
Número 121 de febrero de 2014
Notas del mes
Por Albert Recio Andreu
Las desigualdades: un mal social
Por Antonio Madrid Pérez
Gamonal: clase, comunidad y conflicto urbano
Por Joan Busca
Una visión crítica de las balanzas fiscales
Por Ramon Boixadera i Bosch y Ferran Portella i Carbó
Por Antonio Antón
El Anteproyecto de Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana
Por Eduardo Melero Alonso
Miguel Romero, la lucidez de un insumiso
Por Jaime Pastor
El extremista discreto
El Lobo Feroz
La Biblioteca de Babel
Robert Levine
Un reportero en la montaña mágica
Andy Robinson
En la pantalla
Homenaje a Manuel Sacristán (2005)
Corrupción: el organismo nocivo
El Raval està en venda (Lip dub)
Entrevista de Iñaki Gabilondo al Gran Wyoming
...Y la lírica
Eduardo Galeano
De otras fuentes
Unidad de la izquierda o ‘La vida de Brian’
Agustín Moreno
Nuevos modelos de relaciones laborales de la burguesía, recomposición de clase y acción sindical
Vidal Aragonés
Santiago Álvarez Cantalapiedra
Antonio Yelo
Soberanismo económicamente dependiente
Carlos Jiménez Villarejo
Agustín Moreno
Cambio climático: últimas noticias sobre el fin del mundo
Dahr Jamail
Italo Calvino
Radicalizar la imaginación democrática
Antoni Aguiló
Foro de webs
Davos, Bruselas y Madrid: hablar de desigualdades para no hacer nada, prometer recuperación para seguir generando problemas
Cuaderno de estancamiento: 6
Albert Recio Andreu
I
Ahora que los grandes gerifaltes del planeta se han puesto de acuerdo en asegurarnos que la crisis se ha acabado, descubren que se han generado unas desigualdades insoportables que pueden ser un problema. Si uno tiene buena fe puede llegar a pensar que, obsesionados como estaban por salvar bancos y rescatar países, no habían caído en la cuenta de que las desigualdades aumentaban. Pero para creerse esta historia hay que estar mal informado y carecer de memoria. El tema del ensanchamiento de las desigualdades es conocido desde hace años, como han puesto de manifiesto la mayoría de los críticos del neoliberalismo. Hace años que la mayor parte de los estudios serios vienen avisando de la creciente brecha distributiva entre los países y en el interior de los mismos. Sólo algún ultraliberal como Sala i Martín defendía que la globalización había permitido reducirlas, pero sus datos (criticados por muchos autores) sólo se sostenían a escala global incluyendo China. Ahora sabemos que en China las desigualdades han crecido ya al nivel estadounidense y acabamos de conocer algo que podía sospecharse, que las élites chinas, por más que se autodenominen “comunistas”, usan los mismos paraísos fiscales que los ricos occidentales para escaquear su riqueza.
Hay varias razones por las que los poderosos puedan preocuparse por esta extrema desigualdad. Por un lado, pueden temer que estas desigualdades extremas se traduzcan en una crisis de sobreproducción provocada por la falta de un volumen suficiente de personas con dinero para comprarla a precios rentables. Sería lo que podríamos llamar una “preocupación keynesiana” (o fordista): la necesidad de contar con un mercado lo bastante amplio exige pagar salarios de un nivel adecuado. Si esto fuera así, si lo que preocupa es la necesidad de generar una amplia capa de compradores, no se entiende cómo siguen gozando de tanto predicamento las políticas de austeridad, las reformas laborales que abaratan los salarios y que, en definitiva, ahondan las desigualdades. Por poner un ejemplo local, estos días circula por la red un Powerpoint elaborado por insignes investigadores de Fedea (promocionado por el BBVA) en el que se argumenta que los salarios en España deben bajar un 7% para que se cree empleo, y en el que se descartan de un plumazo los argumentos de corte keynesiano y poskeynesiano que apuntarían en otra dirección. Lo mismo aparece en la mayor parte de las recomendaciones que recibe nuestro gobierno de la UE, la OCDE o el FMI: “Hay que ahondar en las reformas”, o sea, seguir recortando el gasto y debilitando los derechos laborales. Puede que a alguno le preocupe realmente el peligro de la devaluación salarial persistente, pero de momento no parece que tenga fuerza suficiente para generar un giro radical en las políticas.
La segunda preocupación es más política: las desigualdades extremas abren muchos espacios para que se desarrolle una nueva oleada de cuestionamiento social del capitalismo, para que pueda reconstruirse una nueva izquierda portadora de un nuevo proyecto social poscapitalista. En un plano más concreto, es conocido que allí donde crecen las desigualdades se desarrollan otras patologías asociadas que generan problemas cotidianos a la vida social (y a los negocios). Seguramente sea éste el temor más grave a corto plazo, el de que se produzcan estallidos sociales locales o proliferen plagas como la violencia delictiva más o menos organizada. Pero una cosa es temer los efectos de la desigualdad y otra proponerse atajarla en serio. Más bien, de lo que se trata en los proyectos de las élites del poder es de generar una política que combine parches —del tipo al que ya nos estamos habituando, como potenciar organizaciones y campañas caritativas— con un discurso cultural que impida pensar en los cambios que habría que introducir para luchar realmente contra la desigualdad. La misma intervención de Oxfam Intermón en Davos es indicativa de ello: presenta un informe que evidencia el intolerable grado de desigualdad alcanzado a los principales causantes y beneficiarios de la misma. Parecería más lógico que quienes se preocupan seriamente por el tema dedicaran sus esfuerzos a organizar y apoyar a los movimientos sociales que realmente combaten el tema.
II
Tenemos bastantes evidencias de dónde se ha generado la desigualdad: en un cúmulo de cambios institucionales y organizativos que no pueden reducirse a una única cuestión. Reducir la creación de la desigualdad a un mero cambio en la estructura impositiva es minimizar la amplitud del problema y acotar el campo de la política a un espacio de acción demasiado reducido.
El punto de partida evidente es que, desde mediados de la década de 1970, se ha producido una caída brutal del peso de las rentas del trabajo en la mayoría de los países. Ha tenido lugar una agresiva recuperación del poder por parte del capital a costa de la mayor parte de la sociedad (y se ha producido en un período en que no ha dejado de aumentar el peso de los asalariados en el conjunto de la población y de disminuir el peso de los autónomos). La Organización Internacional del Trabajo ha identificado tres grandes variables que explican este desplazamiento a la baja de los salarios:
a) Financiarización de la economía. Una cuestión compleja en sí misma que incluye aspectos como el crecimiento del sector financiero en la composición del PIB, la creación de complejas redes financieras que proveen todo tipo de fórmulas de ganancia especulativa (y que favorecen la evasión fiscal) y, sobre todo, la orientación mucho más financiera de las grandes empresas. El resultado de todo ello ha sido convertir las rentas del capital en un objetivo rígido para las empresas y en forzarlas a garantizar una rentabilidad segura a sus accionistas y financiadores. Las rentas del trabajo, y la actividad laboral en su conjunto, se convierten en meros residuos que deben ajustarse a las variaciones de la actividad económica; de esto, y no de otra cosa, va la insistencia en la flexibilidad laboral.
b) Globalización, entendida como la apertura de las fronteras a los movimientos de mercancías y capitales sin, al mismo tiempo, fijar condiciones comunes en campos como los derechos laborales, los estándares de vida aceptables, las normas fiscales y medioambientales. Este modelo de globalización ha permitido al capital explotar todas las ventajas que promete un inmenso ejército industrial de reserva a escala planetaria, una enorme masa de personas necesitadas de medios económicos para subsistir. No es casualidad, además, que en muchos de los países hacia los que se han desplazado muchas actividades haya una falta total o parcial de derechos políticos y laborales. La proletarización sin fronteras no sólo ha permitido reducir costes salariales (a cambio de cerrar plantas en los “viejos” países industrializados), sino también mantener una amenaza persistente sobre el conjunto del mundo laboral, la de que la adaptación recurrente a las exigencias del capital es la única posibilidad de subsistir.
c) Desregulación laboral. De esto sabemos mucho en España, donde vivimos en una reforma laboral permanente, si bien somos un caso menos excepcional de lo que a veces pensamos. Es evidente que el conjunto de transformaciones que se han producido en este cambio —la normalización de las formas de contratación laboral “atípicas”, la reducción de los derechos que protegen el empleo y la estabilidad de las condiciones de trabajo, dinamitando la negociación colectiva (en algunos países acompañada de ataques directos a las organizaciones sindicales), el debilitamiento de los mecanismos de tutela laboral, etc.— han generado un importante aumento del poder empresarial y, en gran parte, la vuelta a un capitalismo sin contraparte.
Para tener un cuadro más completo, creo que hay que incluir otros procesos que han reforzado estas tendencias, tanto en el campo empresarial como en el de las políticas públicas.
En el campo empresarial se detectan dos cambios adicionales de especial relevancia. El primero afecta al modelo de organización empresarial e interactúa con los elementos indicados anteriormente: la configuración de las grandes estructuras empresariales (y de otras no tan grandes) como estructuras reticulares jerarquizadas. La mayor parte de las grandes y medianas empresas actúan mediante el recurso a un gran número de proveedores externalizados, que tienen un poder de negociación desigual con la central, lo que se traduce en una enorme desigualdad en salarios y condiciones de trabajo. Se trata de un cambio organizativo que ha requerido un aprendizaje empresarial, pero que, si tiene éxito, permite sacarles todo el partido posible a la globalización y a la desregulación laboral: producir allí donde las condiciones salariales son peores, cubrir servicios internos con empleados con pocos derechos, etc. El segundo cambio, más sutil, ha sido la introducción de nuevas pautas de retribución salarial, algo que explica especialmente las ganancias desaforadas de los altos segmentos directivos y de algunos técnicos de relumbrón, aunque la introducción de sistemas de incentivación personal ha alcanzado en muchos casos al conjunto de la plantilla y ha actuado como un importante mecanismo de bloqueo de la acción colectiva y de la propia conciencia social de las personas. (Sin estas fórmulas de retribución y presión individualizada, es imposible entender por qué tantos empleados de banca colaboraron con ardor en facilitar la burbuja inmobiliaria y en colocar todo tipo de activos financieros dudosos a su clientela.)
El papel de las políticas públicas ha sido más comentado y no merece tanta atención (lo que no le resta importancia): cambio en los sistemas impositivos, reformas estructurales, blindaje de los paraísos fiscales, externalización y privatizaciones, desarrollo de políticas favorecedoras de la especulación, recortes en políticas sociales y de transferencia de renta… Un conjunto de políticas favorecedoras de los derechos del capital en detrimento del conjunto de la sociedad.
Cuando uno analiza la historia de los muy ricos —pongamos por caso al señor Inditex (Amancio Ortega), nuestro triunfador local—, es fácil percibir que se han beneficiado claramente de muchos de estos cambios, sin los cuales no hubieran conseguido amasar una fortuna tan grande: producción en países de bajos salarios y bajos derechos, aprovechamiento de las leyes internas para conseguir una plantilla de bajo coste y elevada flexibilidad en su red comercial, trato fiscal benévolo (incluido el uso de paraísos fiscales, como la localización de sus ventas online en Irlanda), posibilidades de desviar su elevado excedente hacia la especulación inmobiliaria y bursátil, etc.
III
Si alguien estuviera seriamente preocupado por la desigualdad, debería empezar por promover cambios en los campos citados, revisar a fondo las políticas que se han desarrollado hasta ahora. Pero esto está completamente fuera de las propuestas que se debaten en Davos, Bruselas, Nueva York o Madrid.
Lejos quedan las buenas promesas del G8 en pro de regular seriamente los mercados financieros. Las pocas iniciativas que se tomaron se han ido erosionando y edulcorando por la presión del propio sector financiero. Un sector que se ha visto, además, alimentado por el enorme caudal de recursos monetarios puestos a su disposición por los grandes bancos centrales (Reserva Federal, Banco Central Europeo, Banco de Inglaterra, Banco del Japón), lo que está produciendo a la vez un nuevo florecimiento de los mercados financieros especulativos y de la facilidad con la que los gobiernos colocan su deuda pública: se ha financiado y salvado a los bancos para que aumenten su papel acreedor frente a los Estados, a los que estarán en condiciones de imponer nuevas demandas, entre ellas nuevas reformas fiscales favorables a sus intereses. Y es patente que la insistencia en el empleo a tiempo parcial y la profundización de las reformas laborales (un eufemismo para propugnar tanto la eliminación de la negociación colectiva como el despido libre barato) sigue siendo la gran apuesta de los organismos internacionales.
Ninguno de los mecanismos detectados como origen de la desigualdad extrema es considerado seriamente en el nuevo discurso oficial de la desigualdad. Se trata tan sólo de marear la perdiz, de ocupar el espacio del discurso para impedir que lo hagan otros. Diciendo que nos preocupa la desigualdad estamos afirmando que vamos a trabajar en reducirla. Y aquí el papel que pueden desempeñar algunas ONG (aunque sea de buena fe) es el de servir de coartada a esta operación de maquillaje; un maquillaje que es a lo único que de verdad aspiran las élites.
Como este gobierno español, que presenta como un éxito la reducción del desempleo cuando lo único que ha ocurrido es que ha disminuido la población activa porque una parte de los desempleados o han votado con los pies (han emigrado) o simplemente han desesperado de seguir buscando un empleo inexistente. De hecho, la tasa de desempleo (el porcentaje de los que buscan empleo y no lo encuentran) ha vuelto a crecer. Y en la ocupación ha habido una clara sustitución de empleos estables por otros temporales y a tiempo parcial. No sólo quieren esconder los problemas, sino que tratan de hacernos creer que el subempleo, cualquier actividad que reporte algunos ingresos por pequeños que sean, es un empleo real, una actividad que proporciona rentas suficientes para vivir en condiciones decentes.
Lo que de verdad se propone es más (o igual) desigualdad. Peor y no mejor empleo. El modelo económico de referencia no da para más.
IV
Reducir las desigualdades, el desempleo y la precariedad exige aplicar reformas y políticas que ataquen directamente a los intereses del gran capital. Significa atacar los fundamentos teóricos y prácticos de las políticas neoliberales. Pero para hacerlo no basta con cuestionar los fundamentos de la ofensiva capitalista. Se requiere también una propuesta de recomposición de las clases asalariadas.
El discurso neoliberal no sólo se ha centrado en imponer una política macroeconómica adecuada a los intereses del capital, sino que también ha jugado con desarrollar una visión del mundo legitimadora para consumo de masas. Mucha gente opina que el consumismo, con razón, ha constituido el núcleo de esta legitimación. Pero en lo que atañe a las desigualdades, considero que hay otras cuestiones más relevantes. Al fin y al cabo, el consumismo tiene un cierto mensaje igualitario: el de que todo el mundo puede acceder a un bienestar material ilimitado. Lo que justifica más la desigualdad es la idealización del mérito individual, de la productividad, construido en buena medida por la teoría del capital humano y sustentado en pilares como el sistema educativo, el deporte-espectáculo y los mass media.
Gran parte de los asalariados de alto nivel educativo han sido seducidos por la cultura y las prácticas de la carrera individual, por aceptar reglas de juego que, por un lado, individualizan su relación laboral con la empresa y, por otro, los integra en un juego competitivo que convierte la progresión en un mero producto del mérito individual y el fracaso, en un demérito. Un modelo de vida y trabajo que permite legitimar los hiperincentivos (más bien prebendas) que se adjudican los vencedores y que al mismo tiempo legitima la degradación salarial y social de la gente sin estudios que realiza trabajos manuales. “Excelencia”, “capital humano”, “productividad individual” o “competencias” forman parte del arsenal de términos que sirven para justificar desigualdades y generar estigmas. Retomar la senda de la igualdad, ganar densidad social en la lucha contra las políticas neoliberales, pasa también por cuestionar el referente cultural sobre el que mucha gente elabora su proyecto de vida y su referencia social, y reemplazarlo por otro más cooperativo, inclusivo y participativo. Un campo en el que deberían tener un papel esencial tanto desvelar la relevancia social de muchas actividades laborales (en el mundo del mercado o en la familia) realizadas por la gente sin “cualificaciones” como poner en cuestión el valor social de muchas otras altamente consideradas pero de un valor social más que discutible. Un modelo que diera realce al papel de las estructuras colectivas frente a la pseudohistoria de llaneros solitarios para justificar el éxito de los superricos. Una labor a la vez política, cultural y reivindicativa.
V
A escala internacional, las reglas del juego y la estructura de poderes condenan a muchos países a la persistencia del desastre. Éste ha sido el sino, especialmente, de África, gran parte de Asia y Latinoamérica. Con las políticas actuales, el este y el sur de Europa están condenados a experimentar la misma dinámica de la desigualdad y el marasmo. Luchar contra la desigualdad pasa también por cambiar las reglas de juego internacionales y ofrecer un modelo de vida aceptable para todo el planeta. La solución hoy por hoy no parece que pase por pequeñas reformas acordadas en Davos, Bruselas o Madrid (ni por lo que cabría esperar de un gobierno catalán bajo la hegemonía de CiU y sus socios; la cuestión nacional tiene poco que ver en todo esto), sino por desarrollar procesos sociales que reduzcan sustancialmente el poder de estas élites económicas, políticas, intelectuales y mediáticas.
28/1/2014
Las desigualdades: un mal social
Antonio Madrid Pérez
En los últimos meses se han dado a conocer nuevos informes acerca del incremento de las desigualdades tanto a nivel estatal como a nivel internacional. Pueden consultarse, entre otros, los informes de Cáritas a nivel estatal y, a nivel internacional, el de Oxfam de enero de 2014: “Gobernar para las élites. Secuestro democrático y desigualdad económica”.
El incremento de las desigualdades significa varias cosas: el empobrecimiento de la población peor situada, la devaluación de las clases medias, la ampliación de las brechas existenciales y de condiciones de vida entre las personas… Pero este incremento también supone la acumulación y la combinación exponencial de los distintos factores que generan desigualdades. Las desigualdades se encadenan frecuentemente unas con otras, son interdependientes. Por ello, hay que tratar de analizar los factores que generan desigualdades concretas, estudiar las interdependencias existentes entre las distintas desigualdades y documentar sus consecuencias sociales.
Hay distintas formas de estudiar las desigualdades realmente existentes. Un estudio coordinado por Joan Subirats en 2004 sobre Pobreza y exclusión social (Un análisis de la realidad española y europea), proponía analizar la desigualdad a partir de las siguientes coordenadas. Como factores transversales: la edad, el género y el lugar de procedencia o nacimiento. Como ámbitos en los que se cuecen las desigualdades: el económico, el laboral, el formativo, el sociosanitario, el residencial, el relacional y el de ciudadanía y participación. Cada uno de estos ámbitos se desglosa en subapartados. Por ejemplo, el ámbito sociosanitario identifica cuestiones como: no acceso al sistema y a los recursos sociosanitarios básicos, adicciones y enfermedades relacionadas, enfermedades infecciosas, trastorno mental, discapacidades u otras enfermedades crónicas que provocan dependencia. De esta forma, se puede estudiar en qué situación queda la persona a la que se niega o dificulta el acceso al sistema sanitario básico, y cómo se combina este elemento con el padecimiento de, por ejemplo, un trastorno mental.
La revista European Journal of Public Health ha publicado un artículo de Xavier Bartoll et al., “The evolution of mental Elath in Spain during the economic crisis”. En este estudio se comparan dos franjas temporales: 2006-7 en comparación con 2011-12. Estos investigadores han observado un incremento en los problemas de salud mental de la población masculina española comprendida entre 35 y 54 años. Los problemas de salud mental han tenido más incidencia en personas que reunían algunas de estas condiciones: trabajadores manuales, estudios primarios y secundarios y ser inmigrantes. Sin embargo, los resultados son mejores en el caso de las mujeres.
También en 2013 se publicó en esta misma revista otro estudio sobre el incremento de los suicidios en hombres de mediana edad, en el periodo 2005-10: James A. Lopez Bernal et al., “The effect of the late 2000s financial crisis on suicides in Spain: an interrupted time-series análisis”.
El incremento de las desigualdades hace que las personas peor situadas vean intensificada su vulnerabilidad ante fuentes de padecimiento como son el desempleo, la carencia de vivienda digna, la falta de formación, el hambre, la enfermedad… Vulnerabilidad que no sólo es personal, sino que también es colectiva. Lo más evidente, lo que se percibe a primera vista, es la persona que vive en la calle, quien pide limosna, la familia desahuciada, el que se suicida, el parado de larga duración, quien malvive, el que busca comida en la basura, quien necesita que le den comida, etc. Todo ello es visible y es, en gran parte, una de las consecuencias de estructuras económicas, jurídicas y socio-políticas que generan desigualdades. Pero junto a la identificación personal de la manifestación de la desigualdad, hay que prestar atención a los efectos colectivos de las desigualdades. Wilkinson y Pickett, en Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva explican cómo el aumento de la desigualdad no afecta sólo al particular, sino que rompe la sociedad e incrementa el malestar de la colectividad.
La desigualdad expresa y configura las posiciones sociales que unas personas ocupan en relación a otras. Wilkinson y Pickett sostienen que reducir la desigualdad es la mejor manera de mejorar la calidad del entorno social y, por consiguiente, la calidad real de vida de las personas que viven en ese entorno. En los países igualitarios se alcanza un nivel de bienestar superior al de los países en los que predominan las desigualdades. Y concluyen que la igualdad es el pilar sobre el que ha de construirse una sociedad mejor. El incremento de las desigualdades, y la lucha contra ellas, no es un problema solo de los particulares, sino que es una cuestión fundamental de interés público.
La defensa de los derechos sociales y de las políticas públicas que permiten la materialización de estos derechos puede verse desde esta perspectiva de lucha contra las desigualdades. No solo en atención al bienestar de la persona, sino también y fundamentalmente como cuestión básica del bienestar colectivo.
30/1/2014
Gamonal: clase, comunidad y conflicto urbano
Comentarios prepolíticos: 21
Joan Busca
De golpe un barrio obrero desconocido para la mayoría de izquierdosos del país se ha transformado en un lugar donde centrar las miradas. Posiblemente, de no haber sido por que hubo algún destrozo y ardió algún contenedor, la lucha vecinal hubiera pasado ignorada fuera del marco local. Algunos descubren el Mediterráneo cuando ya se están mojando. Con ello no quiero restarles ningún mérito a los vecinos y vecinas de este barrio obrero, que con su lucha tenaz han conseguido un triple éxito: situar a su barrio en el mapa, poner en evidencia la alianza local de poderes políticos, económicos y mediáticos y parar un proyecto con el que estaban en manifiesto desacuerdo. Para ello han tenido que utilizar el único instrumento que tienen las clases humildes: la movilización. Una movilización que no ha surgido como una respuesta espontánea, sino que ha sido la culminación de un amplio, lento, paciente trabajo de las asociaciones de vecinos del barrio y un tejido de entidades locales. Sin ese trabajo previo, sin una labor de desgaste, de denuncia constante, de intentar interpelar a las autoridades por los canales formales de participación, posiblemente el estallido no se hubiera producido, o de hacerlo probablemente hubiera acabado mal.
La lucha de Gamonal ilumina otros muchos procesos que se han ido reanimando en los últimos años como respuesta tanto a las agresiones que generan en la vida de la gente las políticas de ajuste como el hartazgo provocado por el bloqueo de la participación social en la adopción de decisiones que afectan a su vida cotidiana. Y lo que muestra es algo muy parecido a lo que ya ocurría en los movimientos vecinales que jugaron un papel activo en la fase final del franquismo, aunque el contexto sea diferente. Entonces estas luchas engarzaban con el contexto optimista de la época, se apoyaban en los referentes europeos (aspiraban a obtener un nivel de bienestar que se suponía alcanzado al norte de los Pirineos) y contaban a menudo con un ambiente mediático favorable. Hoy en cambio se trata en muchos casos de luchas de resistencia frente a unas políticas neoliberales bendecidas urbi et orbe por las grandes instituciones económicas, se desarrollan en el contexto del “no hay más alternativas” que el ajuste, tienen pocos apoyos mediáticos (aunque sobre ello volveré más adelante) y políticos institucionales (aunque no es despreciable el apoyo que habitualmente consiguen de IU, ICV, EUiA y otras formaciones menores). Pero salvando el contexto hay muchos puntos en común que permiten delimitar un espacio de conflicto y que permiten pensar en una línea de acción más ambiciosa.
Hoy, como ayer, la mayoría de estos conflictos suceden en los barrios obreros, donde vive la gente sin muchos recursos, donde la crisis castiga con especial intensidad. No es casualidad: es la gente con menos recursos la que más utiliza los servicios públicos, la que tiene más claro que las privatizaciones la va a excluir del acceso a bienes básicos, la que tiene menos vergüenza en participar de acciones colectivas (al incrédulo, le propongo que haga un autotest: póngase a repartir un puñado de octavillas en distintos puntos de la ciudad y cronometre el tiempo que le cuesta culminar el reparto, el porcentaje de personas que rechazan su ofrecimiento, y después compare en qué sitios la cosa ha sido más o menos difícil). Pero la necesidad por sí sola no garantiza una respuesta. Hace falta organización, sentido colectivo, una mínima confianza en los promotores de la acción. Y esto es algo que también es más fácil conseguir en la comunidad. Esto es lo que hizo el viejo movimiento vecinal: generar una organización comunitaria capaz de convertir una necesidad compartida en un movimiento social. Después la historia se truncó. En parte por la acción del poder (al poder, sea cual sea su color no le suele gustar tener que negociar de tú a tú), cuya arma preferida para la erosión fue una cooptación y un clientelismo que halló demasiados candidatos y candidatas entre los líderes vecinales (ya se sabe lo que cuesta resistirse a la adulación y a la promoción personal). En parte por el desánimo que generó la transición en muchos activistas, que por razones diversas terminaron recluidos en opciones de vida mucho más solitarias. Y en parte porque una buena porción de lo que quedó de la vieja izquierda radical, y lo que fue naciendo posteriormente, no supo entender el potencial que tenía un movimiento social ligado a la vida cotidiana del territorio.
Este proceso, claro está, no fue lineal ni ocurrió en todas partes de la misma manera. Ha habido gente que ha seguido trabajando en las comunidades, ha habido comunidades locales que han generado una nueva variedad de organizaciones y actividades sociales (a menudo más lúdicas que reivindicativas, pero con una cierta conciencia social) que han sabido encontrar nexos de relación, generar un tejido social de una densidad perceptible, y en ellas ha sido posible mantener un mínimo de capacidad de respuesta social, de exigencia de proyecto de cambio. Y en estas comunidades es donde aún hoy existe mayor capacidad de acción colectiva. Desconozco la historia de Gamonal, pero lo leído en la prensa apunta a que también allí la respuesta no ha sido una mera explosión momentánea, sino que se ha producido en un contexto social y político favorable. Esto, y no tanto el estallido, es lo que vale la pena subrayar, agradeciendo al vecindario del barrio burgalés que nos ayude a recordarlo.
Todo movimiento social de largo plazo requiere organización, generación de una cierta identidad compartida, elaboración de proyectos, etc. Toda la historia del movimiento obrero lo indica: la cultura profesional constituyó un elemento aglutinador del sindicalismo de oficio, el lugar de trabajo compartido del sindicalismo industrial, un espacio de vida cotidiana en la que se generaba comunicación, afectos, respuestas. Gran parte de los cambios en la organización del trabajo de los últimos cuarenta años se han orientado a destruir el potencial de comunidad que estaba en la base de la acción sindical. Por eso hoy el espacio urbano constituye una de las pocas áreas desde la que es posible tratar de reconstruir una cultura de lo colectivo, de lo social. Y en muchos casos siguen existiendo instituciones, espacios físicos, redes que favorecen esta construcción. Que están ahí y que cualquier proyecto alternativo debería desarrollar.
Partiendo de una premisa clara. Que se trata de un espacio que requiere una acción continuada, paciente, contradictoria a veces, que no puede eludir el trabajo institucional, abierta a la disidencia... pero que a la postre posibilita luchas como las que han ido produciéndose en los últimos tiempos y sobre las que Gamonal ilumina. Que una sabia utilización de los canales institucionales no es incompatible con el fomento de acciones autónomas. Que trabajar con los medios de comunicación abre siempre alguna puerta que a veces ayuda a la propia lucha (el mismo caso de Gamonal es ilustrativo: una parte de la prensa ha informado relativamente bien de las buenas razones del barrio, desde la denuncia de las carencias y los recortes experimentados en tiempos recientes hasta la clarificación de los intereses económicos que andan por en medio). Aunque ya se sabe que trabajar con los medios es siempre una labor incierta que da frutos una vez de cada tres. La lección a aprender no es que un estallido puede acabar en victoria, sino que un trabajo continuado en un determinado ámbito puede generar un movimiento que trascienda la mera reivindicación, que ayude a generar una nueva dinámica social. Son tiempos para profundizar en el trabajo comunitario, para enfrentarse a las políticas neoliberales allí donde haya posibilidades de organizar a la gente, de generar fuerza social, de convivir.
28/1/2014
Una visión crítica de las balanzas fiscales
Ramon Boixadera i Bosch y Ferran Portella i Carbó
Las balanzas fiscales miden la diferencia entre los gastos e ingresos de las administraciones públicas en uno de los territorios en los que se divide el Estado (generalmente, las autonomías). A pesar de lo aparentemente sencillo de su definición, metodologías, magnitudes e interpretación son motivo de controversia, con particular virulencia desde el inicio de la crisis económica y el telón de fondo del debate nacional en Cataluña.
Un punto de debate concierne el criterio de imputación territorial de los ingresos y gastos públicos. El principio del flujo monetario los atribuye al territorio donde efectivamente han tenido lugar. En cambio, el método carga-beneficio estima las cargas fiscales que soportan y los beneficios que reciben los individuos de un territorio. Así, por ejemplo, los gastos del Tribunal Constitucional se imputarán a la Comunidad de Madrid, según el criterio monetario, y a todas las comunidades (por ejemplo, en proporción a su población) por el criterio del beneficio. Es difícil pronunciarse generalmente sobre la conveniencia de cada método, si bien tan sólo el primero permite comparaciones directas con otras estadísticas obtenidas a partir de la contabilidad nacional.
