad entre eso que los terrestres de esta región del planeta denominamos acríticamente “verdad” y la propia realidad. Descubrirá con cierto pasmo que nos negamos a mantener demasiado tiempo la mirada en esta última, no vaya a ser que encontremos algo que no encaje en la primera, en esa “verdad” precocinada que nos es tan cara y sostenemos a capa y espada. Y viendo que no damos demasiada importancia a cotejar nuestras certezas con los hechos del mundo para ver si se ajustan a éstos, sino que más bien ignoramos la realidad como si nos fuera imposible verla, quizá se anime a proponernos que nombremos patrón de esta época pasional en que vivimos a aquel tal Edipo con el que se topó en la Wikipedia interestelar cuando se informaba sobre nuestro planeta. Allí pudo leer que el desgraciado monarca tebano se privó a sí mismo de la vista por no poder soportar la realidad. El viajero de las estrellas, usando de su buen juicio galáctico, tal vez piense que bajo el patrocinio de este héroe trágico andaríamos más en consonancia con los tiempos que corren, dado que en nuestro país —habremos de convenir con él— nos hallamos sumidos en una multitudinaria ceguera colectiva. Quizá se arriesgue incluso a hacernos una sugerencia que lleve un poco más lejos su propuesta: apreciados terrícolas —nos dirá—, en consonancia con el Zeitgeist y, puesto que no les dais uso, ¿por qué no os arrancáis los ojos?
Sostenella y no enmendalla
Es algo habitual considerar la firmeza de convicciones como un valor moral encomiable, y es corriente oír a políticos decir metafóricamente que ellos no se cambian de camisa y que nunca han dejado de pensar lo mismo, casi siempre acompañando esta afirmación de la coletilla “no como otros”. Sin duda, la coherencia de los propios actos con las ideas que se sostienen es algo positivo, y uno debe construir a su alrededor ciertas certidumbres sobre las que apoyarse, porque un mundo sin certezas sería como caminar sobre el vacío. Además, del mismo modo que el lado afilado de un cuchillo corta más que el romo, desde un punto de vista teleológico, concentrarse en lo que uno persigue, sacarle filo a nuestro propósito ignorando todo lo demás, incrementa las probabilidades de lograrlo: aquí también la presión equivale al cociente entre fuerza y superficie. Es por eso que el deseo y la ilusión suelen llevarnos más lejos que la duda. Pero recordemos que la palabra “ilusión” no solo significa esperanza en algo que nos resulta atractivo, sino que también designa una imagen o representación falsa de la realidad. Frecuentemente se olvida que la convicción no es sino un estado mental que nada nos dice sobre la verdad o falsedad de lo que creemos. De manera que una persona puede estar absolutamente convencida de la existencia de Dios y otra igualmente segura de su inexistencia, y parece obvio que, independientemente de lo inquebrantable de las convicciones de ambas, solo una de las dos está en lo cierto. Indro Montanelli, en su magnífica Historia de la Edad Media, afirma que sobre el escepticismo no se construye nada. Y estaríamos por darle la razón, dado que es la fe y no la duda la que mueve montañas. Pero a esto puede oponérsele una digna excepción, pues existe algo que escapa a esta regla. Y no solo es que sea posible construir tal cosa sobre el escepticismo, sino que ahí es el único lugar desde el que se puede hacer. Esa cosa es el conocimiento. Visto de este modo, la tan alardeada firmeza del que mantiene a ultranza una convicción acaba resultando ser más obcecación que virtud y más adhesión ciega a lo conocido que búsqueda de la verdad.
Verdad y acción orientada a un fin
Ahondando en todas estas cosas, el alienígena probablemente se pregunte si es posible que las acciones de los humanos se sustraigan en cierta medida a ese gradiente volitivo que las empuja o, dicho de otro modo, si existe alguna manera de articular el deseo en la acción para que este no acabe devorándola. De ser así, libres de la pulsión que los arrastra, los humanos podrían contemplar la realidad con una mirada más aséptica, es decir, estarían en condiciones de encontrar la verdad. Tras darle varias vueltas al asunto, quizá llegue a la conclusión inesperada de que, en esa sucesión ininterrumpida de deseos y, por tanto, de finalidades (que es la mejor manera que a él se le ocurre de definir la vida consciente de los terrícolas), la “objetividad” no solo es difícil de conseguir, sino que llevarla hasta sus últimas consecuencias puede constituir más un obstáculo que un beneficio. Y en eso hemos de darle la razón. Aunque no cabe duda de que hay que intentar ser lo más imparcial posible, nadie puede desembarazarse de su subjetividad, y seguramente, de poder hacerlo, no sería conveniente. Para un ser humano, una existencia omnisciente sería difícilmente soportable, ya que lo que nos define como individuos es precisamente la perspectiva. Es decir, una visión limitada de las cosas. La alternativa a ello, una mirada panorámica a la eternidad, un ojo abierto perennemente al infinito sin poder parpadear, no es algo que pueda resultar demasiado atractivo para nadie. Pero, aun dentro de nuestros estrechos límites perceptivos, no parece juicioso estar continuamente examinando la realidad y analizando milimétricamente el curso de cada una de nuestras acciones. Tampoco sería saludable indagar exhaustivamente todas las conexiones laberínticas propias de la causalidad y cada una de las implicaciones éticas que éstas puedan tener. Hacer eso constituiría un freno inaceptable al despliegue natural de nuestras cortas vidas y podría llevarnos a obsesionarnos e incluso a paralizar toda actividad en nuestro día a día. Y es que el extraterrestre descubrirá que la verdad y la acción orientada a un fin no siempre van de la mano, porque cada una de estas cosas obedece a dinámicas diversas. La verdad se busca desde fuera del fenómeno, aceptando la premisa de que en él hay algo que descubrir. La acción ética o política, por el contrario, se hace desde dentro del mismo, poniendo el énfasis en la existencia de un objetivo cuya consecución se persigue. Por eso, y como la vida no es perfecta, puede llegar a serle útil al agente que orienta su actividad a un fin determinado despojarse de algo del lastre que toda verdad lleva consigo. Porque que su objetivo sea o no realista no es algo que, en propiedad, pueda juzgar a priori, sino únicamente cuando conozca el fruto de su acción, cuando ésta ya esté terminada. Así que, en el punto de partida, deberá moverse en el terreno de lo más o menos plausible, y a veces no resultará una mala estrategia aparcar el momento de la reflexión y dejar en un segundo término —aunque sin perderla de vista— la “realidad”. De esta manera, el agente podrá enfocar la mirada en su meta y persuadirse de la viabilidad y justeza de su empeño, porque eso es lo que le permitirá ir hacia delante. Al ser parte del fenómeno, su actividad y determinación transforman éste, y una creencia firme en algo que a priori resulta inverosímil y hasta descabellado puede llegar a convertirse felizmente en una profecía que se autocumple. A veces, hasta puede ser favorable para avanzar “engañarse” a uno mismo. En cierta medida, claro está. Nuestras ensoñaciones son parte del camino, y nuestros actos y creencias, por muy irrazonables que les parezcan a otros, tienen su lugar en el devenir de cualquier proceso de acción individual o social y van retroalimentando cada tramo, imprimiéndole quizá la forma que buscamos y conduciéndolo a nuestro fin. Pero para evitar las trampas del deseo, esa retroalimentación debe serlo de verdad, es decir, de doble vía: un intercambio continuo de información entre la realidad y nuestras aspiraciones. Llevar a cabo esta operación de ajuste requiere un tacto exquisito, porque se desarrolla siempre en un delicado equilibrio. El que hayamos separado momentáneamente la mirada de la realidad no significa que no sea necesario ir tomándole regularmente el pulso para no desviarnos en exceso de ella. Debemos ir apartando la vista de nuestro objetivo para volver a mirarla por el retrovisor, y en consonancia con lo que veamos, ir reconduciendo el rumbo para adecuarlo no solo a lo posible, sino también a lo justo. Eso implica no ser excesivamente indulgentes con nuestras propias fantasías, y no dejarnos llevar demasiado por la fascinación que pueda despertar en nosotros una idea, porque no es nada difícil que las mareas del deseo nos arrastren inadvertidamente a la autocomplacencia y la obcecación. Una concesión a la irrealidad lleva a otra y ésta a otra más, hasta caer en una mise en abyme sin retorno. Lo que no cabe nunca hacer, pues, es perder un contacto razonable con el mundo real. Debemos impedir a toda costa que nuestro objetivo adquiera tanto empuje que borre los contornos entre realidad y ficción, que nos haga perder pie y nos precipite a los dominios de la entelequia, porque, de ser así, podemos acabar creyendo que los propios motivos justifican cualquier cosa, y que todo acto que se les oponga es injusto. O, incluso, acabar negando cualquier hecho de la realidad que les sea contrario. Es fundamental, pues, ser conscientes de que, a fin de cuentas, nuestras finalidades y deseos podrán ser lo que nos impulse a la acción, pero nunca serán un sitio en el que podamos obtener verdad.
Equidistancias
Un síntoma de que la verdad no es algo que importe demasiado en estos días y en estos lares a amplios grupos de personas es el rechazo que se manifiesta en todas partes por la equidistancia. Esta palabra ha dejado de ser sinónimo de prudencia y mesura para ser considerada signo de tibieza o, incluso, de mala fe. Quien así piensa argumenta que las personas se tienen que “mojar”, que no estar en un lado ni en su opuesto es el refugio de los cobardes y que la ética exige comprometerse. Ya lo dice el Apocalipsis: Por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Se ha de elegir, pues, entre el frío y el calor. Esto no tiene mucho sentido desde un punto de vista moral, pues equidistancia no implica falta de compromiso. Alguien puede apoyar con firmeza una franja templada en la escala de temperatura y consagrarse a combatir con todas sus fuerzas los extremos álgido y tórrido por considerarlos perniciosos o injustos, es decir, puede tomar partido. Esto, tomar partido, no implica abrazar incondicionalmente y sin fisuras una postura extrema. Equidistancia no significa, pues, situarse cómodamente en el término medio, sino estar moral o ideológicamente tan lejos de uno de los bandos en pugna como del otro (u otros). Como mucho, se podría recriminar al equidistante colocarse en el estricto punto central, generando una simetría perfecta, o que lo haga de una forma inamovible. Y ello porque es difícil que dos polos opuestos en un conflicto social o ético merezcan exactamente el mismo valor o disvalor. Pero también porque es posible que el juicio que puedan merecer vaya variando, puesto que un enfoque determinado no califica a priori cualquier acto de las personas que lo respaldan ni los diferentes posicionamientos en los que pueda derivar. Aunque, a decir verdad, tal cosa es lo que haría alguien que se situara en la neutralidad, no en la equidistancia, y sería aconsejable en pro del buen entendimiento no confundir los términos. Porque, a diferencia del que es neutral, el equidistante no consiente, disiente. Por eso, la equidistancia nada tiene que ver con aquella indiferencia a la que Gramsci llamó “el peso muerto de la historia”. El equidistante, tal como entiende esta palabra hoy en día el que con ella se identifica en un contexto de posiciones enfrentadas, sitúa su baremo en una escala móvil, y va ajustando sus pareceres sin adherirse a posiciones fijas predeterminadas según se vayan desarrollando los acontecimientos. Sin embargo, el binarismo a ultranza que predomina hoy socialmente no admite componendas. Simplemente se limita a fulminar su anatema contra quien no se sitúa geométricamente lo más lejos posible de la mediatriz que parte en dos el campo de batalla.
El dilema del funambulista
Como si de un nuevo Gulliver se tratara, quizá el visitante del espacio, observando nuestro estrecho alcance de miras, nos tome por un puñado de liliputienses del pensamiento. Probablemente, incluso llegue a considerar al equidistante —de quien asombrosamente encontrará muy pocos ejemplares— como una variedad de nuestra especie en peligro de extinción. Tal vez incluso se lo imagine como a un funámbulo de la sabiduría, tratando de mantenerse en un cable extendido sobre la nada.
¿Cómo es este funámbulo que imagina el extraterrestre? Sus movimientos son cautos y prudentes, pues sabe que un paso en falso puede resultarle fatal. Mientras, desde ambos lados de las profundidades sobre las que se balancea en un equilibrio inestable, suben gritos enfurecidos de los que ya se han precipitado en el vacío. Los gritos le exigen que se decante, que se decida de una vez por cuál de los dos flancos desea caer al abismo. Ante esta tesitura peliaguda, al funámbulo se le plantea un dilema, pues dilema es aquella situación en que es necesario pronunciarse por una de dos alternativas igualmente buenas o malas. Y eso es lo que se le requiere desde cada uno de los extremos al acróbata: que elija necesariamente entre dos opciones que él considera igualmente malas. Y si nada de esto tiene sentido desde un punto de vista ético, mucho menos lo tiene desde un punto de vista gnoseológico. El único compromiso que desde esta perspectiva es posible mantener es el que se establece con la búsqueda de la verdad. Y el mejor sitio donde puede situarse alguien que quiere obtener verdad es, si no en la equidistancia, sí en una prudente lejanía. Tomar partido desde la visceralidad, optar acríticamente por algo y exigirle a los demás que hagan lo mismo es una confesión expresa de fanatismo; es admitir que no importa la verdad, pues, en propiedad, ante ésta, no es posible la elección. Yo no puedo elegir que dos más dos sean tres. Tampoco que dos más dos sean cuatro. Esto último no es algo por lo que yo pueda optar, sino algo que debo averiguar. Si lo que busco es la verdad, el instrumento para lograrla nunca podrá ser el posicionamiento. Si lo que busco es únicamente ganar o perder, sí.
