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Me llamo Rojo

Alfaguara,

Madrid,

564 págs.

Óscar Capdeferro

El último Premio Nobel de literatura ha luchado a lo largo de toda su carrera a favor de la unión entre oriente y occidente, tan necesaria para mantener la paz y los derechos humanos. En la obra seleccionada aquí lo hace a través del arte de la ilustración. Esta novela se ambienta en el siglo XVI, en Estambul, principal núcleo urbano del enclave otomano. El tiempo de los grandes maestros ilustradores otomanos ha pasado y la ilustración lleva años estancada, cuando, por motivos políticos, en un viaje, un aficionado a la pintura descubre la pintura renacentista que está surgiendo en Italia. A partir de aquí, detractores (predicadores exacerbados) y partidarios (los descontentos con la opresión del poder religioso) se enzarzan en una discusión sobre las posibilidades y necesidad de acercamiento a occidente. La mayoría de los debates suceden entre pintores y sobre pintura (que es el vehículo a través del cual entra en juego occidente), pero reflejando más una cosmovisión que una forma de pintar. Surge una forma de pintar basada en el hombre —obedeciendo a su forma de ver y de sentir, donde el retrato toma cualidades y precisión prácticamente fotográficas— frente a otra visión mucho más divinizada donde Dios aparece “como mirando desde un balcón”, con superposición de figuras en lugar de perspectiva y con una pintura despojada de elementos considerados “impuros”. Pamuk evidencia lo excluyente de esta visión, y parece pedir a gritos un movimiento humanista en el seno de la sociedad musulmana en aras de una mayor libertad, un mayor avance científico y técnico y, sobre todo, un avance en materia de derechos humanos.

Orhan Pamuk parece moverse a la perfección entre estos dos “mundos” (oriente y occidente), pues encuadra todo este debate en un clásico thriller occidental por entre las calles de Estambul, que son vistas con toda normalidad, sin exotismo, elemento que hace que nos sintamos parte de Estambul, paseantes habituales de sus sitios y gentes. La trama sentimental se funde con la detectivesca, se confunden entre sí las voces narrativas y la historia y sus leyendas…

Aunque la división está escrita en sus páginas, también lo están los puentes; y mientras leemos sus casi 700 apasionantes páginas, nos damos cuenta de que la esencia humana, tan igual, tan hecha de la misma materia, ha sido dividida por motivos puramente formales, ceremoniales, de estilo… por variaciones del rojo.

2 /

2007

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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