
Número 126 de julio de 2014
Notas del mes
Desnacionalizar para exterminar
Por José A. Estévez Araújo
Criminalidad, economía y política
Por Albert Recio Andreu
La energía nuclear civil, tan peligrosa como la militar: 2
Por Miguel Muñiz
Por Albert Recio Andreu
Por Juan-Ramón Capella
Ensayo
Nuevo marco interpretativo de la protesta social
Antonio Antón
Rosa Balistreri. La voz siciliana de los miserables de la tierra
Joaquim Dodero Curtani
En la pantalla
Periodistas 22M
Guillermo Cruz
Ross Ashcroft
La mano invisible. La película
Joan Giralt
El extremista discreto
El Lobo Feroz
De otras fuentes
Enseñar en tiempos de desesperanza
Agustín Moreno
Por qué los informes del IPCC subestiman, sistemáticamente, la gravedad del cambio climático
Ferran Puig Vilar
La seducción de «El Capital en el siglo XXI»
Edgardo Logiudice
Cuando las cosas estaban más claras
Alfredo Apilánez
En Telefónica, golpearemos juntas
Mercè Amado
Desnacionalizar para exterminar
José A. Estévez Araújo
Desde el año 2006, La Ley de Inmigración, Asilo y Nacionalidad británica, permite al Secretario del Interior privar de la nacionalidad inglesa a las personas que representan un peligro para ese país. De acuerdo con esa normativa, la medida sólo puede aplicarse a aquellas personas que tengan doble nacionalidad. Es decir, que sean ciudadanos de otro estado además del británico.
En enero de este año (2014) se empezó a tramitar una reforma de la ley de inmigración y el gobierno introdujo en el último momento de su paso por la Cámara de los Comunes una cláusula que permitiría privar de la nacionalidad a personas que sólo tuviesen la ciudadanía británica. Tras una intensa batalla parlamentaria, la Cámara de los Lores aprobó el 12 de mayo la reforma, por lo que, en el momento en que entre en vigor la nueva norma el estado británico podrá convertir a sus nacionales en apátridas. Esta disposición, en principio, sólo se aplicará a quienes hayan adquirido la nacionalidad por naturalización. En esto se diferencia de la norma relativa a las personas con doble nacionalidad, que puede aplicarse a los británicos por nacimiento.
Con la aprobación de esta reforma, Gran Bretaña vulneraría, aparentemente, la Convención de 1961 de las Naciones Unidas para la Prevención de la Apatridia de la que es signataria. El artículo 8 de dicha Convención señala en su punto primero: “Los Estados contratantes no privarán de su nacionalidad a una persona si esa privación ha de convertirla en apátrida.” No obstante, ese mismo artículo prevé la posibilidad de que los estados parte puedan acogerse a una excepción en los casos de personas que realicen actividades que sean “seriamente perjudiciales para los intereses vitales del Estado”. Esto constituye una manifestación de que los tratados internacionales que reconocen derechos humanos también establecen la posibilidad de declarar estados de excepción que permitan suspenderlos o ignorarlos. Para evitar violar formalmente la Convención, la cláusula de la nueva norma británica reproduce literalmente los términos de la excepción contemplada en la norma internacional.
Durante estos últimos años, las órdenes de desnacionalización se han ido incrementando en número, especialmente desde la llegada de los conservadores al poder. En el año 2013, veinte personas fueron privadas de su nacionalidad. La mayoría eran sirios que habían ido a combatir a su país en la guerra que enfrenta al gobierno con los grupos insurgentes.
La manera como se ha venido aplicando la normativa de desnacionalización (y como se seguirá aplicando tras la reforma) viola todos los principios de la Rule of Law. Se trata de un mecanismo propio de un estado de excepción, en el que se prescinde de consideraciones jurídicas, rigiéndose las autoridades exclusivamente por criterios de eficacia, sin garantía alguna para los afectados por los procedimientos. La falta de ataduras jurídicas de las autoridades es resultado de la combinación de los poderes excepcionales que les conceden, por un lado, las leyes sobre inmigración y, por otro, las leyes antiterroristas.
Veamos algunas características de este estado de excepción, que está focalizado fundamentalmente en las minorías de origen o raíces extranjeras.
En primer lugar, como ocurre en toda normativa de carácter excepcional, los supuestos que dan lugar a la sanción (en este caso la desnacionalización) están redactados en forma vaga. De ese modo se incrementa la discrecionalidad de las autoridades para determinar si una persona ha incurrido o no en el supuesto de hecho. También se genera una situación de inseguridad jurídica, pues las personas a quienes va dirigida la amenaza de sanción no pueden determinar con precisión cuándo están incurriendo en uno de los supuestos prohibidos. En el caso que nos ocupa, la utilización de expresiones como actuar de forma que sea “seriamente perjudicial” para los “intereses vitales” de Gran Bretaña son buena muestra de esta vacuidad y de la inseguridad y discrecionalidad consiguientes.
Otro aspecto que vulnera de forma manifiesta los principios del estado de derecho es que la regulación que se acaba de aprobar puede aplicarse en forma retroactiva. Es decir, que una persona que sólo tenga la nacionalidad británica podrá ser privada de la misma y convertida en apátrida por actos realizados con anterioridad a la entrada en vigor de la nueva disposición. Aunque no se trate de una ley penal, la gravedad de la sanción exigiría que se aplicarse con todo rigor el principio de la irretroactividad de las leyes perjudiciales para el acusado. Sin embargo, esta regla fundamental del estado de derecho no va a ser respetada.
Un punto en el que quedan claros los efectos demoledores de la combinación de los poderes extraordinarios en materia de inmigración y en materia de terrorismo es en lo que respecta a la apelación contra las decisiones gubernamentales de privación de la nacionalidad. En Gran Bretaña existe una comisión, la Special Immigration Appeals Commission (SIAC) encargada de resolver los recursos contra las decisiones de los órganos del ejecutivo en materia de extranjería. Su creación obedeció al propósito de sustraer dichas decisiones al control judicial. En la actualidad, este órgano puede declarar secretas las pruebas que existan contra el acusado si el Secretario del Interior considera que hay cuestiones que afectan a la seguridad nacional implicadas en el caso. De ese modo se elimina en la práctica el derecho a la defensa de la persona afectada, pues ésta desconocerá las evidencias en que se basa la acusación y no podrá, por tanto, rebatirlas. Se trata de una forma de indefensión similar a la que ya existió en la época de la caza de brujas en Estados Unidos.
Para disminuir aún más las posibilidades de defensa de los desnacionalizados, el Secretario del Interior dicta las órdenes que privan de la nacionalidad cuando las personas a quienes afectan se encuentran en el extranjero. Estas decisiones suelen ir acompañadas de sendas órdenes de expulsión de Gran Bretaña. Con ello, las personas afectadas no pueden regresar a ese país, ni pueden tampoco utilizar los servicios diplomáticos británicos para presentar alegaciones contra la desnacionalización. Si quieren apelar tendrán que hacerlo desde la distancia, en el extranjero (ahora, incluso, en condición de apátridas), confiando en terceras personas para velar procesos que pueden durar años. Aunque el Ministerio del Interior alega que se trata de casualidades, el examen de los casos pone de manifiesto que se aprovecha de manera sistemática la circunstancia de que la persona afectada se encuentre en el extranjero para privarle de su nacionalidad.
En ocasiones, la desnacionalización de una persona supone mandar al exilio a toda su familia. Así, por ejemplo, se dio en el caso de un hombre británico-sudanés que se encontraba con su familia en su país de origen. Se le privó de la nacionalidad británica durante esta estancia en el extranjero. Al dejar de ser nacional de Gran Bretaña, su mujer perdió el derecho a residir en ese país, pues ella no había obtenido la nacionalidad y su residencia dependía de que su marido tuviera la condición de ciudadano británico. Por su parte, los hijos, aunque eran británicos de nacimiento, quedaron de facto expulsados de su país al no poder regresar sus padres al mismo. Aun suponiendo que el padre fuese culpable de algo, en este caso las consecuencias de un procedimiento completamente arbitrario afectaron también, de manera dramática, a su inocente familia.
Hay casos contrastados en los que las personas desnacionalizadas han sido, después, exterminadas por drones norteamericanos. Así ocurrió (en 2011 y 2012) con dos hermanos de origen somalí que fueron "neutralizados" por aviones no tripulados estadounidenses una vez que fueron privados de la nacionalidad británica mientras se encontraban en su país natal. En estos casos está claro que Gran Bretaña da "luz verde" a los militares estadounidenses para qué exterminen a esas personas, lavándose las manos respecto de las posibles consecuencias: al tratarse de personas que no tienen la nacionalidad británica el estado de Gran Bretaña queda eximido de toda posible reclamación y de toda obligación de exigir responsabilidades a los exterminadores. En esas condiciones, la desnacionalización convierte al sujeto afectado en una especie de Homo Sacer en el sentido que Giorgio Agamben da a esa expresión: se trata de seres humanos cuyo destino no es ser ejecutados ni asesinados, sino "neutralizados". Quienes les maten no serán juzgados por asesinato ni su muerte será una ejecución derivada de un fallo judicial.
Hay evidencias que apuntan a que el gobierno británico facilita a los estadounidenses información relativa a las personas que son desnacionalizadas. En casos así, los británicos no se limitan a mirar hacia otro lado, sino que se convierten en cómplices de lo que les ocurre a quienes han privado de la nacionalidad.
Esta connivencia quedó claramente puesta de manifiesto en el caso de un joven somalí llamado Hashi. El MI5 le ordenó que realizase labores de espionaje entre los miembros de su comunidad. Como quiera que el muchacho se negara a espiar a sus compatriotas, los agentes del MI5 le advirtieron que si viajaba al extranjero no se responsabilizaban de lo que le ocurriese. Y, efectivamente, durante un viaje que hizo a su país de origen el joven somalí fue privado de su nacionalidad y, después, desapareció. Al cabo de un mes se encontró ante un tribunal de Nueva York acusado de haberse estado entrenando para realizar actividades terroristas: había sido secuestrado por el FBI no se sabe muy bien en base a qué clase de jurisdicción.
Este caso es significativo no sólo porque pone de manifiesto la connivencia entre las agencias británicas y norteamericanas. También es revelador porque muestra que una persona puede ser privada de la nacionalidad británica por negarse a espiar a sus vecinos. Es una clara manifestación de la absoluta arbitrariedad con que se toman las decisiones en este ámbito de poder excepcional donde se violan todos los principios del estado de derecho.
***
La ley que permite convertir a ciudadanos británicos en apátridas no constituye un hecho puntual, sino que es la culminación de un proceso que se inició con el cambio de siglo. Este proceso ha consistido en la estigmatización de las minorías culturales en Gran Bretaña (especialmente las musulmanas). La estigmatización ha generado una nueva forma de racismo "políticamente correcto" y el discurso que la ha articulado ha sido el de la crisis del multiculturalismo.
En efecto, la culpabilización de los musulmanes se ha justificado por el "mal uso" que supuestamente éstos han hecho de los derechos que les concedían las políticas multiculturales. Este tipo de políticas reconocen una "ciudadanía multicultural" en el sentido de que conceden determinados derechos o ponen en marcha ciertas actuaciones dirigidas específicamente a las minorías culturales. Estas pueden ser pueblos originarios, naciones minoritarias, o pueden tener su origen en los flujos migratorios. Las políticas multiculturales tienen como objetivo evitar el desarraigo de las personas pertenecientes a esas minorías intentando que no sean asimilados totalmente por la cultura dominante y mantengan el contacto con sus raíces. Las actuaciones pueden consistir, por ejemplo, en la inclusión de la lengua materna en el currículo escolar, o en el reconocimiento del derecho a la objeción de conciencia frente a obligaciones que podrían vulnerar sus principios culturales o religiosos.
Pues bien, en Gran Bretaña se ha generado en estos últimos años un discurso que sustenta la tesis de que el multiculturalismo ha fracasado. Según ese discurso, las políticas multiculturales habrían propiciado que las minorías (especialmente los musulmanes), se constituyeran en comunidades aisladas del resto de la sociedad y vivieran una vida paralela a la de ésta. Es necesario subrayar que esta crítica al multiculturalismo no se ha limitado a los ambientes académicos, sino que ha tenido una resonancia muy importante en los medios de comunicación y en los mensajes de los políticos. Ese discurso se ha ido reforzando al hilo de distintos acontecimientos que han jalonado el siglo XXI: cuando se producía un atentado terrorista atribuido a grupos islamistas o cuando se producían revueltas en los barrios periféricos de las ciudades, el discurso contra el multiculturalismo se recrudecía. El punto más álgido se alcanzó con los atentados que tuvieron lugar en el metro de Londres en junio de 2005, que fueron llevados a cabo por jóvenes de religión musulmana nacidos y criados en Inglaterra.
No obstante, está perfectamente demostrado que quienes realizaron ese atentado no vivían en ningún tipo de "comunidad separada" ni llevaban una "existencia paralela" a la del resto de su sociedad. Eran personas que vivían en su barrio, iban a comprar a los comercios y se relacionaban con sus vecinos. Los efectos de las políticas multiculturales no parecen haber tenido influencia alguna en su decisión de cometer los atentados. Pero eso es algo que los teóricos del fin del multiculturalismo parecen haber pasado por alto.
Sobre los cimientos del mal uso por parte de los musulmanes de las facilidades del multiculturalismo se construyó una nueva forma de racismo "políticamente correcto". Se criticaba a los musulmanes por no reconocer la igualdad de las mujeres, por no respetar la libertad de expresión (a raíz del caso Rushdie o de las caricaturas de Mahoma), por mezclar la religión con la política... Todas éstas eran críticas que se basaban en valores liberales y que, por tanto, uno podría expresar sin temor de ser acusado de racista. Sin embargo, la forma como se construyó este discurso sí permite calificarlo como una forma de racismo, pues presenta a los musulmanes como un todo monolítico, sin diferencias de origen ni mentalidad y concibe a los seguidores del islam como inherentemente hostiles a los valores liberales.
Frente a esta disgregación cultural, se propone un reforzamiento de la "comunidad de valores" británica supuestamente existente. Eso se traduce entre otras cosas en pruebas de "britanicidad" no sólo para los nuevos inmigrantes, sino también para los viejos residentes. Este nuevo tipo de discurso racista no ha quedado limitado a Gran Bretaña, sino que ha sido incorporado por varios partidos de extrema derecha de la Unión Europea. Así lo pone de manifiesto el artículo de Ignacio Ramonet, titulado "¿Por qué sube la extrema derecha en Europa?" y publicado en Le Monde Diplomatique en español, concretamente en el número de mayo de 2014.
El recrudecimiento del discurso sobre la crisis del multiculturalismo y la consecuente estigmatización de los musulmanes han ido acompañadas, en Inglaterra, de un endurecimiento progresivo de las leyes que ha culminado (de momento) en la nueva norma que permite convertir a los ciudadanos en apátridas.
Los solicitantes de asilo han sido uno de los colectivos más afectados por el endurecimiento de la legislación británica en el siglo XXI. El derecho de asilo ha desaparecido en la práctica en Gran Bretaña, como en la mayoría de los países de la Unión Europea. Las solicitudes son sistemáticamente denegadas y los peticionarios son expulsados o se ven obligados a vivir como inmigrantes clandestinos. Inglaterra ha eliminado incluso la lista negra que antes manejaba y que incluía a los países que no ofrecían suficientes garantías para que los solicitantes de asilo fuesen deportados a los mismos.
Las minorías, especialmente los musulmanes, han visto cómo se intensificaba la vigilancia sobre sus miembros. Se ha incrementado la vigilancia policial en los barrios y la arbitrariedad de los agentes del orden pone furiosos a muchos jóvenes que antes se sentían plenamente integrados. La introducción de un documento de identidad electrónico permite realizar controles en transportes, espacios públicos, o centros de prestación de servicios sociales, creándose así numerosas fronteras interiores.
Por otra parte, los nuevos poderes de detención policial introducidos por la legislación antiterrorista han sido padecidos especialmente por la minoría musulmana cuyos miembros podían ser detenidos simplemente por su aspecto. De las 895 personas detenidas entre el 11 de septiembre de 2001 y el 30 de septiembre de 2005 por terrorismo, sólo una veintena de ellos fueron formalmente acusados, la mayoría por portar insignias de organizaciones prohibidas de Irlanda del Norte. Pero, aunque no sean llevadas a juicio, las personas detenidas ya han sufrido un castigo, se han convertido en sospechosas y han experimentado las consecuencias humillantes de ser objeto de un poder arbitrario. Todo eso genera rabia y genera temor.
También se aprobaron en este periodo medidas de control para las personas respecto de las cuales el Ministerio del Interior tuviera “bases racionales para sospechar” de su implicación en “actividades relacionadas con el terrorismo”. Estas medidas constituían formas de arresto domiciliario, con control de las visitas que podía recibir el sospechoso en su casa, monitorización de sus desplazamientos mediante mecanismos electrónicos, etc. Aquí el ejercicio arbitrario del poder se endurece varios grados respecto de las detenciones indiscriminadas. Y se endurecería aún más con la aprobación de la norma que permite privar de la ciudadanía a los británicos con doble nacionalidad (2006) y, ahora (2014) a los que sólo tienen una.
Algunas de estas medidas, limitadas inicialmente a determinadas minorías, se extendieron posteriormente al conjunto de la población. Es el caso por ejemplo de la obligación de portar un documento de identidad. Las medidas excepcionales contra los extranjeros o contra las minorías pueden ser utilizadas, por tanto, como test de cara a la aplicación de las mismas con carácter general. En cualquier caso hemos de tener en cuenta que todos los regímenes de excepción son, por sus propias características, expansivos. Quienes creen que esas medidas arbitrarias están justificadas porque determinados grupos son "peligrosos", deberían tener en cuenta que mañana ellos mismos pueden ser incluidos entre esos grupos. Como decía Hannah Arendt, “el desierto se extiende con rapidez” y si no hacemos algo para evitarlo, pronto nos veremos engullidos por él.
28/6/2014
Criminalidad, economía y política
Cuaderno de estancamiento: 11
Albert Recio Andreu
I
Un acto criminal es una actividad organizada por alguien con el fin de obtener alguna satisfacción material o inmaterial a costa de perjudicar a una o varias personas. En una acción premeditada, el que la organiza tiene claros cuáles son sus objetivos y una idea más o menos clara del daño que va a causar. Su ganancia final depende en gran parte no sólo de las posibilidades de éxito de la acción, sino también de que, una vez realizada, no se descubra su responsabilidad o pueda encontrar alguna vía de escape para salir indemne de un posible castigo. No todos los crímenes son iguales. Los delitos económicos suelen estar entre los que tienen más posibilidades de éxito en su ejecución, y por razones muy diversas: no son tan vistosos a primera vista (suele haber un lapso de tiempo importante entre la comisión del delito y el descubrimiento de sus efectos); el responsable cuenta con un buen arsenal de medios para camuflarlo; las leyes suelen tener lagunas que permiten atenuar la responsabilidad o directamente eludirla (la prescripción es el destino final de muchos procesos judiciales a delincuentes económicos, y en otros casos todo se resuelve con una mera pena económica); las víctimas constituyen un colectivo difuso que a menudo no cuenta con medios para defenderse adecuadamente, etc.
En España sabemos mucho de delitos económicos; es un material abundante en formas diversas: corruptores de políticos, evasores fiscales, banqueros que colocan productos financieros tramposos, adulteradores de productos… Por esto podemos decir que la discutida propuesta de reforma fiscal que ha presentado el gobierno tiene características parecidas a las de un delito económico; de un delito cometido con el objetivo de favorecer un interés privado (la victoria electoral del Partido Popular en las próximas elecciones de finales de 2015) a costa de generar nuevos males económicos a la mayoría de la población.
Siempre que se discute una reforma fiscal se entra en el debate de sus efectos distributivos, y en este sentido los analistas han dejado claro que la reforma incorpora nuevos sesgos en favor de los ricos y del capital: el porcentaje de reducción del impuesto de la renta (IRPF) es mayor para las rentas altas que para las más bajas, aumenta la desigualdad de trato entre las rentas del trabajo y las del capital, se mantienen privilegios en exclusiva al sector bancario en el impuesto de sociedades, no elimina la mayor parte de los mecanismos de elusión fiscal de las grandes empresas, etc. Capítulo aparte merece la introducción del gravamen a las indemnizaciones por despido. Más que una medida fiscal puede considerarse parte de la política laboral, puesto que un efecto previsible de la misma es un descenso de las indemnizaciones que pagarán las empresas con el argumento de que unas mayores indemnizaciones generarán una mayor carga fiscal al trabajador o trabajadora despedido (aunque también pueden suponer, en algunos casos, un nuevo acicate a la contabilidad creativa para eludir su pago). No deja de ser curioso que, mientras que las amortizaciones empresariales tienen un trato favorable bajo el argumento de que las empresas deben ir pagando el capital fijo a medida que lo utilicen, la indemnización por despido (que habitualmente la persona se irá gastando a lo largo del tiempo y le servirá para paliar la pérdida de renta generada por la pérdida del salario) pase a ser considerada una ganancia anual y haya que cotizarla de golpe. Es claramente una reforma fiscal contra los trabajadores, como corresponde a un gobierno tan derechista y tan clasista como el de Mariano Rajoy. Pero todo ello no es lo más grave y lo que me lleva a considerarlo directamente delictivo.
