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José A. Estévez Araújo

Los desahuciados del mundo

En la nota de prensa sobre el acuerdo entre Turquía y la Unión Europea los refugiados han desaparecido. El documento no se refiere ya a la “crisis de los refugiados”, sino a una “crisis migratoria”. En lugar de hablar de refugiados habla de «migrantes irregulares» o «ilegales». De acuerdo con el documento la causa de esta crisis son las mafias que trafican con emigrantes. No se menciona para nada la responsabilidad de determinados países europeos en lo que respecta a la situación de Siria (http://www.consilium.europa.eu/es/press/press-releases/2016/03/18-eu-turkey-statement/)

El comunicado afirma que las expulsiones se harán «legalmente». Es decir, que se realizarán respetando el derecho internacional y el europeo: cada caso será tratado individualmente; no habrá deportaciones en masa; los refugiados podrán apelar a un juez si su solicitud de asilo es rechazada… Pero ¿qué es lo que sucede en la práctica? Lo que ocurre es que los refugiados (ahora «migrantes irregulares») llegan en un barco. La administración les da una hoja de papel en inglés, aunque la mayoría de ellos no entienden esa lengua. Ese documento es una solicitud de asilo que se rechaza antes de una semana. En teoría, entonces, tienen el derecho de apelar a un juez. Sin embargo, carecen de asistencia legal. No tienen acceso a un abogado que les asesore. De este modo diez días después de su llegada son deportados a Turquía.

Algunas cifras sobre la dimensión del problema de las personas desplazadas

El último informe del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) nos permite evaluar la dimensión del problema de las personas desplazadas. Dicho informe se refiere a la primera mitad de 2015. El próximo será publicado en junio de 2016 (véase https://www.uno-fluechtlingshilfe.de/fileadmin/redaktion/PDF/UNHCR/UNHCR-Halbjahresbericht.pdf).

En este documento se afirma que la población total que es objeto de atención por parte de ACNUR es de 58 millones de personas y prevé que a principios de 2016 superará los 60 millones. Esta cifra incluye a los refugiados, a personas desplazadas internamente y a solicitantes de asilo. No está claro si en el informe se incluyen los refugiados que están en campos ilegales y en otro tipo de instituciones. Es el caso de los refugiados rohinyás, una minoría musulmana de Birmania que fue privada de la de su nacionalidad. Buena parte de los refugiados rohinyás ubicados en Bangladesh viven en campos informales. Por otro lado existen campos clandestinos en Marruecos. En ellos podemos encontrar gente que está esperando una oportunidad de cruzar la frontera con España. Hay también campos no registrados en Francia. Las personas que están allí generalmente quieren viajar al Reino Unido. Tampoco queda del todo claro si se incluyen a las personas encerradas en centros de internamiento de extranjeros, conocidos en España como CIE’s.

De acuerdo con el informe, el número de personas refugiadas se incrementó en un millón en la primera mitad de 2015. Más de 100.000 provenían de la República Árabe de Siria. Se calcula que en todo el año 2015 llegaron a Europa 1 millón de refugiados sirios. La segunda mayor fuente de refugiados es Ucrania. 100.000 ucranianos huyeron a la Federación Rusa. Los otros grandes contingentes provenían del África subsahariana (Burundi, Sudán, Congo, etc.). En términos globales los refugiados provenientes de la República Árabe de Siria a mitad de 2015 eran 4 millones. El segundo mayor número de refugiados son los que proceden de Afganistán y se encuentran instalados en su mayoría en Pakistán.

Los apátridas

Según ACNUR, el número de personas apátridas en el mundo es de 4 millones. De ellos, 1.3 millones son rohinyás. Los miembros de esta minoría fueron privados de la ciudadanía birmana por una ley de 1986. Este pueblo no pudo, pues, votar en las últimas elecciones de noviembre de 2015. Sin embargo estos comicios, que ganó el partido de la premio Nobel de la Paz Suu Kyi, se presentaron como la transición de Birmania (Myanmar) a la democracia. Suu Kyi ganó las elecciones, pero de momento no ha dado ninguna muestra de apoyo a los rohinyás.