En ambos casos, los resultados obtenidos son altamente sensibles al ciclo económico. En períodos de bonanza, el gasto público suele crecer menos lentamente que los impuestos, y viceversa en tiempos de crisis, lo que afecta a las balanzas y dificulta las comparaciones históricas sobre su evolución. Además, la suma de todas las balanzas fiscales es exactamente igual al déficit fiscal (la diferencia entre gastos e ingresos) del total de las administraciones públicas, por lo que puede producirse la paradoja de que en tiempos de déficits fiscales elevados todas las balanzas fiscales registraran un saldo positivo, lo que impediría (y, como argumentaremos más abajo, efectivamente impide) medir qué territorios contribuyen con sus transferencias al desarrollo del resto, y qué territorios son receptores de la solidaridad de los demás.
Ambos problemas se han intentado resolver mediante el método de “neutralización”. Puesto que las balanzas fiscales miden la redistribución entre regiones únicamente cuando el déficit fiscal es nulo, este método nivela las balanzas alrededor de esta hipotética situación. Mediante el mismo, los valores de las balanzas fiscales monetaria entre Cataluña y España en 2009 (-792M) y 2010 (-5.835M) se convirtieron, al ser neutralizados, en -16.409M y -16.543M respectivamente, según los datos de la Generalitat de Catalunya [1]. No es de extrañar, pues, que la validez de este método sea la principal fuente de controversia [2].
Así ocurre, por ejemplo, al generalizarse el uso de los resultados “neutralizados” para debatir de cuestiones de financiación autonómica, como la conveniencia de un concierto fiscal. De permanecer todos los impuestos en el territorio de Catalunya, los déficits de las administraciones públicas en Catalunya de 4.901M (2009) y 9.444M (2010), según Idescat, no se habrían eliminado, en cuanto la Generalitat tan sólo “recuperaría” las magnitudes “no-neutralizadas”.
Con todo, podría pensarse que, aun siendo hipotéticas, las variables “neutralizadas” sí resultan útiles para el análisis de la Hacienda Pública: el sentido común parece indicar que aun cuando algunas veces el gasto puede superar el ingreso (y viceversa), el Estado, como los individuos, no puede gastar más de lo que ingresa indefinidamente sin agotar su crédito.
Empíricamente, sin embargo, observamos que los Estados suelen operar con déficit público, y que, en el largo plazo, su deuda nunca tiende a cero. Más aún, sabemos desde Abba Lerner (1943) que mientras el Estado mantenga el monopolio de la emisión monetaria y pueda endeudarse en su propia moneda, no existe restricción al déficit fiscal que puede financiar [3]. Serán consideraciones cómo la liquidez que se desea mantener con familias y empresas (toda vez que la deuda y el déficit público aumentan en la misma proporción que la riqueza y el ahorro monetario del sector privado) o la proporción del déficit que se desea financiar con otros instrumentos financieros, como los bonos, las que deberán guiar esa decisión. De nada sirve alimentar el mito que los déficit deben ser cero, o incluso que no deben exceder el 3% anual del PIB, como pretenden los Tratados Europeos: incluso el “independiente” BCE ha intervenido indirectamente para permitir déficit mayores a los estados cuya deuda vivía una crisis de liquidez por culpa de la volatilidad financiera, si bien ha condicionado arbitrariamente esta decisión a la reducción del gasto público y reformas socialmente regresivas en la tributación y el marco de relaciones laborales.
Por todo ello, la “neutralización” supone un falso punto de referencia que alimenta mitos como que un déficit hoy implica mayores impuestos mañana o que la deuda pública empobrece a los ciudadanos y que debemos abandonar: es por eso por lo que debatir qué regiones “financian” otras o disociar el nivel “estructural” y “coyuntural” de los saldos de las balanzas fiscales son discusiones ociosas.
¿De qué sirven, a su vez, los saldos “no neutralizados” de las balanzas? Un primer uso es el de considerar la sostenibilidad de un nivel particular de las balanzas fiscales. Así como una balanza fiscal monetaria positiva supone un incremento de la liquidez del sector privado, una balanza fiscal monetaria negativa implica un drenaje continuado de recursos que, en largo plazo, podría conducir a un insostenible endeudamiento privado que provocara (como ocurre al nivel del Estado) una recesión económica al intentar familias y empresas acomodar su gasto a sus ingresos y previsiones de ventas.
Debe matizarse, sin embargo, que el flujo del ahorro monetario privado es la suma de los déficits públicos y los superávit exteriores. Por ello, al considerarse la sostenibilidad económica de la pertenencia de una región a una unidad política mayor, deben valorarse también las ganancias que derivan del comercio exterior. Por retomar el ejemplo catalán, en 2009 y 2010 los superávits exteriores superaron, como es habitual, los saldos de las balanzas fiscales monetarias, situándose en 18.147M y 21.668M respectivamente [4].
Es posible argumentar que ambos flujos no deberían considerarse simultáneamente, toda vez que nada impediría a las regiones con déficit exterior “importar menos (con el dinero de las excedentarias)” [5]. La catástrofe de la Eurozona sirve de ilustración de lo que sucede cuando regiones con superávit exterior se niegan, simultáneamente, a ofrecer ninguna transferencia tributaria o a permitir los déficits públicos que sustenten una política fiscal expansiva en las regiones con abultados déficits comerciales: un ajuste brutal en la periferia, sin que pueda decirse que el centro salga claramente aventajado [6].
Por lo demás, incluso desde posiciones liberales son raras las voces que limitan la función del Estado a la garantía constitucional del orden de mercado: existe un deber de solidaridad entre ciudadanos. Según algunos estudiosos, este deber no sería ajeno a la magnitud de las balanzas fiscales, que podrían utilizarse para fiscalizar los excesos y carencias de las políticas redistributivas.
Hemos señalado ya que, en general, la identificación de la solidaridad interterritorial por este método no es posible. Supongamos, pese a todo, que la carga tributaria fuera el único sostén del gasto público. ¿Existe algún método para calcular el saldo de la balanza fiscal de una autonomía “solidaria” pero no “espoliada”?
Una primera respuesta se ve tentada por el empiricismo. Las balanzas fiscales en Cataluña son más elevadas que las de regiones “comparables”, lo que debería alertarnos de su carácter problemático [7]. Pero tal “comparabilidad” se deriva, con frecuencia, de la existencia de un marco institucional similar al autonómico (el de los estados federados alemanes, o estadounidenses), y no de consideraciones más relevantes como lo progresivo o no de los sistemas fiscales de estos países, ni de las similitudes realmente existentes en términos de distribución de la renta o la estructura productiva en el conjunto del Estado.
Otra posibilidad consistiría en establecer reglas más o menos claras sobre los principios que deben regir el gasto y los ingresos del Estado, aplicados a los distintos territorios del mismo. En un reciente artículo, Xavier Vidal-Folch señala que la aplicación del principio por el que “los habitantes de un territorio pagan en función de su producción (PIB) y reciben en función de su población”[8] produciría saldos de balanza entre Cataluña y España de un 4% del PIB, generalmente inferiores a las cantidades efectivamente registradas.
¿Nos basta este principio? ¿No preferiríamos, por ejemplo: “de cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades” (no sólo por ser ésta máxima del marxismo, sino la base del Estado del bienestar y un sistema fiscal progresivo)?
En este sentido, un estudio reciente de la Fundación IVIE-BBVA nos ofrece algunos datos interesantes [9]. Sobre el período (2000-2008), en Cataluña el gasto público per cápita es ligeramente superior al de la media española, siendo inferior en salud, educación y transportes, y más elevado en protección social. Sí se observan diferencias notables, sin embargo, en la dotación de capital público y en el nivel de la deuda autonómica, respectivamente inferiores y más elevados que en otras regiones, lo que sugiere, en el segundo caso, una incorrecta asignación de los impuestos entre los distintos niveles de la administración pública; y en el primero, la necesidad de considerar si existen carencias de infraestructuras necesarias para la población catalana, por ejemplo en materia ferroviaria o de transporte por carretera [10].
En todo caso, consideremos cuáles serían los efectos sobre las balanzas fiscales catalanas de lo que parece ser el programa consensual de la izquierda: un aumento proporcional de gasto público, especialmente social, financiado por una tributación progresiva. Dado que hemos señalado que el gasto público en Cataluña no parece especialmente discriminatorio respecto al de otras zonas del Estado, y que Cataluña sigue acogiendo una mayor proporción de hogares ricos y de actividad productiva que la media española, es probable que el efecto combinado de ambas medidas fuera un incremento en el saldo negativo de las balanzas fiscales, aun cuando no hay duda de que la gran mayoría de catalanes se beneficiaría.
En conclusión, los argumentos y datos aportados hasta el momento no sustentan la existencia de un “espolio” catalán [11]. Existen, por supuesto, carencias específicas de los servicios públicos en Cataluña e insuficiencias en la financiación autonómica, como existen, de manera más general, en España en su conjunto. Pero sería preferible que en el debate sobre la financiación de las Administraciones Públicas y sus niveles de gasto (como en el de la soberanía y eventual independencia de Cataluña) fueran variables distintas a las balanzas fiscales las que centraran la discusión; como la soberanía monetaria, la progresividad fiscal y el sesgo de la política económica hacia las élites catalanas, españolas y extranjeras: subvencionadas mediante rescates y concesiones públicas y beneficiarias, entre otras cosas, de las reformas laborales.
Notas
[1] Disponibles aquí: http://www20.gencat.cat/portal/site/economia/menuitem.6135b456613b7f9af813ae92b0c0e1a0/?vgnextoid=71876e6b77649210VgnVCM1000008d0c1e0aRCRD
[2] Por ejemplo, las diferencias entre ambas cantidades han motivado una reciente polémica entre Josep Borrell y Joan Llorach en las páginas de El País “¿Dónde están los 16.000 millones?” http://elpais.com/elpais/2014/01/19/opinion/1390153695_441521.html; y Xavier Sala i Martín, “¡Encontrados los millones de Borrell!” desde su blog http://salaimartin.com/randomthoughts/item/711.
[3] Lerner (1943) “Functional Finance and the Federal Debt: http://mail.epicoalition.org/docs/functional_finance.pdf
[4] Disponibles aquí: http://www.c-intereg.es/inf_complementaria.asp
[5] Tal idea parece haber alimentado el debate entre Xavier Sala i Martín “Déficit y exageraciones fiscales” http://www.columbia.edu/~xs23/catala/articles/lluch/deficit.htmn y Ernest Lluch “Nos explota el resto de España?” http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1996/05/23/pagina-19/33961215/pdf.html
[6] Alemania no aparece tanto como nación más beneficiada del entramado europeo, sino como residencia del capital mejor adaptado al ordoliberalismo continental. Véase Jörg Bibow “Alemania y el euro: ¿arquetipo o parásito?” http://elpais.com/elpais/2013/06/26/opinion/1372246642_240224.html
[7] Véase, por ejemplo, a Germà Bel: “Balanzas fiscales y cisnes negros” http://www.ub.edu/graap/NP_BEL2112.2.pdf
[8] Xavier Vidal-Folch: “El espolio que nunca existió” http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/01/19/catalunya/1390158608_215156.html
[9] Francisco Pérez García (dir.), Vicent Cucarella Tormo, Abel Fernández García, Laura Hernández Lahiguera. “Las diferencias regionales del sector público español” IVIE-BBVA. Un resumen puede consultarse aquí: http://www.ivie.es/downloads/2011/11/PP_sector_publico_FBBVA_Ivie_20111128.pdf
[10] Con todo, políticas “keynesianas” y desarrollistas deberían coincidir en privilegiar la inversión pública en zonas más pobres, lo que justificaría en parte esta carencia. Otras variables como la geografía, la densidad de población, las actividades económicas dominantes y el grado de concertación de servicios públicos influyen también en la cantidad de capital público necesario, lo que refuerza la necesidad de un análisis más allá de las macromagnitudes preferidas por el discurso dominante.
[11] Es importante recordar que el PIB catalán se sitúa por encima de la media del Estado, contribuyendo un 19% con tan sólo el 16% de la población en 2010, una ventaja claramente estructural toda vez que se registran magnitudes semejantes desde el nacimiento de las autonomías.
[Ramon Boixadera i Bosch y Ferran Portella i Carbó son economistas]
30/1/2014
La desigualdad es injusta
Antonio Antón
Con la expectativa de un leve y lento crecimiento económico, los poderosos se aprestan a garantizar sus distancias y privilegios, a consolidar la desigualdad y su poder. La insistencia de las derechas es que aunque haya “mejoría” económica tienen que continuar con las “reformas (recortes) estructurales”, buscando mayores garantías para su hegemonía institucional. Su proyecto es ampliar la desigualdad e intentar legitimar su gestión. Estamos en una pugna sociopolítica y distributiva que afecta a condiciones y derechos sociales y democráticos. El bloque de poder liberal-conservador, con una gestión regresiva, antisocial y autoritaria de la crisis, quiere imponer un modelo económico y social más desigual y una democracia más débil. Participamos de una fuerte pugna cultural en la que se ventila la legitimación o no de este proceso, con sus discursos y sus gestores (las derechas y capas gerenciales), o bien se abre una dinámica más justa y democrática, con una ciudadanía más activa y una representación social y política más robusta. Se trata de evaluar la desigualdad socioeconómica, su carácter injusto e ilegítimo, desde los valores de la justicia social, con la perspectiva de un modelo de sociedad más igualitario y solidario.
Mínima recuperación con máxima desigualdad
Aumentan las brechas sociales y, cada vez más, en la sociedad se perciben como una dinámica injusta. La realidad de desigualdad social, y su percepción, enfrentada con la cultura ciudadana de justicia social, genera indignación popular y deslegitimación de las políticas, agentes e instituciones que la promueven. Existe un amplio rechazo ciudadano al desempleo masivo, el empobrecimiento e incertidumbre de la mayoría de la población y el deterioro de derechos, prestaciones y servicios públicos, derivados de la crisis económica y la estrategia liberal-conservadora de la austeridad. Esta actitud cívica se asienta en los valores de igualdad, solidaridad y democracia. Esta conciencia democrática y de justicia social es progresista y mayoritaria. Lleva aparejada la oposición a los recortes sociolaborales y la exigencia de democratización del sistema político. Es un factor clave para consolidar una ciudadanía activa, acabar con las políticas regresivas y antisociales, y promover el cambio social e institucional. Por ello, la interpretación de la desigualdad y su carácter injusto es fundamental en la fuerte pugna cultural, mediática y sociopolítica entre los poderosos, que pretenden justificar su necesidad y su consolidación, y las corrientes populares progresistas, que la cuestionan y aspiran a su cambio.
Fruto del incremento de la desigualdad socioeconómica, la acumulación de riqueza en la cúpula financiera y la desregulación institucional, se produjeron las burbujas inmobiliarias y financieras; su estallido ha generado la mayor crisis económica y social en muchas décadas. Las medidas neoliberales de ajuste regresivo y la socialización de las pérdidas privadas han incrementado la desigualdad, el empobrecimiento y la incertidumbre para la mayoría de la sociedad, particularmente en los países europeos periféricos.
El proyecto liberal-conservador dominante trata de garantizar mayores privilegios económicos y políticos para las élites (financieras y gobernantes), consolidar la desigualdad social y la subordinación de las capas populares, y neutralizar la participación ciudadana y una acción política progresista, reguladora o redistributiva. Supone, por tanto, un deterioro democrático del sistema político y una fuerte ofensiva cultural por evitar la significativa desconfianza popular en esa gestión regresiva. Su freno es una consistente contestación ciudadana progresista, un amplio movimiento de resistencia popular, al menos en el sur de Europa, con un reflejo relevante en el campo político y electoral, y una significativa influencia en el norte. Los límites o líneas rojas de la gestión de las derechas dominantes son, de momento, el evitar un deslizamiento irreversible hacia una grave crisis social, una fuerte desvertebración política e institucional o una ruptura de la Unión Europea. No está clara la eficacia de su estrategia de no caer en esos abismos, aunque no sea pretendido. Serían aspectos difíciles de manejar y que, en todo caso, conllevarían el fracaso de las actuales élites gobernantes respecto de su fuente de legitimidad: el bienestar de la población en una Europa democrática, social e integrada.
Por ello la acción contra la desigualdad debe complementarse con un avance en el modelo social y el Estado de bienestar europeo y en el fortalecimiento de la democracia, con el respeto de la representación política y las élites gestoras a las demandas ciudadanas. La solución: una salida equitativa a la crisis, un nuevo contrato social y político democrático y progresista, una cultura cívica igualitaria y solidaria.
Por un lado, hay que evidenciar la gravedad de la desigualdad socioeconómica, su persistencia y sus causas, frente a los intentos de minusvalorarla, considerarla transitoria o eludir las responsabilidades de sus causantes. Y, por otro lado, se debe ampliar la deslegitimación social y ética de la desigualdad, cuestionar los argumentos y discursos que pretenden justificarla, para fortalecer la actitud cívica de la ciudadanía y el rechazo popular a la misma. Sobre lo primero, se están publicando diversos estudios, que han tenido un gran impacto en la opinión pública, y por mi parte lo he tratado en otros trabajos. Aquí nos centraremos en lo segundo, explorando las distintas concepciones (progresistas/igualitarias o regresivas/desigualitarias) que pugnan por la hegemonía ideológica o cultural en la sociedad.
Desigualdad es un concepto comparativo. Hace referencia a las “distancias” entre distintas categorías sociales (individuos, segmentos, grupos o países). Pero para valorar la percepción de su gravedad y su carácter injusto hay que combinarlo con otro hecho dinámico: la comparación con la situación anterior de cada individuo y estrato social. Uno de los temas más complejos que analizar es la relación entre crecimiento económico y desigualdad, con la combinación de dos dinámicas: mayores bienes, junto con mayor desigualdad. El énfasis en lo primero pretende justificar lo segundo, aunque lo segundo no debe despreciar lo primero.
El discurso de la derecha sobre la inminente, continuada y generalizada recuperación económica es un engaño: aspectos parciales mejoran, pero el grueso de los que afectan directamente a los ciudadanos se mantienen o empeoran. Una de sus pretensiones es evitar la deslegitimación de unas políticas gubernamentales y unos agentes económicos e institucionales que han ampliado la desigualdad, el descenso socioeconómico de la mayoría de la sociedad y el deterioro democrático de las grandes instituciones públicas. Existen algunos indicadores económicos menos negativos. Se sale de la gran recesión aunque, en el mejor de los casos, y si no hay otros contratiempos, habrá solo una leve y lentísima mejoría económica y de empleo, como aventura el FMI y la Comisión Europea. Según pronostican sus portavoces, en España tendríamos (al menos) una década por delante de sufrimiento. Aunque a su término tampoco nos espera la reversión de mayor igualdad, protección pública o derechos sociolaborales. La posible salida conservadora de la crisis pretende asegurar el desequilibrio impuesto en las relaciones de poder económico y empresarial, continuar con el proceso de desmantelamiento del Estado de bienestar (“insostenible” para M. Draghi, del BCE) y consolidar el autoritarismo político con una democracia débil. Todo ello con especial impacto para los países europeos mediterráneos.
No obstante, de no acabar de inmediato con la política de austeridad, permanecerán un similar nivel de desempleo masivo, el descenso de la capacidad adquisitiva de salarios, pensiones y prestaciones de desempleo, mayor precarización y sometimiento de la población trabajadora y peores y segmentados servicios públicos. Un elemento clave, la posibilidad de creación limitada de empleo (temporal y a tiempo parcial), se instrumentaliza para profundizar en la precarización y la pérdida de derechos sociolaborales del conjunto y fortalecer el poder y los beneficios empresariales.
Ese discurso liberal-conservador pretende legitimar la estructura y la dinámica de desigualdad. Considera que el enriquecimiento de las élites es “merecido” por sus habilidades inversoras y especulativas y el tráfico de influencias y poder. Y también que el empobrecimiento y el paro masivo, que afecta a personas de las capas populares, también es “merecido”. Así, no habría que cambiar nada, las dinámicas desiguales estarían justificadas, haciendo abstracción de las distintas situaciones de ventajas y desventajas, de origen, contexto y trayectoria, de las desiguales relaciones de poder y condiciones que están incluyendo en las diferentes capas de la sociedad. Pasa por alto las distintas oportunidades y capacidades iniciales y en su desarrollo en que se encuentran los distintos individuos y grupos sociales. Con esa idea, las capas acomodadas intentan pasar página del incremento de las brechas sociales y las posiciones de subordinación de la mayoría de la población, derivadas de las estructuras desiguales, la crisis económica y las políticas de austeridad. Pretende hacer olvidar las causas y responsabilidades de las capas financieras y gobernantes que las han ampliado a costa de la mayoría de la sociedad. Su promesa es que ese (limitado y lento) crecimiento iría a mejorar la capacidad adquisitiva de la población, esperando que el rechazo a la desigualdad pase a segundo plano.
El proceso de legitimación de la dinámica desigual adquiere nuevos argumentos: la (hipotética) mejoría de la situación de la gente, avalaría las políticas de ajustes y austeridad que han ampliado la desigualdad. Esta situación, según ellos, debería consolidarse y ampliarse como condición “inevitable” para el crecimiento económico. Así, se garantizarían, junto con su mayor poder y dominación, el incremento de las distancias y privilegios de las capas más ricas frente al estancamiento de la mayoría de la sociedad. O, bien, la existencia de una leve mejoría de una parte (minoritaria), junto con el agravamiento de la pobreza y el desamparo con mayor subordinación, en otra parte (mayoritaria).
La justificación neoliberal de la desigualdad
Para interpretar la realidad de la situación de desigualdad y valorar su significado se debe combinar su análisis con la justicia social y sus fundamentos éticos. Aquí es cuando aparecen las distintas interpretaciones éticas para definir lo justo y lo injusto y, por tanto, dar legitimidad o no a determinados grados de desigualdad aplicados según motivos, condiciones y contextos diferentes.
El pensamiento liberal dominante considera la desigualdad como justa (o racional, eficiente y conveniente). Admite cierta igualdad jurídica o formal, pero valora la desigualdad socioeconómica como necesaria e imprescindible para garantizar el crecimiento económico, al que le da el valor supremo, y la correspondiente apropiación de beneficios por las clases dominantes. Es decir, la mejora del bienestar de la población pasaría por la inevitabilidad de la desigualdad, la acumulación privada de la riqueza en las cúpulas oligárquicas y, por tanto, la subordinación de la sociedad a unas relaciones y estructuras desiguales. El valor de la mejoría económica relativa derivada del mercado estaría por encima del avance hacia la igualdad, sería compatible con la ampliación de las brechas sociales, y ese proceso se calificaría de “justo”. Las élites económicas tendrían legitimidad para aumentar sus privilegios y las distancias respecto de la mayoría de la sociedad, siempre que los sectores desfavorecidos mejoren algo su capacidad adquisitiva. Este último componente adicional era, primero, la caridad hacia los pobres, y después, el talante “social” del liberalismo o las tradiciones cristianas. El actual discurso de la derecha, del cambio de tendencia económica y de empleo, con la consiguiente e hipotética leve mejoría para personas desempleadas, utiliza ese argumento para frenar la crítica ciudadana a precarización, incertidumbre y desamparo de la mayoría, la ampliación de grandes brechas sociales y el enriquecimiento de las élites.
Así, nos encontramos con datos actuales como que más del 90% del crecimiento diferencial de la renta se lo queda el 10% más rico, y que el 90% de la población se reparte el 10% restante de la renta. Pero como éstos también mejoran respecto de su situación anterior, aunque las distancias aumenten, sería una situación más justa y suficiente para justificar como “buena” esa dinámica más desigual. Por tanto, algunos de criterios de justicia (liberales, demócrata-cristianos y de apariencia progresista) se utilizan también para justificar cierto nivel de desigualdad en determinadas condiciones de mejoría relativa de los más pobres.
En consecuencia, habrá que demostrar, primero, la existencia de desigualdad, y, segundo, su carácter injusto. Es evidente la conciencia social de la existencia de mayor desigualdad y empobrecimiento cuando, al mismo tiempo, hay un descenso económico mayoritario. La interpretación es más ambivalente cuando hay cierto crecimiento económico, es decir, cuando se puede combinar dos dinámicas: mayor desigualdad (brechas sociales), junto con una mejora en la capacidad adquisitiva respecto a la situación anterior (es el caso actual de China).
El discurso utilitarista o neoliberal se centra en justificar la desigualdad y la subordinación popular como elementos fundamentales e imprescindibles para el crecimiento económico, para asegurar los beneficios e incentivar “adecuadamente” a los principales agentes económicos (según ellos): los inversores (el capital financiero), los propietarios de los medios de producción y las capas gerenciales o corporativas. Según el pensamiento clásico liberal, la acumulación de riqueza privada llevaría a la prosperidad general. La realidad actual de la crisis económica, con una gran polarización de la riqueza, en manos de una minoría oligárquica, y una gran recesión o estancamiento económicos, cuestionan ese discurso. El aumento del dominio y el beneficio económico de las elites financieras no reporta en incremento de empleo (decente), y ese discurso apenas esconde su objetivo: intentar legitimar su apropiación desmesurada frente al interés general. La distribución de los beneficios de la actividad económica es desigual y se ampara en una estructura de poder que la impone, aunque esté sometida a los procesos de legitimación social y política.
Por tanto, hay un conflicto entre igualdad y crecimiento económico. En un marco capitalista como el actual, con libertad empresarial y de capitales, los agentes económicos, propietarios y gestores, exigen “incentivos” desiguales, comparativamente. ¿Cuál es el grado de desigualdad necesario o admisible, según esas relaciones económicas y de poder, para garantizar un crecimiento “sostenible” y “eficiente” que reporte beneficios al conjunto, mejorando su situación material aún a costa de determinada distribución desigual? O al contrario, ¿Cuándo una distribución igualitaria deja de ser eficiente y constituye un motivo de rebelión para las élites y el poder financiero que exigen incentivos (desiguales) y dominio económico y de poder, bajo la amenaza del aislamiento financiero?. La solución viene desde el campo político: la capacidad de la sociedad y sus instituciones políticas (Estado) para regular los procesos económicos (mercado) y definir los márgenes de una justicia distributiva desde una ética igualitaria y solidaria que garantice el “bien común” de la humanidad. La cuestión es que es difícil ejecutarlo si no es, al menos, en el plano europeo. En todo caso seguiría siendo un problema político, es decir, de fuerzas sociales e instituciones públicas con suficiente apoyo ciudadano para consolidar procesos de gobernanza que regulen los mercados, superando las dependencias y subordinaciones a esos poderes financieros de las clases gobernantes, los Estados y las instituciones europeas.
En definitiva, las concepciones de la justicia social, de una igualdad de oportunidades más débil o más fuerte, junto con una fuerte cultura democrática y cívica, particularmente, en la conciencia popular, son fundamentales para valorar la desigualdad y la actitud ciudadana ante ella.
27/1/2014
El Anteproyecto de Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana
Un análisis desde el punto de vista de la burorrepresión y del derecho policial del enemigo
Eduardo Melero Alonso
El 20 de noviembre de 2013, el Ministro del Interior Jorge Fernández Díaz presentó en el Consejo de Ministros un informe sobre el Anteproyecto de Ley Orgánica para la Protección de la Seguridad Ciudadana. Según el Ministro “El espíritu del Anteproyecto de Ley es garantizar y mejorar la convivencia de todos los españoles […]. Se trata de un texto firmemente comprometido con los derechos fundamentales y libertades que el ordenamiento jurídico reconoce a los ciudadanos para que la violencia y el vandalismo tengan una respuesta legal”.
En lo que sigue se analizará el texto del Anteproyecto, planteando en qué medida se pretende utilizar como un instrumento para reprimir la actividad de los movimientos sociales a través del poder sancionador de la administración, lo que se ha calificado desde el 15M como "burorrepresión", y qué relación tiene con el denominado "derecho policial del enemigo", es decir, las actuaciones policiales llevadas a cabo al margen de las garantías formales que el ordenamiento jurídico reconoce a los ciudadanos.
Cinco son, en mi opinión, los elementos más problemáticos: 1) la expansión de la potestad sancionadora policial, 2) la posible limitación de los derechos de reunión y manifestación, 3) la inseguridad jurídica que se provoca a los ciudadanos que ejercen sus derechos fundamentales, 4) la ausencia de medidas para prevenir arbitrariedades policiales, y 5) el tratamiento dado a los extranjeros.
1. El anteproyecto propone una importante ampliación del poder sancionador policial, tipificándose nuevas infracciones no establecidas anteriormente. Entre estas nuevas infracciones se pueden mencionar “La perturbación del orden en un acto de campaña electoral, administración electoral, votación, escrutinio y recuento de votos” (infracción grave), o “Las ofensas o ultrajes a España, a las comunidades autónomas y entidades locales o a sus instituciones, símbolos, himnos o emblemas” (infracción grave).
Hay que destacar la amplitud e indeterminación con la que se definen las conductas sancionables: la perturbación del orden en un acto electoral, así como las ofensas y ultrajes a las instituciones, símbolos, himnos o emblemas. Entre estas ofensas y ultrajes a juicio del Ministro del Interior se encontraría la quema de banderas, una conducta que debe entenderse amparada por el derecho a la libertad de expresión y, por tanto, no sancionable. Esta amplitud e indeterminación es común en muchas de las infracciones que recoge el anteproyecto y planteará muchos conflictos con el ejercicio de los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Algunas de estas nuevas infracciones se dirigen claramente a impedir actividades concretas que realizan determinados colectivos. Así, serán sancionables “Los actos de obstrucción que pretendan impedir a cualquier autoridad, empleado público o corporación oficial el ejercicio legítimo de sus funciones, el cumplimiento o la ejecución de acuerdos o resoluciones administrativas o judiciales” (infracción grave). Esta norma será aplicable a las acciones que lleva a cabo la Plataforma de Afectados por la Hipoteca para intentar parar la ejecución de desahucios. También se sanciona el escalamiento de edificios y la precipitación o lanzamiento desde los mismos (considerada como infracción grave si se trata de edificios de organismos públicos o de interés histórico-artístico; es infracción leve en los demás casos). De esta forma se pretende impedir las acciones de protesta que lleva a cabo Greenpeace.