El problema más grave es su impacto macroeconómico y los peligros que conlleva para el futuro. Desde las primeras medidas restrictivas de Zapatero hasta la actualidad, se han practicado constantes recortes del gasto público con el argumento de que había que reducir el déficit y el endeudamiento. Desde entonces, el endeudamiento público no ha dejado de crecer como resultado de una política que ni genera actividad económica suficiente ni es capaz de explotar las bases fiscales potenciales debido a la tolerancia e inoperancia frente al fraude fiscal. Lo que ha dado un respiro exterior al gobierno no ha sido que sus previsiones de mejora presupuestaria se hayan mostrado veraces, sino que el cambio en el comportamiento en los mercados financieros le ha permitido acceder a financiación abundante y relativamente barata. Lo que hace esta reforma fiscal es recortar 9.000 millones de ingresos (casi el 1% del PIB) con la pretensión de que su efecto estimulante sobre la actividad económica permitirá recuperarlos. Casi siempre estos recortes, especialmente cuando benefician a los ricos, acaban generando más déficits, dado que en una economía abierta es más probable que los ricos coloquen sus ingresos adicionales en activos financieros en lugar de invertir en actividades reales o aumentar sustancialmente su consumo local. Si ello ocurre, si la recaudación no se recupera, cabe esperar un daño por duplicado al conjunto de la población.
Un daño directo en forma de nuevos recortes en los servicios públicos. Una nueva degradación en el bienestar, en la equidad social, en la prosperidad colectiva. Y, también, un impacto negativo en el empleo, como ya han puesto de manifiesto los recortes anteriores. Asimismo, un daño indirecto, pero posiblemente muy dañino, en forma de un mayor riesgo macroeconómico. Un riesgo que puede materializarse por dos vías diferentes, no necesariamente alternativas: la institucional (la presión de la troika por un endeudamiento público excesivo, que puede forzar la imposición de una nueva tanda de recortes y reformas traumáticas) y la financiera (no hay ninguna razón para pensar que la bonanza de los mercados de la deuda seguirá para siempre). De hecho, parece sospechoso que los tipos de interés bajen mientras los gobiernos aumentan su endeudamiento. Y algo deberíamos haber aprendido de anteriores burbujas: todas empiezan con una fase de endeudamiento fácil, y en algún momento algo se tuerce y viene el hachazo. En un país con una recaudación tan baja, defender la reducción de los impuestos es, cuando menos, insensato. No puede haber un nivel aceptable de servicios y políticas sociales en un país con una imposición en torno al 30% y un nivel de desigualdades de renta como el nuestro. Es cierto que, además, está el problema de cómo se reparte la carga fiscal y del uso que se le da a la recaudación, pero el tamaño del sector público es en sí mismo un hecho relevante.
En un país con esta situación fiscal, bajar los impuestos con fines electorales (pues este y no otro es el objetivo de esta reforma) es directamente doloso. Es el mismo tipo de actitud de un ingeniero o una constructora que ahorra materiales esenciales en una obra y pone en peligro a los usuarios futuros. Cuenta con la suerte para que el delito no se materialice en daño, pero en el mundo real abundan los desastres provocados por este tipo de prácticas. Tenemos un gobierno que trata de ganar tiempo a costa de generar graves riesgos a nuestro bienestar. Y esto sólo tiene una calificación posible.
Rechazar esta política fiscal exige luchar por una reforma fiscal decente. Que permita financiar servicios sociales necesarios. Que reduzca las desigualdades intolerables. Que acabe de una vez por todas con el mal social de la evasión fiscal.
II
No es sólo que algunas de las decisiones económicas merezcan figurar más en las páginas de criminología que en las de economía. Es que, además, actividades consideradas criminales han entrado a formar parte de nuestra contabilidad económica. Siguiendo una recomendación del SEC (Sistema Europeo de Cuentas Económicas), el INE ha anunciado que entre las innovaciones en el cálculo del PIB se incluirá el valor económico de actividades como la prostitución y las drogas, como ya han empezado a incorporar países como Suecia o Reino Unido. Aunque se reconoce la dificultad de contabilizar adecuadamente actividades que en su mayoría tienen lugar fuera del control fiscal, las primeras aproximaciones estiman que estas actividades pueden significar un aumento del PIB del 1-2%, superior a lo estimado en Reino Unido, como corresponde a un país donde este tipo de actividades tienen un amplio arraigo. Junto con otras reformas contables en el tratamiento de los gastos de i+d o las inversiones militares y la adecuación al nuevo censo de población, se estima que el PIB se elevará un 4%, con un efecto “mágico” de sumo interés para los gestores económicos: como el déficit público y el endeudamiento (cifras en teoría objetivamente contabilizables) se valoran en términos del PIB, si este aumenta se reduce automáticamente su porcentaje, y con ello se permite al gobierno presentar un mejor cuadro macroeconómico y cumplir alguna de las condiciones impuestas por los tratados europeos y la troika. Si no es posible reducir el endeudamiento, al menos es posible maquillarlo.
Cabe hacer muchas consideraciones sobre este cambio. En primer lugar, ver como acuerdos aparentemente “técnicos” (en este caso de contabilidad) sirven para cambiar nuestra valoración de la realidad (ello permitirá a la economía española pasar de una situación de “peligrosa” a otra de normalidad). Las modificaciones en los criterios estadísticos han sido frecuentes en los últimos años. Siempre se han justificado con el argumento de que tratan de medir mejor la realidad, pero en la práctica tienen efectos importantes sobre la valoración de lo real. En este caso, permitir un nuevo margen de maniobra a las políticas fiscales. En el caso de las mediciones de empleo (clasificando como ocupado a cualquiera que haya realizado una actividad remunerada de una hora semanal), para camuflar como ocupación normal lo que es mero subempleo. Estas pretendidas medidas técnicas están profundamente contaminadas por multitud de intereses.
En segundo lugar, este cambio es una muestra más de que el PIB, la sacrosanta referencia para evaluar la actividad económica, lejos de ser una medida objetiva, es el resultado de muchos acuerdos convencionales (como, por ejemplo, evaluar la producción de la administración pública por el volumen de salarios que paga, lo que hace aumentar o decrecer la productividad de los empleados públicos en función de las variaciones que experimentan sus sueldos). Ello convierte cada vez más al PIB en una cifra de sospechosa capacidad informativa y vuelve en parte irrelevante el debate sobre el crecimiento o el decrecimiento en estos términos, puesto que una parte de su evolución depende, como ahora es el caso, de cambios en estas convenciones contables. Sólo con que decidiéramos computar el valor de la producción doméstica, el PIB experimentaría un crecimiento espectacular sin que hubiera cambiado al mismo tiempo el volumen de producción real, el consumo de bienes naturales y el volumen de necesidades satisfechas.
En tercer lugar, la introducción de la prostitución y las drogas en el cálculo del PIB muestra que lo que predomina en los criterios de cálculo es el lucro económico (por ello no se computa el producto doméstico, porque sólo genera bienestar privado, no negocio). Todo lo que da dinero suma, sea cual sea su catadura moral. Los países con mafias establecidas serán afortunados, pues su economía crecerá más deprisa. Las primeras estimaciones ya indican que, en esto, nuestro grado de “especialización productiva” es más elevado. Quizás ahora entendamos por qué nuestros gobiernos estaban tan empeñados en atraer Eurovegas. Y por qué el gobierno de CiU, con el apoyo del PSC, ha aprobado la reducción de la tasa de los casinos del 50% al 10% de la recaudación para que se instale el complejo BCN World, alegando que el aumento del juego —se debe multiplicar por cinco— permitirá alcanzar la misma recaudación (de entrada, el gran beneficiario es el grupo Inverama, propietario de la mayor parte de los casinos catalanes, y parte del grupo Perelada, controlado por los herederos del primer alcalde franquista de la ciudad). Son precursores de la “nueva economía del vicio” que se plantea como alternativa a la vieja economía del ladrillo.
En cuarto lugar, lo que muestra este cambio contable es la incapacidad del PIB para evaluar la bondad de una economía con algún criterio que no sea el del negocio. El campo de lo mercantil cubre un amplio abanico de actividades que tienen un estatus diferente y satisfacen de forma contradictoria las necesidades sociales. Una parte son actividades que ayudan efectivamente al bienestar general; otras son actividades que sólo se explican por el modelo social imperante, que protegen privilegios o palian males sociales indeseables, y unas terceras no añaden nada al bienestar social o son meras engañifas. Por poner un ejemplo sencillo: dos países, A y B, que produjeran la misma cantidad de bienes finales pero que emplearan técnicas diferentes de producción, de forma que en uno de ellos, pongamos A, la actividad fuera más contaminante, se generaran más enfermedades y, como consecuencia, aumentara la producción de fármacos y servicios sanitarios. Cualquier persona inteligente preferiría vivir en B, puesto que obtendría un nivel de vida semejante, debería trabajar menos, tendría un medio ambiente más agradable y evitaría visitas médicas y medicación. En cambio, el PIB expresaría lo contrario. Es más o menos lo mismo que va a pasar con la introducción de las drogas y la prostitución en la contabilidad nacional. La prostitución es claramente un mal desde el punto de vista de la dignidad humana y la igualdad de género, mientras que el consumo de drogas tiene implicaciones negativas para la salud, y hay pocas dudas de que se trata de actividades que casi siempre tienen una relación con redes mafiosas. Si bien puede alegarse que, en el caso de las drogas, una legalización controlada podría minimizar el papel de las mafias y la promoción del consumo, en el de la prostitución resulta bastante evidente que siempre se ha desarrollado mediante el recurso a una explotación brutal y el control de mafias masculinas sobre mujeres indefensas. Los macroburdeles que proliferan en nuestras carreteras son incompatibles con un mínimo de dignidad humana, con la ausencia de explotación. Incluir sin más estas actividades en la contabilidad nacional es aceptar como buena la actividad de las mafias. Un reportaje de El País (“El PIB entra en el burdel”) del pasado 7 de junio, firmado por Jesús Servulo, explicaba con detalle cómo los técnicos del INE se habían dirigido a propietarios de burdeles para obtener datos de evaluación sobre precios, servicios prestados al día, etc., de modo que presuntos delincuentes (o cuando menos empresarios dedicados a actividades sospechosas) se han convertido de repente en cooperadores de las instituciones estadísticas. Una vuelta de tuerca más a la imposibilidad de evaluar la economía en los términos que debería ser evaluada: por su aportación al bienestar social, a la justicia distributiva.
Los que mandan siguen repitiendo que no hay más economía que el lucro capitalista. Que el mercado capitalista es el único horizonte deseable. Que sus métodos de cálculo y sus modelos son precisos. Mera cobertura ideológica bajo la que se esconde una perpetua confusión entre lo deseable y lo real, entre el bienestar de la mayoría y el lucro de una minoría, entre una economía decente y una actividad delictiva.
26/6/2014
La energía nuclear civil, tan peligrosa como la militar: 2
Una aproximación a la aportación militar de las tres centrales nucleares que funcionan en Catalunya
Miguel Muñiz
Las recargas de combustible de las nucleares suelen gozar de abundante publicidad en el lobby nuclear y en los medios de comunicación del territorio donde se encuentran ubicadas las centrales.
El procedimiento informativo de rutina consiste en que las empresas propietarias redactan un breve comunicado informando, en general, de los plazos de recarga, las principales operaciones que implican, y el volumen de trabajo asociado al procedimiento; dicho comunicado, con pequeñas variaciones de estilo, se distribuye por los canales habituales del lobby, y se reproduce en los medios regionales y locales.
No está de más señalar que esta rutina propagandística es típica de la industria nuclear, pero es atípica en la industria energética del país; resultaría ridículo, por ejemplo, que las centrales hidráulicas, o las térmicas de gas, fuel o carbón, que cubrieron más de la mitad del consumo eléctrico de 2013 según el informe de Red Eléctrica Española, saliesen en los periódicos cada vez que sube o baja la capacidad de embalse, o cuando rellenan sus depósitos o tanques.
Las centrales nucleares, en cambio, necesitan realizar ese permanente ejercicio de propaganda. La consciencia de su inutilidad, el miedo que provocan y el descrédito que arrastran deben ser compensados con un simulacro de transparencia, y con la exageración continuada de su capacidad de creación de “ocupación”.
El 6 de abril de 2013, Ascó 2 realizó su 21ª recarga de combustible, el 2 de noviembre del mismo año Vandellós 2 llevó a cabo la 19ª y, finalmente, el 6 de mayo de 2014, Ascó 1 hizo la 23ª. En las tres recargas se realizó la misma operación: se extrajeron 64 elementos combustibles, de los 157 que hay en el núcleo de cada reactor nuclear, y se sustituyeron por otros 64 nuevos o “frescos”.
Un elemento combustible es, a grandes rasgos, un conjunto de rejillas metálicas en las que se insertan 264 barras de metal rellenas de pastillas de óxido de uranio [1]. Resulta significativo que, como en otros campos clave de la industria nuclear, aquí también se dé una combinación de propaganda masiva y falta de datos concretos. Por ejemplo, pese al ingente volumen de información nuclear, la cantidad exacta de uranio contenida en una barra (o un elemento) de combustible es un dato difícil de obtener. Para realizar este análisis se ha partido de la cantidad más precisa disponible: 450 kilos por elemento combustible [2], lo que significa que los 64 elementos de la recarga contienen 28,8 toneladas de óxido de uranio.
Haciendo un cálculo prudente, se puede considerar que esas 28,8 toneladas de uranio necesarias para recargar el reactor han producido unas 310 toneladas de uranio empobrecido [3], y aplicando este valor a las tres últimas recargas, el resultado será que Ascó y Vandellós habrán suministrado 930 toneladas de dicho material entre el año 2013 y lo que llevamos de 2014.
Yendo más allá, y considerando la totalidad de combustible recargado desde su conexión a la red, Ascó 1 habría generado unas 7.000 toneladas de uranio empobrecido; Ascó 2, unas 6.300, y Vandellós 2, unas 5.500. En total, desde su puesta en funcionamiento, el combustible usado por las tres centrales nucleares de Catalunya habría suministrado un mínimo de 18.800 toneladas de uranio empobrecido (UE) [4].
Los elementos combustibles de Ascó y Vandellós provienen de ENUSA (Empresa Nacional del Uranio S. A.) a través de su factoría de Juzbado (Salamanca), pero esta empresa tan solo realiza el montaje de los elementos; el combustible real, las pastillas de óxido de uranio, se compran a las plantas de enriquecimiento de uranio con las que ENUSA mantiene relaciones comerciales. Según la información del Foro Nuclear, se sabe que “(…) en lo que respecta a los servicios de enriquecimiento, se mantienen contratos con Tenex (Rusia), USEC (USA), Urenco (UE) y Eurodif (Francia)” [5].
Es en esas cuatro empresas donde queda almacenado el uranio empobrecido que resulta de la fabricación del combustible de Ascó y Vandellós. Una fracción de dicho metal se utiliza en aplicaciones civiles [6] (contrapesos de aeronaves, blindaje contra radiaciones en aparatos de radioterapia y en contenedores de material radiactivo, etc.), pero la gran mayoría se emplea para fabricar blindajes o munición de penetración de blindajes. En un artículo anterior se apuntaban las terroríficas características de dichas armas, así como los efectos inmediatos y a largo plazo que su uso ha dejado en gran parte de la población civil y en muchos de los militares que las han utilizado en Irak, en Serbia, en Bosnia, en la franja de Gaza o en Afganistán, bien sea por disparo intencionado o por accidentes y pruebas [7].
Las conexiones de USEC, Urenco y Eurodif con las empresas que fabrican munición de uranio empobrecido en los Estados Unidos y el Reino Unido son inevitables, ya que cumplen la función de proveedores, bien sea directamente, bien a través de los respectivos gobiernos [8].
Por tanto, el nexo entre la nuclear civil y las empresas militares resulta evidente de una manera más cotidiana y directa que la existente a través de las armas de destrucción masiva. Se pueden aplicar al combustible nuclear consumido en Catalunya los datos disponibles para los diferentes tipos de munición de esta clase; así, las 310 toneladas de uranio empobrecido (UE-DU) que ha suministrado una sola recarga de Ascó o Vandellós permiten fabricar un mínimo de un millón de proyectiles de penetración de 30 mm de calibre (cada uno de ellos lleva 280 gramos de UE), o bien un mínimo de 70.000 proyectiles de 120 mm (cada uno lleva 4 kilogramos de UE) [9]. Extrapolar los cálculos al total de recargas da una dimensión de la gravedad del tema.
Continuar generando electricidad con energía nuclear no es tan solo una aberración ambiental, sanitaria, económica y social, sino que también supone contribuir a la fabricación de armas que han provocado muerte, y continúan provocando sufrimiento y dolor a cientos de miles de personas y seres vivos.
Cerrar cuanto antes Ascó, Vandellós, Almaraz, Trillo y Cofrentes no es solo una cuestión de salud ambiental y humana, de seguridad y prevención de catástrofes, es también un imperativo ético y solidario.
Notas
[1] El combustible 17x17 MAEF se destina a las centrales de Ascó I y II, Vandellós II y Almaraz I y II (España). Consiste en un haz de 264 barras combustibles. Estas barras están dispuestas en una red cuadrada de 17x17 posiciones, y están sustentadas por 12 rejillas, siendo dos de éstas extremas, seis intermedias, tres rejillas mezcladoras intermedias (IFM) y una protectora. Las rejillas, junto con 24 tubos guía, un tubo de instrumentación y dos cabezales en los extremos forman el esqueleto estructural del tubo combustible. Más detalles en http://www.enusa.es/pub/actividad/pwr.html
[2] Se trata de la referencia contenida en la página 738 del Nuclear Engineering Handbook, disponible parcialmente en http://books.google.es/books?id=EMy2OyUrqbUC&pg=PR5&vq=fuel+rods&hl=ca&source=gbs_selected_pages&cad=2#v=onepage&q=fuel%20rods&f=false, ya que la otra referencia, la de AREVA, es típica de la reticencia de la industria nuclear a facilitar datos concretos: “A fuel assembly can contain 200-500 kilograms of fissile material, depending on the type of assembly. It consists of rods that contain fissile material and a metal frame or ‘skeleton’—generally made of a zirconium alloy—that includes guide thimbles, spacer grids and end nozzles”. Disponible en
http://www.areva.com/EN/operations-807/fuel-production-integrated-expertise-from-a-to-z.html.
[3] La cifra surge de la valoración oficial de la agencia reguladora nuclear de los Estados Unidos: “Natural uranium primarily contains two isotopes, uranium-238 (U238) (99.3 percent) and U235 (0.7 percent). The concentration of U235, the readily fissionable isotope in uranium, needs to be increased to between 3 and 5 percent for practical use as a nuclear fuel. Enrichment plants use various means to concentrate the U235, including gaseous diffusion, gas centrifuge, or laser separation enrichment.
The U235 is increased in a portion of material by decreasing the U235 in the remainder of the material. For example, if an enrichment facility processes 1,000 kilograms (kg) of natural uranium to raise the U235 concentration from 0.7 percent to 5 percent, the facility would produce 85 kg of enriched uranium and 915 kg of depleted uranium. The amount of U235 in the bulk of the material decreases, or is depleted, to a concentration of 0.3 percent. Uranium with a concentration of U235 below that of natural uranium (0.7 percent) is called depleted uranium”. Véase: http://www.nrc.gov/materials/fuel-cycle-fac/ur-deconversion/faq-depleted-ur-decon.html
[4] Todos estos valores están calculados a la baja. Aunque el número de elementos combustibles de cada recarga es habitualmente de 64 (los comunicados de las empresas eléctricas suelen mencionar la renovación de “un tercio” del combustible existente en cada reactor, aunque las cifras no cuadren), el hecho es que se producen recargas superiores (por ejemplo, 73 elementos en la vigésima recarga de Ascó 1, o 68 en la 17ª y 16ª recargas de Ascó 2 y Vandellós 2, respectivamente) e inferiores (56 elementos en la 20ª recarga de Ascó 2, o 61 en la 17ª de Vandellós 2). Por ello se ha mantenido el valor de 64 como constante y se han reducido los volúmenes de UE generado. La idea es que el/la lector/a conozca el hecho de que algo tan aparentemente “inocente” como fabricar electricidad tiene, en el caso de la energía nuclear, una implicación militar directa.
[5] Apartado de “consultas al experto” y pregunta 122 del documento “Cuestiones sobre la energía” de la web. http://www.foronuclear.org/.
[6] Véase www.who.int/ionizing_radiation/pub_meet/en/DU_Spanish.pdf.
[7] Es necesario hacer constar que el uso de uranio empobrecido en contrapeso de aviones es un ejemplo de cómo una aplicación civil puede ser fuente de contaminación radioactiva en caso de accidente aéreo. Sobre las consecuencias militares véase http://mientrastanto.org/boletin-125/notas/la-energia-nuclear-civil-tan-peligrosa-como-la-militar-1. Para más detalles relacionados con la población civil, y los militares expuestos a la radiación que dispersan las municiones de UE, véase http://www.savewarchildren.org/exhibitPictures.html, http://www.projectcensored.org/4-high-uranium-levels-found-in-troops-and-civilians/ o http://www.informationclearinghouse.info/article9322.htm, entre otras muchas referencias.