La situación de esta minoría es paradójica. Como se ha dicho, son musulmanes. En el imaginario dominante hoy en día, los musulmanes aparecen siempre como los «malos». En Birmania, sin embargo, los «malos» son los budistas lo que se contrapone, a su vez, la imagen que tenemos del budismo. El monje Ashin Wiratu es el más extremista. Defiende la limpieza étnica, la expulsión del los rohinyás, y la legitimidad del uso de la violencia contra ellos.

El “encampamiento”

Es muy significativa la convertibilidad de los campos de refugiados en centros de detención de inmigrantes indocumentados. Ese tipo de conversión tuvo lugar en la isla de Lesbos y no requirió ningún cambio estructural. Se puede transformar un campo de refugiados en un centro de detención de un día para otro. Sólo es necesario cambiar el nombre del «campo». Esto es una corroboración de las tesis del antropólogo francés Agier, que sostiene que los centros de detención de inmigrantes sin papeles y los campos de refugiados operan en base a una misma lógica. Es la lógica del «encampamiento» o, dicho de otra forma, un elemento del dispositivo global de gestión de los «indeseados». El «gobierno humanitario» es parte de este mecanismo (Agier 2002; Agier 2008; Agier 2013; Agier 2010).

Agier afirma explícitamente que los campos de refugiados son espacios de excepción. Considera que los representantes del ACNUR y de las ONG tienen un poder absoluto en ellos. Esto crea la oportunidad para todo tipo de abusos. Y hay bastantes evidencias sobre estos abusos, incluyendo los sexuales. No se trata de un problema de moralidad individual, sino que es una consecuencia de la institución de los campos y de la situación de excepción dentro de ellos (Turner 2015).

Agier basa sus análisis en el concepto de «campo» de Agamben. Este autor considera que en los campos las personas son tratadas como “nuda vida” (Agamben 1998). Las organizaciones humanitarias se encargan de satisfacer sus necesidades básicas. Les dan agua y comida. Intentan proteger su vida. Y sin embargo los tratan como si fueran un rebaño de vacas. Es decir, los refugiados son considerados sólo en su dimensión biológica. No son tratados en realidad como seres humanos. Deben aceptar de forma pasiva las reglas del campo. No tienen voz. Son objetos y no sujetos.

En consonancia con las tesis de Hannah Arendt, Agier considera a los refugiados como apátridas. Estas personas no están bajo la protección de ningún estado. El país del que provienen no las puede proteger o las persigue. En el estado en el que se hallan «encampados» no son reconocidos como ciudadanos. No tienen el “derecho a tener derechos” de acuerdo con la conocida definición de ciudadanía hecha por Hannah Arendt. No están autorizados a moverse libremente, pues están encerrados en campos. No tienen tampoco derecho a trabajar, lo que les convierte en presa fácil de explotadores y criminales.

Un campo de refugiados puede alojar decenas (o incluso un centenar) de millares de personas. Muchos de estos campos están gestionados por organizaciones humanitarias subcontratadas por ACNUR. El tiempo de residencia en ellos varía mucho de un caso a otro. Puede tratarse de días, de meses… o de años. Los campos más antiguos son los palestinos. Algunos de ellos fueron creados en 1948, aunque no están bajo la supervisión de ACNUR. Hay personas que han nacido en estos campos, que han vivido allí toda su vida, y que también han muerto dentro de ellos.

Agier critica que los campos se hayan convertido en una solución a largo plazo o incluso definitiva para el problema de los refugiados. En principio, de acuerdo con la normativa internacional, el campo es una solución provisional, de emergencia. Las soluciones definitivas son la repatriación o la integración en otro país.