Las sanciones previstas, con carácter general, consisten en la imposición de multas: desde 100 hasta 1.000 euros para las infracciones leves, desde 1.001 hasta 30.000 euros para las graves, y desde 30.001 hasta 600.000 euros en caso de infracciones muy graves. Se produce así un incremento de las infracciones leves, que en la actualidad están sancionadas con multa de hasta 300,51 euros.
También se produce un desplazamiento del ius puniendi del Estado en materia de seguridad ciudadana desde el procedimiento penal, caracterizado por ser más garantista, hacia el procedimiento administrativo sancionador. Ello es resultado de la modificación del código penal en el que se dejan de castigar las faltas que, en la mayoría de los casos, pasan a convertirse en infracciones administrativas en el anteproyecto. Esta es otra de las vías por las que se incrementa la potestad sancionadora policial.
Uno de los efectos perversos de esta administrativización va a ser que muchas de las sanciones impuestas no serán recurridas. Ya que resulta más barato pagar la multa que interponer un recurso contencioso administrativo, en el que además de la tasa judicial por recurrir, hay que acudir representado por abogado y procurador, y a ello se suma la posibilidad de una condena en costas. Habrá, por tanto, un espacio de la actividad sancionadora en materia de seguridad ciudadana que no será controlado por los tribunales. Se consolidará así una “inmunidad del poder”, por utilizar un término clásico en nuestra doctrina administrativa. La administración, por tanto, va a gozar de un gran margen de libertad a la hora de interpretar qué conductas pueden ser sancionadas.
2. El anteproyecto también pretende limitar el ejercicio ciudadano de los derechos de reunión y manifestación. Así, se sanciona como infracción leve la “celebración de reuniones en lugares de tránsito público o de manifestaciones” incumpliendo lo establecido en la ley orgánica 9/1983, de 15 de julio, reguladora del derecho de reunión. La norma no señala si lo que se sanciona es la convocatoria o la asistencia. La vigente ley orgánica 1/1992 sobre protección de la seguridad ciudadana sí establece claramente que en este supuesto la “responsabilidad corresponde a los organizadores o promotores”. Parece, por tanto, que el anteproyecto pretende ampliar la responsabilidad a los asistentes. Es decir, en el caso de que se realice una manifestación o una concentración sin haberlo comunicado previamente, según el anteproyecto se podría sancionar tanto a los promotores como a los asistentes. Se restringe así el derecho de manifestación de los asistentes que, además, no tienen porqué saber si se ha comunicado o no la realización de la concentración. No está de más recordar que las reuniones y manifestaciones no son autorizadas por los poderes públicos; como establece el artículo 21 de la Constitución sólo han de ser comunicadas previamente.
3. El anteproyecto no aporta ni un ápice de seguridad jurídica a los ciudadanos que ejerzan sus derechos fundamentales para oponerse a las políticas adoptadas por los poderes públicos. Porque no determina en qué casos el ejercicio de los derechos fundamentales impide que puedan ser sancionados por conductas previstas como infracciones. Como ya se ha señalado, la amplitud e indeterminación con la que se definen muchas infracciones multiplicará los conflictos con actos de los ciudadanos amparados por el ejercicio de los derechos de reunión y libertad de expresión. El anteproyecto no pondera los distintos bienes y derechos en conflicto, dando prioridad a uno de ellos. La única vía para resolver estos conflictos establecida en la ley es la sanción administrativa. Será, por tanto, la administración la que decidirá si una determinada conducta es sancionable o no puede serlo porque supone el ejercicio legítimo de un derecho fundamental.
Así, por ejemplo, una de las nuevas infracciones consiste en “la colocación no autorizada en la vía pública de elementos o estructuras no fijas, como tenderetes, pérgolas, tiendas de campaña, construcciones portátiles o desmontables u objetos análogos”. De esta forma se van a poder sancionar protestas como las llevadas a cabo por la acampada del 0.7, el campamento de los trabajadores de Sintel o el del 15M. Incluso se podrían reprimir actividades como los referendums ciudadanos en los que se colocan mesas en la vía pública, o los tenderetes con propaganda política. Todo ello sin tener en cuenta que estas actividades pueden estar amparadas por el derecho de reunión o la libertad de expresión.
4. El anteproyecto regula con cierto detalle las actuaciones que puede llevar a cabo la policía para mantener y restablecer la seguridad ciudadana. Resulta llamativo que no se establece ninguna medida dirigida a prevenir arbitrariedades y abusos en la actuación policial. Así, se dispone que “las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad podrán proceder a la grabación de personas, lugares u objetos mediante cámaras de videovigilancia fijas o móviles”. No se recoge, sin embargo, la posibilidad de que se grabe la actuación policial, lo que supondría un importante instrumento de control de la misma.
Además, se establece como infracción leve “el uso de imágenes o datos personales o profesionales de autoridades o miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que atente contra su derecho al honor, a la intimidad o a la propia imagen” (esta infracción procede de la despenalización de faltas llevada a cabo por el código penal). La infracción se define de una manera muy amplia. La finalidad de esta infracción es evitar que se difundan imágenes de policías. Por ejemplo, los videos de You Tube que muestran actuaciones de la policía arbitrarias o claramente desproporcionadas. La infracción se establece “sin menoscabo, en todo caso, del derecho constitucional a la información”. La norma, sin embargo, no se preocupa por determinar en qué casos el uso de imágenes de la policía se encuentra amparado por la libertad de información y, por tanto, no puede ser sancionado. Hay que tener en cuenta que la información sobre lo que sucede en una manifestación ciudadana es de interés general, también si se refiere a actuaciones de la policía que pueden ser arbitrarias o desproporcionadas. Será en el procedimiento sancionador donde la administración determine qué actuaciones concretas son sancionables y cuáles quedan cubiertas por la libertad de información. Lo que busca la norma no es, por tanto, aportar seguridad jurídica a los periodistas o a los ciudadanos que han sido testigos de una actuación policial y que quieran denunciar tales hechos utilizando imágenes de la policía de forma pública. Denuncias que constituyen un imprescindible mecanismo de control de la actuación de los poderes públicos y que, en mi opinión, deberían favorecerse en una sociedad democrática avanzada. Al contrario, el anteproyecto pretende apuntalar la impunidad policial, al dificultar que se hagan públicas imágenes de las actuaciones policiales.
No nos encontramos únicamente ante un ámbito amparado por la libertad de información, sino que también pude verse afectado el derecho de defensa de los ciudadanos, tanto en su dimensión judicial como administrativa. Conviene recordar que las declaraciones de los miembros de la policía tienen presunción de veracidad, aunque cabe prueba en contra. Precisamente una de las pruebas que podrían utilizar los ciudadanos sobre los que se abra un procedimiento sancionador, o penal en su caso, serán las imágenes que se hayan difundido públicamente sobre determinadas actuaciones policiales.
Tampoco se plantea el anteproyecto poner fin a actuaciones que pueden calificarse como “derecho policial del enemigo”: la realización de interrogatorios en comisarías por policías encapuchados o la práctica de no portar la preceptiva identificación policial.
5. Un apartado especial se merece el tratamiento de los extranjeros, tanto en lo que respecta a las identificaciones policiales como a las sanciones que se establecen. Es un hecho comprobado que la policía realiza identificaciones indiscriminadas a los extranjeros basándose únicamente en su aspecto. Según el Anuario Estadístico del Ministerio del Interior de 2012, en ese año se realizaron casi ocho millones de identificaciones (la cifra exacta es 7.958.526). El Anuario no aporta datos sobre cuántas identificaciones se hicieron a ciudadanos españoles y cuántas a extranjeros; seguramente un porcentaje muy elevado corresponde a éstos últimos. El anteproyecto prevé que en la identificación de personas se respetará, entre otros, el principio de no discriminación por razón de origen racial o étnico. Está por ver si ese principio recogido en el derecho normado se convierte después en derecho practicado, poniéndose fin a las identificaciones policiales con perfil racial.
El anteproyecto prevé la sanción de “expulsión del territorio español, cuando los infractores sean extranjeros sin la correspondiente autorización o permiso de residencia en España y hubieran incurrido en una infracción grave o muy grave”. Pero además establece que los extranjeros que cometan infracciones graves o muy graves pueden ser sancionados con la “pérdida de la posibilidad de obtener permisos de residencia y trabajo”. Ésta es una medida de exclusión, que condena a los extranjeros a una condición perpetua de inmigrante irregular, ya que la norma no establece ningún límite de tiempo al respecto. Esta condena a la irregularidad permanente colocará a estas personas en una posición de mayor indefensión frente a abusos laborales y de todo tipo. Se trata de una medida de “derecho policial del enemigo”, que establece unas sanciones diferentes para las personas inmigrantes que para el resto de ciudadanos. La especialidad de esta sanción no obedece a una diferente naturaleza de la infracción cometida, sino únicamente a la condición personal de los infractores. En última instancia, se está identificando a los extranjeros como una amenaza en sí misma; no son tratados como ciudadanos, sino como enemigos. Hay que tener en cuenta que la comisión de tres infracciones leves en el plazo de dos años supone la realización de una infracción grave. O que, como ya se ha señalado, la participación en una acción para evitar un desahucio podría ser considerada por la administración como una infracción grave.
En conclusión, es evidente que dos de los fines implícitos del anteproyecto son reducir el ámbito de actuación en el que los ciudadanos pueden ejercer sus derechos fundamentales, así como controlar el descontento social creciente y las acciones ciudadanas de protesta. El principal instrumento para ello será el ejercicio de la potestad sancionadora como instrumento de represión burocrática. No sólo no se pone límite al derecho policial del enemigo, sino que se consagra expresamente en relación con las personas inmigrantes. En definitiva, la norma que se pretende aprobar supone un giro autoritario de la regulación sobre seguridad ciudadana.
22/1/2014
Miguel Romero, la lucidez de un insumiso
Jaime Pastor
Después de una dura y prolongada lucha contra el cáncer, Miguel Romero Baeza (Melilla, 1945) ha fallecido el 26 de enero en Madrid. Periodista y editor de la revista bimestral de izquierda alternativa Viento Sur, su trayectoria política es representativa de una parte de la generación que en los años 60 emergió en la lucha antifranquista y que, después de Mayo del 68, decidió dedicar su vida a la construcción de un proyecto político revolucionario e internacionalista. Fue militante del Frente de Liberación Popular (FLP) en los años 66-69 hasta su disolución para ser luego cofundador de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) en 1971 (fue director durante varios años de su órgano de prensa Combate y también de la edición española de Inprecor) y, después, formar parte del equipo dirigente de la Cuarta Internacional que animó Ernest Mandel. Tras el fracaso de la fusión con el Movimiento Comunista (MC) en 1993, su actividad estuvo centrada en la dirección de Viento Sur, simultaneándola con su participación en distintas organizaciones sociales (trabajó durante muchos años en ACSUR-Las Segovias) y en Espacio Alternativo, organización que se configuró como corriente dentro de Izquierda Unida hasta que en 2008 decidió abandonarla y refundarse como Izquierda Anticapitalista, con una nueva generación al frente.
Miguel Romero (“Moro”, como le llamábamos sus amigos y amigas) logró salvarse de la represión de la dictadura franquista, pero fue justamente en plena “Transición”, en 1978, cuando fue a parar en la cárcel de Carabanchel durante un mes por declararse coautor de dos artículos publicados en un dossier titulado “¡Viva la República!” por la revista Saida y negarse a pagar la fianza que exigía el juez. Fue así testigo y víctima de la beligerancia practicada entonces contra quienes aspirábamos a desbordar los límites del “consenso” que querían imponer las elites de uno y otro lado.
A lo largo de su vida publicó gran cantidad de artículos, declaraciones políticas y textos de formación que acompañaban a sus constantes charlas en los más diversos lugares, incluida especialmente América Latina, hasta que ya en los últimos años tuvo que ir renunciando a desplazarse a causa de su enfermedad. Entre sus trabajos se pueden destacar La guerra civil española en Euskadi y Catalunya: contrastes y convergencias (2006) y Conversaciones con la izquierda anticapitalista (2012), además de los que fue coautor, como Porto Alegre se mueve (2003), 1968. El mundo pudo cambiar de base (2008) y Pobreza 2.0 (2012). Toda una labor que reflejaba tanto su preocupación por transmitir las enseñanzas del pasado a las nuevas generaciones como su esfuerzo por aprender de experiencias como las del movimiento “antiglobalización” o el 15M, aportando siempre sus lúcidos análisis y reflexiones a la búsqueda de nuevos caminos y herramientas de intervención política para la izquierda alternativa. Porque, como él mismo escribió, formaba parte de “la pequeña parte de esa ‘generación’ (la del 68) a quienes la voluntad de luchar por la revolución social no se nos pasó con los años”.
“Moro” fue un gran amante del cine - era un asiduo asistente al Festival de Cine de San Sebastián, de lo que son testimonio son regulares crónicas en Viento Sur-, de la música (del flamenco, de la ópera), de la novela negra, de nuevas series como The Wire y, sobre todo, un entusiasta aficionado del Barça. Miguel disfrutaba mucho de sus encuentros con su familia en Málaga y Barcelona, sacando fuerzas incluso, pese a su ya precario estado de salud, para desplazarse a ambos lugares el pasado diciembre.
Para quienes, como es mi caso, desde que le conocimos cuando era estudiante en la Escuela de Ingenieros de Telecomunicación y residía en el Colegio Mayor San Juan Evangelista (el “Johnny”) hemos compartido una trayectoria política común y, sobre todo, una profunda amistad dispuesta a resistir todas las pruebas a lo largo de estos casi 50 años, es difícil expresar lo que se siente ante su desaparición. Buscando cómo reflejar en palabras ese dolor, no he hallado nada mejor que lo que él mismo escribió ante el fallecimiento de su gran amigo Daniel Bensaïd hace tres años: “En estos días de duelo, una de las palabras más repetidas sobre Daniel es ‘irreemplazable’. En la relación personal, en el cariño, por supuesto. Pero también en sentido político, militante…”. Y concluía: “No encuentro palabras mejores para decirle adiós al Bensa, mi camarada, mi colega, mi amigo querido: ‘Que la tierra te sea leve’”. Sus familiares, Pilar y una larga lista de amigos y amigas no le olvidaremos nunca. El próximo 1 de marzo le rendiremos homenaje en Madrid.
31/1/2014
El extremista discreto
El Lobo Feroz
¿Te gusta conducir?
La Inmaculada Concepción es desde el pasado ocho de diciembre alcaldesa perpetua de La Linea gracias a los votos del partido socialista que gobierna la ciudad.
Pero los pesoístas no están solos: el piadoso ministrísimo del interior, Jorge Fernández Díaz, afirma en un discurso que santa Teresa intercede por España o, más específicamente, por su industria turística.
O sea que: a Dios rogando y con el mazo dando.
Y ya de paso, a propósito de los brotes verdes: Una cosa es predicar y otra dar trigo.
***
Las últimas iniciativas angelicales del gobierno del PP son: el proyecto de ley sobre el aborto, el proyecto de ley de reforma de la ley procesal penal para que la persecución de los delitos de genocidio y contra la humanidad sea más difícil que escalar el Everest; el proyecto de ley de seguridad privada que permitirá a los seguratas practicar detenciones. La antidemocrática reforma del poder judicial ya es ley y está en marcha Ciertamente, no todo es economía en la viña de estos señores.
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Lo nuestro no es democracia, sino cleptocracia. Cleptocracia legitimada por los votos de los creyentes.
Hay muchas maneras de cleptar, la mayoría perfectamente legales.
No se sabe cuáles son peores, si los que cleptan ilegalmente o los que lo hacen legalmente.
Si cleptas ¿lo notan los demás? Puede ser, pero harán como que no ven si te empaquetas en la bandera adecuada.
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Como el toro estoy marcado
Por un hierro infernal en el costado
Es la Marca España
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Camino por las calles de una ciudad española; nadie me conoce, no conozco a nadie. Ese hombre que viene hacia mi, ¿es el hijo de una víctima de la guerra y la represión? ¿O es acaso un antiguo torturador?
Se monta en un automóvil que tiene ahí aparcado: ¿es un corruptor de cargos públicos? ¿De menores? ¿Un administrador corrupto? ¿Un vendedor de preferentes? ¿Uno que no paga el IVA? ¿Recomienda establecimientos donde no pagarlo? ¿Come de algún pesebre institucional? ¿De alguna entidad privada creada con dinero público? ¿Le llueve la pasta como pariente de algún mandamás? ¿Compartió pupitre con Aznar? ¿Será un maltratador? ¿Un dueño de burdel? ¿Un tertuliano profesional? ¿Un experto en contabilidades dobles? ¿Uno con principios de recambio? ¿Un policía secreta, o alguien del CNI? ¿Un médico de la medicina sin factura? ¿Un privatizador de clínicas y dispensarios? ¿Un profesor aún no en paro? ¿Un cuentista con cátedra en la universidad? ¿Un experto en el arte de ignorar? ¿Un asesor de confianza? ¿Un dentista? ¿Un segurata privado? ¿Un publicitario? ¿Un asesino de Eta? ¿Un amigo de Esperanza Aguirre, o de Blesa, Rato, Narcís Serra, Zaplana, Jaume Matas, Camps, Undargarín, el Fabra de Castellón, Macià Alavedra, Artur Mas, Pujol o algún hijo de Pujol? ¿Un juez prudente? ¿Un extraviador de expedientes? ¿Un alcalde prepotente? ¿O el boss de uno? ¿Será creyente de los de Rouco o un islámico fundamentalista? ¿O un simple devoto del Barça? ¿Habrá leído un libro alguna vez? ¿Trafica o se droga?
Desde que el Lobo que suscribe comprendió que en este jodido país hasta los asesinos parecen gente de lo más corriente se siente extrañamente turbado entre desconocidos.
Tal vez la persona avistada antes no tenga que ver con nada de lo dicho. Pero por desgracia es seguro, casi seguro, que asume la desigualdad social; y puede estar contenta de hallarse en su lado mejor: no se puede quejar. Todo el mundo quiere creer que su posición social se debe a sus propios méritos (tú lo vales, dicen los anuncios). Y todo el mundo está dispuesto a defender esa posición por cualquier medio, faltaría más. Unos, altruistas, lo hacen por sus hijos: consideran natural la herencia y la propiedad. ¿Son peligrosos? Es improbable que te acuchillen, pero peligrosos sí son. Eres peligroso si tienes asumida la desigualdad. Vivimos en sociedades que la interiorizan como natural. Ya puedes hacer la caridad que quieras, practicar la solidaridad que quieras, que si además no luchas contra la desigualdad como sistema entonces eres responsable objetivo de su reproducción. Porque la desigualdad no se reproduce sola. ¿Tienes buena conciencia? ¿No tienes la culpa de ser rico, al menos en ordenador, internet, y en capacidad de lectura? ¿Tienes agua corriente en casa y aceras en la calle? Otros, no; ¡te tocó la lotería en la vida! Puedes mirar a tu alrededor, pero ¿puedes ver?
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¡Ah! ¿Te gusta conducir?
29/1/2014
La Biblioteca de Babel
Robert Levine
Parásitos
Cómo los oportunistas digitales están destruyendo el negocio de la cultura
Ariel, 2013, 347págs.2013
Desde hace unos años, y sobre todo a raíz de la entrada de internet en millones de hogares de todo el mundo, ha podido apreciarse una agria disputa acerca de la propiedad intelectual y si ésta debe reformarse, eliminarse o protegerse todavía más. En este debate, tan complejo como inacabado, uno de los bandos —así como la postura que defiende— ha sido identificado siempre con facilidad. Se trata de la industria de contenidos y, en menor medida, los propios autores. Como es lógico, las empresas propietarias del contenido que se vendía en diversos formatos (como CD, DVD, VHS, periódicos, libros, suscripciones a televisión por cable, etc.) han luchado por defender no ya sólo sus derechos sobre tales obras, sino un modelo de negocio tradicional, que les permitiera seguir funcionando como hasta el momento. Y ya en los inicios de estas reivindicaciones, tales empresas fueron acusadas por los usuarios de internet de retrógradas, contrarias al cambio e incapaces de adaptarse a las nuevas tecnologías.
Frente a estas empresas, podemos identificar al otro bando, que sin embargo se presenta de forma más difusa e inconcreta. Estaría formado por usuarios y organizaciones que defienden la libertad y neutralidad de la red. El discurso que suelen esgrimir es el de la necesidad luchar por un internet libre en el que los usuarios puedan expresarse sin restricciones y compartir todo cuanto quieran. Y han conseguido así plasmar la idea de que son principalmente los usuarios (que son a su vez presentados como sujetos independientes pero políticamente conscientes de la problemática, que se unen contra lo que consideran una injusticia) quienes se oponen a estas empresas. Así, presentan una imagen de parte débil en un conflicto en el que los Estados no han tenido siempre muy claro qué hacer, porque el poder legislativo (más permeable a la influencia de los lobbys) ha reaccionado de una forma muy distinta al poder judicial (sobre todo en los países europeos). Mientras que las legislaciones de la mayoría de estados se han ido endureciendo para defender el funcionamiento del actual sistema de propiedad intelectual, los jueces y magistrados a menudo han realizado interpretaciones muy restrictivas de esas mismas normas.
En Parásitos, Robert Levine arroja luz sobre un tercer sujeto de esta contienda sobre el que no suele prestarse demasiada atención: las empresas tecnológicas. Ciertas multinacionales, como Microsoft, Apple, Amazon y, de forma muy destacada, Google, tienen posturas ambiguas y poco claras respecto a los derechos de autor, y a menudo esgrimen el argumento de la libertad en internet para situarse muy cerca de los de los usuarios de este medio. Pero —y aquí es donde Levine aporta datos interesantes— ni internet es tan libre como parece (está crecientemente monopolizado por ciertas empresas y una cantidad ingente de publicidad) ni estas empresas defienden realmente la libertad y diversidad de internet, sino sus propios intereses económicos.
No significa esto que Robert Levine pretenda hacer una crítica al sistema económico imperante y cómo este afecta a la Red —baste leer el título de uno de sus capítulos, El futuro del futuro: ¿comercio o caos?— pero sí que aporta datos y análisis relevantes para el debate de los derechos de autor, porque pone de manifiesto, tal vez sin ser plenamente consciente de ello, que internet se ha convertido en un gran campo de negocio, y que lo que se libra es más una batalla por conseguir consumidores que por defender la producción cultural y los derechos de propiedad intelectual.
En definitiva, el mérito del autor no radica tanto en las soluciones propuestas, sino en el análisis atípico que realiza, atacando de frente a unos conglomerados empresariales que, presentándose a sí mismos como adalides de la libertad de expresión en internet, utilizan a los usuarios para continuar con sus negocios millonarios.
Joan Ramos Toledano
27/1/2014
Andy Robinson
Un reportero en la montaña mágica
Cómo la élite económica de Davos hundió el mundo
Ariel, 2013, 224págs.2013
Andy Robinson es de los pocos periodístas económicos que aúnan rigor, conocimiento y crítica. Sus crónicas en Cinco Días primero y actualmente en La Vanguardia (eso sí, demasiado esporádicas) son una de las mejores fuentes para conocer los estragos del “neoliberalismo real”. Ahora nos regala una interesante obra en la que explica Davos desde dentro, mostrando el carácter jerárquico del evento, las redes internacionales de poder, la relación estrecha entre los grandes gurús mediáticos y lás élites económicas. Explica muy bien cómo se construyen, con fórmulas variadas, las ideologías que legitiman su poder, y detalla con sencillez y precisión muchas de las fórmulas que han permitido acrecentar a los muy ricos y dejar sin esperanzas a millones de personas. Un trabajo impagable para que mucha gente tenga una información de primera mano sobre cómo funciona de verdad la cúpula del poder. Al final del libro se ofrece un índice onomástico de “figuras” que por sí solo es un compendio de la cara del poder y que permite localizar fácilmente en el libro el papel que desempeñan en esta historia personajes tan variopintos como José Luis Cebrián, José Bono, José Luis Rodríguez Zapatero o la familia Botín. Totalmente recomendable.
A. R. A.
28/1/2014
En la pantalla
Homenaje a Manuel Sacristán (2005)
Con motivo del 20.º aniversario de la muerte de Manuel Sacristán (1925-1985), la Universitat de Barcelona, la Universitat Autònoma Barcelona, la Universitat Politècnica de Catalunya y la Universitat Pompeu Fabra, conjuntamente con la Fundación de Investigaciones Marxistas y la Fundació Catalana d'Investigacions Marxistes, organizaron en 2005 un gran homenaje-seminario a uno de los pensadores críticos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX.
Transcuridos unos años, por fin es posible visionar online las diversas jornadas de este homenaje a Manuel Sacristán. Aquí hemos insertado solamente la jornada inaugural, celebrada en el Paraninfo de la Universitat de Barcelona, mientras que el resto de las intervenciones pueden visionarse aquí: http://www.youtube.com/user/valordeuso/videos
30/1/2014
Corrupción: el organismo nocivo
El documental que va más allá de la denuncia. Conoceremos la corrupción que mina la legitimidad de la democracia y distorsiona el mercado de forma que nos afecta a todos, testimonios que expondrán sus claves para hacer frente de forma viable a esta lacra y detener la indefensión a las que nos empuja.
Más información en: http://www.corrupcioorganismenociu.com/cast.html
30/1/2014
El Raval està en venda (Lip dub)
Aquest vídeo ha estat gravat pels veïns i veïnes del Raval en memòria de Juan Andrés Benítez, víctima de la repressió policial.
Aquest Lip Dub també vol ser una paròdia del vídeo que la mateixa Mercè Homs va protagonitzar com a part de la campanya electoral de CiU a Ciutat Vella: http://www.youtube.com/watch?v=iYqwjlfkhrs...
Un altre colectiu que lluita per denunciar la violència policial al Raval ha estat el Colectivo La Llama: http://www.youtube.com/watch?v=hC8-9ynNWuA...
30/1/2014
Entrevista de Iñaki Gabilondo al Gran Wyoming
30/1/2014
...Y la lírica
Eduardo Galeano
Los nadies
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
27/1/2014
De otras fuentes
Agustín Moreno
Unidad de la izquierda o ‘La vida de Brian’
Unidad en situaciones límite. En la China invadida por Japón en diciembre de 1936 los generales nacionalistas conminaron a Chiang Kai-shek a firmar una tregua con los comunistas. Es el incidente de Xi’an por el que los dos partidos acordaron suspender la guerra civil y formar un Frente Unido que concentrase todas sus energías contra los japoneses. En la España corrupta y decadente de 1930 el Pacto de San Sebastián unió a toda la oposición de cara a unas elecciones municipales que permitieron que el país se levantara republicano el 14 de abril.
Hay ejemplos en la historia que nos enseñan que hay que hacer un esfuerzo de inteligencia y generosidad en favor de la unidad. Y la situación que vivimos aquí y ahora es pavorosa. Analizando el desempleo, según la EPA del IV trimestre de 2013 se han destruido 198.900 empleos en 2013, España tiene 622.700 parados más desde que Rajoy gobierna, hay 700.000 hogares sin ningún ingreso, 3,5 millones de parados llevan más de un año sin trabajar y 1,8 millones familias tienen a todos sus miembros en paro. Con la reforma laboral, la devaluación de salarios y la precariedad han conseguido que tener un empleo no asegure poder vivir de él. Se está desmantelando el débil estado de bienestar con recortes y privatizaciones. Y la derecha en el poder quiere instaurar un estado policial ajeno a la democracia.
Las elecciones europeas en clave interna. En mayo de 2014 hay elecciones al Parlamento europeo. Pero la Unión Europea es un proyecto caduco y sin credibilidad ante los ciudadanos y los pueblos por muchas cosas y, más recientemente, por su incapacidad para buscar soluciones a la crisis fuera del ajuste permanente, el empobrecimiento de la población y el desmantelamiento del estado social. Más allá de los discursos huecos y grandilocuentes, poco cabe esperar de estas elecciones en términos reales que no sea la utilización del Parlamento Europeo como caja de resonancia. Pero tienen más importancia de lo que parece: podrían significar la derrota de las posiciones neoliberales y del bipartidismo, desencadenar una crisis interna importante en la derecha y, en el supuesto más óptimo, crear las condiciones para el inicio de un proceso constituyente.
Pero hablemos claro. Hay dos escenarios posibles:
a) Un escenario de división de la izquierda, muy baja participación y triunfo del PP (o del PSOE) con menos de un cuarta parte del electorado y una abstención de más del 50%.
b) Un escenario de unidad y de victoria de una amplia coalición de la izquierda y los movimientos sociales que derrotase claramente a la derecha y forzase un anticipo de elecciones generales, ante la constatación de que les falta legitimidad para seguir hundiendo el país.
La derecha busca poder seguir presentándose como “ganadores” de las elecciones para justificar su brutal política económica y el recorte de libertades. La experiencia de la izquierda es que pierde con la división; ahí están las movilizaciones separadas del 23 de noviembre de 2013 por los mismos objetivos, que hizo que fueran un relativo fracaso.
La locura de la fragmentación y sus consecuencias. Si nos dirigimos hacia el primer escenario de falta de unidad, sería una ocasión histórica perdida que disuadiría de ir a votar a muchas personas. Hay muchas fuerzas que buscan el apoyo y el voto de la izquierda, de la indignación y del rechazo al PP: IU-Izquierda Plural, Suma-La gente primero, las izquierdas nacionalistas, Equo-Compromís, Frente Cívico Somos Mayoría, Podemos de Pablo Iglesias-Izquierda Anticapitalista, asambleas del 15-M, Partido X, Unidad Ciudadana de Juan Torres y todo tipo de plataformas ciudadanas, fuerzas republicanas, etc. Un tremendo batiburrillo condenado a la impotencia y a la frustración de los electores si no hay unidad. Aunque no todas cristalizarán en candidaturas electorales y algunas se fundirán, estamos hablando de entre cuatro y media docena de propuestas que atomizarían el voto de la izquierda. Claro que es legítimo el derecho a presentar candidaturas que tiene todo el mundo y que siempre defenderé. Pero los votantes deben saber que, a pesar del colegio electoral único, los que no saquen un número suficiente de votos no rentabilizan los apoyos en términos de representación.