[8] Los 17 países que se consideran poseedores de arsenales con munición de uranio empobrecido son Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia, Grecia, Turquía, Israel, Arabia Saudita, Bahrein, Omán, Egipto, Kuwait, Pakistán, Tailandia, China, India y Taiwán. Se considera que la mayoría la han obtenido del comercio internacional, y otros, como Francia, Rusia, Pakistán y la India, la han fabricado por cuenta propia. Véase http://www.sourcewatch.org/index.php/Depleted_Uranium. Las empresas consideradas fabricantes, dentro de la opacidad y la desinformación habituales en este campo, son Alliant Techsystems Corporation (ATK), General Dynamics, BAE Systems (British Aerospace, BAe), Royal Ordnance Defence y SICN (100% COGEMA), Aerojet Ordnance Co., Aerojet Ordnance Tennessee, Martin Marietta Energy Systems, Mason and Hanger National Manufacturing Co, Primex Technologies Inc. (antes Olin Ordnance Co.), Starmet Corp. (antes Nuclear Metals Inc.). Véase http://www.wise-uranium.org/dfac.html#AMMFAB y http://www.bandepleteduranium.org/en/uranium-weapon-manufacturers.
[9] Usando los valores mínimos de las dos fuentes “(…) The DU content in various ammunition is 180 g in 20 mm projectiles, 200 g in 25 mm ones, 280 g in 30 mm, 3.5 kg in 105 mm, and 4.5 kg in 120 mm penetrators (…)”, en http://en.wikipedia.org/wiki/Depleted_uranium, o “ (...) the A10 ‘Warthog’. It is armed with a 30mm Gatling gun that can fire 3900 rounds per minute, one in six of which is an explosive incendiary, while the other five contain a 300g DU penetrator. (…) the other major acknowledged DU munition was the 120-mm tank round, which contains about 4 kg of solid DU”, en http://www.wandsworth-stopwar.org.uk/du/weaponcomm.htm.
[Miguel Muñiz es miembro de Tanquem Les Nuclears – 100% EER, y mantiene la página de divulgación energética http://www.sirenovablesnuclearno.org/]
25/6/2014
Guanyem Barcelona
Desde mi barrio, 7
Albert Recio Andreu
I
Ayer, 26 de junio, tuvo lugar la presentación oficial del proyecto Guanyem Barcelona, que trata de impulsar una candidatura alternativa a las próximas elecciones municipales. Como cara más conocida del proyecto figura Ada Colau, ex portavoz de la PAH. La expectativa creada es importante, la participación en el acto de presentación, masiva. El proyecto, aún embrionario, surge en el momento oportuno, tanto en el plano local como en el estatal. Sus caras conocidas son personas con larga trayectoria en los movimientos sociales. Su manifiesto lo han firmado buena parte de los profesionales más cercanos a estos movimientos. Como creo que es una buena iniciativa, que si llega a buen puerto puede mover el panorama político, creo que es necesario reflexionar sobre las cosas en las que hay que trabajar para conseguir ese objetivo.
II
El contexto local de Barcelona puede caracterizarse a grandes rasgos por la combinación de varios elementos. El primero y principal, la consolidación de un proyecto neoliberal de gestión urbana que crea enormes costes sociales. Un proyecto que ya se inició con alcaldes socialistas pero que ha alcanzado cotas insoportables con el doble mandato de CiU (en la Generalitat y en el Ayuntamiento) y que coincide, además, con las agresivas políticas neoliberales reactivadas con la excusa de la crisis económica. Éstas afectan a la vida cotidiana de mucha gente en formas más o menos agresivas: desahucios, recortes en sanidad y educación, insuficientes políticas sociales, frenazo de las inversiones públicas en los barrios obreros y populares... La promoción del turismo como actividad central de la ciudad genera asimismo tensiones cotidianas en los barrios donde se concentra el turismo masivo (no sólo en el Centro, también en zonas más alejadas como Sagrada Familia o Gracia). Las políticas de recortes, en cambio, no afectan a la generosa subvención municipal a la Fórmula 1 o a otros eventos de alto nivel (en mi barrio el Ayuntamiento decidió no construir una piscina ampliamente reivindicada y que debería cubrir las demandas de una zona donde residen unas 60.000 personas y prefirió dedicar los recursos que había obtenido a financiar el Campeonato Mundial de Natación). Se hacen obras urbanísticas a demanda de los comercios de élite de Passeig de Gràcia o Diagonal y se olvida el resto. Y hay cosas mucho peores, como el práctico regalo a la multinacional Agbar (Grupo Suez y participación de la Caixa) de la gestión del ciclo del agua a escala metropolitana (y posiblemente a escala de toda Catalunya). Y todo ello con una gestión munipal cerrada a la participación y cada vez más adicta a multar y reprimir las protestas.
El deterioro de las condiciones de vida ha generado respuestas sociales en muchos barrios. Con un cierto renacimiento del movimiento vecinal clásico (que siempre ha mantenido una vitalidad mayor que en otros lugares), habitualmente acompañado o asociado a otros actores viejos y nuevos. En muchos lugares de la ciudad se han creado plataformas, metaorganizaciones, procesos de participación popular que han dado lugar a movilizaciones más o menos exitosas en campos tan diversos como el bloqueo de los desahucios, la defensa del espacio público, la reivindicación de la autogestión local de los centros cívicos, la denuncia de las listas de espera, contra el aumento abusivo del precio del transporte público, etc. Se trata en muchos casos de procesos bastante transversales por lo que se refiere tanto al tipo de gente implicada como a la variedad de culturas políticas que participan. Aunque no puede hablarse de una movilización social generalizada, han conseguido cuando menos activar y unificar a sectores relevantes y, en general, han obtenido un importante respaldo social.
El tercer factor determinante es el hundimiento político del PSC, el vertebrador de las políticas municipales durante 32 años (1979-2011) y hasta ahora el principal partido de izquierdas (aunque más por los votos que colectaba que por su política real). Su declive es por méritos propios. Un partido crecientemente derechizado, con una pérdida del impulso y la conexión social de los primeros años. La mayor parte de cuadros actuales está formado por gente sin experiencia en el mundo social y que practica un discurso burocrático alejado de lo que se mueve en la ciudad. Para remachar el clavo de esta imagen derechista, en el presente mandato, en la oposición, han dado apoyo tanto a la más que discutible cesión del control del agua a Agbar como a los cambios legales exigidos por los promotes de Barcelona World y que de entrada significarán un regalo a los gestores de los casinos de juego. Prueba de su declive es que en las dos últimas convocatorias electorales el PSC, en Barcelona ciudad, se coloca a nivel de votos por detrás de ICV-EUiA.
El cuarto elemento es, sin duda, la cuestión nacional. Sobre todo la masiva deriva de las capas medias (e incluso de sectores obreros originarios de otras comunidades) hacia el independentismo. Esto ha acelerado el traslado del voto socialista hacia ERC.
Sin duda el cuadro global es complejo, pues se sitúa en dos ejes contradictorios, el social y el nacional. Aunque en el campo de la gestión municipal este último aspecto es menos importante y la mayoría de “batallas” locales transcurren en torno al eje social.
“Guanyem” trata sobre todo de dar respuesta a las tres primeras cuestiones, promoviendo un proceso electoral que lleve al Ayuntamiento a unos representantes que desarrollen una política participativa en lo formal, defensora de los derechos sociales y orientada a frenar a los grupos de poder oligopólico que controlan la ciudad. No se entra en la cuestión nacional, aunque en Catalunya hay un amplio consenso entre la mayoría de gente alternativa en torno a la idea de que la demanda de una consulta sobre la independencia es una cuestión de justicia, exigible, lo que permite, al menos de momento, obviar un posicionamiento más específico sobre el fondo.
III
El proyecto trata de promover una candidatura que recoja un amplio abanico social, que represente a los movimientos sociales de la ciudad, que se abra a nuevos modos de organización y que no se construya como una mera coalición de organizaciones políticas. En suma, se trata de constriuir un conglomerado electoral que aúne a todas las fuerzas sociales que luchan y promueven un modelo social alternativo al dominante.
La propuesta es ambiciosa pero para que se pueda plasmar exige mucho realismo y capacidad de resolver los conflictos que sin duda pueden generarse. Por una parte, los movimientos sociales que han madurado en la ciudad tienen en muchos casos estructuras débiles y descansan demasiado en un número reducido de activistas. Por otra, en clave política incluyen a gente cuya adscripción o sensibilidad política va desde Iniciativa (e incluso algunos sectores a su derecha, cercanos al PSC o ERC) hasta el anarquismo. Por ello la construcción de un bloque alternativo suficientemente representativo de esta realidad debe incluir tanto a gente procedente de movimientos sociales como a gente procedente de las organizaciones que habitualmente participan de estos movimientos (ICV, EUiA, CUP, Podemos...). Hay aquí problemas de encaje que deben ser tratados con esmero si se quiere construir una confluencia amplia y evitar que sea impedida por los sectores más fundamentalistas de los distintos espacios.
Seguramente el espacio donde la confluencia es más fácil es el campo programático. Hay, cuanto menos, bastantes posibilidades de acuerdo en aspectos concretos de las políticas que deberían realizarse. El conflicto es en cambio más probable que se produzca en dos campos conexos: la relación de las distintas organizaciones con los representates y la nominación de las personas que van a representar.
De entrada hay una cuestión que me parece esencial destacar. Una gran parte de movimientos sociales dificilmente puede integrarse en un proceso electoral. Ello se debe fundamentalmente a que la mayoría de movimientos no tratan de organizar a la gente a partir de problemas de alineamientos políticos y sí de integrar a gente diversa sin una referencia ideológica clara (lo contrario, la creación de organizaciones encuadradas en una referencia política forma a mi entender una parte de la historia negra del socialismo y del comunismo). Una sociedad democrática necesita de movimientos sociales autónomos respecto al poder político, sea cual sea su composición. Y unos representantes políticos dispuestos a luchar contra la corriente neoliberal dominante necesitan de movimientos sociales fuertes que promuevan cambios superadores del marco de juego establecido (o que simplemente critiquen las cosas mal hechas y promuevan actuaciones desde su autonomía). Por tanto es necesario pensar en algún tipo de encaje que permita una relación fluida entre activistas sociales y portavoces políticos pero que mantenga la autonomía de cada cual. Es cierto que muchos activistas sociales, y muchas entidades, se encontrarán representados en las propuestas que pueden salir de procesos como Guanyem, pero son necesarias formas concretas de organización.
Por otro lado, están las organizaciones políticas establecidas. Con su propia trayectoria, su experiencia y su patrimonio organizativo. Es evidente que lo que se propone es una dinámica que supera sus propias limitaciones de implantación social y sus propias inercias. Pero hay que ser conscientes de que se les exige un riesgo que puede provocar vértigo y que obliga a ser cuidadosos y realistas en las formas y en los mecanismos de encaje.
En la elección de los representantes es sin duda donde se puede embarrancar el proceso. Aquí siempre se ponen en juego tanto los egos personales como las tensiones entre grupos, corrientes, organizaciones. No estoy seguro de que el sistema de primarias sea necesariamente el mejor, especialmente si la gente se limita a votar sin un debate previo de qué es lo que aporta cada persona. De los pros y contras de una u otra representación. Conseguir una candidatura verdaderamente integradora y reconocible por todo el mundo exige no sólo un razonable proceso de selección, sino también generar un espacio de confluencia y confianza que es esencial para que las cosas funcionen. Mis mejores experiencias en movimientos sociales siempre se han producido allí donde este clima de cooperación, apoyo y respeto han dominado. Creo que este es un bagaje que tiene mucho recorrido en Barcelona y sobre el que es posible construir este nuevo proyecto.
IV
El segundo nivel de problemas a afrontar tiene que ver con el programa y su plasmación práctica. Las políticas neoliberales han convertido muchas demandas esenciales de la población en propuestas radicales. Muchos problemas son muy urgentes, y requieren medidas radicales. El nudo del problema es que las políticas neoliberales no se configuran como meras decisiones políticas revocables fácilmente con un cambio de gobierno. Son políticas que se incardinan en un denso entramado internacional y que a menudo están además “fijadas” por leyes y procesos que dificultan el cambio. Entre lo que hay que hacer y lo que se puede hacer de inmediato hay siempre un foso difícil de saltar.
Pongo un ejemplo local para que se entienda: la creación de una nueva compañía del agua para casi toda el área metropolitana a la que dentro de poco se le agregará gran parte del patrimonio de la Agencia Catalana del Agua es, en términos sociales, una estafa a la ciudadanía. Un gobierno decente debería revocar esta decisión y municipalizar la gestión del agua. Esto es lo que lleva un tiempo trabajando el movimiento Aigua es Vida (alguna de cuyas cabezas visibles figura entre los promotores de Guanyem), del que participan diversas entidades y movimientos ciudadanos. El problema estriba en que este proceso irregular se ha realizado cumpliendo la legalidad (al menos ha conseguido sentencias favorables al mismo) y, seguramente —no conozco el entramado legal concreto—, está blindado ante una eventual reversión. Revertirlo ahora es mucho más difícil que haberlo parado antes de nacer. La vía de la recompra está descartada por su elevadísimo coste. Cualquier otra vía pasa por abrir un proceso político-legal (que pudiera mostrar que fue un proceso doloso, o que incordie las posibles actividades abusivas de la compañía) lento y de incierta realización. Frenar a una multinacional poderosa es casi siempre un esfuerzo titánico, con mil y una trampas, que puede defraudar a quienes piden cambios rápidos, y puede por ello generar tensiones entre los representantes electos y sus movimientos sociales amigos. Creo que el ejemplo es extensible a otros muchos casos. Quienes llevamos muchos añós en el movimiento vecinal sabemos de estas dificultades, de la paciencia y tenacidad que requiere afrontar muchas cuestiones. Quizás, por ello, el movimiento vecinal tiene tan poco “glamour” entre la gente joven y la más radical.
Minimizar este problema no es fácil. Creo que lo mejor es, primero, tener claro cuáles son los condicionantes que reducen la capacidad de acción en cada cuestión relevante. Después, aclarar lo que es factible por mera voluntad política (lo que es imperdonable no hacer), lo que requiere campañas de largo recorrido para fragmentar, sortear o neutralizar resistencias, y lo que es suicida afrontar a corto plazo. Y elaborar una propuesta de acción compartida que tenga en consideración estos esfuerzos, que aclare cuáles son los compromisos que unos representantes pueden asumir sin más y qué aspectos dependen del éxito o el fracaso de una acción a medio o largo plazo. Cuanto más se clarifiquen estos términos más fácil será que la gente a la que se le pide apoyo entienda el sentido del mismo.
Hay una cuestión que añadir a esta reflexión: Donde las cosas ya funcionan y son apreciadas por mucha gente, más que cambios lo necesario es que las cosas sigan igual o que mejoren marginalmente. Hay que concentrarse en aquello que está manifiestamente mal hecho, que genera un inaceptable sufrimiento social, una insatisfacción general.
V
Entre la sociedad neoliberal y una sociedad decente, inclusiva, participativa, social, ecológica, hay un espacio inmenso. Y miles de trampas e impedimentos de por medio. La hegemonía social no se consigue fácilmente, sobre todo cuando no se tienen ni los medios ni los apoyos con los que cuenta el poder. Esa hegemonía sólo puede alcanzarse si se logra hacer partícipe a mucha gente de buenas ideas y prácticas. Ahora tenemos una oportunidad para actuar en esta dirección y tratar de impulsar un proceso que permita avanzar. Sabiendo que es un intento pionero y que no siempre las cosas salen bien a la primera. Al menos, debemos conseguir que la experiencia refuerce las mejores dinámicas actuales y hay que seguir intentando y probando vías para salir de este universo kafkiano en el que tratan de encerrar nuestras vidas.
27/6/2014
Recuento y perspectiva
Juan-Ramón Capella
Al despedir a millones de personas, han conseguido un ejército industrial en activo globalizado y barato, más un impresionante ejército industrial de reserva en todo el mundo, tanto en Occidente como en el mundo más pobre.
Aquí, con el paro, han conseguido disciplinamiento industrial (en las empresas); roto la solidaridad entre los trabajadores (por terror al despido); aceptación de contratos a la baja, a tiempo parcial, con salarios infames; miseria, incertidumbre y achicamiento de las pensiones futuras. De las condiciones de salud y seguridad en el trabajo, ya ni se habla. Han recortado peligrosamente los salarios indirectos en sanidad y educación, generando patologías no curadas y dañando a los niños; han conseguido desprestigiar a los sindicatos que no han podido o sabido impedir todo eso.
Han conseguido destrozar las ilusiones y los proyectos de la mayoría de las personas del país.
El neoliberalismo no se ha venido abajo sino arriba: triunfo de la economía financiera, especulativa, sobre la productiva: resulta más fácil ganar dinero especulando que produciendo y por supuesto trabajando; prosigue la desregulación, tanto financiera como productiva, pasando la autoridad disciplinaria económica a las empresas. No se ha impuesto la Tasa Tobin, y los paraísos fiscales siguen boyantes: son los intocables.
La tributación pública en España es cosa de la gente currante: ricos y profesionales liberales evaden; el IVA es un enorme negocio del Estado que las gentes pagamos poquito a poquito. Y que sirve para la vida beata de los de arriba, para comprar barcos de guerra y cositas como éstas.
La inspección fiscal carece de medios e instrumentos legales suficientes para perseguir a los verdaderos defraudadores, y esa carencia no es indeseada por unos gobiernos con los pies en la mierda.
Seguimos sin un poder judicial independiente del ejecutivo y el legislativo; y falto de una policía judicial propia además. Que no haya un poder judicial independiente es necesario para que no se persiga la corrupción rampante, la colusión de la mafia empresarial con la política.
Aparición de una neo-lengua de los de arriba: reestructuración por despidos, ajuste de plantillas por despidos, departamento de recursos humanos por departamento de personal, etc. Basta abrir los periódicos para ir elaborando el diccionario de esta orwelliana neolengua. Que vehicula un sentido común del que están de antemano excluidos los problemas, los desgarramientos sociales, las zonas oscuras y los pozos ciegos del sistema.
Incremento de las medidas de vigilancia y de represión de masas: basta atender al sofisticado arsenal antimanifestaciones en la reserva: tanques de agua, cañones de calor, cañones acústicos, espumas inmovilizantes, granadas de gas pimienta. Y la fusilería pesada de los maderos.
Los medios de masas, televisiones y prensa, contribuyen a dorar la píldora de unas libertades pasadas por agua. De una parte no pueden criticar a la Coca-Cola o la Nestlé, al Santander, a Telefónica, Iberdrola o las empresas automovilísticas, ni pueden desvelar sus comportamientos: se quedarían sin financiación, y por eso hablan de ellas, si acaso, con la boca pequeña. De otra parte proponen modelos de vida despilfarradores, antisociales, parasitarios, amorales. Ocultan o minimizan o excusan los daños, el sufrimiento cercano, las irracionalidades productivas y la maldad profunda del sistema, presentado todo como una catástrofe natural. Deslegitiman, ponen en solfa y desprestigian sistemáticamente con su policía del pensamiento, una jauría, las creaciones sociales autónomas y alternativas. Se adornan con unos pocos colaboradores decentes que están ahí para despistar.
Han conseguido crear entre la población dos modelos de personal no significativos de la mayoría pero desmoralizadores para ésta, que carga con su peso muerto, y que además son peligrosos. De un lado, la gente asustada de los cambios que opta siempre, contra sí misma, por lo más conservador, por lo que ni merece ser conservado. De otro, la gente temerosa de no estar al día, que no lee pero teclea neuróticamente en los aparatitos, que se tatua, cuyas noches de festivo son putañescamente fashion, que tiene ídolos. Entre ambos modelos generan una zona de idiotez social peligrosa, carne de fascismo —para entendernos, pero no exactamente—, porque esas gentes intuyen que cualquier cambio social alternativo barrerá con ellas.
* * *
Si el diagnóstico de inanidad de las actuales democracias representativas es acertado, entonces no hay grandes posibilidades de que una conjunción de grupos de izquierda como los que han ganado muchos votos en las últimas elecciones europeas pueda llegar a gobernar en España, o siquiera a influir fuertemente desde el parlamento.
No hay que hacerse grandes esperanzas. No es por ahí.
Los instrumentos del sistema político español bastan para bloquear el acceso al gobierno de la nueva alternativa y eludir, con reformas de fachada, las reformas de verdad. Recurrirán a la coaligación de las gentes de siempre aunque atraviesen horas bajas.
No se debe olvidar que las elecciones europeas no siguen el sistema electoral de las elecciones municipales y parlamentarias; puede ocurrir incluso, si no espabilamos, que los resultados de las próximas elecciones municipales no vayan, para la verdadera izquierda, en paralelo con las pasadas elecciones europeas. El teatro de un estado que no hace posible un gobierno democrático todavía puede ser eficaz para los conciudadanos crédulos. Y por encima del estado planea la Unión Europea, un organismo extraño a la democracia y a la igualdad.
Todo eso puede deprimir a bastante gente que está albergando ahora esperanzas desmedidas, ilusionada al creer que el deseo y la voluntad de cambio logrará ensanchar significativamente el espacio político a corto plazo.
El problema que se plantea es qué hacer cuando la izquierda verdadera no puede llegar democráticamente al gobierno, no puede insertarse en el núcleo duro del estado; cuando se ve obligada a jugar a un juego trucado en su contra.