Retorciendo las leyes de la física
Seguramente, nuestro alienígena no tardará en reparar en que los pintorescos lugareños de la región del planeta en que se encuentra confunden los enunciados descriptivos del mundo con afirmaciones desiderativas, con aserciones que expresan sus más profundos deseos. Y no solamente esto, sino —lo que es peor— que utilizan indistintamente al comunicarse ambos tipos de proposiciones. Y nada más natural que tal cosa le lleve a pensar (dado que conoce al dedillo los mecanismos que rigen el universo, pues en todo el cosmos son los mismos) que los terrícolas que habitan el sitio llamado “España” se permiten una particular licencia al interpretar las leyes físicas. En un sorprendente malabarismo mental, desgajan del ámbito cuántico el principio de incertidumbre de Heisenberg y lo aplican a la escala en que se desenvuelve su relación con el mundo. Tal cosa, subvirtiendo todas las reglas de funcionamiento de las magnitudes macroscópicas, les autoriza a que su mirada altere el fenómeno observado y la “verdad” deje de ser algo que, en cierta manera, está fuera de ellos y pueden descubrir junto a los demás. Al operar su sesgo sobre dicho fenómeno, éste se transforma según las directrices aleatorias de su deseo. O tal vez cabría decir de su fe, de su designio místico. Cuando el posicionamiento político se convierte en un credo, las dinámicas que lo rigen son las propias de la religión, no las que orientan la política. Y, con mayor razón, no son caminos para llegar al conocimiento, pues no reúnen los estándares mínimos que requiere cualquier procedimiento de adquisición de saber.
Casus belli
Es cierto que, si como muchos parecen creer en nuestro país, nos hallamos en un escenario de guerra, la cosa cambia. En tal caso, los interlocutores se convierten en contendientes y las actitudes obedecen más a cuestiones de táctica y estrategia —o al simple odio— que a un interés genuino por elucidar los hechos. Lo que se espera de mí, pues, en la condición que se me supone de beligerante, es que arrincone el entendimiento en el debate, niegue la evidencia, lance consignas de aliento y cierre filas, condenando no solo al enemigo, sino también al derrotista. O conmigo o contra mí. Podría afirmarse con cierta ironía que el grupo que odia unido se mantiene unido. Si en el debate mediático persigo únicamente aportar munición a mí postura, mi objetivo será entonces contribuir con todo el material discursivo que le es afín y mostrarme, al igual que Edipo, nuestro patrón, resueltamente ciego al que le es contrario. Eso, que es lo que hace hoy bastante gente en prensa escrita y televisión, pero sobre todo en las redes sociales, tiene un nombre preciso: destruir el discurso público.
Adquirir perspectiva
Pero si lo que busco es conocimiento cierto, saber si mi postura se sostiene en la verdad o en qué medida lo hace, necesito distanciarme. Así, esta distancia del objeto de conocimiento a la que cautamente me sitúo, aunque solo sea por unos instantes, me despoja (me libera) de mi condición de partícipe y me convierte en observador. Eso me permite aproximarme o alejarme, medir, tasar, servirme de regla y cartabón, y, sobre todo, tratar de comprender. Decir que solo hay una verdad no implica univocidad en la interpretación de los hechos del mundo, es simplemente señalar que, a pesar de que haya diferentes aproximaciones, existe una única realidad para todos. Precisamente, admitir que ésta es compleja —especialmente en su dimensión social— y que admite una comprensión polisémica, es lo que nos exige no engancharnos como una garrapata a la propia convicción y abrirnos a diversos puntos de vista, pues eso es lo único que nos podrá permitir ampliar nuestro restringido ángulo visual.
Farewell...
Llegado el momento de partir, tras reparar su nave intergaláctica, es posible que el perplejo viajero de las estrellas, antes de hacerse de nuevo al espacio sideral y abandonar nuestro planeta, se atreva a darnos algún consejo, acogiéndose a la experiencia acumulada a lo largo de sus muchos periplos espaciales. Su consejo, basado, cómo no, en las leyes de la física, podría ser algo parecido a lo que sigue.
Aquel que exige con vehemencia al equidistante que se posicione, haría bien en recordar que quien se sitúa demasiado cerca de un cuerpo masivo (como lo es cualquier posición polarizada), acaba siendo atrapado en su órbita y transformado en mero satélite. O, peor aún: termina siendo engullido por él.
22/11/2017
De otras fuentes
Jesús Maraña
Un 'banderón' de humo
Si aceptamos la teoría del caos, y que el breve aleteo de una mariposa en un rincón del mundo puede con el tiempo provocar un tsunami en otro punto del globo, con mucho más fundamento debemos asumir que la gravísima crisis en, sobre, por y para Cataluña y España tiene efectos inmediatos pero también de largo recorrido en la política estatal y en los intereses de la ciudadanía. Entre otros, cabe la posibilidad de que el vendaval catalán se lleve por delante las esperanzas de regeneración democrática surgidas del 15-M. De momento, sirve en todo caso como gigantesca cortina de humo.
Para explicar la advertencia, repasemos los sucesos más recientes:
- Prácticamente a la misma hora que este martes el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) hacía públicos los resultados de su último barómetro electoral, el máximo responsable policial de la investigación del caso Gürtel respondía en el Congreso a las preguntas sobre la financiación irregular del PP.
- El CIS de octubre concluye que es Ciudadanos el partido que más rédito(de momento) saca de la crisis catalana, y que es Unidos Podemos quien más se desgasta con ella. Con todas las precauciones (porque el trabajo de campo de esta encuesta se hizo entre el 2 y el 11 de octubre, de modo que no contempla la reacción al 155, a la convocatoria de elecciones el 21-D, a la huida de Puigdemont o a los encarcelamientos forzados desde la Fiscalía General y decretados por la Audiencia Nacional), lo cierto es que en el anterior sondeo (mes de julio) el bloque PSOE + Unidos Podemos (45,2%) sumaba por primera vez más apoyo que el que forman PP + Ciudadanos (43,3). Continuaba el desgaste de la formación de Rajoy por los casos y juicios de la corrupción, y el regreso de Pedro Sánchez al liderazgo aupado por las bases del PSOE suponía un crecimiento de cinco puntos, el mayor desde la victoria de Zapatero en 2004. El barómetro conocido este martes vuelve a dar la victoria al bloque conservador (45,5%) y deja la posible suma de PSOE y Unidos Podemos a casi tres puntos de distancia (42,7), fundamentalmente por el descenso que sufre Unidos Podemos (baja del 20,3% al 18,5).
- Pero el CIS muestra algo bastante más trascendente (y lógico) que unos pronósticos electorales sujetos más que nunca a unos acontecimientos en permanente y rápida evolución y ebullición (menos fiables aún cuando se refieren a la propia Cataluña y al 21-D, como argumenta en eldiario.es el politólogo José Fernández-Albertos). Cuando se pregunta a los ciudadanos por sus máximas preocupaciones, la independencia de Cataluña salta al segundo puesto tras el paro, y deja la corrupción en tercer lugar. Es decir, mientras se multiplica por cuatro la preocupación por lo que ocurre en Cataluña, la inquietud ante los graves escándalos de corrupción política baja.
- Al tiempo que se hacía público el sondeo del CIS, el inspector Manuel Morocho, máximo responsable de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF), declaraba ante la comisión de investigación parlamentaria sobre la presunta financiación irregular del PP. A preguntas de la diputada Carolina Bescansa, el inspector ha denunciado con detalle los intentos desde el PP para “desestabilizar la investigación” y ha confirmado que desde la caja B del PP se realizaron “indiciariamente” pagos en sobres a dirigentes como Federico Trillo, Francisco Álvarez Cascos, Javier Arenas o el mismísimo Mariano Rajoy. Esta declaración se produce pocos días después de que la fiscal del caso Gürtel Concepción Sabadell estableciera en sus conclusiones que esa caja B ha quedado “plena y abrumadoramente acreditada”, lo cual marcará las diez piezas que aún quedan por juzgar en relación con la trama Gürtel.
- Quienes no creemos en teorías conspiranoicas sí procuramos andar atentos al permanente intento que desde el poder (cualquier poder) se ejercita en defensa de intereses de grupo o personales. Todo acontecimiento que sirva como cortina de humo para desviar la atención de aquello que en un momento determinado perjudica al poder es siempre útil y aprovechable para quien ejerce ese poder. La llamada cuestión catalana no es una simple cortina sino más bien un banderón de humo y de mucho más que humo, puesto que agita esa fibra nacionalista española que tan buenos resultados electorales ha aportado a la derecha desde siempre.
- Lo hemos advertido en este mismo Buzón de voz hace semanas: el conflicto en Cataluña puede pasar una abultada factura a las fuerzas progresistas, abrasadas en un escenario marcado por la polarización total, que sólo admite el seguidismo sectario y confunde las propuestas constructivas con la “equidistancia cobarde”. Como apunta también el profesor Manuel Castells en La Vanguardia, no se percibe un desenlace en el horizonte, “pero lo que ya se observa es la multiplicación de fracturas políticas y sociales”. Es evidente la división entre PSOE y Podemos, que ha dado al traste con la incipiente colaboración abierta a principios de verano tras el regreso de Pedro Sánchez a la secretaría general socialista. Les separa la enorme distancia política entre el apoyo al 155 y la defensa de un referéndum pactado en Cataluña. Y tampoco les acerca el proyecto de Sánchez de un “Estado plurinacional” que ya apenas menciona en sus discursos, por temor a reabrir heridas internas y a cosechar un castigo electoral en el resto de España.
- La fractura más importante en Podemos no es la provocada por el sector de Albano Dante Fachin, cuyo alejamiento de la formación morada estaba descontado hace meses, y en la que la posición estatal (corroborada por las bases) tiene una argumentación sólida: Podemos no es independentista ni nació para competir con las CUP, de modo que su aliado natural son los Comuns de Ada Colau y no los separatistas. La fractura preocupante es la que asoma respecto a su propio electorado estatal. El apoyo a Unidos Podemos cae según el CIS casi dos puntos, y el grueso de esa pérdida se produce en UP y no en sus confluencias (resisten mucho mejor En Comú Podem, Compromís o En Marea). Si además se observa la letra pequeña sobre fidelidad de voto o valoración de líderes, y se añaden las conclusiones que apuntan otras encuestas, es innegable que las “fuerzas del cambio” están desmovilizadas y en parte decepcionadas. Carolina Bescansa, que ya advirtió públicamente de los riesgos de “hablar más a los independentistas que a los españoles”, considera que los efectos de la crisis catalana amenazan con acentuar esa desmovilización y poner “definitivamente en peligro el ciclo del cambio que arrancó el 15-M”.
Si algo caracteriza estos tiempos convulsos es la velocidad. Cada acontecimiento fagocita de inmediato al anterior en cuestión de horas o incluso minutos, a golpe de tuit o de directo audiovisual. Las tendencias electorales no suelen variar a ese mismo ritmo, pero en el mes y medio largo que aún falta hasta el 21-D puede ocurrir cualquier cosa que afecte no tanto al sentido del voto como a la movilización del mismo. Seguimos sin respuestas claras a la pregunta del millón: ¿Qué propone cada cual si el dibujo del Parlament resulta más o menos similar al disuelto por el artículo 155? ¿La insurrección independentista permanente? ¿La intervención de Cataluña por tiempo indefinido? Es hora de exigir a cada cual esas respuestas, porque mientras tanto lo que comprobamos es la facilidad con la que el riesgo de ruptura de España oculta o difumina escándalos del tamaño de la bandera de la Plaza de Colón.
P.D. La Fiscalía no ha encontrado momento más "oportuno" que este para solicitar la libertad condicional del expresidente de la comunidad de Madrid Ignacio González, encarcelado como consecuencia de la Operación Lezo que ha salpicado a políticos, empresarios y ejecutivos mediáticos. Cabe esperar que en la fianza impuesta de 400.000 euros no se le ocurra (o se le permita) incluir como prenda el ático de lujo marbellí que otro juzgado investiga. Capaz es de intentarlo, mientras todos miramos a Cataluña.
[Fuente: infoLibre]
8/11/2017
Boaventura de Sousa Santos
A cien años de la Revolución Rusa. El problema del pasado es que no pasa
Este año se conmemora el centenario de la Revolución Rusa –me refiero exclusivamente a la Revolución de Octubre, la que sacudió el mundo y condicionó la vida de cerca de un tercio de la población mundial en las décadas siguientes– y también se conmemoran los 150 años de la publicación del primer volumen de El capital de Karl Marx. Juntar ambas efemérides puede parecer extraño, porque Marx nunca escribió con detalle sobre la revolución y la sociedad comunista y, de haberlo hecho, resulta inimaginable que lo que escribiese tuviera cierto parecido con lo que fue la Unión Soviética (URSS), sobre todo después de que Stalin asumiera la dirección del partido y del Estado. La verdad es que muchos de los debates que la obra de Marx suscitó durante el siglo XX, fuera de la URSS, fueron una forma indirecta de discutir los méritos y deméritos de la Revolución Rusa.
Ahora que las revoluciones hechas en nombre del marxismo terminaron o evolucionaron hacia… el capitalismo, tal vez Marx (y el marxismo) tenga por fin la oportunidad de ser discutido como merece, como teoría social. La verdad es que el libro de Marx, que tardó cinco años en vender sus primeros mil ejemplares antes de convertirse en uno de los libros más influyentes del siglo XX, ha vuelto a convertirse en un best-seller en los últimos tiempos y, dos décadas después de la caída del Muro de Berlín, al fin estaba siendo leído en países que habían formado parte de la URSS. ¿Qué atracción puede suscitar un libro tan denso? ¿Qué reclamo puede tener en un momento en que tanto la opinión pública como la abrumadora mayoría de los intelectuales están convencidos de que el capitalismo no tiene fin y que, en caso de tenerlo, ciertamente no será sucedido por el socialismo?