La competencia entre las candidaturas de izquierda en vez de sumar y empujar todos en la misma dirección, es división, enfrentamiento, echar la culpa a los otros, con la consiguiente abstención entre los votantes. Supone un balón de oxígeno para la derecha y la continuidad de los ajustes y políticas autoritarias. Y sobre todo es la pérdida de una gran oportunidad de acelerar plazos para el desalojo de la derecha del poder y tener que esperar a 2015 a ver si cunde el sentido común ante las elecciones municipales y autonómicas y generales. Las gentes de la izquierda no quieren programas brillantes o candidatos de relumbrón si van separados; priorizan la unidad para derrotar las posiciones liberarles que están acabando con todo. La división nos hace pasar del “Somos Mayoría” a somos un porcentaje relativamente pequeño. Del “Sí se puede” al vamos a esperar a 2015 a ver si somos capaces. Y hay una grave pregunta a hacerse: ¿si no se ponen de acuerdo los diferentes sectores de la izquierda, se merecerían el voto de los perjudicados de la crisis?
¿Es posible la unidad de la izquierda? Sí. No es difícil configurar un programa de mínimos, y tendría una base política y electoral importante que recibiría con alivio y entusiasmo la buena nueva. Pero hay que evitar varios elementos negativos:
1. Priorizar la autoconstrucción de los partidos antes que la unidad. Esa es la tentación de algunos que creen que primero hay que obtener alguna representación para consolidarse como organización para negociar después pactos electorales en 2015 desde posiciones de fuerza. Es un error estratégico sobre qué es hoy lo fundamental, porque aún en el caso de que obtener un eurodiputado ello no va a mejorar sustancialmente la situación de la gente.
2. La pugna por estar en las candidaturas que hace que aparezca muchas veces lo más mezquino de la condición humana, barnizado de diferencias ideológicas y programáticas para justificar que no ha sido posible el acuerdo. Y esto debe de ser algo totalmente ajeno a las gentes y electores de izquierda. Las primarias pueden ser estupendas siempre que no dificulten la unidad, que es lo realmente importante. Estoy seguro de que muchos votantes de la izquierda se sentirían a gusto, hasta con un sistema como la insaculación (meter nombres de personas capaces de las diferentes fuerzas de izquierda en una bolsa e ir sacándolos para ordenar la lista electoral). Lo importante es que la gente se ilusione, salga de su casa el domingo 25 de Mayo y vaya a votar para derrotar a la derecha. Más que los nombres de las personas concretas
3. El fatalismo de que la izquierda no tiene arreglo. Las ideas tienen un gran peso para crear escenarios de cambio. Porque cuando se dice que algo es imposible, lo convierte en una profecía que se cumple. Es buen momento para acabar con viejas maldiciones y prejuicios. Claro que podemos y debemos cambiar las experiencias negativas del pasado. Las condiciones no deben ser muchas. Yo propongo estas dos condiciones para la unidad:
- Generosidad y prudencia. No se puede dejar pasar una gran oportunidad, no cabe escudarse en críticas al oportunismo, al afán de protagonismo, a las viejas descalificaciones a los “picos de oro”. No se puede ignorar la realidad. Y esta realidad es la siguiente: IU no ha sido capaz de cubrir todo el espacio existente en la izquierda, de avanzar hacia una convergencia muy amplia. Por eso, junto con otras razones, ha surgido Podemos y demás iniciativas que me parecen muy interesantes en la medida en que busquen sinceramente la unidad. Lo cierto es que han agitado las aguas de la izquierda real y son un referente para muchos activistas de las mareas y del 15-M, y son bien vistos por sectores de IU.
Sería fundamental conseguir una candidatura única y potente y disputar al PP y al PSOE la mayoría el 25-M. Plasmar de esta manera una gran convergencia de la izquierda. No tendría ninguna explicación ir separados a las elecciones teniendo un programa prácticamente idéntico. La unidad de IU-Izquierda Plural, Podemos, asambleas del 15-M, Frente Cívico y todas aquellas organizaciones y plataformas que quieran sumarse, puede y debe ser la Syriza española. Y aquellos que no quieran estar, que opten por su autoconstrucción como fuerza política. recibirán la sanción de los electores. El acuerdo no es fácil, pero no es en absoluto imposible. Habrá que poner encima de la mesa la generosidad de los grandes y la prudencia de los pequeños, engrasada con la participación de los militantes y la conciencia de la trascendencia histórica del acuerdo.
He escrito en otras ocasiones que este país no tiene un gobierno a su altura. Tampoco la izquierda estará a la altura de las necesidades de los trabajadores y de la ciudadanía si tira la toalla y va separada a montar cada uno su pequeño chiringuito. Sería una irresponsabilidad y les pasaría factura. Todavía confío en la inteligencia colectiva y el sentido común de la supervivencia. Lo contrario sería seguir jugando a La vida de Brian o a la izquierda sin arreglo.
[Fuente: Cuarto Poder]
27/1/2014
Vidal Aragonés
Nuevos modelos de relaciones laborales de la burguesía, recomposición de clase y acción sindical
El periodo junio de 2010-agosto de 2013 supone sin duda una nueva realidad para las relaciones laborales que se derivan de la legislación del Estado español. Ley 35/2010, Real Decreto 7/2011, Ley 3/2012, Real Decreto 11/2013, no son meros cambios legislativos sobre los derechos laborales sino que constituyen un cambio absoluto de paradigma y la imposición del modelo neoliberal. Ello tendrá, de hecho ya lo tiene, un efecto radical sobre las condiciones materiales de la clase trabajadora e incluso sobre su propia estratificación, así como sobre las organizaciones obreras y la acción sindical.
Al hablar de la significación del cambio normativo introducido a lo largo de los últimos tres años, debemos recordar que las últimas tres décadas ya habían consolidado una realidad sociolaboral diferente a la existente con la aprobación en 1980 del Estatuto de los Trabajadores. El mismo fue la máxima expresión de la correlación de fuerzas de la etapa anterior y el inicio de las dinámicas que descubriríamos con posterioridad: conquista de derechos derivados de la etapa más álgida de la lucha de clases en el Estado español y renuncias justificadas a través de la Paz y el Diálogo social. Debiéramos recordar que, con independencia de la situación de crisis económicas de mediados y finales de los 70, la normativa laboral más avanzada que se ha conocido en el Estado español se corresponde con los años 1976 y 1977, reflejo directo del mayor momento de expresión de huelgas y movilizaciones.
El periodo 1980-2010, desde el punto de vista de los derechos laborales, ha supuesto: aumento de contratación temporal, legalización de las E.T.T.’s y no limitación de la subcontratación, facilitación del despido y reducción de las indemnizaciones, ampliación de los supuestos en los que se podían modificar las condiciones de trabajo, desregularización salarial en la negociación colectiva, desarrollo y permisividad ante trabajado excluido de laboralidad. La imposición durante aquellos treinta años fue de la mano de prácticas de concertación social de las direcciones de los sindicatos mayoritarios. Ello no significaba siempre la aceptación de las medidas pero sí la negativa a llevar a cabo procesos de movilización sostenida que iban a romper con la paz social.
Si bien las organizaciones sindicales mayoritarias tienen la primera y gran responsabilidad sobre la constante pérdida de derechos, no podemos quedarnos en un análisis tan determinista y simplista del proceso. La gran derrota de la clase obrera ha sido de carácter ideológico y organizativo. Paulatinamente y fruto de las desilusiones que provocaban las organizaciones de izquierdas, las mismas se vaciaban de trabajadores y trabajadoras, hecho que provocaba y/o permitía, a su vez, nuevos giros a la derecha. De igual forma, la mejora de las condiciones sociales de toda una generación y el crecimiento económico de buena parte de los años 80, 90 y primeros años del milenio crearon una visión posibilista del capitalismo entre la mayoría de la clase trabajadora.
Cuando la burguesía apuesta por acabar con los Derechos Laborales conquistados fundamentalmente en las luchas obreras del tardofranquismo, tan sólo procede aplicar la Doctrina del Shock a las Relaciones Laborales: “la manera de salir de la crisis es minorando derechos”. Ha sido posible llevarlo a cabo por una combinación entre la debilidad política de la clase trabajadora y el conocido posicionamiento de las organizaciones sindicales mayoritarias. Que los representantes del PP manifestasen que entendían que los sindicatos mayoritarios convocasen una huelga general nos indica que la necesidad era otra: romper con la paz social en centros de trabajo, convenios colectivos y relaciones institucionales. Lejos de ello, las convocatorias de Huelga General tuvieron como objetivo recuperar el diálogo social y legitimarse como interlocutores válidos.
Se impone así el modelo neoliberal para las relaciones laborales: el trabajo es una mercancía más y como tal se debe comprar, modificar y vender con total facilidad y bajo o inexistente coste. Si trasladamos esta idea a la regulación laboral vemos que las recientes contrarreformas laborales han actuado sobre las instituciones básicas del Derecho del Trabajo: negociación colectiva, contratación, condiciones de trabajo y despido. Así, tanto de manera individual como desde una perspectiva colectiva, las organizaciones sindicales y la clase trabajadora en su conjunto se debilitan.
El objetivo de la burguesía a corto plazo es el mantener el nivel de beneficios a través del incremento de la explotación de la clase trabajadora, con un sistema en crisis de crecimiento y por tanto, de consumo y de compra, el incrementar la plusvalía es la única manera de minorar pérdidas o mantener beneficios: que la crisis la paguen las trabajadoras y los trabajadores. También se busca poder aumentar las exportaciones por una reducción de costes en base a la mano de obra, pero ello no tiene importancia desde el punto de vista cuantitativo. La inserción de la economía peninsular en el mercado europeo provocó que no hubiese una capacidad real de competir más allá de invertir en tecnología pero no por la reducción de costes de mano de obra. A medio plazo el objetivo es también el debilitar los derechos colectivos y la acción sindical.
Efectos sobre la clase trabajadora: quebramiento generacional y atomización. Aumento del conflicto laboral
Seguramente a partir del año 2015 se producirá una recuperación del PIB y del empleo que será visto como una salida de la crisis. Sin embargo, difícilmente se llegará a los niveles de desempleo existentes antes del 2008. La nueva sociedad que se configurará combinará una desocupación alrededor del 10% con un aumento de la rotación en el empleo, bajos salarios y contratación a tiempo parcial.
El primer efecto salvaje de las contrarreformas es eliminar toda una realidad de condiciones laborales dignas. El facilitar el despido ha provocado la expulsión del mundo del trabajo de los sectores más pauperizados y la salida del mismo de un buen número de trabajadores y trabajadoras que todavía ostentaban realidades laborales no precarias. Sus condiciones de trabajo no serán recuperadas en un futuro inmediato; al contrario: serán sustituidas por empleo barato y temporalidad. Así, se ha acelerado el proceso de sustitución generacional que se había iniciado en los primeros años noventa a través de un procedimiento muy simple: despidos colectivos en sectores de dignas condiciones laborales e incorporación masiva de juventud al mundo del trabajo en condiciones precarias.
La nueva realidad de facilitación del despido y reducción de sus costes construye un formal contrato indefinido hasta el momento en el que la empresa decide que se extingue. Ello quebrantará todavía más la estabilidad laboral, provocando mayor temporalidad y rotación en el empleo, ya no como una realidad de empleo temporal a empleo temporal sino de etapas de trabajo a etapas sin trabajo.
Las contrarreformas laborales tendrán efecto también sobre el salario directo (las retribuciones que abonan las empresas como contraprestación directa del trabajo), el indirecto (los servicios públicos) y el diferido (el FOGASA y las pensiones). No podemos tratar los graves efectos que sobre estos dos últimos tiene y tendrán los cambios normativos por escaparse del objeto del presente, pero sí que podemos centrarnos sobre el salario directo. El mismo sufrirá una caída en picado a través de las nuevas regulaciones del contrato de aprendizaje y la modificación de condiciones de trabajo pero sobre todo de la negociación colectiva.
Esta última cuestión, la negociación colectiva, tendrá una afectación directa sobre los salarios en una permanente caída. Pero también afectará a los sindicatos. La regulación incluida en el Estatuto de los Trabajadores de 1980 —fase final de La Transición— sustrajo la centralidad del proceso de negociación del ámbito de la empresa y la situó en el marco más general del sector, sin pretender generar superiores derechos ni reforzar visiones de clase. El objeto era hacer desaparecer lo que en aquel momento era una realidad de fortaleza laboral en el ámbito de empresa y que respondía a dinámicas de participación de la clase trabajadora mediante asambleas, enfatizando otra realidad donde el protagonismo se traslada a una representación sindical separada del día a día de los centros de trabajo. En el 2013, en una inversión del tránsito previo, se pretende desplazar la negociación a la empresa, donde ya no existen de manera generalizada dinámicas de participación asamblearia sino que la negociación resulta totalmente desigual en detrimento de los intereses de la parte social. La realidad anterior no puede entenderse sin la preferencia aplicativa del convenio colectivo de empresa sobre el convenio de sector, cuyo efecto será un desinterés claro y paulatino hacia la negociación en el ámbito sectorial, dificultando en el actual momento una posible expresión de clase de la parte social y la consecución de garantías de unos mínimos aceptables en los diferentes sectores. En definitiva, se trata de debilitar a los sindicatos como organizaciones fuertes y representativas a la hora de negociar y potenciar el habitual chantaje del cuerpo a cuerpo negocial en el ámbito de empresa. En una realidad de crisis, se dará un efecto dominó en el cual la firma por parte de una mercantil de un convenio de empresa que empeore las condiciones contempladas en el convenio de ámbito superior “obligará” a las sociedades competidoras a degradar a su vez sus propias condiciones laborales, algo solamente evitable por un sindicalismo combativo. Si ello, por sí mismo, no fuese suficientemente preocupante para la sociedad del futuro, otras novedades como la posibilidad de inaplicación del convenio colectivo incorporadas por la ley 3/2012 agravan todavía más la realidad y de facto, hacen desaparecer la negociación colectiva como tal. Ahora, la parte patronal también encontrará la posibilidad y las facilidades que se requieran para no aplicar aquello pactado. Por último, el potencial laudo obligatorio por falta de acuerdo en las normas paccionadas nos sitúa ante un modelo de negociación colectiva más próximo a lo que se desarrollaba en la dictadura franquista que al posterior desarrollo de la materia durante los últimos 33 años. Es indudable que hay quien pretende transformar el diálogo social en monólogo empresarial y el acuerdo entre partes, en la decisión de un tercero que nunca puede ser neutro.
La nueva realidad jurídico laboral se proyectará en un futuro inmediato en el que se quiebra generacionalmente a la clase trabajadora y se la atomiza y se pauperizan las condiciones laborales. En todo caso, esa realidad de inestabilidad laboral y bajos salarios irá acompañada de diferentes situaciones: contratos administrativos, falsos autónomos, becas, falsas becas, inmigrantes ilegalizados por el Estado, trabajo sin altas en la Seguridad Social, contratos a tiempo parcial, contratos fijos discontinuos, inexistencia del centro de trabajo, teletrabajo, etc., etc.
La formación de la clase trabajadora y el crecimiento de la conciencia de clase se desarrollaron de la mano de la cohesión y las mejoras materiales; ahora, con dinámicas de atomización y pauperización social, se debilita tanto la clase como los procesos de toma de conciencia. En los últimos 20 años ha existido una pérdida de conciencia de clase con el elemento político e ideológico como determinante y con la actual debilidad material y las nuevas realidades de pérdida de homogeneidad de clase se profundiza la pérdida de fortaleza de la misma.
Hablamos de un proceso de pérdida de conciencia de clase que a su vez puso las bases para una derrota en cuanto a las condiciones materiales. La etapa que se inicia, de mínimos formales derechos laborales, acrecentará el conflicto de clase. Así se puede iniciar un proceso a la inversa, por el cual a través del conflicto laboral se abren posibilidades para la recuperación de la conciencia de clase. En la dialéctica de estos procesos jugará un papel determinante la capacidad de incidir del sindicalismo alternativo que se acompañe de un fuerte discurso crítico.
Más allá de la derrota material formal que suponen los cambios normativos, debemos tener muy claro que en la existencia de Derechos Laborales lo determinante no son las leyes ni el aparato judicial sino la capacidad de luchar. Si bien el Derecho es la voluntad de la clase dominante erigida en ley, el Derecho Laboral como rama especializada y separada del Derecho privado, también expresa la correlación de fuerzas entre burguesía y movimiento obrero en cada momento. Las leyes formalizan derechos y los tribunales interpretan su significación, la movilización colectiva es la que conquista y mantiene los mismos.
Nueva realidad sindical y nuevas luchas
El quebrantamiento generacional tiene también una afectación sobre la percepción de las organizaciones sindicales en un doble sentido: por un lado la caída de la afiliación a las organizaciones mayoritarias y por otro, la no herencia de las tradiciones de sindicalismo de clase.
Debiéramos ser conscientes de que en el actual momento los sindicatos mayoritarios se encuentran en su peor situación en los últimos 40 años: muy bajos niveles de participación, vida interna en la mínima expresión, supuestos de corrupción e incluso despidos de buena parte de sus trabajadores y trabajadoras. Esto es consecuencia de su crecimiento como sindicatos de servicios dependientes de las subvenciones estatales y responsables de llevar a cabo las mismas prácticas empresariales a las que formalmente se oponen. Existen otras dos realidades que debilitarán aún más a los sindicatos mayoritarios: por un lado, el traslado de la centralidad de la negociación colectiva del sector a la empresa y por otro, la inutilidad de su práctica sindical de las últimas dos décadas. Ahora el Pacto Social lo ha quebrantado el Estado y la patronal, ya no existe ni la posibilidad de cambiar desregulación por salario variable y la negociación sin movilización es simplemente para perder. En un pasado reciente, el discurso sindical de paz laboral se basaba en la existencia de empleo y el mantenimiento de algunas condiciones laborales; ese argumento ya no puede existir con altos niveles de desempleo y la pérdida brutal de derechos.
Respecto al traslado de la centralidad de la negociación al convenio de empresa y no al convenio sectorial, lo determinante no es tanto la determinación legal de los ámbitos de negociación sino la postura de solidaridad de clase o de corporativismo empresarial. Durante tres décadas con los convenios de sector como determinantes no se ha evitado el surgimiento de un sindicalismo que pensaba en una óptica en la que lo que beneficiase a la empresa era positivo para las trabajadoras y los trabajadores. En un sentido diametralmente opuesto, durante los años 60 y 70 cualquier conflicto de empresa entendía la necesidad de coordinar las luchas y dar una respuesta global.
El auténtico drama es que el vacío que generará el desangrarse de los sindicatos mayoritarios (que nadie piense que van a desaparecer) no será ocupado por el sindicalismo alternativo por diferentes cuestiones que nos perfilan un nuevo espacio sindical.
Es evidente que la clase trabajadora no participó como clase en el 15M pero algunos métodos y expresiones del mismo sí han tenido una plasmación en las “Mareas”. Debiera observarse que en Educación, Sanidad y Justicia han existido procesos de movilización que han desbordado a los sindicatos mayoritarios: en unas ocasiones en una combinación de participación asamblearia y acompañamiento de los sindicatos mayoritarios, en otras por la existencia de un sindicalismo alternativo como punta de lanza de procesos de lucha.
Existe una construcción mecanicista por la cual, supuestamente, tan sólo podría haber sindicalismo combativo en grandes empresas de sectores tradicionales y nunca en sectores precarios y de nueva organización del trabajo. La primera premisa no guarda relación con la realidad en la que podemos apreciar que el sindicalismo de mayor renuncia se ha cosificado en las grandes empresas. A la par debiéramos observar la existencia en los últimos meses de luchas en nuevos sectores productivos sin tradiciones sindicales de la mano de un sindicalismo combativo (en el telemarketing o en empresas informáticas). Esto nos debe llevar a pensar que lo determinante en la existencia de acción sindical combativa y movilizaciones no son tanto las condiciones objetivas para la lucha como la existencia o inexistencia de condiciones subjetivas. Llama poderosamente la atención la existencia de una nueva capa de jóvenes sin experiencia sindical pero predispuestos a la lucha contundente a través del sindicalismo alternativo y/o procesos asamblearios.
En la próxima etapa, la reorganización sindical (que requiere adaptarse a la nueva realidad recuperando métodos clásicos) no podrá construirse en base a la estabilidad en el empleo; deberá cimentarse en la existencia de esta nueva generación que se incorpora al sindicalismo desde una perspectiva crítica con el sistema y al calor de las movilizaciones. La única alternativa real para la recuperación de Derechos es que el sindicalismo vuelva a ser combativo. Un sindicalismo alternativo sólo será protagonista si pasa por la construcción, no sólo de realidad sindical en los centros de trabajo, sino de hegemonía cultural entre la clase trabajadora, en sus barrios y ciudades.
[Fuente: La Hiedra]
8/1/2014
Santiago Álvarez Cantalapiedra
La gran involución
«Debemos revisar nuestra visión de la historia como
un relato de progreso continuado para percatarnos
de que estamos en un período de regresión».
Josep Fontana
La necesidad de revisar críticamente lo que significa el progreso material en una sociedad y sus implicaciones en la mejora o pérdida de la calidad de vida de las personas que forman parte de ella, resulta especialmente pertinente a la hora de examinar la evolución histórica del capitalismo. Tanto en su origen, como en el desarrollo inmediatamente posterior, la riqueza generada por el capitalismo, apropiada privadamente por unos pocos, se vio acompañada de una auténtica catástrofe social, tanto para la población campesina por el afán señorial de cercar y privatizar los bienes comunales que constituían su medio de vida, como para la incipiente clase trabajadora hacinada en barriadas industriales en condiciones insalubres.
En Europa, el crecimiento económico experimentado desde comienzos del siglo XVI hasta finales del XVIII no comportó una mejora de las condiciones de vida en amplios sectores de la sociedad. Más bien todo lo contrario. La esperanza de vida y la evolución de la estatura, ambos indicadores estrechamente relacionados con las condiciones sociales en que se desenvuelve la existencia, evolucionaron en sentidos divergentes según la clase social y la localización geográfica de la población.
Detrás de este hecho se encuentran diversas circunstancias. Evidentemente se halla la cuestión distributiva: quien participa de los beneficios que trae el progreso verá cómo su vida florece, pero para quien sólo soporta los costes asociados a la prosperidad material que otros disfrutan su vida únicamente habrá sido una ofrenda en el altar del capital. Hay más circunstancias que merecen ser reseñadas. Junto al desigual reparto de los frutos del progreso –en forma de beneficios y costes, oportunidades y riesgos, etc.–, la suerte de la gente dependerá también de los mecanismos de protección o redes de seguridad que encuentre a su disposición. La destrucción de estas redes como consecuencia de la profundización y ensanchamiento del capitalismo ha sido una amenaza constante para pueblos y comunidades enteras al quedarse expuestas en el vacío. A esta amenaza se refirió con especial agudeza Karl Polanyi en su obra más conocida, La gran transformación. El paso de un orden en el que el mercado es tan sólo una institución de intercambio a otro en el que la vida social se rige con criterios mercantiles viene acompañado siempre de una gran perturbación. Este tránsito es una fuente de inseguridad sobre la vida de la gente porque provoca la desaparición de instituciones y mecanismos tradicionales de protección. Trae consigo la amenaza de la dislocación social, ya que la defensa a ultranza de la libertad individual y de un orden autorregulado por las fuerzas del mercado, al margen de cualquier tipo de racionalidad colectiva, deja a la sociedad a merced de los intereses y las pasiones de unos pocos individuos. La eliminación de intervenciones colectivas, de prácticas en común, asociadas a unas instituciones que ahora son desplazadas por otras únicamente al servicio de la propiedad y las relaciones mercantiles, supone también el abandono de una «economía moral» [1] que ofrecía seguridad a la población frente a los riesgos sociales y bienestar frente a sus necesidades. «Permitir que el mecanismo del mercado dirija por su propia cuenta y decida la suerte de los seres humanos y de su medio natural, e incluso que de hecho decida acerca del nivel y la utilización del poder adquisitivo, conduce necesariamente a la destrucción de la sociedad […] Desprovistos de la protectora cobertura de las instituciones culturales, los seres humanos perecerían, al ser abandonados en la sociedad: morirían convirtiéndose en víctimas de una desorganización social aguda».[2] Igual suerte le corresponde al entorno natural. La gran transformación fue acompañada de una gran perturbación que representó para las clases subalternas una gran involución.
Avances y riesgo de retrocesos
Como ha remarcado oportunamente Josep Fontana, de algún modo «es verdad que en los últimos doscientos cincuenta años hemos avanzado también en los terrenos de las libertades y del bienestar de la mayoría, pero este progreso no es, como pensábamos, el fruto de una regla interna de la evolución humana, sino el resultado de muchas luchas colectivas».[3] Es la gran lección que hay que sacar de esta experiencia: ningún avance social se consigue sin lucha y nada de lo alcanzado está asegurado de una vez y para siempre.
El periodo posterior a la segunda gran guerra es cierto que abrió una época de grandes esperanzas. Para muchos pueblos la descolonización significó mayor autonomía frente a las antiguas metrópolis. Para los países de ambas orillas del Atlántico Norte, representó un periodo excepcional [4] de progreso material y avance social. Un progreso a resultas de un círculo virtuoso basado en un pacto implícito, o contrato social no escrito, entre capital y trabajo que contaba con la mediación del Estado. Las luchas y tensiones antagonistas entre clases sociales con posiciones e intereses mutuamente incompatibles pudieron, hasta cierto punto, atenuarse a través de la aplicación de dos grandes programas de políticas: por un lado, políticas distributivas que permitieron un reparto más equitativo del producto social en la medida en que consiguieron que los salarios crecieran al mismo ritmo que la productividad, favoreciendo con ello que la demanda de bienes de consumo se convirtiera en una potente palanca interna para el aumento de la producción; por otro, un conjunto de políticas que tenían como objetivo fundamental combatir la inseguridad ante los riesgos sociales mediante la construcción de los llamados Estados de Bienestar. Ambos elementos, redistributivos y protectores, inauguraron una época en la que la expresión «capitalismo democrático» parecía alejada del oxímoron.
El inicio de la involución
La evolución hacia el progreso social se invirtió a partir de los años setenta del siglo pasado. David Anisi lo explicó en términos muy sencillos5 sirviéndose de las enseñanzas de Michal Kalecki: [6] la crisis –refiriéndose en ese momento a la de los años setenta del siglo pasado– fue la reacción del capital al desafío que le planteaba la fuerza de trabajo ante el continuado deterioro de las tasas de beneficio y la creciente deslegitimación que estaba cosechando el capitalismo en el plano cultural.
La reacción de los propietarios del capital representó un auténtico golpe de autoridad encima de la mesa dejando claras muchas cosas, fundamentalmente, quién mandaba en la sociedad. Ese punto de inflexión supuso el inicio de la Gran involución que estamos viviendo y también el fin de la ilusión de un mundo que evolucionaba hacia un progreso continuado. [7]
Ahora bien, la reacción del capital, que provocó desempleo masivo socavando el poder de los sindicatos, contribuyó a levantar también una nueva barrera a la acumulación de capital: «una fuerza de trabajo sin poder político significa bajos salarios, y los trabajadores empobrecidos no constituyen un mercado vibrante. La persistente contención salarial plantea por tanto el problema de la falta de demanda para la creciente producción de las corporaciones capitalistas. Se ha superado una barrera para la acumulación de capital –la resistencia obrera– a expensas de crear otra, la insuficiencia del mercado». [8]
¿Cómo sortear este nuevo obstáculo a la acumulación de capital? La respuesta se encontró en la globalización productiva y en la desregulación del ámbito financiero. Con la mundialización las corporaciones lograron acceder a la fuerza de trabajo disponible en cualquier parte del mundo y a unos mercados exteriores que las convirtieron en menos dependientes de la marcha de las economías de los países de los que procedían. La desregulación financiera permitió, entre otras muchas cosas, la expansión de una economía del crédito que, a través del endeudamiento, lograba mantener los niveles de consumo de las masas trabajadoras a pesar de la contención salarial. Ambos elementos actuaban en el mismo sentido no sólo a la hora de sortear los límites que imponía la insuficiencia de la demanda a la acumulación de capital, sino también en otro aspecto esencial: contribuían también a debilitar a una fuerza de trabajo cada vez más preocupada por la deslocalización y más disciplinada por sus niveles de endeudamiento.
En tales circunstancias es natural que las élites económicas perdieran el miedo a las mayorías sociales. Y sin miedo, ¿por qué pactar cuando se está en condiciones de redefinir los fundamentos del orden social?
«Gran divergencia» y retirada de la red de seguridad
El convencimiento entre quienes detentan el poder económico de que no es necesario hacer concesiones, ha cambiado por completo la naturaleza y la orientación de las políticas. Los elementos distributivos y protectores que estuvieron presentes en las intervenciones de los gobiernos noroccidentales tras la segunda posguerra han ido desapareciendo durante las últimas décadas, actualizando los grandes niveles de desigualdad de comienzos del siglo XX [9] y favoreciendo el desmantelamiento del Estado de Bienestar.