Este problema se ha planteado agudamente en el pasado reciente en dos países: en la República Federal Alemana y en Italia.
La Alemania de la Gran Coalición de la CDU y el SPD, conservadores y socialistas, diseñada para no cambiar nada, llevó a la desesperación a una generación de estudiantes, trabajadores e intelectuales de izquierda. Se formaron grupos de acción política no pacífica que, naturalmente, acabaron aislados y barridos por la policía. La violencia contra las personas no es una solución politica.
En Italia las cosas fueron muy distintas. Tampoco allí podía gobernar la república el principal partido de la izquierda, el PCI, ni siquiera en coalición con el partido democristiano: los Estados Unidos se opusieron a ello con todos los medios —algunos subterráneos—, como parte de su estrategia en la Guerra Fría —una estrategia de influencia mundial que no ha cesado ni mucho menos con el final de aquella guerra—.
Pero allí el partido de la izquierda, que no podía gobernar el país, lo dirigió. De una parte logró gobernar ejemplarmente municipios y regiones. Pero no hubiera podido hacerlo sin que la actuación de sus activistas fuera decisiva en muchos campos: en el mundo de la acción y la solidaridad sindical, en las escuelas, las universidades y otros centros de estudios, en un cine realista y no mixtificador o de evasión, en la televisión, en la edición, en los barrios. Un movimiento que creó su propia prensa, su propio aparato de comunicación —hoy eso está más fácil que entonces gracias a internet—. Claro que nada de eso fue para siempre. Pero tuvo la influencia suficiente para impedir un deslizamiento hacia la derecha reaccionaria y sus políticas durante casi treinta años.
Dicho de otra manera: si no se puede gobernar el país, tal vez sí se pueda dirigirlo. Hacer visibles nuestras razones a los conciudadanos; hacer bien visibles también a aquellos a los que el sistema trata como intrusos o parásitos: los trabajadores inmigrantes, los parados; hacer visibles las desgarraduras de la vida social. Persuadir a las gentes mostrándoles cómo se puede y se debe vivir en colaboración y no predatoriamente; solidarizarnos con quienes sean agredidos, de vez en vez o todos a la vez, por el poder económico y político, como han hecho movimientos y plataformas. Podemos organizarnos para arrinconar social y judicialmente a los corruptos; abroncarles y abochornarles incluso cuando escapan a la justicia; ejercer presión contra el lujo cuando tantos lo pasan mal; aislar críticamente a la prensa y televisión reaccionarias y a la falsamente progre, y a sus sirvientes; practicar la desobediencia civil y actuar en común entre nosotros.
Podemos movilizarnos contra la explotación ecológica y la otra, castigar socialmente las conductas sexistas. Podemos boicotear incluso a grandes multinacionales para ponerlas de rodillas si su comportamiento es más antisocial que el de las demás. Y generar ámbitos de contrapoder, o incluso de poder, en los municipios y en los barrios, tal vez en comunidades enteras. Podemos hacer todo eso y más. Si sabemos aliarnos, confederarnos, aunarnos en nuestra diversidad, eso sí lo podemos hacer.
El abismo abierto entre el sistema actual y la gente corriente es una verdadera oportunidad para proponer —con los comportamientos, con las ideas, con la actividad— otro modo de vivir en común. Nuestro icono central de referencia, con la exigencia a las instituciones públicas de que cumplan sus deberes, será la lucha contra la desigualdad.
25/6/2014
Ensayo
Antonio Antón
Nuevo marco interpretativo de la protesta social
Los actuales procesos de indignación ciudadana y de movilización social progresista presentan algunos rasgos particulares, diferentes a los anteriores movimientos sociales. Dos aspectos tienen importancia para contrastar la experiencia pasada y las teorías convencionales: 1) su doble componente democratizador y socioeconómico, con una dimensión más global o sistémica; 2) los mecanismos y procesos que intervienen en su configuración, condicionan su influencia y su futuro, y que exigen una nueva interpretación.
Este movimiento ciudadano es una respuesta al deterioro de la situación socioeconómica para la mayoría de la sociedad provocada por el sistema económico y financiero, y agravada por una gestión política regresiva y con déficit democrático. Ambas dinámicas han sido consideradas injustas por la mayoría de la sociedad, que se ha reafirmado en una cultura cívica democrática y de justicia social. Ante, por un lado, el bloqueo o la colaboración gubernamental (y otras instituciones europeas e internacionales) con esas políticas, y, por otro lado, la existencia de distintos agentes sociopolíticos progresistas, la indignación ciudadana se ha convertido y dado cobertura y legitimidad a una acción colectiva de sectores populares relevantes.
Por tanto, son unilaterales las interpretaciones que ponen el acento solo en su carácter democratizador (o frente al sistema político o a aspectos más concretos como la ley electoral), desconsiderando sus contenidos, motivos o demandas socioeconómicos (frente al sistema económico o a aspectos particulares como los recortes sociales, el paro, los desahucios o las reformas laborales). En sentido inverso, son también unilaterales las versiones interpretativas que señalan a este movimiento popular como exclusiva reacción frente a las graves consecuencias de la crisis económica, el papel especulativo de los mercados financieros o la desigualdad social producida por la política de austeridad; excluyen las estrategias y la gestión regresivas de las élites dominantes e instituciones políticas, con rasgos autoritarios y un fuerte deterioro de su legitimidad democrática. Los dos ‘sistemas’, económico y político, están interrelacionados y los pilares de ambos, su carácter antisocial y oligárquico, se han cuestionado por la ciudadanía indignada. Todo ello, junto con una amplia protesta social y la emergencia de nuevos sujetos sociopolíticos, requiere una revisión crítica de las principales teorías sociales y un nuevo esfuerzo analítico.
A partir del análisis de las particularidades de este nuevo fenómeno, explicado en otra parte (ver Ciudadanía activa, Opciones sociopolíticas frente a la crisis sistémica, ed. Sequitur), se exponen los criterios básicos para una explicación dinámica de la pugna sociopolítica y cultural de los sujetos en este contexto. Se trata de favorecer una mejor comprensión de este movimiento social progresista y el consiguiente refuerzo de sus posiciones normativas.
En primer lugar, se señala la falta de adecuación de los esquemas interpretativos de los nuevos movimientos sociales para analizar el actual ciclo de la protesta social en España. Para precisar la singularidad de este nuevo y heterogéneo movimiento social, se alude a algunos elementos comparativos. En el plano histórico y teórico se había realizado una clasificación: viejos movimientos sociales (sindical, vecinal…) de carácter ‘socioeconómico’ y ‘redistributivo’; nuevos movimientos sociales (feminista, ecologista, derechos civiles…) basados en la exigencia de ‘reconocimiento’ de nuevos derechos y actores, y poniendo el énfasis, en algunos casos, en su carácter ‘cultural’. No es adecuada la clasificación convencional (típica de la sociología estadounidense) por su supuesto carácter o identificación de ‘clase’: a los primeros se les adjudica su carácter ‘obrero’ o de clase trabajadora, cuando el movimiento sindical, aparte de los técnicos, expertos y altos negociadores de su aparato, entre su afiliación y su base electoral tiene importantes segmentos de las clases medias profesionales –enseñanza, sanidad, sector financiero…; los segundos no son solo de ‘clase media’, y entre sus componentes hay personas de clase trabajadora, particularmente jóvenes ilustrados pero precarios. Si hacemos referencia a sus dirigentes, su estatus y su posición social se asemeja más a la clase media profesional o con cualificación superior que a trabajadores y trabajadoras precarios o con poca cualificación. En resumen, respecto de su composición y el grueso de sus objetivos o intereses que defienden, ambos tipos de movimientos son interclasistas, de clases trabajadoras y clases medias, aparte de exigir demandas más generales o universalistas.
Podemos englobarlos en la experiencia más general de tres tipos de pugna sociopolítica frente al poder: procesos de cambio (político) democrático, contra el autoritarismo y la dominación y por la ampliación de las libertades políticas y la participación popular; de cambio social y económico de distintas dinámicas de desigualdad social, de transformación de la estructura socioeconómica y las relaciones de dominación sobre las capas populares y subordinadas; de cambio sociocultural frente a la discriminación en diversos campos y distintos sectores sociales.
Los tres procesos se pueden combinar desde la perspectiva de una democracia política, social y económica más avanzada y frente a las relaciones de dominación u opresión que imponen las élites y capas privilegiadas o dominantes. Pero, en las contiendas políticas y sociales, normalmente, aparecen por separado tres tipos de movimientos: movilizaciones o revueltas (solo) ‘políticas’ o democráticas, sin cuestionar el sistema económico y la desigualdad social; movimientos económicos (sindicales o redistribuidores), de defensa de derechos sociolaborales, sin cuestionar el régimen político y su déficit democrático o infravalorando otros tipos de injusticias; nuevos movimientos sociales, con dinámicas de cambio cultural pero que también apuntan a diversas desigualdades u opresiones (de mujeres, étnicas…) dentro de las relaciones sociales, incluidas las internacionales (amenazas de guerra o inseguridad y de cooperación o solidaridad) y del medio ambiente.
Pues bien, el actual proceso de movilización no encaja en ninguno de los tres, es una combinación de ellos pero con una nueva dimensión global o sistémica, aunque vinculada también a realidades y reivindicaciones muy concretas y locales. Se basa en la percepción y la confrontación con la situación de sufrimiento popular y la nueva ‘cuestión social’, se enfrenta al autoritarismo político, se fundamenta en una cultura cívica de los derechos (humanos) sociales, civiles y políticos y apunta a una dinámica social más democrática y liberadora. Este deseo de cambio ‘universalista’ se ha ido combinando y nutriendo con exigencias particulares e inmediatas.
En segundo lugar, podemos destacar la interrelación entre diversos procesos: el agravamiento de las condiciones materiales de la mayoría de la población (no solo del ‘contexto’, como realidad exterior a las personas); la conciencia social de los agravios e injusticias (enjuiciadas desde unos valores democráticos y de justicia social, opuestos al discurso de la austeridad); el bloqueo institucional y el carácter problemático o insuficiente de la clase política gobernante como representante, regulador o solucionador de los problemas y demandas de la sociedad, y la necesidad de una acción popular que va creando una identidad colectiva diferenciada de las élites dominantes.
La causa del inicio y el desarrollo del proceso no es ‘externa’ a la propia gente indignada. Es la situación, la ‘experiencia’ y la ausencia de perspectivas (institucionales, económicas) de solución (más bien de su agravamiento), contrastadas con su propia cultura democrática y de derechos sociales, lo que genera la indignación, la oposición y la resistencia social de una amplia capa de la sociedad. La indignación es un proceso acumulativo a la situación anterior a la crisis, pero cobra un fuerte impulso con los dos acontecimientos y etapas de mayor impacto: primero, con el comienzo de la crisis económica y sus graves e injustas consecuencias, con un fuerte y masivo descontento popular; segundo, a partir del año 2010 se produce un paso cualitativo y se añade el desacuerdo popular y la oposición sociopolítica a las políticas de austeridad y sus gestores gubernamentales y europeos. Al malestar socioeconómico y la exigencia de responsabilidad hacia los mercados financieros y el poder económico, se añade la indignación por la gestión regresiva de las principales instituciones políticas, la clase gobernante y sus incumplimientos democráticos. Esa doble indignación de una amplia corriente social, al valorarla desde valores democráticos e igualitarios, refuerza una actitud progresista de oposición ciudadana y exigencia de cambios, favoreciendo y legitimando la acción colectiva de una ciudadanía más activa.
Existen factores externos o de contexto que acentúan la gravedad de la situación socioeconómica y el autoritarismo político… pero no se puede decir que (mecánicamente) son ‘condiciones favorables’ (o desfavorables) para la acción colectiva. El nivel y el sentido de su impacto entre la población dependen de otros mecanismos institucionales, culturales y sociopolíticos. En particular, la transformación de la ‘situación’ (sufrimiento) en ‘experiencia’ (subordinación con malestar añadido por su injusticia) está mediada por la actitud concreta de esa mayoría social (y sus agentes representativos) que vive el retroceso y la política regresiva como ‘indigna’ o injusta. Interviene lo que en algunos círculos académicos se llama proceso de ‘enmarcamiento’, para dar significado a los hechos sociales. De la indignación, crítica pero más o menos pasiva en el plano individual o colectivo, una parte de la ciudadanía pasa a una participación más activa, con una respuesta colectiva (progresista). Se vence por un lado, la resignación, el fatalismo, el miedo o la impotencia, y por otro lado, la simple actitud reactiva y la pugna competitiva individual o intergrupal. Se reafirma la ‘cultura’ cívica, social y democrática de la mayoría de la sociedad y sus principales actores, que se contrapone con la situación de ‘injusticia’; genera, con la mediación de los mecanismos y oportunidades existentes, los motivos y las demandas de la indignación, su arraigo entre la sociedad y las iniciativas de movilización popular.
La movilización cívica, la protesta social, no se genera (automáticamente) por condiciones y medidas económicas o políticas ‘externas’ a la situación directa y real de las personas. La ‘causa’ del movimiento social no es una ‘estructura’ o un ‘contexto’, ni siquiera una agresión o un mayor sufrimiento (ante los que se puede reaccionar con miedo, sumisión, resignación o adaptación). En ese caso, la movilización popular, su origen, dimensión, carácter y continuidad dependería fundamentalmente de esos factores externos, estaría dependiente de ellos y sus agentes: a mayor sufrimiento, mayor resistencia; a mayores agresiones, mayores respuestas; o bien, lo contrario, a mayores ‘oportunidades’ (debilidad del poder) o ‘expectativas’ (elección racional), mayores movilizaciones. Es el conflicto entre los distintos sujetos sociales (o actores económicos y agentes sociopolíticos), el (des)equilibrio en la pugna entre ellos, lo que configura el proceso de la contienda sociopolítica o cultural, incluida la propia formación de cada sujeto social. El avance o el retroceso dependen de la relación de fuerzas entre ambos (o diversos) actores. No es, por tanto, el aspecto unilateral del grado de ‘oportunidad’ o debilidad que ofrece el poder, o bien su carácter agresivo y amenazante, lo que explica el carácter y la dimensión del movimiento social. Tampoco, la gravedad de las agresiones o retrocesos materiales, económicos o sociales.
La explicación de la indignación y la protesta social pasa por la combinación relacional e histórica de las dos (o más) dinámicas en pugna. El impulso decisivo es la actitud de la mayoría de la sociedad y sus principales actores, confrontada a ‘su’ situación y la actuación de las clases dominantes. Se trata de comparar la fuerza ‘interna’ existente en la sociedad y sus sectores más activos o avanzados frente a la fuerza ‘externa’ del establishment, según su poder, cohesión y legitimidad. Esa capacidad popular de protesta y de cambio está condicionada por su posición social, por su ‘experiencia’ respecto a esa problemática y su percepción como injusta, al contrastarla con su cultura cívica, sus valores éticos y democráticos. Y para evaluar su capacidad movilizadora también hay que contar con sus recursos disponibles, sus formas expresivas, su apoyo social y sus expectativas de resultados en distintos planos.
Los resultados de la contienda sociopolítica y la pugna cultural dependen de esa correlación de fuerzas en presencia. Vencer un poder débil, ilegítimo y dividido, o cambiar aspectos parciales y no sistémicos (de la estructura económica y de poder) puede ser suficiente a través de un movimiento popular menos potente, con menores aliados y con limitado apoyo social o presencia institucional. Al mismo tiempo, un movimiento social más consistente puede fracasar al tener enfrente a un poder más fuerte o aspirar a objetivos más ambiciosos (aunque pudieran derivar en otras ventajas reivindicativas, sociopolíticas, organizativas y de legitimidad ciudadana). El éxito o el fracaso de una dinámica de indignación y protesta social se deben medir en una doble dimensión: conquista reivindicativa a corto plazo; avances y retrocesos de las fuerzas en presencia, de sus capacidades y legitimidad, manifestados también de forma concreta e inmediata, y que favorecen o perjudican las transformaciones a medio plazo. Por tanto, los resultados en los dos planos dependen de la interacción de tres elementos: la envergadura de los objetivos planteados; la relación entre, por un lado, la capacidad, cohesión y apoyo social del movimiento y, por otro lado, la fortaleza económica e institucional y la legitimidad del bloque del poder, y los cambios en los equilibrios entre esos dos campos.
También debemos incorporar en el análisis las profundas transformaciones en la relación entre lo individual y lo global, su influencia en los movimientos sociales y la construcción de identidades complejas y el reconocimiento de un yo como agente. Estas nuevas realidades hay que interpretarlas de forma rigurosa, superando los conceptos y el lenguaje referidos a otras épocas y que hoy, por su carácter esquemático, idealista o determinista, confunden más que clarifican. Supone un esfuerzo teórico y crítico para renovar la teoría social e interpretar mejor las nuevas realidades sociales.
Es fundamental la mediación sociopolítica/institucional, el papel de los agentes y la cultura, con la función contradictoria de las normas, creencias y valores. Junto con el análisis de las condiciones materiales y subjetivas de la población, el aspecto principal es la interpretación, histórica y relacional, del comportamiento, la experiencia y los vínculos de colaboración y oposición de los distintos grupos o capas sociales, y su conexión con esas condiciones. Supone una reafirmación del sujeto individual, su capacidad autónoma y reflexiva, así como sus derechos individuales y colectivos; al mismo tiempo y de forma interrelacionada que se avanza en el empoderamiento de la ciudadanía, en la conformación de un sujeto social progresista. Y todo ello contando con la influencia de la situación material, las estructuras sociales, económicas y políticas y los contextos históricos y culturales.
Por tanto, desde las ciencias sociales, contamos como muchas ideas razonables y hay que partir de ellas. Pero el acento hay que ponerlo en su renovación y en la superación de sus principales errores y límites; es decir, en el análisis concreto y la elaboración de una nueva interpretación de los hechos sociales actuales. Ese esfuerzo teórico, interpretativo y crítico, cuyo enfoque se ha apuntado aquí, todavía es más perentorio para interpretar la nueva realidad sociopolítica, en particular, el proceso de indignación y protesta social, y favorecer su conversión en un poderoso movimiento popular por un cambio progresista, así como su expresión electoral.
En definitiva, aquí se apuesta por una interpretación basada en la interacción entre estructuras y sujetos, por un paradigma social, relacional e histórico que parte del conflicto social, de la conformación de procesos de movilización social y cambio sociopolítico. Se trata de la revalorización del papel de la propia gente, de su situación, su experiencia y su cultura, así como de los sectores más activos y su representación social y política, es decir, de los sujetos sociopolíticos.
Antonio Antón es Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
18/6/2014
Joaquim Dodero Curtani
Rosa Balistreri. La voz siciliana de los miserables de la tierra
El próximo 20 de septiembre se cumplirán 35 años del fallecimiento de Rosa Balistreri, una de la grandes cantantes de la música popular siciliana, junto a Sara Cappello, Marilena Monti, Laura Mollica y Serena Lao (amiga personal de “Rosa”), Alfio Antico y dos cantantes, no nacidas en Sicilia, pero grandes difusoras de su folclore popular, como son Lucilla Galeazzi y Giovana Marini (cantante, compositora, etnomusicóloga y creadora del grupo “Nuovo Canzionere Italiano”, así como Directora de espectáculo “Bella Ciao”).
Este artículo es el fruto de una reflexión después de un reciente viaje en el que pude constatar hasta qué punto Sicilia es ya un gran destino turístico, lo que lleva aparejado su conversión en parque temático para el “turismo de masas”, un modelo que aleja al viajero de la posibilidad de una experiencia humana enriquecedora, abocándole a una carrera de consumo de atracciones feriales. Una banalización y falseamiento de la cultura del país visitado.
El “turismo de masas”, junto a las consecuencias de la mutación antropológica operada sobre una parte de la población siciliana —como en el resto de Europa— por el “consumismo“ y el “desarrollismo capitalista”, suponen una seria amenaza sobre la cultura popular siciliana.
El peligro de desaparición se cierne, de forma especial, sobre su literatura de tradición oral: los romanceros, el gran cancionero popular siciliano, las representaciones de los “cantastorie” y los teatros de las “pupi sicilianas”. Algunos de éstos sobreviven actualmente a duras penas, sin ayudas públicas de ningún tipo (se han retirado las subvenciones que se daban a los escolares provenientes de familias de pocos recursos para que pudieran asistir a sus representaciones una vez al año), gracias a la obstinación o perseverancia de los grandes artesanos y adalides de este teatro dei pupi como el Maestro Argento y su familia, el de Mimmo Cuticcio de Palermo, el de la familia Napoli de Catania, o el de las familias Vaccaro-Mauceri de Siracusa.
Relegar u olvidar la cultura popular representa una interrupción del proceso de transmisión-recepción de la peripecia vital, histórica, social y política de las clases populares de un país, es decir, de la mayoría de su población. En cierto modo supone la desconexión de los seres humanos con la experiencia de sus antepasados, una pérdida de conciencia como sujetos sociales e históricos.
Perder el “relato vivo” del penar de nuestros antepasados, de sus sentimientos, alegrías, desdichas, creencias, y de sus luchas sociales y políticas, representa algo así como borrar de un plumazo el conocimiento epigenético, la memoria genética, racial (Carl Jung) y cultural de los seres humanos.