Muy probablemente, los debates que a lo largo de este año se lleven a cabo sobre la Revolución Rusa repetirán todo lo que ya se ha dicho y debatido y terminarán con la misma sensación de que es imposible un consenso sobre si la Revolución Rusa fue un éxito o un fracaso. A primera vista, resulta extraño, pues tanto si se considera que la Revolución terminó con la llegada de Stalin al poder (la posición de Trotsky, uno de los líderes de la revolución) como con el golpe de Estado de Boris Yeltsin en 1993, parece cierto que fracasó. Sin embargo, esto no es evidente, y la razón no está en la evaluación del pasado, sino en la evaluación de nuestro presente. El triunfo de la Revolución Rusa consiste en haber planteado todos los problemas a los que las sociedades capitalistas se enfrentan hoy. Su fracaso radica en no haber resuelto ninguno. Excepto uno. En otros textos pienso abordar algunos de los problemas que la Revolución Rusa no resolvió y siguen reclamando nuestra atención. Aquí me voy a concentrar en el único problema que resolvió.
¿Puede el capitalismo promover el bienestar de las grandes mayorías sin que esté en el terreno de la lucha social una alternativa creíble e inequívoca al capitalismo? Este fue el problema de que la Revolución Rusa resolvió, y la respuesta es no. La Revolución Rusa mostró a las clases trabajadoras de todo el mundo, y muy especialmente a las europeas, que el capitalismo no era una fatalidad, que había una alternativa a la miseria, a la inseguridad del desempleo inminente, a la prepotencia de los patrones, a los gobiernos que servían a los intereses de las minorías poderosas, incluso cuando decían lo contrario. Pero la Revolución Rusa ocurrió en uno de los países más atrasados de Europa y Lenin era plenamente consciente de que el éxito de la revolución socialista mundial y de la propia Revolución Rusa dependía de su extensión a los países más desarrollados, con sólida base industrial y amplias clases trabajadoras. En aquel momento, ese país era Alemania.
El fracaso de la Revolución alemana de 1918-1919 hizo que el movimiento obrero se dividiera y buena parte de él pasase a defender que era posible alcanzar los mismos objetivos por vías diferentes a las seguidas por los trabajadores rusos. Pero la idea de la posibilidad de una sociedad alternativa a la sociedad capitalista se mantuvo intacta. Se consolidó, así, lo que pasó a llamarse reformismo, el camino gradual y democrático hacia una sociedad socialista que combinase las conquistas sociales de la Revolución Rusa con las conquistas políticas y democráticas de los países occidentales. En la posguerra, el reformismo dio origen a la socialdemocracia europea, un sistema político que combinaba altos niveles de productividad con altos niveles de protección social. Fue entonces que las clases trabajadoras pudieron, por primera vez en la historia, planear su vida y el futuro de sus hijos. Educación, salud y seguridad social públicas, entre muchos otros derechos sociales y laborales. Quedó claro que la socialdemocracia nunca caminaría hacia una sociedad socialista, pero parecía garantizar el fin irreversible del capitalismo salvaje y su sustitución por un capitalismo de rostro humano.
Entretanto, del otro lado de la “cortina de hierro”, la República Soviética (URSS), pese al terror de Stalin, o precisamente por su causa, revelaba una pujanza industrial portentosa que transformó en pocas décadas una de las regiones más atrasadas de Europa en una potencia industrial que rivalizaba con el capitalismo occidental y, muy especialmente, con Estados Unidos, el país que emergió de la Segunda Guerra Mundial como el más poderoso del mundo. Esta rivalidad se tradujo en la Guerra Fría, que dominó la política internacional en las siguientes décadas. Fue ella la que determinó el perdón, en 1953, de buena parte de la inmensa deuda de Alemania occidental contraída en las dos guerras que infligió a Europa y que perdió.
Era necesario conceder al capitalismo alemán occidental condiciones para rivalizar con el desarrollo de Alemania oriental, por entonces la república soviética más desarrollada. Las divisiones entre los partidos que se reclamaban defensores de los intereses de los trabajadores (los partidos socialistas o socialdemócratas y los partidos comunistas) fueron parte importante de la Guerra Fría, con los socialistas atacando a los comunistas por ser conniventes con los crímenes de Stalin y defender la dictadura soviética, y con los comunistas atacando a los socialistas por haber traicionado la causa socialista y ser partidos de derecha muchas veces al servicio del imperialismo norteamericano. Poco podían imaginar en ese momento lo mucho que los unía.
Mientras tanto, el Muro de Berlín cayó en 1989 y poco después colapsó la URSS. Era el fin del socialismo, el fin de una alternativa clara al capitalismo, celebrado de manera incondicional y desprevenida por todos los demócratas del mundo. Al mismo tiempo, para sorpresa de muchos, se consolidaba globalmente la versión más antisocial del capitalismo del siglo XX, el neoliberalismo, progresivamente articulado (sobre todo a partir de la presidencia de Bill Clinton) con la dimensión más depredadora de la acumulación capitalista: el capital financiero. Se intensificaba, así, la guerra contra los derechos económicos y sociales, los incrementos de productividad se desligaban de las mejoras salariales, el desempleo retornaba como el fantasma de siempre, la concentración de la riqueza aumentaba exponencialmente. Era la guerra contra la socialdemocracia, que en Europa pasó a ser liderada por la Comisión Europea, bajo el liderazgo de Durão Barroso, y por el Banco Central Europeo.
Los últimos años mostraron que, con la caída del Muro de Berlín, no colapsó solamente el socialismo, sino también la socialdemocracia. Quedó claro que las conquistas de las clases trabajadoras en las décadas anteriores habían sido posibles porque la URSS y la alternativa al capitalismo existían. Constituían una profunda amenaza al capitalismo y éste, por instinto de supervivencia, hizo las concesiones necesarias (tributación, regulación social) para poder garantizar su reproducción. Cuando la alternativa colapsó y, con ella, la amenaza, el capitalismo dejó de temer enemigos y volvió a su voracidad depredadora, concentradora de riqueza, rehén de su contradictoria pulsión para, en momentos sucesivos, crear inmensa riqueza y luego después destruir inmensa riqueza, especialmente humana.
Desde la caída del Muro de Berlín estamos en un tiempo que tiene algunas semejanzas con el período de la Santa Alianza que, a partir de 1815 y tras la derrota de Napoleón, pretendió barrer de la imaginación de los europeos todas las conquistas de la Revolución Francesa. No por coincidencia, y salvadas las debidas proporciones (las conquistas de las clases trabajadoras que todavía no fue posible eliminar por vía democrática), la acumulación capitalista asume hoy una agresividad que recuerda al periodo pre Revolución rusa. Y todo lleva a creer que, mientras no surja una alternativa creíble al capitalismo, la situación de los trabajadores, de los pobres, de los emigrantes, de los jubilados, de las clases medias siempre al borde de la caída abrupta en la pobreza no mejorará de manera significativa. Obviamente que la alternativa no será (no sería bueno que fuese) del tipo de la creada por la Revolución rusa. Pero tendrá que ser una alternativa clara. Mostrar esto fue el gran mérito de la Revolución rusa.
[Boaventura de Sousa Santos es profesor de las universidades de Coimbra y de Winsconsin-Madison]
[Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez]
[Fuente: Página12]
12/10/2017
Ernest Cañada
¿Por qué se precariza el trabajo turístico?
De forma recurrente, el trabajo turístico es señalado por la baja calidad del empleo que genera. ¿Cómo explicar esta tendencia? ¿Existen factores particulares en el funcionamiento de las actividades turísticas que favorezcan esta devaluación del trabajo frente al capital? ¿Es esto inevitable?
Crédito fotografía: ilustración de María Romero para Alba Sud
De forma recurrente, el trabajo turístico es señalado por la baja calidad del empleo que genera. En el caso español, una de las economías más volcadas en el turismo, se acumulan los datos que informan de bajos salarios, extensión de los contratos a tiempo parcial o incremento de la temporalidad (con contratos cada vez de menor duración), como puede observarse en el recuento que, por ejemplo, hacía recientemente el periodista de información económica Emilio de la Peña en Ctxt. Los propios testimonios de algunas de sus trabajadoras, como las camareras de pisos, recogidos en el libro Las que limpian los hoteles. Historias ocultas de precariedad laboral (Icaria, 2015), han hecho visible un escenario laboral dominado por la sobrecarga de trabajo, la degradación de las condiciones contractuales y un estado de inseguridad permanente, las graves repercusiones de esta forma de trabajar en su salud o la represión ante las formas diversas de organización en defensa de sus derechos. Y desde las organizaciones sindicales y asociaciones de trabajadoras se lleva años denunciando la precarización del trabajo turístico, mientras el país bate récords de visitantes que se superan año tras año.
Pero cuando uno analiza la literatura académica sobre condiciones laborales en el ámbito turístico en destinos tan dispares como Londres, París, Cancún o Punta Cana, entre otros, aparece la misma constante: la creciente degradación en las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras del sector. ¿A qué se debe esta precarización? ¿Cómo explicar que en muchas partes del mundo se produzca esta misma tendencia? ¿Es por naturaleza el empleo turístico un trabajo condenado a los bajos salarios y situaciones de abuso? ¿Existen factores particulares en el funcionamiento de las actividades turísticas que favorezcan esta devaluación del trabajo frente al capital? ¿Es esto inevitable?
I
Cuando nos referimos al trabajo turístico nos enfrentamos a una primera dificultad de delimitación, porque sus contornos no son siempre claros y afectan a sectores de actividad diversos. ¿Servir copas en un bar de la Rambla de Barcelona implica la misma actividad que ponerlas en el barrio de Roquetas, en Nou Barris? Mientras en un caso lo identificamos rápidamente con el turismo en el otro no necesariamente hacemos lo mismo. Es la propia demanda del turista lo que perfila lo que será considerado desde el sentido común como trabajo turístico. En un esfuerzo reciente por clarificar el panorama, Pautas de la OIT sobre trabajo decente y turismo socialmente responsable (2017),la Organización Internacional del Trabajo proponía delimitar el empleo turístico a aquellas actividades vinculadas con los servicios de alojamiento; alimentación y entretenimiento; gestión de viajes y actividades para viajeros y, finalmente, atracciones turísticas, brindadas tanto a las personas residentes como a quienes están de viaje. La propuesta tiene sus límites, por ejemplo, deja fuera buena parte del trabajo de transporte turístico, pero tiene la virtud de proponer ciertos límites que ordenen el debate.
En el presente artículo tomamos esta definición operativa de la OIT como marco de referencia, poniendo una especial atención al sector hotelero, por ser el que más empleo genera y del que, por su mayor nivel de formalidad, tenemos en realidad más conocimiento. Hablamos también de calidad de empleo asociándola al concepto de trabajo decente, propuesto igualmente por la OIT en el informe de su director general, Juan Somavía, durante la 87ª Conferencia Internacional del Trabajo de 1999. Desde esta perspectiva, el trabajo decente implica un modelo laboral en el que haya suficientes puestos de trabajo que permitan trabajar, con remuneración suficiente, seguridad y condiciones laborales salubres y que, además, disponga de un sistema de protección social garantizado. A su vez, supone el respeto de los derechos fundamentales del trabajo, como son la libertad de sindicación y la erradicación de toda forma de discriminación laboral, trabajo forzoso y trabajo infantil.
II
La necesidad de reproducción del capital debería estar en la base de cualquier análisis preocupado por explicar por qué las empresas turísticas tratan de reducir sus costes laborales. Actúan como lo haría cualquier empresa capitalista ante sus trabajadores en búsqueda de maximizar sus ganancias.
El escenario global actual en el que operan estas empresas está marcado por el incremento del poder corporativo sobre los trabajadores, de la mano de los mecanismos de flexibilización impuestos y las políticas de corte neoliberal que desde los años ochenta han laminado la capacidad de resistencia de las organizaciones obreras. La consolidación de un escenario post-fordista ha acentuado la pérdida de poder del trabajo dentro de las empresas, a la par de aumentar el riesgo, la fragmentación y la vulnerabilidad de los trabajadores y trabajadoras.
Las empresas turísticas no son alienas a este contexto hostil para el mundo del trabajo, sin embargo, existen algunas características del funcionamiento del propio negocio turístico, tanto por la evolución vivida en los últimos años como de naturaleza más estructural, que pueden ayudar a entender por qué se está produciendo esta precarización del trabajo turístico, y en particular hotelero, tan intensa y generalizada.
III
Empecemos por los cambios más recientes. En los últimos años se ha consolidado un marco global de cada vez mayor competencia, en especial vinculado a los cambios producidos por la crisis financiera internacional de 2008 y los cambios tecnológicos, en especial por el desarrollo de Internet, fundamentalmente ocurridos durante la última década, y que se traducen en una mayor presión del empresariado sobre el trabajo.
Algunos de estos cambios tienen que ver con la imposición de determinadas comisiones y tratos de favor para sus clientes por parte de grandes tour-operadores y plataformas online de reservas, Online Travel Agency (OTA), desde posiciones de control estratégico del negocio turístico por los volúmenes de reservas capaces de movilizar, o por el de dominio segmentos especializados, como los clientes de alto poder adquisitivo, que difícilmente podrían conseguir directamente los hoteles por sus propios medios.
Por otra parte, a pesar de la bonanza en la que ha vivido el sector hotelero durante años de progresiva expansión, en ciertos espacios centrales del turismo internacional cada vez existe una mayor competencia entre empresas dedicadas a un mismo segmento de actividad, que tratan de ofrecer precios más competitivos. Esta competencia se produce entre diferentes destinos, siendo especialmente sensibles a problemas de incertidumbre o de seguridad, como ha ocurrido en los últimos años con el desvío hacia la costa mediterránea española de miles de turistas desde lugares como Túnez, Egipto o Turquía, afectados por problemas internos. Pero lo mismo podría ocurrir en dirección contraria, si los problemas de incertidumbre política en algunos lugares de Catalunya se perpetuaran. O ante la pujanza de ciudades como Lisboa o Viena que pudieran ofrecer un entorno más favorable que, por ejemplo, Barcelona. La posibilidad que otros destinos más competitivos se consoliden está siempre presente. Pero esta competencia también se produce dentro de los mismos destinos, y más cuanto mayor es su éxito. La oportunidad de negocio llama a más inversión provocando efectos indeseados por la propia saturación de la oferta, y más cuando las autoridades públicas tienen tantas dificultades para imponer políticas restrictivas a su crecimiento. Así mismo, la competencia también se produce por la aparición de nuevas formas de alojamiento vinculadas a la economía colaborativa, que pueden quitar una parte de la cuota de mercado a los establecimientos tradicionales.