En las situaciones de residencia a largo plazo, se plantea con especial intensidad el problema de los derechos e incluso de la ciudadanía de los refugiados. Recientemente Agier ha afirmado que los campos están casi siempre «politizados». Eso quiere decir, entre otras cosas, que en ellos hay protestas. En estos momentos el antropólogo francés está muy implicado en la campaña contra el desmantelamiento del barrio de chabolas habitadas por inmigrantes en Calais (Francia). Se trata de personas que quieren viajar al Reino Unido. Es un caso en que Gran Bretaña externaliza el control de la inmigración a Francia. Originalmente estos migrantes no estaban confinados en un barrio específico. Tenían vínculos con la población local. Esta vinculación se mantuvo cuando se creó el barrio de chabolas y se les obligó a vivir allí. Ahora lo que se pretende es derribar las chabolas y encerrar a estos migrantes dentro de un campo. Como protesta, el 23 de enero de este año 50 habitantes del barrio de chabolas ocuparon un ferry en el puerto de Calais. Por otro lado, el 27 de abril hubo una revuelta en el campo de Lesbos contra las deportaciones a Turquía.

La politización de los “encampados” no se reduce a la protesta. En algunos casos se llegan a crear instituciones de autogobierno. Esto sucedió por ejemplo en el campo de Agame. Este campo se estableció en Benín de 2005 a 2013. Las personas que estaban en él huían de Togo, donde se había instalado un régimen autoritario. En el año 2005 había en torno a 70.000 personas. Los refugiados reclamaron a la administración del campo el derecho de elegir a sus propios representantes.

Tras la pugna para ver reconocido ese derecho, se organizó un proceso electoral. El objetivo era elegir a un presidente del campo y a su gobierno. Se creó una comisión electoral ante la cual los candidatos debían registrarse. Se realizó una campaña electoral oficial durante una semana. Tras ésta, se llevó a cabo la votación. De ese modo un «gobierno de los refugiados» fue elegido.

Las tareas de este gobierno fueron de dos tipos diferentes. Por un lado recibían las reclamaciones de los refugiados. Por otro transmitían esa información a la administración del campo. Actuaban, pues, como vínculo de mediación entre los refugiados, las autoridades de Benín, el ACNUR, y las ONG. Además, realizaban tareas de carácter interno. Se encargaban de resolver los conflictos entre individuos o grupos. También organizaron administrativamente el campo. Lo dividieron en setenta distritos y para cada uno de ellos se eligió democráticamente a un “jefe” (Lecadet 2016).

La “ayuda humanitaria” tiene, pues, una doble cara. La cara pública consiste en actuar para aliviar situaciones de emergencia. La cara oculta es la que funciona como parte del mecanismo global de control de los indeseados. Son los organismos que gestionan esa ayuda quienes deciden en primera instancia, quienes son refugiados y quiénes no. ACNUR declaró en un momento dado que rechazaba cooperar con la Unión Europea, porque su tarea no era identificar y admitir o rechazar refugiados. Sin embargo esa es la función que realiza en todos los campos del mundo.

Por otro lado, una cosa es adoptar medidas de emergencia para unas semanas. Otra muy distinta es que el encampamiento se convierta en una manera de mantener «apartados», fuera del «mundo», a los indeseados de forma permanente.

Estas observaciones no son fruto de una crítica desde fuera de las entidades de ayuda humanitaria, sino que reflejan un debate interno en organizaciones como Médicos Sin Fronteras, a la que pertenece el propio Agier. En estos debates se plantea cuál es el sentido y la forma de intervenir en esas situaciones. Los burócratas y los voluntarios “de a pie” ven las cosas de distinta manera. Agier relata por ejemplo, que el dirigente de una ONG señaló que la democracia no tenía ningún papel que jugar en la gestión de los campos de refugiados. Esta declaración la hizo en respuesta a la petición de los refugiados de instaurar mecanismos de autogobierno.

Conclusión: la especial responsabilidad de Europa

No es nada fuera de lo común lo que se está haciendo con los refugiados en Europa. Es lo mismo que se hace con ellos en todas partes. Obviamente, eso no quiere decir que la indignación y la protesta estén injustificadas. Lo único que se quiere resaltar es que es un problema que afecta a 60 millones de personas desplazadas en todo el mundo.