En definitiva, un paso más en la consecución de los objetivos del “pensamiento único”: con un borrado progresivo de la memoria del individuo, sumido en un proceso de aculturación, se abre la posibilidad de imponer procesos de homogeneización de su pensamiento, abriendo otra puerta hacia un control político y social absoluto sobre el mismo, sin apenas contestación.
A pesar de la situación, no se puede ignorar el trabajo actual de algunos artistas sicilianos en mantener y actualizar el cancionero popular siciliano, destacando Matilde Polito, Pippo Romano, Malanova y otros tantos.
Por todo ello, vale la pena contribuir a la difusión de la obra, el pensamiento y la personalidad de Rosa Balistreri —una de las grandes voceras de la canción popular siciliana—, evitar que caiga en el olvido.
Una advertencia previa: es imposible entender la obra artística de “Rosa” sin el conocimiento de su peripecia vital, que condicionó absolutamente su evolución artística. Por ello, en este artículo hay multitud de referencias a la misma.
“Rosa” (como generalmente era conocida, aunque algunos, los menos, utilizando un apelativo más propio del lenguaje literario, la llamaban también “Rusida”) nació en Licata, provincia de Agrigento (Sicilia) en 1927, en el seno de una familia pobrísima y numerosa del degradado barrio de la Marina.
Desde muy pequeña tuvo que ganarse el pan con diversos menesteres: ayudando a transportar las sillas que su padre reparaba; en las labores de conserva del pescado en el barrio del Salto (por aquel entonces lleno de inmundicia y envuelto de desagradable olor, según cuentan las crónicas ciudadanas de la época); espigando en verano en compañía de su padre por los soleados campos sicilianos, donde cogían puñados de grano para lograr calmar, ni que fuera por unos pocos días, el hambre de la familia.
Desde pequeña, tanto la familia como sus vecinos la oían cantar, sin darle mayor importancia a su peculiar timbre de voz. Más tarde, Rosa aclaró que cantaba para vencer la rabia que le provocaba la terrible cotidianidad que debía soportar.
Después de la II Guerra Mundial, a partir de los 15 años, empezaron a llamarla para cantar en la Iglesia durante la celebración de bautizos y bodas, lo que le permitió calzar unos zapatos por primera vez en su vida, aunque tal uso se circunscribiera al tiempo de duración de la ceremonia.
Su vida fue tortuosa, con ribetes trágicos. Intentó el suicidio y dio con sus huesos en la cárcel en un par de ocasiones.
Dando muestras de un fuerte carácter, supo arrostrar la adversidad y la injusticia que se cernió sobre ella, como a menudo sucede, como si fuera una maldición, sobre los desposeídos de la tierra. La desgracia suele acarrear otra nueva desgracia, como si la pobreza sumiera en un círculo diabólico, del que Rosa logró escapar.
Sobrevivió a un padre alcohólico, jugador, que mientras maltrataba a su madre decía a su hija ‘’calla, solo las putas cantan”; al padre de su única hija, un marido impuesto “ladrón, jugador y borracho” (como ella lo calificó en un recital), al que “Rosa” casi mata de un golpe de lima al sorprenderle jugándose la canastilla de su hija; a un embarazo no deseado del hijo mayor de una respetable familia burguesa a la que servía, por el que fue arrojada a la calle sin miramientos en aplicación del “respetuoso” código de conducta imperante.
Tras ese acontecimiento le sobrevino otro duro período, en que debió ganarse el pan de las más diversas formas: como recolectora y vendedora de alcaparras y de caracoles, como saladora de sardinas en el Salato. Vivió y durmió en las estaciones, en las puertas de los hospitales, donde acabó por dar a luz a un hijo muerto.
“Rosa” nunca escondió las dificultades y adversidades que la asediaron, sino todo lo contrario: las hizo públicas, como una forma de denuncia social.
Declaraba en una entrevista: “He aprendido a leer a los 32 años. Desde los 16 vivo sola. He hecho muchos trabajos muy agotadores para dar de comer a mi hija. Conozco el mundo y sus injusticias mejor que cualquier licenciado. Y estoy segura que, antes o después, los pobres, los indefensos de la tierra, los honestos tendrán un poco de paz en la tierra”. Y añadía: “yo soy de las que no calzó zapatos hasta los 20 años”, algo que despejaba dudas, por si alguien las tuviera, sobre su humilde procedencia.
Finalmente, junto a su hija y su hermano Vincenzo (discapacitado, zapatero de profesión) escapó, como tantos compatriotas suyos, al terrible destino que le deparaba su Sicilia natal, instalándose en Florencia.
Allí hizo todo tipo de labores, como ejercer de sacristana (sufriendo el asedio del párroco) o servir en una casa de gente acomodada. Una vez reunido el capitalito suficiente, puso una parada de fruta y verdura en el mercado de San Lorenzo y se trajo consigo a toda su extensa familia siciliana (por ello Rosa y su familia están enterrados en Florencia). Residió a lo largo de veinte decisivos años en esta ciudad.
Su primera etapa en la capital de la Toscana fue muy trágica. Acogió a su hermana María, que escapaba de un marido maltratador, quien finalmente la localizó y asesinó. Un suceso brutal que abocó al suicidio al padre de Rosa.
A pesar del terrible debut florentino, “Rosa” pudo retomar las riendas de su propia vida. Una vida sin itinerarios fijos, amando hombres —a los que plantaba cara cuanto era necesario con la misma contundencia que a los “padroni”— sin casarse con ellos. En definitiva, rompió con las pautas de las relaciones propias del machismo imperante (y las de su sustentadora principal: la Iglesia católica). Lo que jamás le fue perdonado.
Su relación sentimental con el pintor florentino Manfredi, le permitió contactar con Mario De Micheli (Historiador del Arte); Leonardo Sciascia (escritor); Ignazio Butitta, poeta que escribía en siciliano, partisano a quien el PCI editó el magnífico libro de poesía Lu pani si chiama pani) y mentor de Rosa, a quien dio el siguiente consejo: “Debes aprender a tocar la guitarra, porque tú serás “la cantautora del Sur” y finalmente empujó y acompañó en sus primeras veladas musicales en Toscana, y con quien a su vez compartió recitales y conciertos de poesía, lo que permitió a Rosa conocer a Dario Fo (éste le daría la gran oportunidad de cantar en el espectáculo “Ci ragiono e canto”); Renato Guttuso (pintor expresionista palermitano y vitalista como Rosa); el “cantastorie” [1] Cicciu Busacca (que destacó por su pasión por la narración y la denuncia civil, unidas a una particular sensibilidad musical). Finalmente, mantuvo amistad con Pier Paolo Pasolini.
Con el apoyo de este grupo de amigos consiguió convertir en profesión aquello que ella, de forma espontánea, venía haciendo desde muy chica: cantar los “cunti” (pequeñas narraciones en verso cantadas por los llamados “cantastorie” en los mercados y plazas) y los “canti” del cancionero popular siciliano que contribuyó a resucitar. Una nueva profesión que no conseguiría asegurarle un futuro digno, ya que murió en una situación de casi indigencia.
Su repertorio artístico inicial fue enriqueciéndose con nuevas canciones cuyos orígenes eran las recopilaciones: del filólogo, poeta y político Linardo Vigo 1799-1879 (Raccolta amplissima di canti popolari siciliani); del compositor y musicólogo Alberto Favara 1868-1923 (Canti della terra e del mare di Sicilia y Corpus di musiche popolari); y de Giuseppe Pitrè 1841-1916, escritor, antropólogo y literato conocido por sus indagaciones sobre el folklore siciliano.
La etapa florentina sirvió a “Rosa” para apaciguar su asfixiante sentimiento de rabia, es decir, para racionalizar y controlar los sentimientos contradictorios que le suscitaba su amada Sicilia: la rabia, el amor y el odio; la atracción y el rechazo. Algo que sucede a menudo a muchos emigrantes de espíritu libre e inquieto como el suyo.
La distancia de su Sicilia natal le permitió transformar el resentimiento por todo el sufrimiento acarreado desde su infancia —difícil digestión donde las haya— en razonamiento y lucha política. A ello contribuyeron, de forma decisiva, las reflexiones de sus amigos.
Todo ello ayudó a dar solidez y profundidad a su pensamiento político y conformó definitivamente su identidad comunista, que no escondió jamás, lo que en la Sicilia de esta época exigía valentía, aceptando de antemano las duras consecuencias: una cierta exclusión social, una marginación.
Dicho en otras palabras, la distancia permitió que su pensamiento se adentrara en un “proceso de culturización” de inspiración gramsciana. Recordemos las palabras del intelectual y político sardo respecto a la cultura: “La cultura es algo muy distinto. Es organización, disciplina del Yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de una conciencia superior por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes”. [Antonio Gramsci. “Socialismo y cultura” (29-I-1916; I.G.P.; S.G. 22-2)].
“Rosa” cantaba con una voz áspera, de timbre seco, actoral, utilizando las cadencias típicas de la canción popular siciliana. Poco inclinada al desfogue intimista, más bien todo lo contrario: su voz adquiere un dramatismo que nos mantiene en vilo, con variadas resonancias, desde una “lauda” (la más importante forma vernácula de música sacra en Italia en la baja Edad Media y en el Renacimiento), al eco de las ruidosas representaciones de las populares “pupi” (teatro de marionetas sicilianas que reproducen fragmentos de la presencia de Carlomagno y batallas del Orlando Furioso de Ludovico Ariosto) y las epopeyas contadas y cantadas por los “cantastorie” de los mercados y plazas sicilianos.
Dicho de otro modo, Rosa tenía interiorizada la forma dramática. El poso acumulado como espectadora de tantas representaciones de “cantastorie”, de bellas “canzuni”, y de “Teatro de pupi” le permitió adquirir, de forma natural, una técnica dramática tanto para cantar como para actuar en el teatro. A menudo, sus juegos infantiles eran representaciones y canciones que oía en las plazas de Licata, Esta fue su escuela dramática, sin olvidar la contribución de su propia vida, intensa, con ribetes de tragedia.
Con el simple contrapunto de su guitarra (cuyos acordes básicos no los aprendió en ningún conservatorio, sino que se los enseñó un cura) los textos cantados podían convertirse en una saga, poema, sarcasmo o pasión.
Se definía a sí misma como una “cuntastorie e cantastorie” siciliana, comparada a menudo con la cantante portuguesa Amàlia Rodrigues, por quien confesó sentir admiración, igual que por Maria Bethânia y por la música afroamericana (blues”, gospell, jazz). Por su fuerte carácter también fue comparada con Nina Simone (otra mujer de fuerte personalidad) y con Billie Holiday, quien también trasladó a sus canciones la dureza de su vida.
Su sentido dramático la permitió participar en algunas representaciones teatrales, siendo las más destacadas Ci ragiono e canto (con Dario Fo), La Luppa, La ballata del sale y Buella.
Su participación en Ci ragiono e canto fue determinante para el despegue de su carrera artística profesional. Según cuenta Vittorio Serra: “… a través de un trabajo previo de Dario Fo, pescando a manos llenas en el sugestivo repertorio folklórico nacional, había construido sobre la base de un centenar de canciones la dolorosa historia del hombre y mujer italianos anteriores a la revolución industrial, oprimidos por el trabajo, el clero, la guerra, el amor, los ricos, un conjunto de infelicidades sociales, encontrando en la canción un espléndido paliativo para substraerse de ellas".
En ese espectáculo, Rosa Balistreri era una cantante “aficionada, entusiasta y militante” (según el lenguaje ad hoc) que Dario Fo utilizó durante la dirección de la obra: “una intérprete proveniente del mundo del trabajo” que actuaba con otros/as cantantes profesionales (como Giovanna Marini) definidos/das por Fo como “portadores/ras de diferentes culturas”.
En la introducción de Ci ragiono y canto, Dario Fo aludió al descubrimiento musicológico: el ritmo musical de las canciones del mundo del trabajo, en relación directa con el ritmo del trabajo (una broma por la que atribuía a una colaboradora de Lenin el descubrimiento de la relación música- desempeño del oficio). Del mismo modo, las canciones de una nana-nennie reproducen los ritmos propios de una parturienta.
“Rosa” refería al estreno de Ci raggiono e canto de la siguiente forma: “La primera noche, en la Pérgola, en la sala, estaban mi madre, mis hermanas, Manfredi, los amigos florentinos. Me dije a mi misma: Rò, acuérdate de la pocilga de vía Martinez, de Iachinuzzu (su horrible marido), de la violencia en la cristalería, del cura pícaro de Palermo. El hambre, las injusticias, las cárceles… […].” Este ha sido el devenir que ha conformado a Rosa Balistreri.
La participación en Ci ragiono e canto prosiguió con un gira por Italia, dando diferentes conciertos en el teatro “Carignano” de Turin, en el “Manzoni” de Milán y en el “Metastasio” de Prato, que alternó con recitales en varias sedes de Instituciones y seminarios de música popular de algunas universidades.
“Rosa” tocó todos “los palos” musicales posibles, desde los cantos religiosos (tenía un sentido particular de la religión alejado de “curias”, curas, beatos y poder) a los cantos de la emigración, los amorosos, los proverbios sicilianos y los cantos sociales y políticos. Las letras de sus “canti” eran, a menudo, invectivas contra los “padroni”; otras consistían en oraciones para que al Señor diera de beber a la tierra sedienta; otras tienen por objeto el lamento nostálgico de los emigrantes que lloran por el sol olvidado, o expresan la emoción de una Sicilia bañada por el amarillo de los limoneros, los cantos de los pescadores; y otras, eran canciones contra la mafia y sus relaciones con la Iglesia.
Otra parte significativa de las canciones de Rosa son crónicas de la vida de las mujeres de su tiempo y clase social, a quienes dio voz en cuanto ejemplo de lucha contra la opresión machista propia de la sociedad de su época, amparada por la Iglesia Católica. Como muestra la canción Matrimonio infelice (1967), dedicada a su hermana asesinada por su marido.
Su repertorio incluía los más variados géneros musicales sicilianos. Un amplio abanico que alcanzaba tanto las “ninna nanna, nanna nenie” [2], “cantilene” [3], “filastrocce” [4],“ tarantelle siciliane”[5], y las “Canzuni” [6], el género popular más difundido.
Una persona de espíritu libre y crítico como el de “Rosa” resultó siempre incómoda en su tierra, silenciada por la omerta, que impedía la denuncia de una injusta realidad social y política, con una iglesia conservadora vinculada a la sucia política de la Democracia Cristiana y la mafia, el trípode sobre el que se sustentaba el poder en Sicilia.
En 1971 “Rusida” volvía a Sicilia, a su adorado Palermo, tras separarse del pintor Manfredi (12 años de convivencia). Siguió cantando en las fiestas de l'Unità y el PCI, recitó en el “Teatro Stabile di Catania” y colaboró con la Universidad de Catania.
“Rosa” debía haber participado en el Festival de Sanremo 73 con la canción “Terra cu nun senti”, que es un lamento por la dura situación de las clases populares sicilianas, pero la canción fue retirada por la dirección del festival en el último momento bajo el pretexto de que: “no era original” (es decir, por no ser inédita). Rosa dio esta explicación:
Soy una roja, una tipa peligrosa para el sistema, temían que hiciera alguna de las mías, que dijese delante de 30 millones de telespectadores alguna frase provocadora, es decir, verdadera.
Ahora he decidido cantar mis protestas, mis acusaciones, el dolor de mi tierra y de los pobres que la habitan, de quienes la abandonan, de los compañeros obreros, de los braceros, de los desocupados, de las mujeres sicilianas que viven como bestias. Era mi objetivo cuando acepté cantar en Sanremo.
En Sanremo, los cantantes van a vender discos y hacer dinero, yo he ido para hacer política, para protestar cantando. Se puede hacer politica y protestar de mil modos diferentes: yo canto. Pero no soy una cantante… soy una activista que da mítines con la guitarra.
Han acertado…, hubiera sido incapaz de cantar delante de aquella gente elegantísima, reaccionaria, tranvestida con hábitos de carnaval.
La firmeza en la defensa de sus convicciones, su fuerte carácter y el cambio de modas culturales operado en los años 80 fueron dejando a un lado el folklore popular, condicionando negativamente los últimos años de “Rosa”, abocada al trance de un cierto malvivir, que lindaba con una miseria material —la miseria moral está reservada a otro tipo de personajes—, y con pocos amigos a su lado, entre ellos Felice Liotti y Lillo Catania.
Rosa falleció en 1990, a los 73 años, en un Hospital de Palermo, a consecuencia de un ictus cerebral que la sorprendió durante una gira por Calabria.
El Memorial de “Rosa” ha estado paralizado durante años. La clase dirigente local de Licata no ha perdonado su forma de vida, el pensamiento y el compromiso político de Rosa Balistreri. Sólo, recientemente ha vuelto a ponerse en marcha desde Catania, una ciudad y una universidad que supieron acogerla y respetarla como se merecía.
Para tener una imagen más cercana de Rosa, reproduzco el emocionante testimonío (1982) del poeta Ignazio Buttitta:
Yo encontré a Rosa Balistreri en Florencia, hace 22 años, en casa de un pintor amigo mío (Manfredi). Aquella noche Rosa cantó el lamento por la muerte de Turiddu Carnivali, que era un poemita mío. Aquella noche no se me olvidará nunca. La voz de Rosa, su canto sofocado, dramático, angustiado, parecía que viniera de la tierra reseca de Sicilia. He tenido la impresión de haberla conocido siempre, de haberla visto nacer y haberla oído toda la vida: niña, descalza, pobre, mujer, madre, porque Rosa Balistreri es un personaje fabuloso, incluso diría más, un drama, una novela, una película sin rostro. Rosa Balistreri es un personaje que camina en el filo, que tiene una corazón abierto a todos, que ama a todos; un corazón joven para la Sicilia de Vittorini (novelista siciliano) y de Salvatore Quasimodo (poeta hermético siciliano), un corazón joven para la Sicilia de Guttuso (pintor expresionista amigo de “Rosa”) y de Leonardo Sciascia.
Buttita, poco tiempo después, añadía:
Cada vez que busquemos las palabras, los sonidos escondidos en lo más profundo de nuestra memoria, cuando queramos releer una página verdadera de nuestra memoria, será la voz de “Rosa” la que volverá a imponerse con su firme desesperación y su trágica dulzura…
Ella dejó dicho: “comprenderéis a Rosa Balistreri cuando haya muerto, nunca mientras viva. Porque protesto, tengo razón en protestar y quien lo entienda me entenderá”
Como epílogo, nos dejó una canción (“Quannu io moru”) que compuso con el guitarrista, también compositor y amigo personal, Lillo Catania, un “agrigentino” depositario de las confesiones y relatos de Rosa, a quién ayudó a transformar sus historias en lírica y canciones (en su mayoría inéditas).
Notas
[1] ”Il cantastorie”: Figura tradicional de la literatura oral y de la cultura folclórica, un artista de calle que se colocaba en un extremo de las plazas y los mercados y cantaba una historia, antigua o reelaborada.
Los “cantastorie” acompañaban la "Cantata" con un instrumento, normalmente una guitarra, pero también usaban el acordeón (o la lira, en tiempos remotos). Se ayudaban de un cartelón sobre el que venían representadas las principales escenas de la historia. Sus obras se remuneraban con lo que daban los espectadores o bien con la venta de folletos en los se describía la historia. A partir de los años 50, con el advenimiento del vinilo, estas historias se vendían en discos, primero de 78 y después de 45 revoluciones.
[2] “Ninna nanna” e “ninna Nenie”: canciones para niños, cantos lúgubres con acompañamiento de flauta que seguían el entierro de un niño.
[3] “Cantilene”: breves composiciones poéticas sin acompañamiento musical para ser recitadas o cantadas.
[4] “Filastrocce”: composición breve con repetición de sílabas y utilización de palabras de extracción popular.
[5] “Tarantelle siciliane” (danza popular, como la utilizada en la célebre canción “Cu ti lu dissi”. El ritmo de la filastrocca es rápido y con cadencias con rima, asonancia e aliteraciones recurrentes; casi siempre en un tempo moderato y en un compás de 6/8.
[6] “Canzuni” el género popular más difundido en el ámbito de la producción literaria dialectal siciliana destinado a estrechar relaciones o vindicar súbitas afrentas, sin excluir la componente lúdica y ritual presente en la organización de las serenatas entre novios, cantadas en público a varias voces (detrás de la novia se turnaban dos voces, y dos voces se reservaban para la cadencia final). Si la serenata acababa mal, se iba al monte y el ex novio ofrecía una contra-serenata donde cantaba estrofas de desdén, picantes y ofensivas, dirigidas a la novia. Hay otro tipo de “canzuni” con otros motivos: la aradura, la siega, la recolección de las nueces, cuando hombres y mujeres trabajaban juntos. Las “canzuni” consistían en alusiones más libres y más intrépidas de cuanto había sido hasta entonces lícito, y servían para establecer nuevos lazos o redoblar viejas cuestiones en un forma más libre y jocosa. Otras eran cadencias repetidas de un extremo a otro de los campos para combatir la fatiga, por ejemplo. Otras, “giogichi de pegni” para las fiestas de San Juan, donde las novias extraían predicciones de las “canzuni”. Por último, cabe reseñar que las canzuni se escribían en octavas sicilianas, compuestas por versos endecasílabos con dos rimas alternadas a cuatro voces.