Las políticas practicadas tras el pinchazo de la burbuja financiero-inmobiliaria representan el último capítulo de una historia que no arranca en el otoño del 2008, sino en los años setenta del siglo pasado, cuando se rompieron las reglas que permitieron albergar ciertas esperanzas acerca del progreso social. Cada vez resulta más dudoso que estas políticas tengan como objetivo acabar con la crisis rápidamente. Más bien parecen estar orientadas a generar inseguridad para socializar el miedo y, a partir de ahí, hacer aceptables entre la población las reformas necesarias que permitan el tránsito hacia otro orden social. Un orden incierto del que poco sabemos más allá de algunos nombres propuestos: «The Big Society» planteada por David Cameron o «la sociedad participativa» defendida desde el Gobierno de coalición holandés y puesta en boca de su graciosa majestad Guillermo-Alejandro de Orange. En ambos casos se apela a cambios en la forma de afrontar los riesgos sociales. Los Estados de bienestar, que instituyeron la solidaridad como respuesta colectiva a los riesgos sociales, deben retirarse. En su lugar se exhorta a la ciudadanía a asumir la responsabilidad sobre su futuro y a tejer sus propias redes de seguridad. [10]
La paulatina retirada de la red pública de protección social está incrementando los estados de necesidad. El informe realizado por el Comisario para los Derechos Humanos del Consejo de Europa tras su visita a España en junio de 2013 es esclarecedor. [11] Mui nieks informa que en España las políticas de recortes y reformas están causando una desprotección severa en colectivos especialmente vulnerables, de manera que se está viviendo una regresión profunda en materia de derechos humanos. También denuncia el uso excesivo de la fuerza por parte de la policía en las manifestaciones públicas de rechazo a las políticas de recortes y los abusos de poder llevados a cabo por unas autoridades que deberían estar encargadas, más que de la represión y criminalización de la protesta, de hacer cumplir la ley en la protección de los derechos humanos. La destrucción de las viejas conquistas sociales exige intensificar la violencia y penalizar la protesta pública, con el riesgo de llevarse por delante, junto a los derechos sociales, también los civiles y políticos. La tensión entre capitalismo y democracia, que nunca desapareció, vuelve a aflorar con fuerza: una involución en toda regla, una gran involución.
Notas:
[1] En la línea defendida por E. P. Thompson como un conjunto de prácticas y valores que troquelan visiones tradicionales acerca de las obligaciones sociales y funciones económicas que deben desempeñar los distintos sectores dentro de una comunidad y que, en caso de ser violentadas, explican el comportamiento popular de defensa –bien sea a través de un motín u otro tipo de revuelta– de lo que se considera común (véase «La economía “moral” de la multitud en la Inglaterra del siglo XVIII» en la recopilación de ensayos de E. P. Thompson recogida en el libro Tradición, revuelta y consciencia de clase, Crítica, Barcelona, 1979, pp. 62-134).
[2] K. Polanyi, La gran transformación, La Piqueta, Madrid, 1989, pp. 128-129.
[3] J. Fontana, El futuro es un país extraño, Pasado&Presente, Barcelona, 2013, p. 8.
[4] Excepcional por varias razones. En primer lugar, porque como se señaló en la Introducción del número anterior, este periodo denominado «la edad de oro del capitalismo» o «los treinta años gloriosos», se produjo bajo unas condiciones históricas muy particulares que no se van a repetir; en particular, las propias de una «era del petróleo barato» o de gran abundancia energética a precios muy bajos. Excepcional también porque el “modelo de desarrollo” que caracterizó el funcionamiento específico de las economías de esos países en aquella época es algo extraordinariamente difícil del alcanzar en el capitalismo, dadas las tensiones y contradicciones que se desarrollan en su interior, de manera que lograr un modelo de desarrollo capaz de procurar bienestar social aliviando sus tensiones internas es algo que es más una excepción que una norma en la evolución histórica de este sistema (aspecto que ha sido analizado con profundidad por Á. Martínez González-Tablas en el capítulo 1 del tomo II de su obra Economía Política Mundial, Ariel, Barcelona, 2007).
[5] En su obra: Creadores de escasez: del bienestar al miedo, Alianza Editorial, 1995.
[6] Según Kalecki, la «confianza» de los inversores es un factor fundamental en el ciclo económico de una economía capitalista, de manera que si ésta se deteriora declinará la inversión privada afectando a la producción y el empleo. Esa confianza de los inversores depende en cada momento de si sus expectativas de beneficios son ratificadas o no por la distribución del poder político. Esto da a los capitalistas un poderoso control indirecto sobre la política: todo aquello que pueda afectar al estado de la confianza del inversor debe evitarse cuidadosamente porque causaría una crisis económica. La profundización de una política democrática en el ámbito económico será vista por los propietarios del capital como una intrusión en sus dominios que conducirá al deterioro de su confianza, lo que podría ocasionar una huelga de inversiones que conduciría, a su vez, a una crisis (véase M. Kalecki, «Political Aspects of FulI Employment», Political Quarterly, vol. 14/4, 1943, pp. 322-331).
[7] También en el plano físico es el comienzo del fin de la ilusión del crecimiento material indefinido. Aunque ya en 1945 el poeta Paul Valéry había escrito en Regard sur le monde actuel, «comienza el tiempo del mundo finito», la conciencia de los límites del planeta no se asienta lo suficiente hasta la década de los setenta, particularmente a partir de la publicación en 1972 del informe al Club de Roma sobre Los límites del crecimiento, conocido también como Informe Meadows.
[8] D. Harvey, El enigma del capital y las crisis del capitalismo, Akal, Madrid, 2012, pp. 20-21.
[9] Como muestran T. Pikkety y E. Saez en su artículo, «Top Incomes and the Great Recession: Recent Evolutions and Policy Implications» (presentado en noviembre de 2012 a la Conferencia Jacques Polak organizada anualmente por el FMI), al inicio de la Gran Recesión, esto es, en el año 2007, se alcanzó en los EE.UU un grado de desigualdad sólo comparable al existente al comienzo de la Gran Depresión de 1929: en ambos casos el 10% de la población más rica ha llegado a acaparar alrededor del 50% de la renta nacional. Esta agudización de la desigualdad ha llevado a Krugman a acuñar la expresión Gran Divergencia para caracterizar la tendencia redistributiva actual (The Conscience of a Liberal, 2007; hay traducción al castellano con el título Después de Bush, Crítica, 2008).
[10] Debate que podría ser de interés si contemplara salidas no individualistas a través del mutualismo o el cooperativismo, pero que en el contexto socio-ideológico actual suena a simple artimaña que esconde los deseos de privatizar y mercantilizar espacios públicos hasta hace poco vedados al capital.
[11] N. Mui nieks: CommDH(2013)18, Estrasburgo, 9 de octubre de 2013. Se puede descargar en: https://wcd.coe.int/com.instranet.InstraServlet?command=com.instranet.CmdBlobGet&InstranetImage=2356738&SecMode=1&DocId=2056532&Usage=2
[Fuente: PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global, nº 123, 2013, pp. 5-10.]
2/2014
Antonio Yelo
Entrevista a Gregorio Morán
Leídos los libros de Gregorio Morán (Oviedo, 1947) no se entiende por qué aún no ha sido aupado por los medios de comunicación de nuestro país a la categoría de leyenda del periodismo de investigación como sí se ha hecho en los Estados Unidos con Seymour H. Hersh o Bob Woodward por poner solo dos ejemplos. Algo tan injusto e incomprensible tiene dos ventajas. La primera que el protagonista de esta entrevista sigue trabajando en lo que mejor sabe hacer, escribir ensayo periodístico. Y la segunda que continúa siendo una persona accesible que se caracteriza por la claridad con la que habla. Caiga quien caiga, Gregorio Morán se mantiene fiel a sus principios y sigue compartiendo con sus conciudadanos toda aquella verdad de la que tiene conocimiento. Esa suerte tenemos.
Gregorio Morán escribe desde hace veinticinco años una columna en La Vanguardia, «Sabatinas Intempestivas», ha trabajado también en Diario 16, Opinión y La Gaceta del Norte, rotativa de la que fue director. Tiene publicados varios libros sobre los temas más polémicos de los últimos cuarenta años de la historia de España de los que destacan las dos biografías sobre el primer presidente del democracia: Adolfo Suárez: Historia de una ambición (Planeta, 1979) y Adolfo Suárez: Ambición y destino (Debate, 2009). Se le sigue considerando uno de los más fiables expertos en un tema siempre controvertido: la Transición política española del franquismo a la democracia.
* * *
Me gustaría comenzar recordándole la dedicatoria de su biografía del primer presidente de gobierno de la democracia, Suárez. Ambición y destino (Debate, 2009): «A mi generación que empezó luchando contra la mentira que fue el franquismo y que luego acabó aceptando todas las demás». ¿Realmente toda su generación luchó contra el franquismo?
Se trata de un recurso retórico. De otro modo tendría que utilizar «yo y mis amigos» u otra expresión del estilo. ¿Toda mi generación luchó contra el franquismo? Pues no. Hubo una parte —no la más importante— que sí lo hizo, pero no la mayoría. Ahora se ha inventado una forma perfecta de meternos a todos que es aquello de la «oposición silenciosa». Me parece una fórmula preciosa para engañarnos a nosotros mismos. Mi abuela se murió sin saber que había pertenecido a la «oposición silenciosa» porque nunca había dicho absolutamente nada, ¿me entiende? Esto lo inventó un profesor cuyo comportamiento político y el de su familia fue el de una muy silenciosa oposición. Pero se puede decir que en la generación de los sesenta y los setenta era ya insólito encontrarte a alguien que fuera franquista. A partir del 68 o 69 ya no recuerdo que se dijera que «fulano es un franquista». Hablo del entorno generacional. Sí había algo significativo —aunque ahora se niegan a reconocerlo—. Sí había mucho Opus. Opus «opositor», que te vendía como una maravilla a Gonzalo Fernández de la Mora y al resto de los pensadores (o supuestos pensadores) del Opus. Luego todos esos que te querían convencer pasaron al PCE. Tengo, por ejemplo, un amigo, que tuvo importancia durante un tiempo en la política asturiana e incluso en Madrid, al que hace poco recordé que en aquellos tiempos, paseando por un parque en Oviedo, me dijo que estaba en la obra (el Opus) y que había que leer a Fernández de la Mora. Me lo negó. «¿Yo?, imposible», me dijo.
Conociendo lo que fue Suárez antes de llegar a presidente del gobierno: su poca formación, su falta de cultura, su incapacidad para aprobar unas oposiciones… ¿Por qué se le eligió para ser el primer presidente de la democracia?
Bueno, ahora resulta que Suárez tiene muchos padrinos. Además al estar mudo, sordo y ciego —podríamos decirlo así— tiene muchísimos más. Suárez es un sucesivo descubrimiento para cosas diferentes: Franco lo descubre como gobernador civil, otro lo descubre para dirigir la televisión, otro como secretario general de algo… Para la Transición el hombre que lo descubre —no hay discusión posible— es Torcuato Fernández Miranda. Lo que ocurre es que ya nadie se acuerda de este señor. El otro día me invitaron a la universidad Pompeu Fabra a hablar de la Transición y los chicos, nacidos en el 93, no tenían ni idea de quién fue Torcuato Fernández Miranda. Por eso la única figura que queda es la del Rey. El Rey como supuesto descubridor de Suárez. Además con esta última galería de pelotas… ¿Cómo se llama el que le hizo el famoso discurso a Suárez?
Fernando Ónega.
Fernandito, si. Conozco demasiado a Fernando Ónega como para leerme su libro, su última mentira [se refiere aPuedo prometer y prometo; Plaza & Janés, 2013, NdR]. No es que le hiciera ese discurso a Suárez, le hizo todos los discursos. Por orden siempre de Torcuato Fernández Miranda. Del mismo modo que hacía todos los editoriales del diario Arriba, de la Falange. Siempre por orden de don Torcuato. Y si fue cesado para realizar esa tarea, se debió a que un día se le ocurrió a Ónega publicar un editorial sin consultar con él. Es decir: era simplemente un plumilla. Un plumilla brillante, aunque también es verdad que no tenía mucha competencia. Bueno, sí, alguien había: en Arriba también publicaba Pedrito Rodríguez, otro gallego. Ahora nadie se acuerda de nombres como ese, pero en su día fue importante. No me imagino las boberías que ahora puede estar diciendo Fernando Ónega.
¿Y lo que Suárez hizo por el entonces príncipe Juan Carlos cuando era director de TVE, o cuando era gobernador de Segovia? ¿Y lo bien que gestionó Adolfo Suárez lo de la huelga de Vitoria o lo de la tragedia de Los Ángeles de San Rafael? ¿Todos aquellos servicios no influyeron en la decisión del Rey en favor de Adolfo Suárez?
Para el Rey aquello no fue significativo porque eran cosas que las hacían también otros. Quizá no tenían el talento que tenía Adolfo, porque Suárez era un seductor de serpientes. Ahora, que al Rey le llamaba la atención la predisposición de Suárez al servicio —para entendernos—, eso es obvio. En definitiva: el Rey sí sabía quién era Suárez.
Se ha dicho repetidas veces que el Rey y Torcuato no eligieron a Areilza o a Fraga, que en principio, y analizando los candidatos de forma objetiva, estaban más cualificados, porque no hubieran sido tan manipulables como Suárez. ¿Es eso cierto?
La decisión se tomó entre el Rey y Torcuato. El Rey no se distingue —y lo ha demostrado a lo largo de su carrera— por un talento político notable. En una sociedad normal —esto hay que decirlo así de claro— hubiera sido ya derrocado. Por todo tipo de motivos: irregularidades económicas, irregularidades personales, colaboración en el 23-F, etc, etc… Es decir que en su cartilla de servicios el Rey no puede presumir de sus méritos, no. Sus méritos son absolutamente para echarlo. Claramente. Por eso necesitó primero una sociedad española muy transigente y de alguien que le ayudara a orientarse en la política, algo de lo cual no tenía ni zorra idea. Y ese hombre era Torcuato Fernández Miranda, un profesional de la política al que conocí mucho, y en el que todos tienen un interés especial en eliminar de la película. Ónega por razones obvias, porque las servidumbres que le hizo no le gusta recordarlas. Y el resto porque los engañó. Torcuato los fue engañando a todos prometiéndoles a cada uno aquello que querían.
En su libro he leído que uno de los «utilizados» por Fernández Miranda fue José María de Areilza.
La forma en que engañó a Areilza fue magistral. Magistral e inédita en los estilos políticos que se manejaban entonces en España. Torcuato era un tipo con talento para el juego político. Se defendía muy bien a pequeña escala pero siempre con una visión estratégica. Veía más allá del corto y medio plazo.
¿Podríamos decir que Torcuato Fernández Miranda tenía un estilo británico de hacer política?
Sí, pero con un tono italiano, un tono andreottiano. Fue un hombre —también como Andreotti— que nunca tuvo ninguna preocupación económica. Me refiero a preocupación por quedarse con dinero. Al punto que me consta que al final de su vida tuvo que pedir ayuda al Rey porque no le llegaba el sueldo. Esa ayuda la consiguió de un forma un tanto rarita pero… la verdad es que no le llegaba.
Usted habló con Fernández Miranda y verificó con él los contenidos de su primera biografía de Adolfo Suárez que fue publicada en 1979.
En la primera biografía de Suárez que escribí no cito tanto a Torcuato. En la segunda la situación había cambiado. La primera y la segunda tienen poco que ver. En la primera, Adolfo Suárez aún era presidente del Gobierno, acababa de ganar las elecciones de Marzo del 79 y era el intocable. Cuando hago la segunda (2009) es a partir de la foto inefable con el Rey (aquella en la que salen los dos de espaldas y el Rey le pasa un brazo por el hombro a Suárez) que es con lo que empiezo mi relato en ese libro. Las reacciones al primer libro fueron brutales. Mucho más brutales desde la izquierda que desde la derecha, lo cual es sorprendente. Santiago Carrillo llegó a decir que era «pornografía política». Entonces Carrillo estaba intentando formar la gran coalición para, de ese modo, entrar en el gobierno; el PSOE estaba muy radicalizado… Adolfo Suárez, sin embargo, reconoció años después que la biografía más objetiva que se había hecho de él en aquellos años era la mía. Porque luego, claro, cuando empezó su decadencia política, lo pusieron a parir.
Hay dos libros porque hay dos etapas. El hombre sigue siendo el mismo, lo que cambia son los entornos. Hay personas que me dieron información para la elaboración del primer libro a los que entonces no podía citar. Algunos de ellos, treinta años después, en el segundo libro, sí los pude citar con nombre y apellidos.
Una de sus aportaciones a la historia reciente de España es la descripción que hace usted en la biografía de Suárez de la votación —entonces secreta— que el Consejo del Reino hizo el 3 de julio de 1976 para elegir la terna que debía ser presentada al Rey para la elección de presidente del Gobierno.
Se ha dicho que fue Torcuato quien me facilitó esa información y no es cierto.
¿No va a desvelar, perdone que le interrumpa, cuál fue su fuente? Ya han pasado treinta y cuatro años.
No, nunca. Porque se quedaría todo el mundo tan sorprendido que parecería una charada. Y el tío —la fuente— se moriría del susto.
Perdone la interrupción. Por favor, continúe con el relato de su entrevista con Torcuato Fernández Miranda.
Sí, se lo voy a contar porque periodísticamente es muy bonito. Yo entonces era joven, audaz y temerario. Más que ahora, claro. En el proceso de comprobación de los datos que había obtenido, a todo el mundo —los que intervenían en mi libro— le decía lo mismo: «usted va a leer la parte que le corresponde antes de que se publique». Con lo que todos encantados. Y yo cumplí estrictamente lo prometido. Pero, como diría el propio Torcuato Fernández Miranda, era una trampa saducea. Porque yo les decía que lo iban a leer, no que lo iban a poder corregir. Ellos pensaban que iban a tener la capacidad de hacer lo que se hacía en el franquismo —y hoy aún más—, eso de «lo he leído, pero esto no me gusta y me lo tiene que cambiar y aquello quítemelo que no puede salir». No, no, yo les respondía que si hubiera errores los quitaría, pero eso no significaba que ellos pudieran corregir.
Con Torcuato fue terrible, fue terrible. La escena con Torcuato fue una de las más hermosas, periodísticamente hablando, de mi vida. Él estaba en su chalet de Somió, en Gijón. Estamos en verano del 79. Entonces Torcuato seguía siendo Torcuato. Tenía mucho poder. Además todo el mundo sabía que yo estaba escribiendo aquel libro. Había mucha tensión. Me presionaban para que enseñara el libro. Pero tenía claro que si lo enseñaba antes de que se publicase, se acababa el libro. Lara (el dueño de Planeta, editorial que publicó el libro), a mí me constaba, lo había dejado leer a algunas personas, pero todos disimulaban como si no lo hubieran hecho. Lara no quería meterse en más líos de los necesarios, por eso no permitió que circulase mucho el manuscrito antes de la edición. No quería verse comprometido a quitar una parte.
Voy a ver a Torcuato a Gijón, me acuerdo como si fuera ahora. Yo entonces estaba pasando una muy mala racha económica y la gente lo sabía. Las ofertas eran suculentas. Hubo un momento en que me decían que podía ganar más dinero vendiendo el libro que publicándolo.
Jaime Campmany, en un artículo de ABC de 28 de octubre de 1979 titulado «El parto de los montes», cuenta que se había leído el libro en una noche gracias al interés que el ministro Pérez Llorca tenía en que no se publicase. Y habla de ofertas de millones y muchas presiones.
Ofrecieron de todo. Le sigo contando mi visita a Torcuato. Entonces mis padres vivían en Oviedo, me fui a su casa y al día siguiente cogí el autobús y me planté en Somió, cerca de Gijón. Me había citado a las cuatro. Hay una cosa curiosa sobre Torcuato: lo vi tropecientas veces; pues nunca me ofreció ni un café. Es una cosa muy significativa. Yo era como del servicio. Era para él —así me veía— como lo fue Ónega en la época del diario Arriba. Nunca olvidaré las forma en que me recibió. Él, a veces, se refería a sí mismo en tercera persona, lo cual me llamó siempre mucho la atención. Decía: «entonces Torcuato Fernández Miranda dijo…» Era una cosa fascinante.
[En este momento Gregorio Morán interpreta delante del entrevistador su escena con Torcuato Fernández Miranda, como si de una obra de teatro se tratara, haciendo las dos voces.]
—Torcuato: ¿Ya ha terminado el libro?
— Gregorio: Sí.
— Torcuato: Ah, muy bien, muy bien. ¿Y cuándo piensa usted sacarlo?
— Gregorio: Pues pienso sacarlo ahora en otoño.
— Torcuato: Muy bien, muy bien. ¿Y cuál es la parte que le interesa a Torcuato?
— Gregorio: Le he traído la parte que le había prometido: lo que tiene que ver con el Consejo Nacional del Movimiento, con el Consejo del Reino, las votaciones…
— Torcuato: Pues déjemelo y hablamos, no sé… Llámeme la próxima semana.
— Gregorio: No, no, está usted equivocado. Yo se lo traigo para que lo lea y luego me lo llevo.
Me miró con aquella mirada que tenía él y me responde con cara de pocos amigos:
— Torcuato: ¿Quiere usted decir que me voy a tener que leer esto delante de usted? Pero ¿no se fía usted de mí?
— Gregorio: Yo me fio de usted, pero el libro no se separa de mí.
Usted, entonces, sabía que tenía algo muy valioso, ¿verdad?
Sabía que tenía dinamita. Entonces se puso a leer —con una mala leche de la hostia— y yo allí enfrente, sin un mísero café. Y llega a la parte de las votaciones en el Consejo del Reino para lo de la terna y de muy mala hostia me pregunta:
—Torcuato: ¿Quien le ha dado a usted esto?
—Gregorio: Mire, yo se lo he traído para que lo lea, pero igual que a los otros no les he contado qué datos me ha dado, tampoco puedo decirle a usted quién ha sido el que me ha contado esto.
— Torcuato: De la lectura de este texto se desprende que yo hice trampa, porque aquí hay un voto que entra y sale.
Entonces le hice un gesto como diciendo: eso es problema suyo, no mío. Yo, desde luego, no estaba en aquella reunión del Consejo del Reino.
O sea, que él se da cuenta de que el texto refleja claramente el truco en la votación con el objetivo de favorecer a Suárez. Pero no lo reconoce ¿es así?
En público no, pero delante de mí sí. Yo, entonces le pregunto: «vamos a ver: ¿esto es falso o es cierto?» y él dice: «quién se lo ha dado». En ese momento comenzamos una conversación absolutamente surrealista en la que yo reitero mi pregunta «¿es cierto o es falso?», y él repite: «¿quién se lo ha dado?» y así estamos un rato. Yo le argumentaba que si él afirmaba que era falso tenía que quitarlo, pero si era cierto lo pensaba dejar en el libro. Y él: «¿Quién se lo ha dado?».
Pero él no lo niega en ningún momento.
No lo niega, no. No lo niega porque además era innegable. Yo tenía el manuscrito. Alguien de allí sacó los papeles. Él no lo niega, además, porque técnicamente la operación, la maniobra, era como un elogio para él en el sentido de lo bien que lo había hecho. Porque era una operación andreottiana, era una maravilla de operación. Ojo, una inteligentísima operación teniendo en cuenta que el resto de los presentes en aquella reunión era un personal del todo deleznable. Porque listos allí había dos o tres y eran en total, creo recordar, dieciséis consejeros. Los engañó a todos, los embaucó.
¿Realmente los engaña o los miembros del Consejo del Reino saben de antemano que tienen que incluir a Suárez en sus votos conscientes del poder de Fernández Miranda y de que el Rey estaba detrás? Torcuato —según se puede leer en su libro— había utilizado previamente a Miguel Primo de Rivera para convencer a su suegro, un Oriol y miembro importante del Consejo del Reino, de la necesidad de incluir a un político joven en la terna.
No. Porque tal y como lo había organizado Torcuato se vienen a dar cuenta de la jugada solo en la tercera votación. Hay uno de los miembros del Consejo que manifiesta extrañado que el nombre de Suárez sale continuamente en las votaciones. Pero no es hasta la tercera votación. Es entonces cuando se mosquean, cuando se comienzan a dar cuenta de que los están llevando al huerto. Porque además se van eliminando los nombre fundamentales. La trampa la hace Torcuato y en esencia es sencillísima: Torcuato tiene que conseguir que al menos uno de los quince miembros del Consejo no incluya en su terna a Federico Silva Muñoz, que era el más cualificado de entre los treinta y dos candidatos iniciales. Ahí es donde aparece la trampa. Porque, claro, ¿cómo iban a nombrar a Suárez si había unanimidad acerca de otro nombre? Tiene que romper esa unanimidad. Y eso es lo que más trabajo le cuesta. Organiza un cambalache que le sale perfecto. Por eso todos los miembros del consejo del Reino le odiarán de por vida. Porque los ha engañado.
Pero a mí aquella escena con Torcuato Fernández Miranda en su chalet no se me olvidará en la vida. Lo recuerdo mirándome como si estuviera pensando: «pero, y este hijo de puta, este pringado que además es de Oviedo…» Y yo le hago luego aquella crueldad asturiana que hoy la volvería a hacer. Aquello le ofendió terriblemente. Habíamos estado juntos sin salir de aquella habitación más de cuatro horas. Terminamos pasadas las ocho de la tarde. Entonces me dijo: «Bueno, ya estará contento. Este no es el libro que yo hubiera querido». Yo le respondí que claro, que era yo quien lo había escrito. Porque él pensó que yo iba a hacer de Ónega. Entonces yo le dije que tendría que llamarme un taxi. Aquello fue demoledor. «¿Cómo dice?», me preguntó. Pero es que yo no tenía otra forma de salir de allí, de Somió, en el culo del mundo. Eso de que yo, el pringado, después de hacerle aquello, le pidiera un taxi a él, el jefe de la banda… Se me quedó mirando de aquella manera y pocos segundos después le dijo a su mujer que pidiera un taxi. Se marchó entonces sin despedirse de mí.
En la mayoría de los libros sobre Adolfo Suárez se le describe como un hombre muy simpático, con mucho encanto. ¿Usted lo conoció personalmente?
Sí. La verdad es que era un hombre fascinante. En ese aspecto de las relaciones personales tenía mucho talento. Era un gran político en lo referente al regate en corto. En aquellos años se corrió la voz de que era un gran hombre. Cuando me entrevisté con él, me dijo que no había leído un libro completo en su vida y que, por ejemplo, sobre literatura no podía discutir con nadie porque no sabía. Era un hombre demasiado normal.
Entonces, ¿cómo consiguió meterse en el bolsillo a Santiago Carrillo? En una entrevista que es de 2006 pero Público reprodujo en 2012, poco después de la muerte de Carrillo, este dijo: «Suárez vivió y actuó como lo que era, porque Suárez era hijo de los vencidos, no de los vencedores».
Porque eran iguales. Carrillo tenía una cultura mínima. Menos que mínima, diríamos ahora. A Carrillo le gustaban las películas de Luis de Funes, con eso se lo digo todo. Pero la distancia lo presenta de otro modo. Cuando escribió aquello de Eurocomunismo y Estado la gente decía que era un gran libro, de mucha altura ideológica. Y yo, cuando lo leí, me quedé turulato. Era una parida, una gran tontería. La mejor anécdota sobre los políticos de la Transición y la cultura es aquella en la que están cenando varios de ellos en el Palacio de la Generalitat invitados por Josep Tarradellas, el President. Entre los comensales se encuentra Antonio de Senillosa, un político ahora olvidado pero que tuvo mucho peso en aquella época. En aquel momento Adolfo Suárez era presidente del gobierno y en la cena se habla de la situación de España. Entonces Senillosa, que era un hombre muy arrogante, dice, dirigiéndose a Tarradellas: «Pero President, si tenemos un presidente de España que no ha leído un libro nunca». Tarradellas le respondió: «Y esa suerte tenemos, porque imagínese si además lee».
En el último libro publicado sobre Adolfo Suárez —Puedo prometer y prometo, de Fernando Ónega (Debate, 2013)—, en su página ciento veintiocho, después de describir lo bien que se entendieron finalmente Adolfo Suárez y Josep Tarradellas (entonces presidente de la Generalitat en el exilio), su autor, refiriéndose a la situación actual en Cataluña, opina: «nunca entenderé por qué se ha roto aquel entendimiento. Tiendo a pensar que en algún momento España y Cataluña perdieron aquellos hombres de Estado». ¿Es, a su modo de entender, real esa diferencia entre los políticos de la Transición y los actuales?
Ese tema me tiene ya harto. Ahora parece que los padres de la Transición fueron unos políticos acojonantes. Mire usted: los padres de la Transición eran absolutamente impresentables. Lo que pasa es que la cosa salió bien. Le pongo un ejemplo: Miguel Roca Junyent. Este señor consiguió arruinar prácticamente a todo el mundo que se implicó en la campaña política más derrochadora de la historia de España, que fue la de la Operación Reformista. Y todo para no conseguir salir elegido ni él. Solo sacaron un diputado en todo el país.
Cuando en 1976 Adolfo Suárez, que aún no era presidente del Gobierno, defiende ante las Cortes franquistas el Proyecto de Asociación política, pronuncia un gran discurso. En tu libro destacas un trozo que tiene mucho significado: «Pensar, a la altura de 1976, que la eficacia transformadora del sistema no ha sido capaz de fundar sólidas bases para acceder a las libertades públicas es, señorías, tanto como menospreciar la gigantesca obra de ese español irrepetible al que siempre deberemos homenajes de gratitud y que se llamaba Francisco Franco». ¿Qué opinión le merece ese fragmento?
Ese es un texto de Fernando Ónega dictado palabra a palabra por Torcuato Fernández Miranda. El texto es genial, fruto de la privilegiada mente de Torcuato. Adolfo Suárez, hasta que se celebra el referéndum sobre la ley para la reforma política de diciembre de 1976, no es más que una marioneta inteligente en manos de Torcuato. La ruptura se produce en enero. Cuando gana la consulta popular Adolfo Suárez decide: «Ahora me toca a mí». Ya ha aprendido. Ha, por así decir, terminado el máster. Entonces es cuando se celebra en el palacio de la Zarzuela aquella comida del Rey, Suárez y Fernández Miranda en la que este último nota que está perdiendo pie.
Usted cuenta en su biografía de Suárez que después de esa comida, a la que había asistido también la Reina y las esposas de los dos políticos, y acompañados de la hermana del Rey, doña Margarita, y su esposo, que se incorporaron a los postres, pasaron a otra sala a ver una película. Entonces, cuando se acababan de apagar las luces —según su relato—, se oyó la voz de Suárez que decía: «¿Pero cómo no voy a estar agradecido a Torcuato? Sería entonces un malnacido».
Torcuato Fernández Miranda se indignó cuando leyó ese relato aquel día que lo visité en su chalet de Somió. «¿Quién le dijo esto?», me suelta. Y yo le pregunto: «¿Es mentira?». Y él: «No, no, pero es que yo ni me acordaba de la película. ¿Quién se lo contó?».