En este sentido, y a pesar del enorme vacío existente en la literatura académica, los nuevos negocios turísticos desarrollados dentro de la economía colaborativa no parece que estén ofreciendo un entorno laboral de mayor calidad, al contrario. Muy a menudo, a la par de nuevos nichos de empleo –especialmente en la gestión de reservas, atención al clientes, programación y finanzas–, predomina la desaparición de una parte importante del trabajo vinculado a las actividades de alojamiento, asumidas directamente cuando el propietario del inmueble gestiona por su cuenta la atención de los clientes, y por medio de la economía sumergida, sobre todo en tareas de limpieza y mantenimiento. La sustitución de capacidad de alojamiento a través de formas tradicionales de hotelería por estas nuevas formas vinculadas a la economía colaborativa que se han producido en estos últimos años no parece, por lo que sabemos hasta el momento, garantizar mejor calidad de empleo.
La creciente financiarización del sector hotelero ha incrementado las presiones de las empresas hoteleras sobre sus trabajadores y trabajadoras. El caso español, estudiado particularmente por el geógrafo mallorquín Ismael Yrigoy, pone en evidencia esta situación. A raíz de la reducción de los créditos bancarios como consecuencia de la crisis financiera, el sector hotelero se ha vinculado más estrechamente con los fondos de inversión internacionales. Esto acrecienta la presión para ajustar costes y tener mayor capacidad de devolución a corto plazo de las inversiones realizadas por estos fondos, o para mejorar su imagen ante potenciales inversionistas, en la medida que pueden ofrecer un entorno laboral particularmente disciplinado.
La pérdida de poder sindical ha favorecido también los procesos de precarización en la medida que ha tenido menos capacidad de resistencia ante las medidas impulsadas por la patronal turística. En España esta debilidad, especialmente incisiva en las actividades vinculados a servicios, se agudizó con la crisis, por el fuerte impacto de unos niveles de desempleo y temporalidad escandalosos, y por las últimas reformas laborales, en especial la de 2012, aprobada por el Partido Popular con el apoyo, entre otros, de CiU. Con esta reforma laboral se ha posibilitado la generalización de las externalizaciones de departamentos troncales de las empresas hoteleras, como pisos, al dar prioridad a los convenios colectivos de empresa por encima de los sectoriales.
A pesar de los enormes esfuerzos realizados desde el mundo sindical y de las organizaciones de trabajadoras durante los últimos años para hacer frente a las externalizaciones, aunque no siempre en sentido coincidente, sin la presencia de organización sindical en las empresas, los procesos de precarización del trabajo encuentran menos resistencias, y por tanto se acentúa su extensión y la rapidez en la que se producen. Se produce así un círculo vicioso en el que menos sindicalismo supone mayor precariedad que, a su vez, se traduce en más debilidad sindical, de tal modo que ambos factores se retroalimentan.
IV
Pero más allá de estos factores de transformación más recientes que se han experimentado en el funcionamiento de las actividades turísticas, una mirada sobre la investigación en la geografía del trabajo turístico nos aporta pistas sobre algunos factores intrínsecamente vinculados a la naturaleza del funcionamiento del turismo que pueden explicarnos esta presión endémica hacia los trabajadores y trabajadoras del turismo. Tres son las claves fundamentales: la relativa fijación en un determinado territorio de la actividad turística, las fuertes variaciones en la demanda de trabajo asociado a un mercado que sufre constantes y fuertes oscilaciones, y la posibilidad de funcionar con un mercado de bajos salarios. Vayamos por partes.
En primer lugar, el hecho que el turismo sea una actividad que se produce en un determinado territorio hace que el empresario trate de ajustar sus costes laborales en el mismo lugar de producción, tal como han explicado David Jordhus-Lier y Anders Underthun en un libro clave para entender la geografía del trabajo turístico, A Hospitable World? Organising Work and Workers in Hotels and Tourist Resorts (2014). La dificultad para deslocalizar una actividad relativamente “fijada” espacialmente hace que las empresas busquen mecanismos de reducción de costos ahí donde se produce la actividad, por la vía de la reducción de cargas salariales y la intensificación del trabajo. Una empresa dedicada, por ejemplo, a la producción de coches puede buscar otros mecanismos para reducir sus costes laborales, como desplazarse a otros países donde la mano de obra es ya más barata. Obviamente los capitales pueden invertir también en otros territorios y crear nuevos entornos turísticos, aprovechando las ventajas otorgadas por una geografía del desarrollo desigual, como han hecho por ejemplo los capitales hoteleros de Baleares en el Caribe, pero tendrán que hacer frente al reto de construir toda una serie de recursos y atractivos que superan lo que puede ofrecer su propio negocio. La razón principal de esta vinculación espacial es que el turista no consume exclusivamente una habitación en la que se aloja o una determinada oferta cultural. Es decir que el negocio turístico se fundamenta sobre toda una serie de recursos públicos/comunes (playas, un entorno urbano con determinados atractivos, actividades culturales, entre muchos otros) que hacen que su presencia en aquel lugar tenga sentido. Por tanto, para la empresa de lo que se trata es de poder ajustar sus costes allá donde se puede desarrollar ese conjunto de actividades turísticas.
En segundo lugar, y siguiendo también el libro de David Jordhus-Lier y Anders Underthun, las constantes oscilaciones en la demanda hacen que las necesidades de empleo varíen enormemente, y que por tanto las empresas quieran disponer de una mano de obra especialmente flexible que se adapte a los movimientos de la clientela. Estas oscilaciones pueden producirse por la temporada del año, según los períodos de vacaciones de las diferentes clientelas o en función del clima; por actividades, como congresos o actividades culturales que atraen puntualmente un mayor número de visitantes; por días de la semana, como fines de semana; o incluso por horas, por ejemplo, la mayor demanda en los momentos de las comidas. Esto explica que las empresas traten constantemente de flexibilizar la mano de obra atendiendo a las variables necesidades que tiene este comportamiento de la demanda turística.
En tercer lugar, la relativamente escasa cualificación requerida para hacer ciertos trabajos en el sector (que, por supuesto, no es lo mismo que hacerlos bien),ha dado lugar a la consolidación de un mercado laboral de bajos salarios. Así, el empleo turístico se concentra en gran medida en los sectores sociales que ocupan los lugares más bajos en el mercado laboral, como mujeres e inmigrantes de países de menor renta. En algunos casos hay ciertas profesiones en el turismo que están plenamente feminizadas, y en muchas ocasiones con una gran presencia de mujeres inmigrantes. Esto se produce por la desvalorización social de las tareas reproductivas con las que se vincula ciertas actividades en el turismo, asociándose a una arraigada desigualdad en términos de género, que da lugar a la feminización de determinadas actividades, como es el caso de las camareras de piso. La intersección del género con otras condiciones sociales, como la procedencia, la raza, la edad o la situación legal, da lugar a una compleja red de valoraciones laborales en función de las características que el empresariado ha asignado a cada puesto de trabajo. La menor capacidad de incidencia de mujeres e inmigrantes de países de menor renta que realizan estos trabajos dentro de las estructuras sindicales ha reforzado también esta segmentación de condiciones salariales y laborales.
A su vez, el sector se beneficia de trabajadores y trabajadoras que no necesariamente se plantean construir una carrera profesional en el sector, pero que pueden desempeñar ciertas actividades sin demasiada formación o experiencia previa (como actividades de limpieza o atención a los clientes, entre otros), y que identifican su paso por este tipo de actividad como algo transitorio, y por tanto con menores niveles de exigencia con respecto a sus condiciones laborales. Sería el caso, por ejemplo, de estudiantes que compaginan estudios y trabajo o turistas que buscan cómo costear su viaje. Anders Underthun identifica este tipo de trabajadores con el concepto de “liminalidad”, en uno de los capítulos del libro anteriormente mencionado.
En ciudades muy fuertemente posicionadas en el mercado turístico global, como podría ser el caso de Barcelona, se produce un efecto llamada de personas dispuestas a trabajar en cualquier condición lo cual, a su vez, acentúa el deterioro de las condiciones de trabajo en este tipo de actividades. Para muchas personas tener una experiencia laboral, acreditable en su currículum, en un lugar con una imagen internacional tan favorable, supone una cualificación en su carrera profesional, que no necesariamente tiene por qué ser en la misma ciudad. Para ciertos estudiantes de clase media regresar a sus países de origen con un máster y una experiencia laboral en Barcelona, aunque durante sus prácticas hayan estado ganando una miseria o que su capacitación real haya sido muy pobre, puede suponer posibilidades de mejora profesional. Si a esto se le suman las posibilidades de alargar una estancia con permiso de residencia bajo un contrato en prácticas, en el caso de no residentes en la Unión Europea, nos encontramos con una reserva de mano de obra permanentemente renovada. Desde otra perspectiva, un lugar con capacidad para generar trabajo sin una especial formación, resulta especialmente demandada por personas procedentes de países con menor renta que buscan cómo encontrar mejores alternativas de vida. Las lógicas de la especialización turística que parecen dominar a numerosos destinos turísticos exitosos en el mercado global refuerzan a su vez este efecto llamada en términos de demanda de empleo.
De una u otra forma, este posicionamiento en el mercado turístico global, refuerza las posibilidades que las empresas tiendan a ofrecer malas condiciones salariales y de trabajo, porque tienen la capacidad de sustituir con creces a quien no lo acepte. De este modo, y aunque podría resultar paradójico, el éxito turístico de un destino no está necesariamente asociado a unas condiciones de trabajo decente, más bien todo lo contrario, a causa de la sobre oferta de demandantes de empleo que acaban concentrándose en ese lugar.
V
Tanto por razones de evolución más reciente en la forma en la que se están reorganizando el funcionamiento de las actividades turísticas como por algunas de sus características estructurales, el resultado es que el empresariado turístico tiende a presionar para reducir costes laborales. De forma recurrente lo que estará buscando es cómo reducir salarios, intensificar el trabajo y flexibilizar a sus empleados en función de una demanda oscilante. Las formas en las que pueden conseguir esto son diversas: ampliar contratación eventual y a tiempo parcial a costa del empleo fijo; reducir los costes de contratación y despido; extender las externalizaciones y políticas de subcontratación; ampliar la vinculación de personal en prácticas formativas o bajo contratos especiales (como, por ejemplo, vinculados a determinados programas de inclusión social), entre otras.
La consecuencia de todo esto no solo es la poca calidad del empleo en estos sectores, sino, y mucho más grave, la consolidación de los procesos de fragmentación de las clases trabajadoras en las empresas turísticas. Esto supone la destrucción de una experiencia compartida por el conjunto de la plantilla de una empresa por la suma de situaciones particulares y de una cultura de solidaridad y reconocimiento entre todos los trabajadores y trabajadoras creada en torno a un mismo centro de trabajo. Una situación que dificulta enormemente la acción sindical y que, a su vez, retroalimenta los procesos de pérdida de derechos y precarización.
¿Es necesariamente ésta la única forma en la que puede organizarse el trabajo turístico? ¿Es inevitable esta precarización? Ejemplos de otros lugares del mundo, como Las Vegas, que numerosos estudios académicos han documentado detalladamente, como los diferentes artículos de Jeffrey C. Waddoups, donde la organización sindical de los trabajadores y trabajadoras ha logrado imponer condiciones laborales favorables a sus intereses, en un contexto altamente competitivo a escala internacional, nos permiten afirmar que no necesariamente el turismo tiene que funcionar sobre la base de bajos salarios y situaciones de abuso patronal. La misma historia del sector hotelero en España muestra que no siempre las condiciones laborales han sido como las actuales, y que ha habido períodos que, a través de la organización y la lucha sindical, los trabajadores y las trabajadoras conquistaron derechos y mejoras significativas en sus empresas, como destacan dirigentes sindicales como Gonzalo Fuentes o Pepi García Lupiáñez en las entrevistas recogidas en el libro Las que limpian los hoteles. Historias ocultas de precariedad laboral (Icaria, 2015),
En realidad, las características del trabajo dependen en gran medida de la capacidad de los trabajadores y trabajadoras y de sus organizaciones de saber leer adecuadamente su realidad y tener capacidad de imponer sus demandas y propuestas al empresariado. Cómo actuar en un mundo laboral altamente fragmentado es la clave del debate. Cómo reconstruir la unidad de acción de las diferentes expresiones de organización de los trabajadores y las trabajadoras el reto principal. Qué alianzas múltiples y a distintas escalas es necesario activar constituye un debate central. Pero esto será motivo del análisis compartido a partir de experiencias concretas y del debate colectivo y, en cualquier caso, motivo ya de otro artículo.
[Fuente: Alba Sud]
2/11/2017
Agustín Moreno
Nadie hablará de nosotros mientras el conflicto de Cataluña lo eclipse todo
Hay quien dice que el conflicto de Cataluña se produce por la ausencia de política. Creo que es al contrario: hay una voluntad política de que el conflicto se eternice en el tiempo. Estamos hablando de una política basada en la confrontación, que no mide las heridas que produce y las consecuencias de enfrentar a los pueblos. Que es puro cálculo electoral para calentar a las hinchadas y obtener votos en Cataluña y en el resto del Estado. Que busca ensayar cómo aplicar la mayor intolerancia ante situaciones que se pudieran plantear en el futuro, por ejemplo, la propuesta republicana.
Pero, sobre todo, hay una política de utilización de Cataluña para que no se hable de aquello que al partido en el poder no le interesa. Es algo tan evidente, que hace unos días, la ex comisaria de Justicia de la UE se preguntaba cómo había podido Rajoy dejar pudrir de esta manera el asunto de Cataluña. En este sentido, hay que convenir que la estrategia del Gobierno del Partido Popular está siendo un éxito al desplazar deliberadamente el centro de gravedad de los temas más importantes. El CIS de octubre lo confirma: se ha colocado Cataluña como la segunda preocupación de la ciudadanía, por delante incluso de la corrupción.