Selección de canciones de Rosa Balistreri, con el texto de sus letras en siciliano y en español, con un comentario sobre cada y un video cantado por Rosa:
28/6/2014
En la pantalla
Periodistas 22M
Diles que se vayan
Documental de las Marchas de la Dignidad
Documental de las Marchas de la Dignidad, bajo licencia Creative Commons.
Periodistas 22m: http://periodistas22m.blogspot.com.es/
Facebook: https://www.facebook.com/periodistas22M
30/6/2014
Guillermo Cruz
€uroestafa
¿Cómo explicar que del esplendor de la burbuja inmobiliaria, hayamos pasado a una crisis económica sin precedentes? €uroestafa narra un viaje al pasado para entender la involución económica y social del presente. Un viaje que nos ayudará a esclarecer ciertas tramas económicas difusas de nuestra historia, que han sido claves para el devenir de la sociedad Española y Europea. El documental indaga en los orígenes de la crisis, cuestionando el desarrollo de momentos históricos tan importantes como la Unión Económica y Monetaria.
Está dirigido por Guillermo Cruz y se basa en los estudios económicos del Catedrático en economía inmobiliaria Ricard Vergés, cuya experiencia en la estadística y contabilidad nacional, nos ofrece una investigación fiable con más de 20 años de estudio. Guillermo Cruz nos presentó hace seis años junto al Arquitecto Santiago Cirugeda, un primer trabajo centrado únicamente en la burbuja inmobiliaria Española "€SPANISH DR€AM", y que ya tuvo un gran éxito en circuitos independientes y en su difusión on line.
28/6/2014
Ross Ashcroft
Four Horsemen
Esta es la ópera prima del director Ross Ashcroft, que revela las fallas fundamentales en el sistema económico que llevado a nuestra civilización al borde del desastre. 23 líderes de opinión (Noam Chomsky, Joseph Stiglitz, entre otros) —frustrados por el fracaso de sus respectivas disciplinas— rompen el silencio para explicar cómo el mundo funciona realmente. El documental no se anda con rodeos en la descripción de las consecuencias de la inactividad continuada, pero su mensaje es de esperanza. Si más personas pueden desarrollar un mejor entendimiento acerca de cómo el mundo realmente funciona, entonces los sistemas y las estructuras que condenan a billones a la pobreza o a la inseguridad crónica pueden ser vencidas. Soluciones a las múltiples crisis que la humanidad enfrenta nunca han sido tan urgentes; pero de igual manera, las condiciones para el cambio nunca han sido más favorables.
30/6/2014
La mano invisible. La película
El trabajo alienado y explotador visto a través de un proyecto colectivo y liberador
En La mano invisible encontramos un grupo de trabajadores en una nave industrial abandonada, cada uno haciendo su trabajo, todos en el mismo espacio pero separados y sin relacionarse entre ellos. El trabajo que realizan tiene mucho de representación y parece no ser productivo: un albañil que levanta una pared, la tira y vuelve a construirla; un mecánico que desmonta un coche; una costurera que cose sin parar... Están en una nave en la que hay, además, una grada con público que les ve trabajar. No sabemos por qué están allí, a qué se debe aquello, si es una representación o una obra de arte, si es una forma de protesta, un reality show… y esas son las preguntas que conducen el libro: ¿Por qué están ahí? ¿Quién los ha hecho trabajar? ¿Quién está detrás de aquel montaje y quien es la mano invisible que mueve los hilos de los trabajadores? ¿Quién los ha colocado allí?
Estas son las palabras con las que Isaac Rosa nos presenta La mano invisible. La película en un video explicativo sobre el proyecto. El texto que da origen, una prosa moderna de altísima calidad y apartada de la literatura comercial, huye de ese tratamiento casi siempre subalterno, maniqueo o frívolo que recibe la clase trabajadora. En la cinematografía, salvo honrosas excepciones, la clase obrera es analizada sin profundidad, jugando un papel secundario como el bufón que acompaña a los protagonistas. Lejos de esta visión, el escritor asentado en Madrid (sevillano de nacimiento) nos regala un análisis no tanto de la clase obrera sino del trabajo a través de una profunda interiorización psicológica de cómo pensamos en el desarrollo laboral. Aunque la obra se basa en capítulos que se centran en diferentes profesiones analizadas detenidamente, el autor no pretende obviar ni lo personal ni lo general. La limpiadora, la costurera, el peón de la cadena de montaje… podríamos ser cualquiera de nosotros. Sin duda podrían ser nuestra madre o nuestro padre, nuestras abuelas; serán nuestros hijos. El cine y la literatura los ha censurado pero en un análisis real es evidente que el mundo funcionaría sin empresarios pero no sin ellos y ellas.
Esta es la segunda grandeza del proyecto: lanzar una película no desde las grandes mercantiles y sus consejos de administración sino a través del trabajo cooperativo. La mano invisible está siendo adaptada, en el sentido más real del término, por el director David Macián y el guionista Daniel Cortázar, como obra cinematográfica. El proyecto lo forman el conjunto de técnicos y profesionales que nos regalan esa magia que es el cine y que tantas veces son invisibilizados por la industria mercantil audiovisual. Por supuesto, no faltan un buen número de actores y actrices que, más allá de su dilatada experiencia en la profesión y magníficas dotes interpretativas, han querido participar de un proyecto que ante todo es colectivo.
La producción es cooperativa y todo el equipo, desde el staff técnico hasta el elenco actoral, financiará el coste de la película y optará a los beneficios futuros de la misma.
Más allá de que la figura jurídica de la película, por motivos operativos, sea finalmente una sociedad limitada, internamente funciona como una cooperativa: hacen asambleas periódicas en las que participa la producción asociada, los colaboradores y el equipo técnico y artístico y en la que todos los votos valen igual, tomando las decisiones relevantes para la película en colectividad. Finalizadas las asambleas, la responsable de producción redacta un acta, que es enviada a todo el equipo y productores asociados con el fin de que quienes no hayan podido asistir a la asamblea conozcan la situación en la que se encuentra el proyecto y las decisiones que se han tomado conjuntamente.
La financiación de la película proviene de las aportaciones que se están realizando a través de la plataforma online de financiación colectiva Verkami (http://vkm.is/manoinvisible). Los sueldos del equipo artístico y técnico son capitalizados, es decir, contabilizando lo que debería ser el salario de cada uno y optando a un porcentaje de los ingresos de la película, que se repartirá proporcionalmente en función de esos porcentajes. Por otro lado, hay quien participa con colaboraciones “en especies”. En patrocinio, existe también un importante número de empresas y profesionales afines a la ideología del proyecto, tanto en su forma como en su fondo, por ser una historia que habla de la dignidad del trabajo y reflexiona sobre la precariedad laboral actual.
Todo ello debería llevarnos a quienes nos comprometemos en la defensa de los Derechos de los trabajadores y trabajadoras (así como los y las que participamos de las cooperativas) a sumarnos económicamente desde 5 € como mecenas y a partir de 500 € como productor asociado (www.lamanoinvisiblelapelicula.com). La mano invisible. La película es expresión de la nueva etapa en la que estamos, se crítica el momento en que vivimos a través de nuevos métodos, se pasa así de la cultura de la resistencia a la de la alternativa. Este no es un film más; es una película que trata del trabajo alienado y explotador y se crea a través de un trabajo colectivo y liberador.
30/6/2014
Joan Giralt
Ni perdono, ni oblido
Treball de recerca de Joan Giralt Filella sobre la fotografia de la Retirada de 1939 on hi apareix la família Gracía Bamala. Aquest documental es basa en un recull d'entrevistes juntament amb un seguit de material fotogràfic i audiovisual tant de producció pròpia com extret de diferentes fonts i arxius.
Entrevistats:
- Antoni Llagostera
- Assumpta Montellà
- Ernesto Baringo
- Joan Garriga
- José María Maldonado
- Lluís Bassaganya
- Margarida Planell
- Pepeta Fajula
- Xavier Anton Bofill
Col·laboradors:
- Joan Crosas
30/6/2014
El extremista discreto
El Lobo Feroz
Tuvieron que hacerlo
Aunque era de esperar, fueron más allá de lo constitucional: prohibir las manifestaciones republicanas, esos que se llenan la boca de "estado de derecho", el día de la toma de posesión (pues eso fue).
Tuvieron además que "practicar" —como dicen ellos— detenciones, alguna tan estúpida como la de Verstrynge.
Por supuesto, llenaron el recorrido de los nuevos reyes, del congreso al palacio, de flores y banderitas. Y de maderos y soldados, de armas en las azoteas —no se fuera a colar algún dron, debieron pensar—. Y, en las aceras, los mirones que querían verle —pues fotogénico sí es—, convenientemente vigilados por la policía (bueno, en todas partes cuecen habas, no vayamos a exagerar).
El nuevo rey, en su discurso, repitió una bobada que ya había dicho antes de serlo: habló de devolver la dignidad a los parados. Lo que supone identificar paro e indignidad. Pues no: estar en el paro no le quita la dignidad a nadie. Quien debe avergonzarse del paro son los empresarios, incapaces de sostener al mismo tiempo el empleo y sus beneficios, y el estado, incapaz de cumplir él sus compromisos constitucionales y de hacer cumplir sus deberes fiscales a los contribuyentes ricos.
Primer botón de muestra de esta nueva y epitelial transición desde arriba que acaba de empezar.
21/6/2014
De otras fuentes
Agustín Moreno
Enseñar en tiempos de desesperanza
En la vida y en la política hay que saber distinguir entre hacerse ilusiones y tener ilusiones, lo que implica partir del principio de realidad y de una actitud activa de pelear por cambiarla. Cuando acaba el curso escolar en el que se ha aprobado la LOMCE, en un año más de dura crisis, es necesario reflexionar. Porque si no lo hacemos sobre nuestra práctica y sobre la situación en general, difícilmente lograremos entender lo que pasa y, menos aún, buscar soluciones para mejorar.
Un reto de la escuela siempre ha sido conseguir la motivación del alumnado hacia el aprendizaje. Ésta no es otra cosa que encender un pequeño fuego en la curiosidad de los niños y las niñas, e ir alimentándolo con hojas secas y ramitas para que no se apague. A veces se consigue conectando con sus intereses, otras con el amor al conocimiento en sí mismo, con el sapere aude, atrévete a saber. En educación secundaria se utilizan estímulos más “prácticos” como la expectativa de conseguir un mejor futuro laboral, la retribución o el reconocimiento profesional. Es el reclamo del llamado ascensor social.
En estos tiempos de crisis y de políticas conservadoras lo malo no es solo que te quiten los derechos, e incluso las libertades; lo peor es que te roben los sueños. Son tiempos de desesperanza, las promesas de un mejor futuro tienen poca credibilidad y es más difícil que nunca motivar. Los ejemplos de personas conocidas con un alto nivel de estudios que están sin trabajo o se han tenido que ir fuera del país tienen un efecto demoledor. Más aún en los barrios humildes y populares, donde el paro y las dificultades económicas azotan a las familias.
Contra el desánimo, lo único que podemos hacer es echar la mayor energía docente, utilizar metodologías apropiadas, mucho apoyo familiar, mucho afecto y confianza en el alumnado. En relación a esto último, quiero recordar una anécdota que refleja hasta qué punto es importante la labor del profesorado y la siembra de conocimientos, valores y confianzas.
En la celebración del veinticinco aniversario de mi antiguo instituto de Fuenlabrada, hubo una intervención memorable de una antigua alumna, hoy ciudadana de plena conciencia. Contó dos historias paralelas, la de una familia humilde, numerosa, que había emigrado allí y la de una persona: su familia y su historia personal. Habló de cómo se había roto el determinismo que, según los estudios sociológicos, la colocaban en un destino de trabajos no cualificados, embarazos adolescentes, tonteo con las drogas, botellón, etc.
Hoy esta persona es licenciada universitaria, con un máster, con el doctorado a punto de acabar, con amplia experiencia profesional, investigadora para la Universidad, conferenciante, ha recorrido medio mundo y un largo etcétera de méritos. Y las razones por las que, según ella, fracasaron estrepitosamente las estadísticas fueron: la familia, la educación pública y las políticas públicas en general (juventud, deporte…) del Ayuntamiento.
Por eso, añadía, cuando la preguntan qué ha sido para ella la educación pública y su instituto solo podía responder: todo. Porque no es cierto que las personas solas se hagan a sí mismas: los padres y madres, los profesores, las personas en general ayudamos a desarrollar personas. Y nosotros somos como somos, porque centenares de personas han pasado por nuestra vida dejando su huella.
Esta alumna acabó su intervención pidiendo a las autoridades que mantengan las políticas públicas e inviertan más en ellas. A los profesores, que sepan que siempre siembran aunque duden y que sean un referente en momentos de pánico existencial. A las familias que les apoyen en los buenos y en los malos momentos. A los estudiantes que tengan confianza en ellos mismos, que sean constantes y pacientes, que sepan que pueden conseguir todo lo que se propongan, Y el último mensaje a todos: “que lo más bonito que se puede decir a una persona no es “te quiero”, sino “Creo en ti”. Con estas cosas el profesorado estamos más que pagados, aunque la administración educativa no nos reconozca el trabajo, nos suba la jornada y las ratios de alumnos y nos baje el salario desde hace años.
El desánimo no se combate negando una realidad incontestable de paro, precariedad, subida de tasas, reducción de becas e intento de privatizar y convertir en enseñanza de élite la universidad. Pero habrá que seguir intentando levantar el ánimo de los chicos y colocarles ante su responsabilidad individual y colectiva. Viene al caso aquella fábula que contaba que cuando la selva se quemaba entre grandes llamas, un minúsculo colibrí hacía viajes continuos del río al incendio, que sobrevolaba dejando caer cada vez una gota de agua de su pico. El resto de los animales que había logrado ponerse a salvo se reían de él. El colibrí muy serio les contestó: “Yo hago mi parte”.
[Fuente: Cuarto Poder]
24/6/2014
Ferran Puig Vilar
Por qué los informes del IPCC subestiman, sistemáticamente, la gravedad del cambio climático
Introducción
La emisión del 5º informe del IPCC (Intergovernmental Panel of Climate Change) —a saber, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático por sus siglas en inglés— nos da ocasión para examinar cuál es el estado de la ciencia, digamos ‘oficial’, del cambio climático. También para examinar qué perspectivas alternativas existen, y su verosimilitud. En estos términos, es también una buena ocasión para examinar por qué motivos concretos, en cosa tan cuadrada y objetiva como la ciencia, puede haber, o no, divergencias entre la “oficialidad” del IPCC y perspectivas alternativas.
A finales de 2012 la revista académica Global Environmental Change publicó un trabajo de investigación titulado “Climate change prediction: Erring on the side of least drama?" [2]. Estaba firmado por tres autores estadounidenses de muy alto nivel [3] liderados por Keynyn Brysse, del Programa de Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Oficina de Estudios Interdisciplinares de la Universidad de Alberta (Canadá). En el abstract puede leerse:
La evidencia disponible sugiere que los científicos han sido conservadores en sus proyecciones acerca de los impactos del cambio climático. En particular, analizamos estudios recientes que muestran cómo por lo menos algunos de los aspectos clave del calentamiento global causado por el aumento de gases de efecto invernadero han sido subestimados (understated), singularmente los del Grupo de Trabajo I del IPCC … En consecuencia, sugerimos que los científicos están sesgados no hacia el alarmismo, sino hacia su contrario: hacia estimaciones cautelosas, donde definimos cautela como el hecho de errar por el lado de menos —en lugar de más— predicciones alarmantes (erring on the side of least drama, ESLD). (2) [aclaraciones añadidas]
La divergencia negacionista
Que haya divergencias entre la posición del IPCC y las del negacionismo climático podría sorprender a los recién llegados, a quienes tenemos la obligación de ilustrar para que se hagan su propia composición sobre los orígenes, financiación, estrategias, retórica, y consecuencias, del negacionismo organizado. Pero no sorprenden ya, a estas alturas, a ningún iniciado observador atento de la realidad climática y de sus múltiples derivadas.
El negacionismo organizado —de compra, de alquiler, o de saldo— no necesita motivos, ni científicos ni de ningún otro orden, para aparentar desacuerdo con las conclusiones del IPCC. Le basta con inventárselos, como lleva haciendo por lo menos desde 1990, y repetirlos hasta la saciedad a viento y marea en libros, blogs de estudiada apariencia ilustrada, artículos de prensa y mucho troll pero, salvo accidente, jamás en revistas científicas homologadas. Todo ello envuelto en una estudiada retórica años, y décadas, después de que hayan sido refutados e invalidados académicamente con todas las de la ley. Siglos, incluso, pues la prueba del (mal llamado) efecto invernadero del CO2 fue establecida por John Tyndall nada menos que en 1861 (3). En todo caso se ha podido observar cómo el consenso científico alrededor de la visión actual del cambio climático (atribución, severidad de los impactos y mucho más) se alcanzó allá por 1993 (4).
En negacionismo climático organizado existen dos posiciones de referencia. Una es la amoral (por ser suave): la de quienes no gustan de las respuestas posibles al fenómeno y niegan el problema a sabiendas, con mayor o menor habilidad función, casi siempre, de las prebendas recibidas por la cosa suya. Entretanto, cruzan los dedos confiando en que no les afecte a ellos durante su tiempo vital. La otra, minoritaria, es la de quien se cree sus propias mentiras, sin comprender el contexto en que se producen. Me resulta difícil calificar a estos últimos sin el empleo de un epíteto insultante.
Por supuesto, el caballo de batalla principal del negacionismo, su objetivo último (follow the money), consiste en promover dudas acerca de la asociación entre el calentamiento global y los combustibles fósiles, interfiriendo en el denominado “problema de la atribución”. De ahí su obsesión y nerviosismo con la ‘atribución reforzada’, sobre la que este último informe incide decisivamente, y que más adelante comentaré.
Toda esta gentuza constituye el equivalente contemporáneo de un tal Parallax. Parallax fue un carismático pico de oro que, a mitades del siglo XIX, llegó a recorrer gran parte de Inglaterra retando a renombrados científicos a debatir con él frente al público en los teatros. Parallax defendía que la Tierra era plana. ¡Ganaba los debates! Tales eran sus habilidades retóricas, aprovechando la comprensible ignorancia de la audiencia, que hizo de esa fantasmada su modo de vida durante 20 años (5). Claro que después vinieron los teóricos Edward Bernays (6) y Walter Lippmann (7), el práctico y salvaje Goebbels (8), y sus actuales sucesores, más refinados [4], que han acabado haciéndonos creer casi cualquier cosa.
La divergencia sociológica
A pesar de su triunfo en la paralización de toda acción política significativa durante 25 años preciosos [5], a estas alturas el debate académico sobre el cambio climático no se encuentra ya en el terreno negacionista, una vez éste desenmascarado. Por el contrario, si algún debate existe ahora éste tiene, por un lado, a la ‘línea IPCC’, ya de por si altamente alarmante (con fundamento, y por tanto no alarmista) y, por otro, a quienes consideran que sus predicciones se quedan cortas, incluso muy cortas. Todo ello en términos de variables climatológicas como temperatura, nivel del mar, fenómenos extremos o, lo que es más relevante, de los impactos sobre la estabilidad de los sistemas de soporte de la vida y de las sociedades. Hasta el punto de que Guy McPherson, catedrático emérito de biología evolutiva de la Universidad de Arizona, ha llegado a afirmar que, en un planeta +4ºC más caliente, la única planificación que tiene sentido realizar es la de la propia extinción (9, 10). El Banco Mundial y la Agencia Internacional de la Energía, poco sospechosos de alarmismo, advierten que, al ritmo actual, aún tomando medidas de cierto alcance, este incremento de temperatura se habrá superado dentro de este siglo (11,12).
Gráfico de riesgo de impactos en función del incremento de temperatura, conocido como “burning embers”. Su inclusión fue rechazada en el informe de 2007 (16) pero forma(rá) parte del informe de 2014 del 30/03/2014.
Sin necesidad (esperemos) de llegar a este extremo, lo cierto es que existe una visión alternativa, relativamente reciente, que es examinada desde la perspectiva de la sociología de la ciencia, y que analizaremos con algún detenimiento en lo sucesivo. Esta perspectiva ofrece buenas razones para creer que el IPCC se queda corto siempre. En realidad no haría falta ir tan lejos, porque se ha quedado siempre corto y, salvo algún detalle puntual [6], cada uno de los informes, desde 1990, ha resultado más alarmante que el anterior.
Que muchas de las predicciones del IPCC en anteriores informes se hayan demostrado erróneas, siempre por defecto, es un hecho bien conocido. Desde la evolución de la superficie de hielo del Ártico —que, ya en 2006, el glaciólogo Richard Alley de la Universidad de Pennsylvania, afirmaba que se estaba produciendo ’100 años antes de los previsto’ (13)— al ritmo de aumento del nivel del mar, pasando por el rechazo a incluir una consideración más actualizada de los impactos, es evidente que hay algo intrínseco al proceso del avance de la ciencia, al IPCC, o a ambos, que produce unos resultados teñidos sistemáticamente de moderación [7]. Desde luego no deja de sorprender que ninguna de las magnitudes ahora revisadas haya sido nunca más alarmante antes que ahora. [8]
Esta especie de ley del IPCC nos autoriza a preguntarnos seriamente si esa tónica seguirá produciéndose. Defiendo que así será. De modo que nos preguntaremos aquí por los motivos que conducen a esta situación, y ofreceremos algunas respuestas pertenecientes a este marco sociológico.