Claro, pero ocurre que en aquella sala solo había ocho personas. Los cuatro matrimonios.
Bueno, y el cámara que proyecta la película.
[Gregorio Morán se ríe satisfecho por el hecho de mantener sus fuentes en secreto, después de más de treinta y cinco años, y saber que muchos, entre ellos el entrevistador, quisieran conocerlas.]
¿Qué significó para Adolfo el general Andrés Casinello en aquellos primeros años de la Transición?
Casinello había estado en los servicios secretos del almirante Carrero Blanco y luego a las órdenes de Arias Navarro. Andrés Casinello fue una figura importante de la Transición.
Se ha escrito que Andrés Casinello, en 1974, cuando estaba en los servicios secretos de Franco, facilitó los pasaportes a los socialistas —entre ellos a un joven llamado Felipe González— para acudir al congreso de Suresnes (Francia). Y que influyó sobre ellos para que tuvieran una actitud pacífica y negociadora durante la Transición.
Eso no me lo creo. Los servicios secretos de Franco tenían dos obsesiones: el PCE y Gil Robles. Cualquier conexión democristiana era más peligrosa —para los servicios secretos— que los socialistas. Al PSOE no le hacían ni puto caso. Es alucinante cómo se cuenta, pasados unos años, la historia. Mire, le voy a poner un ejemplo. Hace unos años conocí a unos chicos que iban contando que su padre, que tenía mi edad, era el encargado durante el franquismo de pasar por el puerto de Pajares, entre Asturias y León, a Felipe González. Yo me quedé de piedra. Según estos muchachos su padre facilitaba —como si hubiera en el puerto de Pajares una frontera muy vigilada por los cuerpos de seguridad— las visitas a los mineros asturianos de González cuando venía de Madrid. Yo he pasado por Pajares miles de veces y nunca ha habido allí ni una pareja de la Guardia Civil. Además, si la hubiera habido, no habrían conocido a Felipe. Pues ahora la gente va y se inventa la clandestinidad donde no la hubo. Yo asistí como periodista al XXVII Congreso del PSOE que se celebró en Madrid en diciembre de 1976. El partido aún no era legal. Pero ellos celebraron tranquilamente su congreso en un hotel madrileño. Allí vi a Olof Palme, a Willy Brandt a Altamirano, el chileno… Y la policía no entró a detener a nadie.
¿Es verdad que Andrés Casinello pasaba información sobre Arias Navarro a Suárez?
Se la pasaba a Torcuato que era el analista, el que sabía manejar los tiempos de la defenestración de Arias Navarro. El viaje del Rey a EE. UU. lo organiza Torcuato.
¿El Rey no participaba en toda aquella estrategia para quitarse de en medio a Arias Navarro?
El Rey no tenía talento para todo aquello. El Rey tiene un talento borbónico, es decir: muy limitado. Lo ha demostrado reiteradamente, no es una calumnia. Además de que históricamente no hubo ningún Borbón con talento. Se les dieron bien —porque eran reyes— las mujeres, la caza, etc… El dinero incluso. Pero para la política nunca tuvieron mucho talento.
He leído en varios libros sobre Suárez la expresión «si Graullera hablara».
José Luis Graullera se llevó muchos secretos a la tumba. Era el hombre de los secretos. En aquellos años la impunidad era mayor. Si alguien hubiera insinuado entonces que Graullera tenía que pasar por los tribunales, seguro que Adolfo hubiera dicho: pero bueno, y para qué están los tribunales. Acto seguido habría encargado a Pérez Llorca, «el zorro plateado», que se encargara del asunto.
José Luis Graullera se vio implicado en el juicio contra Mario Conde.
Lo que hundió a Conde fue su intención de echar un pulso al Estado. En la escalada de ambición de este tipo de personaje hay un momento que pierden la noción de los espacios. Y el Estado es una mierda, sí, pero como enemigo es implacable.
Hay una famosa carta que usted reproduce íntegra y en castellano en su biografía de Suárez de 2009. Me refiero a la que presuntamente envió el Rey al Sha de Persia pidiendo diez millones de dólares para la UCD, el nuevo partido de Adolfo Suárez. Esta carta aparece citada también en Los que le llamábamos Adolfo, el libro del periodista Luis Herrero (La esfera de los libros, 2007). ¿Se financió de este modo la creación de UCD?
Según Suárez en su partido no entró ni un duro proveniente de esa fuente. Tuve que comprar el libro —The Sha and I de Asadollah Alam, un antiguo ministro de Reza Pahlevi— en el que aparece esa carta. lo compré en EE. UU. Y gracias a mi mujer, que traduce del inglés, realicé la transcripción en castellano.
Pero hay diferentes versiones sobre las fuentes de financiación de la UCD. Se habla de Irán, de Arabia Saudí, de los bancos españoles, de la CIA….
Hay un nombre importante en este asunto, el de Prado y Colón de Carvajal, el amigo del Rey. Este señor, que era un personaje absolutamente increíble, es otro que se ha llevado muchos secretos a la tumba. En mi libro cuento que se aprovecha de que Suárez no habla inglés para confundirlo con los millones y los miles.
Es muy importante, hablando de la financiación, el dinero que se pone para liquidar a Suárez. Llega un momento en que la CEOE, y a su cabeza Ferrer Salat, piensa que Adolfo Suárez es un peligroso izquierdista, que es capaz de pactar con el PSOE, o peor, con el PCE. Recuerdo haber hablado de este tema con Ferrer Salat en el 79, cuando preparaba el primer libro sobre Suárez. Entonces estaban muy amedrentados porque Adolfo Suárez había ganado las elecciones. Ahí se monta la conspiración para acabar con Suárez desde dentro del partido. Comenzaron a decir que los iba a llevar a la ruina. Curiosamente se decían entonces de Suárez cosas parecidas a las que hoy se dicen de Mariano Rajoy. Pero con la diferencia de que Rajoy tiene mayoría absoluta y es gallego —que eso es importante— y no les hace ni puto caso.
Entonces Suárez no dimite, sino que lo hacen dimitir. ¿Es así?
Absolutamente. Entre la derecha, el ejército y el Rey, se lo cargan.
La historia de que los generales le ponen a Suárez las pistolas encima de la mesa ¿es verdad o una leyenda?
Es verdad, pero no literalmente. No hay pistolas. No es exactamente así. Eso de las pistolas forma parte del guión tipo Hollywood de la Transición. Se celebra una comida en el Palacio de la Zarzuela. Adolfo Suárez no sabe que se va a celebrar. El Rey lo invita a última hora y se encuentra allí con la cúpula militar. Suárez se mosquea mucho. En un momento dado el Rey se levanta y dice: voy un momento al lavabo. Y los deja solos. A los militares y a Suárez. Entonces los militares le dicen que no están dispuestos a consentir que la cosa continúe así. En ese momento sí hay alguno que hace metáforas con la palabra pistola. Pero no llegan a sacarlas, no era necesario. Hubiera sido algo absurdo. Hay que decir —haciendo un inciso— que Suárez tiene tropecientos defectos, pero hay que reconocerle algo que demostró siempre: una valentía inigualable. Muy superior a la de esos mandos militares. Si es algo referente a la inteligencia o al talento, se le puede cuestionar. Pero la cuestión testicular la tenía muy bien colocada. Cuando el Rey volvió, el almuerzo continuó. Pero Suárez tenía ya bastante claro que había llegado a un punto de no retorno.
¿Eran conscientes el Rey y Torcuato Fernández Miranda de que tenían poco tiempo para llevar a cabo la Transición? Lo digo porque si se analiza una cronología de aquel periodo todo transcurre con mucha rapidez.
La Transición empieza con la muerte de Franco, en noviembre del 75, y termina con la victoria en la elecciones generales del PSOE de octubre del 82. Es verdad que, sobre todo en su primera parte, la Transición va bastante rápido. Había que contentar a los diferentes sectores, principalmente a la izquierda. Una de las cosas más curiosas que ocurren entonces es lo que podíamos calificar de los engañadores engañados. Es decir: Adolfo Suárez y la derecha pensaban que el poder de la izquierda era acojonante. Carrillo tiene el talento de convencer a Suárez de que él puede poner en la calle a miles y miles de activistas. También le ofrece —en aquella primera reunión clandestina— que a partir de la legalización, el PCE será capaz de frenar cualquier movimiento desestabilizador. Pero, le dice, siempre que ocurra algo tendrás que avisarme a mí. Fíjese qué astucia la de Carrillo. De ese modo se convierte en un interlocutor privilegiado. Suárez terminará dándose cuenta de que a la postre dicho intermediario no le sirve para nada. Porque Carrillo controlaba poca cosa. Y sobre todo después de las elecciones generales de junio del 77, en las que el PCE pasa a ser un partido más (veinte diputados y un nueve por ciento de votos). Entonces todo cambia.
¿En qué consistió el llamado «El pacto de los editores», ese acuerdo para no publicar informaciones que podían comprometer o perjudicar al Rey y a la monarquía que tuvo vigencia durante la Transición? ¿Continúa en vigor ese pacto?
Yo no creo que, como parece indicar la expresión, los editores de los medios de comunicación más importantes de la época se reunieran y acordaran nada. Sencillamente se produciría en algunos casos una llamada de Zarzuela para decir a un editor (o dueño de medio de comunicación) lo que tenía que hacer en un momento determinado. Era obvio que el Rey era una figura intocable. Por lo tanto no se podían sacar informaciones sobre él. En una medida semejante a lo que ocurre ahora. Es decir: que si hay un reportaje en el que el Rey aparece en una situación no decorosa o comprometida, llamaran desde Zarzuela a un millonario para que simplemente compre esas fotos. Así se arreglan las cosas.
Hablemos del papel de la prensa y el resto de medios durante la Transición. ¿Hasta qué punto cumplió con su función de control al poder?
Visto desde la perspectiva de hoy, diciembre de 2013, la prensa de la Transición era lo más audaz y temerario que uno se puede imaginar. Porque ahora ya no se puede decir absolutamente nada. En la Transición hay varios periodos. El anterior a las elecciones de junio del 77 es un periodo interesante. No porque se pudiera decir de todo, sino porque todo era muy raro. Por ejemplo: a mí me detienen por aquel asunto del comisario Conesa. Y la detención ocurre en la misma redacción del periódico, Diario 16. Nunca tuve del todo claro por qué me habían detenido. Luego supe que el general Milans del Bosch estaba detrás. Me llevaron a la calle del Reloj número cinco, donde había entonces un famoso sitio de torturas. Pero no ocurrió nada. Había un policía que me hizo los papeles y allí me quedé. Luego, delante del juez, pregunté que por qué había tenido que pasar allí la noche. «Mire, yo no lo sé —me dijo el militar togado— yo lo único que le puedo decir es que mi general Milans del Bosch me dijo: “quiero a ese chaval (que no debió decir chaval sino ‘ese hijo de la gran puta’) aquí mañana a las nueve”». A las nueve del día siguiente firmé y me marché.
En la página web de la Fundación March se puede consultar el Archivo Linz de la Transición española. En ese archivo se guarda la noticia que el diario El Alcázar publicó el 21 de mayo de 1977 sobre su detención. Le leo, por lo curioso que hoy resulta, el final de la noticia: «El tribunal que entiende el caso planteado abrió proceso contra Gregorio Morán el pasado 10 de mayo que se encuentra en estos momentos en libertad condicional, tras haber pagado una fianza de doscientas mil pesetas. El señor Conesa pide una indemnización de veinte millones de pesetas, pues estima que la publicación le ha perjudicado una operación que mantenía con la editorial Planeta». Parece que con su reportaje en Diario 16 fastidió el negocio de este señor para publicar algo en Planeta.
Sí, claro, seguro que tenía ya hablado con la editorial la publicación de un libro. Puede que para contar la liberación de los generales secuestrados por el GRAPO, el grupo terrorista. No lo sé. El periodismo durante la Transición no se puede afirmar de forma categórica que fuera más libre. Sí que fue más caótico. Había más posibilidades. Por ejemplo me acuerdo de lo que entonces era ser fotógrafo de prensa. Entonces había una cantera magnífica de fotógrafos. Es verdad que luego la trayectoria que han seguido algunos de esos fotógrafos fue curiosa. Por ejemplo yo me acuerdo de que el fotógrafo más audaz —no el mejor técnicamente, pero sí el más valiente— era Alfonso Rojo. Entonces Alfonso era mi fotógrafo y además era el representante de la CNT. Vete a recordárselo ahora. Y nos metimos en unos líos tremendos. Porque entonces investigaba yo las tramas ultraderechistas y ese es un tema delicado.
¿Eran los GRAPO un grupo terrorista organizado por la ultraderecha? Se argumenta esta posibilidad en El zorro rojo (una biografía de Santiago Carrillo recientemente publicada por Paul Preston). Dice Preston (Página 298) que tres ministros (Gutiérrez Mellado, Martín Villa y De la Mata Gorostizaga) estaban convencidos de ello. Los secuestros de Antonio María de Oriol y Urquijo y de Emilio Villaescusa, que fueron reivindicados por el GRAPO, serían junto con los asesinatos de los abogados laboralistas del despacho de la calle Atocha, y siempre según esa teoría, esfuerzos de la ultraderecha para desbaratar la Transición.
Hombre, después de lo de Pío Moa… El que redactaba los comunicados del GRAPO era el hoy escritor Pío Moa. Hay historias paralelas muy interesantes. ¿Sabía usted que los archivos del Movimiento Nacional se quemaron? Pues esta es una de esas cosas interesantes que poca gente sabe. Martín Villa ordenó en 1977 que se prendiera fuego a todos aquellos papeles. Con lo que, por ejemplo, toda la información sobre confidentes e infiltrados se la llevaron las llamas. En Barcelona se conoce la fábrica en la que se quemó todo. Eran muchos kilos de papel. Yo he trabajado (investigado) en los archivos de la administración que hay en la calle Alcalá, pero lo más interesante no está allí. Uno de los rasgos más característicos de la Transición es que se amnistiaron a sí mismos. Yo fui militante clandestino durante un montón de años. A mí me hubiera gustado saber qué confidente tenía yo. Yo sabía que había alguien de mi entorno que pasaba información sobre mí. Si esos archivos no se hubieran quemado, habría sabido quién fue. Pero siempre me quedaré con la duda. El GRAPO no fue una invención policial. Lo que si hubo fue lo que podríamos llamar una instrumentalización del GRAPO. Los integrantes del GRAPO venían de Galicia y eran claramente unos pringados a los que manipularon.
¿Infiltró la extrema derecha a alguien en los GRAPO?
No se podía meter a un agente de extrema derecha en un grupo como aquel. En los movimientos subversivos se puede infiltrar un agente, pero debe ser alguien que en apariencia sea más radical que los que ya están dentro. Recuerdo el caso del Lobo, el famoso infiltrado en ETA. Recuerdo que en aquella época había muchas detenciones y a mí se me había encargado por el partido que documentara aquellos arrestos. Hoy lo de ETA parece una leyenda viva, pero las situaciones que se daban entonces eran para partirse de risa. Al comando en el que estaba infiltrado el Lobo, después de cometer varios atentados, no se le ocurre otra genialidad que convocar al infiltrado a una reunión en el Paseo Rosales de Madrid. Van y le dicen: «Oye, estamos sospechando que tú eres un confidente», el Lobo va y responde como ofendido: «¿Cómo? ¿Que sospecháis de mí? Pues a partir de ahora estoy fuera. Vosotros decidiréis qué vais a hacer conmigo. Yo con esa sospecha no estoy dispuesto a seguir. Quedo a la espera de vuestra decisión». Esa noche no quedó ninguno, los detuvieron a todos. La policía se los llevó a todos ellos a comisaría. Claro. Por gilipollas.
En el reciente libro del historiador Paul Preston sobre Santiago Carrillo, El zorro rojo, su último capítulo lleva el llamativo título de «De enemigo público número uno a tesoro nacional 1970-2012». Carrillo, en 1974, decía cosas como que «Juan Carlos es una criatura de Franco…» y que no había más salida que la República. Entonces decía públicamente que era necesaria la ruptura democrática. «¿Qué realismo es ese que se imagina el paso de una dictadura fascista a una democracia sin que medie una verdadera revolución política?» es otra de sus frases de la época. ¿Cómo cambió tanto en tan poco tiempo para aceptar la petición de un enviado de Juan Carlos de Borbón (Nicolás Franco) de mantener la calma cuando se produjera el «hecho sucesorio» y luego para aceptar la propuesta de Suárez de renunciar a la bandera y a la República a cambio de la legalización?
Es una cuestión bastante compleja porque ahí se mezclan, como en todo, elementos personales. Cuando éramos jóvenes dábamos poca importancia a los elementos personales y pensábamos que las coyunturas, las crisis, los contextos, etc… tenían más trascendencia. Vamos a ver: la legalización del PCE es un acuerdo al que llegan Adolfo Suárez y Santiago Carrillo solos. Sin el Rey y sin Torcuato. Para entender la legalización del PCE los elementos personales son fundamentales.
¿Entonces no es cierto que el Rey habló con Ceaucescu, el Presidente de Rumanía, que tenía buena relación con Carrillo?
Eso es verdad, pero había ocurrido mucho antes. Es verdad que el Rey mandó a Prado y Colón de Carvajal a hablar con Ceaucescu. Lo que el Rey quería durante todo aquel periodo previo a la legalización era que el PCE aceptara un cambio de nombre, que se hiciera la legalización a la griega. En Grecia el partido comunista había participado en la Guerra Civil y se le dejó luego participar en política, pero con otro nombre. Algo así como Agrupación Democrática de Izquierdas. Esa fórmula al Rey le gustaba mucho porque de ese modo, quitándose de encima la palabra comunista, eliminaba la presión de los militares. Además a los EE. UU. también le hubiera gustado mucho que se hiciera así. Es decir: había muchas opiniones que coincidían en que había que legalizar el Partido Comunista pero sin que fuera el Partido Comunista. Ahora —treinta y cinco años después—, cuando analizo estos asuntos, me doy cuenta de la importancia de los aspectos personales. Carrillo, entonces, cuando vuelve a España, tenía ya una edad, casi setenta años. Aquel que pasa por delante de él es el último vagón del último tren. En mi libro Miseria y grandeza del Partido Comunista de España cuento que Carrillo, al morir Franco, sabe que ese tren se ha puesto en marcha. Entonces reúne en París a su cúpula, la del PCE en el exilio —catorce personas— y les dice: « Todos tenéis que volver a España». Les dice que él también va a volver. Le sugieren un debate, pero él dice que no hay nada que discutir, que «a volver todos». Recuerdo que yo tuve que recoger desde dentro de España a muchos de ellos, modestos funcionarios de la revolución, que venían acojonados. Treinta o cuarenta años sin pisar España y regresaban con mucho miedo. Entonces Carrillo fuerza las situaciones. Monta una rueda de prensa en la calle Atocha de Madrid (noviembre de 1976) con muchos periodistas presentes. Rueda de prensa con la que busca ser detenido. Quiere que lo detengan porque si eso no ocurre sabe que va a quedar en ridículo. Si no lo detienen significa que no es peligroso, que no tiene poder. La detención es pura parodia. Martin Villa, entonces ministro de Interior («de Gobernación» se llamaba entonces al cargo), le ofrece un pasaporte para volver a París. Carrillo se niega y, claro, lo meten en la cárcel. Pero no pasa fin de año en la cárcel. Entonces viene la negociación con Suárez.
La negociación se tuvo que realizar en el más absoluto secreto. El Rey no se podía enterar porque estaba en contra de la legalización tal y como se hizo. No solo era contrario el Rey, sino todo el gobierno y por supuesto los militares.
Y Torcuato Fernández Miranda también era contrario a la legalización, ¿no?
Lo de Torcuato es curioso. Torcuato —me lo dice a mí en las conversaciones que mantuvimos para la biografía de Suárez— era partidario de la legalización del Partido Comunista, pero a su ritmo. Y quiere ser él el que se entreviste con Carrillo en Madrid. Le sentó mal que Suárez se le adelantara. Su argumento era que un presidente del Gobierno no debe encontrarse con un dirigente de un partido ilegal, pero que él sí hubiera podido hacerlo. Entonces él era el presidente de las Cortes, con lo que opino que su argumento era bastante débil, pues él también era el representante de una institución del Estado. De ahí el cabreo de Torcuato cuando se entera de la reunión secreta de Suárez con Carrillo. Aquí entra José Mario Armero como intermediario entre Suárez y Carrillo. José Mario Armero era un informador de los Estados Unidos.
Se dijo que José Mario Armero era un agente de la CIA.
No. Un simple agente de la CIA puede ser un pringado. José Mario Armero era alguien más importante, informaba directamente al Departamento de Estado de los Estados unidos.
Vernon Walters fue entre 1972 y 1976 director adjunto de la CIA y llegó a entrevistarse con Franco. ¿Tuvo Armero relación con él?
Claro. José Mario Armero era amigo de Vernon Walters. Armero es el que monta el encuentro de Carrillo y Suárez. Y visto desde hoy podríamos decir que fue como una reunión de Anna Magnani con Sophia Loren. Dos actrices soberbias, dos vedettes. La conversación duró muchas horas. Me contó José Mario Armero que tuvo que mandar a su mujer a comprar algo para que comieran porque la cosa se alargaba. Ellos estaban a lo suyo, contándose su vida, sus batallas. Amor a primera vista.
Parece ser que Suárez, en aquella primera reunión, ejercitando su capacidad de seducción, le dice a Carrillo: «En España hay dos políticos: usted y yo».
Hay que decir que pasaron al tuteo a la primera de cambio. Allí nació una amistad. El pacto fue muy sencillo. Carrillo le dijo a Suárez que no podía cambiar el nombre del partido, pero que si le legalizaba el PCE, podía aceptar la monarquía y la bandera y comprometerse a controlarle cualquier movilización o revuelta callejera. Fíjate si Carrillo cumplió lo pactado con Suárez que recuerdo un mitin del PCE en la plaza de toros de Las Ventas, durante los primeros años de la democracia, en que a unos chicos se les ocurrió sacar una bandera republicana. Pues llegó la seguridad del propio PCE y los forró a hostias. Había órdenes estrictas.
¿Y es verdad eso de que Carrillo llegó a decir al resto del Comité Central del PCE que no les podía contar lo que había hablado con Suárez porque era secreto de Estado?
Sí, eso es así. Pero no era la primera vez que actuaba de ese modo. Carrillo le cuenta la reunión con Suárez solo a dos militantes. Pero se la cuenta a su manera. Carrillo, veinticuatro horas después de hablar con Suárez, convocó al Comité Central y les comunicó los cambios (bandera, monarquía…). Aquello fue una demostración impresionante de poder para Suárez. Carrillo estaba cambiando cincuenta años de historia del PCE en un día. Con el miedo que se tenía a los comunistas, Suárez quedó encantado al ver cómo Carrillo manejaba aquello. Carrillo liquidó en aquel momento el partido, claro, pero eso a Suárez le importaba un comino. Suárez y Carrillo pactaron hasta las fechas. Buscaron una fecha idónea, la Semana Santa. Y en ese día pactado, Suárez hace exactamente lo mismo que Carrillo: no se lo comunican a nadie. Suárez solo avisa, pero sin desvelar de qué. Pide que el viernes por la noche haya alguien de guardia en información para que todos los medios de comunicación puedan recibir una noticia por si acaso ocurre algo. A Martín Villa, como ministro de interior, se lo cuenta una hora antes. No consulta con nadie. Hace lo mismo que Carrillo.
El Rey se pilló un cabreo monumental. Porque tampoco sabía nada. A partir de ese momento comienza la caída de Adolfo Suárez. Fernández Miranda tampoco tenía ni idea. Y tres años después, cuando me entrevistaba con él para el libro de Suárez, me hizo gracia que, argumentando a favor de que debía haber sido él quién se entrevistase con Carrillo, utilizase además el hecho de que Carrillo y él eran de Gijón. Como si fuera importante para el éxito de la negociación el que los dos fueran de la misma ciudad. Es curiosa la ingenuidad que a veces muestran las personas más inteligentes y calculadoras.
En la página cuatrocientos ochenta de las memorias de Teodulfo Lagunero (Umbriel) cuenta que él concertaba los contactos de Carrillo con políticos del franquismo. Fue Lagunero quien le presentó a José Mario Armero en París. Carrillo le pidió a Lagunero que en un viaje a Londres contactara con Fraga Iribarne, que entonces era embajador allí (lo fue en el periodo 73-75). Parece ser que Fernando Morán, que luego fue ministro de exteriores con Felipe González y entonces era cónsul en la misma embajada de Londres, le quitó la idea de la cabeza. Le dijo que Fraga quería ser quien liderase —dentro del respeto a las ideas franquistas— el proceso «democratizador» después de Franco y que no estaría interesado en ver a Carrillo. ¿Sería este un buen ejemplo del poco interés que los líderes del franquismo reformista tenían entonces, al principio, de escuchar a los líderes de la oposición demócrata?
Yo del inefable Lagunero me lo tomaría todo entre comillas. El papel de Lagunero fue absolutamente residual. No fue él quien puso en contacto a Carrillo con José Mario Armero. Si este último se entera de que el primero lo fue contando, se levanta de la tumba y lo mata. Lagunero era un señor del sur que ganó mucho dinero. Carrillo lo utilizó para la intendencia. La casa donde veraneaba Lagunero en Cannes era un sitio idóneo para celebrar reuniones al más alto nivel. Lagunero, políticamente hablando, no hace absolutamente nada más que servir de palanganero. Fraga no quiso ver a Carrillo porque le daba miedo. Pero, mucho antes, en el periodo de Arias Navarro como presidente del Gobierno, se celebró una reunión entre la gente de Fraga y algunos representantes del PCE. Se celebra esa reunión en la librería Turner, en la calle Génova. Representando al PCE acuden Armando López Salinas y otro que no recuerdo. Y por parte de lo que empezaba a ser Alianza Popular estuvo presente Pérez Escolar entre otros.
En referencia a Fernando Morán hay que decir que el que quería ser la gran figura era él mismo. La ambición de Fernando Morán era ilimitada.
Y el problema de Fraga era el concepto tan alto que tenía de sí mismo. Igual que Suárez tenía un concepto muy pobre de su persona, Fraga era lo contrario. Fraga era Fraga. Yo nunca conseguí hablar con Fraga sobre Suárez. No quería. Suárez (como presidente de Gobierno) era una humillación para Fraga. Que no lo hubieran escogido a él y sí a Suárez —al que despreciaba intelectual y profesionalmente— era algo que no podía soportar.
[En un momento de la entrevista Gregorio Morán apunta un nombre en mayúsculas sobre una servilleta. Pasada casi una hora interrumpe al entrevistador.]
Hace un rato he apuntado un nombre que me parece clave para entender la Transición. Me refiero a Navalón, Antonio Navalón.
¿Por qué le parece que Antonio Navalón es un personaje clave de la Transición?
Yo tengo el único libro que escribió Antonio Navalón de verdad. Me refiero al primero, que es una especie de homenaje a Suárez publicado cuando es presidente. Es un libro alucinante. Debió vender tres ejemplares y uno de ellos es el que tengo en casa. Navalón es clave porque estuvo en todo. Estuvo primero con Suárez. Es luego el hombre clave de Boyer en la liquidación de Rumasa. Además —tome nota— trabajaba para Ruiz Mateos cuando aquello se produce. Es pieza clave de aquella expropiación. Navalón entra luego como subsecretario en el BOE cuando Solchaga es ministro de Economía. Es el hombre de Mario Conde en algunos asuntos muy polémicos. Ahora es el representante del grupo PRISA en México. Y lo último que ha descubierto es que es judío. Lo que le faltaba a Navalón acaba de ocurrir: ¡ahora ha descubierto que es judío! La verdad es que Navalón es un apellido judío. Resulta que su hermano es un rabino influyente en la comunidad judía de Nueva York. Navalón ha estado en todo: la UCD, el PSOE, el PP. Navalón es puro sistema.
En 1984, en Toledo, en un lugar llamado San Juan de la Penitencia y promovido por la Fundación José Ortega y Gasset, la clase política y algunos historiadores se reunieron para definir —según dices en un artículo— cómo debía pasar a la historia la Transición. En 2007 se funda la Asociación para la defensa de la Transición que comienza presidiendo el teniente general Andrés Casinello. Los firmantes de la escritura fundacional son Andrés Cassinello, Rafael Ansón, Aurelio Delgado, Ignacio García López, José Luis Graullera, Ernesto Jiménez Astorga, Eduardo Navarro y Manuel Ortiz, los más cercanos a Suárez. En 2000 (veinticinco aniversario), el congreso concedió cuatrocientos millones de pesetas y se creó una comisión para estudiar históricamente la Transición. ¿Por qué hace falta defender tanto la Transición?
Hombre, porque la Transición fue un negocio fabuloso. Lo que pasa ahora es que la empresa ha quebrado, pero entonces fue un gran negocio. La Transición es una operación que se realiza entre muy pocas personas. Y todos ganan. Unos ganan más que otros, pero todos ganan. Ganan todos los que participaron, no me refiero a la población. Y ganan mucho. Por ejemplo Carrillo. En sus últimos años Carrillo parece un senador romano. La gente iba a verle como si fuera a ver a san Pablo. Todos se quedaban admirados ante él: «Qué señor, qué bien se expresa, que humildad, que sencillez». Eso exclamaban al verlo. Cuando en los últimos años veía a Carrillo se me revolvían las tripas. Ver a un señor que conoces muy bien, que sabes que es capaz de lo peor y verlo convertido en un abuelo encantador. Pues imagínese lo que pasaba por mi cabeza.
¿Por qué siempre que se ha intentado debatir sobre la Transición a lo largo de estos años se ha acabado en los insultos? Por ejemplo Javier Tusell y Javier Pradera contra Viçenc Navarro en El País y en Claves de la Razón Práctica en 2010. O Fernando Savater en su artículo «¿El final de la cordura?» de 3 de noviembre de 2008, en El País, donde termina escribiendo: «Ahora veo derribar la cárcel de Carabanchel, en la que hace cuarenta años pasé una breve y no diré que feliz temporada. La despido sin tanta nostalgia como muestran por ella los que no la conocieron por dentro. Y así me gustaría ver irse también al olvido a los hunos y los otros, como diría don Miguel, a quienes no olvidan porque su memoria viene de la ideología y no de la experiencia. Son el peor cáncer de la España actual, la de la crisis, el paro y la hostilidad centrífuga».
