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José A. Estévez Araújo

Mercenarios en Irak

Durante la semana del 12 de abril se produjo el secuestro de cuatro italianos en Irak y posteriormente el asesinato de uno de ellos. Los secuestrados eran mercenarios contratados por una firma norteamericana. Pero el gobierno y muchos medios de comunicación italianos los han tratado como héroes. Ahora ya tienen una razón para que estén allí los soldados italianos: vengar la muerte de su compatriota. Las guerras acaban legitimándose a sí mismas. Una vez que se ha invadido un país ya no se puede uno marchar, porque eso sería un acto de cobardía. Por suerte, Zapatero ha tenido reflejos y ha ordenado la retirada antes de que haya una masacre de soldados españoles.

En cualquier caso, el secuestro de los italianos ha puesto sobre la mesa un nuevo problema: el de la gran cantidad de «soldados de fortuna» contratados por empresas de seguridad que están operando en Irak. Se habla de unos quince o veinte mil. Y realizan no sólo tareas de guardaespaldas para directivos de multinacionales, sino también misiones auténticamente bélicas por encargo del Pentágono o del Departamento de Estado norteamericano.

Se trata de una forma de «externalización», que limita el número de «víctimas», pues los mercenarios, aunque sean estadounidenses (que muchos no lo son) no vuelven a su país envueltos en la bandera. También aminora las dificultades políticas de incrementar los contingentes: en lugar de solicitar una autorización al Congreso para enviar más tropas, se contrata a una compañía privada para que lleve a cabo una serie de operaciones militares (entrenamiento de policías iraquíes, defensa de determinadas instalaciones o escolta de los convoyes de suministro). El mismo proceso de externalización que ha tenido lugar en el sector de la producción industrial se está dando, pues, en el sector militar.

Por otro lado, se trata también de una privatización de la guerra misma. La imagen de empresas multinacionales armadas con ejércitos de mercenarios y lanzadas a la conquista de un país no parece ya una novela de ciencia ficción. En Irak, en parte, eso está ocurriendo ya en estos momentos. Y las firmas de seguridad están solicitando que se permita a sus hombres disponer de equipo militar pesado y de apoyo aéreo propio. La feudalización avanza, pues, a marchas forzadas. Ya no sólo se ha disgregado la soberanía, sino que los propios ejércitos se están convirtiendo en privados. ¿Hasta dónde llegará esto? ¿Viviremos una nueva Edad Media en la que tendremos que jurar fidelidad a una multinacional a cambio de su protección? Las perspectivas son terribles a poco que uno deje volar la imaginación.

Mientras tanto, los ciudadanos italianos, con la misma sensatez que los españoles, siguen pidiendo a su Presidente, Berlusconi, la retirada de las tropas de Irak. Se lo piden con múltiples banderas multicolores con la palabra «paz» colgadas de los balcones. Se lo piden también en concentraciones como la del 25 de abril, día de la liberación de Italia. Retirarse de Irak no es un acto de cobardía, sino un acto de justicia. Se trata de liberar a una población que fue invadida en base a mentiras y que ahora es masacrada por los mismos que dijeron que iban a liberarla del dictador que la oprimía.

30 /

5 /

2004

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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