En esta serie de entradas de blog que se inicia hoy examinaremos, en primer lugar, algunas cuestiones relacionadas con el IPCC, a menudo mal comprendidas por los medios de comunicación y por el público. Posteriormente reflexionaremos (científicamente) acerca de las raíces de esta moderación científica y los mecanismos que generan un sesgo sistemático (14). Para proseguir con una revisión de cuáles son (probablemente) las moderaciones concretas contenidas en este 5º informe.
El video que sigue (en inglés) constituye un aperitivo sobre estas cuestiones:
https://www.youtube.com/watch?v=-Ur_I3mfqvk
Creíamos vivir en la Ilustración, por lo menos 1.0. Pero, al parecer, estamos todavía en fase de desarrollo beta [9] (15). Y ello sin perjuicio de la interesada promoción del anti-intelectualismo o del intento de descrédito de la propia ciencia, incipiente en los últimos años. Queda todavía mucho por hacer, o rehacer. Si es que nos queda tiempo.
Notas
[1] “Desde luego es posible debatir si es bueno o malo que los informes del IPCC sean conservadores. Pero lo más importante es que sabemos que son conservadores, de modo que hay que entenderlos correctamente.”
[2] "Predicciones de cambio climático: ¿errando por el lado menos dramático?".
[3] Michael Oppenheimer, científico ‘senior’ del clima; Jessica O’Reilly, doctora en sociología; y Naomi Oreskes, historiadora de la ciencia de la Universidad de Callifornia especialista en la evolución de las ciencias del clima.
[4] A medida que se iban perfeccionando las técnicas, adecuadamente empleadas y promovidas, han llegado a conformar una percepción alternativa de la realidad y conseguir objetivos tan ambiciosos como que muchos electores acaben votando contra sí mismos y conformen mayorías políticas que les perjudican.
[5] Durante este tiempo se han emitido a la atmosfera tantos gases de efecto invernadero como durante toda la historia anterior. La probabilidad de que este hecho haya supuesto la superación de algún Umbral de peligro extremo es considerable.
[6] En el 4º informe de 2007 la previsión de incremento del nivel del mar en 2100 fue reducida significativamente con respecto al 3r informe de 2001. Sin embargo, este 5º informe aumenta de nuevo la previsión y la sitúa por encima de la de 2001.
[7] El único error “de bulto” conocido se produjo en el 4º informe de 2007. Una frase del grupo III (mitigación), que no del grupo I que es donde correspondería el tipo de afirmación al que hace referencia, señalaba que los glaciares del Himalaya se habrían fundido en 2035. Una vez detectado, el dato fue retirado. Ningún otro error ha sido señalado convincentemente en las más de 3.000 páginas del informe, a pesar del ruido y la búsqueda fina y detallada que montó el negacionismo organizado al respecto y sus falsas y ridículas acusaciones de AmazonGate, AfricaGate, etc.
[8] La única ocasión en que eso fue al revés ocurrió en el 4º informe de 2007, en que las predicciones relativas al aumento del nivel del mar en 2100 fueron revisadas a la baja con respecto a las del 3r informe de 2001. El hecho fue muy criticado, y este 5º informe corrige esa estimación hasta el punto de hacerla superior a la del 3r informe, aunque sigue siendo discernible un sesgo a la baja.
[9] Dícese del prototipo de ingeniería que no ha alcanzado todavía la fase de operación correcta.
[Ferran Puig Vilar es ingeniero superior de telecomunicaciones y divulgador científico especializado en el cambio climático. Fuente: Usted no se lo cree. El artículo forma parte de una serie más extensa, que continúa con "Por qué los informes del IPCC subestiman, sistemáticamente, la gravedad del cambio climático (2)" y "Por qué los informes del IPCC subestiman, sistemáticamente, la gravedad del cambio climático (3)"]
30/3/2014
Edgardo Logiudice
La seducción de «El Capital en el siglo XXI»
Nueva plataforma ideológica: el discurso de la desigualdad
Creo que en aquello que algunos ven como la crisis del neoliberalismo aparece apenas un cambio de discurso, otro transformismo de la revolución en el status quo.
El discurso sobre la pobreza de Amartya Sen, apoyado en el de John Rawls, de carácter ético normativo, que le valió el Premio Nobel, si no agotado parece al menos algo debilitado. Sin duda Sen con sus categorías contribuyó a precisar las estadísticas sobre la pobreza, es decir a contabilizar a los pobres reduciéndolos a números. Como también a ayudar a perfeccionar las técnicas de los organismos internacionales que proyectan los préstamos para la reducción de la pobreza. La que aún existe en cantidad suficiente como para no dejar sin empleo a buen número de burócratas y comisionistas de los fondos asistenciales.
Quizá dos caras de la hegemonía del capital financiero contribuyen a difuminar la cuestión de la pobreza con mayor efectividad.
Uno puede ser la necesidad de generar los clientes reales o potenciales a través del consumo forzado sobre el que se apoyan las expectativas de ganancias en que se basa el edificio de la pirámide especulativa de las finanzas capitalistas.
El otro, la necesidad de alimentar a aquella parte de la población productiva con el mínimo de bienes, tangibles e intangibles, cuyo trabajo presente o futuro genera la base material en la que se apoya y domina, como garantía, la arquitectura financiera.
Ambas caras contribuyen a generar las formas ideológicas de la propiedad privada y la de la remuneración del trabajo como renta.
Dos ejemplos. Los consumidores se constituyen en propietarios de lo que compran, aunque su propiedad no dure más que aquello que consumen. La propiedad del consumidor es tan efímera como la propiedad del humo.
Si la remuneración del trabajo es, por ejemplo, una de las franquicias que están tan de moda, el trabajador franquiciado, aparece como dueño de un capitalito. Por lo tanto su remuneración aparece como renta de un capital y no salario.
Creo que en esto se apoya la tan mentada existencia de una clase media. O, como dijo Kemal Dervis, ex ministro de Economía de Turquía, clase "casi media".
Lo cierto es que, como también dijo este hombre de Estado "centenares de millones de personas han podido escapar a la pobreza e ingresar en la era del consumo moderno”.
Organismos como la FAO y la OMS, o la CEPAL, atribuyen al crecimiento de PBI de las llamadas economías emergentes el descenso estadístico de la pobreza. Pese a los todavía mil millones en extrema pobreza y cuatrocientos ochenta millones de desnutridos. Es decir: los que no sirven siquiera como clientes potenciales. Éstos son los que siguen alimentando los resultados de las curvas de medición suficientes para satisfacer el espíritu de las almas caritativas y la competencia interrreligiosa en América Latina y el Caribe.
El combustible de las economías emergentes lo conocemos, la extractividad y la desposesión como material tangible de commodities. Negocio financiero.
Pero a este "descenso" de la pobreza le salió un grano: la desigualdad. De magnitud obscena.
Y, con ella, otro discurso. Más descarnado. Y otra ilusión: un impuesto a las grandes empresas y patrimonios. Y un teórico: Thomas Pikkety, francés del MIT y de L'École, que dice francamente: desigualdad hubo siempre y va a haber más. La desigualdad no es mala, ayuda a querer mejorar, a hacer mérito y el mérito fortalece la democracia.
La desigualdad se debe a que los ricos tienen mayor posibilidad de ahorro que los pobres, por lo tanto pueden invertir los excedentes que, al producir mayor renta asumiendo más riesgos por tener mejor acceso a los fondos de cobertura, ensancha la brecha entre ambos.
Para que la brecha no sea tan inequitativa que atente contra el mérito, es decir la esperanza de estar mejor, hay que redistribuir. Que no se apague la ilusión para que nadie abandone la carrera. Porque peligra la democracia. Las "desigualdades arbitrarias e insostenibles socavan radicalmente los valores meritocráticos en que se basan las sociedades democráticas". En suma peligra la actual forma de gobernabilidad.
Este es El Capital del siglo XXI que la prensa anglosajona con el New York Times a la cabeza, junto a The Wall Street Journal, The New Yorker, The Guardian, The Economist, The Financial Times, saluda la reciente edición inglesa.
De este best sellers ha dicho Paul Krugman "será el libro más importante del año y quizá de la década". Vale decir, esta es la nueva plataforma ideológica para la casi clase media.
Por supuesto tiene la reprobación de los cavernícolas republicanos, esos de los que Paul Auster dice que no digieren aún un presidente negro, que lo han tachado de marxista. Cosa que a Piketty no le desagrada, su intención fue provocar esa reacción. Aparecer como una corrección a Marx, pero no aparecer como neoliberal clásico. Para ello critica lo más fácil, a esta altura, de criticar: el derrame.
No es necesario que Piketty aclare que él no tiene nada que ver con Marx. Como tampoco que recuerde que viendo las góndolas vacías en Rumania entendió que "necesitamos la propiedad privada y las instituciones de mercado". Basta leer unos párrafos de la edición francesa: "Para comenzar, a todo lo largo de este libro, cuando hablamos de «capital», sin otra precisión, excluimos siempre lo que los economistas llaman a menudo —y a nuestro entender demasiado impropiamente— el «capital humano», es decir, la fuerza de trabajo, las cualificaciones, la formación, las capacidades individuales. En el cuadro de este libro, el capital es definido como el conjunto de los activos no humanos que pueden ser poseídos y cambiados en el mercado. El capital comprende particularmente el conjunto del capital inmobiliario (inmuebles, casas) utilizados como vivienda y del capital financiero y profesional (edificios, equipamientos, máquinas, patentes, etc.) utilizados por las empresas y las administraciones".
Esta definición parecería muy tonta, si no fuese tramposa.
Excluir el trabajo del concepto de capital significa que el capital no tiene nada que ver con el trabajo. Por lo tanto el capital no tiene nada que ver con su apropiación y, por lo tanto, con la propiedad.
La equiparación como capital de la vivienda con una fábrica, en el segundo párrafo de la "definición", equivale a equiparar a cualquier propietario, por ejemplo un obrero con casita propia, con un capitalista. Con lo cual nuestra casi clase media la única diferencia que tiene con cualquier fondo de inversión es de cantidad. La desigualdad, entonces, es una cuestión de grado. No se trata de pobreza sino de más o menos ricos, el ideal de esa casi clase media.
Esto es coherente con la consideración del salario, no como desposesión de la fuerza de trabajo en forma de venta, sino como renta, tan renta como la ganancia del capitalista industrial o la renta del capital financiero. Y así lo afirma.
Una periodista de El País lo entrevistó. En una de sus respuestas él afirma: "La desigualdad siempre ha sido un tema de debate pero durante mucho tiempo se abordó desde una perspectiva ideológica". Esto hace suponer que no lo es la suya. Autodefinido como pragmático afirma: "El objetivo principal de este libro no es llegar a una conclusión política sino facilitar las herramientas para que cada uno adopte su propia posición".
La periodista afirma que las tesis de Piketty han suscitado entusiasmo entre algunos referentes de la izquierda. Es posible que esos referentes entiendan que: "La distribución de la riqueza hoy es menos desigual, contamos con una clase media que posee buena parte de la riqueza. La pregunta es: ¿vamos a aumentar esa clase media y el proceso histórico de redistribución de la riqueza o vamos a provocar un aumento de la desigualdad y la reducción de la clase media? […] Si quieres conservar la apertura de los mercados y la globalización creo que es mejor tener una fiscalidad progresiva que imponer barreras comerciales o controles de capital".
El capital no se toca. Mucho menos el capital financiero.
En la publicación digital del Comité por la anulación de la deuda del Tercer Mundo (CADTM) se publicó un debate en el que Piketty sostiene que la anulación de la deuda "no es ninguna solución progresista". Rechaza las anulaciones de deuda debido a que los acreedores serían en su mayoría pequeños ahorristas, siendo injusto de que recayera sobre ellos esa anulación, mientras que los muy ricos sólo habrían invertido una pequeña parte de su patrimonio en títulos de la deuda pública. Similar respuesta le dio a las observaciones críticas que le hiciera François Chesnais. La deuda no se toca.
En suma, con la presunta defensa de un sector de la clase media, engloba a toda esa casi clase media y termina dejando intacto todo el edificio financiero que gobierna el mundo.
Respecto a la presunta fiscalidad progresiva, a lo que Chesnais, como miembro de la ATTAC, recuerda el ya existente proyecto de la tasa Tobin, desde la CADTM, Thomas Coutrot, Patrick Saurin, Eric Toussaint dicen: "¿Qué gobierno, qué G20 decidirá gravar al capital con un impuesto progresivo sin que unos potentes movimientos sociales hayan previamente impuesto el desmantelamiento del mercado financiero mundial y la anulación de las deudas públicas, que son los principales instrumentos del poder actual de la oligarquía?". Cabe recordar también que los acuerdos de Basilea no han podido ni querido simplemente regular los fondos que actúan a la sombra del capital bancario. Precisamente lo que no parece desear Piketty es ese desmantelamiento. Para él, como lo recuerda Chesnais, una mera auditoría de la deuda provocaría "el pánico bancario y las quiebras en cascada".
Por el contrario, su aparente denuncia de la inequidad de la desigualdad se funda en la tesis de que, en el largo período, "el rendimiento de la riqueza, especialmente para las grandes carteras de inversión, va a ser mucho mayor que el crecimiento del PBI", con lo cual se genera una creciente desigualdad, porque como vimos los más ricos pueden asumir más riesgos. Pero Piketty dice: "No tengo ningún problema con la desigualdad siempre y cuando sea conveniente para todos". Lo que en realidad le preocupa es la gobernabilidad: la desigualdad extrema pone en peligro nuestras instituciones democráticas que, como recuerda el New York Times son una promesa de igualdad de oportunidades.
Creo que vale la pena transcribir una partecita del reportaje que hiciera Babelia recientemente al historiador y filólogo marxista, miembro de la Fondazione Istituto Gramsci, Luciano Canfora:
"El andamiaje es igual y sigue en pié —el Parlamento, las elecciones…— y aparentemente se sigue discutiendo sobre leyes electorales, las coaliciones…Pero la realidad es que se ha desarrollado y consolidado un fortísimo poder supranacional, no electivo, de carácter tecnocrático y financiero […] Uno podría decir, por tanto, que la democracia ha muerto, que sólo permanece el cadáver que camina —se hacen elecciones, leyes…— porque quien decide realmente lo hace sin contar con un parlamento.
P: ¿Quién decide entonces?
Una oligarquía fundada sobre los intereses de grandes grupos financieros que son el verdadero poder. Comparada con ellos, la familia Agnelli, por poner un ejemplo, es una familia de mendigos, no pobres, pero cuentan poco y nada. Los grandes grupos financieros que tienen un poder mundial e ilimitado pueden decidir el destino de todos. El Parlamento Europeo que elegiremos en mayo es un seminario universitario, no tiene ningún poder real, sólo aquel de crear una clase de parásitos bien pagados, preciosísimos para el sistema, porque sirven para hacer ver que existe un parlamento no es completamente antidemocrática. Por eso les pagan tanto. Porque uno compra una persona si le da 10.000 euros al mes".
Mi opinión es que esta repentina seducción por el capital es al menos sospechosa de constituir una ideología hecha a medida. Como quien dice, un engañabobos. Lo malo es que creo que tiene porvenir, no sólo académico. Creo que merece atención lo que se elabore y diga respecto a la desigualdad.
[Publicado en la revista argentina Herramienta. Edgardo Logiudice es abogado y ex docente de Ciencias Políticas de la Universidad de Buenos Aires; coautor, junto con Leandro Ferreyra y Mabel Thwaytes Rey, de Gramsci mirando al Sur, Buenos Aires, K&ai, 1994. Integró el colectivo editorial de la revista argentina DOXA. Es autor de numerosos artículos y ensayos en publicaciones de Francia, Italia y Argentina, referidos a las problemáticas de la pobreza, la propiedad, el Estado, la representación y la crítica a la ideología. Autor de Agamben y el Estado de excepción, Ediciones Herramienta, Buenos Aires, 2007. Forma parte del consejo de redacción de Herramienta]
30/4/2014
Alfredo Apilánez
Cuando las cosas estaban más claras
Los únicos valores positivos siguen estando donde estaban, en esa izquierda social por derrotada que esté. Desde esos valores hay que volver a empezar otra vez como si hubiéramos perdido, que de hecho hemos perdido (...) lo que empezó en 1848.
El lado positivo de todo esto sería que, si hay que empezar como en 1847, entonces habría que empezar como si no estuviéramos divididos en las distintas corrientes del movimiento de renovación social, como si todos fuéramos socialistas, comunistas y anarquistas, sin prejuicios entre nosotros, volviendo a empezar de nuevo, a replantearnos cómo son las cosas, en qué puede consistir ahora el cambio, y, sobre todo, al servicio de qué valores, admitiendo de una vez que lo que hay en medio lo hemos perdido.
Manuel Sacristán Luzón
Eran otros tiempos y las cosas estaban más claras. En la esquina de la calle San Rafael y la Rambla del Raval, en Barcelona, una placa recuerda el lugar donde fueron asesinados por pistoleros de la patronal el dirigente anarquista Salvador Seguí y su compañero Peronas. Corría el año 1923 y los convulsos tiempos del pistolerismo se enseñoreaban de la ciudad condal, la más violenta de Europa Occidental en aquellos años. Al contrario del Chicago del hampa, la ley Seca y los clásicos hollywoodienses, la Rosa de Fuego estaba inmersa en una auténtica lucha de clases de violencia inusitada. En las lóbregas y sucias calles de los barrios viejos, entre la miseria y el hacinamiento de los cuchitriles donde habitaban las clases populares, los incidentes armados y las carreras sobre los adoquines rompían repetidamente el silencio de la noche. La eclosión de una clase obrera industrial fuertemente politizada por el anarquismo hegemónico provocó la furibunda reacción de la aterrorizada burguesía catalanista y católica, aliada con lo más reaccionario de la oligarquía patria en el aplastamiento de los proletarios subversivos. El resultado fue una vorágine de asesinatos políticos cometidos por los apóstoles de la "propaganda por el hecho", superada de largo en ferocidad por la represión policial y mercenaria de requetés y somatenes en aquellos años de plomo.
En esa guerra sin cuartel de huelgas generales revolucionarias, lock outs patronales, barricadas, pistoleros y octavillas, las líneas de demarcación social estaban perfectamente claras y la muy ilustrada y europeísta burguesía catalana se alineó, sin vacilar un segundo, con los defensores del statu quo y del tiro en la nuca. El odio de clase reaccionario mostró crudamente su carencia absoluta de escrúpulos morales cuando lo que está en juego es el mantenimiento de su preeminencia social. Los venerados próceres del nacionalismo catalán (encabezados por Cambó y Prat de la Riba), representantes de lo más granado de la burguesía noucentista, tan devota de las modas parisinas, los bailes de salón y la poesía medievalizante, no dudaron en echarse en brazos del criminal gobernador civil Martínez Anido para eliminar a sangre y fuego a los más significados dirigentes revolucionarios como El noi del sucre: tratándose de la defensa de sus prebendas seculares, las diferencias "identitarias" y arancelarias con los políticos centralistas madrileños sobre la llengua y la pela carecían de importancia. La ominosa y tristemente célebre Ley de Fugas fue el símbolo de la fusión entre el brazo implacable de la ley y la oligarquía para sembrar el terror y descabezar el movimiento obrero.
A esa élite social, nacionalista y retrógrada, no le dolieron prendas en reclamar mano dura al sanguinario representante del gobierno de Su Majestad y sus asesinos a sueldo infiltrados en el Sindicato Libre (sic) mientras celebraban, rodeados de sotanas y galones, las pedidas de mano de sus pubillas en sus mansiones de Pedralbes. Para completar la tarea de aniquilación política del adversario no tuvieron tampoco empacho alguno en aliarse con el Borbón para instigar el "autogolpe" de Primo de Rivera (gran aliado suyo desde su atalaya de capitán general de Barcelona) y acabar de una vez por todas con esas "hordas" subversivas que tenían la osadía de aspirar a abandonar su secular posición subalterna.
El más descarnado enfrentamiento civil ensangrentaba las calles de una ciudad convertida trece años después en escenario de la revolución libertaria más importante del siglo XX europeo durante los primeros meses de la Guerra Civil española. A pesar de la feroz resistencia de los guardianes del orden, una extraordinaria ola de ascenso de luchas populares durante la malhadada Segunda República culminó en un experimento único de transformación social. Las escuelas racionalistas, ateneos populares, dispensarios, cooperativas y demás gérmenes de autogestión obrera combinados con la masiva colectivización fabril y la creación de auténtico poder popular jalonaron este fugaz destello de efervescencia revolucionaria.
Es de imaginar la brutalidad de la respuesta de las clases dominantes alineadas con el bando franquista (jaleado entusiásticamente por el conspicuo mandamás catalanista Francesc Cambó) contra aquellos que aspiraban a expropiar a los expropiadores y a hacer añicos las junturas de las vetustas estructuras sociales. Los ilustres apellidos molt catalans con la "i" en medio pactaron con el diablo para someter a un castigo ejemplarizante a los que cometieron la intolerable insolencia, inmunes a los centenarios posos de la tradición, de profanar el sancta sanctorum de la burguesía catalana instalando comedores populares en los magnificentes salones del hotel Ritz.