Veamos los principales problemas que tiene este país, de los que apenas se habla y menos aún se buscan soluciones:
– La deuda externa de España ha llegado a un máximo histórico de 1,911 billones de euros entre pasivos públicos y privados, como publicó el Banco de España en junio de 2017. A pesar de todos los recortes, nunca se había registrado una cifra así en nuestra historia y es la principal hipoteca de la economía de este país. Hay que recordar que la mitad está en manos extranjeras, lo que nos hace más vulnerables ante las especulaciones financieras.
– La degradación del trabajo y de los salarios. La tasa de paro es insoportable; laprecariedad no cesa de crecer y alcanza a uno de cada tres asalariados; los salarios se devalúan hasta un nivel que preocupa al propio Gobierno; se desmantela la negociación colectiva y se extiende la legión de trabajadores pobres que no pueden construir un futuro autónomo.
– El adelgazamiento del Estado de Bienestar. Las previsiones de recortes en servicios sociales fundamentales van a alcanzar cotas no conocidas. Según el compromiso del Gobierno Rajoy con la UE y su Plan Presupuestario, el gasto educativo pasará del 4,4% del comienzo de la década al 3,7% del PIB en 2020; el sanitario desde el 6,8% al 5,6% del PIB. Según Eurostat, la UE dedica de media un 7,2% en sanidad y un 4,9% en educación. El gasto en protección social también se recortará del 18% al 15.9%. En paralelo crecerá la desigualdad y la pobreza.
– El saqueo de las pensiones. En cinco años Rajoy se ha pulido las reservas de la Seguridad Social. Un día sí y otro también, los voceros del Gobierno y de los planes yfondos de pensiones privados, no hacen más que amenazar a los pensionistas con sus proclamas. Les quieren convencer que el sistema público actual es inviable y que solo cabe o reducir las pensiones a la mitad o subir las cotizaciones empresariales al doble.
– El tsunami de la corrupción en el Partido Popular. Está en marcha el juicio por la Gürtel y la fiscal ha afirmado que está totalmente acreditada la caja b del PP, que sirvió para financiar al partido y para beneficios de dirigentes. En el caso Lezo imputan al exministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Empiezan a cantar algunos de los procesados de la Púnica; la UCO señala a Cristina Cifuentes por cohecho y prevaricación en la financiación ilegal del PP; continua el escándalo del Palma Arena y Matas; reabren la investigación por blanqueo de dinero al exvicepresidente Rato; siguen los escándalos de Murcia, Valencia, etc. La prueba de cómo Cataluña lo tapa todo, es que los grandes medios callaron que Mariano Rajoy se benefició “indiciariamente” de la caja b del PP, según el responsable de la UDEF.
– Por otro lado producen hechos graves como la aprobación por el Senado del CETA, al mismo tiempo que el artículo 155; la pérdida de 40.000 millones por el rescate a la banca; el recorte de 20.000 millones de euros en el sistema nacional de ciencia; el asalto a las instituciones del Estado que practica el PP y la dependencia del poder judicial; las cloacas de Interior o el auge de la ultraderecha. Han pasado desapercibidos y no son motivo de debate y decisión al desplazarse el foco del interés informativo a la cuestión catalana.
El problema se produce más por no dejar decidir democráticamente a Cataluña que porque España se rompa. Esta ha sido la secuencia: se dinamita en 2010 con el recurso del PP al Tribunal Constitucional el proyecto de Estatut aprobado en las instituciones españolas y catalanas y en referéndum; se niega toda posibilidad de consulta acordada aunque lo pidan dos de cada tres personas en Cataluña y una mayoría del 57% en todo el Estado; se actúa el 1 de octubre de forma autoritaria con el recurso de la fuerza pública; se proclama la república independiente sin estar suficientemente madura y con el nivel de apoyo necesario; se aprueba y aplica el artículo 155 suprimiendo la autonomía de Cataluña y empiezan las detenciones y encarcelamientos.
En España es más peligroso defender ideas que robar a manos llenas cuando tantos políticos procesados ya están en la calle
Pero ni la represión ni la cárcel van a resolver nada, más bien complicarán las cosas. Es un escándalo meter presos a políticos por sus planteamientos soberanistas, por intentar cumplir su programa electoral o por no acatar la aplicación del artículo 155. Y es un agravio, cuando tantos políticos procesados ya están en la calle -el último Ignacio González– como Granados, Rato, Matas y un largo etcétera. Todos, curiosamente, del mismo partido político. Parece que en el Reino de España es más peligroso defender ideas que robar a manos llenas. Es evidente que este recorte de libertades y el abuso de poder tendrán consecuencias en la imagen exterior de España, el 21-O y en la calle, como se ha visto en la manifestación de 750.000 personas el 11-N.
La estrategia del PP es de dominio, escarmiento y sumisión, lo contrario al diálogo y a intentar pacificar la situación. Ciudadanos ha querido ir más lejos incluso que el PP por el disputado voto de la ultraderecha. Lo lamentable es el apoyo del PSOE al 155 y la renuncia al principal objetivo de Pedro Sánchez: echar a Rajoy, algo que puede convertirse en un suicidio para ellos y que divide a las que deberían ser las fuerzas del cambio. Pues nada, que unos y otros sigan haciéndole el juego al Gobierno para que pueda decir: “Vamos bien, porque nadie hablará de nosotros mientras Cataluña lo eclipse todo”. Cuando tengan claro que recuperan un 5% de votos de Ciudadanos, convocarán elecciones generales. Y, si les dejamos, seguirá la involución.
[Fuente: Cuarto Poder]
13/11/2017
Juan-Ramón Capella
Ciudadanía, nacionalidad, vecindad
Apunte para una reforma constitucional
Más de cuatro millones y medio de extranjeros residen habitualmente en España. Casi un millón y medio proceden de la Unión Europea, con lo que pueden beneficiarse de tímidas ventajas políticas aunque solo en elecciones municipales. Otros tres millones y pico ni eso. La mayor parte de estos últimos inmigrantes procede de América Central y del Sur, con los que compartimos idioma, y de países africanos, seguidos a distancia, en términos de cantidad, por asiáticos y europeos no comunitarios.
Estas personas viven permanentemente en España, donde trabajan, pero conservan su nacionalidad de origen.
La plenitud de los derechos políticos constituye la ciudadanía, y ésta no se construye sin el derecho a participar en los asuntos públicos. Se es ciudadano de pleno derecho si se puede votar y ser votado en elecciones generales.
La Constitución de 1978 atribuye la ciudadanía plena sólo a los españoles. Dicho de otra manera: hoy la ciudadanía está vinculada a la nacionalidad. A la nacionalidad española
El trabajo de los inmigrantes extranjeros es muy apreciable en toda España, y no sólo en las grandes megalópolis. Hay áreas de actividad, como la de los servicios de cuidado, prestados abrumadoramente por inmigrantes; encontramos inmigrantes asiáticos en el comercio y en la restauración; inmigrantes africanos en la importante actividad del reciclado, en la agricultura y en el comercio... Son solo unos pocos ejemplos, ya que la variedad de sus actividades es imposible de resumir. En las poblaciones pequeñas, donde las gentes se conocen, suelen ser muy apreciados y estar bien integrados. Pues bien: estas personas, establecidas permanentemente en España, avecindadas en ella, carecen de derechos políticos plenos: carecen de ciudadanía.
Hace años Javier de Lucas propuso reconducir la ciudadanía no sólo a la nacionalidad sino también a la vecindad, a un avecindamiento suficientemente sostenido en el tiempo. Cuatro o cinco años podrían bastar.
Ha llegado la hora de retomar esta inteligente propuesta y reformar el art. 13, 2, de la Constitución de 1978 para dotar de derechos plenos de participación política a nuestros vecinos de nacionalidad extranjera. Para que dejen de ser políticamente inexistentes y aporten, en el ámbito de la esfera pública, sus aspiraciones en la vida civil; para que en España latinoamericanos, africanos, orientales y otros tengan políticamente voz. También para protegerles (y protegernos) de los victimarios protonazis que necesitan a alguien, preferentemente extranjero, a quien humillar. Para que nuestra sociedad esté menos atomizada y más integrada: para que los hijos de estas generaciones de inmigrantes puedan sentirse ciudadanos españoles con naturalidad. Para que la palabra 'democracia' no se vacíe de sentido —o no tenga solo el sentido ritual y momificado de su invocación institucional— y muestre en cambio su cara amable y sus fecundas potencialidades para la vida en común.
Un cambio constitucional que atribuyera la ciudadanía española a los extranjeros residentes permanentes, y no solamente a los españoles, podría ser un pequeño botón de orgullo cívico para todos, al extender las relaciones democráticas, además de un acto de justicia.
[Fuente: infoLibre]
24/11/2017
El extremista discreto
El Lobo Feroz
Los motivos de un lobo psuquero
Se me vino encima un lobo enorme, evidentemente ya muy anciano, y se puso a despotricar a la puerta de mi covacha. "¡Es inadmisible!" —gritaba, temblando y salivando de ira todo él. Me costó bastante calmarle y averiguar qué es lo que consideraba inadmisible. "Pues que ya está bien: después de aguantar a Franco y a los franquistas y dejarnos la piel contra ellos, tuvimos que soportar una constitución descafeinada, con rey y todo lo demás; que se ignorara a nuestros asesinados, enterrados en las cunetas; tuvimos que soportar el escarnio de Felipe González contra nuestros hijos objetores de conciencia, y que nos metiera en la Otan; y aguantar estoicamente las arremetidas de Eta, con asesinatos injustificables. Y después a Aznar, con sus privatizaciones para los amigos de todas las empresas públicas que quiso, de Iberia a Telefónica, y que nos metiera en una guerra o dos; y la crisis... ¡para que acabáramos en esto!"
"Esto" resultó ser la división en dos de la población catalana gracias a un gobierno y unas asociaciones independentistas que decidieron —ciegos ellos— proceder a buscar la independencia de Cataluña por las vías de hecho. "¿Es así?" —le pregunto al anciano, que no sé siquiera cómo se llama—. "No. No sólo es así. Estos tipos se han ciscado en las leyes de un modo tal que si lo hubiéramos hecho nosotros ya nos habrían asesinado. A los rojos, se entiende. Y el independentismo se ha comido todas las cuestiones sociales en Cataluña y también en España. No se habla de ellas. Hasta los de Podemos o los Comunes hacen seguidismo del independentismo, que por lo demás pretende seguir dando la vara después de las elecciones. ¡Tener que pasar por esto un viejo psuquero como yo!"
Aunque no lo decía, inferí que lo que le pasaba al anciano colega era no saber a qué carta quedarse a la hora de votar en diciembre. Se negaba a votar, claro, a los independentistas y a los partidos de derecha (si es que no son lo mismo, un suponer), pero había perdido la confianza en En Comú Podem. "Políticamente me hacen sentir vergüenza ajena —decía—, aunque hay buena gente ahí". Lo que le pasaba, adiviné, es que tenía la tentación de votar a Iceta, "El único coherente en toda esta historia", dijo, pero temía que acabara dejando el paso libre a Ciutadans.
Al final le aconsejé que hiciera lo de otras veces: votar en conciencia, por ejemplo a un partido ecologista o a alguno de los grupos comunistas que aún se presentan a las elecciones, o meter en el sobre papeletas de los dos. Esto último le pareció divertido, y ya se iba cuando caí en la cuenta y me acordé:
— Pero ¡si los lobos no tenemos derecho al voto!
— Los extranjeros avecindados tampoco. Pero ¿quién te impide plantearte la cosa como un ejercicio teórico?
11/2017
La Biblioteca de Babel
Christian Ingrao
Creer y destruir
Los intelectuales en la máquina de guerra de las SS (trad. José Ramón Monreal)
Acantilado, 2017, 617págs.2017
De recomendable (y desasosegante) lectura, Creer y destruir tiene por objeto el análisis de la mentalidad y experiencias de un grupo de ochenta 'intelectuales' alemanes que, siendo niños y adolescentes durante la Gran Guerra, se integraron en los años treinta en el aparato central de las SS, el llamado SD (siglas de Sicherheitsdienst; traducción literal: Servicio de Seguridad). El SD estuvo a cargo de la dirección de la represión político-social en el Reich y en Europa continental, de la colonización germanizadora –o 'arianizadora'− de los territorios ocupados en Europa del Este y de los prolegómenos del genocidio judío durante los años del Tercer Reich. El autor entiende por “intelectual”, a efectos del objeto de su trabajo de investigación, toda persona con formación académica completada en los ámbitos de las ciencias sociales y las humanidades –nuestros licenciados y doctores en esos ámbitos−. Si bien el tema del libro puede parecer muy específico, sólo de interés para especialistas académicos en el fenómeno del nazismo, su lectura atenta tiene una utilidad general, entre otras cosas, y muy destacadamente, porque muestra con mucha claridad cómo la formación universitaria, en un contexto histórico-social apropiado, no contribuye en nada a hacer mejores a los individuos ni inmuniza contra la brutalidad, sino más bien todo lo contrario. También proporciona la enésima prueba de que los nacionalismos son, esencialmente, incompatibles con la inclusión social, la universalidad de la dignidad humana y la paz. El hecho sugerido por algunos autores de que el nacionalsocialismo acabara por desbordar el marco del nacionalismo no cambia las cosas en modo alguno, pues, en cualquier caso, siempre conservó una conexión muy estrecha con su fuente primigenia: el nacionalismo alemán del último tercio del siglo XIX.
