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José Manuel Barreal San Martín

Bonjour le tyran

Recordaremos, y no con alegría, el año finalizado. No será fácil que se olvide. Son muchas las razones para el recuerdo triste. No solo por la desfachatez del emérito que ha dejado a la democracia liberal española al pie de los caballos y la falta de valentía de la clase política para su enjuiciamiento. Será recordado, sobre todo, por una pandemia que ha llevado, está llevando, a miles de personas a la muerte.

Llevamos un año con la pandemia. Lo que está ocurriendo, en términos de vidas y de agudizamiento de la crisis económica y social, es de todos sabido. Muerte física y social, es su camino. Lo vemos a nuestro alrededor, en el vecindario. Somos muchos los que conocemos a alguien que ha muerto por el puñetero virus. Sin embargo, continuamos erre que erre. Tanto desde la gestión política, como desde la propia, individual. Permítaseme eludir comentarios sobre la primera, ya que se me escapan algunas actuaciones de los distintos gobiernos autonómicos y del central.

Seguro que hay que cuestionar o criticar alguna actuación política sobre la pandemia, ya que las hay deficientes. También aplaudir acciones de esa misma gestión política. De la sanidad y de las personas sanitarias, ¿qué decir? No los voy a llamar héroes. Sencillamente, tienen mi aplauso y admiración.

Expondré mi subjetiva opinión sobre nuestro comportamiento individual. Un comportamiento cuyo carácter solidario entiendo nadie cuestionará que es imprescindible para, cuanto menos, paliar los efectos dañinos del virus. 

Dejemos atrás el verano y la semana santa. Lo ocurrido es de conocimiento común y el que no lo tenga es que no quiere tenerlo. Ciñámonos a la última «juerga». ¿Sabíamos o preveíamos que el relajamiento, al celebrar el nacimiento de Belén, iba a traer por enésima vez las consecuencias que ahora tenemos, en número de infecciones? Claro que se sabía, lo sabíamos todos. No hace falta ser virólogo. Aquí están las infecciones, las muertes… Todo teñido de la hipocresía de quienes ahora claman y culpabilizan a la clase política.

El epidemiólogo Fernando Simón, en una rueda de prensa, echaba la culpa a la ciudadanía por su relajamiento. Las vestiduras se han rasgado y le critican por esas declaraciones y por no haber tenido, junto con el gobierno, la valentía de prohibir las fiestas navideñas. A ver, si fácil es culpabilizar como hace Simón, no lo es menos la crítica montaraz hacia él y el gobierno.

Los gobiernos, incluido el español, no mandan nada: solo gestionan lo que el capital, en este caso el IBEX, les dicta. Están, al servicio del sistema económico imperante. El camino está tachonado de púas y de trampas por las finanzas. ¿Qué hubiese ocurrido si el gobierno central hubiera optado por prohibir las fiestas navideñas (por otro lado, una pura entelequia)? No es difícil prever que se hubiese armado la de dios desde el empresariado y desde la siempre montaraz derecha. ¿O no estamos viendo lo que la hostelería dice sobre sus pérdidas económicas (unas más reales que otras)? Como no se prohibieron las fiestas y éstas trajeron, lógicamente, la relajación ciudadana (léase, la «irresponsabilidad ciudadana»), el virus se desmelena y continúa fastidiando a todo el mundo.

Estamos en una sociedad infantilizada, consumista e individualizada. Lo colectivo no vende y, lo peor, no es defendido. Cuando se lee «lo que más me fastidiaba durante el confinamiento era no poder tomar el cafetín en la cafetería», dan ganas de tirarse de los pelos. Y, como Mafalda, «apearse de este mundo».

Alguna gente (la que se pasa por el forro su propia responsabilidad, que todas y todos tenemos) está pidiendo a gritos, con grandes dosis de jeremiada irresponsable, de lágrima cocodrilácea y de crítica hipócrita, que nos pongan las cadenas de la vigilancia día y noche, que todos tengamos un tirano a la puerta de casa. Es la gente que mañana asaltaría el Parlamento. Es la que nos pondría sus cadenas.

¡Claro que hay que pedir responsabilidades a los gobiernos! Pero a la vez hemos de cumplir con las nuestras. El tirano es una figura de moda, muy solicitada: pues nada, Bonjour le tyran, que así en francés suena más musical.

14 /

1 /

2021

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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