La rápida extirpación de este conato de asaltar los cielos en el dramático contexto de la guerra civil contra el fascismo internacional y de las luchas intestinas dentro del bando republicano dejó enterrado injustamente en el olvido durante mucho tiempo aquel intento de dar vida a las quimeras. La crueldad de la implacable represión de la posguerra y el tupido velo de silencio posterior impuesto por aquellos que debieran haber sido sus herederos (las entreguistas y vergonzantes izquierdas de la transición) no lograron atenuar completamente los ecos inspiradores de aquellos aldabonazos de un mundo nuevo.
Trampantojos
Dicen que la patria es un fusil y una bandera.
Mi patria son mis hermanos que están labrando la tierra.
Chicho Sánchez Ferlosio
Noventa años después de que los pistoleros del Lliure segaran la vida de los dos luchadores anarquistas, aquella claridad de las cosas, trágica pero meridiana, se ha esfumado. En el gentrificado entorno del lugar del infausto crimen encontramos (amén de restaurantes exóticos de comida rápida y paseos esponjados para mejor control policial de las tribus urbanas) hoteles de pseudolujo, posmodernos equipamientos culturales y una abigarrada miscelánea de despistados turistas con su inevitable corte de raterillos.
La terciarizada y mercantilizada ciudad, convertida en lugar de esparcimiento para las riadas de visitantes ansiosos por vaciar sus faltriqueras en los comercios de la millor botiga del mon, parece haber borrado completamente cualquier rastro de su convulso pasado. Esta atmósfera urbana aséptica y despolitizada, con sus arterias convertidas en parques temáticos para bus turistics, cruceros y casinos, es el correlato simbólico de la casi total desaparición del antagonista de la escena política y social. La práctica extinción de los "monos azules" de las viejas comunidades obreras, que no hace mucho vivificaban las culturas populares de los barrios "desarrollistas", ha conllevado la aparente erradicación del conflicto de clases de su escenario natural. Los vínculos sociales y antropológicos que anudaban las conciencias de los trabajadores y catalizaban su organización y resistencia frente a un enemigo fácilmente identificable han sido destruidos por un adversario que ya no necesita pistolas ni torturas para alcanzar su cometido. El talón de hierro neoliberal con su corte de financiarización, servidumbre por deudas, precarización laboral, deslocalizaciones, pseudodemocracia formal y demás disolventes de la identidad de clase ha sido el eficacísimo enterrador de un proletariado europeo ya diezmado por el reformismo socialdemócrata y el estado de bienestar de la posguerra. Es en los inmensos océanos de miseria de los desheredados de la tierra donde sus epígonos retoman el testigo de la lucha contra el imperialismo y la explotación.
El pálido rescoldo de aquella clase obrera insurgente, materializado en la sucesión ritual de movilizaciones y marchas variopintas, no puede ocultar la casi total vacuidad de su inocua liturgia. A despecho de la legitimidad de las batallas sociales contra el tajo privatizador neoliberal y de los diques de contención que puedan poner en los atropellos perpetrados por los "descreadores de vida", las luchas sindicales no dejan de formar parte de maniobras de resistencia contra la progresiva pérdida de un estado de bienestar, muy funcional por cierto al capitalismo de los "treinta gloriosos", pero ya completamente obsoleto. El intento de voltear el orden social sin limitarse únicamente a la defensa de aspectos crematísticos, demediados servicios públicos y trincheras funcionariales parece haber sido arrumbado al baúl de los utopismos trasnochados. Las demandas ciudadanistas de frentes cívicos promoviendo farragosos procesos constituyentes, purificación democrática y regeneración de la infame casta de politicastros caen en la ingenuidad recurrente de concebir como reformable lo que no es más que el trampantojo que oculta con su retórica participativa el poder real en manos del gran capital.
Mientras tanto, las legiones de turistas que desfilan hacia la Sagrada Familia en aborregada procesión observan las manifestaciones a su paso como un espectáculo más, una suerte de performance situacionista de la realidad virtual empaquetada que se les ofrece. Las algaradas callejeras y las quemas de contenedores son el aparatoso colofón de toda la parafernalia. Son, asimismo, la prueba en negativo en su anómica inanidad de que la posibilidad de un enfrentamiento político real que haga siquiera tambalearse al entramado dominante parece haber sido tiempo ha excluida del campo de lo factible.
En este río revuelto de confusión y pérdida de referentes sociales otra vieja ideología de masas, también decimonónica, ha venido a ocupar el vacío dejado por la práctica desaparición de las organizaciones de trabajadores y sus aspiraciones socialistas. Presto a captar la difusa insatisfacción ciudadana para encauzarla hacia el proyecto de sociedad más funcional actualmente a los intereses de la burguesía catalana, el nacionalismo esencialista parece haber tomado el relevo del papel de elemento aglutinador de pasiones sociales que en su momento tuvo el movimiento obrero.
Por arte de birlibirloque, la sucesora directa de aquella filofascista burguesía de los años de plomo, que entonces fracasaba en su intento de embaucar a los proletarios con su paternalismo corporativista de colaboración de clases, logra por fin unir bajo su égida, con la demagógica cháchara de la opresión nacional, a una parte importante de la clase trabajadora catalana. La nítida y racional línea de demarcación que enfrenta objetivamente al obrero y el patrón en la sociedad capitalista trasunta en la irracional concepción idealista y romántica del pueblo oprimido por la despótica bota centralista. Una parte importante de la colectividad social transforma su conciencia de la realidad en la que vive hasta llegar a hacerla contradictoria con lo que debería esperarse de su objetiva condición subalterna. Los Fainès, Laportas, Godós y demás capitostes de la muy clasista y desigual sociedad catalana se ven incluidos, en virtud de su pertenencia al cuerpo místico de la patria de Verdaguer, en el mismo conjunto socio-político que las legiones de trabajadores precarios por ellos explotados. El éxito inicial obtenido en esta fenomenal maniobra mistificadora de creación de molinos de viento para el desahogo de la ira y las frustraciones populares demuestra la casi total pérdida de la sabiduría político-antropológica de la clase obrera, inerme ante la última embestida de la alienación burguesa.
Sin embargo, y a pesar de todo el aparato de propaganda mítico-patriotera puesto en marcha para movilizar a la ciudadanía hacia un supuesto destino manifiesto de la milenaria nación de Wifredo el Belloso, libre al fin del yugo y el expolio de la opresora Castilla, los gigantescos y cosmopolitas cruceros que vomitan enjambres de turistas en el puerto de Barcelona pueden tener mucho más que ver con la fiebre soberanista que los constantes atropellos cometidos por los herederos del abominable Felipe V.
La terciarización de la estructura productiva de Cataluña y la consiguiente pérdida acelerada de su tejido industrial, histórica locomotora del endeble capitalismo español, han provocado un cambio sustancial en la maraña de ligaduras que engarzaban la prosperidad catalana con las políticas económicas del gobierno central. La desaparición progresiva del flujo circular consistente en la recepción masiva de mano de obra barata de la estepa mesetaria preservando simultáneamente un mercado cautivo para los productos de la, otrora pujante, industria catalana ha ocasionado la pérdida de interés de una parte significativa de la élite dirigente hacia la pertenencia al Estado español. La comunión de intereses entre los prebostes de la Catalunya com cal y la casta madrileña comienza a diluirse en los años posteriores a la transición-transacción posfranquista. Es entonces cuando desaparece (vía draconianas reconversiones industriales realizadas a mayor gloria del capital transnacional por el primer gobierno "socialista"de Felipe González) la estructura económica fordista que imbricaba la economía catalana con la capitalina forjando las típicas relaciones de intercambio desigual con las zonas atrasadas de la península. La unidad de mercado, que en el tardofranquismo fraguó una argamasa socioeconómica altamente funcional para preservar la hegemonía del mayor polo de desarrollo histórico de la atrasada economía patria, termina por saltar por los aires con la integración europea y la radical transformación de la estructura productiva del capitalismo globalizado.
La dependencia creciente del maná turístico y de los ingresos procedentes de los caudalosos flujos financieros exteriores conforman un nuevo andamiaje de economía rentista para la cual el corsé del Estado español ha devenido progresivamente contraproducente. El muy civilizado y democrático emirato qatarí y su "generosísimo" sostén al sacrosanto BarÇa, los congresos de móviles que colman la abundante oferta hotelera de la ciudad condal y las ferias inmobiliarias en las que los nuevos ricos y mafiosos ruso-asiáticos adquieren a golpe de talonario señoriales y modernistas mansiones son algunos botones de muestra de esa metamorfosis. El intento en curso de la decadente burguesía catalana de forzar las costuras de la piel de toro ha captado asimismo importantes apoyos entre esas clases medias pequeñoburguesas que ya no obtienen réditos de la explotación del extremeño sino del alquiler de pisos turísticos para solaz de los ruidosos y rubicundos jovenzuelos centroeuropeos. La reducción, en tiempos de penurias, de las transferencias estatales y europeas que generosamente financiaban aves, autovías y terminales aeroportuarias supone la guinda del pastel del aumento de incentivos hacia la ruptura del statu quo.
En la confluencia coyuntural entre las tiranteces de los politicastros por un "quítame allá" esos cupos y balanzas fiscales, la mencionada fractura creciente entre la nueva burguesía especuladora y rentista catalana y el núcleo madrileño y el impacto brutal de la crisis actual en unas clases medias y populares tiempo ha desgajadas de la tradición del movimiento obrero están pues las claves del delirio soberanista.
En una regresión de dos siglos al romanticismo irracionalista decimonónico, previo a la irrupción de la clase obrera internacionalista, se pretende ocultar al pueblo la identidad esencial entre los intereses de las distintas fracciones de la burguesía en su lucha por la tarta creciente de la riqueza extraída a los trabajadores para ofrecerle el hueso de una supuesta tierra prometida en la constitución de un Estado igual de neoliberal y explotador que el actual. Todo el ampuloso y sumamente cursi aparato de propaganda del poder comunicacional encabezado por TV3 y la decisiva herramienta del monopolio educativo en la formación del espíritu nacional-catalán se ponen al servicio de esta fenomenal mistificación que culmina el proceso de pérdida de los referentes fundamentales de las luchas históricas de las clases populares.
Eppur si muove
Para rebelarse y luchar no son necesarios ni líderes ni caudillos ni mesías ni salvadores. Para luchar sólo se necesitan un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha organización.
Subcomandante Marcos
Sin embargo, esta ciudad terciarizada, banalizada, forrada de banderitas y convertida en lugar de desfogue para las oleadas de horteras consumidores de Ryanair y piedras modernistas conserva en sus entrañas los atisbos de que la resistencia popular ante el régimen vigente mantiene cierta vitalidad larvada pugnando por resurgir de sus cenizas.
En los intersticios de la marca Barcelona, desnaturalizada y empaquetada para el shopping de los cruceristas, y lejos de los vacuos rituales de la política espectáculo prosiguen los arduos esfuerzos de creación de moléculas de vida comunitaria. De una forma silenciosa, más allá del activismo exclusivamente institucional, los farragosos procesos constituyentes y el electoralismo oportunista la construcción de nuevo tejido social se lleva a cabo en los márgenes de la mercantilizada realidad circundante.
La retirada de las personas a su reducto laboral, familiar, alejadas de la construcción de focos de resistencia y autonomía que permitan trascender el ámbito privado y establecer vínculos entre los distintos colectivos populares es la esencia de la alienación social y la gran victoria ideológica del orden vigente. Desde esa escisión artificial de aspectos indivisibles de la vida humana el ciudadano-mónada queda inerme ante las maniobras manipuladoras de los think tanks que diseñan las estrategias de la farsa política al servicio de los intereses espurios de las élites. Es en esa incapacidad inducida para aunar esfuerzos capilares de transformación de las condiciones de vida donde reside la enorme vulnerabilidad de las clases populares ante las falsas panaceas libertadoras pergeñadas por los distintos poderes sociales para engatusar a la ciudadanía.
A pesar de ello, como demostró la sorprendente e intencionadamente olvidada (entre otras molestas cosas, por poco patriótica y escasamente identitaria) erupción social provocada por el 15-M, la posibilidad de un enfrentamiento contra los enemigos reales de los de abajo no está erradicada del imaginario colectivo. En aquella breve explosión de descontento masivo contra el establishment quedó de manifiesto que, por debajo de los trillados y banalizados cauces de canalización de la expresión popular marcados por el poder político y mediático, existen pequeñas áreas de libertad fuera del control del entramado dominante.
Pese a su fugacidad como movimiento de masas el 15-M dejó su poso en toda una constelación de focos de resistencia que porfían por expandir, sin el efectismo inicial, las cuñas socializantes en la realidad opresora que las envuelve. Esa progresiva decantación desde las estériles demandas regeneracionistas dirigidas a "los de arriba" hasta el trabajo cotidiano impregnando las luchas concretas de las organizaciones de base es lo que garantiza su preservación. Evitando el enfrentamiento frontal con una mezcla de creatividad y resistencia civil y yendo más allá de pueriles asaltos al Congreso y demás muestras de infantilismo ideológico se logra, lenta pero eficazmente, la sedimentación de procesos de creación de nuevas formas de vida cotidiana. Más allá de los clarines y cornetas de los pomposos rituales de la democracia formal y de la irracional golosina de la Tierra Prometida del nacionalismo burgués, se tejen infraestructuras autónomas que pugnan por ampliar su ámbito de actuación.
En tiempos, como brillante pero amargamente describe la cita inicial de Sacristán, de derrota y reflujo del proyecto de renovación social radical que dio sentido a las luchas históricas de los trabajadores, se debe hacer retornar la política a la base material del vivir de las personas. Cuando los grandes poderes financieros con un click de ratón pueden postrar en la miseria con sus apuestas de casino a millones de agricultores dependientes de unos céntimos de variación del precio de su producto, resulta estéril cualquier intento de transformación de la carcasa pseudodemocrática a través de la participación en los circos electorales. Precisamente, ese envoltorio aparentemente participativo está destinado a mantener incólume y a salvo de cualquier injerencia realmente democrática al bloque hegemónico de poder corporativo-financiero del capitalismo actual.
En este escenario de gran debilidad de las luchas populares en la vieja Europa la eficacia del activismo es muy superior cuando, eludiendo entrar en la arena mediática de los discursos y las campañas, se generan estructuras comunitarias que desarrollan actividades concretas. Los guardianes del orden, como los aparatosos desalojos de centros sociales okupados demuestran, manifiestan toda su agresividad represiva ante los intentos de eludir el enfrentamiento directo según las reglas del poder, para implantar directamente el tejido social regenerado confiando en su expansión en el organismo enfermo. Aunque parezcan minúsculas gotas en el inhóspito océano circundante, estos ámbitos colectivizados tienen mucho más calado político que las operaciones de marketing electoral que se quieren vender como la panacea de la resurrección de la izquierda. Esas maniobras cupulares que pretenden movilizar a las masas desorientadas que esperan a su Mesías redentor, venido a salvarlas de la opresión y el sufrimiento, tienen el deletéreo efecto de provocar, cuando la euforia inicial se desinfla, más desánimo y frustración ante la imposibilidad de llegar siquiera a rozar la coraza del monstruo.
Bien al contrario; es en la implicación en los problemas de los barrios, en los cuidados a distintos colectivos, en los ateneos populares e incluso en transformaciones de la base económica a través de ocupaciones de fábricas y creación de verdaderas cooperativas de producción al margen del mercado como se puede saltar la barrera entre lo privado y la verdadera política. Como sabiamente dice Marcos, para rebelarse y luchar no son necesarios ni líderes ni caudillos ni mesías ni salvadores, sólo el trabajo diario y tenaz de gente anónima comprometida con la desmercantilización radical de las reglas del juego.
Todos estos procesos en curso permiten mantener la esperanza de hacer justicia a aquellas inmarcesibles utopías de los viejos luchadores, para que puedan iluminar de nuevo los procelosos caminos de la emancipación humana en este mundo cada vez más grande y terrible.
4/6/2014
Mercè Amado
En Telefónica, golpearemos juntas
Telefónica tiene una plantilla fija de 20.000 personas y cerca de 100.000 subcontratadas en el Estado. Parte de esos trabajadores, la plantilla de Cotronic de Barcelona, que trabaja instalando y reparando líneas para Telefónica, están en plena movilización desde el pasado abril. Lo que nació como una lucha para frenar el deterioro de las condiciones laborales en la empresa se ha convertido tras dos meses, gracias a la coordinación sindical entre contratas y empresa principal, en un conflicto contra la destrucción de empleo digno que supera el marco concreto de Cotronic y afecta al conjunto de trabajadores subcontratados y en plantilla de Telefónica.
Ni la primera huelga del 29 de abril, con un seguimiento cercano al 90%, ni las jornadas de huelga posteriores el 29 y 30 de mayo, con seguimientos del 60%, han conseguido que la empresa se siente a negociar. De momento la única reacción de Cotronic han sido siete despidos y amenazas a los huelguistas de que no volverían a trabajar en ninguna de las contratas de Telefónica.
Que la dirección de la empresa no se siente a negociar con una plantilla en pie de guerra, unida, con una actitud combativa y valiente pese a la represión, solo se comprende por el nivel de subcontratación de la empresa. Cotronic tiene 85 trabajadores en nómina y un centenar de trabajadores subcontratados, la mayoría falsos autónomos. Falsos emprendedores que resultan a la empresa más baratos aún que su plantilla mileurista, que trabajan 10 o 12 horas diarias sin quejarse, cuyos accidentes laborales no computan en la accidentabilidad laboral de la empresa y no se organizarán para una huelga, menos aún por las condiciones laborales de una plantilla que la subcontratación hace que consideren su competencia. Por qué va a sentarse a negociar Cotronic con una huelga que están haciendo a efectos prácticos un 25% de su mano de obra.
La situación en Cotronic se reproduce tanto en las contratas de Telefónica como en la empresa principal. Las empresas siguen una estrategia de destrucción de plantillas fijas y substitución de éstas por cadenas de subcontratación en las en que cada nuevo eslabón somete a sus trabajadores a condiciones laborales más precarias. Hace tres años Cotronic tenía en plantilla a unos 190 trabajadores, ahora ya son sólo 85, en Cotronic Madrid ya solo quedan 20; Telefónica ha destruido 50000 empleos dignos. Externalizando el trabajo estable, Telefónica y sus contratas reducen costes laborales y flexibilizan la mano de obra, pero esa no es la mayor ventaja que extraen de la subcontratación. La gran ventaja es que subcontratando levantan muros invisibles entre los trabajadores con diferentes condiciones laborales y mina así nuestra capacidad de organizarnos.
Subcontratados y fijos de Telefónica trabajamos codo con codo, en el mismo espacio, haciendo el mismo trabajo, para la misma empresa final, lo que nos separa es que un constructo legal, la subcontratación, hace que nos interpretemos unos a otros como competencia. El sindicalismo cotidiano en Telefónica respeta y apuntala esos muros invisibles pero el conflicto de Cotronic, recogiendo los frutos de un arduo y largo trabajo de otra forma de entender el sindicalismo, está dinamitando las fronteras.
Haciendo caso omiso de que no estamos oficialmente en la misma empresa ni el mismo sector, delegados sindicales de diferentes organizaciones de Telefónica y sus contratas colaboramos activamente en la movilización, repartiendo comunicados, organizando asambleas conjuntas, compartiendo recursos. En la última ronda de asambleas de comité de Telefónica Barcelona trabajadores de plantilla y subcontratados nos juntamos por primera vez para hablar de la problemática. Algo inaudito en el sindicalismo telefónico y que ha alertado mucho a la empresa, que amenazó con sanciones si los trabajadores subcontratados entraban en centrales donde no trabajan habitualmente. Ni siquiera permitieron que estuvieran en el vestíbulo, detrás de los tornos, donde puede entrar cualquier otra persona.
Los esfuerzos por extender el conflicto de lo concreto a lo general se materializarán en una primera huelga conjunta en las contratas y en Telefónica el 30 de junio en la provincia de Barcelona. Aunque aún no disponemos de tejido social suficiente para que paren las cerca de 40.000 personas que trabajamos para Telefónica en una modalidad contractual u otra estamos llamadas a la huelga contra la destrucción de empleo digno, caminamos hacia ello. Exigimos que las empresas que se limite la subcontratación, que los despedidos sean inmediatamente readmitidos, el despido improcedente opción del trabajador, subrogación de personal. Y sobre todo, exigimos a las contratas que trabajadores subcontratados y autónomos pasen a plantilla.
La lucha por la incorporación en plantilla del personal subcontratado aparece en el actual escenario de balcanización de la mano de obra como el único elemento capaz de aglutinar los intereses de los cientos de miles de trabajadores de Telefónica y sus contratas. Supone comprender que la estrategia del capital es buscar la manera de que no encontremos objetivos comunes para que no sepamos cómo luchar juntos. Equivale a superar la interpretación capitalista del otro como competencia y reconocerlo como compañero de pleno derecho, como el mejor aliado para golpear juntos contra la injusticia hecha multinacional. El 30 de junio en Telefónica empezaremos a golpear juntas.
[Fuente: publicado en catalán en La Directa y, en castellano, en el blog Anticapitalismo o barbarie]
30/6/2014