Christian Ingrao sigue un orden cronológico a la hora de exponer los resultados de su investigación. Así, su ensayo, tras el prólogo o introducción de rigor, comienza con la experiencia indirecta de la guerra que tuvieron los sujetos estudiados en su obra. Como antes se ha indicado, esos sujetos, nacidos avanzada ya la primera década del siglo XX, eran niños o adolescentes en los años 1914-1918 y, por consiguiente, no tomaron parte en los combates de la Gran Guerra. Sin embargo, sufrieron las privaciones padecidas en la retaguardia y se vieron expuestos a la constante propaganda patriótica pangermanista difundida entonces. La inmensa mayoría de los sujetos investigados procedía, además, de las clases medias más o menos acomodadas, por lo que la cultura obrera construida por el partido socialdemócrata y los sindicatos socialistas alemanes les resultaba completamente ajena y no pudo protegerles de una educación familiar y pública empapada de nacionalismo vindicativo. La derrota y la inmediata posguerra insertaron firmemente en su mente la idea de que Alemania estaba amenazada por una conjura de enemigos diversos (los vencedores de la Gran Guerra y los socialistas, comunistas, judíos y eslavos) cuyo propósito era destruirla. En consecuencia, estaban dominados por el temor a que la supervivencia misma de la nación alemana estuviera en peligro. La amplia difusión social de las ideologías racistas biologicistas, en particular, el antisemitismo racial y el supremacismo 'nórdico' o 'ario', presuntamente dotadas de una base científica, y el paso por la universidad consolidaron y radicalizaron dicha idea o creencia. En efecto, el fenómeno de la universidad como matriz generadora de intelectuales liberales o de izquierda es extraño a la Europa anterior a la segunda posguerra mundial. Por lo general, en la universidad europea y, muy en especial, en la alemana, predominaron en el período de entreguerras las corrientes nacionalistas radicales de derechas, de tono racista e imperialista en su mayor parte. Tanto es así que, a primeros de los años treinta, antes de los éxitos electorales nazis de 1932, el sindicato nazi de estudiantes era, con diferencia, el sindicato estudiantil mayoritario en el mundo universitario alemán.
Todo lo anterior condujo a que ya en la universidad la mayoría de los individuos estudiados por Ingrao decidieran militar en organizaciones relacionadas con el partido nazi o en organizaciones völkisch afines. Reclutados durante los años treinta por los líderes de las SS, fueron ascendiendo en la jerarquía de esta organización hasta formar los cuadros encargados de la alta administración del SD bajo la dirección de Himmler y su segundo, Heydrich. Dada su juventud, pocos llegaron a ocupar las más elevadas posiciones dentro del régimen nazi, reservadas a las generaciones que habían luchado en la Gran Guerra, excepción hecha de O. Ohlendorf, W. Schellenberg, F. Six y W. Best, que formaron parte del círculo de personas de confianza de Himmler y Heydrich.
En su calidad de altos cargos del SD, se dedicaron a una gran variedad de cometidos, todos ellos destinados en última instancia a moldear la sociedad alemana y, más tarde, toda la Europa ocupada conforme a los criterios del determinismo racista e imperialista nazi. Como se sabe, los jerarcas nazis creían que la vida social se debía fundar en las leyes de la biología, tal y como ellos las entendían. La creencia en una pretendida esencia racial, genética, de las naciones, la cual estaba amenazada por la mezcolanza entre gentes de distintas procedencias nacionales, era un verdadero artículo de fe para los nazis convencidos. Sostenían que sólo se podían integrar plenamente en la sociedad alemana quienes reunían los presuntos caracteres biológicos –que determinaban, a su vez, la cultura y la moralidad de los pueblos− propios de los alemanes 'arios' o 'nórdicos'. En cambio, quienes no los reunían debían ser subyugados, marginados o expulsados de la sociedad: este era el caso, en especial, de las personas catalogadas como judías, aunque no sólo ni mucho menos, pues en el ideario nazi las poblaciones no étnicamente alemanas del Este tenían por destino final trabajar como siervos para sus amos alemanes. El imperialismo racista nazi se combinaba sin solución de continuidad con la obsesión 'defensiva' que veía a Alemania amenazada por todas partes por enemigos alevosos y despiadados: el imperialismo racial era el mejor modo de garantizar la supervivencia de Alemania y de los Volksdeutsche (alemanes étnicos).
Imbuidas sus mentes del sistema de creencias acabado de esbozar a muy grandes rasgos, los jóvenes cuadros 'intelectuales' del SD consagraron sus vidas a tres tareas fundamentales: envolver el sistema de creencias nacionalsocialista en formas académicamente impecables, esto es, dar a la ideología nazi una apariencia de 'cientificidad' (un buen número de los cuadros del SD estudiados en el libro tenían el título de doctor y algunos incluso fueron profesores de universidad: casos de R. Höhn, F. Six, H.J. Beyer y W. Best, entre otros); organizar la represión político-social a cargo de la Kripo (policía criminal especial), la Sipo (policía de seguridad interior) y la Gestapo (policía política secreta), tarea en cuyo seno se concedió una especial importancia, como es lógico dada la naturaleza del régimen nazi, a la identificación, seguimiento y estudio de los enemigos político-raciales, reales o supuestos, del nazismo; y, por último, planificar una radical transformación socioeconómica y cultural de los espacios ocupados en Europa del Este, una vez derrotada la Unión Soviética. En relación con esta última tarea, conviene subrayar que entre 1939 y 1942 los 'intelectuales' del SD diseñaron el denominado Generalplan Ost y sus sucesivas reformulaciones, un escalofriante plan de colonización de Polonia y la Rusia europea. Este plan preveía el reasentamiento de alemanes étnicos en las tierras conquistadas en el este de Europa, los cuales constituirían una clase privilegiada de colonos cuya prosperidad, al servicio, a su vez, del bienestar de la Volksgemeinschaft o 'comunidad del pueblo' alemana, se fundaría en la explotación del trabajo de las poblaciones eslavas realizado en condiciones de servidumbre o semiesclavitud necesario para el desarrollo de una economía fundamentalmente agropecuaria y de explotación de recursos naturales. La intelectualidad eslava debía ser exterminada y los trabajadores del Este mantenidos en una condición semianalfabeta. El exceso demográfico de 'seres infrahumanos', calculado en más de treinta millones de eslavos y judíos, debía ser suprimido por hambre o mediante la deportación a las planicies siberianas (lo cual venía a ser lo mismo). Para los 'intelectuales' del SD, el Generalplan Ost constituía la realización más acabada de la utopía nazi –una distopía absoluta, desde luego, para quienes no eran miembros de la Volksgemeinschaft alemana−.
Un buen número de los 'intelectuales' del SD analizados en el libro reseñado no se limitaron a ser propagandistas académicos, administradores o planificadores, sino que participaron sobre el terreno en la violencia genocida desplegada por el Tercer Reich en los años de la segunda guerra mundial. El nacionalsocialismo, que despreciaba profundamente por igual al intelectual liberal o marxista y al intelectual 'apolítico' o al dedicado en exclusiva al cultivo del saber teórico, desarrolló con el tiempo su propio ideal de 'intelectual' comprometido, de 'intelectual-hombre de acción', el cual los individuos del SD con formación universitaria aspiraban a encarnar. Estos últimos consideraron, inducidos por las promesas de promoción de sus jefes, que la mejor manera de hacerlo consistía en aceptar el mando de los Einsatzgruppen y los Einsatzkommandos y Sonderkommandos encargados de llevar a cabo la llamada Osteinsatz ('misión en el Este'). Estos grupos y comandos, fuertemente militarizados y mecanizados, constituyeron lo que los historiadores suelen conocer con la expresión de 'unidades móviles de exterminio'. Estas unidades tenían por objeto liquidar al enemigo 'judeo-bolchevique' tras la línea del frente en Polonia y, más tarde, en la Unión Soviética, y se especializaron en el asesinato en masa mediante fusilamientos y gaseamientos en camiones de judíos (mujeres y niños incluidos) y comunistas, dos categorías de personas indisociablemente vinculadas entre sí en el imaginario nazi, así como a partisanos y a civiles no combatientes en represalia por las acciones partisanas [1]. Unidades similares actuaron también en Yugoslavia, aunque no recibieran el nombre de Einsatzgruppen. Los 'intelectuales' del SD dirigieron, en consecuencia, la matanza de las víctimas de las unidades de exterminio. Pero dada la magnitud del genocidio proyectado por el liderazgo nazi, el peso del asesinato en masa, al menos del asesinato en masa de personas judías, recayó a partir de los primeros meses de 1942 en el sistema de campos de exterminio y su personal, sin que por ello los Einsatzgruppen, convertidos ahora en unidades con un acuartelamiento estable, desapareciesen.
Es de hacer notar que los 'intelectuales' del SD en servicio en el este participantes en los asesinatos en masa de no combatientes, hombres, mujeres y niños, no respondían en su inmensa mayoría al perfil psicológico del sádico o de quien disfruta siendo cruel. Su tarea de matarifes les resultaba hasta penosa y sumamente desagradable, pero se sobrepusieron a la transgresión de las normas de moralidad básica que suponían las matanzas gracias a la interiorización de una moral perversa producto de la asunción de la ideología nazi. La tarea patriótica de extirpación de los enemigos 'biológicos' de la nación alemana justificaba las matanzas; éstas eran repugnantes e implicaban transgredir normas morales básicas, como la prohibición de matar seres indefensos con apariencia humana, sobre todo, mujeres y niños, pero una pretendida moralidad superior, dictada por la supervivencia de la nación racial, la hacía necesaria. Al sobreponerse a la transgresión de la moralidad elemental, el 'intelectual-hombre de acción' nacionalsocialista demostraba su superior hombría, su superior virilidad: sacrificaba su conciencia moral de hombre común a las exigencias de la patria.
Los 'intelectuales' del SD permanecieron impertérritos en sus puestos hasta las últimas semanas de guerra, cuando la administración nazi colapsó. En la fase final de la guerra, algunos colaboraron en los intentos de última hora de Himmler de buscar una paz por separado con los aliados occidentales y poder así proseguir la guerra en el Este intentando vender el Tercer Reich como un baluarte de la cristiandad occidental frente al asiático comunismo ateo representado por la URSS. Obviamente, fracasaron. Visto lo cual, procuraron no caer en manos de los aliados huyendo a otros países o forjándose una falsa nueva identidad. A diferencia de la generación de Hitler o Goebbels, muy pocos decidieron suicidarse (en la muestra de ochenta individuos de Ingrao, sólo uno lo hizo). Muchos de ellos fueron juzgados por los tribunales norteamericanos de Núremberg –no confundir estos 'juicios de Núremberg' con los realizados ante el Tribunal Internacional de Núremberg− y por tribunales polacos, soviéticos, checoslovacos y yugoslavos en los años de la inmediata posguerra mundial y fueron condenados por esos mismos tribunales a una amplia gama de penas, pero la mayoría pudo reintegrarse de un modo u otro a la nueva sociedad alemana cuando la guerra fría puso fin a los procesos de desnazificación en las dos Alemanias. Su situación volvió a cambiar con una nueva oleada de juicios impulsados por los jueces y fiscales de la República Federal de Alemania en la segunda mitad de los años cincuenta y, sobre todo, en la primera de los sesenta. En estos juicios no tuvieron la menor oportunidad de negar su participación en los crímenes de guerra, contra la humanidad y de genocidio que se les imputaba, dada las abrumadoras evidencias existentes, pero no asumieron su responsabilidad, sino que trataron infructuosamente de eludirla invocando la obediencia debida y el estado de necesidad. Ninguno mostró el menor arrepentimiento o expresó condena moral alguna en relación con los crímenes cometidos bajo el nazismo.
Notas
[1] Las 'unidades móviles de exterminio' ejecutaron en la campaña de Polonia (septiembre-octubre de 1939) a unas 10.000 personas y en la campaña de la Unión Soviética, entre julio y diciembre de 1941, nada menos que a unas 550.000 personas. La acción asesina singular más espantosa tuvo lugar en el barranco de Babi Yar, cerca de Kíev, los días 29 y 30 de septiembre. En ella, el Sonderkommando 4a perteneciente al Einsatzgruppe D asesinó a tiros por orden del jefe de este último, Otto Ohlendorf, a 33.371 personas en tan sólo dos días (cifras dadas por el propio autor). El gran compositor ruso Dmitiri Shostakovich compuso su sinfonía 13ª en memoria de las víctimas de Babi Yar.
Ramón Campderrich Bravo
11/2017
En la pantalla
Ulrich Seidl
Safari
Merece la pena detenerse en esa última película de Ulrich Seidl, que podría pasar fácilmente desapercibida por ser etiquetada como documental y por haber pasado fugazmente, también en España, por salas sólo minoritarias.
La película trata de turistas alemanes y austriacos afincados en territorio africano (en la zona fronteriza entre Namibia y Sudáfrica), donde transcurren sus vacaciones practicando la caza de antílopes, cabras, ñus, jirafas, elefantes y otras criaturas salvajes, que una vez abatidas son por ellos fotografiadas junto con el autor de la empresa, el arma y el perro que la han hecho posible.
La película es de gran impacto emotivo, pese, o gracias, a su álgida y geométrica perfección, a la rigurosa e incisiva nitidez de las imágenes con las cuales el director disecciona personajes y situaciones con precisión friamente científica, poniendo al desnudo una realidad cruenta y despiadada bajo su aparente normalidad e inofensividad.
La ficción simula el documental aun partiendo de filmaciones y entrevistas reales durante las cuales no vemos ni oímos al entrevistador, que otro no es sino el ojo neutro e impasible de la cámara situada frontalmente ante los entrevistados. Como éstos respecto a la fauna africana pacientemente acechada, abatida y fotografiada durante su actividad venatoria, la cámara saca fotografías de la fauna humana, de la que el espectador ve de inmediato un “ejemplar” en la pareja en bañador expuesta a los rayos solares, sinécdoque que funciona como epíteto épico y leitmotiv del “ciudadano medio occidental”, quien, en palabras de Seidl, constituye el verdadero asunto de la película. Una imagen sorprendente con la que establece un paralelismo antitético entre la fauna animal, provista de una gracia y elegancia majestuosa, e incluso de una dignidad, que muestra, sin comentario alguno, la espléndida escena en que las jirafas asisten impávidas e impotentes a la agonía de una de ellas, y la fauna humana, deformada por la obesidad, el sedentarismo físico y mental, la apatía y el aburrimiento que caracterizan a los individuos de las sociedades opulentas, quienes en virtud de su poder adquisitivo recorren las partes desamparadas del mundo en busca de incentivos, emociones y entretenimiento.