Esto se debe a su propia mala conciencia. Yo ahora publicaré un libro, un folleto de unas ochocientas páginas o cosa así, en el cual cuento la Transición exclusivamente desde el punto de vista de los intelectuales. Es un libro que abarca desde el 62 hasta el 96. Ahí aparecerán muchas de estas manifestaciones. Todos estos eran más que radicales al comienzo y durante la Transición. Es el golpe de estado del 23 de febrero de 1981 lo que los conmociona y los convierte a todos en simpatizantes del PSOE. No se quiere revisar ese periodo histórico, lo que se llamaría el tardofranquismo, los últimos años de Franco y los primeros de la democracia, porque las cosas que se dijeron eran una bestialidad. Bestialidad en el sentido de que, por ejemplo, había algunos que eran partidarios de la lucha armada. Todo eso hasta que llega el 23-F. Después del golpe se les baja la adrenalina, todos se acojonan e ingresan en masa en el PSOE. Pero es que revisar la Transición, para muchos, es revisar su propia vida. Ahí tienes a Martín Villa. Acaba de entrar en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas un tipo que es un fascista.
De ese asunto quería yo también preguntarle. El discurso de entrada de Rodolfo Martín Villa en la citada Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, que fue pronunciado el 26 de noviembre de 2013, y que se puede leer en internet , tuvo como título «Claves de la Transición, El cambio de la sociedad, la reforma en la política y la reconciliación entre los españoles». En ese discurso utiliza Martín Villa un párrafo del libro de Raymond Carr y Juan Pablo Fusi, España, de la dictadura a la democracia, para definirse a él mismo y a los que como él trajeron la democracia: «El factor generacional fue un componente decididamente importante del aperturismo. Se trataba de jóvenes procedentes del falangismo universitario, de la ACNP, o del monarquismo, nacidos hacia 1930-1940 y que por tanto no habían luchado en la Guerra Civil… Era una generación liberal, dialogante y europeísta, convencida de que la nueva y modernizada sociedad española de los sesenta exigía un sistema político igualmente moderno y nuevo equiparable a las democracias occidentales. Esto no era obstáculo para que muchos de ellos ocupasen cargos públicos, aceptasen la legalidad del sistema y, en suma, asumiesen las responsabilidades que se derivaban de su integración política en el Régimen. Creían en la reforma desde dentro, no en la revolución desde fuera». ¿Qué opina de esto?
Esto es un olvido absoluto de un fascista medular. Me afecta a las neuronas. Si eso es así, si ellos eran demócratas ya en el franquismo, entonces los demás, los que vivíamos en la clandestinidad, éramos gilipollas integrales. Porque según eso lo que teníamos que haber hecho era hacernos de Falange y esperar. Claro. Es que esto que dice Martín Villa es una auténtica ofensa generacional. Porque es verdad que les salió bien y por eso pueden seguir escribiendo estas cosas. Pero esto sigue siendo una mentira absoluta y escandalosa.
¿Les salió bien? No todo el mundo está de acuerdo en que les saliera bien la Transición. En el año 1991 se emitió un debate especial en el programa La Clave (dirigido por el periodista José Luis Balbín) que entonces se podía ver en Antena 3. Se tituló «500 claves de la transición» y en él se contiene una muy valiosa intervención de Antonio García Trevijano, que a la afirmación de José Mario Armero en el sentido de que en España sí hay democracia, argumenta que en España lo que hay son libertades pero no una democracia auténtica y completa. Apoya su afirmación en dos realidades: primero, el elector (por haber en España un sistema electoral proporcional en lugar de mayoritario) no elige realmente al representante que él quiere. «El sistema proporcional termina inevitablemente en el gobierno de una oligarquía» dice García Trevijano. Y segundo porque «igual que con Franco, hay un solo poder, que es el ejecutivo, que es el que manda sobre el judicial y el legislativo». Concluye García Trevijano manifestando que «la Transición fue un pacto y de algo así solo puede derivar corrupción».
Les ha salido bien a los que les ha salido bien. Les ha salido bien a los bancos y a aquellos que capitanearon la Transición. Incluso a aquellos que tenían serias dudas de que la Transición fuera a funcionar y temían por sus intereses. A esos les salió que ni bordado. Fue la operación perfecta. El PSOE de la primera etapa, por ejemplo. ¿Cómo Solchaga no va a decir que la Transición fue modélica? Si cuando yo lo conocí era asesor de la UGT en Bilbao donde ganaba una mierda de dinero y ahora es multimillonario. Les ha salido como Dios. Lo que ocurre ahora con la infanta y con Urdangarin es una herencia de la Transición. En el comienzo de la Transición hubo cosas como estas, pero no se sabían. Vamos, las sabían solo los que las sabían, punto.
Se publica en 2013 La Transición contada a nuestros padres, de Juan Carlos Monedero (Editorial Catarata). Según Monedero, la corrupción que sufrimos en España viene de la Transición porque seguimos teniendo una sociedad franquista. No hemos tenido el «antifascismo» que según Monedero «es una reclamación radical del republicanismo democrático caracterizado por virtudes públicas que hacen, por ejemplo, que los políticos dimitan cuando se ven inmersos en casos de corrupción». Según Monedero ese antifascismo opera en Alemania, pero no en Italia y en España ¿Está de acuerdo con esa visión de la Transición?
Si, si, por supuesto. En Alemania hay una expresión acerca del nazismo que generó mucha polémica: «El pasado que no quiere pasar». Aquí, el pasado, no es que no quiera pasar, es que ni ha pasado. Se ha borrado incluso de la historia. Se ha quemado.
[Fuente: revista on line Jot Down]
20/1/2014
Carlos Jiménez Villarejo
Soberanismo económicamente dependiente
Las fundaciones de CDC, UDC, ERC e ICV recibieron un total de 711.335 euros en subvenciones entre 2011 y 2013 de parte de los ministros José Ignacio Wert y José Manuel García-Margallo. Una forma de financiación pública opaca y poco conocida por la ciudadanía que representa la principal fuente de ingresos de estas cuatro formaciones que propugnan la ruptura con el mismo Estado que les financia de una forma poco transparente.
El 12 de diciembre pasado ocurrieron dos acontecimientos políticos en apariencia radicalmente contradictorios. Por una parte, Oriol Junqueras, Artur Mas, Joan Herrera y otros acompañantes acordaron celebrar un supuesto referéndum sobre una supuesta consulta con dos supuestas preguntas. En esa misma fecha, el BOE publicaba una Orden del ministro José Ignacio Wert, tan derechista como abominable, en la que otorgaba subvenciones económicas a las fundaciones de estos mismos partidos soberanistas. El objeto de la subvención, se especificaba, era para “el estudio y desarrollo de pensamiento político, social y cultural”.
Una expresión más, a mi entender, de la doble faz del soberanismo, de aquellos mismos que luego repudian al Estado español y al Gobierno del PP.
Lo más grave, sin embargo, es que estas prebendas, procedentes de los impuestos de todos los españoles —incluidos los catalanes—, vienen de lejos. Las cuatro fundaciones de dichos partidos, por ceñirnos a los últimos tres años (2011, 2012 y 2013) recibieron un total 711.335 euros: 534.515 del Ministerio de Cultura, ahora Educación, y 176.819 de Asuntos Exteriores, es decir, del ministro José Manuel García-Margallo.
Sumas que se distribuyeron de la siguiente forma: la Fundación Catdem, de CDC, percibió 363.711 euros; la Fundación Miquel Coll i Alentorn, de UDC, 124.945; la Fundación Josep Irla, de ERC, 132.724; y la Fundación Nous Horitzons, de ICV, 89.953.
En definitiva, una forma de financiación pública poco conocida por la ciudadanía que, por lo general, está envuelta en un cierto grado de opacidad como denunció recientemente el Consejo de Europa.
Partidos que desarrollan su actividad política gracias, en buena parte, a los fondos públicos del Estado (Gobierno, Instituciones Autonómicas, Diputaciones y Ayuntamientos), al que tanto detestan, pero que representan la mayor proporción de sus ingresos para asegurarles su funcionamiento ordinario y las medidas de seguridad.
La suma total de estas aportaciones en los ejercicios 2009, 2010 y 2011 es la siguiente:
CDC 5.495.590 euros
UDC 1.845.672 euros
CiU 30.475.027 euros
ERC 13.877.504 euros
ICV 10.397.780 euros
Un total de 62.091.573 euros, suma más que relevante para financiar durante tres años a tres partidos autonómicos, que ahora pretenden justificar falsamente la ruptura con el Estado que tan generosamente ha obrado con ellos.
Pero aquí no queda todo. En cada proceso electoral —general, autonómico o local— los partidos citados han recibido generosas subvenciones públicas para el mantenimiento de las respectivas campañas electorales. Las sumas globales de los ejercicios anteriores corresponden a:
CiU 5.035.827 euros
ERC 3.235.722 euros
ICV 2.499.020 euros
Pero la capacidad de la política española y catalana para convertir en el centro de la política la consecución de dinero, al coste que sea, ha llevado a los partidos a una situación crítica, como ya ha advertido el Tribunal de Cuentas (TCU). Resulta altamente preocupante que gran parte los partidos soberanistas —CiU, EUiA, ICV y UDC— presenten en todos aquellos ejercicios un “patrimonio neto negativo”, es decir, que carecen de bienes para hacer frente a sus inmensas deudas. Están, prácticamente, bajo el control de sus acreedores, el poder financiero.
Este era el estado de sus deudas con las entidades de crédito en el ejercicio 2011:
CDC 3.607.972 euros
UDC 16.276.780 euros
CiU 12.609.005 euros
ERC 2.482.162 euros
ICV 16.136.909 euros
Por esta razón, el TCU ha exigido a CiU y a ICV un plan de saneamiento financiero que les permita salir de esta grave situación.
La cruda realidad es que CiU y su aliado ERC imponen durísimas medidas neoliberales de privaciones de derechos sociales, mientras ellos desarrollan una actividad económica, a través de préstamos hipotecarios y otras operaciones crediticias, que le son negadas a la inmensa mayoría de los ciudadanos de Cataluña. Con este grado de cinismo controlan y propugnan una Cataluña supuestamente libre.
En las leyes de financiación de los partidos se dispone que en el sistema de obtención de ingresos por estos se combine “suficiencia y austeridad como el mejor antídoto contra la financiación irregular”. Pero, el Parlamento, bajo el control del PP, con el incondicional apoyo en esta materia de CiU y PNV, continúa cerrando los ojos ante las consecuencias del actual coste económico de la política que hace tiempo está provocando un flujo oculto e ilícito de dinero hacia los partidos. En el pasado se adoptaron acuerdos parlamentarios, como el de “contención y disminución del gasto electoral”, que de haberse cumplido, habrían facilitado acabar con la financiación privada y, en particular, la proporcionada por las entidades de crédito. Pero, nadie cumple estos acuerdos ni responde de su incumplimiento.
Ya veremos qué sucede cuando se incorpore al Código Penal, el acuerdo del Congreso de Diputados para establecer un delito específico que persiga la financiación ilegal de los partidos políticos que fue adoptado con fecha de 14 de marzo de 2013.
En este contexto de endeudamiento excesivo de los partidos en el marco de una regulación contemporizadora de su financiación privada, no es de extrañar que se produzca un incremento de la criminalidad de los gobernantes con un considerable grado de impunidad.
[Publicado por Federalistes d'Esquerres]
7/1/2014
Agustín Moreno
Las lecciones de Gamonal
Victoria rotunda de los vecinos. El alcalde de Burgos ha anunciado la retirada definitiva del proyecto de bulevar de Gamonal. Pero quien lo ha retirado en realidad han sido los vecinos con su lucha, su unidad y su determinación de resistir. Personas corrientes haciendo cosas extraordinarias han demostrado que sí se puede. La sumisión no sirve de nada, y, aunque circula por ahí una especie de circular de un partido donde se habla de que los españoles son un pueblo maduro pero dócil, Gamonal ha demostrado lo contrario. Junto con los obreros, los jubilados, las señoras del barrio han estado codo con codo los jóvenes, que son la mayoría de los detenidos.Esas eran las peligrosas personas que se reunían a diario en asamblea y que se manifestaban indignadas contra unas obras-pelotazo que nadie quería. Los estudiantes de los institutos dejaron de ir a clase y convocaron huelga. Han ardido las redes socialesy los medios de comunicación alternativos con la denuncia y la solidaridad, rompiendo el muro de silencio que intentaba imponer la prensa de la zona. Los intereses especulativos no hubieran renunciado a una oportunidad de negocio redondo expropiando patrimonio público y privatizándolo si no encuentran tanta resistencia. La lucha ha dado su fruto y éste es una victoria indiscutible: impedir el atraco, aguantar la represión.
Ahora solo falta que se destine buena parte de los millones de euros previstos para las obras en mejorar las dotaciones sociales y las infraestructuras del barrio de común acuerdo con los vecinos. Para poder pacificar realmente la situación, deberían retirarse los cargos contra los vecinos detenidos, porque ellos también han sido rehenes de unas circunstancias que no provocaron.
Se han destapado turbios intereses. Por el humo se ha sabido qué fuego había detrás. El conflicto ha puesto la lupa sobre los escandalosos manejos existentes en Burgos y los anteriores escándalos de corrupción urbanística. El dato que ha estremecido a toda España es el desorbitado precio de la vivienda en Burgos. Algo que solo se explica por la alianza del caciquismo del ladrillo con la élite política y mediática local. Se ha conocido la adjudicación irregular de las obras. Toda España ha sabido —o recordado— quien es Méndez Pozo y sus antecedentes delictivos, así como sus relaciones con el PP, incluido con Aznar cuando era presidente de Castilla-León. Está aumentando el rechazo popular contra la corrupción y el despilfarro. Con el paro y la pobreza existente no se puede tolerar el saqueo de lo público y la privatización de los espacios que son de todos.
La represión ha sido inútil. Se intentó cortar la movilización manu militari. El gobierno ha tenido la tentación de machacar con la represión a todo un barrio y empezó a mandar cada vez más tropas de los antidisturbios (UIP). Pero si se aporreaba y detenía, los vecinos no se intimidaban e iban a la comisaria y acababa habiendo más detenidos y más concentraciones de apoyo en un bucle sin fin. La dinámica de acción-reacción es imparable y el resto de España no hubiera permanecido quieta. También se evidencia la inutilidad de la nueva legislación represiva que prepara el PP. Imaginemos que estuviera en vigor ya el nuevo Código Penal y la llamada Ley de Seguridad Ciudadana. El volumen de las multas y las penas de cárcel para los detenidos habría supuesto la existencia de un nuevo tipo de presos políticos en el país, campañas desolidaridad, denuncias de Amnistía y vergüenza en los foros internacionales. Lo que le faltaba a la “Marca España”
Gamonal somos todos. La solidaridad ha ayudado a la solución del conflicto. Costó unos días que empezase la movilización de apoyo a la lucha de Gamonal. Han salido a la calle en unas cuarenta ciudades y se ha pagado un tributo alto en detenidos, especialmente en Madrid. Pero se ha demostrado que la represión no sirve para acabar con luchas justas. También ha metido el miedo en el cuerpo al PP por la dinámica de extensión del conflicto que se empezaba a producir: el llamado efecto Gamonal. No hay que olvidar que estamos entrando en vísperas electorales. Lo lamentable es que no haya habido una convocatoria de solidaridad más amplia y nutrida de la izquierda política, los sindicatos y de movimientos sociales de los que se podía esperar más.
Ni atentados ni infiltrados. La incompetencia política se demuestra cuando se crean problemas donde no los había y no se resuelven cuando existen. También han hecho el ridículo con sus declaraciones el ministerio del Interior y otros políticos del PP. Ejemplo de ello es decir que hay turismo de grupos itinerantes violentos, algo que desmiente la propia policía y los hechos cuando se conoce que son de Burgos todos los detenidos. O cuando la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, habló de “atentados”. ¿Qué quería decir: altercados o atentados? O no sabe de lo que habla o se confunde al hablar y las dos cosa son penosas. En la lucha de Gamonal solo había vecinos y vecinas que estaban hasta el gorro de los trapicheos que se traían el ayuntamiento dela derecha y de los caciques locales de siempre.
Peligrosa pedagogía para el poder autoritario. El autoritarismo del poder político conduce a que se produzcan esas situaciones. Ya lo dije: No está bien que se quemen contenedores, pero nunca se debería despreciar tanto a la gente para que saque la conclusión de “es la única manera de que hagan caso”.Y esta frase se escucha cada vez más en diferentes lugares y sobre un paisaje de humeantes barricadas en boca de ciudadanos corrientes.
La revuelta popular de Gamonal le ha quitado pantalla a la visita de Rajoy a Obama. Hasta The New York Times se ha hecho eco de ella. Y como dice un paisano: ”si no se lía no se enteran ni los de Miranda de Ebro de lo del bulevar”. En la misma línea y de forma genial, El Roto planteaba: ¡Déjate de musiquitas, si quieres hacerte oír tendrás que meter ruido!
Cambio de ciclo: van a aumentar las luchas y las victorias. Gamonal y la huelga de la limpieza de Madrid, entre otras, son luces brillantes en este largo túnel. Dice Sáenz de Santamaría: “Todos los indicadores ven una recuperación económica que no sé si casa mucho con las protestas sociales”. Es evidente que no se entera de nada. Si empieza cierta recuperación económica, que no espere el gobierno y la patronal que el mapa del recorte de los derechos va a quedar inmóvil. ¿Alguien se cree que si las empresas empiezan a tener facturación y beneficios van a poder mantener los salarios de miseria, la precariedad en el empleo y la ausencia de convenios? Los que vivimos el franquismo sabemos que los derechos lo mismo que se pierden se conquistan de nuevo. Los trabajadores y los ciudadanos empezarán un nuevo ciclo de recuperación de libertades y de derechos perdidos, de exigencia y movilización. Y se puede acelerar el proceso en la coyuntura electoral próxima. Siempre que por encima de la pregunta que se hacían los clásicos del movimiento obrero, de “¿tribunos o burócratas?”, se sitúe la unidad de toda la izquierda puesta al servicio de las clases populares. Es otra lección de Gamonal.
[Fuente: Cuarto Poder]
18/1/2014
Dahr Jamail
Cambio climático: últimas noticias sobre el fin del mundo
Crecí planificando mi futuro, preguntándome a qué universidad me gustaría asistir, qué estudiaría y, más tarde, dónde trabajaría, qué artículos escribiría, cuál podría ser mi próximo libro, cómo pagaría una hipoteca y cuál sería la próxima excursión de montaña que me gustaría hacer.
Ahora, me pregunto sobre el futuro de nuestro planeta. Durante una reciente visita con mi sobrina de 8 años y mis sobrinos de 10 y 12, me contuve de preguntarles qué querían hacer cuando fueran mayores, o cualquiera de las preguntas orientadas al futuro que solía hacerme a mí mismo. Lo hice porque la realidad de su generación bien puede ser que aquellas preguntas sean reemplazadas por dónde conseguirán agua dulce, de qué alimentos dispondrán y qué partes de su país y del resto del mundo serán todavía habitables.
La razón, por supuesto, es el cambio climático, y todo lo malo que podría ocasionar me fue revelado en el verano de 2010. Estaba escalando el monte Rainier, en el estado de Washington, por la misma ruta que había utilizado en un ascenso de 1994. En lugar de experimentar las puntas metálicas de los crampones unidos a las botas crujiendo en el hielo de un glaciar, me di cuenta de que, a gran altura, aún estaban raspando contra la roca volcánica a la vista. Hacia el anochecer, mis pasos provocaban chispas.
La ruta había cambiado tan drásticamente como para confundirme. Me detuve en un momento para mirar en lo profundo del acantilado hacia un glaciar bañado por la suave luz de la luna, unos cien metros más abajo. Se me cortó el aliento cuando me di cuenta de que estaba mirando lo que quedaba del enorme glaciar que había escalado en 1994, justo en aquel sector en que había hecho crujir el hielo con los crampones. Me detuve en seco, respirando el aire enrarecido de esas altitudes, mi mente luchando por entender el drama inducido por el cambio climático que se había desarrollado desde la última vez que había estado en ese lugar.
No he vuelto al monte Rainier para ver cuánto más ha retrocedido el glaciar en los últimos años, pero recientemente me embarqué en una búsqueda para entender cuánto malo podía ser. Descubrí un conjunto de científicos serios —para nada una mayoría de los científicos del clima, pero atípicamente reflexivos— que sugieren que el asunto no es solo muy, muy malo: es catastrófico. Algunos de ellos, incluso, creen que si el actual ritmo de emisión de dióxido de carbono a la atmósfera, por la quema de combustibles fósiles, se combina con la liberación masiva de metano, un gas de efecto invernadero aún más potente, la vida tal como la hemos conocido los seres humanos se terminará en el planeta. Temen que estemos cayendo por un precipicio a un ritmo espeluznante.
Los más conservadores en ciencias del clima, representados por el prestigioso Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), pintan escenarios apenas menos espeluznantes, pero dediquemos un poco de tiempo —como hice yo— a lo que podríamos llamar científicos al borde del precipicio, y a escuchar exactamente lo que tienen que decir.
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"Como especie, nunca hemos experimentado 400 partes por millón de dióxido de carbono en la atmósfera", dijo Guy McPherson, profesor emérito de biología evolutiva, recursos naturales y ecología de la Universidad de Arizona, experto en cambio climático hace 25 años. "Nunca hemos estado en un planeta sin hielo en el Ártico, y vamos a romper el techo de las 400 ppm … en un par de años. En ese momento, también veremos cómo desaparece el hielo del Ártico en el veran0. Este planeta no ha experimentado un Ártico libre de hielo durante al menos los últimos tres millones de años".
Para los no iniciados, en los términos más simples, esto es lo que significaría un Ártico libre de hielo cuando de calentar el planeta se trata: con menor capa de hielo sobre las aguas del Ártico que la refleje, la radiación solar sería absorbida directamente por el mar Ártico. Esto calentaría las aguas y, por lo tanto el planeta, todavía más. Este efecto tiene el potencial de cambiar los patrones climáticos globales, variar el flujo de los vientos e incluso algún día posiblemente alterar la posición de las corrientes de viento más altas, o jet streams. Las jet streams polares son como ríos de corrientes rápidas que fluyen en lo alto en la atmósfera de la Tierra y empujan a las masas de aire frío y caliente, jugando un papel fundamental en la determinación del clima del planeta.
McPherson, que tiene el blog Nature Bats Last ("La naturaleza es la última en golpear"), añadió: “Nunca hemos llegado hasta este punto como especie y las implicaciones son verdaderamente graves y profundas para nuestra especie y para el resto del planeta viviente”.
Aunque su perspectiva es más extrema que la del grueso de la comunidad científica, que considera que un verdadero desastre puede ocurrir dentro de muchas décadas, McPherson está lejos de ser el único científico que expresa tales preocupaciones. El profesor Peter Wadhams, experto del Ártico de la Universidad de Cambridge, ha estado midiendo el hielo del Ártico durante 40 años, y sus hallazgos ponen de relieve los temores de McPherson. “El descenso en el volumen de hielo es tan rápido que vamos a quedar en cero muy rápidamente”, declaró Wadhams a la prensa. De acuerdo con datos actuales, se estima “con un 95% de certeza” que el Ártico tendrá veranos completamente libres de hielo en 2018 (investigadores de la Armada de Estados Unidos predijeron un Ártico sin hielo incluso para antes, en 2016.)
El científico británico John Nissen, presidente del Grupo de Emergencia de Metano del Ártico (del cual Wadhams es miembro), sugiere que si la pérdida de hielo marino del verano pasa “el punto de no retorno” y “se liberan catastróficas cantidades de metano del Ártico”, estaremos en una “emergencia planetaria instantánea.”
McPherson, Wadham y Nissen representan sólo la punta de un iceberg en deshielo de científicos que ya nos está advirtiendo sobre un inminente desastre que afecta especialmente a la liberación de metano del Ártico. En la atmósfera, el metano es un gas de efecto invernadero que, en una escala de tiempo de relativamente corto plazo, es mucho más destructivo que el dióxido de carbono (CO2). Es 23 veces más potente que el CO2 por molécula en una escala de tiempo de 100 años, 105 veces más potente a la hora de calentar el planeta en una escala temporal de 20 años. Y el permafrost ártico, en tierra y más allá de la costa, está lleno de metano. “El lecho marino —dice Wadham— es un permafrost en alta mar, pero ahora se está calentando y fundiendo. Ahora estamos viendo grandes penachos de metano burbujeando en el mar de Siberia … millones de kilómetros cuadrados, donde la cubierta de metano está siendo liberada.”
Según un estudio recién publicado en la revista Nature Geoscience, se está liberando el doble de metano de lo que se creía desde la Plataforma Ártica de Siberia Oriental, un área dos millones de kilómetros cuadrados frente a las costas del norte de Siberia. Sus investigadores encontraron que al menos 17 teragramos (un millón de toneladas) de metano están siendo liberados a la atmósfera cada año, cuando un estudio de 2010 había detectado sólo 7 teragramos liberados.
Al día siguiente de que Nature Geoscience publicó su estudio, un grupo de científicos de la Universidad de Harvard y otras instituciones académicas publicó un informe en Proceedings of the National Academy of Sciences que muestra que la cantidad de metano que se emite en Estados Unidos, tanto de petróleo como de actividades agrícolas, podría ser un 50% mayor que las estimaciones previas y 1,5 veces más altas que las estimaciones de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) norteamericana.
¿Qué tan serio es el potencial global de metano acumulado? No todos los científicos creen que sea una amenaza inmediata o incluso la principal amenaza que enfrentamos, pero Ira Leifer, experto en atmósfera y océanos de la Universidad de California, Santa Barbara, y uno de los autores del reciente estudio sobre el metano del Ártico, me señaló que “la extinción masiva del Pérmico ocurrida hace 250 millones de años está relacionada con el metano que se cree es la clave de lo que causó la extinción de la mayoría de las especies en el planeta entonces.” En ese episodio de extinción, se estima que el 95% de todas las especies fueron exterminadas.
También conocida como la "Gran Mortandad", fue provocada por un flujo de lava masiva en una zona de Siberia que dio lugar a un aumento de la temperatura global de 6 °C. Eso, a su vez, provocó el derretimiento de los depósitos de metano congelados bajo los mares. Liberados a la atmósfera, provocaron que las temperaturas se dispararan aún más. Todo ocurrió en un período de unos 80.000 años.
Actualmente, estamos en medio de lo que los científicos consideran la sexta extinción masiva de la historia planetaria, con entre 150 y 200 especies que se extinguen cada día, a un ritmo mil veces mayor que la tasa de extinción “natural” o de “background”. Este evento ya puede ser comparable con, o incluso superior a, la velocidad e intensidad de la extinción masiva del Pérmico. La diferencia es que la nuestra es causada por el hombre, no va a tomar 80.000 años, sólo llevó hasta ahora unos pocos siglos y está ganando velocidad de una forma no lineal.
Es posible que, sobre las grandes cantidades de dióxido de carbono procedentes de los combustibles fósiles que siguen entrando en la atmósfera en cantidades anuales récord, un aumento de la liberación de metano marque el comienzo de la clase de proceso que llevó a la Gran Mortandad. Algunos científicos temen que la situación sea ya tan grave y con tantos circuitos de retroalimentación en marcha que vayamos camino de causar nuestra propia extinción. Peor aún, algunos están convencidos de que podría ocurrir mucho más rápidamente de lo que generalmente se cree posible: incluso en el transcurso de las próximas décadas.
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Como reza un informe de la NASA, “¿es un gigante climático dormido el que se despereza en el Ártico?”: “A lo largo de cientos de miles de años, los suelos congelados o permafrost del Ártico han acumulado grandes reservas de carbono orgánico —un estimado de 1.400 a 1.850 petagramos (un petagramo es 2,2 billones de libras, o mil millones de toneladas métricas). Eso es aproximadamente la mitad de todo el carbono orgánico almacenado en los suelos de la Tierra. En comparación, cerca de 350 petagramos de carbono se han emitido desde toda la combustión de combustibles fósiles y de las actividades humanas desde 1850. La mayor parte de este carbono se encuentra en suelos vulnerables a la descongelación, a tres metros de profundidad”.
Científicos de la NASA, y otros, están aprendiendo que el permafrost del Ártico —y su carbono almacenado— pueden no estar tan permanentemente congelados como su nombre lo indica. El científico Charles Miller, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, es el investigador principal de Experimento de Vulnerabilidad de los Reservorios Árticos (CARVE), una campaña de cinco años dirigida por la NASA sobre el terreno para estudiar cómo el cambio climático está afectando el ciclo del carbono en el Ártico. Miller le dijo a la NASA: "Los suelos de permafrost se están calentando incluso más rápido que la temperatura del aire del Ártico —de 1,5 a 2,5 °C— en tan sólo los últimos 30 años. Como el calor de la superficie de la Tierra penetra en el permafrost, amenaza con remover estos reservorios de carbono orgánico y liberarlos a la atmósfera en forma de dióxido de carbono y metano alterando el balance de carbono del Ártico y, en gran medida agrava, el calentamiento global".
El investigador teme que los resultados potenciales sean el derretimiento a gran escala del permafrost. Como señala, “los cambios en el clima pueden desencadenar transformaciones que simplemente no son reversibles en nuestras vidas, que puede causar cambios rápidos en el sistema de la Tierra que requerirán adaptaciones por las personas y los ecosistemas”.
El reciente estudio de la NASA destaca el descubrimiento de fuentes de metano activas y crecientes de hasta 150 kilómetros de diámetro. Un científico a bordo de un barco de investigación lo describió como un burbujeo notable a simple vista, en el que el agua de mar se parece a una gran piscina de soda. Entre los veranos de 2010 y 2011, de hecho, los científicos encontraron que en el transcurso de unos años unas ventanas de metano de sólo 30 centímetros de diámetro se habían vuelto de un kilómetro de ancho, un aumento del 3,333% y un ejemplo de la rapidez con la que partes del planeta están respondiendo a la alteración del clima.