En el caso de la UE se dan, sin embargo, unas circunstancias especiales. Europa se presenta siempre como paladín de los derechos humanos. Lo que se está haciendo con los refugiados sirios es, pues, un abuso llevado a cabo por quien porta el estandarte de los DDHH. Ese es uno de los mayores daños que se les puede hacer a éstos. Es una arremetida contra la posibilidad de lograr un reconocimiento y una protección universal de los derechos humanos. Las personas a quienes se ha tratado como animales en nombre de estos derechos tendrán fuertes renuencias en el futuro ante cualquier discurso o institución que haga referencia ellos.

En segundo lugar, son las acciones de algunos países de la UE las que están generando esa masa de refugiados. Eso se oculta en el discurso oficial sobre los ahora «inmigrantes ilegales». También se esconde en el discurso y en las políticas contra la «amenaza terrorista».

En tercer lugar, hay que tener en cuenta el impacto relativo que los refugiados tienen para los países que los acogen. El informe del ACNUR hace este cálculo en función del número de habitantes así como del PIB. El millón de refugiados sirios que llegaron a Europa en 2015 representa el 0,2% de la población de la UE. Sin embargo, en el Líbano, con la llegada de los sirios, el número de refugiados instalados en el país es equivalente a un 25% de su población.

El problema de los refugiados sirios en particular y el de las poblaciones desplazadas en general deben ser incluidos en un marco más amplio. Ese marco debe contemplar también a los migrantes económicos. La razón de esta afirmación reside en la similitud del trato y la reversibilidad de ambas situaciones. Además, los dos fenómenos tienen una causa común: la explotación a la que están siendo sometidos los países del sur global. Son las instituciones y las políticas de los países del norte las que están empobreciendo activamente a las poblaciones del sur (así como a buena parte de sus propias poblaciones). No se trata, por tanto de ayudarles “caritativamente” para sacarlos de la pobreza. Se trata de dejar de causarles el daño que les estamos provocando.

Fomentar enfrentamientos en los países del sur forma parte del sistema de dominación de la globalización neoliberal. Esa táctica puede utilizarse por razones geoestratégicas (como en Siria). Puede obedecer, también, al objetivo de obtener recursos especialmente valiosos, como el coltán (es el caso de las últimas décadas en lo que antes era Sudán). Y, para alcanzar esos fines, se pueden fomentar o provocar guerras civiles, apoyar dictaduras sanguinarias, acabar con ellas cuando el personaje deja der útil y, también, hacer buenos negocios vendiendo armas a todos los bandos.

 

Bibliografía

Agamben, Giorgio. 1998. Homo Sacer. Valencia : Pre-Textos (http://ccuc.cbuc.cat/record=b2389615~S23*cat).

Agier, M. 2002. “Between War and City: Towards an Urban Anthropology of Refugee Camps.” Ethnography 3 (3): 317–41. doi:10.1177/146613802401092779.

—, 2008. Gérer Les Indésirables. Des Camps de Réfugiés Au Gouvernement Humanitaire. Paris: Flammarion.

—, 2010. “Humanity as an Identity and Its Political Effects (A Note on Camps and Humanitarian Government).” Humanity: An International Journal of Human Rights, Humanitarianism, and Development 1 (1). University of Pennsylvania Press: 29-45. doi:10.1353/hum.2010.0005.

—, 2013. La Condition Cosmopolite : L’anthropologie À L’épreuve Du Piège Identitaire. Paris : la Découverte (http://ccuc.cbuc.cat/record=b6199036~S23).

Lecadet, Clara. 2016. “Refugee Politics: Self-Organized ‘Government’ and Protests in the Agamé Refugee Camp (2005–13).” Journal of Refugee Studies, January, fev021. doi:10.1093/jrs/fev021.

Turner, Simon. 2015. “What Is a Refugee Camp? Explorations of the Limits and Effects of the Camp.” Journal of Refugee Studies. doi:10.1093/jrs/fev024.

29 /

4 /

2016

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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