Enmarca externamente la película el nítido y poderoso son del cuerno de caza que precede al título y el de los emitidos por tres cazadores acompañando el listado de los créditos de cierre. Música triunfante que remite a la tradición venatoria ejercida por las clases aristocráticas europeas, con las que los personajes entrevistados comparten su elevada posición social, el ocio y la explotación de las clases subalternas. Los “ricos frescos”, los que hoy detentan el poder económico, tienden, como es habitual, a imitar las formas aristocráticas de quienes como ellos han colonizado el mundo con el objeto real de dominarlo y explotarlo y con el objeto declarado de ayudarlo y civilizarlo.
El espectador no oirá otra música a lo largo de una narración en la que predomina el silencio, el diálogo a media voz apenas susurrado, el rumor del viento, el crujido de los pasos o del todoterreno sobre el suelo pedregoso, y la detonación de las armas de fuego que con precisión matemática abaten las piezas previa y meticulosamente apuntadas con modernos y sofisticados instrumentos propiamente bélicos, que permiten disparar cada vez con mayor precisión y a mayor distancia del objetivo, alojado el tirador en el mimético acechadero que le hace invisible a los ojos de la víctima elegida. Matar a distancia sin dar la cara y sin mancharse las manos de sangre es lo propio de los ejércitos al servicio del colonialismo actual, que lanzan drones sobre objetivos “mirados” que alcanzan indefectiblemente a víctimas inocentes y desarmadas. Ver sin ser visto: clave del Poder, desde el Basilio calderoniano hasta el panóptico de Bentham.
Que de eso se trata lo indica la caña de fusil que, al inicio de la película, asoma silenciosa y amenazante de una rendija del acechadero, apuntada directamente al espectador, quien al oír el inesperado disparo no puede sino echarse para atrás, como se dice hicieron los espectadores que presenciaron el tren que pensaron se les venía encima en la famosa Llegada de un tren a la estación de La Ciotat (1896) de Louis Lumière. Que el safari de que trata la película discurra en ese doble nivel, o en varios niveles, lo confirman numerosos elementos que iré desgranando en estas líneas.
Cabe destacar, ante todo, el estilo de esta obra extraordinaria, que diríase emplazada en un espacio abstracto, sometido a una especie de cenitalidad perenne que apenas produce sombras. A ello concurren las geométricas simetrías de los “cuadros” en que quedan inmovilizados los protagonistas al atender a las entrevistas de la cámara invisible que registra sus irrelevantes aunque significativos diálogos. Geométrico es asimismo el paralelismo que establece Seidl entre las fotografías con que los improvisados exploradores inmortalizan sus hazañas y trofeos, y las tomas con que él mismo fija con objetividad y dureza implacable la mentalidad, la falsa y la mala conciencia y aun la patología que subyacen y determinan la acción de quienes desconocen los verdaderos móviles de su propia conducta.
La cámara sigue a los personajes con la misma obstinación con que éstos acechan y persiguen a sus víctimas para luego viviseccionarlos con bisturí que se adentra en sus carnes, análogo a los afilados cuchillos con que los autóctonos despedazan las reses abatidas: fauna humana que el cineasta ha diseccionado con parecida crueldad y pericia en su espléndida Canícula (2001)[1], a la que aquí remite desde el principio con la pareja al sol mencionada, embadurnados sus cuerpos con crema solar protectora en obediencia a los cánones consumistas de nuestros días. Ese emblemático individuo, obeso, sudoroso, que cierra los ojos o los cubre con un periódico en su inconsciente y confortable ceguera, asume rasgos de un patetismo grotesco cuando, viejo e impotente, se embarca él también en la “aventura” de la caza, asistido por quienes le predisponen una escalera con que subirse al acechadero, donde pasa el tiempo cabeceando medio dormido, bebiendo cerveza, roncando y al fin emitiendo un apenas perceptible eructo. Individuo hecho de la misma sustancia de los jóvenes y apuestos exploradores que la cámara a mano irá siguiendo con infatigables planos secuencia a lo largo de la partida de caza, todos ellos con binóculo y máquina fotográfica al cuello al objeto de inmortalizar sus hazañas con el selfie de la modernidad, a falta de pintores ilustres que, como antaño, perpetúen la montería practicada por la aristocracia del privilegio y el ocio.
Dos sujetos se enfrentan sin enfrentarse a lo largo de la acción: los turistas del Norte y los autóctonos del Sur, los ocupantes y los ocupados, los vencedores y los vencidos. El montaje a corte y la sabia utilización de la luz y el color ponen en evidencia la dicotomía insanable de un país reiteradamente colonizado. A la luminosidad solar del paisaje en que se desarrolla la acción venatoria y a la luz blanquecina y opalescente que envuelve, diáfana, las moradas de los “blancos” turistas, Seidl opone la penumbra, la semioscuridad y los colores fríos de los restringidos y marginales espacios en que queda relegada la población indígena por obra y gracia de los primeros. La cámara se mueve lentamente y se detiene y demora en escenas estáticas que pertenecen a uno y otro ámbito y que el brusco montaje dispone en sucesión alterna de modo que se iluminen y glosen recíprocamente. Todo tiende a inmovilizar el dinamismo cinematográfico y a convertir el flujo de la acción en fotograma, esto es, en documento testimonial.
Dicotomía y antagonismo conforman la estructura de la película. Los blancos tienen la palabra y ocupan prácticamente todo el escenario, también en el sentido teatral del término; los negros quedan confinados en el espacio invisible de los bastidores, donde hablan entre ellos sin que nadie se preocupe de traducir sus palabras. La voz de los dominadores se contrapone al mutismo al que ellos les condenan, sirviéndose de sus servicios sin dirigirles nunca la palabra, como si de hecho no existieran. Ignoran lo que ocurre en el matadero, donde despedazan las reses y construyen con sus cabezas el “cuadro” de sus trofeos, en el que incluyen como nota exótica a algún autóctono equiparado a la fauna “salvaje”, todos ellos fijados, diríase clavados, en la pared como mariposas que un obseso coleccionista hubiera ensartado con implacables alfileres; ignoran que esos hombres se alimentan de los desperdicios de su inútil matanza, que viven mísera y marginalmente en viviendas que la cámara enfoca al sesgo, sólo lateral y parcialmente, mostrando las paredes y cobertizos de hojalata apenas iluminados por una luz opaca con tintes verdosos y violáceos que contrastan con el blanco neutro de las escenas en que se exhiben frontalmente los primeros.
No se trata sólo ni primariamente de condenar la práctica de la caza. Seidl arroja su luz despiadada sobre el nuevo sujeto histórico de nuestros días: el consumista carente de capacidad lógica y de conciencia crítica, confortablemente arrellanado en el conformismo irresponsable de la mayoría. Los jóvenes y apuestos exploradores de Safari, así como los ricos vejetes que Seidl trata con parecida inclemencia en Canícula, portadores del mito consumista de la juventud, los cuales pueden permitirse el lujo de vivir la ilusión de ser eternamente jóvenes con el dinero, son encarnación de ese sujeto de nuestros días que reduce el mundo a cosa comprable y cosifica la vida misma, sea que se trate de los espléndidos animales abatidos o de seres humanos obligados a vender sus servicios y los recursos de sus tierras a las condiciones por ellos establecidas. El individuo que Seidl “retrata” a lo largo de su documental, ficticio sin dejar de serlo, es el Gran Consumidor del Norte de que habla Vázquez Montalbán en su Panfleto desde el planeta de los simios, esto es, el dios supremo de la teología neoliberal.[2] Ese individuo no sólo se niega a reconocer como colonialismo sus pretendidas exportaciones de libertad y democracia a todos los rincones del mundo, sino que asume la brutalidad de ese colonialismo aparentemente inocuo como cosa normal y corriente, reduciendo de tal modo la perversidad de sus actos en pura banalidad del Mal. No es arbitrario referirse al “planeta de los simios”, que Seidl ha estigmatizado de forma sarcástica y no menos descarnada en su anterior Canícula, que aquí cita con frecuencia, puesto que para los “civilizados” cazadores de Safari los indígenas no son sino simios, como bien indica el que obliguen a la muchacha que instalan en medio de los trofeos a sostener en sus manos la cabeza de un mono, “cazado” en el momento en que su boca se abre en un grito desgarrador y furioso.
Si las imágenes hablan por sí solas de la banalidad del mal ejercido sobre seres vivos reducidos a objetos subordinados a la propia satisfacción y arbitrio – la indiferencia con que se maneja al animal herido o se observa la sangre que brota de sus heridas, la ramita enfilada en la boca de la res para que resulte más fotogénica y hermosa, la pose asumida por el sujeto junto a ella[3], acompañado del arma y el perro que han permitido la hazaña –, el diálogo que el presunto entrevistador registra directamente de la boca de los entrevistados muestra las motivaciones de la acción en forma dialécticamente introyectada, como si el sujeto, sin salirse de su interior, se enfrentara a quienes condenan la caza o denuncian las varias formas de racismo y colonialismo existentes. Es ahí donde aparecen de un lado los resortes psicológicos que mueven a la violencia (que Seidl llama” la naturaleza humana”) y de otro la mentalidad e ideología que permean gran parte de las sociedades europeas, en las que no es casual estén aflorando formas más o menos veladas de fascismo que creíamos desaparecidas.
Inherente a la naturaleza humana es, según Seidl, el deseo de poner a prueba la propia habilidad y las propias fuerzas en la compulsiva afirmación del yo ante sí mismo y ante los otros, que se la confirman con la aprobación y el aplauso. Asunto que ha tratado también en Canícula, donde la violencia ejercida sobre los más débiles a través de la humillación arranca de un complejo de inferioridad que mira a compensarse mediante la sumisión atemorizada de quienes no pueden o no saben defenderse. Variación sobre el mismo tema es la caza deportiva aquí practicada en grupo, en la que el individuo ve la ocasión de sobresalir y de dominar al otro disminuyéndolo o aniquilándolo. Instinto de autoafirmación alimentado por la competitividad que el mundo contemporáneo pone al centro de las relaciones humanas y que en manos de Seidl asume formas compulsivas propiamente patológicas,[4] como indican la reiterada exaltación de las proezas venatorias por parte de los protagonistas y la maníaca exhibición de objetos relativos a la caza con la que decoran iterativamente sus casas (incluso las cortinas y el revestimiento de las butacas llevan estampados el pelaje de cebras y panteras).
Con su arma acusatoria Seidl apunta a ese “ciudadano medio occidental” que no sólo consuma cuantitativamente sino que confirma las relaciones de carácter individual y social basadas en el consumo. Gran Consumidor de Turismo, para empezar, industria que no conoce crisis aun en años de crisis, producto de segura venta entre la diversificada burguesía del denominado Primer mundo, dentro de la cual las clases pudientes establecen las tradicionales distancias sociales haciendo que el turismo de lujo sea privilegio de unos pocos, sin que ello los eleve por encima de la vulgaridad intelectual y moral de la mayoría. Turismo, ése denunciado en la película, que muestra cómo las sociedades opulentas del Norte lo son porque se han enriquecido y siguen enriqueciéndose gracias a un colonialismo aparentemente inerme ejercido en territorios de los que nada se sabe ni quiere saberse merced a la complicidad de los lobbies mediáticos subordinados a los intereses de las clases hegemónicas.
Ese turista privilegiado paradigmático del colonialismo que hoy como ayer se impone con las armas, lleva dentro de sí la presunción de su presunta superioridad racial y cultural, que a su ver le confiere unos derechos confirmados por el armamento ideológico predispuesto por la subcultura del consumo que ha introyectado en su conciencia y que le exenta de dar razón de sus actos. Al enfrentarse con el “otro” dentro de sí, el individuo interpelado se afana en convencer y convencerse de la bondad de las doctrinas y verdades dominantes que reivindican el racismo, el racismo económico, el apartheid de la prosperidad del Norte frente al Sur, y la esclavitud en sus múltiples variantes: “¿Por qué debería justificarme? No tengo por qué justificarme. No hay nada escrito, no hay una ley que lo prohíba”. Asunción acrítica de lo ya existente apelando a presuntas leyes naturales y eternas en que son sistemáticamente convertidas leyes históricas diseñadas a la medida de los intereses de las minorías sociales establecidas y de sus portavoces intelectuales: “Porque nosotros, los seres humanos estamos en la cúspide de la pirámide, y somos superfluos”. Superfluos, pero convencidos de que desde la cúspide de la pirámide el hombre puede dominar y destrozar el mundo: “la naturaleza ya ha desaparecido, aquí todavía ha quedado un poco, pero en realidad ya ha desaparecido… el problema es que somos demasiados… la mera existencia del hombre en los números actuales suplanta a la naturaleza… no se resuelve prohibiendo ciertas actividades como la caza”. Pasiva aceptación de las cosas tal como son en nombre del “realismo”, a las que se obstinan en oponer resistencia los “ingenuos” que todavía no han renunciado a modificar el mundo, eternos Peter Pan que se resisten a crecer y a admitir lo inevitable, porque “no hay alternativa”: “Quien no lo ha comprendido o combate ciegamente por la protección de los animales no lleva a nada… el problema verdadero es la prevalencia numérica del hombre”. Corta ese discurso incapaz de plantear el porqué de la situación y de insinuar una culpabilidad histórica, una escena fría y desgarradora en la que hombres negros comen los residuos de las reses abatidas en un espacio en el que la luz entra apenas lateralmente por una rendija.