Miller reveló otro hallazgo alarmante: “Algunas de las concentraciones de metano y dióxido de carbono que hemos medido han sido grandes, y estamos viendo patrones muy diferentes de lo que sugieren los modelos —comentó sobre algunas de las conclusiones del CARVE—. Vimos explosiones a gran escala regional de más dióxido de carbono y metano que lo normal en el interior de Alaska y en toda la vertiente norte durante el deshielo de primavera, y que duró hasta después del recongelamiento de otoño. Para citar otro ejemplo, en julio de 2012 vimos metano en los pantanos Innoko Wilderness, cuyo nivel estaba 650 partes por mil millón más alto que los normales. Eso es similar a lo que puedes encontrar en una gran ciudad”.
Moviéndose debajo del océano Ártico, donde están el hidrato de metano -a menudo descrito como gas metano rodeado de hielo- un informe de marzo de 2010 publicado por Science indicó que contienen acumulativamente el equivalente a de 1.000 a 10.000 gigatoneladas de carbono. Comparemos este total con las 240 gigatoneladas de carbono que la humanidad se ha emitido a la atmósfera desde el inicio de la revolución industrial.
Un estudio publicado en la prestigiosa revista Nature en julio de 2013 sugirió que un “eructo” de 50 gigatoneladas de metano a partir de la descongelación del permafrost del Ártico bajo el mar de Siberia Oriental es “muy posible en cualquier momento”. Eso sería el equivalente a al menos 1.000 gigatoneladas de dióxido de carbono.
Incluso el relativamente sobrio IPCC ha advertido sobre tal escenario: “La posibilidad de un cambio climático abrupto y/o cambios bruscos en el sistema de la Tierra provocado por el cambio climático, con consecuencias potencialmente catastróficas, no se puede descartar. La retroalimentación positiva de calentamiento podría causar la liberación de carbono o el metano de la biosfera terrestre y los océanos”.
En los dos últimos siglos, la cantidad de metano en la atmósfera ha aumentado de 0,7 partes por millón a 1,7 partes por millón. La introducción de metano en grandes cantidades en la atmósfera, temen algunos científicos del clima, puede tornar inevitable un aumento de la temperatura global de entre 4 y 6 °C.
La capacidad de la mente humana de captar y entender esa información está poniéndose a prueba. Y mientras esto pasa, más datos sigue llegando; y las noticias no son buenas.
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Consideremos esta cronología:
- Fines del 2007: El IPCC anuncia que el planeta va a sufrir un aumento de temperatura de 1 ºC debido al cambio climático hacia 2100.
- Fines de 2008: El Centro Hadley para la Investigación de Meteorología pronostica un aumento de 2 °C para 2100.
- Mediados de 2009: El Programa Ambiental de la ONU predice un aumento de 3,5 °C para 2100. Este incremento podría eliminar el hábitat para los seres humanos en este planeta, ya que casi todo el plancton de los océanos sería destruido, y los cambios de temperatura asociados matarían muchas plantas de la tierra. Los seres humanos nunca han vivido en un planeta con 3,5 ºC por encima de la actual línea de base.
- Octubre de 2009: el Centro Hadley para la Investigación Meteorológica difunde una predicción actualizada, que sugiere un aumento de la temperatura de 4 °C para 2060.
- Noviembre de 2009: el Global Carbon Project, que monitorea el ciclo global del carbono, y el Copenhagen Diagnosis, un informe de la ciencia del clima, predicen 6 °C y 7 °C de aumento en la temperatura media, respectivamente, para 2100.
- Diciembre de 2010: el Programa Ambiental de la ONU predice un aumento de hasta 5 °C para 2050.
- 2012: el informe World Energy Outlook de la conservadora Agencia Internacional de la Energía (AIE) establece un aumento de 2 °C en 2017.
- Noviembre de 2013: la misma AIE predice un aumento de 3,5 °C para 2035.
Una reunión informativa de la fallida Conferencia de Partes (COPA) de Copenhague de la ONU sobre cambio climático en 2009 proporcionó este resumen: “El nivel del mar a largo plazo que corresponde a la concentración actual de CO2 es de unos 23 metros por encima de los niveles actuales, y las temperaturas serán más altas en 6 °C o más. Estas estimaciones se basan en registros climáticos reales a largo plazo, no en modelos “.
El 3 de diciembre, un estudio de 18 eminentes científicos, entre ellos el ex director del Instituto Goddard de la NASA para Estudios Espaciales, James Hansen, demostró que el largamente sostenido objetivo internacional de limitar los aumentos en la temperatura media mundial a 2 °C estaba errado y muy por encima del umbral de 1 °C que debería mantenerse para evitar los efectos de un cambio climático catastrófico.
Y tengamos en cuenta que las distintas evaluaciones principales de las futuras temperaturas globales rara vez asumen lo peor acerca de la posible retroalimentación climáticas como las del metano.
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Las muertes relacionadas con el cambio climático ya se estiman en cinco millones al año, y el proceso parece estar acelerándose más rápidamente que la mayoría de lo que los modelos climáticos han sugerido. Incluso sin tener en cuenta la liberación de metano congelado en el Ártico, algunos científicos ya están pintando un cuadro verdaderamente desolador del futuro humano. Por ejemplo, el biólogo Neil Dawe, del Canadian Wildlife Service , dijo en agosto a un periodista que no le sorprendería que la generación que le sigue fuera testigo de la extinción de la humanidad. Alrededor del estuario próximo a su oficina en la isla de Vancouver, él ha sido testigo de la desintegración de la “red de la vida” y “eso está pasando muy rápido”.
“El crecimiento económico es el mayor destructor de la ecología”, dice Dawe. “Aquellas personas que piensan que puede tener una economía en crecimiento y un medio ambiente sano están equivocados. Si no rebajamos nuestros números, la naturaleza lo hará por nosotros”. Y él no es de los que confían en que la Humanidad será capaz de salvarse a sí mismo. “Todo está peor y seguimos haciendo las mismas cosas. Porque los ecosistemas son tan resistentes, que no castigan la estupidez precisamente de inmediato”,
Guy McPherson, de la Universidad de Arizona, comparte esos temores. “Vamos a tener muy pocos seres humanos en el planeta debido a la falta de hábitat”, dice. Sobre los estudios recientes que muestran lo que implicará el aumento de temperatura para ese hábitat, aclara que “sólo están contemplando el CO2 en la atmósfera”.
La pregunta entonces es: ¿podría alguna versión de extinción o casi extinción debida al cambio climático acabar con la humanidad, y posiblemente en un lapso increíblemente corto? Cosas similares han ocurrido en el pasado. Hace 55 millones de años, un aumento de 5 °C en la temperatura media mundial ocurrió al parecer en sólo 13 años, según un estudio publicado en la edición de octubre 2013 de Proceedings of the National Academy of Sciences. Otro reporte de la edición de agosto 2013 de Science reveló que en el corto plazo el clima de la Tierra cambiará diez veces más rápido que en cualquier otro momento de los últimos 65 millones de años.
“El Ártico se está calentando más rápido que cualquier otro lugar en el planeta —dijo el climatólogo Hansen—. Hay posibles efectos irreversibles de la fusión del hielo marino del Ártico. Si con ello luego el océano Ártico se calienta, y se calienta el fondo del océano, entonces vamos a empezar a liberar los hidratos de metano. Y si dejamos que esto suceda, es un punto de inflexión potencial que no vamos a queremos que ocurra. Si quemamos todos los combustibles fósiles, entonces sin duda el hidrato de metano, con el tiempo, será liberador y agregará varios grados centígrados más de calentamiento, y no está claro que la civilización pueda sobrevivir a semejante cambio climático extremo.”
Sin embargo, mucho antes de que la humanidad haya quemado todas las reservas de combustibles fósiles en el planeta, grandes cantidades de metano serán liberadas. El cuerpo humano es potencialmente capaz de manejar un aumento de 6 a 9 °C en la temperatura del planeta, pero los cultivos y el hábitat que utilizamos para la producción de alimentos, no. Como dijo McPherson, “con un aumento de la línea de base de 3,5 a 4 °C, no veo ninguna manera de tener hábitat. Estamos a 0,85 ºC por encima de la línea de base y ya ha actuado de desencadenante de todos estos ciclos de retroalimentación climáticos”.
Y añade: “Toda la evidencia apunta a un aumento seguro de 3,5 a 5 °C de la temperatura global por encima de la “norma” de 1850 para mediados de este siglo, posiblemente mucho antes. Esto garantiza una retroalimentación positiva, ya en marcha, lo que lleva a 4,5-6 °C o más grados por encima de esa base, lo que es un nivel letal para la vida. Esto es en parte debido al hecho de que los seres humanos tienen que comer y las plantas no pueden adaptarse con la suficiente rapidez para los siete mil a nueve mil millones de habitantes que seremos. Así que vamos a morir”.
Si creen que el comentario de McPherson sobre la falta de adaptabilidad es exagerada, tenga en cuenta que la tasa de evolución arrastra el ritmo del cambio climático a un factor de 10.000, según un paper de la edición de agosto 2013 de Ecology Letters. Por otra parte, David Wasdel, director del Proyecto Apollo-Gaia y experto en múltiples dinámicas de retroalimentación, dice: “Estamos experimentando un cambio de 200 a 300 veces más rápido que cualquiera de los eventos de extinción principales anteriores”.
Wasdel cita con especial alarma determinados informes científicos que muestran que los océanos ya han perdido el 40% de su fitoplancton, la base de la cadena alimentaria oceánica mundial, debido a la acidificación inducida por el cambio climático y a las variaciones de la temperatura atmosférica (según el Center for Ocean Solutions: “Los océanos han absorbido casi la mitad de las emisiones humanas de CO2 lanzado desde la Revolución Industrial. Aunque esto ha moderado el efecto de las emisiones de gases de efecto invernadero, está alterando químicamente los ecosistemas marinos cien veces más rápidamente de lo que ha cambiado en al menos los últimos 650.000 años”).
“Esto ya es un evento de extinción en masa. La pregunta es hasta dónde va a llegar, qué tan grave será. Si no somos capaces de detener la tasa de aumento de la temperatura y volver a ponerla bajo control, entonces un evento de alta temperatura, tal vez otros 5-6 °C borraría al menos el 60% y el 80% de las poblaciones y las especies de la vida en la Tierra”.
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En noviembre de 2012, incluso Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial (una institución financiera internacional que concede préstamos a los países en desarrollo), advirtió de que “un mundo 4 °C más caliente puede, y debe, evitarse. La falta de acción sobre el cambio climático amenaza con hacer que nuestros hijos hereden un mundo completamente diferente del que estamos viviendo en la actualidad”.
Un informe encargado al Banco Mundial advirtió que sí estamos en camino de un “mundo 4 °C más cálido” marcado por olas de calor extremo y la subida del nivel del mar amenazante para la vida.
Los tres diplomáticos sobrevivientes que lideraron las conversaciones sobre cambio climático de la ONU afirman que hay pocas posibilidades de que el próximo tratado sobre el clima, si alguna vez se aprueba, evite que el mundo se sobrecaliente. “No hay nada que pueda ser acordado en 2015 que pudiera estar en línea con la meta de los 2 °C”, afirma Yvo de Boer, secretario ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 2009, cuando fracasaron los intentos de llegar a un acuerdo en una cumbre en Copenhague. “La única manera de que un acuerdo de 2015 [en París, N. de la T.] pueda alcanzar una meta de 2 grados es desconectar de golpe toda la economía mundial”.
El experto en atmósfera y océanos Ira Leifer está especialmente preocupado por los cambios en los patrones de precipitación que un proyecto de informe del IPCC, recientemente filtrado a la prensa, sugiere para el futuro: “Cuando miro que los modelos predicen un mundo de 4 °C más caliente, veo muy poca lluvia en vastas franjas de la población. Si España se convierte en Argelia, ¿dónde conseguirán los españoles el agua para sobrevivir? Tenemos partes del mundo muy pobladas que tienen altas precipitaciones y cultivos, y cuando las lluvias y los cultivos desaparezcan y el país se empiece a parecer más al norte de África, ¿qué mantendrá con vida a la gente?”.
El informe del IPCC sugiere que podemos esperar un cambio generalizado de los patrones de lluvia mundiales más al norte, quitando del futuro suministro de agua a áreas que ahora reciben abundantes lluvias. La historia nos muestra que cuando el suministro de alimentos colapsa, surgen las guerras, al tiempo que el hambre y las enfermedades se propagan. Todas estas cosas, temen los científicos ahora, podría suceder en una escala sin precedentes, especialmente dada la naturaleza interconectada de la economía global.
“Algunos científicos sugieren hacer planes para adaptarnos a un mundo de 4 °C más cálido —comenta Leifer—. Si bien es prudente, uno se pregunta cuál es la parte de la población que vive ahora que podría adaptarse a un mundo así, y mi opinión es que es sólo unos pocos miles de personas que busquen refugio en el Ártico o la Antártida.”
No es sorprendente que los científicos con estos puntos de vista a menudo no sean los más populares de la clase. McPherson, por ejemplo, a menudo es llamado “Guy McStinction”, a lo que responde: “Sólo reporto resultados de otros científicos. Casi todos estos resultados se difunden en publicaciones establecidas y reconocidas. No creo que nadie esté cuestionando a la NASA, o Nature o a Science, o Proceedings of the National Academy of Sciences. Estos y otros que reporto son razonablemente bien conocidos y provienen de fuentes legítimas, como la NOAA (la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estadounidense), por ejemplo. No estoy inventando esta información, sólo estoy conectando un par de puntos, y es algo para lo que muchas personas tienen dificultades".
McPherson no tiene muchas esperanzas para el futuro, ni en la voluntad del gobierno para hacer algo parecido a los cambios radicales que serían necesarios para aliviar rápidamente el flujo de gases de efecto invernadero a la atmósfera, ni espera que los principales medios de comunicación pongan mucho esfuerzo en la presentación de informes sobre todo esto porque, como él dice, “no hay mucho dinero en el fin de la civilización, y menos aún en la extinción humana”. La destrucción del planeta, por otro lado, es una buena apuesta “porque hay dinero en esto, y siempre y cuando sea ese el caso, va a continuar”.
Leifer, sin embargo, está convencido de que existe una obligación moral para no darse por vencido y que se podría torcer el camino hacia la destrucción global. “En el corto plazo, si se consigue hacer lo correcto por el interés económico de la gente, ocurrirá muy rápido”. Y ofrece una analogía para considerar si la humanidad estaría dispuesta a actuar para mitigar los efectos del cambio climático: “La gente hace todo tipo de cosas para reducir su riesgo de cáncer, no porque se le garantiza que no lo padecerá, sino porque uno hace lo que puede y contrata la protección y los seguros de salud necesarios para tratar de reducir el riesgo de contraerla”.
Los signos de una crisis climática que empeora nos rodean, querramos verlos o no. Ciertamente, la comunidad científica los capta. Al igual que innumerables comunidades que ya experimentan los efectos del cambio climático en forma sorprendente y que se preparan a nivel local ante desastres cada vez peores, como inundaciones, sequías, incendios forestales, olas de calor y tormentas. Las evacuaciones de islas bajas del Pacífico Sur ya han comenzado. La gente en esas áreas se ve obligada a enseñar a sus hijos a adaptarse a aquello en lo que estamos convirtiendo al mundo.
Mi sobrina y sobrinos están haciendo algo similar. Están sembrando verduras en un jardín del patio trasero y sus ocho pollos proporcionan más que suficientes huevos para la familia. Sus padres tienen la intención de enseñarles a ser cada vez más autosuficientes. Pero ninguna de estas acciones sinceras puede mitigar lo que ya está en marcha en lo que respecta al clima global.
Tengo 45 años, y muchas veces me pregunto cómo mi generación sobrevivirá a esta crisis climática inminente. ¿Qué pasará con nuestro mundo si las aguas árticas de verano quedan realmente libres de hielo dentro sólo unos pocos años? ¿Cómo será mi vida si tengo que experimentar un aumento de la temperatura global de 3,5 °C?
Y por encima de todo, me pregunto cómo podrán sobrevivir las generaciones venideras.
[Fuente: el puercoespín, traducido a partir del original en inglés publicado en Tom Dispatch. Dahr Jamail ha escrito mucho sobre el cambio climático, así como el desastre petrolero de British Petroleum en el Golfo de México. Ha recibido numerosos premios, incluyendo el Martha Gellhorn de Periodismo y el James Aronson de Periodismo para la Justicia Social. Es autor de dos libros: Beyond the Green Zone: Dispatches from an Unembedded Journalist in Occupied Iraq ("Más allá de la Zona Verde. Crónicas de un periodista independiente en el Irak ocupado") y The Will to Resist: Soldiers Who Refuse to Fight in Iraq and Afghanistan (“La voluntad de resistir. Soldados que se niegan a combatir en Irak y Afganistán”). Actualmente trabaja para el servicio en inglés de Al Jazeera, en Doha, Qatar.]
19/12/2013
Italo Calvino
Una carta de Calvino a Magris
Sobre el aborto
Cuando la segunda ola de feminismo se encontraba en su momento de plenitud, en 1975, el escritor Italo Calvino envió una carta al intelectual Claudio Magris, como respuesta a su artículo en contra del aborto llamado “The Deluded”, publicado en el periódico italiano Corriere della Sera.
A continuación las palabras de Calvino:
Traer a un niño al mundo tiene sentido sólo si el niño es deseado consciente y libremente por sus padres. Si no, se trata simplemente de comportamiento animal y criminal. Un ser humano se convierte en humano no sólo por la convergencia causal de ciertas condiciones biológicas, sino a través del acto de voluntad y amor de otras personas. Si este no es el caso, la humanidad se vuelve —lo cual ya ocurre— no más que una madriguera de conejos. Una madriguera no libre sino constreñida a las condiciones de artificialidad en las que existe, con luz artificial y alimentos químicos.
Sólo aquellas personas que están 100% convencidas de poseer la capacidad moral y física no sólo de mantener a un hijo sino de acogerlo y amarlo, tienen derecho a procrear. Si no es el caso, deben primeramente hacer todo lo posible para no concebir y si conciben, el aborto no representa sólo una triste necesidad sino una decisión altamente moral que debe ser tomada con completa libertad de conciencia. No entiendo cómo puedes asociar la idea del aborto con el concepto de hedonismo o de la buena vida. El aborto es un hecho espeluznante.
En el aborto la persona que es vulnerada física y moralmente es la mujer. También para cualquier hombre con conciencia cada aborto es dilema moral que deja una marca, pero ciertamente aquí el destino de una mujer se encuentra en una situación desproporcionada de desigualdad con el hombre, que cada hombre debería morderse la lengua tres veces antes de hablar de estas cosas. Justo en el momento en que intentamos hacer menos bárbara una situación en la cual la mujer está verdaderamente aterrada, un intelectual usa su autoridad para que esa mujer permanezca en este infierno. Déjame decirte que eres verdaderamente responsable, por decir lo mínimo. Yo no me burlaría tanto de las “medidas de higiene profiláctica”, ciertamente nunca te has sometido a rasgarte el vientre. Pero me encantaría ver tu cara si te forzaran a una operación en la mugre y sin los recursos que hay en los hospitales.
Lamento que tal divergencia de opiniones en estas cuestiones éticas básicas haya interrumpido nuestra amistad.
[De Mama Natural, junio de 2013]
24/1/2014
Antoni Aguiló
Radicalizar la imaginación democrática
El neoliberalismo ha impuesto su visión del mundo como verdad universal, arrastrándonos cada vez con más virulencia a sociedades de mercado que naturalizan la lógica del capitalismo y sus valores. Y ello con un profundo impacto en la vida individual y colectiva: empleos esclavizantes; deudas ilegítimas pagadas con los cuerpos de las clases trabajadoras; suicidios inducidos por condiciones inhumanas; falsas democracias que expropian la soberanía popular; educación alienante que rechaza la idea de que “somos seres de transformación y no de adaptación” (Freire), etc.
El impacto también es notorio en la imaginación política. Las élites neoliberales en ascenso en la década de los 80 entonaron el “no hay alternativa” al capitalismo global y a la democracia liberal como único marco de lo posible. Desde entonces, el neoliberalismo ha tratado de reprimir por todos los medios la imaginación creadora de disidencia, ruptura y radicalidad. El resultado ha sido el empobrecimiento alarmante de las percepciones, significados y prácticas en torno a la democracia. Padecemos una regresión democrática continua y sostenida que se refleja por lo menos en cinco aspectos: 1) el vaciamiento y descrédito de las instituciones y prácticas políticas liberales, 2) la despolitización de la sociedad, 3) la privatización de lo público, 4) la subordinación de la izquierda institucional a las reglas de juego de la política (neo)liberal y 5) la reducción de la democracia a un simulacro electoral donde la representación política se compra y vende al mejor postor. Vivimos en una época en la que, parafraseando a Walter Benjamin, la cotización de la experiencia democrática se ha devaluado de manera salvaje.
Necesitamos combatir urgentemente la miseria democrática que arrastramos con imaginación. Como instrumento al servicio del cambio social, la imaginación democrática es una facultad capaz de ir más allá de lo inmediatamente visible porque “permite el reconocimiento de diferentes prácticas y actores sociales” invisibilizados, oprimidos y a menudo eliminados (Boaventura Santos). El ejercicio de la imaginación democrática es radical cuando formula preguntas que desafían las ideas y prácticas convencionales de la democracia; cuando reconoce la existencia de formas democráticas que amplían su significado y alcance, en cuanto prácticas que van más allá de los Parlamentos, y muchas veces a pesar de ellos; y cuando es portadora de un horizonte emancipador que apunta a la transformación política, social, económica y cultural.
“Creación, imaginación radical, imaginario histórico-social –escribe Castoriadis– son ideas madres indefinidamente fecundas” reprimidas o marginadas por las teorías políticas dominantes. Cultivar la imaginación radical requiere recuperar las tradiciones, instituciones y prácticas democráticas situadas fuera o en los bordes de la política hegemónica. El levantamiento zapatista, la revolución bolivariana, el Foro Social Mundial y, más recientemente, el joven rebelde que desencadenó la “Primavera árabe”, los movimientos antiausteridad europeos, Occupy, el 15M, Tamarod (Egipto), el Movimiento Passe Livre (Brasil) o Yo soy 132 (México) son, todas ellas, expresiones de imaginaciones políticas surgidas en la época del neoliberalismo que nos recuerdan que la democracia genuina está por conseguir.
En la actualidad, los movimientos por la democracia real han reavivado la chispa de la imaginación democrática en diversos rincones del planeta. Luchas por la participación política, reivindicaciones de democracia, asambleas populares, demandas de procesos constituyentes y cambios de régimen revelan una explosión de imaginaciones disidentes frente a la brutalidad neoliberal. Estas luchas generan un horizonte de democratización no exento de retos y potencialidades. Señalar algunos de los principales retos a los que se enfrenta la imaginación democrática contemporánea puede sugerir caminos para enriquecerla y ejercer su poder en mayor grado:
1) Legitimar y articular la diversidad democrática. Legitimar las experiencias y tradiciones de pensamiento democrático desacreditadas por la política liberal es una condición necesaria para ampliar los debates y perspectivas sobre la democracia. Asamblearismo, autogestión, dignidad o territorio, entre otras palabras, dan cuenta de un repertorio de lenguajes democráticos alternativos desde los que ejercer la lucha contra el capitalismo y su brazo político, la democracia liberal. Pero no es suficiente. La radicalización de la imaginación también pasa por lograr una mayor articulación y complementariedad entre la inagotable diversidad de pensamientos y prácticas democráticas. Aquí el diálogo interpolítico es fundamental. La imaginación radical debe ayudar a convertir los fragmentos dispersos de democracia en fórmulas audaces de cara a nuevas coaliciones y articulaciones para la trasformación de la sociedad. Las elecciones europeas se aproximan y la oportunidad para Podemos, IU, Equo y las fuerzas soberanistas de izquierda está servida.
2) Radicalidad democrática. Superar nuestra pobreza democrática exige colectivizar los procesos de decisión. La democracia no puede ser algo abstracto en la vida de las personas ni un mero régimen formal que nace y muere en las elecciones. La democracia es una forma de vida colectiva y cotidiana. En este sentido, las prácticas de autogestión en el ámbito del trabajo, la familia, la escuela o el mercado deben verse en términos de democracia real en la medida que promueven el autogobierno y el aprendizaje cooperativo. Las experiencias de autogestión son una forma de radicalizar la experiencia democrática que debería ser patrimonio de toda imaginación política que aspire a refundar la cultura democrática.
3) Transformar la democracia representativa. La democracia representativa que tenemos es uno de los frenos más poderosos a la innovación democrática. Sus principales instituciones (los Parlamentos, el sufragio universal, los partidos políticos tradicionales) no se han renovado en décadas y han sido históricamente colonizados por élites económicas y políticas. La soberanía popular es una conquista resultante de luchas sociales (de clases, de género, identitarias, etc.). No se trata de rechazar la democracia representativa en sí misma, sino de hacer de ella una conquista popular, despojándola de su carácter clasista, patriarcal y mercantilista para mostrar que otros ejercicios representativos son posibles cuando están al servicio de los grupos subalternos. La representación política basada en el “mandar obedeciendo” zapatista o la democracia representativa ejercida en la Comuna de París son algunos ejemplos.
4) Aumentar la combatividad. Combinar la lucha legal e ilegal es esencial. A pesar de los intentos de criminalización de la protesta social, la ilegalidad, la turbulencia y el desorden son un terreno fértil para la democracia. Si Rosa Parks o Nelson Mandela no hubieran cometido actos ilegales, el mundo sería más repugnante e injusto. La imaginación democrática tiene que potenciar la creatividad subversiva para enfrentar los ataques venideros con métodos de lucha más prolongados e incisivos: formación de comités de barrio, huelgas generales indefinidas, insurrección en las calles, etc. La huelga de tres semanas consecutivas de miles de docentes en Baleares, la huelga de barrenderos en Madrid o la lucha vecinal del Gamonal y Hamburgo son señales importantes.
5) Romper el fatalismo. Frente al campo de restricciones del “no hay alternativa”, la imaginación radical concibe la realidad como un campo de posibilidades donde, al decir poético de Martí i Pol, “todo está por hacer y todo es posible”. Los estudios de Prigogine sobre sistemas químicos no lineales revelan que la innovación se produce a partir de rupturas de equilibrio en las que una pequeña perturbación del orden establecido puede producir efectos globales imprevistos. La Revolución rusa comenzó con reivindicaciones populares de pan y acabó con la caída del régimen zarista de Nicolás II y la proclamación del poder soviético. Las protestas en Túnez, detonante de las Primaveras árabes, se desencadenaron con la autoinmolación de Mohamed Bouazizi ante al acoso policial a los vendedores ambulantes. En Brasil, la chispa fue el aumento del 20% del precio del transporte público.
Desatar el potencial de imaginación es un imperativo para fortalecer la democracia. Sin imaginación democrática, la sociedad se anquilosa y la política se vuelve una actividad fosilizada, como en la inmutable república platónica. Lejos de ver la imaginación como una fuerza dinámica y transgresora de los códigos heredados, Platón la despreció por considerar que deformaba la realidad. Quizá por ello nunca ha sido un referente para la democracia.
[Fuente: Público.es]
26/1/2014
Foro de webs
Plataforma #StopPujadesTransport
http://stoppujadestransport.blogspot.com.es/
Mientrastanto.e se adhiere a esta campaña contra la subida del precio del transporte público en Barcelona respaldada por numerosos colectivos y movimientos sociales. A continuación, reproducimos el Manifiesto de la Plataforma "#StopPujadesTransport".
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Un desafiament als barris més castigats per la precarització, l’atur i les retallades
Aquesta pujada del preu del transport implica un nou desafiament cap als veïns i usuaris, que observen que mentre l’Administració retalla serveis, retira ajudes i desnona famílies, castiga la gent que utilitza el transport públic, l’únic del qual disposa per anar a estudiar, treballar o per cercar feina.
Un servei públic que funciona com una empresa
El bitllet més venut, la T-10, ja té un cost de 10,30€ (1 zona) i 43,55€ (6 zones). Això significa un 5,10% i un 4,9% més que l’any anterior, respectivament, i un 71% més que fa deu anys. La T-50/30 ja costa 42,50€ (1 zona), una pujada del 8,4%. Aquest augment continuat de les tarifes que afecta a totes les zones i molt per sobre dels increments de l’IPC, converteix el transport públic, pagat per tothom a través dels impostos, en un luxe per als usuaris i en un autèntic transvasament de fons públics cap a les empreses que el gestionen.
Tot això succeeix mentre s’eliminen línies d’autobús, s’elimina el bus de barri els diumenges i festius i, des de l’any 2007, s’ha anat reduint un 10% el servei d’autobús entre setmana i un 25% els caps de setmana.
ATM, direcció de TMB i Xavier Trias: les raons per les quals s’apuja el preu del bitllet
Mentre repaguem el transport públic, l’empresa TMB que gestiona l’autobús i el metro –tal com ho han denunciat reiteradament els seus treballadors/es– manté una opacitat absoluta sobre el seu pressupost i sobre el sou dels 603 membres de l’equip directiu, ja que tenen un salari fora de conveni i totalment desconegut, a més dels cotxes oficials de què gaudeixen. A més, continua mantenint-se en secret el motiu pel qual tants excàrrecs públics de PSC i CiU acaben ocupant llocs dins d’aquesta direcció.
- Hem de continuar empassant-nos i patint que any rere any ens facin pagar més car el transport públic?
- Hem de continuar pagant els excessos abusius de les empreses que gestionen el servei de transport metropolità?
Per aquestes raons, des de STOP PUJADES TRANSPORT PÚBLIC, exigim:
- La retirada de l’augment del 2014 i congelació del preu del transport públic d’acord amb les tarifes del 2013
- Convocatòria d'una taula social per fixar tarifes i criteris, un cop aplicada la retirada de l'augment de preus de 2014
29/1/2014