Al adentrarse en la inconciencia y filisteísmo de ese individuo representativo de la actual sociedad de masa, Seidl apura todos los registros sin excluir lo patético y grotesco. Patéticas son las palabras del matrimonio que comenta la “amabilidad”, o sea la sumisión, de los negros, complaciéndose de su bondadosa relación con ellos y de su comprensión, a las que opone farisaicamente los malos tratos con que los tratan sus compatriotas: “no me quejo, tengo una buena relación con ellos… son humanos como nosotros… algunos los tratan muy mal… no es culpa suya si son negros o tienen la piel oscura…”. Después de lo cual aparece de golpe la instantánea de la muchacha negra situada en el centro de una pared repleta de trofeos que lleva en sus manos la cabeza del mono mencionada.
La mala o falsa conciencia se reviste de justificaciones legales e históricas que pretenden legitimar el fundamentalismo de mercado, como lo llama Susan Sontag, es decir, la fatalidad del éxito del Norte o del rico, ligada a la libertad de iniciativa, y el fracaso definitivo del perdedor social, que no ha sabido salir del subdesarrollo: “si la caza se hace en circunstancias controladas es legítima… en países subdesarrollados lleva dinero a la gente…”. La explotación deviene beneficencia, la matanza se convierte en ecologismo: “ir a cazar no significa matar animales… para los animales más viejos, enfermos o heridos es una liberación… en realidad se ayudan a las especies a sobrevivir y reproducirse”… Hasta llegar a la hipocresía pura y simple con razonamientos de una candorosa y desarmante estulticia (téngase en cuenta que son palabras que salen efectivamente de los entrevistados): “no uso la palabra matar, digo abatir, suena mejor que matar… se piensa en las matanzas de masa… matar para mí es lo que se hace en el matadero…”.
“Matanzas de masa”, “ayudar a las especies a sobrevivir y reproducirse” eliminando las enfermas, las que entorpecen el perfecto desarrollo de la especie. No son las únicas referencias a la ideología nazi enquistada en las mentes de esos exportadores de democracia y progreso. Concurren otros muchos elementos, empezando por la nacionalidad de los exploradores (alemanes y austriacos) y siguiendo con sus buenos modales unidos a la indiferente brutalidad de sus actos, y la inusitada ternura que muestran hacia sus perros, los únicos “animales” (porque tales son considerados también los autóctonos) que merecen cariñosas caricias y son dignos de “posar” al lado de sus amos. La centralidad otorgada a la figura del perro en la toma final con al fondo dos armaduras medievales que flanquean la puerta situada en el centro, elementos dispuestos en la simetría que ha caracterizado las escenas protagonizadas por los “turistas”, indicando el Orden establecido que ellos representan[5], bien parecen apuntar a esa cultura “aristocrática”, depredadora y clasista propia de los países del Norte, y a la permanencia de un fascismo histórico no perecedero que, como dice Montalbán, ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma[6].
Determinante por su inequivocable significado es la secuencia inicial a la que ya me he referido: la del disparo dirigido al espectador por un cazador invisible. Posible objetivo de ese exterminio dictado por inconfesados intereses económicos somos todos los que poblamos la tierra aunque parezca que cuanto ocurre fuera de nuestras fronteras, individuales, sociales, nacionales, no nos afecta ni somos de ello directa o indirectamente responsables. A este propósito acuden a mi mente las palabras que el subcomandante Marcos pronunciara en 1994: "la máscara negra es un espejo, de modo que Marcos es un gay en San Francisco, un negro en Sudáfrica, un asiático en Europa, un Chicano en San Ysidro, un anárquico en España, un palestino en Israel, un indio maya en los estrechos de San Cristóbal, un judío en Alemania, un gitano en Polonia, un mohawk en Quebec, un pacifista en Bosnia, una mujer sola en el metro a las diez de la noche, un campesino sin tierra…” [7].
Víctimas eventuales de ese safari somos todos nosotros, ignaros de, o indiferentes a, la violencia perpetrada sobre “los otros”, instalados como estamos en democracias formales que permiten dar por supuesto que de ellas se derivan en libertad relaciones justas que no admiten crítica[8]; visto que, además, “somos demasiados” y que es posible mejorar la raza humana suprimiendo a los individuos “enfermos”, a los que se obstinan en no crecer y adaptarse al sistema, entrabando de tal modo el buen funcionamiento del Orden establecido.
En una entrevista Seidl ha dicho que esta película habla de “muchas cosas”. Quizás algunas de ellas sean las que aquí he apuntado.
Notas
[1] La película recibió el Gran premio del Jurado en la “Mostra del cinema” de Venecia. Recuérdense entre otros títulos, Tierische Liebe (1996), la trilogía Paradise: Paradise: Love (2012), Paradise: Faith (2012), Paradise: Hope (2013), seguida de Im Keller (2014) e Ich seh (2014).
[2] Manuel Vázquez Montalbán, Panfleto desde el planeta de los simios, Barcelona, Crítica, Grijalbo Mondadori, 1995, p. 71.
[3] Es curiosa la coincidencia con el caso reciente de un retén de incendios que, como dice el título de la noticia, “Atropella a un lobo ibérico y posa ufano con él mientras lo sostiene por las orejas” (Diario Público, 26 de noviembre de 2017).
[4] Ha dicho Ulrich Seidl: «Me he puesto en viaje para descubrir y mostrar lo que motiva a tantas personas a cazar y cómo esta actividad puede convertirse en una obsesión. Pero durante la elaboración del film se ha convertido también en un film sobre el concepto de matar: matar por el placer de hacerlo sin estar nunca realmente en peligro, matar como una especie de liberación emotiva. Conocía a cazadores que mataban, pero no a parejas y familias que se besan y se congratulan entre ellos tras la matanza. El acto de matar parece para ellos un acto libídico».
[5] Otro leitmotiv es el esmero con que esos personajes cuidan sus jardines, con parterres y plantas ordenadamente dispuestas.
[6] Manuel Vázquez Montalbán, op. cit., pp. 75-76.
[7] La periodista canadiense Naomi Klein cita ese entrecomillado de Marcos transcrito por Robert Collier, Commander Marcos Identifies With All, “San Francisco Chronicle”, 13 de junio de 1994.
[8] Me apropio de los términos de Vázquez Montalbán, op. cit., p. 70.
El trailer puede verse a continuación:
Loreto Busquets
11/2016
Tras los Muros
Matadero
Lo que la industria cárnica esconde
'Matadero', el documental que muestra sin filtros la industria cárnica
‘Matadero’. Con este nombre tan contundente aparece el documental del fotógrafo Tras los muros, nombre que busca preservar el anonimato del también activista, ya que la inmensa mayoría de las imágenes que muestra en su trabajo lo hace infiltrándose.
Se trata de un llamamiento “a poner rostro” a los millones de animales que cada día son sacrificados en el mundo para ser consumidos por las personas o por otros animales. En solo 40 minutos el espectador puede tener una idea de lo que esconden los mataderos, lugares de difícil acceso, no solo cubiertos por los ladrillos o el hormigón de sus muros, sino que también son alejados de los núcleos de población para que la opinión pública no pueda ver lo que ocurre dentro. Ni siquiera los consumidores tienen un acceso a la producción. Esta realidad parece dar la razón y se justifica por la famosa cita de Paul McCartney que dice: “Si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos”.
La película es el trabajo final de dos años de documentación que empezó como un nuevo trabajo de investigación, pero que al final se ha convertido en uno de los documentales más completos y descarnados sobre la industria cárnica.
“Tenía en mente realizar un reportaje e investigación en varios mataderos pero una vez puesto en situación, entendí que podía llegar mucho más lejos y me planteé la posibilidad de realizar también un documental. La idea inicial era registrar todo el proceso con fotografías, que es el medio de todo mi trabajo, pero he sentido la responsabilidad de hacerlo también de forma audiovisual”. Así explica el activista que hay detrás de Tras los Muros este proceso que lo llevó a visitar numerosos mataderos en México.
Preguntado por el porqué de este país, el autor explica que “se dieron las condiciones” para que fuera allí y aclara -para quien pudiera pensar que en otros países como España esta realidad no existe- que “todo lo que ahí se muestra sucede de manera similar en cualquier lugar tal y como queda probado con las investigaciones que han sido realizadas en otros países”. “He sido muy cuidadoso con la selección -continúa-. Muchas de ellas muestran métodos de aturdimiento estándares en todo el mundo, como la electronarcosis, el aturdimiento mecánico con perno cautivo o los baños de agua eléctrico. He incluido algunas imágenes que incumplen la ley pero que también pueden suceder en mataderos de cualquier país tal y como evidencian las investigaciones realizadas en una buena parte de la geografía internacional”.
Investigaciones que han logrado remover conciencias y cambiar legislaciones. A principios de año, unas grabaciones con cámara oculta de la asociación L214 logró que en Francia se impusieran cámaras de vigilancia para controlar el trato a los cerdos en los mataderos. En España. Italia, Alemania y en otras partes del mundo, la asociación Igualdad Animal lleva más de una década denunciando el trato que se le da a los animales gracias a reportajes fotográficos, testimonios de personal de este tipo de instalaciones, denuncias e imágenes de investigadores encubiertos. Uno de los últimos casos ha sido el trato sádico en un matadero de cerdos de Murcia, que fue llevado ante la justicia.
Los animales, los protagonistas
El documental se estructura en episodios, donde se cuenta cómo es el sacrificio de pollos, cerdos, vacas o caballos. Aunque con algunas diferencias -como el método de aturdimiento o sacrificio-, en todos ellos el espectador observa las irregularidades, la crueldad y la normalidad con la que se producen los hechos. En las imágenes se denuncia que no se respetan las mínimas leyes de bienestar animal que aseguran que se debe garantizar la ausencia de dolor, de agonía, de angustia a los animales destinados al consumo. Gallinas que no son aturdidas antes de ser degolladas, cerdos que son apaleados para que salgan del camión en el que son llevados ante el matarife, vacas que son desolladas o mutiladas mientras siguen plenamente conscientes. Además, las leyes a las que hace referencia nada más comenzar el documental -acuñadas en 1965 en Inglaterra por el Farm Animal Welfare Committee y que rigen la inmensa mayoría de las normativas al respecto- también incluye que los animales deben poder tener un comportamiento natural, que deben no padecer de hambre o sed o que no deben sufrir enfermedades.
En ‘Matadero. Lo que la industria cárnica intenta esconder’ se ve cómo las condiciones de transporte son casi tan terribles como el sacrificio en sí. Numerosas horas en las que los animales permanecen hacinados unos encima de otros, o condiciones extremas de calor en la carretera, hace que muchos lleguen muertos por asfixia o aplastamiento al matadero. La angustia, a la que se supone no deben estar expuestos los animales antes de su muerte, está patente en cada fotograma.
Además del tratamiento naturalista del sonido -ausencia total de música o diálogo en su casi totalidad-, cabe destacar la ausencia de edición en las secuencias, más allá de las necesarias para cambiar de un episodio a otro. De esta manera vamos conociendo cómo es el sacrificio de los pollos en una industria más grande y en otras más pequeñas.
Activismo con una cámara
Espacios que son bien conocidos por este fotógrafo, que desde 2014 viene realizando activismo con el nombre de Tras los Muros, pero cuya andadura en favor de los derechos animales viene de mucho antes. El primer trabajo fue un reportaje fotográfico sobre los Sanfermines, imágenes ya icónicas en el movimiento animalista que se siguen usando para denunciar la barbarie en nombre de la tradición. El fotógrafo deja claro que, aunque pueda parecer lo contrario, no es concebido como algo individual. “Colaboro con organizaciones y estoy abierto a propuestas colectivas porque entiendo el proyecto como parte de una comunidad de personas que remamos hacia el mismo sitio”.
Precisamente con otros grupos fue como empezó a conocer las condiciones de vida de los animales y a acceder a sitios no públicos. “La primera vez que entré en una granja fue en 2007, en el curso de una investigación para una organización de derechos animales. Llevaba años tratando con imágenes obtenidas por otros activistas, pero vivirlo en persona fue diferente”, comenta mientras puntualiza que se trataba de una granja de gallinas explotadas por sus huevos. “El ambiente era tan sucio y tan oscuro que no se vislumbraba el fondo del galpón. Me dijero ‘ven, por aquí’, pero no pude. Me quedé paralizado. Esperé por seguridad y me quedé vigilando un hueco por el que habíamos entrado, pero no pude cruzar aquel pasillo”, recuerda.
Desde esos inicios hasta ahora algo ha cambiado en la sociedad y aunque ni se imagina que un documental como ‘Matadero’ pudiera ser emitido en el cine o las televisiones, sí que reconoce que hay más interés y más debate al respecto. Aunque, advierte, “también tengo la impresión de que se está pagando un precio alto para lograrlo”. Tras los muros se refiere a las campañas que piden la reducción del consumo de carne, las peticiones para que mejoren las leyes que enmarcan la explotación animal o los reconocimientos públicos a empresas cárnicas por gestos, a su entender, “mínimos”. “No me siento identificado con esta línea”, insiste.
[Fuente: Público.es]
El fotoreportaje puede verse en este enlace.
El documental puede verse a continuación:
Laura L. Ruíz
11/2017
Campañas
Parad de pararme
Campaña de SOS Racismo contra los controles policiales de identidad basados en el perfil étnico, muestra más básica y cotidiana del racismo institucional. Tal y como indica el manifiesto, al que se pueden adherir particulares y entidades, se trata de una práctica discriminatoria, racista, clasista e ilegal, de carácter sistemático, que se escuda en la seguridad, pese a que el 74% de las personas identificadas no ha cometido ningún delito. La web propone además otras vías de actuación, como unirse al grupo de trabajo, comunicar paradas racistas, incidir en las redes sociales e informarse sobre la perfilación étnica.
Hay que recordar que esta práctica está amparada por la doctrina del Tribunal Constitucional (Sentencia 13/2001, sobre selección étnica en los controles de identidad) pero no así el Comité de Derechos Humanos de la ONU (Comunicación nº 1493/2006, Caso Rosalind Williams contra España).
Manifiesto y adhesiones: https://www.paraddepararme.org/manifiesto/
1/12/2017